Filosofía y Ciencia


Meditaciones de Marco Aurelio


Marco Elio Aurelio Antonino nació en Roma en el año 121 y murió en el 180 (a los 59 años) posiblemente víctima de la peste. Fue durante 20 años emperador del Imperio Romano y con él finaliza la etapa más larga y próspera del imperio (a saber, desde Trajano hasta la muerte de Marco Aurelio). Durante su mandato hizo frente a numerosas y prolongadas guerras, en muchas de las cuales intervino personalmente.

Se considera a Marco Aurelio una de las figuras más representativas de la corriente estoica (cuyo fundador fue Zenón de Citio), en la cual fue introducido por su maestro Junio Rústico. Esta corriente ético-filosófica considera que el hombre (que es cuerpo, alma o aliento vital y noûs o inteligencia) debe adecuarse a la naturaleza y vivir en armonía consigo mismo y con sus semejantes pues su bien supremo consiste en alcanzar la ataraxia.

Según el estoicismo el hombre dispone, a diferencia de los animales, de inteligencia, y con ella de un principio rector que tiene la capacidad de seleccionar lo que es o no conveniente y de controlar los impulsos del ser humano.

La filosofía de Marco Aurelio se encuentra recogida en sus Meditaciones, un precepto de doce libros divididos en breves párrafos que carecen de unidad estructural, pero cuyos temas se repiten una y otra vez. Únicamente parece que sigan un orden interno el primer y el último capítulo.

En el libro primero agradece a sus familiares, maestros y amigos los valores que le enseñaron y que le permitieron guiar su vida por el buen camino. Comienza citando cuatro de sus familiares: su abuelo Vero, su progenitor Antonio Vero (el cual murió cuando Marco Aurelio aún era joven), su madre Domicia Lucila y su bisabuelo materno Lucio Catilio Severo. Posteriormente introducirá también a Antonio Pío, su tío político que actuó como padre adoptivo y al cual considera Marco Aurelio un hombre ejemplar y digno de admiración por ser consecuente con sus pensamientos.

Entre sus maestros y amigos destacan los filósofos estoicos Rústico, Apolonio de Cálcide, Sexto de Queronea, Catulo y Máximo, el orador Marco Cornelio Frontón, y el filósofo peripatético Claudio Severo.

Finalmente agradece a los dioses el haberle otorgado esos familiares y amigos, y el haberle permitido llevar esa vida acorde a la naturaleza.

En el último (libro XII) recoge los temas tratados a lo largo de las Meditaciones, y hace una especie de despedida de la vida.

El resto de los libros recogen sin orden los temas de moral estoica que se repiten incesantemente y que configuran su pensamiento y filosofía: La Providencia, la muerte, el destino, la relación cuerpo y alma, la relación del hombre con la divinidad, la necesidad de actuar de acuerdo con nuestro guía interior, el tiempo presente, etc. Todos ellos orientados a vivir una vida plena y feliz.

Marco Aurelio concibe al hombre según la concepción tripartita de la persona propia del estoicismo, según la cual el hombre es un compuesto de cuerpo, alma o aliento vital y noûs o inteligencia como bien expone en el libro II párrafo 2: “Lo que a fin de cuentas soy es carne, aliento y un principio rector…Como si ya te estuvieras muriendo desprecia la carne, sangre y polvo, huesos y una fina red de nervios, venas y arteria. Mira también el aliento como es: aire, y no siempre el mismo, sino a todas horas expulsado y de nuevo espirado. El tercero pues es el principio rector.

El primer aspecto que configura al hombre, es decir, el cuerpo, es la materia carnal de la cual estamos hechos (causa material) y a él pertenecen las sensaciones. El segundo aspecto, el alma, lo considera el aliento vital que da vida al cuerpo (causa formal) y a ella pertenecen los impulsos, según el libro II párrafo 16 esta se ultraja a sí misma al irritarse, al hacer mal a otros hombres, al entregarse al placer o al dolor, al ser hipócrita o al actuar sin fin alguno, pues todas estas acciones no son propias de la naturaleza de los seres racionales. El tercer aspecto y el más importante es el noûs o inteligencia, pues se corresponde con el principio rector, y a él pertenecen los principios.

Es el tercer aspecto el realmente propio del hombre, que además es de origen divino y por ello nuestro guía interno, como dice en el libro III párrafo 5 sea el dios que hay en ti el gobernante de tu ser viril, maduro, social, romano, el caudillo que se ha asignado su puesto”.

Este aspecto racional es capaz de captar todas las cosas según su naturaleza y de no limitarse a las apariencias, además, como dice en el párrafo 16 del libro VII el principio rector es imperturbable (a no ser que se perturbe a sí mismo) a diferencia del alma y el cuerpo que sí son alterables.

Es en el noûs donde residen las virtudes tales como la bondad, la serenidad o la justicia, y por ello hemos de recogernos en nosotros mismos para, cavando en nuestro interior, alcanzar la virtud.

Según Marco Aurelio hemos de ser racionales, puesto que hemos de hacer uso de aquello que es más propiamente nuestro, es decir, la razón, la cual ha de ser la que limite y guíe a las otras dos facultades (sensitiva e instintiva).

Vivir de acuerdo con la recta razón diligente, es decir, con la divinidad que en nosotros habita, es necesario para llevar una vida feliz, sin embargo esto no basta, pues hemos de vivir conforme a lo que somos, y esto es, además de inteligentes, sociales.

Puesto que los hombres poseen razón han de vivir socialmente, y por ello Marco Aurelio otorga gran importancia a la relación que ha de llevar el individuo con sus semejantes ya que considera que “los hombres han nacido unos para los otros” (según el párrafo 59 del libro VIII).

Puesto que el hombre es por naturaleza social, este ha de vivir en comunidad y por ello sus individuos mantienen relaciones, las cuales han de ser de igualdad y de respeto. Según dice Marco Aurelio en el libro IX párrafo 23 “igual que tú mismo eres un elemento complementario al sistema social, así también toda actividad tuya debe ser complementaria de la vida social”, lo que quiere decir que todo aquello que realicemos ha de estar orientado a una razón social pues todos los hombres han de mirar por el bien común (no por el propio) teniendo siempre en cuenta el conjunto universal, ya que, puesto que formamos parte de él, lo que sea bueno para el conjunto será bueno para nosotros.

El Universo es concebido por Marco Aurelio como un conjunto, un Todo, es decir, a pesar de su aparente multiplicidad subyace en él una unidad, como dice en el párrafo 9 del séptimo libro: Todas las cosas se hallan entrelazadas entre sí y su común vínculo es sagrado y casi ninguna es extraña a la otra, porque todas están coordinadas y contribuyen al orden del mismo mundo. Que uno es el mundo, compuesto de todas las cosas; uno el dios que se extiende a través de todas ellas; única la sustancia; única la ley, una sola la razón común de todos los seres inteligentes, una también la verdad, porque también una es la perfección de los seres del mismo género y de los seres que participan de la misma razón”.

Según Marco Aurelio todo en el universo tiene un origen común y divino, y todo ocurre de acuerdo con la naturaleza del conjunto universal ya que todas las cosas se rigen por un mismo orden y una misma ley, y en todas ellas habita una divinidad común que se extiende por todo el conjunto.

En el libro VI párrafo 15 considera que “flujos y alteraciones renuevan incesantemente el universo”, es decir, considera el universo un continuo cambiar. Marco Aurelio acepta el cambio como algo propio y necesario para conjunto universal, y puesto que el cambio es algo natural no hay que temerle ya que además este es necesario para el desarrollo de la vida, así dice en el libro VII párrafo 18: “¿Teme alguien el cambio? ¿Qué se puede producir sin cambio? ¿Qué más caro y familiar a la naturaleza del Todo? Tú mismo ¿Podrías bañarte si la leña no se transformase? ¿Podrías alimentarte si los alimentos no se transformaran? ¿Alguna otra cosa de las que son útiles podría llegar a término sin cambio? ¿No ves, pues, que el hecho mismo de cambiar tú es algo semejante, y de igual manera necesario para la naturaleza universal?”.

Por tanto no hay que temer esta continua transformación necesaria en ninguno de sus aspectos, y puesto que la muerte es una manera de transformación tampoco a ella habrá que temerla.

La muerte es considerada un acto natural y necesario al cual no hay que temer y del cual no hemos de avergonzarnos pues según el libro IV párrafo 5 “no va contra lo característico del ser inteligente ni contra la razón de su constitución”. Además en el párrafo 3 del libro IX Marco Aurelio considera que “conforme a un hombre con un buen raciocinio es no mostrarse frente a la muerte ni irritado ni vehemente ni alterado, sino aguardarla como una de las acciones naturales.Por tanto se considera de ignorantes el hecho de temer a la muerte, pues no es más que una acción necesaria para la armonía del conjunto del Todo, además según dice en el párrafo 58 del libro VIII “el que teme la muerte, o teme la falta de sensación, o teme una sensación diferente. Pero si ya no tienes sensación, tampoco sentirás ningún mal; y si adquieres una sensación ajena, serás un ser distinto y no dejarás de vivir”.

Puesto que la muerte es algo inevitable en la naturaleza humana Marco Aurelio aconseja vivir cada momento como si fuese el último (“no actúes como quien va a vivir diez mil años”), que cada acción se desempeñe como si de la última se tratase pero llevándolas siempre a cabo con justicia, serenidad y razón. Tiene por tanto gran importancia el tiempo presente, mientras que, por el contrario el pasado y el futuro no han de preocupar al hombre, así dice en el párrafo 36 del libro VIII “acuérdate de que ni el pasado ni el futuro te pesan, sino siempre el presente”.

Según el libro IV párrafo 17 “mientras vivas, mientras es posible, sé bueno”, lo que está estrechamente ligado al actuar de acuerdo con la naturaleza y al hacer caso de la divinidad.

Según Marco Aurelio el camino recto es aquel consecuente con la naturaleza propia y la común, cuyo camino es el mismo según el párrafo 3 del libro V. Puesto que formamos parte del Todo, y aquello que nos sucede forma siempre parte de ese conjunto universal que es la naturaleza, nuestras acciones han de realizarse de acuerdo con dicha naturaleza, es decir, nuestro soberano interior ha de guiarnos para actuar conforme a la naturaleza y así adaptarnos fácilmente a aquello que se nos da.

Por otro lado Marco Aurelio considera que todo lo que acontece al hombre es lo conveniente para él y no le ocurre de manera azarosa, sino que le estaba asignado a su correspondiente destino. Este destino hemos de aceptarlo pues nos ha sido concedido por los dioses, a cada cual el suyo, pues nada ocurre de forma azarosa sino que es fruto de la voluntad de la divina Providencia. De esta forma Marco Aurelio considera que has de amar aquello que te ocurra, es decir, tu destino, pues según el párrafo 8 del libro V “se hizo para ti, para ti fue ordenado y para ti había sido tramado de algún modo desde arriba, desde las causas más antiguas”. El que acepta su destino se complace con lo que le ha tocado y convive con los dioses, además, puesto que todo lo que acontece sucede de acuerdo con el conjunto de la naturaleza universal esto ha de ser útil y necesario, tanto a nivel individual como universal.

El hombre se relaciona con la divinidad a partir de su guía interior: Dios capta la esencia de cada persona, y se relaciona con ella a partir del noûs, así actuar racionalmente significa actuar de acuerdo con la divinidad.

Según Marco Aurelio hemos de honrar y venerar incondicionalmente a los dioses en cada uno de nuestros actos pues ellos cuidan de los hombres, y como dice en párrafo 41 del libro VII utilizando una cita de Eurípides “si los dioses me han descuidado a mí mismo y a mis dos hijos, esto también tiene sentido”, pues como ya hemos todo lo que ocurre es voluntad de la divina Providencia.

Además de estos temas principales Marco Aurelio expone a lo largo de sus Meditaciones numerosos principios éticos y morales que están orientados a llevar una vida plena y feliz. Así aconseja cosas como: centrarse en el guía interior y no entrometerse en vidas ajenas a no ser que sea estrictamente necesario, actuar deliberadamente y de forma racional evitando las acciones pasionales e instintivas tales como la ira, desechar elogios y famas, obrar siempre mirando por el bien común y no por el interés propio, hacer filosofía pues es propio de nuestra naturaleza, actuar con justicia, buscar la verdad y perseguir el bien, aceptar lo que se nos venga, circunscribirnos al presente que es lo que realmente importa y no imaginar.

En definitiva, este emperador, que no sólo destacó por su labor política y militar sino también por su aportación filosófica a la historia, refleja en sus Meditaciones los principios ético-morales estoicos, y el conjunto de su obra viene a decir que el hombre, como ser racional, social y parte más del conjunto del universo ha de guiarse en su vida por su principio rector (que es el lazo que le une a la divinidad) y vivir socialmente y de acuerdo con la naturaleza aceptando su destino, pues ha sido marcado por la divina Providencia, evitando los instintos y las pasiones y ejercitando aquello que le es propio por naturaleza, la razón.




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Enviado por:Kailin Weber
Idioma: castellano
País: España

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