Historia
Ocupación Militar en la República Dominicana
INTRODUCCION
En la medida en que el gobierno de Jiménez no aceptó, por diversas razones las exigencias del gobierno norteamericano -que se habian tornado acuciosas a traves de la famosa nota numero 14 de noviembre de 1915-, indudablemente ya se iban sentando las premisas para la ocupación militar directa de nuestro país. Lo que faltaba era esperar la situación conveniente y el pretexto necesario. Por eso mientras Jiménez se mantuvo en el poder las amenazas norteamericanas no se materializaron. Pero tan pronto se produjo la rebelión del General Desiderio Arias, ministro de la guerra, y la solidaridad con sus propósitos en la mayoría de los cuerpos legislativos del país, se presentó la situación esperada, y el gobierno norteamericano procedió a desembarcar los primeros contingentes de la infantería de marina con el pretexto de defender el orden constitucional representativo por la autoridad del presidente Jiménez. A este último se le creaba tal situación que, en vez de acogerse al apoyo norteamericano, prefirió dignamente renunciar a su puesto, acentuando la crisis de poder.
PRIMERA INVASION NORTEAMERICANA (1916-1924)
Desde muy temprano los norteamericanos impusieron su orden al ocupar diversas zonas del país. La toma de la ciudad de Santo Domingo en Mayo de 1916 obligó a las tropas dominicanas, acantonadas en la ciudad y dirigidas por el General Arias, a dirigirse a Santiago y otros puntos del Cibao con la intención de hacerse fuertes y resistir el avance norteamericano. Pero poco después se produjo el desembarco simultáneo de contingentes de la infantería de marina por las ciudades de Montecristi y Puerto Plata que, tras algunos combates con las fuerzas dominicanas dirigidas por Arias, se situaron en los alrededores de Santiago y obligaron al caudillo a capitular. Estos combates eran el escenificado en La Barranquita, bajo la dirección del General desiderista Carlitos Daniel, en el cual perecieron más de 20 integrantes de la fuerza dominicana, entre ellos Maximo Cabral. Con la toma del Cibao y de la ciudad de Santo Domingo ya las fuerzas norteamericanas controlaban lo fundamental de territorio y de la población del país, quedando algunas zonas no ocupadas como el Este, donde todavía se pensaba hacer residencia armada, pero sin reales consecuencias.
Entre tanto, el poder legislativo del país designó un gobierno provisional bajo la presidencia del Dr. Francisco Henríquez y Carvajal, a la sazón residente en Cuba y quien regresó rápidamente. Dicho gobierno se concibió como punto de consenso de las diversas fracciones políticas en torno a una personalidad de prestigio y que se consideraba abiertamente neutral en relación a las pugnas por el poder entre las fracciones caudillistas. Se tenía como objetivo evitar la pérdida de la soberanía dominicana y llegar a un entendido ke posibilitara el reembarque de las fuerzas de la infantería de marina. Pero a este gobierno se le hicieron exigencias exorbitantes, mucho más inaceptables que las contenidas en la nota numero 14, razón por la cual no se llegó a acuerdo con el gobierno norteamericano.
A fin de presionar y obtener una aprobación que legalizara los designios imperialistas sobre nuestro país a los pocos días de su instalación el gobierno norteamericano a la Receptoría de Aduanas suspender la entrega correspondiente de fondos al gobierno dominicano por pretextos jurídicos leguleyos; esta medida fue posteriormente ampliada cuando los marines se apoderaron de la administración de las rentas internas del país y pudo decir así Francisco J. Peynado, Ministro de Hacienda, que él era el único ministro del mundo encargado de los fondos del Estado que no manejaba un solo centavo. Todas esas presiones no dieron por resultado la aceptación de las diversas exigencias norteamericanas, lo cual se consideraba importante a fin de neutralizar plenamente el siquiente paso en la subyugación política y económica del pueblo dominicano. En consecuencia, el 29 de noviembre de 1916, el Contralmirante H. S. Knapp, leyó a bordo del vapor de guerra Olimpia la proclama que ponía a la República Dominicana bajo la soberanía del gobierno norteamericano, siendo el mismo Knapp gobernador militar, en tanto la autoridad política quedaba confiada en manos de la Secretaría de Marina de los Estados Unidos.
MEDIDAS POLITICAS DE LOS OCUPANTES
El establecimiento del gobierno militar norteamericano tenía por finalidad modificar las modalidades de existencia del Estado dominicano. Se trataba de erradicar las prácticas que impedían la normalización definitiva de la vida del país y la implementación por parte del Estado de las medidas políticas y de las obras públicas necesarias para posibilitar la expansión del poderío económico norteamericano en nuestro país; al mismo tiempo, la reforma de los mecanismos de existencia del Estado tenía por objeto garantizar la continuidad indefinida de dicho esquema de dominación.
Ahora bien, para entender la ocupación militar norteamericana no solamente debe hacerse referencia a estas causas en el plano local, consistentes en la imcapacidad de los grupos dominantes dominicanos para afianzar un esquema político garante de todo el sistema de dominación. También hay que considerar los elementos conyunturales que se dieron alrededor de la Primera Guerra Mundial. Por supuesto que estos elementos fueron aprovechados para fijar definitivamente un proyecto que estaba esbozado desde mucho antes y para terminar de definir un esquema de dominación absoluta sobre nuestra sociedad.
En las condiciones de la guerra y de aprestos directos a su participación, Estados Unidos requería dedicar gran parte de sus recursos a la industria de armamentos, razón por la cual debía fortalecer sus fuentes de aprovisionamiento de alimentos y materias primas; esta necesidad fundamentalmente se expresó en la escalada política, militar y económica sobre América Latina y el Lejano Oriente. En torno a la República Dominicana, había llegado la hora de desplazar la influencia comercial de los países imperialistas de Europa, principalmente de Alemania, país este que controlaba antes del estallido de la guerra alrededor del 20 por ciento de las exportaciones y el mismo por ciento de las importaciones. Así, la intervención tendría entre otros objetivos y resultados reales canalizar parte importante de las exportaciones dominicanas hacia el mercado norteamericano porque allí se requerian en función de las necesidades de guerra; igualmente, se iba a producir un control casi total por parte de Norteamerica de las importaciones de todo género de artículos realizadas por la República Dominicana (entre 1917 y 1919 se importaba de Estados Unidos alrededor del 90% del total de bienes).
Particularmente la República Dominicana se proyectaba como un territorio estratégico para el fomento de la producción azucarera bajo el control de compañías norteamericanas vinculadas a la oligarquía financiera. Las necesidades de azúcar eran abiertamente crecientes, en razón de los desplazamientos de la fuerza de trabajo de unos sectores económicos a otros y de las destrucciones que causaba la guerra, provocando la discimulación abrupta de los campos remolacheros de los principales productores europeos como Rusia, Polonia, Alemania y Francia, países todos escenario de las hostilidades. De manera que la baja de la producción se reflejó en un aumento de la demanda y en una tendencia alcista de precios. Esto se tradujo en que el precio promedio del quintal de azucar, que antes de la guerra era de apriximadamente $3.00, subió rapidamente desde 1914 hasta llegar a un punto máximo en 1920 de cerca de $25.00. Se trató de la famosa “Danza de los millones” que tuvo su climax entre 1919 y 1920, pues al finalizar la guerra mundial se amplió el consumo bruto del producto a sus niveles normales en tanto que todavía no se había podido recuperar la producción remolachera de los países europeos.
No solamente se trataba de que política y militarmente (el azúcar parda era, además, una importante materia prima para los explosivos) Norteamerica requería ampliar sus abastecimientos de azúcar, sino que, además, ello prometía ganancias exorbitantes a los grupos monopólicos, por lo que se propusieron tomar bajo su control la necesaria expansión de la producción. Indiscutiblemente que, para que en la República Dominicana se pudiese producir la deseada expansión de la producción azucarera y su control pasara a manos de las altas finanzas de Wall Street, debían crearse las condiciones políticas favorables, lo que implicaba un reordenamiento total de la formación social dominicana cuyo punto inicial debía ser la reestructuración institucional del Estado.
Una de las primeras medidas del gobierno de la infantería de marina la constituyó la desolución de todas las fuerzas regulares del ejército dominicano, siendo sustituídas por las fuerzas interventoras de la infantería de marina que asumieron todas las funciones de defensa y de garantía del orden público. Teniendo en cuenta el papel estratégico del ejército, este era un aspecto fundamental en la desarticulación del Estado dominicano tradicional.
Paralelamente se decretó el desarme general de la población, para lo cual se ordenó que todos los civiles entregaran sus armas de fuego a las autoridades norteamericanas, persiguiendose activamente a quellos que se negaban. Esta medida era de mucha importancia porque erradicaba la posibilidad de brotes caudillistas, que estaba muy asociada al hecho de que grandes porciones de la población dominicana tenían en su poder armas de fuego cortas y largas. De acuerdo a datos de la propia infantería de marina, se confiscaron 9,337 fusiles, 25,760 revólveres y otras armas. En lo adelante el pueblo dominicano quedaba a la merced completa de las disposiciónes políticas y económicas del imperialismo, en tanto se reducían sustancialmente las posibilidades de resistencia armada.
De esta forma se crearon las premisas para que los ocupantes procedieran en 1918 a la reorganización de los cuerpos armados en el país, sin ninguna relación con los anteriores y bajo la dirección directa de soldados norteamericanos que eran promovidos a oficiales dentro de este cuerpo auxiliar. Se planteó, pues, un esquema de dominio militar caracterizado por la presencia tanto de las tropas norteamericanas como del cuerpo nativo auxiliar bajo si directo control; estos cuerpos armados llamados Guardia Nacional tendrían, ademas, la función de preparar un núcleo de poder estable y “apolítico” que garantizara la continuidad del orden etablecido tras la virtual retirada de las tropas norteamericanas. En esa medida tomó mucha importancia la escuela de entrenamientos de oficiales dominicanos en Haina, creada en 1920, donde se entrenaba al grupo que mantendría la continuidad del cuerpo después de la retirada; dentro de ese grupo finalmente se destacarían Rafael Leonidas Trujillo y los militares que lo ayudaron a establecer su dictarura, como Federico Fiallo, Caamaño, Leyba Pou, Felix Hermida y otros.
OBRAS PUBLICAS Y NUEVAS FUNCIONES ESTATALES
Durante la ocupación, el Estado fue objeto de multiples reformas, algunas de las cuales tenian por objetivo racionalizar la efctividad de las funciones, evitando el despilfarro, la ineficiencia y la corrupción (claro que se instaló una corrupción de nuevo tipo).
En primer lugar se hizo cargo de algunos servicios sociales, sobre todo educación y salud, lo que permitía justificar medidas legislativas y financieras que abrían las puertas a manufacturas norteamericanas y al poder de los monopolios yanquis en nuestro país, aunque tambien es cierto que tenian por objetivo racionalizar la incorporación de las masas trabajadoras a un orden más avanzado, puesto que se basaban en un desarrollo capitalista más definido que exig
ía sanear la salud de la población, afectada de manera masiva por enfermedades tropicales y contagiosas, y elevar el nivel de educacional para mejorar la efectividad en el trabajo de la población de manera acorde con las necesidades del crecimiento económico.
Pero lo más importante fue el plan de obras públicas, sobre todo de vías internas de comunicación para vehículos de motor. Esto se hacía imprescindible para abrir un mercado nacional que, de más en más, resultaba necesario para la propia expansión de la economía exportadora.
Igualmente, se planteaba la necesidad de taslado de la fuerza de trabajo, de migraciones temporales o permanentes en relación a las necesidades de expansió de la economía y sobre todo de la azucarera. Las carreteras debían constituir la infraestructura necesaria para la penetración ulterior de las compañías azucareras norteamericanas, que podrían así internarse en zonas hasta entonces inexplotadas; si esto no sucedió fue porque los precios del azúcar bajaron precisamente cuando se inciaba el funcionamiento de las carreteras, deteniéndose el auge de expansión de las compañías azucareras del país.
Las carretaras también facilitaban la penetración de las mercancías norteamericanas a todos los confines del país, y por último también estas tenían un sentido político-militar: permitía al Estado ejercer las funciones de dirección de manera mucho mas centralizada y efectiva que antes; esto tenía su correspondencia en el plano militar porque se posiblilitaba el rápido desplazamiento de tropas hacia las diversas zonas del país, pudiendose aplastar mucho más facilmente que antes cualquier intento insurreccional.
Las primeras vías de comunicación abiertas durante el período de la ocupación fueron: la carretera Santo Domingo - Santiago; la carretera hasta San Pedro de Macorís, que luego se prolongó hasta El Seibo; hacia el Suroeste, se construyó una vía hasta Azua que posteriormente fue llevada hasta San Juan, y de Santiago se abrieron carreteras menores hacia Puerto Plata y Monte Cristi.
ACUMULACION ORIGINARIA
Para facilitar el crecimiento de las fuerzas productivas y particularmente la penetración de las compañías azucareras norteamericanas, el régimen de los marines propició una frase intensiva de acumulación originaria del capital, cuyo punto nodal fue despojar de la propiedad de la tierra a campesinos y terratenientes en las zonas de ubicación de la plantación azucarera o de reservas próximas. Para ello se adoptaron dos grandes instrumentos: la ley de impuesto a la propiedad territorial y la ley del registro de tierras de 1920 (sistema Torrens), complementadas con la creación del tribunal de Tierras. Mediante la ley que insustituía el pago de impuestos por la propiedad territorial se buscaba financiar algunas actividades, principalmente la de educación, recolectándose durante varios años sumas de alrededor de un millon de pesos, muy altas en la época. Tal impuesto establecía tres escalas progresivas de pago anual sobre el valor estimado de la propiedad. Por otro lado se perseguía facilitar el despojo de los pequeños campesinos y de los terratenientes tradicionales improductivos o ineficaces en favor de grupos más modernos, sobre todo de las compañías norteamericanas.
Igual o más importante que dicha ley fueron los efectos de la ley de registro de la propiedad territorial, promulgada en 1920. Con ella se dictaminaba la partición de los terrenos comuneros, cuyas características se han examinado anteriormente. Entre otras cosas, se determinó el derecho de a la propiedad absoluta con tal de que se probara una ocupación efectiva durante el plazo de 10 años, lo que legalizaba grandes apropiaciones de tierras por parte de ingenios o corredores a sus servicios, y lo mismo pasaría en períodos subsiguientes de la ocupación.
A raíz de la promulgación de esta ley se desató una avalancha de falsificaciones de títulos que, sirviendose de dominicanos para tales fraudes, permitió la ocupación de enormes extensiones de tierras en el Este del país por los ingenios y comerciantes y terratenientes a su servicio como la Casa Vicini, José Antonio Jiménez, Modesto Cedaño, Oscar Valdéz, y otro; igualmente facilitó la expansión del latifundio ganadero a todo lo largo del país legalizando y forzando ocupaciones de tierras.
L A RESIDENCIA A LA OCUPACION: LOS GAVILLEROS
Todavía, a pesar de que se ha avanzado ya mucho, hay muchos puntos oscuros acerca del movimiento de los gavilleros. Indudablemente que fue producto de muchas influencias, tanto de carácter general como de tipo conyuctural, por parte de los efectos inmediatos de la ocupación militar. Parece ser que en el Este el fenómeno de las guerras civiles había ocasionado la persistencia de ciertas bandas de merodeadores, que resivieron el nombre de gavilleros, que aprovechaban las condiciones naturales propicias para mantenerse en estado de alzamiento. En relación a ello no es de dudar que existiesen marginalmente ciertas bandas de delincuentes operando desde antes de la ocupación militar, y que parte de ellas se incorporara parcialmente al movimiento de resistencia contra los ocupantes norteamericanos. Igualmente, existen referencias de que algunos ingenios azucareros, principalmente el Consuelo, sostenían bandas de matones a sueldo cuyo fin era aterrorizar a los campesinos para obligarlos a vender a bajos precios las tierras próximas a los campos de cañas del ingenio, a fin de facilitar su expansión ulterior, y en sentido general las bandas tenían por finalidad garantizar el orden social necesario al funcionamiento de la actividad azucarera.
EL NACIONALISMO URBANO Y LOS PLANES DE DESOCUPACION
Durante un cierto período, todo el movimiento nacionalista, que abarcaba la generalidad de la población urbana desde los trabajadores hasta la mayoría de la burguesía, exigió la desocupación del país sin condiciones bajo la consigna de “la Pura y Simple”. Se rechazaron los planes Wilson y Harding porque contenían numerosas cláusulas limitativas de la soberanía nacional, como la presencia del consejo financiero, la permanencia de oficiales norteamericanos dirigiendo la guardia nacional, así como el reconocimiento de todos los actos y Ordenes Ejecutivas tomados por los marines durante los años de su administración. Igualmente se rechazaba en esos momentos el que se nombrase un gobierno provisional que preparase el retorno normal a la soberanía dominicana.
Luego se formuló el llamado plan Hugues Peynado, de acuerdo al cual se obviaban algunas de las exigencias más insultantes contra la soberanía nacional, el cual resivió desde el principio el apoyo de la generalidad de los líderes políticos tradicionales, como Horacio Vasquez; igualmente una parte considerable de los grupos burgueses que habían mantenido pocisiones nacionalistas consideró prudente aceptar esta salida que se planteaba como factible al menor costo posible, ya que se habían recibido amenazas de circulos políticos de los Estados Unidos en el sentido de que la no aceptación de dicho plan podría acarrear la prolongación indefinida de la ocupación militar.
Temerosos de tal eventualidad, los grupos burgueses, los políticos tradicionales y algunos grupos pequeñoburgueses consideraron que la aceptación del plan resultaba ser la única opción real para materializar la desocupación, y que debía aceptarse aun cuando contuviese numerosos elementos contrarios a sus intereses, como era la garantía de la persistencia de los reordenamientos fundamentales que en la sociedad dominicana habían impuesto los marines.
Parte de la base pegueñoburguesa consideró que, si no se apoyaba dicho plan las posibilidades de desocupación se hacian más lejanas y por ello pasó a solidarizarse con los postulados que implicaba, puesto que consideraba que lo más importante era que de una u otra forma los norteamericanos abandonasen rápidamente el país.
Así, de más en más los sectores nacionales radicales que exigían el retorno puro y simple a la soberanía dominicana fueron quedandose aislados, limitados a la porción más consciente y radical de la pequeña burguesía. De este sector surgió el Partido Nacionalista, grupo abiertamente antinorteamericano que funcionó en los momentos finales de la ocupación y durante el régimen de Vasquez.
CONCLUSION
Ciertamente durante los 8 años de presencia de los ocupantes norteamericanos se produjeron cambios sustanciales, aunque no definitivamente esenciales. Se puede considerar a a ocupación militar como un mecanismo histórico que condujo a la culminación de diversas tendencias que venían operando en la sociedad dominicana desde tiempos anteriores. Estas tendencias fueron aceleradas por el hecho de que el régimen extranjero tuvo la posibilidad de salvar numerosos escollos y de vencer por la fuerza la resistencia que se podía oponer a ellas. La transformación y modernización que se operó en los mecanismos de dominación estatal fue no solo un componente de primera importancia generado por la redefinición que procovó la ocupación militar, sino que también posibilitó enormemente la dinamización de las tendencias referidas.
Descargar
Enviado por: | El remitente no desea revelar su nombre |
Idioma: | castellano |
País: | República Dominicana |