Literatura
Libro del Buen Amor; Arcipreste de Hita
EL LIBRO DE BUEN AMOR
Juan Ruiz, Arcipreste de Hita
Índice
Introducción………………………………………………………………… 2
Marco histórico de la época………………………………………………. 3-6
Análisis externo del Libro de Buen Amor………………………………… 7-9
Biografía del autor, Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita……………………… 10
Análisis interno del Libro de Buen Amor………………………………. 11-20
- Introducción………………………………………………….. 11 y 12
- Primeros Amores………………………………………………12 y 13
- Con Don Amor…………………………………………………13 y 14
- La respuesta de Don Amor……………………………………..14 y 15
- Don Melón y Doña Endrina…………………………………….. 15-17
- Las Serranas…………………………………………………………17
- Dictado a Santa María………………………………………….17 y 18
- Don Carnal y Doña Cuaresma………………………………….18 y 19
- La Monja Doña Garoza…………………………………………….. 19
- Invocación a la Virgen………………………………………………20
Opinión Personal…………………………………………………………….. 21
Bibliografía………………………………………………………………….. 22
Introducción
En el trabajo que nos ocupa se comentará y analizará la obra cumbre de la literatura del siglo XIV: el Libro de Buen Amor, de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita.
Con el fin de realizar un trabajo de una calidad aceptable a la obra que debemos estudiar, comentándola de la forma más crítica y objetiva posible, he decidido analizarlo desde diferentes puntos de vista, que nos ayudarán a ver con mayor exactitud los diferentes elementos y formas de la obra que nos ocupa. Estos puntos de vista son los siguientes:
- Un análisis histórico; comentando las características de la España de la época (siglo XIV), para poder entender mejor cómo y dónde se gestó esta obra y qué importancia tuvo en su tiempo y los venideros.
- Un análisis desde un punto de vista externo; trabajando la obra según el método literario, estructurándola en diferentes partes de forma objetiva.
- Un análisis biográfico; Haciendo un repaso por la vida del autor.
- Un análisis interno; trabajando cada una de las partes del libro.
- Un análisis desde mi punto de vista; transcribiendo mi opinión personal.
Marco Histórico de la Época
Es en la primera mitad del siglo XIV cuando Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, escribe su obra, y de este momento voy ha hablar.
En este tiempo España se encuentra dividida en cuatro reinos independientes: la Corona de Aragón (que recogía las actuales Aragón, Valencia, Cataluña, Murcia y Baleares), Navarra, Castilla (que ocupaba, Andalucía occidental, la vertiente Cantábrica y toda la meseta) y Granada (Bajo cuyo dominio se encontraban las provincias de Granada y Málaga, y parte de las de Cádiz y Jaén) como último vestigio musulmán.
En el plano político destacar:
Castilla es presa de continuas revueltas de la nobleza hasta finales del siglo, cuando se impone definitivamente una monarquía autoritaria. El poder está monopolizado por el rey y las Cortes (carentes de carácter legislativo).
En Aragón las cosas evolucionaron de forma diferente. No encontramos una monarquía autoritaria, la autoridad real está fundamentada en el consentimiento de los gobernados (esencialmente clero y nobleza).
En lo referente a la sociedad de la época le daré mucha importancia, pues pienso que es esencial para que se pueda entender la obra que nos ocupa, han pasado muchos siglos y sería un error estudiar la obra desde nuestra actual visión del mundo. Así pues, debemos sumergirnos en una sociedad completamente diferente a la nuestra, dividida fuertemente en tres estamentos sociales: nobleza, clero y pueblo llano. En este mundo regido por un sistema feudal (que se mantuvo durante los siglos XII, XIII y XIV) la tierra constituía el bien mayor, y era pertenencia de nobles y clérigos, que tenían a su orden a campesinos obligados a trabajar la tierra de los señores a cambio de una supuesta protección. Estos campesinos, carentes de toda cultura, eran incapaces de revelarse contra su señor feudal, en gran medida porque ni siquiera sabía que pudiese hacerlo. En esta época reinaban las creencias supersticiosas y milagreras, y esto era debido a la campaña que había hecho la Iglesia insertando el miedo a Dios y a la pena eterna si no se obedecía a Dios. Y una de los dogmas de fe que la Iglesia pone es que los campesinos pertenecen al señor feudal, puesto que el señor feudal es lo que es y tiene lo que tiene porque Dios así lo ha querido, y eso mismo se atribuye a los campesinos, puesto que son pobres y se mueren de hambre porque Dios así lo quiere, por lo que no se puede luchar contra eso.
Todo esto comenzó a cambiar, poco a poco (pues todo cambio es lento), en el siglo XIV. Los campesinos expresan con violentas sublevaciones su disconformidad con la situación reinante y comienzan a poner condiciones a los propietarios de las tierras. Con la fuerte oleada de peste, los campesinos huyen a las ciudades, dejando el campo con una fuerte carencia de mano de obra. Así en 1348 se produce en Castilla la primera huelga campesina y en 1325 y 1348 se producen las primeras leyes que protegen a los campesinos que abandonaban a sus señores. Todo esto despierta fuertes conflictos y guerras internas entre Monarquía (apoyado por el pueblo llano y la incipiente burguesía) y Nobleza (los señores feudales), como contradicciones internas del feudalismo (esto termina de diferentes formas como ya hemos visto antes en el sistema político de Castilla y Aragón). Como es lógico, este cambio de mentalidad creo una fuerte y profunda crisis que terminaría desembocando en el Renacimiento.
En el plano económico destaca la gran crisis económica que existe en este siglo, debida principalmente a las constantes guerras de reconquista contra los musulmanes, las malas cosechas, las epidemias, y la crisis demográfica: aumento de la natalidad (debido a los nuevos avances en agricultura y ganadería) y el alto número de mortalidad (epidemias y hambruna). La aparición de la economía monetaria hace que la Iglesia (una parte de ella) se ponga en contra de la economía feudal (otro paso a que el feudalismo desaparezca).
Y como es lógico todo esto sumió al siglo en una profunda crisis que no pudo más que derivar en un intenso y duro cambio de valores sociales y morales. Se volvió a la vida en las villas, y se afianzó, la nueva clase social de la época, la burguesía, que se olvida de los ideales heroicos y la excesiva preocupación religiosa y toma como nuevos ideales el bienestar material y los goces y placeres de la vida cotidiana. Junto con la aparición de la burguesía también se fue produciendo un refinamiento de la aristocracia y se produjo la fundación de las cortes europeas. Reflejo de un leve atisbo de humanismo, que poco a poco nos llegaba de Italia.
Se produjo también una gran expansión de la cultura que se inició en el siglo XIII. Comenzó a extenderse, en cierta forma, el gusto por la lectura, puesto que entes solo eran cultos los clérigos, pues tanto campesinos como nobleza (en su gran mayoría) eran analfabetos. La Iglesia realizó una gran labor educativa (aunque relativa), y se potenció el uso de la lengua romance. El gran precursor de este acontecimiento fu Alfonso X, “el Sabio”, con la formación de la Escuela de traductores de Toledo. Otra hecho que ayudo a la expansión cultural fue el uso del papel, introducido por los árabes, pues facilitó la difusión de libros manuscritos (por los clérigos) fuera de los monasterios.
Se produjo el esplendor de la cultura laica, del gótico, y de las lenguas gallega y catalana.
En al literatura ya encontramos en este tiempo gran variedad de géneros literarios. En lírica destacó sin duda alguna la obra a la que se refiere este trabajo, el Libro de Buen Amor de Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita, y también en narrativa en verso. Del mismo modo que esta obra destacó en poesía doctrinal (su corriente literaria es el Mester de Clerecía) junto con Rimado de Palacio de Canciller de Ayala, que también destaca en literatura histórica con sus Crónicas. Y por último destacar la gran obra de Don Juan Manuel, El Conde Lucanor.
Pero esto es solo lo más destacado de la literatura española, y no se puede dejar de hacer un estudio (aunque muy breve) sobre la literatura extranjera de esta época, que se centra en Europa. Así pues destacan principalmente los italianos por los cuales la literatura española comenzó a avanzar. Estos autores son: Petrarca, con su Cancionero; Giovanni Bocaccio, con su obra Decamerón el Corbacho; y por último, pero no por eso menos importante, Dante Alighieri, La Divina Comedia.
Y así termina este breve repaso sobre las características de la época en que surge el Libro de Buen Amor.
Análisis Externo del Libro de Buen Amor
Podemos comenzar este análisis diciendo que a la obra que nos ocupa no le fue dada por su autor un título (o éste posteriormente se perdió), sino que fue R. Menéndez Pidal - atendiendo a ciertas indicaciones del texto - quien bautizó a la obra como Libro de Buen Amor.
El Libro es un largo poema de 7000 versos. Se encuentra dividido en setenta y siete capítulos independientes fuertemente relacionados entre sí y al mismo tiempo éstos pueden dividirse en ocho grandes grupos: Introducción, Primeros Amores, Con Don Amor, Consejos de Don Amor, Don Melón y Doña Endrina, Serranas, Don Carnal y Doña Cuaresma, La Monja Doña Garoza y Loores a la Virgen. Así unos capítulos se interrelacionan más que otros, pero la mayoría se unen en un eje común, pero ambiguo: la autobiografía amorosa del propio autor. Y es aquí donde se centra parte de la polémica entorno a la ambigua obra: denominamos el hilo conductor como “autobiografía”, por el simple hecho de que la obra se encuentra escrita en primera persona ( “Yo Johán Ruyz, el sobredicho Arcipreste de Hita”). Pero aún siendo así existen estudios que califican de ficticia ese hilo autobiográfico. Este etilo autobiográfico es equiparable a una serie de poemas seudoovidianos, escritos entre los siglos XII y XIV, donde se refieren en primera persona aventuras eróticas más o menos extensas.
Pero la secuencia autobiográfica de la que hemos hablado no es seguida y linealmente narrativa: el relato se interrumpe con frecuencia incluyendo análisis de estilo didáctico, fábulas o cuentos que refuerzan los argumentos de lo personajes. Según esto muchos piensan que la obra se basa en la técnica oriental de Las Mil y una Noches, un grupo de cuentos independientes cuyo hilo conductor es el narrador.
El Libro de Buen Amores una aglomeración de diversos elementos y tradiciones. Está escrito fundamentalmente en cuaderna vía, pero con frecuencia intercala entre ellas piezas de metro muy variado.
Encontramos también como a las anécdotas amorosas centrales se suman episodios de tono entre realista y alegórico, como la batalla de Don Carnal y Doña Cuaresma o la victoria de Don Amor. Para todos estos elementos, el Arcipreste, recurre generosamente a la literatura - en especial latina medieval - de moda en sus días: los amores de Doña Endrina y Juan Ruiz (Don Melón) adaptan el Panphilus de amore, un relato del siglo XII que se decía atribuido a Ovidio. Pese a la multiplicidad de materiales ajenos en manos del autor sufren una profunda transformación. Y es que Juan Ruiz posee un prodigioso don para concretar ambientes y perfilar personajes de forma realista y humana. Encontramos obediencia a la retórica y es claro que se deleita en la acumulación de sinónimos, contrastando ideas y opiniones, reuniendo interrogaciones llenas de vida y ejemplos subjetivos, jugando con la etimología, etc.
Uno de las características más importantes de su obra, que no se puede pasar sin mencionar, es que en su obra, por primera vez e las letras españolas, se produce una recreación del habla popular, y un ejemplo claro de ello es el uso abundante de refranes. Así que sin habérselo propuesto nos ofrece una visión de la sociedad de su tiempo donde no hay clase social ni circunstancia que no sufra sus ataques satíricos.
Otro punto muy importante a tratar es la intención del autor. Según el propio Juan Ruiz es didáctica-moral: “e Dios sabe que la mi intención non fue de lo facer por dar manera de pecar nin por mal dezir, más fue por reducir á toda persona á memoria buena de bien obrar é dar enxiemplo de buenas costumbres”. Pero se ha discutido mucho sobre esta actitud didáctica del poema, pregonada desde el prólogo una y otra vez. En este punto el Arcipreste insiste en que los males descubiertos en el Libro no se exponen - salvo deformación del lector - como ejemplo a seguir, sino a evitar. Este tipo de enseñanza es muy común en la pedagogía antigua.
Debido a todas estas características se ve que el Libro de Buen Amor se destinaba más a la recitación que a la lectura privada; y es efecto fue difundido por juglares que introdujeron en él muchas variaciones y lo mutilaron en varios puntos, dificultando muchísimo la interpretación de lo que se conserva.
El Libro de Buen Amor se ha conservado fundamentalmente en tres códices: el mejor se halla hoy en Salamanca; los otros dos incompletos y más estropeados se conservan en Madrid (Real Academia y Biblioteca Nacional). El conjunto de estos tras códices ofrecen muchas y variadas diferencias que dificultan sumamente la reconstrucción del autógrafo perdido.
Biografía del autor, Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita
Poeta español de la primera mitad del siglo XIV. Se carecen de datos biográficos de él, salvo datos - muy sospechosos de elaboración literaria - que él mismo de en el Libro de Buen Amor, su única obra hoy conservada, con al que ha pasado a la historia como el autor cumbre del Mester de Clerecía del siglo XIV y como el mejor poeta de su época.
Se dice llamar Juan Ruiz, ser arcipreste en Hita, que nació en la ciudad de Alcalá de Henares en el año 1289 y que vivió en Madrid y Guadalajara, y que concluyó su obra en 1330 ó 1343 (dependiendo del códice). Aunque no se documenta en Hita por esos años ningún eclesiástico de apellido Ruiz, sí es Hita un centro de la religión en que debió moverse el poeta, pues en ella desarrolló concretamente la acción de su obra.
También su estilo y su humor concuerdan con su reconocida familiaridad con la juglaría. Así se traza de él la figura de un clérigo alegre e inestable, bastante normal en la época.
En el prólogo y el final del códice de Salamanca afirma encontrarse en una prisión por mandato del cardenal Don Gil; pero debido a las discordancia de las fechas (Don Gil fue nombrado cardenal en 1350), es posible que la cárcel a la que hace alusión no sea real sino alegórica, propia de la condición del hombre o del pecado reinante sobre la tierra.
El Arcipreste de Hita murió en 1353 en un lugar desconocido para los historiadores.
Análisis Interno del Libro de Buen Amor
Introducción:
El Libro comienza con la llamada Oración del Arcipreste. Ésta puede dividirse en dos claras partes:
La primera parte sería la oración en sí, propiamente dicha, en que implora la ayuda divina para que le libre de la cárcel en la que yace. Es una introducción protocolaria, una muestra del ascetismo del siglo XIV, que mostraba a Dios presente en todo, el inspirador de la obra literaria y del arte, de todas las cosas. Esta breve oración es un fragmento en verso, de género lírico, de métrica regular (predominante en todo el libro), estrofas en cuaderna vía, versos alejandrinos (de 14 sílabas) y rema consonante de forma AAAA, arte mayor.
La segunda parte es una introducción laica. En este prólogo, escrito en prosa (género lírico), el autor afirma que ha querido recopilar, como escarmiento del lector, un vasto inventario de los males que causa el “loco amor” terreno y, a la vez, ofrecer útiles recomendaciones a quienes persistan en practicarlo. Prosigue subrayando su seria intención - de celebrar el “buen amor” de Dios y sus mandamientos - aunque entremezclada de bromas, e invita a penetrar en el meollo de sus dichos (sin quedarse en la corteza de la lectura).
El Ruego del Arcipreste contiene un conjunto de oraciones a Dios y a la Virgen en las que implora gracia e iluminación para poder elaborar su obra. Personalmente, me aventuraría a decir que la razón por la cual Juan Ruiz da tanta importancia a las oraciones y gozos (invierte mucho espacio en ellas) no es una forma de acallar a todo aquel que pueda venir contra él (la Inquisición), intenta dejar lo más claro posible la manifestación verdadera de su fe (asta el límite).
“Todo Hombre se debe alegrar”, es una advertencia al lector, un consejo de como se debe leer el libro. “Non há mala palabra, si non es á mal etendida”, el lector no debe ceder a las primeras impresiones, debe reflexionar antes de juzgar y sobre todo ser objetivo. Para esto el autor recurre a una anécdota ficticia.
Por último Compañía de las Hembras es el colofón a las reflexiones introductoras del Arcipreste. El hombre y todo ser busca la compañía de la hembra y esta compañía le lleva al pecado (nueva muestra de la constante actitud machista que ha reinado durante demasiados siglos). Esa es su conclusión (y la de la mayoría de las personas gracias a la intervención de la Iglesia que repartía esta doctrina: el hombre no peca, es la malvada mujer la que lo hace pecar). Cabe destacar la alusión del autor al gran filósofo de la antigüedad clásica Aristóteles, muestra de que Juan Ruiz era poseedor de este tiempo: “Como dize Aristóteles cosa de verdadera”.
Primeros Amores:
Nos encontramos con un conjunto de capítulos de carácter narrativo, en el que se nos cuenta la primera aventura amorosa del Arcipreste. Es ésta, la primera “dueña” que el Arcipreste pretende, una dama aristócrata y altiva.
En el contexto de su intento de seducir a esa dama, el Arcipreste introduce varias fábulas, como la del León doliente y Cuando la tierra bramaba, y las aplica a la historia sacando dos moralejas: “al cuerdo en el mal ajeno se castiga” y otra que yo interpreto como “mucho ruido y pocas nueces”.
Es en Todas las cosas son vanidad cuando el Arcipreste afronta su primer desengaño amoroso. Termina llegando a la conclusión de que necesita una compañera: “un ave sola nin bien canta, nin llora”.
Es en el último capítulo de esta parte El Arcipreste y su mensajero (carente de especial importancia en la narración) donde encontramos un buen reflejo de la sociedad y la mentalidad en la que vivía el Arcipreste de Hita.
Tras contar una leyenda en la que aparece la figura de un astrólogo, Juan Ruiz pasa a dar su opinión sobre la astrología, donde afirma que es una ciencia maravillosa y muy beneficiosa para el hombre. Inmediatamente después de decir esto, el Arcipreste dice que la astrología nada puede contra Dios. Es destacable la tensión que se advierte en el Arcipreste cada vez que hace una afirmación aventurada, pues la justifica inmediatamente con la religión. El miedo a la Inquisición es apreciable en toda la sociedad.
Con Don Amor:
Se puede calificar como una sola historia este conjunto de 21 capítulos, comenzando por la Pelea del Amor y el Arcipreste hasta El topo y la rana. En él Juan Ruiz sigue una clara estructura: habla sobre el pecado y lo ejempliza con una fábula. La finalidad de esta estructura es hacer más fácil el entendimiento de los pecados capitales a un pueblo inculto, obviamente no acostumbrado a la abstracción mítica.
El tema evidentemente es los siete pecados capitales, La idea general o esencia es el amor como causante del pecado, y el género es lírico, está en verso y la métrica es la habitual en toda la obra. Es de carácter alegórico, pues todas las reflexiones que el Arcipreste hace sobre los pecados las hace en una conversación con la personificación del amor; pero esta conversación es retórica, no recibe respuesta, por lo que es calificado de género lírico y no dramático.
Quisiera destacar dos alusiones indirectas que realiza el Arcipreste a la mitología griega: “el alano con la pieza en la boca” es fácilmente comparable al mito de Narciso y en Sobre el pecado de la codicia se nos dice: “por cobdicia feciste a Troya destroyr,/por la mancana escrita, que s non devier escrevir./Quando la dió á Venus Paris por le induzir,/que troxo á Elena que cobdiciava servir”. Con esto se demuestra conocedor de todo un ciclo mitológico y de la Ilíada de Homero.
La Respuesta de Don Amor:
Comienza con este capítulo otro ciclo de historias interrelacionadas que termina con el Castigo de Doña Venus. Sigue la misma estructura métrica y el género sigue siendo lírico.
Una noche se le apareció, al Arcipreste, el Amor. Viendo a éste, Juan Ruiz rompió en injurias contra él, culpándole de haber fracasado en sus tres pretensiones amorosas. Entonces el Amor le respondió que si había fracasado era porque no había seguido sus consejos y le dio una extensa lección de galanteo. Y lo hizo de la siguiente forma:
El Amor comienza describiendo la mujer perfecta, el ideal femenino de belleza: “busca muger de talla, de cabeca pequeña/ cabellos amarillentos, non sean de alheña”. Le aconseja que contrate a una alcahueta que sirva de mediadora entre si mismo y la “dueña”: “Puña en cuanto puedas que la tu mensajera/ …/ toma d unas viejas, que se fasen erveras/ andan de cas en casa é llamanse parteras”.
Es luego cuando pasa a describir las cualidades que ha de tener el amante, mediante dos técnicas:
- El autor pone varios ejemplos, con historias (Don Pitas Payas y los Perezosos), en las que se advierte una gran comicidad, ironía, cinismo y sarcasmo. Por ejemplo en los Perezoso: “Eram muy byen apuestos é veras qúan fermosos:/ el uno era tuerto de su ojo derecho/ ronco era el otro, cojo é medio contrecho”.
- Describiendo las cualidades y buenas costumbres que debe tomar el amante: no tomar vino (ejemplificada ésta con la fábula del ermitaño); no hablar ni muy deprisa, ni muy lento; no jugar a juegos de azar, no pelear, no tener envidia, ni celos, ni hablar a otra mujer, ni mentir, …
Algo muy destacable es la crítica social que hace el Arcipreste, especialmente en “la propiedad que da el dinero”. Y de esta forma critica principalmente dos estamentos:
- La Burguesía, a la que tacha de nuevos ricos y advenedizos: “Sea un ome necio é rodo labrador,/ los dyneros le fazen fidalgo é sabydor”.
- El alto Clero, cosa sorprendente, pues este poderoso estamento, al que el propio Juan Ruiz pertenecía, que castigaba muy duramente a todo aquel que no estuviesen de acuerdo con ellos o que los criticase (mediante la Inquisición): “Yo vy á muchos monges en sus predicaciones,/ demostrar al dinero é á sus tenptaciones;/ en cabo, por dyneros otorgan los perdones,/ asuelven los ayunos é facez oraciones”.
“Yo vy allá en Roma, do es la santidat,/ que todos al dinero fazianl omildat,/ Gran onrra le fazían con gran solenidat:/ todos á el se omillan como á la magestat”. Y aquí es aún más valiente, pues acusa directamente a la Corte Papal, y con ello al propio Papa, sus cardenales y a toda la jerarquía de la Iglesia; poseedora del poder necesario para cortar su cabeza al día siguiente de la publicación de esta acusación (si no antes).
Don Melón y Doña Endrina:
Aquí el Arcipreste de Hita adapta una comedia latina medieval, llamada Panphilus de amore de la que encontramos dos clarísimas alusiones: “Doña Venus por Pánfilo non pudo más fazer” y “En lo feo del estoria diz Pánfilo é Nasón”.
Se entremezclan en estos capítulos dos géneros, el género dramático, constatado por los constantes diálogos: “respondió le la dueña, diz: non m estaría bien”; y el género lírico, que se dislumbra en las reflexiones del Arcipreste: “Los omes á las vegadas, con el gran afyzamiento”.
El argumento es el siguiente: el Arcipreste (que sin ninguna explicación deja de ser Juan Ruiz y se convierte en Don Melón de la Huerta) se enamora esta vez de una viuda, Doña Endrina. Entonces recurre a Venus y esta le recuerda los consejos que le dio Don Amor y añade otros nuevos. Pero tuvo que recurrir al Amor, pues Doña Endrina lo rechazaba, y éste le aconsejó que buscara concurso de una alcahueta, llamada Urraca (Trotaconventos). Ésta se introdujo en la casa de la dama con la excusa de vender joyas y tapices, y allí entabló conversación con dicha dama: “¡por hasalejas! ¡compradme estos manteles! - oyolo Doñ Endrina, diz - entad mon menceledo”.
La alcahueta describe a Don Melón como un hombre muy apuesto, y rico caballero, y conquista a la dama, que accede a citarse con su galán.
Destacar la agudeza psicológica de la descripción que Urraca da a Don Melón, sobre en que nota el amor de Endrina: “Los labros e la boca le tiemblan un poquillo,/ el color se le muda bermejo, amarillo./ el coraçon le salta ansy a menudillo”.
También encontramos en esta historia una gran crítica social, a la estratificada sociedad estamental: “En que sea sobrado el rico poderoso … el derecho del poder piérdese muy anya”.
Finalmente Don Melón y Doña Endrina se casan. Es esta una ambigüedad mas de la obra. ¿Representa en realidad el Arcipreste de Hita a Don Melón?, y si es así ¿Cómo puede un clérigo casarse? (y eso sin contar que tras Doña Endrína vienen otra sucesión de conquistas y relaciones amorosas, ¿es válida la poligamia para un clérigo? No lo creo).
Enmarco también El castigo de las dueñas en esta historia. Es una especie de moraleja en la que el autor viene a decir algo así como que la dama nunca ha de creer lo que le promete su amante.
Por otra parte, el Arcipreste dedica este capítulo a ensalzar la figura de Trotaconventos: “la mi leal Urraca. ¡Que Dios me la mantenga!”.
Las Serranas:
Esta historia narra las aventuras del Arcipreste con tres serranas. Cuenta como cerca de la primavera el Arcipreste se va a Segovia, cruzando la sierra, donde a la ida y a la vuelta se vio asaltado por varias serranas monstruosas que le exigieron regalos y satisfacción sexual.
El contenido de las tres historias es siempre el mismo: el Arcipreste decide pasar un día en la sierra, donde se pierde, y allí encuentra siempre una serrana dispuesta a ayudarle a cambio de favores sexuales.
Dentro de esta serie de historias se encuentra La Cantiga de la Serrana, perteneciente a un género medieval que debió de ser muy popular. Está en verso, métrica irregular de arte menor (versos octasílabos en los tres primeros y hexasílabos en la última), estrofa irregular y rima asonante.
Dictado a Santa María:
El Arcipreste visita una ermita, próxima a Hita, la de Santa María del Vado, y allí canta a la Virgen y a la Pasión de Cristo. Sin duda, lo más destacable de estas cantigas es la métrica:
- En las C. a Sta. María: versos heptasílabos, estrofa irregular, rima consonante (abab) arte menor.
- En las C. a la Pasión de Cristo: las hay de dos tipos:
· Versos hexasílabos, estrofa regular, rima consonante de forma (abababc, dededec).
· Versos heptasílabos, estrofa irregular y rima consonante (abab).
Don Carnal y Doña Cuaresma:
Son estos una serie de capítulos alegóricos cuyos dos principales personajes son: Don Carnal (personificación del pecado o la tentación) y Doña Cuaresma (muestra de incorruptibilidad). La alegoría nos muestra el período de la Cuaresma.
El argumento de la historia es enrevesado. Doña Cuaresma le envía dos cartas a Don Carnal declarándole la guerra. En una semana tuvo lugar la batalla entre uno y otra, al frente de sus respectivos partidarios: de Don Carnal la carne; y de la Cuaresma vegetales y pescado. En esta lucha Don Carnal fue vencido y metido en la cárcel donde un fraile le pone penitencia por los siete pecados capitales. Pero Don Carnal escapa de la cárcel y cita a Doña Cuaresma a una nueva batalla, en la cual ella pierde y huye. Así, Don Carnal entra triunfal en el mundo en el Sábado de Gloria. Tras esto, el Domingo de Pascua, es Don Amor quien desfila glorioso por las calles, seguido de cohortes de admiradores, y va a alojarse a casa del Arcipreste, plantando su maravillosa tienda en un prado vecino.
De esta historia es muy destacable la exposición de la idea del Arcipreste sobre la penitencia. Critica la compra de dispensas cuaresmales y absoluciones. Cree que el arrepentimiento favorece y lo ejemplifica con pasajes bíblicos (Magdalena, San Pedro, Rey Ezequías).
También es destacable la exposición de su opinión sobre los judíos, cuando Don Carnal se refugia en la Judería. Muestra de antisemitismo: “Preso, biendole bien en su carnicería”.
La Monja Doña Garoza:
Tras lo ocurrido en la historia anterior, Juan Ruiz volvió a su vida habitual: intenta conseguir a dos muchachas, pero fracasa como suele. Entonces se enamora de una monja, Doña Garoza. Pide consejo a Trotaconventos, y ésta, que ha vivido con una monja, le aconseja que se case con una de las monjas. Trotaconventos, entonces, va a hablar con Doña Garoza y le intenta convencer con fábulas y ejemplos: desde El hortelano y la culebra hasta El ladrón y el diablo. Finalmente, Trotaconventos convence a la monja y ésta se una al Arcipreste, con el que vive felizmente hasta que muere dos meses más tarde (y con esta muerte esa relación termina bien, según la moralidad de la época). El Arcipreste apenado, busca nueva compañera en una mora, pero no lo consigue.
Fallece también Trotaconventos y el Arcipreste le dedica un magnífico planto en La Muerte de Trotaconventos, donde maldice la muerte y destaca la igualdad de todas las clases sociales ante ella.
Invocación a la Virgen:
Juan Ruiz, en fin, se despide invocando a la Virgen e invitando a los lectores doctos a enmendar o añadir a su Libro cuanto crean conveniente.
Sigue a éste, capítulos de menor importancia en los que el autor hace varias reflexiones teológicas (Las armas para vencer al diablo) y amorosas (Las propiedades de las dueñas).
Le siguen una serie de composiciones religiosas y una Cantiga a los clérigos de Talavera, cantares de ciego y cantares de escolares, etc.
Opinión personal
Siendo completamente sincera no es un libro demasiado ameno, en mi opinión. No es el tipo de libro que suelo leer, y si lo hubiese comenzado por mi cuenta es posible que no lo hubiese terminado de leer (las fábulas se me terminan haciendo algo pesadas). No es un libro que pueda leer cualquiera, se debe tener una serie de cualidades como: voluntad, cultura, paciencia, interés,… (o que te lo mande tu profesora de literatura, pero eso no tiene nada que ver con esa cualidades). Pero bueno, aunque no se tengan todas esas virtudes has podido con el reto que tenías delante y eso gratifica, quieras que no.
Por otro lado supongo que tampoco me ha ayudado el que mi libro estuviese escrito en castellano antiguo, aunque eso no sería más que una excusa, pues la vista y la mente se te acostumbran a leer casi sin ninguna dificultad el texto que tienes por delante.
Lo que si quiero reseñar que me ha encantado la valentía con que el Arcipreste de Hita realiza afirmaciones en contra de la Iglesia, que era el máximo poder de la época, adelantándose así a su tiempo gracias a su visión objetiva. Pero también siento, sinceramente, pena, pena por que él tuviese que encubrir sus afirmaciones con alusiones religiosas, pues de no ser así lo habría matado la Inquisición. No me gusta la Edad Media, es un período de oscurantismo para el hombre, se me pone un nudo en la garganta cuando pienso como sería la vida en ese tiempo. Nunca he soportado la intransigencia, supongo que por eso hay una parte del Libro de Buen Amor que me hace rechazarlo, y no es más que me recuerda lo que existía en este tiempo.
Bibliografía
Libro de Buen Amor de Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita.
Editorial Aguilar, sexta edición. Madrid, 1969.
Libro de Literatura 3. Fernando Lázaro y Vicente Tusón.
Editorial Anaya. Madrid, 1995.
Libro de literatura 3, Guía de lectura. Fernando Lázaro y Vicente Tusón.
Editorial Anaya. Madrid, 1995.
Diccionario Enciclopédico Salvat Universal.
Ediciones Salvat. Barcelona, 1996.
Historia Social de la Literatura Española. Carlos Blanco Aguinaga, Julio Rodríguez Puertonás e Iris Zapala.
Editorial Castalia. Madrid, 1986.
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