Literatura


Las Metamorfosis; Ovidio

Metamorfosis

Alba Martínez Menárguez
3º E.S.O Nº.20

Índice

Introducción……………………………………………………………………………………..Pág. 3
Línea argumental…………………………………………………………………………Pág.4-16
Temas……………………………………………………………………………………….…….Pág. 17
Personajes………………………………………………………………………………….Pág. 18-22
Critica de los Dioses…………………………………………………………………………Pág.23
Conclusión……………………………………………………………………………….……..Pág. 24
Bibliografía…………………………………………………………………………..…………Pág. 25

Introducción

El libro trata sobre la historia de los dioses griegos, y muchas aventuras de las que vivieron, al principio se ve como es la creación de la Tierra, y como va formándose poco a poco todo, se ve el amor que se tienen Gea, la Tierra y Urano, el Cielo. Habla sobre cómo van apareciendo los dioses a lo largo de la historia y a que se dedica cada uno. Se pueden ver los distintos aspectos de cómo utilizan sus dones y como es su carácter en cada una de las situaciones que van ocurriendo a lo largo de todo el libro.

Trata también la vida de los humanos y como no podemos controlar nuestro destino, ya que a veces hay situaciones que no esperamos o que no ocurren como deseamos, se muestra como los dioses nos manejan a su antojo para satisfacer sus propios deseos sin importarles lo que las personas piensan o sienten cuando lo hacen.

Línea Argumental

Al principio no había nada, todo era un Caos, no era posible distingue el día de la noche, o la calidez del frío. Un día un Dios cuyo nombre no se sabe puso el mundo en orden, creó las montañas, y los ríos, los truenos, le dio forma a los planetas, llenó las selvas de bestias, los mares de peces, y el cielo de pájaros y estrellas. Pero creyó que aún faltaba algo, entonces, creó al hombre, un ser consciente de sí mismo.

Cuando el Caos tocó su fin, Urano estaba sobre el cuerpo de Gea, encendido de amor, se dejó caer sobre él, la Tierra notaba como iba poniéndose sobre ella, y lo aceptó con agrado, las estrellas aparecieron en lo alto junto a la luz de la luna, esta fue la primera noche del mundo. Gea y Urano hicieron multitud de veces el ritual de amor, y tuvieron dieciocho hijos, Urano hizo que ataran y encerraran en el interior de Gea a cada uno de ellos, debido a que sentía miedo de que un día intentaran arrebatarle todo su poder. Tiempo después, Gea, muy dolorida ya que llevaba en su interior a sus dieciocho hijos, ya mayores los sacó al exterior. Fue la primera vez que los vio juntos, se quedó sorprendida al ver a sus seis titanes y seis titánides, tres cíclopes y tres hecatónquiros. Les dijo que debían de vengarse de Urano por haberles hecho eso, pero todos sintieron miedo, a excepción de Saturno, que era el pequeño, y aceptó vengarse de él.

Esa misma noche Urano se durmió en los brazos de Gea, entonces Saturno se adentró entre la noche y fue hasta donde se hallaban, los genitales de Urano colgaban entre sus ingles, y Saturno decidido los cortó de raíz y los lanzó al mar. Desde aquella noche Saturno fue el rey del universo. Gea estaba feliz, ya que estaba con sus hijos y se había vengado de su esposo. Pero Saturno pronto empezó a comportarse como un rey despiadado. Este encerró a sus hermanos por el mismo motivo que Urano, tenía miedo de que le quitaran el trono. Este tuvo hijos con la titánide Rea, a los cuales devoró sin compasión. Cinco veces vio a Saturno devorar a un hijo suyo, ella estaba muy triste y cuando estaba sola, no podía parar de llorar. Un día cuando tuvo al pequeño Júpiter, cansada de tanto dolor decidió mentirle a Saturno, y le entregó una roca en lugar de su hijo, este sin darse cuenta lo devoró, y tardo dos años en percatarse de la traición. Cuando Júpiter creció, decidió destronar a su padre, ya que no podía permitir que el universo fuera gobernado por alguien tan malo. Júpiter se presentó ante su padre, aunque este no sabía que se trataba de su hijo, Saturno se tomó unas hierbas que le hicieron expulsar a sus cinco hijos, los cuales había devorado y a la roca. Durante diez años ambos estuvieron enfrentados. Júpiter tras cientos de batallas derrotó a su padre. El mundo se repartió entre Júpiter y los hermanos que lo había ayudado en las batallas. A Neptuno le correspondió el mar, a Plutón el infierno, Júpiter el más afortunado se quedó con los cielos. En el monte Olimpo construyó su palacio, desde el cual gobernaba a los otros dioses. Todos le respetan ya que es muy buen rey.

La guerra ya estaba finalizada y la Tierra parecía más bonita que nunca. Júpiter siempre la sobrevolaba. Todo parecía perfecto, sin embargo, Gea estaba planeando una venganza por haber encerrado a sus hijos en el infierno. Unos gigantes, los cuales surgieron de las gotas de sangre que cayeron de los testículos de su padre cuando los cortó, Gea decidió utilizarlos contra Júpiter. Los gigantes bombardearon la mansión de los dioses. Entonces, Júpiter empezó una nueva guerra. Este contó con la ayuda de Hércules, ya que para matar a los gigantes era necesaria la ayuda de un mortal. El gigante más fiero intentaba sin cesar atrapar a Júpiter, pero este se le escabullía, de la frente y ojos del gigante manaba sangre, debido a los rayos que Júpiter le lanzaba. Finalmente Hércules le lanzó una flecha directa al cuello y Júpiter un rayo directo al pecho, el gigante cayó al suelo y todo el Olimpo retumbó. Uno a uno fueron muriendo todos los gigantes, y los restantes se dieron a la fuga. Los dioses no se rindieron y los persiguieron hasta matarlos a todos. La guerra había finalizado y los dioses del Olimpo continuaban dominando el universo.

Los hombres poblaron la tierra y todo era un paraíso, los arboles siempre tenían fruto y los ríos abundante caudal, no había disputas entre las gentes y la vida era fácil y sencilla, siempre era primavera, la gente no enfermaba, ni envejecía. La edad de oro fue efímera, aquella época finalizó y llegó la edad de plata. El año se dividió en cuatro estaciones, la tierra tuvo que ser trabajada por los hombres, el frio hizo que no pudieran dormir a la intemperie y el mundo se llenó de peligros. Esta época finalizó y comenzó la edad de bronce. Aquí fue cuando la gente comenzó a tener envidia, a querer tener poder, se inventó y el dinero y todos tenían ansias de riqueza y posesiones. Así comenzaron las guerras y la sangre. Comenzó la edad de Hierro, y todo empeoró, comenzó el crimen y la mentira a apoderarse de los hombres, la gente comenzó a enfermar y envejecer.

Júpiter olió la sangre, y miró hacia la Tierra, entonces se dio cuenta de todo, la gente se traicionaba y mentía con tal de enriquecerse, y tan solo había guerras y sangre, entonces decidió exterminar a la humanidad. Pero su hija Atenea no estaba de acuerdo, esta hablo con su padre para que les concediera una nueva oportunidad, ya que pensó que con el tiempo la gente maduraría y aprendiera de sus errores. Logró convencer a su padre, que al día siguiente bajaría para conocerlos desde cerca, y ver que le decía y si había algún motivo por el cual se merecieran vivir, así sería, pero si no los extinguiría.

Júpiter bajó a la Tierra, vestido como un anciano, y vio que los humanos era tan violentos y maliciosos como él pensaba, y que no merecían vivir, había oído cosas sobre el rey Licaón, al que según le gustaba la carne humana y era muy malo con la gente, y decidió ir a palacio para observarlo con sus propios ojos, y fue a palacio, al rey al verlo le dio asco, y Júpiter le pidió poder quedarse en palacio una noche, pero Licaón, había oído rumores de que Júpiter andaba por ahí de paisano y no quería equivocarse, y le dijo que sí, para asegurarse de quien era mandó a un criado que matara a un niño para así comérselo para la cena. Júpiter interpretaba muy bien su papel, pero cuando pusieron al niño sobre la mesa, Júpiter saltó y pegó un puñetazo a la mesa, lanzó un rayo sobre palacio y este incendió, le dijo al rey que ahora pagaría ese sacrilegio. Este comenzó a correr y cuando creía estar a salvo comenzó a transformarse poco a poco en una bestia, en un lobo. Estaba hambriento y cuando fue al acecho de unas ovejas, los pastores lo vieron, y corrieron tras él para matarlo.

Júpiter decidió poner al corriente de su decisión a los demás dioses, pero a estos les pareció un castigo demasiado severo el extinguirlos de la Tierra, Júpiter les dijo que había estado entre ellos, y que su maldad no tenía limites, pero estos no estaban de acuerdo, entonces decidió que al extinguirlos, repoblaría la tierra con una nueva generación de humanos. Prometeo, se encontraba encadenado en las laderas del Cáucaso, ya que había sido castigado por darles a los humanos el fuego de los dioses, un águila bajaba cada día al atardecer y devoraba su hígado y este volvía a formarse, para que al día siguiente pudiera ser devorado. Prometeo tenía el poder de la adivinación y cuando su hijo fue a verlo, le contó el plan de Júpiter y le dijo que convirtiera un arca para él y su esposa y así lograrían salvarse. El hijo de Prometeo, Deucalión, ya era anciano, pero trabajó sin pausa hasta conseguir hacer el arca y salvarse él y su esposa, ya que no tenían hijos y era lo único que amaba. Consiguió terminarla justo a tiempo, cuando el cielo oscureció. Y calló la primera gota de agua, entonces empezó a llover, llovió durante nueve días y nueve noches sin cesar. No se podía distinguir la tierra del mar, y solo había cadáveres por todas partes. Los pájaros sobrevivieron durante tres días pues volaron mientras pudieron, pero al final el cansancio les pudo. Tan solo vivían los animales en el fondo del mar. Ya no quedaba nada ni nadie, ahora reinaba el silencio y la muerte. Deucalión y Pirra estaban más unidos que nunca, Pirra no cesaba de llorar. Una tarde, de inmediato cesó de llover y Tritón comunicó que los animales marinos debían retroceder a sus antiguos límites. Durante dos días solo se divisó agua, pero al tercero ya comenzaba a verse las cimas de las montañas. Amarró el arca a una y cuando ya no había agua, bajó con su esposa a pie hasta el valle. Ambos se percataron de que la muerte se había adueñado de todo y no le vieron sentido a salvarse, ya que eran demasiado viejos como para repoblar la tierra. Había un templo el cual se había salvado y entraron a rezar. Allí se hallaba la estatua de Temis, la diosa de la justicia. Deucalión le preguntó si la Tierra volvería a ser poblada, esta no contestaba y ya frustrados, Pirra y su esposo, decidieron abandonar el templo, pero de pronto esta les dijo que ellos eran quienes debían repoblarlo. Cogieron piedras y las lanzaron sobre sus hombros como Temis les había dicho y estas comenzaron a convertirse en hombres.

Cuando ya había desaparecido toda el agua y brillaba el sol, aparecieron de nuevo los animales, las bestias, las plantas, todo volvió a renacer, pero al pie de una montaña, el limo calentado por los rayos del sol dio origen a una serpiente de enormes dimensiones, tenía el color del fuego y unos colmillos enormes en lo que tenía un veneno mortal. Engullía todo lo que encontraba a su paso, y los hombres pidieron ayuda a Apolo y este acudió a socorrerlos. Este la atacó con una lluvia de flechas hasta que agonizó. Apolo empezó a desperdiciar a los demás dioses y se creía superior a ellos por su hazaña. Un día se tropezó a Cupido el cual era más pequeño de lo normal y este se burló de él, debido que lanzaba flechas de amor. Cupido enfurecido le lanzó a Apolo una flecha de amor y a Dafne una de odio, este estaba enamorado de ella y a ella le espantaba él y nada más verlo iba a esconderse. Un día este logró sorprenderla y le pidió matrimonia pero ella le dijo que no creía en amor. Pero él no se rindió, ella asustada echó a correr y este a perseguirla, conforme avanzaba su amor iba en aumento, cuando estaba a punto de alcanzarla esta grito pidiendo la ayuda de su padre, el río Peneo, este al oírla utilizó su poder y la convirtió en un árbol. Entonces Apolo comprendió que nunca podría tener el amor de Dafne y decidió que las hojas de aquel laurel sería su símbolo.

Una mañana de primavera la ninfa Ío estaba bañándose en la fuente, cuando de repente unos pájaros revoloteaban y vio los ojos de Júpiter que estaban entre los árboles. Al ver su intensa mirada se asustó y echó a correr. Cuando se sintió a salvo el cielo se oscureció, y notó como unas manos la tocaban y unos labios la besaban. Júpiter se había convertido en niebla para seducirla. Tenía miedo pero resistirse no le sirvió de nada, aquel día conoció la intimidad del amor. Juno al ver la niebla desde el Olimpo sospechó que sería uno de las infidelidades de su marido y bajó a disipar la niebla. Júpiter estaba sentado junto a una vaca de ojos tristes, era Ío a la que Júpiter había transformado ya que sabía que su mujer vendría. Juno se quedó la vaca pues sabía que escondía un secreto y la dejó en manos de Argos, un gigante con cien ojos. La vigilaba noche y día sin perderla de vista y ella se sentía prisionera, ni su propia padre la reconocía, pero a ella tan solo le salían mugidos de su boca. Un día recordó que siempre dibujaba dos círculos a su padre y decidió hacerlo para que así la reconociera, su padre al ver el dibujo la reconoció. Júpiter al verla sintió lástima, quería liberarla. Pidió ayuda a su hijo Mercurio, el cual le dijo que para que Argos dejase de vigilar era necesario matarlo. Mercurio disfrazado de cabrero se sentó cerca de Ío, Argos al verlo no sospechó nada. Mercurio comenzó a tocar un instrumento y Argos sorprendido le pidió que se sentara junto a él. Mercurio comenzó a cantar, y le contó que era su instrumento, pues procedía de las ramas de un junto, en el que una ninfa se había convertido. Argos se durmió al escuchar la canción, y Mercurio le cortó el cuello, así jamás volvería a despertar. Juno para recompensar a Argos colocó sus ojos en las plumas del pavo real y mandó a atormentar a Ío hasta la desesperación. Ío ya rendida, miró al cielo y soltó un triste mugido, entonces Júpiter fue a pedirle a su esposa que dejara de torturarla. Al ver a Júpiter apenado, decidió dejar de torturarla. Ío volvió a transformarse en ninfa y del amor de Júpiter y este surgió Épafo, y al ser hijo de Júpiter le consideraron un dios.

Febo, cada mañana, atraviesa la Tierra dirección oeste, con su carro de oro tirado por cuatro caballos voladores y con su corona de fuego, es lo que llamamos Sol. Febo al atardecer baja por el horizonte hasta zambullirse en el Océano. Febo nunca tiene un sueño profundo, pues sabe que si un día se olvidara de hacer su labor la Tierra enloquecería. Una noche su hijo Faetón le hizo una visita inesperada. Muy serio le preguntó si era o no su hijo, Febo sorprendido le afirmó que si, pero su hijo continuaba serio, con tal de hacerlo feliz Febo le dijo que le concedería cualquier deseo y este le pidió llevar su carro. Tras algunas dudas, aceptó con tal de no defraudar a su hijo. Faetón al principio se dejó llevar por la envidia que tendrían sus amigos al haber llevado el carro, los caballos iban cuesta arriba y aún tenía sueño, pero cuando comenzaron a ir cuesta abajo, los caballos comenzaron a galopar y como este pesaba mucho menos que Febo los caballos iban demasiado rápido. Febo subió demasiado y puso ver las estrellas, y la constelación del Cangrejo como sus pinzas castañeaban. Horrorizado soltó las riendas y los caballos comenzaron a saltar, intentó recuperarlas pero siempre se le escapaban, al final las recuperó pero los caballos no le obedecían. Subieron tan arriba que las estrellas se estremecieron del calor, pidió ayuda a los dioses pero no le hicieron caso, y el carro bajó demasiado y lo quemó todo. Tan solo se oían gritos y todo era pánico. El propio carro estaba en llamas. Gea levantó su rostro y hablo con Júpiter, Júpiter comprendió que la locura de Faetón había llegado demasiado lejos y decidió ponerle remedio. Júpiter lanzó un rayo sobre el pecho de Faetón y los caballos asustados se desengancharon así del carro. El carro cayó cobre la Tierra y el cadáver de Faetón se hundió en el río Po. El resto del día la Tierra estaba a oscuras. Las ninfas sacaron el cuerpo de Faetón y durante cuatro meses no pararon de llorar. Los dioses decidieron convertir a las Helíades en arboles para que sufrieran menos. Las lágrimas de los arboles se convierten en ámbar. Cigno, un antiguo amigo de Faetón también perdió su antigua forma debido al dolor, se convirtió en un ave blanca, que siempre vuela baja temiendo cometer el mismo error que su amigo. Febo se sentía mal ya que sabía que había cometido un error al dejar el carro a su hijo pero estaba muy furioso debido a la crueldad que habñia cometido Júpiter. Indignado por el crimen cometido decidió no salir más a alumbrar la Tierra, Júpiter debería encargarse de ello. Los dioses asustados acudieron a consolarlo y el propio Júpiter a pedirle perdón por la muerte de su hijo. Febo comprendió que debía seguir iluminando el mundo, pero la luz del Sol es más tenue debido a la tristeza y hay días que Febo se esconde tras las nubes para llorar sin ser visto.

La Tierra estuvo desprendiendo calor durante mucho tiempo. Tuvo que pasar mucho tiempo, hasta que se volviera a ver recobrar vida todo lo que se había calcinado. Júpiter emocionado por el vencimiento de la naturaleza, se abrió al amor y se enamoró de la ninfa Calisto. Una mañana Calisto vio aparecer a Diana, y esta se sentó junto a ella y comenzó a besarla, pero Calisto descubrió que se trataba de un engaño y que en realidad era Júpiter. Este comenzó a besarla y a acariciarla con aún más fuerza. Cuando este se fue Calisto rompió a llorar. Los días siguientes se sentía muy culpable, ya que había dejado de ser virgen y Diana quería que todas sus doncellas lo fuesen. Un día fueron todas las doncellas y Diana a darse un baño, Calisto no quería desnudarse, pero una de las doncellas le arrebató la túnica, y todas descubrieron la curva de su vientre. Diana le dijo que no deseaba volver a verla, y Calisto tuvo al pequeño Arcas. Pero Juno enterada de la infidelidad de su marido decidió castigar a Calisto, la transformó en osa. Tras quince años, Calisto se encontró con un joven cazador, este era su hijo, pero él no reconoció a su madre y decidió lanzarle una flecha, pero Júpiter la paró en el último momento. Transformó a Arcas en un pequeño oso, y los elevó a ambos a lo alto del cielo, y las transformó en constelaciones, la Osa Mayor y la Osa Menos.

Mercurio, era un hábil ladrón, el mismo día que nació le robó a su hermano Apolo, cincuenta vacas, pero cuando estaba a punto de llegar a Pilos a dejarlas se encontró con Bato, un viejo pastor, y para que no dijera nada le dio una vaca. Para asegurarse que era de fiar, se transformó en un rico comerciante, y le dijo que le daría un toro y una vaca si le decía algo sobre las vacas, y este le dijo que lo había visto sin importarle lo prometido a Mercurio. Mercurio muy enfadado decidió transformarlo en una piedra.

Una mañana Diana salió a cazar con sus ninfas, y todas acudieron al valle Gargafia a pegarse un baño, al llegar Diana se introdujo en el agua e invitó a sus ninfas a entrar. Cerca de allí se encontraba Acteón, que volvía de cacería, y fue hacia la fuente a beber agua, al oír las risas se escondió entre los árboles y al observarlas quedo cautivo de una de ellas, se introdujo en la fuente y una ninfa lo vio, todas asustadas se escondieron tras Diana, Acteón no apartaba la vista de Diana y esta se sintió humillada. Diana muy enfurecida la transformó en un ciervo, para que nunca pudiera decir lo que había visto. Acteón asustado echó a correr y oyó el ladrido de sus perros de caza, entonces al reconocerlos decidió correr hacia ellos, pero cuando estaba a punto de llegar, se dio cuenta de que era un ciervo, la presa perfecta y decidió retroceder aunque ya tarde, pues los perros se aproximaban a él. Los perros iban cada vez más veloces y parecían no cansarse pues Acteón los había adiestrado para eso. Acteón ya cansado perdió toda la esperanza que tenía, pues veía a la jauría cada vez más cerca. Este se cayó, y sus perros lo acorralaron, uno a uno fueron atacándolo hasta que dejó de moverse. Lo desgarraron y se comieron toda su carne hasta que solo quedó el esqueleto y regresaron a donde su dueño les había dejado. Tanto sus perros como sus amigos, preocupados por su tardanza comenzaron a buscarlo por el bosque pero no encontraron nada. Muchos muy tristes no paraban de llorar pues no se imaginaban lo que le había pasado.

Tiresias iba por el bosque cuando dos serpientes enormes se enredaron para entregarse al amor. Este les pegó con su bastón para separarlas pues no le dejaban paso, y huyeron cada una en una dirección, Tiresias fue castigado pues a los dioses les molestó lo ocurrido. Tiresias fue transformado en mujer, un día despertó el amor de un muchacho y llegó a imaginarse dando a luz. Otra vez volvió a suceder lo mismo, al encontrarse dos serpientes las separó, pero esta vez le creció una barba recia del color del oro y sus hombros se ensancharon. Volvió a convertirse en hombre. Júpiter y Juno discutían sobre quien gozaba más del amor, y decidieron preguntarle a Tiresias pues había sido hombre y mujer, y Tiresias respondió que la mujer. Juno enfadada lo dejó ciego, pues había descubierto un secreto de las mujeres. Júpiter, apenado decidió recompensarle dándole la capacidad de ver el futuro y el poder de vivir seis veces más que cualquier otro hombre. Tiresias se hizo famoso por sus pre4dicciones y vivió durante seis generaciones de hombres.

A Júpiter el encantaba coquetear con la ninfas, y muchos días bajaba a la Arcadia tan solo para hablar con ellas, claro que sabía que si su esposa se enteraba, estallaría en un ataque de celos. Un día mando a una de las ninfas, Eco, para que entretuviese a su mujer y esta no se percatara de que su esposo había estado allí. Todos los días que Júpiter iba a la Arcadia, esta iba a entretener a Juno. Un día mientras Eco y Juno hablaban, oyó las carcajadas de su marido y descubrió el propósito de Eco, que tan solo era encubrir a su marido. Loca de furia decidió condenar a Eco a repetir las últimas palabras que hubiese oído, pero que no puede decir ninguna suya. Avergonzada se fue a lo más profundo del bosque y un día vio a un joven pastor y decidió espiarlo. Eco se enamoró del muchacho nada más verlo, pero no podía hablar, de repente rompió una rama y este la descubrió, ella apenada por no poder hablar decidió abrazarlo y Narciso asustado la empujó. Eco muy triste decidió refugiarse en una cueva durante unos días. Narciso había rechazado a todas las ninfas y doncellas que se le habían declarado, pero Eco se echaba la culpa a sí misma y acabó por convertirse en aire, tan solo quedó su voz. Todas las ninfas decidieron hablar con Némesis, experta en la venganza y castiga de hombres arrogantes. Su castigo se cumplió, la madre de Narciso le tenía prohibido beber de agua estancada, pero aquel día tenía mucha sed, y no se acordó, al acercarse vio su reflejo, intentó acariciarlo y besarlo, pues pensaba que era otro muchacho, hasta que se dio cuenta de que era él mismo. Una ninfa al verlo mirándose, fue a buscar a Liríope, su madre y contarle lo sucedido. Liríope ya llorando fue a toda prisa hacia donde se encontraba su hijo. Pues el anciano Tiresias le había dicho que su hijo tendría una larga vida tan solo si no se veía a sí mismo. Liríope intentó alejarlo de su reflejo pero este no hacía caso, desde aquel día tan solo miraba su reflejo, dejó de comer y dormir. Cuando estaba ya muriendo dijo unas palabras las cuales Eco repitió tristemente. Al morir se transformó en una bonita flor junto a la charca.

En Lidia había un hombre al que no le acompañó la suerte en toda su vida, y un día le dijo a su hijo Acetes que cuando muriera no tendría más herencia que las aguas del mar al que siempre iban a pescar y que mientras existiera el mar no le faltaría comida. Aquella noche el anciano murió. El joven Acetes quería honrar la memoria de su padre saliendo de la pabreza, y después de mucho esfuerzo consiguió comprar una barca. La suerte fue con él, y consiguió comprarse un navío y logró tener su propia tripulación. Sus marines y él, fueron a una isla llamada Quíos, cuatro de sus hombres se adentraron en la isla y allí encontraron a un joven muchacho al que llevaron consigo de vuelta a la orilla, y así de vuelta a su tierra venderlo como esclavo. Aquel hombre parecía superior a ellos, irradiaba luz a pesar de estar borracho. Acetes mandó soltarlo pues parecía un dios. Pero sus marinos no querían renunciar al dinero que ganarían si vendían a un muchacho joven y sano, e intentaron llevarlo al barco, pero Acetes se interpuso y uno de los tripulantes, Lícabas, le pegó un puñetazo y el capitán cayó al suela y se armó un revuela, tal que el joven salió de su borrachera. Engañaron al muchacho con llevarlo a su isla, y embarcaron. Lícabas ató al capitán, pues se negaba a participar en aquella fechoría. Pasaron junto a la isla de Naxos y el muchacho perdió su sonrisa, ya que pasaron de largo. Enfurecido se transformó en un hombre adulto, con barbas selváticas y mirada feroz. Era el dios Baco, las enramas que salían de su cuero cubrieron el barco y los tripulantes remaban sin conseguir nada. Asustados decidieron saltar al mar y Baco los transformó en delfines. Baco se acercó a Acetes y prometió protegerlo hasta el fin de sus días, y le pidió que lo llevara a su casa, pues la casa de Baco era también la de él.

Bajo Sicilia se encuentra el gigante Tifeo, al que los dioses castigaron y cuando trata de liberarse, toda Sicilia tiembla y la tierra se agrieta mientras árboles y casas caen. A veces, enfadado por no poder liberarse escupe fuego, y su vómito de lava emerge por el monte Etna. Plutón teme que la Tierra se agriete profundamente y la luz del Sol llegue hasta el infierno, porque las almas de los muertos enloquecerían de terror. Plutón siempre pasa por la isla para comprobar que todo está bien, un día vio a una muchacha, Proserpina, cuando está alzó la vista, Plutón ya estaba a su lado y ella asustada echó a correr, pero este la hizo subir en su carro. Ella intentaba escaparse del carro, pero Plutón no la soltaba de la cintura, la ninfa Cíane oyó los gritos de Proserpina y mandó a Plutón soltarla y se interpuso ante el carro, pero Plutón no paró y la ninfa se apartó. Plutón decidió ir al infierno, ya que la Tierra no era segura. Ceres, la madre de Prosperina la estaba buscando, buscó noche y día, y se recorrió toda la Tierra sin encontrar rastro. Ceres enfurecida transformó a un niño en una Salamandra ya que este se rio de su forma de beber. Tras mucho buscar, comenzó a llorar y la ninfa Cíane se percató de ello, pero le iba a ser difícil ayudarla, pues su cuerpo se habían transformado en lágrimas y no podía diferenciarse del agua de la laguna. Cínea dejó flotar el cinturón que le arrancó a Proserpina el día del rapto. Ceres, al verlo culpó a la Tierra y la maldijo diciendo que jamás sería fértil. La Tierra se convirtió en un páramo de escarcha y hielo. Una ninfa llamada Aretusa habló con Ceres para que dejara de castigar a la Tierra ya que su hija se encontraba bien, Ceres enfurecida fue al Olimpo a hablar con el padre de Proserpina y le dijo que o convencía a Plutón para que la soltase o la Tierra jamás daría fruto. Júpiter, fue a hablar con Plutón, ya que peligraba la vida del mundo, pero a este no le importaba ya que decía que los vivos no le importaban, él reinaba sobre los muertos, y no quería perder a Proserpina, porque estaba cansado de estar solo entre almas errantes. Pero finalmente le preguntó a su esposa si había comido algo estando en el infierno, ya que quien comía algo estando allí, no podría volver a la vida, ella dijo que no, aunque mintió, y un muchacho con grandes ojos le dijo a Plutón que mentía, Proserpina lloró más que nunca, aunque cuando dejó de hacerlo tan solo le tenía rencor a Ascálafo, y lo convirtió en un búho. Júpiter muy preocupado por la extinción de la Tierra fue a hablar con Plutón para que pasara parte del año en la Tierra y parte en el infierno, este accedió y Ceres al ver a su hija, hizo que la Tierra volviera a recobrar vida. Ceres también accedió a compartir a su hija, pero la Tierra está seis meses fértil y generosa y otros seis fría y triste.

Júpiter y su hijo Mercurio fueron a Firigia, para ver el comportamiento de los humanos y decidieron ver si era hospitalarios, ambos iban disfrazados de cazadores y en todas las puertas que tocaron nadie los acogía, y sin pronunciar palabras les cerraban las puertas, tras mucho tiempo Júpiter decidió castigarlos, pero Mercurio intentó apaciguarlo. Ambos decidieron tocar una última puerta, y en esta se hallaban dos ancianos, Filemón y Baucis que los invitaron a entrar. Eran pobres pero pusieron sobre la mesa toda la comida que había en la casa y los trataron como príncipes. Ambos estaban muy satisfechos por el trato, decidieron recompensarlos, los subieron a una montaña para que no fueron castigados como el resto de Firigia, esta se inundó, mientras su casa se convertía en un palacio, los dioses les dijeron que aún no estaban recompensados que les pidieran algo. Ambos pidieron ser sacerdotes del templo que ahora era su casa y morir ambos el mismo día. Baucis vio como a su esposo le salían ramas y su esposo vio como ella se convertía en árbol, cuando estaban a punto de darse el último beso se convirtieron en un árbol, de ahí el entrelazado de los dos árboles a la orilla del río de Firigia.

Proteo era el hombre de las mil caras, pues podía transformarse en quien quisiera, incluso en un animal, o una nube. Los hombres le preguntan cosas sobre su futuro, pero este siempre se transforma en algo con tal de no responder. Tan solo los hombros que consiguen atraparlo y abatirlo son los que obtienen respuesta.

Erisicton detestaba a los dioses, y decía que estos los dominaban por tenerles miedo, había un árbol en el bosque muy alto, consagrado a Ceres y mandó a dos esclavos a que lo talasen, pero estos dijeron que los dioses los castigarían si lo hacían. Erisicton finalmente comenzó a pegar hachazos al árbol y al cabo de un rato, el árbol comenzó a sangrar y sus hojas se volvieron pálidas. Uno de los esclavos le dijo que se parase ya que los dioses no se lo perdonarían, y este enfadado levantó el hacha y le cortó el cuello. Después se giró y siguió cortando el árbol, el otro esclavo asustado echó a correr. Se oyó una suave voz pidiendo que dejara el árbol, ya que cada árbol alberga en su interior una ninfa, y si este muere ella también. Erisicton siguió golpeando el árbol y la ninfa murió junto al árbol y Ceres que volaba por el cielo, cayó al suelo. Ceres para vengarse, mandó llamar al Hambre para que se apoderara de él y así castigarlo. El Hambre se apoderó de él, y cuando despertó sintió un gran vacía en su interior y pidió comida, sus criados le llevaron comida durándote toda la noche, pero este seguía teniendo hambre y más hambre. Mestra le comunicó a su padre que ya no había comida ni dinero para comprarla, entonces lo vendieron todo, y con el dinero ganado compraron comida, pero nunca la suficiente como para saciar el hambre de su padre. Erisicton decidió vender a su hija como esclava ya que también habían vendido la casa, Mestra andaba cabizbaja y le pidió ayuda a Neptuno por haberla robado su inocencia. Neptuno decidió ayudarla y la transformó en un pescador para así salvarla. El hombre que la había comprado comenzó a buscarla pero no la encontraba por ninguna parte. Cuando el hombre se fue, recobró su verdadero aspecto y regresó con su padre, y este volvía a venderla día tras día para comprar comida, pero un día ella no regresó, y Erisicton hambriento comenzó a devorarse a sí mismo.

En Tracia, Orfeo se pasaba el día cantando, su voz era espectacular, pues hasta el agua del río se paraba para escucharlo cantar. Un día se enamoró de Eurídice, y se casaron, pero el mismo día de la boda, ella murió y él dejó de cantar, siempre iba vagando con los ojos llenos de lágrimas. Orfeo todos los días le pedía a los dioses que le devolvieran a su esposa, pero como estos no le hacían caso, decidió bajar al infierno a rescatarla. Tras caminar muchos días al final llegó a un río de aguas negras, el cual dividía el mundo de los muertos y el de los vivos, a su orilla se encontraba Caronte, quien transportaba a los muertos al otro lado, pero se negó a llevar a Orfeo, ya que los vivos no podrían pasar la laguna, pero este lo convenció cantando. Una vez al otro lado, consiguió escapar de Cerbero, el perro de tres cabezas que está en las puertas del infierno. Una vez dentro, se puso ante Plutón y su esposa, este les pidió que dejaran regresar a su esposa, o dejarlo a él quedarse en el reino de los muertos, pues no quería vivir lejos de su amada, muy angustiado comenzó a cantar, todas las almas comenzaron a lloran y Plutón sobrecogido accedió a dejar ir a su esposa, con la condición de no mirarla hasta llegar a la luz. Una vez muy cerca, Orfeo sintió miedo de que su mujer no estuviese tras él y giró la cabeza, entonces la vio y vio como una fuerza poderosa la hacía volver a las profundidades del infierno. Decidió regresar a él a rescatar a su esposa por segunda vez, pero Caronte esta vez no accedió a llevarlo. Orfeo estuvo sentado en la orilla de la laguna durante siete años con la mirada perdida y cuando vio que no podía recuperar a su esposa, volvió a Tierra, a la cima de una montaña. Cuando cantaba y tocaba la lira, incluso las mujeres de la ladera de la montaña subían para verlo y quedaban sorprendidas, y le confesaban su amor. Pero él decía que el amor no trae más que desgracias. Estas se lo tomaron mal e intentaron matarlo, pero la música de Orfeo hacía milagros y no permitía acercarse a la muerte, pero ellas continuaron intentándolo sin ningún resultado. Orfeo dejó de cantar, y dejó paso a la muerte, su cabeza bajó por el rio hasta el mar Lesbos, allí una serpiente cuando estaba a punto de devorarla se transformó en una estatua de piedra, pues Apolo desde el Olimpo estaba observando aquella desgracia y no podía permitir que un músico como Orfeo tuviese ese final. Orfeo fue al infierno junto a su esposa Eurídice y ahora siempre están juntos, pues la muerte no los puede separar. Las cícones fueron castigadas por matar a Orfeo, y se covirtieron en grandes árboles.

Pigmalión era un hombre que dedicaba su vida a la escultura, todo el mundo hablaba sobre sus estatuas, ya que sabía expresar los sentimientos en ellas. Desde siempre andaba buscando el amor de su vida, pero no lo encontraba, un día, comenzó a esculpir, estuvo esculpiendo tres días, de sol a sol, hasta que terminó. Al finalizar quedó soprendido por la perfección de su escultura, y la trato como una mujer, una noche la besó e incluso se acostó a su lado, estaba enamorado. Aquella noche no durmió, estuvo toda la noche hablándole en susurros y besándola. Días más tarde, era fiesta en Chipre, fiesta de Venus, cuando Pigmalión fue a al altar, pedía a Venus en voz baja que le diera a una mujer que se pareciese a su escultura. Al llegar a casa, fue a acariciar a su escultura, y esta desprendía el calor de un ser vivo. Pigmalión se percató de que Venus le había concedido su deseo y le besó. La joven enrojeció, pero a la mañana siguiente se casaron y a los nueve meses dio a luz.

Una mañana, Cupido estaba con su madre, Venus, en el bosque y de repente apareció entre los árboles un muchacho llamado Andonis, que tenía una belleza insuperable, Venus lo contempló de tal manera que Cupido se puso celoso y la abrazó, una de sus flechas rozó el pecho de su madre y esta se enamoró de Andonis. Día tras días, iba persiguiéndolo y declarándole su amor, estaba tan obsesionada con él que dejó de lado su imagen, parecía una humana. A su lado era totalmente feliz, pero temía que el pudiese pasar algo en alguna de sus cacerías y le hizo prometer que nunca intentaría cazar a un león. Venus le contó una historia de una muchacha llamada Atalanta, que era muy bella y todos los hombres la deseaban, pero ella no quería casarse ya que tenía miedo a perderse a sí misma, un día les propuso que quien quisiera casarse con ella debía correr contra ella, y si ganaban se casarían y si perdían ella misma los mataría. Decenas de hombres días tras día iban muriendo, pero un día un muchacho llamado Hipómenes se enteró de todo y la imaginó como una criminal ya que no le vaía sentido a lo que esta hacía, pero al verla cambió de parecer, y le dijo de correr contra él. Pero a ella le parecía demasiado hermoso como para matarlo y le mandó marcharse, aunque este no le hizo caso ya que estaba enamorado de ella, y prefería morir a renunciar a ella. En el último momento temió a la muerte y le pidió ayuda a Venus, esta se la cedió y le entregó tres manzanos de oro que usó adecuadamente, y consiguió vencer, aquella misma tarde se casaron. Ella no estaba nada triste ya que estaba enamorada de él, y se le olvidó lo que el oráculo le dijo, que se vería privada de ella misma. Hipómenes nunca le agradeció nada a Venus y decía que había ganado la carrera por sus propios méritos. Venus enfadada cuando andaban frente al santuario de Cibeles los hizo desearse de tan manera que entraron al interior para gozar del amor frente a las imágenes de los dioses. Cibeles los hizo transformarse en leones, y por eso los leones desean vengarse de Venus y él no debe enfrentarse a ellos. Pero cuando se separaron Hipómenes fue a cazar a un jabalí, pero se acercó más de la cuenta y este le clavó sus colmillos en la ingle, Hipómenes lanzó un grito que sobrepasó las nubes, pero cuando Atalanta llegó, su amado ya estaba muerto y convirtió su sangre en una roja flor, la anémona.

En Mégara, llegó la guerra, el rey Minos de Creta, se adentró en ella con su ejército. Todos los ciudadanos de Mégara se asustaron ya que sabían que el rey Minos quería vengarse de ellos, ya que los culpaba de la muerte de su hijo. Todos acudieron al rey, pero este no estaba preocupado ya que entre su espesa cabellera de canas tenía un pelo color púrpura y mientras lo conservara la suerte acompañaría a Mégara, lucharon contra el ejército de Creta durante seis meses, cada día había numerosas bajas y la sangre parecía un río hacia el mar. La guerra se alargaba y todos se desesperaban por ganar. Escila, la hija del rey Niso, estaba muy apegada a él, y siempre lo buscaba para conversar con él, a media mañana, siempre subía a la torre más alta y rasgaba los sillares con un guijarro, ya que Apolo había apollado su lira, y el sonido de esta había quedad en las piedras. Un día desde la torre observó todo lo que estaba pasando, y vio a Minos, la parecía casi un dios, sintió la sensación de un amor imposible. Y aquella misma noche soñó con él, estaba enamorada y aunque quería a los suyos, era capaz de todo con tal de conseguir el amor de Minos. Finalmente su amor venció su fidelidad, y decidió ayudar a Minos a vencer a su padre, y así este los recompensaría con su amor. Escila entró una noche en la habitación de su padre y quitarle su cabello púrpura, entonces cuando se lo arrancó fue a la tienda de Minos para entregárselo a cambio de su amor. Minos le dijo que se alejara ya que no iba a recompensar a una traidora, le dijo que deseaba que la culpa le atormentara. Escila se fue llorando, y Minos atacó Mégara, fue una victoria muy fácil, y se volvieron a casa. Escila al ver las naves partir comenzó a gritar cara a la mar, pero la nave continuaba mar adentro, ella estaba tan enfurecida que adoptó una fuerza sobrehumana y comenzó a nadar tan deprisa que la alcanzó. Niso la observaba desde el cielo, ya que los dioses lo habían convertido en águila cuando estaba a punto de morir, y se lanzó sobre ella para hacerle pagar su ingratitud, y esta se soltó para protegerse pero antes de caer al agua se convirtió en un martinete, y en sus ojos se puede ver el sentimiento de culpa por los errores cometidos.

Minos estaba muchos años guerreando en el norte, y su mujer para aliviar su soledad paseaba a diario por Creta. Pesífane vio un toro blanco, con cuernos afilados y ojos negros, ella lo acarició y sintió pasión como la del hombre y la mujer a la hora del deseo. Nueve meses después Psífane dio a luz al Minotauro, que tenía cuerpo de hombre y cabeza de toro. Cuando Minos volvió, vio que su esposa le había sido infiel, y decidió matar al Minotauro, pero no pudo al mirarle a los ojos, pero le pidió a Dédalo, el mejor inventor de la época, que construyera una prisión para este. Lo llamó Laberinto, aunque no tenía rejas era imposible encontrar la salida. Una vez al año, Minos, llevaba al Laberinto a siete doncellas y siete muchachos para que le sirvieran de alimento. Teseo, decidió viajar a Creta para matar al Minotauro, ya que lo consideraba indigno. Cuando iba a adentrarse en el Laberinto, una muchacha le dio un ovillo de oro, ya que le haría falta para poder salir del Laberinto. Cuando el Minotauro lo vio se preparó para envestirlo, y Teseo lo esperó sin moverse y le clavó su espada en las entrañas, y salió del Laberinto. Le devolvió el ovillo a la muchacha, Ariadna, hija del rey Minos, la cual estaba enamorada de él. Teseo le dijo que se irían a Atenas y se casarían. Pero cuando el barco se adentró Teseo se arrepintió de haberlo hecho, pues no estaba enamorado de ella. Una mañana, el barco paró en la isla de Naxos y bajaron a comer, cuando Ariadna se quedó dormida, el barco zarpó. Cuando se despertó, lloró durante días, aunque Baco se enamoró de ella y se casaron. Baco le dio una diadema de oro que Júpiter convirtió más tarde en una constelación. Minos se enteró de que Teseo había robado a su hija, y como había conseguido salir del Laberinto decidió castigar a Dédalo y meterlo en él, junto con su hijo, decidió poner cinco guardias en la puerta para que así jamás pudieran escapar. Ícaro siempre iba sonriendo, pero cuando se vio encerrado, su rostro se ensombreció, Dédalo comenzó a imaginar maneras de salir y puesto que algunas salas no tenían techo, construyó dos alas enormes para así salir de allí. Consiguieron salir del Laberinto y quienes los veían corrían estampados, conforme iban avanzando Dédalo se tranquilizaba más al ver que su hijo sonreía y volaba correctamente. Dédalo comenzó a pensar en su futuro y dejó de mirar atrás para comprobar como estaba su hijo, Ícaro, frente a las costas de Samos, perdió el equilibrio y comenzó a caer, cuando soltó un grito su padre se percató de lo ocurrido, las alas de su hijo se deshacían, cuando cayó al suelo, Ícaro murió. Unos pescadores lo ayudaron a rescatar el cadáver que depositó en la isla más cercana, que recibió el nombre de Icaria.

Baco adoraba la buena vida, l final del grupo siempre iba Silano, un hombre gordo y calvo. Un día cuando iban por las montañas de Firigia, Sileno no paraba de tambalearse ya que estaba borracho y su burro, cansado, lo tiró al suelo, pero nadie se percató de ello. Durante diez días, lo dieron por muerto, Baco estaba destrozado ya que lo quería más que a nadie. Un tarde apareció acompañado de Midas, ya que unos esclavos lo habían encontrado y le habían llevado al palacio de Midas, y le habían celebrado diez banquetes en su honor. Baco agradecido decidió concederle a Midas el don que desease, este decidió que todo lo que tocase se convirtiera en oro. Todos lo que tocó de camino a su palacio, se convirtió en oro, cuando llegó a su casa cogió un trozo de pan, pero este se convirtió en oro, al igual que el vino, y se dio cuenta de que moriría de hambre, su hija fue a consolarle y este la abrazó, lo que la convirtió en oro. Midas le pidió a Baco que le quitase el don que le había dado, y le dijo que debía ir al nacimiento del rio Pactolo y sumergirse en sus aguas, para así librarse de su don. Cuando perdió el don, ya no quería riquezas, incluso dejó de palacio y vivió una vida sencilla en el monte Tmolo. Un día los dioses Pan y Apolo comenzaron a disputar, pues no tenían nada en común, tan solo su pasión por la música. Siempre intentaban llamar la atención de las ninfas, lo que los convirtió en rivales. Ambos decidieron tocar ante Tmolo para que él decidiera quien era mejor músico, la música de Pan hizo que las ninfas resplandecieran de alegría, cuando Apolo tocó, era la viva imagen de la perfección, y las ninfas se sintieron traspasadas por la emoción, cuando dejó de tocar les costó volver al mundo real. El vencedor fue Apolo, pero Midas protestó, ya que adoraba a Pan, pero Apolo ofendido le transformó las orejas en dos orejas de burro, y desde entonces utilizó un turbante para taparlas, durante un tiempo las escondió, pero un día el hombre que le cortaba las barbas cortó sin querer el turbante, y sus orejas aparecieron, entonces, amenazó. Al barbero el secreto le corroía por dentro y acudió al bosque, a un lugar donde no había nadie, se acercó a un agujero y le contó su secreto, días después, el lugar donde contó su secreto creció un cañaveral, y las cañas comenzaron a susurrar las palabras que habían oído, y todo el mundo se enteró de su secreto.

La joven Aracne tenía un taller, era la mejor tejedora de su tiempo, sus dedos poseían una destreza admirable, siempre iba gente a contemplar como trabajaba. Una mujer le dijo que parecía que Atenea le había enseñado a tejer, pero Aracne exclamó que Atenea no era nadie a su lado, una tarde alguien entró al taller y le dijo que le daría un consejo, Aracne la miró y vio que era una anciana, y esta renegó el consejo, pero esta le dijo que no debía creerse mejor que los dioses porque si no estos la castigarían, pero si ahora pedía perdón, seguro que Atenea, la perdonaría. Pero esta desafió la destreza de Atenea por segunda vez. La anciana se transformó en Atenea, y decidieron competir, pronto se llenó el taller de curiosos, las dos tejían sin parar, Atenea hizo en medio de su tapiz una escena que ella había presenciado, cuando el re Cécrope fundó una ciudad en Grecia. Neptuno y Atenea querían reinar esa ciudad y los dioses decidieron que el que mejor regalo le hiciera a esta, sería quien reinaría, Neptuno creó el caballo, los dioses pensaron que él sería el vencedor, pero Atenea creó el olivo, y esta se convirtió en la protectora de la nueva ciudad. Y junto a esta escena representó a todos los dioses y a algunos hombres castigados por desafiarlos. Aracte estaba segura de ganar, esta había dibujado en el centro del tapiz a una joven con larga melena que cruzaba el mar a lomos de un toro, se llamaba Europa. Esta había nacido en Tiro, era una joven llena de encantos. Júpiter situó a esta muchacha en el centro de sus deseos, y quería tenerla entre sus brazos. Este ideó un plan para poder tenerla, una mañana Europa estaba cerca de la playa donde había una manada de bueyes, pero ella reparó en un toro que le pareció la criatura más hermosa del mundo y se acercó a ella, cuando lo estaba acariciando sus criadas comenzaron a gritarle para que se alejase de él, ya que pensaban que podría hacerle daño, pero ella no respondía y seguía acariciándolo, estas no cesaban de gritar y Europa les dijo que no hacía nada. Europa confiada se subió a lomos del toro y este comenzó a caminar a paso lento, pero finalmente, este comenzó a correr y ella empezó a sentir miedo y se agarró a los cuernos para no caer, cuando llegó al agua la bestia no paró, y siguió galopando sobre el agua. Pronto después, Europa se dio cuenta de que el toro era realmente Júpiter, el que le había tendido una trampa. Aracne había retratado a Europa justo cuando el toro estaba atravesando la mar. Parecían figuras reales, y también intentó representar que los dioses eran esclavos de la pasión y que no dudan en engañar a los mortales cuando quieren hacer realidad su pasión. Cuando Atenea vio el tapiz de Aracne vio su perfección y que era mejor que el suyo, también vio con la intención que dibujó a los dioses y furiosa comenzó a gritar y se lanzó sobre su tapiz y lo hizo trizas, tras esto golpeó a Aracne en la cabeza con una lanzadera. La gente pensó que la mataría, Aracne se vio en un callejón sin salida, y decidió ahorcarse, pero Atenea no lo permitió, ya que daría la imagen de una desalmada, pero la hizo cumplir un castigo y la convirtió en araña y hizo que todos sus descendientes también lo fuesen, así se pasaría la vida colgada y tejiendo sin parar.

Temas

Habla sobre el destino, ya que nosotros por mucho que queramos que algo suceda a veces simplemente no puede ser, y muchas veces no podemos controlar nuestras vidas, ni lo que nos va a suceder en un futuro.

Se puede observar el tema del miedo, cuando Urano encierra a sus propios hijos por miedo a que estos lo quieran matar para obtener su poder.

También trata temas como el egoísmo, ya que los dioses en muchas situaciones son egoístas y tan solo piensan en lo que ellos quieren y utilizan a los humanos para su propio beneficio sin darse cuenta que pueden hacer daño y sin pensar en lo que siente la otra persona.

Se puede ver como habla de la venganza, ya que todos los humanos que han cometido errores o han hecho algo a los dioses, acaban castigados, ya que los dioses solo quieren vengarse de ellos ya que se ven superiores. O cuando un dios le era infiel a otro y acababa vengándose de él.

Habla sobre el amor, que se ve cuando Orfeo bajo a los infiernos a por su esposa, ya que esta había muerto y no podía vivir sin ella.

Personajes

Apolo: dios de la poesía, la música, la belleza, la inteligencia, la adivinación y la luz. Es hijo de Júpiter y hermano gemelo de la diosa Diana, y destaca por su hermosura sublime y por el virtuosismo con que toca la lira. Apolo es el dios que otorga el don de la profecía y la gracia del canto.

Atenea: es una diosa. La ciudad de Atenas recibe ese nombre en honor a ella, es hija de Júpiter.

Aurora: dios del amanecer y madre de los vientos, llamada Eos por los griegos. Coloreaba el firmamento con sus dedos rosados, y cada mañana, a primea, abría las puertas del cielo para que el carro del Sol lo recorriera y pudiese así iluminar el mundo.

Baco: dios del vino, la fiesta, la orgía y el delirio místico. Nació del muslo de Júpiter, y fue llamado Dionisos por los griegos. Baco solía viajar en un carro tirado por panteras y adornado con hiedra y pámpanos.

Ceres: diosa de las estaciones y las cosechas, y en especial del cultivo de cereales. Los campesinos la invocaban para pedirle que sus tierras fuesen fértiles, pues sabían que las plantas, las flores y los frutos sólo brotaban si Ceres lo consentía. Ceres, a quien griegos llamaban Démeter, es hermana de Júpiter y de Plutón, y madre de Proserpina, la resina de los infiernos.

Cibeles: diosa de la fertilidad, de la que depende la potencia vegetativa de la tierra. Se la representa como una mujer corpulenta que lleva en la cabeza una corona de torres y que conduce un carro tirado por leones. En la mitología griega, Cibeles recibe el nombre de Rea.

Cíclopes: tres criaturas gigantescas de aspecto monstruoso, provista cada una con un único ojo. Nacieron de la unión de Gea y Urano y son seres violentos de fu7erza portentosa y gran habilidad manual. Saturno encerró a los cíclopes en el fondo de la Tierra, pero Júpiter los liberó, y ellos, en agradecimiento, le entregaron el trueno, el relámpago y el rayo, útiles que Júpiter emplea desde entonces como armas de guerra. Cada uno de los tres cíclopes tiene su propio nombre, relacionado con el arma que le regaló a Júpiter: Brontes (el atronador), Estéropes (el relámpago), Arges (el rayo).

Cupido: dios del amor, llamado Eros por los griegos. Es hijo de Venus, y se le atribuye un carácter rebelde, impulsivo y travieso. Está dotado de alas, y utiliza su arco para disparar flechas al corazón de los seres humanos y de los dioses e inocularles así la pasión del amor.

Diana: diosa de la caza, la luna y la castidad, a la que ella misma vive consagrada. Se la suele ver recorriendo valles y bosques con un arco en la mano, en compañía de un séquito de ninfas. Diana llamada Ártemis o Artemisa por los griegos, se encarga de dar muerte a las mujeres que fallecen durante el parto y de proteger a las belicosas amazonas, las mujeres guerreras de Asia.

Febo: dios del sol. En algunas mitografías, es identificado por Apolo pero Ovidio distingue entre ambos dioses.

Fortuna: entre los romanos, diosa que decide la suerte de las personas. Se la representa casi siempre ciega y con un timón en la mano, con el que dirige la vida de los hombres.

Furias: diosas terribles nacidas de las gotas de sangre que se desprendieron de los genitales de Urano el día en que Saturno los segó. Las furias se corresponden con las erinias friegas y son tres: Alecto, Tisífone y Megera. Se dedicaban a vengar los crímenes, en especial los que se comenten dentro del ámbito familiar. Persoguen sin tregua a los asesinos y les infligen torturas insoportables clavándoles sus poderosas garras. Según algunos autores, las furias se desplazaban arrastrándose por el suelo, aunque a veces vuelvan a gran velocidad gracias a sus grandes alas. Su boca chorrea sangre a todas horas, y por su cabellera se asoman horrorosas serpientes. Algunas tradiciones aseguran que bastaba con mencionar a las furias para excitar su cólera y ganarse un castigo, razón por la cual los griegos solían mencionarlas por medio de un eufemismo: las llamaban «las Euménides», es decir, ‘las benévolas’.

Gea: diosa de la Tierra, sobre la que brotaban plantas, discurren los ríos y habitan los animales y los hombres. En lo más hondo de su cuerpo se esconden los infiernos, el lugar adonde van a parar las almas de los muertos.

Hecatónquiros: tres gigantes de cien brazos cada uno que nacieron de los amores de Ges y Urano. Se llaman Coto, Briareo y Giges.

Juno: diosa de las mujeres, el matrimonio y el parto, a la que los griegos llamaron Hera. Es la esposa de Júpiter y, por lo tanto, la emperatriz de los dioses. En lo mitos, aparece como una divinidad indomable, de carácter irascible y vengativo. Juno es muy celosa, y vive atormentada por las continuas infidelidades de su esposo. Los romanos la invocaban para pedir la fidelidad de sus cónyuges.

Júpiter: dios supremo de los romanos, rey de los otros dioses y señor del Olimpo. Es el encargado de garantizar el orden del mundo, y domina el cielo y todos los fenómenos atmosféricos, entre ellos el rayo, que usa como arma de guerra. Júpiter es el más inteligente y el más sabio de los dioses, y se le considera casi imbatible. Los griegos lo llamaban Zeus.

Marte: dios de la guerra, que recibió entre los griegos el nombre de Ares. Tenía un temperamento feroz y aconsejaba la violencia como medio idóneo para solucionar todo tipo de problemas. Se solía representar armado con casco, coraza, escudo, lanza y espada.

Mercurio: dios que protege a los comerciantes, los ladrones, los embusteros y los caminantes, y que se encarga de conducir las almas de los muertos hasta las mismas puertas del infierno. Mercurio es uno de los hijos predilectos de Júpiter, y destaca por su astucia, su facilidad de palabra y su pericia para el robo, que empezó a practicar nada más nacer. Rápido y diligente, sirve de mensajero a las divinidades del Olimpo, y se desplaza a gran velocidad por medio de las alas que lleva en los tobillos y el sombrero. En su mano se ve siempre el caduceo, una varita mágica forjada en oro que tiene dos serpientes entrelazadas. A Mercurio, los griegos lo llamaban Hermes.

Minerva: diosa de la artesanía, los oficios domésticos, la estrategia militar, la inteligencia, la cautela y la sabiduría práctica. Minerva era la patrona de Atenas y la hija predilecta de Júpiter. Se dice que nació de la cabeza de su padre, es decir, que fue gestada en contacto directo con el cerebro de Júpiter, lo que explicaría su inteligencia excepcional. Algunos aseguran que Minerva tenía ojos de búho, señal de su enorme sabiduría. Se la solía representar como una diosa de elevada estatura, porte majestuoso y rasgos serenos, cubierta con una armadura y provista de una lanza. A Minerva, tanto los griegos como el propio Ovidio la llamaban Palas Atenea.

Némesis: diosa de la venganza, encargada de castigar la desmesura y el crimen.

Neptuno: dios del mar, al que los griegos llamaban Poseidón. Su emblema era el tridente, que le servía para sacudir la tierra y levantar olas inmensas.

Océano: dios perteneciente al grupo de los titanes, identificado con el río inmenso que, según pensaban los griegos, rodeaba el mundo como un cinturón.

Pan: dios de los pastores y de los rebaños, que tiene torso de hombre pero paras y cuernos de macho cabrío. El aspecto general de Pan es tan espantoso que atemoriza a todo el que se cruza en su camino. Su misma madre se aterró al verlo por vez primera, motivo por el que decidió abandonarlo. Pan es muy rápido y ágil en la carrera, y salta sobre las rocas con gran habilidad gracias a sus pezuñas de cabra. Como el instinto amoroso es muy potente en él, se pasa la mayor parte de su tiempo persiguiendo a las ninfas por bosques y valles.

Plutón: dios de los infiernos, al que los griegos llamaban Hades. Por su carácter severo, es respetado e incluso temido no sólo por los hombres, sino también por las deidades. Los seres humanos lo invocan para pedirle la muerte de sus enemigos. Plutón es el más rico de los dioses, pues tiene más súbditos que ninguna otra divinidad, dado que reina sobre los muertos, cuyo número sobrepasa en mucho al de los vivos. Cuando viaja a la Tierra, lo hace siempre a bordo de un carro de oro del que tiran cuatro caballos inmortales.

Prometeo: hijo del titán Jápeto. Según cierta tradición, Prometeo fue el encargado de crear a los primeros hombres, a los que modeló con arcilla. En todo caso, se le consideraba uno de los grandes benefactores de la humanidad, pues engañó varias veces a los dioses para ayudar a los hombres. Su hazaña más conocida consistió en robarles el fuego a las divinidades del Olimpo con el objeto de entregárselo a los seres humanos. De esa manera, la humanidad pudo calentarse, cocinar los alimentos y fundir el metal en la forja a fin de confeccionar armar y herramientas de caza y labranza. En castigo, Júpiter encadenó a Prometeo a las laderas del Cáucaso, donde un águila se encargaba de devorarle el hígado todos los días. Prometeo tenía, por otro lado, el don de ver el futuro: de hecho, su nombre, en griego, significa ‘mirar hacia delante’.

Proserpina: diosa que reina los infiernos junto a su esposo, Plutón. Los griegos la llamaban Perséfone.

Rea: titánide que fue engendrada por Gea y Urano. Rea se desposó con su hermano Saturno, con quien tuvo seis hijos: Vesta, Ceres, Juno, Neptuno, Plutón y Júpiter.

Saturno: dios perteneciente a la primera generación divina. Es el más joven de los seis titanes que gestó Gea, y se identifica con el griego Crono. Su emblema es la hoz, con la que Saturno castró a su propio padre, el dios del Cielo.

Sileno: dios menos, hijo de Mercurio, que destaca por su fealdad y perspicacia. Sileno es gordo, calvo y barrigudo, y tiene unas orejas puntiagudas de caballo. Dadas su inteligencia y sabiduría, Júpiter le confió la educación de su hijo Baco, de cuyo séquito Sileno forma parte.

Tártaro: dios terrorífico que se identifica con los infiernos, un territorio oscuro e insalubre situado en lo más hondo de la Tierra. En el Tártaro acaban recluidos los dioses derrotados o castigados por sus rivales. Se trata de un lugar tan profundo que, según los poetas antiguos, si lanzamos una roca al Tártaro desde la superficie de la Tierra, tarde nueve días y nueve noches en llegar.

Temis: diosa de la prudencia y de la justicia. Lo mismo que las otras titánides, nació de la unión de Gea con Urano.

Titanes y titánides: doce seres inmortales, de belleza impecable y fuerza colosal, que nacieron de la unión de Urano y Gea. A los seis varones (Océano, Ceo, Crío, Hiperión, Jápeto y Saturno) se les llamaba titanes, mientras que las seis hembras (Tía, Rea, Temis, Mnemósine, Febe y Tetis) reciben el nombre de titánides. Los titanes se enfrentaron a los dioses olímpicos, acaudillados por Júpiter, en una batalla cósmica conocida como Titanomaquia.

Tritón: dios marino, hijo de Neptuno, que tiene torso humano y cola de pez. Obra como mensajero de las deidades del mar y habita en un palacio dorado rodeado de matas de coral. Allá donde va, Tritón lleva consigo su caracola, sobre la que sopla como si se tratara de una trompeta para indicarles a las olas cuándo deben alborotarse y cuándo tiene que permanecer en calma.

Urano: dios del Cielo, que entabló amores con Gea poco después de la Creación y reinó sobre el universo hasta que fue derrocado por su hijo Saturno.

Venus: diosa de la belleza la ternura, la seducción y el deseo sexual. Se corresponde con la Afrodita de los griegos, y es la madre de Cupido, el dios del amor. Venus nació del agua cuando Saturno arrojó al mar los genitales mutilados de Urano. Por su hermosura excepcional se la considera la diosa más atractiva y seductora del Olimpo. Está casada con el dios Vulcano, al que le es infiel con frecuencia. Sus símbolos son el cisne y la paloma.

Vesta: diosa protectora del hogar, identificada con la Hestia de los griegos.

Vulcano: divinidad del fuego y de la herrería que, en la mitología griega, recibe el nombre de Hefesto. Es hijo de Júpiter, y destaca por su fealdad su cojera, se dice que, cuando Vulcano vino al mundo, su madre, la diosa Juno, quedó tan horrorizada con su aspecto que lo arrojó desde la cima del Olimpo para que los otros dioses no pudieran verlo. Al caer, Vulcano se rompió las piernas, razón de su eterna cojera. Vulcano es hombre ingenioso de gran inventiva y posee asombrosas habilidades manuales que le permiten fabricar bellas joyas, armas invulnerables y sofisticadas herramientas. A pesar de su fealdad, ha sido amante de algunas de las mujeres más hermosas de la Tierra, y es esposo de la mismísima diosa Venus, que aventaja a todo el mundo en belleza.

Crítica de los dioses

Los dioses son muy rencorosos como se puede ver cuando Atenea convierte a Aracne en una araña, ya que esta la desafía y la gana. Esto ocurre en numerosas situaciones a lo largo del libro, pero con distintos personales. Los dioses no permiten que nadie les engañe ni los desafíe, ya que por el simple hecho de ser dioses dicen ser superiores. Hay veces en que los humanos se merecen un castigo, pero los dioses tampoco se comportan correctamente, al menos no en todas las situaciones. Sin embargo, en otras los dioses recompensan a los humanos por su buen comportamiento o por su buena actitud ante ellos, como se puede ver cuando ayudan a los dos ancianos, Baucis y Filemón, ya que se portan bien con ellos y todas las demás gentes del pueblo no, entonces deciden liberarlos del castigo al que someten al pueblo y les cumplen su deseo.

Algunos dioses como por ejemplo la mujer de Minos, son infieles a sus maridos o mujeres y tienen hijos con otra gente, este es un comportamiento no adecuado para los dioses, ya que se supone que deben dar ejemplo, y hace que no se puede confiar en ellos, ya que todos se engañan, al igual que en numerosas ocasiones engañan a los humanos, para averiguar cómo son realmente.

También se puede ver como muchos dioses fuerzan a ninfas para hacer el rito de amor, ya que estas son muy hermosas y ellos las desean, y abusan de ellas sin importarles lo que puedan sentir o pensar, se dejar llevar por la pasión en numerosas ocasiones, incluso a veces engañando a sus propias mujeres. Y en estos casos, ellas se vengan de las ninfas y no de su marido, cosa que no debería ser así, ya que las ninfas no tienen culpa de lo que ha sucedido. Otras veces se transforman en animales u otras personas para así conseguir, que las ninfas se acercasen y aprovecharse de ellas.

Conclusión

De este libro he sacado la conclusión de que no merece la pena desafiar a alguien que se cree superior, ya que intentará dejarte en ridículo aunque le venzas e intentará vengarse de ti si lo dejas en mal lugar.

También que no se debe intentar engañar a los dioses ni tratarlos mal, ya que te llegará tu castigo, lo que significa que no debemos tratar mal a nadie, porque si no más tarde nos tratarán mal a nosotros.

En el libro también se ve como los dioses recompensar a la gente que los trata bien, lo que quiere decir que si tratamos bien a las personas, más tarde nuestros buenos actos serán recompensados.

También que la vida no siempre es justa para todos, ya que a mucha gente le suceden cosas malas cuando ellos no han hecho nada o incluso mueren o son asesinados sin ninguna razón, por lo que debemos apreciar lo que tenemos, cuando lo tenemos porque puede que algún día lo perdamos y entonces, lo eche mos de menos.

Bibliografía

Sánchez, Agustín, Metamorfosis, España, Vicens Vives, 2012.




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Enviado por:Alba Martínez
Idioma: castellano
País: España

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