Josep Plá y Santiago Carrillo nos ofrecen en estos textos una peculiar visión acerca de la proclamación de la II República. El primero se distingue por su carácter pasivo y la observación meticulosa de gran cantidad de anécdotas que nos muestran su concepto de Madrid. El segundo es, en cambio, un joven de dieciséis años comprometido en la lucha política y militante socialista y republicano. Estas dispares actitudes provocan sustanciales diferencias en la interpretación que cada uno de ellos da de los acontecimientos narrados.
Plá es un burgués catalán que no oculta su animadversión por determinados comportamientos del pueblo madrileño. Su conocimiento de la situación se produce mediante las conversaciones con personajes de relevancia, como Ventosa, ministro de la Monarquía caída y Cambó, o conocidos suyos, periodistas, porteros de hoteles, etc... y mediante su propia observación de los lugares más significativos de la vida política de Madrid.
Tras su llegada a Madrid, Ventosa le refiere lo sucedido en el Consejo de Ministros del día anterior: la decisión de la Monarquía de entablar negociaciones con los representantes del proyecto republicano para establecer las condiciones de la cesión del poder. En esta conversación se muestra la oposición del Rey a la resistencia y su determinación de abandonar el país, posteriormente declarará en un comunicado su oposición a una resistencia sangrienta.
A las cuatro de la tarde empieza propiamente la proclamación de la República. El primer paso es la iza de la bandera republicana en el Palacio de Comunicaciones de Cibeles. Plá acude allí como mero espectador interesado en determinada función y nos describe el paso de la sorpresa al entusiasmo popular. Es el pueblo en todo el documento de Plá quién lleva la iniciativa de la celebración y el único realmente interesado en la política. En cambio, la burguesía comerciante y funcionaria y la nobleza permanece indiferente, sólo interesada por su bienestar económico, lo que les atrae la denuncia de un Plá crítico con el “pasotismo” de unas clases medias y altas, que siempre habían defendido la Monarquía y que la abandonan cuando no tiene nada que ofrecerles. Podemos observar la actitud interesada de estas clases en la rápida ocultación de símbolos comprometedores por su vinculación a la Monarquía y su sustitución por otros de carácter republicano. A pesar de todo, el pueblo tampoco queda muy bien parado, ya que es descrito como una masa rudimentaria y mediocre.
Posteriormente Plá describe la parte propiamente política e institucional: la peculiar toma de posesión de Miguel Maura como Ministro de Gobernación de la República y las llamadas telefónicas a los gobernadores civiles, ordenándoles la cesión del mando a los presidentes de las Audiencias. Este acontecimiento, digno de una película surrealista, nos muestra la peculiar forma de entender la política de principios de siglo. Unas formas directas y poco complicadas, favorecidas por el trato mucho más directo entre todas las personalidades políticas y sociales.
La cena en el Ritz muestra el ambiente distendido del cambio, incluso en las clases acomodadas. Las celebraciones entorno al Palacio Real tienen más de celebración popular, que de acontecimiento político.
Llegada la madrugada Plá analizará los acontecimientos: ¡Qué sencilla y pacífica puede ser la caída de algo aparentemente eterno, qué rápido pueden los pueblos cambiar de opinión y qué rápido puede cambiar el transcurso de la historia! Y ¡Qué tranquilo puede ser el final de un día importante en la historia!
Carrillo nos ofrece una versión de los hechos totalmente diferente. Es la suya una postura activa y un tanto exaltada. Su interés político le lleva a participar en diferentes actos a favor de la proclamación de la República previos al 14 de abril: apoyo a un proyecto de alzamiento en el cuartel de Conde Duque, visita a los componentes del Pacto de San Sebastián en la cárcel, manifestación ante gobernación pidiendo la abdicación del Rey y participación activa en la política del Partido Socialista. Su narración está marcada por una participación emocionada en algunos de los hechos. Habla de bautismo de fuego en sus incursiones seudorrevolucionarias y de la decepción que le supone la falta de convocatoria de la huelga general. Finalmente, narra la alegría por la victoria republicana en las elecciones municipales y la reclamación-proclamación popular de la República en la Plaza de la Villa y en la Puerta del Sol. Carrillo dota al pueblo de una dignidad que Plá le niega y muestra la ilusión de un joven por un nuevo sistema político que cree acabará de solucionar problemas como la desigualdad, la opresión, la tiranía, el hambre, etc...
En definitiva, Plá narra una historia vista desde fuera, aséptica y escépticamente. No es una persona que tenga predilección ni por las clases altas, ni por las bajas de Madrid y espera algo positivo de la República. Carrillo, un joven exaltado, socialista convencido y participante directo en las manifestaciones populares, tiene una fe inmensa en el pueblo y en la República. Como se puede comprobar dos interpretaciones muy distintas de la proclamación de la II República.