Literatura
Lazarillo de Tormes
LA VIDA DE LAZARILLO DE TORMES, Y DE SUS FORTUNAS Y ADVERSIDADES.
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PRÓLOGO:
El prólogo sirve para enunciar las intenciones del narrador, a la vez que caracteriza a éste y explica la razón que motiva el mensaje.
Al analizar detenidamente el prólogo, se observa que el narrador de éste, es el humilde Lázaro, es el protagonista de la historia, escrita en primera persona.
Se dirige a alguien definido como poderoso, rico, ambicioso…, al cual se dirige como “Vuestra Merced”.
El narrador va a contar su propia historia a “Vuestra Merced”, quien le ha escrito que le cuente el caso. Esto se puede leer en…”Y pues Vuestra Merced escribe se le escriba y relate el caso muy por extenso, parescióme…”. El narrador quiere que su persona entera se conozca y para que los que tienen un buen estado, sepan que poco se les debe ya que eso lo heredaron y hay pobres que con fuerza y maña salen a buen puerto.
El relato está expuesto en un mensaje escrito.
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TRATADO I:
Cuenta Lázaro su vida y cúyo hijo fue.
Lázaro de Tormes nos narra su vida desde su nacimiento hasta la separación de su primer amo, el ciego.
Lázaro era hijo de Tomé González y de Antona Pérez. Su padre trabajó de molinero más de quince años, pero cuando Lázaro tenía ocho años lo acusaron de algunos robos en el molino donde trabajaba. Fue apresado y sin negarlo confesó, y por ello la justicia le perseguía. Lo desterraron y se hizo mulero de un caballero, y sirviendo a este murió.
Su madre, quedó viuda y se fue a vivir a la ciudad, alquiló una casa y se puso a trabajar haciendo de comer a estudiantes y lavando la ropa de los mozos de caballos del Comendador de la Magdalena. Allí conoció a un hombre negro, llamado Zaide, que cuidaba los caballos de estos mozos, con el cual tuvo un hijo.
A Lázaro no le gustaba Zaide al principio, pero se dió cuenta que cuando él iba a su casa mejoraba el comer. Pero al cabo del tiempo, sus señores vieron que Zaide robaba a los caballos mantas, sábanas, etc., y lo acusaron y azotaron y a su madre la juzgaron con que no entrase en casa del Comendador ni que acogiese en su casa a Zaide, ella cumplió su condena y se fue a servir a un mesón.
Estando su madre en el mesón trabajando fue un ciego, al cual su madre le encomendó para que Lázaro le guiase. El ciego lo tomó no como un mozo, sino como un hijo, aunque no fue así.
El ciego era una especie de “estafador”, ya que convencía a la gente de que sabía oraciones para resolver cualquier problema o enfermedad, y la gente acudía a él buscando sus remedios. Era avariento y mezquino y no alimentaba bien a Lázaro.
Lázaro a prendió mucho pero a base de golpes, y lo primero que aprendió fue que debía ser más listo que su amo. Esto lo aprendió Lázaro cuando el ciego le dijo que acercase el oído a un toro y que oiría un gran ruido dentro de él. Ese ruido que Lázaro iba a escuchar fue el del golpe que le dio el ciego a este contra el toro.
Lázaro se dio cuenta de que estaba sólo y que debía estar pendiente de todo y pensar como valerse.
El dinero que ganaba el ciego lo gastaba en comida y vino, pero no lo repartía a partes iguales, y siempre se quedaba Lázaro con la menor parte, y con hambre. Para que no ocurriera esto, Lázaro hizo muchas hazañas.
Lázaro lo engañaba, y cuando el ciego guardaba el pan en un fardel le ponía un candado para que Lázaro no lo abriese y se comiese el pan, cuando se descuidaba le descosía el fardel y se comía algún que otro trozo de pan y luego lo volvía a coser.
Cuando comían el ciego acostumbraba a poner a su lado un jarro de vino, y Lázaro bebía de él sin que el ciego lo escuchase, pero éste se dio cuenta y ya no lo ponía a su lado, sino que lo cogía por el asa. Lázaro como no podía vivir sin el vino, buscaba la manera de beber sin que el ciego se diese cuenta, y se hizo de una paja de centeno por la cual absorbía el vino.
El ciego volvió a darse cuenta de lo que Lázaro hacía y comía con el jarro entre las piernas tapándolo con la mano. Lázaro, que moría por el vino, le hizo un agujero al jarro y lo tapó con cera, y con la escusa de que hacía frío se metía entre las piernas del ciego. Con el calor de la lumbre la cera se derretía y el vino le caía en su boca a modo de fuente. El ciego cuando iba a beber y no encontraba ni gota de vino, se extrañaba. Al cabo de los días se dio cuenta de la hazaña de Lázaro, y un día lo cogió desprevenido y le partió el jarro en la cara, llenándolo de heridas.
Lázaro era siempre el que salía perdiendo, así que un día vió la oportunidad de jugársela al ciego. Debían de pasar un arroyo para ir a la posada, éste era ancho y Lázaro le dijo al ciego que si quería, él buscaba un lugar en que el arroyo se estrechase para que fuese más fácil saltarlo sin mojarse los pies. Al ciego le pareció muy buen consejo y Lázaro aprovechó esto para jugársela. Lo dirigió hasta el lugar en que supuestamente el arroyo se estrechaba, pero este lugar era un poste de piedra que había en la plaza. Lázaro le indicó que debía dar un gran salto, y el ciego le dijo que lo colocara derecho, y así lo hizo Lázaro. Lo colocó frente al poste y él se puso detrás y le dijo que saltase todo lo que pudiese, el ciego saltó con toda su fuerza, se dio con el poste en la cabeza y se cayó hacia atrás medio muerto. Lázaro se rió de él al igual que el ciego se rió de Lázaro cuando este se dio el golpe contra el toro.
Lázaro se fue corriendo por la puerta de la villa sin saber si el ciego sobrevivió al golpe, aunque esto no le preocupó.
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TRATADO II:
Cómo Lázaro se asentó con un clérigo, y de las cosas que con él pasó.
En este tratado, Lázaro narra su estancia con un clérigo, el cual era peor que el ciego.
El clérigo tenía un arca en el que guardaba la comida y el pan de la ofrenda de la misa, lo cerraba con una llave que llevaba colgada al cuello y en la casa no había otro lugar donde se guardara la comida, ni nadie que pudiese comer del arca sin su permiso. Tan sólo había fuera del arca una ristra de cebollas de las cuales Lázaro sólo tenía una para cada cuatro días.
El clérigo le daba las sobras de las comidas y los huesos roídos de la carne, diciéndole que tenía mejor vida que el Papa.
Cuando Lázaro pasaba la concha del ofertorio de misa, el clérigo estaba pendiente del dinero que echaba la gente y de la mano de Lázaro para que no cogiese nada.
Lázaro estaba muy débil debido a su flaqueza, y cuando únicamente comía bien era cuando se celebraba algún entierro, así que le rezaba a Dios para que muriese alguien y así poder comer él, y cuando moría alguien le daba gracias a Dios.
Un día fue a casa del clérigo un calderero preguntando si había algo que arreglar, y Lázaro aprovechó y le dijo que había perdido la llave del arca y que temía que su señor le azotase. El calderero, buscó una llave que abriese el arca y Lázaro le pagó con uno de los panes que dentro había, y así Lázaro se hizo con una llave para abrir el arca.
El clérigo se dio cuenta de que faltaban panes y comenzó a llevar la cuenta de los que había. Ahora Lázaro sólo podía admirarlos, ya que el clérigo los tenía muy bien contados. Lázaro no se daba por vencido y los contaba y recontaba para ver si el clérigo se había confundido y habían más de los que había contado.
Lázaro remedió su hambre haciendo creer al clérigo que habían ratones que por los pequeños agujeros de la vieja arca entraban.
El clérigo arregló el arca para que no pudieran entrar los “ratones” y Lázaro se lamentaba de su mala suerte y le volvía a hacer algún agujero. El clérigo se extrañaba de no haber cogido ningún ratón en sus cebos, y un vecino le dijo al clérigo que podría ser una culebra en vez de ratones.
A partir de ese momento, el clérigo no volvió a dormir bien, ya que estaba pendiente de si escuchaba a la culebra, y se ponía a revolver las pajas de Lázaro para ver si la culebra buscaba calor en Lázaro.
Lázaro dormía con la llave dentro de la boca para que el clérigo no se la encontrase entre las pajas, y un día debió de tener la boca abierta que el resoplido hacía silbar a la llave como si fuese una culebra. El clérigo al escuchar el silbido se levantó con un garrote en la mano y se dirigió hacia Lázaro pensando que la culebra estaba debajo de él. Le dio un gran golpe en la cabeza dejándolo sin sentido.
El clérigo al intentar reanimarlo le tocó la cara y vió que la tenía llena de sangre y fue a buscar lumbre para ver el daño que le había hecho. Cuando le alumbró la cara para ver los daños vió que en la boca de Lázaro había algo, creía que era la culebra y con cuidado la sacó. Al ver que era una llave fue corriendo a probar si abría el arca y cayó en la cuenta de la hazaña de Lázaro.
Lázaro se llevó unos días inconsciente y sin saber qué había pasado, cuando despertó y se vio tan maltratado se dió cuenta de lo ocurrido.
Cuando el clérigo vió que Lázaro ya estaba recuperado lo cogió de la mano y lo sacó fuera de la casa diciéndole que se buscase otro amo.
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TRATADO III:
Cómo Lázaro se asentó con un escudero, y de lo que le acaesció con él.
Con este tratado finaliza el primer módulo de la vida de Lázaro: su infancia. En él, narra su vida con el escudero, su tercer amo.
En este tratado, Lázaro nos describe a su tercer amo, un escudero. Su primera impresión fue buena, él se fija en su razonable vestimenta, en su cabello bien peinado, su paso y compás en orden. Lázaro iba contento ya que, aquel hombre parecía diferente a los anteriores, por su aspecto exterior y el respeto en el trato hacia el protagonista.
La alegría que Lázaro sintió en un principio se desvaneció al descubrir que su nuevo amo, a pesar de su buen aspecto, no tenía más riquezas ni se alimentaba mejor que sus anteriores amos.
Las tareas de Lázaro en su nuevo “hogar” son hacer la cama de su amo, barrer... en definitiva, las tareas de la casa. Gracias a una de sus tareas, fue al río a llenar un jarro descubrió a qué se dedicaba su amo: estaba en una huerta con dos mujeres, diciéndoles palabras bonitas.
La actitud de Lázaro hacia su amo es de respeto y un poco de hipocresía, ya que aunque piensa que no es un señor lo trata como tal porque lo necesita para poder comer y dormir en sitio seguro. A pesar de esto Lázaro confiesa cuanto quiere al escudero.
El escudero le cuenta a Lázaro, su vida. Le dice que no es tan pobre ya que tiene tierras, un solar de casa, que valdrían bastantes maravedís en otras regiones. Además, le cuenta por qué fue a su ciudad. Para él, le explica a Lázaro, lo más importante es la sinceridad, no hacer algo que no desees porque le guste a alguien.
Los dos convivieron durante no mucho tiempo ya que, un alguacil y sus hombres para despojar al escudero de sus bienes. Para esto el alguacil tenía que conocer los bienes que éste poseía y, al ser el único que conocía tal información, Lázaro fue hecho preso con la condición de, que si les contaba dónde se encontraban los bienes de su amo, le soltaría.
Por este motivo Lázaro volvió a su anterior vida y fue abandonado por su amo.
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TRATADO IV:
Cómo Lázaro se asentó con un fraile de la Merced, y de lo que le acaesció con él.
En este tratado se inicia el segundo módulo de la vida del protagonista: su adolescencia.
Lázaro se vio obligado a buscar un cuarto amo: un fraile de la Merced, al que unas mujercillas le encaminaron.
Desgraciadamente Lázaro escogió mal y dio con un fraile al que no le gustaban los conventos, que le gustaba andar fuera de éste. Incluso había mujeres que lo llamaban pariente. Por esto el narrador da del fraile una imagen que sale bastante mal parada.
Por esta razón y por algunas más que no comenta se ve obligado a abandonarle.
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TRATADO V:
Cómo Lázaro se asentó con un buldero, y de las cosas que con él pasó.
El tratado V narra lo ocurrido con el segundo amo del segundo módulo: el buldero.
Era un desenvuelto y desvergonzado, el peor con el que se haya podido encontrar nadie. En los lugares donde tenía que presentar bulas, a los clérigos y curas, primero les regalaba naranjas, lechuga…para que estuvieran atentos y a gusto. Si los clérigos entendían latín, el buldero no hablaba con ellos por no equivocarse, pero si los clérigos no sabían mucho, se pasaba el tiempo hablando latín, o lo que se le parecía.
Si las bulas se las tomaban bien, buscaba como podrían darlas por mal, molestando al pueblo u otros artificios.
En este tratado, Lázaro ofrece un ejemplo de cómo actúa su amo. En un lugar de la Sagra de Toledo, el buldero había estado predicando dos o tres días, pero en el pueblo nadie le habían tomado bula ni tenían intención. Pero para agradar al pueblo, los invitó, y en la cena, se encontró con el alguacil y se pusieron a jugar; pero durante el juego, el alguacil llamó al buldero falso, mentiroso y este al alguacil lo llamó ladrón. Los insultos continuaban y sacaron sus lanzas y espadas para matarse, pero los vecinos se opusieron, así que se llevaron al alguacil a otro lugar, para dejar al buldero solo y se calmaran.
A la mañana siguiente, el comisario en la iglesia, empieza su sermón. El amo de Lázaro estaba allí, y el alguacil llegó en el transcurso del sermón, y dijo que el buldero lo había engañado, que era un mentiroso, que sus bulas eran falsas…Pero después del alguacil, el comisario, mirando al cielo y con las manos juntas, pidió a Dios que los perdonase tanto al alguacil como al buldero, y de repente, el alguacil se desmayó. El amo de Lázaro, anonadado, permanecía de rodillas, mirando al cielo también, y algunos hombres pidieron al comisario que ayudase a curar a ese hombre que empezó a echar hasta espuma por la boca.
El comisario dijo a todos esos hombres de alrededor, que no se debería de rogar por un hombre el cual no ha perdonado como quería Dios y que devolvió un mal. Pero pidió que lo perdonasen, y el alguacil volvió en sí. Éste, después de pedir perdón al comisario, fue al buldero e hicieron las amistades.
En este episodio, la historia que nos cuenta Lázaro de su quinto amo tiene un valor algo religioso, nos habla de la actuación de Dios sobre los hombres al no cumplir lo que él quiere en nosotros, perdón y no devolver el mal nunca al prójimo.
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TRATADO VI:
Cómo Lázaro se asentó con un capellán, y lo que con él pasó.
Al comienzo de este tratado, Lázaro nos cuenta su nueva ocupación. Se queda con un maestro de pintar panaderos para molerle los colores.
Lázaro entra en una catedral y se encuentra con un capellán, éste le da un asno, cuatro cántaros y un azote. Comenzó a echar agua por la ciudad.
Ganaba cada día treinta maravedís, para su amo y los sábados ganaba para él.
Con este trabajo, consiguió muy buenos ahorros.
Una vez que se pudo comprar ropa y algunos caprichos, le dijo a su amo que no quería seguir en aquel oficio.
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TRABAJO ADICIONAL:
Al analizar la obra podemos encontrar los siguientes rasgos:
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Discurso valorativo:
“Con todo, le quería bien, con ver que no tenía ni podía más”;
“cuando esto oyó, aunque no tenía por qué estar risueño, rió tanto, que en muy gran rato estuvo sin poder hablar”.
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Discurso universal:
“aunque en este pueblo o había caridad”.
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Movimientos narrativos:
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Resúmenes:
“era de mañana cuando este mi tercer amo topé”.
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Elipsis:
“hago la negra dura cama y tomo el jarro y doy conmigo en el río”.
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Ironías:
Una ironía del protagonista es esta que responde al escudero cuando le dice que para mucho lo mejor es comer poco “si por esa vida es, nunca yo moriré, que siempre he guardado esa regla por fuerza, y aún espero, en mi desdicha, tenerla toda mi vida”.
Por la comida también es esta ironía del escudero: “pues vente tras mí que Dios te ha hecho merced de topar conmigo. Alguna buena oración rezaste hoy”. Esto lo dijo incluso sabiendo que Lázaro con él pasaría hambre.
“andaba tanto, que pienso que rompía él más zapatos que todo el convento”.
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País: | España |