Literatura


Lazarillo de Tormes


  • El autor

  • La vida de Lázaro de Tormes, y de sus fortunas y adversidades” o más comúnmente conocido como “El Lazarillo de Tormes” es una obra anónima. Al ser una obra de tanta grandeza es comprensible que a lo largo del tiempo se le hayan atribuido diversos creadores pero aún así la crítica no tiene resuelto cual es su autor.

    La primera referencia a un autor de esta obra data de 1605, año en que fray José de Sigüenza (Sigüenza 1544- El Escorial 1606) en su libro “Historia de la Orden de San Jerónimo” dio como autor a fray Juan de Ortega, matemático español que perteneció a la orden de los dominicos y tuvo una gran importancia para la resolución de raíces cuadradas, ya que se dice que fue encontrado un borrador del Lazarillo en la celda en la que vivió algún tiempo.

    Dos años más tarde fue el belga Valerio Andrés Taxandro en su “Catalogus clarorum Hispaniae Scriptorum” quien le atribuyó la novela a Diego Hurtado de Mendoza. Este Hurtado de Mendoza fue un gran político español que nació en Granada en 1503 y, después de recibir una educación muy humanista, estuvo siempre muy cerca de la corte. Entre sus tareas más importantes encontramos la de embajador de Inglaterra y Venecia o la de representar a España en el concilio de Trento. Una disputa de palacio en los últimos días de Carlos V le llevó desterrado a Granada donde estuvo hasta un año antes de morir, en 1575, en Madrid.

    A partir de aquí se le ha ido atribuyendo a varias personas, principalmente a Sebastián de Horozco. A Horozco se le ha atribuido la autoría principalmente por el hecho de que en la “Representación de la historia evangélica del capítulo nono de san Juan” aparece un episodio muy semejante al del ciego en el Lazarillo, además de otras coincidencias de carácter temático que encontramos en su “Cancionero”.

    Otros posibles autores fueron Juan de Valdés, humanista español que en su juventud fue un gran seguidor de Erasmo pero que acabó escribiendo con un profundo espíritu religioso; Juan de la Rúa o Hernán Núñez de Toledo.

    Debemos de reflexionar sobre el porqué de no haber firmado el libro. El Lazarillo surge ya en la denominada época de los Siglos de Oro, en la que los escritores ya buscaban la gloria personal y escribían para ser conocidos. La razón de este anonimato a propósito se puede encontrar en la dura crítica hecha a la sociedad entera. Como veremos más tarde en el apartado de los amos cada uno representa a un estrato social diferente. Desde el ciego o su misma familia, que representan a las clases más bajas, hasta el clérigo o capellán mucho más avariciosos y egoístas de lo que deberían, pasando por un escudero que disimula su pobreza por no perder la honra o un buldero y alguacil con un sentido de la justicia muy extraño. Esta crítica feroz seguramente habría llevado a las autoridades del momento o cualquier poderoso que se viera retratado a llevar alguna represalia contra el autor.

    Leer el libro llevó a algunos a pensar que podría ser una obra autobiográfica y que su autor no sería otro que el pregonero toledano Lope de Rueda. No debemos caer en el mismo error porque seguro que se trata de una autobiografía falsa, ya que personas de la condición de Lázaro no sabían ni escribir ni leer, y además nunca se les pasaría por la imaginación que un relato de su propia vida le pudiera interesar a alguna persona erudita (el único tipo de gente que sabía leer).

    Hubo, literalmente, dos segundas partes del Lazarillo. Una también anónima en la que la mayor parte de la novela Lázaro está convertido en atún, lo que no puede ser más distante y opuesto al espíritu, estilo y ambiente del primer libro. En 1620 se escribe en Paris otra “Segunda parte de la vida de Lazarillo de Tormes” sacada de las crónicas antiguas de Toledo, escrita por Juan de la Luna. En esta, mucho más amoldada al estilo del primer Lazarillo ataca fuertemente a la Inquisición y se muestra pesimista, agrio y resentido.

  • La sociedad del Lazarillo

  • Los Siglos de Oro:

    Bajo la denominación “Siglos de Oro” agrupamos a la totalidad del siglo XVI y XVII, desde el reinado de los Reyes Católicos al de Carlos III.

    Este es un período de cambios en toda Europa ya que se pasa del atraso medieval a la Edad Moderna. En Europa se dan dos movimientos culturales: el Renacimiento (s.XVI) y el Barroco (s.XVII) pero en España se agrupan en una misma denominación estos dos movimientos porque es el momento de mayor esplendor cultural. Un ejemplo puede ser que en este período vivieron Lope de Vega, Cervantes, santa Teresa de Jesús, el Greco o Velázquez, entre otros.

    En cuanto a la política española fue un momento de gran expansión. Fue el tiempo de los Austrias y del “Imperio en el que nunca se pone el sol”. Como consecuencia de tanta conquista, tanto en Europa como alrededor de todo el continente americano, le llegó a una mejora económica, ya que llegaban una cantidad enorme de riquezas a la península, sobre todo provenientes del otro lado del charco.

    Sin embargo no todo fue progreso para la sociedad ya que las numerosas guerras que se debían llevar a cabo provocaron la despoblación, la subida de los impuestos, la bancarrota y la miseria. Además la expulsión de los judíos en 1492 y de los moriscos en 1609 supuso un fuerte golpe para la actividad artesanal y comercial y para la riqueza del país en general.

    A pesar de que en toda Europa se llevó a cabo el avance desde una sociedad medieval a una moderna, en España tardaría bastante más en producirse.

    Además de los cambios culturales, políticos, sociales y económicos también se produjeron cambios religiosos, con lo cual ya se puede decir que la estructura del Medioevo se extinguió. Lutero comenzó una Reforma que llevó a la escisión de la Iglesia Cristiana. En España casi no se dieron muestras de luteranismo pero se vio con fuerza el espíritu de la Contrarreforma con el nacimiento del tribunal de la Inquisición como principal exponente de la defensa del catolicismo. Este tribunal llevó a cabo una importante labor de censura de libros de Europa que sumió al pueblo español un poco más en su atraso cultural.

    El libro:

    En la obra podemos encontrar una descripción, aunque desde un plano claramente subjetivo, de esta época en España. Se puede decir que esta obra es el comienzo de la literatura realista en España. El autor sitúa a los personajes en escenarios reales lo que le da una mayor credibilidad.

    Cada uno de los personajes representa un estrato social con lo que llegamos a que en el conjunto del libro se representa toda la sociedad. El autor nos describe la vida de unos personajes en especial, que en realidad, son representantes de lo peor de su género. Este realismo no deja de ser una dura crítica ya que en aquel momento casi nadie se había atrevido a hacer una visión objetiva y sin temores de los valores clericales y su cumplimiento o de la mentira de la honra, por decir algunos ejemplos.

    Además de describirnos la vida de unos determinados estratos sociales, que explicaremos con más detalle en el apartado 5, también nos muestra bastantes costumbres o algunos hechos significativos del momento y que dan al libro una labor histórica.

    Nos describe España de una manera especial. Nos dice que en nuestro país ya no sólo la mendicidad estaba permitida sino que era casi obligada. El pueblo se dejaba influir por muchas supersticiones , sobre todo las mujeres, eso lo podemos ver en las mujeres que iban a ver al ciego para que les suministrara unas hierbas curativas que no sanaban. La maldición bíblica del trabajo seguía causando estragos en la economía española ya que las personas de alto linaje pensaban que trabajar con las manos era propio del pueblo llano y por ello tenían a su cargo numerosos estragos. Además España era un país fundamentalmente agrícola y el agua sólo llegaba a las casas transportada por el aguador.

    Además la novela nos sirve para conocer costumbres o incluso algún hecho de la época que probablemente el autor usó para dar mayor credibilidad a la obra. Esto puede ser nombrar unas Cortes (pueden ser las de 1525 o las 1539) y que la madre diga al ciego, para ensalzar el honor de Lázaro que su padre murió en la batalla de Gelvés (puede ser la de 1510 o la de 1520).

    Otro ejemplo de hechos de aquel tiempo expresados en el libro lo podemos encontrar en el primer tratado. Lázaro nos dice que una de las razones por la cual mandaron a su padre a la cárcel fue la persecución que, en aquel tiempo, se realizaba contra los moros.

    Entre las costumbres de la época aparece una descripción bastante detallada de la forma de vestir de aquel tiempo. A lo largo de la historia nos encontramos con: “capuz” (capa cerrada y larga provista de una capucha), “agujeta” (correa con una hebilla en cada extremo usada para sujetar algunas prendas), “paletoque” (capa generalmente corta, con mangas holgadas o sin ellas que hacía las veces de jubón), “calzas” (prenda de vestir que cubría desde los pies a la cintura), “jubón” (vestido justo y ceñido que se pone sobre la camisa y se abrocha por medio de agujetas, “talabarte” (cinturón de cuero del cual cuelga la espada o sable), o el “sayo” (especie de chaqueta que se vestía sobre el jubón) por poner algunos ejemplos.

    Mención a parte debe recibir el apartado de las comidas. Lo mejor que comió Lázaro durante el tiempo que se relata en el libro fue una uña de vaca. El pobre crío con tomar un mendrugo de pan al día se quedaba muy feliz. Si pensamos que Lázaro representa, en mayor o menor medida, a cualquier crío que no naciera en familia noble, podemos imaginarnos la economía y salud de la sociedad española de la primera mitad del siglo XVI. Así no es de extrañar que casi todo el vocabulario relacionado con el alimento se reduzca a bodigos de pan o gallofas y en algún momento cita la gragea (especie de confitura muy menuda y de granitos), el almodrote (salsa que se hace con aceite, ajos, queso y algún otro ingrediente) y peras verdiniales que conservan el tono verde incluso maduras. También nos dice que en las casas solía haber algún tocino colgado del húmero, algún queso puesto en alguna tabla, o algunos pedazos de pan que sobran de la comida en el armario.

    Aunque en un momento dado Lázaro nos explica que en el lugar donde vivía el clérigo era tradición que se comiera los sábados cabezas de carnero.

    En cuanto a las relaciones humanas, por poner algunos ejemplos, el libro parece tener una función epistolar en la que Lázaro quiere explicar porque no se queja de que el sacerdote tenga relaciones con su mujer. Aquí ya nos está poniendo de manifiesto, además de una dura crítica al cumplimiento del celibato, una costumbre sorprendentemente extendida como era que las mujeres se prestaran a los dueños sin decir ni pío o que los curas y sacerdotes mantuvieran relaciones sexuales sin ningún pudor. También observamos sin dificultad que las mujeres viudas tenían muy complicado sobrevivir si no se acercaban a los “buenos” y por eso la madre de Lázaro se marcha a la ciudad, o que en cuanto la mujer se encuentra con dificultades para mantener a sus hijos, los vendía.

    La novela muestra algunas normas de cortesía. Así el escudero fue expulsado de su ciudad natal por: “no quitar el bonete a un caballero su vecino” y éste también le explica al chico que a los hombres de linaje más alto, entre los que se creía él, no les han de hablar menos de “Beso las manos de Vuestra Merced”, o por lo menos “Bésoos, señor las manos”.

    La moneda básica de aquel tiempo era el maravedí. Una blanca valía medio maravedí y tres cornados. Un real de plata se equiparaba a 64 blancas.

    Este dinero era buscado por los delincuentes. Unos de los más comunes eran los capeadores, individuos que andan en grupo por la noche en lugares desérticos para que los gritos de las víctimas no alertaran a vecinos. Algunos de estos se refugiaban en las iglesias, donde la justicia no podía entrar y les llamaban “retraídos”. La justicia era representada por los alguaciles, que dejaban bastante que desear en el cumplimiento de su deber.

    La novela nos muestra una mayor cantidad de personas religiosas de lo común y en momentos no parece que hable de una sociedad en la que el 90% de la población es pobre o mendiga. Aún así oímos hablar de los caldereros, personas que van por las calles vendiendo sartenes y otros utensilios sin una tienda pública; los galloferos, mendigos que pedían en las porterías de lo conventos y los oficios de clase baja del aguador y el pregonero.

    Pero Lázaro pidiendo limosna le dicen: “Tu bellaco y gallofero eres. Busca, busca un amo a quien sirvas” nada más empezar el tratado tercero. Es decir, un chaval oven y fuerte no puede ni siquiera dedicarse a mendigar, sino que tiene que servir como buen esclavo a un señor.

    En el tratado del escudero nos encontramos una descripción corta y con ganas de emplear el humor negro de un entierro, con el féretro cruzando las calles y una comidilla de mujeres de luto más para llorarle, aunque varias de ellas probablemente fueran contratadas que no conocían al difunto.

    Otro conjunto de curiosidades puede ser que las chicas que vivían al lado del escudero llamaran al fraile pariente o la manera de medir, con varias medidas algunas extrañas para nosotros como el “estado”, de longitud o la onza y la libra de peso.

    En general muestra la sociedad desde un punto de vista subjetivo y deja a todas las personas de su entorno, e incluso al mismo Lázaro, bastante mal parados, con todos sus defectos al aire y sin embargo casi ninguna virtud. Una sociedad que se tenía que ir a pique más tarde o más temprano, como se vería después al terminarse el impulso económico de América.

  • El humor

  • Aunque el Lazarillo sea una obra realista, cruel y crítica con la sociedad de su tiempo, podemos encontrar en ella un cierto humor. Este humor aparece especialmente gracias a la ironía y la sátira. Mal iremos si buscamos algún chiste en el Lazarillo aunque la verdad es que sí que nos podemos encontrar alguna situación curiosa, que aún llegando a ser cruel y dura, nos hace esbozar una sonrisa.

    A todos nos hace gracia ver en la televisión programas en los que nos desternillamos de risa con golpes o desgracias ajenas y en el libro hay algún ejemplo como cuando Lázaro se lleva el golpe del ciego en la cara con el jarro y aún encima éste le dice: “¿Qué te parece Lázaro? Lo que te enfermó te sana y da salud” ya que luego le lavaba las heridas con el vino. O la venganza de Lázaro que hace que un pobre ciego se golpee de pleno con una columna.

    En el tratado segundo Lázaro es confundido con una culebra y golpeado y la minuciosa descripción del hecho lo hace aún más gracioso: “Levantóse muy paso, con su garrote en la mano, y al tiento y sonido de la culebra se llegó a mí con mucha quietud por no ser sentido de la culebra. Y como cerca se vio, pensó que allí, en las pajas donde yo estaba echado, al calor mío, se había venido. Levantando bien al palo pensando tenerla debajo y darle tal garrotazo que la matase, con toda su fuerza me descargó en la cabeza un gran golpe, que sin ningún sentido y muy mal descalabrado me dejó.”

    Podemos encontrar algún comentario o pensamiento de Lázaro que nos divierta como en el tercer tratado cuando el escudero presume de espada diciendo: “¿Vesla aquí? Yo me obligo con ella a cercenar un copo de lana”, pensando Lázaro: “Y yo con mis dientes, aunque no son de acero, un pan de cuatro libras.”

    Otras formas de dar un tono humorístico son algunas fórmulas estilísticas como los juegos de palabras, los diminutivos y aumentativos (fuentecilla, pobreto) que le dan un sentido tragicómico), repeticiones sonoras que le proporcionan sonoridad cómica (por el asa asido) o hipérboles (nariz luenga y afilada).

    Algunos episodios que tienen en sí un punto de humor casi negro son el del entierro o el del nacimiento del niño mulato. El primero sucede estando Lázaro con el escudero. Éste define a su casa como “lóbrega, triste y obscura” y luego Lázaro oye a una viuda siguiendo el féretro de su esposo decir que lo llevan “A la casa triste y desdichada, a la casa lóbrega y obscura, a la casa donde nunca comen ni beben” y Lázaro, aún inocente e inexperto, se cree que lo llevan a casa.

    El episodio del mulato ocurre cuando el hijo negro se asusta al ver el color de piel de su padre, aunque fuera el mismo que el suyo. Aquí ataca el problema racista de España con una ironía desmesurada.

    Por último, la misma labor de crítica le proporciona un cierto humor ya que a todos nos hacen gracia las críticas mientras no nos las realicen a nosotros y leer como dicen lo mal que hacen las cosas gentes con las que no puedes tener ninguna relación es simpático.

  • La personalidad de Lázaro

  • Lázaro es hijo de un ladrón que muere en una batalla, o al menos eso le dicen. Su madre se tiene que ir a la ciudad de Salamanca para conseguir subsistir. Allí comienza a tener relaciones con un mulato con el que tiene un hijo. Al llegar un ciego a la ciudad la madre le encomienda a Lázaro para que le enseñe y guíe a lo largo de la peligrosa vida.

    La obra sigue una progresión en la que el enlace de todo es el mismo Lázaro. Al principio del relato se nota que Lázaro es sólo un crío. Esto se nota tanto en la forma de redactar lo que ocurre como en su relación con los amos. En los primeros capítulos aparece una casi total incapacidad para narrar sentimientos que hace que todo el relato se convierta en una sucesión de anécdotas.

    Al principio Lázaro cuenta su vida con mucha inocencia. Pretende disculpar a su padre que, aunque probablemente fuera cierto que su condición de moro influyó al culparle, también es seguro que robó. Sin embargo nada más salir de su ciudad natal se empieza a dar cuenta de que en el mundo ya no se vive en una burbuja de cristal y justo después de llevarse un golpetazo con el toro de piedra por su inocencia comenta: “Paresciome que en aquel instante desperté de la simpleza en que, como niño, dormido estaba.”

    Lázaro aprende con el ciego a ser pillo, es una buena persona pero no duda en robar o jugársela a su amo cuando es necesario, aunque a veces su bondad, a pesar de todas las fechorías que le hacen le da lugar a un leve remordimiento de conciencia.

    Aún después de abandonar al ciego y ser expulsado de la casa del clérigo tiene la esperanza de poder vivir de buena manera. Sin embargo parece que es con el escudero que comienza a madurar de verdad. Parece darse cuenta de que nunca encontrará el amo bueno de verdad. Los únicos que se pueden comportar bien con él son los que tienen tan pocas cosas como él, como podría ser el escudero, pero eso no le servía de nada.

    Ya a partir de su cuarto amo comienza a ser maduro de verdad. Ya no nos llena con anécdotas de su estancia con él y se nota que Lázaro ya es lo suficientemente maduro como para percatarse de que no le traerá nada bueno y dejarlo antes de sufrir irremediablemente.

    Así llega al final de la novela en la que Lázaro es ya un hombre maduro que domina lo autobiográfico y lo subjetivo y que tiene tal conocimiento de la vida que sabe bien que lo que debe hacer es casarse con alguien que le convenga y no levantar nunca la voz a pesar de que su mujer esté cometiendo una herejía ya que lo único que podría conseguir sería expulsarse de su trabajo y, muy probablemente, regresar a la senda de la mendicidad.

  • Los amos

  • Lázaro tiene siete amos a lo largo de su vida. Los que se pasa más tiempo relatando son a los tres primeros probablemente porque serían los que acabarían forjando su personalidad.

    El ciego:

    El ciego recoge a Lázaro de las manos de su madre y lo acaba convirtiendo en un chico capaz de sobrevivir en el mundo. Es el primer amo y el más pícaro. De él aprende la mayor parte de las enseñanzas que aplicará en el futuro. Gracias a su ceguera Lázaro puede comer algo más y a pesar de carecer de vista es una persona inteligente, aunque también mezquina, avarienta y necia.

    Podemos decir que es el más astuto de los amos: “Cuando salimos de Salamanca, su motivo fue venir a tierra de Toledo, porque decía ser la gente más rica, aunque no muy limosnera. Arrimábase a este refrán : más vale el duro que el desnudo” pero a pesar de toda sus astucia es el único que se lleva una venganza de Lázaro.

    A parte de astuto podemos decir que es cruel: “Lávame con vino las roturas que con los pedazos del jarro me había hecho, y sonriéndose decía: ¿qué te parece Lázaro?, la que te enfermó te sana y da salud”; hipócrita y avaro: “por verdad, mas vino me gasta este mozo en lavatorios al cabo del año, que yo bebo en dos”.

    Sin embargo Lázaro, a pesar de lo mal que se lo hacía pasar tenía un punto sentimental con su señor: “que aunque yo estaba tan maltratado y llorando, me parecía que hacía sin justicia en no se las reír” e incluso en la comparación con el clérigo, dándose cuenta de todo lo que le había enseñado, lo puso por las nubes.

    Los ocho años que tenía Lázaro cuando se fue con el ciego se hacen notar en la ingenuidad que demuestra, aunque llegado un momento también se lo hace pasar mal de forma inteligente: “yo siempre le llevaba por los peores caminos, y adrede, por le hacer mal y daño.”

    La estancia de Lázaro con el ciego se puede resumir en cinco acontecimientos o anécdotas:

    • El toro: Nada más partir de Salamanca el ciego le dice al crío que apoye la oreja en un toro de piedra que oirá rugir el vientre y cuando él lo hace, le da una calabazada.

    • El vino y el jarrazo: Para poder beber vino Lázaro se construye una pajita pero el ciego descubre el truco, Entonces Lázaro abre un agujero en la base del jarro que tapa con cera. El ciego se vuelve a percatar y le golpea con el jarrón.

    • La burla de las uvas: El ciego comparte con Lázaro un racimo de uvas y le dice que comerán los dos de una en una pero el ciego comienza a tomarlas de dos en dos así que Lázaro lo imita e incluso mete tres en cada bocado. Al final el ciego le comenta que se enteró porque si hubiera comido de una en una habría protestado por tomar el ciego más.

    • El robo de la longaniza: Lázaro es obligado a comprar vino y éste ve un nabo cociéndose y se lo cambia por la longaniza que tenía en su haber el ciego. Cuando el ciego se da cuenta del hurto huele a Lázaro el aliento pero éste, por el asco que le da su afilada nariz, le vomita encima.

    • El abandono contra el poste: Lázaro le dice al ciego que le ayudará a cruzar el riachuelo por el lugar menos profundo pero en lugar de eso lo sitúa delante de un pilar y le manda saltar, chocando muy duramente contra él.

    El clérigo:

    Es el segundo amo de Lázaro. Con éste pasa aún más hambre que con el ciego y además no es por falta de alimento ya que él se harta a comer y sin embargo a Lázaro casi no le da nada: “Los sábados cómense en esta tierra cabezas de carnero...aquella le cocía y comá los ojos, y la lengua, y el cogote y sesos, y la carne que en las quijadas tenía, y dábame todos los huesos roídos”. Además de tacaño era una persona hipócrita: “Toma, come, triunfa, que para ti es el mundo, mejor vida tienes que el Papa”; mentiroso: “mira, mozo, los sacerdotes han de ser muy templados en su comer y beber y por esto yo no me desmando como otros”; mísero y dolido: “Lázaro, de hoy más eres tuyo y no mío. Busca amo y vete con Dios, que no quiero en mi compañía tan diligente servidor”. Si a esto le sumamos que no iba muy sobrado de inteligencia y astucia, ya que se creyó el cuento de los ratones y la culebra, nos damos cuenta de que lo pone aún peor que al ciego.

    En un momento lo llega incluso a comparar con el ciego saliendo el clérigo mal parado porque, aunque con el ciego tuvo malos momentos, al menos comía. Esta comparación supone una comparación entre las clases sociales más bajas, incluso pedigüeñas, con una de las clases dominantes. El apartado del clérigo es el valuarte anticlerical más importante del libro, aunque en cualquier momento de la obra aprovecha para criticar a la Iglesia. Éste es el estrato social que deja más bajo la obra y probablemente fue esto lo que propició el anonimato del libro. Muy pocas personas se habían atrevido a dar una visión tan sincera y a la vez crítica de la hipocresía eclesiástica de aquellos tiempos. En éstos pasajes anticlericales se ha querido ver el influjo de los erasmitas, seguidores del humanista Erasmo que se dice que propició la ideología que sentó las bases de la Reforma, aunque es muy difícil de ver si es así en realidad.

    En su relación con el ciego Lázaro pierde mucho peso y llega a un estado de hambre que le hace ingeniárselas para tener algo que llevarse a la boca. El problema ahora lo tenía en que el clérigo ya gozaba de buena vista. Tenía unos panes guardados en una especie de armario y Lázaro consigue una llave gracias a un cerrajero que pasaba por allí. Sin embargo el clérigo se percata y comienza a contar los panes cada día así que Lázaro se las ingenia para que parezca que son ratones y una culebra los que se comen los panes. Al final le sale mal y un día durmiendo se lleva un golpetazo (apartado 3) y es expulsado de la casa.

    Lázaro, a pesar de lo mal que lo pasa desarrolla en determinados momentos ciertos sentimientos como la religiosidad:”Vime claramente ir a la sepultura, si Dios y mi saber no me remediaran”; la sensibilidad: “...y con todo mi corazón y buena voluntad rogaba al Señor”; la desesperación: “De manera que en nada hallaba descanso, salvo en la muerte, que yo también para mí, como para los otros, deseaba algunas veces”; y la vergüenza: “Ahí tornaron de nuevo a contar mis cuitas y a reírlas, y yo, pecador, a llorarlas”.

    El escudero:

    El pasaje del escudero le sirve al autor principalmente para criticar el sentido de la honra de esa época. Cuando Lázaro se encuentra con él cree haber llegado al final de todos sus males pero al final resulta que el escudero es tanto o más pobre que Lázaro pero lo disimula de una forma excepcional con buenas ropas y señorío al andar y dialogar. Hay veces que incluso Lázaro le tiene que dar la poca comida que consigue con la mendicidad. Al final el amo se acaba marchando para conseguir quedarse con dinero de un préstamo.

    Este tratado es un conjunto de barbaridades. Que un sirviente alimente a su amo y que al final sea éste el que le abandone es algo irracional en aquel tiempo.

    El hecho de que el escudero sea el único que entable una conversación con Lázaro, le pregunte sobre su vida y le cuente su pasado puede suponer otra crítica hacia el resto de las clases ya que los que tienen dinero se vuelven prepotentes. A pesar de que Lázaro muchas veces se compadece de su amo y le acaba cogiendo cierto cariño no le cuenta la verdad sobre su pasado en una forma de protegerse de alguna reacción inadecuada por parte del escudero.

    El escudero representa la pobre persona que vive para los demás, dejándose llevar completamente por agradar y aparentar lo que no es: “Y súbese por la calle arriba con tal gentil semblante y continente que, quien no le conociera pensara ser muy cercano pariente al conde de Arcos, o, a lo menos, camarero que le daba de vestir”.

    Sin embargo la nobleza no se podía quedar sin su parte de crítica así que tiene otros rasgos que se suponen en todo caballero de aquel tiempo como el ser rastrero: “como decíamos hoy, no haya tal cosa en el mundo para vivir mucho, que comer poco”; la mentira ya que le decía a Lázaro que iba a misa mientras se marchaba con dos mujeres, el pundonor: “...más vale pedillo que hurtallo... y solamente te encomiendo no sepan que vives conmigo, por lo que toca a mi honra”; superstición: “...malo está de ver que la desdicha desta vivienda lo hace. Como ves, es lóbrega, triste, obscura. Mientras aquí estuviéremos hemos de padecer. Ya deseo que se acabe este mes por salir de ella”. Además usa a Lázaro por conveniencia ya que come lo que él le trae de la mendicidad mientras él se limita a dar paseos manteniendo su honra.

    El fraile:

    Este tratado es muy corto pero en el atisbamos el comienzo de la maduración de Lázaro. Llega a él porque se lo encomiendan las vecinas del escudero, una vez que éste se ha marchado y en cuanto se da cuenta de que su vida no progresará decide marcharse: “Este me dio los primeros zapatos que rompí en mi vida; mas no me duraron ocho días, ni yo pude con su trote durar más. Y por esto, y por otras cosillas que no digo, salí dél”.

    Aunque el relato de su estancia junto a él sea diminuto no pierde la ocasión de volver a meterse con los religiosos ya que la mitad del capítulo es esta descripción que lo deja como un auténtico pecador: “Gran enemigo del coro y del comer en el convento, perdido por andar fuera, amicísimo de negocios seglares y visitar: tanto, que pienso que rompía él más zapatos que todo el convento”.

    El buldero:

    El tratado del buldero le vuelve a servir para criticar a la Iglesia. Los bulderos eran unas personas religiosas que vendían las bulas, salvaciones supuestamente creadas por el Papa, y para ello debían convencer con sus discursos al pueblo. En este tratado incluso el mismo Lázaro, ya curtido en muchas batallas, es engañado por su amo. El buldero es una persona muy astuta ya que engañó a todo el mundo con sus palabras y gracias a la actuación también del alguacil, que representa a una justicia no verdadera.

    El buldero era todo un lince en su oficio para hacerse querido y creíble allá por donde iba procuraba ganarse el beneficio de las autoridades: “En entrando en los lugares do habían de presentar la gula, primero presentaba a los clérigos o curas algunas cosillas, no tampoco de mucho valor ni substancia... ansí procuraba tener los propicios, porque favoreciesen su negocio y llamasen feligreses a tomar la gula” y además se aprovechaba de los demás: “...aunque me daba bien de comer, acosta de los curas y otros clérigos do iba a predicar”.

    Como ya dijimos Lázaro se lo cree todo, totalmente ingenuo: “Cuando él hizo el ensayo, confieso mi pecado, que también fui dello espantado, y creí que ansí era, como otros muchos” y la verdad es que no es de extrañar porque la farsa del alguacil y el buldero estaba muy lograda. Comienza con la pelea por un juego y acaba con la escenificación en la Iglesia en la que parece que Dios hace caer al alguacil por sus injurias.

    El capellán:

    Llegó un momento en que Lázaro ya era bastante mayor “Siendo ya en este tiempo buen mozo...” y debió de sacar una estupenda voz porque topó con un capellán que se aprovechó de ello, así: “Daba cada día a mi amo treinta maravedíes ganados, y los sábados ganaba para mí, y todo lo demás, entre semana, de treinta maravedíes”

    El alguacil:

    Lázaro se acaba encontrando con un sirviente de la justicia pero lo abandona tras darse cuenta del peligro que corre, ya que en un momento dado los apedrean unos retraídos.

    Con esto Lázaro acentúa su imagen de antihéroe ya que ante un peligro se escapa corriendo de manera cobarde en lugar de enfrentarse a él con valentía como hacía todos los protagonistas de las novelas de aquella época.

  • Observaciones léxicas y morfológicas

  • El libro, a pesar de que intenta dar una sensación popular, es una obra de arte y tiene un conjunto de rasgos y figuras estilísticas. Además de los que ya hemos visto en el apartado tres, ya que dan comicidad y humor a la obra, podemos encontrar los siguientes recursos estilísticos.

      • Aliteraciones: Son repeticiones de sonidos iguales o parecidos. “...y comamos hoy como condes...”

      • Rimas: “...como sin marido y sin abrigo se viese...”

      • Sinónimos: Uso de varias palabras con un mismo significado que se pueden expresar en una sola. “...industrioso e inventivo de mi amo...”

      • Hiperbatón: Alteración del orden habitual de los elementos de una frase. “...que en casa del dicho Comendador no entrase, ni al lastimado Zaide en la suya acogiese...”

      • Polisíndeton: Repetición innecesaria de conjunciones en una frase. “...y dende en adelante mudó propósito, y asentaba su jarro entre las piernas, y tapábale con la mano, y ansí bebía seguro...”

      • Perífrasis: Expresar con varias palabras, dando un rodeo, algo que puede decirse con una sola palabra. Así hablando del nabo que le cambió al ciego por la longaniza dice: “...el que de ser cocido por sus deméritos había escapado...”

      • Antítesis: Oposición de dos pensamientos o ideas. “...el día que enterrábamos, yo vivía...”

      • Paranomaxias: Semejanza fonética entre dos o más vocablos. “nueve quedan y un pedazo / nuevas malas te dé Dios”

      • Paradoja: Especie opuesta a la opinión común y, la que parece opuesta siendo exacta. “...el amo alimentado por el criado...”

    Además también debemos remarcar ciertas palabras, estructuras o recursos morfológicos que nos pueden parecer extraños bien por su arcaísmo o por tener un carácter localista, es decir, que son empleados casi exclusivamente en lugares muy concretos.

    Emplea una conjunción “ca” con valor meramente copulativo.

    En la oración: “Toma y vuélvela luego y no hagáis sino golosinar” es curioso observar el paso, en muy poco espacio, del tratamiento de tú al tratamiento de usted.

    Frecuentemente empleaban “como” con un sentido temporal en lugar de “cuando”: “como manda el clérigo rezar a los que están allí”. También apocopa “donde” y lo expresa como “do”. Ej: “y viole ciertos agujeros por do sospechaba había entrado”.

    En la expresión “dar la hora” el sujeto es singular.

    La tercera forma del singular del pretérito perfecto del verbo traer escribe “trujo” en lugar de trajo.

    El autor cambia la forma de escribir los infinitivos seguidos de pronombre ya que pone “tomalle” o “adiestralle” a pesar de que ya en aquel tiempo la forma más común era poner la “r” delante de una “l”. La mayoría de la gente podría “tomarle” o “adiestrarle”.

    En aquella época se mantenían muchos encuentros vocálicos cultos latinos que en la actualidad no usamos. Ej: “sancto”, “tractado”, “dubda”, “escripto”, “obscura”, “presumpción”.

    En ciertas palabras con “s” se escriben con “x” de formas no comunes en la actualidad. Ej: “coxcorrón”, “caxco”, “moxquito”, “coxqueaba”.

    Otra curiosidad del leguaje de la época puede ser que hay verbos que usamos sin preposición y sin embargo ellos le ponen una. Ej: “Procurar de...”

    Se nos muestran diferencias también en lo que es el género de algunos sustantivos como: “La puente”. También escribe “donos” como plural de don.

    Los gerundios muchas veces los escribe precedidos de la conjunción “en”. Ej: “en viniendo”.

    7) Selección y clasificación de locuciones, refranes y modismos

    Locuciones:

    Adjetivas: “de coro” - De memoria.

    “a tendido paso” - Muy rápido.

    Determinativas: “yacuanto que” - Un poco.

    Verbales: “hayar parte”.

    “hacer menos” - Quitar, dejar sin algo.

    “caer en” - Darse cuenta.

    “dar a entender” - Mostrar, enseñar.

    “ser en cargo” - Deber honra y hacienda”

    “poner en costa de” - Costar.

    “santiguarse de” - Ahuyentar un mal.

    “tener por estilo” - Tener por costumbre.

    “papar aire” - Estar sin hacer nada.

    “votar a” - Jurar por.

    “ir a la mano” - Resistir a uno, reprimirle y vedarle algunas cosas.

    “echar...a vender”.

    “entender en”

    Adverbiales: “a la sazón” (de tiempo) - Por entonces.

    “al presente” (de tiempo) - En ese momento.

    “en un credo” (de modo) - Muy brevemente.

    “a buen recado” (de modo) - Con mucho cuidado.

    “en junto” (de modo) - Al por mayor.

    “de balde” (de modo) - Gratis.

    “si a dicha” (de duda) - Por si acaso.

    “tras que” (de adición) - Además de que.

    Nominales: “por cabo” - Extremo.

    Conjuntivas: “puesto caso que” - Aunque.

    Refranes:

    “Por no echar la soga tras el caldero” - Una vez perdida una cosa, echar a perder el resto. Viene de que, yendo al pozo a sacar agua se le cayó el caldero y, de la rabia, tiró la soga detrás de él en vez de emplearla para, con un garfio, sacar el caldero del pozo.

    “Más da el duro que el desnudo” - Da más el tacaño con dinero que el que no tiene un duro.

    “Escapar del trueno y dar en el relámpago” - Escapar de algo malo y tener la mala suerte de topar con algo peor.

    “Donde una puerta se cierra, otra se abre” - En la vida cuando se acaba una etapa no es más que el comienzo de una nueva.

    Modismos y expresiones:

    “Salir a buen puerto” - Alcanzar un objetivo.

    “Sacar ... por contadero” - Sacar las cosas contándolas una a una.

    “Dejar a buenas noches” - Dejar a oscuras.

    “En los pies de un trote” - Muy rápido.

    “Ser un Alejandre Magno” - Ser una buena persona, especialmente en sentido de libertad.

    “Cuando no me cato” - Cuando menos lo espero.

    “De hoy más” - A partir de hoy.

    “...como quien toma gragea” - Muy rápido.

    “De poco en poco” - Poco a poco.

    “No ser para en cámara” - No ser propio de un lugar distinguido y cortés.

    “Servir de pelillo” - Hacer servicios de poca importancia.

    “Estar hecho un Macías” - Ser irresistible para las mujeres, ser un Don Juan.

    “Una cabeza de lobo” - Alguien o algo de lo que te aprovechas.

    “Quebrar el ojo al diablo” - Hacer rabiar a un enemigo.

  • La lengua coloquial

  • El autor pretende dar la impresión de que es el mismo Lázaro, es decir, un personaje salido de las clases bajas de la sociedad que se abre camino a través de la vida como puede. Para ello emplea un vocabulario de estilo popular aderezado con un estilo directo. Cambia de una forma rápida y sencilla de la narración al dialogo usando en la mayoría de los casos el verbo “decir” como verbo introductorio.

    Muestra de un estilo bajo son las redundancias: “escribe se le escriba”, “así que así” (variante de así que asá). O las dobles negaciones: “Yo oro ni plata no te lo puedo dar”.

    También emplea palabras o interjecciones que bien son localicismos o vulgarismos de la época. Algunos ejemplos los podemos encontrar en: ¡Hideputa!, ¡tío!, ¡Olé, olé! “trebajando” (a pesar de que se escribe trebejando, sinónimo de jugueteando), “recuesta” (de requerir), “ternía” (por tendría).

    Una forma de conocer los lugares de acción de la novela es echando un vistazo a los sufijos diminutivos: “hermanico”, “pobreto”.

    Aparece una expresión coloquial que es “hábito” como cualquier traje o vestido de cada uno o la voz jurídica “directe ni indirecte”. También observamos el uso de una palabra comodín, igual que en nuestros días escribimos “cosa”, el autor escribe “malilla”.

    El Lazarillo de Tormes

    Guión

  • El autor

  • La sociedad del Lazarillo

  • Los siglos de Oro

  • El libro

  • El humor

  • La personalidad de Lázaro

  • Los amos

  • Ciego

  • Clérigo

  • Escudero

  • Fraile

  • Buldero

  • Capellán

  • Alguacil

  • Observaciones léxicas y morfológicas

  • Selección y clasificación de locuciones, refranes y modismos

  • La lengua coloquial

  • Bibliografía

    Gran enciclopedia Larousse - Editorial Planeta.

    Lazarillo de Tormes, guía de lectura - Eduard Illa

    Lazarillo de Tormes, preguntas y respuestas sobre la obra - Javier fuertes

    Lazarillo de Tormes, comentario - Iñigo Biosca

    Contexto, lengua y literatura - Editorial S.M.

    Lectura: Lazarillo de Tormes - Edición de Francisco Rico - Cátedra (Letras Hispánicas)




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    Enviado por:Jorge González Domínguez
    Idioma: castellano
    País: España

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