Sociología y Trabajo Social
Los primeros casos de SIDA (Síndrome De Inmunodeficiencia Adquirida)
Los primeros casos de Sida
La historia del Sida empieza en junio de 1981, mes en que los Centres for disease control ( centros para el control de las enfermedades) de Estados Unidos, recibieron en un período corto de tiempo, la notificación de cinco casos graves de neumonía (infección del pulmón) ocurridos en loas Ángeles. Estas neumonías estaban causadas por un germen muy infrecuente, un parásito microscópico llamado Pneumocytis carininii y todas ellas se habían producido en varones adultos homosexuales. Hasta entonces, sólo se conocía que este parásito producía neumonías de manera excepcional, en niños prematuros o mal nutridos o con enfermedades crónicas debilitantes y también en adultos con alteraciones graves en su sistema de defensas.
Este hecho dejó de ser una curiosidad para convertirse en un problema, desconocido hasta entonces, cuando fueron multiplicándose los casos declarados y extendiéndose a otras zonas del país. Fue entonces cuando un científico americano publicó un artículo en la prestigiosa revista médica New England Journal of medicine en el que describía estos casos de neumonía y los relacionaba con una enfermedad, aparentemente nueva, del sistema inmunitario.
Al mismo tiempo también comenzaron a recogerse casos de un tipo de cáncer muy raro hasta entonces llamado Kaposi, también en varones homosexuales. Este cáncer que afecta a la piel y a las mucosas ( por ejemplo el interior de la boca) se daba de forma esporádica en hombres ancianos y de raza negra.
La circunstancia de que estas dos extrañas enfermedades afectaran a homosexuales hizo que la atención de los investigadores se centrara en este colectivo. Percibieron en este grupo un aumento significativo en la aparición de otras entidades patológicas muy poco frecuentes: los linfomas nohodnikinianos y la linfadenopatía crónica (enfermedades de los ganglios linfáticos)
Así, en 1982 existieron suficientes evidencias para definir una nueva enfermedad: el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida o abreviado en siglas, SIDA. Esta enfermedad se definió entonces como la asociación de uno de los procesos mencionados anteriormente con un estado muy marcado de deficiencia del sistema inmunitario, que por aquel entonces era de causa desconocida. La propagación de la enfermedad fue espectacular. El primer año se detectaron 439 casos en Estados Unidos; en julio de 1983 ya se conocían alrededor de 1500 casos y se había constatado la enfermedad en 12 países europeos. La mayor parte de los casos ocurrían en varones homosexuales, en enfermos hemofílicos, en adictos a drogas por vía intravenosa y en receptores de transfusiones sanguíneas. Esto hizo pensar a los investigadores que se trataba de una enfermedad transmisible, probablemente vírica y de transmisión sanguínea o sexual.
Al estudiar a los pacientes que sufrían esta nueva enfermedad, se constató que todos ellos presentaban una disminución considerable en la cifra total de una variedad de glóbulos blancos sanguíneos, los linfocitos T4. Estas células desempeñan un papel primordial en los mecanismos de defensa del organismo conocidos como inmunidad celular y se encargan de protegerlo frente a determinadas infecciones.
Se creyó que esta disminución estaría en relación con alguna de las prácticas habituales de parte del colectivo homosexual americano. En especial se pensó en la inhalación del nitrito de anilo, un medicamento antiguo para la angina de pecho y que se utilizaba con el fin de aumentar la sensación de orgasmo. También se especuló con la posibilidad de que el descenso de la cantidad de linfocitos T4 tuviera como causa una infección por algún virus bien conocido, como el de la hepatitis B, el virus de la mononucleosis infecciosa u otros.
Algunos investigadores empezaron a pensar en otro virus, los parvovirus y retrovirus, de los que sabía que producían alteraciones de la inmunidad celular en los animales y que afectaban específicamente a los linfocitos T4. así, en febrero de 1982, Robert Gallo, del instituto nacional del cáncer de Estados Unidos, emitió la hipótesis de que el Sida podía estar causado por un retrovirus, posiblemente relacionado con el grupo de virus llamado Virus humano de la leucemia de caneas T. Estos virus habían sido descubiertos en fecha reciente por el mismo y sus colaboradores y eran los primeros retrovirus que se conocían como responsables de una enfermedad humana. Además, otro retrovirus, el virus de la leucemia felina producía síntomas similares a los del sida en los gatos. Parecía lógico pues, investigar en este sentido.
En mayo de 1983, Luc Hontaigner y su grupo, del Instituto Pasteur de Paris, publicó en la revista science información sobre el aislamiento. Bautizaron este virus con el nombre de virus asociado a linfadenopatía (LAU) y era similar aunque no idéntico a los HTLV I y II. En el mismo número de la revista, R. Gallo describió un retrovirus HTLV aislado en un enfermo de sida, similar al HTLV-I.
Estos descubrimientos hicieron pensar que el HTLV-I o un virus similar debía ser la causa del sida, pero existían datos discordantes. No fue hasta 1984 cuando pudo asegurarse que el agente causal del sida era el virus aislado por el Instituto Pasteur (el LAU) y que este virus, aunque muy similar era diferente de los HTLV-I y HTLV-II.
En mayo del mismo año, Gallo publicó una serie de trabajos en los que describía un virus que llamó HTLV-III, asociado al sida. Poco después, ambos grupos de investigadores( el grupo francés de Luc Montagnier y el norteamericano Robert Gallo) publicaron un trabajo en que se aseguraba que ambos virus, el LAV y el HTLV-III eran el mismo, el cual era el causante del sida. A partir de ahí, los trabajos que demostraban esta afirmación sucedieron. En 1985 los dos grupos publicaron en la revista Nature los datos obtenidos del análisis molecular del material genético y de las proteínas de los dos virus, con lo cual quedó demostrada definitivamente su identidad.
Hoy día, para evitar confusiones, este virus ha pasado a denominarse VIH-I (virus de la inmunodeficiencia humana) nombre con el cual se le conoce en la actualidad.
¿Qué es el Sida?
El Sida es una enfermedad infecciosa causada por el virus VIH. Este virus se transmite por contacto con sangre infectada o por vía sexual y su infección produce un deterioro progresivo de los mecanismos del sistema inmunitario del organismo, conocidos como inmunidad celular.
Esta afección está causada por la infección y destrucción selectivas de los linfocitos T4. A este deterioro del sistema inmunitario lo llamamos inmunodeficiencia, se denomina adquirida porque se adquiere a causa de la infección por el VIH, a diferencia de otras inmunodeficiencias congénitas, o sea, presentes desde el nacimiento.
Por una parte, las manifestaciones clínicas de la enfermedad se deben directamente a la infección vírica. Como en tantas otras infecciones causadas por virus, puede aparecer fiebre, adelgazamiento, malestar, crecimiento de los ganglios linfáticos, distintas alteraciones del sistema nervioso etc.
Por otra parte, el mal funcionamiento del sistema inmunitario causado por el virus predispone a la aparición de otras enfermedades infecciosas originadas por bacterias, virus, parásitos u hongos microscópicos y también ciertos tipos de tumores. A estas infecciones se les llama “ oportunistas”, debido a que sólo afectan a individuos con la inmunidad menoscabada, y a los pacientes que las sufren, inmunodeprimidos. Así, gérmenes que en una mujer o en un hombre sanos no producen ningún tipo de enfermedad y conviven con el individuo durante años, en el paciente inmunodeprimido se convierten en sumamente agresivos y pueden causarle una enfermedad mortal. Esto ocurre porque los mecanismos de la inmunidad celular afectados por el VIH, protegen de la infección por estos gérmenes, de modo que puede decirse, de manera gráfica, que los “mantiene a raya”.
La infección del virus, por una parte y, por otra la aparición de estas enfermedades oportunistas que en muchos casos se van sumando a lo largo del tiempo, van mirando la salud del enfermo y pueden desembocar en su muerte. A efectos prácticos, se suele distinguir entre portadores y enfermos de sida. Los portadores serían aquellas personas infectadas por el virus pero sin ninguna manifestación clínica que se puede atribuir a la infección y en las que los niveles de inmunidad se mantienen en valores normales, sin embargo, en ellas puede detectarse por métodos de laboratorio la presencia del virus, principalmente en la sangre y en los ganglios linfáticos. Los enfermos serían aquellas personas en las que la infección ya ha evolucionado durante años. Padecen manifestaciones clínicas atribuibles a la de linfocitos T4 que poseen, disminuye notablemente y están expuestos a padecer enfermedades oportunistas y tumores raros.
Bibliografía
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Biologia I
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Los métodos de laboratorio para la detección de infección por el VIH
Debido a que sólo unos pocos laboratorios pueden realizar la detección del virus del sida, en la práctica, para ver si una persona está infectada por el VIH se utilizan los tests de detección de anticuerpos (por ejemplo ELISA) que indirectamente nos indican la presencia del virus.
El test ELISA o EIA tiene una elevada sensibilidad y especificidad, pero los resultados deben confirmarse por otros métodos (por ejemplo Western-Blot) excepto en ciertos casos como, por ejemplo, cuando la clínica de sida es evidente.
Un resultado positivo para uno de estos tests quiere decir que la persona está infectada por el VIH. La presencia de estos anticuerpos en la sangre no indica que el individuo haya desarrollado defensas contra el virus. Las personas seropositivas deben saber que probablemente permanecerán infectadas toda su vida y que pueden transmitir esta infección a otros a través de la sangre y de las relaciones sexuales. En el caso de las mujeres, quiere decir también que lo pueden transmitir a sus hijos.
Actualmente no podemos ofrecer un tratamiento efectivo a os seropositivos y por tanto, realizarse esta prueba sin una información y reflexión previa puede conducir posteriormente a situaciones problemáticas en el plano psíquico. Por todo ello la prueba del sida debe ser una elección personal. Se supone (ya que no está demostrado) que nuevas reinfecciones por el VIH podrían jugar un papel importante en la evolución de una persona seropositiva hacia el sida, las precauciones, por lo tanto, no sólo son para proteger los demás, sino también para uno mismo.
B) Un resultado negativo del test de determinación de anticuerpos, puede significar:
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Que no se está infectado por el VIH. Posibilidad más frecuente.
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Que el individuo está en el proceso de seroconversión, es decir, que la infección haya sido contraída recientemente y el organismo no ha tenido tiempo de desarrollar anticuerpos. También se le llama período ventana. En este caso, conviene repetir la prueba dos o tres meses después.
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En muy raros casos, una persona puede estar infectada por el VIH pero no haber producido anticuerpos, este individuo es seronegativo pero portador del virus.
El test de detección del antígeno: Es posible, por métodos inmunológicos, no sólo detectar los anticuerpos frente al VIH, sino también el virus o parte del virus (antígeno). La determinación del antígeno es una prueba muy útil durante el período ventana y nos permite detectar personas infectadas antes de que hayan aparecido los anticuerpos. Cuando los anticuerpos aparecen en la sangre, el antígeno se negativiza. La aparición del antígeno a lo largo de la enfermedad indica un mal pronóstico.
La prevención
La prevención es el único medio de lucha contra la propagación del sida. Se trata de una enfermedad ligada al comportamiento ( sexual y uso compartido de agujas y jeringuillas) En espera del tratamiento o de la vacuna, sólo un cambio en estos comportamientos nos puede proteger y limitar del mal, pero aún cuando lleguemos a disponer de un tratamiento eficaz o de una vacuna, las medidas de prevención actuales continuarán siendo el principal medio de lucha.
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La prevención de la transmisión sexual: Uso del preservativo masculino o femenino en las relaciones de riesgo (penetración anal o vaginal y sexo oral)
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La prevención de la transmisión por el uso compartido de agujas y jeringuillas contaminadas: No se deben compartir jamás las jeringuillas ni las agujas, debemos utilizar cada vez una jeringuilla y una aguja nueva desechable o que se pueda desinfectar. No consentir jamás ningún tratamiento de acupuntura, tatuaje o demás procedimientos si las agujas no están esterilizadas. Los instrumentos de aseo cortantes deben desinfectarse con un antiséptico o con calor antes de ser utilizados por otra persona. Debemos exigir todas estas medidas preventivas en cualquier centro público donde se practiquen.
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La prevención de la transmisión por transfusión sanguínea y por inyección de derivados de sangre: Hoy en día la sangre es analizada y el riesgo de transmisión del VIH es muy bajo, pero no se puede considerar nulo. Ahora que el virus del sida puede eliminarse mediante el calentamiento de los productos derivados sanguíneos, el riesgo de transmisión a los hemofílicos por esta vía desparecerá.
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La prevención de la transmisión de la madre al feto: Cualquier mujer que crea que puede estar infectada, debería consultar a un médico antes de concebir a un hijo o tan pronto como sea posible si el embarazo ya está iniciado. El riesgo de transmisión de la madre al feto en España se sitúa en el 25% de los casos.
Los síntomas menores de la infección por el VIH
Entre algunos meses y 10 años después de la primoinfección, pueden encontrarse manifestaciones clínicas persistentes en aproximadamente el 20% de las personas infectadas. Las principales manifestaciones son:
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Aumento del volumen de los ganglios de forma duradera (+ de tres meses) en distintos lugares del cuerpo
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Pérdida de peso superior al 10% del peso corporal
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Fiebre
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Sudoración nocturna
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Forma grave de herpes
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Diarrea persistente y duradera
¿Cómo inactivar el virus del Sida?
Fuera del organismo el virus del sida no es afortunadamente muy resistente, es por eso que se puede inactivar con relativa facilidad en el medio ambiente. Se puede matar fácilmente con lejía, agua oxigenada, detergentes, alcohol 70º y calor (+60ºC), sin embargo, el virus resiste al frío, a los rayos gama, a los rayos X y a los ultravioleta, por lo tanto, es importante limpiar y desinfectar inmediatamente toda mancha de sangre o de líquido corporal. Toda herida debe limpiarse con agua y jabón durante algunos minutos. Lavar la ropa manchada con agua caliente (70ºC) y detergente, si se lava con agua hay que utilizar un desinfectante como la lejía. El lavado en seco es también eficaz.
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Enviado por: | Araceli Gómez |
Idioma: | castellano |
País: | España |