Sociología y Trabajo Social
La Prisión y sus consecuencias
INDICE
Introducción pag 1
Consideraciones generales pag 3
Historia pag 5
Un estudio social en delincuentes pag 13
Comienzos de la delincuencia pag 19
La vida en prisión pag 21
Dentro de prisión pag30
Consecuencias psicosociales del ingreso en prisión pag39
Salida de prisión pag49
Conclusiones pag55
Bibliografía pag59
INTRODUCCION
Estudio de los fenómenos socioculturales que surgen de la interacción entre los individuos y entre los individuos y el medio. Ciencia que estudia el desarrollo, la estructura y la función de la sociedad. Otras disciplinas de las ciencias sociales (economía, ciencias políticas, antropología y psicología) también estudian temas que caen dentro del ámbito de la sociología. Los sociólogos estudian las formas en que las estructuras sociales, las instituciones (clase social, familia, comunidad y poder) y los problemas sociales (delito) influyen en la sociedad.
La sociología se basa en la idea de que los seres humanos no actúan en base a sus propias decisiones individuales, sino de acuerdo con influencias culturales e históricas y según los deseos y expectativas de la comunidad en la que se encuentran. Así, el concepto básico de sociología es la interacción social o la respuesta entre individuos, ya que esta interacción es el punto de partida para cualquier relación en una sociedad. Los sociólogos que estudian los detalles de las interacciones de la vida cotidiana reciben el nombre de microsociólogos y los que se ocupan de los patrones de relación entre sectores sociales más amplios (el Estado, la economía e incluso las relaciones internacionales) reciben el nombre de macrosociólogos.
Las distintas escuelas sociológicas insisten y ponen de relieve en grado diverso los factores relacionados, algunos subrayando las relaciones mismas,tales como la interacción, la asociación;otras destacan a los seres humanos en sus relaciones sociales, concentrando su atención sobre el "socius" en sus diversos papeles y funciones.
Se reconoce que los métodos de la sociología pueden ser estrictamente científicos y que las generalizaciones comprobadas que constituyen la característica inequívoca de la verdadera ciencia ha venido siendo cimentada en una extensa y concienzuda observación y análisis de las reiteradas uniformidades que se manifiestan en la conducta del grupo.
Giddings,en sus "Principles of Sociology", escribe: "La unidad de investigación en sociología es el "socius", es decir, el individuo que no es solamente una animal y un espíritu consciente, sino también un compañero, un aprendiz, un maestro, un colaborador. La sociología estudia la naturaleza del "socius", sus costumbres y sus actividades"
CONSIDERACIONES GENERALES
La criminología, es la ciencia social que estudia la naturaleza, extensión y causas del crimen; características de los criminales y de las organizaciones criminales; problemas de detención y castigo de los delincuentes; operatividad de las prisiones y de otras instituciones carcelarias; rehabilitación de los convictos tanto dentro como fuera de prisión y la prevención del delito.
La ciencia de la Criminología tiene dos objetivos básicos: la determinación de causas, tanto personales como sociales, del comportamiento delictivo y el desarrollo de principios válidos para el control social del delito. Para la consecución de estos objetivos, la Criminología investiga a partir de los descubrimientos de otras disciplinas interrelacionadas con ella, tales como la Biología, Psicología, Psiquiatría, Sociología, y Antropología.
No se conocen a ciencia cierta las causas del delito. La teoría más antigua a este respecto, basada en la Teología, afirmaba que los delincuentes son personas perversas, que cometen crímenes de una forma deliberada, porque están instigados por el demonio u otros espíritus malignos. Aunque estas ideas han sido descartadas por la moderna Criminología, persisten en muchas regiones del mundo y se encuentran en el fondo de las razones para imponer penas muy severas a los delincuentes.
Asimismo, dentro de este apartado quisiera señalar la metodología que seguí en la elaboración de este trabajo. En primer lugar investigué en una bibliografía de libros sobre cárceles y delincuencia. También base los datos de este trabajo en conocimientos previos que poseía de la elaboración de otros trabajos sobre un tema similar. Por último, centre casi todo el trabajo en información extraída de las páginas web que se exponen en la bibliografía final.
HISTORIA
Desde el siglo XVIII se han formulado varias teorías que han logrado avances en la explicación del delito. Uno de los primeros intentos para explicarlo desde una postura más científica que teológica fue planteado a finales del siglo XVIII por el médico y anatomista alemán Franz Joseph Gall, que intentó relacionar la estructura cerebral y las inclinaciones del criminal. Esta teoría fue popular durante el siglo XIX, pero hoy se encuentra abandonada en el descrédito. Una teoría biológica más sofisticada fue desarrollada a finales del siglo XIX por el criminólogo italiano Cesare Lombroso, que afirmaba que los delitos son cometidos por aquellos que nacen con ciertos rasgos físicos hereditarios que son reconocibles. La teoría de Lombroso fue refutada a comienzos del siglo XX por el criminólogo británico Charles Goring. Este autor hizo un estudio comparativo entre delincuentes encarcelados y ciudadanos respetuosos de las leyes, llegando a la conclusión de que no existen los llamados 'tipos criminales' con disposición innata para el crimen. Los estudios científicos recientes han confirmado las tesis y observaciones de Goring. Sin embargo, algunos investigadores siguen manteniendo que ciertas anormalidades en el cerebro y en el sistema endocrino contribuyen a que una persona tenga inclinación hacia la actividad delictiva.
Otro intento de explicación del delito fue iniciado en Francia por el filósofo político Montesquieu, que intentó relacionar el comportamiento criminal con el entorno natural y físico. Sus sucesores han intentado reunir pruebas tendentes a demostrar que los delitos contra las personas, como el homicidio, son hasta cierto punto más frecuentes en climas cálidos, mientras que los delitos contra la propiedad, como por ejemplo el robo, son más numerosos en regiones frías. Otros estudios parecen indicar que la criminalidad desciende en directa relación con el descenso de la presión atmosférica, el incremento de la humedad y con las temperaturas altas.
Numerosos e importantes criminólogos del siglo XIX, sobre todo los relacionados con los movimientos socialistas, han considerado el delito como efecto derivado de las necesidades de la pobreza. Estos autores han señalado que quienes no disponen de bienes suficientes para satisfacer sus necesidades y las de sus familias por las vías legales y pacíficas, se ven empujados con frecuencia al robo, el hurto, la prostitución y otros muchos delitos. La criminalidad tiende a aumentar de una forma espectacular en periodos de desempleo masivo. Los criminólogos tienen una visión más amplia y profunda del problema y culpan de la mayoría de los delitos a todas las condiciones de necesidad y carencia asociadas con la pobreza. Las condiciones vitales de quienes se hallan en la miseria, de forma muy en especial en los barrios más marginados, se caracterizan por la superpoblación, la falta de privacidad, los espacios inadecuados para permanecer, carencia de medios para la diversión y problemas de sanidad. Este tipo de condiciones generan sentimientos de necesidad y desesperación que conducen al crimen como salida. Este sentimiento resulta estimulado por el ejemplo de aquellos que por esta vía han logrado escapar de la extrema pobreza, hacia lo que aparece como una vida mejor.
Otros teóricos relacionan la criminalidad con el estado general de la cultura, sobre todo por el impacto desencadenado por las crisis económicas, las guerras, las revoluciones y el sentimiento generalizado de inseguridad y desprotección derivados de tales fenómenos. Cuando una sociedad se vuelve más inestable y sus ciudadanos sufren mayor angustia y temor ante el futuro, la criminalidad tiende a aumentar. Esto es cierto en lo referente a la delincuencia juvenil, como ha evidenciado la experiencia de Estados Unidos desde la II Guerra Mundial.
El último de los grupos de teorías más importantes al respecto es el elaborado por psicólogos y psiquiatras. Estudios realizados por investigadores del siglo XX, como el criminólogo americano Bernard Glueck y el psiquiatra británico William Healy, han señalado que cerca de una cuarta parte de la población reclusa esta compuesta por psicóticos, neuróticos o personas inestables en el plano emocional, y otra cuarta parte padece deficiencias mentales. Estas condiciones mentales y emocionales, de acuerdo con estas teorías, determinan que algunas personas tengan una mayor propensión a cometer delitos. Diversos estudios recientes sobre criminales y delincuentes han arrojado más luz sobre los desequilibrios psicológicos que pueden conducir a un comportamiento criminal.
Desde la mitad del siglo XX, la creencia de que el delito puede ser explicado por una teoría única ha caído en el descrédito. Los expertos se inclinan a asumir las teorías del factor múltiple o de la causa múltiple, es decir, que el delito surge como consecuencia de un conjunto plural de conflictivas y convergentes influencias biológicas, psicológicas, culturales, económicas y políticas. Las explicaciones basadas en la causa múltiple parecen más verosímiles que las teorías anteriores de la simple causa única. En último extremo, siguen sin estar claras las causas del delito, porque la interrelación de los factores en presencia en cada caso es difícil de determinar.
Tratamiento de los criminales
Junto a las teorías de la causa del delito, se han ido aplicando varios modelos correccionales. Así, la antigua teoría teológica y moral entendía el castigo como una retribución a la sociedad por el mal realizado. Esta actitud todavía pervive. En el siglo XIX, el jurista y filósofo británico Jeremy Bentham intentó que hubiera una relación más precisa entre castigo y delito. Bentham creía que el placer podía ser medido en contraste con el dolor en todas las áreas de la voluntad y de la conducta humana. Argumentaba este autor que los delincuentes dejarían de delinquir si conocieran el sufrimiento específico al que serían sometidos si fueran apresados. Bentham, por tanto, instaba a la fijación de penas definidas e inflexibles para cada clase de crimen, de tal forma que el dolor de la pena superara sólo un poco el placer del delito. Este pequeño exceso sería suficiente para resultar disuasivo de una forma eficaz, pero no tanto como para resultar una crueldad gratuita por parte de la sociedad. Este cálculo de placeres y dolores estaba basado en postulados psicológicos que ya no se aceptan.
La tentativa de Bentham fue hasta cierto punto superada a finales del siglo XIX y principios del XX por un movimiento conocido como escuela neoclásica. Esta formación rechazaba las penas fijas y proponía que las sentencias variasen en relación con las circunstancias concretas del delito, como la edad, el grado intelectual y estado psicológico del delincuente, los motivos y otros factores que pudieran haberlo incitado a la comisión del delito, así como los antecedentes penales y anteriores intentos de rehabilitación. La influencia de la escuela neoclásica dio lugar al desarrollo de conceptos tales como grados del delito y de la pena, sentencias indeterminadas y responsabilidad limitada de los delincuentes más jóvenes o deficientes mentales.
Hacia la misma época, la llamada escuela italiana otorgaba mayor importancia a las medidas preventivas del delito que a las destinadas a reprimirlo. Los miembros de esta corriente argumentaban que los individuos se ven determinados por fuerzas que operan al margen de su control, por lo que no podían ser responsables por entero de sus crímenes. En este sentido, impulsaron el control de la natalidad, la censura de la pornografía y otras iniciativas orientadas a mitigar los factores que, a su entender, empujaban a la actividad delictiva. La escuela italiana ha dejado una perdurable influencia en el pensamiento de los criminólogos actuales.
Los intentos modernos de tratamiento de los delincuentes deben casi todo a la Psiquiatría y a los métodos de estudio aplicados a casos concretos. Todavía queda mucho por aprender de los delincuentes que son puestos en libertad condicional y cuyo comportamiento dentro y fuera de la prisión se estudia detenidamente. La actitud de los científicos contemporáneos es que los delincuentes son individuos y que su rehabilitación sólo podrá lograrse a través de tratamientos individuales y específicos. Por otro lado, el incremento de la criminalidad juvenil desde la II Guerra Mundial ha preocupado a la opinión pública y ha estimulado el estudio sobre los desequilibrios emocionales que engendra la delincuencia. El creciente conocimiento de la delincuencia ha contribuido a la comprensión de las motivaciones de los criminales de todas las edades.
En los últimos años, la delincuencia ha sido atacada desde muchos campos. Aumentar la eficacia de esta labor mediante actuaciones policiales y los procesos judiciales ha sido una de las principales preocupaciones de los criminólogos. Esta inquietud se fundamenta en la convicción ética y doctrinal de que los criminales no pueden ser tratados y rehabilitados hasta que son prendidos y procesados y de la conciencia de que si se comete un delito se tiene grandes probabilidades de ser detenido y condenado representan el más eficaz instrumento disuasorio para reprimir la actividad delictiva.
Un estudio realizado en 1942 en Estados Unidos reveló que sólo el 25% de los actores de delitos denunciados era arrestado, sólo el 5% era condenado y sólo el 3,5% era encarcelado. De acuerdo con los informes del FBI, al final de la década, los arrestos habían subido hasta el 29% de los delitos denunciados y las condenas alcanzaban al 22 por ciento. Las proporciones de detenciones y condenas de delincuentes continuaron aumentando durante la década de 1950, en gran medida gracias a los avances de los métodos policiales. En las décadas de 1960 y 1970 la criminalidad, en particular los delitos violentos, aumentó con claridad, pero descendió el número de condenas. Al principio de la década de 1980 la criminalidad se estabilizó y luego comenzó a descender lentamente.
El tratamiento y rehabilitación de los delincuentes ha mejorado en muchas áreas. Los problema emocionales de los condenados han sido estudiados y se han hecho muchos esfuerzos para mejorar su situación. En este sentido se ha formado a muchos psicólogos y trabajadores sociales para ayudar a adaptarse y reinsertarse en la sociedad a los condenados que se hallan en libertad condicional, a través de programas de reforma y rehabilitación dirigidos tanto a jóvenes como a adultos.
En numerosas comunidades se han realizado iniciativas destinadas a afrontar las condiciones que generan delincuencia. Los criminólogos reconocen que tanto los delincuentes juveniles como los adultos, son el principal producto del hundimiento de las normas sociales tradicionales, a consecuencia de la industrialización, la urbanización, el incremento de la movilidad física y social y los efectos de las infravivienda, el desempleo, las crisis económicas y las guerras.
La mayoría de los criminólogos cree que una prevención efectiva del delito requiere instituciones y programas que aporten guías de actuación y el control realizado, tanto en el plano teórico, como en el que atañe a la tradición, por la familia y por la fuerza de la costumbre social. La mayoría de la opinión pública entiende que para solucionar el problema de la delincuencia es importante el arresto y condena de los delincuentes y plantear la alternativa de su reinserción, aunque en los últimos años se están fortaleciendo las actitudes de los que piensan que la rehabilitación está fallando y que hacen falta, en cambio, imponer penas más largas y severas para los delincuentes.
UN ESTUDIO SOCIAL EN DELINCUENTES
En primer lugar hay unas consideraciones preliminares que debemos tener muy en cuenta:
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Concepción estructurada: seleccionando los puntos a estudiar y descartando los restantes.
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Investigar los problemas subyacentes: y la manera cómo la persona ha reaccionado ante tales problemas (alcoholismo del padre, drogadicción del hermano, etc.). Se ha de estudiar la actitud del cliente en cada una de las situaciones descritas.
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Adaptabilidad: estudiar la adaptabilidad del cliente en los medios sociales.
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Recoger los datos subjetivos, la versión personal del cliente y su actitud en relación con los delitos.
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Colaboración: Procurar la colaboración por parte del cliente tratándole en pie de igualdad.
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Curiosidad: no dejarse llevar por la curiosidad. Si algunas preguntas carecen de interés para la encuesta, el profesional no tiene derecho a formularlas.
En el plan de estudio social influyen los factores que a continuación enumeramos:
Factores personales:
Constitución física: aspecto físico, anomalías, enfermedades, defectos físicos, … particularidades del desarrollo físico, etc.
Nivel intelectual: analfabetismo, bajo nivel de instrucción, dificultad de expresión o de comprensión, o por el contrario, facilidad de expresión, demostración de interés, etc.
Situación profesional: profesión, empleo, remuneración, condiciones de trabajo, regularidad en su asistencia al trabajo, satisfacciones y ambiciones profesionales, etc.
Estado mental: este factor requiere la colaboración de un equipo formado por varios técnicos: médico psicólogo y trabajador o educador social. Se compone de un reconocimiento médico y otro psicológico o psiquiátrico, consiguiendo que los estudios sean coordinados, discutiendo el caso en común.
Situación psicológica: algunos datos fundamentales serían: ¿ha tomado conciencia de sus problemas?, ¿Da muestras de ser objetivo en sus juicios?, ¿Expresa sus sentimientos?, etc.
Grado de madurez: es preciso haber tenido tiempo para observar sus reacciones. El T.S. puede captar algunos datos significativos, como: realismo del cliente, calidad de sus relaciones afectivas, sentido de la responsabilidad, beneficios que ha obtenido de su experiencia, etc.
Empleo de sus momentos de ocio: distracciones preferidas, compañía en las distracciones, lugar de diversión, cuándo suele divertirse, etc.
El delito: tratarlo evitando las interpretaciones o sondeos psicológicos. El Dr. Helleck dice que hay que captar la situación tal y como el delincuente la vive. El mejor sistema para entrar en materia es dejar que el procesado analice su situación y dé su versión del delito. Hay que comprender las de un comportamiento asocial y de un delito.
El medio:
Composición del grupo familiar: consultando el Libro de Familia y algunas preguntas sobre la ocupación de la familia y sus relaciones con el interesado.
Vivienda: la zona donde se vive, si lleva muchos años viviendo allí, tipo de vivienda, si reúne condiciones de salud y confort.
Situación económica: la tiene notables repercusiones sobre el comportamiento del delincuente.
Ambiente familiar: cuadro de los miembros de la familia y su actitud en relación con el cliente: ¿qué sentimiento ha encontrado el cliente en cada uno de ellos (afecto, comprensión, rechazo, etc.) y las divergencias entre el interesado y el medio ambiente en que vive.
Para que un estudio sociológico previo a un juicio sea completo y este organizado, los profesionales deben tener en cuenta, a parte de los requisitos anteriormente mencionados, una serie de paso a la hora de la entrevista con el "delincuente":
Organización material de las entrevistas, la entrevista se realiza dentro de la mayor discreción posible.
Preparación de la entrevista, la primera sobre todo debe prepararse cuidadosamente.
La entrevista única, por desgracia lo más frecuente es que el trabajador social no disponga mas que de una entrevista con el interesado durante la realización de la encuesta.
La primera entrevista, el profesional debe hacer que exista una atmósfera de distensión (mediante el aspecto de oficina, los primeros gestos, las palabras de acogida) Expresarse simple clara y directamente.
La manera de entrar en materia, una vez que el cliente se encuentra bien dispuesto para participar positivamente en el estudio psicosocial, ha llegado el momento de entrar en materia.
La estructura de la entrevista, mantener la entrevista dentro de los cauces corrientes, haciendo un resumen de lo dicho y relacionándolo con el tema tratado anteriormente o con el que se desea examinar.
Asimismo hay también una serie de técnicas que permiten al trabajador o educador social crear una "complicidad" con el delincuente, muy útil a la hora del estudio.
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Observación: se observa al cliente y se recoge todo aquello que no está dentro de lo normal. Se ha de tomar nota de las características de su modo de expresarse, se observará si el cliente habla espontáneamente o si hay que animarle. Adoptar una actitud es indispensable y requiere un buen control de sí mismo.
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La confianza clarividente: testimoniar al cliente una confianza acompañada de clarividencia es, al mismo tiempo, darle una prueba de interés y manifestarle la propia competencia.
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Procedimientos no directivos: reflejar los sentimientos del cliente y presentárselos de tal forma que él se vea como en un espejo. Esto ayuda al cliente a poner en claro sus sentimientos haciéndole entender que es comprendido y aceptado.
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El arte de saber escuchar: saber escuchar es un elemento indispensable para obtener las informaciones requeridas por el tribunal; igual que saber preguntar, que conviene hacerlo de la manera más general posible, permitiendo al cliente responder eligiendo la forma y el orden.
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Forma de tomar notas: el profesional. Tendrá que retener en su memoria los datos más importantes. Estas notas deben tomarse hacia el final de la entrevista, cuando se recapitula sobre los principales temas tratados.
Por último, debemos darnos cuenta de que el cliente con el que trabajamos esta probablemente cansado de interrogatorios, y, en la medida de lo posible, intentaremos ponernos en su lugar con respecto a este tema.
COMIENZOS DE LA DELINCUENCA
La gran mayoría de las personas privadas de libertad tienen entre 18 y 30 años, más de la mitad son jóvenes menores de 25 años, y casi una cuarta parte del total son menores de 22 años. El grupo más numeroso al que se aplica la pena de prisión son jóvenes varones solteros, menores de 26 años, que suponen el 41.6% del total.
La trayectoria de abandono escolar e inexperiencia laboral son factores condicionantes previos de tipo socioeducativo laboral que, junto con la respuesta penalizada ante los actos delictivos protagonizados por estos jóvenes, contribuyen a que sus situaciones sociales de marginación se criminalicen.
El concepto de delincuencia se construye socialmente. La prisión es uno de los principales agentes definidores del mismo, junto con las demás estructuras de control y estrategias de poder, moldean la realidad, identificando la delincuencia con los delitos concebido legislativamente percibidos, no permitidos.
El papel del trabajador o educador social en relación con los procesados consiste en la realización de un estudio antes de dictar sentencia para que se proponga o no la libertad a prueba. El objetivo de este estudio es proporcionar información al tribunal.
A.- Recoger los datos. En resumen, el asistente social ha de ayudar al magistrado a responder las siguientes preguntas: ¿Cómo esa persona ha llegado a cometer ese delito en un momento determinado?, ¿Sería peligroso para la sociedad dejarle en libertad?, ¿se puede correr el riesgo de dársela?, ¿Qué condiciones debe seguir?, Si la libertad a prueba no es apropiada, ¿qué medidas hay que adoptar en beneficio de todos?
B.- Hacer comprender al procesado el papel del tribunal. Explicarle al procesado que el tribunal se preocupa por el individuo y que quiere conocer su situación, por eso ha ordenado la realización de la encuesta. Si aceptan esta imagen de la justicia, comprenderán mejor la decisión del tribunal.
C.- Hacer comprender el papel del trabajador o educador social. A parte de ayudar al juez a tomar una decisión, hay que hacerle sentir el deseo de ayudar y la posibilidad de hacerlo bien.
D.- Establecer una relación positiva en: Es la oportunidad del procesado para hablar libremente. Permitirle exponer sus dificultades sin imponerle la visión del trabajador o educador social de ver las cosas y sin persuadirle.
E.- Crear un clima favorable. Estimular al cliente para que participe activamente en el estudio. Es necesario hacerle comprender la utilidad de la encuesta, ya que le permite hacer valer sus puntos de vista y le da la oportunidad de considerar sus propios problemas, buscando soluciones y creando proyectos para el futuro.
LA VIDA EN PRISION
El ingreso de una persona en prisión supone su aislamiento afectivo y social, conlleva la pérdida de sus roles sexuales, familiares y sociales, y produce un deterioro de su propia identidad y de su autoestima. Su comportamiento es supervisado continuamente por los funcionarios de la prisión y corregido dominantemente por un sistema de normas formales que le exigen una subordinación que llega a lo servil y que invaden su intimidad. Como consecuencia se desarrolla un código de normas y valores en contra de las normas y fines oficialmente declarados por la institución.
En el sistema social de los internos hay pocos roles y status y una vez asignados, son mantenidos con una gran presión grupal. En la posición de líder se encuentran los internos con larga experiencia delicuencial y penitenciaria que cumplen largas condenas por delitos de robo con violencia. En los más bajos, se encuentran los internos físicos y psíquicamente débiles o perturbados, siendo objeto de aislamiento y rechazo los violadores, sobre todo los de niños, y los delatores. Estos líderes se sienten expulsados por la sociedad, optando por la delincuencia como forma de vida conscientemente elegida. Con respecto a los funcionarios de vigilancia presentan una actitud de abierto rechazo en general, que con funcionarios concretos y conocidos podría darse un ciertos resentimiento o, por el contrario, una actitud abiertamente positiva.
Los valores y actitudes de la subcultura carcelaria son bastante comunes y universales a todas ellas, adoptando la forma de un “código del preso”. Dicho código está integrado por normas que constituyen severos modelos de conducta para los internos, normas establecidas para defender los intereses de los reclusos y en oposición a las reglas oficiales de la prisión. El principio fundamental es que nada de lo que sucede entre los internos debe saberse por los funcionarios; la norma clave, es la de no chivarse. Se valores el saber mantener la calma y la frialdad ante posibles discusiones y peleas, reaccionando violentamente sólo ante una clara provocación. Se prescribe que los presos deben compartir los recursos escasos no explotando a los demás presos. Se debe mantener la integridad de la propia personalidad, siendo resistente, duro, aguantando las frustraciones y peligros de la prisión con valore y dignidad. La norma más proclamada es la hostilidad hacia los funcionarios y las normas y valores de la sociedad convencional, rechazando el esfuerzo y el respeto a la ley como formas de conseguir el éxito.
Este código es muchas veces incumplido en la práctica. La subcultura carcelaria parece bastante universal, pero su contenido concreto, severidad e cumplimiento, varía mucho según el tipo de prisión y dureza delicuencial de país. El incumplimiento de este código conlleva una serie de sanciones que van desde el aislamiento a la burla hasta la “pena de muerte”.
En cuanto al origen del “código del preso” hay dos teorías. La primera parte de que es la propia prisión la que genera el código, como una defensa para mitigar los sufrimientos psicológicos del encarcelamiento y para reducir la sensación de rechazo social. La otra teoría supone que algunos presos introducen en la prisión los valores actitudes de la subcultura delincuencial que ya profesaban en libertad y que simplemente mantienen en la cárcel.
Otra característica importante en la vida en la prisión es la utilización del tiempo y el espacio, aspectos fundamentales en toda institución total (¿qué hacer?, ¿cuándo hacerlo?, ¿dónde hacerlo?).
Tiempo: En la cárcel casi nunca hay nada que hacer, pero el recluso tampoco puede planificar su tiempo. La importancia en la seguridad, en la evitación de la fuga y el control total del preso, hacen que las actividades en la prisión, además de inestables, carezcan de interés para el preso, al que no se intenta motivar a que participe en la escasa actividades. Las razones de esto son:
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Apenas existe personal capacitado, motivado y encargado de realizarlas, ya que la gran mayoría de los funcionarios de la prisión están dedicados a tareas exclusivamente regimentales, administrativas y de seguridad y vigilancia, no se le forma en actividades de intervención, y se encuentra en un ambiente laboral sumamente desmotivador.
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El excesivo número de reclusos, el enorme hacinamiento que constantemente satura nuestras cárceles, no permite que todas puedan realizarlas, con lo que frecuentemente no las realiza ninguno.
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La escasez de espacios dedicados a actividades, como el difícil acceso a ellos, dificulta la realización de casi todo tipo de actividades.
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La mayoría de las actividades que se realizaban en mucha prisiones eran llevadas a cabo por parte de personas ajenas a la prisión, perteneciente a diversos grupos (instituciones religiosas, ciudadanas). Pero cuando la situación de la prisión es especialmente precaria, cuando estas personas venidas de fuera critican la situación, la institución penitenciara reacciona cerrando sus puertas, intentado evitar las críticas ocultando la situación.
LA EDUCACIÓN Y LA CULTURA EN LA CÁRCEL
Las carencias educativas y culturales son uno de los más importantes problemas de cualquier intervención centrado en al individuo que no pretenda solamente evitar la conducta desadaptado, sino incorporar activamente al inadaptado en la sociedad. Por tanto todo programa de intervención ha de incorporar el diseño y realización de estrategias de intervención educativa y de fomento de la cultura. Pero el proceso educativo precisa al menos los siguiente elementos:
Una estructura física que posibilite la actividad educativa y unos medios materiales mínimamente suficientes para equipar el espacio y apoyar la labor del maestro.
Un personal docente capacitado pedagógicamente y motivado laboralmente.
Un programa de intervención educativa diseñado específicamente para la población a que va dirigido.
Ninguno de esos tres elementos se suelen cumplir en las cárceles. La situación que nos encontramos en ellas actualmente es que hay unas grandes diferencia entre el espacio existente y el espacio disponible, por lo que se reduce al máximo el espacio dedicado a la educación. El equipamiento suele ser deficiente, y el acceso del recluso tanto al aula como a la biblioteca están seriamente restringido. Por otro lado las facilidades para el estudio apenas existen (el preso debe optar por quedarse en la celda estudiando, que no favorece a la concentración, o bajar al patio, donde es imposible estudiar, y permanecer en él toda la maña o toda la tarde). Por otro lado el funcionario no esta dispuestos a estar abriendo y cerrando puertas todo el día para facilitar el estudio.
El personal educativo suele ser muy escaso y escasamente preparado para las características peculiares del trabajo educativo en una cárcel. No se trata de ser un buen maestro, sino conocer las peculiaridades del preso, sus deficiencias educativas, etc.
Tampoco suelen existir programas. Casi siempre se repite el mismo proceso educativo en el que ya previamente había fracasado el alumno, y que fue con seguridad uno de los elementos principales de marginación.
Está claro que uno niveles mínimos de educación y cultura son un elemento fundamental para conseguir una adecuada adaptación, pero también una relación laboral que permita al individuo vivir dignamente, es indispensable para conseguir una adaptación social mínimamente satisfactoria. Por lo tanto si las prisiones tiene como finalidad, la recuperación del preso, la preparación laboral ha de ser uno de los elementos fundamentales en la intervención. Pero las cosas en la cárcel no son como tendrían que ser:
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La distribución arquitectónica, no contempla un espacio adecuado para la preparación laboral del preso.
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No existen medios materiales adecuados ni un personal preparado para llevar a cabo la formación laboral.
Dejando de lado estas carencias, en la cárcel podemos encontrar dos tipos de actividades:
Los “destinos”: Son presos que se encargan de las diferentes actividades diarias que hay que hacer en una prisión, desde ayudantes de cocina hasta albañiles, fontaneros, etc. Su “jornada laboral” puede ser muy variable, desde unas pocas horas diarias, hasta mucho más de los que implica una jornada laboral normal, y o no cobran nada o cobran una cantidad mensual casi siempre inferior al salario mínimo interprofesional. De todas formas trabajar en la cárcel es un privilegio, pues evita estor todo el día en le patio sin hacer nada. Suele proporcionar algunos pequeños beneficios como una mejor comida, una celda individual, y sobre todo una reducción de pena por el trabajo. Por el contrario los destinos suelen ser presos aislados que se mezclan poco con el resto de presos, hacen su vida a parte, más vinculada a la institución. Por eso suelen ser presos de confianza de están mucho más sometidos a la institución ya que su destino no tiene ninguna seguridad, y cualquier fallo puede mandarlos de nuevo a la galería o al módulo.
Talleres: Nos encontramos con dos tipos de talleres que se realizan en el interior de la prisión:
Talleres formativos: Dependen de los cursos de INEM, pero no suelen estar diseñados para las características de la población penitenciaria, sino que se realizan los cursos que se consiguen con buena voluntad, en función de interés de la dirección de cada centro, y casi con el mismo método docente con que se realizan fuera, ya que el personal que los imparte no tiene una especial preparación. Por ello estos cursos no suelen ser demasiado eficaces, es frecuente el abandono antes de su finalización, el rendimiento es bajo, el desgaste de materia y maquinaria es excesivo y las posibilidades de encontrar empleo cuando el preso salga de la cárcel son escasas, porque no suelen ir precedidos de un estudio previo de las demandas del mercado de trabajo.
En los que se realiza algún tipo de producción, corresponde al que suelen realizar personas ajenas a la institución penitenciaria, ya sean contratados por las comunidades autónomas, los ayuntamientos o colectivos de ayuda a preso. Estos talleres no corresponden a una actividad laboral, son más bien talleres ocupacionales, de marquetería cerámica, etc. Por lo tanto estrictamente hablando no son talleres laborales, sino que se dedican a otro tipo de actividades lúdicas o de entretenimiento.
Talleres productivos: Dependen del organismo autónomo, que por muy autónomo que sea, siempre depende de la orientación política de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias. Estos talleres pueden ser cooperativas de presos, en un escaso número y con pocas posibilidades de éxito en la situación actual, o talleres concertados con alguna empresa del exterior, a la que fabrican el producto o parte de él. Normalmente se trata de manipulados que no ofrecen una auténtica formación laboral al preso y que, por tanto apenas le sirven para encontrar trabajo una vez en libertar. Otro tipo de talleres productivos, son los de la propia prisión que suelen estar dedicados al equipamiento de las cárceles, como talleres de carpintería, de muebles, etc.
Normalmente suele surgir la polémica de qué tipo de talleres se deben impartir en las cárceles. Por una parte son importantes los talleres formativos porque el objetivo final de los mismos ha de ser formar parte de un programa de intervención global que dé al recluso posibilidades de vivir en el futuro sin verse obligado a delinquir; pero por otra parte, los talleres han de ser productivos porque dependen de un organismo autónomo que ha de autofinanciarse y porque los presos tiene evidentes e importante necesidad económica, ya que no se cobra por estar preso.
El patio de las prisiones suele ser un lugar desagradable, donde se encuentran juntas multitud de personas hacinadas en un espacio demasiado pequeño y demasiado sucio, sin apenas equipamiento que permita “matar el tiempo” con alguna ocupación. En estas condiciones, pasea o estar sentado son las únicas alternativas. Esta situación afecta al preso, y lo hace de varias maneras:
1. El estar muchas horas cada día, durante año, sin hacer nada, simplemente “estando” en el patio, produce una enorme sensación de vacío, de pérdida de tiempo, de frustración y de deterioro del autoconcepto.
2. Esta sensación de vació lleva a un estado permanente de ansiedad, aumenta por tener demasiado tiempo para pensar, aunque más que pensar lo que hará será dar obsesivamente vueltas a la misma idea, acera de la irremediable de su situación, lo que conducirá a un fatalismo que le impedirá encontrar salida a una situación fuera de los muros de la prisión
3. El alto nivel de ansiedad aumenta el riesgo de caer en la drogadicción.
4. Si cae en la droga, cae también en las redes de la droga, con lo que se va a ver irremediablemente sometido al sistema de funcionamiento alternativo de la prisión, sistema que es dirigido sistemáticamente desde el patio de la cárcel.
5. A partir de entonces va a perder totalmente el poco margen de decisión y de libertad de que disponía. Toda s vida se va a estructurar en función de la droga y de lo que la droga implica en la cárcel.
6. Pasar la vida en el patio va a ser el broche final que lleva hasta sus último extremos el empobrecimiento general de la vida que supone el encarcelamiento y, por tanto el escenario final del proceso de prisionización, de asentamiento en la situación de Inadaptación subjetiva.
CONSECUENCIAS PSICOSOCIALES DEL INGRESO EN PRISION
Prisionización es el conjunto de efectos de la prisión sobre la comunidad del preso. Celmmer definió la prisionización como el proceso de adopción de los usos, costumbres, valores, normas y cultura general de la prisión, es decir, la asimilación o interiorización de la subcultura carcelaria.
Este proceso comienza con el ingreso en prisión, asumiendo el rol inferior del grupo al que pertenece (los internos). Se desarrollan nuevas formas de comer, vestir, dormir, trabajar, comunicarse, ocurre cambios en el consumo de drogas, se aprende a practicar juegos de azar, a realizar actividades homosexuales, a desconfiar, incluso odiar a los funcionarios y a aceptar las costumbres y valores de la comunidad de presos.
Toda persona que ingresa en la cárcel se prisionaliza en alguna medida, algunos sólo aceptan los valores de la comunidad de presos por conveniencia o por miedo, otros son escasamente influenciables. Este proceso está afectado por variables:
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Personales: mantenimiento de vínculos con personas del mundo exterior y las expectativas postprisión.
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Intrainstitucionales: estructura física de la prisión, la densidad de los internos y su clase, los fines de la institución, las actitudes de los funcionarios, la posibilidad de un trabajo ocupacional, la programación de actividades educativo-culturales y de tratamiento dirigido a la rehabilitación. Cuanto más se oriente la prisión a la mera retención y custodia, habrá mayor probabilidad de altos niveles de prisionización
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Individuales: el tipo del delito, edad, procedencia ambiental, nivel socio-económico y educativo, precocidad en el delito, experiencia laboral en libertad estabilidad de la personalidad, ubicación dentro de la prisión, etc.
La adaptación a la situación anormalizadora de la prisión supone la adopción de pautas comportamentales adaptadas a dicho contexto y por tanto desadaptadas desde la protectora distancia con que suelen trabajar las ciencias sociales. En la cárcel, la adopción de muchas conductas consideradas “adaptadas” en la sociedad “de fuera”, resultarían inadaptadas, ineficaces y peligrosas. Este proceso de adaptación tiene unas consecuencias concretas, como por ejemplo que toda la vida del preso se va a estructurar en torno a la prisión desde el momento en que entre en ella. Esto lleva que cosas y situaciones que en otro ambiente carecerían de Tambien hay una exageración de las situaciones: importancia, adquieran gran relevancia. Esta es una de las causas de que, acontecimientos insignificantes, pueden derivar hacia situaciones conflictivas, incluso de gran violencia.
SUMISION ANTE LA INSTITUCION
Como institución penitenciaria es una estructura poderosa frente a la cual, el recluso se vivencia así mismo como débil, para mantener unos mínimos niveles de autoestima, se va obligado a autoafirmarse frente a ese medio enemigo. Según las características de la prisión, frecuentemente adoptará una autoafirmación agresiva, desarrollando una fuerte hostilidad hacia todo lo que tenga alguna vinculación con la institución.
Sólo si el recluso mantiene su firmeza a los intentos de “reformarles”, logrará conservar su autoestima; y ello va a ser frecuentemente el parámetro esencial de la manera en que establezca sus relaciones con la institución penitenciaria. Pero esta institución llevará a un endurecimiento del régimen penitenciario, y paralelamente, a una nueva autoafirmación a cada vez más agresivas. Se trata de una de las fases más importantes del proceso de prisionización.
No todo los individuos utilizan la autoafirmación agresiva como de forma de adaptación al ambiente. Los mecanismos de adaptación que utilice el preso estarán en función de encontrar refuerzo en la propia prisión en función de cómo se incluya en el grupo de presos, lo que suele estar relacionado con el tipo de delito. En este sentido, en el “sistema social alternativo” que es la cárcel, hay delitos prestigiosos y delitos que no sólo humillan a su autor, sino que lo convierte en un marginado. Entre esos “delitos marginadores”, destaca sobre todo el de violación. El profundo rechazo que suelen encontrar por parte de sus compañeros le obliga a utilizar como forma de supervivencia, y por tanto, de adaptación, la sumisión, es decir, el sometimiento prácticamente absoluto a la institución. Por eso la mayoría de los “destinos” suelen ser violadores.
Entre estos dos extremos; enfrentamiento y sumisión, se encuentran las forma de adaptación del preso a la cárcel. Cuando el internamiento es por poco tiempo hay formas intermedios de adaptación entre ambos extremos, pero si el internamiento se prolonga, no le quedará más que elegir entre ambos extremos.
SUMISION EN LAS RELACIONES PERSONALES
Esto autoafirmación agresiva es un elemento muy importante a la hora de establecer relaciones interpersonales con otros reclusos. En un entorno violento, todo se vuelve violento y quienes, por capacidad de liderazgo están en condiciones de dominar a los demás, lo van a hacer. El compañerismo y la solidaridad se manifestarán frente a la institución, pero no siempre entre los mismos presos. Por esos un preso que es capaz de tener un enfrentamiento con la institución porque se ha tratado mal al otro preso, es capaz de extorsionarles para conseguir droga o para conseguir algo que le interesa.
Como por otra parte, la institución rara vez tiene capacidad para garantizar la seguridad del preso, se ve obligado a agruparse, tanto para defenderse como para dominar.
La facilitación de las comunicaciones íntima, no es suficiente para satisfacer las pulsiones sexuales, aumentadas por la situación de estrés que provoca la prisión: En consecuencia se produce una alteración de la sexualidad en tres direcciones:
Las relaciones sexuales, además de escasas, van a tener que realizarse en el interior de la cárcel, y por tanto van a estar reguladas por la estructuración de la vida penitenciaria y se van a ver envueltas en la anormalización que supone la vida en prisión. El preso no tiene tiempo para sutilezas amorosas, sólo dispone de un breve espacio de tiempo (una o dos horas y tal vez únicamente al mes) y tiene que darse prisa.
Es evidente que los niveles de niveles de masturbación se disparan (sin tratar la masturbación como una desviación sexual). La masturbación adquiere una naturaleza especial en un ambiente total de prisión, tanto en el ámbito cuantitativo como cualitativo. A menudo es la única válvula de escape que tiene el recluso, pero como ha perdido el contacto con el exterior, las fantasías sexuales se anormalizan.
Y en última dirección, en cuanto a la homosexualidad, sin pretender considerarla como una desviación o alteración sexuales. Se trata en este punto porque en muchos casos no es una opción elegida, sino impuesta por la realidad de la vida del recluso, produciéndose en muchos casos redes de prostitución, que se van a dejar una profunda huella en quien caiga en ella, ya sea por miedo o por necesidad.
En estas condiciones de vida, el recluso llega prácticamente a no tener ningún control sobre su propia vida, esto se debe a que en el ámbito institucional, depende por completo del régimen de la prisión, que va a dirigir todas sus actividades. La capacidad de elección el individuo queda reducida a la mínima expresión. Ni puede planificar su tiempo ni el lugar donde desea estar en cada momento. En la mayoría de las situaciones, es la institución quien decide donde va a estar y qué va hacer, incluso si va a hacer algo o no.
En el ámbito de las relaciones interpersonales, su conducta se va a ver frecuentemente presionada por las relaciones de poder, y en función de la posición que ocupe en las mismas. Casi nada depende de él. Todo depende del contexto que le rodea del que evidentemente, no puede esperar nada bueno.
Después de todo lo dicho anteriormente, en la prisión se está siempre en peligro, lo que desarrolla en el preso un estado de permanente ansiedad, que va a derivar hacia la manifestación de la ansiedad como una consistencia comportamental que se generalizará en todo tipo de situaciones y que le conduce a vivir aún con más estrés las permanentes tensiones de la vida en la cárcel.
Ante unas agresiones que le llegan por todas partes, el recluso se ve obligado a proteger su propio Yo, lo que le lleva en ese ambiente a una exageración del egocentrismo, todo ello relacionado en función del interés propio. La sensación de peligro es tan grande que difícilmente puede el individuo establecer relaciones de solidaridad con sus compañeros.
Si el recluso no puede controlar su presente, mucho menos puede planificar su futuro. En consecuencia, se dejar llevar por lo irremediable de la situación, configurándose en él un fatalismo, que supone una de las principales consecuencias del proceso de inadaptación social, y en la cárcel se presenta con una características especiales.
Cuando el inadaptado tropieza con la respuesta jurídico-institucional a su comportamiento, sobre todo a partir de su entrada en prisión, esa “adaptación situacional”, le va a conducir progresivamente al fatalismo, debido al gran poder de la institución penitenciaria frente a la debilidad del individuo. A partir de ese momento, va a ver su propia vida como una película en la que él mismo es un actor secundario. Va a pensar que “lo que tenga que ocurrir, ocurrirá”, y que él no tiene ningún poder para evitarlo.
Como ya ha aparecido anteriormente, el preso “vive la cárcel”, provocando que toda su vida se estructure en torno a ello, y que cualquier situación aparentemente insignificante puede llegar a convertirse no sólo en importante, sino incluso en obsesiva. Una de las características más importantes del internamiento penitenciario es que el preso está encerrado “en las pequeñas cosas”. Se trata de otra consecuencia más de la pobreza generalizada de la vida en la cárcel, que implica también una “cotidianización de la vida”, una vida centrada en los más inmediato, aumentado por la primariedad del inadaptado. Todo en la cárcel es inmediato. Nada más que el aquí y ahora tiene importancia.
Como en la prisión todo está preestablecido, y el recluso apenas tiene ninguna influencia sobre las decisiones que toma sobre él, acaba adoptando una actitud pasiva, esperando que las cosas “le vengan dadas”. Esta situación desemboca en una auténtica delegación de la responsabilidad de propia vida en el entorno institucional. Se convierte en un apático, porque es una buena manera de sobrevivir, y porque aunque lo intente rara vez conseguirá modificar el destino.
Cuando salga en libertad, esta ausencia de responsabilidad será una de las conductas desarrolladas en prisión que más va a perturbar las posibilidades de aprovechar las pocas oportunidades que se le ofrezcan. Sin ningún tipo de preparación, el individuo pasa de la cárcel, donde se le dice todo lo que tiene que hacer, cómo hacerlo y dónde hacerlo, a la situación de libertad en la que ha de tomar sus propias decisiones, planificar y dirigir sus propia vida, a menudo sin ayuda, con un sistema de funcionamiento completamente distinto del que estaba acostumbrado en la cárcel y con fuertes impedimentos.
La entrada en presión implica el aislamiento inmediato respecto a todo lo que se dejó fuera. A partir de ese momento todo contacto con el exterior se va a producir en prisión y va a ser filtrado por la institución con unos requisitos muy limitativos.
Las personas del exterior, con las que tenía establecidas unas vinculaciones emocionales más intensas, al principio del encarcelamiento se volcarán en él, después tendrán que ir reajustando sus vidas, estableciendo nuevas vinculaciones, en las que el recluso ya no va a estar presente. Esta pérdida de vinculaciones tendrá repercusiones importantes par la vida del preso:
El recluso irá perdiendo la noción de la realidad del exterior, sus recuerdos se irán alterando a la vez que idealizando. Además, para él, cuando salga, el tiempo no habrá pasado e intentará retomar las relaciones interpersonales donde fueron interrumpidas por la entrada en prisión. Pero para los demás todo ese tiempo si que habrá transcurrido y a veces incluso habrá provocado cambios en sus vidas. Por eso a menudo cuando el recluso sale de prisión no encaje en su ambiente familiar, lo que provocará nuevas frustraciones.
Dentro de la prisión, las vinculaciones que continúe manteniendo se verán alteradas al realizarse a través de la institución. Estas relaciones dentro de la prisión se realizan:
Se habrán de establecer dentro de los que en el ambiente de la prisión se llama “comunicación”. El preso no va a ver a su madre o a su esposa, sino que se va a “comunicar” con ellas. Aquí también se utiliza el lenguaje de la cárcel, que tiene connotaciones anormalizadoras y que el recluso acaba asumiendo como un paso más de la adquisición del proceso de prisionización.
Se realizarán a través de lo que denomina locutorio, que anormaliza la relación y la limita un breve periodo de tiempo de poco minutos a la semana y donde no hay posibilidad de establecer ningún tipo de intimidad. La configuración arquitectónica de los locutorios, deshumaniza las relaciones, impide cualquier contacto físico y altera la propia comunicación verbal.
Las entrevistas personales, sin rejas de separación, además de ser “comunicaciones especiales”, son poco frecuentes y son consideradas como un privilegio en lugar de ser consideradas como un derecho. En el argos penitenciario, este tipo de entrevistas se denomina “vis a vis”
Según las distintas formas observadas de cómo se pude tener una relación interpersonal con las personas del exterior, las pocas que se establezcan, quedan alteradas y anormalizadas por causa de los filtros institucionales. Ocurre lo mismo con el sexo, que no se consideran como relaciones de intimidad, sino para que el preso pueda descargar sus pulsiones sexuales. Por lo tanto el sexo como cualquier tipo de relación queda alterado y anormalizado, llevando a la frialdad en la pareja, como una reacción normal ante tanta anormalidad.
EL LENGUAJE
Conforme va avanzando el proceso de prisionización, el preso va asumiendo alguno término verbales, entonación y gesticulación diferentes y exclusivos de la cárcel. Así el preso va asimilando la cárcel, también en le ámbito lingüístico, y la forma de hablar se va incorporando a su proceso de prisionización. Por lo tanto el lenguaje se convierte en otro elemento más de exclusión, de marginación, que va a dificultar su capacidad para entablar relaciones interpersonales, cuando salga de prisión. Las características básicas de este lenguaje son las siguientes:
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Palabras: Se caracterizan por el uso de términos exclusivos del medio penitenciario, y de palabras que en la cárcel adquieren una significación especial, y que definen al individuo como preso.
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Construcciones gramaticales: Empleo de frase breves y poco elaboradas, lo que lleva un lenguaje rígido, apenas válido para la comunicación.
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Lenguaje:
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La utilización de un lenguaje cuyo objetivo no es la comunicación, un lenguaje exclusivamente informativo, que responde a las demandas de situaciones concretas.
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Es muy pobre en matizaciones personales. Todos los presos hablan igual, utilizando las mismas frases hechas. La pobreza de las relaciones con el exterior y el contacto permanente con las mismas personas, empobrecen el lenguaje, ya que la comunicación se convierte en algo secundario.
SALIDA DE PRISION
En el momento de salir de prisión, son imprescindibles tres necesidades para disponer de las garantías mínimas de reintegración social. Estas tres cuestiones son fundamentales como indicadores de la situación personal y social que se va a encontrar la persona excarcelada. Estos problemas básicos son:
Tener a alguien esperándole a la salida (familia, pareja).
Disponer de una vivienda donde residir.
Tener un trabajo para buscarse la vida por medios legales.
La gran mayoria de expresidiarios se encuentran en situación de desempleo al salir de la prisión, es decir, que no ha conseguido un trabajo con vista a su reincorporación en la sociedad, ni a través de familia, ni de las instancias penitenciarias responsables de este tipo de actividades.
La mayoría disponen de vivienda y de alguien que les espera a la salida, normalmente su familia. Un 10% aproximadamente de las personas recluidas no tienen vivienda a la salida y ningún apoyo familiar, afectivo o humano, teniendo que recurrir a las instituciones asistenciales de tipo privado o público.
Por último, un mínimo de las personas que salen de prisión van hacia una situación de abandono, es decir, sin trabajo, sin vivienda y sin nadie esperándoles a la salida. Este es un colectivo, aunque residual porcentualmente, relevante desde el unto de vista del deterioro de su situación social, y sobre todo con personas sin posibilidades objetiva de eludir el reintegro en prisión.
Las necesidades mayoritarias con vistas a la reinserción social, que considera la familiar como condiciones imprescindibles para que el componente que ha sido acusado o sentenciado a una pene privativa de libertad que no vuelva a reingresar en prisión, son las siguientes:
Necesidad de un trabajo: un trabajo que aporte estabilidad e independencia económica y una ocupación productiva de una parte de su tiempo.
Alguien con quien compartir su vida: tener posibilidades de constituir una familia adquirida o simplemente establecer lazos afectivos estables y consistentes que contribuyan a su equilibrio psico-afectivo
Tener dinero: la posibilidad de disponer de bienes y servicios para atender necesidades materiales básicas
Apoyo familiar: supone el refuerzo de los lazos con los miembros de su hogar ante las situaciones de desvinculación y conflicto que han deteriorado la vida familiar como núcleo de pertenencia y de referencia primaria
Dejar la droga: deshabituación en el consumo y dependencia de las llamadas drogas dura y del alcohol.
Cambiar de grupo de relaciones primarias no familiares: círculos de relación donde priman el tipo de actividades cotidianas vinculadas a la actividad delictiva o paradelctiva.
Alguien que le ayude a reconstruir su vida: la necesidad de un apoyo profesional o institucional mediante un tratamiento con vistas a llevar un programa integral de tipo rehabilitador.
Las necesidades de primer orden para hacer efectivo el proceso de reinserción social son fundamentalmente tres:
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La reintegración laboral: es la más importante, vinculada a la posibilidad de desarrollar un trabajo estable y para ello ha de reunir previamente las condiciones necesarias para hacerlo posible, experiencia laboral, entrenamiento, cualificación técnica, formación académica, etc.
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La recomposición familiar, manifestada como necesidades de apoyo familiar, como carencia de este apoyo. Las propias familias consideran necesario el apoyo familiar, bien por ser inexistente, habiéndose deteriorado las relaciones en le hogar por considerar necesario un reforzamiento de los lazos dado que estos se han debilitado durante le tiempo que ha permanecido un familiar recluido.
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El tratamiento socio-sanitario: relacionado con dejar las drogas, problema que afecta a las 2/3 de las familias, afecta a gran número de personas sobre las que recae la sanción privativa de libertad.
También destaca las necesidades más específicas que suponen un cambio más concreto en relación con la ausencia o presencia de determinadas figuras referencial como la pareja, grupo de relaciones primarias, educadores, etc.ç
Por último la dimensión económica, referente a tener dinero para afrontar las necesidades básicas, es un problema que vive casi la mitad de las familias como condición para la reintegración social de su componente encarcelado, y en este sentido establecen una relación directa entre su situación de penuria económica y la comisión de hechos delictivos. Esta penuria económica en algunos casos puede venir ocasionada por la carencia de dinero para afrontar los gastos derivados de problemas económicos que ocasiona la drogodependencia o el despilfarro económico.
El proceso de reintegración social va a depender directamente del grado y forma del desarraigo social que se presentan en la vida del individuo.
A medida que un sujeto está afectado por una sola de estas necesidades (trabajo, dejar las drogas, etc.) su proceso de reintegración será más fácil y su nivel de desarraigo menor. Por el contrario, una persona que presenta todas las necesidades, presentará un alto grado de desarraigo social, su proceso de reintegración será mucho más difícil puesto que situación actual como las condiciones objetivas necesaria para la normalización de su vida social, son muy desfavorables.
El dato general es la existencia de un 97% de personas que la salir de prisión plantean al menos una de las necesidades apuntadas para hacer posible su proceso de reintegración social y evitar el reingreso en prisión. Un 2.5% manifiestan no tener ninguna de las necesidades anteriores y por tanto, su proceso de reinserción depende de otras consideraciones como:
- que no van a reingresar por haber sido acusadas o sentenciadas por un solo delito y su contacto con la prisión es ocasional
- que dependen de otras variables distintas a las que se ha recogido en su futuro ingreso en prisión o desvinculación del circuito penitenciario
- que consideran que no van a volver a ingresar en prisión porque a la salida han cambiado o cambiaran sus condiciones personales y sociales y se han solucionado o solucionarán estos problemas.
Teniendo en cuenta los datos anteriores, se puede distinguir tres grados de acumulación de necesidades que inciden en la posibilidad o no de reintegración al salir de prisión:
CONCLUSIONES
Después de la primera entrevista con el recluso, intervienen los trabajadores o educadores sociales penitenciarios. La ayuda del servicio social en estos casos resulta necesaria, tanto para resolver problemas inmediatos , como para evitar que determinadas situaciones se agraven hasta hacerse irremediables. El profesional ayuda al recluso a analizar la situación y a buscar la mejor solución, le anima a tomar las iniciativas necesarias y le tutela en su realización, también le explica los recursos de que dispone la comunidad.
El tratamiento social implica que el trabajador o educador. esté dispuesto a adquirir:
Conocimiento de los problemas, actitudes, aspiraciones e intereses del delincuente.
La comprensión de los factores de sus problemas y de las causas de su comportamiento antisocial
El conocimiento de los rasgos característicos de su carácter.
El conocimiento de su medio.
Las actividades del educador. se podrían clasificar en 4 categorías:
Participación en la observación de los reclusos y en la elaboración de su programa de vida durante la etapa de internamiento en el centro penitenciario.
Estudio de las cuestiones relativas a los condenados que le señale el Ministerio de Justicia.
Tratamiento de los problemas personales y familiares de los condenados.
Preparación, desde el punto de vista social, de la liberación de los reclusos.
El estudio de la observación está centrado en el diagnóstico y en el proyecto de tratamiento penitenciario, persiguiendo los siguientes objetivos:
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Analizar los informes y el estudio previo a la sentencia.
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Analizar los factores del comportamiento delictivo (personalidad, antecedentes, etc.).
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Recoger las indicaciones que permitan un tratamiento penitenciario adecuado (necesidades, aspiraciones, problemas, etc.).
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Motivar al recluso en la preparación de dicho programa para la reinserción.
El estudio señalado por el Ministerio de Justicia se compone de dos partes fundamentales, que son: la entrevista con el interesado a través de las preguntas que han sido formuladas por la Administración, y de la consulta al grupo familiar la que pertenecía el interesado.
El tratamiento de los problemas del recluso se lleva a cabo a través de la relación establecida entre el profesional y el interesado y mediante la aplicación del "Casework" en el ámbito de la prisión. Hay que señalar (mediante la aplicación del Casework) una serie de particularidades, como elegir el momento adecuado para la resolución de los problemas del recluso, habiendo admitido este dichos problemas, y que el recluso esté motivado para resolverlos. Se llega a determinar cuáles son las necesidades del recluso, la forma de resolver los problemas y el ritmo de la resolución.
La aplicación del "Group Work" o técnicas de grupo también pueden ser utilizadas por los T.S.P. dando mayores resultados en determinados reclusos poco comunicativos, pasivos o incapaces de establecer una relación interpersonal. Algunas de las ventajas del Group Work son las siguientes:
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Hay mayor seguridad en cada miembro y menos tensiones
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Cada miembro comprueba que el resto de miembros experimentan la misma hostilidad.
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Se atreven a exponer sentimientos propios que tienden a suprimir (introspección).
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Los miembros aceptan los problemas con mayor facilidad.
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Ayuda al aprendizaje de las relaciones interpersonales.
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Estimula la confianza en los compañeros, etc.
Del Group Work se pueden distinguir 3 categorías:
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Trabajo en grupo: que tiene por objeto suministrar información al grupo.
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Relación colectiva de ayuda: que tiene por objeto favorecer el desarrollo personal de los participantes y ayudar al grupo a alcanzar objetivos socialmente deseables.
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Terapia de grupo: cuyo objetivo es la mejora en el comportamiento inmediato de los reclusos y sólo puede desempeñar un universitario con formación clínica, conocimientos de criminología y técnicas de grupo.
LIBERTAD
La Administración penitenciaria se siente hoy día obligada a preparar al delincuente física, psicológica y profesionalmente para que pueda adaptarse o readaptarse a la vida social.
Es necesario hacer un balance de la situación para determinar si el preso parece apto para enfrentarse a la reinserción. En este balance se estudia la condición personal del recluso: la salud física y mental del recluso, la formación profesional, la adaptación social, etc. También se estudian los recursos económicos y de empleo: en los que se estudian temas como las causas de abandono de empleo, el modo de presentar una solicitud de trabajo, rellenar formularios, etc.
Los establecimientos penitenciarios tienden cada vez más a abandonar su carácter de entidad punitiva o de castigo para convertirse en entidades terapéuticas.
BIBLIOGRAFIA
http://www.tsred.org/sectionsphp?op=viewarticle&artid=1
http://www.caps.ucsf.edu/capsweb/carcelesrev.html
http://www.prisiones.gov.do/welcome.htm
http://members.es.tripod.de/prision/prisiones.htm
http://directo-a.com/prisiones
GRIMAL, PIERRE, (1990): Los extravios de la libertad. Editorial Gedisa, Barcelona.
GALINDO SANCHEZ, ANTONIO,(1992): Manual de instructores de prisión; Comisión Nacional de Derechos Humanos, México.
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Enviado por: | Adras |
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