Literatura


La tía Tula; Miguel de Unamuno


Introducción

Muchas veces en una obra literaria o en un personaje de ella, el autor, como en el caso que nos ocupa, Miguel de Unamuno, refleja su personalidad, sus pensamientos, sus creencias, etc. En 1921, publica la última de sus novelas extensas: La Tía Tula, en la que se acerca más al propósito habitual de todo novelista, el de contar historias completas de hombres vivos reales, complejos psicológicamente, frente a sus tendencias a mostrarnos personajes esquemáticos de rasgos hipertrofiados. La complejidad humana de éste personaje, quizá venga determinada por la intención del autor, Miguel de Unamuno, de preguntarse, no por uno, sino por varios de sus problemas.

Los temas que se plantean en la novela La Tía Tula, son fundamentalmente los siguientes:

  • el decisivo y constante tema de la personalidad , es en este caso, la maternidad real en cuanto a criadores de almas de Tula, es decir Gertrudis, frente a la maternidad únicamente física de Rosa;

  • la inadecuación general e inexplicada de las relaciones hombre - mujer y la consiguiente soledad del individuo;

  • la posibilidad de proyectarse espiritualmente sobre los más jóvenes por medio de la educación.

Asimismo, la casa parece ser el tema de La Tía Tula. La casa de Gertrudis, el hogar en que conviven Tula y su hermana Rosa; luego la casa de Rosa, su marido Ramiro y los hijos de ambos; la del viudo Ramiro, con los niños y Tula; y, finalmente, la que se va continuando con los años, manteniendo encendido el fuego de “hogar” de la convivencia familiar.

Con una prodigiosa economía de recursos, con inaudita sobriedad, Miguel de Unamuno, nos introduce, sin perder línea, en el meollo de la historia y en el fondo del alma de sus personajes.

Comenzaremos a desarrollar si la religión cristiana es la que hace que el principal personaje de la novela, La Tía Tula, es decir Gertrudis, se convierta en una persona tan feminista.

La interpretación bíblica y el papel de la mujer 

Históricamente el análisis bíblico sobre el tema de las relaciones hombre-mujer ha sido exclusivamente jerárquico. Solamente a partir de la última generación un número importante de analistas han mantenido que las Escrituras enseñan igualdad y sumisión mutua en vez de jerarquía entre los dos sexos.

En el caso concreto de la mujer, durante siglos se defendió que su status subordinado se basaba en su naturaleza inferior. Hoy día, los que defienden dicha subordinación la basan en el concepto de "igualdad esencial y diferenciación funcional", sin que por ello piensen que están atentando contra los supuestos explicativos que usaban quienes defendían la inferioridad de la mujer estaban equivocados.

Para Tomás de Aquino, está de forma natural sujeta al hombre, porque en el hombre predomina la razón. Este concepto sobre la mujer no cambió con la llegada de la Reforma. Tanto Lutero como Calvino pensaban que la mujer era inferior al hombre. En palabras de éste último "las mujeres por naturaleza (esto es, por la ley natural de Dios) nacen para obedecer, porque todos los hombres sabios siempre han rechazado el gobierno de las mujeres, como monstruosidad contranatura".

En la novela de Miguel de Unamuno, Gertrudis, la protagonista, tiene un pensamiento totalmente opuesto al de los hombres recientemente nombrados. Tula tenía una personalidad semejante como para hacerlos cambiar de opinión. Además Gertrudis, en vez de obedecer a los hombres, es la que da las órdenes.

“- ¿Qué, qué es eso?, ¿qué es eso de probarnos? ¿Crees que la conocerás mejor dentro de un año? Peor, mucho peor…

  • Y si luego…

  • ¡No pensaste en eso al pedirla antes de entrar aquí!

  • Pero, Tula…

  • ¡Nada de Tula! ¿La quieres, sí o no?

  • ¿Puedes dudarlo, Tula?

  • ¡Te he dicho que nada de Tula! ¿La quieres?

  • ¡Claro que la quiero!

  • Pues la querrás más todavía. Será una buena mujer para ti. Haréis un buen matrimonio.

  • Y con tu consejo…

  • Nada de consejo. ¡Yo haré una buena tía, y basta!”

Ella misma es la que nos hace saber que no le gusta que la manden. Como por ejemplo cuando Ramiro, viudo de Rosa, le pregunta por qué ella no había sido monja, y Tula le responde “No me gusta que me manden”.

Todos los personajes ya nombrados, estaban convencidos de que sus puntos de vista descansaban en bases bíblicas, sin darse cuenta de que sus propios horizontes culturales les habían conducido realmente a una interpretación errónea. La tradición, por tanto, no siempre nos deja los mejores ejemplos de exégesis.

En primer lugar vamos a analizar lo que se ha venido en llamar la "prioridad de la Creación". De acuerdo con esta posición, Dios estableció la jerarquía hombre-mujer con anterioridad a la Caída, lo cual justifica la prioridad del liderazgo de los hombres en la iglesia, la familia y la sociedad. Aunque en este último caso ya no se mantenga. Sin embargo, a principios de siglo XX, en pleno movimiento feminista, todavía se apelaba a las Escrituras para negar el voto a las mujeres, por considerar que su papel de subordinadas les impedía estar en paridad política con los hombres.

La designación "hombre" es un genérico para "seres humanos", que incluye tanto al hombre como a la mujer.

Este era un término que Tula parecía confundir con frecuencia. En uno de los tantos diálogos que tuvo con Ramiro, el mismo le cuestionó que no la veía con afición a casarse y le dijo que si ella lo aceptara no le hubiesen faltado novios. A todo esto ella le responde “…No soy hombre, y la mujer tiene que esperar a ser elegida…”. Aquí es donde apreciamos la confusión que le presta a Gertrudis el vocablo “hombre”.

Cabe destacar, que si bien Tula confunde este concepto tiene claramente definido para qué está la mujer en este mundo. Según sus definiciones Gertrudis afirma que la mujer está presente para casarse, tener hijos, atender los asuntos de la pareja o de lo contrario para hacerse monja, vivir en un convento y vestir santos. Aquí vemos un específico ejemplo en donde Gertrudis se dirige de una forma espontánea a su hermana, Rosa, en donde afirma lo que piensa acerca de ella y pronosticándole el futuro:

“Ya sabes que yo no me guaseo. Parézcanos bien o mal, nuestra carrera es el matrimonio o el convento; tú no tienes vocación de monja; Dios te hizo para el mundo y el hogar; vamos para madre de familia… No vas a quedarte a vestir imágenes. Dile, pues, que sí.”

Esto se ve todavía más claro en Génesis 5; 2: “Criólos varón y hembra, y echóles su bendición: y al tiempo que fueron criados, les puso por nombre Adán y Eva.”

Al varón y a la mujer se les asigna la específica e igual tarea de apoderarse de la tierra. Es por eso que el verbo en hebreo está en plural: "tengan potestad". La mujer no formaba parte de la creación sobre la cual el hombre iba a tener dominio. Ambos son igualmente autorizados por Dios para actuar como sus vice-regentes en la tarea de señorear la tierra.

Tula desconocía todo esto, por lo que no lo nombra mucho a Jesús ni tampoco era muy seguidora del Salvador. Ella buscaba una imagen femenina en quien creer. Por eso mismo era devota de Santa Teresa de Ávila y de la Santa María Virgen. Así lo vemos cuando su tío, Don Primitivo, fallece donde Tula y su hermana, Rosa, le rinden culto y lo veneran tal cual él les había enseñado, desde muy pequeñas con tanta dedicación y respeto.

“-El nos llenó la vida casi silenciosamente, sin decirnos palabra, con el culto de la Santísima Virgen Madre, y con el culto también de nuestra madre, su hermana, y de nuestra abuela, su madre.¿Te acuerdas cuando por las noches nos hacia rezar el rosario, cómo le cambiaba la voz al llegar a aquel padrenuestro y avemaría por el eterno descanso del alma de nuestra madre, y luego aquellos otros por el de su madre, nuestra abuela, a la que no conocimos? En aquel rosario nos daba madre y en aquel rosario te enseñó a serlo.”

Tanto el hombre como la mujer son portadores de la imagen de Dios, por lo que lo femenino refleja la imagen de Dios tanto como lo masculino.

Los llamados Padres de la Iglesia, aunque equivocados, al menos eran coherentes cuando postulaban que la naturaleza subordinada de la mujer le impedía simbolizar la excelencia de la imagen divina.

En la obra “La Tía Tula”, la principal protagonista, Tula, cambia el rol de subordinación, ahora es ella quien controla al varón y se superpone a la masculinidad.

“¡Ah - se dijo - , lo que necesita es una ama de casa, una que le quite, que le ponga sobre la cama la ropa limpia, que haga que se le prepare el puchero…, peor, peor que el remedio, pero aún! ¡Cuando uno no es remedio es animal doméstico, y la mayor parte de las veces ambas cosas a la vez! ¡Estos hombres!... ¡O porquería o poltronería!”

Hoy en día, sin embargo, los que defienden dicha subordinación mantienen que la mujer también es portadora de la imagen divina, pero en ese caso, ¿cómo puede ser uno subordinado al otro si los dos géneros están contenidos dentro de su Ser?

En este relato del proyecto creador de Dios no hay nada que indique que el propósito de la diferenciación sexual tuviera la intención de que una mitad de la humanidad gobernara a la otra mitad. Por otra parte, el hecho de que no se haga ninguna referencia a roles de autoridad entre el hombre y la mujer en un capítulo que está impregnado del concepto de organización jerárquica, indica que su relación era de igualdad y reciprocidad y que cualquier concepto de supremacía de uno sobre otro le es ajeno y no puede ser impuesto sobre él. Tal principio ni se menciona ni está implícito en el relato de la Creación.

Al creer Gertrudis, equívocamente que Dios se reflejaba en el hombre. Y a la vez entender que hombre es sinónimo de persona de sexo masculino. Ella juzgaba al cristianismo diciendo: “¡El cristianismo, al fin, y a pesar de la Magdalena, es religión de hombres; masculinos el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo!...”

En los textos de la creación está visiblemente ausente cualquier referencia a un mandato divino en el sentido de que el hombre ejerza autoridad sobre la mujer. Si tal estructura hubiera formado parte del propósito de Dios, habría sido claramente ordenado como en los otros casos. La total ausencia de tal comisión indica que no formaba parte de la intención de Dios, por lo que antes de la Caída ambos disfrutaron de una relación de completa igualdad.

Además de la diferenciación que hicieron con la mujer en el acto de creación del ser humano, también hubo una gran diferencia cuando Jesús tuvo que elegir a sus doce apóstoles, eligió a todos varones. No era necesario que así lo fuese, bastaba con elegir a doce seres humanos. Esto es cierto, pero también es importante tener en cuenta que además de varones eran israelitas, estaban circuncidados, algunos estaban casados, etc., y, sin embargo, el único dato que se presenta como inamovible es el de que eran varones, mientras que los demás datos se consideran culturales. No se tiene en cuenta que Jesús, como buen judío, quería restaurar el nuevo Israel, y que la tradición de su pueblo le imponía de forma simbólica elegir a doce (uno de cada tribu de Israel), además varones (las mujeres no hubieran representado la tradición) y por supuesto israelitas (si hubiera incorporado a un gentil, ya se hubiera roto la continuidad).

Nuevamente volvemos a citar la frase en la cual Gertrudis depone radicalmente al Cristianismo: “El Cristianismo, al fin, y a pesar de Magdalena, es religión de hombres (…)”.

Esto demuestra que sólo se dice una parte de la verdad, y que los datos que no interesa desvelar se ocultan.

Aquí vemos que con razón Tula, Gertrudis, estaba como resentida por la religión. Y, cómo vivía casi introducida al mundo religioso, ya que se crió con su tío Don Primitivo, que era sacerdote, optó por elegir a una representante femenina, Santa Teresa de Ávila, a la que acudía cada vez que la necesitaba. Ni siquiera fue capaz de pedirle ayuda a Jesús cuando se estaba muriendo su hermana, sino que le pedía milagros a la Virgen María “¡Un milagro Virgen Santísima, un milagro y nadie lo sabrá, nadie!”.

Cuando leemos con detenimiento el Nuevo Testamento y nos fijamos en los pasajes que tienen a mujeres por eje central, salta a la vista rápidamente que en estos textos se les adjudicó un protagonismo muy importante, tanto por el hecho de haberlas hecho testigos únicos de algunos de los momentos más claves de la historia del Nazareno, como por haberlas elevado al rango de co-protagonistas, junto a Jesús, para asentar enseñanzas que serían fundamentales para el cristianismo posterior. Como ejemplo de esto, citaremos la parábola de: “El fariseo y la mujer pecadora”, (Lucas 7; 36 - 50).

“Un fariseo invitó a Jesús a comer. Entró en casa del fariseo y se reclinó en el sofá para comer. En aquel pueblo había una mujer conocida como una pecadora; al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, tomó un frasco de perfume, se colocó detrás de él, a sus pies, y se puso a llorar. Sus lágrimas empezaron a regar los pies de Jesús y ella trató de secarlos con su cabello. (…)

Al ver esto el fariseo que lo había invitado, se dijo interiormente: <<Si este hombre fuera profeta, sabría que la mujer que lo está tocando es una pecadora, (…)>>

(…)Y Jesús le dijo: <<Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientas monedas, y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagarle, les perdonó la deuda a ambos.(…) >>

Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón:<<¿Ves a ésta mujer? Cuando entré en tu casa, no me ofreciste agua para los pies, mientras que ella me ha lavado los pies con sus lágrimas (…). Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le quedan perdonados, por el mucho amor que ha manifestado. En cambio aquel al que se le perdona poco, demuestra poco amor>>.

Jesús dijo después a la mujer:<< Tus pecados te quedan perdonados>> <<Tu fe te ha salvado, vete en paz>>.”

Ningún maestro espiritual se hubiera atrevido a hablar con una mujer en público; las mujeres ni siquiera entraban en las sinagogas.

Algunas mujeres habían interpretado la actitud y las palabras de Jesús como un llamado a la libertad y se integrarían al grupo de sus discípulos íntimos, sin hacer caso de comentarios malévolos. Jesús tampoco iba a ser el menor caso de los prejuicios universalmente admitidos; vemos en eso un testimonio excepcional de libertad evangélica.

Jesús pertenecía a una raza y a una cultura; era un judío de su época, y tanto sus palabras como sus actos se ajustaron a esa cultura; pero nunca adoptó los aspectos inhumanos de su cultura; no aceptó los prejuicios de su época con respecto a las mujeres, los pecadores, los paganos, etcétera. Su evangelio es una levadura que transforma, invita a discernir y cuestiona toda cultura que realmente respete al hombre.

Así, por ejemplo, es una mujer, no un varón, el primer ser humano que proclamó la divinidad de Jesús; un honor que le cupo a Isabel. Fue también a

mujeres, a quienes les fue revelada en primer lugar la resurrección del Nazareno, el suceso más fundamental del cristianismo, y María de Magdalena la primera en recibir la aparición de Jesús resucitado y la encargada de comunicárselo a los discípulos varones. Así está escrito en la Biblia en el evangelio de San Lucas 24; 1-11, titulado: “El Señor ha resucitado”

“El primer día de la semana, muy temprano, fueron las mujeres al sepulcro, llevando los perfumes que habían preparado. Pero se encontraron con una novedad: la piedra que cerraba el sepulcro, había sido removida, y al entrar, no encontraron el cuerpo del señor Jesús.

No sabían qué pensar, pero en ese momento vieron a su lado dos hombres con ropas fulgurantes. Estaban tan asustadas que no se atrevían a levantar los ojos del suelo, pero ellos les dijeron: <<¿Por qué buscan entre los muertos al que vive? No está aquí. Resucitó. (…)Ellas entonces recordaron las palabras de Jesús.

Al volver del sepulcro, les contaron a los Once y a todos los demás lo que les había sucedido. Las que hablaban eran María Magdalena, Juana y María, la madre de Santiago. También las demás mujeres que estaban con ellas decían lo mismo a los apóstoles. Pero no les creyeron, y ésta novedad les pareció puros cuentos.”

A pesar de que las corrientes evangélicas actuales están intentando devolver a la mujer el protagonismo religioso que nunca debió perder y que, desde 1958, va incrementándose de modo progresivo e imparable el número de Iglesias cristianas que han aceptado con normalidad la ordenación sacerdotal de mujeres, la Iglesia católica prefiere seguir ignorando las enseñanzas del Nuevo Testamento y mantenerse atrincherada en su tradición: las mujeres no pasarán qué lejos y olvidado ha quedado aquel Jesús que predicó la igualdad de derechos de la mujer y las aceptó junto a él como discípulas, con gran escándalo de los sacerdotes, claro está. Igual que hoy.

En lo personal, el modelo de mujer que la Iglesia católica quiere imponer es el de un ser volcado en la maternidad por encima de todo y que sea dócil y sepa servir al varón aún corriendo riesgos por su propia vida.

Tal cual era la personalidad de Gertrudis. A pesar de no haberse casado nunca y no haber tenido hijos propios, es decir que nacieran de su vientre; era una mujer que vivió para criar los hijos de los demás y servir a los maridos de las mismas (aquí podemos hacer alusión a Rosa y sus hijos, Ramirito, Rosita y Elvira; a Manuela, la criada, y a sus dos hijos, Manolita y Enrique; y al marido de ambas mujeres, Ramiro). No era algo que a ella le molestase, en su interior, Tula, anhelaba profundamente poder llegar a ser madre y que aquellos fueran hijos de su propio seno materno. Aquí tenemos un clarísimo ejemplo:

“Ramiro se fue. Gertrudis tomó a su sobrinillo, que no hacía sino gemir, encerrase con él en un cuarto, y sacando uno de sus pechos secos, uno de sus pechos de doncella, que arrebolado todo él le retemblaba como con fiebre, le retemblaba por los latidos del corazón - era el derecho -, puso el botón de ese pecho en la flor sonrosada pálida de la boca del pequeñuelo. Y éste gemía más estrujando entre sus pálidos labios el conmovido pezón seco.”

Todo esto lo hacía con tal de ver feliz y unida a su familia. Vivió tanto para los demás que se olvidó de ella misma.

Aunque impidió casarse, fueron varios los que le propusieron matrimonio. Como prueba confidente de esto, daremos a luz ésta carta que Gertrudis le entrega a Ricardo, familiar cercano a Ramiro:

“Mi querido Ricardo: No sabes bien qué días tan malos estoy pasando desde que murió la pobre Rosa. Estos últimos han sido

terribles y no he cesado de pedir a la Virgen Santísima y a su hijo que me diesen fuerzas para ver claro en mi porvenir. (...).

Perdóname, Ricardo, perdónamelo por Dios, y mira bien por qué lo hago. Me cuesta mucha pena, porque sé que habría llegado a quererte y, sobre todo, porque sé lo que me quieres y lo que sufrirás con esto. Siento en el alma causarte esta pena; pero tú, que eres bueno comprenderás mis deberes y los motivos de mi resolución, y encontrarás otra mujer que no tendrá mis obligaciones sagradas y que te pueda hacer más feliz que yo habría podido hacerte.

Adiós, Ricardo, que seas feliz, y hagas felices a otros, y ten por seguro que nunca, nunca te olvidaré. Gertrudis.”

Decidió no contraer matrimonio porque le había prometido a su hermana, Rosa, “(…) A tus hijos no les faltará madre mientras yo viva”. En una de las tantas veces que le proponen casamiento ella respondió al respecto “(…) Somos nosotras las que nos casamos, no vosotros.”. Aquí observamos que Tula había entendido bastante bien lo que quiere la Iglesia de las mujeres, es decir, como lo habíamos mencionado en ocasiones anteriores, que sea una mujer abocada a la maternidad, que sea sumisa y sepa estar al tanto de su esposo. Así vemos cuando Gertrudis le aconseja a su hermana, Rosa, que atienda, por sobre todas las cosas, a su marido, Ramiro, como una manera de preservar el matrimonio.

Con frecuencia, cuando veía que su hermana, la madre se impacientaba en acallar al niño o en envolverlo en sus pañales, le decía:

  • Dámelo, Rosa, dámelo, y vete a entretener a tu marido.

  • Pero, Tula…

  • Sí, tú tienes que atender a los dos, y yo sólo a este.

  • Tienes, Tula, una manera de decir las cosas…

  • No seas niña, ¡ea!, que eres ya toda una señora mamá. Y da gracias a Dios que podamos así repartirnos el trabajo.

¿Dios es Nuestra Madre?

Si decimos, por tanto, que Dios es nuestro Padre, hablamos de manera análoga y expresamos, de alguna manera, que Dios es Padre en el sentido más profundo y más auténtico de la palabra. Es un Padre infinitamente bueno, justo y cariñoso, muchísimo más que todos los padres buenos de este mundo. Es, realmente, el "Dios de ternura y de gracia, lento a la ira y rico en misericordia y fidelidad." La denominación de padre en la Biblia no quiere legitimar ninguna situación patriarcal. Todo lo contrario, Dios se nos presenta como un padre amoroso que se interesa mucho más por la felicidad y la libertad de sus hijos que ellos mismos. Asimismo, estamos seguros que podemos comparar a Dios con Tula, ya que Gertrudis como Dios han criado y han dado a luz a través de su amor y fraternidad a sus hijos, aún no siendo propios. En el caso de Gertrudis a Ramirito, Manolita, Elvira, Enrique y Rosita. Y en materia de nuestro Padre, Dios, a todo ser humano existente en el universo.

“-Por tus hijos no pases cuidado - le había dicho Gertrudis -, que yo he de vivir hasta dejarlos colocados y que se puedan valer por sí mismos en el mundo, y sino les dejaré sus hermanos. Cuidaré, sobre todo de esta última, ¡pobrecilla!, la que te cuesta la vida. Yo seré su madre y su padre. -¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias! - ¡Dios se lo pagará! ¡Es una santa!”

Así como podemos comparar a Gertrudis con Dios, podemos decir, también que la única diferencia que existe entre ambos es que Dios es el máximo hacedor perfecto de toda obra y creación, y que Tula es un ser humano. Y por lo tanto comete errores y es imperfecta. Lo positivo que podemos rescatar de éste personaje es que puede reconocer su imperfección, aunque ya sea tarde. Aquí citamos un nuevo ejemplo de la novela.

“-Sí, reunirles y decirles que toda mi vida ha sido una mentira, una equivocación, un fracaso… -Usted se calumnia, señora. Esa no es usted, usted es la otra…, la que todos conocemos, la tía Tula… -Yo le hice, desgraciado, padre; yo le hice caer dos veces; una con mi hermana, otra vez con otra… -¿Caer? -¡Caer, sí! ¡Y fue por soberbia! -No; fue por amor, por amor verdadero… - Por amor propio, padre - y estalló a llorar.”

Dios Padre se manifiesta como un padre paciente y misericordioso, principio y modelo de todos los padres humanos. Ser padre adquiere en Dios una riqueza insondable, agota en él absolutamente todo lo que comprende este concepto

El Misterio Trinitario

Cuando los cristianos llamamos Padre a Dios, expresamos el misterio más grande que existe, la Trinidad Santísima. Dios mismo ha abierto su "corazón", su "intimidad"; ha revelado que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Un sólo Dios y tres Personas que desde toda la eternidad viven en íntima comunidad, en amor recíproco y la entrega más completa. Dios Padre engendra eternamente al Hijo. Él, que no tiene principio, "sale de sí" y vive en otro, en el Hijo, y es lo que es por el otro, el Hijo. (Sin Hijo no hay "Padre".) Su "personalidad" consiste en ser Padre del Hijo, ser pura Paternidad. Está totalmente "ordenada" hacia el Hijo, relacionada con Él, para quien, con quien y en quien es. Al mismo tiempo, el Hijo es lo que es por el Padre.

Podemos comparar una vez más a Gertrudis con esta última característica nombrada del Hijo hacia el Padre. Vemos, pues, que Tula ha engendrado de su más ínfimo perfil materno a Manolita; quien posee particularidades esenciales y resaltantes como son los ojos tristes y profundos.

“-¡Sí, eso, sí! Y luego esos ojos que tiene, que parecen… -Parecen dos estanques quietos entre verdura… Los he estado mirando muchas veces y desde cerca. Y no sé de dónde ha sacado esos ojos… No son de su madre, que tenía ojos de tísica, turbios de fiebre…; ni son los de su padre, que eran… -¿Sabes de quién parecen esos ojos? - ¿De quién? -Y Gertrudis temblaba al preguntarlo -¡Pues son tus ojos! -Puede ser, puede ser. No me los he mirado nunca de cerca ni puedo vérmelos dese dentro, pero puede ser…, puede ser… Al menos le he enseñado a mirar.”

Vive del Padre, de quien recibe todo su ser. Él está, desde toda la eternidad, perfectamente "ordenado" hacia el Padre, relacionado con él. (Sin Padre no hay "Hijo".) Su "personalidad" consiste en ser Hijo del Padre, ser pura Filiación, y devolver al Padre todo el Amor que de él recibe continuamente. El Hijo es con el Padre, para él y por él. El Espíritu Santo es el Amor recíproco del Padre y del Hijo que, en Dios, sólo puede ser un Amor personal. Es llamado también "Regalo", "Don" y "expresión personal" de ese Amor. Su "personalidad" consiste en ser puro "Nexo", eterno "Vínculo", el "Beso de amor" entre Padre e Hijo. Procede de la relación entre ambas Personas y, al mismo tiempo, hace posible esa relación. Por él, con él y en él ama el Padre al Hijo y el Hijo al Padre. En el amor del Espíritu Santo, ambos se entregan mutuamente a sí mismos y viven uno en el otro. Así, siendo al mismo tiempo Espíritu del Padre y del Hijo, la Tercera Persona completa la unidad y la diversidad de la Trinidad.

El misterio de la vida trinitaria nos permite vislumbrar qué significa "Dios es amor" Dios es don gratuito y total de sí. Las tres Personas son Dios como amor, que derrocha amor, son amor plenamente entregado y plenamente recibido: cada una de ellas es "para" las otras Personas, existe en relación eterna con ellas.

De esta forma se ha ido Tula del mundo mortal que allí la rodeaba, a pesar de todas sus dificultades que enfrentaba la interioridad de su Ser y la exterioridad del ámbito familiar, intentó perpetuar en éste su íntegra persona, su recuerdo de mujer, de tía y por sobre todo el de MADRE. Así la recuerdan, intentando forjar una nueva familia, aplicando sus ejemplos y enseñanzas.

“¿Murió la tía Tula? No, sino que empezó a vivir en la familia, e irradiando de ella, con una nueva vida más entrañada y más vivífica, con la vida eterna de la familiaridad inmortal. Ahora era ya para sus hijos, sus sobrinos, la Tía, no más que la Tía, ni madre, ya ni mamá, ni aún Tía Tula, sino sólo la Tía. Fue este nombre de invocación, de verdadera invocación religiosa, como el canonizamiento doméstico de una santidad de hogar. La misma Manolita, su más hija y la más heredera de su espíritu, la depositaría de su tradición, no le llamaba sino la Tía.”

Las Personas divinas viven en una profunda consonancia, en verdadera "amistad" entre sí, compenetrándose recíprocamente. El origen de ese amor desbordante y dador de vida es el Padre. Él es el misterio divino en toda su profundidad. Él, que no tiene principio, sale de sí mismo y se constituye eternamente engendrando al Hijo. Él vive en el Hijo. El nombre "Padre" designa a Dios en aquello que es más profundamente: es quien se da por completo, quien se entrega sin reservas ni medidas, "hasta el fin". Todo el que ama sale de sí mismo, va hacia el encuentro con otro; hasta cierto punto, "vive" en el otro y hace que éste, a través del amor que le da, exista de una manera nueva y diferente, como hijo o hija, novia o novio, amigo o amiga.
Tula sale de sí y vive en el otro, vive para los otros, hasta tal punto que olvida vivir su propia vida. Ella da su amor y solidaridad, pero no recibe nada a cambio. Existe en ella un muro que no permite ver ni escuchar, es una forma de protegerse y escudarse para no aflorar frente a la otra persona.

“Pero Gertrudis empezó a temer. Se había equivocado en sus precauciones. Ramiro huí del tresillo con sus compañeros de colonia veraniega y parecía espiar más que nunca la ocasión de hallarse a solas con su cuñada. La casita que habitaban tenía más de tienda de gitanos que de otra cosa. El campo en vez de adormese, no la pasión, el deseo de Ramiro , parecía como se lo excitase más y ella misma, Gertrudis empezó a sentirse desasosegada. La vida se les ofrecía más al desnudo en aquellos campos, en el bosque, en los repliegues de la montaña. Y luego había los animales domésticos, los que cría el hombre, n los que era mayor todavía la convivencia.”

El amor del Padre

Nunca, Dios Padre "impera", o "ejerce un dominio" sobre el Hijo. Él es Padre en el amor. "Tú eres mi Hijo. Yo te he engendrado hoy;” así comienza el diálogo amoroso entre las Personas divinas. El Hijo - que es el "Hijo de su amor", el "Bien-amado" - responde confiadamente "¡Haba, mi Padre! - ¡Papá!"(54) Este nombre "Papá" es la novedad más profunda del cristianismo. Indica la extraordinaria cercanía entre el Hijo y el Padre, una intimidad sin precedentes. El tú y el yo del diálogo entre el Padre y el Hijo es pronunciado en el Espíritu Santo que, misteriosamente, es una única Persona en ambos.

Sabemos que Tula en su profunda intimidad dejaba que sus niños, sus niños, ella decía, la llamasen MAMÁ, esto demostraba la extremada interacción entre sus niños, sus hijos, y su persona. Esta cercanía nos deja ver limpiamente la relación HIJO-MADRE y a la vez también PADRE, ante la ausencia del hombre, aunque ella así lo quisiera, por querer llevar su vida sola.


Conclusión

Con toda la información que hemos recaudado, estamos capacitados para ratificar que la hipótesis es correcta, y que a lo largo de este trabajo, hemos visto que Tula es una persona sumamente feminista que trata de amparar su personalidad en la religión.

El Dios de los cristianos no tiene nada que ver con aquel "soberano solitario" contra el que luchan racionales y algunos representantes de la teología feminista. En Dios hay lugar para el otro, para los demás. En su interior se nos descubre un nosotros eterno, una vida de amor y entrega infinitos entre el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo.

En la Trinidad, "la totalidad de la Persona es apertura a la otra, paradigma supremo de la sinceridad y libertad espiritual a la que deben tender las relaciones interpersonales humanas." Existe en Dios completa unidad y, a la vez, se pueden descubrir diferencias constantes que nada tienen que ver con diferencias jerárquicas o de grados de importancia. Las mujeres que profundicen en este misterio no pueden sentirse oprimidas o heridas por estos nombres masculinos de Dios. Padre e Hijo les revelan precisamente que la distinción es igual de originaria e importante que la igualdad, que es justamente ella la que hace posible la comunión divina. Comprender esto significa poder aceptar las diferencias entre las personas humanas como enriquecimiento. Y se comprende cómo llegar al auténtico desarrollo del propio yo: en la dedicación afectuosa al otro, al tú divina y al humano.

Índice

Introducción ______________________________________ 1

La interpretación bíblica y el papel de la mujer ___________ 3

¿Dios es nuestra madre? ____________________________ 16

Conclusión _______________________________________ 23

Bibliografía

Unamuno, Miguel, La Tía Tula, S/L, Salvat, S/f

La Santa Biblia, Oriente, S/l, S/f

La Biblia Latinoamericana, Verbo Divino, s/d

Encarta 2003, s/d

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Santo Tomás de Aquino (1225-1274), filósofo y teólogo italiano.

Martín Lutero (1483-1546), teólogo y reformador religioso alemán.

Juan Calvino (1509-1564), teólogo, reformador religioso y humanista francés.

UNAMUNO, Miguel, La Tía Tula, s/l, Salvat, Febrero de 1983, Pág. 33

Ibídem, Pág. 63

Hace referencia a la desvalorización del sexo femenino.

Ibídem, Pág. 48

Ibídem, Pág. 27

La Santa Biblia, s/l, Oriente, 1884, Pág. 7

Op. Cit n°4, Pág. 45

Ibídem, Pág. 99

Ibídem, Pág. 99

Ibídem, Pág. 99

Ibídem, Pág. 51

Op. Cit. n°9,Pág.147

Ibídem, Pág.153

Ibídem, Pág. 26

Ibídem, Pág. 32

Ibídem, Pág. 41

Ibídem, Pág. 25

Ibídem, Pág. 13

Ibídem, Pág. 95

Ibídem, Pág. 109

Ibídem, Pág. 112

Ibídem, Pág. 126

Ibídem,Pag.75




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