Literatura


Liberales y absolutistas en Galicia (1808-1833); Xosé Ramón Barreiro Fernández


LIBERALES Y ABSOLUTISTAS EN GALICIA (1808-1833) , X. R. Barreiro Fernández

El 20 de febrero de 1820, el Capitán General de Galicia, llega a A Coruña, convencido por sus hombres de que todo estaba en orden. Al día siguiente, en medio de alrededor de 200 oficiales, el Capitán se ve inmerso en un pronunciamiento anteriormente organizado, y que acabaría por tres años con la monarquía absoluta. Es el alzamiento que los liberales realizaron sublevándose en contra de los absolutistas. La batalla estaba ganada pero la guerra iba a ser un poco más difícil.

Muy resumido, este es el comienzo del libro que relata no solo los acontecimientos del levantamiento y posterior conquista de Galicia por parte de los liberales, sino también explica las bases de las dos ideologías que entran en el conflicto: liberales y absolutistas. El pronunciamiento liberal se produjo en 1820, pero la ideología liberal es más antigua, y lo mismo ocurre con los absolutistas. Pero el conflicto no solo es ideológico y político. En el libro se nos dan también los motivos económicos, sociales y sobre todo los motivos religiosos y yo diría que también los filosóficos, puesto que parte de los planteamientos aquí expuestos no dejan de ser parte de la filosofía de la época.

Nos situamos en los comienzos del siglo XIX, pocos años después de la Revolución Francesa, y con la Ilustración muy reciente. Puede que eso explique algunos de los argumentos, sobre todo, liberales. Antes del famoso pronunciamiento, en Galicia había monarquía absoluta, cuyos mayores defensores eran la hidalguía, y el clero en menor medida, aunque yo los destacaría a ellos en primer lugar, puesto que hicieron una fuerte labor de oposición a la ideología liberal, al oponerse éstos al Rey y ver peligrar la religión católica y todos los beneficios que como sus representantes, éstos poseían. En toda la obra se destacan continuamente extensas listas de diversos miembros del clero que participaron en tareas de reclutamiento de jóvenes para la formación de un ejército que nunca llegó a formarse, o por lo menos a tener efecto. Fueron los cabildos, clérigos y obispos, entre otros, los que más se rebelaron en contra de el pensamiento liberal, tan apartado de lo que ellos defendían. Sin embargo, en el caso de los liberales, nos encontramos con un predominio de la burguesía, que quería desbancar a la hidalguía y el clero como clases privilegiadas, para ocupar ellos el mismo lugar. En menor medida, participó el pueblo en uno u otro movimiento, ya que según el autor de la obra, las gentes se mantuvieron completamente neutros en todos los acontecimientos. Para contrastar su tesis de la neutralidad, nos comenta que la historiógrafa Rodríguez Eiras, postula precisamente lo contrario, que el pueblo estuvo mayoritariamente ayudando al movimiento reaccionario, pero esto no es del todo correcto, ya que a pesar de que el clero se preocupó por reclutar a jóvenes en los sorteos, la influencia popular en el conflicto por ambos bandos no fue significativa. Por lo tanto, se niega que el movimiento reaccionario fuese popular, al igual que se critica que los liberales hablen de que el pueblo tuvo mucho que ver en la organización de la Junta Superior de Gobierno, órgano que realmente fue creado por los promotores del levantamiento antes de que éste se realizara, y no en el mismo momento y de manera espontánea por parte del pueblo. A pesar de lo que se nos cuente, el pueblo se mantuvo al margen porque ninguna de las dos opciones le beneficiaba. Los absolutistas eran los que mantenían vivo en foro, ese sistema por el que no hacían mas que pagar rentas, y los liberales los utilizaron como meros instrumentos simbólicos, haciéndoles creer que eran importantes y que eran los que mandaban, cuando en realidad eso era así sólo en la teoría. El acontecimiento en el que se relata como alguien supuestamente del pueblo alzaba la voz en medio de la rebelión par proponer una Junta Superior es mencionado en el libro varias veces, con motivo de crítica, ya que como dije antes, no fue el pueblo quien alzó esa voz, sino que la Junta superior y también los miembros que la iban a formar, se habían decidido previamente, sin que el pueblo participara en esa decisión, y a pesar de que más tarde en los escritos, se cambiara lo que realmente había ocurrido, haciéndonos ver que fuera el pueblo el que constituyó la Junta.

Me gustaría resaltar aquí la cantidad, a mi modo de ver, excesiva, de nombres de realistas y también de liberales que el autor nos dá en determinados momentos. Puede que algunos nombres resulten útiles par la comprensión de la historia, pero en la mayor parte de ella, los listados de nombre no nos van a facilitar más que información superflua. Es cierto que es bueno saber la cantidad de gente que participó en cada movimiento ya la importancia que tuvo cada estamento en ella, pero para eso ya se nos dan porcentajes o simplemente lo sabemos con el resto de la información. El movimiento reaccionario fue protagonizado por la hidalguía y tuvo un papel a resaltar para mí el clero. En el caso liberal lo fue la burguesía. Así que los nombres de cada uno de los participantes en los bandos, no es más que demasiado detalle.

En los tres años que duró el poder de los liberales, Trienio de 1820 a 1823, los absolutistas nunca dejaron de luchar en contra de lo que ellos decían que atentaba directamente en contra no solo de sus principios, sino de el mismo Rey y de Dios. Fue un movimiento reaccionario, que en todo ese tiempo no paró de denunciar a personas y actos liberales, y que intentó por todos los medios (y dicho sea de paso, con todos los medios económicos posibles que puso la hidalguía), reclutar a gente que se sumara a la causa reaccionaria con ellos, y así, sacra del poder a lo que ellos consideraban como una ideología peligrosa. Y estemos o no en su favor, es perfectamente normal su movimiento, ya que si nos paramos, el liberalismo y el absolutismo no podían ser más distintos.

Me gustaría comentar las bases ideológicas de estos dos movimientos porque me parecen muy interesantes, y además, no solo se quedan en el terreno de lo político, sino que van mucho mas allá, llegando incluso al campo de la filosofía, con la que creo que tienen mucha relación ambos pensamientos, y que me recuerdan al pensamiento de varios filósofos de la historia. El pensamiento reaccionario posee una visión completamente teológica de la vida. Personalmente, a mi me recuerda mucho a la filosofía que anteriormente tuvieron Tomás de Aquino, y en menor medida el ilustrado Descartes. Para ellos, todo se reduce a Dios, y de él parte todo. El hombre nace de Dios, vive para darle gloria y muere para reunirse con él. Dios está antes que cualquier otra cosa porque él lo es todo. La sociedad fue creada por él, al igual que la autoridad. La soberanía está en manos del Rey y de ningún otro, porque éste es el ministro de dios en la tierra, y porque la soberanía será, por lo tanto, la forma de poder que mas se aproximará a la de dios, aunque no la superará en absoluto. Además, los hombres son iguales solo en la medida en la que fue dios quien los creo, pero no quiere decir que los derechos sociales sean para todos los mismos, ni mucho menos. Por lo tanto, los absolutistas se posicionan en contra de la igualdad entre los hombreas, algo por otro lado lógico, debido a la existencia de clases y la postura de privilegio tan desmarcada que poseen los que defienden esta tesis (clero e hidalguía). Lo mismo ocurre con la libertad, a la que consideran “monstruosa” si es total, aunque la aceptan siempre que se respeten las leyes de dios.

El apartado más filosófico del pensamiento reaccionario viene dado porque admiten que dios y el mundo que él creó es único, pero también creen que hay una dicotomía de mundos: el temporal y el espiritual. Para no caer en la dicotomía, puesto que dios es único, concluyen diciendo que el orden espiritual se sitúa por encima del temporal por ser superior. Esto aquí explicado me recuerda al pensamiento platónico de la existencia de dos mundos, el terrenal y el de las ideas, siempre superior al primero, hasta determinar que incluso es el único que verdaderamente existe. Es un pensamiento tan parecido, por no decir igual al que defendían los reaccionarios, que nos hace pensar si éstos deducirían todo esto a partir de las lecturas de Platón. A partir de ahí, se añade en ese pensamiento, que tampoco puede haber mas que un solo rey, soberanía absoluta, y de ninguna manera se permitirá que la soberanía recaiga en la nación, como postulaban los liberales, porque de esa manera se caería en la anarquía.

Los liberales mantenían una postura justo en contra de la de los reaccionarios. Para ellos, la sociedad fue instituida por naturaleza, y antes de que la sociedad se constituyera, los hombres vivían en un estado que le había sido dado por la naturaleza, hasta que mediante un pacto entre ellos y ante la imposibilidad de gobernarse por ellos solos, decidieron formarse en sociedad y así conservar muchos de sus derechos. Esta es la Teoría del Pacto Social, por la que el poder, la soberanía la tiene el pueblo desde siempre, pero debido a la imposibilidad de autogobierno, se delega ese poder al rey, que no será poseedor de ese poder, sino que tan solo será un préstamo, se le dejará la soberanía para que él ejerza como representante de la comunidad y haga lo que ella quiere, pues todos los ciudadanos son soberanos. Esto está completamente en contra de lo postulado por los absolutistas, que no entienden más que como soberano al Rey y consideran al pueblo como meros obedientes de lo que éste diga, sea justo o no. La igualdad para los liberales es absoluta y lo será por naturaleza, y la libertad será proclamada ampliamente y en diversos campos (civil, de religión, de prensa, éste último muy defendido por unos y odiado por otros). Pero aunque parezca mentira, los liberales no están en contra de religión y del poder eclesiástico. Algunos, incluso defendieron arduamente la religión católica como algo a lo que todos se debían de atener. Lo que ocurre es que aunque aceptan el poder de la iglesia, lo controlan par que éste no supere al poder civil. Además, consideran, y con razón, excesivos los derechos que posee el clero, ya que éste solo se debería de ocupar de todo lo espiritual, y no entienden por que han de tener mas beneficios que el resto de la población. Por último, mitifican la ley fundamental, la Constitución, y toman como gobierno el que se realiza en las Cortes, y ningún otro que venga dado por el Rey. Todo lo que aquí se dice es comparable a los ideales que tenían hombres como Rousseau, Voltaire o Locke, también mencionados en el libro, en la Ilustración, que supuso un cambio en la manera de pensar de Europa, una mayor preocupación por el hombre y todo lo que le rodea, y que sin duda contagia el pensamiento liberal. Se pretendió luchar contra la ignorancia y se apostó fuertemente por la razón y la ciencia. A partir de ciertos descubrimientos científicos, los ilustrados se basaron en el poder de la razón humana, en contra de la fe. Además, aunque no se negaba la existencia de un dios y de la otra vida, rechazaron la teología cristiana. Todos estos postulados de la Ilustración, fueron mantenidos por los liberales, y obviamente, resultaban contrarios a los absolutistas (lo vemos, por ejemplo, en lo que mencioné antes sobre la teología).

En cuanto al estilo del libro, me gustaría decir que me sorprendió la sencillez con la que Barreiro relata tanto la historia del levantamiento de 1820, como las características de liberales y absolutistas. Yo considero que el tema no es de por sí algo muy sencillo de explicar y aún menos de entender, o quizás sea yo la que encuentre cierta dificultad en ello, pero el caso es que en esta ocasión fue muy fácil comprender todo el conflicto que se relataba. Las palabras que emplea son de fácil comprensión, y el estilo no es nada rebuscado, sino natural y sencillo, por lo que la obra se lee bien y sin tener que volver atrás para releer algo que no has entendido. El autor se explica muy bien, aunque a veces emplee demasiados detalles, quizás superfluos, en la explicación de algún hecho. Tampoco considero demasiado relevantes los tremendos listados de nombres de protagonistas realistas o liberales, que no ayudan a la comprensión de los hechos, y que no acabo de ver la importancia que todos esos nombres tienen en ellos si no es la simple curiosidad. Aparte de lo mencionado, no hay nada más que recriminar a la manera en que se distribuye el libro, que por otra parte, está perfectamente estructurado en partes señaladas con un título, que una vez mas ayuda a la comprensión de los acontecimientos, hace que no te líes con los hechos, y ordena todos los temas tratados. Es muy difícil criticar este libro por que todo lo que se comenta en él, se nos aclara que fue extraído de documentos sobre la época, y todas las conclusiones son sacadas a partir de lo que en esos documentos se habla. Además, en algunos momentos, el autor se disculpa por la falta de documentación y las lagunas que pudieran surgir. En todo el libro son citados continuamente otros autores que escribieron o estudiaron sobre este mismo tema, en ocasiones solo mencionando sus postulados, y en otras criticando sus comentarios. Aún así, obtenemos una visión bastante personal del autor sobre el tema.

Personalmente, el libro me gustó mucho, ahonda mucho en el tema pero de manera nada pesada. La aportación histórica que me ofreció la obra fue mucha y nada costosa de entender. Además, es un tema que tampoco dista mucho de la realidad de hoy en día. Aunque de otra manera, considero que aún existen dos manera de ver la vida, parecidas en menor o mayor medida a la de los liberales y absolutistas. Hoy no las llamamos así, pero hay una cierta similitud entre eso y lo que hoy decimos que es conservador y liberal. Supongo que dos maneras de pensar tan opuestas como son los absolutistas y los liberales de antaño, siempre existirán de una manera u otra por muchos años que pasen, puesto que la mayor parte de los temas que tratan, son aún hoy tema de discusión entre distintas ideologías.




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Enviado por:Berta
Idioma: castellano
País: España

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