Sociología y Trabajo Social


Mujer y trabajo


MUJERES COMO MADRES

  • MATERNIDAD TRADICIONAL

  • Es importante señalar que el rol de la maternidad se ha circunscrito desde siempre al ámbito de lo privado. La maternidad no tenía salida, ni contacto alguno con lo público, todas sus funciones sólo tenían cabida en el ámbito del hogar. Su funcionalidad estaba ligada a la estructura familiar, lo cual no significaba que no cumpliera un papel importante para el resto de la sociedad.

    Vamos a analizar cuáles son las “funciones” que lleva a cabo en lo privado, las cuales se relacionan con cada componente del núcleo familiar.

    La función de la maternidad orientada hacia los hijos e hijas: La madre se erige como el pilar de sentido para los hijos e hijas, ella es la orientadora de sus vidas, transmitiendo toda una serie de valores, creencias, actitudes, comportamientos... Es decir, la madre era la única responsable de su socialización, lo cual provoca en ella una responsabilidad por los “frutos” de esa labor personal. Los hijos e hijas son su obra y su trabajo, si ella los ha traído al mundo, que por otro lado no es una opción sino una labro a realizar, debe responsabilizarse por educarles, orientarles y ayudarles en el desarrollo de su personalidad.

    La maternidad orientada hacia la propia mujer: Las mujeres para realizarse y ser completamente mujeres debían ser irremediablemente madres. El “estatus” de madre confería a las mujeres una adultez de la que habían carecido hasta el momento, independientemente de la edad que tuviesen, “el simple hecho de parir te convertía en una mujer hecha y derecha”. Por tanto, las mujeres veían en la maternidad la única manera clara de autorrealizarse y completar su existencia, es decir, la única manera de dar sentido a su vida.

    La maternidad orientada hacia el núcleo de la familia: Debemos tener en cuenta que nos estamos refiriendo a un núcleo familiar extenso, lo cual tendrá que ver con las familias actuales. Las mujeres “tenían a su cargo”: hijos e hijas, marido, madre, padre, suegro, suegra... y eran ellos y ellas los que debían cumplimentar las distintas necesidades que cada una de estas personas miembros le solicitaban (cariño por parte de los hijos e hijas, ternura por parte de la madre, atención por parte del padre, valoración por parte del marido, respeto por parte de la suegra, cuidados por parte de enfermos y enfermas mayores...). Las mujeres articulaban, eran el engranaje de funcionamiento, la unión, el equilibrio de toda esta extensa familia. Y es evidente que para cumplir esos difíciles papeles que se le exigían había que estar “hecha de una madera especial”: había que ser mujer y madre. Estas dos condiciones dotaban de unas cualidades especiales que le permitían orientar su vida en base a una continua proyección hacia los y las demás “la madre era madre de todos y no solamente de los hijos”.

    Todas estas funciones que realizan las mujeres desde un planteamiento de maternidad extenso es evidente que repercuten en el resto de la sociedad, desde el punto de vista de que la infinidad de tareas que llevan a cabo quedan en sus manos, liberando de obligaciones a cualquier otra institución exterior.

    Pero este concepto de maternidad que llevaban a cabo las mujeres tiene un peligro muy claro y es: su excesivo cercamiento, es decir, les ubica como elemento central de la familiar, otorgándoles infinidad de funciones que no les permite disponer de tiempo material para realizar o desarrollar las otras facetas, les condiciona su salida a lo público.

    Y lo que es evidente es que las mujeres se están moviendo dentro del rol de madre, pero les está costando muchos esfuerzos y “tradiciones mentales” personales y externas porque nos estamos moviendo en el mundo de los sentimientos y de los afectos. El amor hacia los hijos e hijas, el cariño hacia el marido, la dedicación a los padres/madres... todo eso ha convivido, los cuales resurgen de la memoria en momentos de “desajuste” a modo de “toques de atención”. Existiendo a su vez un patrón claro de lo que significaba ser una “buena madre”.

    SER MADRE

    “Abnegada”

    “Sumisa”

    “Entregada”

    “Discreta”

    “Resignada”

    “Dedicación completa”

    “Imprescindible”

    A pesar de que existen estos “toques de atención”, las mujeres están cambiando su percepción de la maternidad, los límites marcados por el rol tradicional ya no les valen, “ser madres tiene que ser algo más”. Y “ese algo más” existe y se plasma en las “nuevas madres”, a pesar de las contradicciones que están sufriendo, pero si algo tienen claro las mujeres es que no “hay vuelta atrás”.

  • MATERNIDAD HOY

  • El cambio en la concepción del término y rol de la maternidad parte de la salida de las mujeres a lo público, porque las mujeres con esta salida hacia lo hasta entonces desconocido descubren un mundo nuevo, en el que ellas tienen mucho que aportar y recoger.

    Las mujeres han descubierto que en su vida se desarrollan distintos escenarios, en cada uno de los cuales ellas tienen un papel diferente a interpretar, el eje de sentido de su vida en lo familiar y privado se ha extendido también a lo público, “las mujeres son y hacen muchas cosas”.

    Toda esta toma de conciencia de sus capacidades les hace, como era de esperar, replantearse lo heredado, lo vivido y sus vidas. Descubriendo todo un mundo de carencias así como todo un mundo de “excesos de sentido” en determinados roles.

    La maternidad pasa a ser de un papel condicionante a un papel opcional “su vida ya no debe encajar en la maternidad sino que la maternidad debe encajar en su vida”. La maternidad puede ser “analizada” de manera más o menos racional dejando de ser un estado venido por gracia divina ante el cual las mujeres sólo podían esperar.

    Pero ¿por qué el replanteamiento de la maternidad? Porque la salida a lo público ha cambiado el ritmo de vida de las mujeres, lo cual ha hecho surgir nuevos problemas y necesidades. Se ha puesto en marcha un proceso angustioso que ha provocado el replanteamiento de su existencia “¿cómo puedo ser madre?”.

    Los problemas fundamentales a los que se enfrentan actualmente las mujeres y que se parecían claramente en el discurso de los grupos son:

    • El problema de la decisión.

    • El problema de la dedicación.

    • El problema de los hijos e hijas pequeños.

    • El problema de la educación.

    * El problema de la decisión: La aparición de la posibilidad de decidir respecto al tema de la maternidad ya es en sí un problema para las mujeres, éstas se plantean un rol que es incuestionable para generaciones precedentes y que siguen presentes en los patrones introyectados, con la presión que ello supone.

    La capacidad de decidir ha provocado que las mujeres de hoy sean capaces de discernir claramente los costos que supone un hijo o una hija y las ventajas; las consecuencias positivas y negativas de traer un hijo o una hija al mundo. Y lo que la realidad actual nos demuestra es que a priori, los costos superan a las ventajas, pues la natalidad es cada vez más baja, acentuándose con mayor dramatismo en la Comunidad Autónoma de Euskadi.

    Los renuncias o costos de un hijo o una hija para las mujeres son:

    • Coste económico: hay que hacer un gran esfuerzo para poder mantener a un hijo o hija en las condiciones deseables, en un periodo de crisis y de inestabilidad laboral.

    • Coste de oportunidad: la maternidad puede suponer la pérdida del puesto de trabajo, así como un aislamiento de la vida profesional durante un tiempo, lo que dificultará el regreso posterior. Además, no hay que olvidar que la curva de la maternidad coincide exactamente con la curva de mayor progreso profesional, la elección aparece por la dificultad de simultanear los dos.

    • Coste afectivo: traer un ser al mundo significa llenarlo de cariño y ¿es todo el mundo capaz?, ¿está todo el mundo dispuesto?, ¿nos han educado para ello?

    • Coste personal: la aparición de un hijo o una hija supondrá la necesidad de mayor tiempo de atención para ese bebé lo que restará tiempo de otras esferas, incluida la personal.

    • Coste de movilidad: la independencia queda frenada ya que un niño o una niña precisa de cierta estabilidad y los tiempos laborales actuales exigen “capacidad de movimiento” y de ajuste a espacios diferentes, ante lo cual “un niño te ata”.

    Ante estos costos se producen distintas reacciones:

    • Posibilidad de tener o no tener hijos e hijas”.

    • Posibilidad de tener hijos e hijas pero planificando cuándo”: dicha planificación supone en muchos casos “jugar con los límites biológicos”, ya que se está retardando la decisión hasta edades a veces arriesgadas.

    • Posibilidad de tener, cómo y en qué condiciones”: se ha introducido un elemento nuevo en la decisión, que será el elemento pareja, ésta adquiere protagonismo a la hora de la decisión las circunstancias, será, por tanto, una decisión consensuada.

    * Problema de la dedicación: La dedicación otorgada a la maternidad tradicional era una dedicación a tiempo completo, sin embargo, hoy las mujeres no tienen tanto tiempo para la dedicación como entonces.

    Las mujeres en su introducción en lo público han multiplicado sus funciones y tareas siendo el tiempo disponible el mismo, luego la única solución es multiplicarse para poder estar en todas partes, deben compaginar el mundo privado con el mundo público, ya que la renuncia a alguno de ellos no se contempla como posibilidad en la mayoría de los casos.

    Aparece así mismo el problema centrado en el concepto de la superexigencia, el cual es entendido como una superrentabilización del tiempo dedicado a los hijos y/o hijas, “las madres tienen que ser casi perfectas en el poco tiempo que están con sus hijos e hijas”.

    ¿Cómo lo hace? Las verbalizaciones de las mujeres ponen de manifiesto las siguientes posibilidades:

    • Quitar tiempo de ellas mismas”: una vez más son las mujeres las que renuncian a su desarrollo a favor de los demás. Se trataría de ajustar el esquema tradicional de “entrega” las circunstancias y tiempos actuales.

    • “Calidad sobre cantidad”: a pesar de que el tiempo de dedicación es menor la preparación que les ha otorgado la salida a lo público les ha convertido en mujeres mucho más completas en todos los ámbitos, lo cual permitirá una dedicación más rica en menos tiempo. El problema de este planteamiento es que a nivel emocional todavía sigue priorizando la idea de que cuanto más tiempo se esté con los hijos e hijas, mejor será para éstos y éstas, aunque ello suponga renunciar al desarrollo personal.

    • “Socialización ampliada”: la socialización ya no recae en exclusividad sobre las mujeres sino que aparecen “ayudas” en esta dura tarea que facilitan su realización como pudieran ser guarderías, comedores, chicas... El inconveniente es que no cubren todas las horas necesarias, ni existe una oferta satisfactoria en número y calidad de estos servicios.

    El problema de la dedicación evidencia el conflicto interno que se produce en las mujeres cuando constatan que las necesidades de los hijos e hijas son infinitas y que ellas a diferencia de sus madres no tienen tiempo, llegan cansadas y ya no es el único ámbito del que reciben compensaciones.

    * El problema de las hijas e hijos pequeños: los hijos e hijas de corta edad exigen una dedicación y atención por parte de la madre mucho mayor, son unos años donde el “amor maternal” adquiere su identidad más fuerte, los lazos entre madre-bebé por necesidad deben ser fuertemente establecidos.

    Si a esta casi permanente dedicación, le sumamos el hecho de que exista no sólo un bebé sino que haya más de uno, ese periodo de constante dedicación se transforma en años de constante dedicación ¿con qué coste para las mujeres?

    Con respecto a las hijas e hijos pequeños, es muy difícil diferenciar el cariño de todo aquello que tiene que ver con los cuidados físicos, es a través de éstos desde los que se fortifica y consolida “el amor maternal”. Luego, por lógica cuanto más tiempo se esté con ellas y ellos se podrán cubrir más necesidades y más intenso será el vínculo; apareciendo otra vez la confusión entre cantidad y calidad. Las niñas y niños pequeños están indefensos y necesitan una atención constante, pero ello no supone que tengan que ser las mujeres las que cumplan ese papel en exclusividad no que al ámbito del “amor maternal” no pueda ser compartido por otras personas.

    Respecto a los hijos e hijas que son más mayores hay que decir que suponen en contraposición menor carga, menos trabajo y que, por tanto, la labor de crianza es más llevadera, pero entonces aparecen los problemas relacionados con la educación, los cuales pueden alcanzar importancia para las mujeres.

    * El problema de la educación: Ha desaparecido el monopolio educador que se encontraba en manos de las mujeres y se ha distribuido en otros agentes externos (escuela, amigos y amigas, mass media...). Por tanto, el foco del problema reside en que las madres creen que deben hacer el esfuerzo de aunar y coordinar todos esos agentes educadores cohesionándolos.

    Esta variedad de agentes educadores ha provocado un cambio en la identidad de la familia, ya que los hijos e hijas reciben informaciones muchas veces diversas e incluso contrapuestas respecto a transmisión de valores familiares. Los hijos e hijas son inducidos en infinidad de temas “nuevos” para los padres/madres, temas en los que anteriormente no existía educación sino experiencia personal, como pudiera ser el caso de la sexualidad.

    Existe una presión social hacia la familia en fomento de su formación, con el fin de ofrecer a los hijos e hijas una educación más completa en diversidad de campos, es decir, a la familia se le exige que se forme por medio de charlas informativas, reuniones escolares, asociaciones de padres/madres... y para todo esto se precisa de tiempo. A la familia se le exige paradójicamente tiempo del que no dispone para que pueda prepararse en infinidad de temas que implica el mundo de los hijos e hijas.

    ¿CÓMO UNIR LO TRADICIONAL Y EL HOY?

    No parece indicar que la paternidad y la maternidad son las facetas más avances se están dando, o por lo menos donde mayores inquietudes se ponen de manifiesto. El proceso de hombres y mujeres puede que no sea convergente, pero lo que no cabe duda es que hay un movimiento en un sector importante de la población.

    NUEVOS MODELOS DE MADRE: las mujeres actuales inmersas en el ámbito público y privado se encuentran con una carencia de nuevos modelos de madres, necesarios ya que los heredados no se ajustan a sus nuevos ritmos de vida y necesidades.

    EL TIEMPO DE DEDICACIÓN A LOS HIJOS E HIJAS: el tiempo disponible de dedicación a la familiar, y en este caso a los hijos e hijas, es menor del disponible por modelos maternos anteriores. La “cantidad”, la “calidad”, la “entrega”, la “resignación” son valores que se están revisando.

    RACIONALIZACIÓN DE LA AFECTIVIDAD: el pilar de sentido para modelos maternos anteriores se centraba en los hijos e hijas, hoy en día, éste comparte importancia con otros. Lo cual implica permisividad hacia la entrada del hombre en el mundo del hijo y de la hija, así como la comprensión por parte de las mujeres de que “los hijos e hijas son algo temporal en las vidas de las mujeres”.

    EL NUEVO VALOR DEL TRABAJO

    La entrada de las mujeres en el ámbito laboral coincide actualmente con una crisis económica y con un replanteamiento estructural. Aparecen necesidades como distribución del trabajo, reducción de jornada, descentralización de la producción, autoempleo... que inciden directamente en las expectativas tanto de trabajadores como de trabajadoras. El valor del trabajo está adquiriendo nuevos significados que es preciso analizar para comprender el qué sentido puede afectar a las mujeres.

    Desde los Sindicatos, Empresas de Selección Personal, Empresas de Trabajo Temporal y Multinacionales analizados se apuntan características de cómo ha de ser el “nuevo valor del trabajo” y cómo es necesaria una resituación del mismo en la vida de trabajadores y trabajadoras.

    El “nuevo valor del trabajo”, viene definido desde tres aspectos que aportan elementos configuradores del mismo:

    • Un nuevo perfil del trabajador o trabajadora.

    • Nuevos tiempos de jornada.

    • Valor femenino del trabajo.

    “EL DEMOSTRAR”

    El “demostrar” es un concepto que aparece como exigencia que se les formula a las mujeres trabajadoras, de tal manera que se las somete a un control de su tarea que certifique que son capaces de realizar su trabajo.

    Ese cuestionar su capacidad lleva asociada la duda de si las mujeres se adaptan o no a lo que el trabajo significa para los hombres. Las mujeres han invadido su terreno, y frente al derecho legal, al que no les queda más remedio que amoldarse con mayor o menos pesar, ponen en funcionamiento mecanismos de defensa en su propio terreno.

    “La mujer tiene que estar continuamente demostrando y haciendo méritos, porque te cuestionan y comentarios...”.

    (Reunión. Empresa Privada. Baja Cualificación)

    HAN DE PROBAR

    Ese poner es cuestionamiento su capacidad se traduce en una discriminación, que no queda sujeta a ninguna posible penalización legal, ya que mana de presupuestos con respecto a las mujeres y pertenecen al ámbito de valoraciones que un sexo tiene con respecto al otro.

    “La gente cree que el hombre es más capaz, y ven a un hombre diseñando y les da más seguridad. Tú, si quieres que se valore tu trabajo tienes que demostrar que vales, a ellos se les presupone”.

    (Reunión. Autónomas)

    Desde todas las profesiones y estatus analizados, se plantea la necesidad de demostrar para ser reconocidas como trabajadoras, pero podemos matizar que la propia naturaleza de la empresa pública y su método de oposición como acceso, aminora esta barrera.

    Las trabajadoras de empresas públicas, vivencian el “demostrar” como un continuo probar que se merecen estar trabajando, significa que las mujeres se ven sometidas a un nivel de exigencia mayor que los hombres en la realización de su trabajo.

    “CARGAS FAMILIARES”

    Llamamos “cargas familiares” a dos conceptos que en el mundo del trabajo se presentan como impedimentos para la igualdad de oportunidades e incorporación de las mujeres al mismo: La maternidad y los cuidados del hogar.

    La maternidad se presenta como una evidencia de barrera biológica que presupone que las mujeres son menos rentables por el coste que representan para el empresario las bajas maternales. Tiene, por tanto, un contenido eminentemente económico.

    “La baja maternal es encubiertamente motivo de despido y como están las condiciones laborales, la mujer no se puede desarrollar plenamente. El ser madre es un lujo, o tienes trabajo fijo, o renuncias”.

    (Entrevista. Periodista)

    Las mujeres son plenamente conscientes de esa barrera, de los riesgos laborales que implica hoy en día el ser madre, sobre todo si tenemos en cuenta la precariedad de muchos puestos femeninos. Por otro lado, en todas aquellas circunstancias donde existe un deseo de promoción y desarrollo profesional, éste se ve impedido por la yuxtaposición de ambas curvas: “ser madre coarta posibilidades de desarrollo profesional”.

    Se dan situaciones dramáticas que se acentúan en mujeres con una cualificación académica alta, cuyas posibilidades de ascenso son mayores y que se encuentran entre los 25 y 35 años. Se tiende así a un retraso de la maternidad y en muchos casos a la renuncia de formar familia. Es una exigencia del mercado laboral, que se traduce en una discriminación a la que nunca se enfrentan los hombres.

    “Yo estoy casada y no hay que pensar mucho para darse cuenta de que si quiero formar una familia va a ser dentro de no mucho. Eso repercute en la posibilidad de acceder a puestos de responsabilidad. Ante un currículum igual elegirán a un hombre para evitarse problemas”.

    (Entrevista. Responsable de Recursos Humanos)

    En la empresa pública, el problema está atenuado, porque es un trabajo más estable y la promoción está más reglada. Sin embargo, la consideración de los propios compañeros se convierte en una vivencia de presión.

    “Yo, la baja maternal no la tuve, a las tres semanas empecé a trabajar, porque la cara con que te miran... Las bajas maternales son las peor consideradas. Se cree que el hombre falta menos y no es cierto, Ya es hora de que se hable de la realidad del absentismo laboral”.

    (Reunión. Empresa Pública. Media Cualificación)

    La otra dimensión corresponde al significado literal de “carga familiar”, a las mujeres se les presupone una obligación con la casa, como papel fundamental a desarrollar, reproduciendo el reparto de roles tradicionales. Tiene por lo tanto un contenido de estereotipo cultural.

    Esto repercute en su desarrollo laboral de forma directa, ya que se le adjudica el papel prioritario de madres y esposas, quedando relegado, a un segundo plano, su ser trabajadoras.

    HAN DE PROBAR

    Se priva así, a las mujeres de dotar de significado propio a las facetas que quieren desarrollar y se obvia cualquier responsabilidad social para descargarles de una obligatoriedad que no es sino una adjudicación cultural de tareas que conviene mantener por la gratuidad que supone frente a los servicios comunitarios. Hoy en día no hay agentes dispuestos a relevar a las mujeres de esas funciones.

    “La casa es mucho trabajo y si alguien falta a su trabajo porque hay que llevar a los críos al médico, o hay que atender a la abuela, tengo que ser yo. La mujer trabaja fuera pero con el compromiso de no abandonar sus obligaciones de la casa”

    (Reunión. Empresa Privada. Baja Cualificación)

    Las atenciones del hogar son un freno laboral para las mujeres en estatus bajos, que no pueden delegar esas tareas o pagar a alguien para que las realice.

    “No descansas. Si tienes un día libre te dedicas a preparar todo lo de tu casa, y vivimos en un estrés continuo, que no nos permite desarrollarnos laboralmente”

    (Reunión. Autónomas)

    Se dice que las mujeres no quieren movilidad laboral, que no tienen disponibilidad total y que prefieren dedicar mayor tiempo a la familia que a formarse. Se dice también que no son ambiciosas y que no les interesa tanto un ascenso. Si esto fuera una decisión desde la libertad de poder elegir, no contemplaríamos las obligaciones familiares como una discriminación indirecta, pero la realidad expresada por las mujeres es que es una obligación, no una elección.

    Nadie asume la responsabilidad social de la familia, la maternidad y los cuidados a personas mayores o enfermas. La educación y seguimiento de la misma, la salud y cuidados en casos de enfermedad, sin contemplar aquí la casa y las tareas domésticas son competencias que se les atribuye a las mujeres y cuya presión es asumida por estas mujeres hasta crear en ellas un sentimiento de culpabilidad si no responden a las expectativas.

    Todo eso no tiene una traducción en el ámbito laboral, que hace aparecer a las mujeres como menos eficaces y con menor implicación en el puesto y en la empresa.

    “Hay veces que tengo que estar con ambas partes y eso repercute en el trabajo. Desde que tengo hijos no voy a cursos de formación y es que parece que son sólo cosa nuestra, menos para quedar bien paseándoles que eso lo hacen ellos. Te obligan a renunciar”.

    (Reunión. Empresa Pública. Media Cualificación)

    MUJERES Y TRABAJOS: UN NUEVO MODELO CULTURAL

    Un tópico ampliamente extendido afirma que las mujeres se incorporan al mercado laboral en la década de los años sesenta, aunque la realidad es otra muy distinta. La gran mayoría de las mujeres de clase baja han realizado desde la industrialización diversos trabajos remunerados: en las fábricas, de sirvientas, costureras, etc. Lo que tiene lugar hace tres décadas es un cambio cultural profundo. Hasta ese momento el modelo de trabajo de las mujeres exige que éstas se queden en casa y sean buenas esposas y buenas madres. El empleo voluntario de la mujer casada era una situación vergonzosa que significaba el abandono de su responsabilidad básica además de demostrar que su cónyuge no ganaba lo suficiente para mantener a la familia. La mujer soltera de clase baja que mantenía un trabajo remunerado lo hacía “porque no tenía más remedio” y su máxima aspiración era casarse para tener la opción de abandonar el trabajo. La mujer casada que permanece asalariada es reflejo de ser el último recurso que asegure la subsistencia familiar: “las actividades de las mujeres son poco más que una especie de apéndice de su propia miseria” Así, el trabajo asalariado no era para las mujeres ­-a diferencia de los hombres- lo que otorgaba identidad a sus vidas. Esta venía dada a través de la maternidad y el cuidado de la familia.

    En los años sesenta, el modelo cultural cambia: cae la fecundidad, aumenta la incorporación de las mujeres a la educación superior y la clase media pasa a participar masivamente en el mercado laboral, que deja de ser un destino maldito para transformarse en una reivindicación. Cambia la percepción que tienen las mujeres de sus roles como madres y como trabajadoras: desean un trabajo asalariado tanto por la valoración social como por la independencia económica que significa.

    Esto es lo que se ha denominado “la revolución silenciosa” de las mujeres, proceso que hizo visible las divisiones de género del trabajo. Desde entonces, las mujeres se mueven entre el trabajo doméstico y el trabajo asalariado y cada vez menos abandonan este último ante el nacimiento del primer hijo.

    Así y todo, su identidad no viene dada exclusivamente por su profesión y su empleo sino que tiene una doble vertiente: la profesional y la maternal. De esta manera, las mujeres se incorporan al trabajo asalariado manteniendo su trabajo doméstico, al mismo tiempo que adquieren una nueva identidad sin abandonar la que ya tenían.

    Pero este cambio de modelo cultural que realizan las mujeres no ha estado acompañado de una transformación en el conjunto de la sociedad. El mercado de trabajo sigue estructurado de acuerdo a la pauta masculina de trabajo a tiempo completo durante toda la vida adulta y la organización socio-económica se mantiene sin cambios significativos durante estas décadas: jornadas laborales, vacaciones escolares, servicios públicos, etc., siguen funcionando bajo el supuesto de que “hay alguien en casa” que cuida de niños, ancianos, enfermos, lo cual se ha traducido en una continua presión sobre el tiempo de las mujeres. Por su parte, los hombres como grupo humano tampoco han respondido a la nueva situación creada y el trabajo familiar y doméstico continúa siendo asumido mayoritariamente por las mujeres.

    En resumen, a pesar del viraje espectacular -no exento de conflictos y tensiones- realizado por las mujeres en las últimas décadas, las relaciones de género, en lo fundamental, no han cambiado y se mantiene profundas desigualdades en el campo del trabajo familiar como en el del trabajo asalariado. Como a menudo esta situación no es percibida como tal y existe más bien la creencia generalizada que sí ha habido un avance importante hacia la igualdad de oportunidades y el reparto equitativo del trabajo doméstico, parece necesario hacer mención a algunos datos y resultado que demuestran lo contrario.

    EL TRABAJO ASALARIADO ¿HACIA UNA IGUALDAD REAL?

    En relación al mercado de trabajo se pueden resaltar dos hechos que caracterizan la participación laboral de las mujeres: por una parte, un aumento de la población activa femenina incluso a pesar de la crisis económica, aunque acompañada de un mayor aumento del paro femenino y, por otra, la curva bimodal de participación laboral cambia por una U invertida más semejante a la masculina.

    Ambos hechos ayudan a confirmar el cambio estructural: el modelo dominante femenino hoy es la doble actividad de las mujeres, como madres y como trabajadoras asalariadas.

    Esto podría hacer suponer que se estaría consiguiendo una igualdad en el mercado laboral, sin embargo, todos los análisis nuevamente confirman una persistencia de discriminación en perjuicio de las mujeres.

    Dicho en breve, las mujeres ha cambiado en cuanto a su voluntad de tener un trabajo asalariado, pero ello no ha afectado a los mecanismos básicos generadores de desigualdades entre mujeres y hombres.

    Para analizarlo, es conveniente distinguir entre “empleo” como las formas de acceso al mercado de trabajo y “trabajo” (asalariado) como las condiciones específicas en que se desarrolla la actividad laboral.

    En cuanto al empleo, las manifestaciones más extendidas donde se reconstruyen las desigualdades son el paro femenino que aumenta más rápidamente que el masculino y el subempleo que se concreta de forma específica y generalizada en la jornada a tiempo parcial.

    En relación con la ocupación y el paro, los datos confirman que la tendencia creciente de la actividad femenina no ha significado progreso en la igualdad del empleo masculino y femenino; “(...) mientras que en el periodo 1984-1993 la población activa femenina aumentó un 38,7%, la población ocupada lo hizo en un 27,6%. Es decir, una parte de la mayor actividad femenina se tradujo en paro. En 1993 las mujeres representaron el 47% del total de parados y sólo un tercio de la población activa. Mientras las tasa de paro masculino era la misma que en 1984, la femenina había crecido 6 puntos”.

    En cuanto al tipo de jornada, no creemos necesario repetir aquí lo que muchas autoras y autores han demostrado: la jornada parcial se corresponde, por lo general, con un trabajo precario, con menores beneficios sociales, sin responsabilidades, sin posibilidades de promoción, con horarios nocturnos, de tarde o fines de semana, creados y ofrecidos a mujeres; y, además, encierra el peligro de legitimación de un nuevo modelo: los hombres trabajando a jornada completa en el mercado y las mujeres repartiendo su tiempo entre el trabajo doméstico y un trabajo asalariado a tiempo parcial.

    En nuestro país -aún con cifras bastante menores que en el resto de los países de la Unión Europea- las mujeres trabajando con jornada parcial aumentaron en los últimos años del 5% al 15% del total de asalariadas, los hombres, en cambio, sólo el 2% del total de asalariados.

    Además, la causa que mayoritariamente las mujeres aducen para estar en ese tipo de jornada no son las responsabilidades -como se acostumbra a señalar- sino el tipo de actividad que están realizando, lo que estaría señalando que la jornada a tiempo parcial se ofrece específicamente a mujeres y puede ser una causa importante de la segregación ocupacional.

    En cuanto al análisis del “trabajo”, es decir, a las condiciones en que se realiza la actividad, probablemente el aspecto más destacado son los mecanismos que definen los distintos grados de cualificación lo cual, naturalmente, determina los niveles salariales. Hace ya tiempo que muchas autoras pusieron en evidencia que el concepto de cualificación -mecanismo más utilizado para establecer desigualdades- estaba construido socialmente. De acuerdo a ello, se puede hablar, por una parte, de cualificaciones formales, que serían las adquiridas en el mercado o en el puesto de trabajo; respecto a las cuales muchas mujeres quedan excluidas de trabajos cualificados porque han tenido más dificultades que los hombres para realizar determinados aprendizajes formales. Por otra parte, existen las cualificaciones informales o tácitas que en el caso de las mujeres se refieren a aquellas que se adquieren en la familia y permiten que las mujeres realicen trabajos que implican competencias complejas, pero que, sin embargo, no se designan como cualificaciones, por lo que el mercado no las reconoce.

    La historia en este caso nos puede servir como banco de pruebas de diversos tipos de situaciones que tienen que ver con la “cualificación” y el trabajo de las mujeres, a saber, cómo las empresas utilizan “cualificaciones femeninas” pero no las remuneran; cómo determinados trabajos considerados femeninos tienen una valoración menor que aquellos catalogados como masculinos y, en consecuencia, gozan de menores salarios, o cómo los procesos de valorización y desvalorización muchas veces se corresponden con los procesos de masculinización o feminización.

    Dichos procesos de valorización y desvalorización se desarrollan en una especie de círculo vicioso que reproduce continuamente la escasa valoración de la experiencia femenina tanto en el trabajo de producción como en doméstico y familiar. SCOTT y TILLY lo definen como una tarea de SÍSIFO: los sectores masculinos donde comienzan a valorarse, se masculinizan. Desde el importante trabajo de estas autoras, se han ido estudiando diversos procesos y sectores que confirman la anterior afirmación.

    El caso de la Compañía Telefónica es paradigmático. El proceso de transformaciones tecnológicas iniciado en 1925 por la compañía se concreta en un proceso de feminización de los servicios de atención al público. Las cualificaciones de telefonista se presentaban como específicamente femeninas: una capacidad única de gestión de las relaciones y de los conflictos personales y el conocimiento de formas de gestión complejas del tiempo, propias del trabajo femenino en la familia. Las mujeres reunían así características que para la empresa eran vitales y, por tanto, consideradas una mano de obra preferente para este tipo de trabajo. A pesar de esto, los salarios eran más bajos, por la “menor cualificación”.

    Otro ejemplo lo encontramos en el sector administrativo que con el desarrollo de la máquina de escribir pasa a de ser masculino y altamente valorizado a convertirse en femenino y desvalorizado. Así, contrariamente a lo que muchas veces se aduce para justificar los menores salarios femeninos, en este caso la desvalorización va acompañada de una mayor mecanización. También en la industria de la confección cuando los aspectos cualificados del trabajo de los cortadores -que a diferencia del trabajo de las costureras se consideraba cualificado porque era artesanal- es asumido por máquinas cortadoras computerizadas, los hombres se las ingenian para que su trabajo continúe considerándose cualificado.

    En fin, la literatura es bastante amplia al respecto y todos los estudios nos remiten a la misma cuestión: las diferencias de género juegan un papel crucial en las definiciones de las cualificaciones u de los trabajos. Esto se concreta en que las mujeres, por una parte, quedan excluidas de determinados trabajos considerados masculinos, entre otros, las profesiones de mayor prestigio y, por otra, cuando son asignadas a determinados trabajos -catálogos femeninos- que implican competencias complejas no se les reconoce cualificación.

    En resumen, en una primera lectura rápida se podría afirmar que las mujeres han recorrido un camino, que se ha conseguido eliminar algunas discriminaciones, que se debe seguir en ello y que es posible que en algún futuro se consiga una igualdad cualitativa y cuantitativa con los hombres. Pero, la situación no se ve tan clara. Por una parte, las dos fuentes de desigualdades básicas con rasgos estructurales -la permanente desigualdad de las mujeres en el empleo y el trabajo asalariado y la ausencia de equidad con los hombres en las tareas relacionadas con el trabajo doméstico y familiar- poco se han modificado. Por otra, la actual situación de crisis económica y los recortes del Estado de Bienestar no favorecen el proceso de autonomía e independencia de las mujeres. La incorporación de las mujeres al mercado de trabajo, a la educación superior y la caída de la fecundidad no constituyen por sí solos mecanismos que tiendan a consolidar la igualdad de mujeres y hombres. Nada garantiza que los avances conseguidos no sean reversibles.

    NUEVAS TECNOLOGÍAS E INICIATIVAS EMPRESARIALES DE LAS MUJERES

    La discontinuidad laboral es una característica muy frecuente en la población femenina y hay que hacer de ella una ventaja y no un handicap. La oportunidad de formarse y reciclarse a medio camino de su vida laboral se puede aprovechar para incorporarse a los sectores y actividades más avanzadas, como forma de contrarrestar la gran cantidad de inconvenientes que esa misma discontinuidad laboral para el empleo femenino que, habitualmente, es mirado con recelo y desconfianza por parte de los empleados.

    Una vía de creación de empleos femeninos, que ha aumentado recientemente, es la creación por parte de las mujeres, de sus propias empresas. La OCDE (organización para el Desarrollo Económico), que agrupa a la mayoría de los países industrializados de Europa y América del Norte, y de la que España forma parte desde hace años, anima activamente estas iniciativas.

    Recientemente la OCDE organizó en Francia un seminario sobre este tema, poniendo de manifiesto las experiencias que en este campo se están llevando a cabo en otros países. En Estados Unidos las mujeres crean tres veces más empresas que los hombres. En Canadá, de cada tres empresas nuevas, una es organizada por una mujer. En Suecia las mujeres constituyen una de cada tres empresas de nieva creación. Y en algunos casos, como en Australia, el número de mujeres que optan por una actividad independiente crece más rápidamente que el de las mujeres asalariadas. Hay que ver en ello una reacción atrevida y original a las dificultadas y prejuicios que se oponen, frecuentemente, al empleo femenino.

    La actividad empresarial de las mujeres no deja de ofrecer problemas, pues se enfrenta a la falta de confianza de los bancos y los Institutos de Crédito, pero se supone un aumento potencial del empleo femenino, pues las mujeres como empleadores son menos sexistas que los hombres y, a la hora de contratar trabajadores, tienden a dar empleo, a su vez, a otras mujeres.

    Estas iniciativas empresariales de las mujeres se ven apoyadas muy frecuentemente por las Nuevas Tecnologías, en tanto y en cuanto éstas favorecen los procesos, las comunicaciones, y permiten que ciertos servicios se realicen con una infraestructura mucho más reducida. A partir del propio domicilio, por ejemplo, se organizan empresas de servicios en las que se ocupan mujeres con horarios muy variados. Si un teléfono y una terminal de ordenador son suficientes para comenzar ciertas actividades empresariales, las mujeres, que tienen, por regla general, menor capacidad financiera, encuentran mayores oportunidades de ponerlas en marcha.

    Estas iniciativas empresariales de mujeres vienen apoyadas por las asociaciones de mujeres empresarias, que florecen en todos los países y crecen en cuanto al número de sus miembros. Estas iniciativas femeninas son muy importantes, ya que contribuyen a reducir el paro y crear potencialmente más empleos femeninos que otras empresas, pero lo son también en tanto y en cuanto niegan la imagen tradicional de la mujer pasiva y quiebran el estereotipo de que algunas mujeres no tienen capacidad de decisión, no saben dar órdenes, organizar a la gente o crear ideas nuevas.

    Podríamos hablar, por tanto, de un fenómeno social superior al tecnológico, que es el que hace que la mujer se vea más afectada por la supresión de puestos de trabajo o que el hombre responda mejor a la disponibilidad exigida por las empresas, por ejemplo, para el reciclaje tecnológico o el perfil técnico requerido por los nuevos empleos. Una de las claves radica, fundamentalmente, en que la falta de formación de la mujer está creando una masculinización -por defecto- de los puestos más tecnificados.

    Por otra parte, este fenómeno sociológico remite a la posición de la mujer ante el mercado de trabajo, fuertemente motivada ante su incorporación al trabajo asalariado pero con unos horizontes más cortos que el varón, en general, ante la permanencia o la defensa del empleo; esto hace más manipulable a la hora de negociar el abandono del puesto de trabajo.

    En resumen, el tema de las Nuevas Tecnologías plantea una serie de cuestiones hoy muy abiertas, susceptibles a ser debatidas y a promover investigaciones, hoy escasísimas, en relación a la cuestión de la mujer. Entendemos que es avance de las Nuevas Tecnologías es imparable y creemos que abren numerosas posibilidades para el mundo del trabajo, en la medida en que puede asegurar un porvenir más competitivo, pero únicamente a través d la información y formación generalizada se puede evitar que se ahonden las diferencias que amenazan, particularmente, el futuro de las mujeres.

    POSICIÓN DE LA MUJER ANTE EL TRABAJO EXTRADOMÉSTICO

    En general, se pueden distinguir dos tipos de posturas que la mujer asume frente al trabajo extradoméstico: una primera favorable y una segunda restrictiva.

    En la primera, se podrían apreciar motivaciones que van desde su contemplación como un derecho al trabajo, hasta su consideración como una simple necesidad económica. En el segundo caso, se pueden observar dos tipos de obstáculos para el reconocimiento del derecho al trabajo de la mujer. Un primero, en donde dada una situación de paro laboral, la mujer aparecería como una usurpadora de puestos de trabajo del hombre, y un segundo tipo de obstáculo que argumenta y sostiene al primero, donde la concepción del trabajo extradoméstico aparece asumido naturalmente por el hombre en tanto que cabeza de familia.

    La razón primera de reivindicación de un puesto en el mercado de trabajo es la igualdad sexual de cara a las oportunidades de trabajo, más allá de toda consideración de necesidad económica o situación familiar.

    • “Entonces, empezando que yo me considero igual que un hombre, desde el punto de vista como si fuera un hombre, yo no me considero ni más ni menos que él. Entiendo que si un puesto de trabajo lo pueden conseguir, yo también, si no tenemos más puestos de trabajo es porque no nos lo hemos propuesto, yo pienso eso, para mí. Ningún hombre es superior a mí”.

    • “Pero es que hay que partir de la base de que hoy en día no es que la mujer trabaje o el hombre trabaje, ya no es que el trabajo sea sólo para el hombre, aunque sea albañil, picapedrero o lo que sea, que el trabajo sea sólo para el hombre. Hoy en día la mujer tiene tanto derecho a seguir trabajando, a estar trabajando como el hombre” (R.G. Nº 5).

    • “Que no digo eso, que me parece bien, lógicamente, cuando estás necesitada no vas a estar mirando... No me refiero a eso, digo que por qué vamos a trabajar sólo las mujeres cuando nuestro marido está en el paro o cuando no tiene problema...”.

    Esta perspectiva de trabajo extradoméstico como derecho puede reacentuarse en el caso de considerar una eventual formación profesional de la mujer.

    • “Yo pienso que si una persona tiene una profesión, ha estudiado unos años, tiene una carrera, me parece ridículo que esté, si puede trabajar, si tiene oportunidad de trabajar... No todo el mundo que ha hecho una carrera...”.

    • “Me parece ridículo que no trabaje...”.

    • Que no trabajemos por el hecho de ser mujer” (R.G. Nº 5).

    La legitimidad puede ser absoluta en el caso en que la mujer lo necesite económicamente, para sí o para sus hijos e hijas.

    • “Yo estaría deseando dejarlo y tener más hijos, si no tengo más hijos es por eso. Voy porque lo necesito (a trabajar)”.

    • “He estado muchos años trabajando con ellos pero lo tuve que dejar y de hecho, no volvería a trabajar otra vez de fijo, más que por necesidad ante mis hijos. Yo sigo pensando que hoy en día tener que trabajar...” (R.G. Nº 5)

    Esta situación de obligatoriedad está frecuentemente propiciada por la insolvencia del marido, bajos ingresos o paro.

    • “También es cierto que cuanto más se gana más se quiere. Yo, por ejemplo, considero que lo que gana esta señora, por ejemplo... Hemos estado comentándolo abajo, el marido gana diez mil pesetas al mes... Eso sí lo comprendo, está trabajando por necesidad, más necesidad que ninguna...”.

    • “Yo creo que por necesidad trabajamos casi todas...” (R.G. Nº 5).

    Concretamente a esta aceptación general del derecho al trabajo para la mujer, existen una serie de opiniones que invalidan este derecho a través del argumento del paro del hombre. Paradójicamente estas consideraciones se dan en el interior del grupo de mujeres casadas de edad mediana (26-35) en el cual todas trabajan. Y es que en última instancia, en los grupos de edad más avanzada, el trabajo está de manera dominante ligado a la necesidad económica y esa necesidad en general, viene a estar causada por la situación de paro en que se hallan sus maridos. El grupo es particularmente revelador de las estrategias de valoración general del derecho de la mujer al trabajo.

    • “Bueno, yo lo que quiero decir, a mí me da mucha rabia... una vez vi a dos mujeres picando, yo me decía: están picando, su marido también trabajando. Están quitando puestos al mío que no está trabajando”.

    • “Lo más triste que hay es eso. Yo no opino que la mujer no tenga que trabajar y el hombre sí, yo pienso que tiene que trabajar, de acuerdo, el que sea. Pero hay muchos padres de familia y hay una casa con hijos sin trabajo. Es denigrante que hoy en día con afán que tenemos las mujeres de que somos iguales que los hombres...” (R.G. Nº 5).

    Más ligadas a representaciones culturales dominantes, y menos a la formulación general de intereses particulares, parecen aquellas opiniones vertidas en defensa de un mantenimiento o reproducción de una tradicional atribución sexual de roles.

    • “Bueno y hoy día, además, es que todo está tan mal. Por ejemplo, aquí el trabajo que tengo en igualdad de oportunidades dices bueno... casi, casi la coja un chico, ¡no es que yo piense! Si, a lo mejor yo veo un trabajo lo cojo por mí. Pero, en otro lado, dices, tienes hermano, tienes no sé qué, y dices bueno, en el fondo casi lo entiendes hasta que el que te va a coger diga: Bueno un hombre al fin y al cabo tiene que mantener la casa... la idea de siempre ¿no?, pero es que esas ideas como las sigues teniendo, la idea de que, bueno, entre un chico y una chica pues al fin y al cabo que encuentre un novio y que el novio trabaje” (R.G. N.º 4).

    En este aspecto el rol del hombre en tanto que agente principal de la reproducción de la división sexual del trabajo, juega un papel importante en el mantenimiento de la mujer fuera del mercado de trabajo.

    • “ Pero que hay una problemática. Yo conozco a una señora que decía lo mismo que esta amiga de tu madre. Decía que estaba harta, que no podía más con su marido y que quería buscarse un trabajo. Él la criticaba diciendo: Es que eres una mujer que sólo vives para freír huevos. No sirves para otra cosa. Esta mujer, después de ser tan insultada y humillada, buscó trabajo y esa misma mujer al buscar y encontrar trabajo y ser económicamente más fuerte fue criticada por el mismo hombre y le dijo el hombre: ya está bien, estás dejando el hogar y nos estás dejando abandonados. Y dejó de nuevo el trabajo. O sea, que si trabajas mal, si no trabajas mal” (R.G. N.º 2).

    • “Claro. Y ahora mismo digo, 20 años..., he entregado todo..., no se me ha dejado trabajar. Porque a mí me dijo: No, tú trabajar, no. En casa tú para mí y para tus hijas. No. Hoy en día hay esa comodidad, de que puedas seguir. No, antes había que dejar el puesto de trabajo. En tiempo de Franco” (R.G. N.º 1).

    En un plano definido por las relaciones surgidas en “la lucha” por la distribución de oportunidades sociales, los argumentos o estrategias articuladas en una división sexual del trabajo se entrelazan con argumentos económicos: el trabajo extradoméstico de la mujer es criticado por su eventual destino al consumo superfluo por la “malversación” que esto representa de un lugar reservado a un hombre cabeza de familia.

    • “Hay muchas que trabajan para vestir ellas, simplemente” (R.G. N.º 5).

    Un sector de la población femenina trabaja con el objetivo de procurarse un “dinero suplementario”, y en ocasiones, con el fin de romper el ámbito de aislamiento o desocupación que suponen las tareas del ama de casa.

    • “Yo más tengo por libertad económica. Porque, por ejemplo, puede decir: Este mes me puedo comprar esto, pues con respecto al sueldo que tengo, ¿no? Pero si había unos ingresos más, igual...”.

    • Si, eso es verdad” (R.G. N.º 3).

    • “Sí, lo valoran”.

    • “No. No. Y yo me llevé muy bien. Que conste que yo, lo único que tengo con él es que yo insisto en que las tardes, ocupar mi tiempo libre..., y eso no me lo entre en la cabeza” (R.G. N.º 1).

    • Oye siempre no vas a estar de escaparates. No vas a estar siempre así, porque eso ya te termina de aburrir”.

    • “Pues no, no, no. Que ni hablar. Que con lo que él trae ya tiene suficiente. O tenemos suficiente para comer y me estoy en mi casa. En lo que yo no estoy de acuerdo con él, porque yo necesito otra clase de satisfacción. Entonces, en ese aspecto chocamos los dos. Él, en que no quiere, y que yo sigo con la mía de querer. Pero, claro, ahí esté el problema, ¿dónde?” (R.G. N.º 1).

    De cara al mercado de trabajo la mujer sufre una serie de discriminaciones. La falta de formación profesional y estudios, así como la autopercepción limitativa conferida al propio sexo, marcarían una tendencia al relegamiento de la mujer a trabajos mal retribuidos o ajenos a las normas y leyes laborales; en suma a la economía sumergida.

    • “Porque, claro, a mi no me satisfacía ganarme un duro aquel día. Yo quería..., pues, quería que..., le dé todas. Pues que si tenía unas vacaciones que me las pagaban, quería, el día de mañana, una jubilación, quería, si estaba enferma, una baja, quería una Seguridad Social”.

    • Yo estaba cosiendo ya algo en casa pero no me compensaba nada. En casa me estaban tomando el pelo..., trabajaba con costura en un taller de Santurce, para abriguitos de niños..., o sea, ropita pequeña de niño..., abrigos fundamentalmente..., y, claro, aquella señora se... de gente si estábamos en casa, que criábamos a los hijos y a la vez que cosíamos. Y no había manera de que entrara por aro. Cada vez que la decías, si es que estos es poquísimo, si es que no sacan nada. Bah, pues a mí, la que no esté contenta que se vaya, porque a mí lo que me sobran son modistas” (R.G. N.º 5).

    Fuera de la distribución de oportunidades de trabajo, según criterios de formación y estudios, aparecen criterios de selección en el mercado de trabajo que aparentan responder a problemas de rentabilidad contrastadas con las características de la mujer.

    • “Lo que pasa es que las mujeres, también, luego tienen más problemas que los hombres, date cuenta que una mujer...”.

    • “Es muy fácil, lo entiendo perfectamente, si yo tuviera una empresa pequeña, preferiría coger hombres a mujeres”.

    • “Simplemente la mujer se queda embarazada, y si tienes buen embarazo va muy bien, pero como empiece con problemas de aborto, que empiece a vomitar, se está nueve meses en la cama más los tres meses de baja, vacaciones... Y no te quiero contar... Que si me duele porque me va a bajar la regla o no me duele, patatín y patatán... Los hombres no tienen esos problemas” (R.G. N.º 5).

    Sin embargo, la evidencia de existencia de la discriminación parece remitir más rotundamente a un problema de sexismo aún vigente en la sociedad en su conjunto.

    • “Cuando una mujer, actualmente, va a pedir trabajo se sigue valorando aún más el nivel del hombre. Al menos es lo que veo en mi empresa y en todos los sitios. El hombre está por delante de la mujer. O sea, que tú vas, por ejemplo, a pedir un trabajo a alguien y siempre está la predisposición a dar ese trabajo, si se puede, a un hombre y en segundo lugar a la mujer” (R.G. N.º 5).

    • “Es que hay muchas mujeres que están mejor capacitadas que los hombres y ellos entran a trabajar antes” (R.G. N.º4).

    • “Es que la mujer en muchísimos sitios en igualdad de opción, tienes igual una carrera, lo mismo, lo que sea, ofreces lo mismo y dicen sí, pero es que... ¿está casada o soltera? Soltera. ¿Tienes novio?, no sé qué y ahí te preguntan mil cosas y al final acaban diciendo no. Porque es uno de los problemas, yo lo entiendo, en ese lado lo entiendo, vamos, me parece injustificado pero si fuese empresa igual lo haría”.

    • “Trabajo, pienso yo”.

    • “Trabajo porque se encuentra más discriminación entre las mujeres que entre los hombres a la hora de encontrar trabajo”.

    • “Sí, porque a pesar de todo lo que se ha dicho hasta ahora de que todo va mejorando, yo creo que más o menos todo sigue igual, ha cambiado algo pero muy poco en su cuestión de trabajo” (R.G. N. º 4).

    En relación a la familia, el trabajo extradoméstico tiene una incidencia que se manifiesta de diferentes maneras. El mayor problema puede cifrarse en la duplicidad de roles laborales que debe realizar la mujer. En muchos casos, trabajar fuera no supone una descarga o reparto del trabajo doméstico: ni el marido, ni la familia colaboran.

    * “Porque es una necesidad y estáis en esa situación, pero no están educados para ello... Si te hace algo, hoy he hecho esto, -te he hecho-... ya te he hecho la cama, o ya te he hecho la cama, o ya te he hecho... A mí no me está haciendo nada, está haciendo lo que es suyo, lo mismo que mío. Entonces llegas a casa, igual llegas del trabajo o de lo que sea hasta las narices, todo. Claro, te hace muy poco o hacen muy poco.”

    COMPROBACIÓN DE HIPÓTESIS

    Tras haber hecho las investigaciones pertinentes, podemos decir que la hipótesis “el acceso de la mujer al mundo laboral ha provocado cambios de mentalidad profundos en la sociedad, ya que las mujeres en la actualidad son consideradas como personas que tienen los mismos derechos y las mismas aspiraciones que los hombres, en todos los sentidos. En definitiva, la sociedad ha experimentado una transformación en cuanto a los roles tradicionales de la mujer ya que ahora los roles se reparten más entre los hombres y mujeres” es cierta. De todas maneras, hay que señalar que el cambio más profundo se ha dado en la mentalidad de las propias mujeres. Hemos visto como era la mujer tradicional y la mujer de hoy y cómo ha cambiado su ideología y su forma de pensar y actuar. Aún así, hemos podido comprobar que la mujer se encuentra todavía con muchos obstáculos en su camino: la mentalidad ha cambiado pero no lo suficiente.

    La hipótesis “la mentalidad de las mujeres ha cambiado respecto al trabajo, y se han puesto metas de trabajo fuera del hogar, porque se han dado cuenta de que tienen los mismos derechos que cualquiera otra persona, y, además, porque hoy en día tienen más acceso a estudios superiores por lo que cada vez están más cualificadas para ocupar cargos importantes” ha sido también comprobada en este trabajo. La mentalidad de la mujer ha cambiado, afectando a su forma de actuar respecto al trabajo, a la maternidad, a los trabajos domésticos, etc.

    La tercera hipótesis también es cierta: “la mujer es consciente de la necesidad de una independencia económica y para ello necesita trabajar, esta independencia económica les es necesaria para no tener que depender económicamente de nadie, y poder ser dueñas de su vida”. Las mujeres quieren ser independientes como cualquier otra persona. Y para ellos trabajan. Sin embargo, aún se les sigue criticando que por ello “abandonen a la familia y los trabajos del hogar”. Por ello a las mujeres les cuesta sentirse bien consigo mismas.

    Hay otra hipótesis que también hemos verificado. Es la siguiente: “La familia ha sufrido cambios importantes desde la masiva incorporación vienen determinados porque la mujer al trabajar fuera ya no puede ocuparse ella sola de la familia, y, además, hoy en día se tienen menos hijos, entonces se pasa de familia numerosa a familia nuclear. Hoy en día también el trabajo del hogar está más repartido entre todos los miembros de la familiar”. La familia ha cambiado como consecuencia de la incorporación de la mujer al mundo laboral. Al trabajar, tiene menos tiempo para dedicarse a sus hijos. Y por otra parte un embarazo hace que la situación de la mujer en el trabajo corra peligro. Hoy en día, aunque parezca increíble, se sigue despidiendo a las mujeres por quedar embarazadas.

    Hay una última hipótesis que hemos podido verificar: ”Aunque la sociedad ha cambiado y paulatinamente ve bien el que la mujer trabaje fuera del hogar, sigue existiendo discriminación laboral, como por ejemplo, por el mismo trabajo que hacen los hombres, ellas están peor pagadas y tienen más difícil el acceso a puestos de mando”. Y no sólo esto, además de estar peor pagadas, se les dan menos facilidades para montar sus propias iniciativas empresariales, y se las contrata menos.

    TRABAJO DE CUATRIMESTRE:

    LA MUJER Y EL TRABAJO

    CONCLUSIONES

    La inserción de la mujer en el mercado laboral ha sido lo que ha abierto las puertas al cambio profundo que se está produciendo en la sociedad en cuanto a los roles antiguamente designados a cada sexo. En función de esto, se está dando una igualación en dichos roles. Este cambio se debe a que la mujer ha tenido que evolucionar en cuanto a su concepción de sí misma como persona para darse cuenta de que puede y debe acceder al mundo laboral en iguales condiciones que los hombres.

    A pesar de que ha habido cambios positivos, hay sectores de la sociedad que no aceptan el cambio que ha sufrido la mujer, y esto se demuestra en las discriminaciones laborales que sufren algunas mujeres. Estas discriminaciones sólo se producen sobre la base del sexo, y no por otras razones.

    En cuanto al cambio producido en la mentalidad de la mujer, podemos decir que tradicionalmente, la mujer tenía unos valores que la llevaban a estar volcada en el trabajo familiar y hogareño. Actualmente, se está asistiendo a un cambio en estos valores tradicionales y que lleva a la mujer a tener unos valores que la lleven a sentirse realizada como mujer y cumplir las expectativas que se han planteado. La mujer es en gran medida el sujeto del cambio (cambio de roles, costumbres, formas e ideas), pero no podemos olvidar que también es el objeto del cambio, ya que las mujeres perciben, reciben y absorben todos los aspectos que la rodean.

    Aquí también hay que decir que la mujer quiere salir del ámbito familiar (casa) para tener su independencia económica y así no tener que depender de nadie.

    La mujer también tiene derecho a acceder a los mismos puestos de trabajo que los hombres, ya que están igualmente cualificadas para ello. Y si dos personas (hombre y mujer) tienen el mismo puesto de trabajo, tienen que tener la misma retribución salarial aunque uno de ellos sea mujer. La mujer tiene el derecho a no sufrir la desigualdad en el trabajo y tiene todo el derecho a acceder al mercado laboral, ya que las condiciones y valores de la sociedad está cambiando.

    Una de las funciones principales que tenía la mujer era la maternidad. Este hecho no se ha visto exento de cambios. Antes, la mujer llevaba la maternidad en un ámbito privado, dentro del hogar. Todas las funciones de la mujer se encontraban dentro del hogar. La madre era la única responsable de los hijos porque ella los había traído al mundo. Además, se consideraba que una mujer sólo podía realizarse como tal si tenía hijos. Por último, la mujer era el pilar de la familiar, puesto que cuidaba de los hijos, el marido, sus padres, sus suegros, etc. La mujer, así, estaba cercada en su hogar y no tenía tiempo para desarrollar otras facetas de su vida.

    El cambio de la maternidad se da cuando ésta sale a lo público. Las mujeres han descubierto múltiples facetas en su vida. De manera que la maternidad pasa de ser un factor condicionante a ser un factor opcional; es decir, ahora las mujeres podemos decidir si queremos o no tener hijos. Pero hay varios problemas en relación con la maternidad que salen a la luz con la incorporación de la mujer al mercado laboral, y es la dedicación a los hijos. Ahora se prefiere la calidad a la cantidad.

    Por desgracia, las mujeres se ven muy poco apoyadas en el trabajo cuando se trata de los hijos: bajas maternales, faltas por tener que llevar a los hijos al médico, etc., están absolutamente mal vistos casos.

    SE PRESUPONE:

    MENOR CALIDAD

    SE SUPONE:

    - CONOCIMIENTOS

    - HABILIDADES

    - SABER TRABAJAR

    “DEMOSTRAR”

    CARGAS

    FAMILIARES

    PRESUPONE:

    NO RENTABILIDAD

    - NO

    MATERNIDAD

    - NO CARGAS

    FAMILIARES

    - DISPONIBILIDAD

    - MOVILIDAD

    - TRABAJO

    PRIORIDAD

    SUPONE:

    ANTEPONER LOS ESTEREOTIPOS DE GÉNERO

    • FALTA DE CREDIBILIDAD

    • CONTROL DE SU TRABAJO

    • CUESTIONA SU VALÍA




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    Enviado por:Ziortza Rekakoetxea
    Idioma: castellano
    País: España

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