Literatura
Llamados a despertar; Héctor Abad Faciolince
Pontificia Universidad Javeriana
Facultad de comunicación y lenguaje
Licenciatura en lenguas modernas
Escrituras y mediaciones
LLAMADOS A DESPERTAR
El escritor y periodista colombiano, Héctor Abad Faciolince, es un lector apasionado, un periodista serio y arriesgado, pero de igual manera temeroso, no solo por su condición de humano, sino mucho más por la de colombiano. Culminó sus estudios de lenguas y literaturas modernas en la universidad de Turín, ha participado en la publicación de artículos para la revista Semanay el diario El Espectador. Agradece a su padre por haber imbuido en él desde su temprana infancia el hábito y el placer por la lectura, que en efecto, puede haber sido una de las razones por las que ahora tenga tanto qué escribir, y se haya hecho merecedor de galardones como el Premio Nacional de Cuento en 1981 y el Premio Simón Bolívar de Periodismo de Opinión en el año de 1998.
La lectura es un proceso de enriquecimiento (aunque no en todos los casos), las palabras escritas trascienden las fronteras del tiempo y del espacio, pasan de ser efímeras y volátiles a ser eternas y ya no tan ligeras. La obra del autor Héctor Abad, Las formas de la pereza1, es una obra reciente; fue publicada en el año 2007 y compila diferentes ensayos, que datan de comienzos de los años noventa hasta mediados de la década en curso, en los que se examinan asuntos que van desde el amor hasta el periodismo.
Para dar comienzo al análisis de la obra, el autor afirma que el título que lleva su libro (Las formas de la pereza), no es más que un profundo agradecimiento al instituto DAAD, por haberle otorgado la beca de ocio remunerado en Alemania, como la llama él, pues durante ese tiempo tuvo la posibilidad de revisar los ensayos que se incluirían dentro de esta obra. Fuera del carácter explícito de las palabras de Héctor, acerca del título de su obra, se esconden tras de ellas inferencias y reflexiones que el autor nos invita a realizar. Elementos como el amor, la incultura, la televisión hacen parte de los temas que se desarrollan en la obra, y tal vez también, a mi modo de ver representen formas de la pereza. Quiero decir, y ojalá no de manera muy atrevida, que el amor es un reflejo del aburrimiento de estar solos, de la pereza de vivir por y para sí mismos; el ser humano busca en los otros aprobación constante y quiere también emitir juicios acerca de los demás. Lo mismo ocurre con la televisión, la forma de la pereza por antonomasia (como diría Héctor) de nuestro nuevo milenio. El recurso audiovisual, atesta de información para nada valiosa o inteligente (no en todos los casos) a los ávidos televidentes. Parecemos nunca empalagarnos con tanta basura, la pereza de pensar y reflexionar nos obliga a encender la cajita feliz, queremos evitar el silencio, pues éste representa la puerta de entrada de muchas preguntas e ideas, ah y por supuesto, eso nos causa una forma de pereza.
Al comenzar a dibujar las líneas horizontales sobre las páginas en la lectura del libro, descubrimos un estilo crítico y fácil de comprender, con un recurso lexical bastante amplio y con un toque de ironía en sus juicios inteligentes. Al entrar en materia y revisar uno por uno los capítulos del libro debemos detenernos en cada uno de ellos. En el primer capítulo “Ah, el amor…”, en el que están contenidas temáticas como Los remedios del tálamo (sobre el” amor latino”), El matrimonio ideal, León y Sofía Tolstoi: la infelicidad conyuga, el autor hace un repaso por la evolución del amor, éste nebuloso, inasible y en ocasiones inefable sentimiento, que se escapa de definiciones claras y se renueva con sus usos. En un principio, dice el autor, el amor nada o muy poco tenía que ver con el matrimonio, éste último era una alianza, un contrato que tenía como propósito mantener las parejas en una pequeña asamblea, que tenía también como fin último, darles bienestar a los hijos, que eran su razón sustancial. Sin querer criticar el fenómeno amoroso, el autor se limita en este capítulo, simplemente a reescribir las definiciones y aproximaciones que, durante el paso de las décadas, han realizado los grandes pensadores de nuestro mundo acerca del amor. Cita también el matrimonio de León y Sofía Tolstoi, que representa tal vez la mayoría de los problemas que una pareja atraviesa hasta su separación (por muerte o simple decisión), celos y más celos, peleas y complejos de superioridad e inferioridad, desenamoramiento, “reenamoramiento”, entre otros.
Ya para el segundo capítulo el autor nos imbuye en el asunto de la literatura, Paseos literarios, es, ahora si, una crítica a la pereza mental y física de nuestros congéneres, una reflexión acerca del futuro de la literatura, y argumentaciones acerca de la creatividad. Es difícil no estar de acuerdo con el autor en la mayoría de los temas que interactúan en el libro, pues ya mayoría de nosotros (los colombianos y latinoamericanos) sufrimos de los mismos males. La pereza, que parece estar relacionada con acciones que no requieren gran esfuerzo físico, es vista como maligna en nuestra sociedad. Lo que el autor arguye, es que tal vez se pueda hacer más desde la calma y el silencio, que desde el ajetreo y bullicio de las calles y quisiera ejemplificarlo con el ambiente de una biblioteca, un ambiente que invita a la reflexión del bullicio de allá afuera, de ese corre corre que muchos hemos vivido y que realmente no nos deja vivir. La pereza, el ocio y el aburrimiento son las causas de todo lo que tenemos alrededor -dice Héctor-, el hombre hace cosas para evitar sentirse aburrido y esas cosas nos están saturando de basura. El aparte de La literatura como peste constituye un análisis a lo que depara el futuro para la literatura; aunque hay muchísimas producciones literarias, o cualquier otro tipo, a diario, lo que nos queda es saber escoger lo mejor, y para conocer lo mejor, hay que seguir realizando constantemente el proceso de lectura y cultivarlo en nuestros pares, o de otra forma nos atiborrarán los medios masivos con basura física y/o electrónica.
Ya acercándonos al final, para el tercer y cuarto capítulos (Plegarias periodísticas y desocupado lector, respectivamente.), el autor aguarda reflexiones por cuestiones como la telenovela, y los rumbos de la literatura actual. Está claro que nadie va a defender la telenovela, como un recurso informativo o creativo (eso espero), por eso me siento en total acuerdo con la crítica a la telenovela, como la misma trama de una situación con diferentes personajes, acentos y con variaciones sintagmáticas, pura basura. Por otro lado, creo y conozco fielmente las manías de la escritura de los escritores de hoy en día, pura sofisticación de lo simple como dice Abad, confundir para reinar, como lo diría de alguna manera el humorista Andrés López; es ahora donde las personas quieren parecer intelectuales pero no serlo, quieren escribir bien pero no lo practican, quieren hablar de todo pero no hablan en sí de nada.
El peligro de leer libros, que compone el capítulo cuarto, me parece un texto bastante interesante, recuerda Héctor, cómo durante el apogeo de la teocracia solo los libros santos y sagrados podían ser publicados y leídos por el público general, y cómo ahora ya no hay ninguna reminiscencia de éste tipo de filtros, ya que ahora, todo se publica y todo se lee; constituyendo de ésta manera un peligro para las nuevas generaciones de lectores, que están colmados de fuentes variadísimas entre lo genial (James Joyce) y lo estúpido (Paulo Coelho), esto último según el autor.
En mi opinión, y como dije anteriormente, es difícil no estar de acuerdo con el autor, porque por ejemplo; cuando veo tele-novelas, siento que siempre son lo mismo y que lo hago para escapar de mi realidad; cuando leo artículos, veo textos llenos de sofisticación y poca reflexión; porque cuando hago una búsqueda acerca de algún tema específico, todo el mundo tiene para mí una definición; porque cuando “no tengo tiempo”, siento también que no estoy viviendo; porque cuando reposo en silencio, las dudas y las reflexiones aparecen en mí; y porque también siento cómo me enriquecen las lecturas sabias e inteligentes. El libro es en general, un llamado a despertar, creo que es una obra para lectores jóvenes y adultos, que conforman el grupo minoritario de lectores que ya están cansados de tanta basura de autoayuda, y quieren pensar lo que leen, discutir los problemas que enfrentamos actualmente, no desde una mirada utópica sino más bien aterrizada. En ocasiones caigo en el juego de la crítica destructiva y termino hablando barbaridades de los demás, como lo hace el autor en su crítica a Paulo Coelho. Fuera de todo lo malos y estúpidos que nos parecen algunos sujetos, creo que debemos valorar su condición de seres humanos; no me explico como podemos creer que lo que nosotros hacemos si es inteligente y lo que otros hacen no lo es. La perspectiva y la pregunta hacia lo bueno y lo malo constituyen una discusión sin fin, y las imposiciones culturales nos hacen ver la estupidez en algunas cosas y la luz en otras; y lo raro del asunto es que aunque la luz y las mentes brillantes son las mismas para todos, la estupidez y barbarie discrepan de unos a otros. Pero a manera de reflexión, creo firmemente en la idea de Estanislao Zuleta, de mirar al otro como igual y digno de conocimiento.
Para cerrar con broche de oro, quisiera citar la reflexión de un usuario de un blog acerca de las obras de Héctor abad “Andrés”, para que entiendan que no es en vano, mi aceptación y apoyo por su escrito, y dice así: “Creo que los libros de hector Abad son ecxelentes y me hacen recordar que en los momentos más difíciles es cuando debemos sacar lo mejor de nosotros, asumir y encarar y luchar para no arrepentirnos mañana de lo que pudo ser y nuca fue2” (Sic). (Aunque no me enorgullezco de la ortografía del personaje).
1Héctor, Abad, 2007, Las formas de la pereza, Editora Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara S.A.
2 Tomado de:
http://www.farandulacriolla.com/2007/05/10/las-formas-de-la-pereza/ 20 de octubre de 2009.
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Enviado por: | Andrés |
Idioma: | castellano |
País: | Colombia |