Educación y Pedagogía
Métodos de evaluación educativa
EVALUACIÓN
¿CÓMO PROPONEN EVALUAR?
TYLER
Ralph W. Tyler es tradicionalmente considerado como el padre de la evaluación educativa por ser el primero en dar una visión metódica de la misma, superando desde el conductismo la mera evaluación psicológica. Tyler plantea la necesidad de una evaluación científica que sirva para perfeccionar.
Tyler fue el primero en describir y aplicar un método para la evaluación, algo que nadie antes había hecho. La evaluación tyleriana ha sido tan penetrante como influyente en el mundo educativo del siglo XX. En 1950 publica la obra de síntesis, exponiendo de manera clara su idea de “currículum” e integrando en él su método sistemático de evaluación educativa.
Para Tyler, la referencia central en la evaluación son los objetivos preestablecidos, que deben ser cuidadosamente definidos en términos de conducta, teniendo en cuenta que deben marcar el desarrollo individual del alumno/a, pero dentro de un proceso socializador.
Ralph W. Tyler define la evaluación como el “proceso destinado a determinar en qué medida el currículo y la enseñanza satisfacen realmente los objetivos de la educación”. También la definió, en otra oportunidad, como “la determinación de cómo se han alcanzado los objetivos propuestos por el programa”.
Las funciones del diseño evolutivo de Tyler han sido:
1. Establecer objetivos amplios.
2. Clarificar objetivos.
3. Definir objetivos en términos operativos.
4. Buscar situaciones y condiciones para mostrar el logro de objetivos.
5. Diseñar y seleccionar técnicas de medida.
6. Recoger datos del rendimiento.
7. Comparar los datos con los objetivos operativos.
Como vemos, el modelo que Tyler propone presentar como aportación fundamental el concepto de objetivos, los cuales se convierten en el núcleo de cualquier programa de estudios pues determinan de una manera u otra el funcionamiento de las otras partes del programa.
La idea de elaborar un programa o una planeación didáctica teniendo como base a los objetivos, cambia sustancialmente el esquema tradicional de las funciones del profesor/a, del método, del alumno/a y de la información, así como la evaluación, la sociedad, etc., por ejemplo:
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El/la profesor/a: A pesar de que el profesor presenta notables cualidades de orador, gran capacidad de manejo de información y una amplia recopilación de conocimientos de un tema determinado, sus acciones están determinadas por el objetivo, porque muestra con claridad como se ha de enseñar ese contenido.
Este modelo también alude la forma en que el catedrático tendrá que impartir la enseñanza y le propone varias actividades según sea el tipo de objetivo. Además el profesorado debe rendir cuentas de su acción educativa ante los padres de los alumnos; para ello, es necesario interaccionar con ellos de manera más frecuente y más informal.
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El método: Como los objetivos señalan diversas acciones que los alumnos/as han de desempeñar, la enseñanza no puede fundamentarse en un solo método o en una misma forma de impartir la clase. Por el contrario, se presentan varias actividades para los/as alumnos/as y para el profesorado, de tal manera que según sea el tipo de objetivo serán las acciones a realizar por el docente y los escolares.
Este modelo ofrece la posibilidad de utilizar una serie métodos y técnicas, los cuales serán propuestos en los programas y en algunos casos serán seleccionados por los/as profesores/as.
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El/la alumno/a: Los objetivos indican acciones que el alumnado debe realizar, por lo cual éstos dejan de ser pasivos u objetos de enseñanza, convirtiéndose en sujetos de aprendizaje efectuando acciones heterogéneas que son registradas por el docente.
Al contrario del modelo tradicional donde el/la alumno/a desconocía la profundidad y extensión de tema, así como las acciones que se esperan de él, en el modelo de Tyler el alumnado conocen las actividades que deben realizar de forma individual, por equipos o junto con el profesor/a.
Esto es debido a que el propósito más importante de la evaluación del alumnado es guiar su aprendizaje, ayudarles a que aprendan.
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La información: La información que se va a enseñar ya no se presenta a manera de temas como se hacía en el modelo tradicional, sino por medio de objetivos; es decir, se fragmentan los contenidos en pequeñas fracciones, las cuales están acotadas tanto en su extensión como en su profundidad.
Un contenido puede dar lugar a varios objetivos con infinidad acciones por ejecutar; estos objetivos se relacionan y se estructuran lógicamente formando unidades, éstas, a su vez, presentan un orden lógico y una secuencia de lo simple a lo complejo, formando un programa de estudios.
Al estructurar así la información permite un manejo preciso y homogéneo por parte del profesorado y elimina, en parte, la subjetividad en la enseñanza de los contenidos, ya que las acciones del/a profesor/a y del/a alumno/a, la extensión, profundidad y tiempo dedicado a cada objetivo están acordados preliminarmente en el programa de estudios.
La planeación didáctica se facilita porque el programa de estudios resulta lo suficientemente claro y el docente sólo necesita hacer un análisis minucioso del programa o, en su defecto, consultar al coordinador de área o de estudios.
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La evaluación: Se realiza de manera más sistemática, ya que los tiempos, las formas e instrumentos de evaluación que deben emplearse están predeterminados en el programa de estudios, y los docentes podrán elegir formas alternativas de evaluación con la condición de que se adecuen al objetivo.
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La participación de especialistas: La elaboración de programas requiere de la participación de especialistas, puesto que se requiere de un conocimiento técnico-pedagógico que demanda rigor y precisión.
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La sociedad.: El vínculo entre educación y sociedad se torna más estrecho en el modelo de Tyler, puesto que los objetivos propuestos por los especialistas tienen como marco de referencia las necesidades que solicita la sociedad, de tal modo que, conforme se modifican las necesidades sociales, es necesario cambiar los objetivos de los programas de estudios porque se corre el peligro de que se vuelvan arcaicos.
Medio siglo después de que Tyler revolucionara el mundo de la evaluación educativa, se puede observar la fortaleza, coherencia y vigencia de su pensamiento puesto que sus ideas básicas se vinculan fácilmente con las corrientes más actuales de la evaluación educativa.
SCRIVEN
Michael Scriven acuñó en la década de los años 60 el término de metaevaluación, considerada como aquella investigación sistemática cuyo objetivo es emitir un juicio acerca de la calidad o los méritos de una evaluación. La evaluación se convierte, de esta forma, en el objeto de estudio del metaevaluador
Sus enriquecidas distinciones terminológicas ampliaron enormemente el campo semántico de la evaluación, a la vez que clarificaron el quehacer evaluativo. A continuación se muestran algunas de sus aportaciones más significativas:
Se establece de forma tajante la diferencia entre la evaluación como actividad metodológica, lo que Scriven llama meta de la evaluación, y las funciones de la evaluación en un contexto particular. Así, la evaluación como actividad metodológica es esencialmente igual, sea lo que sea lo que evaluemos. El objetivo de la evaluación es invariante, mientras que las funciones de la evaluación pueden ser demasiado variadas.
Este autor numera dos funciones diferentes que puede adoptar la evaluación: formativa y sumativa. Evaluación formativa se propone para calificar aquel proceso de evaluación al servicio de un programa en desarrollo, con el fin de mejorarlo. Evaluación sumativa para aquel proceso encaminado a comprobar la eficacia del programa y tomar decisiones sobre su continuidad.
Existen tres principios que están claramente relacionados con la evaluación formativa o de proceso descrita por Scriven en 1967, estos son:
a. El aprendizaje es una responsabilidad compartida
b. El aprendizaje depende mucho de cómo se ve el alumno a si mismo,
c. El aprendizaje es mayor cuando el estudiante es reforzado inmediatamente cada paso o momento.
Scriven también realizó una crítica al énfasis evaluación da a la consecución de objetivos previamente establecidos, porque si los objetivos carecen de valor, no tiene ningún sentido saber hasta que manera se han logrado. Sobresale la necesidad de que la evaluación debe incluir la evaluación de los propios objetivos y el grado en que se han conseguido.
Este peculiar autor también realiza una distinción entre la evaluación intrínseca y la extrínseca. En la primera lo que se valora es el elemento por sí mismo, en cambio en la segunda el elemento es valorado por los efectos que produce en los alumnos/as. Esta diferenciación es muy importante cuando se considera el criterio a utilizar, pues en la evolución intrínseca el criterio no se plantea en términos de objetivos operativos pero en la evaluación extrínseca si se concibe.
Scriven considera que la evaluación implica emitir un juicio sobre la superioridad o inferioridad de lo que se evalúa con relación a sus competidores o alternativas.
M. Scriven propone una evaluación en la que no se tenga en cuenta los objetivos pretendidos, sino valorar todos los efectos posibles. Además considera que la pluralidad y la complejidad del fenómeno educativo hace necesario emplear enfoques múltiples y multidimensionales en los estudios evaluativos.
Este autor, además, identifica seis visiones o enfoques alternativos en la fase explosiva de los modelos, éstas son:
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Visión fuerte hacia la toma de decisiones. Concibe al evaluador investigando con el objetivo de llegar a conclusiones evaluativas que ayuden a aquella persona que debe tomar decisiones.
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Visión débil hacia la toma de decisiones, concibe al evaluador ofreciendo información relevante para la toma de decisiones pero no obliga a emitir conclusiones evaluativas o críticas a los objetivos de los programas.
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Visión relativista.
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Visión de la descripción fértil, rica y completa. El evaluador informa de sus observaciones sin intentar emitir afirmaciones valorativas o inferir conclusiones evaluativas.
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Visión del proceso social, resta importancia a la orientación sumativa de la evaluación.
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Visión constuctivista de la cuarta generación.
Scriven también propuso centrar la evaluación en la atención al paciente y no tanto en las metas previstas, ya que generalmente los logros no previstos son más importantes que los que figuran en la planificación del programa. Por este motivo a su enfoque lo conocemos como evaluación sin metas. Se trata como un intercambio informativo.
STAKE
Robert Stake toma como referencia, en su estudio de la evaluación del programa "Cities-in-Schools", el modelo que él mismo acuñó como "responsive evaluation". Aunque la traducción exacta del término "responsive" al castellano es "sensible" generalmente se emplea la expresión de "evaluación responsable" para referirse a este modelo. El autor apuesta porque en la evaluación se integren las opiniones de todos aquellos que tienen un interés en el programa, los llamados "stakeholders", en definitiva, porque la evaluación sea "sensible" a los deseos de los distintos destinatarios. Se decanta por los estudios evaluativos de carácter naturalista, en los que el objetivo fundamental es la comprensión de la unicidad o singularidad del caso, no la búsqueda de conocimiento generalizable ni la elaboración de teoría.
El modelo propuesto por Stake sigue la línea de Tyler, pero es más completo al considerar las discrepancias entre lo observado y lo esperado en los antecedentes y transacciones, y facilitar algunas bases para elaborar hipótesis acerca de las causas y los fallos en los resultados finales. A mitad de los setenta, este autor se aleja de la tradición tayleriana de preocupación por los objetivos y revisa su método de evaluación hacia un planteamiento que el lo denomina como “respondante”, asumiendo que los objetivos del programa pueden modificarse sobre la marcha. Este modelo hizo de Stake el líder de una nueva escuela de evaluación.
Las fases de este método son:
Hablar con los clientes, responsables y audiencias.
Alcance del programa.
Panorama de actividades.
Propósitos e intereses.
Cuestiones y problemas
Datos para investigar problemas
Observadores, jueces e instrumentos.
Antecedentes, transacciones y resultados.
Desarrollo de temas, descripciones y estudio de casos.
Validación.
Esquema para la audiencia.
Reunión de informes formales.
Podemos entonces entender el modelo respondante como un modelo de corte subjetivista, que busca captar la singularidad de las situaciones concretas, intentando comprender y valorar los procesos y resultados de los programas;
GUBA Y LINCOLN
Autores como Guba y Lincoln sitúan a la evaluación en la "cuarta generación" de su evolución, período que se caracteriza por la eclosión de modelos evaluadores (de los que identifican más de cuarenta) con una variada pluralidad conceptual y riqueza de matices que giran alrededor de los modelos inspiradores; pretendiendo superar lo que según estos autores son deficiencias de las tres generaciones anteriores. Esta alternativa fue denominada como respondante y constructivista, integrando el enfoque respondante propuesto por Stake (1975), y la epistemología postmoderna del constructivismo.
Desde esta perspectiva, el evaluador es responsable de determinadas tareas, que ejecutará de manera secuenciada o en paralelo, construyendo un proceso ordenado y sistemático de trabajo. Las responsabilidades básicas del evaluador de la cuarta generación son las siguientes:
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Identificar todos los implicados con riesgo en la evaluación.
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Resaltar para cada grupo de implicados sus construcciones acerca de lo evaluado y sus demandas y preocupaciones al respecto.
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Suministrar un contexto y una metodología hermenéutica para poder tener en cuenta, comprender y criticar las distintas construcciones, demandas y preocupaciones.
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Generar el máximo acuerdo posible sobre estas construcciones, demandas y preocupaciones.
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Preparar una agenda para la negociación sobre de temas no consensuados.
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Recoger y proporcionar la información necesaria para la negociación.
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Formar y hacer de mediador para un «forum» de implicados para la negociación.
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Desarrollar y elaborar informes para cada grupo de implicados sobre los distintos acuerdos y resoluciones relacionados con los intereses propios y de los de otros grupos.
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Reciclar la evaluación siempre que queden asuntos pendientes de resolución.
Podemos citar igualmente los rasgos con los que Guba y Lincoln definen la evaluación: la evaluación es un proceso sociopolítico; un proceso conjunto de colaboración; un proceso de enseñanza-aprendizaje; un proceso continuo, recursivo y altamente divergente; un proceso emergente; un proceso con resultados impredecibles y un proceso que crea realidad.
En esta evaluación, se retienen las características del evaluador fruto de las tres primeras generaciones, esto es, la de técnico, la de analista y la de juez.
Desde esta concepción, la evaluación debe constituirse en un proceso integrado donde confluyan factores personales, sociales, conceptúales y prácticos.
SUCHMAN
Para E. Suchman (1967), la evaluación es la constatación del valor de una determinada realidad o resultado. La define como el proceso para juzgar el mérito de alguna actividad y de esa manera, conocer los procesos aplicados y las estrategias que permiten su comprensión y redefinición, en el caso de que ésta última sea necesaria.
Este autor profundiza en la convicción de que la evaluación debe basarse en datos objetivos que sean analizados con metodología científica, matizando que la investigación científica es preferentemente teórica y, en cambio, la investigación evaluativa es siempre aplicada. Su principal propósito es descubrir la efectividad, éxito o fracaso de un programa al compararlo con los objetivos propuestos y, así, trazar las líneas de su posible redefinición. Esta investigación evaluativa debe tener en cuenta:
a) La naturaleza del destinatario del objetivo y la del propio objetivo
b) El tiempo necesario para que se realice el cambio propuesto
c) El conocimiento de si los resultados esperados son dispersos o concentrados
d) Los métodos que han de emplearse para alcanzar los objetivos.
Suchman, además, defiende la utilización de evaluadores externos para evitar todo tipo de tergiversación de los profesores muy implicados en los procesos instruccionales.
De acuerdo con Suchman, el objetivo principal de la evaluación es descubrir la efectividad de un programa y para esto, se toma como base de comparación sus objetivos, a la luz de la relación entre los objetivos y sus presuposiciones
STUFFLEBEAM
Daniel L. Stufflebeam define la evaluación como “... el proceso de identificar, obtener y proporcionar información útil y descriptiva sobre el valor y el mérito de las metas; la planificación, la realización y el impacto de un objeto determinado, con el fin de servir de guía para la toma de decisiones; solucionar los problemas de responsabilidad y promover la comprensión de los fenómenos implicados. Así, los aspectos claves del objeto que deben valorarse incluyen sus metas, su planificación, su realización y su impacto”.
El modelo Stufflebeam es conocido como CIPP (Contexto, Imput, Proceso, y se caracteriza por estar orientado a la toma de decisiones. Así, la evaluación se estructura en función de las decisiones que se deben tomar. Este modelo organiza el proceso de la implementación según cuatro dimensiones y sus correlaciones:
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Contexto: Esta dimensión se nutre de los datos globales socioeconómicos y sociolaborales nacionales y locales, con énfasis especial en las políticas de empleo para jóvenes.
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Imput: Identifica y valora los recursos disponibles (humanos, materiales y financieros) antes del programa; los objetivos y las estrategias planteadas según los recursos disponibles; las estrategias implementadas; los recursos asignados y utilizados, el soporte normativo y las intervenciones realizadas.
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Proceso: Incluye la interrelación dinámica entre las estructuras del programa y los diversos actores, generando un sistema vincular: “medio ambiente del programa”. Se evalúa especialmente por técnicas cualitativas.
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Producto: Los productos (indicadores) se pueden caracterizar según:
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Eficacia: medida de los logros en un tiempo determinado.
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Eficiencia: medida de los logros en un tiempo determinado, según los recursos utilizados.
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Cobertura: proporción entre los jóvenes que accedieron al programa y el total de jóvenes cadenciados y en situación de desempleo.
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Pertinencia: grado de satisfacción de las necesidades específicas de los jóvenes beneficiarios.
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Adecuación: correlación entre los objetivos y los recursos disponibles.
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Coherencia: grado de correspondencia entre los objetivos y los dispositivos.
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Imputabilidad: medida de causalidad o de fuerte asociación entre los dispositivos y los resultados
Las cuatro dimensiones del modelo CIPP se relacionan con cuatro niveles de decisión: Decisiones de Programa, Decisiones de Planeación, Decisiones de Implementación, Decisiones de Relevamiento.
Stufflebeam invoca a la responsabilidad del evaluador, que debe actuar de acuerdo a principios aceptados por la sociedad y a criterios de profesionalidad, emitir juicios sobre la calidad y el valor educativo del objeto evaluado y debe asistir a los implicados en la interpretación y utilización de su información y sus juicios. Sin embargo, es también su deber, y su derecho, estar al margen de la lucha y la responsabilidad política por la toma de decisiones y por las decisiones tomadas.
De manera que, según Stufflebeam, el propósito fundamental de la evaluación no es demostrar sino perfeccionar.
CRONBACH
Según L.J. Cronbanch (1963), la evaluación consiste esencialmente en una búsqueda de información que habrá de proporcionarse a quienes deban tomar decisiones sobre la enseñanza. Esta información ha de ser clara, oportuna, exacta, válida, amplia. Quienes tienen poder de decisión, son quienes formularán juicios a partir de dicha información.
Del análisis que Cronbach da acerca del concepto, funciones y metodología de la evaluación, entresacamos las sugerencias siguientes:
a) Asociar el concepto de evaluación a la toma de decisiones. Distingue el autor tres tipos de decisiones educativas a las cuales la evaluación sirve:
a) Sobre el perfeccionamiento del programa y de la instrucción.
b) Sobre los alumnos (necesidades y méritos finales).
c) Acerca de la regulación administrativa sobre la calidad del sistema, profesores, organización, etc.
De esta forma, Cronbach abre el campo conceptual y funcional de la evaluación educativa mucho más allá del marco conceptual dado por Tyler, aunque en su línea de sugerencias.
b) La evaluación que se usa para mejorar un programa mientras éste se está aplicando, contribuye más al desarrollo de la educación que la evaluación usada para estimar el valor del producto de un programa ya concluido.
c) Poner en cuestión la necesidad de que los estudios evaluativos sean de tipo comparativo. Cronbach aboga por unos criterios de comparación de tipo absoluto, reclamando la necesidad de una evaluación con referencia al criterio, al defender la valoración con relación a unos objetivos bien definidos y no la comparación con otros grupos.
d) Se defienden los estudios más analíticos, bien controlados, que pueden usarse para comparar versiones alternativas de un programa.
e) Metodológicamente Cronbach propone que la evaluación debe incluir:
1) Estudios de proceso -hechos que tienen lugar en el aula -
2) Medidas de rendimiento y actitudes -cambios observados en los alumnos -
3) Estudios de seguimientos, esto es, el camino posterior seguido por los estudiantes que han participado en el programa.
f) Desde esta óptica, las técnicas de evaluación no pueden limitarse a los tests de rendimiento. Los cuestionarios, las entrevistas, la observación sistemática y no sistemática, las pruebas de ensayo, según el autor, ocupan un lugar importante en la evaluación, en contraste al casi exclusivo uso que se hacía de los tests como técnicas de recogida de información.
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