Biografía
La Navidad en las montañas; Ignacio Manuel Altamirano
“NAVIDAD EN LAS MONTANAS”
El sol se ocultaba ya, y las nieblas ascendían del profundo seno de los valles , deteníanse un momento entre los oscuros bosques y las negras gargantas de la cordillera, como un rebano gigantesco después avanzaban con rapidez hacia las cumbres, se desprendían majestuosas de las agudas copas de los abetos e iban, por ultimo, a envolver la soberbia, frente de las rocas titánicos guardianes de las montanas que habían desafiado allí durante millares de siglos las tempestades del cielo y las agitaciones de la tierra.
La noche se acercaba tranquila y hermosa era el 24 de diciembre es decir, que pronto la noche de navidad cubriría nuestro hemisferio con su sombra sagrada y animaría a los pueblos cristianos con sus alegrías en su infancia, la poética leyenda del nacimiento de Jesús, no siente en semejante noche avivarse los mas tiernos recuerdos de los primeros días de la vida?
Yo, hay de mi al pensar que me hallaba, en este día solemne, en medio del silencio de aquellos bosques majestuosos a un en presencia del magnifico espectáculo que se presentaba a mi vista absorbiendo mis sentidos embargados poco a por la admiración que causa la sublimidad de la naturaleza, no puede menos que interrumpir mi dolorosa meditación, y encerrándome en un religioso recogimiento evoque todas les luces de mis anos juveniles.
Recordaba a mi pueblo, mi pueblo querido, cuyos alegres habitantantes celebraban a porfía con bailes, cantos y modestos banquetes la noche buena.
Pareciame ver aquellas casa adornadas con sus nacimientos y animadas por la alegría de la familia; recordaba la pequeña iglesia iluminada, dejando ver desde el pórtico el precioso belén, curiosamente levantado en el altar mayor; pareciame oír los armoniosos repiques que resonaban en el campanario, medio derruido, convocando a los fieles de la misa del gallo, y aun escuchaba, con el corazón palpitante la dulce voz de mi pobre y virtuoso padre, excitándonos a mis hermanos y a mi para dirigirnos a la iglesia a fin de llegar a tiempo; y aun sentía la mano de mi santa madre para conducirme al oficio.
Después de un momento en que consagraba mi alma al culto absoluto de mis recuerdos de niño por una transición lenta y penosa me trasladaba a México, al lugar precipita rio de mis muchas ilusiones de joven.
Pero volviendo de aquel encantado mundo de mis recuerdos un sentimiento de tristeza se apodero de mí. Ay, había repasado en mi mente aquellos hermosos cuadros de mi infancia y de la juventud; pero esta se alejaba de mi a pasos rápidos, y el tiempo que paso al darme su poético adiós hacia mas amarga mi situación actual.
En donde estaba yo? Que era entonces? A donde iba?.
Y un suspiro de angustia respondía a cada una de estas preguntas que me hacia, soltando las riendas a mi caballo, en continua su camino lentamente ya me figura hallarme cerca del lugar tan deseado, después de un día de marcha fatigosa; el sendero iba haciéndose mas practicable, parecía descender suavemente al fondo de una de la gargantas que presentaba el aspecto de un valle risueño, a juzgar por los sitios que comenzaba a distinguir: por riachuelos que atravesaban; por las cabañas de pastores que se levantaban a cada paso al costado del camino; y, en fin, por ese aspecto singular que todo viajero sabe viajar aun atreves de las sombras de la noche.
Mí criado, soldado viejo, y por lo tanto acostumbrado a las marchas y al fastidio de las soledades, había procurado distraerse durante el día, ora cansado al paso, ora cantando y no pocas veces hablando a solas, como si hubiese evocado los fantasmas de sus camaradas del regimiento repentinamente lo vi volver a galope, como portador de una noticia extraordinaria.
Que hay González? Le pregunte.
Nada, mi capitán si no que habiendo visto a unas personas delante de nosotros a caballo, me avance a reconocerlas y a tomar informes y, e encontré con que era el cura del pueblo de a donde vamos y su mozo, que vienen de una confesión y van al pueblo a celebrar la noche buena.
Y le diste las gracias? es claro mi capitán y aun le dije que necesitábamos de todos sus auxilios, por que veníamos cansados y no hemos encontrado en todo el día un triste rancho donde descansar.
Y que tal? Parece buen sujeto el cura? Es español, mi capitán y creo que es todo un hombre.
Español? Me dije yo eso si me alarma; yo no e conocido clérigos españoles mas que jesuitas y carlistas y todos malos.
En fin, con no promover disputas políticas me evitare cualquier disgusto y pasare una noche agradable. Vamos González a reunirnos al cura.
Di las gracias al buen sacerdote por su afectuosidad y acepte desde luego oferta tan lisonjera.
Soy yo soldado señor cura, y encontrare demasiado bueno cuanto usted me ofrezca acostumbrado como estoy a las intemperies y a las privaciones.
Ya sabe usted lo que es esta dura profesión de las armas y por eso emito un discurso que ya antes hizo don quijote en un estilo que me seria imposible imitar.
Sonrió el cura al escuchar aquella ilusión al libro inmortal que siempre será caro a los españoles y a sus descendientes comprar, y así en buen amor continuamos nuestro camino platicando sabrosamente.
Vine al país de usted me dilo, muy joven destinado al comercio, con muchos de mis compatriotas. Tenia yo un tío en México bastante acomodado, el cual me coloco en una tienda de ropas, pero notando algunos meses después de mi llagada que aquella ocupación me repugnaba sobre manera y me consagraba con mas gusto ala lectura, sacrificando a esta inclinación a unas horas de reposo, pregunto me yo un día si no me sentía con mas vocación para los estudios.
En cuanto a mi, señor, vivo feliz cuanto pude serlo un hombre en medio de gentes que me aman como un hermano; me creo muy recompensado de mis pobres trabajos con cariño y tengo la conciencia de no serles gravoso; por que vivo de mi trabajo, y no como cura, si no como cultivador y artesano; tengo poquísimas necesidades y dios provee como las que me producen mis afanes.
De manera señor cura, le pregunte que usted no recibe dinero por bautizos casamientos, misas y entierros? No señor no recibo nada como va usted a saber de los mismos habitantes. Yo tengo mis ideas que ciertamente no son las generales pro que practico religiosamente.
Y no pude contenerme al oír esto; y deteniendo mi caballo, quitándome el sombrero no ocultando mi emoción, que llegaba hasta las lágrimas, alargue una mano al buen cura y le dije:
Venga esa mano, señor usted no es un fraile, si no un apóstol de Jesús: me ha ensanchado usted el corazón me ha hecho usted llorar.
El cura se bajo también del pobre caballejo, y me abrazo llorando y sorprendido de mi me arranque de sincera franqueza. No podía hablar por su emoción y apenas pudo murmurar al estrecharse su corazón. Después de este abrazo volvimos a montar a caballo y continuamos nuestro camino en silencio, por que la emoción nos embarga la voz. El otro era el padre Gabriel, de Eugenio su, que este fecundo novelista ha sabido hacer popular en el mundo entero con su famoso judío errante.
Así es que el haber encontrado en aquellas montanas al hombre que realizaba el sueno de los poetas cristianos y al verdadero imitador de Jesús, me parecía una agradabilísima pero fugaz ilusión, hija de mi imaginación solitaria y entristecida por los recuerdos.
De repente, y al desembocar de un pequeño canon que formaban dos colinas, el pueblecito se apareció a nuestra vista como una faja de rojas estrellas en medio de la oscuridad, y el viento de invierno pareció suavizarse para traernos a su vagó aroma de los huertos, el humor de la gente y el simpático ladrido que siempre escucha el caminante durante la noche con intensa alegría.
Ahí tiene usted mi pueblo., señor capitán me parece muy pintoresco le conteste a juzgar por la posición de las luces y por el aire balsámico que nos llega y que revela que allí hay pequeños jardines.
Un ano después, el pueblecito antes árido y triste, presentaba un aspecto risueño. Hubiese dicho que se tenia a la vista una esas alegres aldeas de la Saboya o de mis queridos pirinedos, con sus cabañas de paja o con sus techos rojos de teja sus ventanas azules y sus paredes adornadas con cortinas de trepadoras, sus patios llenos de arboles frutales, sus callecitas sin osas, pero aseadas; sus granjas, sus queseras y un gracioso molino.
De este modo, el trabajo lo ha cambiado todo en el pueblo; y sin la guerra, que ha hecho sentir hasta estos desiertos su devastadora influenza, ya mis pobres feligreses, menos escasos de recursos, abrían mejorado completamente de situación; sus cosechas les abrieron producido mas sus ganados, notablemente superiores a los demás del rumbo, habrían tenido mas valor en el mercado, y la recompensa habría hecho nacer el estimulo en toda la comarca, todavía demasiado pobre.
Al principio he encontrado resistencias, provenidas de la costumbre inveterada y aun del amor propio de las mujeres, que no querían aparecer como perezosas, pues, aquí como en todos los pueblos pobres de México, y particularmente de los indígenas una de las grandes recomendaciones a una doncella que va a casarse es de la que sepa moler, y esta mayor, cuando mayor sea la cantidad de maíz que la infeliz reduzca a tortillas. Así se dice fulana es muy mujercita pues muele un almud o dos almudes sin levantarse. Ya usted supondrá que las pobres jóvenes por obtener semejante elogio se esfuerzan en semejante tarea, que llevan a cabo sin duda alguna, merced al vigor de superar, pero que no hay suficiente organización que resista semejante trabajo y sobre todo a la persona posición en que se ejecuta los poseían en pequeña cantidad y en su mayor parte vacuno ahora se consagran con mas empeño el ganado mayor. La religión señor capitán, la religión me ha servido de mucho para ser todo reto. Sin mi carácter religioso quizá no habría yo sido escuchado ni comprendido. Verdades que yo no he propuesto todas estas reformas en nombre de dios y fingiéndome inspirado por el mi dignidad se opone ha esta súper cheria; pero evidentemente mi carácter de sacerdote y de cura daba una autoridad a mis palabras, que los montañeses no habrían encontrado en la boca de otra clase.
Los chicos luego que vieron al cura, vinieron a saludarlo alegremente, y después corrieron al centro del pueblecillo gritando el hermano cura el hermano cura repitió con extrañeza que raro es así como llaman aquí a un párroco? No señor me respondió el sacerdote, antes le llamaban aquí como en todas partes, el señor cura pero a mi me desagrada esa formula demasiado anti sonante y he rogado a todos que me llamen el hermano cura; esto me da mayor placer es usted completo. Y yo que eh banido llamando a usted señor cura.
Allí tiene usted nuestra escuela. Y como yo me mostraba un poco admirado de verla tan bonita y aseada, revelando luego que era el edificio predilecto de los vecinos, observe en estos, al felicitarlos, un sentimiento de justísimo orgullo.
Hermano cura lo ha visto usted por fin esta mas aliviado vendrá esta noche.
A si! Gertrudis, respondió el cura se me olvidaba lo vi, hable con el, esta triste muy triste; pero vendrá me lo ha prometido.
Fue entonces cuando pude examinar completamente la figura del cura.
Parecía tener como 36; pero quizá sus enfermedades, sus fatigas y sus penas eran causa de que su semblante, franco y notable por su belleza varonil, se abditiece con un no se que de triste, que no alcanzaba a disipar ni la dulzura de su sonrisa ni la tranquilidad de su acento, hecho para conmover y para convencer.
El cura era indudablemente uno de esos personajes raros en el mundo, y por eso no lo creía feliz.
Continuando mi examen, vi que era robusto, más bien por el ejercicio que por la alimentación. Sus miembros eran musculosos, y su cuerpo en general conservaba la ligereza de la juventud. Sobre todo lo que llamaba mi atención de una manera en particular era su frente elevada y pensativa como la frente de un profeta, y que aun estaba coronada por espesos cabellos y un rubio pálido, era la mirada tranquila de sus ojos azules, que parecían estar contemplando siempre al mundo de los ideal; era su nariz completamente aguileña, y que rebelaba una gran firmeza de carácter.
La plazoleta presentaba un aspecto de aspiración y de alegría que parecía una impresión grata. Los artistas tocaban sonatas populares, y los Mancebos bailaban con las muchachas del pueblo. Las vendedoras de buñuelos y de bollos con miel y castañas confitadas atraían a los compradores con sus gritos frecuentes, mientras que los muchachos de la escuela formaba, grandes corros para cantar villancicos, acompañándose de panderetas y de pitos delante de los pastores de las cercanías y de mas montañeses que habían acudido al pueblo para pasar la fiesta.
El cura noto mi curiosidad y me dijo esos hambres son, en efecto, pastores de las cercanías y verdaderos, como los que aparecen en los idilios de teocrito y en las églogas de Virgilio y de Garcilaso. Hacen una vida eternamente bucólica y no vienen al poblado si no en grandes fiestas como las presentes.
Todos estos villancicos antiguos son de origen español dijo el cura y yo advierto que la tradición los conserva aquí constantemente como en mi país.
Tal vez de un niño, tal vez de infelices ciegos, pero de seguro de esos trovadores oscuros que se pierden en el torbellino de los desgraciados yo los oigo siempre con cariño, por que me recuerda a mi infancia.
Se necesita, pues en México una disposición esencialmente practica que sin estar en pugna con la libertad religiosa por la ley, facilite, al contrario, su ejecución, depure las costumbres paganas creadas por el fanatismo unas veces, y otras por la necesidad de complacer a los pueblos idolatras recién conquistados; y por ultimo que favorezca y garantice la libertad de todos en la profesión de la fe religiosa.
Las paredes, por todas partes, están listas y entonces los vecinos las habían decorado profusamente con grandes ramas de pino y de encina, con guirnaldas de flores y con bellas cortinas de heno, salpicadas de escarcha.
El altar mayor era sencillo y bello. Un poco mas elevado que el pavimento; lo dividía de este un barandal de cantera pintado de blanco.
A las doce y e sonoro repique abuelo de las campanas, y a los acentos melodiosos del órgano, el oficio comenzó; el cura revestido con un alba muy bella y una casulla modesta y acompañado de dos acólitos vestidos de blanco y comenzó la misa. El incienso que era compuesta de gomas olorisisimas que se recogían en los bosques de la tierra caliente, comenzó a envolver con las nubes el hermoso cuadro del altar; la voz de el sacerdote se elevo suave y dulce en medio de concurso, y el órgano comenzó a acompañar las graves y melancólicas notas del canto llano, con su acento sonoro y conmovedor.
Yo no había asistido a ninguna misa desde mi juventud, y había perdido, con la costumbre de mi niñez, la unción que inspiran los sentimientos de la infancia, el ejemplo de piedad de los padres y la fe sencilla de los primeros anos.
Así es que había desdeñado después de asistir a estas funciones, profesando ya otras ideas y no hallando en mi alma la disposición que me hacia amarlas en otro tiempo.
Pero entonces, allí en presencia de un cuadro que me rodeaba toda mi niñez, viendo en el altar a un sacerdote noble y virtuoso, aspirando el perfume de una religión pura y buena, juzgue digno aquel lugar de la divinidad.
El recuerdo de la infancia volvió a mi memoria con su dulcísimo prestigio y con su cortejo de sentimientos inocentes, mi espíritu desplego sus alas en las regiones místicas de la oración, y ore como cuando era niño.
Parecía que me había rejuvenecido, y es que cuando uno se figura que vuelven a aquellos serenos días de La niñez, siente algo que hace revivir las ilusiones perdidas, como sienten nueva vida las flores marchitas al recibir de nuevo el roció de la mañana.
La misa, por lo demás tubo de particular para mi. Los pastores cantaron nuevos villancicos, alternando con los coros de niños que acompañaba el órgano.
El cura una vez concluido el oficio vino a hacer en lengua vulgar, delante de el concurso, la narración sencilla de evangelio sobre el nacimiento de Jesús.
La cas del alcalde era amplia, hermosa e indicaba el bienestar de su diseño. En el patio, rodeado de rústicos corredizo y plantado de castaños nogales, se habían extendido numerosas esteras. Para los ancianos y enfermos se había reservado el lugar que estaba al abrigo del frio, y para los demás se había destinado la parte despejada del patio en el centro del cual ardía una hermosa hoguera.
La cena fue abundante y sana. Algunos pescados, algunos pavos, la tradicional ensalada de frutas a las que da color el rojo betabel; algunos dulces, un pudin hecho con harina de trigo, de maíz y pasas y todo acompañado con el famoso y blanco pan de pueblo, e ahí lo que constituyo ese banquete, tan variado en otras partes.
Es del famoso Lope de vega capitán. Yo desde hace tres anos, e hecho que uno de los chicos de la escuela, recite, después del banquete de esta noche, una de estas nuevas composiciones poéticas españolas, en lugar de los malísimos versos que había costumbre de recitar y que se tomaban de los cuadernillos que imprimen en México y que vienen a vender por aquí los mercaderes ambulantes.
Al llegar la noche buena de hace tres anos, el pueblo, embriagado y excitado por un sermón de cura, se dirigió a mi casa, me saco de ella y me llevo a una barranca cercana a esta población para matarme.
Figúrese usted la aflicción de mi mujer y de mis hijos. Pero el mas grandecito de ellos, iluminado por una idea feliz, corrió a este pueblo, donde hacia poco había llegado el hermano cura aquí presente y que me había dado muestras de amistad las diversas veces que había ido a ver mi escuela.
Ay señor capitán como olvidar semejante noche, la tengo gravada en el alma de una manera constante y si algunas vez eh creído ver la imagen de Jesucristo sobre la tierra, ha sido esa, en que el hermano cura me salvo a mi de la muerte, a toda una familia infeliz de orfandad y aquellos desgraciados fanáticos del infierno de los remordimientos.
Los cabellos del anciano eran negros largos y lustrosos, a pesar de la edad, la frente elevada y pensativa, la nariz aguileña la barba poquísima y la boca severa
. el tipo en fin era el de habitante antiguo de aquellos lugares, no mezclado de la nada de la raza conquistadora.
La otra mujer era la del tío francisco una virtuosa anciana, indígena y resignada, tan llena de piedad como su marido, a cuyas virtudes añadía a la de un corazón tan lleno de bondad, de una laboriosa extremada, de una ternura maternal tan ejemplar y de una claridad tan ardiente que hacían de aquella singular macrona una santa.
La joven bajaba a la sazón y los ojos se inclinaban el semblante lleno de rubor; pero cuando los alzó para saludarnos, pude admirar sus ojos mejillas color rosa, su nariz fina y sus labios rojos, frescos y sensuales. Era muy linda.
¿Qué penas podrá tener aquella encantadora montañesa? Pronto iba a saberlo, y a fe que estaba lleno de curiosidad.
La señora mayor se acerco al cura y le dijo:
Hermano: usted nos había prometido que pablo vendría… y no ha venido, la señora concluyo esta frase con la mas grande aflicción.
Si no ha venido repitió la joven, ya lo he buscado con los ojos y no lo veo.
Pero Carmen, hija añadió el alcalde no te apesadumbres: si el hermano cura te responde, tu hablaras con pablo.
Si, tío; pero me había dicho que seria hoy, y lo deseaba yo, por que usted recuerda que hoy hace tres anos que se lo llevaron, y como me cree culpable, deseaba yo en este día pedirle perdón…harto del padecido el pobrecito.
Amigo mío dije yo al cura ¿podría usted decirme que pena aflige a esta hermosa niña y por que desea ver a esa persona? Usted me había prometido contarme esto, y mi curiosidad esta impacienté.
Oh es muy fácil contesto el sacerdote y no creo que ellas se incomoden. Se trata de una historia muy sencilla, y que referiré a usted en dos palabras, por que la se por esta muchacha y por el mancebo en cuestión. Siéntese, hijas mías, mientras refiero estas cosas al señor capitán añadió el cura, dirigiéndose a la señora y a Carmen.
Pablo era un joven huérfano, de este pueblo, y desde su niñez había quedado al encargo de una tía muy anciana, que murió hace cuatro anos.
El muchacho era trabajador, valiente, audaz y simpático, y por eso lo querían los muchachos del pueblo, pero el se enamoro perdidamente de esta niña Carmen, que es la sobrina del señor alcalde y una de las jóvenes mas virtuosas de toda la comarca.
Carmen no correspondió al afecto de pablo, sea por que su educación, extremadamente recatada, la hiciese muy tímida todavía para los asuntos amorosos.
Pero la esquivez de Carmen no hizo mas que avivar el amor de pablo, ya bastante profundo, y que el ni podía ni trataba de dominar.
Abandono el trabajo contento se con ganar lo suficiente para alimentarse y se entrego a la bebida y al desorden. Desde entonces aquel muchacho tan juicioso antes, tan laborioso y aquien no se le podía echar en cara mas que ser algo ligero, se convirtió en un perdido.
Por aquellos días llegue justamente al pueblo y, como es de suponerse, procure conocer a los vecinos todos el señor alcalde presente que lo era en entonces también, me dio los mas verídicos informes, y desde luego me alegre mucho de no encontrarme sino con buenas gentes.
En efecto lo hize llamar lo trate con amistad, le di excelentes consejos el se conmovió de verse tratado hasi pero me contesto que su mal no tenia remedio, y que había resuelto mejor desterrarse para no seguir siendo el blanco de los odios del pueblo.
Yo sabia muy bien lo que pablo necesitaba para volver a ser lo que había sido. La esperanza en su amor habría hecho lo que no podía ser la exhortación más elocuente.
Además, como los mancebos mas acomodados del pueblo deseaban casarse con Carmen, y solo los contenía para hacer sus propuestas el miedo que tenían a pablo cuyo valor era conocido y cuya desesperación le hacia capaz de cualquier locura.
Pronto se presento una oportunidad para realizar este deseo de los deudos de Carmen. Había estallado la guerra civil, y el gobierno había perdido a los distritos de este estado en un cierto numero de reclutas para forman nuevos batallones.
Ya conoce usted la costumbre de tener al servicio de las armas como una pena, y de condenar a el a la gente perdida. Es una desgraciada.
Y muy grande respondió, semejante costumbre es nociva, y yo deseo que concluya cuanto antes esta guerra, para que el legislador escojita una manera de formar nuestro ejército sobre bases más conformes con nuestra dignidad.
Dio mi tristeza la disposición del alcalde cuando la supe, pero no era posible evitarla ya, y además la aprensión de pablo era al parrallos que salvaba a los demás jóvenes del pueblo.
Parece que pablo, en la noche del día 23, burlando la vigilancia de sus custodios, pudo escaparse de su prisión que era la casa municipal, donde la tropa se había acuartelado, y corrió a la casa de Carmen.
Carmen reflexiono un momento; hablo con la madre y respondió, aunque con pesar, al joven que no podía engañarle que no podía tener alguna alguna esperanza de ser correspondido.
Oyendo esto, pablo se quedo abatido dijo adiós y se alejo lentamente para volver a su prisión.
Ay así fue dijo Carmen, sollozando yo tuve la culpa… de todo lo que ha padecido.
Adiós pablo repetían las mujeres y los niños asomándose a la puerta de sus cabañas pero el no oyó la voz querida ni vio el semblante de Carmen entre aquellos curiosos. En la noche de ese día 24 se hizo la función de noche buena, y se dispuso la cena en este mismo lugar pero habiendo comenzando muy alegres.
Hay pobrecito pablo ¿donde estará a estas horas? pregunto alguien.
En donde estará respondió otro en la cárcel del pueblo cercano, o bien, desvelado por el frio y bien amarrado en el monte donde hizo jornada la tropa.
Han pasado ya tres anos. No volvimos a tener noticias de pablo hasta hace 5 meses, en que volvió a aparecer en el pueblo, se presento al alcalde ensenando su pasaporte y su licencia absoluta, y pidiendo permiso para vivir y trabajar en un lugar de la montana a 6 leguas de aquí.
En 2 anos se había operado un gran cambio en el carácter, y aun en el físico de pablo.
Pablo no estuvo mas que algunas obras en el pueblo, cambio su traje militar por el de labrador montañés, compro algunas provisiones he instrumentos de labranza y partió a su montana sin ver a nadie: ni a instrumentos de labranza y partía a su montana sin ver a nadie ni a Carmen .retirado a aquel lugar, comenzó a llevar una vida de Robinson escogió la parte mas agresque de las montanas construyo una choza; se proporciono semillas y cuando se necesitaba para sus proyectos.
Así ha pasado todo este tiempo pero desde que volvió pablo m i sobrina ha perdido enteramente su tranquilidad el día en que supo que estaba aquí todos advertimos su turbación, aunque no sabíamos bien si era la alegría o el susto, o la sorpresa, lo que la había puesto así. Después cuando ha sabido la clase de vida qe hace pablo en la montana, suspiraba y a veces lloraba, hasta que, por fin mi hermana se ha resuelto ahora a preguntarle con franqueza lo que tiene y asi quiere al mancebo. Carmen le ha respondido que si lo quiere que lo ha querido siempre y que por eso se halla triste pero que cree que pablo ;a ha de aborrecer ya, por que la ha de considerar la causa de todos sus padecimientos y eso le indica el no querer venir al pueblo ni verla para nada.
Ya usted comprenderá, capitán mi alegría, ni preparado por mí hubiera salido mejor eso.
Al decir esto el cura un pastor atravesó el patio y vino a decir al cura se levantaron para ir al encuentro del joven, la madre de Carmen se mostro muy inquieta y esta se puso a temblar cubriéndose su rostro de una palidez mortal.
Pablo de dijo a la mama de Carmen que quien le había dicho a ella que le tenia rencor y que por que lo tendría.
Los dos amantes se estrecharon la mano sonriendo de felicidad y yo recibí una ovación por mi pequeña arenga y por mi manera franca de entregar matrimonios.
Al día siguiente aun permanecí en el pueblo, que abandone el 26, no sin estrechar contra mi corazón a aquel virtuoso cura a quien la fortuna me había hecho encontrar, y cuya amistad fue para mi una gran valida desde entonces.
Nunca, y usted lo había conocido por mi narración, he podido olvidar aquella hermosa navidad pasada en las montanas.
Todo esto me fue referido la noche de navidad de 1871 por un personaje, hoy muy conocido en México, y que durante la guerra de reforma sirvió en la filas liberales; yo no he hecho mas que trasladar al papel sus palabras.
PERSONAJES PRINCIPALES
El militar: un hombre fuerte, de una edad media indefinida, de sentimientos sensibles, abierto.
El cura: un hombre dócil, confiado, de físico fuerte, guapo, español, humilde de buenos sentimientos.
PERSONAJES SECUNDARIOS
Pablo
Alcalde
Carmen
NARRADOR
Narrador en primera persona por que es un personaje dentro de la historia el que actúa, juzga y tiene opiniones acerca de los personajes que actúan en la obra.
AMBIENTE SOCIAL
Armonía, alegría y tristeza. Lugar las montanas.
IDEAS PRINCIPALES
¿Parece buen sujeto el cura?
Es español.
El cura lo dirigió al pueblo
Celebraron la misa de gallo
El 26 se marcho el militar del pueblo.
EFECTO EMOCIONAL
Que después de tener malas impresiones de una persona en fechas importantes como navidad o cualquier otra es una razón de mas para poder dejar atrás los conflictos y rencores.
ÉPOCA EN QUE FUE ESCRITA LA OBRA
En época de la reforma.
INFLUENCIA DE LA EPOCA EN LA OBRA
Que esto ayudo a que pablo se fuera a las montanas porque en esta época no lo podría hacer.
BIOGRAFIA DEL AUTOR
Ignacio Manuel Altamirano(Tixtla, Guerrero, México, 1834 — San Remo, Italia, 1893) fue un escritor, periodista, maestro y político mexicano.
Nació en la población de Tixtla, Guerrero, en el seno de una familia de raza indígena pura, su padre tenía una posición de mando entre la etnia de los chontales. En el año de 1848 su padre fue nombrado alcalde de Tixtla y eso permitió al joven Ignacio Manuel, que a la sazón contaba con 14 años, la oportunidad de asistir a la escuela.
Aprendió a leer y a escribir, así como aritmética en su ciudad natal. Realizó sus primeros estudios en la ciudad de Toluca, gracias a una beca que le fue otorgada por Ignacio Ramírez, de quien fue discípulo. Recibió cátedra en el Instituto Literario de Toluca. Cursó derecho en el Colegio de San Juan de Letrán. Perteneció a asociaciones académicas y literarias como el Conservatorio Dramático Mexicano, la Sociedad Netzahualcóyotl, la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, el Liceo Hidalgo, el Club Álvarez.
Gran defensor del liberalismo, tomó parte en la revolución de Ayutla en 1854 contra el satanismo, más tarde en la guerra de Reforma y combatió contra la invasión francesa. Después de este periodo de conflictos militares, Altamirano se dedicó a la docencia, trabajando como maestro en la Escuela Nacional Preparatoria, en la de Comercioy en la Nacional de Maestros; también trabajó en la prensa, en donde junto con Guillermo Prieto e Ignacio Ramírez fundó el Correo de Méxicoy con Gonzalo Esteva la revista literaria El Renacimiento, en la que colaboran escritores de todas las tendencias literarias, cuyo objetivo era hacer resurgir las letras mexicanas. Fundó varios periódicos y revistas como: El Correo de México, El Renacimiento, El Federalista, La Tribuna y La República.
En la actividad pública, se desempeñó como diputado en el Congreso de la Uniónen tres períodos, durante los cuales abogó por la instrucción primaria gratuita, laica y obligatoria. Fue también procurador General de la República, fiscal, magistrado y presidente de la Suprema Corte, así como oficial mayor del Ministerio de Fomento. También trabajó en el servicio diplomático mexicano, desempeñándose como cónsul en Barcelona y París.
Escribió varios libros de gran éxito en su época, cultivó el cuento y el relato, la crítica y la historia; el ensayo y la crónica, la biografía y los estudios bibliográficos, la poesía y la novela. Entre ellos están:
- Rimas (1880)
- Clemencia (1869)
- El Zarco (1869)
- Antonia y Beatriz
- Atenea
- Cuentos de invierno (1880)
- La Navidad en las montañas (1871)
- Paisajes y leyendas, tradiciones y costumbres de México (1986)
- Crónicas de la semana (1969)
- La literatura nacional (1949)
- Obras (1899)
- Obras literarias completas (1959)
- Obras completas (1986)
Su obra literaria retrata la sociedad mexicana de época.
Abogó y sentó las bases de la instrucción primaria gratuita, laica y obligatoria a partir del 5 de febrero de 1882. Fundó el Liceo de Pueblay la Escuela Normal de Profesores de México; y para el mundo en general, escribió varios libros de gran éxito en su época, al cultivar diferentes estilos y géneros literarios. Sus estudios críticos se publicaron en revistas literarias de México.
Existe una recopilación de los discursos de Ignacio Manuel Altamirano. Amó las leyendas, las costumbres y las descripciones de paisajes de México. En 1867, comenzó a destacar por lo magistral de su obra, orientó su literatura hacia la afirmación de los valores nacionales, y destacó también como historiador literario y crítico, que fue el abanderado de varias generaciones.
Murió en Italia en 1893, en una misión diplomática. Con motivo del centenario de su natalicio, sus cenizas fueron depositadas en la rotonda de las personas ilustres en la Ciudad de México. Se creó la medalla "Ignacio Manuel Altamirano"con la finalidad de premiar los 50 años de labor docente.
PROCEDIMIENTOS EXPRESIDOS EMPLEADOS
Narración, descripción, dialogo.
GENERO LITERARIO
Dramático.
TIPO LITERARIO
Novela.
TIPO DE EXPRESION
En sentido figurado, en lenguaje coloquial.
FIGURAS LITERARIAS EMPLEADAS
Alegoría, epíteto.
ESTILO
Claro, conciso, natural.
VICIOS DE ESTILO
Hay repetición de palabras, y antónimos.
VOCABULARIO
Ascender: avanzar.
Avivar: excitar, animarse hacer mas intenso.
Evocar: traer una cosa a la memoria recordar.
Modesto: humilde sin vanidad, sin lujos.
Pórtico: espació cubierto y con columnas.
Escabroso: que roza lo inconveniente.
Crepúsculo: claridad que hay al amanecer y al anochecer.
Lisonjera: agradable o satisfactorio.
Idolatría: amor excesivo hacia una persona o cosa.
Barbarie: fiereza y crueldad.
Gravoso: molesto, pesado.
Afanar: entregarse a alguna actividad con plenitud.
Hereje: persona que sostiene opiniones diferentes a las de la ortodoxia de su religión.
Regocijo: alegría.
Abolir: anular una ley precepto o costumbre.
Elogió: alabanza de las virtudes de una persona.
Viñedos: terreno plantado de vides, vina.
Feligrés: persona que pertenece a una parroquia determinada.
Redingote: capote de poco vuelo.
Mancebo: persona joven.
Égloga: composición poética.
Bucólica: se aplica a los temas concernientes a los pastores o a la vida campestre.
Ignominia: deshonor, descredito.
Eremita: persona que vive solitario.
Afligir: causar sufrimiento físico.
Diantre: demonio diablo.
Ovación: aplauso entusiasta que se ofrece.
Zampoña: se dice de la persona que gusta comer mucho.
Unánime: se dice de las personas de común parecer.
Sublime: excelente admirable.
MOVIMIENTO LITERARIO
Barroco
FICHA BIBLIOGRAFICA
Altamirano Ignacio Manuel
Navidad en las montanas
1 edición editores mexicanos unidos
México noviembre de 1997
123pg.
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Enviado por: | LIDI |
Idioma: | castellano |
País: | México |