Literatura
Literatura mexicana siglo XVII
INTRODUCCIÓN
Nezahualcoyotl compuso numerosos cantos y poemas, de los que se conservan unos 30, donde planteaba profundos problemas filosóficos. Todos estos poemas nos dejan penetrar dentro del alma y expresión de Nezahualcóyotl. En su honor, un municipio y una ciudad en el estado de México llevan su nombre.
Sor Juana Inés de la Cruz:
De 1680 a 1688, es una época de gran producción literaria, en la que abundan admirables sonetos, endechas, glosas, quintillas, décimas, redondillas, ovillejos amorosos, religiosos, filosóficos y satíricos, numerosos romances, composiciones en las que destaca su gran variedad de metros y estrofas. Esta cualidad la coloca, según Tomás Navarro Tomás, entre los más altos poetas de su periodo, apenas igualada por ninguno anterior. En los villancicos, quizá uno de los aspectos menos estudiados de su obra, despliega la mayor riqueza.
Obras de todo género y tipo, cortesanas y religiosas, se van acumulando en su producción: comedias de enredo, Los empeños de una casa, La segunda Celestina, tal vez escrita con Agustín Salazar y Torres; la comedia mitológica Amor es más laberinto, escrita con Juan de Guevara; autos sacramentales: El Divino Narciso, El cetro de José, San Hermenegildo, en los que utilizando la poética de Calderón de la Barca nunca desmerece de su modelo; en las loas que preceden a los dos primeros autos mencionados se reitera la relación de los sacrificios humanos aztecas con la Eucaristía, concediéndole derecho de existencia a la religión azteca.
Rodrigo Díaz de Vivar (EL Mio Cid, Ruy Díaz)
Sor Juana Inés de la Cruz
(1651-1695)
Hija ilegítima, nació en una aldea, Nepantla, hoy estado de México. Aprendió a leer y escribir a los tres años; estudió en la biblioteca de su abuelo y a los ocho años escribió una loa eucarística. Muy joven, viajó a la ciudad de México, donde entró en la Corte al servicio de los virreyes de Mancera y fue objeto de asombro y veneración por su inteligencia, memoria y discreción.
Instigada por su confesor, el poderoso jesuita Antonio Núñez de Miranda, entró primero en un convento de carmelitas descalzas del cual salió por enfermedad y finalmente profesó en 1669 en el convento de San Jerónimo de la ciudad de México, donde permaneció hasta su muerte ocurrida durante una epidemia de peste.
Periodo de gran producción
Su época más fecunda empieza en 1680 con la concepción del Neptuno Alegórico, arco triunfal en honor de los virreyes de la Laguna, cuya barroca y magnífica “fabrica” le abrió las puertas de palacio y la convirtió en favorita de los virreyes, sus mecenas. Es entonces cuando despidió a su confesor, según se deduce de la recientemente descubierta Carta al Padre Núñez, escrita en torno a de 1682, y que ha mostrado una faceta polémica y argumentativa de la monja.
De 1680 a 1688, es una época de gran producción literaria, en la que abundan admirables sonetos, endechas, glosas, quintillas, décimas, redondillas, ovillejos amorosos, religiosos, filosóficos y satíricos, numerosos romances, composiciones en las que destaca su gran variedad de metros y estrofas. Esta cualidad la coloca, según Tomás Navarro Tomás, entre los más altos poetas de su periodo, apenas igualada por ninguno anterior. En los villancicos, quizá uno de los aspectos menos estudiados de su obra, despliega la mayor riqueza.
Obras de todo género y tipo, cortesanas y religiosas, se van acumulando en su producción: comedias de enredo, Los empeños de una casa, La segunda Celestina, tal vez escrita con Agustín Salazar y Torres; la comedia mitológica Amor es más laberinto, escrita con Juan de Guevara; autos sacramentales:
El Divino Narciso, El cetro de José, San Hermenegildo, en los que utilizando la poética de Calderón de la Barca nunca desmerece de su modelo; en las loas que preceden a los dos primeros autos mencionados se reitera la relación de los sacrificios humanos aztecas con la Eucaristía, concediéndole derecho de existencia a la religión azteca.
Primero Sueño es un extraordinario poema en forma de silva de 975 versos en el que rivaliza con el Góngora de las Soledades, y del que ella misma dijo: “…no me acuerdo de haber escrito por mi gusto sino un papelillo que llaman El Sueño”. En Las trampas de la fe, Octavio Paz traza las principales diferencias entre los dos poetas; “La poetisa mexicana se propone describir una realidad que, por definición, no es visible. Su tema es la experiencia de un mundo que está más allá de los sentidos”. Y José Gaos, filósofo español exiliado en México tras la Guerra Civil española, advierte: “El poema de Sor Juana es un astro de oscuros fulgores absolutamente señero en el firmamento de su edad”.
Gracias a la condesa de Paredes, su mecenas y musa, se publicó en España: Inundación Castálida (Madrid, 1689), Segundo Volumen (Obras, Sevilla, 1692) y de las que, cosa insólita, se hicieron veinte reediciones españolas de 1689 a 1725, incluidas las de Fama y obras póstumas (Madrid, 1700).
Hasta 1950 se carecía de una buena edición de su obra. Por eso, en 1951, Alfonso Méndez Plancarte empezó a ordenarla en 4 tomos, y sigue siendo la versión más completa y autorizada de que disponemos; en 1995, la Universidad Nacional Autónoma de México publicó los facsímiles de sus primeras ediciones.
Polémica y silencio
En 1690, el obispo Fernández de Santa Cruz publica la Carta Atenagórica, precedida por la Carta de Sor Filotea, nombre bajo el cual se traviste el dignatario, y en la que conmina a sor Juana a dejar sus escritos profanos y abrazar los religiosos,—la primera señal de una probable persecución que la obligó a abandonar las letras—. En esa obra teológica, sor Juana discute sobre las máximas finezas de Cristo y parece impugnar al célebre jesuita portugués Antonio Vieira. Justamente célebre es la obra de sor Juana, Respuesta a sor Filotea (1691), contestación a la Carta del obispo de Santa Cruz, una autohagiobiografía y a la vez una brillante defensa del derecho femenino a expresarse libremente.
Una polémica sobre los últimos años de su vida dividió a los sorjuanistas: unos postulaban la tesis de su conversión, otros atribuían su silencio final a una persecución. Recientes descubrimientos parecen confirmar esta última tesis. El historiador mexicano Elías Trabulse publicó en 1996 un documento satírico, muy probablemente autógrafo de sor Juana, La Carta de Serafina de Cristo, escrita en 1691, un mes antes de la Respuesta a Sor Filotea, en donde la monja revela que el verdadero personaje impugnado en su Atenagórica es el Padre Núñez. Trabulse asegura que sor Juana fue objeto de un juicio secreto instituido por el obispo Aguiar y Seijas y amparado por el derecho Canónico, si se incurría en “un error religioso”: los cinco documentos finales de Sor Juana serían prueba fehaciente de dicho proceso.
A partir de 1694 no publicó nada aunque siguió escribiendo, como prueban los Enigmas, poemas manuscritos que conforman un libro intitulado La Casa del Placer, recientemente publicado. Un inventario del siglo XIX encontrado en su celda, da cuenta de 15 manuscritos póstumos con poemas sagrados y profanos. Sor Juana ocupó cargos importantes en su convento y murió siendo contadora, oficio que desempeñó hasta su muerte.
PUES ESTOY CONDENADA
Pues estoy condenada,
Fabio, a la muerte, por decreto tuyo,
y la sentencia airada
ni la apelo, resisto ni la huyo,
óyeme, que no hay reo tan culpado
a quien el confesar le sea negado.
Porque te han informado,
dices, de que mi pecho te ha ofendido,
me has, fiero, condenado.
¿Y pueden, en tu pecho endurecido
más la noticia incierta, que no es ciencia,
que de tantas verdades la experiencia?
Si a otros crédito has dado,
Fabio, ¿por qué a tus ojos se lo niegas,
y el sentido trocado
de la ley, al cordel mi cuello entregas,
pues liberal me amplías los rigores
y avaro me restringes los favores?
Si a otros ojos he visto,
mátenme, Fabio, tus airados ojos;
si a otro cariño asisto,
asístanme implacables tus enojos;
y si otro amor del tuyo me divierte,
tú, que has sido mi vida, me des muerte.
Si a otro, alegre, he mirado,
nunca alegre me mires ni te vea;
si le hablé con agrado,
eterno desagrado en ti posea;
y si otro amor inquieta mi sentido,
sáquenme el alma tú, que mi alma has sido.
Mas, supuesto que muero,
sin resistir a mi infeliz suerte,
que me des sólo quiero
licencia de que escoja yo mi muerte;
deja la muerte a mi elección medida,
pues en la tuya pongo yo la vida.
YA PARA QUE DESPEIRME
Ya que para despedirme,
dulce idolatrado dueño,
ni me da licencia el llanto
ni me da lugar el tiempo,
háblente los tristes rasgos,
entre lastimosos ecos,
de mi triste pluma, nunca
con más justa causa negros.
Y aun ésta te hablará torpe
con las lágrimas que vierto,
porque va borrando el agua
lo que va dictando el fuego.
Hablar me impiden mis ojos;
y es que se anticipan ellos,
viendo lo que he de decirte,
a decírtelo primero.
Oye la elocuencia muda
que hay en mi dolor, sirviendo
los suspiros, de palabras,
las lágrimas, de conceptos.
Mira la fiera borrasca
que pasa en el mar del pecho,
donde zozobran, turbados,
mis confusos pensamientos.
Mira cómo ya el vivir
me sirve de afán grosero;
que se avergüenza la vida
de durarme tanto tiempo.
Mira la muerte, que esquiva
huye porque la deseo;
que aun la muerte, si es buscada,
se quiere subir de precio.
Mira cómo el cuerpo amante,
rendido a tanto tormento,
siendo en lo demás cadáver,
sólo en el sentir es cuerpo.
Mira cómo el alma misma
aun teme, en su ser exento,
que quiera el dolor violar
la inmunidad de lo eterno.
En lágrimas y suspiros
alma y corazón a un tiempo,
aquél se convierte en agua,
y ésta se resuelve en viento.
Ya no me sirve de vida
esta vida que poseo,
sino de condición sola
necesaria al sentimiento.
Mas, por qué gasto razones
en contar mi pena y dejo
de decir lo que es preciso,
por decir lo que estás viendo?
En fin, te vas, ay de mi!
Dudosamente lo pienso:
pues si es verdad, no estoy viva,
y si viva, no lo creo.
Posible es que ha de haber día
tan infausto, funesto,
en que sin ver yo las tuyas
esparza sus luces Febo?
Posible es que ha de llegar
el rigor a tan severo,
que no ha de darle tu vista
a mis pesares aliento?
Ay, mi bien, ay prenda mía,
dulce fin de mis deseos!
Por qué me llevas el alma.
Mira que es contradicción
que no cabe en un sujeto,
tanta muerte en una vida,
tanto dolor en un muerto.
Mas ya que es preciso, ay triste!,
en mi infelice suceso,
ni vivir con la esperanza,
ni morir con el tormento,
dame algún consuelo tú
en el dolor que padezco;
y quien en el suyo muere,
viva siquiera en tu pecho.
No te olvides que te adoro,
y sírvante de recuerdo
las finezas que me debes,
si no las prendas que tengo.
Acuérdate que mi amor,
haciendo gala de riesgo,
sólo por atropellarlo
se alegraba de tenerlo.
Y si mi amor no es bastante,
el tuyo mismo te acuerdo,
que no es poco empeño haber
empezado ya en empeño.
Acuérdate, señor mío,
de tus nobles juramentos;
y lo que juró la boca
no lo desmientan tus hechos.
Y perdona si en temer
mi agravio, mi bien, te ofendo,
que no es dolor, el dolor
que se contiene atento.
DETENTE SOMBRA
Detente, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.
Si al imán de tus gracias, atractivo,
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero
si has de burlarme luego fugitivo?
Mas blasonar no puedes, satisfecho,
de que triunfa de mí tu tiranía:
que aunque dejas burlado el lazo estrecho
que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.
VERDE EMBELSO
Verde embeleso de la vida humana,
loca esperanza, frenesí dorado,
sueño de los despiertos intrincado,
como de sueños, de tesoros vana;
alma del mundo, senectud lozana,
decrépito verdor imaginado;
el hoy de los dichosos esperado,
y de los desdichados el mañana:
sigan tu sombra en busca de tu día
los que, con verdes vidrios por anteojos,
todo lo ven pintado a su deseo;
que yo, más cuerda en la fortuna mía,
tengo en entrambas manos ambos ojos
y solamente lo que toco veo.
ESTA TARDE MI BIEN
Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y tus acciones veía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba;
y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía:
pues entre el llanto, que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.
Baste ya de rigores, mi bien, baste:
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu inquietud contraste
con sombras necias, con indicios vanos,
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.
ESTOS VERSOS LECTOR MIO
Estos versos, lector mío,
que a tu deleite consagro,
y sólo tienen de buenos
conocer yo que son malos,
ni disputártelos quiero,
ni quiero recomendarlos,
porque eso fuera querer
hacer de ellos mucho caso.
No agradecido te busco:
pues no debes, bien mirado,
estimar lo que yo nunca
juzgué que fuera a tus manos.
En tu libertad te pongo,
si quisieres censurarlos;
pues de que, al cabo, te estás
en ella, estoy muy al cabo.
No hay cosa más libre que
el entendimiento humano;
pues lo que Dios no violenta,
por qué yo he de violentarlo?
Di cuanto quisieres dellos,
que, cuanto más inhumano
me los mordieres, entonces
me quedas más obligado,
pues le debes a mi musa
el más sazonado plato
(que es el murmurar), según
un adagio cortesano.
Y siempre te sirvo, pues,
o te agrado, o no te agrado:
si te agrado, te diviertes;
murmuras, si no te cuadro.
Bien pudiera yo decirte
por disculpa, que no ha dado
lugar para corregirlos
la priesa de los traslados;
que van de diversas letras,
y que algunos, de muchachos,
matan de suerte el sentido
que es cadáver el vocablo;
y que, cuando los he hecho,
ha sido en el corto espacio
que ferian al ocio las
precisiones de mi estado;
que tengo poca salud
y continuos embarazos,
tales, que aun diciendo esto,
llevo la pluma trotando.
Pero todo eso no sirve,
pues pensarás que me jacto
de que quizá fueran buenos
a haberlos hecho despacio;
y no quiero que tal creas,
sino sólo que es el darlos
a la luz, tan sólo por
obedecer un mandato.
Esto es, si gustas creerlo,
que sobre eso no me mato,
pues al cabo harás lo que
se te pusiere en los cascos.
FINJAMOS QUE SOY FELIZ
Finjamos que soy feliz,
triste pensamiento, un rato;
quizá prodréis persuadirme,
aunque yo sé lo contrario,
que pues sólo en la aprehensión
dicen que estriban los daños,
si os imagináis dichoso
no seréis tan desdichado.
Sírvame el entendimiento
alguna vez de descanso,
y no siempre esté el ingenio
con el provecho encontrado.
Todo el mundo es opiniones
de pareceres tan varios,
que lo que el uno que es negro
el otro prueba que es blanco.
A unos sirve de atractivo
lo que otro concibe enfado;
y lo que éste por alivio,
aquél tiene por trabajo.
El que está triste, censura
al alegre de liviano;
y el que esta alegre se burla
de ver al triste penando.
Los dos filósofos griegos
bien esta verdad probaron:
pues lo que en el uno risa,
causaba en el otro llanto.
Célebre su oposición
ha sido por siglos tantos,
sin que cuál acertó, esté
hasta agora averiguado.
Antes, en sus dos banderas
el mundo todo alistado,
conforme el humor le dicta.
no dice que de risa
sólo es digno el mundo vario;
y otro, que sus infortunios
son sólo para llorados.
Para todo se halla prueba
y razón en qué fundarlo;
y no hay razón para nada,
de haber razón para tanto.
Todos son iguales jueces;
y siendo iguales y varios,
no hay quien pueda decidir
cuál es lo más acertado.
Pues, si no hay quien lo sentencie,
por qué pensáis, vos, errado,
que os cometió Dios a vos
la decisión de los casos?
O por qué, contra vos mismo,
severamente inhumano,
entre lo amargo y lo dulce,
queréis elegir lo amargo?
Si es mío mi entendimiento,
por qué siempre he de encontrarlo
tan torpe para el alivio,
tan agudo para el daño?
El discurso es un acero
que sirve para ambos cabos:
de dar muerte, por la punta,
por el pomo, de resguardo.
Si vos, sabiendo el peligro
queréis por la punta usarlo,
qué culpa tiene el acero
del mal uso de la mano?
No es saber, saber hacer
discursos sutiles, vanos;
que el saber consiste sólo
en elegir lo más sano.
Especular las desdichas
y examinar los presagios,
sólo sirve de que el mal
crezca con anticiparlo.
En los trabajos futuros,
la atención, sutilizando,
más formidable que el riesgo
suele fingir el amago.
Qué feliz es la ignorancia
del que, indoctamente sabio,
halla de lo que padece,
en lo que ignora, sagrado!
No siempre suben seguros
vuelos del ingenio osados,
que buscan trono en el fuego
y hallan sepulcro en el llanto.
También es vicio el saber,
que si no se va atajando,
cuando menos se conoce
es más nocivo el estrago;
y si el vuelo no le abaten,
en sutilezas cebado,
por cuidar de lo curioso
olvida lo necesario.
Si culta mano no impide
crecer al árbol copado,
quita la sustancia al fruto
la locura de los ramos.
Si andar a nave ligera
no estorba lastre pesado,
sirve el vuelo de que sea
el precipicio más alto.
En amenidad inútil,
qué importa al florido campo,
si no halla fruto el otoño,
que ostente flores el mayo?
De qué sirve al ingenio
el producir muchos partos,
si a la multitud se sigue
el malogro de abortarlos?
Y a esta desdicha por fuerza
ha de seguirse el fracaso
de quedar el que produce,
si no muerto, lastimado.
El ingenio es como el fuego,
que, con la materia ingrato,
tanto la consume más
cuando él se ostenta más claro.
Es de su propio Señor
tan rebelado vasallo,
que convierte en sus ofensas
las armas de su resguardo.
Este pésimo ejercicio,
este duro afán pesado,
a los hojos de los hombres
dio Dios para ejercitarlos.
Qué loca ambición nos lleva
de nosotros olvidados?
Si es para vivir tan poco,
de qué sirve saber tanto?
Oh, si como hay de saber,
hubiera algún seminario
o escuela donde a ignorar
se enseñaran los trabajos!
COGIOME SIN PREVENCIÓN
Cogióme sin prevención
Amor, astuto y tirano:
con capa de cortesano
se me entró en el corazón.
Descuidada la razón
y sin armas los sentidos,
dieron puerta inadvertidos;
y él, por lograr sus enojos,
mientras suspendió los ojos
me salteó los oidos.
Disfrazado entró y mañoso;
mas ya que dentro se vio
del Paladión, salió
de aquel disfraz engañoso;
y, con ánimo furioso,
tomando las armas luego,
se descubrió astuto Griego
que, iras brotando y furores,
matando los defensores,
puso a toda el Alma fuego.
Y buscando sus violencias
en ella al príamo fuerte,
dio al Entendimiento muerte,
que era Rey de las potencias;
y sin hacer diferiencias
de real o plebeya grey,
haciendo general ley
murieron a sus puñales
los discursos racionales
porque eran hijos del Rey.
A Casandra su fiereza
buscó, y con modos tiranos,
ató a la Razón las manos,
que era del Alma princesa.
En prisiones su belleza
de soldados atrevidos,
lamenta los no creídos
desastres que adivinó,
pues por más voces que dio
no la oyeron los sentidos.
Todo el palacio abrasado
se ve, todo destruido;
Deifobo allí mal herido,
aquí Paris maltratado.
Prende también su cuidado
la modestia en Polixena;
y en medio de tanta pena,
tanta muerte y confusión,
a la ilícita afición
sólo reserva en Elena.
Ya la Ciudad, que vecina
fue al Cielo, con tanto arder,
sólo guarda de su ser
vestigios, en su ruina.
Todo el amor lo extermina;
y con ardiente furor,
sólo se oye, entre el rumor
con que su crueldad apoya:
"Aquí yace un Alma Troya
¡Victoria por el Amor!"
REDONDILLAS
Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis;
Si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?
Combatís su resistencia,
y luego con gravedad
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.
Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.
Queréis con presunción necia
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.
¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?
Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos si os quieren bien.
Opinión, ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.
Siempre tan necios andáis,
que con desigual nivel
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.
¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata ofende
y la que es fácil enfada?
Mas entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos enhorabuena.
Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.
¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada
o el que ruega de caído?
¿O cuál es de más culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?
¿Pues para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.
Dejad de solicitar,
y después con más razón
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.
SONETOS
Al que ingrato me deja busco amante;
y al que amante me sigue dejo ingrata;
constante adoro a q ién mi amor maltrata;
maltrato a quién mi amor busca constante.
Al que trato de amor hallo diamante;
y soy diamante al que de amor me trata;
triunfante quiero ver al que me mata;
ymato al que me quiere ver triunfante.
Si a éste pago, padece mi deseo;
si ruego a áquel, mi pundonor enojo;
de entre ambos modos infeliz me veo.
Pero yo por mejor partido escojo;
de quié no quiero ser violento empleo;
que de quién no me quiero, vil despojo.
ESTE AMOROSO TORMENTO
Este amoroso tormento
que en mi corazon se ve,
se que lo siento y no se
la causa porque lo siento
Siento una grave agonia
por lograr un devaneo,
que empieza como deseo
y para en melancolia.
y cuando con mas terneza
mi infeliz estado lloro
se que estoy triste e ignoro
la causa de mi tristeza. "
Siento un anhelo tirano
por la ocacion a que aspiro,
y cuando cerca la miro
yo misma aparto la mano.
Porque si acaso se ofrece,
despues de tanto desvelo
la desazona el recelo
o el susto la desvanece.
Y si alguna vez sis susto
consigo tal pocesion
(cualquiera) leve ocacion
me malogra todo el gusto.
Siento mal del mismo bien
con receloso temor
y me obliga el mismo amor
tal vez a mostrar desden.
DIME VENCEDOR RAPAZ
Dime vencedor Rapaz,
vencido de mi constancia,
¿Qué ha sacado tu arrogancia
de alterar mi firme paz?
Que aunque de vencer capaz
es la punta de tu arpón,
¿qué importa el tiro violento,
si a pesar del vencimiento
queda viva la razón?
Tienes grande señorío;
pero tu jurisdicción
domina la inclinación,
mas no pasa el albedrío.
Y así librarme confío
de tu loco atrevimiento,
pues aunque rendida siento
y presa la libertad,
se rinde la voluntad
pero no el consentimiento.
En dos partes dividida
tengo el alma en confusión:
una, esclava a la pasión,
y otra, a la razón medida.
Guerra civil, encendida,
aflige el pecho importuna:
quiere vencer cada una,
y entre fortunas tan varias,
morirán ambas contrarias
pero vencerá ninguna.
Cuando fuera, Amor, te vía,
no merecí de ti palma;
y hoy, que estás dentro del alma,
es resistir valentía.
Córrase, pues, tu porfía,
de los triunfos qeu te gano:
pues cuando ocupas, tirano,
el alma, sin resistillo,
tienes vencido el Castillo.
Invicta razón alienta
armas contra tu vil saña,
y el pecho es corta campaña
a batalla tan sangrienta.
Y así, Amor, en vano intenta
tu esfuerzo loco ofenderme:
pues podré decir, al verme
expirar sin entregarme,
que conseguiste matarme
mas no pudiste vencerme.
LA SENTENCIA DEL JUSTO
Firma Pilatos la que juzga ajena
Sentencia, y es la suya. ¡Oh caso fuerte!
¿Quién creerá que firmando ajena muerte
el mismo juez en ella se condena?
La ambición de sí tanto le enajena
Que con el vil temor ciego no advierte
Que carga sobre sí la infausta suerte,
Quien al Justo sentencia a injusta pena.
Jueces del mundo, detened la mano,
Aún no firméis, mirad si son violencias
Las que os pueden mover de odio inhumano;
Examinad primero las conciencias,
Mirad no haga el Juez recto y soberano
Que en la ajena firméis vuestras sentencias
A UNA ROSA
Rosa divina, que en gentil cultura
Eres con tu fragante sutileza
Magisterio purpúreo en la belleza,
Enseñanza nevada a la hermosura.
Amago de la humana arquitectura,
Ejemplo de la vana gentileza,
En cuyo ser unió naturaleza
La cuna alegre y triste sepultura.
¡Cuán altiva en tu pompa, presumida
soberbia, el riesgo de morir desdeñas,
y luego desmayada y encogida.
De tu caduco ser das mustias señas!
Con que con docta muerte y necia vida,
Viviendo engañas y muriendo enseñas.
SENTIMIENTOS DEL AUSENTE
Amado dueño mío,
Escucha un rato mis cansadas quejas,
Pues del viento las fío,
Que breve las conduzca a tus orejas,
Si no se desvanece el triste acento
Como mis esperanzas en el viento.
Óyeme con los ojos,
Ya que están tan distantes los oídos,
Y de ausentes enojos
En ecos de mi pluma mis gemidos;
Y ya que a ti no llega mi voz ruda,
Óyeme sordo, pues me quejo muda.
Si del campo te agradas,
Goza de sus frescuras venturosas
Sin que aquestas cansadas
Lágrimas te detengan enfadosas;
Que en él verás, si atento te entretienes
Ejemplo de mis males y mis bienes.
Si al arroyo parlero
Ves, galán de las flores en el prado,
Que amante y lisonjero
A cuantas mira intima su cuidado,
En su corriente mi dolor te avisa
Que a costa de mi llanto tiene risa.
Si ves que triste llora
Su esperanza marchita, en ramo verde,
Tórtola gemidora,
En él y en ella mi dolor te acuerde,
Que imitan con verdor y con lamento,
Él mi esperanza y ella mi tormento.
Si la flor delicada,
Si la peña, que altiva no consiente
Del tiempo ser hollada,
Ambas me imitan, aunque variamente,
Ya con fragilidad, ya con dureza,
Mi dicha aquélla y ésta mi firmeza.
Si ves el ciervo herido
Que baja por el monte, acelerado
Buscando dolorido
Alivio del mal en un arroyo helado,
Y sediento al cristal se precipita,
No en el alivio en el dolor me imita,
Si la liebre encogida
Huye medrosa de los galgos fieros,
Y por salvar la vida
No deja estampa de los pies ligeros,
Tal mi esperanza en dudas y recelos
Se ve acosa de villanos celos.
Si ves el cielo claro,
Tal es la sencillez del alma mía;
Y si, de luz avaro,
De tinieblas emboza el claro día,
es con su oscuridad y su inclemencia,
imagen de mi vida en esta ausencia.
Así que, Fabio amado
Saber puede mis males sin costarte
La noticia cuidado,
Pues puedes de los campos informarte;
Y pues yo a todo mi dolor ajusto,
Saber mi pena sin dejar tu gusto.
Mas ¿cuándo ¡ay gloria mía!
Mereceré gozar tu luz serena?
¿cuándo llegará el día
que pongas dulce fin a tanta pena?
¿cuándo veré tus ojos, dulce encanto,
y de los míos quitarás el llanto?
¿Cuándo tu voz sonora
herirá mis oídos delicada,
y el alma que te adora,
de inundación de gozos anegada,
a recibirte con amante prisa
saldrá a los ojos desatada en risa?
¿Cuándo tu luz hermosa
revestirá de gloria mis sentidos?
¿y cuándo yo dichosa,
mis suspiros daré por bien perdidos,
teniendo en poco el precio de mi llanto?
Que tanto ha de penar quien goza tanto.
¿Cuándo de tu apacible
rostro alegre veré el semblante afable,
y aquel bien indecible
a toda humana pluma inexplicable?
Que mal se ceñirá a lo definido
Lo que no cabe en todo lo sentido.
Ven, pues, mi prenda amada,
Que ya fallece mi cansada vida
De esta ausencia pesada;
Ven, pues, que mientras tarda tu venida,
Aunque me cueste su verdor enojos,
Regaré mi esperanza con mis ojos.
EXCUSÁNDOSE DE UN SILENCIO EN OCACION DE
UN PRECEPTO PARA QUE LE ROMPA
Pedirte, señora, quiero
De mi silencio perdón,
Si lo que ha sido atención,
Le hace parecer grosero.
Y no me podrás culpar
Si hasta aquí mi proceder,
Por ocuparse en querer
Se ha olvidado de explicar.
Que en mi amorosa pasión
No fue descuido ni mengua
Quitar el uso a la lengua
Por dárselo al corazón.
Ni de explicarme dejaba,
Que como la pasión mía
Acá en el alma te hablaba
Y en esta idea notable
Dichosamente vivía;
Porque en mi mano tenía
El fingirte favorable.
Con traza tan peregrina
Vivió mi esperanza vana
Pues te puedo hacer humana
Concibiéndote divina.
¡Oh, cuan loco llegué a verme
en tus dichosos amores,
que aun fingidos tus favores
pudieron enloquecerme!
¡Oh, cuán loco llegué a verme
en tus dichosos amores,
que aun fingidos tus favores
pudieron enloquecerme!
¡Oh, cómo en tu Sol hermoso
mi ardiente afecto encendido,
por cebarse en lo lúcido,
olvidó lo peligroso!
Perdona, si atrevimiento
Fue atreverme a tu ardor puro;
Que no hay Sagrado seguro
De culpas de pensamiento.
De esta manera engañaba
La loca esperanza mía,
Y dentro de mí tenía
Todo el bien que deseaba.
Mas ya tu precepto grave
Rompe mi silencio mudo;
Que él solamente ser pudo
De mi respeto la llave.
Y aunque el amar tu belleza
Es delito sin disculpa,
Castíguense la culpa
Primero que la tibieza.
No quieras, pues, rigurosa,
Que estando ya declarada,
Sea de veras desdichada
Quien fue de burlas dichosa.
Si culpas mi desacato,
Culpa también tu licencia;
Que si es mala mi obediencia,
No fue justo tu mandato.
Y si es culpable mi intento,
Será mi afecto preciso;
Porque es amarte un delito
De que nunca me arrepiento.
TEME QUE SE AFECTA
GRATITUD Y NO FUERZA
señora, si la belleza
Que en vos llego a contemplar
Es bastante a conquistar
La más inculta dureza,
¿Por qué hacéis que el sacrificio
Que debo a vuestra luz pura
Debiéndose a la hermosura
Se atribuya al beneficio?
Cuando es bien que glorias cante,
De ser vos, quien me ha rendido,
¿Queréis que lo agradecido
Se equivoque con lo amante?
Vuestro favor me condena
A otra especie de desdicha,
Pues me quitáis con la dicha
El mérito de la pena.
Si no es que dais a entender
Que favor tan singular,
Aunque se puede lograr,
No se puede merecer.
Con razón, pues la hermosura
Aun llegada a poseerse,
Si llega a merecerse,
Dejara de ser ventura.
Que estar un digno cuidado
Con razón correspondido,
Es premio de lo servido,
Y no dicha de lo amado.
Que dicha se ha de llamar
Sólo la que, a mi entender,
Ni se puede merecer,
Ni se pretende alcanzar.
Ya que este favor excede
Tanto a todos, al lograrse,
Que no sólo no pagarse,
Mas ni agradecer se puede.
Pues desde el dichoso día
Que vuestra belleza vi,
Tal del todo me rendí,
Que no me quedó acción mía.
Con lo cual, señora, muestro,
y a decir mi amor se atreve,
Que nadie pagaros debe,
Que vos honréis lo que es vuestro.
Bien se que es atrevimiento
Pero el amor es testigo
Que no se lo que me digo
Por saber lo que me siento.
Y en fin, perdonad por Dios,
Señora, que os hable así,
Que si yo estuviera en mí
No estuvierais en mí vos.
Sólo quiero suplicaros
Que de mí recibáis hoy,
No sólo el alma que os doy,
Mas la que quisiera daros
AMOR INOPORTUNO
Dos dudas en que escoger
Tengo, y no se a cual prefiera,
Pues vos sentís que no quiera
Y yo sintiera querer.
Con que si a cualquiera lado
Quiero inclinarme, es forzoso
Quedando el uno gustoso
Que otro quede disgustado.
Si daros gusto me ordena
La obligación, es injusto
Que por daros a vos gusto
Haya yo de tener pena.
Y no juzgo que habrá quien
Apruebe sentencia tal,
Como que me trate mal
Por trataros a vos bien.
Mas por otra parte siento
Que es también mucho rigor
Que lo que os debo en amor
Pague en aborrecimiento.
Y aun irracional parece
Este rigor, pues se infiere,
Si aborrezco a quien me quiere
¿qué haré con quien aborrezco?
No se como despacharos,
Pues hallo al determinarme
Que amaros es disgustarme
Y no amaros disgustaros;
Pero dar un medio justo
En estas dudas pretendo,
Pues no queriendo, os ofendo,
Y queriéndoos me disgusto.
Y sea esta la sentencia,
Porque no os podáis quejar,
Que entre aborrecer y amar
Se parta la diferencia,
De modo que entre el rigor
Y el llegar a querer bien,
Ni vos encontréis desdén
Ni yo pueda encontrar amor.
Esto el discurso aconseja,
Pues con esta conveniencia
Ni yo quedo con violencia
Ni vos os partís con queja.
Y que estaremos infiero
Gustosos con lo que ofrezco;
Vos de ver que no aborrezco,
Yo de saber que no quiero.
Sólo este medio es bastante
A ajustarnos, si os contenta,
Que vos me logréis atenta
Sin que yo pase a lo amante,
Y así quedo en mi entender
Esta vez bien con los dos;
Con agradecer, con vos;
Conmigo, con no querer.
ORACIÓN TRADUCIDA DEL LATIN
Ante tus ojos benditos
Las culpas manifestamos,
Y las heridas mostramos,
Que hicieron nuestros delitos.
Si el mal, que hemos cometido,
Viene a ser considerado,
Menor es lo tolerado,
Mayor es lo merecido.
La conciencia nos condena,
No hallando en ella disculpa,
Que respecto de la culpa,
Es muy liviana la pena.
Del pecado el duro azar
Sentimos, que padecemos
Y nunca enmendar queremos
La costumbre de pecar.
Cuando en tus azotes suda
Sangre la naturaleza,
Se rinde nuestra flaqueza,
Y la maldad no se muda.
Cuando el pecado mancilla
La mente con fiera herida,
Padece el alma afligida,
Y la cerviz no se humilla.
La vida suelta la rienda
En su acostumbrado error,
Suspira por el dolor,
Y en el obrar no se enmienda.
Puestos entre dos extremos,
En cualquiera peligramos;
Si esperas, no la enmendamos;
Si te vengas, nos perdemos.
De la aflicción el quebranto
Nos obliga a la contricción
Y en pasando la aflicción,
Se olvida también el llanto.
Cuando tu castigo empieza
Promete el temor humano;
Y en suspendiendo la mano,
No se cumple la promesa.
Cuando nos hieres, clamamos
Que el perdón nos des, que puedes,
Y así que nos lo concedes.
Otra vez te provocamos.
Tienes a la humana gente
Convicta en su confesión,
Que si no le das perdón,
la acabarás justamente.
Concede al humilde ruego
Sin mérito a quien criaste,
Tú que de nada formas
A quien te rogará luego.
NACIMIENTO DE CRISTO
De la más fragante rosa
Nació la abeja más bella,
A quien el limpio rocío
Dio purísima materia.
Nace, pues, y apenas nace,
Cuando en la misma moneda,
Lo que en perlas recibió
Empieza a pagar en perlas.
Que llora el alba, no es mucho
Que es costumbre en su belleza;
Mas ¿quién hay que no se admire
De que el sol lágrimas vierta?
Si es por secundar la rosa,
Es ociosa diligencia,
Pues no es menester rocío
Después de nacer la abeja.
Y más cuando en la clausura
De su virginal pureza
Ni antecedente haber pudo,
Ni puede haber quien suceda,
¿Pues a que fin es el llanto,
que dulcemente riega?
Quien no puede dar más fruto
¿qué importa que estéril sea?
Mas ay, que l abeja tiene
Tan íntima dependencia
Siempre con la rosa, que
Depende su vida de ella;
Pues dándole néctar puro,
Que sus fragancias engendran,
No sólo antes le concibe
Pero después le alimenta.
Hijo y madre, en tan divinas
Peregrinas competencias,
Ninguno queda deudor,
Y ambos obligados quedan.
La abeja paga el rocío
De que la rosa la engendra,
Y ella vuelve a retornarle con
Lo mismo que la engendra.
Ayudando el uno al otro
Con mutua correspondencia,
La abeja a la flor fecunda,
Y ella a la abeja sustenta.
Pues si por eso es el llanto,
Llore Jesús, norabuena,
Que lo que expende en rocío
Cobrará después en néctar
ANTE LA AUSENCIA
Divino dueño mío,
si al tiempo de partirme
tiene mi amante pecho
alientos de quejarse,
oye mis penas, mira mis males.
Aliéntese el dolor,
si puede lamentarse,
y a la vista de perderte
mi corazón exhale
llanto a la tierra, quejas al aire.
Apenas tus favores
quisieron coronarme,
dichoso más que todos,
felices como nadie,
cuando los gustos fueron pesares.
Sin duda el ser dichoso
es la culpa más grave,
pues mi fortuna adversa
dispone que la pague
con que a mis ojos tus luces falten,
¡Ay, dura ley de ausencia!
¿quién podrá derogarte,
si a donde yo no quiero
me llevas, sin llevarme,
con alma muerta, vivo cadáver?
¿Será de tus favores
sólo el corazón cárcel
por ser aun el silencio
si quiero que los guarde.
SENTENCIA DEL JUSTO
Firma Pilatos la que juzga ajena
Sentencia, y es la suya. ¡Oh caso fuerte!
¿Quién creerá que firmando ajena muerte
el mismo juez en ella se condena?
La ambición de sí tanto le enajena
Que con el vil temor ciego no advierte
Que carga sobre sí la infausta suerte,
Quien al Justo sentencia a injusta pena.
Jueces del mundo, detened la mano,
Aún no firméis, mirad si son violencias
Las que os pueden mover de odio inhumano;
Examinad primero las conciencias,
Mirad no haga el Juez recto y soberano
Que en la ajena firméis vuestras sentencias
EXPRESA LOS EFECTOS DEL AMOR DIVINO
Traigo conmigo un cuidado
y tan esquivo que creo
que aunque se sentirlo tanto,
aun yo misma no lo siento.
Es amor, pero es amor
que faltándole lo ciego,
los ojos que tiene son
para darle más tormento.
El término no es a quo,
que causa el pesar, que veo,
que siendo el término el bien
todo el dolor es el medio.
Si es lícito y aun debido
este cariño que tengo
¿por qué me han de dar castigo
porque pago lo que debo?
¡Oh cuánta fineza, oh cuántos
cariños he visto tiernos!
que amor que se tiene en Dios
es calidad sin opuestos.
De lo lícito no puede
hacer contrarios conceptos
con que es amor que al olvido
no puede vivir expuesto.
Yo me acuerdo ¡oh nunca fuera!
que he querido en otro tiempo
lo que pasó de locura
y lo que excedió de extremo.
Más como era amor bastardo
y de contrarios compuesto,
fue fácil desvanecerse
de achaque de su ser mesmo.
Mas ahora ¡ay de mi! está
tan en su natural centro,
que la virtud y razón
son quien aviva su incendio.
Quien tal oyere dirá
que si es así ¿por qué peno?
Más mi corazón ansioso
dirá que por eso mesmo.
¡Oh humana flaqueza nuestra,
adonde el más puro afecto
aun no sabe desnudarse
del natural sentimiento!
Tan precisa es la apetencia
que a ser amados tenemos,
que aun sabiendo que no sirve
nunca dejarla sabemos.
Que corresponda a mi amor
nada añade, mas no puedo
por más que lo solicito
dejar yo de apetecerlo.
Si es delito, ya lo digo;
si es culpa, ya lo confieso,
mas no puedo arrepentirme
por más que hacerlo pretendo.
Bien ha visto quien penetra
lo interior de mis secretos
que yo misma estoy formando
los dolores que padezco.
Bien sabe que soy yo misma
verdugo de mis deseos,
pues muertos entre mis ansias,
tienen sepulcro en mi pecho.
Muero ¿quién lo creerá? a manos
de la cosa que más quiero,
y el motivo de matarme
es el amor que le tengo.
Así alimentando triste
la vida con el veneno,
la misma muerte que vivo,
es la vida con que muero.
Pero, valor, corazón,
porque en tan dulce tormento,
en medio de cualquier suerte
no dejar de amar protesto.
MIENTRAS LA GRACIA ME EXITA
Mientras la gracia me excita
por elevarse a la esfera,
más me abate a lo profundo
el peso de mis miserias.
La virtud y la costumbre
en el corazón pelean
y el corazón agoniza
en tanto que lidian ellas.
Y aunque es la virtud tan fuerte,
temo que tal vez la venzan.
que es muy grande la costumbre
y está la virtud muy tierna.
Obscurécense el discurso
entre confusas tinieblas
pues ¿quién podrá darme luz
si está la razón a ciegas?
De mí misma soy verdugo
y soy cárcel de mí mesma.
¿quién vio que pena y penante
una propia cosa sean?
Hago disgusto a lo mismo
que más agradar quisiera;
y del disgusto que doy,
en mí resulta la pena.
Amo a Dios y siento en Dios,
y hace mi voluntad mesma
de lo que es alivio, cruz;
del mismo puerto, tormenta.
El Cid (Rodrigo Díaz de Vivar)
(c. 1043-1099)
Caballero castellano, uno de los mitos más destacados que la edad media legó a la cultura española.
Las disputas entre los reyes cristianos
Nació en el seno de una pequeña familia de la nobleza castellana hacia 1043. El término `Cid' deriva de la transcripción del árabe sayyid, que significa amo o señor. Al servicio de Sancho II (1065-1072), desempeñó un papel fundamental. El Cid, conocido también con el sobrenombre de Campeador, contribuyó a resolver el litigio fronterizo con el reino de Navarra al vencer en un duelo judicial a Jimeno Garcés. Contra Alfonso VI de León, participó en diversas batallas y en el asedio de Zamora, donde murió asesinado su señor. Tras la muerte de Sancho II, el reino de Castilla pasó al monarca leonés Alfonso VI, sobre quien recaía la sospecha de haber participado en el asesinato del Rey castellano. Por ello, Alfonso VI fue obligado a prestar un juramento expurgatorio en Santa Gadea de Burgos delante de El Cid.
En 1074, Díaz de Vivar se casó con Jimena Díaz, hija del conde de Oviedo. Al servicio del nuevo rey Alfonso VI, El Cid fue comisionado para cobrar las parias del reino taifa de Sevilla, labor que ejerció enfrentándose incluso al conde de Nájera, García Ordóñez. Agradecido por ello, al-Mu'tamid de Sevilla pagó las parias debidas y añadió una cantidad para entregar a Rodrigo como premio personal a su actuación. Este hecho, unido al prestigio militar de El Cid, causó la primera ruptura entre éste y su monar0a.
Las luchas contra los almorávides
Convertido en un desterrado, Rodrigo entró al servicio de Yusuf al-Mu'tamin de Zaragoza y derrotó al rey aragonés Sancho I Ramírez. La invasión almorávide y la derrota de Alfonso VI en Sagrajas (1086) propiciaron un nuevo acercamiento entre Rey y vasallo, a quien se le encargó la defensa de la zona levantina. Sin embargo, en el sitio de Aledo (1089-1092), El Cid acudió con demora a ayudar a las tropas reales, lo que provocó su segundo extrañamiento del monarca. Asentado en el Levante peninsular, intervino en Valencia en nombre propio.
esforzándose por construir un señorío personal. Derrotó progresivamente a sus competidores en esta zona, e incluso apresó al conde de Barcelona, Berenguer Ramón II (1090). Una nueva presión de los almorávides propició otro acercamiento del rey Alfonso VI, cuyos ejércitos fueron derrotados en la batalla de Consuegra (1097), donde murió el único hijo varón de El Cid, Diego Díaz.
En Valencia, la presión norteafricana favoreció una revuelta dentro de la ciudad. Los sublevados entregaron el poder al cadí ibn Yahhaf, que se avino a un compromiso con los almorávides a cambio de la ayuda de éstos para luchar contra El Cid. Las huestes de éste, sin embargo, derrotaron a sucesivas expediciones almorávides. Dentro de la ciudad, una nueva revuelta dio el poder a ibn Wayib, quien dirigió la última resistencia de Valencia, que finalmente capituló en 1094. Poco después de la entrada de El Cid en la ciudad, el cadí ibn Yahhaf fue quemado vivo en la plaza pública y la mezquita resultó transformada en catedral. Establecido ya firmemente en Valencia, se alió con Pedro I de Aragón y con Ramón Berenguer III de Barcelona con el propósito de frenar conjuntamente el empuje almorávide. Las alianzas militares se reforzaron además con vínculos matrimoniales. Una hija de El Cid, María (doña Sol en el poema), se casó con el conde de Barcelona, y su otra hija, Cristina (la Elvira del poema), con el infante Ramiro de Navarra. Tras la muerte de El Cid, ocurrida el 10 de julio de 1099, sin un heredero masculino que hiciera posible su legado, Alfonso VI tuvo que evacuar en 1102 la ciudad de Valencia.
El Cid
Tras haber leído el Cantar del Mío Cid, hemos conocido la figura de Rodrigo, en el que se plasma en esta obra la imagen de un valiente Caballero Medieval. Pero esta imagen pertenece a los juglares, no a la Historia. Esta imagen es la que la literatura nos ha dejado con El Cantar del Mío Cid. La vida del personaje Rodrigo Díaz de Vivar, héroe medieval es muy diferente. La grandeza del Mío Cid ha sido igualmente descrita por los historiadores Cristianos y Musulmanes de la época.
Es posible reconstruir la vida de D. Rodrigo Díaz de Vivar gracias a varios testimonios:
-
En el año 1110, el musulmán Ben Alcama escribió un relato detallado de la conquista de Valencia
-
En el año 1109, el musulmán Ben Bassam de Portugal escribió la biografía del Rey de Murcia Ben Tahir, y describe la ocupación de Valencia por las tropas del Cid.
-
En el año 1090, un clérigo catalán escribe en Carmen Campidoctoris las contiendas del Cid con el Conde de Barcelona.
-
En el año 1110, se escribe la Historia Roderici, auténtica biografía del Cid Campeador.
A estos testimonios debemos añadir los documentos originales, que firma el mismo Rodrigo Díaz de Vivar, y que nos permiten seguir su pista.
El nacimiento del Cid
Sobre el lugar de nacimiento de Rodrigo Díaz no hay ninguna duda: Vivar.
El Cid es de Vivar. Sin embargo no existe ninguna referencia definitiva a la fecha de su nacimiento:
-
Menendez Pidal propone 1043
-
Ubieto Arteta habla de 1054-1060
-
Gonzalo Martínez Díaz, 1048
De entre el árbol genealógico de Rodrigo Díaz podemos destacar los apellidos Laínez, Fernández, Bermúdez, Rodríguez, Nuñez y Alvarez, todos ellos ilustres de Castilla y poseedores de varios castillos.
El nombre de su padre fue Diego Laínez. De su madre sólo se sabe el apellido Rodríguez. El nombre del Cid, Rodrigo, se cree que le fue puesto en honor a su abuelo materno Rodrigo Alvárez. Esto hace suponer que la familia materna tenía mayor relieve social, ya que la costumbre de la época era tomar el nombre del primer hijo del abuelo paterno.
La juventud de Rodrigo
Rodrigo pertenece a una alta clase social. La familia materna suscribe varios títulos o diplomas con el Rey Fernando I, lo cual explica que el Cid pasara su juventud en la Corte del Rey Fernando I, formando su cuerpo, su espíritu y su mente.
Parece ser que Rodrigo fue criado junto a Sancho I, aunque éste era unos 10 años mayor que él, y fue el mismo Sancho quien armó caballero al Cid.
En 1063 aparecen referencias a la primera batalla en la que participó Rodrigo, junto al todavía infante Sancho. Los caballeros castellanos acudieron en ayuda del tributario de Castilla, Moctadir y se batieron con el rey aragonés Ramiro I, quien se encontraba atacando Graus, dond resultó muerto.
El 27 de diciembre de 1065 muere Fernando I, el reino se divide, y Sancho pasa a ser rey de Castilla, y Rodrigo jefe de su ejército.
Parece ser que la victoria de Rodrigo sobre el caballero Navarro Jimeno Garcés le sirvió para ganarse el título de Campeador, aunque no está claro el motivo de tal batalla. Posiblemente se debió a la incursión de las tropas Castellanas en Navarra para cobrar algún tributo en tierras navarras allá por el año1067.
Y en ese mismo año, Medinacelli, que formaba parte del reino musulmán de Zaragoza, se niega a pagar tributo a Castilla, lo que provoca la intervención de Rodrigo y los Castellanos.
Ambos conflictos generan La Guerra de los tres Sanchos, donde Rodrigo se vuelve a enfrentar a Navarro Gimeno Garcés. Parece ser que por estas fechas Rodrigo ya era alférez del rey.
Desde la muerte de Fernando I, sus hijos Sancho y Alfonso se disputan los reinos y Sancho gana terreno, hasta que en 1072 en Galopejera, Rodrigo lleva a la victoria a las huestes castellanas. Esta victoria condujo a Sancho a ser coronado Rey de León y Galicia el día 12 de enero de 1072.
Tan sólo quedaba por tomar la plaza de Zamora. Sancho partió a sitiar Zamora y junto a él, el alférez real Rodrigo Díaz de Vivar. De este sitio la Historia Roderici cuenta:
"Casualmente Rodrigo Díaz luchó él solo con quince caballeros contrarios, siete de los cuales vestían loriga (cota de malla). Uno resultó muerto, dos heridos y caídos en tierra y todos los demás puestos en fuga."
El día 7 de octubre de 1072, el rey Sancho es asesinado por Bellindo Dolfos, durante el sitio de Zamora. No parece que el Cid tomara parte alguna en este acto.
1072: El Cid y el Rey Alfonso VI
Según el Cantar del Mio Cid, Rodrigo hizo jurar a Alfonso en Santa Gadea, que nada había tenido que ver con la muerte de su hermano Sancho. Sin embargo nada de esto parece ser cierto; por el contrario, según la Historia Roderici:
El Rey Alfonso lo recibió con todo el honor como vasallo y lo conservó a su lado con todo amor y respeto.
Todo hace pensar que Rodrigo tenía una alta posición en la corte de Alfonso VI. Según los títulos que se conservan Rodrigo figura entre los magnates más importantes de Castilla, suscribiendo numerosos títulos o diplomas en calidad de senior. Este título, senior, significa que Rodrigo era poseedor de algunos castillos y sus correspondientes alfoces.
19 de Julio de 1074:
Rodrigo contrae matrimonio con Jimena Díaz
Este matrimonio es un testimonio más, de que el Cid gozaba de los favores de su nuevo rey Alfonso VI, puesto que era obligación de este buscar una buena esposa a sus vasallos.
Doña Jimena pertenecía a la más alta nobleza del reino. Era biznieta del rey de León Alfonso V, sobrina de Alfonso VI, hija del Conde Asturiano Diego y hermana de dos Condes de Asturias y uno de León y Astorga.
En su matrimonio Rodrigo hace gala de su gran caballerosidad, al dotar a su esposa de las arras (parte de los bienes del esposo). Según las costumbres jurídicas, el fuero Castellano limita las arras a un 10%, mientras que el Leonés lo hace en el 50%. Jimena pertenecía al fuero de León, y Rodrigo al de Castilla. Por tanto podía acogerse a este. Pero Rodrigo siguió el fuero de León, según se puede ver en su carta de arras conservada en el archivo catedralicio de Burgos. En ella se enumeran 39 villas, lo que hace pensar que el patrimonio de Rodrigo era de unas 80 villas, cantidad que de él hace una de las primeras familias de Castilla.
1075: Rodrigo en Asturias
Meses después de su boda, parece ser que Rodrigo fue a Asturias por mandato real para solucionar algunos problemas de gobierno.
En esta etapa Rodrigo hace gala de su preparación intelectual actuando como juez en varios procesos de los que se conservan los diplomas.
Destaca de esta época el litigio entre el obispo de Oviedo y el conde Vela Ovéquiez y su hermano Veremundo Ovéquiez sobre la propiedad del monasterio de San Salvador de Tol, donde Rodrigo junto con otros jueces falla a favor del obispo con citación expresa en forma abreviada de leyes del "Libro Juridico in titulo per Leges Goticas."
1075 - 1079: Rodrigo en Castilla
En esta etapa Rodrigo se dedica a su esposa. Son tiempos tranquilos.
La fecha 28 de julio de 1075 es de especial relevancia para Rodrigo. Recibe de Alfonso VI el señorío jurisdiccional con carácter hereditario de Vivar y todas sus propiedades, dotando así a Rodrigo de autoridad pública.
A la fecha del 12 de mayo de 1076, Rodrigo y su esposa hacen una rica donación al monasterio de Silos. Donación suscrita por el propio rey Alfonso VI.
Parece ser que en estos años además nacieron sus dos hijas y su hijo.
1079: Embajada de Sevilla
Hacia finales de 1079, Alfonso envió a Rodrigo al frente de una embajada a cobrar las parias de los reyes de Sevilla y Córdoba, pues ambos reyes retrasaban el pago.
Motamid, rey de Sevilla, se hallaba en pugna con Al Mudaffar, rey de Granada. Y junto al rey de Granada se encontraba García Ordoñez, Fortún Sanches, García (yerno del rey de Pamplona), Lope Sanches y Diego Perez (grande de Castilla), todos estos con su séquito armado.
Al llegar Rodrigo a Sevilla, Motamid le notifica que Al Mudaffar y los demás venían contra él. Rodrigo reacciona enviando carta a todos ellos, rogando cesen en su empeño por respeto al rey Alfonso. Según parece los de Al Mudaffar se burlaron de sus ruegos. Saquearon el reino de Sevilla, hasta llegar al castillo de Cabra.
Fue entonces cuando Rodrigo salió al frente de sus huestes y estableció una batalla que duró más de tres horas, haciendo prisioneros al conde García Ordoñez, Lope Sánches y Diego Pérez, y causando estragos entre las filas del enemigo de Motamid.
Llevó Rodrigo a Castilla las parias y numerosos regalos al rey Alfonso.
Aquí nacen los problemas de Rodrigo con su señor, bien aliñados por los envidiosos y amigos de los vencidos en Cabra y acompañados por la ignorancia, por parte de Rodrigo, del entramado político de Alfonso.
Según parece Alfonso VI fomentaba el enfrentamiento entre los taifas o reinados musulmanes, con el fin de debilitar sus fuerzas. No se conoce si los aliados cristianos de Al Mudaffar (de los que había muchos en Castilla) eran consentidos, o no, por Alfonso, aunque no se conocen muestras de disgusto por parte del rey.
Lo que si queda claro en este episodio, es el nacimiento de una rivalidad entre Rodrigo y el Conde García Ordoñez.
1081: El primer destierro
En el año 1081 se encontraba Rodrigo gravemente enfermo, mientras Alfonso se encontraba en plena campaña de Toledo.
Según parece, la política de Alfonso VI había conseguido que el reino de Toledo se dividiese en dos partes, quedando al borde de la desintegración. Los partidarios del entendimiento con Castilla al frente de Alcadir, eran considerados amigos de Alfonso VI y Alfonso se encontraba en tierras toledanas ayudando a Alcadir.
Mientras tanto, los musulmanes lanzaron un ataque con éxito sobre Gormaz. Rodrigo reaccionó, ya repuesto de sus heridas, recuperando Gormaz y adentrándose en tierras toledanas. Con un gran botín y más de siete mil prisioneros volvió a Castilla.
Una vez más parece ser que Rodrigo no estaba al tanto de los entramados políticos de Alfonso, o bien hizo caso omiso de ellos, puesto que atacó el reino de Toledo sin diferenciar amigos de enemigos, poniendo en peligro a su rey que se encontraba en tierra musulmana.
Y así opinaron miembros del consejo, y el propio rey desterrando a Rodrigo.
1081: El Cid al servicio de Moctádir, rey de Zaragoza
El destierro del Cid nada tenía que ver con su familia. Ellos podían quedarse en cualquiera de sus posesiones. El Cid salió por tanto de Castilla únicamente con su ejército.
Ofreció sus servicios a los Condes de Barcelona Ramón II y Berenguer II, y al no llegar a un acuerdo con ellos, partió para Zaragoza.
Moctádir, rey de Zaragoza, acogió al Cid con los brazos abiertos, pensando en las parias que había estado pagando durante más de 20 años a Castilla, Aragón o Barcelona, y que ahora se ahorraría acogiendo a Rodrigo.
Al poco de llegar Rodrigo a Zaragoza, muere Moctádir y el reino se divide en dos. Mutamin hereda el reino de Zaragoza y Alfagit el reino de Denia (que incluía Tortosa y Denia).
Al igual que ocurrió años atrás con Sancho y Alfonso, los dos hermanos comienzan una lucha por la soberanía absoluta. El Cid aún en Zaragoza goza del favor del rey Mutamin y lucha junto a él contra su hermano el rey de Denia.
Alfagit, al ver peligrar su reino, pide ayuda al rey de Aragón Sancho Ramirez, mientras que el Cid toma Monzón, a la vista del ejército de Sancho Ramirez y de Alfagit.
1082: Victoria sobre el Conde Berenguer
Situada la ciudad de Almenar, parte el Cid desde Tamarite para enfrentarse y vencer a las huestes de Alfagit y a las de los condes catalanes.
Al botín fue grande, la lucha feroz y los muertos cuantiosos. El conde de Barcelona fue apresado y enviado a Zaragoza, donde Mutamin lo dejó libre a los cinco días.
Esta soberbia victoria le sirvió al Cid para gozar de muchos regalos y favores por parte del rey Mutamin, durante todo un año de calma.
1083: Reconciliación con el rey Alfonso VI
En el año 1082, el castillo de Rueda debía obediencia al rey moro de Zaragoza, y el alcalde de la plaza solicitó ayuda a Alfonso VI. En respuesta a esta petición, Alfonso envía ayuda comandada por García Salvadorez y el infante Ramiro hijo del rey de Navarra. Una vez allí, se solicita la presencia del rey para tomar posesión del castillo y este acude.
Alfonso envía parte de sus tropas delante y estas caen al entrar al castillo fruto de una traición.
Alfonso VI se libró de la muerte debido a las precauciones que tomó en este episodio de su vida. El Cid se entera de la traición y corre en ayuda de su rey. Alfonso agradecido le ordena regrese a Castilla con él.
El Cid lo acompaña, pero al no llegar a un acuerdo sobre su nueva incorporación a las huestes Castellanas, a mitad de camino regresa a Zaragoza.
Sin embargo se produce un importante cambio en la situación del Cid, ahora ya no es un desterrado, sino un Capitán de Castilla que alquila sus servicios (en este caso al rey Mutamin de Zaragoza).
1084: Derrota de Sancho Ramirez
Las incursiones efectuadas por el Cid en el reino de Argón y en el de Denia provocan la alianza del rey de Sancho de Aragón y del rey Alfagit de Lérida.
Las tropas de esta alianza acampan cerca de Cid y le invitan a retirarse del lugar donde se encuentra, a lo que el Cid parece ser que respondió:
"Si el rey, mi señor, quiere pasar en paz por aquí, y le ayudaré con mucho gusto, no sólo a él, sino a todos sus hombres; además, si lo tiene a bien, le daré cien de mis caballeros, que le sirvan y le acompañen en su camino."
La batalla se produjo y el Cid hizo numerosos presos (mas de 2.000), entre los que se encontraban numerosos nobles. Conquistado el botín, se permite volver a casa sin rescatar a los prisioneros, excepto a los 16 más importantes, en espera del rescate.
La victoria del Cid tuvo una enrome resonancia en la España musulmana y fue recibido en Zaragoza con todos los honores.
En 1085 muere Mutamin y le sucede su hijo Mostain II, el cual muestra hacia Rodrigo el mismo respeto y favor que su padre.
1087: El Cid vuelve a Castilla
No parece que Mostain II, encargara al Cid campañas dignas de mención, por lo que posiblemente, el Cid gozaría de una etapa de descanso. En estos años (1081 - 1087), la difícil política de Alfonso VI, que había costado el destierro al Cid, consiguió que Toledo se rindiese al rey de Castilla.
El día 25 de mayo de 1085, Alfonso VI tomó la posesión del reino de Todedo.
La pérdida del reino de Toledo, provoca la alarma entre los reinos musulmanes, y los reyes moros de Badajoz, Sevilla y Granada piden ayuda al emir africano Ben Yusuf.
El día 30 de junio de 1086 las tropas almorávides cruzan el estrecho y Alfonso VI se enfrenta a ellas en Sagrajas, donde sale derrotado y gravemente herido.
Salta la alarma entre los cristianos, pues la derrota de Alfonso hace temblar el reino de Toledo y empuja a las taifas a no pagar las parias viendo el poder cristiano debilitado. En momentos tan críticos el Cid, ante todo cristiano, acude en ayuda de su señor el rey Alfonso VI, aunque no fue necesario entablar combate, pues los de BenYusuf regresaron a África.
Alfonso Vi, esta vez da muestras de autentica satisfacción y le otorga la tenencia de los castillos de Dueñas, Gormaz, Ibia, Iguña, Campoó.
Briviesca y Langa. Además le entrega un diploma, donde le concede el dominio a él y a sus descendientes de los castillos y tierras musulmanas que conquiste.
El acuerdo satisfizo a Rodrigo y volvió a Castilla junto a su rey , recobrando plenamente su estatus social, como lo verifican varios diplomas que suscribe en esa época.
1088: El Cid en Levante
A mediados de 1088, el rey moro de Lérida, Denia y Tortosa cerca Valencia con ayuda de los condes de Barcelona. Alcadir, rey de Valencia solicita el auxilio de Alfonso VI, y del rey moro de Zaragoza. Alfonso VI envía al Cid y sus huestes hacia Levante.
El Cid unió a sus fuerzas, al rey Mostain de Zaragoza y su ejército y partió para Valencia donde los catalanes y el rey moro de Denia huyeron.
Debilitada Valencia por el sitio, y con gran cantidad de tropas en las puertas de la ciudad, Mostain, rey de Zaragoza, quiso tomar para sí la ciudad. Pero el Cid se lo impidió alegando que Valencia era de Alcadir gracias a Alfonso VI, y Valencia era por tanto de este.
Según parece, el Cid seguía, de alguna manera, al servicio del rey moro de Zaragoza, puesto que, aunque no le hizo gracia lo que hizo Rodrigo en Valencia, le envió a cercar el castillo de Jérica, perteneciente al rey de Denia.
Pero todos quieren Valencia y este parece un buen momento para conseguirla. El rey Mostain de Zaragoza, rompe con el Cid y junto al conde de Barcelona Ramón Berenguer, parte hacia Valencia.
1089: El segundo destierro del Cid
En el castillo de Aledo, recientemente tributario de Castilla, se instala el ejército de García Jiménez, y desde donde realiza insistentes incursiones al reino de Sevilla.
Moctadir, rey de Sevilla, pide de nuevo auxilio a Ben Yusuf, que desembarca de nuevo en junio de 1089 y marcha hacia el ejército de García Jiménez, junto a los ejércitos de los reyes de Sevilla, Granada, Málaga, Almería y Murcia.
Ante la gravedad de la situación, Alfonso VI acude en ayuda de García, no sin antes pedir al Cid que se una a él, en su marcha.
De nuevo, se produce un extraño episodio en la vida del Cid:
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El Cid traslada su campamento de Requena a Játiva, para acercarse al camino que seguirá Alfonso VI, donde recibe un mensaje del rey comunicándole que se encuantra en Toledo.
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El Cid se traslada a Onteniente esperando el paso del rey.
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Alfonso VI, espera al Cid en Villena.
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El Cid se traslada a Felín y envía exploradores a Villena y Chinchilla, donde se entera de que el rey ya ha pasado el camino de Aledo.
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El Cid corre hacia su rey y se adelanta a Molina de Segura, pero Alfonso ya había llegado a Aledo y levantado el asedio.
El rey Alfonso VI, acusa de traidor al Cid por no haber ido a su encuentro y ordena le sean confiscados todos sus bienes y que arrojen a su mujer y a sus hijos a prisión.
Esta actitud arroja interrogantes sobre los hechos, Alfonso VI muestra una extraña actitud ante tan notable capitán. No obstante Alfonso accedió que a Jimena, su esposa, y sus hijos lo acompañaran en su destierro.
Ante esta situación, cualquier ser humano, incluso el Cid se ofendería. Si hasta ahora había servido a su rey y alquilado sus servicios al rey moro de Zaragoza, a partir de ahora forjaría un señorío para él y los suyos.
1090: El Cid derrota y apresa al conde Berenguer
El destierro y humillación a que se vio sometido Mio Cid, hizo que inmediatamente lanzara sus huestes sobre el rey moro de Denia a quien había combatido numerosas veces.
Conquistadas numerosas fortalezas, Rodrigo se dirige a Valencia. Estando en Ondara, el rey de Denia firma paz con el Cid y se refugia en Sagunto, mientras que el rey Alcadir de Valencia hace numerosos regalos al Cid para mantener su amistad.
Aquellos cstillos queno reconocían al rey moro, pagaban tributo al Cid. Este se instaló en Burriana, donde conoce la noticia de que el rey Alfagit de Denia, junto con el conde Ramón Berenguer se han aliado contra él.
El Cid se hace fuerte en Morella, mientras el conde de Barcelona desde Calamocha, intenta unir a su ejército el de el de Alfonso VI, y el del rey Mustain de Zaragoza. Ambos rehusan la alianza.
La batalla entre las tropas del Cid y su enemigo fue dura, pero se decantó a favor de Rodrigo, quien hizo cerca de 5.000 prisioneros, entre los que se encontraba el propio conde de Barcelona. En esta batalla, resultó Rodrigo gravemente herido.
La libertad de los cautivos fue pactada previo pago de un rescate. La cuantía del rescate del conde de Barcelona fue de 80.000 monedas de oro.
El Cid se retira a Daroca, a restablecerse de sus heridas, y desde allí firma un acuerdo de paz con el rey moro de Zaragoza y con el conde de Barcelona. Poniendo, este último bajo su protectorado Trotosa y Lérida (tierras del rey moro Alfagit).
A lo largo de este año el Cid puso bajo su protectorado, desde Tortosa hasta Orihuela, todos los reyes moros pagaban tributo al Cid. Tributo que en estos momentos se puede fijar en 104.000 dinares anuales:
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50.000 dinares de Denia, Tortosa y Lérida
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10.000 dinares de Ben Razin, señor de Alarracín
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12.000 dinaes de Valencia
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10.000 dinares de Aben Kacín, señor de Alpuente
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8.000 dinares del señor de Murviedro
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6.000 dinares del castillo de Segorbe
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3.000 dinares del castillo de Jérica
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3.000 dinares del castillo de Almenar
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2.000 dinares del csatillo de Liria
(según la Primera Crónica General)
1091: El Cid y Alfonso VI luchan contra los almorávides
Mientras el Cid , se hacía cada vez más fuerte en Levante, el emir Ben Yusuf de África, desembarcó en la península y se dirigió a sitiar Toledo. Como no consiguió su propósito, el día 8 de septiembre de 1091, toma el control del reino de Granada y comienza una ofensiva contra Motamid de Sevilla.
Ya hemos comentado la compleja política que Alfonso VI ejercía sobre los reinos moros. Posiblemente el rey Motamid de Sevilla, se encontraba entre los proyectos de Alfonso, para tomar el control de los reinos moros, y también posiblemente ese es el motivo de que Alfonso VI partiera en ayuda de Motamid en la primavera de 1091.
Rodrigo recibe el consejo de sus amigos castellanos de unirse a las tropas de Alfonso y marchar contra Ben Yusuf, ganando así la gracia del rey y así lo hace. Se puede ver en este tipo de actos, el egoísmo de Alfonso frente al Cid, que se permite aceptarlo o rechazarlo como amigo, según sus intereses.
Una vez se encuentran amos ejércitos, el Cid acampa delante de Alfonso y este reconoce el gesto como una fanfarronería de Rodrigo.
Los de Ben Yusuf no se enfrentan a los cristianos y las tropas del Cid y Alfonso VI, se retiran hacia Toledo, donde encontramos, de nuevo, un incidente desagradable:
Estando en Ubeda, el rey reprende a Rodrigo por su fanfarronería e incluso ordena que lo apresen. Llegada la noche, el Cid huye a su campamento y repliega hacia Valencia, mientras que Alfonso se fortalece en Toledo.
Ben Yusuf prosigue con su avance y desde Málaga y Granada toma Sevilla el día 7 de septiembre de 1091, para después tomar, al rey Alfonso, el castillo de Aledo.
092: El fracaso de Alfonso VI en Valencia
Una vez que las tropas de Ben Yusuf habían tomado los reinos de Málaga, Granada y Sevilla, el avance hacia Levante, donde se encontraba el Cid era inevitable.
El Cid prevé el ataque y se fortifica al sur de Valencia en el castillo de Peña Cadiella, desde donde dirigirá su defensa.
Ofreciéndole falsamente el castillo de Borja, el rey Mustamin de Zaragoza consigue del Cid un tratado de paz y la ayuda diplomática necesaria para que le rey de Aragón firme la paz con el de Zaragoza (pues ambos son amigos de Rodrigo), no sin antes colocar sus huestes entre ambos ejércitos.
A mediados del año 1092, Alfonso VI dse decide a intervenir en Levante, y solicita para el lo ayuda del rey de Aragón Sancho Ramírez y la del conde de Barcelona. Ambas tienen acuerdos de paz firmados con el Cid y únicamente atacan Tortosa, posiblemente porque consideraban se encontraba fuera de la zona del protectorado del Cid.
Estando ausente el Cid, Alfonso VI se presenta en Valencia y exige cinco veces el tributo que solicita Rodrigo, atentando contra la supervivencia de su señorío.
El derecho nobiliario y vasallático de la época autorizaba al infanzón desterrado a hacer la guerra a la tierra del rey dañando cuanto pudiera la hueste, los castillos y el territorio de su antiguo señor.
El Cid antes de marchar contra las tierras de su rey le advierte de su malestar y partiendo con su gran ejército desde Zaragoza, entró por Calahorra y Nájera, ocupando Alberite y Logroño y saqueando todas las comarcas de los alrededores. Estando en Alfaro, García Ordóñez, le pidió siete días para enfrentársele.
Es importante conocer la magnitud de ambos enemigos, el Cid renombrado capitán castellano con experiencia en la batalla y la familia García Ordóñez, nobles catellanos gobiernan desde Zamora hasta Pamplona.
Pasados los siete días el ejército de García Ofróñez no se atrevió a enfrentarse al del Mio Cid, y este volvió a Zaragoza.
Mientras tanto, Alfonso no reduce Valencia, y ni el rey de Aragón ni el conde de Barcelona se enfrentan al Cid, pues ambos conocen sobradamente su valía. Se añadimos a estos datos que García Ordóñez con todos su ejército tampoco se atrevió a enfrentarse al Cid, comprendemos el sentimiento de imp9ootencia que sintió Alfonso, el cual se apresuró a perdonar al Cid y a restablecerle todas sus tierras .
1092 - 1094: El Cid recupera Valencia
El protectorado que ejercía el Cid sobre la ciudad de Valencia era muy importante para su señorío en Levante, por no hablar de la cuantía de los tributos que pagaba la ciudad a D. Rodrigo. Era, por tanto, trascendental el ejercicio de una política inteligente.
Cuando en 1091 Rodrigo salió de Valencia, dejó gobernando la ciudad a Ben Alfaray y a un destacamento que custodiaba la ciudad, pero el asedio de Alfonso VI crece a los almorávides, que piden ayuda al general alorávide de Murcia, Ben Yehyah, el cual entra a la ciudad y asesina al rey Alcadir.
El Cid camino de Valencia detiene a los almorávides en Yubella, que ya iban camino de Lérida y Zaragoza. Una vez tomada la fortaleza en el verano de 1093, el Cid sigue hacia Valencia, asolando cuanto encuentra a su paso exigiendo la expulsión de los almorávides de la ciudad. Ante este panorama, Ben Yusuf amenaza al Mio Cid y este lo desafía en batalla.
Durante un mes, tiempo que da el Cid a Valencia para recibir ayuda de las tropas almorávides, debata Peña Cadiella y Albarracín, y durante esta última incursión recibe una lanzada en el cuello, que cerca estuvo de costarle la vida.
1094: El Cid derrota a los almorávides
Era de esperar que la toma de Valencia, enfureciese a Ben Yusuf, y el Cid necesitaba contar con un buen ejército. Para evitar problemas con los moradores de Valencia preparó una política que les :
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La guardia de las torres será realizada por mozárabes.
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Se tapiarían las ventanas y aberturas de las torres que dan al interior de la ciudad.
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Se reconoce a Ben Yahyaf como cadí.
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A los nobles moros de la comarca se les devuelven sus posesiones y se fijan sus tributos en el diezmo.
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Durante los lunes y jueves, el Cid actuará como juez y visir de los asuntos de gobierno.
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Los soldados cristianos no pueden entrar a comprar o vender dentro de la ciudad.
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El Cid no vivirá en el Alcazar ni en la ciudad.
Los reyes musulmanes piden ayuda a Ben Yusuf y conminan a los suyos a las armas, ante lo cual Mio Cid expulsa de Valencia a los moros problemáticos, y les ordena entregar los elementos de hierro.
El día 13 de noviembre de 1094, desembarca en España el grueso del ejército africano, que uniéndose a las tropas de los reyes moros andaluces, acampan a unas cuatro millas de Valencia.
Mio Cid se refugia en Valencia, y solicita la ayuda de Alfonso VI y el rey Pedro I de Aragón, aunque e decidió a atacar antes de que llegaran los refuerzos, empleando una espectacular táctica:
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La mitad de sus tropas sale furtivamente de Valencia y se coloca detrás del ejército moro.
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La otra mitad sale al encuentro del ejército almorávide.
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El ejército moro, ataca impetuoso y hace retroceder al Cid hacia las puertas de Valencia.
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La otra mitad del ejército del Cid ataca el campamento musulmán que estaba desguarnecido.
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El ejército almorávide, creyendo que Alfonso VI y Pedro I habían llegado en socorro del Mio Cid, huye despavorido y quedó totalmente inoperativo, sin apenas bajas pero con numeroso botín.
Después de esta victoria, seguramente persiguiendo a los moros que huían, el Cid conquistó la ciudad de Serra y el castillo de Olocau, donde encontró la mitad del tesoro de Alcadír.
A la llegada de Alfonso VI en auxilio del Cid, ya estaba todo resuelto. Aún así, Rodrigo le dio parte del botín.
1095: Castigo del asesinato del rey Alcadir de Valencia
Cuando el Cid reconoció a Ben Yahyaf como cadí, lo hizo con la condición de que jurase no tener en su poder el tesoro de Alcadir. Esto es lo más parecido a la jura de Santa Gadea que nos encontramos en la historia de Rodrigo Díaz.
Solucionados los problemas militares, el Cid pasó a ocuparse de los temas políticos. El tema que le preocupaba era el asesinato de su amigo el rey moro de Valencia, Alcadir.
El Cid buscaba las pruebas que inculparan al asesino, una arqueta de joyas y el ceñidor de Zobeida, ambas cosas estaban en posesión de Alcadir el día que fue asesinado. Convencido de la culpabilidad de Ben Yahyaf, pide a os nobles moros de Valencia lo apresen. Esta acción provoca reacciones violentas entre algunos moros, y el Cid se instala en el Alcazar de Valencia, instalando en las casas próximas a su ejército y en las torres y puertas de la ciudad su guardia.
El día 10 de febrero de 1095, ingresa en prisión el cadí. Asigna como nuevo a cadía al moro Al-Vacaxí, propuesto por la nobleza musulmana.
Continuando con la investigación del asesinato de Alcadir, son encontrados en poder de Ben Yahyaf los tesoros sustraídos a Alcadir en el momento de su asesinato. El nuevo cadí condenó al traidor a morir
apedreado, según la ley musulmana, sentencia que modificó el Cid, condenándolo a morir en la hoguera.
Este cambio de sentencia provocó graves disturbios en la ciudad, sofocados a la fuerza pro Rodrigo. Durante dos días los cristianos que vivían fuera de Valencia en el Arrabal, ocuparon las casas de los moros rebeldes, que fueron expulsados de la ciudad por el Cid.
095: Señorío del Cid en Valencia
Cuando el Cid reafirmó su señorío sobre Valencia, sólo hizo la salvedad de su rey Alfonso VI, al que siempre colocaba por encima de sí mismo.
La situación del Cid, como capitán de Castilla, aunque con plena autonomía del gobierno para él y sus descendientes, convierte sus conquistas en conquistas de Castilla.
Ante los problemas surgidos en la última conquista de Valencia y las revueltas sofocadas por las tropas del Cid, éste actuando como señor absoluto de Valencia, cristianiza la mezquita mayor en este año 1096.
1097: Derrota del ejército almorávide en Bairén
El día 4 de junio de 1094, en el sitio de Huesca, muere el rey de Aragón Sancho Ramírez, y le sucede su hijo Pedro I, quien parte hacia Valencia a renovar el acuero de paz que su padre tenía con Rodrigo. Firmando este, Pedro tiene el campo libre para continuar asediando Huesca.
En otoño de 1096, el rey Mostain de Zaragoza pide ayuda a García Ordóñez y reúne un gran ejército para levantar el asedio de Huesca. Este ejército es destruido por Pedro I y Huesca es tomada para el reino de Aragón después de 31 meses de cerco.
El Cid recibe noticias de una nueva invasión del moro africano y solicita de su aliado Pedro I ayuda para combatirlo, el cual antes de los doce días previstos, acude junto al Cid con su hermano Alfonso (futuro rey Batallador).
Estas tropas parten hacia Peña Cadiella, bajo el señorío del Cid, y se encuentran con un ejército de 30.000 hombres al mando del sobrino de Ben Yusuf, el mismo que fue derrotado en el asedio de Valencia.
Llega a Peña Cadiella sin problemas, y fortalece los castillos de la región sin encontrar resistencia.
En el camino de vuelta a Valencia los almorávides se fortifican en el "monte de Bairén", para atacar a las tropas cristianas cuando éstas se encontraran pasando entre el monte y los majales encharcados de la playa.
A su paso por el monte, las tropas cristianas se encuentran a la izquierda, los moros fortificados en el monte de Bairén y a la derecha la flota almorávide que cerraba el paso con una lluvia de saetas.
El Cid se puso al mando de las desconcertadas tropas y se lanzó a la batalla animando a su ejército. Los almorávides encerrados en el estrecho son derrotados. Las bajas del ejército almorávide son cuantiosas y el botín conseguido por las tropas cristianas.
A su llegada a Valencia, Pedro I recibe noticia de que el castillo de Montornés le había negado obediencia, y el Cid pare junto a Pedro I a sitiarlo. Parece ser que la amistad surgió entre ambos guerreros.
El desembarco de tropas africanas siempre provoca revuelto entre la población musulmana, al llegar a Valencia, el Cid expulsa a centenares de rebeldes.
1098: El Cid conquista Sagunto
El 15 de agosto de 1097, Alfonso VI sufre una terible derrota en Consuegra, donde muere el hijo del Cid, Diego. Y en ese mismo año, el rey de Murcia, Ben Ayixa, derrotó a Alvar Fañez, capitán castellano en Cuenca.
Estando el Cid en Almenar, donde expulsó a los moros de la ciudad, ordena a las tropas partir para Valencia, pero a su paso por Sagunto, decide sitiarla, dando un mes de plazo a los moros de Sagunto, para pedir ayuda, y solicitan la ayuda de Alfonso VI, de Mostain, rey de Zaragoza, del rey de Albarracín, y del conde de Barcelona. De todos ellos, solo Ramón III, conde de Barcelona acampa cerca de Oropesa, con la intención de distraer al Cid. Esta batalla la gana Rodrigo con tan solo hacer correr la voz de que sus tropas van hacia allí. Rodrigo amplía el plazo de socorro y finalmente, como nadie socorre la plaza, se rinde el día de San Juan, 24 de junio, expulsando Rodrigo a los moros de la ciudad.
1098: El obispo de Valencia
La conquista de Sagunto afianzó aún más el dominio del Cid sobre Levante, momento que decide Rodrigo para nombrar un obispo en Valencia.
Con el asesinato del rey Alcadir, simpatizante de Castilla existía un obispo en Valencia, pero durante la revolución de Ben Yehyaf, las tropas de Rodrigo, que custodiaban el tesoro, sacaron a este de la ciudad, para evitar que fuera prendido o asesinado.
En este año 1098, decide Rodrigo dotar de bienes y riquezas a la iglesia de Santa María, antigua mezquita principal. Se conserva el manuscrito de la dotación del puño y letra de Rodrigo, donde dice:
"Tras casi 400 años de dominio musulmán, suscitó el Señor al príncipe Rodrigo Campeador como vengador del oprobio de sus siervos y propagador de la religión cristiana, el cual después de múltiples y extraordinarias victorias bélicas alcanzadas con la ayuda divina conquistó Valencia; y habiendo vencido un ejército innumerable de moabitas y bárbaros de toda España sin daño suyo más allá de todo lo imaginable, y habiendo sido designado, según lo prescrito en especial privilegio, aclamadoy elegido concorde y canónicamente y consagrado obispo por manos del romano pontífice el venerable presbítero Jerónimo, enriqueció a la citada iglesia con este dote de sus propios bienes.
Y a continuación enumera las donaciones de Rodrigo al obispo don Jerónimo
El Cid muere el día 10 de julio de 1099
Después de las gloriosas victorias obtenidas por el Cid, nadie, ni moro ni cristiano, se atreve a cuestionar su señorío sobre Levante, y desde la conquista de Sagunto, sólo hay constancia de varias donaciones que hizo a la iglesia. Así murió el Cid en la cúspide del éxito. Sobre su muerte no se conoce enfermedad, aunque destaca un testimonio del moro Ben Abduz, que en ocasión de la prisión del asesino del rey Alcadir dijo: "En fin, las cosas de este mundo se pasan muy presto, y el corazón me dice que no durará mucho la premia en que nos tienen los cristianos, porque el Cid anda ya hacia el cabo de sus días, y después de su muerte, los que quedemos con vida seremos señores de nuestra ciudad."
Si dataríamos la fecha del nacimiento del Cid en el año 1048, como lo propone Gonzalo Martínez Díaz, y el Cid muere en Julio de 1099, el Cid moriría a la edad de 50 años , y de este comentario podemos intuir, que el aspecto físico de Rodrigo era del de una persona mayor ya a los 46 años.
Epílogo
Según el diploma otorgado por Alfonso VI, las conquistas del Cid las heredarían sus sucesores. El único hijo varón de Rodrigo murió en batalla, por tanto doña Jimena gobierna Valencia a la muerte del Cid.
A su muerte, María, una de las hijas del Cid, se casó con uno de los condes de Barcelona, Ramón Berenguer III, sin duda, en busca de un guerrero varón que ayudase a doña Jimena a mantener el señorío de Levante.
Dos años después de la muerte del Cid, el viejo emir africano, Ben Yusuf , envía un gran ejército al mando de Mazdalí a sitiar Valencia. Jimena y el ejército aguantan siete meses el sitio de Valencia, momento en que llegan las tropas Castellanas con AlfonsoVI en cabeza y los de Ben Yusuf se retiran a Cullera. Alfonso VI permaneció en Valencia durante algo más de un mes buscando un caballero que ayudase a Jimena a mantener el señorío de Levante a salvo del acecho musulmán.
A primeros del mes de Mayo, viendo que no hay caballero capaz de gobernar el señorío del Cid, Jimena decide abandonar Valencia, llevando consigo el cadáver del Mio Cid, para darle sepultura en Cardeña.
El ejército de Alfonso VI, incendia y destruye Valencia, como era constumbre en la época al abandonar una ciudad, y las tropas de Mazdalí ocuparon las ruinas. De la descendencia del Cid, podemos decir, que las hijas del Cid se casaron conla más alta nobleza cristiana, engendrando en uno de los nietos del Cid a García Ramírez, rey Navarro.
Nezahualcóyotl
(1402-1472)
Nezahualcóyotl, un rey filosófico, y uno de los más grandes poetas de América.
Su gente fueron los Alcohuanos, parte de la tercera ola de migración de las tribus del norte hacia el Valle de México. Los primeros invasores fueron los Toltecas, que su civilización se centro en la ciudad de Tula. Ellos florecieron entre el siglo VII y XI, y ellos misteriosamente desaparecieron. Los Toltecas fueron sucedidas por los llamados Chichimecas, se cree que arribaron un siglo después de que los Toltecas desaparecieron. Su civilización era muy inferior a lo que fue la de los Toltecas, pues los Chichimecas vivían en cuevas.
En el siglo XII otra migración llegó al centro de México. Los nuevos, más civilizados que los Chichimecas, eran varias tribus, las más poderosas eran los Aztecas y los Alcohuanos. Los últimos se asentaron al este del Lago de Texcoco y de ahí el nombre de la tribu cambio de Alcohuanos a Texcocanos.
Nació en (1402) en Texcoco y murió en 1472. Sus padres fueron Ixtlixócitl y Matlalcihuatzin, hija del señor de Tenochtitlán, Huitzilíhuitl. Recibió esmerada educación, tanto en el palacio paterno, como en el calmecac o escuela de estudios superiores. De esta forma pudo adentrarse en el conocimiento de las doctrinas y sabiduría heredadas por los Toltecas.
Aunque Nezahualcóyotl era heredero nato del reino, su juventud no fue como la de un príncipe viviendo en lujos, porque los Texcocanos entonces luchaban para su propia existencia contra una tribu llamada Tepanecas. En 1418, cuando el joven príncipe cumplió 15, el enemigo tuvo éxito en subyugar a su gente. Mientras él se encontraba cubriéndose con las ramificaciones de un árbol, vio a unos soldados Tepanecas matar a su padre. Él huyó de la escena espantosa pero fue capturado y arrojado a una celda.
Nezahualcóyotl tenía la fe de su padre. Un sirviente logra meterse a la prisión y se vistió de príncipe, mientras Nezahualcóyotl, vestido con las ropas del sirviente escapó hacia Tenochtitlán, la capital del pueblo azteca. Por este acto de sacrificio, el fiel sirviente pagó con su vida.
Nezahualcóyotl fue calurosamente recibido en Tenochtitlán y dedicó los siguientes ocho años al estudio. Junto con sus propósitos académicas, Nezahualcóyotl recibió instrucciones de los deberes reales. Él nunca se olvidó de las circunstancias brutales que ocasionaron su exilio y estaba decidido a recuperar su trono.
Pero él necesitaba un pretexto para entrar a su tierra de nacimiento, ahora parte de del extendido Texcocano-Tepaneco. El rey Tepaneca ya había muerto y fue reemplazado por su hijo Maxtla. Pretendiendo reconciliarse con los Tepanecas, Nezahualcóyotl fue a la ciudad capital de Atzcapotzalco y le hizo reverencia a Maxtla, presentándole flores. Pero Maxtla, un rudo y sospechoso hombre, despreció la ofrenda. Nezahualcóyotl, sintiendo que estaba en peligro, se escapó del palacio y regresó a su ciudad natal de Texcoco.
Durante su corto encuentro Maxtla había notado que Nezahualcóyotl tenía una fuerte impresión. Temió que sería un rival potencial, fingió haber cambiado de opinión, envió una invitación a Nezahualcóyotl para que lo acompañara a una fiesta en su honor que se llevaría a cabo por la tarde. Entonces Maxtla ordenó que asesinarán al príncipe al llegar.
Pero Nezahualcóyotl se negó. Tan fuerte era la presencia del príncipe en sus seguidores que uno de ellos, estuvo de acuerdo en que había cierto riesgo de muerte así que él iría en el lugar del príncipe.
Cuando fue descubierto, Maxtla enfurecido puso un precio a la cabeza de Nezahualcóyotl, prometió extensas propiedades y la mano de una mujer noble a cualquier hombre que pudiera capturar o mata a su rival. Nezahualcóyotl significa " zorro hambriento " y así es exactamente cómo él vivió en los siguientes años. Ocultado en lo alto de la sierra, viviendo en hoyos y cuevas, él no obstante tenía algo importante: la maravillosa devoción de su gente. En cuanto a la recompensa de Maxtla, nadie lo entregó aunque muchos lo reconocieron en su disfraz de campesino.
A la larga Maxtla consiguió su castigo. Cansándose de su tiranía, un número de nobles se pasaron al lado de Nezahualcóyotl. Una coalición fue formada y las fuerzas de Maxtla fueron conducidas fuera de los dominios Texcocanos. Entonces sus enemigos marcharon en Atzapotzalco. Encontrando a Maxtla oculto en los baños del palacio, lo arrastraron hacia fuera y lo ofrecieron como sacrificio humano a los dioses.
Finalmente logró el trono que era su derecho por nacimiento, Nezahualcóyotl comenzó a mostrar evidencias de sus notables habilidades. Su primer acto fue idear un código de leyes, fue considerados tan ejemplar que fue adoptado por sus aliados principales, los Aztecas y los Tlacopanos. Las leyes, basados en una división de poderes, creaban un número de consejos incluyendo guerra, finanzas, justicia y el llamado consejo de música. No sólo era música, sino que incluía ciencia, arte, literatura, poesía e historia.
Con este alto nivel cultural, Texcoco bien podría ser conocida como "la Atenas del Mundo Occidental" -según el historiador Boturini.
Consumado el dominio del valle de México, Texcoco, Tenochtitlán y Tacuba formaron la Triple Alianza, en 1431, y reinó por más de 40 años. Reorganizó el gobierno y dictó leyes que fortalecieron al Estado. Se encargó de la construcción del acueducto de agua potable para México. Durante ese periodo ordenó la construcción de palacios, templos, jardines botánicos y zoológicos. También supervisó la construcción de caminos, diques y presas.
Dirigió además la construcción de calzadas, las obras de introducción de agua a México, la edificación de diques para aislar las aguas saladas de los lagos e impedir inundaciones.
Nezahualcóyotl murió a los 70, lleno de honores y le sobrevivieron varias de sus esposas, una horda de concubinas y 110 hijos. Uno de sus hijos legítimos, un muchacho de 18 años de edad llamado Nezahualpilli, le sucedió en el trono. El rey murió feliz, creyendo en que él colocó una dinastía y un estado lo suficientemente fuerte que duraría siglos.
Su deseo no sería no tan largo porque después de 47 años de su muerte, invasores de piel blanca cruzó los mares para terminar con la civilización tan brillante que había creado.
Compuso numerosos cantos y poemas, de los que se conservan unos 30, donde planteaba profundos problemas filosóficos. Todos estos poemas nos dejan penetrar dentro del alma y expresión de Nezahualcóyotl. En su honor, un municipio y una ciudad en el estado de México llevan su nombre.
Comprendo el secreto
Comprendo el secreto, ocultado:
¡O mis señores!
Así somos,
somos mortales,
seres humanos a través y a través,
todos tendremos que salir,
todos tendremos que morir en la tierra...
Como una pintura
nos borrarán.
Como una flor,
nos secaremos para arriba
aquí en la tierra.
El gusto del plumaje del pájaro precioso,
ese pájaro precioso con el cuello ágil,
acabaremos...
Piense en esto, señores de o,
águilas y tigres,
aunque usted sea jade de o,
aunque usted esté de oro,
usted también irá allí,
al lugar de la frescura.
Tendremos que desaparecer,
nadie pueden permanecer.
En ningún lugar puede estar la casa del él que se invente.
Pero en todos los lugares le invocan,
en todos los lugares que él es venerado,
Su gloria, su fama se busca en la tierra.
Es él que inventa todo.
Él es quién se inventa: Dios.
En todos los lugares le invocan,
en todos los lugares que él es venerated,
Su gloria, su fama se busca en la tierra.
Nadie aquí puede,
nadie puede ser íntimo
con el donante de la vida;
solamente le invocan,
en su cara,
cerca de él,
uno puede vivir en la tierra.
Él que lo encuentra,
sabe solamente una cosa: Le invocan,
en su cara, cerca de él,
uno puede vivir en la tierra.
En verdad nadie es íntimo con usted,
¡Donante de la vida!
Solamente como entre las flores,
puede ser que busquemos a alguien,
así le buscamos,
nosotros que viven en la tierra,
mientras que estamos en su cara.
Nuestros corazones serán preocupados,
solamente por un tiempo corto,
estaremos cerca de usted y en su cara.
El donante de lo enredado de nuestras vidas,
Él nos intoxica aquí.
Nadie puede estar quizás en su cara,
sea famoso, regla en la tierra.
Solamente usted cambia cosas,
como nuestros corazones la saben:
Nadie puede estar quizás en su cara,
sea regla famosa en la tierra.
¿A donde iremos donde la muerte no existe?
Mas, ¿por esto viviré llorando?
Que tu corazón se enderece:
aquí nadie vivirá para siempre.
Aún los príncipes a morir vinieron,
hay incineramiento de gente.
Cantos de primavera
En la casa de las pinturas
comienza a cantar,
ensaya el canto,
derrama flores,
alegra el canto.
Resuena el canto,
los cascabeles se hacen oír,
a ellos responden
nuestras sonajas floridas.
Derrama flores,
alegra el canto.
Sobre las flores canta
el hermoso faisán,
su canto despliega
en el interior de las aguas.
A él responden
varios pájaros rojos,
el hermoso pájaro rojo
bellamente canta.
Libro de pinturas es tu corazón,
has venido a cantar,
haces resonar tus tambores,
tú eres el cantor.
En el interior de la casa de la primavera,
alegras a las gentes.
Tú sólo repartes
flores que embriagan,
flores preciosas.
Tú eres el cantor.
En el interior de la casa de la primavera,
alegras a las gentes.
Xopan cuicatl
Amoxcalco
pehua cuica,
yeyecohua,
quimoyahua xochitl,
on ahuia cuicatl.
Icahuaca cuicatl,
oyohualli ehuatihuitz,
zan quinanquiliya
toxochayacach.
Quimoyahua xochitl,
on ahuia cuicatl.
Xochiticpac cuica
in yectli cocoxqui,
ye con ya totoma
aitec.
Zan ye connanquilia
in nepapan quechol,
in yectli quechol,
in huel ya cuica.
Amoxtlacuilol in moyollo,
tocuicaticaco,
in ticcuicanitl.
Xopan cala itec,
in tonteyahuiltiya.
Zan tic moyahua
in puyama xochitli,
in cacahua xochitli.
In ticuicanitl.
Xopan cala itec,
in tonteyahuiltiya.
LIRAS DE NEZAHUALCOYOTL:
Un rato cantar quiero
pues la ocasión y el tiempo se me ofrece:
ser admitido espero,
que mi intento por sí no desmerece;
y comienzo mi canto
aunque fuera mejor llamarle llanto.
Y tú, querido amigo,
goza la amenidad de aquestas flores;
alégrate conmigo,
desechemos las penas, los temores:
que el gusto trae medida
por ser al fin con fin la mala vida.
Yo tococaré, cantando,
El músico instrumento sonoroso;
tú, las flores gozando,
danza y festeja a Dios que es poderoso;
gocemos hoy tal gloria,
porque la humana vida es transitoria.
De Acolhuacán pusiste
En esta noble corte, asiento tuyo,
tus sillas, y quisiste
vestirlas de oro y perlas, donde arguyo
que con grandeza tanta
el Imperio se aumenta y se levanta
Oh Yoyontzin prudente,
famoso rey y singular monarca,
goza del bien presente,
que lo presente lo florido abarca,
porque vendrá algún día
que busques este gusto y alegría
Entonces la fortuna
te ha de quitar el cetro de la mano;
ha de menguar tu luna,
no te verás tan fuerte y tan ufano:
entonces tus criados
de todo bien serán desamparados.
Y en tan triste suceso,
los nobles descendientes de tu nido,
de príncipes el peso,
los que de noble cuna han nacido,
faltando tu cabeza
gustarán amargura de pobreza
Traerán a la memoria
quién fuiste, en pompa a todos envidiada;
tus triunfos y victoria;
y con gloria y majestad pasada
cotejando pesares,
de lágrimas harán crecidos mares.
Y estos tus descendientes
que te sirven de pluma y de corona,
de Acolhuacán extrañarán la zona;
y tenidos por tales,
con estas dichas crecerán sus males.
De esta grandeza rara,
digna de mil coronas y blasones,
será la fama avara;
sólo se acordarán en las naciones
lo bien que gobernaron
las tres cabezas que el Imperio honraron.
En México famosa,
Moctezuma, valor de pecho indiano
a Acolhuacán dichosa,
de Nezahualcóyotl rigió la mano;
a Tlacopan la fuerte,
Totoquihuatzin le salió por suerte.
Ningún olvido temo
de lo bien que tu reino dispusiste,
estando en el supremo
lugar que de la mano recibiste
del graan Señor del Mundo,
factor de aquestas cosas sin segundo.
Goza, pues, muy gustoso,
oh Nezahualcóyotl, lo que ahora tienes;
con flores de este hermoso
jardín, corona de tus ilustres sienes;
oye mi canto y lira
que a darle gustos y placeres tir
Los gustos de esta vida,
sus riquezas y mandos, son prestados;
con substancia fingida,
en apariencia sólo matizados;
y es tan gran verdad esta,
que a una preguna me has de dar respuesta.
¿Qué es de Cihuapatzin
y Cuauhtzontecomatzin el valiente
y de Acolnahuacatzin?
¿Qué es de toda esa gente?
¿Sus voces oigo acaso?
Ya están en la otra vida; ese es el caso.
¡Ojalá los que ahora
juntos nos tiene del amor el hilo
que amistad atesora,
viéramos de la muerte el duro filo!
Porque no hay bien seguro:
que siempre trae mudanza lo futuro.
"... Y te prometo reconocerte
por mi Señor y Creador,
y de agradecimiento del bien recibido,
de hacerte un templo
donde sean reverenciado,
y se te haga ofrenda toda la vida,
hasta que tu, Señor,
te dignes mostrarte a este tu esclavo
y a los demás de mi reino;
y de hoy en adelante ordenaré
que no se sacrifique en todo el reino
gente humana, porque tengo para mi
que te ofendes por ello".
"...Que el dolor que llevo es
no tener luz ni conocimiento,
ni ser merecedor
de conocer tan gran Dios;
el cual tengo por cierto que,
ya que los presentes no lo conozcan,
en que sea conocido
y adorado en esta tierra"
Canto de Nezahualcóyotl de Acolhuacan
(con que saludó a Moctezuma el viejo, cuando estaba éste enfermo)
Miradme, he llegado.
Soy blanca flor, soy faisán,
Se yergue mi abanico de plumas finas,
Soy Nezahualcóyotl.
Las flores se esparcen,
De allá vengo, de Acolhuacan.
Escuchadme, elevaré mi canto,
Vengo a alegrar a Moctezuma.
¡Tatalilili, papapapa, achala, achala!
¡Qué sea para bien!
¡que sea en buen momento!
Donde están erguidas las columnas de jade,
Donde están ellas en fila,
Aquí en México,
Donde en las obscuras aguas
Se yerguen los blancos sauces,
Aquí te merecieron tus abuelos,
Aquel Huitzilíhuitl, aquel Acamapichtli.
¡Por ellos llora, oh Moctezuma!
Por ellos tú guardas su estera y su solio.
El te ha visto con compasión,
Él se ha apiadoado de ti, ¡oh Moctezuma!
A tu cargo tienes la ciudad y el solio.
Por ello llora, ¡Oh Moctezuma!
Estás contemplando el agua y el monte, la ciudad,
Allí ya miras a tu enfermo,
¡oh Nezahualcóyotl!
Allí en las obscuras aguas,
En medio del musgo acuático,
Haces tu llegada a México.
Aquí tú haces merecimiento,
Allí ya miras a tu enfermo.
Tú, Nezahualcóyotl.
El águila grazna,
El ocelote ruge,
Aquí es México,
Donde tú gobernabas Itzcóatl.
Por él, tienes tú ahora estera y solio.
Donde hay sauces blancos
Sólo tu reinas.
Donde hay blancas cañas,
Donde se extiende el agua de jade,
Aquí en México.
Tú, con sauces preciosos,
Verdes como jade,
Engalanas la ciudad,
La niebla sobre nosotros se extiende,
¡que broten flores preciosas!
¡que permanezcan en vuestras manos!
Son vuestro canto, vuestra palabra.
Haces vibrar tu abanico de plumas finas,
lo contempla la garza
lo contempla el quetzal.
¡Son amigos los príncipes!
La niebla sobre nosotros se extiende,
¡que broten flores preciosas!
¡que permanezcan en vuestras manos!
Son vuestro canto, vuestra palabra.
Flores luminosas abren sus corolas,
donde se extiende el musgo acuático,
aquí en México.
Sin violencia permanece y prospera
en medio de sus libros y pinturas,
existe la ciudad de Tenochtitlan.
El la extiende y la hace florecer,
él tiene aquí fijos sus ojos,
los tiene fijos en medio del lago.
Se han levantado columnas de jade,
de en medio del lago se yerguen las columnas,
es el Dios que sustenta la tierra
y lleva sobre sí al Anáhuac
sobre el agua celeste.
Flores preciosas hay en vuestras manos,
con verdes sauces habéis matizado a la ciudad,
a todo aquello que las aguas rodean,
y en la plenitud del día.
Habéis hecho una pintura del agua celeste,
la tierra del Anáhuac habéis matizado,
¡oh vosotros señores!
A ti, Nezahualcóyotl,
a ti, Motecuhzoma,
el dador de la vida os ha inventado,
os ha forjado,
nuestro padre, el Dios,
en el interior mismo del agua.
No en parte alguna puede estar la casa del inventor de sí mismo.
Dios, el señor nuestro, por todas partes es invocado,
Por todas partes es también venerado.
Se busca su gloria, su fama en la tierra.
El es quien inventa las cosas,
Él es quien se inventa a sí mismo: Dios.
Por todas partes es invocado,
Por todas partes es también venerado.
Se busca su gloria, su fama en la tierra.
Nadie puede aquí
Nadie puede ser amigo
Del Dador de la vida:
Sólo es invocado,
A su lado,
Junto a él,
Se puede vivir en la tierra.
El que lo encuentra,
Tan sólo sabe bien esto: él es invocado,
A su lado, junto a él,
Se puede vivir en la tierra.
Nadie en verdad
Es tu amigo,
¡oh Dador de la vida!
Sólo como si entre las flores
Buscáramos a alguien,
Así te buscamos,
Nosotros que vivimos en la tierra,
Mientras estamos a tu lado.
Se hastiará tu corazón.
Sólo por poco tiempo
Estaremos junto a ti a tu lado.
No enloquece el Dador de la vida,
Nos embriaga aquí.
Nadie puede estar acaso a su lado,
Tener éxito, reinar en la tierra.
Sólo tú alteras las cosas,
Como lo sabe nuestro corazón:
Nadie puede estar acaso a su lado,
Tener éxito, reinar en la tierra.
Canto de la huida
(De Nezahualcóyotl cuando andaba huyendo del señor de Azcapotzalco)
En vano he nacido,
En vano he venido a salir
De la casa del dios a la tierra,
¡yo soy menesteroso!
Ojalá en verdad no hubiera salido,
Que de verdad no hubiera venido a la tierra.
No lo digo, pero…
¿qué es lo que haré?,
¡oh príncipes que aquí habéis venido!,
¿vivo frente al rostro de la gente?
¿qué podrá ser?,
¡reflexiona!
¿Habré de erguirme sobre la tierra?
¿Cuál es mi destino?,
yo soy menesteroso,
mi corazón padece,
tú eres apenas mi amigo
en la tierra, aquí
¿Cómo hay que vivir al lado de la gente?
¿Obra desconsideradamente,
vive, el que sostiene y eleva a los hombres?
¡Vive en paz,
pasa la vida en calma!
Me he doblegado,
Sólo vivo con la cabeza inclinada
Al lado de la gente.
Por eso me aflijo,
¡soy desdichado!,
he quedado abandonado
al lado de la gente en la tierra.
¿Cómo lo determina tu corazón,
Dador de la Vida?
¡Salga ya tu disgusto!
Extiende tu compasión,
Estoy a tu lado, tú eres dios.
¿Acaso quieres darme la muerte?
¿Es verdad que nos alegramos,
que vivimos sobre la tierra?
No es cierto que vivimos
Y hemos venido a alegrarnos en la tierra.
Todos así somos menesterosos.
La amargura predice el destino
Aquí, al lado de la gente.
Que no se angustie mi corazón.
No reflexiones ya más
Verdaderamente apenas
De mí mismo tengo compasión en la tierra.
Ha venido a crecer la amargura,
Junto a ti a tu lado, Dador de la Vida.
Solamente yo busco,
Recuerdo a nuestros amigos.
¿Acaso vendrán una vez más,
acaso volverán a vivir;
Sólo una vez perecemos,
Sólo una vez aquí en la tierra.
¡Que no sufran sus corazones!,
junto y al lado del Dador de la Vida.
He llegado aquí,
soy Yoyontzin.
Sólo busco las flores,
sobre la tierra he venido a cortarlas.
Aquí corto ya las flores preciosas,
para mí corto aquellas de la amistad:
son ellas tu ser, oh príncipe,
yo soy Nezahualcóyotl, el señor Yoyontzin.
Ya busco presuroso
mi canto verdadero,
y así también busco
a ti, amigo nuestro.
Existe la reunión:
es ejemplo de amistad.
Por poco tiempo me alegro,
por breve lapso vive feliz
mi corazón en la tierra.
En tanto yo exista, yo, Yoyontzin,
anhelo las flores,
una a una las recojo,
aquí donde vivimos.
Con ansia yo quiero, anhelo,
la amistad, la nobleza,
la comunidad.
Con cantos floridos yo vivo.
Como si fuera de oro,
como un collar fino,
como ancho plumaje de quetzal,
así aprecio
tu canto verdadero:
con él yo me alegro.
Alegraos
Alegraos con las flores que embriagan,
las que están en nuestras manos.
Que sean puestos ya
los collares de flores.
Nuestras flores del tiempo de lluvia,
fragantes flores,
abren ya sus corolas.
Por allí anda el ave,
parlotea y canta,
viene a conocer la casa del dios.
Sólo con nuestras flores
nos alegramos.
Sólo con nuestros cantos
perece vuestra tristeza.
Oh señores, con esto,
vuestro disgusto se disipa.
Las inventa el Dador de la Vida,
las ha hecho descender
el inventor de sí mismo,
flores placenteras,
con esto vuestro disgusto se disipa.
No tenemos raíces en la tierra
No tenemos raíces en la tierra.
No estaremos en ella para siempre:
sólo un instante breve.
También se quiebra el jade
y rompe el oro
y hasta el plumaje del quetzal
se desgarra.
No tendremos la vida para siempre
sólo un instante breve.
La madre de los dioses
Id a la región de los magueyes salvajes,
para que erijáis una casa de cactus y magueyes,
y para que coloquéis esteras de cactus y magueyes.
Iréis hacia el rumbo de donde la luz procede
y allí lanzaréis los dardos:
amarilla águila, amarillo tigre, amarilla serpiente
amarillo conejo y amarillo ciervo.
Iréis hacia el rumbo de donde la muerte viene.
También en tierra de estepa habréis de lanzar los dardos:
azul águila, azul tigre, azul serpiente,
azul conejo y azul ciervo.
Y luego iréis hacia la región de sementeras regadas.
También en tierra de flores habréis de lanzar los dardos
blanca águila, blanco tigre,
blanca serpiente,
blanco conejo y blanco ciervo.
Y luego iréis hacia la región de espinas.
También en tierra de espinas habréis de lanzar los dardos:
roja águila, rojo tigre, roja serpiente,
rojo conejo y rojo ciervo.
Y así que arrojéis los dardos y alcancéis los dioses,
al amarillo, al azul, al blanco, al rojo:
águila, tigre, serpiente, conejo, ciervo,
luego poned en la mano del dios del tiempo,
del dios antiguo, a tres que habrán de cuidarlo:
Mixcoatl, Tozpan, Ihuitl.
¿Qué estáis pensando, príncipes de Huexotzinco?
¿Qué estáis pensando, príncipes de Huexotzinco?
Fijad la vista en Acolhuacan,
la tierra arrasada, como sementera de Huexotla,
de Itztapalocan.
¡Reina la noche en la ciudad!
Allí está erguido el sabino, la ceiba,
la acacia y la cueva:
Tetlacuahuac, que conoce al dios que da vida
¡Oh príncipe mío, Tlacateotl chichimeca!
¿Por qué motivo nos aborrece Tezozomoctzin?
¡Acaso muerte nos prepara y guerra quiere!
¡Ya está tendida la batalla en Acolhuacan!
Aunque afligidos, damos placer
al dador de vida,
el Colhua Mexicano Tlacateotl.
¿Acaso muerte nos prepara y guerra quiere?
¡Ya está tendida la batalla en Acolhuacan!
Xochicualcatl
¿En dónde andabas, cantor?
¡póngase ya en pie el florido atabal, ceñido con plumas de quetzal,
engalanado con sartales de doradas flores!
Vas a dar placer a los príncipes, a los reyes, a los Águilas y Tigres.
Ya llegó, sin duda, junto a los tambores, ya está allí el cantor.
Abre como si fuera plumaje de quetzal,
va derramando el canto para el que da vida. (icuic ipalnemohua)
Ya le responde el pájaro cascabel: anda cantando y se ensancha florido;
se abren y crecen nuestras flores. Por allá oigo su canto,
¿no está respondiendo acaso, no responde al autor de la vida?
Es el pájaro cascabel:
anda cantando y se ensancha florido;
se abren y crecen nuestras flores.
Poema de Camaxochitzin
Así pues, de todas partes
en tu casa, autor de la vida,
en estrado hecho de flores y de flores circundado,
te hacen plegarias los príncipes.
El multicolor Árbol Florido se yergue junto a los tambores, donde estás tú:
con plumas de quetzal están entrelazados, bellas flores se derraman.
Encima del pabellón de plumas de quétzal
anda el ave cascabel: anda cantando, da deleite al Águila-Tigre.
Breve tiempo
Breve tiempo vivimos en dicha:
Gozad: por breve tiempo hay festín, que todo ese tiempo haya gloria.
Nadie de verdad es tu amigo:
sólo por breve espacio se nos prestan tus flores:
¡flores que se marchitan!
Cuanto florece es tú en tu solio y trono:
la realeza y, en medio de la llanura,
el mando y dominio que se entrelaza
con tus flores de guerra:
¡flores que se marchitan!
Nada es verdadero de lo que aquí se dice,
oh tú que das la vida,
es todo como un sueño,
es como si se dijera al despertar del sueño.
Eso es lo que decimos en la tierra.
¡Nadie de nosotros dice la verdad en la tierra!
Y aun cuando a puñadas se nos dieran esmeraldas,
oh dador de la vida,
ni aun cuando con joyeles
tú fueras impetrado, se te hicieran ruegos,
acaso la nobleza, los Águilas, los Tigres,
¡nadie de nosotros dice la verdad en la tierra!
¡Ah, el dador de la vida de nosotros se mofa:
sólo un sueño, perseguimos, amigos,
y nuestros corazones están confiados,
pero el autor de la vida de nosotros se mofa!
La noche se emborracha
La noche se emborracha aquí.
¿Por qué te vuelves despreciativo?
Inmola ahora, vístete con ropas de oro!
Mi dios carga esmeraldas de agua en su espalda,
por en medio del acueducto en su descanso.
Plumas de quetzal Sabino,
verde serpiente de turquesa,
él me ha hecho favores.
Puedo deleitarme, para no perecer,
soy la joven planta de maíz,
una esmeralda en mi corazón,
veré el oro del agua!
Mi vida será resfrescada,
El hombre primogénito se fortalece,
el que guía en la guerra nació!
Mi dios corazón de mazorca con la cara levantada sin un motivo de sorpresa.
soy la joven planta de maíz, de tus montañas
vengo a verte, yo soy tu dios.
¿Será mi vida refrescada?
El hombre primogénito se fortalece,
el que guía en la guerra nació!
Cmo un viento Lilly el escudo regresa,
como humo, el polvo levantado,
el silvido con las manos repercute,
en Tenochtitlan México;
donde esta el lugar de los Tigres,
los que están encargados de la guerra,
silvan con las manos para la batalla.
Ah, las flores del escudo humeante
no es cierto, no es cierto,
nunca cesarán. nunca terminarán!
Aunque puedo llorar, aunque puedo preocuparme,
tanto como mi corazón no lo quiere,
¿no tendré que ir a la Región Misteriosa?
Aquí en la tierra nuestros corazones dicen.
Oh mis amigos! desearía que fueramos inmortales,
Oh amigos! ¿Dónde esta la tierra donde uno no puede morir?
¿Iré? ¿Vive mi madre ahí? ¿Vive mi padre ahí?
En la Región Misteriosa...Mi corazón tiembla,
si no muriera, si no pereciera...!. (...)
BAILETE DE NEZAHUALCOYOTL:
Se aprestan aquí nuestros atabales.
Ya hago bailar Aguilas y Tigres.
Ya te yergues tú, flor del canto: estás entre ellos.
Yo busco cantos:
son nuestra gala.
Oh príncipe mío, oh Netzahualcóyotl:
tú ya te fuiste a la región de los muertos,
ya estás para siempre en el lugar del misterio.
Habla Netzahualcóyotl
¡Aun allí, aun allí yo Netzahualcóyotl,
llorando estoy!
¿He de irme acaso, habré de perderme
en la región de los muertos?
Me abandono a ti, tú por quien todo vive:
tú me lo mandas: me iré, me perderé
en la región de los muertos.
¿Cómo quedará la tierra de Acolhuacan?
¿Alguna vez se dispersarán tus vasallos?
Me abandono a ti, tú por quien todo vive:
tú lo mandas: me iré, me perderé
en la región de los muertos.
Otro poeta
Sólo el canto es nuestra gala:
destruyen nuestros libros los nobles guerreros.
Haya gran deleite aquí:
nadie tiene casa propia en la tierra:
¡totalmente dejaremos las bellas flores!
Nadie agotará tu dicha, oh autor de la vida:
bien lo comprende mi corazón:
por muy breve tiempo la tienes prestada.
Oh Netzahualcóyotl, no por vez segunda
venimos aquí: nadie tieme casa propia en la tierra:
no por segunda vez venimos a la tierra.
Yo cantor lloro al recordar a Netzahualcóyotl.
¡Ven, llega hasta acá!
¡Lloro al recordar a Netzahualcóyotl!
Segundo tiempo
Monólogo de Netzahualcóyotl
Cánticos floridos haya: digan:
¡Tomo las flores que embriagan,
también hay flores de aroma!
Ven, serás engrandecido.
Legaron ramilletes de flores:
son las flores del placer:
se esparcen y se estremecen, se entreveran variadas flores.
Ya retumbó el tamboril:
comience el baile.
Con rica flor de perfumes se pinta mi corazón:
cantor soy: tómense flores para que sean tremoladas.
¡Gozad, gozad!
Dentro de mi corazón se quiebra la flor del canto ya esparzo flores.
Con cantos he de ataviarme alguna vez,
de flores ha de entrelazarse mi corazón:
son los nobles, son los príncipes.
Lloro por eso al decir:
mi fama florida, mi renombre de cantos
tengo que dejar un día,
de flores ha de entrelazarse mi corazón:
son los nobles, son los príncipes.
Tercer tiempo:
diálogo de dos poetas disfrazados de aves
Tozquéchol
Soy papagayo amarillo y rojo:
¡Volaba sobre la tierra: se embriagó mi corazón!
Quetzal
Yo llego en tiempo de lluvias:
sobre las flores puedo cantar:
digo mi canto: se alegra mi corazón.
Tozquéchol
Agua de flores espuma sobre la tierra:
se embriagó mi corazón.
Quetzal
Lloro y me siento triste:
nadie tiene casa propia en la tierra.
Digo, yo que soy mexicano:
voy a seguir mi camino.
Iré hasta Tecuantepec, perecerá el de Chiltepec,
y solo llora el de Amaxtlan, y el de Xochtlan perece.
Llora ya Tecuantepec.
Cuarto tiempo: triálogo
Anónimo
Ya está en pie el tamboril,
sea el baile, nobles guerrero.
Tomen ya sus piedran finas,
tomen ya sus anchos penachos de preciosa pluma.
¡Nadie tiene casa propia en la tierra!
Ya tengo en mis manos las flores
del que hace vivir al mundo.
Tomen ya sus piedras finas,
tomen ya sus anchos penachos de preciosa pluma.
¡Nadie tiene casa propia en la tierra!
Netzahualpilli
Ya sus cascabeles está agitando el dios,
aquel por quien todo vive.
Acaba de conocer a Nonoalco y a Ahuilizzapan,
y a Atlacochtempan y Atlixco.
Es el rey Netzahualpilli.
Un esclavo vencido
Ya empuñaste en tu mano el desollador.
Con él das placer al dios, Príncipe Netzahualpilli.
Se angustia mi corazón, porque yo soy de Nonoalco.
Ave del país del hule, pero mexicano en lengua.
Quinto tiempo: Un poeta.
Dése ya principio, amigos: empiece el canto aquí.
Ha llegado ya aquel que hace alegría a los guerreros.
Naciste en el país del canto. Ha nacido un dios.
En tu casa la aurora se entrelaza:
tus flores, tus cantos, son jades florecientes.
Abriendo están la corola.
Guerra hubo y pasó,
dicha fue y victoria.
Ahora fragantes flores se esparcen: son tu palabra.
Y aquel por quien todo vieve sobre de Anáhuac se tiende.
Así perdurará la ciudad dentro del agua.
En tus manos permanece: tú solamente la ves.
Nezahualcóyotl
Romance de los Señores de la Nueva España
X
Zan nik kaki itopyo ipetlacayo
Ah in tepilwan:
ma tiyoke timikini
ti mazewaltin nawi nawi
in timochi tonyazke
timochi tonalkizke Owaya Owaya
in tlaltikpak.
XI
Ayak chalchiwitl
ayak teokuitlatl mokuepaz
in tlaltikpak tlatielo
timochiotonyazke
in canin ye yuhkan: ayak mokawaz zan zen tlapupuliwiz
ti yawi ye yuhkan [...] ichan
Owaya Owaya.
XII
Zan yahki tlakuilolli Aya
ah tonpupuliwi
Zan yuhki xochitl Aya
in zan tonkuetlawi
ya in tlaltikpak Owaya
ya ketzalli ya zakuan
xiuhkecholli itlakechwan
tonpupuliwi tiyawi in [...] ichan Owaya Owaya.
XIII
Oaziko ye nikan
ye ololo Ayyawe
a in tlaokol Aya
ye in itek on nemi
ma men chkililo
in kuauta ozelotl Owaya
nikan zan tipopuliwizke
ayak mokawaz Iyyo.
XIV
Xik yokoyakan in antepilwan
kuauht amozelo
ma nel chalchiwitl
ma nel teokuitlatl
no ye ompa yazke
onkan on Ximowa yewaya
zan tipupuliwizke
ayak mokawaz Iyyo.
Canto de Moyocoyatzin
X
Percibo su secreto,
oh vosotros, príncipes:
De igual modo somos, somos mortales,
los hombres, cuatro a cuatro, [...]
todos nos iremos,
todos moriremos en la tierra.
XI
Nadie esmeralda
nadie oro se volverá
ni será en la tierra algo que se guarda:
todos nos iremos
hacia allá igualmente:
nadie quedará, todos han de desaparecer:
de modo igual iremos a su casa.
XII
Como una pintura
nos iremos borrando.
Como flor
hemos de secarnos
sobre la tierra.
Cual ropaje de plumas
del quetzal, del zacuan,
del azulejo, iremos pereciendo.
Iremos a su casa.
XIII
Llegó hasta acá,
anda ondulando la tristeza
de los que viven ya en el interior de ella...
No se les llore en vano
a águilas y tigres...
¡Aquí iremos desapareciendo:
nadie ha de quedar!
XIV
Príncipes, pensadlo,
oh águilas y tigres:
pudiera ser jade,
pudiera ser oro
también allá irán
donde están los descorporizados.
Iremos desapareciendo:
nadie ha de quedar!
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