Literatura


Mararía; Rafael Arozarena


Biografía del autor

Rafael Arozarena, nacido en Santa Cruz de Tenerife en 1923, pertenece a la llamada "generación del bache", denominación ésta que alude al aislamiento y carencia de canales de expresión artística que padecieron, y a una juventud dolorosamente transcurrida en los años de la guerra civil y posguerra. La inquietud de los componentes de este grupo parece gravitar en torno al intento de captación de la realidad en su pureza o virginidad más intacta.
La actividad literaria de Arozarena se ha centrado, sobre todo, en la creación poética, que se inicia con Romancero canario, al que sigue "A la sombra de los cuervos", libro influido por su permanencia en Lanzarote.
En los años '50 parece acentuarse su dedicación al género narrativo con sus colaboraciones en las páginas literarias del diario tinerfeño La Tarde.
Además de publicar narraciones en antologías y en revistas literarias, escribe dos novelas: "Cereza de grano rojo" y "Mararía", su única novela conocida por el público y aparecida por primera vez en 1973.
"Mararía" es fruto de una estancia del autor en el lanzaroteño pueblo de Femés, durante la cual la contemplación de una vieja mujer con un brillo incandescente en los ojos y la leyenda que en el pueblo se tejió en torno a su hermosura juvenil, fue el germen de esta obra que el autor no dio por terminada hasta 1969.

Ficha bibliográfica del libro

TÍTULO: "Mararía"
EDICIÓN: 1983
EDITORIAL: Interinsular Canaria, S. A. Santa Cruz de Tenerife.


La obra en si

ARGUMENTO

"Mararía tiene como eje principal la permanencia de un anónimo personaje que, en su calidad de narrador primario, transmite los testimonios recogidos sobre un pasado que tiene como personaje referencial a una mujer hermosa, María, pretendida y, a veces, poseída por unos hombres que evocan nostálgicamente su experiencia amorosa con la protagonista.


PERSONAJES

Caracteriza a todos los personajes de la obra su soledad y estaticidad. Son individuos incapaces de alzarse contra los obstáculos que se interponen entre ellos y su felicidad. Aceptan con resignación el triste y decepcionador desenlace de sus vidas y proyectos.
La única que parece rebelarse a este destino aparentemente ineluctable es María es el personaje nuclear de la novela, pese a que no tenga intervención directa en la novela, y en torno a ella las demás figuras tienen un papel meramente funcional.
Lo que acomuna a todos estos personajes, que son distinguidos por el autor entre isleños y forasteros, es la aventura sentimental con María.
Ésta última, que se siente atraída por lo desconocido con la esperanza de que algo la pueda sacar de la frustrante cotidianidad del pueblo de Femés. De ahí que rechaze a los del pueblo y se deje acercar por los forasteros y de ahí también los enfrentamientos entre los isleños y los "usurpadores" venidos de fuera.
A nivel físico, el narrador "diviniza" constantemente a la protagonista como el nonplusultra de la hermosura por encima de todo lo deseable.
"La María tenía una mirada que parecía un desafío, con aquellos ojos tan redondos y tan negros que encendían la sangre a cualquiera."
Pintada por el autor como un ser indomable y seductor, evocado en su juventud como un demonio bajo la forma de ángel y presentado en su vejez como bruja, su comportamiento fluctúa entre la total entrega y una cruel venganza ante el engaño.
Por otro lado, entre todas las demás figuras que pueblan la obra, Marcial el jorobado actúa de personaje-primario, desempeñando una constante presencia en la novela.
Tiene una personalidad ambigüa y equívoca, entre ingenua y maliciosa, lo que se refleja en la diferencia entre su comportamiento con el narrador en su primer encuentro en la vente de Isidro y su protectividad y fidelidad hacia María y el hijo Jesusito.
En cuanto a la característica física de este personaje, también aquí cabe una descripción simbólica muy acertada y eficaz a la vez:
"Luego se alejaron, Marcial y el camello, en dirección a Uga y hacían una buena pareja los dos, con la misma calma, con igual desgracia en sus espaldas." (cap.III)
Personalmente opino que quizá la extraña y a veces hasta inexplicable relación entre Marcial y Mararía se deba al recurso del autor a la superstición popular, que acomunaba brujas, jorobados y pájaros negros como cómplices en el diseño del maligno o portadores de mala suerte.
En cuanto a Isidro, es de los pretendientes de Mararía el que estaría dispuesto a dar la vida por ella.
Interesante es también el personaje de Fermín López, el médico, que habiendo buscado su paraíso donde vivir, acaba solo y aislado. Es un personaje complejo, carente de ambiciones que busca en el mero transcurrir de su vida la esencia de la misma.


PARTES DE LA OBRA

La obra se compone de dieciocho capítulos, en los que se alternan las vicisitudes de los personajes en el pasado, coincidente con la juventud de María, y en el presente, que coincide con la vejez de Mararía y con las confidencias de un grupo de personajes.
La novela es narrada en primera persona por el autor-narrador que, por su papel apartado y absolutamente objetivo hacia los acontecimientos, confiere un carácter documental a la obra.
En efecto el narrador como personaje es totalmente anónimo; su única función parece la de entrevistar a los demás personajes que se muestran disponibles a confidarle sus relaciones con la 'mítica' María.
La obra no presenta la estructura tradicional constituida por planteamiento, nudo y desenlace. En la obra no pasa concretamente nada: los acontecimientos se suceden en la narración de los personajes.
En el I capítulo, que narra la llegada del narrador al pueblo de Femés y que anticipa ya al lector la existencia de algo misterioso y temido en el pueblo.
Ya en el IV capítulo el papel de narrador pasa en manos del personaje de Manuel Quintero alias "el patrón", al que le suceden respectivamente Pedro "el Geito", la mujer de señor Sebastián, Marcial el jorobado, señor Alfonso el cartero, Isidro "el cacicón", Ermín Lo (Fermín López) el médico, marcial por segunda vez, don Abel el cura y Ermín Lo de nuevo.
La última parte es relatada en primera persona esta vez por el propio narrador.

Crítica

Personalmente opino que el autor de esta obra, Rafael Arozarena, demuestre en "Mararía" una encomiable habilidad en el plasmar las síngulas personalidades de cada personaje, además de una extraordinaria riqueza de recursos narrativos y estilísticos.
Además de la habilidad con la que entreteje las distintas vicisitudes y relatos en el espacio temporal, cabe aludir a sus extraordinarias descripciones de los ambientes lanzaroteños y de la misma persona de Mararía, a la que logra dar una dimensión cuasi-mística y divina. De una leyenda de pueblo sobre una mujer bellísima, logra idealizar una verdadera diosa absolutamente inalcanzable, una especie de mártir y heroína invulnerable al mismo tiempo mediante las sensaciones que su mero pasar provocaban en la gente del pueblo.
Cabe aquí una descripción que a mis ojos pareció denotar una enorme intensidad, además de demostrar por enésima vez la extraordinaria capacidad de este autor para dar fuerza y perfección a la mera figura de una bella mujer de pueblo:
"Tal un negro ciprés, ahumada tea o cuervo en vertical, la vieja permaneció allí plantada un buen rato. Estaba descalza y sus pies secos y arenosos, delgados y fuertes, parecían agarrarse al piso. También sus manos quedaban descubiertas y eran como garras de milano, garras amarillosas, largas y surcadas de arrugas. Pero en la parte alta de aquel árbol requemado, algo surgía incandescente aún; algo como una brasa encendida surgía de aquellos ojos negros, árabes, jóvenes y hermosos. ¿Fuego? -me preguntaba yo mismo-. ¿Qué clase de fuego? ¿Acaso la ira? Contemplando aquellas ascuas fijas y resplandecientes pensé en un rostro terso y blanco y unos labios carnosos y sensuales de leves rosas, dulces y tibios como las uvas de volcán. Años atrás, desde luego, años atrás, cuando por las cañadas de aquel cuerpo joven cruzaban los alisios erizando el fino triguillo de la piel, formando las dunas arenosas del torso. Años atrás, desde luego. Antes que el mismo viento pasara huracanando sobre la arcilla y dejara el paisaje convertido en un erial desamparado y rugoso, antes que los ojos se convirtiesen en pavesas de rabia, cuando el fuego surgía de la montaña y encendía la isla toda y los hombres salían de sus casas y atravesaban la noche pretendiendo carbonizarse en la extraordinaria ardentía. Entonces sí, el fuego. Mas ahora, ¿qué origen tenía la centella? Por un momento me sentí prisionero de la luz. Después recordé las arenas de Femés, los surcos del tiempo, la mano que acaricia la tierra cada segundo." (cap. XII)

La mitización de Mararía destaca en las breves descripciones de su pasar por el pueblo de Femés que el autor intercala entre las narraciones de sus personajes, y que representan los únicos contactos que el narrador tiene con la divina y desdichosa protagonista de las vicisitudes pasadas por la gente del pueblo.
A través del carácter casi lúgubre de las descripciones sobre el pasar de la vieja bruja, que contrastan con las alegres y optimistas pinceladas de la joven María, la aparición de Mararía en esos intervalos pesa de tal manera que el misterio y su desdicha se respiren en el aire. Cuando aparece la vieja Mararía parece que el tiempo se arreste, que una atmósfera de miedo y de respeto al mismo tiempo cale sobre el pueblo de Femés. Una atmósfera sólo interrumpida por los ladridos de los perros.
Eso se refleja en breves pasajes tales como:
"De repente en el patio se pintó la sombra alargada como un ciprés mismo, la silueta de una mujer alta y forrada de negro, la silueta de Mararía." (cap.IV)

"los perros ladran mirando hacia arriba, hacia el campanario. La gente del pueblo dice que los perros a esa hora confunden la torre de la iglesia con Mararía la bruja, porque ella tiene la silueta alta y oscura y los ojos le brillan como los bronces de las pequeñas campanas." (cap.III)
Cabe aludir también a las espléndidas descripciones de los ambientes externos lanzaroteños, repletas de referencias cromáticas y de simbolismos, a menudo relacionadas con los personajes a los que acompañan.
Así por ejemplo las referencias a la isla de Lanzarote van a menudo relacionadas con la figura de María:
"María es larga y seca como la isla de Lanzarote"(cap.III)

"La isla es como una mujer. Tiene su fertilidad y hay que defenderla del diablo" (cap.XVIII)

Personalmente encuentro muy eficaz además de extremamente pintoresco el simbolismo de las descripciones del alba y del ocaso en Femés, que se llenan de cromatismos de gran intensidad y efecto fotográfico:
"El alba en Femés comienza con un tono claro en el horizonte y un color azul frío como el acero. Es como si apareciese una espada o un largo pez luminoso." (cap.III)

"Es decir, como dos mares: uno negro de lava en los malpaíses y el otro color de oro de los arenales. Ambos me atraían por igual y rara era la tarde que no me internaba por aquellas llanuras muertas y sangrantes a la hora en que el sol se disponía a desaparecer."

La parte final es, junto con la primera parte de la obra y con breves intervalos, uno de los raros pasaje en los que los acontecimientos son relatados por el narrador.
Este último desempeña un papel que podríamos definir de entrevistador.
El autor-narrador, en efecto, parece querer suscitar en el lector la impresión de estar leyendo una "crónica", por la distancia que el autor interpone intencionadamente entre él y sus "interlocutores" y por la consiguiente objetividad que parece acompañar cada relato.
La sensación es, por lo tanto, de una mera transcripción de unos hechos sucedidos en un extraño y, a pesar de la aparente cotidianidad imperante, misterioso pueblo lanzaroteño.

Trabajo realizado por: .........................COU B

Playa del Inglés, 25 de mayo de 1999.




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Enviado por:Maddalena Colao
Idioma: castellano
País: España

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