Literatura


Mariano José de Larra


ÍNDICE

  • Introducción.

  • Breve estudio general del autor.

    • 2.1. Valores de Larra.

    2.2. Larra romántico.

    • 2.3. Trayectoria.

    • Larra como periodista.

    • “El casarse pronto y mal”.

    • 3.1. El artículo de costumbres.

    • Contexto histórico y social del artículo.

    • Localización de “El casarse pronto y mal” en la trayectoria literaria del autor.

    • Análisis del artículo

    • Breve resumen argumental.

    • Estructura y temas.

    • Personajes.

    • Lengua y estilo.

    • Actitud del narrador.

    • Intención de Larra en el artículo.

    • Conclusión.

    • Bibliografía.

    • 1.Introducción

      La figura de Mariano José de Larra (1809-1837) brilla en el panorama literario español como una de las más inquietantes y atrayentes debido a su azarosa biografía y a su angustiosa producción literaria.

      Comprometido con su país y sus males, su labor como escritor de artículos le permite encontrar en el periodismo, el medio para hacer llegar al pueblo sus propósitos de reforma y en la literatura el desahogo a sus angustias.

      En estos años, el periodismo español estaba en su infancia: los periódicos se veían obligados a mantener una lucha constante con la censura. Larra hará frente a esto y será el primer periodista español que pudo vivir de su trabajo de escritor.

      Este trabajo centrará su atención en el análisis de uno de los artículos que Larra escribió para la prensa: “El casarse pronto y mal”. La edición que se manejará para su elaboración es Artículos varios de Evaristo Correa Calderón en “Clásicos Castalia”. Nos apoyaremos en una bibliografía crítica formada por los trabajos de Susan Kirkpatrick y José Luis Varela (ver bibliografía). En el primero la autora estudia la obra de Larra basándose en las contradicciones de su personalidad. Demuestra que en el conflictivo espíritu del autor se simboliza la dramática situación del hombre español enfrentado a la realidad política de la época. El segundo trabajo rompe con el estudio tradicional de Larra mostrándose novedoso en sus teorías.

    • Breve estudio general sobre el autor.

    • Valores de Larra.

    • Mariano José de Larra (1809-1837) vive la concurrencia de dos épocas. En política, el tránsito del Antiguo Régimen al moderno constitucionalismo; en sociedad, la sustitución de unos valores caducos por los ideales de progreso y libertad; en cultura, la renuncia a un arte de formas externas por otro difusor de verdades. La inquietante figura de nuestro autor hace aparición en este panorama de cambio, revolución, desolación y crisis mostrándose como una conciencia viva.

      España se hace aspirante al ideal de progreso que ya han adoptado otros países en Europa. Sin embargo, la mentalidad del pueblo español no está preparada para tales cambios. Frente al conformismo que le rodeaba, se sirvió de la crítica y de la sátira para denunciar todos los vicios que consideraba negativos para el progreso de la sociedad.

      Defensor de un espíritu común liberal, abierto y democrático, escribe para combatir la desidia en un país anquilosado. Huyó de la necedad, de la pedantería, de la presunción, de la artificialidad. Contempla, a través de sus artículos, la vanidad de las gentes, el patriotismo mal entendido, la pereza española.

      Su condición de escritor le hace asumir su función: será sembrador de ideas que provoquen el progreso social. Para ello, tendrá que lograr una perfecta intercomunicación entre escritor y público. Larra se lanza a la calle y vive en medio del acontecer diario. Así, empapa su obra de problemas actuales, de personajes reales, de acciones cotidianas... Su espíritu crítico somete a revisión los valores heredados y las ideas por siglos defendidas, con un afán moralizador, educador.

      En la parte final de su vida, Larra se da cuenta de su fracaso, de su frustración como escritor, como político y como hombre. La amargura invade sus últimos escritos. Ve cómo se le cierran todos los caminos y “ebrio de deseos y de impotencia”, se rinde.

      2.2. Larra romántico.

      Mariano José de Larra ha figurado siempre en lugar de honor en el Romanticismo español. Las razones ideológicas y biográficas deciden su inclusión en este movimiento más incluso que las razones literarias. Su espíritu liberal e inconformista, sus apasionadas relaciones amorosas y su suicidio son motivos tentadores para cualquier crítico a la hora de reconocerlo como el representante más genuino del movimiento romántico español. Al fin y al cabo, estos motivos aparecían en cualquier protagonista de las numerosas obras literarias que en la época se presentaron.

      Su actitud vital coincide con los ideales románticos, su pensamiento y estilo no tanto.

      Larra se formó en el clasicismo. Los autores que manejó en su juventud pertenecen al siglo anterior, son los más fieles representantes de la Ilustración española: el padre Isla, Moratín, Iriarte, Cienfuegos, Caldalso, Jovellanos, Lista, etc.

      Del Romanticismo, por tanto, aceptó Larra su concepto de libertad, de verdad, de protesta social; pero no es partidario de un romanticismo anárquico, pintoresco y espectacular. Su espíritu razonador, que concibe la literatura como un bien útil, lo aleja de los ideales utópicos del movimiento y lo acerca a la realidad social que le rodea.

    • Trayectoria.

    • José Luis Varela traza la trayectoria del escritor señalando su evolución: afirmación de la persona mediante la sátira de usos sociales; observación y calificación de los usos políticos; proyección de sus frustraciones sentimentales sobre las del país e identificación de ambas; y, finalmente, derrumbe personal ante el peso insostenible de las dos frustraciones.

      Puede apreciarse este proceso evolutivo en su dedicación periodística en la que se establecen tres etapas:

      La primera transcurre desde la aparición de El Duende satírico del día en 1828 hasta la muerte de Fernando VII el 29 de septiembre de l833. En esta etapa además de en el citado periódico escribe Larra en El Pobrecito Hablador y en la Revista Española. Se trata de una etapa en la que el orden literario-social predomina sobre el político. La sátira de costumbres y usos sociales es agresiva y, en alguna ocasión, roza temas políticos con mesura. Los temas que encontramos son la pedantería filológica, el casticismo enquistado o el extranjerismo novedoso, la hipocresía patriótica, la adulación y la pereza como vicios nacionales, etc. En esta etapa gusta el autor de amenizar sus escritos con alguna fábula o cuentecillo al estilo cervantino.

      La segunda etapa abarca desde septiembre de 1833 hasta la fecha en la que Larra regresa a España del extranjero después de un largo período, enero de 1836. Publica su novela El Doncel de don Enrique el Doliente, estrena su drama Macías, colabora en la Revista Española y en la Revista Mensajero. Ha alcanzado la madurez literaria, pero ya se predice la ruina del hombre. Su actitud es más radical. Larra cae en la desesperación al ver defraudadas sus esperanzas por la situación política. La política predominará en esta etapa. Lejos del análisis costumbrista, los últimos artículos de este período muestran las entrañas desgarradas del autor.

      La tercera etapa ocupa el último año de vida del escritor. Desde enero de 1836 hasta el 13 de febrero del siguiente año. Desesperanzas por sus propias contradicciones y por la creciente oscuridad de su ánimo. En un intento de salvación proyecta sobre la realidad caótica que le rodea su propia desesperación. Las ideas que más se repiten en sus artículos, señala José Luis Varela, se concentran en las palabras fuerza, superioridad, desigualdad y poder.

      Cuatro artículos alumbran el camino que fatalmente conduce a “Fígaro” al desenlace mortal del 13 de febrero de 1837. En orden cronológico son “El día de difuntos de 1836”, “Horas de invierno”, “La Nochebuena de 1836”y “Exequias del conde de Campo Alange”. Estos escritos tienden a demostrar el desfallecimiento progresivo de su autor. José Luis Varela observa la liquidación de todas las esperanzas políticas en el primer articulo, la pérdida de la fe en la creación literaria en el segundo y una elegía dirigida a sí mismo en el cuarto.

    • Larra como periodista.

    • La importancia alcanzada por Larra en la literatura española se debe a su labor periodística. Colaboró en numerosos periódicos firmando bajo su nombre o bajo algún seudónimo (El Duende”, “Fígaro”, “El Bachiller”). Entre otros Revista Española, El observador, Revista Mensajero, El Español, El Duende satírico del día o El Pobrecito Hablador (los dos últimos editados por él mismo).

      Continúa Larra con la tradición del siglo anterior que convirtió el periódico en un importante vehículo para la difusión del pensamiento reformista de los ilustrados.

      Sin embargo, él no se limitó a ser un simple continuador. Supo dar a sus artículos una originalidad, una viveza y un estilo hasta entonces desconocidos.

      José Luis Varela ha realizado una distinción entre un “periodismo de mesa” o gacetillero y un periodismo “literario”. Señala cómo Larra, se diferencia de otros articulistas por llevar a cabo un costumbrismo satírico con toda la carga literaria del siglo XVIII y lo utiliza como instrumento de la descarga romántica, con lo que la escena costumbrista se convierte en sátira de costumbres sociales, luego en sátira de costumbres políticas y, finalmente, en sátira elegiaca, para mostrar su autodestrucción literaria y personal, de acuerdo con las etapas que arriba hemos señalado.

      Los diferentes artículos que realizó se clasifican en artículos de costumbres, artículos de crítica literaria y artículos políticos. Los primeros se estudiarán a propósito del artículo elegido para analizar en el apartado siguiente. Estudiaremos los dos restantes con brevedad.

      Con sus artículos de crítica literaria da a conocer críticamente las novedades teatrales y llega a formular una verdadera teoría literaria. Reseña casi la totalidad de las obras dramáticas estrenadas en Madrid. Podemos conocer el juicio que le merecen las numerosas traducciones de obras extranjeras que se representaban en España, el nacimiento y evolución del teatro romántico y la situación general de la escena española. No se somete nuestro autor bajo las normas de ninguna escuela, aunque tampoco rechaza escuelas anteriores. Admite cualquier obra literaria que enseñe verdades, que muestre al hombre como es, que exprese el progreso intelectual del siglo.

      Analiza el teatro como un conjunto de elementos que han de fundirse perfectamente: un texto original, unos actores compenetrados con los personajes que representan, cultos y conocedores de la historia, una escenografía y un vestuario acordes con la época representada y un público instruido que sepa apreciar la obra que contempla.

      El artículo político contiene el análisis de circunstancias concretas. Los temas que más se repiten se refieren a la libertad de imprenta, a la expansión del carlismo, a la actitud indecisa del Gobierno, a la frustración por las reformas anunciadas y no emprendidas... La situación del país, debatiendo su futuro entre guerras civiles, sublevaciones, luchas de partidos, sucesiones de gobiernos, ofrecía al escritor dónde centrar los temas de sus colaboraciones en prensa. La censura obliga al autor a adoptar una serie de recursos nuevos creando un estilo particular. Busca cuadros de referencia, desde donde lanzar su feroz sátira sobre personajes de actualidad. Otras veces, adopta el género epistolar o el estilo burlesco. Con todo esto, logra llevar a cabo un diagnóstico claro de la situación del país. Su ironía y su humor son fruto del desengaño. La amargura de los últimos escritos refleja la decepción de un hombre que esperaba la regeneración del país y que ve como gobierno tras gobierno, se pierde la ocasión de que se lleven a cabo las medidas necesarias para situar España al mismo nivel que el resto de la naciones civilizadas.

    • “El casarse pronto y mal”.

    • El artículo de costumbres.

    • Mesonero Romanos, Estébanez Calderón y todos aquéllos que se dedicaron al análisis de costumbres españolas, entienden éste como una descripción pintoresca de tipos o acciones populares. Su única finalidad consiste en retratar, por planos, lo más divertido, característico o peculiar de la sociedad o de los personajes que la componen. Son meros pintores, testigos objetivos, de escenas seleccionadas previamente por su pintorequismo de entre las que ofrece la sociedad española.

      Larra se aleja totalmente de esa sumisión al tipismo y convierte el artículo en una plataforma desde donde difundir sus ideales reformistas. A Larra no le interesa el cuadro de costumbres como simple descripción de las mismas, sino como método de análisis, de disección, de profundización en los vicios que impiden el progreso social. Larra considera la sociedad como un problema y no como un modelo que reflejar en sus escritos. La profundización en la crítica eleva sus artículos a una categoría distinta y superior a la de los que se habían hecho hasta entonces.

      Observa críticamente la realidad y el comportamiento humano para descubrir y denunciar los vicios con una finalidad didáctica. El cuadro de costumbres para él no es un fin en sí mismo, sino un medio de reforma. Estas afirmaciones se observan en el artículo que nos ocupa.

    • Contexto histórico y social del artículo.

    • La vida de Larra abarca un período de transición crucial en la historia de España. Él mismo identificó esta transición como el paso de una España tradicional hacia la formación de una sociedad moderna, basada en instituciones liberales y progreso económico, meta con la cual se comprometió tanto en su vida como en su obra. Su obra se formó a partir de los acontecimientos que se fueron produciendo a lo largo de este proceso. La vida y obra de Larra sólo puede hallarse en el contexto del proceso revolucionario liberal español.

      La organización económica, social y política tradicional española experimentaba un intenso proceso de transformación en una sociedad moderna. A lo largo de la década de los treinta, existía una coincidencia general de opinión en cuanto a la necesidad de realizar cierto tipo de cambios, pero la tarea de diseñar un sistema político nacional y una política gubernamental que pudiera satisfacer a los grupos divergentes revestía una abrumadora dificultad. Este tránsito político desde el Antiguo Régimen al moderno constitucionalismo implicaba en la sociedad española la sustitución de unos valores tradicionales, ya caducos, por los ideales de progreso y libertad.

      Las nuevas fuerzas socio-económicas luchaban por participar en el poder político. En cuanto a la base de la ideología revolucionaria, los liberales españoles no tenían otra alternativa que adoptar la desarrollada por la burguesía más madura de otras naciones. Tal como lo señaló Larra, estos fundamentos resultaban ajenos e inaceptables para la gran mayoría de los españoles y, en diversos aspectos eran inapropiados para la realidad española, de modo que llevaban a la confusión y al desaliento.

      La debilidad económica y militar hizo que la nueva burguesía fuese débil a las guerras de fines del siglo XVIII y a la presión que ejercían en el mercado los países más competitivos. En consecuencia, a principios del siglo XIX, los elementos de aquello que podría haberse convertido en una burguesía propiamente dicha eran aún demasiado débiles numérica y económicamente.

      Nuestro autor fue testigo del primer impulso de la revolución burguesa liberal y se sintió comprometido. Esta burguesía luchaba por llevar a cabo sus objetivos, pero chocaba con una economía atrasada, sin una base social adecuada. Para comprender la relación entre la producción de Larra y la revolución social de su época, se deben tener en cuenta estas anomalías de la situación española. Como escritor y ciudadano se sentía comprometido en construir una nueva sociedad.

      El pobrecito hablador, periódico en el que se publica este artículo, es el vehículo que inventa como portavoz para sus observaciones. A través de sus comentarios sobre fenómenos puramente sociales, en este caso la descripción de las tensiones e incomprensiones mutuas de una pareja inmadura y sin dinero, comunica una visión del atraso y la ignorancia de la sociedad española.

    • Localización de “El casarse pronto y mal” en la trayectoria literaria del autor.

    • Este artículo se publicó por primera vez en El Pobrecito Hablador el día 30 de noviembre de 1832. Con este periódico, en este año, regresa Larra al periodismo desde que, en 1928, fuera único redactor de El Duende satírico del día, donde su estilo resultaba algo ampuloso, pero se vislumbraba ya el genio del escritor.

      En El Pobrecito Hablador, del que se editaron quince números entre agosto de 1832 y marzo 1833 y del que también Larra era el único colaborador, se publicaron algunos de sus mejores artículos. “Empeños y desempeños”, “El castellano viejo”, “Vuelva usted mañana” y el artículo que nos ocupa. El tema central del periódico es la necesidad de educación y de libre expresión. Late en esta época en Larra un espíritu ilustrado, la base de su pensamiento es la propia del siglo XVIII. “La seguridad en el poder de la razón para revelar la verdad y la confianza en la racionalidad última de la voluntad popular, sugeridas por esta declaración, son pruebas indudables de la herencia que la Ilustración deja a Larra” Ve necesaria la ruptura de las viejas estructuras y establecerá pautas de progreso.

      Según la trayectoria marcada por José Luis Varela, ya expuesta anteriormente, este artículo se encuentra en la primera etapa. Es la época de la crítica social, sin entrar aún de lleno en temas políticos, como hará más tarde. En este momento Larra, en una declaración de principios, advierte que su propósito es el de reformar la sociedad y las instituciones que la forman a través de los hombres, ya que son éstos los auténticos motores de esa sociedad. Así, Larra arremete sistemáticamente contra todo lo que le parece censurable, como las costumbres en general, las tradiciones y los prejuicios que deben ser desechados para forjar hombres nuevos que formen una sociedad nueva. Así, la crítica a la educación que se le da a los jóvenes en España sirve para aplicar estas ideas renovadoras. Hay que destacar ya en esta época la postura antiabsolutista de Larra y la crítica a la censura, así como el humorismo, la sátira y la ironía. Tras algunos problemas con la censura y, a pesar de que no trata directamente el tema político, Larra, temeroso de que el Pobrecito Hablador acabe como El Duende, entra a colaborar en Revista Española, publicando artículos de crítica dramática y costumbres.

      • 3.4. Análisis del artículo.

      3.4.1.Breve resumen argumental del artículo. (Desarrollo).

      Una hermana ficticia de Larra, de educación tradicional basada en la extrema religiosidad, emigra a Francia al casarse. Allí, adaptándose a la cultura francesa, educa a su hijo con toda libertad y despreocupación.

      Al regresar a España ella se alarma del atraso de España. Su hijo empieza a hacer vida social y conoce a una joven, ambos creen estar enamorados y comienzan a verse. Ambas familias intentan cortar la relación, pues cada una desconfía de la posición social y económica de la otra.

      A pesar de no tener Augusto empleo y de los argumentos en contra que dan las familias, la pareja desea casarse. Lo hacen, finalmente, riñendo con las familias y gracias a un dinero que les ha prestado un buen amigo.

      Tienen hijos y la felicidad dura lo que duró el dinero del amigo. Pronto empieza el desenamoramiento, las virtudes de cada uno se transforman en defectos. Al acabarse el dinero se acaba también el amor y Elena empieza a fijarse en el amigo que les prestó dinero.

      Una noche Augusto descubre que ha desaparecido su mujer y sus ropas. Con la ayuda de la policía descubre que ha huido a Cádiz con su amigo y va, furioso y vengativo, a buscarlos. El amigo recibe dos tiros y ella se arroja por la ventana ante la desesperación. Augusto también se dispara, no sin antes escribirle una carta a su madre rogando perdón por sus errores y pidiéndole que eduque a sus hijos mediante la instrucción. La hermana muestra la carta a Larra en una sufrida agonía.

      3.4.2. Estructura y temas.

      La estructuración de este artículo es común a la mayoría. Lo dividimos en tres partes: un prólogo, el desarrollo del artículo propiamente dicho y una conclusión. Veamos su extensión y los temas que en cada parte se desarrollan:

      Encontramos, en primer lugar, un prólogo que sirve de preámbulo. En raras ocasiones aborda Larra el tema del artículo desde el comienzo. Otras veces el autor reflexiona sobre las razones que le empujan a ocuparse del asunto, pero en el que nos ocupa reflexiona el autor sobre su propia función como escritor y los problemas que halla para satisfacer a un público complejo con sus artículos, mostrando las distintas razones que sus páginas provocan: unos piden que sea más irónico, otros se quejan de ello, unos abogan por el verso, otros por la prosa. La polémica no es baldía y obliga al escritor a estudiar a sus lectores y a aceptar la responsabilidad de sentirse conciencia de una mayoría y de educar a un amplio público. La conclusión del autor es la de escribir artículos de todas clases, sin otra sujeción que la de ponerse siempre de parte de lo que le parezca verdad y razón.

      Pasamos a la segunda parte. El preámbulo inicial y la conclusión final sirven para enmarcar el desarrollo del artículo. En éste, el tema principal que Larra trata es el de la educación de los jóvenes, al que da pie el argumento del casamiento de su sobrino. Aquí, enfrenta dos modelos educativos: el tradicional, basado en la hipocresía y en el puritanismo, y el más liberal, por influjo francés. Para reflejar el modelo educativo tradicional, acude a la crítica de los defectos que ya habían señalado los autores ilustrados: la falsa religiosidad, la lectura de libros prohibidos y el guardar las apariencias. Para caracterizar la educación “actual”, no critica la educación como tal, sino más bien la superficialidad con que se acogen ciertas costumbres y el paso de un tipo de educación a otro sin la suficiente asimilación, lo que conducirá al protagonista a la tragedia final.

      Dentro de este tema aparecen otros secundarios. Uno de ellos es el tema de la religión. Por una parte, Larra critica la falsa religiosidad tradicional, y su excesivo puritanismo:

      “ Éste era hijo de una mi hermana, la cual había recibido aquella educación que se daba en España no hace ningún siglo: es decir, que en casa se rezaba diariamente el rosario, se leía la vida del santo, se oía misa todos los días, se trabajaba los de labor, se paseaba (solo) las tardes de los de guardar, se velaba hasta las diez, se estrenaba vestido el domingo de Ramos...”

      Por otra, critica el extremo contrario, esto se refleja en boca de su hermana que viene de Francia “trayendo entre otras cosas noticias ciertas de cómo no había Dios, porque eso se sabe en Francia de muy buena tinta”

      La lectura de las novelas sentimentales (las más leídas fueron las de María de Zayas) fue, como hemos dicho, uno de los vicios que más criticaron lo ilustrados, y también Larra. Recuérdese que Moratín también trataba el tema de la lectura de libros prohibidos en El sí de las niñas. Nos habla el autor de cómo, con la llegada de las ideas del siglo, se cambió la lectura religiosa por la de novelas sentimentales, lo ejemplifica con la actitud de su hermana, que comienza a leer a Pigault Lebrun, autor francés de novelas eróticas y estilo desenfadado. Lo mismo ocurre con la enamorada de su sobrino que no tenía “ni más dote que su instrucción novelesca y sus duettos” .

      Con ello quiere demostrar Larra que el pueblo español no estaba preparado para las ideas de progreso que venían de Francia y, equivocado, toma lo malo.

      El tema de la nobleza, considerada de una forma superficial, y la hipocresía que conlleva el guardar las apariencias aparece en el artículo. El apego que siente su hermana por la nobleza predestina a su hijo a morirse de hambre porque si éste hubiera aprendido un oficio se hubiera ofendido a los parientes. Según Larra el afirmar el ser noble equivale a decir “que desde la más remota antigüedad nuestros abuelos no han trabajado para comer”. Ya los autores ilustrados, recuérdese a Feijoo, habían afirmado que la verdadera nobleza no reside en la sangre sino que las acciones dan virtud y nobleza al hombre. La nobleza no se hereda.

      La “fatal credulidad” de que la pareja estaba verdaderamente enamorada y sus prisas por casarse sin tener el joven empleo o carrera van a dar lugar a la tragedia. La escasez de dinero da lugar a los problemas y, como consecuencia, al desenamoramiento y a la traición.

      Finalmente, encontramos una parte, a modo de epílogo, que sirve de recapitulación de lo expuesto y descubre el sentido educador del artículo. Aparece el tema del atraso de España frente a otros países más adelantados. Según nuestro autor para equipararnos a ellos debemos ir subiendo poco a poco, con paciencia, los escalones que nos conducen a este fin. Esta es la doctrina que Larra predica en este artículo, se desarrollará más ampliamente en el punto dedicado a la intención del autor en el artículo (3.4.6.).

      3.4.3. Personajes.

      Los personajes principales del artículo son su hermana, su sobrino y la enamorada de éste. Son personajes imaginarios que se crean como pretexto para desarrollar una historia ficcional con la que Larra ejemplifica el mal estado de la educación de los jóvenes en España y, así, dar paso a la crítica.

      El personaje de su hermana sirve para mostrarnos la sustitución que se hizo en España de la educación tradicional y religiosa a otra procedente de Francia, más liberal, que fue mal entendida y se confundió con la despreocupación por la educación de los hijos. Ambos tipos son extremos, no se adopta un punto intermedio pues “esta débil humanidad nunca supo detenerse en el justo medio”.

      Augusto, el sobrino, es criado dentro de la nueva educación progresista. Es representante de una generación nueva, más avanzada e influenciada por las modas, que le sirve de pretexto al autor para satirizar las novedades insensatas que adopta el país. Es éste superficial, vano, presumido, orgulloso y hablador en sociedad. Es, en definitiva, víctima de la despreocupación con la que ha sido educado pues pagará duras las consecuencias de la precipitación de su matrimonio.

      Elena es una “personita bien educada” como dice Larra con total ironía. No es capaz de gobernar una casa y pasa el tiempo leyendo novelas sentimentales por lo que no está preparada para el matrimonio. Pero ella se enamora y, como en las novelas, piensa que el amor puede con todo y quiere casarse con Augusto aunque no tenga beneficio, pues no piensa en la importancia del dinero para vivir bien en el matrimonio. Es ignorante y tiene un concepto del amor fantasioso, por influencia de sus lecturas, y poco realista.

      Al casarse se transforma la relación entre ambos. La falta de dinero trae la falta de felicidad y le sucede un fatal desenlace. Queda aquí demostrada la crítica a los matrimonios precipitados y sin una base económica adecuada.

      3.4.4. Lengua y estilo.

      Es el lenguaje el arma más eficaz que posee Larra para llegar a sus lectores.

      El lenguaje utilizado en el artículo es de tono culto, pero fácilmente inteligible para el lector medio. Su estilo, directo y ágil. No cae en la monotonía ni en aburrimiento consiguiendo así que la historia se desarrolle con gran fluidez.

      Se hace uso el autor de palabras muy gráficas, sabiamente escogidas, que hacen referencia precisa de las cosas que describe.

      El plano léxico es muy interesante por la variedad y riqueza que presenta, aunque sin apartarse de la sencillez. Los cultismos aparecen junto a coloquialismos (“fulanita”, “menganito”, “Pepe Botellas”) y refranes, juegos de palabras, frases hechas, locuciones y proverbios que se utilizan como formas eficaces de llegar al público y que dotan su estilo de gran expresividad:

      “...y ya no fue el pan pan, ni el vino vino: casóse...”

      “todavía se quieren; pero en casa donde no hay harina todo es mohína...”

      “se llegaron a imaginar primero, y a creer después a pies juntillas, como se suele muy mal decir, que estaban verdadera y terriblemente enamorados.”

      Con fines humorísticos, Larra recurre al uso de una palabra, a veces reiterativo, basado en alguna asociación ingeniosa, con carácter irónico. Así hace referencia a su sobrino como “Orlando” o “caballerito” o a la pareja como “Angélica y Medoro”. Con el mismo fin hace uso de diminutivos: “caballerito”, “sobrinito” o “Elenita”.

      Para dar mayor intensidad a la narración Larra hace uso de exclamaciones que, en ocasiones, aparecen acumuladas:

      “¡Qué movimiento en él! ¡Qué actividad! ¡Qué heroísmo! ¡Qué amabilidad! ¡Qué adivinar los pensamientos y prevenir los deseos! ¡Qué no permitir que ella trabaje en labores groseras!”

      También hace uso de interrogaciones retóricas que hacen más directo el contacto con el lector:

      “¿Qué motivo habrá, efectivamente, que nos persuada que debemos en esta corta vida pasarlo mal, pudiendo pasarlo mejor?”

      “¿Serán más bien las ideas contrarias a las funestas consecuencias que de este fatal acontecimiento se deducen las que deben propalarse?”

      Larra usa frecuentemente la yuxtaposición o asíndeton:

      “Leyó, hacinó, confundió; fue superficial, vano, presumido, orgulloso, terco...”

      aunque también encontramos polisíndeton:

      “y ya galleaba en las sociedades, y citaba, y se metía en cuestiones, y era hablador y raciocinador como todo muchacho bien educado; y fue el caso que oía hablar todos los días de aventuras escandalosas, y de los amores de Fulanito con la Menganita, y le pareció en resumidas cuentas cosa precisa para hombrear, enamorarse”

      Son frecuentes las enumeraciones, la más trabajada se encuentra al final del desarrollo del artículo (ejemplo). Para reflejar la situación confusa que llevará al trágico final, nuestro autor recurre a la “enumeración caótica”, que consiste en la yuxtaposición de elementos con el propósito de sugerir dicha confusión. Ha de observarse en la rapidez de la narración. Los acontecimientos, como las palabras, se precipitan. Se eliminan los términos superflujos y se acumulan los verbos de acción. Contrasta este estilo con el de los párrafos descriptivos y reflexivos anteriores:

      “ Corre a casa de su amigo. ¿No está en Madrid? ¡Cielos! ¡Qué rayo de luz! ¿Será posible? Vuela a la policía, se informa. Una joven de tales y tales señas con un supuesto hermano han salido en la diligencia para Cádiz. Reúne mi sobrino sus pocos muebles, los vende, toma un asiento en el primer carruaje y hétele persiguiendo a los fugitivos. Pero le llevan mucha ventaja y no es posible alcanzarlos hasta el mismo Cádiz. Llega; son las diez de la noche; corre a la fonda que le indican, pregunta, sube precipitadamente la escalera, le señalan un cuarto cerrado por dentro; llama...”

      Otro recurso utilizado para dar agilidad al texto es la aparición de diálogos, introducidos por el narrador. Aparecen en el prólogo del artículo, donde nos expone el autor las preferencias de unos u otros lectores y en el desarrollo del artículo, cuando los padres de Elena interrogan al sobrino sobre la relación entre ambos.

      Son frecuentes las digresiones. Estas reflexiones distinguen a Larra de los otros costumbristas. Son de carácter excesivamente breve, aunque llenas de ironía. En ellas critica, se lamenta, ironiza, con tanta fluidez, que nos lleva de un asunto a otro en una línea, al margen del asunto principal del artículo:

      “cásose, y siguiendo en la suerte del tuerto Pepe Botellas, que tenía dos ojos muy hermosos y nunca bebía vino, emigró a Francia.”

      “no es necesario decir que el muchacho, que se llamaba Augusto, porque ya han caducado los nombres de nuestro calendario, salió despreocupado, puesto que la despreocupación es la primera preocupación de este siglo”

      Todo ello contribuye a que se le haya elogiado a Larra como a “un romántico que logró convertir el artículo breve en un instrumento artístico”

      3.4.5.Actitud del narrador

      El autor se presenta en el prólogo como un “yo” activo y reflexiona en primera persona sobre su condición de escritor.

      En la parte central del artículo, el desarrollo, el narrador adopta un “yo” pasivo. Se coloca éste en un extremo del escenario y contempla situaciones y personajes que hará pasar por el tamiz de su crítica. Se permite ir juzgando algunos hechos y realizar digresiones.

      Para captar la verdadera realidad de lo que contempla, emplea el procedimiento de buscar una perspectiva nueva de observación. Así ha de interpretarse la presencia de un sobrino del narrador como protagonista del artículo. Desde la experiencia y madurez del narrador (tío) se juzga una juventud inconsciente o preocupada únicamente por las modas extranjeras (sobrino). De esta manera, el autor puede asimismo censurar las costumbres contemporáneas o elogiar lo que le parece respetable.

      De nuevo, en la conclusión se presenta el narrador como un “yo activo” que expone sus ideas directamente al lector.

    • Intención de Larra en el artículo

    • El mismo autor nos explica su intención al hacer este artículo. Al dar testimonio de las malas consecuencias de la educación del momento, trata de convencer a todos los españoles de que ha de tomarse del extranjero lo que está a nuestro alcance, y sea bueno, y no lo que lo que está por encima de nuestras posibilidades. Además, España tiene cosas buenas que la distinguen de otras naciones y no hay que despreciarlas, pues nos pueden ser de provecho.

      En España existe una minoría que quiere equipararse a los países más adelantados, pero no hace otra cosa que ir “caminando a brincos”. Larra advierte que hay que “subir la escalera a tramos”, tranquilamente, para conseguirlo, puesto que cada etapa de crecimiento es necesaria para el desarrollo de la siguiente.

      Para lograr las pretensiones de progreso es necesaria una preparación, cuyas bases no son otras que la educación y la instrucción. Por otra parte, se debe marchar a la par, es decir, los que marchan demasiado deprisa y los que lo hacen despacio (y no comprenden aún que es necesario salir del atraso) deben esperarse para lograr su fin. Puesto que otras naciones echaron a andar antes, llegarán antes que nosotros.

      Todo ello es la didáctica de Larra planteada en el artículo.

    • Conclusión

    • La crítica que lleva a cabo Larra en este artículo no tiene fin destructor sino, como ya hemos insistido, didáctico. Opina éste sobre la educación de los jóvenes porque en ella se basa el progreso de la sociedad. Su concepto de la educación coincide con el que poseían los escritores ilustrados del siglo XVIII. Censura le educación superficial que reciben los jóvenes españoles haciendo referencia al influjo de las nuevas ideas procedentes de Francia que los hace presas fáciles de vicios y defectos que puede conducirlos a la tragedia, como ocurre en este caso. Su propuesta consiste en lograr una educación sólida de la juventud que debe tomar del extranjero lo bueno, para caminar al ritmo de las naciones más adelantadas, pero que no debe rechazar lo español.

      También Larra se hace un poco culpable de este error de casarse pronto y mal pues, como muchos críticos señalan, se averigua un referente autobiográfico por parte de Larra en el sentido de que se refleja el fracaso de su vida en la experiencia matrimonial, aunque sin un desenlace tan terrible.

      En resumen, Larra vuelve a sentirse comprometido con el problema social que vive España y participa en él buscando soluciones y predicándolas. Algunos miembros de la Generación del 98 se identificaron con él y lo aclamaron como a su predecesor por la forma de sentir intensamente los males de su país, su idealismo y también su pesimismo. Todo ello hizo de Larra, no sólo un romántico, sino también un hombre de hoy y siempre.

    • Bibliografía.

    • -Edición manejada:

      LARRA, Mariano José de: Artículos varios, Ed. Evaristo Correa Calderón, Castalia, Madrid, 1992, (Clásicos Castalia, nº70).

      -Estudios:

      KIRKPATRICK, Susan: Larra: el laberinto inextricable de un romántico liberal, Gredos, Madrid, 1977.

      VALERA, José Luis: Larra y España, Espasa Calpe, Madrid, 1983.

      Así lo señalará en “La Nochebuena de 1936”.

      VARELA, José Luis: Larra y España, Espasa Calpe, 1983, pp.19 y ss.

      Citaré por esta edición.

      VARELA, José Luis: Op. Cit. p.156

      KIRKPATRICK, Susan: Larra: el laberinto inextricable de un romántico liberal, Gredos, Madrid, 1977. p.111.

      Citaré por esta edición.

      LARRA, Mariano José de: Artículos varios, Ed. Evaristo Correa Calderón, Castalia, Madrid, 1992, (Clásicos Castalia, nº70), p.300.

      Citaré por esta edición.

      LARRA, Mariano José de: Op. Cit. p.302.

      LARRA, Mariano José de: Op. Cit. p.304.

      LARRA, Mariano José de: Op. Cit. p.303.

      LARRA, Mariano José de: Op. Cit. p.301.

      LARRA, Mariano José de: Op. Cit. p.301.

      LARRA, Mariano José de: Op. Cit. p.306.

      LARRA, Mariano José de: Op. Cit. p.303.

      LARRA, Mariano José de: Op. Cit. p.307.

      LARRA, Mariano José de: Op. Cit. p.301.

      LARRA, Mariano José de: Op. Cit. p.309.

      LARRA, Mariano José de: Op. Cit. p.302

      LARRA, Mariano José de: Op. Cit. p.302.

      LARRA, Mariano José de: Op. Cit. p.307-308.

      LARRA, Mariano José de: Op. Cit. p.298.

      LARRA, Mariano José de: Op. Cit. p.304.

      LARRA, Mariano José de: Op. Cit. p.301.

      LARRA, Mariano José de: Op. Cit. p.302.

      KIRKPATRICK, Susan: Op. Cit. p.7.

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