Filosofía y Ciencia


Las preguntas de la vida; Fernando Savater


Capítulo primero:

La muerte para empezar

A poca edad uno siempre cree que lo malo solo le puede pasar a los mayores, como la muerte. Pero poco a poco nos vamos dando cuenta de que a todos nos llega el momento de sufrir algo malo.

Cuando te encuentras en tu vida con la muerte de un amigo o ser cercano a ti, es cuando comienzas a sentir lo que realmente es el “miedo” a lo desconocido.

Esto es lo que nos hace mortales, puesto que las plantas y los animales no son mortales, ya que no saben que van a morir, no saben que tienen que morir. Se meren, pero siempre sin saber lo que les esperaba.

La muerte no es el único factor importante que influye en la filosofía, pero Fernando Savater estima oportuno comenzar por este tema. Hay otros muchos modos de comenzar una iniciación a la filosofía, como pueden ser las proposiciones:

Todos los hombres son mortales,

Sócrates es un hombre

luego

Sócrates es mortal.

O por la otra siguiente:

Todo A es B

C es A

luego

C es B

Esta es la tarea de los filósofos, afrontar lo desconocido, lo que nos sobrepasa la mente a casi todos. Siempre surge la pregunta: Murieron todos, pero... ¿yo también?

La muerte no solo es necesaria, sino que es el prototipo de lo necesario. A Sócrates no le importaba proponer la hipótesis nombrada anteriormente, puesto que le hacía crear su propio sentido de la vida. La muerte es inminente y solitaria. No es cosa de viejos, a todos nos puede surgir la muere en cualquier momento.

Las leyendas que existen acerca de la muerte no están hechas para consolarnos, sino que están ahí para que nosotros le encontremos un sentido, no solo a la vida, sino también a la muerte. La vida está hecha de cambios y de oscilaciones, en la que lo mejor y lo peor es impredecible.

La idea de seguir viviendo de un modo u otro tras la muerte es algo realmente inquietante. Lo original de la muerte es que puede causar dolor cuando se trata de la ajena, pero nos causa también miedo a la posible proximidad de la nuestra. Hay quien cree que después de la vida hay algo horrible, lleno de castigos y penas. Pero es un idea sin fundamentos. La muerte nos convierte en pensadores, ya que nos hace pensar. Este pensamiento se ve bloqueado por el hecho de no encontrar una respuesta clara.

Capítulo segundo:

Las verdades de la razón

A todos siempre en nuestras vidas se nos ocurren preguntas a las que no encontramos contestación, aparte de la que ya se habló anteriormente sobre la muerte. La única pregunta que se nos debe ocurrir antes de que se nos ocurran más debería ser: ¿cómo responderé a las preguntas que se me ocurrirán con el paso del tiempo? Las preguntas nunca deben nacer de la ignorancia, todos debemos tener una cultura sobre la que apoyarnos. Si no eres creyente de nada al menos no te puedes hacer preguntas acerca de la vida. Ha de empezarse por hacer un propio examen de los conocimientos que ya creo tener, y sobre ellos me debo hacer tres preguntas:

  • ¿Cómo los he obtenido?

  • ¿Hasta que punto estoy seguro de ellos?

  • ¿Cómo puedo ampliarlos, mejorarlos o cambiarlos por otros más fiables?

  • Unas cosas las sabemos porque nos las han dicho otros, o nuestros padres o conocidos. Pero casi nunca tenemos certeza acerca de las preguntas que nos surgen con respecto a los temas comentados. Otras cosas se saben porque las hemos estudiado. Como son las asignaturas de nuestra infancia. Pero también hay una gran parte de estos conocimientos que están formados gracias a nuestras propias experiencias, como por ejemplo que el fuego quema y que el agua moja. Pero hay que saber hasta que punto se está seguro de estas cosas, y no en todas se tiene el mismo grado de certeza.

    Es imprescindible revisar de vez en cuando algunas cosas de las que crees saber, y compararlas con otros conocimientos. La razón no es algo que me cuentan ni que aprendo ni nada de eso, es el procedimiento que utilizo para organizar las noticias que recibo.

    El objetivo del método racional es establecer la verdad, es decir, la mayor concordancia entre lo que creemos y lo que es realmente. La verdad se busca mediante el examen racional de nuestros conocimientos.

    Al escepticismo se le reprocha que es contradictorio consigo mismo (“Yo solo sé que no se nada”). Se define conocimiento como una combinación de cuanto aporta la realidad con las formas de nuestra sensibilidad y las catergorías de nuestro entendimiento. El relativismo pone en cuestión que podamos alcanzar alguna vez la verdad. La razón no sólo es un instrumento para conocer sino que tiene relevantes consecuencias políticas. Conversar no es escuchar lo que te dicen o que te escuchen, tiene que ser una conversación entre iguales.

    Cada cual tiene derecho a sus propias opiniones y que intentar buscar la verdad es una pretensión dogmática casi totalitaria.

    Debemos pensar la vida, es decir, conocerla mejor a ella, a cuanto contiene y a cuanto significa. Tenemos múltiples fuentes de conocimiento, pero todas deben pasar por nuestro examen llamado RAZÓN.

    Capítulo tercero:

    Yo adentro, yo afuera

    ¿Podemos estar realmente seguros de algo? Esta es la pregunta en que se basa toda la reflexión del capítulo. Para una persona corriente estas dudas gigantescas resultan bastante raras, y además solo soñamos con cosas o personas conocidas. Estos es algo que a todos nos pasa, no es que Descartes estuviera loco ni desvariara arrastrado por una imaginación desbordante, es que todos tenemos sueños también surrealistas que hay momentos en que se nos acuerdan estando despiertos. También surgen las dudas de que todo lo que nos suceda sea tan solo un sueño o algo que no es real, que solo está contenido en nuestra mente, este hecho es el argumento que trata la película titulada “The Matrix”, una muy buena película de ciencia ficción que siempre recomendaría, no solo por sus efectos especiales sino también por el hecho de lo bien tratado que está este tema.

    Lo cierto es que llegamos a dudar hasta de nuestro propio “yo”, de nuestra propia existencia. Cada uno estamos convencidos de que poseemos una cierta identidad, algo que permanece y dura a través del torbellino de nuestras sensaciones. Los filósofos por más que intentaron introducirse en si mismos nunca consiguieron encontrar su propia personalidad, siempre tropezaron con otras sensaciones que los apartaron de su búsqueda. De todos modos él yo no está solo formado por un fuero interno, sino que también está formado por lo que cada uno responde hacia la realidad del mundo exterior.

    Si un extraterrestre examinara a un ser humano lo primero que se preguntaría sería donde empieza y donde acaba nuestro cuerpo, el extraterrestre puede pensar que somos como un caracol o algo así, que estamos dentro de un caparazón y que el verdadero ser esté realmente dentro nuestra. Si estuviera estudiando a una mujer embarazada sería aun más difícil debido a su apariencia de que está dentro de un caparazón el ser humano.

    Somos uno entre unos, seamos lo que seamos, somos todos iguales y lo mismo. Nos encontramos poseídos por nuestro ser. No puede haber un lenguaje privado: todo lenguaje humano debe ser comprendido por algún ser humano, sino, no sería un lenguaje, ya que su fin es comunicar algo a los demás.

    Capítulo cuarto:

    El animal simbólico

    Debido a los pensamientos acerca del “yo” se nos crearon aún más dudas acerca del conocimiento de nuestra mente. Otra respuesta es que somos un ser humano y un miembro de la especie humana.

    Los filósofos aseguraban que el mérito de los humanos provenía de nuestra condición racional, de que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, de que somos capaces de avasallar al resto de los seres vivos y cosas parecidas.

    Lo asombroso del hombre es que se mantiene abierto e indeterminado.

    De todos modos siempre se ha querido definir lo humano como algo contradictorio a lo sobrenatural o lo animal, sin embargo Darwin hizo pública su teoría sobre nuestra descendencia de otros seres vivos, y se hizo una doctrina universalmente acatada. El ser humano es definido también habitualmente como un animal racional, un bicho más inteligente que el resto. En los animales la inteligencia parece estar exclusivamente al servicio de instintos, que son los que le dirigen hacia sus actuaciones.

    Lo cierto es que los animales casi siempre aciertan en lo que hacen con sus instintos, siempre que no se le presenten muchas novedades, mientras que los humanos lo pensamos y nos solemos equivocar a menudo. Lo que realmente caracteriza al ser humano es la posesión de un lenguaje, ya que los lenguajes animales mandan avisos y señales útiles para la supervivencia del grupo, pero el lenguaje humano es el que sirve para decir lo que queremos decir, sea lo que sea. El ser humano tiene el propósito de comunicarse simbólicamente aun antes de disponer de los medios. Gracias al lenguaje los humanos vivimos en un mundo de realidades independientes y significativas incluso cuando están presentes, aunque el lenguaje humano está lleno de enigmas. Nuestra condición simbólica es también la base de la importancia de la educación en nuestras vidas.

    Capítulo quinto:

    El universo y sus alrededores

    Al hombre no le basta con formar parte de la realidad, se necesita además saber que está en un mundo y se pregunta cómo es ese mundo en el que vive.

    Los interrogantes acerca del universo son sin duda los primeros que se hicieron los filósofos más antiguos. Seguramente comenzaron preguntándose por su “Yo” y acabaron preguntándose por su “Donde”. Surgen respuestas en los mitos, que tienen que ser aceptados o rechazados colectivamente pero no pueden ser debatidos por los que los asumen. Y da igual que los implicados pertenezcan a comunidades culturales distintas, porque razonar filosóficamente no depende del lenguaje. El universo es otro de los temas que más preguntas planteó a los filósofos, y hasta ahora se carece de respuestas definitiva ni filosófica ni científicamente. La mayor dificultad que se plantea es el problema de lo inmenso. El universo es algo que fue negado como un objeto único y materialista.

    El universo se considera como algo desordenado, pero primero se ha de tener un concepto del orden, y no es nada fácil. Al ver las estrellas te crea multitud de incógnitas que nos hacen pensar. Hay una palabra que define en cierto modo el universo de forma bastante mala pero se acerca, “el infinito”. Los cristianos recurrimos a Dios como creador y como que es el que controla todo.

    El hecho de decir que Dios creó el mundo es como decir que no sabemos nada acerca de quien creó el universo.

    El universo es el lugar en el que los seres humanos somos y actuamos.

    Capítulo sexto:

    La libertad en acción

    El hombre habita en el mundo, pero no es lo mismo que ser uno de los seres que está en él, sino que lo habitamos porque actuamos en él con el resto de seres humanos y vivos. Lo que nos importa entonces es saber el significado de actuar, no es el hecho del movimiento corporal, con lo cual se crean y surgen multitud de preguntas.

    Realmente pueden darse muchos casos de lo que pasa y lo que tu no te das cuenta de que pasa ni de lo que haces, igual que si estás borracho, pero sin estarlo, cuando estás pensando en tus cosas y no piensas lo que haces. Porque antes de hacer algo siempre se piensa antes, y después es cuando se actúa. Tampoco la noción de la palabra “voluntario”, ya que nos surgen cada vez nuevas dudas. Se puede definir de todas formas como lo que tu haces porque quieres hacerlo, tras haberlo realizado, etc...

    La libertad quizá resulte únicamente una ilusión, que es algo irreal e imposible. La indeterminación científica no equivale a la libertad, todo es muy raro y muy difícil de conseguir sino imposible. El término libertad suele recibir tres usos diferentes, que se suelen confundir en debates: La libertad como disponibilidad para actuar de acuerdo con los propios deseos o proyectos. Libertad de querer lo que quieres y no sólo de hacer lo que quieres. La libertad de querer lo que no queremos y de no querer lo que de hecho queremos.

    La noción de Libertad tiene una amplia gama de aplicaciones teóricas y uno puede aceptarla en uno de sus sentidos y rechazarla en otros. De todos modos nadie puede negar que los humanos poseemos apetitos instintivos.

    Ser libre no es ser victorioso a la hora de un reparto de premios, se busca al culpable de una fechoría. La cuestión de la responsabilidad proviene de mucho antes, ya de la tragedia griega. En mentalidades cristianas se aprecia la libertad también de un modo en el que hay que resignarse en gran medida, y ser libre es responder por nuestros actos y siempre se responde ante los otros, con los otros como víctimas, testigos o jueces. El hombre parece ser el único animal que puede estar descontento consigo mismo.

    Debemos ahora pensar cual es nuestra naturaleza y cual es nuestro sentido de libertad manteniendo nuestro sentimiento de responsabilidad siempre presente en nuestras vidas...

    Capítulo séptimo:

    Artificiales por naturaleza

    El hombre es un animal simbólico, y se pueden señalar los rasgos por los que es así. Se oye hablar mucho de naturaleza debido en gran parte a las actitudes ecológicas. La primera tarea filosófica es el hecho de precisar lo más posible los usos de temas como la naturaleza.

    Este término es utilizado en multitud de usos, por ejemplo, que es una forma de vida que nos envuelve a todos, y todos dependemos de ella. A lo que se refiere en realidad es principalmente a todo lo que nos rodea y todo lo que existe en el universo. Pero otro de los sentidos de la naturaleza es por ejemplo todo aquello que aparece en el mundo que no sea creación humana, así se recoge en varios libros. Al contraponerlo al caso del hombre, tiene que ver con la cultura o lo innato.

    Cualquiera de nosotros, cualquier rasgo natural, está siempre contenido por la cultura y viceversa. Hay momentos en los que además el ser humano saca rasgos animales como los instintos. Aplicado a esta conducta humana, el término naturaleza merece la pena que los mencionemos, puesto que resultan ilustrativos. En resumen, entre los términos natural y naturaleza se guarda fundamentalmente un aspecto cultural. Los que toman la naturaleza como guía suelen parecerse mucho a ella en todos sus aspectos. Es totalmente cierto que lo artificial es mucho peor que lo natural, por supuesto. De los acontecimientos naturales nos sirven para sacar gran número de conclusiones y aprendizajes. De todos modos siempre que se intenta uno parecer a la naturaleza se descartan unos aspectos y se acogen otros. La naturaleza no tiene ningún acuerdo con los hombres y no tiene porqué favorecerle siempre. De todos modos nosotros si tenemos unas obligaciones de cumplir con la naturaleza para su buen estado.

    La naturaleza no tiene ninguna preferencia con los seres vivos. Existen 3 clases: lo intínseco, se suele tomar una perspectiva religiosa, con la obligación de respetar la vida. El valor unitario, la obligación de no contaminar el aire. El criterio estético, el respeto por la naturaleza, que nos proporciona placer al observarla.

    La relación entre el hombre y la naturaleza se basó en gran medida en la técnica. A diferencia de la ciencia, que es comparativa y cutre de la naturaleza, la técnica tiene la intención de obtener algo nuevo sin ser imitación de nada ni de nadie.

    De todos modos existen muchas opiniones acerca de la naturaleza, pero se centran todas en que tiene que recibir una cierta adoración por parte de la vida que la habita.

    Capítulo octavo:

    Vivir juntos

    Nadie se llega a convertir en ser humano si está solo, nos hacemos humanos unos a los otros. La filosofía y la literatura contemporáneas abundan en lamentos sobre la carga que nos impone vivir en sociedad. A favor de estas protestas y recelos, las sociedades modernas tienden a despersonalizar las relaciones humanas. La vida se nos puede hacer infernal y revelarse contra nosotros, y pueden influir las implicaciones políticas y sociales de nuestra autonomía personal. Estamos configurados para y por nuestros semajantes.

    La autoconciencia entonces ya no se conforma con la supervivencia biológica que le bastaba mientras se halló en plena continuidad con el resto del mundo.

    Una autoconciencia puede triunfar ante otra por medio del miedo o de la muerte. La autoconciencia puede quedar vencida por el miedo a morir.

    La discordia no existe porque los seres humanos seamos irracionales o violentos por naturaleza, y se pueden llegar a darse trivialidades. No es cierto que seamos espontáneamente violentos o antisociales, si existen personas así, pero son casos aislados. Siempre se intentó que en la sociedad permanezca la concordia y que no existan discusiones. Pero es difícil, puesto que todo lo que nos une nos enfrenta; y esto depende bastante de nuestro interés.

    Muchos filósofos a lo largo de los tiempos se han situado en contra de las ideas democráticas, y de aquí proviene la afición de los filósofos de crearse utopías. Este modo utópico puede quedar establecido como un género literario y podemos extender el concepto hacia atrás, la utopía establecerse como algo que nos gustaría poder hacer pero que debería haber sucedido en un pasado, pero que es imposible por no poder retroceder. Los utopistas reclaman un hombre nuevo. En la actualidad se busca una organización política de la comunidad humana a partir de un contrato social. Hay otro pensamiento que desconfía de la capacidad deliberativa de los socios.

    El gran problema es que en las sociedades existentes no todos los ideales resultan compatibles. La virtud que mejor expresa la concordia social se llama la justicia. La dignidad humana individual ha tropezado en la actualidad con presunciones supuestamente científicas que tienden a “cosificar” a las personas. La obsesión por el nacionalismo glorifica la necesaria pertenencia. El modo para ganarnos el amor de los demás son, por ejemplo que no dañemos a ningún ser humano, ayudar en lo que se pueda a los seres humanos y conservar tu propia existencia. Debido a que no somos robots, todos los seres humanos poseemos una conciencia, más o menos desarrollada, pero la tenemos. Las manifestaciones humanas sólo pueden comprenderse en un contexto social.

    Tampoco la creación estética y sus goces pueden entenderse adecuadamente si no se comparten.

    Capítulo noveno:

    El escalofrío de la belleza

    Los seres humanos estamos sometidos a la forzosa pedagogía del placer y del dolor. Vamos a intentar definir estos términos. El placer no se refiere solamente a lo que nos produce sensaciones físicas gratas, sino también a todo aquello ante lo que sentimos aprobación. También interviene la razón en hecho de disfrutar lo hermoso. Es bello lo que complace al universo sin concepto, es decir, que lo bello no tiene concepto. Los conceptos de belleza y valores humanos están en cierto modo mezcladas. Ya los griegos de la época clásica consideraron este tema del mismo modo. Ha habido muchos filósofos y artistas que han estado enamorados de la belleza, que representaban en sus obras con el fin de la creación del placer al ser contempladas visualmente.

    De este modo hay que desconfiar de los artistas, porque pueden hacernos pensar igual que ellos introduciendo en sus obras sus ideas de modo que nosotros lo apreciemos como algo bello y nos agrade, tenemos que prevenirnos de ellos. Existe una clara contraposición entre el arte y el verdadero conocimiento, es decir, la filosofía. El arte predomina ante todo la personalidad del artista, más allá de los arrebatos y de lo que a nosotros nos gustaría que pasara. Es útil oponer la belleza del fingimiento artístico y la belleza de la verdad filosófica, ya que estaríamos entrando de nuevo en el campo de la utopía.

    No es cierto que los mejores artistas pretendan solamente divertir o halagar las pasiones del público que observe sus obras, son los que aspiran a ayudar y a mejorar su conocimiento. El arte ciertamente no nos indica lo que tenemos que hacer, solo nos agita y nos purifica tonificantemente para que seamos lo que queremos llegar a ser. Ha habido momentos en los que nos hemos dirigido a los artistas como creadores, y es así, no podríamos sino, nombrar así a los científicos o deportistas por muy buenos que fueran.

    Pero una de nuestras preguntas es si siempre tiene que tener como significado lo bello de bonito, o lo contrario de fea la obra realizada por el artista.

    Lo que sí, en el arte puede ser llamada belleza a algo que tiene muy poco que ver con lo decorativo.

    El principal efecto estético es fijar la atención que resbala sobre la superficie de las cosas.

    Capítulo décimo:

    Perdidos en el tiempo

    Al preguntarle a alguien cómo es su vida cotidiana siempre se suele responder indicando sus actividades habituales que realiza todos los días. Siempre separaría las acciones por medio del tiempo, es lo más familiar que nos puede resultar. La definición del tiempo es algo que aun no se consiguió hasta el día de hoy, es una asignatura pendiente de los filósofos. Es algo que tiene un factor altísimamente enigmático. Se puede comparar como un potro salvaje difícil de manejar, porque cuando nos queremos dar cuenta nos tira y no nos deja seguir con la investigación.

    El tiempo es algo que no podemos tener seguro mediante lo que nos parece a nosotros, ya que no tenemos ningún medio de asegurarlo. A pesar de no haber encontrado un modo de medirlo para mantener una correspondencia entre todos los seres de la sociedad. A algunos les ha bastado con establecer el tiempo en correspondencia a si hace frío o calor, a si es de día o de noche, etc... En cualquier caso, el hecho de medir el tiempo son convenciones necesarias para establecer determinadas unanimidades socialmente imprescindibles. Adoptemos el tipo de medida que adoptemos, uno no puede dejar de pensar que existe además al margen de ese modo, una medida independiente que establece el propio tiempo y que no se puede descifrar.

    La pregunta común a este tema tratado en este capítulo es claramente: ¿Cuándo? Si el pasado y el futuro nos intrigan en el presente, quizá debamos pensar que no son tan pasados ni tan futuros como parecen, todos los instantes están en movimiento y no existe una diferencia notable entre los tres instantes. De todas formas nuestra relación con el pasado no es como la relación que tenemos con el futuro. Porque el pasado nos está influyendo en el presente, pero el futuro está por venir. De todos modos existen opiniones dogmáticas que no tienes este sentimiento del tiempo.

    A todos no impone el futuro debido a una concepción espacial del tiempo, de no saber qué es lo que nos estará pasando en un presente más adelantado (en el tiempo) que el momento actual. Ha habido autores que han preferido imaginar un tiempo cíclico, que se desplaza girando como una rueda o que rota sobre sí mismo, trayéndonos seguido al escenario del presente. Se ha establecido también una relación entre lo temporal y lo espacial, a pesar de las críticas hacia esto de algunos pensadores y filósofos. Pero de todos modos se han encontrado muchas diferencias claras entre el movimiento en el espacio y el pasar del tiempo. El espacio nos puede ofrecer lo distinto, pero es en el tiempo donde puede aparecer lo realmente otro. Queremos suponer que el tiempo realmente pasa, pero realmente sabemos que el tiempo siempre está ahí, fluyente aunque sin aumentar ni disminuir. El tiempo está vinculado especialmente a la condición humana. El tiempo es otro aspecto que nos hace pensar en el tema de la muerte, que está explicado en el primer capítulo.

    Lo que nos ata definitivamente al tiempo y, por tanto, a la muerte es nuestro cuerpo. Pero quizá el nacer y el morir no sean el principio y el final de nuestro tiempo.

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    Enviado por:Toni
    Idioma: castellano
    País: España

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