Arte


Patrimonio artístico


Si buscamos en un diccionario de la real academia de la lengua la palabra patrimonio, encontraremos los siguientes significados:

“ Bien que una persona hereda de sus ascendientes o por cualquier otro procedimiento”

“Bienes propios que cada uno posee, sea cual sea el origen de su procedencia”

Por tanto, cuando hablamos de patrimonio estamos hablando, sin duda, de bienes, materiales o inmateriales que el ser humano posee, sea cual sea la forma de obtenerlos. Pero no es el patrimonio individual lo que a nosotros nos interesa en este trabajo, sino el patrimonio cultural, el patrimonio histórico artístico y su conservación

Lo primero que tenemos que tener claro, a la hora de comenzar a redactar este trabajo , es una idea clara de lo que consideramos como patrimonio histórico artístico. Cuando hablamos de este tipo de patrimonio, estamos hablando del conjunto de bienes muebles e inmuebles que por su valor artístico, histórico y cultural están sujetos a un régimen especial. Un régimen que supone para el propietario, sea público (estado, comunidades autónomas...) o privado (particulares) una serie de obligaciones como son su defensa y protección y la transmisión a generaciones posteriores.

Es en la actualidad cuando tenemos una mayor consciencia social sobre los bienes que integran nuestro patrimonio cultural. Es en el siglo XX cuando el concepto de patrimonio ha ido evolucionando hasta llegar a tener el significado que hoy en día conocemos.

A lo largo del siglo XX, como he dicho anteriormente, el interés por el patrimonio es cada vez mayor, por eso, durante este siglo se disponen una serie de cartas en las cuales se hace presente la importancia y evolución del concepto de patrimonio durante este siglo.

Una muestra de la evolución que surge el concepto de patrimonio y el interés por su protección lo tenemos en la Carta de Atenas de 1931. Antes de centrarnos en ella creo conveniente hacer una breve introducción histórica sobre el periodo en el que se creo esta carta. En 1931, Europa terminaba de salir de la Guerra Mundial y la Carta de Atenas se engloba dentro de las actividades realizadas por la “Sociedad de Naciones”, sociedad creada para saldar la necesidad de una unidad entre estados para así, evitar futuras guerras; (no pudieron cumplir este objetivo ya que estalló la II Guerra Mundial).

El objetivo de la Carta de Atenas de 1931, era establecer unos principios básicos para la conservación de los monumentos de arte e historia, especialmente tras la I Guerra Mundial. La Conferencia promulga, que en los casos en los que la restauración sea indispensable, esta se hará respetando la obra histórica y artística, sin proscribir el estilo de ninguna época. Así mismo, la Conferencia, recomienda el uso de los monumentos históricos artísticos para garantizar así su conservación, siempre y cuando se usen como destinos que aseguren su carácter histórico artístico.

Con respecto a la tutela de los bienes, la Conferencia dicta que cada Estado sea responsable de los monumentos históricos y artísticos que en este Estado se encuentren, dictando, si es necesario, las medidas necesarias para su conservación. Las construcciones adyacentes a los monumentos, deben ser vigiladas para evitar que elementos que rompan con el entorno histórico. Se aprueba el uso de las técnicas modernas para las intervenciones en los monumentos, siempre que estos se disimulen para no alterar el carácter y el fin del monumento que se está restaurando.

La Conferencia, en la Carta de Atenas de 1931, desea la colaboración entre los Estados para favorecer así, la conservación de los elementos históricos y artísticos. Un papel muy importante, en la conservación de elementos artísticos, lo juega la educación. Consideran que la mejor garantía para la conservación de obras de arte e historia reside en el respeto de los pueblos. La Carta de Atenas del 31, es seguida por la Carta de Atenas de 1933, C.I.A.M, Congreso Internacional de Arquitectura Moderna, que complementa lo dictado en 1931.

La evolución del concepto de patrimonio y el interés hacia este, es tan grande a lo largo del siglo XX, que en 1954, la UNESCO celebra la Convención sobre la protección de los Bienes Culturales en caso de conflicto armado. Esta convención estableció una serie de disposiciones generales sobre la protección del patrimonio.

Otro claro ejemplo del interés por el patrimonio histórico y artístico durante el siglo XX, lo tenemos en la Carta de Venecia de 1964, una vez mas, esta carta amplía y complementa la de 1931 así como, hace alusión a considerar los monumentos como portadores de un mensaje pasado. Esta carta, tiene como finalidad la conservación y restauración de los monumentos para salvaguardar tanto a la obra de arte como el testimonio histórico. Del artículo 4 al 8, nos habla de lo necesario para la conservación de las obras; por poner un ejemplo, en el articulo 6, la carta de Venecia nos dice lo siguiente: “ La conservación de un monumento implica la de sus condiciones ambientales. Cuando subsista una ambiente tradicional, éste será conservado; por el contrario, deberá rechazarse cualquier nueva construcción, destrucción y utilización que pueda alterar las relaciones de los volúmenes y los colores”. En la misma carta, también hay una serie de artículos dedicados a la restauración (del 9 al 13).

Es también una muestra de la evolución del interés sobre el patrimonio durante el siglo XX, las cartas y declaraciones acerca del patrimonio durante la década de los 70. En estos años, la concienciación de las naciones por la conservación y protección del patrimonio histórico y artístico es total, y muestra de ello tenemos en las cartas, normas y convenciones que se realizaron a lo largo de esta década. La carta Europea del Patrimonio Arquitectónico, de septiembre del 75, La declaración de Amsterdam de Octubre del 75 y las Normas de Quito del año 1977, ilustran lo que he dicho en este párrafo.

Los años 80, concretamente en 1986, el ICOM se reunió para tratar el tema de la conservación de la ciudades Históricas, dando como fruto de esta reunión la Carta de Toledo de 1986. En ella se recoge toda la doctrina europea que en el campo de la restauración arquitectónica se ha ido configurando, especialmente a partir de la Carta Europea del Patrimonio Arquitectónico.

En los párrafos anteriores, he intentado repasar, de la manera mas esquemática posible, la evolución del interés por el patrimonio en el pasado siglo XX. Pero me veo obligada a hacer referencia a las diferentes cartas de restauración y conservación que se han publicado a lo largo de estos primeros años del siglo XXI. En el año 2000, en Cracovia, se realizó la Conferencia Internacional sobre Conservación, surgiendo así, la Carta de Cracovia, que establece los principios para la conservación y restauración del patrimonio construido. En el 2003, El consejo Europeo de Urbanistas, creó la Nueva Carta de Atenas; dividida en dos partes, pretendía conservar la riqueza y diversidad cultural de las ciudades europeas integrando los elementos artificiales y naturales del entorno. En la segunda parte; la Nueva Carta de Atenas, nos muestra como aplicar los principios establecidos en la primera parte.

Es de vital importancia, saber, que la conciencia e interés por el patrimonio no es algo propio del pasado siglo XX, sino que el interés por este surgió varios siglos antes. Concretamente, cuando hablamos del término “Patrimonio”, estamos hablando de una palabra cuyo origen se remonta a la época renacentista. Es en el Renacimiento cuando se forma la noción de “Patrimonio” en Occidente. Es por ello, por lo que el actual concepto de patrimonio es un concepto heredado. Por tanto, el valor histórico de los diferentes monumentos y obras de arte, se lo damos a partir del siglo XV. Los renacentistas son los primeros que aprenden a separar el pasado y a valorar históricamente algo hecho en otra época.

Si hacemos un breve repaso por las etapas anteriores al periodo renacentista, podemos ver, más claramente, la afirmación acerca de que los primeros en dar un valor histórico a los elementos del pasado fueron los renacentistas. Los Romanos, conciben el mundo de una forma cíclica: todo vuelve, daban un valor rememorativo a las cosas pero no histórico. Para los primeros cristianos, el patrimonio eran únicamente las reliquias, por ejemplo las catedrales. En la Edad Media, lo sagrado, lo que se respeta es lo que se considera patrimonio, dejando al margen cualquier otra manifestación que no fuera considerada como sagrada, por tanto es imposible conceder el valor histórico y laico que hoy en día tenemos.

Como he dicho en párrafos anteriores, los primeros en mostrar interés por las manifestaciones artísticas del pasado fueron los renacentistas, mas concretamente, los humanistas. Valoran los testimonios del pasado pero no hablan de patrimonio sino de valores antiguos. Es a partir de aquí, cuando, comienza la andadura del término patrimonio tal como lo entendemos en la actualidad, unido al concepto de valor histórico. Son los humanistas los que primero se esfuerzan en recuperar todo el patrimonio, son los primeros en excavar para conseguir recuperar los restos de la Antigüedad con el fin de conservarlos. Es en esta época cuando se crean leyes para proteger los elementos con valor histórico.

El humanismo es muy importante a la hora de hablar de lo que hoy entendemos como patrimonio , son los primeros en conceder al patrimonio el valor histórico del que hoy en día tanto hablamos; conciben al patrimonio un valor histórico, un valor artístico y como un proyecto para recuperar y conservar la sociedad y patrimonio del pasado. El punto negativo en la labor humanista, es que estos veneraban el arte clásico, surgiendo así, durante los siglos XV al XVIII, un rechazo hacia cualquier otra manifestación artística que no entrará dentro del arte griego o romano. Solamente conservaban lo antiguo o lo moderno basado en el cánon de la Antigüedad clásica.

Gracias al interés por las manifestaciones del pasado, surge el coleccionismo. En el siglo XV, existen dos tipos de coleccionismo; por una parte tenemos el de Antigüedades, ( elementos del pasado, esculturas, retratos... ) y por otra, el de cosas dispares, este recopilaba desde huevos de avestruz hasta cuadros de Miguel Ángel. De estas colecciones dispares, surgen posteriormente las Cámaras de las Maravillas. En el siglo XVI, aparecen las cámaras manieristas, dónde se recogen especies raras, minerales... , se desarrollan durante los dos siglos posteriores y son las precursoras del Museo Público. Es ya en el siglo XVII, cuando las colecciones se especializan, dando lugar a colecciones de arte y de historia natural, esta especialización coincide con el nacimiento de la ciencia Moderna.

Durante el siglo XVIII, la especialización de las colecciones es aun mucho mayor que el siglo anterior y a la vez que estas evolucionan, comienzan a publicarse libros acerca de estas colecciones, naciendo así la Museografía. Es en este siglo cuando el patrimonio se genera como público, ya que el ambiente Europeo en el siglo XVIII, reclamaba que las colecciones pudieran ser contempladas por un público mas amplio. A finales de siglo, las colecciones privadas manieristas, pasan a ser Museo Público.

El periodo comprendido desde 1820 hasta 1960, es el periodo que termina de establecer el concepto de patrimonio que tenemos en la actualidad. Es en el periodo comprendido entre estas dos fechas cuando se le da una valor que no tenía antes, comienza la institucionalización y consagración del patrimonio. Es ahora, cuando empieza a considerarse como patrimonio, cualquier otra cultura diferente a la propia

En el siglo XIX, el término “Patrimonio”, engorda su significado. Se considera patrimonio todo lo que es testimonio de una civilización, todo lo que tenga un interés histórico, artístico y científico, anterior a la Revolución Industrial, ya que esta actúa como frontera.

Durante las páginas y párrafos anteriores, he estado hablando sobre lo que se considera hoy en día “patrimonio” y la evolución que este ha ido sufriendo desde el surgimiento del término en el siglo XV hasta la actualidad. Por tanto, unido al patrimonio, siempre encontramos al Historiador del Arte, ya que este, es el principal especialista en temas relacionados con las manifestaciones artísticas del pasado.

En el BOE, del 20 de Diciembre de 1990, se nos da las pautas que tienen que tener las enseñanzas de Historia del Arte, para poder formar buenos profesionales en el terreno artísticos.

“Las enseñanzas conducentes a la obtención del título de Licenciado en Historia del Arte deberán proporcionar una formación científica adecuada a los aspectos básicos de la Historia del Arte y de sus métodos y técnicas. Estudian y analizan las distintas manifestaciones artísticas de la humanidad a través de los tiempos, tanto en sus aspectos técnicos, formales y sociales como en sus fundamentaciones teóricas”

Por tanto, el Historiador del Arte, conoce las diferentes manifestaciones artísticas que se han ido produciendo a lo largo de la historia, conoce los materiales utilizados, las características de los principales estilos, y esto debe ser utilizado para la mejor conservación de las obras históricas y artísticas.

En cuanto al papel del Historiador del Arte alrededor del patrimonio, este, tiene que aplicar sus conocimientos para proteger el patrimonio histórico y artístico. Así pues, este debe saber cuales son los criterios necesarios a la hora de intervenir en una obra de arte, y debe velar porque estos se apliquen a la perfección ya que el menor fallo puede acarrear graves consecuencias para la obra intervenida. Por tanto, las labores del Historiador del Arte en el terreno del patrimonio serían las siguientes:

Protección y gestión del patrimonio histórico, artístico y cultural en el ámbito institucional y empresarial. ( el historiador del arte es el encargado de catalogar las obras muebles, inmuebles o conjuntos monumentales)

Conservación de los diferentes elementos artísticos y su posterior difusión

El Historiador del Arte debe estar al día en la problemática actual en torno a la conservación, criterios de restauración y gestión del patrimonio histórico, artístico y cultural

Debe tener conocimientos para interpretar los análisis de tipo material de la obra de arte (físicos, químicos, informes de restauración...)

El historiador del Arte, cuando tiene que llevar a cabo una restauración en un bien cultural, como he dicho con anterioridad, está obligado a seguir unos criterios para poder realizar una intervención correcta. Para finalizar esta introducción hacia lo que hoy en día consideramos como “patrimonio”, intentaré explicar de forma breve, cuales son los criterios que se deben seguir a la hora de restaurar cualquier obra de arte.

Tenemos que tener presente, que las obras de arte, al igual que los monumentos históricos y artísticos, se deben restaurar siempre y cuando se considere imprescindible hacerlo, y para ello, se deben seguir una serie de criterios. En primer lugar, comenzaré con las pautas a seguir para llevar a cabo una restauración en un bien cultural mueble.

El instituto para la conservación del Patrimonio Histórico nos da en 10 puntos, los criterios que se deben seguir para llevar a cabo una restauración correctamente.

Lo primero que nos dice, es que la aplicación de estrategias de prevención del deterioro debe ser la línea fundamental de la conservación de los Bienes Culturales. En los casos en los que los deterioros sean tan graves que la obra de arte corra peligro, se deberá recurrir a intervenciones mas drásticas de conservación curativa. En este caso, se tendrá que aplicar una metodología de intervención basada en los criterio que expondré en los próximos párrafos.

Antes de comenzar cualquier tipo de intervención, se tendrá que hacer una investigación interdisciplinario cuyos resultados se tendrán que ver reflejados en un informe, una vez realizado el informe, en el se establecerán las conclusiones a las que han llegado los artífices de la investigación, a partir de estas conclusiones, se dictará la metodología de trabajo a seguir. Muy importante a la hora de llevar a cabo la restauración, es el principio de mínima intervención ya que toda manipulación de una obra conlleva riesgos. Por tanto, hay que ceñirse a lo estrictamente necesario y no intentar eliminar la degradación natural que el paso del tiempo a marcado en la obra. Así mismo, hay que evitar eliminar los añadidos históricos ya que se puede perder una fuente de información irreversible. En el caso que se decida eliminar un añadido histórico, se deberá justificar con sólidos argumentos el porqué de tal decisión.

En el punto quinto, se habla de la Consolidación, nos dice que esta se realizará con productos y métodos que no alteren las propiedades físico químicas de los materiales, ni la estética de la obra. La limpieza, al igual que la consolidación, se debe realizar con productos que no alteren el aspecto primitivo de la obra. La limpieza, no debe ser profunda ya que se debe conservar la pátina que imprime el paso del tiempo en la obra, así como los barnices antiguos, siempre que estos no estén tan alterados que modifiquen el estado original de la obra.

De la Reintegración se habla en el punto número siete, se dice que solo se recurrirá a esta cuando sea estrictamente necesario para la estabilidad de la obra. Siempre se deberá respetar la estructura, fisonomía y estética del objeto con las naturales adiciones del tiempo. Si es necesario realizar reintegraciones se tendrá que determinar previamente el criterio a seguir y la metodología de trabajo. Así pues, toda reintegración, está obligada a realizarse con materiales reversibles e inocuos, que sean claramente diferenciables de los originales.

Una vez terminada la intervención, se recogerá toda la documentación generada en un informe en el que estará detallado toda la metodología de trabajo y los criterios adoptados, los productos empleados, detallándose las zonas donde han sido utilizados, la cantidad empleada y el nombre científico de estos productos.

Tras el tratamiento, la obra deberá ser ubicada en su lugar original siempre y cuando este reúna las condiciones adecuadas para su conservación. El último punto del decálogo de restauración, nos dice que la conservación del Bien Cultural no termina con la intervención. Es imprescindible llevar un posterior seguimiento de las obras restauradas así como planes de mantenimiento que aseguren su buena conservación.

Cuando hablamos de la restauración de Bienes Inmuebles, nos vemos obligados a hablar, sin duda, de las teorías restauradoras de Viollete Le-Duc y John Ruskin.

La Escuela Restauradora a la que pertenece Le-Duc, defiende la restauración de forma prístina (antigua, original). Para Le-Duc, la restauración en estilo es el método mas eficaz para recuperar la formula de los elementos del pasado.

La idea Violletiana de Restauración en Estilo, responde a lo siguiente: un edificio responde a unas reglas, que son las que le confiere el estilo, si conocemos las reglas, a la hora de llevar a cabo una restauración, estas deberán aplicarse, eliminando todos aquellos elementos añadidos que han modificado a lo largo de los años el estilo. Lo que Viollet Le-Duc llamó Restauración en Estilo, termino por convertirse en una formula restauradora. Este tipo de Restauración, recibió numerosas críticas, se le reprochaba por reinventar la Antigüedad, por crear en sus intervenciones un falso histórico. Esta escuela, es la causante del nacimiento de otro tipo de arquitectura, la arquitectura historicista, deudora de la escuela Violletiana.

La idea principal de Ruskin, su emblema es “No restaurarás”, sus ideas vienen plasmadas en la obra “Las siete lámparas de la arquitectura” (Londres 1849). Concede a la ruina un gran valor, oponiéndose a la Restauración en Estilo. Propone la conservación como la mayor solución, muestra de ello tenemos en las palabras de Ruskin: “ Cuidad vuestros monumentos y no tendréis ninguna necesidad de restaurarlos”. Se promulga a favor de la muerte del edificio: “Dejarlos que caigan cuando tengan que caer”, por tanto, las ideas de Ruskin se pueden resumir en que está totalmente en contra de la restauración. La Escuela Ruskiniana, rechaza todo elemento moderno en los edificios, quiere respetar todos los elementos y estilos que en épocas pasadas ha hecho el hombre, pretende respetar todos los deterioros, injurias y alteraciones que el tiempo y los hombres han producido en el monumento histórico.

Esta escuela, determinará la Subescuela de Ruinas; frenar la ruina parcial para llegar a la ruina total. La ruina parcial, debe controlarse para evitar así la ruina total del edificio, hay que conservarlo, no restaurarlo. Están a favor de la Consolidación siempre que sea necesario e inevitable, si la consolidación se lleva a cabo, se debe hacer con materiales de esta época para que sea diferenciable cada época (función mecánica). La filosofía de esta Subescuela de Ruinas se resume en los siguientes puntos:

Los monumentos arquitectónicos no valen por si mismos, sino por el encanto que el tiempo y la historia han puesto sobre ellos.

Un edificio no se puede contemplar en su máximo esplendor hasta que hayan pasado sobre le unos cuatro o cinco siglos. Entienden el deterioro como una forma de belleza.

El edificio deberá respetarse porque cuando este sucumba, la contemplación de sus restos será el goce más elevado del que podrá disfrutar un hombre culto e intelectual.

La arquitectura muerta, cumple la función para la que se creó

Con la ruina, la arquitectura y la naturaleza se unifican dando lugar a un paisaje pintoresco.

Cuando hablamos de los diferentes criterios que siguen las diversas escuelas restauradoras de Bienes Inmuebles, no podemos dejar de lado la Escuela Italiana de Camilo Boito, con su restauración científica.

Estamos ante una síntesis de las anteriores escuelas, fue seguida por el italiano Boito junto con Giovannoni. En España, esta teoría fue llevada a cabo por Don Leopoldo Torres Valbás.

Estamos ante una escuela que defiende las teorías de Ruskin pero no su fin fatalista, no cree en el fin de los edificios ya que considera que la ruina es evitable mediante ciertos procedimientos técnicos. Condenan la reconstrucción y la considera como una farsa. Esta a favor de la restauración, concretamente a favor de la mínima restauración, intervenir sólo cuando sea necesario y dejar bien diferenciado cuales son las partes restauradas y cuales no. En el caso de que sea necesario eliminar algo, esto deberá ser expuesto en un lugar cercano al monumento. Tras cada restauración, se deberá realizar un epígrafe que recoja todas las actividades realizadas en el proceso de restauración, este deberá ir acompañado por un dossier documental fotográfico de todo el proceso, la técnica y la teoría que se ha aplicado en el monumento. Este documento, deberá ser publicado para que quede constancia de cómo se ha llevado a cabo la intervención. Todas las ideas de la Escuela de Boito, se recogerán el la Carta del Restauro.

Por tanto, si resumimos en un párrafo lo dicho durante las páginas anteriores, estas se podían resumir en lo siguiente; el concepto patrimonio se conoce como tal desde el siglo XV, pero fue en el pasado siglo XX cuando este tomo la importancia que merece. Lo más importante para poder proteger el patrimonio histórico y artístico es la conservación de este, evitando en la medida de lo posible las intervenciones sobre este. En el caso en el que la restauración se inevitable, se tendrá que llevar a cabo siguiendo a la perfección las pautas establecidas en los criterios de restauración. Es aquí dónde aparece el historiador del arte, en la conservación y protección del patrimonio. Este será el encargado de la conservación de los Bienes Culturales, así como el encargado de velar por estos. El Historiador del Arte, conoce los criterios de restauración, por tanto, velará por la correcta aplicación de estos en las intervenciones sobre obras pertenecientes al patrimonio estatal.




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Enviado por:Daiana
Idioma: castellano
País: España

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