Literatura
Lazarillo de Tormes
INTRODUCCIÓN
A partir de la segunda mitad del siglo XVI y coincidiendo con la abdicación del emperador Carlos y la subida al trono de su hijo Felipe II, empiezan a manifestarse en la Península los resultados de una política imperialista y empobrecedora del país, llevada a cabo durante la primera parte de este mismo siglo a causa de las continuadas guerras que los ejércitos españoles tuvieron que mantener a lo largo de Europa: contra el protestantismo, contra los turcos, contra los franceses…
El oro y las riquezas que de América llegaban, tan solo sirvieron para sufragar los gastos del país. Éste vive miserablemente y se llena de ladrones, pedidores y prostitutas que no encuentran otra forma de supervivencia. Muchos soldados que han participado en la lucha por su patria lejos de sus fronteras, regresan a sus tierras malheridos y sin trabajo.
La grandeza de la batalla de Lepante ahora ha sido substituida por la vergüenza de la deshecha de la Armada Invencible y el país se ha visto abocado una y otra vez a la fallida económica.
La ilusión del pasado se convierte ahora en una sensación de impotencia y de desánimo. De los sueños de ese gran imperio que representaba el rey Carlos I ya no hay casi nada y, a mesura que nos acercamos al siglo XVII, la situación aún empeora.
Las clases populares de la época eran las que más padecían cuando las cosas, en el país, no iban bien. Era una sociedad basada en los estamentos, pues no podemos hablar de una sociedad de clases ya que esta aparece en el siglo XIX con la revolución industrial, siendo estos diferenciados por los privilegios de la gente que en estos permanecía. Los dos estamentos privilegiados eran la iglesia y la nobleza que no tenía que pagar impuestos, entre otras cosas, y en el tercer estado encontrábamos a todas aquellas personas que por qüestión de sangre no habían nacido en un estamento superior. En este último
encontrábamos la gente más pobre que debía de pagar los impuestos y tenía muchas otras obligaciones. Así, la estructura de la novela permite una visión amplia de la sociedad de la época: las penurias de los pobres, la dureza de la justicia, las miserias morales de los eclesiásticos o la falsedad y el vacío anacrónico que se esconde tras la retórica altisonante del escudero.
La iglesia tenia casi todo el poder, y muchas veces era superior o igual a la de rey. La religión era la base de la sociedad y también del estado. La tierra era el poder, y esta estaba en posesión de la iglesia, ya que muchos fieles, al morir, le entregaban parte de sus posesiones para así estar más cerca de conseguir un lugar en el cielo.
En el libro Lázaro también nos habla de la iglesia y queda muy bien reflejado en el segundo tratado cuando tiene como amo a un clérigo avaro. Pero con el ciego también encontramos dibujada la iglesia, ya que este, para conseguir las limosnas, se dedicaba a orar para la gente que se lo pedía. También Lázaro pide a Dios que le ayude y le dé fuerzas o una vida mejor, y asiste a mortuorios ya que a costa ajena podía comer y beber. Y es que la proporción de gentes de iglesia en la realidad sí corresponde a la que aparece en el libro-->[Author:AO]: “Canónigos y señores de la iglesia, muchos hallo, mas es gente tan limitada que no los sacaran de su paso todo el mundo”. Ya en el tratado V, Lázaro tiene como amo a un buldero, un personaje también relacionado con lo religioso y la iglesia, y en el VII está con un arcipreste.
Esta abundancia ha llevado a considerar la novela como anticlerical. Se ha hablado de que compartía con el erasmismo la visión crítica hacia la iglesia, aunque se aleja del tono serio y constructivo habitual del erasmismo, enemigo de las burlas a la religión.
Hay un desequilibrio muy evidente en la composición de la novela. Está totalmente desarrollada en su primera parte, pero solo esbozada en la segunda. El prólogo ocupa dos páginas, mientras que el primer tratado ocupa catorce, el segundo doce y el tercero
dieciocho. Estos tres primeros tratados son los más largos, ya que el cuarto ocupa una página, el sexto dos y el séptimo tres. Así es evidente que, entre Lazarillo y Lázaro, el autor y los lectores prefieren las burlas inocentes del niño a la postura cínica del adulto.
El Lazarillo sería la primera novela de aprendizaje. La que nos narra la historia de un personaje desde su infancia hasta la madurez, y que presenta al hombre adulto como resultado de las vivencias anteriores. Pero el proceso educativo es mostrado de una forma irónica, ya que en un principio el Lazarillo era un chico inocente y sin ninguna maldad, pero la acción del ambiente, es decir, la pobreza, el hambre, la responsabilidad en que incurren los amos de Lázaro, con su conducta y mal ejemplo, sembrando el engaño, la mentira, la hipocresía, el disimulo; fomentando su tendencia al parasitismo, su materialismo; provocando, en forma progresiva, una deformación espiritual y moral que produce, como resultado final, un redomado bellaco. Así, el Lázaro que nos cuenta la historia es un hombre amoral y materialista que acepta su degradación mostrándose orgulloso de sí mismo y poniéndose como ejemplo.
Los diferentes tratados nos muestran su proceso de aprendizaje, la corrupción de la inocencia infantil. En los tres primeros, la educación es progresiva: Lázaro, por necesidad, aprende a mentir y a robar; pero es capaz de sentir piedad y compasión, y distingue el bien del mal. Sin embargo, entre el niño de los tres primeros tratados y el hombre que reflexiona en el último, hay un abismo moral sin explicarse en el libro el proceso intermedio.
PRÓLOGO
En el prólogo se justifica el propósito de la obra. Lázaro pretende que “cosas tan señaladas, y por ventura nunca oídas ni vistas, vengan a noticia de muchos y no se entierren en sepultura del olvido”. Así, al igual que el retórico título, comienza el prólogo con una parodia del estilo elevado característico de los relatos idealistas, y es que usa un tono que recuerda el estilo de los libros de caballerías, sus héroes y sus hazañas y que preludia la ironía de Cervantes en el Quijote.
Nos habla de que los que escriben historias, ”quieren, ya que lo pasan, ser recompensados, no con dineros, mas conque vean y lean sus obras, y si hay de qué, se las alaben”. Pasa poco después a narrar en el estilo llano que se mantendrá en el resto del libro, y entonces aparece el presunto destinatario del escrito: “Vuestra Merced”. En el prólogo no se nos explica quién es, mas en el tratado VII, Lázaro nos explica que es un superior del arcipreste de San Salvador, a quién le habrían llegado rumores sobre las relaciones entre el arcipreste y su criada, quien, a su vez, es la mujer de Lázaro. Pero de momento, el protagonista sólo nos dice que “Vuestra Merced escribe se le escriba”, y es que Lázaro pretende contarle toda su vida y desde el principio “porque se tenga entera noticia de mi persona”. Podemos decir que el prólogo recoge, en forma de anticipación pero sin descubrir la verdad, el final de la novela al que ya hemos aludido y que se refiere “al caso”. Éste tiene varias interpretaciones, ya que para Francisco Rico, “el caso” es la razón por la que el anónimo corresponsal escribe a “Vuestra Merced” y, Alan Deyermond, insinúa la posibilidad de que “el caso” sea una ambigüedad y, caso, equivaldría a decir caída, aunque Lazarillo no parece sentirlo así.
El hecho de que Lázaro nos explique la historia desde el comienzo de su vida es un rasgo más que añade verosimilitud a la obra, a la forma autobiográfica y al relato en primera persona. Nos quiere demostrar como ha sufrido y la maldad de algunos personajes que bajo una falsa apariencia esconden una personalidad avariciosa y sin compasión.
Lázaro se compara con los vecinos, hecho que puede resultar ofensivo o irrespetuoso porque da la culpa de tener un nivel de lenguaje tan bajo a sus vecinos.
Lázaro, ya mayor nos cuenta que “en este tiempo estaba en mi prosperidad y en la cumbre de toda buena fortuna”, pero esta frase puede esconder una cierta ironía, ya que la cumbre de toda buena fortuna no creo que sea tener una casa y estar casado con una mujer que tiene relaciones con otros hombres.
“Todos los trabajos y fatigas hasta entonces pasados fueron pagadas con alcanzar lo que procuré, que fue un oficio real”, y es que ya puede trabajar y cobrar por su trabajo y su constante esfuerzo, pero el hambre, la avaricia y todo lo padecido con sus antiguos amos, el daño que causaron a aquel niño, es mayor que el bien que le puede hacer un trabajo cuando Lázaro ya es mayor.
Sin ninguna duda el autor nos está demostrando las dificultades de ascenso social de una persona con los orígenes de Lázaro. Es una época basada en una sociedad estamental regida por los privilegios de la nobleza y el clergado. Una persona pobre en aquella época tenía serios problemas para sobrevivir, y más aún para ascender a una clase superior. Así se burla de lo inútil de la discusión teórica sobre la superioridad del mérito personal respecto a los bienes heredados, porqué una herencia sí que podía cambiar tu nivel social rápidamente sin tener en cuenta todo lo que tú has hecho para conseguir ese puesto y, sin embargo, todos tus méritos personales, el esfuerzo y dedicación para llegar a ser alguien importante en la sociedad, valía muy poco.
TRATADO I. La familia de Lázaro y el ciego
En este tratado Lazarillo pierde a su padre natural, conoce a su padrastro de color y a su verdadero padre, a quién recordará también más adelante como su providente mentor, que es el ciego. “Pues siendo yo niño de ocho años, achacaron a mi padre ciertas sangrías mal hechas en los costados de los que allí a moler venían, por lo cual fue preso, y confesó y no negó y padeció persecución por justicia… y como leal criado, feneció su vida”. “Mi viuda madre, … vínose a vivir a la ciudad, …ella y un hombre moreno”. ”Al triste de mi padrastro azotaron y pringaron, y a mi madre pusieron pena por justicia, sobre el acostumbrado centenario, que en casa del sobredicho Comendador no entrase, ni al lastimado Zaide en la suya acogiese.” Y es que el padrastro robaba y él, como niño inocente que era, todo lo decía. Así, podemos decir que cuando Lázaro aún era un niño, encarcelaron a su padre por ladrón, y que su madre, moza de un mesón, lo entregó a un ciego para que lo sirviese: ”un ciego…me pidió a mi madre, y ella me encomendó a él, diciéndole como era hijo de un buen hombre”, y tras la despedida de madre e hijo y estando “ambos llorando, me dio su bendición y me dijo: <<Hijo, ya sé que no te veré más. Procura de ser bueno, y Dios te guíe. Criado te he y con buen amo te he puesto. Válete por ti. >>”.
El ciego dice”: <<Yo oro ni plata no te puedo dar, mas avisos para vivir muchos te mostraré>>. Y con este objetivo el ciego mandó a Lázaro que llegase el oído hasta un gran toro de piedra para oír un gran ruido dentro de él, y creyendo ser así, Lázaro obedeció a su amo y éste le dio “una gran calabazada en el diablo del toro, que más de tres días me duró el dolor de la cornada”.
El ciego, con esta acción y todas las siguientes, pretende despertar al niño del sueño de la infancia en que vive y dice que ”el mozo del ciego un punto ha de saber más que el diablo” y es que ya nos cuenta Lázaro que le pareció en aquel instante despertar de
la simpleza en que como niño dormido estaba, y dijo entre sí “Verdad dice éste, que me cumple avivar el ojo y avisar, pues solo soy, y pensar cómo me sepa valer”. Y nos dice también: “Y fue ansí, que después de Dios éste me dio la vida, y siendo ciego me alumbró y adestró en la carrera de vivir”.
Otra vez, el buen ciego asentó el jarro de vino entre las piernas tapándolo con la mano para asegurarse que Lázaro no le quitase el vino, pero el chico, echándose en el suelo, hizo un agujero que tapó con un poco de cera y, a la hora de comer y fingiendo tener frío, se acurrucaba entre las piernas y al calor de una pobrecilla lumbre, la poca cera se derretía y Lazarillo podía beber. Cuando el ciego se disponía a beber no hallaba nada, y dando vueltas al jarro descubrió el engaño pero no dijo nada, y otro día el chico se volvió a colocar a su modo habitual y el ciego, con toda su fuerza lo dejó caer sobre su boca.
Así el ciego continuó enseñándole a Lázaro las lecciones de la vida, y un día tenían que repartirse un racimo de uvas. Decidieron coger una cada vez, pero el ciego, en el segundo lace cogió par a par, y así Lázaro decidió cogerlas de tres en tres. Terminado ya el racimo, el ciego acusó a su mozo de haber cogido las uvas tres a tres por callar cuando él las cogía dos a dos.
En otra ocasión, mientras Lázaro estaba asando una longaniza para su amo, vio un nabo en el suelo y, como tenía hambre, decidió cambiarlo por la longaniza, y como él marchó a comprar vino, el ciego empezó a dar vueltas al fuego a lo que creía ser una longaniza. A la vuelta de Lázaro de comprar el vino, el ciego tenía el nabo entre dos rebanadas de pan, y al morderlas creyó ser engañado. Así, fue a oler a Lazarillo el cual aún no había digerido el apreciado alimento, lo que causó que el hurto “fuese devuelto a su dueño”.
Encontramos otra lección, pero esta vez la que aplica el mozo al ciego. Un día de lluvia y al acercarse la noche tenían que volver a la posada. Lázaro vio un poste que podía
ser su venganza, así que trajo al ciego hasta él y lo puso delante. Se trataba de saltar un arroyo que no existía y primero lo hizo Lázaro. Éste se situó delante del ciego, y por consiguiente delante del poste y le dijo que saltase todo lo que pudiese. De ésta manera lo hizo el ciego y cayó para atrás de la gran calabazada que se dio, y Lázaro le dijo: “¿ Cómo, y oliste la longaniza y no el poste? ¡Olé! ¡Olé!”.
Ésta anécdota final del poste podemos decir que es el anverso de la primera. Así el burlador se convierte en burlado por las lecciones que él mismo ha dado a su mozo. El contundente método pedagógico que el ciego emplea con Lázaro, sirve para despertar en él la experiencia dolorosa y la desconfianza, y es que ha aprendido que todo no es lo que parece, ha aprendido la mentira de las gentes, la avaricia y a pensar solo por sí mismo. Ahora es más pícaro y quizás más listo pero no mejor moralmente, y es que todos sus valores, si es que tenía por ser tan pequeño, con los días vividos con el ciego se han ido esfumado. Ahora mira el mundo con otros ojos, no con los ojos de un niño inocente, sino con los de una persona que ha pasado hambre, malos tratos, y las mentiras de un ciego. Y es que con el ciego empieza la educación moral del Lazarillo, quien a fuerza de golpes desarrolla una gran astucia que le permite vengarse de su amo.
TRATADO II. El clérigo de Maqueda
Con el nuevo amo, Lázaro nos cuenta todo el tiempo que con él vivió o, por mejor decir murió, y es que éste sí que le hacía pasar hambre. Una vez que creyó que los ratones se comieron parte de su pan, el clérigo ”rayó con un cuchillo todo lo que pensó ser ratonado, diciendo: <<Cómete eso, que el ratón cosa limpia es. >>”. Y es que en esta parte se intensifica el motivo del hambre y nos cuenta Lázaro que se veía ir “de mal en peor”. Si el ciego era cruel, el clérigo es avaro, y Lázaro debe ingeniárselas para sobrevivir, y cuando nos compara el nuevo amo con el ciego sale mas bien parado el que creíamos ser la persona más avariciosa que jamás hubiese existido: “ Yo he tenido dos amos: el primero traíame muerto de hambre y, dejándole, topé con estotro, que me tiene ya con ella en sepultura”, y es que “escapé del trueno y di en el relámpago”.
Lázaro se las tiene que ingeniar todas para probar bocado, y finalmente consigue abrir el arca. Su amo había salido y por ahí pasaba un caldedero. Le dijo que había perdido la llave del arca y le preguntó si podía encontrar, entre las suyas, alguna que lo abriese, ya que tenía miedo que su amo le azotara. Y el buen caldedero encontró una y Lázaro le pagó con un bodijo que en ella había, y dándole la llave a Lázaro, se fue tan contento.
Cuando Lázaro nos habla del caldedero nos dice que “fue un ángel enviado del cielo a mí por la mano de Dios”. Él representa su salvación ya que ahora podrá comer todo lo que le apetezca, aunque Lázaro será descubierto. Primero el nuevo amo cree que debían de ser las ratas las que su pan le comían, y después de barias interpretaciones y intentos que sus alimentos nadie se los comiese, una día le pareció oír una culebra. Lázaro tenía su bendita llave en la boca pero con la mitad fuera haciendo un ruido a forma de culebra. El hombre se apresuró a matarla con un garrote que dio de pleno en la cabeza del pobre chico. Cuando el clérigo se acercó, vio aquella cosa que le salía de la boca y “espantado el matador de
culebras qué podría ser aquella llave, miróla, sacándomela del todo de la boca, y vio lo que era, porque en las guardas nada de la suya diferenciaba”, y así fue como fue descubierto el pobre Lázaro, y su amo dice: “El ratón y culebra que me daban guerra y me comían mi hacienda he hallado.”
“De lo que sucedió en aquellos tres días siguientes, ninguna fe daré, porque los tuve en el vientre de la ballena”, y su amo iba contando la hazaña a cuantos allí venían. Y cuando Lázaro ya estuvo recuperado del gran golpe, aunque no del hambre, el clérigo le sacó afuera y le dijo.” Lázaro, de hoy más eres tuyo y no mío. Busca amo y vete con Dios, que yo no quiero en mi compañía tan diligente servidor. No es posible sino que hayas sido mozo de ciego”.
En este tratado ha aprendido la astucia y a conseguir lo que necesita de cualquier forma: ha aprendido a sobrevivir. El clérigo le decía que los “sacerdotes han de ser muy templados en su comer y beber…”, “mas el lacerado mentía falsamente, porque en cofradías y mortuorios que rezamos, a costa ajena comía como lobo y bebía más que un saludador”. Por este motivo vuelve a aparecer el tema de la hipocresía que enmarcaba la sociedad de la época junto con la avaricia de muchas de las personas que la componen. No es que el cura no tuviese alimento y fuera pobre, sino que lo que tenía lo tenía bien escondido y guardado para que nadie lo viese y nadie cogiese nada. Y a las espaldas de la gente, que como clérigo creían que era de una manera diferente, humilde y bueno con los más indefensos y pobres, él se comportaba como le venía en gana delante de la bebida y la comida, cuando la tenía, y no era un santo con las personas sin recursos como Lázaro. Así nos muestra todo el conjunto de la iglesia de una manera falsa, los cuales predican sin seguir ellos mismos con sus mismos consejos.
TRATADO III. El escudero
Lázaro es ya un niño con experiencias y aunque el escudero oculta su verdadera situación, el niño acaba adivinándola, poco a poco y con inocencia al principio y, después, con piedad y algo de irritación.
Lázaro creía haber topado con el amo que siempre había soñado y con quién, por fin, ya no tendría que pasar hambre. El mismo día que se encontraron, Lázaro ya vio que en aquella casa tampoco se compraba nada de comer: “Por ventura no lo vee aquí a su contento -decía yo- y querrá que lo compremos en otro cabo”. Pero aquel día no compraron comida, ni los días restantes. Pero más adelante Lázaro se mostrará más pícaro y consciente de la verdadera vida que le tocará pasar con el escudero: “Vivirás más y más sano -me respondió-, porque como decíamos hoy, no hay tal cosa en el mundo para vivir mucho que comer poco”. Y a eso respondió Lázaro: “Si por esa vía es, nunca yo moriré, espero en mi desdicha tenella toda mi vida”.
El escudero es el primer amo que parece preocuparse por él. ”Como entró, vínose a mí. Pensé que me quería reñir la tardanza, mas mejor lo hizo Dios. Preguntóme dó venía”. Y Lázaro le contesta diciendo que al ver que él no venía, se fue por la ciudad a encomendarse a las buenas gentes las cuales le ofrecieron un poco de pan y la poca comida que traía.
La casa del que parecía ser el tan anhelado amo tenía una “entrada obscura y lóbrega de tal manera que parece que ponía temor a los que en ella entraban”. Todo lo que en la casa se podía ver “eran paredes, sin ver en ella silleta, ni tajo, ni banco, ni mesa, ni aun tal arcaz como el de marras: finalmente, ella parecía casa encantada”.
La casa del escudero parece traer mala suerte, y él mismo lo dice: “Por Nuestro Señor, cuanto ha que en ella vivo, gota de vino ni bocado de carne no he comido”, porque desde que entró en esta casa, ya nunca bien nada le ha ido.
Lázaro pregunta a unas personas a donde se llevan a un muerto que por la calle lo traían, y le responden que “a la casa triste y desdichada, a la casa lóbrega y obscura, a la casa donde nunca comen ni beben”. Lázaro creyó que se trataba de la suya: “¡Oh desdichado de mí! Para mi casa se llevan este muerto”, y de esta forma la viuda utiliza los mismos adjetivos que Lázaro: “lóbrega y obscura”. Éste cree que se llevan el muerto a su casa, porque todas las características coinciden con la vida que Lázaro lleva con el escudero, una casa donde no se come ni se bebe.
El tema del hambre se centra como protagonista del escudero y del criado, que pordiosea la comida y comparte lo recibido con el amo, y el escudero, por alusiones reincidentes en el tema de las “manos limpias”, acusa varios síntomas del “cristiano nuevo”; ya el cura de Maqueda afirma que el “ratón cosa limpia es”.
El colmo de la miseria es que el criado alimente al amo, pero el hielo ya está roto, y al enterarse el amo que es uña de vaca lo que Lázaro come, ya no hay motivo para vergüenza, porque casualmente, para él la uña de vaca es el mejor bocado del mundo y no hay faisán que así le sepa.
Lázaro va dialogando amablemente con el escudero, pero murmura entre dientes mientras va adivinando la verdad de su amo. “Dígote, Lázaro, que tienes en comer la mejor gracia que en mi vida vi a hombre, y que nadie te lo verá hacer que no le pongas gana aunque no la tenga”, y así respondió el pícaro Lazarillo: “La muy buena que tú tienes -dije yo entre mí- te hace parecer la mía hermosa”.
Lázaro contemplaba ya muchas veces su desastre ya que escapando de los amos ruines que había tenido y buscando mejoría, fuese a topar con quien no solo no le mantuviese, mas a quien él había de mantener. Y, después de todo, Lázaro le quería bien, y viendo que no tenía ni podía más, antes sentía lástima que enemistad, y muchas veces, “por llevar a la posada con que él lo pasase, yo lo pasaba mal”. Porque era pobre y nadie puede dar lo que no tiene. Mas el avariento ciego y el malaventurado mezquino clérigo que, con dárselo Dios a ambos, al uno de mano besada y al otro de lengua suelta, mataban a Lázaro de hambre.
“¡Oh Señor, y cuántos debéis tener por el mundo derramados, que padecen por la negra que llaman honra lo que por vos no sufrirían!”. Así vemos que Lázaro no entiende el porqué de la honra, tener que demostrar, aún pasando hambre, que no le falta de nada, que todo le va muy bien y que no padecen por nada. “Eres mochacho -dijo él- y no sientes las cosas de la honra, en que el día de hoy está todo el caudal de hombres de bien”, porque nuestro escudero no era el único que creía, como una de las virtudes más importantes, la honra.
Cuando representando la autoridad llegan los acreedores, el escribano y el alguacil, Lázaro es cogido por el cuello y preso si no descubre los bienes de su amo. Pero éste no tenía nada y la casa estaba vacía, como siempre había estado. Pero las vecinas declaráronle inocente y lo dieron por libre. Pero Lázaro pasó mucho miedo por no poder decir donde estaba lo que no existía.
TRATADOS IV- VII
De las mentiras y artimañas que el buldero utiliza para engañar a la “inocente gente”, no nos damos cuenta hasta el final, cuando el engaño ya está terminado. “Cuando él hizo el ensayo, confieso mi pecado que también fui dello espantado y creí que ansí era, como otros muchos”, pero con las risas y burlas de su amo y del alguacil, descubrió que la ingeniosa idea sirvió para engañar a otras muchas gentes y para vender buldas sin necesidad del sermón ni de ir a la iglesia.
En este tratado, Lázaro hace de mudo espectador de los engaños del buldero, con el que Lázaro aprende a callar, quedándose al margen y dejando hacer cuando así conviene al propio bienestar.
El primer escalón que subió para alcanzar la buena vida, fue el aguador, y mientras con él estaba, se compró una espada. La espada siempre, en los sueños heroicos de caballerías, había simbolizado el poder. Era como una prueba de pertenecer al mundo de unos pocos, y con ésta misma, un golpecito en cada hombro y otro en la cabeza, se designaban a los caballeros que podrían luchar por su pueblo, su rey y su patria.
Lázaro se compra la espada porque ahora ya es superior. Ya tiene un oficio, está casado… y después de todo lo que ha sufrido ahora se merece la espada. Representaría como el símbolo de la victoria.
Por eso podemos decir que Lázaro consigue su sueño: un oficio real. Tras muchas penurias, ha llegado a ser pregonero; el arcipreste lo ha casado con su criada, le da a pregonar sus vinos, le alquila una casa, pero no le importa que la gente hable sobre las relaciones entre ellos, y si alguien insinúa algo, él responde: “Mirá: si sois amigo, no me digáis cosa que me pese, que no tengo por mi amigo al que me hace pesar: …”. Pues “con
esfuerzo y maña” ha ascendido socialmente, y se muestra satisfecho de su situación, “la cumbre de toda buena fortuna”, aunque para él signifique tener el cargo más bajo como “funcionario”, tener una casa alquilada, y estar casado con la criada de un arcipreste que le es infiel.
La vida con sus amos le ha enseñado a moverse por los caminos del mundo en qué vivía y ver con otros ojos, no de infante, todo lo que le rodeaba. Ha aprendido a sufrir muy temprano, a pasar hambre y todas las penurias imaginables, pero le han convertido en un hombre fuerte y capaz de resistir cualquier vuelco que su vida pueda darle, y mirar con optimismo todo lo que ella le entregue.
Así se muestra orgulloso de su estado final que con mucho esfuerzo y dedicación ha logrado, aunque no sea justo por todos los momentos y situaciones que ha tenido que vivir.
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Enviado por: | Eva Olle Aregall |
Idioma: | castellano |
País: | España |