El mutismo selectivo será tratado como un trastorno del desarrollo emocional ligado a la inserción al ambiente escolar, lo que permite abordarlo desde una perspectiva psicosocial. Un problema psicosocial es una dificultad crónica que pone el medio ambiente al individuo, impidiéndole su desarrollo normal. Sin embargo, es importante tener en cuenta que en toda problemática humana confluyen tres dimensiones, tal como lo plantea Erickson (1978),
“ Existe el proceso biológico de organización jerárquica de los sistemas organicos que constituyen un cuerpo (soma) ; el proceso psiquico que organiza la experiencia individual mediante la sintesis del Yo (psyche), y el proceso comunal consistente en la organización cultural de la interdependencia de las personas (ethos)”.(p. 29).
De esta manera, se abordará el mutismo selectivo como trastorno del desarrollo infantil, entendiéndose por esto último a todo trastorno que se inicia y se diagnostica generalmente durante la infancia y la niñez. Sin embargo, cabe señalar que a veces estos trastornos se reconocen clínicamente recién en la etapa adulta.
Según señala Bourrat (1958), “Es casi siempre en la escuela donde se van a revelar las irregularidades infantiles, aun las más leves”(p. 16). Por eso es importante considerarla en el contexto de los trastornos infantiles.
“La escuela es a la vez el descubrimiento de la vida social y del universo realista que el niño tiene curiosidad de emprender. Por primera vez penetra en un mundo nuevo en el cual las leyes son distintas que en la familia y donde él es uno más entre sus compañeros...” (Bijou, 1979, p. 265). Tanto los compañeros como los maestros son significativos en este proceso de socialización. Los primeros, porque como señala Mussen (1982), “actúan como agentes de sociabilización de dos maneras : como reforzadores (y no reforzadores) de la conducta, y como modelos para la imitación y la identificación.” (p. 447) ; y los segundos, porque todo lo que él comunica es percibido por los niños . “Las clases de maestros que le toquen al niño determinarán en gran medida que la experiencia escolar favorezca el desarrollo del niño o aumente sus dificultades y frustraciones” (Mussen, 1982, p. 610). Además, el maestro es el primer adulto que no forma parte de la familia del niño y al cual le tiene que obedecer, y por tanto pasa a ser una figura de importancia capital en su desarrollo ; tanto es así que a veces los niños idealizan tanto al maestro, que lo perciben como alguien superior incluso a sus padres.
De este modo, en el colegio se pueden modificar y mejorar ciertas conductas como las que menciona Hutt (1963), “La escuela elimina varios problemas de inadaptación como el nerviosismo, la hiperquinesia, los malos hábitos alimenticios, la indolencia para completar tareas y los amaneramientos” (p. 343); pero también se pueden acentuar otras conductas desadaptativas que pueden constituir los llamados trastornos del desarrollo infantil.