El Matrimonio Arnoldfini es más que un cuadro costumbrista, un asombroso ejercicio de estilo o un conjunto de símbolos ocultos; posiblemente sea todo eso a la vez.
Es sobretodo un testimonio fiel de la personalidad tanto de los representados como del autor y por extensión, del pensamiento de la época.
Estamos ante una escena bien concreta: el matrimonio de Giovanni Arnoldfini con Giovanonna Cenanni. Según algunos autores esto no es del todo correcto, dado que en la época en que se pinta este cuadro (1434) había dos hermanos Arnoldfini casaderos: Giovanni y Michele, ambos pertenecientes a la alta burguesía comercial residente en Flandes, pero provenientes de la cuidad de Lucca, en Italia.
Se basan en que el gesto del marido al tomar la mano de su esposa implica una superioridad social ante una mujer, que de haber sido Giovanna resultaría de clase superior, en realidad, a la de su esposo. Por esta razón, los investigadores creen que se trata de Michele, pues este desposó a una tal Elisabeth de familia desconocida, por lo que su gesto seria el de protegerla e introducirla a un nivel social superior al de su cuna.
Todo esto se vuelve a contradecir si tenemos en cuenta el retrato realizado también por el propio Jan Van Eyck de Giovanni Arnoldfini, que coincide plenamente en rasgos con el que nos ocupa.
Podría decirse que aunque aparezcan multitud de símbolos, con múltiples interpretaciones, el sentido de la escena es único y especifico: el matrimonio Arnoldfini es una pareja de devotos cristianos; de hecho, este espacio social no solo pretende unirse con la esfera celeste, si no que también quiere santificarse en el contacto con lo divino.
Es por esto que ambos personajes han dejado su calzado aparte y pisan el suelo de la habitación con el sentido de“terreno sagrado” del matrimonio.
El perrito que podemos ver a sus pies simboliza la fidelidad y el amor entre ellos y siguiendo por el margen izquierdo se encuentra un grupo de tres frutas sobre un mueble más otra solitaria en el alfeizar de la ventana. Aun no pudiendo asegurar si se trata de manzanas o naranjas, éstas pueden tener dos significados: uno relacionado con el pecado consciencia del pecado original y otro con la Caridad.
En la lámpara que pende sobre ellos, una sola vela encendida representa la fe y la presencia de Dios en la escena.
En lo que parece ser una silla alta con adornos propiamente góticos aparece una figurilla de Santa Bárbara, patrona de los partos y unida a la fecundidad.
La cama, toda ella vestida en intenso color rojo hace referencia a lo carnal del matrimonio (en su sentido sagrado). Este color contrasta visiblemente con el tono verde del vestido de Giovanna (de significado oculto todavía).
Toda la indumentaria de esta mujer es un ejercicio de realidad contemporánea. Durante un tiempo se pensó que la señora Arnoldfini estaba en estado de buena esperanza, sin embargo, ese abultamiento del vientre es algo más bien ficticio y creado por la moda de la época: vestidos de cintura muy alta, por debajo de los pechos y una especie de polizón sobre el vientre. Encontramos este mismo tipo de modelos en cuadros italianos de la misma época, en especial florentinos. De hecho, esta es una moda que no sólo se traduce a las formas de los vestidos, si no también en cierto modo de moverse, de caminar y que acentúan esa impresión de estado de gravidez. Las implicaciones psicológicas de una moda de esta índole están una por descifrar.
Al mismo tiempo llama la atención el tocado con que adorna su cabeza, dejando ver una frente excesivamente amplia, fruto también del gusto de la época por el que las mujeres se rasuraban para aparecer de esta manera. (Véase cualquiera de los retratos femeninos de Roger Van der Weyden).
He dejado para el final los dos últimos rasgos que convierten esta obra en algo excepcional y no en una mera descripción de idas. Me refiero al espejo circular situado al fondo y a la firma que se halla encima de éste.
“Johannes de Eyck fuit hic” no solo atestigua la presencia del autor en el acontecimiento, si no que además esta escrito con caligrafía gótica (en vez de latina) que se usaba para documentos legales, lo que tiene que ver con que el matrimonio para ellos no es sólo un contrato sagrado con Dios, además tiene un carácter de contrato legal, terreno.
El espejo circular es más que un ejercicio iconográfico y de miniaturita en cada una de las escenas de la Pasión que se describen en los sectores circulares que rodean el cristal. Actúa como instrumento óptico que sirve también de prueba de las leyes naturales, de la objetividad de la naturaleza.
En el centro de este espejo convexo está representado el pintor como testigo, quien frente al caballete este pintando a marido y mujer, que se ven de espaldas. Tenemos aquí un juego de reflejos entre observador, tema del cuadro y momento en que la obra fue pintada que en poco se diferencia de Las Meninas de Diego Velázquez.