Psicología


Neurosis


NEUROSIS: HISTERIA FEMENINA


“La mujer se define como un ser humano

en busca de valores en el seno de un

mundo de valores ... vacilante, entre

el papel de objeto de otro que le

es propuesto y la reivindicación de su libertad.”

“El problema de la mujer siempre

ha sido un problema de hombres.”


Simone de Beauvoir

Con el propósito de una comprensión más profunda sobre el tema de la neurosis y específicamente la histeria. “histeria femenina”, la presente exposición trata de abundar sobre como se dio dicha relación (histeria- femenina) y como ha sido concebida y adoptada por la propia mujer de forma receptiva por el hombre, teniendo una mujer que lo cree todo y aun lo asumo como propio aunque con ello tenga que sufrir el padecimiento de no ser ella misma. Como lo menciona Karen Horney, “La psicología femenina como todas las ciencias y todas la evaluaciones, fue estudiada hasta ahora por el punto de vista de los hombres”, siendo a través del tiempo una construcción de historia femenina marcada por las concepciones y perspectivas de los hombres, así como en sus suposiciones (por qué ¿quién puede hablar mejor de la mujer, sino ella misma?), haciendo de ello mandatos, teorías que deben ser aceptadas y llevadas a cabo por la mujer, ya que ha sido considerada como pasiva, receptiva, sumisa, ya que en si misma lleva esa labor de obediencia; y su propia forma le permite y le ayuda a concebirse de tal manera. Así también, se puede destacar las palabras del psicólogo social Simmel: ”El cuerpo femenino esta dirigido a una función pasiva...” Y solo en contexto masculino, que lo es todo, la mujer y lo propiamente femenino adquiere sentido y valor, es decir, la mujer siempre va a estar en relación al hombre, y éste en el transcurso de la historia siempre la puesto ante la histeria, propio de lo femenino y que no alcanza su comprensión, y solamente se le dedica como propio de lo femenino.

Lo anterior en la actualidad ha provocado, una serie de cuestiones desde la mujer y para la mujer, por ejemplo: ¿Cómo es su papel como ser humano, en un mundo que se comparte por dos seres (hombre -mujer), pero es gobernado por el hombre?, ¿Dicha falta que posee la mujer la condenada a ser esclava de un pensamiento masculino?, ¿hablar de complemento, solo es aplicable de la mujer al hombre y no viceversa?, ¿si no se posee la falta, se puede considerar un ser supremo, entonces el hombre es un ser supremo?, ¿la envidia del pene, que posee la mujer no suele ser equiparable, con una envidia de la maternidad por los hombres?...

Teniendo un marco a partir de la historia, la histeria (palabra que deriva de hyaterá, término griego) significa útero, y por lo tanto solo implicaba un sentido exclusivamente al sexo femenino. Posteriormente, en las primeras observaciones científicas sobre la histeria, en el siglo XIX, se reporta un número considerable de pacientes histéricas crónicas, siendo miradas en sentido profundo sobre su padecimiento y tratamiento por Jean-Martín Charcot, en el hospital parisino de la Salpêtriére, quien seria el precursor en la investigación científica del problema y notable por su trabajo con histéricas. Como hace mención Dio Bleichmar “...el antecedente de Charcot nos ilumina para imitir un juicio sobre la histeria. Sus manifestaciones pueden agruparse en síntomas de exclusión de la conciencia y la evitación del conflicto: amnesia, desmayos, crisis letárgicas y catalépticas, ceguera, parálisis, anestesias, actitud de “bella indiferencia” y toda la gama de rechazos de la sexualidad.”

En años posteriores su relevancia e importancia sobre dicho padecimiento le permitió a Charcot ser conocido y admirado, estableciendo una relación y estallido importante cuando en 1885, se concedió a Freud una beca para estudiar en Paris con él.

En ese momento la histeria era vista entonces como un trastorno “femenino” marcado con más frecuencia por parálisis, ceguera y sordera, entre otros antes mencionado. Estos síntomas sugerían una base neurológica, pero no podía encontrarse causa orgánica alguna. Antes, Charcot había descubierto que algunas pacientes histéricas, bajo hipnosis, abandonaban sus síntomas y en ocasiones recordaban las experiencias traumáticas que los habían causado. Es probable que dichos recuerdos bajo hipnosis ayudaran a estimular las reflexiones de Freud sobre la naturaleza del inconsciente. En cualquier caso, se impresionó mucho por el trabajo de Charcot y, a su regreso a Viena, comenzó a usar la hipnosis en su práctica neurológica, esperando obtener los beneficios vistos con anterioridad.

Por tanto la gran influencia que Charcot tuvo sobre Freud, ayudo para que en ese momento despertara su interés sobre la neurosis, histeria y con mayor dificultades en su comprensión por la feminidad, que aunque no escribió con gran extensión sobre el tema realizo contribución que dieron un giro y una perspectiva diferente en la concepción de la mujer, su histeria y su feminidad.

Aunque Freud no pudo con detalle, esclarecer con exactitud y profundidad la feminidad, escribió en algunos ensayos sobre el tema, dando a conocer algo que tuvo gran sorpresa y bases controvertidas pero por las cuales las personas esperaban más, ya sea por interés o curiosidad, o ¿porqué no? morbosidad.

Él abordo, en principio, que el análisis de los neuróticos son iniciados en la primer infancia y en una temprana vida sexual. Freud nos hablaba, del papel que desempeña la madre en la temprana, ya que ella como proveedora de cuanto necesita el niño, sea en cuestión fisiológica, emocional, etc., se convierte en el primer objeto tanto de la niña como del niño. En ambos sexos se recorre de igual modo las primeras fases del desarrollo libidinal, con el que se da su ingreso a la etapa fálica, donde es el preciso momento en que las diferencias entre los sexos se hace evidente. El niño en el transcurso de posteriores se encuentra y sigue un continuo con su objeto de amor que es la madre, manteniéndolo hasta el complejo de Edipo. Cuando el niño puede observar y dar cuenta de la región genital de la niña, se dará como resultado dos reacciones: en una presenta horror ante la “criatura mutilada” o “castrada”, y en segunda, menosprecio triunfalista hacia ella.

En cambio, lo que pasa con la niña, es llevado a cabo en un proceso diferente y por llamarlo de alguna forma “salteado”, ya que su primer objeto de amor es la madre, posteriormente al descubrir y ver la región genital de niño, da cuenta de una no posesión, y es entonces cuando sabe que no lo tiene y quiere tenerlo, dando cuenta y fin hasta ese momento de su vida como niño o igual a ese Otro, creando por tanto el complejo de masculinidad, y si no logra ser superado tendrá repercusiones en el desarrollo de la feminidad. Y como hace mención Freud: “Con la admisión de su herida narcisista, se establece en la mujer un sentimiento de inferioridad”.

Por otra parte, se ve descompuesta la relación con la madre, ya que a ésta última se le atribuye, el traerla al mundo con una dotación no suficiente haciéndola inferior. Hasta este momento el complejo de Edipo se desencadena en la niña, por lo tanto el padre representa su objeto en el cual desemboca su libido, cabe mencionar la diferencia que vive la niña a comparación del niño en el complejo de Edipo, ya que en esta su primer objeto fue la madre, posteriormente pasa al padre teniendo una rivalidad por la madre, sustentada en la envidia del pene y que al constituir a su padre como hombre sabe que puede poseerlo y en otro caso el resultado de esa relación incestuosa imaginaria con el padre da un hijo lo cual significa saciar esa envidia del pene.

Cuando la niña da cuenta de su anatomía, y observa que el clítoris por el cual había hasta ese momento saciado su placer, no representa más que un pene mutilado y por el cual no tiene ningún derecho de sentir placer, por tanto se designa la zona genital originalmente rectora, el clítoris por la vagina, provocando complicaciones en el desarrollo de la sexualidad femenina. En el varón el impacto que se tiene no tiene mayor repercusión, porque éste tiene sólo una zona genésica rectora, un órgano genésico (pene), mientras que la mujer posee dos de ellos: la vagina, propiamente femenina, y el clítoris, análogo al miembro viril.

Esto lo explica en su totalidad Freud en uno de sus ensayos sobre la feminidad: “El contenido esencial ... es que la niña pequeña, que hasta ese momento había vivido como varón, sabia procurarse placer por excitación de su clítoris y relacionaba este quehacer con sus deseos sexuales, ..., ve estropearse el goce de su sexualidad fálica por el influjo de la envidia del pene. La comparación con el varón, tanto mejor dotado, es una afrenta a su amor propio; renuncia a la satisfacción masturbatoria en el clítoris, desestima su valor por la madre y entonces no es raro que reprima una buena parte de sus propias aspiraciones sexuales. ...Su amor se había dirigido a la madre fálica; con el descubrimiento que la madre es castrada se vuelve posible abandonarla como objeto de amor, ... por el descubrimiento de la falta del pene la mujer resulta desvalorizada tanto para la niña como para el varoncito, y luego, tal vez, para el hombre.”

Anterior a esto la niña, se desenvolvía en un mundo entre iguales y realizaba su goce y placer en torno al clítoris. La vida sexual de la mujer se descompone por regla general en dos fases, de las cuales la primera tiene carácter masculino; sólo la segunda es la específicamente femenina. Por tanto, en el desarrollo femenino hay un proceso de trasporte de una fase a la otra, que carece de análogo en el varón. Otra complicación nace de que la función del clítoris viril se continúa en la posterior vida sexual de la mujer de una manera muy cambiante y que por cierto no se ha comprendido satisfactoriamente. Por tanto al sentirse con un miembro de poder, con un miembro viril y de dominio, reprime su goce dando origen a una situación histérica y lo cual posteriormente sustentaría una histeria imposible de no sufrir por la mujer, debido a su constitución biológica y que por ende a un planteamiento en su psique; que no favorece un desarrollo efectivo de su feminidad y que por el contrario como lo dio a entender Freud, de los síntomas histéricos derivan las fantasías. Cambia por tanto su objeto de amor hacia al padre, al verlo como poseedor de pene que ha de satisfacerle su falta y al cual por ende no le falta nada.

Y luego es en este en quien el descubrimiento de la posibilidad de castración, como se prueba por la vista de los genitales femeninos, impone la replasmación del complejo de Edipo, produce la creación del superyó y así introduce todos los procesos que tienen por meta la inserción del individuo en la comunidad de cultura.

En el varón, sin duda, resta como secuela del complejo de castración cierto grado de menosprecio por la mujer cuya castración se ha conocido. A partir de ese menosprecio se desarrolla, en el caso extremo, una inhibición de la elección de objeto y, si colaboran factores orgánicos, una homosexualidad exclusiva. Muy diversos son los efectos del complejo de castración en la mujer. Ella reconoce el hecho de su castración y, así, la superioridad del varón y su propia inferioridad, pero también se revuelve contra esa situación desagradable. De esa actitud bi-escindida derivan tres orientaciones de desarrollo. La primera lleva al universal extrañamiento respecto de la sexualidad. La mujercita, aterrorizada por la comparación con el varón, queda descontenta con su clítoris, renuncia a su quehacer fálico y, con él, a la sexualidad en general, así como a buena parte de su virilidad en otros campos. La segunda línea, en porfiada autoafirmación, retiene la masculinidad amenazada; la esperanza de tener alguna vez un pene persiste hasta épocas increíblemente tardías, es elevada a la condición de fin vital, y la fantasía de ser a pesar de todo un varón sigue poseyendo a menudo virtud plasmadora durante prolongados períodos. También este «complejo de masculinidad» de la mujer puede terminar en una elección de objeto homosexual manifiesta. Sólo un tercer desarrollo, que implica sin duda rodeos, desemboca en la final configuración femenina que toma al padre como objeto y así halla la forma femenina del complejo de Edipo. Por lo tanto, el complejo de Edipo es en la mujer el resultado final de un desarrollo más prolongado; no es destruido por el influjo de la castración, sino creado por él

Al sentir un rompimiento y sistanciamiento con la madre por haberla dotado con un genital incorrecto, la nutrió de manera insuficiente, la forzó a compartir con otro el amor materno (hermano), no cumplió todas las expectativas de amor y, por último, incitó primero el quehacer sexual propio por media de caricias y besos en el seno materno y luego lo prohibió; y con ello justifica su hostilidad hacia la madre. Por tanto el complejo de Edipo es el en la mujer es el resultado final de un desarrollo mas prolongado: no es destruido por el influjo de la castraccion, sino creado por él, y dando pie a una vida sexual en la transferencia al padre.“el descubrimiento de su castraccion es un punto de viraje en el desarrollo de la niña. De ahí parten tres orientaciones del desarrollo, una lleva a la inhibicion sexual o a la neurosis; la siguiente, a la alteracion del carácter en el sentido de un complejo de masculinidad, y la tercera, la feminidad normal”

Neurosis estriba en una renuencia del yo frente a la exigencia de la funcion sexual(Freud).

Sin embargo solo la situación femenina se establece cuando el deseo del pene se sustituye por el deseo del hijo, el hijo aparece en lugar del pene. Es grande dicha cuando ese deseo del hijo halla mas tarde su cumplimiento cuando el hijo es un varoncito, que trae consigo el pene anhelado.

Teniendo por regla genera que lo masculino es lo activo y lo pasivo femenino. Y esto se comprueba cuando Freud nos habla de que “la célula gensica masculina se mueve activamente, busca a la femenina, y el óvulo permanece inmóvil, aguardando de menra pasiva. Siendo un factor social cuando se le exige a la mujer controlar su agresión favoreciendo al masoquismo. “El masoquismo es entonces como se dice, auténticamente femenino”

El factor esencial que de hecho coadyuvó a la evolución de la histeria resultó ser el posicionamiento social que la mujer ha ido adquiriendo a lo largo del último siglo al haber desempeñado roles que le permitieron insertarse de manera activa en la sociedad, lo cual determinó la canalización social de algunos conflictos intra psíquicos característicos. El carácter histérico es de dominio tanto femenino cuanto masculino.

La revisión de dicha polémica en el campo del psicoanálisis ha sido realizada por la doctora Emilce Dio Bleichmar en su obra La sexualidad femenina. Como bien muestra en su recorrido, diferentes escuelas del psicoanálisis se han enzarzado en discusiones sobre el conocimiento más o menos temprano de la niña sobre sus genitales, con el fin de establecer si hay o no una feminidad primaria. El debate comienza todavía en vida de Freud, sostenido por representantes de la escuela inglesa (E. Jones, M. Klein) y una autora americana, Karen Horney, a propósito de la existencia de una primitiva identidad femenina, pero siempre ligada al sexo biológico

Sin entrar a fondo en estos debates, magistralmente tratados en la obra de Dio Bleichmar, lo que nos interesa retener de ellos es la permanente insistencia en hacer girar la identidad masculina o femenina sobre la problemática, biológica o simbólica, de los órganos sexuales. En otros términos, la incapacidad para discriminar sexualidad e identidad. La posibilidad de pensar en una identidad relacionada con los ideales del yo, que va a sufrir desgarros y articulaciones con la identidad sexual, se nos presenta como imprescindible para entrar en este debate del psicoanálisis, en el que siempre persiste la inquietud acerca de la sexualidad femenina, reconvertida en inquietud por la feminidad.

Con respecto a la mujer y con ella la histeria femenina se han venido desarrollando planteamiento que deben ser tomados en el presente de manera critica, y dando un enfoque por el cual se lleve a cabo una satisfacción tanto en el hombre como en la mujer o viceversa.

Simmel

“medimos la capacida, el carácter, la intensidad, y las formas de ser masculino y el ser femenino basándonos en determinadas normas, pero estas normas no son neutrales, no están excluidas de la oposición entre los sexos, sino que ellas mismas tienen un carácter masculino.”

No debe existir relativa superioridad del hombre ante la mujer antes bien se debe convertir en lo universal humano.

Masculinidad- objetividad

Tienen consecuencias desastrosas para el enjuiciamiento de las mujeres

Criterios creados para otro completamente opuesto

Mujer al servicio del hombre, complacer y complementar.

La mujer aparezca siempre como el ser al cual el hombre conserva el derecho de exigir y enjuiciar desde las alturas de la normativa objetiva.

Para el hombre su sexo es hacer y ´para la mujer es ser

La feminidad es supuestamente, una manifestacion de la relacion con el hombre y que si ésta desaparece no que nada; en realidad, lo que queda no es un “ser humano” neutral, sino una mujer.

El mebarazo es independiente a toda relacion con el hombre

La satiosfaccion del deseo sexual tiene por objeto liberar al hombre de la relacion y atar a la mujer a ésta.

La mujer es el medio para el hombre, hogar, hijos

Vida centrada en si misma y otras vidas cuya actividad v mas alla de su periferia, implicando a aquella en relacionesschopenhauerlas mujeres son niños grandes de por vida

Ser humano y hombre, que en muchas lenguas impone el mismo termino para los dos conceptos.

HORNEY

Las muejres se han adpatdo a los deseos de los hombres Y CREEN QUE SU ASPATACION CORRESPONDE A SU VERDADERA NATURALEZA.

Ferenczi afirma que el incentivo real para la copula, su significado verdadero y fundamental para ambos sexos, a de burcarse en el deseo de regresar a la entrña materna. Durante un periodo de lucha el hombre alquirio el privilegio de penetrar una vez mas en el utero, por medio de su organo genital. La mujer, que estab antes en una posiscion subordinada, fue obligada a adaptar su constitucion a esta situacion organica y se le concedieron ciertas compensaciones . tuvo que contentarse con subtitutos dl orden de la fantasia y sobre todo con acoger y amparar al hijo, dicha que tambien comparte. Solo en el acto de dar a luz la mujer tiene quiza potencialidades de placer desconocidas para el hombre.

Las niñas estan expuestas desde su nacimiento en adelñante a la sugestion de su inferioridad, experiencia que estimula constantemente su complejo de masculinidad

DIO

APARENTE OBLIGATORIEDAD EN EL CURSo de la vida de una mujer, dl pasaje por una etapa histerica, o la ideentida de estructura entre histeria y feminidad. La mujer es histerica

El punto del pasaje de la histeria a la feminidad “madura” quedara ubicado por freud en el levantamiento de la represion y en el ejercicio pleno de la sexualidad, que se lograria abandonando la sexualidad falico-clitoridiana, renuncia que permitiria no solo alcnazar la heterosexualidad, sino dejar de oscilar entre el edipo negativo y el edipo positico, y de esta manera sustiruir el deseo de tener el pene por el del hijo.

La mas acabada feminidad no seria sino el deseo narcisista de obtencion del pene a traves del hijo. En este sentido freud concibe la feminidad basicamente gobernada por un acentuado narcisismo: 1)prefiere ser amada a amar, 2) practica el culto a su cuerpo , ya que cuanto mas atractivo mas lo equipara a la posesion del pene envidiado en la ecuacion cuerpo-falo , 3)eleccion de objeto es conforme al ideal narcisista del hombre que hubiera querido ser, 4) el hijo le deparara las satisfacciones de todo aquello que de su complejo de masculinidad ella esperaba, y 5) la intensa envidia al pene presente en su vida psiquica es la razon de un escaso sentido de justicia.

Lacan tambien centra la problemática de la mujer, su “extrañamiento, su rechazo como ser, en los dilemas a los que se ve enfrentada por la crisis de la castracion. La feminidad, una verdadera mujer, quedara establecida si se estructura en ella la orientacion hacia el padre, el hombre, si se establce la heterosexualidad. Heterosexualidad que enmascar la busqueda del hijo, en ultima instancia el falo que le dara la completud buscada. Para obtenerlo de exhibirse y proponerse como objeto de deseo, y esta posiscion implica una identificaciom latente con el falo, es decir, que para tener el falo (debe buscar al hombre a traves de él alcanzar la libidinizacion de la vagina y la heterosexualidad) debe ser el falo (autosuficiente, narcisista).

“”El deslizamiento desde la feminidad a la histeria es facil de suponer: es este permanente juego de ser y /o tener el falo puede quedar atrapada y ser presa de lo que se define como su estructura especifica, el deseo en su carácter de insatisfaccion esencial.””

“La histeria y la feminidad son equivalentes, ya que la femminidad quedar adefinida: a) a partir del deseo sexual, b) a partir del deseo del otro a quien se dirige su deseo, es decir, la dimension intersubjetiva del deseo humano, c)la bisexualidad, que en el interior del Edipo aparece ligada a las identificaciones, d) a la dialectica del ser y tener el falo , y e) el valor preponderante que toma la experiencia patogenica de la perdida del amor” LACAN

Por tanto, la feminidad en tanto verdadera se constituira en una suerte de polo ideal, una espcie de meta utopica, y en realidad toda mujer solo alcanzaria el rango de la feminidad en tanto mascara, engaño, simulacro, pues permaneceria tributaria de los modelos identificatrorios de la etapa falica. Nuevamente de la mascara alude a la facilidad subyacente a esa aprecte feminidad, ya que eliminada toda ilusion de feminidad natural la mujer no puede sino ordenarse según las leyes del significante, fundalmentalmente del significante falico. De ahí la es´presion lacaniana “la mujer no existe”, ya que el significante que podria situarla es solo un significante perdido.

La feminidad es ante todo una cuestion de hombres

El hombre no tienemejor suerte que la mujer en la organización de su deseo (ya que tambien se encuentra marcado por la falta, pues en rigor, él tampoco es el falo, solo posee un pene que lo simboliza)

La mujer siempre se declra partidaria del amor unico, ya que algo se opondris a que se conciba solo como objeto de deseo, siempre buscara el amor y solo por amor lograra en el mejor de los casos el goce sexual, no la hiere el ser deseada, lo que no puede tolerar y lo siente como una decadencia es que el hombre le revele saber que ella no es solo deseable, sino sobre todo que esta deseosa del deseo de éll, y que se desenmascare su carencia. Tampoco soporta ser objeto de deseo.

Para la mujer , si experimentar placer no puede transforarse en el signo de otra cosa, si descubre que no es para el hombre sino el instrumento de un goce en el que el amor no tiene lugar alguno, y si su propiro placer le confirma que ha revelado al compañero que a ella le falta algo.

Solo por amor asumira el papel que él porpone y le será fiel, ya que el hombre, siempre listo en la reinvindicacion de su autonomia de serque desea, no esta dispuesto a considerar la reciprocidad cuando el noes el beneficiario.

Freud denomino una feminidad nirmal implicaria que “ ... la mujer haya podido hacer del deseo que brilla en la mirada del hombre la fuente misma de su investidura narcisistica, pues, no lo olvidemos no se puede amar si antes uno no se ama a si mismo. Podra aceptar saber que en cuanto sujeto de la carencia puede encontrar su lugar de deseada...”

Pensamos que la condicon que garantiza que la mujer acepte de buen agrado la mirada deseante del hombre, es que solo espere de ella el goce y que su narcisismo se halle asegurado por medio de otras fuentes, no solo por medio de la sexualidad.

Freud define la histeria como “... toda persona que en ocasión de una exitacion sexual experimenta senrimientos preponderantemente o exclusivamente displacenteros...”

Pero junto a esta histerica pasiva y dependiente que se especializa en desembarasarse de toda rersponsabilidad por sus deseos y acciones, encontram,os la silueta opuesta, lafalico narcisista, empeñada en la decison activa, exquisitamente sensible a cualquier menciondescalificadora

La histeria dejo de ser un uteroque afectaba la psique, una especie de maldicionde la naturaleza biologica femenina para convertirse en un efecto del fantasma sexual, de la sexualidad en tanto actividad humana, pissiquica, vivencial. El deseo sexual ocupo el centrol del sistema y la mpostracion de su surgimiento y organización en el seno de la relacion parental del teriangulo edipico, subjetivizo el deseo arrancandolo de su base animal, demostrando que la gente se enferma no por ignorancia de la leyes biologicas, sino porque el deseo sexual debe ser reprimido, tal como la ley dela cultura lo exige. Freud c9omprendio a la histerica, pero habria permanecido insatisfeca a causa de su subterranea eirreductible masculinidad.

La histerica siempre abriga esperanzas

Pero a pesar de estas buenas intenciones y del intento de comprenderla tan castrada como el hombre, la histerica sigue interrogandose si en la estructura del lenguaje, o en las leyes de la cultura, o en las convenciones sociales , o en los mitos sobre la mujer , esa categoria de objeto a la cual se halla condenada no podra revisarse, ya que lacan a logrado arrancarla de la psicopatologia pero ha fracasadpo en narcisi zarla.

Si es justamente la histerica la que seinterroga sobre esta cuestion, es por una vaga e incipiente ocniencia de su insatisfaccion en cuanto a una imposiscion que no surge precisamente de su naturaleza, sino de un orden ajeno que la tipifica como objeto, tipificacion a la que se resiste.

La histerica es histerica pues esta marcada por el lenguaje como ser de una falta no solucionable

Aunque la histérica llegue a aceptar la aparente simetría que se le propone, seguirá en la búsqueda del falo, porque éste simboliza una soberanía que se ejerce en otros dominios mas allá del amor y de la sexualidad.

Cada vez que se siente humillada apelará a su única arma para restablecer su narcisismo herido, el control de su deseo y su goce, e invertirá los términos, el amo quedará castrado.

En el síntoma histérico el conflicto entre sexualidad y valoración narcisista alcanza su máxima complejidad, y es este conflicto, en su carácter genérico y constante para la feminidad, el que se instituye como un síntoma de la estructura cultural. Es esta identidad estructural entre la feminidad y la histeria la que universaliza a la histeria, así como simultáneamente le otorga a la feminidad su carácter sintomal. Siempre que se cree una oposición entre narcisismo y sexualidad o entre narcisismo y feminidad, y tal feminidad quedara reducida a la sexualidad, estaremos ante una estructura histérica.

Para el hombre: el derecho y la valorización del deseo autónomo, en estado puro, con mujeres como objetos intercambiables; para la mujer: el amor de un hombre que otorgue legitimidad a su gice.

En la histérica consiste en que el deseo del otro se mantenga insatisfecho.

Existe un feminismo espontáneo de la histeria que consiste en la protesta desesperada, aberrante actuada, que no llega a articularse en palabras, una reinvindicación de una feminidad que no quiere ser reducida a la sexualidad, de un narcisismo que clama para poder privilegiar la mente, la acción e la realidad, la moral, los principios y no quedar solo atrapado en la belleza del cuerpo.

El espectro de perfiles psicológicos y cuadros piscopatológicos descritos bajo la denominación de personalidad infantil-dependiente, personalidad histérica y carácter falico-narxisista parecen mucho mas frecuentes en el sexo femenino, porque tienen en común el trastorno narciosta del genero que toda mujer padece en mayor o menor medida. Este trastorno narcisista inherente al generado femenino es lo que se ha dado en llamar la “normalidad” de la histeria, entendiendo por tal normalidad un paso obligado en su evolución psicosexual. Pero que, “con buena suerte”, algunas mujeres logran superar, adoptando la configuración de una feminidad convencional que adormece sus deseos de trascendencia, pero les aporta el placer de estar satisfaciendo el deseo de los otros.

Fuente de Información:

  • Dio Bleichmar, E. (1985) El feminismo espontáneo de la histeria. Estudio de los trastornos narcisistas de la feminidad. Madrid, Adotraf.

  • Freud, S., (1925) “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos”. Obras Completas, vol. XIX. Buenos Aires, Amorrortu, 1989 (259-276).

  • Freud, S., ( ) “La feminidad” Obras Completas, vol. XXII. Buenos Aires, Amorrortu, 1979, (104-125).

  • Freud, S., (1931) “Sobre la sexualidad femenina”. Obras Completas, vol. XXI. Buenos Aires, Amorrortu, 1988 (223-244).

  • Horney, K. (1977) Psicología femenina. Madrid, Alianza.

  • Simmel, G., (1999), “Cultura femenina y otros ensayos”, España, Alba Editorial, S.L. (73-114, 175-222)




Descargar
Enviado por:Maya Del Moral Eréndira Azareel
Idioma: castellano
País: México

Te va a interesar