Literatura


Paisaje ideal en la literatura

EL PAISAJE IDEAL

INTRODUCCION Y DEFINICION

Según José Antonio Hernández Guerrero el espacio y el tiempo son las dos coordenadas donde se desarrolla la vida del hombre. No es por tanto extraño que sean objetos de las preguntas e inquietudes que el hombre siempre se ha hecho sobre sí mismo. El espacio y el tiempo son dos de los temas de los que continuamente se ha ocupado la literatura y ellos han dado origen, entre otras cosas, a dos tópicos literarios existentes desde la Antigüedad clásica: el paisaje ideal y el carpe diem. El estudio del primero es el objeto del presente trabajo. Según Marcos Martínez el paisaje ideal, también llamado locus amoenus, suele coincidir con el que él denomina jardín bucólico griego, aunque también tiene características de todos los demás grupos de jardines de los que hace la clasificación:

Para todos los estudiosos de este tópico el paisaje ideal está compuesto de una serie de elementos que se repiten. Existe un prado, bosque o jardín con árboles que producen sombras, un agua sonora que puede venir de una fuente, un rio o un arroyo, pájaros que cantan, césped mullido. Como se ve, es más bien un paisaje ficticio que real, pues en la realidad pocas veces se da tanta perfección

Por ejemplo, en la égloga I de Garcilaso de la Vega. En los versos 239-244 dice Nemoroso:

Corrientes aguas, puras, cristalinas,

árboles que os estáis mirando en ellas,

verde prado, de fresca sombra lleno,

aves que aquí sembráis vuestras querellas,

hiedra que por los árboles caminas,

torciendo el paso por su verde seno:

También es frecuente que sople una brisa ligera. Como en la descripción del paraíso terrenal de la divina comedia de Dante en Purgatorio XXVIII.

Una aura dolce, senza mutamento

Avere in sé, mi feria per la fronte

Non di più colpo che soave vento;

Normalmente es un mediodía estival dulce, como por ejemplo en el Idilio VI de Teócrito:

Sentados los dos junto a una fuente en un mediodía estival cantaban

Los poetas de la Antigüedad han descrito este paisaje multitud de veces y este tópico ha pasado a las literaturas occidentales. Como ya hemos dicho los lugares ideales más conocidos suelen ser, siguiendo la clasificación que hace Marcos Martínez, jardines bucólicos, llamados así porque son los paisajes utilizados por los poetas griegos bucólicos y en Bucólicas del latino Virgilio. El poema bucólico o pastoril es una poesía donde habitualmente dos pastores, también idealizados, cantan sus experiencias, normalmente sus amores, alternándose, y están situados en estos paisajes amenos. También podemos ejemplificar esto en la I Égloga de Garcilaso versos 1-6.

El dulce lamentar de dos pastores,

Salicio juntamente y Nemoroso,

he de contar, sus quejas imitando;

cuyas ovejas al cantar sabroso

estaban muy atentas, los amores,

(de pacer olvidadas) escuchando.

Y en Bucólica III de Virgilio vv. 55-59.

Cantad, ya que estamos sentados en la hierba blanda. Ahora todo campo, ahora todo árbol está para dar fruto; ahora echan hojas las selvas, ahora el año es muy hermoso. Empieza, Dametas; luego seguirás tú, Menalcas. Cantaréis por turno; por turno agrada a las Camenas.

Los pastores comparten sus experiencias con los elementos de la naturaleza. En el ejemplo citado donde cantaba Nemoroso (vv. 239-244) vemos cómo invoca a los elementos de la naturaleza a los que les va a contar a continuación sus experiencias con su amada. Estamos ejemplificando sobre todo con este poeta porque en la literatura española es con sus Églogas uno de los grandes representantes de este género.

José Antonio Hernández Guerrero dice que aunque todo parece ideal y por tanto que el poeta está contento con el mundo, el hecho de que normalmente sean poetas que viven en las cortes quienes más cultiven este género deja entrever que es una manera de protesta ante la vida cortesana, pues subyace un deseo de huir de la vida urbana, de apartarse de la corte. Idea que comparte también Ramón Pérez Parejo.

Así, Teócrito, el poeta griego más representativo de este género vive en la corte de los Ptolomeos, Virgilio en la de Augusto y Garcilaso en la de Carlos V. En el idilio VII de Teócrito leemos:

Y Licidas (…) siguió por el camino de Pixa. En cuanto a mi (…) allí nos tumbamos gozosos sobre exuberantes lechos de tiernos juncos y entre pámpanos recién cortados. Muchos álamos y olmos agitaban sus frondas por encima de nuestras cabezas; y el vecino manantial sagrado, que fluía de una gruta de las Musas, bajaba murmurando. En las sombreadas ramitas, las cigarras tostadas del sol chirriaban con afán. Lejos entre las prietas espinas de las zarzas, la rana verde croaba de continuo. Piaban alondras y jilgueros, la tórtola gemía, revoloteaban las rubias abejas en torno a las fuentes. Todo olía a ubérrimo, olía a tiempo de frutos.

Al ser Pixa una aldea podemos ver que el narrador está alabando la vida del campo. Esta alabanza de la vida sencilla del campo también nos la encontramos en el epodo Beatus ille de Horacio:

Dichoso aquél que lejos de los negocios, Como la antigua raza de los hombres, dedica su tiempo a trabajar los campos paternos con los bueyes, libre de toda deuda, y no se despierta como los soldados con el tique de diana amenazador, ni tiene miedo a los ataques del mar, que evita el foro y los soberbios palacios de los ciudadanos poderosos.

Y en la “Oda a la vida retirada” de Fray Luis de León vv. 41-60

En estos tres últimos poemas se puede ver también que los poetas utilizan el paisaje ideal como símbolo de la paz de la vida retirada. Y es que este tópico literario del paisaje ideal de la literatura grecolatina, que es recogido en muchas obras de la literatura occidental, con distintas funciones según las épocas y los autores, en muchos casos adquiere valor simbólico, tanto en su totalidad como en los distintos elementos que lo componen.

Aquí es importante la observación que hace Andrés José Pociña sobre un doble origen de los lugares ideales de la literatura occidental que sería por una parte los lugares amenos de la literatura grecolatina y por otra parte los paisajes bíblicos, es decir, el paisaje del paraíso terrenal, del jardín de Adán y Eva del Génesis cap. 2 versículo 8-10.

Luego Yahveh plantó un vergel en Edén, al oriente, y allí colocó al hombre que había formado. Yahveh hizo germinar del suelo toda suerte de árboles gratos a la vista y buenos para comer y, además, en el interior del vergel, el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. Brotaban de Edén un río para regar el vergel, y desde allí dividíase y formaba cuatro brazos.

Y los paisajes del Cantar de los cantares. Cap. 2 versículos 3-5

Como un manzano entre los árboles silvestres,  es mi amado entre los jóvenes: yo me senté a su sombra tan deseada  y su fruto es dulce a mi paladar.  Él me hizo entrar en la bodega  y enarboló sobre mí la insignia del Amor.  Reconfórtenme con pasteles de asas,  reanímenme con manzanas, porque estoy enferma de amor.

Es importante porque así vemos y comprendemos mejor los diferentes símbolos, a veces contrapuestos, que proporciona el paisaje ideal. A veces es símbolo de la vida sosegada, como hemos visto, y otras veces es símbolo de tentaciones, sobre todo los frutos, conviene recordar aquí que Adán es tentado por una manzana que le da Eva. No es contradictoria esta idea con lo dicho por Marcos Martínez sobre la relevancia del jardín bucólico cuando tratamos del locus amoenus, pues engloba el jardín oriental, al que pertenece el paisaje bíblico, dentro de los catorce tipos de jardines de la literatura griega. Se puede ver también en la literatura grecolatina que los frutos son símbolos de tentación. En la Bucolica III, vv. 70-71.

Menalca: yo, lo que puede, cogí diez manzanas doradas de un árbol del bosque y se las mandé a mi niño; mañana le enviaré otras diez.

De nuevo la manzana pretende servir de tentación de un amante a otro.

EL PAISAJE IDEAL EN LA LITERATURA GRECOLATINA

Ya en Homero aparecen distintos paisajes. Los más interesantes desde el punto de vista del paisaje ideal se encuentran en Odisea. Allí nos encontramos con uno de los paisajes ideales más antiguos y conocidos, que pertenece al estilo de los jardines orientales. Se trata del jardín de los feacios, propiedad del rey Alcínoo. En él, como en otros jardines se hace mención a huertos y cercados y abundan los frutales. Veamos Odisea Canto VII vv 111-132.

Por del fuera del patio se extiende un gran huerto, cercadas en redor por un fuerte vallado sus cuatro fanegas; unos árboles crecen allá corpulentos, frondosos: hay perales, granados, manzanos de espléndidas pomas; hay higueras que dan higos dulces, cuajadas, y olivos. En sus ramas jamás falta el fruto ni llega a extinguirse, que es perenne en verano e invierno. (…) Tiene Alcínoo allí mismo plantada una ubérrima viña (…) Hay por dentro dos fuentes (…) tales son los gloriosos presentes que el cielo da a Alcínoo.

Es un jardín fantástico que da idea de las riquezas del rey Alcínoo. Está hecho para el deleite de los sentidos y también como algo útil y provechoso.

Pero el paisaje ideal más conocido de la literatura griega es el paisaje de la poesía bucólica, que sirve como escenario de la misma, según Pérez Parejo. Para Antonio González Laso es un paisaje campesino en el que el hombre cantará sus alegrías o llorará sus penas. Ejemplo idilio I de Teócrito:

Es dulce el rumor del pino, cabrero, sí, aquel que junto a la fuente susurra; mas también con dulce son tocas tú la flauta.

Según Andrés José Pociña en la lirica amorosa y bucólica griega, el locus amoenus es un lugar propicio para los amores, lugar plácido y sensual, por ejemplo en el idilio I de Teócrito, donde se le dice a Afrodita:

Vete al Ida, ve junto a Anquises: allí hay encinas y juncias, las abejas bellamente zumban en torno a las colmenas.

Si sabemos que Afrodita y Anquises eran amantes comprendemos que se les está incitando a amar.

Andrés Pociña nos dice que en la época medieval a veces algunos elementos del paisaje ideal están tomados en sentido erótico, yo creo que quizás esta parte del idilio III de Teócrito también podemos interpretarlo así, donde el amante le dice a la amada:

¡Quisiera convertirme en la abeja que zumba y llegar a tu cueva, traspasando la hiedra y el helecho tras los que te ocultas!

Como se sabe Virgilio en sus Bucólicas sigue el modelo de Teócrito. Para Bartolomé Segura Ramos el paisaje de Virgilio es un escenario confuso y convencional, mezcla del paisaje de Sicilia y recuerdos de la tierra natal del poeta, Mantua, junto al río Po, en la Galia Cisalpina.

Veamos distintos pasajes de sus Bucólicas donde intentaré buscar las pretensiones de Virgilio con él. Podemos ver un locus amoenus símbolo de descanso y paz en la Bucólica I vv. 1 y siguientes.

Melibeo: tú, Títiro, acostado al amparo del haya anchurosa, ensayas un son de musas del bosque en tu flauta ligera. Nosotros abandonamos los territorios, los dulces labrados de la patria; nosotros huimos de la patria. Tú, Títiro, tranquilamente a la sombra enseñas a la selva a repetir el nombre de la hermosa Amarílide.

En el podemos ver un campo idealizado, pero también el sentimiento de Virgilio que está preocupado por la confiscación de sus bienes campestres.

Virgilio introduce la Arcadia como lugar ideal. La Arcadia es una región de Grecia que existe en el Peloponeso, pero Virgilio la convierte en un sitio idealizado donde se desarrolla algunos de sus poemas bucólicos y de él va a partir toda una tradición de considerar esa región como un locus amoenus. Bucólica VII vv. 1-5

Por casualidad, Dafnis se hallaba sentado bajo una encina susurrante, y Coridón y Tirsis habían juntado sus rebaños en uno, Tirsis sus ovejas, Coridón sus cabrillas hinchadas de leche, los dos en la flor de la edad, los dos arcadios y dispuestos a cantar a la par así como por turno.

Sin embargo, el mismo Virgilio en otra de sus obras, las Geórgicas, da una versión realista del paisaje. Vv 187-192

Fíjate también cuando el almendro se cubre en los bosques de flores infinitas y se doblan sus ramas olorosas: si cuaja el fruto, el trigo correrá igual suerte y con los grandes calores llegará una gran trilla; si, en cambio, la exuberancia del follaje da muchas sombras, la era trillará inútilmente tallos ricos en paja.

La mucha sombra, en vez de dar descanso y ser considerada buena, es perjudicial porque en esta descripción realista del campo lo que se valora es lo útil.

EL PAISAJE IDEAL EN LA LITERATURA OCCIDENTAL

El paisaje en la época medieval adquiere un carácter alegórico. Por ejemplo el prado del que habla Gonzalo de Berceo donde descansa el peregrino simboliza el deseo de morir para descansar de esta vida cansada, sería, por tanto, el cielo con el que la religión católica recompensa a los buenos.

Yo maestro Gonzalvo de Berceo nomnado
Iendo en romería, caecí en un prado
Verde e bien sençido, de flores bien poblado,
Logar cobdiçiaduero pora omne cansado.

Daban olor sobeio las flores bien olientes,
Refrescaban en omne las caras e las mientes,
Manaban cada canto fuentes claras corrientes,
En verano bien frías, y en yvierno calientes.

Pero hay otra tradición medieval donde el locus amoenous está relacionado con el lugar propicio para el amor.

En un autor como Gil Vicente de transición entre la época medieval y el renacimiento el jardín tiene también connotaciones eróticas, cogidas de una tradición que parte del Cantar de los cantares, donde el jardín seria una metáfora del cuerpo de la mujer amada y algunos elementos de este paisaje pueden simbolizar a la amada. Por ejemplo la rosa como en un verso de Gil Vicente:

Arrimarame a ti, rosa,

No me diste solombra

Donde se ve que la amada es la rosa que no acepta al amante.

A veces, a ser el jardín o huerto símbolo de la amada, es decir del cuerpo amado completo, los elementos del paisaje lo son de algunas partes concretas del cuerpo o incluso de la virginidad o la pérdida de ella. En este poema de Gil Vicente, “coger las flores “ “coger las rosas“ significa, según Pociña, pérdida de la virginidad

¿qual es la ninha

Que coge las flores,

Si no tiene amores?

Cogía la niña

La rosa florida

El ortelanico

Prendas le pedía

Si no tiene amores.

Durante el Renacimiento, como en la época clásica, es marco donde el poeta desarrolla y expresa su experiencia. Es también un paisaje bucólico. Ya hemos hablado en la introducción de Garcilaso de la Vega y sus Églogas. Aquí solo deberíamos añadir que el poeta expresa sus sentimientos amorosos a través del paisaje, por ejemplo utiliza los elementos del paisaje para expresar su pena contraponiéndolo. Égloga I, vv. 71-83.

El sol tiende los rayos de su lumbre

por montes y por valles, despertando

las aves y animales y la gente:

cuál por el aire claro va volando,

cuál por el verde valle o alta cumbre

paciendo va segura y libremente,

cuál con el sol presente

va de nuevo al oficio,

y al usado ejercicio

do su natura o menester le inclina,

siempre está en llanto esta ánima mezquina,

cuando la sombra el mondo va cubriendo,

o la luz se avecina.

Todos los elementos de la naturaleza están de acuerdo con la armonía de la misma, actuando según su ordenación menos él que está ajeno a ello por culpa de su pena.

Según José Antonio Hernández los epítetos positivos expresan los deseos de Garcilaso. Égloga I, verso 239

Corrientes aguas, puras, cristalinas.

Garcilaso se esconde detrás de Nemoroso y está triste porque se ha muerto su amada. Y desea volver al estado de felicidad en que estaba antes de la muerte de ésta, igual que la naturaleza está tan perfecta como siempre él quiere que su vida también continúe así.

En la literatura española es frecuente situar el paisaje ideal en un paisaje concreto y real de la geografía española. Así Garcilaso, en la Égloga III sitúa idealizándolo su locus amoenus junto al río Tajo.

Cerca del Tajo, en soledad amena,
de verdes sauces hay una espesura
toda de hiedra revestida y llena,
que por el tronco va hasta el altura
y así la teje arriba y encadena
que el sol no halla paso a la verdura;
el agua baña el prado con sonido,
alegrando la vista y el oído.

El paisaje ideal no sólo se utiliza en la época renacentista, por el contrario es un tópico constante de todos los periodos literarios. Por ejemplo, en pleno siglo XX, el poeta Antonio Machado también utiliza paisajes ideales. Así, en Soledades VI, vv. 9-18.

En el solitario parque, la sonora

copla borbollante del agua cantora

me guió a la fuente. La fuente vertía

sobre el blanco mármol su monotonía.

La fuente cantaba: ¿te recuerda, hermano,

un sueño lejano mi canto presente?

Fue una tarde lenta del lento verano.

Respondió a la fuente:

no recuerdo, hermana.

Más sé que tu copla presente es lejana.

El locus amoenus expresa el sentimiento melancólico del poeta, su estado de ánimo. También se podría poner de ejemplo del diálogo con los elementos de la naturaleza, de los que habla Ramón Pérez Parejo. Sin embargo en el poema IX, Orilla del Duero, también de Soledades, creo que solo es una descripción que demuestra su amor a la naturaleza. vv. 7-12

Pasados los verdes pinos,

casi azules, primavera

se ve brotar en los finos

chopos de la carretera

y del río. El Duero corre terso y mudo, mansamente.

El campo parece, más que joven, adolescente.

Vemos que es un pasaje real pero tiene todos los elementos del paisaje ideal.

CONCLUSION

El paisaje ideal es un tópico constante en la literatura universal, ya desde la Biblia con un jardín del Edén, un paraíso terrenal anterior a la caída del hombre, como en los primeros libros de la literatura occidental. Por ejemplo el jardín de Alcínoo en la Odisea, hasta nuestros días. Como es lógico una tradición tan larga, el uso y significación del paisaje ideal ha ido sufriendo variaciones, pero detrás de todos ellos, de toda descripción de paisaje ideal, además del amor a la naturaleza, esta siempre el presentimiento de que existe o existió alguna vez una vida mejor, y el deseo del hombre de alcanzarla, aunque sabe que es imposible, un ideal.

NOTA: La traducción del texto de Homero ha sido realizada por José Manuel Pabón. Las de los textos de Teócrito por Antonio González Laso. Y la de los textos de Virgilio por Bartolomé Segura Ramos.

BIBLIOGRAFIA
  • J. A. Hernández Guerrero, “Los paisajes literarios”, Castilla 27 (2002), pp. 73-84.

  • M. Martínez, “Descripciones de jardines y paisajes en la literatura griega antigua”,

Cuadernos de Filología Griego. Estudios Griegos e Indoeuropeos 18 (2008), pp. 279-

318.

  • R. Pérez Parejo, “Simbolismo, ideología y desvío ficcional en los escenarios y paisajes literarios”, Anuario de estudios filológicos 27 (2004), pp. 259-274.

  • A. J. Pociña López, “Tópicos literarios en la lírica de Gil Vicente”, en Retórica, poética y géneros literarios, coord. por J. A. Sánchez Marín – M. N. Muñoz Martín, Granada, 2004, pp. 267-288.

  • Teócrito. Idilios, versión Antonio González Laso. Ed. Aguilar. Madrid. 1973.

  • Homero. Odisea. Trad. José Manuel Pabón. Ed. Gredos. Madrid. 1986.

  • Virgilio. Bucólicas y Georgias. Introducción, traducción y notas de Bartolomé Segura Ramos. Alianza editorial. Madrid. 1981.

  • A. Machado. Poesías completas. Ed. Espasa Calpe. Madrid. 1977.




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Idioma: castellano
País: España

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