Psicología


Metamorfosis de la adolescencia


METAMORFOSIS DE LA ADOLESCENCIA

(SIGMUND FREUD)

En La Metamorfosis de la pubertad , Freud nos dice que la vida sexual de los humanos comienza dos veces. La primer vuelta corresponde a las experiencias iniciales de la vida que conjugan lo pulsional con las primeras satisfacciones, sean estas míticas o efectivas.

El segundo inicio de la vida sexual conlleva una verdadera metamorfosis del sujeto en relación al objeto e implica un transtocamiento de los goces y los placeres en juego, un renovado florecimiento de fantasías que abren puertas a la exogamia. A este tiempo Freud lo denominó pubertad. Término que si bien no es un significante nuevo, pues ya jugaba en la cultura, Freud le otorga un sentido nuevo; a saber, la pubertad no es el inicio, ni la primer vuelta, sino que en este tiempo se absorbe y se recompone en segunda vuelta las inscripciones primeras.

Me parece interesante distinguir pubertad y adolescencia como dos tiempos lógicos; No se dice de la adolescencia lo mismo que de la pubertad; en la pubertad están las huellas de lo biológico: hecatombe hormonal, irrupción pulsional que afecta la voz que se distorsiona, imágenes que se desconocen, el cuerpo que toma otra forma. La adolescencia es fundamentalmente un hecho de discurso.

Freud no hizo de la adolescencia una categoría de orden teórico, como lo hizo En relación con los niños refiriéndose a lo infantil; plantea que en la pubertad hay una metamorfosis de «eso» que ya estaba en lo infantil. Si hay adolescencias que se anticipan, otras que se postergan, la edad marcada por el calendario reemplazada por el tiempo psíquico que a veces no quiere pasar o que se adelanta.

Hablar de adolescencia es situar al sujeto en un tiempo de cambio en la estructura de su personalidad. Los cambios, que a nivel de las estructuras psíquicas se van gestando, tienen su apoyatura en toda una serie de transformaciones a las que el individuo no puede rehusarse y solo debe contentarse con esperar a que todo ello pase. En tal sentido, tenemos por ello a un sujeto “mutante” en donde toda una serie de transformaciones físicas lo hacen “extranjero” en sí mismo y en lo referente a su entorno. Corresponde pensar al sujeto que atraviesa este momento como un ser vivo en plena organización y reorganización estructural permanentes (Crisis).

Este momento es crucial ya que constituye para el sujeto una intensa experiencia de despojamiento y pérdidas que movilizan los mecanismos de duelo: está saliendo de su infancia y “naciendo” nuevamente a la vida. Es ahora cuando el sujeto tomará modelos exteriores en su empeño por contar con un espacio propio y por triunfar socialmente, aunque sigue contando con la familia como apoyo.

La entrada a la adolescencia trae implicada la propia finitud así como también la idea de muerte en tanto real y próxima. El adolescente ya es de ahora en más un ser sexuado con su propia genitalidad. 

Ahora es cuando los jóvenes poseen miembros desproporcionados debido al contínuo crecimiento de su cuerpo pero, junto a estos cambios, hacen su aparición los primeros deseos genitales y las fantasías eróticas genitales. Esto da cuenta de cambios en cuanto al gozar: de un primer placer ligado al autoerotismo, el adolescente pasa a un placer ligado al encuentro con el objeto posibilitado esto por un “con qué” hacer frente al deseo que surge desde lo pulsional (genitalidad).

Este proceso de transformación que conmueve en forma brusca la estructura psíquica, ya que se le impone al sujeto, permite pensarlo en crisis como un ser vivo en organización y reorganización permanentes. El adolescente, como una persona en plena crisis “de crecimiento”, se encuentra dentro de un proceso de transformación con pérdida de viejos vínculos y adquisición de otros nuevos. Esta crisis se puede ver en un replanteamiento de su ser, en donde el sujeto se desconoce “desde sí” y “desde el otro” (sentimiento de agenidad). En la introducción se mencionó un sujeto como extranjero; “extranjero” en relación a la falta de reconocimiento por parte del otro y de sí mismo.

La tramitación de los cambios que se están produciendo, se realiza en la adolescencia, que es sólo un tiempo y está marcada por el trabajo del duelo y por la caída de los ideales (ideales tomados en el sentido de aspiración de “ser como”). Para acceder a la adolescencia, el púber tiene que matar todas sus representaciones de niño y dar a su cuerpo un nuevo sentido.

Tras la caída del Complejo de Edipo, el niño ingresa al período de Latencia resignándose a esperar su futuro aunque su sexualidad continúa en forma latente. Comprende que deberá encontrar un objeto amoroso en lo extrafamiliar, conservando sentimientos tiernos hacia sus padres.

La adolescencia aporta una nueva visión del mundo en donde sentimientos de soledad y abandono suelen presentarse. Estos sentimientos dan cuenta que perder los primeros objetos amorosos (padres) es también ser dejado por ellos junto con la idea de que nada podría llegar a reemplazarlos.

Durante la infancia, la identidad del niño está dada por ciertas alianzas con el Yo Ideal de los padres.

Durante el período de latencia, los padres continúan aún en el lugar de ideales pero el sujeto va estableciendo nuevos nexos o alianzas con “otros” semejantes a él, empezando a cuestionar a quienes están en el lugar de ideales. Al ir cayendo los padres de ese lugar, comienza a generarse la búsqueda de nuevas metas. Es la pubertad, desde lo físico, que lo hará semejante a sus padres al otorgarle un cuerpo maduro, pero la adolescencia le aporta otra semejanza: el varón se identifica a su padre como hombre y la mujer se identifica a su madre como mujer. Los adolescentes dejan ya sus imágenes de niños, para ser otros iguales a sus padres. Con el reconocimiento de su genitalidad, unida a la idea de procreación, se ubicarán como dadores a la sociedad de hijos, pasando de ser hijo de sus padres a ser padre de sus hijos (de los suyos propios) pasando sus padres a ocupar la posición de abuelos. Pero la adquisición de tal posición coloca al sujeto dentro de un tiempo de existencia, apareciendo así la idea de muerte como finitud del ser físico.

Hasta aquí, podríamos plantear un doble nacimiento: primero se nacería para una existencia dentro de la especie y después para vivir, es decir, para el sexo. La existencia estaría marcada por el entorno social al que adviene sujeto y por los primeros lazos identificatorios que el niño establece con sus padres. No siendo más que el ser ideal de sus padres, el sujeto es obligado a ser alguien, no reconociéndose corte o separación alguna. A nivel de la adolescencia, se producen ciertos “movimientos” que van a dar lugar a nuevas posiciones y a la adquisición de nuevos ideales ( nuevas metas). Aquí, la estructura no cambia sino que se modifica y el trabajo psíquico que se pone en juego es el duelo. Duelo como aquella reacción que se pone en funcionamiento frente a lo que se pierde y/o perdió de la persona amada. El adolescente realiza tres duelos importantes:

 

·        Uno que es producto de la pubertad, que es el duelo por la pérdida del cuerpo infantil, matando todas las representaciones de niño y otorgándole un nuevo sentido. Se juega aquí también el reconocimiento de lo genital y la función reproductora.

·        Otro, es el duelo por tener que dejar atrás la infancia, aquel paraíso de completud que le satisfacía para reconocerse como sujeto finito movido por sus propios deseos que buscan ser satisfechos.

·        Y por último, el duelo por la caída de los padres como ideales, en donde su inserción en el mundo le otorga otros ideales (ideales sociales, como por ejemplo: la maestra) que les hacen ver que sus padres no son esas divinidades que todo lo saben y que gozan de la inmortalidad, sino que con el reconocimiento de su crecimiento aparece la idea de muerte (finitud) y envejecimiento de sus padres. 

La caída de sus ideales infantiles (ser como sus padres) le permite al sujeto romper con las ataduras de esas primeras relaciones que lo sujetaban al orden de lo endogámico y del deseo del otro, para poder ingresar a la adolescencia y construir sus propios ideales: aquellos que se desea ser y hacer.

La adolescencia es el tiempo en que el ser humano deja de ser Dios apartándose de ello al ocupar un lugar, el de padre o madre, y venciendo la angustia de descubrirse como ser finito a través de los hijos, del trascender a través de ellos.




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Enviado por:Fabian Martinez Avalos
Idioma: castellano
País: México

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