Música


Ludwig van Beethoven. Wolfgang Amadeus Mozart


Ludwig van Beethoven,

Biografía

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escendiente de una familia flamenca afincada en Bonn, Ludwig van Beethoven nació en la capital renana en 1770. Sus ante pasados paternos eran comerciantes y artesanos y los maternos, empleados de la corte, pero su abuelo y su padre precedieron en la vocación musical, ya que aquel dirigía la capilla palatina y este cantaba en la misma como tenor. De tal modo el niño recibió educación profesional y se presentó en público a corta edad. De sus hermanos llegaron a mayores Nicholas Johann y Caspar Karl, casi siempre dependiente del primogénito. A los 17 años perdieron a la madre, lo cual llevó al viudo señor Beethoven a una vida de alcohol y desarreglos. Muy joven, Ludiwig debió afrontar las responsabilidades de un cabeza de familia.

El músico y sus maestros

Tuvo excelentes maestros desde el principio, llegando a dominar varios instrumentos: piano, violín, órgano. Aparte de sus precoces apariciones, integró orquestas y fue organista en San Remigio. El muchacho era un alumno aplicado y brillante. Aunque todavía no era tiempo de mostrar su genio, aventajaba a sus compañeros, con independencia de la edad. Cabe recordar, entre sus primeros profesores, a Christian Gottlob Neefe, quien le dio las iniciales lecciones de composición y armonía. Con once años, redactó Beethoven su primera obra, unas variaciones sobre una marcha de Dressler. En 1784 comenzó la serie de sus sonatas para piano, una de las líneas maestras de su producción.

Su corta estatura, su robusta complexión, la tez morena que le valió el mote de “el español” y el aire ensimismado y cabizbajo de una adelantada mayoría de edad le otorgaron un aura de rareza y de excepción que bien correspondía al creador incomparable que en él se iba gestando.

Neefe no fue simplemente un maestro de técnica musical. Puso en manos de nuestro artista muchos textos de literatura y filosofía alemanas, le hizo conocer la herencia musical clásica y orientó su gusto al asistir juntos a conciertos y espectáculos.

El músico adolescente componía sin cesar, normalmente obras de circunstancia, pero ninguna de aquellas páginas se imprimieron en vida del autor, no obstante lo notable de algunas de ellas, como la cantata fúnebre en honor del emperador José II. Quizás el momento culminante del período fue una entrevista con Amadeus Mozart, en una escapada a Viena.

Protegido por el conde Waldsteins, se instaló definitivamente en la capital austríaca en 1792 y en ella, con algún breve viaje como paréntesis, vivió el resto de sus días. Hasta 1794 recibió lecciones de Haydn, desde entonces trasladado a Londres. Las enseñanzas de tamaño maestro no calaron demasiado en Beethoven, acaso porque aquél disponía de poco tiempo para la enseñanza. Siguió las clases de contrapunto de Schenk, las de composición con Albrechtsberger y de música vocal con Salieri.

Pronto mostró en público sus dotes de brillante pianista, muy dotado para la improvisación y las variaciones, arte en el que habría de marcarse como uno de los grandes. Viajó a Praga y Berlín y fue aumentando sus relaciones y su nombradía de ejecutante. La composición ya le absorbía mucho tiempo y selectas fuerzas. De sus primeros años vieneses datan algunas de sus más célebres sonatas y conciertos para piano, canciones y obras de cámara.

A partir de 1800 se desarrolla su obra de sinfonista y de cuartetista, otros dos grandes pilares de su producción. Para el teatro, que no lo contó demasiado entre los suyos, escribió en 1801 el ballet Las criaturas de Prometeo. En cuanto a su vida cotidiana, alternan en ella sus relaciones con ricos protectores de la nobleza, como el príncipe Elector y los músicos Förster y Schuppanzig, con sus estancias en el campo, que fue el escenario frecuente y recogido de su tarea creativa, en contra de la leyenda de su carácter contestatario y díscolo, Beethoven siempre prefirió la soledad de la aldea y el aire libre para concentrarse en su trabajo.

De 1801 datan sus primeras sonatas para violín, otras conocidísimas para piano, más canciones, pequeñas piezas para el teclado, la Segunda Sinfonía y el Quinteto. Es una época de su vida tan intensa como dolorosa, cuando redacta el llamado “testamento de Heiligenstadt”: se ve al final de sus días, prevé su muerte, se dirige a sus herederos y, sobre todo, admite que se está quedando sordo, de a poco y hacia la sordera total. Su mundo interior, poblado de sonidos ideales, se cierra y se convierte en un universo propio y solitario.

En 1802 compone su Tercera Sinfonía, que conocemos como “Heroica” y que documenta sus relaciones de admiración y desengaño respecto a Napoleón. Sin duda, el genio ambicioso del militar francés daba la talla, a la que apuntaban las ansias de los grandes genios europeos de esos años: la música beethoveniana es imperial como la empresa bonapartista, la filosofía de Hegel o la pintura de Goya, otro genio huraño y sordo.

De esta época datan su único oratorio, Cristo en el Monte de los Olivos, algunas sonatas cumbres para piano (la Waldstein, la appassionata) y los primeros esquicios de su única ópera, Leonora. No siempre el público aplaudió sus estrenos. A veces, la dificultad técnica de su escritura, otras, la novedad desconcertante de su arte, descolocaban a una multitud acostumbrada a ofertas más consabidas. Así ocurrió con la citada ópera, con su concierto para violín y con los cuartetos dedicados al príncipe Razumovsky.

En 1807 fue nombrado músico de la Ópera, lo cual le obligaba a componer para la escena, tarea que se limitó a alguna partitura incidental destinada a representaciones en prosa. De todos modos, recibir un sueldo resolvía su situación económica y le daba mayor libertad creativa, vendió partituras como su Cuarta Sinfonía y compuso obras de encargo: su primera misa está destinada a la familia Esterházy, mecenas en tiempos de Haydn.

De 1808 datan sus Quinta y Sexta sinfonías (éstas llamada “Pastoral” y su fantasía para coro, piano y orquesta, cuyo estreno fue la última aparición del autor como solista en un teatro, ya que la sordera lo bloqueó desde entonces por razones obvias. Jerónimo Bonaparte, hermano del emperador y rey de Westfalia, intentó llevarlo a la Ópera de Kassel, pero unas pensiones gestionadas por los príncipes Lobkowitz y Kinsky lo retuvieron en Viena. La ciudad, bombardeada por los franceses en 1809, se volvió caótica y angustiosa, pero Beethoven siguió componiendo: obras para piano, cuartetos, más canciones. Sumergido en la historia como todos los hombres, lograba siempre emerger de ella como los grandes artistas.

En 1810 escribe la obertura para el goethiano Egnont. Por medio de Bettina Brentano, amiga común, intenta relacionarse con Goethe, al cual tratará por carta y personalmente durante varios años. El poeta de Weimar era otro de los genios “napoleónicos” de la época, pero los vínculos entre ambos, aunque mediados por la mutua admiración, nunca fueron de profunda simpatía ni de intensidad personal. Para Goethe, Beethoven era demasiado convulso y arriscado; para Beethoven, Goethe resultaba excesivamente compuesto, cortesano y hedonista. Ahí queda eso.

Vida privada

Otras relaciones preocupaban al músico en esos años iniciales del siglo. Quería casarse y no lo hizo, tal vez porque, inconscientemente, él no lo ansiaba de verdad. La soledad (no exenta de amores, amoríos, apasionamiento, aventuras, juergas y algún hijo no reconocido) le pesaba, pero era la más segura compañera de su gran matrimonio con la música y, más al fondo, con la humanidad. En 1812 escribe las famosas cartas a la amada inmortal (siempre que amamos a alguien lo hacemos inmortal) y hasta hoy sólo se han hecho hipótesis sobre su identidad. Puede ser una mujer determinada, tal vez más de una, seguramente un prototipo que habitaba cerca de su corazón y lejos de su domicilio.

A partir de 1811, las dificultades económicas vuelven a aquejarlo. Las guerras deprecian la moneda, las pensiones se hunden, la familia sigue incordiando. Compone La batalla de Vitoria en honor de Wellington (será, oh vueltas de la historia, uno de los vencedores de Napoleón en la batalla de Waterloo) para un aparato mecánico de música, planea viajar a Inglaterra y arregla la obra para orquesta. En 1814 se reúne el Congreso de Viena, donde negocian los potentados europeos el reparto posnapoleónico del continente, y se estrenan con éxito Fidelio (reelaboración de Leonora) y la Séptima Sinfonía. El Congreso le encarga una cantata y la emperatriz rusa convoca su última aparición pública como pianista. Las pensiones principescas se revalúan. Emprende sus sonatas para violonchelo.

A la muerte de su hermano Karl adopta a su sobrino del mismo nombre y colma su fantasía de tener un hijo. Los planes distan de cumplirse. La madre del muchacho le hace la vida imposible y el propio adoptado le sale jugador y mujeriego. Finalmente, en 1820, una sentencia judicial separa a la madre del negocio familiar y arregla, en parte, este aspecto de la existencia beethoveniana. De algún modo, su auténtico hijo será un discípulo, Anton Schindler.

Para entonces, la sordera es absoluta y de nada le valen las trompetillas acústicas fabricadas para él por un amigo técnico en aparatos de sonido. Se entiende con las visitas por medio de anotaciones en cuadernos y pizarras. Conservadas sólo en parte, estas notas son un precioso documento biográfico. En otro aspecto, el de la dirección orquestal, la sordera es catastrófica. Tiene que interrumpir ensayos con instrumentistas y cantantes por que le resulta imposible coordinar las distintas secciones.

Mientras compone las últimas sonatas para piano y la Misa Solemne para su atinguo alumno, el archiduque Rodolfo, convertido en arzobispo, los problemas económicos vuelven a acosarlo. Sólo en 1825, terminada dicha misa, cobra importantes derechos y respira aliviado. En 1826 estrena su Novena Sinfonía, cuyo último movimiento incorpora cantantes solistas y coros, sobre la Oda de la alegría de Schiller, poema que intentaba poner en música desde su juventud. El éxito es apoteósico, pero los intérpretes deben devolverlo hacia público porque no oye los aplausos.

Últimos años

Entre 1825 y 1826, Beethoven compone sus obras finales, los últimos cuartetos para cuerdas y la gran fuga para la misma formación. Luego dramas familiares y una salud declinante lo llaman al silencio. La vida desordenada de su sobrino, que culmina en un suicidio frustrado, le ocupa horas y energías. Por fin, el muchacho ingresa en una Academia Militar y acabará sus días en Viena, gozando de las herencias de sus tíos, el músico y el farmacéutico. Beethoven, aquejado de una enfermedad hepática, de hidropesía y de una súbita neumonía, decae y muere el 26 de marzo de 1827. Miles de vieneses, encabezados por los más célebres músicos, acompañan sus restos. Beethoven ha tenido no solo tiempo de cumplir con una obra impar, sino de conocer a Frank Schubert, con quien entabla una tierna amistad y al cual ve que su justo sucesor en la autentica familia para la cual acumuló su veraz patrimonio: la música de la humanidad, la contemporánea suya y nuestra.

Wolfgang Amadeus Mozart

Biografía

Johann Chrysostom Wolfgang Amadeus Mozart nació en Salzburgo, en la casa que aún ocupa el número 9 de la Getreidegasse, actualmente convertida en museo, el 27 de enero den 1756. Fue el séptimo y el último hijo del matrimonio entre Leopold Mozart, músico, y Anna Maria Pertl, cuya familia se había dedicado a la fundición de campanas, y el único de ellos junto a su hermana Maria Anna (llamada Nannerl), que sobrevivió a la infancia. Desde el principio comenzó a darle lecciones su padre, un músico al cual la historia recuerda por su condición de progenitor de genio, pero que sin duda merece cierta atención, de todos modos se puede pensar que el aprendizaje musical de Mozart debió formar parte del milagro que se refería Goethe, pues ya a los 4 años componía pequeñas piezas, y las primeras de que se tienen noticias pertenecen a los 5 años de edad: un Andante y un Allegro recogidas como KV 1 a y KV 2 b en el catálogo que Koechel ordenó de su obra y que es el que común mente se sigue.

Las muestras de talento de Wolfgang y de su hermana Nannerl fueron aprovechadas de inmediato por su padre, quien no dudó de la posibilidad de exhibir a dos niños de tan altas cualidades musicales. Eso que hoy día podría parecer cruel, y que hasta seguramente estaría fuera de la ley, entonces era plenamente consentido por la sociedad de la época. Así pues, Wolfgang ya aparecía en público en la Universidad de Salzburgo en septiembre de 1761, y el 12 de enero del año siguiente debutaban Nannerl y él tocando el clave ante el elector de Baviera en un concierto en Munich.

Los viajes

Ese mismo año de 1762 se presentaron dos veces ante la emperatriz María Teresa en el palacio de Schönbrunn. Fue el principio de una serie de giras que llevaron a los hermanos, unas veces juntos otros separados a través de media Europa, y que el musicólogo Arthur Hutchings resume así:

Primera: enero de 1762-enero de 1763 (Austria, Baviera, Hungría).

Segunda: junio de 1763-noviembre de 1766 (Munich, Augsburgo, Aquisgrán, Bruselas, París, Versalles, Londres, Holanda, París de nuevo, Dijon, Lyon, Suiza, Baviera).

Tercera: septiembre de 1767-enero de 1769 (con centro en Viena, recorridos por Austria).

Cuarta: diciembre de 1769-mayo de 1771 (Italia, llegando hasta Nápoles).

Al principio de estas giras, cuando Mozart era un niño, sus actuaciones tenían algo de circenses y constaban no solo de interpretaciones convencionales al violín y al clave, sino de improvisaciones en éste y hasta de ejercicios consistentes en tocarlo con un paño cubriendo el teclado. Se debe tener en cuenta, además, que todas esas exhibiciones no se hacían ante un público cualquiera, sino ante auditorios, generalmente palaciegos, verdaderamente interesados por la música y que más adelante contrataron o hicieron encargos a un Mozart ya adulto. Todo ello hizo que la precocidad no fuera jamás confundida con una mera habilidad manual o mental. Entre ese público estaban el emperador Francisco I, el rey francés Luis XV o el monarca inglés Jorge III.

París, Londres, Italia y vuelta a Salzburgo

La estancia de Mozart en París hizo que se pusiera en contacto con la música francesa de la época, que le influyó buena parte de su obra hasta su entrada en la definitiva madurez. En Londres tuvo lugar el encuentro con Johann Christian Bach, quizás el primer músico que vio en el niño prodigio el genio en agraz que se ocultaba detrás de su algo más que sorprendente habilidad. Es bien sabido la importancia que tuvo el hijo de Bach en el desarrollo de la música del siglo XVIII, y no hay que olvidar que fue precisamente en Londres donde Mozart compuso su primera sinfonía, en una casa del barrio de Chelsea en la que hoy día una placa recuerda el acontecimiento. Incluso Johann Christian Bach pidió a los Mozart que se quedasen en Londres, pero lo cierto es que Leopold tenía sus razones para pensar que ya era demasiado tiempo lejos de Salzburgo y que en el fondo su patrón era el arzobispo Schrattenbach, quien estaba ya un tanto impaciente, a pesar de que no había puesto obstáculos a las largas estancias de la familia de su asalariado lejos de la ciudad austríaca.

Leopold pensa a que las giras con sus hijos aseguraban el presente de la familia y el porvenir de éstos. Sus diarios no dejan lugar a dudas respecto de la evidencia con que contemplaba la genialidad de Wolfgang Amadeus, y cómo su deseo iba más allá de que éste fuera un simple músico al servicio, como él, de una autoridad eclesiástica. Volver a Salzburgo representaba una suerte de orden asumido y la amenaza de la mediocridad de la vida provinciana. Por eso, al regreso de Inglaterra, pasaron el año 1769 en Viena a la búsqueda de contratos, tratando de que Wolfgang comenzara a ser reconocido como compositor de óperas, el género que podría darle más fama y mejor fortuna. Sin embargo, no estaba mal que antes de partir hacia Italia el arzobispo hubiera nombrado al hijo de Leopold konzertmeister, y, por añadidura, hubiera dado unas cartas de recomendación a su padre para el gobernador del Tirol.

Leopold y Wolfgang viajaron a Italia. La gira resultó económicamente brillante y Wolfgang pudo encontrarse en Milán con Giovanni Baptista Sanmartini, otro de los nombres decisivos en el periodo preclásico y cuya influencia llegó hasta Haydn, y en Bolonia con otras dos figuras de la época: el padre Martini y el famoso castrato Farinelli, hoy día curiosamente recuperado gracias al cine. En Lodi escribió su primer cuarteto de cuerda. En Roma el papa le concedió el título de caballero de la Orden de la Espuela de Oro. A la vuelta, en la ciudad de Milán, compuso y estrenó en el Teatro Regio Ducal su ópera Mitrídates, rey del Ponto. Los Mozart llegaron a Salzburgo el 28 de marzo de 1771, pero volvieron a Italia al año siguiente, y con cierta regularidad hasta 1773. Italia, cuyo ambiente debió de agradar a Mozart, vio el estreno de algunas sinfonías, del oratorio La Betulia liberada, primera de sus obras de importancia en relación con el gistral motete Exsultate, jubilate.

En 17733, de nuevo en Salzburgo, la familia se cambió a una casa mejor que la anterior, esta vez en la Hannibalplatz, hoy día Marktplatz, hecho que evidenciaba que la economía familiar había prosperado. Por aquellas mismas fechas viajó a Viena, donde probablemente Mozart conoció a Franz Joseph Haydn, cuyas obras de entonces tuvieron una influencia muy positiva para el joven compositor y, sobre todo, hicieron su estilo más personal través de esa influencia que se superpone a la de Haendel y a la italiana. Escribió el primero de sus conciertos para piano y continuó con su serie de sinfonías, en las que igualmente se advierten sus progresos. Hubo, sobre todo, una obra fundamental: la Sinfonía en Sol menor -primera de las dos únicas en modo menor que compuso, junto con la 40, también en Sol-, y que supuso, sobre todo, una insólita profundización en el terreno de la subjetividad y de la expresión más íntima. Es quizá su sinfonía más importante hasta llegar a las Linz o Haffner, bastantes años después, y anticipaba los logros del Mozart más maduro. Se ha hablado de que el amor estaba por medio cuando compuso la obra, pero no hay constancia de ello. Sí se puede pensar, sin embargo, en que a un Mozart que tenía ya 118 años le llegaran los efluvios del “Sturm und Drang” y sintiera esa inquietud romántica (en sentido estético) que atravesó todo el arte de aquella época.

Colloredo

A la muerte, el 16 de diciembre de 1773, del arzobispo Schrattenbach, le sucedió Colloredo, un hombre de muy distinto carácter, adusto, dominante, austero e intelectual, que resultó ser una pesadilla para los Mozart. Seguramente Colloredo, hombre de muy fina cultura, admiraba la música de Mozart, pero su carácter fuertemente burocrático y amante de las jerarquías sociales debió de chocar sin duda con el de Wolfgang, al cual humilló alguna vez considerándole como un servidor más de la corte. A Mozart le molestaron también algunas decisiones de su patrón, que criticó más o menos claramente, como fue el caso de la demolición del teatro anejo al palacio de invierno, y la construcción de un nuevo teatro para que actuaran en él las compañías extranjeras. Mozart lo cuenta en carta a Sanmartini, en 1776, quizá con la intención oculta de que un contrato en Italia librara de la servidumbre. Aquellas intentonas, cuya feliz resolución tanto habría agradado a Leopold y a su hijo, no llegaron a cuajar, como tampoco llegaron a feliz término las maniobras de Leopold para que Wolfgang pudiera terminar los compromisos adquiridos en Nápoles por un entonces moribundo Myslivecec, uno de los contemporáneos a los que Mozart más admiraba.

Hacia la libertad

El 21 de septiembre de 1777, y previa petición de Mozart, el arzobispo Colloredo rescindió su contrato. Con 21 años, Wolfgang no podía seguir siendo un músico a sueldo de un noble, comprometido con las obligaciones de un cargo que coartaba su genio y su vida cotidiana. Ya era libre. Como poco después lo fue igualmente su admirado Haydn. En 1777 Mozart viajó con su madre a Munich, donde fueron inútiles los intentos de encontrar un nuevo trabajo. Luego fueron a Mannheim, donde encontró la gran orquesta de la época y se enamoró de una jovencita de 16 años, Aloysia Weber, y después a París, donde su madre cayó enferma y murió el 3 de julio de 1778. No fueron gratos los meses en París, viviendo en condiciones bastantes precarias, teniendo que dar clases y viendo morir a su madre. Pero también el viaje dio buenos frutos compositivos, como la Sinfonía KV297, escrita para los conciertos Espirituales, o el ballet Les petits riens. En París se editaron, además, seis sonatas para violín y piano escritas en Mannheim.

Pero , en general, la experiencia fue decepcionante. Leopold pidió a Colloredo que readmitiera a Wolfgang, y el 17 de enero de 1779 éste regresó a Salzburgo, que abandonó de nuevo, con permiso del arzobispo, el 5 de noviembre de 1780 para asistir a los ensayos y al estreno de su ópera Idomeneo, una de las obras que marcaron con mayor claridad la evolución positiva de su estilo. La salida se prolongó más de lo convenido y Colloredo no toleró la muestra de indisciplina de su asalariado. Tras alguna que otra humillación, como prohibirle dar algún concierto organizado a espaldas suyas o como utilizarlo como recadero, Colloredo despidió a Mozart el 8 de junio de 1781 de una forma bien expeditiva: con una patada en el trasero. A partir de ese momento Mozart fue para siempre un hombre libre, o, mejor dicho, atado a la necesidad de buscarse su propio sustento en forma de conciertos, clases, encargos y todo aquello que procuraba la supervivencia a un profesional de la música.

El matrimonio

Durante la época de la ruptura con Colloredo, Mozart estaba atareado en la elaboración de su ópera el rapto del serrallo y de la Sinfonía Haffner y, en lo sentimental, ennoviado con Constanza Weber, la hermana de su antiguo amor, Aloysia, que se había casado en 1780 con el actor de la corte Joseph Lange. El estreno de la ópera en 1782 fue un éxito a pesar de lo que podría indicar, respecto a su “real” aprobación una famosa anécdota. El emperador comentó a Mozart al terminar la representación: “Demasiadas notas”, y Mozart le repuso: “Exactamente el número necesario de ellas, majestad.” El 4 de agosto de 1782 Mozart y Constanza se casaron en la catedral vienesa de San Esteban. Su primer hijo, Raimund Leopold, nació el 17 de junio de 1783, pero murió dos meses y dos días después. El matrimonio pasó un tiempo en Salzburgo, bajo la amenaza de un Colloredo dispuesto a arrestar al compositor, antes de instalarse definitivamente en Viena. Como nota curiosa de esos años, Mozart pasó una temporada durante el verano de 1781 en la casa de campo del conde Cobenzl, a quien había conocido en su época de niño prodigio.

Los Mozart vivieron en Viena fundamentalmente de las clases particulares de Wolfganf y de los conciertos que organizaba. En 1783 comenzó a trabajar en dos óperas cómicas, Lo sposo deluso y L'oca del Cairo, que dejó inconclusas. En 1785 Artaria público los seis cuartetos de cuerda dedicados a Haydn, una de las cumbres de su música de cámara. También transcribió obras de Bach y compuso una de sus grandes obras para piano, seguramente la más profunda de todas: sonata KV 457, que se interpreta habitualmente seguida de la Fantasía KV 475. En los años que van de 1781 a 1784 compuso algunos de sus mejores conciertos para piano y orquesta, una estructura formal que él desarrolló hasta extremos insospechados si se escuchan las obras similares escritas por Johann Christian Bach o Franz Joseph Haydn aunque la sombra del primero de ellos planeara todavía en el movimiento final del KV 413.

Fueron tiempos de relativa tranquilidad económica: la editorial Artaria le pagaba bien y sus alumnos también. Además, había obtenido ingresos extras, como el dinero conseguido en una suerte de torneo pianístico en el que batió a Clementi, entonces también virtuoso rampante, quien fue más generoso con su vencedor de lo que Mozart lo fuera con él. En 1783 los Mozart cambiaron de casa, esta vez al palacio Tarttner, en las cercanías del Graben vienés, lo que les supuso una buena fuente de gastos, compensada por los conciertos que durante la primera mitad del año dio Wolfgang en la sala que ocupaba el primer piso del inmueble. Quizás esa necesidad de tener dinero fue lo que le obligaba a seguir manteniendo su trabajo como profesor de música privado.

Las deudas

El 11 de diciembre de1784 Mozart entró en la francmasonería sin abandonar sus creencias religiosas católicas, y escribió para sus hermanos masones diversas piezas. Al año siguiente apareció en Viena una edición en alemán de Las bodas de Fígaro, la pieza teatral de Beaumarchais, y en noviembre de 1785 comenzaba Mozart la composición de una ópera sobre ella apoyado en un libreto en italiano de Da Ponte. El estreno tuvo lugar en el Burgtheater el 1 de mayo del año siguiente con gran éxito.

Sin embargo, el triunfo coincidió con momentos en los que la economía iba resintiéndose en una crisis financiera que había comenzado para los Mozart con el traslado a su nueva casa y los gastos que ello conllevó. Constanza no era tampoco una administradora demasiado cuidadosa, y Wolfgang comenzó aquí una costumbre, o mejor dicho una necesidad, que no le abandonó hasta el final de su vida: pedir préstamos a sus amigos. El horizonte que sólo un año antes parecía diáfano fue oscureciéndose, incluidos los síntomas de la enfermedad en Wolfgang, y creció la desmoralización al decrecer por su parte la estrella mozartiana a la hora de poder organizar conciertos o recibir encargos para ellos. Por eso sirven de poco los 450 gulden recibidos tras el estreno de Las bodas de Fígaro. Una solución hubiera sido probablemente el viaje previsto a Inglaterra, frustrado porque Leopold no podía hacerse cargo de los hijos de Mozart, uno de los cuales, Johann Thomas Leopold, nació el 18 de octubre de 1786 y murió el 15 de noviembre. Sólo Carl sobrevivía.

El consuelo en Praga, el olvido en Viena

Leopold Mozart murió en Salzburgo el 28 de mayo de 1787, y en el otoño de ese mismo año Wolfgang, que había vuelto a cmbiar de domicilio, ahora a un pequeño piso en los suburbios, en la Währingerstrasse, acudió a Praga, que había acogido triunfalmente las bodas de Fígaro, y comenzó a trabajar en su Don Giovanni, que fue estrenada en la ciudad checa el 29 de octubre. Es conocido el hecho de que Mozart terminó la última parte de la obra dos días antes. A la vuelta de Praga, y seguramnete a causa de que llegara a sus oídos el éxito de Don Giovanni, el emperador le concedió un modesto puesto de compositor de la corte, con escasas obligaciones y un salario de 800 gulden, bien modesto si se tiene en cuenta que Gluck cobraba 2.000.

Los problemas económicos acuciaban a los Mozart. Era imposible era organizar series de conciertos, y las suscripciones a la edición de sus nuevos quintetos de cuerda eran muy escasas. En el verano, y tras la muerte de su nueva hija Maria Teresa, el tercero de sus retoños al que vio morir, compuso sumilagrosa trilogía integrada por sus últimas sinfonías, ninguna de las cuales, casi como completa seguridad vio la luz en vida del compositor.

El final

Los últimos años de Mozart fueron los del fracaso, el olvido, la precariedad económica y la enfermedad. Mozart era joven todavía, y sin embargo parecía que hubiera vivido en una sola. Se ha especulado con el mal que le aquejaba, al parecer una enfermedad renal, y hasta se ha hecho mucha literatura con ello, pero, y aun a riesgo de caer en lo inefable, no parece aventurado pensar en el cansancio moral de quien difícilmente podía explicarse que las cosas hubieran ido a parar a un fracaso nunca anunciado, de quien comprobaba cómo tras alternar en las cortes de media Europa hoy conocía el licor del olvido, y en el cansancio físico de quien había tenido que moverse tanto para ganarse el sustento.

A comienzos de 1789 Mozart viajó de nuevo a Praga para intentar la contratación de una nueva ópera. Luego dio algunos conciertos en Dressde y en Berlín, donde se lo invitó a componer una serie de seis cuartetos pensando en que el rey Federico Guillermo III era un buen violonchelista.

En verano, los Mozart se trasladaron de nuevo al centro de Viena, pero Wolfgang sólo encontró un suscriptor para una nueva serie de conciertos, y su hija Anna murió nada más nacer. El estreno de Cosi fan futte en Viena no le reportó más que escasos beneficios, y no consiguió remediar una situación que tampoco, en rigor, se debería considerar como desesperada para una familia que seguramente podía descubrir sus necesidades básicas, pero que no alcanzaba a aquellas que necesitaban un estatus en una ciudad que, como Viena, exigía también mucho de la pura apariencia. A fines de 1790, Mozart declinó una invitación parecida a la que Solomon hizo a Haydn para marchar a Londres.

Leopoldo II, no era tan aficionado a la música como él. Aprovechando la coronación en Frankfurt, empeñó la plata para acudir allí y dar un concierto que resultó un fracaso, pues cuando tuvo lugar ya se habían ido los invitados a la coronación. En julio de 1791 nació su sexto hijo, Franz Xaver Wolfgang y, curiosamente, el músico se encontraba anímicamente mejor: sus cartas revelaban un estado de ánimo aceptable. El 2 de septiembre dirigió su Don Giovanni en presencia del emperador, el 6 se estrenó La clemenza di Tito y el 29 la flauta mágica, su gran testamento operístico y el mejor regalo que pudo hacer a sus compañeros de la masónica.

En el mes de julio de 1791, un mensajero le llevó el encargo de componer un réquiem para un personaje cuya identidad no podía revelar, aunque se sabe que se trataba del conde de Walsseg-Stuppach, que ría hacer pasar la composición de Mozart como propia y dedicarla a la muerte de su mujer. Luego se ha sabido que aquel mensajero era Anton Leibgeb, hijo del Alcalde de Viena. Probablemente el encargo se había hecho por consejo de Puchberg, el amigo y protector de Mozart que tantas veces le había socorrido económicamente.

Se ha hablado mucho de este encargo, de la apariencia siniestra de aquel mensajero, de si Mozart le hizo que realmente la muerte se le presentaba bajo su apariencia y El réquiem no era sino su propio certificado de defunción. El músico trabajo en él la mañana del 4 de diciembre, pero su salud empeoró de tal modo que su cuñada Sophie acudió a pedir los Sacramentos. Mozart murió a la 1 de la madrugada del día 5. Un rápido funeral en un rincón de la catedral precedió el entierro, que tuvo lugar como era habitual tras las ordenes de José II al respecto de las inhumaciones en Viena, en una fosa común junto a la Iglesia de San Marcos, en lo que se ha dicho, un grupo de amigos, entre los que se encontraban Salieri y Süsmayr, que terminó el Réquiem, le despidieron en un día soleado.

Obras

Ludwig van Beethoven,

La música para Beethoven es algo universal y concreto por que pone en manifiesto que cualquier ser humano es capaz de sentir o comprender, más allá de las diferencias históricas y culturales. La Ilustración creía también en la universidad de la música, pero como algo abstracto, producto de la razón universal. En esto, Beethoven toma distancia del pensamiento ilustrado si sumergirse tampoco en el romanticismo, que exalta el arte como algo individual o como la expresión de un pueblo determinado, no de la humanidad.

Evolución musical

En la obra Beethoveniana se pueden distinguir tres períodos:

Período juvenil o primera manera: abarca desde los comienzos hasta la Segunda Sinfonía, contemporánea del testamento de Heiligenstadt. En estas obras la huella clásica es todavía muy notable.

Período de la madurez: desde la sonata nº 9 para violín y piano llamada Kreutzer , año 1803 y la tercera sinfonía hasta la octava sinfonía reúne las obras más populares y personales que constituyen lo que podría denominar el canon Beethoven.

Período tardío y experimental: en lugar de repetir sus fórmulas, entre 1813 y 1826 Beethoven explora variantes formales y armónicas dando sus frutos tardíos y personalísimos en obras como la misa solemne, la novena sinfonía y los últimos cuartetos y sonatas para piano, Op. 111 a 132.

La música vocal, aunque no constituya una sección decisiva en la producción beethoveniana muestra notables logros que conviene recorrer con cierto detalle.

Misas 2, la segunda solemne

Opera Fidelio

Canciones 90 piezas

Sinfonías 1ª,2ª, 3ª Heroica, 4ª, 5ª, 6ª Pastoral, 7ª, 8ª, 9ª Coral.

Conciertos 1º,2º,3º,4º,5º, concierto para violín y orquesta, fantasía para piano, orquesta y coros, romanzas para violín y orquesta.

Oberturas Fidelio, Lenora I, II, III, Coriolano, La consagración de la casa, Día de fiesta, Las ruinas de Atenas, El rey Esteban.

Sinfonía en dos movimientos La batalla de Vitoria.

Ballet Ballet caballeresco, Las criaturas de Prometeo.

Música de cámara

Cuartetos de cuerda Primeros cuartetos 1-6, Cuartetos medios Razumowsky, Op. 59 nº 1, 2, 3, Op. 74, Op. 95, Últimos cuartetos Op. 127, 130, 131, 132, 133, 135.

Otras obras de cuerda 5 tríos, 1 quinteto.

Sonatas para violín y piano Krentzuer, primavera.

Sonatas para violonchelo y piano Hay 5.

Otras obras Octeto, Sexteto, Sonata para trompa y piano, Serenata para flauta, violín y piano, Quinteto para piano, oboe, clarinete, fagot y trompa, Septimino para clarinete, fagot, trompa, violín, viola, violonchelo y contrabajo.

Sonatas Hay 32, 8 patética, 11 gran sonata, 12 marcha fúnebre, 14 claro de luna, 15 pastoral, 17 la tempestad, 23 apassionata, 26 los adioses, 29 Hammerklavier.

Otras obras para piano Variaciones para un tema original, Variaciones heroica, Variaciones sobre un vals de Diabelli, Para Elisa (bagatela).

Wolfgang Amadeus Mozart,

Sinfonías Hay 41, 35 Haffner, 36 Linz, 37 Haydn, 38 Praga, 39 Mibemol mayor, 40 Sol Menor, 41 Júpiter Do Mayor.

En Alemán singspiel, Bastian y Bastiana, El rapto del serrayo: zaide, El director de escena, El empresario teatral, La flauta mágica.

Música litúrgica

Misas 10 misas breves, 6 normales, 2 solemnes.

Réquiem

Cantatas El deber del primer mandamiento, Betulia liberada.

Motete Exsultate, jubilate.

Música vocal profana

Música vocal profana Rivolgete a lui lo sguardo, al desio di chi t'adora, Ah t'invola agli occhi miei, Bella mia fiamma, Popoli di Tessaglia, Non temer amato bene, Per questa bella mano.

Canción de cámara lied. Canción de la separación, Cuando Luisa quemó las cartas de su amnte infiel, sentimiento al atardecer.




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Enviado por:Jose María Rodríguez
Idioma: castellano
País: España

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