Literatura


Mariano José Larra


Introducción

Mariano José Larra

Nació en Madrid en 1809 y falleció en 1837. Crítico y escritor castellano. Hijo de un afrancesado: don Mariano de Larra (médico acreditado).

Se educó en parte en Francia. Dejó inacabados los estudios de medicina y leyes, frecuentó encuentros literarios de Madrid y se dedicó a la literatura, la crítica y la política en el campo liberal. Viajó por Europa i, nuevamente a la Península Ibérica, militó en el partido moderado.

El fracaso de su matrimonio y diversos amores frustrados lo llevaron al suicidio.

Escribió poesía y teatro (Macías, 1837, drama romántico), pero es más interesante su actividad crítica: escribió series de folletos (como El pobrecito hablador, la publicación de la cual fue interrumpida por censura política), con los pseudónimos d'El duende solitario y Juan Pérez de Murgía.

El corpus de artículos más importante es el que publicó en varios periódicos bajo el pseudónimo de Fígaro. Estos artículos dan una visión amarga y lúdica de varios aspectos de la vida (política, literatura, teatro, costumbres...) en tono humorística. Los que tratan de literatura y teatro son particularmente interesantes para la visión crítica renovadora, incisiva y científica. Su castellano flexible y sobrio, se ha convertido en modélico. Los artículos fueron recogidos por primera vez en la Colección de artículos dramáticos, literarios, políticos y de costumbres (1835-1837). La Generación del 98 quiso ver en el un modelo y un precursor.

Movimiento romántico

El romanticismo es la expresión cultural y artística del liberalismo histórico. Es un verdadero estilo de vida, no es un sistema sino una manera de sentir el mundo y de enfocar la vida. Es rebeldía e insatisfacción, ansia de libertad y de infinito que nunca encuentra sosiego.

Los románticos quieren abarcarlo todo, experimentarlo todo; sufrir y gozar intensamente, apurar todas las contradicciones que captan en el fondo del alma humana. Abundan entre ellos los extremismos políticos y vitales, las pasiones incontroladas, el afán de aventura y de rebeldía, el nacionalismo exacerbado, la pasión pos el cambio, la exaltación seguida de la depresión, e incluso el suicidio como expresión máxima de libertad y rebeldía.

El romanticismo vivió con nostalgia al pasado, buscando la tradición cristiana y romántica. Comparte un rasgo esencial con el liberalismo: el individualismo. Valoraron enormemente la sensibilidad, la fantasía, lo espontáneo, lo específico de cada hombre y de cada pueblo. Proclaman la absoluta libertad del arte, frente a la estética clásica de la imitación. Apreciaran las obras de arte medievales y barrocas, y exaltarán al héroe individualista, al que está proscrito de la sociedad, aunque sea un bandido.

El romántico expresará sus sentimientos más íntimos, generalmente teñidos de melancolía, tristeza y desesperación. Se siente incomprendido y solo, en un mundo demasiado grosero para comprender la elevación de sus sentimientos. Sólo el paisaje estará acorde con su alma, y se sentirá acompañado por la noche, el cementerio o la tempestad. Se evade de la realidad hacia un mundo del sueño, de lo oculto o fantasmal; hacia el pasado adorando con un halo de indefinible misterio; hacia el oriente lejano y desconocido; hacia la humilde aldea en la que viven seres humanos puros y nobles.

Empeños y desempeños

En la primera parte de este artículo, el escritor hace una descripción de su sobrino, el cual tiene una educación envidiable.

Una mañana, su sobrino va a visitar a Larra para pedirle dinero porque se vio obligado a empeñar el reloj de un marqués, por haberse comprometido a pasar una tarde con la baronesita, y tuvo que alquilar un coche y una casa para que no les reconociesen.

Larra aceptó su petición, y se dirigieron al café, lugar en el que se encontraron con un hombre que les condujo al sitio donde se encontraba el reloj empeñado del marqués, un cuarto viejo que muy poco se parecía al café donde antes se habían encontrado, y allí podrían recuperarlo.

Una vez allí el autor, oculto bajo su sombrero, pudo ver como gentes de todas las clases sociales e incluso personas que él nunca imaginaría encontrárselas allí, incluso una señora muy importante de la alta sociedad. Esas personas se dirigían a aquel punto de compra y venta para disfrazarse de aquello que no eran y querían aparentar.

Por la noche, Larra asiste, junto a su sobrino, a la fiesta de la señora que antes se había encontrado. En esta fiesta se encuentra con muchas caras que había visto anteriormente y que, según el autor, habían perdido el asombro del lujo que les envolvía.

El casarse pronto y mal

Larra empieza este artículo explicando una situación propia donde cuenta al lector que muchos de sus admiradores tienen opiniones distintas sobre los temas de sus artículos y sobre su forma de escribirlos y al final Larra, decide escribir este artículo que trata sobre las costumbres:

Una hermana de Larra, de educación tradicional basada en la religión, emigra a Francia al casarse. Allí, adaptándose a la cultura francesa, educa a su hijo con toda libertad y despreocupación.

Al regresar a España ella se alarma del retraso de España. Su hijo empieza a hacer vida social y conoce a una joven, Elena, y los dos creen estar enamorados y comienzan a verse. Ambas familias intentan cortar la relación, pues cada una desconfía de la posición social y económica de la otra

A pesar de no tener Augusto empleo y de los argumentos en contra que dan las familias, la pareja desea casarse. Lo hacen, finalmente, riñendo con las familias y gracias a un dinero que les ha prestado un buen amigo.

Tienen tres hijos y la felicidad dura lo que les dura el dinero del amigo. Pronto empieza el desenamoramiento, las virtudes de cada uno se transforman en defectos. Al acabarse el dinero se acaba también el amor y Elena empieza a fijarse en el amigo que les prestó dinero.

Una noche Augusto descubre que ha desaparecido su mujer y sus ropas. Con la ayuda de la policía descubre que ha huido a Cádiz con su amigo y va, furioso y vengativo, a buscarlos. Al encontrarlos, Augusto coge su pistola y dispara a su amigo y ella, que está aterrorizada y se siente culpable se arroja por la ventana. Augusto también se dispara, no sin antes escribirle una carta a su madre pidiéndole perdón por sus errores y pidiéndole que eduque a sus hijos mediante la instrucción. La hermana muestra la carta a Larra.

Para terminar el artículo, Larra expone su propia opinión acerca de la gente (sobretodo la gente joven) que decide emigrar al extranjero creyendo que allí la vida les será más fácil, pero lo que cree es que la vida también es peligrosa fuera del país y que no todo lo que hay en las grandes civilizaciones es bueno (sirva de ejemplo la educación de su sobrino, una educación con libertad y despreocupación, que luego le produjo grandes problemas personales).

El castellano viejo

Este artículo comienza diciendo que Larra a su edad, pocas veces cambia el orden que en su manera de vivir tiene establecido. Empieza explicando que una vez iba por la calle, pensando en temas, cuando notó un golpe en el brazo, cosa que le pareció de muy malas maneras. Alguien le tapó los ojos y le preguntó quién era, a la cual cosa él acertó rápidamente, reconociendo esos bastos modales, era su amigo Braulio. Éste le explica que mañana es su día de días, es decir, su cumpleaños, y le invita a almorzar a su casa. Larra se niega al principio, pero acaba aceptando ya que Braulio le insiste y le amenaza con enojarse. Braulio le explica todas las cosas que harán ese día, algún invitado cantará y tocará.

Braulio no es un hombre de clase alta, pero tampoco de clase inferior. Es un hombre muy patriota, que piensa que todo lo español es mejor que nada. No hay ni vinos como los españoles, ni educación como ésta, ni chicas como las madrileñas... Es un hombre muy echado para alante, que dice las cosas tal y como las piensa, y que por guardar cuatro normas de educación en algunas situaciones cree que tiene clase.

Larra se viste de frac para ir a la comida y llega media hora tarde a propósito. Una vez allí hay un gran tumulto de gente, y hasta las cuatro los invitados a la comida no se quedan solos. La mitad de los invitados que iban a hacer la comida más apacible, no han acudido y al final los pocos que van se sientan a comer a las cinco de la tarde. Braulio, muestra preferencias x un invitado, Larra, y lo admite. Le presta una chaqueta suya para que no se mancha, hecho que Larra no se toma muy bien, pero acepta y calla.

Una vez en la mesa hay un caos. Empiezan sentándose en una mesa que se nota que solo la sacan para ocasiones especiales, porque como dice Braulio, para él y su mujer con la pequeña ya tienen bastante, y en la cual están muy apretados. Usan las servilletas buenas, todo por querer quedar bien, y Larra lo nota. La comida se hace aburrida, y Braulio quiere ir de fino, aunque a la vez pretende demostrar que existe una confianza entre ellos que excusa esa finura. Empiezan a haber quejas sobre los platos, cocinados mal, y las culpas van hacia las criadas, pero llega un punto en que ya no es excusa y la mujer de Braulio estalla. La mesa sigue siendo un caos, vuelan olivas, hay huesos de ave en el mantel, y hasta un gallo sale despedido, vuelca la sopa y el vino y mancha a Larra. Después de todo, Braulio excusa la situación, pero Larra piensa que sólo la costumbre de comer y servirse bien cada día puede evitar semejantes destrozos, y en este caso, esa costumbre no está arraigada en esa casa.

Finalmente hacen recitar a Larra unos versos a la fuerza, cosa que los invitados celebran. Acabado esto, Larra marcha del infierno vivido con intención de no volver. Piensa que la gente quiere aparentar cosas para quedar bien y las cosas no son así. En cada sitio hay unas costumbres y una gente y son como son.

En este país

En este artículo De Larra reflexiona sobre aquellas frases que se dan a conocer por todo el país, y más concretamente, aquella que todo el mundo utiliza para dar toda clase de explicaciones de aquellas cosas que a nuestro parecer chocan en mal sentido, la muletilla ¡En este país!

Según De Larra la principal causa de esta expresión es el “medio saber” de la cultura española i que nos impide ver lo bueno y los progresos que vamos haciendo lentamente.

Después de estas reflexiones, pasamos a observar el día a día de De Larra acompañado de Don Periquito, un joven bastante ignorante y perezoso que atribuye todas sus desgracias i defectos a cosas de España.

Cuando el joven va a buscar trabajo se lo dan a otra persona más preparada y él pone como excusa a sus desgracias que son cosas de España mientras que De Larra le dice al joven irónicamente que en Francia y en Inglaterra les dan los puestos de trabajo a los más necios. Nos hace ver que no sólo en España le dan el puesto al más preparado sino también en otros países.

Más tarde, don Periquito va a una librería a ver que tal se esta vendiendo un boletín que ha publicado observa que no se ha vendido ninguno. A través de esto, el joven saca la conclusión de que en España no se lee y que él en Paris hubiera vendido diez ediciones mientras que De Larra nos explica que ni en París los libros malos se publican.

Mientras pasean por la calle pasan por un edificio que esta en obras i lleno de polvo, el joven lo único que sabe es decir que en España no hay limpieza, como si en Paris las casas que se destruyen y se reedifican no hicieran polvo, y lo mismo ocurre cuando el joven por un descuido mete el pie en un charco de lodo, lo primero que le pasa por la cabeza es decir que en España no hay urbanidad como si en el extranjero no hubiera lodo.

Don Periquito por todos los lados que pasaban o en todas las conversaciones que tenían sólo encontraba quejas del país, ya fuera porque no se puede ir al teatro, porque no se puede viajar por los malos caminos que existen, porque los cafés son muy malos, porque solo en España hay miserias y robos y así continuamente. Don Periquito cree que en el único lugar que suceden estas cosas es en España y que en París y Londres lo único que hay es elegancia, riqueza y justicia.

A través de este recorrido con don Periquito De Larra se pregunta porque las personas como don Periquito que lo encuentran todo mal no miran hacia atrás, para así darse cuenta de cómo nuestro país ha cambiado en tan poco tiempo para bien, y no es tan diferente de otros como en tiempos anteriores.

Para acabar De Larra nos da un consejo. Que dejemos de utilizar la muletilla en este país i que miremos adelante i observemos los avances que a sufrido España i ayudemos a contribuir en su mejora en vez de aumentar la injusta desconfianza que tenemos de nuestras propias fuerzas.

La educación de entonces

De Larra nos explica que el país se encuentra en una de aquellas épocas de transición de costumbres, ideas y usos, pero que a pesar del cambio todavía se pueden encontrar grupos de gente que representan el tiempo antiguo. Eso es lo que le ocurrió a De Larra mientras paseaba por Madrid, encontró a dos hombres de entonces.

Don Lope de Antaño Y Don Pedro Josué de Arrierán son dos hombres que piensan que la educación de entonces era mucho mejor que la de ahora.

Entre ellos se comentan que en su época con menos asignaturas que ahora la gente era más alegre y tenían mucha más salud y no como ahora que de tanto estudiar se quedan pálidos y muy delgados. Según sus opiniones los chicos aprenden demasiadas lenguas, que no les sirven para nada. A los jóvenes de antes se les enseñaba poco y en mucho tiempo y con eso ya se podían considerar hombres mientras que ahora les enseñan mucho en poco tiempo; creen que tanta instrucción no es necesaria.

Los hombres de entonces piensan que la mejor manera para que se aprendan las cosas era a partir de golpes y no con las tertulias que hacen ahora, que no se aprende nada.

Otra costumbre de la antigua educación era que los chicos no podían hablar con una chica sin que el padre accediera. A don Lope se le ocurrió descolgarse durante la noche por la ventana con sabanas. Al final lo que consiguió fue caerse y quedarse cojo el resto de su vida.

Muchas veces las bodas de los años anteriores se producían sin que los novios se conocieran, ya que eran arregladas por los padres. Esto era el principal factor para que después los matrimonios siempre se pelearan, aunque nunca se separaban porque tenían la costumbre de permanecer siempre al lado de una misma persona.

Los dos amigos creen que las chicas no tienen que salir ni leer porque pueden coger ideas propias y ser más conflictivas.

Finalmente los señores acaban diciendo que se van a emplear a fondo para que las ideas de ahora no prosperen.

Llegado aquí el dialogo los hombres llegaron a las puertas de un convento de Atocha y entraron devotamente. De Larra se volvió a Madrid pensando para si que había escuchado un dialogo de antiguas costumbres.

Un reo de muerte

Existen dos formas de teatro: el teatro de ficción y la vida cotidiana. Todo lo que representa el primer teatro nunca será suficiente para compararse con la fea realidad, ni con la más grande imaginación. En el teatro lo ves como algo lejano, en la realidad lo sufres. Pero hay una farsa peor que estos dos teatros: la política. En el fundamento era positiva pero se hizo más grande volviéndose todo lo contrario. Con la política nació la censura, haciendo que escritores que luchaban con la palabra contra esta, ya no tuvieren ningún recurso. José de Larra era uno de estos escritores aunque nunca quiso desobedecer las leyes porque creía que no tenía suficiente fuerza para luchar contra el orden establecido. El mismo se consideraba una persona débil que escribía con más miedo que mérito.

El habito de vivir en las costumbres nos impide muchas veces pararnos a considerarlas. Nos hace ver como natural cosas que no lo es. Las tres cuatas partes de los hombres viven de tal manera debido a que han nacido y crecido de esta manera. Esto impide las reformas. Les leyes son un índice reglamentario y obligatorio de las costumbres. He aquí lo difícil de liberar un pueblo esclavo por sus costumbres.

Esto se puede observar en la pena de muerte, utilizada con abuso en los pueblos modernos. La indiferencia ante el grito de un reo de muerte, que se confunde con las voces del mercado es una de sus causas.

Una vez notificado la sentencia del reo, como venganza de la sociedad, es trasladado a la capilla donde la religión se apodera de él y después lo deja en manos de la justicia humana. La tiránica sociedad exigirá algo del condenado hasta momentos antes de su muerte, riéndose de su debilidad, se aglomeraran en las calles para verlo ambular hasta su muerte. En estos momentos rara vez cada cual recuerda su vida y su educación y observa que no son tan diferentes que el reo. El que cree en Dios es el único que en este ultimo suspiro de vida tiene un poco de esperanza. Los reos que causan una preocupación política son las muertes más serenas.

En la prisión los compañeros del reo cantan en compás monótono y las calles se llenan de gente curiosa de muerte. Numerosos piquetes de infantería y caballería esperan en torno del patíbulo evitando el desorden. La sociedad va a mutilarse a si misma solo por el derecho de la fuerza. Un ser como el hombre no puede vivir sin matar y tiene la incomprensible vanidad de presumirse perfecto.

El reo ha llegado el patíbulo, un palo sólo y no tres, la orca, donde en un solo instante el ultimo indicio de vida será extinguida. Morirá por la sociedad. Un mal se iba a remediar con dos. La muerte de la víctima y la muerte del asesino, así la sociedad estará satisfecha.

Literatura

La política nos ha impedido hasta ahora otorgar a la literatura el lugar que le corresponde.

Nuestra literatura impregnada de orientalismo (ocupación árabe) y influida por la metafísica religiosa había sido más brillante que sólida, más poética que positiva. Al llegar la reforma se estacionó. Era un momento en que la lengua todavía no se había formado y el hacho que en España fue reprimida y perseguida la Reforma mientras otras naciones la aceptaban con los brazos abiertos y aceptando nos hizo quedar atrás. También España estaba más lejos del foco de las ideas nuevas. Cuando las ideas caducaban aquí todavía eran nuevas debido a la recién salida de la larga dominación musulmana. Vivían en el catolicismo que la había salvado; una razón más para no aceptar la reforma. Otro motivo de estacionamiento fue las constantes persecuciones y la busca de nuevas tierras para ofrecerle al cielo.

Las causas locales atajaron el progreso intelectual y, con él, el movimiento intelectual. La muerte de la libertad nacional añadió a la tiranía religiosa la tiranía política, provocando secuelas visibles. El siglo siguiente, la literatura, ni tuvo un carácter sistemático investigador, filosófico, útil y progresista. No se dio un paso adelante, sólo se dedico a adaptar cosas ya hechas, tanto en la poesía como en la fábula.

La novela, hija de la imaginación, se vio mejor representada. Los mismos libros de caballerías tuvieron su origen en la península española. Fue una época de escritores excelentes pero fue corta, y después de Quevedo la prosa volvió al olvido. Poco después la literatura se refugió en el teatro, no hizo más que decaer.

A finales del siglo XVII volvió a brillar un destello de esperanza que hubiera perdurado si los disturbios políticos no se hubieran apresurado a sofocar el germen sembrado durante el feliz reinado de Carlos III, pero algunos afectos siguieron a la causa. La larga paz en Europa volvió menos recelosos a los tiranos y las colonias de América empezaron a independizarse de sus metrópolis.

Por tanto, a fines, apareció en España una juventud menos apática y más estudiosa que las anteriores generaciones, pero, que al volver los ojos atrás para buscar modelos y maestros en sus antecesores, encontraron una inmensa laguna. Al no saber como continuar un movimiento paralizado dos siglos antes, no hicieron cosa mejor que saltar el vacío en vez de llenarlo y unirse el movimiento del pueblo vecino. Restauraron las bellas letras introduciendo el gusto francés. Fueron imitadores. El espíritu de análisis y el espíritu filosófico francés influyeron en nuestra regeneración literaria.

Lo representaron con la lengua del siglo XVI, creyéndose originales, pero esta lengua no había crecido con las necesidades nuevas. Cienfuegos fue el primer innovador. Mientras nosotros envolvíamos lo nuevo en lo viejo, las otras naciones se iban enriqueciendo con voces de todas partes haciéndonos quedar atrás.

El día de Difuntos de 1836

En este artículo, Larra nos manifiesta la melancolía que siente en el momento que lo escribió, una terrible depresión que la atribuye a la política de 1836.

Este artículo empieza cuando Larra estaba sentado en un sillón meditando sobre todo lo que le hacía sentir esa melancolía y de golpe escuchó un sonido lúgubre y monótono. Entonces se dio cuenta de que era el día de Difuntos. El sonido anteriormente nombrado resultaba ser las campanas que anunciaban la muerte de aquellos que se habían ido y ya no volverían. De golpe, se dio cuenta que la melancolía podía ser la cosa más alegre del mundo y salió a la calle.

En la calle había mucha gente que se dirigía al cementerio, él se dio cuenta que el cementerio era la propia ciudad de Madrid. Empezó a decirles que los muertos en realidad estaban vivos porque tienen libertad y paz, cosa que los vivos hasta que no mueren no lo consiguen.

A continuación, empieza a hacer una breve referencia de algunos monumentos, calles, estamentos, etc. que forman este cementerio (Madrid) cómo el Palacio Real, la armería que es el sitio donde está la Guardia Real, la cárcel, también nombra la calle de Postas y la calle de la Montera, la Puerta del Sol, la Bolsa, la Imprenta Nacional, la Victoria, los teatros, el Salón de Cortes, a todos los nombra como si fueran mausoleos, sepulcros, etc.

Respecto a la organización de este inmenso cementerio se refiere al Estamento de Próceres.

Explicando todo esto llega la noche, como una inmensa lápida, dónde la ciudad es un gran sepulcro pero cuando quiere escaparse y refugiarse en su corazón se da cuanta que su propio corazón se ha convertido en un cementerio al no tener esperanza alguna y carecer de ilusiones y deseos.

La Nochebuena de 1836

En este artículo, Mariano José de Larra empieza diciendo que el último 24 del año no puede ser nunca bueno y que el día anterior, el 23, es para él la víspera de la desgracia.

El día 24, como en el artículo anterior, empieza meditando y comparando los cristales empañados de las ventanas de su habitación con su vida, los artículos que empezaba a escribir en los que reflejaba sus ilusiones y esperanzas, y que no llegaba a acabar, con los nichos de un cementerio.

A continuación nombra a Don Quijote y se le ocurre que puede hacer como en la antigua Roma, cuando los esclavos decían toda la verdad a sus amos en la nochebuena, y pensó que lo podía hacer con su sirviente.

Luego, cuando llega la hora de comer decide salir a la calle y sigue reflexionando sobre la Nochebuena.

Dice que el hombre tiene que recurrir a la materia para pagar las deudas a su espíritu y no le gusta la alegría que hay en este día.

A continuación, llega la hora del teatro donde se representan dos comedias. Van pasando las horas y la gente ya esta en sus casas haciendo fiesta pero Larra sigue andando y pensando por la calle.

Decide ir a su casa para oír la verdad de la boca de su sirviente y hace una breve descripción de éste. Entonces cuando llega a casa, toda la verdad empieza. Su criado le dice que le hace lástima porque Larra siempre está triste y en su mundo, y en cambio él está muy alegre, sobretodo esta noche.

El criado, bajo los efectos del vino, le dice a Larra como piensa que es su vida, llena de dolor, tristeza y de rencor porque entrega el corazón a cualquiera sin pensar en las consecuencias del desamor.

Al final, el criado se queda dormido en el suelo de la habitación de Larra por culpa de los efectos del alcohol, mientras Larra se queda toda la noche despierto, en su cama, meditando sobre lo que le ha dicho el criado.




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Enviado por:Cami
Idioma: castellano
País: España

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