Literatura
Patagonia Express; Luis Sepúlveda
Patagonia Express
de Luis Sepúlveda (Chileno)
Introducción
En este trabajo me propongo analizar el mensaje que el escritor Luis Sepúlveda nos quiere traer. Este libro es un libro bonito, aunque resulta que tiene palabras vulgares. Pero no importa porque tiene un mensaje muy profundo. Para mencionar temas de la obra, creo que esta novela contiene un profundo tema político, y es el de la persecución política. También encontramos el miedo, el miedo que estuvo presente en la vida del autor cuando salió de la cárcel donde lo encarcelaron cuando vino la dictadura militar en su pa ís Chile. El mensaje más bonito que tiene la obra es el mensaje del abuelo de Luis. El viejo fue quien le entregó este pasaje al Patagonia Express que él nos cuenta en toda la obra. En fin, la obra termina cuando el joven termina visitando el país de su abuelo: España.
Biografia del autor
Escritor chileno nacido en Ovalle, 1949. Publicó el primero de sus numerosos libros (novelas, cuentos, guiones para la radio, obras de teatro, cine, ensayos…) a los veinte años. Como periodista participó en 1978 en una investigación patrocinada por la UNESCO en la Amazonia Ecuatoriana. Su estancia entre los indios shuar le da una nueva visión del mundo, que le impulsa a escribir Un viejo que leía novelas de amor, ganadora del premio Tigre Juan, traducida a casi 20 idiomas, best-seller en multitud de países incluido España. Similar éxito entre los lectores de habla española han tenido Mundo del fin del mundo, una novela sobre la criminal caza de ballenas practicada por empresas del Japón, su primera novela negra Nombre de torero, su libro de viajes Patagonia Express, el cuento Historia de una gaviota y del gato que la enseñó a volar y el libro de relatos Desencuentros. Su obra más reciente es Diario de un killer sentimental.
Resumen
Patagonia Express es un título simbólico, pues según el autor ya no existe tal expreso de tren. Abundando sobre el título, el autor explica que Patagonia Express "...aunque ya no existe,... continúa viajando en la memoria de los hombres y mujeres de la Patagonia". Pero este viaje imaginario a través de este tren representa simbólicamente la vida del escritor Luis Sepúlveda. Este libro es un libro de relatos personales —pues no cuadra propiamente dentro del género de novela— y de vivencias privadas del propio Luis Sepúlveda.
Como no existe el tren de la Patagonia, ni mucho menos tal expreso, Luis Sepúlveda explica que quien le otorgó el pasaje para viajar en este tren fue su abuelo. Cuando cumplió los once años de edad, el abuelo lo llevaba a comer helados y beber muchos refrescos, con la idea sañosa de ponerlo a orinar frente a las iglesias católicas. Su abuelo había sido un refugiado español que se fue a vivir a Chile. Parece que fue de aquéllos quienes tuvieron que huir de España después de la guerra civil española. Su abuelo fue probablemente un anarquista o un comunista, enemigo de Francisco Franco, y como tuvo que abandonar su patria porque su vida podía estar en peligro, fue a parar a Chile. Uno de sus nietos fue Luis Sepúlveda. La forma de ser de su abuelo influyó mucho en la vida de Sepúlveda.
El abuelo lo ingresó en la ideología de izquierda cuando le entregó un libro bien famoso en aquellos tiempos:
"Lo vi salir con un libro de formato pequeño. Me llamó a su lado, y mientras lo escuchaba leí el lomo del libro: Así se templó el acero. Nicolai Ostrowski.
- Bueno, mi niño. Este libro lo tienes que leer tú mismo, pero antes de entregártelo quiero de ti dos promesas.
- Las que quiera, Tata.
-Este libro será una invitación para un gran viaje. Prométeme que lo harás.
- Lo prometo. Pero, ¿a dónde viajaré, Tata?
- Posiblemente a ninguna parte, más te aseguro que vale la pena.
-¿Y la segunda promesa?
- Que un día irás a Martos.
-¿Martos? ¿Dónde queda Martos?
- Aquí -dijo golpeándose el pecho con una mano". (Sepúlveda, 1998).
La parte más bella de este libro la representa este precioso diálogo entre el abuelo y el nieto. Las palabras fueron como si fueran palabras proféticas, pues todo el libro se trata de ese viaje imaginario en el tren de Patagonia Express que el autor se dio durante toda su vida, cumpliendo de esa manera con las palabras de su abuelo. Su abuelo, un rebelde, un hombre anticlerical, un anarquista o socialista (en la obra no lo tenemos muy claro nunca si era anarquista o era socialista el viejo) le inculcó unas ideas que iban a marcar su destino durante toda su vida. Luego de esto, el camino de Sepúlveda no fue nada fácil.
"La lectura de Así se templó el acero, lectura por cierto lenta y llena de consultas, se encargó de conducirme por primera vez a la región donde los sueños se llaman ninguna parte" (Sepúlveda, 1998).
Desde ese entonces Luis Sepúlveda se hizo izquierdista. Sus padres, según él mismo relata, se sintieron felices porque eso representaba que el muchacho sería un gran estudioso y un monumento de responsabilidad y al trabajo. "En cada joven comunista germinaba el ser social colectivo y solidario que caracterizaría la nueva sociedad" (Sepúlveda, 1998).
Pero el pasaje que su abuelo le entregó, era el pasaje hacia ninguna parte, pues todos sus amigos tendrían rumbo fijo en la vida, y Luis sólo tenía que aspirar a "no moverse de su puesto de combate". Fue entonces, en este momento, en que la dictadura chilena le tocó de cerca. En 1973, el gobierno del presidente electo democráticamente por el pueblo chileno, Salvador Allende, fue sacado del poder de manera cruenta por quien todos conocen ya como uno de los dictadores más sangrientos que ha tenido América Latina: Augusto Pinochet.
A causa de la dictadura de Pinochet, Luis Sepúlveda cayó preso. Luis Sepúlveda fue torturado. Luis Sepúlveda fue humillado, vejado, escupido, metido en calabozos, le pasaron electricidad por el cuerpo, y fue sometido a muchas humillaciones. Otros compañeros de él murieron. Las consecuencias de tal dictadura pueden verse y están presentes a través de toda la obra. Él no lo dice, pero aquí se detuvo del tren de Patagonia Express durante algunos años. Aquí fue donde el pasaje "a ninguna parte" que le había entregado su abuelo lo llevó.
"Dos años y medio de mi juventud los pasé encerrado en una de las más miserables cárceles chilenas, la de Temuco" (Sepúlveda, 1998).
Es interesante todo lo que nos cuenta el autor acerca de su estadía en aquel horroroso lugar del mundo, de su propia patria. En Temuco se dieron cita todos los torturadores del mundo. Era algo así como un lugar de turismo internacional para sádicos.
"Temuco es una ciudad triste, gris y lluviosa. Nadie diría que es apta para el turismo, y sin embargo el regimiento Tucapel llegó a ser algo así como una permanente convención internacional de sádicos. En los interrogatorios, además de los militares chilenos que mal que mal eran los anfitriones, participaban simios de la inteligencia militar brasileña —eran los peores—, norteamericanos del Departamento de Estado, paramilitares argentinos, neofascistas italianos y hasta unos agentes del Mossad" (Sepúlveda, 1998).
Por fin, en junio de 1976, el autor sale de la prisión, y según sus palabras, esa era la fecha en que se había acabado el viaje "a ninguna parte". Su tristeza fue saber que muchos de los compañeros que había conocido se quedaron dentro y fueron asesinados por los militares.
Después de saber esto, uno se explica porqué muchos han dicho la célebre frase de que lo que hizo Pinochet "ni se olvida ni se perdona". Leyendo al propio Luis Sepúlveda uno quizás lo pueda entender mejor:
"Muchos de los compañeros que quedaron dentro fueron asesinados por los militares. Mi gran orgullo es saber que no olvido ni perdono a sus verdugos. He obtenido muchas y bellas satisfacciones en mi vida, pero ninguna se compara con la alegría que da abrir una botella de vino al saber que alguno de esos criminales fue ametrallado en una calle. Entonces levanto la copa y digo: «Un hijo de puta menos, ¡Viva la vida!».
"A algunos de mis compañeros que sobrevivieron los he encontrado por el mundo, a otros no los volví a ver, pero todos ocupan un lugar de preferencia en mis recuerdos" (Sepúlveda, 1998).
Al salir de la cárcel, gracias a la organización de derechos humanos Amnistía Internacional, se dio cuenta de que todos a su alrededor tenían miedo. Salió de su país inmediatamente, pero se dio cuenta que le tenían una extraña letra "L" que marcaba su pasaporte, y en muchos países no lo querían aceptar. Esto le da la oportunidad de viajar, dedicarse a escribir y a vivir una vida de aventurero. En el libro hay muchos capítulos que relatan sus viajes y las cosas que vio por Latinoamérica. Vivió muchas aventuras, como si fuera un hombre libertino y un bohemio. Todas estas experiencias lo fueron convirtiendo en un gran escritor.
Titulo
Esta es una obra de testimonio. No tiene las características propias de una novela, pero me sentí como si estuviera leyendo una novela. Me llamó la atención el título y la seleccioné porque me parecía un libro de aventuras. Mi sorpresa fue grande cuando me enteré de las cosas políticas que habla este escritor. Me interesé por lo que él había pasado, y lo relacioné con las noticias que escuchamos a diario en la televisión y los periódicos sobre el señor Pinochet. Yo sabía que ese hombre era considerado un dictador, algo así como un Fidel Castro. Me interesé por saber acerca de la historia de Pinochet porque lo que leí en Patagonia Express estaba relacionado con esas noticias. Desde ese mismo momento sólo tuve ojos para leer y buscar en este libro lo que había pasado el escritor. Gracias a Dios que él lo cuenta todo con un tono medio suave y no es crudo en sus palabras. Eso convierte el libro en uno bonito, a pesar de las cosas tristes que se cuentan en él. Pero de todos modos no dejé de sentirme afectada por lo que leía. Creo que la cosa que hace que este libro se parezca a una novela es la forma linda que Luis Sepúlveda cuenta la historia de su abuelo. El libro comienza con el abuelo, y termina con el abuelo, porque al final Luis va a visitar el pueblo de su abuelo en España. En aquel momento sucedió como si Luis hubiera cumplido con una promesa religiosa que le había hecho a su abuelo. Fue emocionante el final. Comprendí el valor de la familia y el valor de la patria. Esta obra habla del amor a la patria de una gente que la tuvo que abandonar porque su vida estaba en peligro. Creo que cuando el abuelo de Luis le dijo que buscara a Martos y que el lugar estaba en el corazón de él (o sea, del abuelo), era una encomienda que le estaba haciendo el abuelo de que algún día él tenía que visitar su país por él. Aquí entonces terminaba el viaje emprendido por Luis en el imaginario Patagonia Express.
¡Bella lectura!
Bibliografía
Sepúlveda, L.(1998). Patagonia Express, Editorial Tusquets, Barcelona: España.
Sepúlveda, L. (1999). Artículo en el periódico El País. Tomado del Internet.
I
Por LUIS SEPÚLVEDA
Estaba en la autopista cerca de Udine cuando escuché la noticia por la radio. Chirriaron los frenos, me insultaron los conductores que venían detrás, pero ¿qué importaba?
El dictador detenido. Pinochet. Por algunos minutos, por algunas horas, ojalá años. Privado de una libertad que no merece, pues el lugar de los criminales, de los delincuentes, es la cárcel.
Como todos los chilenos que padecimos su soberbia, su patológica personalidad, recibí la noticia con alegría, y al saber de las protestas del Gobierno chileno, la ira empañó un poco la felicidad de imaginar al tirano balbuceando palabras tímidas de cobarde.
No importa cuánto tiempo permanecerá detenido Pinochet. Tampoco importa si será extraditado a España, Alemania, Suecia o Argentina. Los países en los que tiene procesos abiertos, con acusaciones que lo señalan como el responsable de muchos asesinatos.
Lo que importa es que se termina con una sensación de impunidad, y que la detención de Pinochet debe servir para que el Gobierno chileno termine con una situación avergonzante.
Pinochet no puede continuar en la vida política de Chile. Su puesto de senador vitalicio descalifica a todo el Parlamento de Chile y su posesión de un pasaporte diplom ático desacredita y ofende a todos los diplomáticos del mundo.
En 1991 lo expulsaron de Holanda, país al que llegó con documentación falsa -se hacía llamar "señor Escudero"-, y en Chile apenas se habló del asunto.
Ahora, a 25 años del golpe militar de 1973, de la muerte de Allende y tantos miles de chilenos, la justicia inglesa, y la chilena, tienen la ocasión de corregir muchos errores. Pinochet debe ser extraditado a los países donde tiene juicios pendientes, como también deben ser extraditados Milosevic, Mladic y todos los criminales de guerra de la antigua Yugoslavia.
Tal vez se esté sentando un precedente que quite la absurda venda que cubre los ojos de la justicia.
Augusto Pinochet, detenido. Qué noticia memorable. Le ofrezco lo que yo no tuve, lo que ninguna de sus víctimas tuvo: pagarse un abogado que lo defienda y le garantice un juicio justo con pleno respeto de su integridad.
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