Mitología


Mitos de la región de Magallanes


Universidad de Magallanes

Facultad de Humanidades y

Ciencias Sociales.

Dpto. Educ. Y Humanidades

LEYENDAS Y MITOS

DE LA

REGIÓN DE MAGALLANES

Carrera: Educación Gral. Básica

Asignatura: Lenguaje y Comunicación I.

Docente:

INDICE

CONTENIDOS PÁG

Introducción...…………………………………………………………………1

Cuando mandaban las mujeres…...……………………………………………2

El pato Quetru y Otras…………………………………………………………3

La lechuza y Otras……………………………………………..………………4

El arco iris, hermano del sol y Otras……………………..……………………5

La creación del mundo………………………………………………………...6

El Mwono y Otras……………………………………………………………..7

Ayayema y Otras………………………………………………………………8

La familia yoaloj………………………………………………………………9

Quinjinteca burlado por su mujer…………………………………………….10

El canto del viejo Guanaco y Otras…………………………………………..11

El poblamiento de Karunkinká……………………………………………….12

Lucha entre gigantes y Otras…………………………………………………13

Ya Vuelan los Ibis……………………………………………………………14

Umoara vence al monstruo…………………………………………………...15

Otra hazaña de Umoara………………………………………………………16

La ballena de la ensenada del pájaro…………………………………………17

Los cormoranes y Otros……………………………………………………...18

La nutria marina……………………………………………………………...19

El Chincol y la Lloica………………………………………………………..20

Las dos estrellas……………………………………………………………...23

La ballena envenenada……………………………………………………….29

El color de la nieve…………………………………………………………...30

La leyenda del calafate……………………………………………………….31

El dedo del indio patagón…………………………………………………….32

El oro del diablo……………………………………………………………...33

La silla del diablo y Otra……………………………………………………..34

La historia de una botella de oro…………………………………………….35

Leyenda de los entierros y Otras…..…………………………………………36

Aparición de los espíritus…………………………………………………….37

La carroza blanca…………………………………………………………….38

El fantasma…………………………………………………………………...39

El fantasma de Leonora………………………………………………………40

El puesto embrujado………………………………………………………….42

El refugio de los brujos y otros………………………………………………43

La goleta negra……………………………………………………………….44

El misterio del Malborough………………………………………………….45

La virgen de Tierra del Fuego………………………………………………..46

El jardín del puesto …………………………………………………………..48

La vieja reencarnada…………………………………………………………50

Doña Encarnación…………………………………………………………...51

La luz mala…………………………………………………………………...53

¿Duende en Río de los Ciervos?......................................................................54

Hija de la nieve……………………………………………………………….56

Leyenda del Cerro los Ladrones……………………………………………..57

El almacén del Caleuche……………………………………………………..58

La viuda negra………………………………………………………………..59

El hombre que se ve en la luna y Otros………………………………………61

El cementerio y Otros………………………………………………………...62

El mito de Sara Braun………………………………………………………..63

La niña de blanco…………………………………………………………….64

El indio desconocido…………………………………………………………65

Conclusión…………………………………………………………………....66

INTRODUCCIÓN

Es muy importante destacar la diferencia que existe entre Leyenda y Mito, entendemos por Leyenda toda historia fantástica o imaginada que las personas cuentan como si hubiera ocurrido de verdad y por Mito aquellas historias que relatan aventuras y hazañas realizadas por algún personaje antiguo.

En el presente trabajo presentaremos diversas leyendas y mitos acontecidos en la región de Magallanes y Antártica Chilena, no sólo abocándonos a las leyendas populares que se escuchan cotidianamente en la ciudad, sino también aquellas historias indígenas que representan el pasado histórico de nuestra región, recalcando que todas ellas afectan en la cultura y en la idiosincrasia de las personas que hoy aquí residen.

CUANDO MANDABAN LAS MUJERES

Antiguamente, las mujeres habían inventado una ceremonia secreta que utilizaban para sojuzgar a los hombres.

La poderosa Luna inventó este secreto juego. Las mujeres se pintaban el cuerpo y se ponían capuchones en la cabeza representando espíritus que bajaban desde el cielo o salían de la tierra para aterrorizar a los hombres. No obstante, un día, el Sol, que era esposo de la Luna, descubrió el secreto: vio que dos mujeres que se bañaban riéndose y escucho sus comentarios acerca de las falsedades mediante las cuales sometían a los cándidos varones. El Sol que era eximio cazador y muy inteligente, se dio cuenta del engaño y comunicó a los demás hombres su descubrimiento. Entonces, premunidos de grandes palos asaltaron la gran cabaña donde se reunían las mujeres, dieron muerte a todas perdonando solo a las niñas pequeñas que eran inocentes a tales representaciones.

También la Luna fue golpeada y lanzada sobre el fuego, pero logro escapar y subió al cielo. El Sol salió en su persecución para castigarla y hoy aún se la ve huyendo en el espacio.

Luego, los hombres decidieron celebrar sus propias ceremonias y someter perpetuamente a las mujeres.

EL PATO QUETRU

Una mujer anciana, en compañía de sus hijas, también logro huir de aquella atroz matanza. Protegió con su capa a sus hijas llegando con ellas a orillas del mar convertidas en patos quetrus.

EL PATO ZAMBULLIDOR

Escapando a la gran matanza de las mujeres cuando fueron sorprendidas por los hombres, Okholh saltó a una gran cascada, convirtiéndose de inmediato en un pato zambullidor.

Desde entonces, este animal muestra su brillante plumaje y su rápida zambullida en ríos y cascadas.

LA BANDURRIA

Un joven selknam, que participaba en la matanza de las mujeres, abuso de algunos cadáveres. Luego de tan deplorable acto, se transformo en una bandurria; por eso esta ave lleva una marca en el cuello para recordar el deshonor cometido.

LA LECHUZA

La lechuza era una mujer llamada K´uumits, provenía del sur al igual que la Luna. Su marido era el gorrión CHEIP y venía del oeste como el Sol.

Cheip cazaba guanacos, carne que desagradaba a su mujer. Una vez que este salió de cacería, K´uumits aprovechó la oportunidad para matar con un arpón a su cuñado. Trozo y asó su cuerpo. Cuando estaba próxima a disfrutar de la comida llego Cheip preguntando ¿Donde está mi hermano? A lo cual su mujer respondió “no lo sé”.

Cheip, buscando a su hermano, descubrió debajo de una manta una cadera. Al ser descubierta, Kúumits se transformó en una lechuza alejándose en la noche y desde entonces se ríe mofándose por haber podido comer a su cuñado.


EL CONDOR Y EL CORMORAN

A Kwaweishen, curandero robusto y de malos sentimientos que provenía del sur, donde el agua se congela, al no tener nada par beber se le secó la médula.

Una vez participó en una lucha selknam, enfrentándose con Kiayeshk. Como esté acostumbraba a jugar sucio, trató de romperle la espalda a su contendor. Kiayeshk reaccionó de inmediato tomándolo con tal fuerza de la cabellera, que esta se levanto formándose un copete, con la otra mano apretó el cuello del malévolo curandero, dejándole una marca blanca que ostenta hasta hoy día transformándolo en cóndor ( karkaai, llamado así por su graznido. A su vez Kiayeshk se convirtió en cormorán con el espinazo rígido como hasta ahora se le ve.

EL ARCO IRIS, HERMANO DEL SOL

La belleza del arco iris, que siempre ostentaba luminosos colores, proviene de las pinturas que usaba como hombre, pues aventajaba a todos en el adorno de su cuerpo.

LA LUNA, HANUJA, ESPOSA DEL ARCO IRIS

Hanuja, su mujer se transformó en la Luna. Acá, en esta tierra, era la más bella de todas, digna de su hermoso esposo. Desgraciadamente, su carácter no correspondía de manera alguna a su aspecto físico: era dominante e intrigante, ella indujo a las mujeres a establecer el matriarcado.

Del matrimonio con Acainij provenía su hermosísimo hijo que falleció a tierna edad. La madre, muy desconsolada con esta pérdida, se hirió con un cuchillo la cara para exteriorizar su tristeza, saliendo de las llagas mucha sangre. Es fácil reconocer esas sajaduras en la faz de la Luna y a veces también se le ve enrojecida debido a la sangre que derramó.

LA CREACIÓN DEL MUNDO

El mundo es creación de Watauinewa, el ancianísimo. En el origen de todas las cosas existía únicamente Él, y cuando todo haya terminado, solo Él sobrevivirá.

Mucho tiempo después que Él formara la Tierra, llegaron al archipiélago los miembros de la familia Yoaloj que emigró desde el norte hacia las tierras de los Yámanas. Mas tarde, llegó la familia del Sol (Lem), a la que pertenecía la cuñada, la Luna (Hanuja), y su hermano, el Arco Iris (Acainij).

Luego llegaron muchas otras familias.

Época de héroes, sus componentes no eran, sin embargo, iguales a los actuales seres humanos, ni llevaban una vida similar a la nuestra.

En el cielo los astros y las estrellas, la tierra era una planicie sin vientos, lluvias o nevazones y tampoco existía la muerte. Además, había pocos animales, pues la mayor parte de las especies sólo se generaron en una transformación cósmica posterior, en que muchos de aquellos lejanos progenitores se convirtieron en variedades conocidas.

EL SOL YAMANA

Antiguamente, cuando gobernaban las mujeres, bajo el mando de la Luna, fueron debidamente castigadas por Sol, al ser descubiertas.

El Sol se dirigió al firmamento donde lo vemos ahora. Frente a éste, siempre en un lugar opuesto a él, se ve la Tierra del Fuego con mucha frecuencia a su hermano, el Arco Iris.

Todavía podemos reconocer fácilmente el buen carácter y el solícito genio del Sol, pues abandona de noche la Tierra del Fuego para ofrecer su luz también a otros pueblos que viven lejos de ella; sin embargo, en la madrugada, siempre reaparece. Cuando vivía en la tierra como hombre, todas las mujeres estaban enamoradas de él.

MWONO

Este es el espíritu de la cima de las montañas, de los glaciares y del ruido. Es menos dañino que ayayema y Kawtcho, pues su dominio y acción recae sobre los que osan trepar la montaña o aventurarse por los glaciares. Mwono manda las avalanchas, arrastrando grandes peñascos tierra y árboles sembrando la destrucción a su paso.

EL DILUVIO

Cuando la Luna se vio vencida por los hombres, recurrió a un ardid para conservar su dominio; desencadenó un terrible nevazón, en la que todos, los hombres y las mujeres, debían perecer.

Reinaba un frío tan espantoso que toda la tierra fue cubierta con una gruesa capa de hielo. Fue esto la causa, al parecer, por la cual Lem ascendió al cielo. Sus vivificantes rayos hicieron derretirse esos hielos, pero sus masas eran tan enormes que se produjo un diluvio. Se presentó éste con tanta rapidez que muchos no alcanzaron a llegar a sus canoas para salvarse. Las aguas crecieron de tal manera que cubrieron toda la tierra. Afortunadamente, hubo cinco cumbres que sobresalieron a esta catástrofe. Es fácil reconocer en esos cerros la playa que formaron las aguas y los troncos en que amarraron las canoas y que ahora están petrificados.

AYAYEMA

Ayayema, espíritu del mal, es muy temido por los qawashkar, dispone de las fuerzas naturales y en especial del viento del noroeste, que vuelca las canoas. El alarga las llamas de la fogata hasta quemar la cabaña; lo mismo, al crepitar, sus brasas queman la piel desnuda. Ayayema mora en los pantanos y cuando el campamento ésta dormido toma posesión de los indígenas. En su avance subterráneo penetra en las cabañas e impone su presencia maléfica en los sueños, causando las enfermedades y las muertes.

Tiene olor a pobredumbre. Cuando del suelo de al cabaña empiezan a emanar olores, es signo de al presencia de Ayayema, entonces es preciso mudarse de campamento.

KAWTCHO

Kawtcho, al igual que Ayayema, es espíritu rondador de la noche. Durante el día camina bajo la tierra; en la noche emerge par caminar sobre la playa. Su presencia es percibida por los perros, que arman gran algarabía al sentir su olor a pobredumbre. Los indígenas permanecen en guardia en sus cabañas. Si algún hombre fuera sorprendido caminando por la playa de noche, sentiría la mano ganchuda de este gigante estrechándole la cara y vaciándole los ojos hasta darle muerte.

Ataca por detrás, su fuerza es tan grande que nadie puede escapársele; es invulnerable. En su cabeza ostenta una especie de clavos duros a la manera de cabellos, con un bonete sobre ella; En el pecho, sólido como el fierro lleva dos luces que lo guían en sus correrías por las playas.

En algunas noches de tempestad, los qawashkar, jóvenes o viejos pretenden ver las luces de Kawtcho.

LA FAMILIA YOÁLOJ

Esta familia había recorrido gran parte de la tierra antes de llegar al canal Beagle. Los hermanos de esta familia enseñaron a los hombres cuanto necesitaban saber para vivir.

El mayor de ellos juntó numerosas piedrecillas y se divertía golpeándolas unas contra otras. Entre ella se encontraba la obsidiana que daba chispas.

Recogió una vez un montón de finas plumas y logró hacerlas arder. Luego agregó astillas y leña y de este modo inventó el arte de hacer fuego. Desde entonces se puede asar la carne. Feliz con su invento, el joven manifestó que procuraría que el fuego nunca se apagara. Sin embargo, su hermano se opuso, pues expresó que los hombres debían trabajar y convenía que ellos mismos se esforzaran por producirlo.

La hermana mayor se destacaba por sus sabios consejos. Inventó la punta de la flecha y un magnífico instrumento, pero el menor se opuso alegando que convenía que ellos mismos se empeñasen creando sus propias herramientas.

QUIJINTECA BURLADO POR SU MUJER

Quinjinteca, el vari común (ave de rapiña), vivía con su mujer y su hermano menor soltero.

Pasado algún tiempo estos últimos se enamoraron. Quinjinteca, dándose cuenta del engaño, no dijo nada a su hermano, pero amenazó a su mujer con convertirse en ave de rapiña con grandes garras si continuaba siendo infiel.

Como la amenaza no surtió efecto, Quinjinteca decidió irse al bosque a realizar sus propósitos. Construyó una cabaña en la copa de un árbol y decidió observar todos los movimientos de las aves.

Al cabo de un tiempo volvió a su cabaña. Lo recibió su hermano mofándose de él, pues aún seguía en amores con su mujer. La situación lo enfureció de tal manera que poco a poco perdió el habla, comenzando a graznar, también sus extremidades se transformaron y quedó convertido en vari.

Esto regocijó a los amantes, pues pensaron que ya no los molestaría más; se dirigieron al árbol donde Quinjinteca tenía su nido y se burlaron de él.

Al escuchar sus palabras, el vari emprendió el vuelo lanzándose en picada sobre la pareja, a ella la tomó con sus fuertes garras y la subió a su guarida; en seguida, numerosos pajarillos la despedazaron y se la comieron.

Al conocerse la noticia, todos pensaron que la venganza de Quinjinteca era justa, pues se había transgredido el mandamiento de Watauineva que prohíbe a la esposa ser infiel.

EL CANTO DEL VIEJO GUANACO

Cuando aun era hombre, el viejo guanaco llamo a sus hijas y les comunico que estaba por morir: “Cuando muera, enterradme en la tierra blanca, no muy profundamente, dejadme la cabeza y los hombros afuera. Realizareis los ritos del duelo alejándose y lamentando mi muerte con vuestros cantos, entonces se les acercara un hombre muy parecido a mí que les pedirá un favor, concédanselo”.

Cuando murió, las hijas hicieron lo que su viejo padre les solicitara. Mientras se alejaban entonando tristes cánticos, él salió de la fosa, olfateando y orinando al mismo tiempo que las perseguía. Al darles alcance les dijo: yo soy el hombre del que vuestro padre les habló, “hagamos el amor”. Una de ellas logro escapar, pero al hacer el viejo el amor con su otra hija, los dos quedaron convertidos en guanacos. Así comenzaron a existieron los guanacos.

KWONYIPE Y LOS GUANACOS

Kwonyipe es el culpable que los guanacos se volvieran salvajes: Él poseía grandes rebaños de guanacos mansos, como era la costumbre de aquella época. Un animal ataca a su hijo y lo hirió gravemente. Kwonyipe, muy enojado, tomo un leño encendido y castigo severamente al guanaco culpable. Este se retira a la espesura del bosque para reponerse de sus heridas, ahí se encontró con el zorro que le increpo lo tonto que era por creer en los hombres, pues ellos solo los criaban con el objeto de comerlos una vez crecidos. Además, si ellos podían correr más rápido que el hombre, por qué no retirarse a vivir libremente en el bosque, como los otros animales. El guanaco quedo pensativo y luego fue hablar con el rebaño. Volvieron al bosque y, desde ese día, los selknam tuvieron que salir a cazar para obtener así la carne.

EL POBLAMIENTO DE KARUKINKA

Los antepasados de los selknam desde las tierras lejanas situadas al norte del estrecho de Magallanes. Tras mucho caminar, sorteando grandes extensiones de tierra rodeadas de agua, ingresaban al territorio llamado Karukinká. En esta nueva tierra permanecían el tiempo necesario para cazar antes de regresar a su lugar de origen.

Sucedió en una oportunidad que encontrándose un grupo de cazadores en Karukinká sobrevino un gran cataclismo con temblores de tierra, grandes relámpagos y torrenciales lluvias. Cuando amaino el temporal, los cazadores quisieron regresar a sus hogares, pero no encontraron los pasos de tierra que unían ambas partes del territorio: estaban invadidos por las aguas.

Desde entonces, dichos indígenas quedaron confinados a esta tierra separad del continente. Las familias aisladas lograron aclimatarse en esta tierra llamada Karukinká y formaron un nuevo pueblo.

LUCHA ENTRE GIGANTES

Cuentan que un día Kwanyip sorprendió al malvado gigante Chaskel, que era antropófago y tenía preferencia por los niños, con un gran saco a sus espaldas. Kwanyip, adivinado su cargamento, le preguntó por su contenido, Chaskel respondió violentamente trabándose ambos en una feroz lucha.

Dicen que la contienda se llevó a cabo en un lago de poca profundidad y cercano a las orillas del lago Kami (hoy lago Fagnano. Kwanyip, estando encima de Chaskel, logró hundir la cabeza de aquél en el agua ahogándolo.

De esta forma se puso fin a tan perverso personaje y a la matanza de inocentes niños.

Se señala que el hacer referencia a diferentes acciones de antropofagia en la mitología selknam no significa que fuese practicada por ellos, sino por el contrario, ésta era profundamente aborrecida por todos los grupos aborígenes.

EL DUENDE HABSHI

Habshi, el duendecillo selknam, es de color castaño oscuro como los de los árboles muertos de donde proviene. Se le encuentra siempre rondando cerca de los bosques quemados. Es grueso, glotón, ruidoso, invulnerable a las fechas e increíblemente fuerte. Este solitario duende vaga de noche por el bosque gritando cooh-cooh, cooh-cooh y causando destrozos en los campamentos. Al sentir sus gritos, todos se ponen en guardia temeroso, ya que si Habshi descubre un campamento desocupado revuelve todo mezclando los enseres de un toldo en otro, vaciando las bolsas de agua sobre el fuego, volcando las chozas y si encuentra cabezas de guanaco, las parte para comerse los sesos que le gustan mucho.

YA VUELAN LOS IBIS

Antiguamente, cuando una vez más se acercaba la primavera, un ibis sobrevoló la cabaña de un yámana; éste, gritando de alegría, se lo comunicó a los otros miembros del campamento, todos contentos decían: “llego la primavera, ya vuelan los ibis”. Pero el ibis es un ave muy delicada y especial, es por eso que se molestó con el alboroto de aquellos hombres, mujeres y niños y desencadenó una copiosa nevada. Desde entonces, cayó nieve durante meses, cubriendo la tierra con una gruesa capa de hielo. Murieron muchos hombres, pues no podían subir a sus canoas para salir a cazar. No pudiendo abandonar sus cabañas para procurarse la leña a causa de la nieve, seguían muriendo muchos otros.

Por fin, después de mucho tiempo, cesó la nevazón. Al despejarse el cielo, apareció el Sol radiante sobre la tierra, derritiéndose el hielo que la cubría, con sus cálidos rayos.

De esta manera corrió mucho agua por los canales y hacia el mar, quedando visibles sólo algunas cumbres.

El Sol, que resplandecía muy fuerte, quemó los árboles de la montaña y, al derretir el agua de los canales, los indígenas pudieron salir en sus canoas en busca de alimento. Sin embargo, aún se ve una capa de hielo en la falda de la montaña que ya era demasiado gruesa y el Sol no pudo derretir.

Como todo este trastorno lo causo el ibis, que es un ave muy delicada y sensible, los Yámanas tienen cuidado cuando la ven acercarse a sus toldos: se quedan quietos y hacen callar a los niños.

UMOARA VENCE AL MOSTRUO

Hace muchos años atrás, vivía en una caverna, en la parte sur de la isla Gabler, un espantoso monstruo con aspecto de un león, toro y foca. Vigilaba el mar que rodeaba la isla, devorando a todos los que osaban acercarse a sus proximidades. Si alguna canoa desprevenida se aproximaba por esas aguas, el monstruo destruía la embarcación devorando a sus tripulantes.

Este monstruo había sembrado el terror por todas las islas. Un día, el joven Umoara decidió salir en su busca para librar a su país de tal amenaza.

Umoara era chico de cuerpo, valiente, resuelto y muy diestro en el manejo de todas las armas de caza. Salió en su canoa en busca del monstruo; éste, viendo que se acercaba tan temerario, creyó que era presa fácil, y se aprestaba a devorarlo cuando Umoara con su honda le lanzó una piedra que le dio en un ojo; otra, disparad con igual destreza, lo dejo ciego. Esto le facilitó la tarea a Umoara quien con su arco le disparó varias fechas y lo remató con el arpón.

Cargando a monstruo, se dirigió a su isla donde todos le agradecieron celebrando con una gran fiesta el haberlos librado de tan sanguinario monstruo.

OTRA HAZAÑA DE UMOARA

En las costas de la isla Hoste, vivía un monstruo que gustaba de violar a las mujeres. Él era producto de los amores de un peñasco y de una mujer.

A las mujeres de la región las hacía presa de su deseo, pues se veían forzadas a ser complacientes con él para librarse de su crueldad. Los hombres no se atrevían a intervenir, asustados por la ferocidad del monstruo, y sus mujeres seguían cautivas.

Umoara alentado por el éxito obtenido con el gigante de la isla Gabler, salió al encuentro de la isla Hoste. Este gigante era de gran fuerza física y tenía un solo lugar vulnerable en su cuerpo: el talón.

Por suerte, Umoara lo encontró enfermo en su guarida y le fue relativamente fácil darle muerte. Así devolvió la tranquilidad a sus compatriotas y la libertad a las mujeres raptadas.

LA BALLENA DE LA ENSENADA DEL PÁJARO

En territorio yagán, sobre la ensenada del Pájaro Carpintero, encalló una vez una enorme ballena. Como es sabido entre los indígenas, el primero que se encuentra al animal tiene derecho a faenarlo. Los últimos en llegar al festín siempre se quejaban de no conseguir las porciones apetecidas.

Sucedió que cuando un grupo de yáganse cortaban la carne con cuchillos de piedra como era costumbre en aquella época, apareció en la orilla del bosque un grupo de haush (indígena que poblaron Tierra del Fuego, preferentemente por el lado Argentino) los que dejaron sus arcos y fechas en un lugar visible y se encaminaron a participar de la comilona. Esto contrarió a los yáganse, los que luego de ofrecerles carne cayeron repentinamente sobre ellos matándolos a todos, con excepción del viejo hechicero Kawhayulh al que finalmente decidieron dar muerte también cortándole la cabeza.

La cabeza, al separarse del cuerpo, lanzó una gran carcajada, se dio vuelta riéndose y a gran velocidad se internó en el bosque. Según dicen, se dirigió hasta el Cabo san Diego, luego viajó de oeste a norte por el Atlántico, para luego penetrar en tierra selknam, propagando una epidemia. Una vez cumplida su misión, riéndose, se encaminó a las montañas del sur. El que se encuentran con ella está condenado a morir como castigo por el asesinato del viejo hechicero.

LOS CORMORANES

Existe en la región diversos tipos de cormoranes o cuervos marinos, como el cormorán de las rocas y el cormorán de patas rojas.

Cuentan que en los tiempos de la sequía E´etej, el cormorán de las rocas, era muy egoísta, pues descubrió un pozo y a nadie reveló su secreto.

Dándose cuenta Hwashenim, el cormorán de patas rojas, que Eétej siempre estaba feliz y de buen humor, presumió que este tenía una aguada donde beber.

La familia de hwashenimse dedicó a observar a la de E´etej y pudo ver cuando pasó un grupo precedido por E´etej en dirección al pozo. Los Hwashenim cayeron por sorpresa sobre ellos, empujándolos hacia abajo, y bebieron hasta saciar su espantosa sed.

Hasta el día de hoy, el grito de E´etej es é, é, é y resuena fuerte, pues su garganta aún está húmeda, en cambio el grito de Hwashenim suena eh´eh´eh´, ronco por la sed que padeció. Por el mismo motivo, siempre se encuentran en los barrancos a los Hwashenim sobre lo E´etej. También estos últimos siempre vuelan con al cabeza hacia atrás temiendo que alguien los siga.

EL PÁJARO CARPINTERO NEGRO

Lana, el pájaro carpintero negro, vivía junto con su hermano en casa de sus padres. Lo que ellos no sabían es que en un escondite del aquellos dos hermanos se amaban en secreto. De esta forma transgredían el precepto yagán que prohíbe el incesto.

Al conocerse su comportamiento, fueron amenazados con terribles castigos, pero, a pesar de ello, seguían juntándose.

El padre, indignado, los recriminó, les pinto con tierra roja la cabeza en señal de su mal comportamiento y los echó de la casa. Se retiraron al bosque donde, hasta el día de hoy, el pájaro carpintero negro cohabita con su hermana.

LA NUTRIA MARINA

Ayapuj, la nutria, vivía en una misma cabaña junto a sus cinco cuñados. Estos se burlaban constantemente de él. Aburrido de esta situación, se traslada vivir en un promontorio vecino. Allí decide tomar venganza y con este fin simula haber descubierto una ballena varada; los cuñados ven la señal de humo y mandan al hermano menor a inspeccionar. Al llegar, éste no ve ninguna ballena, y, como el lugar está resbaladizo, cae. Ayapuj aprovecha esta situación para dispararle su arpón. Vuelve a hacer señales de humo y así, sucesivamente, tres hermanos más corren la misma suerte.

El mayor, sospechando que algo les ha ocurrido a sus hermanos, se dirige con sus armas hacia la playa; allá se encuentra con Ayapuj que lo invita a pasar a su cabaña; éste acepta, pero, receloso, entra por la puerta de atrás. Los cadáveres de sus cuatros hermanos yacían en el suelo de la cabaña. Se abalanzo sobre Ayapuj cortándole las manos y pies para enseguida darle muerte.

Lo ocurrido explica por qué este animal vive debajo de la tierra y también por qué sus extremidades le quedaron tan cortas.

EL CHINCOL Y LA LLOICA

Llegaron a Karukinká dos pequeñas piraguas: una venía de donde sopla el viento, serpenteando por los canales australes, y arribo tan cansada, tan fatigada de bracear, los remos tan ateridos, que por poco se hunde antes de llegar; la otra apareció por donde sale el sol, mar afuera de los canales patagónicos, llego alegre y lozana, con su gran vela al viento blanca como las alas del cisne. Cada una hizo su recalada y de cada una de ellas desembarco un hombre: uno era pequeño de brazos muy fuertes, de pelo muy lacio, de piel muy brillosa, de ojos muy vivos de voz muy sonora; el otro ere alto; de pierna muy largas, de pelo muy negro, de color muy tostado, de ojos muy sumisos de voz muy graves. El uno se llamaba Agusá y el otro se llamaba Ubira. Ambos se pusieron a caminar tierra adentro al fin se encontraron una tarde cuando el sol entumecido se empañaba en las primeras sombras. Se miraron, se hablaron cada cual a su modo, entendiéndose muy bien con los gestos y quedaron amigos cortaron muchas ramas, golpearon sus piedras de fuego y encendieron una gran hoguera junto a la cual se acurrucaron así pasaron los dos indios forasteros su primera noche austral. A medida que el tiempo transcurría, mayor se fue asiendo la amistad entre estos dos únicos habitantes de Karukinká. No se separaban nunca y en los trabajos se ayudaban y complementaban aportando cada uno sus artes nativas. Juntos paseaban, juntos salían a cazar, juntos exploraban el indiviso feudo, juntos recordaban la remota choza y la ruca lejana y soñaban en lo por venir. Y eran absolutamente felices.

Pero he aquí lo que ocurrió cierta mañana: estaban desollando un guanaco, cuando oyeron un grito inusitado que estremeció el robledal, un grito de alguien que se dolía. Se miraron consternados creyeron al principio que seria el aullido de un zorro, pensaron después que acaso se tratase de ulular del viento en las ramas retorcidas de los coigües, sospecharon al fin que fuera cosa de hechicería; pero el grito se repitió, ahora mas próximo y sin lugar a dudas: era un grito humano.

Alborotaron ellos a su vez, avanzando hacia la espesura y a poco andar vieron salir del matorral a una mujer. Vacilaron entre huir o atacarla; mas la joven los miro con tal dulzura y gracia, que acabaron por acercársele. Era esbelta, rubia, blanca como la nieve con unos ojos tan claros como el cielo pero a veces verdeaban como el agua de las lagunas muertas.

¿De donde venía aquella extraña mujer? ¿A dónde iba? ¿Qué quería? El caso es que se le acercó familiarmente, lo saludó como antiguos conocidos, y, sin que nadie se lo pidiese, avivó las brasas y puso la carne de guanaco al fuego.

Los primeros días compartieron los tres el mismo kaowe en alegre camaradería. Ella se mostraba muy contenta y ellos no recataban su dicha. “Ya somos tres para cazar y pescar - pensaban-, y así nos esforzaremos menos y comeremos mejor”.

La tierra fueguina hubiera sido para ellos un verdadero edén si el más joven de los indios no hubiese caído enfermo, y tan grave se puso, que, una noche después de un largo delirio, quedó como muerto. Su amigo lo miraba sin saber qué hacer ni qué decir; pero ella que todas las mañanas lo obsequiaba con tiernas callampas y sabrosos calafates buscados con afán apenas rompía la aurora, empezó a llorar y a mesase los cabellos; y, cuando lo vio todo perdido , se inclinó sobre el moribundo y lo cubrió de caricias y besos.

-¡Ubira! ¡Ubira! -sollozaba-. Nunca más mis ojos volverán a verte. Nunca más mis manos volverán a estar entre las tuyas... ¿Por qué no me muero yo también para estar siempre contigo? Salvóse el enfermo pero huyeron del toldo, para siempre, la confianza y la alegría. Agusá empezó a odiar a su compañero y terminó deseándole la muerte desde lo más íntimo de su alma.

No tardaron en separase cada cual hizo su albergue y sólo de tarde en tarde se acompañaban, más para discutir y pelear que para conversar y ayudarse. Cuando Hayen los acompañaba (que así llamaron a la aparecida por el grito que lanzó cuando la oyeron por primera vez), se moderaban un poco; pero cuando se quedaban solos: ¡que de injurias y amenazas se decían! El uno pensaba: “No debo matarlo, por que ella odiaría al asesino, y tarde o temprano Ubira volverá a enfermar y acaba por morirse”.

El otro meditaba: “Es mejor esperar; ella me ama y terminara por venirse conmigo para siempre”. Y lo cierto es que ella quería a los dos, por que en ambos encontraba bellezas y virtudes.

Una vez que la joven se atraso mas de lo acostumbrado, Ubira fue intranquilo a preguntarle a su vecino. -¿A donde abra ido?- Eres tú el que debe seguir sus pasos, y si por acompañarla no vuelves más, tanto mejor. Este principio de dialogo subió pronto a disputa, y acabaron por lanzarse el uno contra el otro en salvaje pelea. Parecían dos animales enfurecidos. Cuando quedaron cubiertos de sangre y medios despellejados, Hayen apareció a lo lejos y les grito: - Sosegaos y haced la paz, por que sino, seréis malditos. Pero ellos sólo se ocupaban de desahogar aquel encono que les anegaba el corazón.-Abrazaos en mi nombre, sino, por segunda y tercera vez nos digo que serías maldito volvió a clamar Hayen, que el lugar de aproximárseles, se alejaba. Y ellos sordos a las súplicas, continuaban su lucha con furia aún mayor. La maldición cayó en verdad sobre los contendientes. Por sobres sus cabezas paso una ráfaga de viento helado que desbarató los rústicos albergues, apago las fogatas y estremeció los árboles del bosque. Poco a poco, a medida que avanzaba la lucha, los dos que fueran amigos se iban transformando en los bichos más despreciados y asquerosos: primero en arañas, luego en cangrejos, después en ratones. No se veían pero veían todo lo demás: los peñascales, las raíces, los charcos..., y veían a Hayen que los contemplaba desde lo alto del cerro más distante y que también se iba transformando hasta ser una sombra, luego una llama, y finalmente un resplandor que se apago al lucir la primera estrella. En la aurora del nuevo día, Ubira y Agusá eran dos pájaros, dos pobres pajaritos marcados por todas las señales de la pelea: uno tenía las plumas de la cabeza revuelta y los ojos desorbitados y el otro todo el pecho rojo de sangre.

Por estas tierras del sur todos sabemos que las avecillas se llaman Chincol y Lloica, pero sólo los indios conocen su verdadera historia.

LAS DOS ESTRELLAS

Costelen, era sentimental, melancólico, suave de palabras y deseos; con el rostro siempre dibujado con trazos blancos, pescaba de sol a sol a la orilla del lago, y de noche cuando los muertos se aparecen en forma de estrellas solía salir al descampado para mejor conversar con ellos y contarles sus anhelos. Al tiempo de al iniciación, eligió por esposa a la dulce Olengue, cuya bondad y cariño llenaban su vida de tierna felicidad y con quien formaba la pareja más querida de la comarca.

Anequen era violento, despótico; solitario siempre, pasaba su vida cazando en la más tupida espesura de los bosques, y, como los guerreros, untaba su cuerpo con pintura roja. No sabía lo que era un afecto, ni un amor; cuando los camaradas conseguían hablarles y les preguntaba por qué no se preocupaba de buscar compañera, respondía:-¿Para qué? Yo me vasto sólo.

Pero en al tribu del río Sheke, de donde provenía Anequen había tenido una mujer una bella muchacha que un día, cansada de los malos tratos y a las palabras y hirientes, intentó huir de su lado. Anequen temblando de furor, había disparado la flecha con que tenía derecho a inmovilizar sus piernas, pero dio en la espalda de la mujer y la mató. Nadie en la toldería creyó que esa tragedia se debiera a un accidente, aún cuando Anequen juraba que la diosa Tano, la que viene de las entrañas de la tierra, había torcido la dirección de la saeta. Por eso Anequen no tenía mujer ni quería tenerla. Cuando sentía el deseo, la tomaba sin importarle la venganza de los otros, pues para eso estaban sus fuertes brazos y su Habilidad en la pelea solitario en su Kaowe, pasaba tardes enteras preparando sus armas, repletando la aljaba con fechas de aguda punta que todos conocían por sus vistosas plumas de avutarda y por la increíble distancia que alcanzaban.

Costelen procuraba no cruzarse en el camino de Anequen, desde una vez que este quiso pelear y aquel rehuyo afablemente la disputa. Pero un día se encontraron en la estrecha senda que bordeaba el ventisquero.

Uno venía de pescar y otro de la cacería; aquel con el shorren vacío, yeste con el pecho y al espalda cargada de presas que le pintaban hasta la rodilla oscuros manchones de sangre. Anequen se río escandalosamente al ver el morral vacío que pendía del hombro de Costelen.- No sirves para nada- lo increpó-.Eres tan inútil como los caranchos. Me das lastima. Toma llévale de comer a tu mujer. Y le arrojo las piezas a un caliente de su cacería.

Costelen las recibió en pleno rostro como una bofetada. Ciego de furor se abalanzo contra Anequen. Y este fuerte como un colgué, ágil como un felino, impetuoso como la sudestada, lo derribó, golpeándolo furiosamente hasta quitarle la vida.

Cuando llegó a la toldería la noticia de la lucha y el desastroso fin de Costelen, un clamor de llantos se escapo de todos los pechos. La tribu entera proclamaba agritos su dolor. Las mujeres se arrastraban desmelenadas por el pedregal batiendo la frente contra los guijarros y los hombres se dolían con lamentos semejantes a los aullidos del vendaval. Olengue, la viuda se arañaba las carnes con esquirlas de huesos. Hombres y mujeres, viejos y niños, se cortaron los cabellos, dejando apenas un cerco que les daba un aspecto siniestro, y se ennegrecieron la cara para expresar mejor el duelo, pintura que mantendrían durante seis lunas para cumplir el rito fúnebre.

Trajeron el cadáver sobre unas angarillas, lo envolvieron en su propia capa y lo entablillaron para mantenerlo rígido; lo fajaron después en lonjas de cueros delineándoles cuidadosamente la cabeza, y a su alrededor profirieron enloquecidos clamoreos, cuyo rumor se extendía hasta muy lejos. Luego de quemar las vestiduras del muerto, a la mañana siguiente fueron a enterrarlo al pie de una barranquilla, cubriendo la sepultura de modo que nadie pudiese reconocerla y profanar el cadáver, oculto bajo una gruesa capa de piedra para que los zorros-los zorros malditos-no huronease jamás en los restos queridos. El Mehn, el espíritu la sombra del muerto, ya estaba muy lejos presenciando

Impasible a la ceremonia; pero los huesos allí quedaban, lejos de las sendas, en el lugar por donde nadie transitaba.

Los parientes se ocuparon del sostenimiento de Olengue la viuda, pero Aneque haciendo valer de acuerdo a la ley de Oneisin, sus derechos de homicida que mata en franca lucha, pero en realidad deseoso de lograr una última victoria sobre el desdichado enemigo, la reclamó como naa, es decir por esposa.

Ante lo inexorable de los preceptos ancestrales, Olengue tuvo que casarse. Poco a poco en el cazador montañés e fueron notando muchos cambios se elevaba de su dura condición a una más tranquila y cordial convivencia, encontrándose mas sensible a medida que se tornaba más humano. Ya ansiaba el deleite de una compañía respetuosa; ya apreciaba los agrados conyugales y gustaba de ellos con dulce complacencia; ya gozaba del encanto de la conversación prolongada hasta los primeros parpadeos del sueño.

Sabia que Olengue no lo amaba, pero una esperanza recóndita le anunciaba que alguna vez podría conseguir su cariño. Para atraer su admiración, emprendió arriesgadas y difíciles que nadie en la toldería hubiese intentado; desafiando a las tribus enemigas, mató pumas feroces que asolaban la comarca, hizo increíble cacerías de lobos marinos; pero Olenque, que no dejaba de reconocer su coraje y su destreza, continuaba sin amarlo.

Acariciaba a los niños, respetaba a los ancianos, protegía a los débiles, regalaba a las mozas, cedía siempre su lugar a cualquier vecino que se lo disputase, y de este modo consiguió primero el perdón, después el respeto y más tarde el afecto de cuantos lo rodeaban. Pero Olengue seguía sin poder amarlo, a pesar de ser dócil y obediente.

Nunca pudo Aequen reprocharle una negligencia, una palabra áspera, un gesto impropio; hasta tal punto que todos los miembros de la tribu estaban convencidos de que eran el she y la naa más felices de Oneisín, y los ponían como un ejemplo para satisfacción de los viejos y esperanza de los jóvenes. Sólo entre Aneken y Olengue estaba clara la verdad. Y él se preguntaba angustiado.

“¿Qué más puede querer?...Suyo es el she más valiente de al toldería, el cazador afortunado, el caminante incansable, el amante generoso; suyos son los collares más lindos, las pieles más raras, las diademas más valiosas, las presas más apetecibles”.

Mas he aquí que el despertar una noche, percibió que Olengue soñaba en voz alta diciendo palabras dulces y tiernas, mezcladas con un nombre que brotaba de sus labios suavemente: ¡Costelen!

No se desesperó, a pesar de todo, y aun llegó a experimentar el placer de perdonarle aquel recuerdo en el que revivían, en un instante del sueño, los primeros amores.

Pero otra noche la escena se repitió, con caracteres más sombríos; al nombre de Costelen, dicho otra vez con igual ternura, siguió el suyo-Aneken-, pronunciado con dureza y rencor. Y otra noche más en el sopor de la pesadilla, Olengue mezcló los dos nombres; y en la crispación de sus manos, en el temblor de su piel, en la mueca de sus labios, notó que en el nombre evocado seguía palpitando la pasión y que el suyo era dicho con odio: la bella Olengue, en la inconsciencia del sueño, repetía: -“Yi she..., yi she Costelen”.

No pudo más, se levantó, empuño el arco y salió del kaowe dispuesto a no volver.

Nevaba copiosamente. La pampa aparecía inmensa y el silencio se extendía sobre el paisaje. Sus pasos marcaban en la nieve huellas que el viento iba borrando. Caminaba cada vez con más prisa; era preciso alejarse cuanto antes de aquel lugar siniestro. Obsesionado con sus preocupaciones, atravesó como un fantasma el sudario de la noche. La claridad del alba se difundió por el cielo. Ya no nevaba. Las de densos nubarrones empujados por el viento naciente corrían por el suelo como un funesto escalofrío. Helaba, pero él se sentía envuelto en un halito febril. Entrado el día, se encontró frente al bosque que marcaba la primera estribación de la cordillera. Una idea la perseguía: “¿de qué me ha valido ser bueno? ¿De qué me sirvió humillarme si no he conseguido el cariño de una mujer? La vida es lucha; nada se consigue con buenos sentimientos; ¡sólo por la fuerza se puede dominar el corazón humano! Sin embargo...”

Y la imagen de Costelen volvía a surgir en su conciencia con un gesto del dulzura que negaba las duras razones del cazador, porque Costelen, tan suave y cordial, había conseguido el amor de aquella Olengue que le llamaba en sus sueños “yi she”, esposo mío.

Tuvo horror y vergüenza de sí mismo. La sombra del rival asesinado continuaba implacable su venganza; lo había castigado en el trama de los sueños de Olengue y lo volvía a castigar ahora en esta persecución de su conciencia.

Continuó penetrando en la espesura sin saber hacia donde iba, perdiéndose en la inmensidad boscosa que lo apretaba cada vez más en un cerco de sombras. Varias veces se detuvo, creyendo que lo seguían.

De pronto oyó unos gritos que parecían decir cujucuju; era el trágico castañetear que llenaba de pavor hasta a los guerreros más valientes: era Hasché, el espíritu del árbol seco, que se acercaba queriendo estrangularlo; oyó las pisadas ágiles de Quemanta, el espíritu del árbol vivo, que horroriza cuando se aparece en la alborada coronado de musgo y con un gran manto de verdor; vio el palo justiciero de Short, el espíritu de las piedras blancas, que alcanzaban en su castigo a los que eran más seguros, el cual pasó ante sus ojos arrastrando de la mano a Jalpen, la veleidosa dueña de las tormentas; rozó la túnica llameante de Tano, la diosa ruin que viene de las entrañas de la tierra; notó las mancha de Oleming, el espíritu del cielo, benéfico para todos, menos par él; oyó a Yose quebrando ramas para su hoguera maldita que no puede encenderse nunca.

Poseído de espanto, quiso gritar y no pudo, quiso correr y se le doblaron las piernas, quiso disparar el arco y los brazos se le agarrotaron. Entonces se le apareció Keternen, insinuante y sedoso, y sintió que los ánimos le renacían, y esperanzado en su ayuda, se lanzó tras él en carrera vertiginosa. Era un dios joven, bello, que sonreía como un niño. ¡Ah, si él hubiese tenido un laal así! Lo habría querido con toda el alma y habría hallado en él la salvación. Lo llamó a gritos, pero sus ecos se perdieron en la espesura; keternen, el hijo de la imaginación, el hijo soñado, el laal imposible, le huía veloz como una flecha. Aneken corrió siguiéndolo hasta el final del bosque; siguió tras él por las montañas; y en plena carrera, cuando bordeaba un precipicio que caía sobre un abismo, oyó un clamor que venía desde el fondo, y vio a Jachai, el de los cuernos tiznados, el espíritu de las piedras negras, que lo llamaban con la suave voz de Costelen, ofreciéndole en el vaho enajenante de aquella hondura la paz definitiva para su atormentada conciencia.

El silencio del aire cristalino se estremeció con los sordos golpes del cuerpo de Anaken que, batiendo de roca en roca, fue a ensangrentar el hilo de agua pura que corría en la profundidad del abismo.

En las noches sin luna se ven dos estrellas juntas en el firmamento de Oneisin. Son los espíritus del suave Costelen y del rudo Aneken. Una brilla con un puro y blanco resplandor. La otra aparece rojiza, como teñida de sangre.

LA BALLENA ENVENENADA

Habiendo varado una ballena en el lugar denominado Springhill, en Tierra del Fuego, los cazadores de indios deciden economizar algunos tiros. Saben que esta ballena será un festín para los famélicos onas, siempre golosos de grasa. Era cosa de envenenar la carne simplemente. Así lo hacen y el resultado es “excelente”. Hubo caza mayor aquel día: quinientos indígenas muertos.

LOS ONAS Y LA LUNA

Los onas suponen que en las variadas fases de la Luna hay seres ocultos, enemigos de los hombres a los que le causan el mayor pavor. El engrosamiento gradual de la luna les inspira gran miedo o temor, porque creen que para engrosarse se alimenta de criaturas humanas, a las cuales les chupa la sangre, lo que les causa la muerte. De ahí que cuando ha llegado al estado de mayor grosura (plenilunio), háganle, de contentos, fiestas, y alrededor de grandes fogatas, bailen y griten en algaraza infernal durante toda la noche, celebrando el haber librado del peligro de muerte a sus hijos, que aman con mucha ternura.

LOS PATAGONES

Habitaban en la región comprendida al norte del Estrecho de Magallanes o sea la Patagonia propiamente dicha. Ellos se subdividían en Patagones Tehuelches y Patagones Pamperos. Patagones, por corrupción de Pentagones que significa cinco codos, o sea siete y medio pies de altura.

Otros creen que por el tamaño de sus pies, que alcanzaban dos veces el de un robusto hombre normal, se les nombró patagones, patagón con el que se quedaron los aborígenes del Estrecho de Magallanes.

EL COLOR DE LA NIEVE

Existe una leyenda que justifica, el por qué, todos los años caen copos de nieve blancos y no de otro color. Está basada en una historia de amor que es la siguiente:

Años atrás, cuando recién llegaba el hombre blanco a colonizar o “civilizar”, habitaban estos territorios australes, tribus indígenas, entre las cuales, había una que se destacaba por tener entre sus integrantes a una joven, hija de un jefe, que era la más linda de la Patagonia.

Una vez, llegó un aventurero blanco que investigaba la forma de vida de los aborígenes, herido por la nieve, el hielo y el frío, tuvo que ser atendido y en especial por la joven, quien curó todas sus heridas.

Entre ambos jóvenes, empezó a darse una comunicación por medio de los sentimientos; que más tarde se transformo en amor. Nadie sospechaba que existía una relación entre ellos, ya que fue siempre fue amistosa con todos. Hasta que un día, la joven le propuso que se escaparan; pues sabía que si su padre se enteraba no lo aceptaría y lo mataría, porque era una deshonra para la tribu que ella se uniera con un blanco. Pero él no quiso, prefirió pedir su mano como corresponde.

Cuando estuvieron frente al padre y comunicaron sus sentimientos, éste reaccionó duramente, rechazando la propuesta. El joven decidió despedirse y esperar hasta el otro día, para que hubiera más calma. Cuando amaneció, se dirigió donde la joven y vio que los indios lloraban, encontrando a su amada en el suelo, vestida de blanco, con un velo, confeccionado por la nieve que cayó durante la noche. El se arrodilló, muy emocionado lloró y una de sus lágrimas derritió un poco de nieve, formando un ramo de flores sobre su pecho.

Por eso se dice que todos los años caen copos de nieve blanca para visitar a la joven novia. Si se pregunta qué pasó con el joven, según la leyenda, lloró tanto que se convirtió en un copo de nieve más grande, cayendo en forma de granizo para estar al lado de su amada.

LA LEYENDA DEL CALAFATE

Antes de que aparecieran los blancos en esta tierra de pampas, montañas, glaciares, canales y bosques, vivían aquí dos grupos de vigorosos indígenas: los aonikenk y los selknam.

El jefe aonikenk tenía una hermosa hija llamada calafate de la cual estaba muy orgulloso. Era poseedora de unos grandes y bellos ojos color dorado.

Un día paso por el lugar un varonil y apuesto joven selknam, al verse, los dos jóvenes se enamoraron perdidamente, aun sabiendo que sus respectivas tribus no aceptarían es unión. El amor pudo más que la razón, como suele suceder en estos casos, y decidieron fugarse para vivir juntos.

Alguien descubrió sus planes y fueron denunciados al jefe aonikenk. Este supuso que el espíritu maligno de Gualicho se había apoderado de su hija instándola a huir con un enemigo de su tribu. Furioso, recurrió a la Shaman de la tribu para frustrar la huida de Calafate. Aquella la hechizó convirtiéndola en arbusto, pero permitiéndole al mismo tiempo que sus hermosos ojos contemplaran el lugar que la vio nacer.

Así, el calafate cada primavera se cubre de flores amarillo oro, que son los ojos de la niña aonikenk. El joven selknam jamás pudo encontrar a su amada, después de buscarla por mucho tiempo murió de pena.

La Shaman, arrepentida del mal que había causado, hizo que las flores del Calafate al caer, se convirtieran en un delicioso fruto de color púrpura que es el corazón de la bella joven aonikenk.

Todos los que comen del fruto caen bajo el hechizo del Calafate, lo mismo que el joven selknam, y aunque vivan lejos son atraídos a la región.

EL DEDO DEL INDIO PATAGÓN

La leyenda dice que a un impulsivo marino español, estando sentado frente al monumento de Magallanes, le llamo la atención un fornido indio patagón que adornaba a la s estatuas y decidió tatuar en su pecho esta figura. La obra resulta perfecta, a cada movimiento del marino los ojos y las mejillas cobraban vida. Lo más impactante era el dedo gordo que se movía en forma casi real.

Cada vez que se le preguntaba si las empresas tendrían éxito, el dedo gordo del indio se movía afirmativamente. Muy feliz, el marino se fue a embarcar y al pasar frente a la estatua se golpeo el pecho diciendo: “Aquí te llevo amigo, quiero ser tan fuerte como tú y que no me entren balas”. Finalmente se despidió besándole el dedo gordo del indio pidiéndole su protección y buena suerte.

De la anterior leyenda se desprende la creencia de que besándole el dedo gordo del pie del indio patagón queda sellado el pacto de regreso a Magallanes.

EL ORO DEL DIABLO

Se dice que en los cerros de Porvenir existe una fabulosa mina de oro, cuyo dueño es el diablo...

Esta mina está oculta, pero en la noche de San Juan se abre la entrada, para esperar al valiente que se atreva a buscarla. Años atrás, dos hombres caminaban en la oscuridad, por los cerros de Porvenir en las proximidades del Cordón Baquedano, y conversaban sin saber lo que les esperaba. Caminaron por horas, cuando de pronto se encontraron con la boca de la mina. Llenos de alegría bajaron a ella encontrando mucho oro. Gritaban de felicidad creyéndose ricos, llenaron sus sacos con el precioso metal. De pronto sintieron un extraño ruido que los acobardó y se encontraron de frente con el diablo. Trataron de arrancar pero no pudieron y se les desapareció la salida de la mina. El diablo les dijo que no tenían escapatoria, y que nunca podrían salir de ahí al menos que le entregaran sus almas.

A los hombres no les quedó más que aceptar la proposición del diablo y firmaron un contrato de un año a contar de la fecha en que encontraron el oro para entregarles sus almas, y ese trato fue firmado con sangre. Apenas terminaron de firmar, se encontraron en la superficie, junto a dos sacos llenos de oro. A pesar de lograr una gran riqueza, los dos hombres se alejaron desolados, mientras se escuchaba una demoníaca risotada. Por eso, si alguna vez sale a buscar oro... jamás lo haga en la noche de San Juan.

Dicen que el diablo está esperando por su alma.

LA SILLA DEL DIABLO

Cuentan, que en la provincia de Última Esperanza, en un lugar rocoso, semejante a una gigantesca silla, se posaba un enorme animal, con grandes colmillos y feroces garras. Aterrorizaba a todos los habitantes, que en ese momento eran aborígenes y a cada grito de la abominable bestia, maldecían al demonio, que salía de las profundidades de la tierra y se sentaba en su trono terreno.

Este lugar, comúnmente llamado “La Silla del Diablo”, aún existe y por lo que se cuenta hoy, en las noches de luna llena, todavía se oyen aullidos del espíritu de Satanás, ahuyentando a todos los que se atrevan a invocar el nombre del diablo, que para muchos, es muy parecido a lo que hoy conocemos como el Milodón.

JINETE

Este hombre montado en un caballo negro atrae a las personas que tienen pacto con el diablo. Se aparece en las noches oscuras y en lugares desolados.

La leyenda cuenta que un hombre vio a un jinete a caballo y que se le apareció sin darse cuenta. Que a este jinete no se le ve la cara y que es un espíritu de la noche.

LA HISTORIA DE UNA BOTELLA DE ORO

Esta historia tiene contornos de drama. Un buscador de oro, de nacionalidad yugoslava, llenó en una temporada hasta el gollete una botella de un litro con el codiciado metal amarillo. De regreso a Porvenir, desconfiado por naturaleza, no quiso llegar con la botella a la casa de uno de sus paisanos donde se hospedaba y la enterró en un sitio baldío, dejando una señal en la tierra; pero, en la noche se descolgó una nevazón y al día siguiente todos los sitios eran iguales y parejos con seis pulgadas de nieve, de manera que no pudo orientarse ni saber en ese día ni en los próximos donde enterró su tesoro.

Otro yugoslavo que tenía unos cerdos en un sitio baldío descubrió una mañana de primavera, en un hoyo que habían cavado los animales con el hocico, la botella que contenía una pequeña fortuna. Él sabía la historia y conocía al “paisano”, pero no se dio por enterado. Más tarde vendió el oro, obteniendo por el contenido de la botella $ 40.000 de ese tiempo. Vendió asimismo los pocos intereses que tenía y partió para su país en el primer barco. Pero el destino quiso que no aprovechara ese dinero tan fácilmente obtenido, pues al desembarcar en un puerto de Norte América, en que tocó el buque, se quebró una pierna debiendo ser hospitalizado. La pierna se le gangrenó y finalmente hubo que amputársela. En la enfermedad gastó todo el dinero que llevaba y, finalmente, tuvo que regresar de nuevo a Porvenir, lisiado y en la miseria.

LA LEYENDA DE LOS ENTIERROS

Se cuenta que antiguamente la gente tenía oro y joyas para que no se los robaran enterraban sus tesoros. Cuando estas personas fallecían no se sabía donde los había enterrado. Se dice que donde está enterrado un tesoro se ve arder una mata y para desenterrarlo se necesitan tres personas y excavar a media noche, y que también se ven visiones hasta encontrar el entierro.

ORO POR VER LAS PIERNAS

En los tiempos excepcionales, un apuesto marinero entró en una que estaba atendida por un matrimonio y sus dos bellísimas hijas. La mayor y más traviesa de las niñas, que tenía veinte años, atendía a los clientes. En esos tiempos las mujeres escaseaban y eran un poderoso y atrayente incentivo de los pobladores de Punta Arenas. Las faldas, según la moda de la época, alcanzaban a los talones. El joven marinero entró en galanteos con la niña y le ofreció medio kilo de oro si dejaba ver sus piernas hasta las rodillas.

Concertado y cumplido el pacto con autorización materna, el hidalgo caballero le obsequió a la simpática doncella el premio apetecido, extraído de la Madre Tierra magallánica.

LA APARICIÓN DE LOS ESPÍRITUS

Una vez, mi abuelo y yo viajábamos hacia el “Lago Blanco”. Camino a él alojamos donde un arriero y al lado de la fogata éste nos contó cosas misteriosas, fantasmales, sobre almas en pena y las extrañas luces que se veían antes de que se aparecieran los fantasmas. Comimos un buen asado, pero eso de los fantasmas nos provocó un apequeña inquietud. Seguimos nuestro camino y en plena pampa el auto no pudo seguir avanzando. Parecía que una mano misteriosa impedía la marcha. Precisamente en ese momento vimos unas luces incandescentes. Muertos de miedo no supimos qué hacer. Mi abuelo tomó la escopeta y bajó del auto. Quiso disparar y lo hizo al aire. Entonces cerré los ojos, tomé mi cruz de comunión y apretándola fuertemente empecé a rezar. Después de aproximadamente diez minutos mi abuelo subió al auto. No me quiso contar lo que pasó, pero yo sé que en esto tuvieron que ver los espíritus malignos.

Continuando nuestro camino aparecieron un sin fin de almas en pena. Traté de no tomarlos en cuenta. Pensé que sólo era un sueño, pero se veían demasiado reales las marcas dejadas en el techo y carrocería del auto…

Ximena Gallardo Ovalles.

LA CARROZA BLANCA

Un día mi esposo se levantó y se fue a laborar más o menos a las cinco de la madrugada. Cada vez que él salía de la estancia veía una carroza blanca con dos hermosos caballos blancos. Era sorprendente la carroza, toda luminosa, estaba llena de luces, hasta que un día mi marido se dispuso a seguirla. Pero le fue imposible, los caballos corrían demasiado rápido, así que se detuvo a observarla. Otro día, cuando iba entrando a la ciudad, vio de nuevo la carroza blanca, pero al rato desapareció.

Mi esposo estaba desesperado, no sabía que hacer. Si encontraba a alguna persona en al calle le preguntaba si había visto la carroza blanca, pero le respondían que no, que no habían visto ninguna. Siempre me llegaba a contar lo que le ocurría con tal carroza blanca, y una mañana lo acompañe para verla con propios ojos. Era cierto, una carroza luminosa, tan linda que uno quedaba paralizado.

Irma Iglesias.

EL FANTASMA

De esto ya hace mucho, de cuando Punta Arenas era un pueblo pequeño.

Los puntarenenses, hicieron correr la noticia que por las noches se aparecía un espectro fantasmal que asaltaba a las personas que circulaban por la ciudad. Según los testigos, este espectro vestía todo blanco, con un sombrero del mismo color, un collar de flores y una vela en cada mano.

Una noche, una personalidad de la época, de la cual no recuerdo su nombre, salió a hacer una diligencia montado en su caballo blanco, pero tal como temía, apareció el fantasma, el caballo se asustó, pero su jinete lo atacó cuchillo en mano. El fantasma, aterrorizado, le rogó: “¡No me mate!”, después de esto se identificó. Resultó ser un condiscípulo de este personaje. Muy impresionado, éste lo subió a su caballo y lo llevó a la policía, donde recibió un castigo por asaltante de caminos, y le cortaron una oreja.

Después de cumplida su condena, partió avergonzado del pueblo, cruzó la frontera y se estableció en un pueblo de Argentina.

Se supone que debe haber muerto por aquel territorio. Pero si alguna vez se le aparece un fantasma, fíjese si le falta una oreja, porque puede ser él.

EL FANTASMA DEL LEONORA

El Leonora había sido un hermoso velero de cuatro palos. Su tripulación estaba compuesta de un patrón y cuatro marineros.

En este deslumbrante barco, desaparecía misteriosamente, cada cierto tiempo, un hombre. Nadie sabía cómo morían, a veces, encontraban el cadáver en al playa y otra veces nunca más lo volvían a ver.

Escobedo, sargento y carpintero, buscaba desesperadamente trabajo hasta que encontró un empleo en el Leonora, el barco embrujado. Varias personas le advertían lo que sucedía en aquel barco, pero él no creía en patrañas.

Escobedo se sentía feliz al haber encontrado un trabajo y recorrió el barco para así admirar su gran belleza. Los tallados, las sillas y mesas de caoba y cedro, las escaleras con figuras de serpientes en las barandas, en fin, todas las riquezas de un hermoso barco. Pero lo que más le llamó la atención fue cuando vio el mascarón de proa. El mascarón representaba una sirena, la cara y el cuerpo tan bonitos como una virgen, sus brazos abiertos como queriendo atrapar al mar.

Un anoche de julio, Escobedo, dio un paseo por la cubierta y luego se fue a su camarote. Estaba durmiendo cuando siente que abren su puerta cuidadosamente y una figura blanca entra a su cuarto. Se le acercó con cautela; vestía una túnica, su cara era hermosa y sus manos le hicieron señas para que lo acompañara. Lo tomó del brazo y lo llevó sobre la cubierta, hasta la escotilla de una bodega de proa.

Estaban sobre el bauprés, cuando Escobedo escucha que alguien lo llama. Sobresaltado cae y como puede se aferra fuertemente al mascarón de proa, con mucho miedo. Allí estaba, con las manos en los ojos, con la misma cara, era la misma figura que lo había conducido hasta ese lugar. Escobedo, contaba lo que había sucedido, pero nadie le creía una sola palabra. Al anochecer, bajó al bodega junto a su jefe, vieron la misteriosa puerta que había recorrido con el fantasma, llena de telarañas y un enorme candado. Entraron muy asustados y en el suelo había un pequeño bulto, se acercaron y vieron un cadáver de mujer, cuyo esqueleto estaba envuelto en ropas. Divisaron un papel cerca del cadáver, lo recogieron y leyeron en vos alta.

Aquel papel contenía todo lo que hasta ahora había sido inexplicable:

“Leonora había caído en manos de un hombre cruel y vengativo, que lo único que quería, era sacarle el secreto sobre unas perlas que sólo ella sabía donde se encontraban, ofreciéndole dinero y todo lo que tenía, incluso este barco; en cuya proa hizo esculpir el mascarón representado a Leonora.

Asesinó a su padre y a ella la encerró en ese calabozo. Y por todo esto hizo caer una maldición sobre el barco Leonora, sobre su tripulación y sobre todo al que habite en el barco”. Se llevaron a tierra los pocos huesos y el polvo del cadáver y el mascarón de proa se botó al mar.

Hoy, en el cementerio de nuestra ciudad, en un rincón apartado, hay una cruz y en ella una inscripción que dice: “Leonora Bruce”. Y desde aquel día, hace muchos años, no ha desaparecido ningún tripulante.

EL PUESTO EMBRUJADO

Esta historia sucedió cerca de la comuna de San Gregorio, en una estancia cuyo nombre no recuerdo.

Un día a un señor le dijeron que en el puesto donde él pensaba ir a trabajar, se sentían cosas raras en la noche. El señor no hizo caso de estos sabios consejos de los hombres del campo y fue al puesto. La primera noche durmió bien. Al otro día, desde su cama, al amanecer, sintió unas manos invisibles que ponían a calentar el agua para el desayuno. Y se dijo ¡es sólo mi imaginación!

Muchas mañanas, al clarear el alba, se escuchaban pasos de caballos con ese galopar seguro y tranquilo del que inicia sus labores, luego el jinete desmontaba y amarraba su corcel al palenque. En medio del temor y la angustia, el señor se levantaba a mirara por la ventana. El sol nacía a las orillas del cielo y no había nada, ni nadie. Aquello sucedía tantas veces, que daba la sensación de que el puesto y el trabajo eran compartidos. Un día el señor, tomó sus aperos y perros y se marchó.

Pasaron veranos e inviernos y los perros trabajaban de paso en el puesto y luego de un tiempo, también se marchaban. Una primavera, cuando las flores se abren tibiamente al sol, el dueño del poderoso imperio ganadero mandó a desarmar el puesto y cual no sería la sorpresa a todos cuando encontraron debajo de la vieja casa el cuerpo sin vida de un hombre, que tal vez lo único que pedía era cristiana sepultura o bien que lo dejasen vivir tranquilamente en esas soledades, en su casa, en el puesto.

REFUGIO DE LOS BRUJOS

En el sector de Barranco Amarillo, aproximadamente a trece kilómetros. De Punta Arenas, se dice que existió un refugio de brujos.

Los primeros habitantes del sector mantuvieron por mucho tiempo a la gente engañada, al decir que ellos tenían pacto con el demonio.

LA CASA DE LOS BRUJOS

En Avenida República esquina de Señoret, existió una casa que, según comentarios albergaba practicantes de hechicería.

El mismo caso se comentaba de un inmueble ubicado en el camino sur de Punta Arenas, en la Subida de la Paila, sector Río de los Ciervos (al comenzar el sector rural).

EL PUENTE DE LOS MISTERIOS

En la Isla Ambarino, existe un camino que une Puerto Williams con el sector de Róbalo. No lejos del poblado hay un puente, que según la creencia, las personas que pasan en avanzadas horas de la noche por el lugar se les aparece un indio yagán.

LA GOLETA NEGRA

Hace años, junto a las aguas del canal Beagle, había una goleta negra abandonada que ejercía singular temor en los habitantes de las regiones sureñas. Narrábase que cuatro veces en 40 años, sus palos enhiestos atrajeron la desgracia. Una vez la encontraron tripulada por muertos.

Cada hombre estaba en su puesto y todo se encontraba en perfecto orden. El asesino debió haber procedido a traición y rápidamente. Las puñaladas eran certeras y de mano maestra. En los cadáveres encontrados nada denotaba la causa de sus muertes.

En el segundo viaje el patrón embarcó a su mujer, y la tripulación, después de matar al capitán, encalló la goleta en una playa desierta. Nadie sabe cual fue la suerte de la pasajera, pero todos pueden imaginarla…

Pasó el tiempo y nuevamente la goleta fue al mar. Entonces se produjo un motín a bordo en medio de una tempestad, el capitán tuvo que contener a los amotinados montando guardia, arma en mano, durante cuatro días y cuatro noches. Cuando logró llegar a un puerto, una crisis nerviosa le produjo un acceso de locura y las autoridades lo encerraron.

El último viaje de la goleta lo hizo el inglés llamado Harry Colyn Harts. Se embarcó con su esposa y su hijita de ocho años y a los pocos días de navegación desapareció la pequeña.

La goleta quedó encallada en el canal Beagle sin que marino alguno se atreviera a reflotarla para ir al sur. Los viejos lobos de mar la rondaban rabiosos y sus maldiciones iban tejiendo una neblina de pavor.

Pero los niños se atrevían a saltar al puente y jugaban a los piratas, imaginando que la goleta avanzaba.

En la sucia cubierta de la goleta un grupo de muchachos tomó un día de posesión de la nave. De pronto se desencadenó una tempestad. La goleta se inclinó, herida en un costado, rodaron los palos con un estrépito de tragedia y los niños fueron arrastrados por el torbellino de las aguas.

EL MISTERIO DEL “MALBOROUGH”

En octubre de 1913, la tripulación del velero inglés Jhoston que estaba navegando a la altura de Punta Arenas, avistó un barco que aparentemente iba al garete. Como no respondió a las señales de Jhoston, el capitán de éste despachó un bote con seis marineros para efectuar un reconocimiento a bordo de la extraña nave. A primera vista parecía que se trataba de un barco abandonado por su tripulación.

Sin embargo, al subir por la borda, los marinos del Jhoston descubrieron un esqueleto cerca del timón. Había tres esqueletos más en el pañol; diez en el dormitorio de los tripulantes y seis en el puente. En la proa, muy deteriorada del barco, de podía leer aún su nombre: Malborough.

Esta nave había salido de Littletown, Nueva Zelanda, veintitrés años antes, en enero de 1890, rumbo a Glasgow, bajo el mando del capitán Hird; tenía 23 tripulantes y 8 pasajeros a bordo, y llevaba un cargamento de lana en sus bodegas. El Malborough se perdió en el Estrecho de Magallanes.

LA VIRGEN DE TIERRA DEL FUEGO

Cierto día de 1876, navegaba la goleta lobera San Pedro hacía Punta Arenas con las bodegas llenas de pieles.

Esta nave, ya había navegado los canales Beagle, Darwin, O'Brien y Ballenero, pero ahora navegaba airosamente, desplegando todas sus velas a través de los últimos islotes de la península Brecknock.

Fue, más o menos en este sector, que los de la goleta divisaron un naufragio. Cuando se acercaron más, aquel bulto desconocido, resultó ser el casco de un gran buque, recostado sobre unos arrecifes cercanos a la costa. Aunque las ruinas parecían abandonadas, el patrón de la goleta, José Nogueira, decidió explorarlas.

No había allí alma viviente, pero sí eran visibles los rastros dejados por los indios yaganes, que se habían llevado utensilios tales como velas, masteleros, etc. Lo único que habían dejado era un trozo de madera colorada que estaba bajo el enorme bauprés.

Este mascarón, representaba una dama vestida con una amplia túnica azul, con muchos pliegues y tenía una corona de flores de lis, era una Virgen, sin duda. Los loberos decidieron llevarse esta imagen a la cubierta de la San Pedro. Luego, esta nave siguió su viaje, desplegando todas sus velas, antes que la sorprendiera la noche. Pocos días después, la goleta ya se encontraba fondeada en al rada de Punta Arenas, cerca de la playa, donde se encontraba la mitad de la colonia emocionada, que había ido a recibirla.

Al día siguiente, se desembarcó la imagen y la tendieron en una lona sobre la playa, todos los colonos la rodearon para curiosear, mientras escuchaban los relatos de José Nogueira. En eso se acercó al grupo el cura y capellán Mateo Matulski, diciendo para mi representa a Nuestra Señora Purísima.

Todos, al instante, llevaron la imagen hasta la capilla, donde fue religiosamente depositada. A pesar de todo, los colonos, insistieron en llamarla la Virgen de Tierra del Fuego.

En el edificio más grande de la colonia, moraba el Mayor de Artillería y Gobernador del Territorio, don Diego Dublé Almeida.

Mientras un secretario le contaba la devoción que ella alcanzaba, al gobernador le pareció inaudita la presencia de una nueva divinidad, pero decidió al fin visitar la capilla. Al ver la imagen, la examinó por largo rato, luego salió a la calle sin decir nada.

Días después, Dublé aplicó una multa de cincuenta pesos fuertes a José Nogueira, por haberse apropiado de aquella imagen decorativa sin decir nada a las autoridades, e inmediatamente ordenó la traslación de la imagen al recinto del cuartel, cuyo dominio pertenecía al fisco. Un pelotón de artillería se llevó la imagen y la depositaron dentro de la casa de los oficiales. Según Dublé, esta figura representaba a la protestante Reina Victoria de Inglaterra.

Nunca hubo acuerdo entre moros y cristianos, acerca de si fue Nuestra Señora de la Purísima o la terrena Reina Victoria de Inglaterra, mas la imagen y los actores, ya no existen y mucha gente cree que en realidad se trataba de una Virgen.

EL JARDÍN DEL PUESTO

Orozimbo Barrientos, propietario de la estancia Salto Grande, se sentía realmente orgulloso aquel día. Había triunfado, venciendo las dificultades que se opusieron a su paso, cuando decidió colonizar le península Grey. No en balde había explorado la región la región del cerro Paine durante tres años, buscando terrenos aptos para la ganadería. Un invierno en esa zona le bastó para saber que, no obstante la altura, las ovejas podían resistir el rigor del invierno, refugiadas en los montes y valles.

Pero no hizo caso a las recomendaciones de quienes le decían que no se instalara en el Paine, que era muy lejos, que faltaban caminos, que la nieve mataría a sus animales. Él poseía la experiencia de muchos años como ovejero, además tenía sus ahorros, de muchos años de sacrificio. Gozaba también de aprecio de los dueños de estancia, que le concedieron facilidades para la compra de ovejas.

Este fue su primer año de trabajo, por eso, luego de una dura jornada, celebraba junto a su mujer, hijos y trabajadores un gran banquete. Era todo perfecto, estaban todos, pero había un solo detalle, no estaba en ese momento el puestero, don Carmen Oyarzún, debido a que el día anterior había tenido una discusión con uno de los trabajadores, un argentino.

Durante la comida, alguien comentó la ausencia del puestero. El argentino, jactándose, dijo que lo había detenido el miedo, otro le respondió que no había venido porque era prudente, ya que si se alteraba, al argentino le iba a matar. Al oír esto, el argentino, que se encontraba ebrio, se enojó y fue a buscarle pelea a don Carmen. Intentaron detenerlo pero fue en vano. Aunque no les importó demasiado, porque en el estado en que se encontraba no encontraría ni el caballo. Pero sin embargo, se fue velozmente.

Una hora después, todos dormían en la estancia Salto Grande. En la noche tranquila, sólo se oía el rumor de la cascada del Paine. La luna se miraba la cara en el espejo del lago Pehoé. Orozimbo Barrientos se levantó con el alba. Recién aclaraba y ya había agitación en la estancia. Don Orozimbo, fue al potrero a ensillar su caballo, quería saber noticias del argentino, llevaba el caballo hacia fuera cuando vio a Juan Peralta, que iba a su encuentro gritando.

“Encontramos un caballo en el río”. Fueron a ver y era el caballo del argentino. Don Orozimbo, desconfió, porque le pareció extraño. De todos modos se fue sin darle importancia. Cuando llegó al puesto, Don Carmen salió a saludarlo. Don Orozimbo, le clavó los ojos, enseguida hizo que don Carmen se ruborice. Estaba muy tenso. Don Orozimbo le preguntó por el argentino, y el puestero dijo que no lo había visto. El patrón no le creyó, pero no quiso martirizarlo y se fue, después de todo, eran cosas de hombre. Antes de que se fuera, el puestero le pidió unas flores a la señora del patrón.

Pasó el tiempo y un día llegó don Orozimbo y su familia de visita, con la excusa de ver el jardín. Les llamó la atención su forma, era chico, rectangular y estaba rodeado por una pequeña cerca. Rato después, el puestero confesó que dejaría el campo y se iría a Chiloé. Se marcharía en dos meses, pero dos días después ya no estaba.

Una mañana don Orozimbo fue sorprendido por la visita de un amigo que venía de la argentina. Conversaron en forma muy animada hasta que de repente, el forastero comentó que se había cruzado en el camino con don Carmen. Esto confirmó la teoría de don Orozimbo.

Un día, don Orozimbo, fue al puesto y vio, sorprendido, que en el supuesto jardín, don Carmen, antes de irse, puso una cruz en el extremo del sepulcro. Con eso se aclaró todo. El argentino, llegó hasta el puesto y don Carmen lo mató, tirando el caballo al río, para hacernos creer que se había caído. Dijo, que había removido la tierra para un jardín, pero no aguantó el cargo de conciencia y se escapó para la Argentina, al menos, ahí está fuera del alcance de la justicia.

Y así fue no más.

LA VIEJA REENCARNADA

En la estancia Sol y Luna había una trabajadora cuyo nombre era Mercedes González.

Esta señora era muy querida por todos los trabajadores, por el cario que les brindaba y por sus ricas comidas. Todos la querían, hasta que un día que caminaba por la nieve, pisó un pedazo de hielo, se cayó y se golpeó en la cabeza, muriendo instantáneamente.

Pasaron tres meses. La vida y el trabajo continuaban en la estancia.

Un día se trajo hasta los corrales de la estancia un nuevo piño de ovejas. Cuando estaban juntando las ovejas madres con sus hijos, se dieron cuenta que una estaba sola en al manga. Los trabajadores creyeron que era “guachita”.

La oveja gaucha era un poco distinta a las demás. Se distinguía por su buen carácter y pasó a ser la regalona de la estancia, ¡claro, si ella estaba tan solita!

Un día los trabajadores estaban jugando con la linda ovejita, cuando de repente ésta baló y escucharon lo siguiente: “Soy Juana Mercedes y les quiero mucho”. Los trabajadores quedaron atontados con lo que habían escuchado.

En la estancia siguió el trabajo, los hombres continuaban con la duda de lo que habían escuchado.

Un día, esta ovejita que los trabajadores llamaban la oveja encantada, caminaba sobre la pampa nevada y sin darse cuenta rodó por una quebrada golpeándose fuertemente la cabeza quedando tirada muy abajo con su mirada fija al cielo. La oveja encantada había muerto.

¿Con todas estas coincidencias, se podría decir que fue una reencarnación de Juana Mercedes? ¿Habrá sido verdad todo lo contado? Estas preguntas siguen sin respuestas en la estancia Sol y Luna, pero siempre hay alguien que ve corriendo por la pampa a la oveja encantada.

DOÑA ENCARNACIÓN

Corría el mes de octubre del año 1913, cuando arribaron a la ciudad de Punta Arenas dos familias provenientes de Chiloé; como tantas otras personas venían a esta tierra agreste e inhóspita con el alma llena de ilusiones; de planes, con nuevas perspectivas de trabajo y con la esperanza de seguir formando su familia más grande y hermosa.

Pero cada niño que nacía ene le seno de estas dos familias, que compartían una gran casa en el barrio Yugoslavo, moría a los dos o tres meses de vida.

Cuentan que mientras los bebés dormían, y todos estaban ocupados en sus quehaceres, un perro grande y negro entraba a lamerlos y a llevarse el resuello de las criaturas hasta que morían.

Así comenzó a correr el comentario de boca en boca, hasta que un día doña Encarnación, una de las mamás, que trabajaban en el matadero, se quedó en la casa, se escondió en el dormitorio y quedó agazapada ahí esperando con un cuchillo en la mano.

De pronto se abre la puerta, y se introduce un perro negro, efectivamente, de gran tamaño. Se acerca a la cuna del bebé que ya estaba enfermo, pues caían en gran debilidad, lo lame y luego se pone delante de él para respirar su aire; entonces doña Encarna; cuchillo en alto, se acercó sigilosamente y: ¡zaz! Le voló la oreja izquierda. El perro sangrante y aullando salió como alma que se lleva el diablo.

La madre cargó su bebé y lo acunó en sus brazos jurándose a sí misma, que ése, ni ningún otro hijo se le moriría jamás, porque al mirar al suelo descubre que la oreja ahora era humana.

Doña Encarna, chilota, muy decidida, cogió la oreja y la puso en un plato, para de alguna manera, secarla y guardarla, pues ella estaba segura que el famoso perro desorejado volvería en algunas de sus formas para saber que había pasado.

Pasaron los días y doña Encarna esperaba, ya había rezado rosarios para mejorar al niño y alejar los espíritus.

Una mañana llegó un compadre del matrimonio, el cual había pretendido a doña Encarna, chilota muy bien plantada y buena moza y: ¡Oh!, tenía vendado el lado izquierdo de la cabeza.

-¿Pero qué le pasó compadre por Dios?- dijo doña Encarna, pensando para sus adentros- ¡Aquí está este desgraciado!

-Pues verá Ud. comadre que tuve un accidente en el campo, mientras cumplía faenas, la rama de un árbol pesado me voló la oreja. ¡Me va a creer!

-Triste su historia compadre -dijo doña Encarna-, pero no se le de ná, puede pegarse ésta, -dijo presentándole la oreja en el plato-. El dueño ya no volverá a necesitarla, pues la próxima vez que pise mi casa o mire alguno de mis chiquitos, le clavaré el cuchillo en el corazón.

El compadre salió despavorido, tan rápido como lo llevaron los pies. De él nunca se supo y doña Encarna completó feliz su media docena de hijos.

LA LUZ MALA

Cuentan los puesteros de una localidad cercana a Villa Tehuelches que han visto al diablo en persona, portando una extraña lámpara, por sectores de Morro Chico.

Se comenta incluso que un joven del sector quedó perturbado mentalmente tras ver a la luz mala, como llaman a esa lámpara del demonio.

Este es el relato de un anciano que fue testigo de la luz: “Un día de invierno quedé de juntarme con otro veterano. Yo iba caminando cuando una luz me empezó a seguir. Yo dije, Teodoro, no hagas bromas, creyendo que eran cosas del otro anciano. Repetí varias veces lo mismo, y por culpa de la luz me caí en un pozo que parecía no tener fin, hasta que llegué al fondo. Se parecía a una cueva y comenzaron a aparecer espíritus, almas, muertos y otras figuras tétricas”.

Un día un joven ovejero trató de seguir a la luz y esto fue lo que le sucedió: “Esta maldita luz tiene que aparecer -dijo-, o de lo contrario me mato”. Entonces una luminosidad rompió la oscuridad circundante. El joven ovejero inició una lucha con esa luz, hasta caer rendido. Dice la gente de campo que tras su muerte el joven se convirtió en árbol, y advierte con un movimiento de sus ramas cuando la luz mala va a aparecer.

¿DUENDES EN RÍO DE LOS CIERVOS?

A mediados del año 1947, recién finalizaba la Segunda Guerra Mundial, la ciudad de Punta Arenas fue impactada por una noticia sorprendente: habían aparecido duendes en el sector de Río de los Ciervos, haciendo bromas y sembrando pánico a la vez.

En una vivienda, conocida como la “Casa Colorada”, vivían Ismael Navarro Navarro junto a su esposa y varios hijos. El hombre robusto, serio y trabajador, no se intimidaba por la situación, pero su mujer, aterrada por los sucesos, recurrió incluso a la ayuda de un sacerdote para exorcizara la vivienda, situación que concitó la atención del vecindario.

De acuerdo a la versión entregada por los moradores, preferentemente los días martes y viernes, por las noches, inexplicablemente comenzaban a sentirse violentos golpes en puertas y ventanas, causando el pánico entre los integrantes de la familia.

La esposa del señor Navarro, que era madre de siete hijos ya adultos, decía que los golpes eran realmente atormentadores y que incluso se escuchaban a más de media cuadra de distancia. Sin embargo, pese a todas las pesquisas no se atinaba a dar con el origen del extraño y misterioso suceso. Creyendo, los moradores de la casa, que podía tratarse de una mala acción de personas que quisieran dañarlos o asustarlos, decidieron efectuar una severa vigilancia. Empero, no hubo respuesta, puesto que los golpes continuaban y a nadie se podía observar e incluso, en una ocasión, llega a desmayarse uno de los hijos del matrimonio que habitaba la casa.

Un día, los golpes fueron tan fuertes que los vecinos se acercaron para ver qué era lo que sucedía, aunque casi todos ellos ya tenían conocimiento de lo que estaba sucediendo en “La Casa Colorada”.

Las versiones para explicar lo acontecido eran variadas, pero la que más aceptación tenía, era aquella que señalaba que los duendes sólo descansarían una vez que se llevaran a alguien de la familia Navarro.

La visita del sacerdote no dio resultados, pese a los esfuerzos que realizó, y los habitantes de las viviendas aledañas a “La Casa Colorada”, informaron que el problema persistía, agravado, esta vez, por estremecedores golpes, producidos bajo el piso de la vivienda y por puñetazos en las paredes.

El único que parecía no perder la calma era Ismael Navarro, quien no temía a los ruidos; lleno de vida, seguía trabajando normalmente, o al menos así lo aparentaba. Nada parecía presagiar el desenlace de esta historia. Sin embargo, cuando menos se pensaba, Ismael Navarro cae fulminado de un infarto, a pesar de ser un hombre robusto y de buena salud durante toda su vida. La angustia sobresaltó a todo el sector y sólo entonces los ruidos cesaron.

LA HIJA DE LA NIEVE

Hace muchos años, vivía un matrimonio con el anhelo de tener un hijo; imploraban a Dios y consultaban a los magos, sin conseguir sus deseos. Vivían apenados sin poder cumplir su anhelo. Pasaron los años y este matrimonio se hizo viejo. A toda costa querían tenerlo, aunque la pobre anciana de 60 años y él de 72 ya no podían tener hijos, se iban todas las noches al dormitorio a tratar.

La gente contaba que:

Un día, el pobre anciano le dijo a su esposa: “Mi amor, ¿por qué no hacemos una niña de nieve?”

Se dice que salieron a la calle, amontonaron gran cantidad de nieve y fueron modelando con mucha paciencia. Apenas habían terminado de darle los últimos toques, se dan cuenta que no es lo que ellos querían. Entonces, los ancianos, hacen un pacto con el diablo y le piden que le dé vida al mono de nieve, y es así como el mono cobra vida. Vivieron felices por tres años, pero un día, al matrimonio se le aparece el diablo y les dice: “Su deseo se ha cumplido, ahora sus almas serán mías”. “¡No, por favor; déjanos vivir más tiempo con nuestra hija!”, dijo la anciana. “¡No!” -dijo el diablo-, tronó sus dedos y los ancianos desaparecieron. La hija, viendo que sus padres no llagaban a casa, va donde una vecina y les dice “¿Ha visto UD. a mis padres?” y ésta contesta “¡Sí, los vi hablando con un hombre vestido de rojo! ¡Búscalos, pueden estar en peligro!” Es así como la joven los busca afanosamente.

Pasó el tiempo, buscándolos, pero no los encontró y murió de pena. La gente cuenta que cada invierno, una joven, vestida de blanco, vaga por las noches buscando a sus padres.

Es la leyenda de la hija vestida de nieve.

LEYENDA DEL CERRO LOS LADRONES

Se cuenta que antiguamente en la calle Mardones, donde hoy se ubica la Población Magallanes y la Comunidad Juan XXIII, existía un cerro de forma aplanada llamado “Cerro de los Ladrones”. Tenía ese nombre porque allí se escondían los malandrines, amigos de lo ajeno.

También se escucha decir que en muchas ocasiones, cuando la gente cruzaba al anochecer por encima del cerro, solían escuchar que alguien venía detrás de ellos, pero al darse vuelta veían con sorpresa que nadie los seguía.

LA LLORONA

En el sector de Temaukel, en Tierra del Fuego, a quienes se arriesgan andar de noche, se les aparece la Llorona, que es el alma de una mujer que lamenta la perdida de un ser querido, se sospecha que es su hijo que murió trágicamente.

EL ALMACEN DEL CALEUCHE

La leyenda dice que una casa cerca de la Plaza Lautaro había un negocio. Los viejos contaban que en la noche de luna llena llegaba el Caleuche (El barco de los chilotes), para llenar las bodegas del negocio con mercaderías de mejor calidad.

Nadie vio nunca camión alguno desembarcando bultos pero el almacén siempre estaba lleno de mercaderías. Se recuerda que una mañana el local quedó vacío, ya no estaba su letrero y del dueño jamás se supo. La leyenda dice que una señora contó, que el hombre se había marchado en la embarcación fantasma. Se dice que seguramente fue cierto porque una noche salió del estrecho Dugongo prehistórico (animal parecido a una ballena), que paseó muy tranquilo por las calles de la ciudad, arrastrando su cuerpo por los cercos de las casas, hasta que un policía lo mató. No falto magallánico que no fuera a ver el extraño animal a la Plaza Lautaro, aquella que hace muchos años atrás había sido un cementerio.

LA VIUDA NEGRA

Cuenta la gente que los lugares de Punta Arenas, eran tranquilos, de gente pacífica y trabajadora, obreros que regresaban cansados a sus hogares sólo a descansar.

Pero allí, sobre el puente del Río de las Minas, comenzaron a ocurrir cosa extrañas, generalmente pasadas las doce de la noche. Desde la bajada de la calle Zenteno y sobre el punte del río comenzó a rumorearse sobre la aparición de una temible “Viuda de Negra”. Los que habían tenido la desgracia de verla contaban que vestía toda de negro, con la cara cubierta, que media más o menos un metro noventa, que era como una diosa con una imponente figura de mujer, una verdadera “Viuda de Negra”. Este misterioso ser se transformó en poco tiempo en el temor del lugar, especialmente de los curaditos del sector. Ya nadie se atrevía a pasar por el lugar por temor a la aparición de “La Viuda de Negra”. Persona que pasaba después de la medianoche era objeto fácil para ella. Eran golpeados sin piedad y despojados de todas sus pertenencias. Preferentemente a los curaditos del barrio Prat. Esto ocurrió mucho tiempo sin que nadie se atreviera a enfrentar la situación, ya nadie pasaba por el punte del Río de las Minas, hasta que un conocido personaje del barrio Prat, llamado El “Chilotito”, que no creía en brujos ni en “Viudas Negras”, un día se decidió pasar por aquel lugar, pero para desgracia de él, lo hizo con algunos tragos en al cabeza y cuando se encontraba caminando sobre el puente pasada la medianoche, apareció la temible “Viuda Negra” y sin darse cuenta el “Chilotito” en menos de un minuto, estaba en el suelo bajo una lluvia de golpes que no sabía de donde venían. En medio de la curadera no atinó a nada y fue a para al hospital, producto de la violenta paliza recibida. Por lo demás, quedó sin medio alguno y para más remate la “Viuda” lo dejó desnudo y así tuvo que irse al hospital. Sin contarle a nadie lo sucedido, el “Chilotito” esperó tres meses hasta su recuperación de la golpiza recibida y cuando se encontró bien de salud tomó decisión de vengarse.

Esperó pacientemente la medianoche y se dirigió al lugar de la tragedia, simulando estar curado y armado de un paquetito consistente en una bolsa con piedras que se denomina “Chancho en bolsa”. El “Chilotito” avanzó por el puente; este se le hacia chico. En su mano derecha aferraba firmemente el arma cuando de improviso se le apareció la temible “Viuda Negra”, cerrándole el paso. Fue entonces cuando, entre sorprendido y asustado, sacó fuerza de flaquezas y se abalanzó sobre la viuda descargando con todas sus fuerzas el “Chancho en bolsa” sobre la sorprendida aparición, la que cayó pesadamente al suelo.

El “Chilotito” agarró confianza y siguió cascándole y le dio sin lástima hasta que la viuda perdió el conocimiento.

El hombre contó posteriormente a sus amigos de farra, entre copa y copa, en una antigua taberna del barrio Prat, lo acontecido.

Cuando la temible “Viuda Negra” quedó aturdida en el suelo, el “Chilotito” tomó valor y quiso saber quien era. De rabia le arrancó el paño negro que le cubría el rostro.

La sorpresa que se llevó fue terriblemente fuerte, ya que la famosa y temible aparición, que tanto daño hizo, era un amigo y compañero de colegio con el cual había estudiado en la ciudad de Castro entre los años 1945 y 1950.

El “Chilotito” recordaba que ese compañero de la infancia era el más aplicado del curso.

De la “Viuda Negra” nunca más sé supo, sólo quedó en la mente de quienes fueron sus víctimas y nunca se atrevieron a enfrentarla, como lo hizo nuestro personaje.

EL HOMBRE QUE SE VE EN LA LUNA

El hombre que se ve en luna era un antiguo navegante que se dirigía al Cabo de Hornos y no logrando realizar esta travesía fue sentenciado a estar sentado en la luna por toda la eternidad. Su nave se fue a pique; desde entonces, cuando ahí luna, se le ve sentado ahí. Se cuenta que cuando los marineros pasan por el Cabo de Hornos, ven a este navegante, recordando así lo ocurrido.

LA FLOR DEL HIELO

Según la leyenda, en algunas cumbres de la cordillera, entre los hielos, crece una flor muy especial, que los ovejeros acostumbraban regalar a sus mujeres o novias como prueba de amor.

Sucedió una vez que una campesina, antes de aceptar casarse con un joven ovejero, le puso como condición que le trajera la flor del hielo. El joven lleno de ilusión, emprende la búsqueda de esta flor, pero muere en la empresa. Desde entonces ninguna mujer volvió a pedir esta prueba de amor a su amado.

EL CEMENTERIO

La principal necrópolis de Punta Arenas, a pesar de su hermosura, tanto interior como exterior, no escapa a las leyendas que se han creado en su entorno.

Contrariamente a otros camposantos, este lugar, más que un cementerio, es un verdadero paseo al cual concurren especialmente turistas, que, por supuesto, no conocen las historias de terror que dicho recinto ha generado.

LA PASAJERA

Cuentan los abuelos que en la ciudad de Punta Arenas existió una señora de origen desconocido, quien se casó con un taxista. Este se murió en un accidente, al caer su auto de un barranco.

La señora, dice la leyenda, no pudo resistir el sufrimiento de la pérdida de su marido y se mató, cayendo desde un puente.

Desde esa fecha, en las noches, la viuda negra se levanta desde su tumba y se les aparece a los taxistas en las cercanías del Cementerio (Avenida Bulnes), en forma provocativa y sensual, sentándose en el asiento trasero de los taxis y haciéndoles toda clase de proposiciones, que llegan a trastornarlos convirtiéndolos en personas desequilibradas.

EL MITO DE SARA BRAUN

Sara Braun Hamburguer, nació en Talsen, Rusia, el 16 de diciembre de 1862. Llegó a Magallanes el año 1874 y el 23 de agosto de 1887 contrajo matrimonio con el pionero portugués José Nogueira, acaudalado comerciante. Tras la muerte del lusitano heredó su fortuna y sus bienes, poniéndose Sara Braun al frente de los negocios.

De carácter abierto y generoso, se transformó en cooperadora en muchas obras de ayuda social. Fueron muchas las donaciones que hizo a la ciudad, entre las que se recuerdan el pórtico monumental del Cementerio Municipal, donde nació un mito que se conserva hasta nuestros días.

Se manifiesta que entre las cláusulas de la donación del pórtico de la necrópolis existiría una que determina que la donante sería la única persona que, una vez fallecida, pasaría por la puerta principal del camposanto. Actualmente dicho ingreso se encuentra sellado y la entrada se realiza por una puerta lateral.

A este mito se agrega otro, según el cual el cuerpo de Sara Braun, fallecida en Viña del Mar el 22 de abril de 1955, habría sido embalsamado y que cada 1º de noviembre es sacado de su féretro para ser maquillado y peinado.

LA NIÑA DE BLANCO

Una piadosa mujer encargaba periódicamente de mantener aseado y con flores un nicho ubicado en la primera calle de ingreso al cementerio.

Continuamente lleva flores frescas para adornar aquella tumba que le había encargado una amiga de muchos años.

En cierta ocasión, sus múltiples ocupaciones la demoraron más que de costumbre, lo que motivó que llegara al camposanto muy cerca de la hora de cerrar.

Era invierno y las sombras de la noche llegaban más temprano, por lo que, cuando inició su labor de costumbre, se vio impedida de encontrar con mayor facilidad maceteros, agua, escoba, etc.

Pero, como a nadie le falta Dios, acertó a pasar por allí una muchachita de unos doce años, pulcramente vestida de blanco, con una cinta azul atada a la cintura.

“Debe ser una manda a la Virgen de Lourdes”, pensó la mujer.

Le solicitó ayuda, a lo que la pequeña accedió gustosa, colaborándole con el acarreo de agua y a sostener la escalera que utilizó la dama para subir a poner los maceteros con flores frescas a la altura del nicho.

Terminada la tarea bajó, se puso el abrigo y tomando la cartera buscó algunas monedas con las cuales dar una propina a su atenta ayudante.

Cuando levantó la cabeza la niña ya no estaba. Se encaminó hacia la entrada del camposanto y buscó a uno de los panteoneros para consultarle si había visto salir a la niña, puesto que, en caso contrario, la esperaría para obsequiarle algún dinero. Cuando le preguntó al hombre acerca de la niña, de la cual le dio las señas respectivas, recibió como respuesta:

-Señora. Esa niña no existe. Hay muchas personas que han recibido su ayuda, pero se trata de una aparición. Seguramente es un ángel que busca contribuir con las personas que necesitan auxilio. En todo caso, insisto, no es usted la primera ni será la última que reciba la ayuda de la Niña de Blanco.

INDIO DESCONOCIDO

En la necrópolis de la ciudad de Punta Arenas, se encuentra la estatua del Indio Desconocido, a la cual se le atribuye ciertos poderes sobrenaturales, es por esto que los habitantes de la región concurren a pedirle ciertos favores.

En su lápida se puede leer: “Llegó desde las brumas de la duda histórica y geográfica, yace aquí cobijado en el patrio amor de la chilenidad. Eternamente”.

CONCLUSION

Este trabajo nos ha ayudado ha darnos cuenta la importancia de la historia oral de nuestra región, ya que esta constituye un elemento primordial para comprender y valorar a quienes nos antecedieron, además poder así conocer y resguardar el pasado y comprometernos en el futuro a traspasarlas a las siguientes generaciones.

Pudimos conocer mucho más nuestra región, descubriendo así, que a pesar que la región de Magallanes es joven, posee mucha vida cultural y esto lo pudimos reconocer en sus mitos, leyendas e historias regionales.

Cabe destacar que muchas de estas leyendas provienen de los inmigrantes (Chilotes, Yugoslavos, españoles, alemanes, italianos, etc.) que llegaron a esta región hace muchos años atrás. Otros que aportaron a esta cultura fueron los indígenas que habitaron en Magallanes.

2




Descargar
Enviado por:El remitente no desea revelar su nombre
Idioma: castellano
País: Chile

Te va a interesar