Literatura


La máquina del tiempo; Herbert George Wells


Época y lugar del autor.

Herbert George Wells, vivió desde el año 1866 hasta el 1946, en este intervalo de tiempo vió pasar ante sus ojos desde la Época Victoriana, hasta la Segunda Guerra Mundial:

En 1837 el anciano Guillermo IV fue sucedido por su nieta de 18 años, que reinó con el nombre de Victoria. Ella y su marido, Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha llegaron a simbolizar con el tiempo las llamadas virtudes victorianas; una vida familiar muy unida, el sentido del deber público y la respetabilidad social. Las creencias y actitudes victorianas también fueron moldeadas por el renacimiento de la religión evangélica y las nociones utilitarias de eficiencia y práctica honrada en los negocios.

Cartistas y reformistas de la Ley del Grano

El espíritu de la reforma whig decayó durante el gobierno de lord Melbourne (1835-1841), y la depresión económica de 1837 provocó la aparición de dos poderosas organizaciones de protesta. Los partidarios del cartismo, demandaban la inmediata adopción de la Carta del Pueblo, que habría transformado al Reino Unido en casi una democracia política con sufragio universal para varones, distritos electorales igualitarios y voto secreto. El gobierno conservador de sir Robert Peel (1841-1846) redujo los aranceles británicos pero aumentó el impuesto sobre la renta para compensar las pérdidas, lo que provocó la división entre los conservadores y el regreso de los whig al poder dirigidos por John Russell (1846). La abrogación de las Leyes del Grano (Corn Laws) no consiguió aliviar el sufrimiento en Irlanda. La aparición de epidemias provocó que disminuyera de forma considerable la producción agrícola. Se estima que cerca de un millón de personas murieron entre 1847 y 1851 debilitados por el hambre y el desalojo a que fueron sometidos por los propietarios absentistas.

Durante los años de Peel y Russell la tendencia hacia el comercio libre continuó, reforzada por la revocación de las Actas de Navegación (1849).

Prosperidad económica

La Gran Exposición (Great Exhibition) de 1851 en Londres simbolizó la supremacía industrial del Reino Unido. Los 10.600 km de vías ferroviarias existentes en 1850 se doblaron en pocos años y el numero de pasajeros se multiplicaba anualmente por siete. El telégrafo aumentó la rapidez de las comunicaciones. Fue posible fabricar acero barato gracias al proceso inventado por sir Henry Bessemer (1856), y hubo un gran desarrollo en la construcción de barcos a vapor. El valor de las exportaciones británicas se triplicó y las inversiones de capital en el extranjero se cuadruplicaron. Las condiciones de vida de la clase trabajadora mejoraron también y el crecimiento de los sindicatos permitió en 1868 la celebración del Congreso Sindical.

En alianza con el rey de Francia, Napoleón III, el Reino Unido participó en la guerra de Crimea en 1854. Aberdeen fue reemplazado como primer ministro por Henry John Temple, vizconde de Palmerston, un nacionalista convencido y defensor del liberalismo en Europa. En 1857 y 1858, se sofocó la rebelión de los Cipayos, tras lo cual la India se convirtió en una colonia de la Corona británica. En contraste, se estimuló la autonomía de las posesiones británicas colonizadas por blancos: Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Colonia de El Cabo (Suráfrica).

La rivalidad Disraeli-Gladstone

Durante los 16 años posteriores a la muerte de Palmerston en 1865, la rivalidad entre William Ewart Gladstone y Benjamin Disraeli dominó la vida política británica. Ambos habían comenzado su carrera política en el Partido Tory, pero Gladstone acabó pasándose al campo liberal.

Disraeli se había convertido en el líder de los proteccionistas en la Cámara de los Comunes entre 1840 y 1850 y a partir de este año sirvió en los breves gobiernos de lord Derby, a quien sucedió como primer ministro a principios de 1868, pero una victoria liberal en las elecciones de diciembre de ese año dio el puesto a Gladstone. El primer gabinete de Gladstone (1868-1874) fue responsable de numerosas reformas: la separación del Estado y la Iglesia de Irlanda, la creación de un sistema nacional de educación elemental, la total admisión de disidentes religiosos en las Universidades de Oxford y Cambridge, el voto secreto y la reforma del sistema judicial y del Ejército. Durante el mandato de Disraeli (1874-1880) los conservadores desarrollaron una importante legislación social (legalización de los sindicatos, salud pública y demolición y reconstrucción de los barrios pobres), aunque Disraeli mostró más preocupación por sostener el Imperio Británico en África y Asia y conseguir un triunfo diplomático en el Congreso de Berlín (1878).

Economía victoriana y cambios sociales

El Reino Unido mantuvo su liderazgo como primer constructor de barcos y máxima potencia comercial y financiera del mundo, y una gran parte de los trabajadores británicos aumentó su poder adquisitivo. A pesar de los altos niveles de emigración a las colonias británicas y Estados Unidos —más de 200.000 personas cada año entre 1880 y 1890— la población de Gales e Inglaterra se duplicó entre 1851 y 1911 (más de 36 millones de habitantes) y la de Escocia creció más de un 60% (hasta casi cinco millones). En Irlanda, la emigración redujo la población a unos dos millones de habitantes; entre 1847 y 1861 (es decir, los años posteriores a la hambruna) más de dos millones de personas cruzaron el Atlántico hacia Estados Unidos.

Los años finales del imperio victoriano

Hong Kong y Singapur fueron los centros del comercio e influencia británica en China y el sur del Pacífico. La finalización del canal de Suez (1869) indujo a que se estableciera un protectorado sobre Egipto en 1882. La reina Victoria se convirtió en la emperatriz de la India en 1876 y los fastos para conmemorar el quincuagésimo aniversario de su coronación (1897) celebraron la unidad imperial. Los gobiernos conservadores de Robert Gascoyne-Cecil, tercer marqués de Salisbury (1885, 1886-1892 y 1895-1902) también se ocuparon de los intereses imperiales. La política del ministro de Colonias de Salisbury, Joseph Chamberlain, contribuyó al estallido de la Guerra Bóer (1899-1902), que concluyó cuando la reina Victoria ya había muerto.

Eduardo VII (1901-1914)

Después de la resolución de las disputas anglo-rusas en Oriente, la Entente Cordiale con Francia (1904) se convirtió en la Triple Entente (1907) y se enfrentó a la Triple Alianza formada por Alemania, Austria e Italia. No obstante, cuando comenzó el reinado de Eduardo VII, la mayor parte de los británicos estaban más interesados en sus asuntos internos. La Ley de Educación (1902) de Arthur Balfour significó el inicio del sistema nacional de educación secundaria. El gobierno liberal, presidido primero por sir Henry Campbell-Bannerman (1905-1908) y después por Herbert Henry Asquith (1908-1916), concedió la autonomía a la nueva Unión de Suráfrica (1910), así como a algunas zonas de la India Británica (1909). Bajo la inspiración de David Lloyd George y sir Winston Churchill, se establecieron las bases del Estado del bienestar.

La era de las guerras mundiales

Aunque el aumento de la competitividad naval entre el Reino Unido y Alemania se cita a menudo como causa de la I Guerra Mundial, fue la amenaza alemana a Francia y la invasión de Bélgica, rompiendo su estatus de neutralidad, lo que incitó al Reino Unido a declarar la guerra.

El Reino Unido en la I Guerra Mundial

Se envió inmediatamente una fuerza expedicionaria a Francia que contribuyó a frenar el avance alemán en el Marne. Los esfuerzos realizados para superar a las potencias centrales (Alemania, Austria y Turquía) en los Balcanes, en especial en la campaña de Gallípolli (1915-1916), fracasaron. En la batalla de Jutlandia (1916), los británicos impidieron que la flota alemana se aventurara más allá del mar del Norte, pero a principios de 1917 los submarinos alemanes amenazaron con el bloqueo comercial al Reino Unido.

La intervención estadounidense en la guerra en 1917 trastocó el equilibrio de poder e hizo posible la victoriosa ofensiva preparada por el general Douglas Haig en el verano de 1918 y la rendición alemana en noviembre. En las elecciones celebradas inmediatamente después del armisticio la coalición de Lloyd George consiguió una mayoría aplastante.

Cambios causados por la guerra

Lloyd George representó al Reino Unido como uno de los tres grandes (junto a Francia y Estados Unidos) en la Conferencia de Paz de París de 1919. Los tratados resultantes ampliaron el Imperio Británico: las antiguas colonias alemanas en África y las posesiones turcas en Oriente Próximo pasaron a ser mandatos británicos. Al mismo tiempo, los dominios autónomos del Reino Unido (Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Suráfrica) firmaron el Tratado y se convirtieron en miembros separados de la Sociedad de Naciones. En 1922 el gobierno conservador de Andrew Bonar Law representó la vuelta a la normalidad.

El periodo de entreguerras

Las elecciones generales de 1922 dieron la victoria a los conservadores, pero en la nueva convocatoria electoral que se celebró un año más tarde a instancias del sucesor de Bonar Law, Stanley Baldwin, ningún partido consiguió una mayoría clara. Como consecuencia Ramsay MacDonald, el líder del Partido Laborista, se convirtió en el primer ministro socialista del Reino Unido.

Entre 1929 y 1932 los efectos de la Gran Depresión duplicaron la ya alta tasa de desempleo del Reino Unido. La sociedad de entreguerras conoció el desarrollo de la radio (monopolizada por la BBC, que se fundó en 1927) y el cine; a pesar del auge de las ideologías comunistas y fascistas en el continente, éstas afectaron poco a la sociedad británica. El Imperio permaneció inalterable, incluso cuando el Estatuto de Westminster (Statute of Westminster, 1931) proclamó la igualdad en la Commonwealth of Nations como Canadá y Australia. La asistencia a los servicios religiosos descendió y el rey Jorge V mantuvo el prestigio de la monarquía. Cuando su hijo Eduardo VIII insistió en casarse con una divorciada estadounidense tuvo que abdicar (1936). Bajo el hermano de Eduardo, Jorge VI, la monarquía se convirtió de nuevo en la familia modelo del país.

El Reino Unido y la II Guerra Mundial

En 1933, Adolf Hitler llegó al poder en Alemania. Sus decisiones de abandonar la Sociedad de Naciones (1934), rearmar (1935) y remilitarizar Renania (1936), en claro desafío al Tratado de Versalles, al igual que la anexión alemana de Austria (1938), no encontraron oposición entre las potencias occidentales. En sus esfuerzos por mantener la paz a cualquier precio, el primer ministro británico Neville Chamberlain también accedió al Pacto de Munich de 1938, por el que Alemania consiguió la región de los Sudetes de Checoslovaquia. Sólo tras la anexión de Praga (marzo de 1939) el Reino Unido prestó apoyo militar a Polonia y Rumania.

Cuando Hitler invadió Polonia en septiembre de 1939, El Reino Unido y Francia declararon la guerra. Después de la derrota de Polonia y tras medio año de relativa tranquilidad, en la primavera de 1940 Dinamarca, Noruega, Holanda, Bélgica y Francia fueron ocupadas por los alemanes. En mayo, Winston Churchill, el principal detractor de la política de apaciguamiento, que se había vuelto a unir al gabinete de gobierno en 1939, reemplazó a Chamberlain como presidente de un gobierno de guerra (1940-1945). A principios de 1941, Estados Unidos, todavía neutral, aprobó el Programa de Préstamos y Arriendos para ayudar al Reino Unido.

El curso de la guerra cambió con la invasión alemana de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en junio de 1941 y el ataque japonés a Pearl Harbor en diciembre de 1941. Churchill forjó entonces la 'Gran Alianza', junto al líder soviético Iósiv Stalin y al presidente de Estados Unidos Franklin Delano Roosevelt, contra Alemania, Italia y Japón. En las secuelas inmediatas de la intervención japonesa, fue invadida gran parte del Imperio Británico en el Sureste Asiático, pero a finales de 1942 la situación cambió. La contribución británica fue importante en la batalla del Atlántico Norte para romper el cerco de los submarinos alemanes y en la campaña contra el ejército alemán dirigida por el general Bernard Law Montgomery en el norte de África. El contacto entre los aliados fue constante, estableciendo las directrices bélicas; las fuerzas británicas tuvieron un destacado papel en la invasión de Sicilia e Italia (1943), la invasión de Francia (1944) y la derrota final de las potencias del Eje en 1945.

Wells, Herbert George (1866-1946), autor y filósofo político inglés, famoso por sus novelas de ciencia-ficción, que contienen descripciones proféticas de los triunfos de la tecnología así como de los horrores de las guerras del siglo XX.

La máquina del tiempo; Herbert George Wells

Nacido el 21 de septiembre de 1866, en Bromley, Kent, estudió con una beca en la Normal School of Science de Londres. Trabajó como aprendiz, contable, tutor y periodista hasta 1895, en que pudo dedicarse por completo a escribir. Su relación con Rebecca West, que duró diez años, dio como fruto un hijo, Anthony West, nacido en 1914. Durante los siguientes 50 años escribió más de 80 libros. Su primera novela, La máquina del tiempo (1895), en la que se entrelazaban la ciencia, la aventura y la política, obtuvo un éxito inmediato. A ella le siguieron gran cantidad de obras en esta línea, como El hombre invisible (1897), La guerra de los mundos (1898) y Las cosas del futuro (1933), todas ellas dieron origen a una película.

Wells escribió asimismo novelas en las que llevaba a cabo extensos retratos de los personajes, ejemplos de las cuales pueden ser Kipps (1905) y La historia de Mr. Polly (1910), en los que describe con fina ironía el fracaso de las aspiraciones sociales de sus protagonistas. En ambas se deja entrever el medio en que pasó su juventud; la primera cuenta la historia de un profesor cuyo trabajo no recibe el reconocimiento que merece, mientras la segunda retrata a un aprendiz de una mercería. La gran mayoría de sus restantes libros se pueden clasificar como novelas sociales. Entre ellas se encuentran Ann Veronica (1909), en la que defiende los derechos de las mujeres; Tono-Bungay (1909), un ataque al capitalismo irresponsable; y Mr. Britling va hasta el fondo (1916), que describe la reacción del inglés medio ante la guerra. Después de la I Guerra Mundial (1914-1918) escribió una obra histórica que se hizo inmensamente popular, El esquema de la historia (2 volúmenes, 1920).

A lo largo de toda su vida, Wells se preocupó, y dejó amplia constancia de ello, de la supervivencia de la sociedad contemporánea. Durante un breve periodo de tiempo fue miembro de la Sociedad fabiana. Aunque creyó firmemente en la utopía según la cual las vastas y terroríficas fuerzas materiales puestas a disposición de los seres humanos podrían ser controladas de un modo racional y utilizadas para el progreso y la igualdad entre los habitantes del mundo, poco a poco fue volviéndose más pesimista. Así, '42 to 44' (Del 42 al 44, 1944) criticaba a la mayoría de los líderes mundiales de ese periodo; y El destino del homo sapiens (1945) expresaba las dudas del autor acerca de la posibilidad de supervivencia de la raza humana. Escribió asimismo Experimento de autobiografía (1934), antes de su muerte, acaecida el 13 de agosto de 1946, en Londres.

Obras:

1888 Los eternos argonautas.

1895 La máquina del tiempo.

1896 La isla del Dr. Moreau.

1897 El hombre invisible.

1898 La guerra de los mundos

1899 Un país vacío.

1900 El amor de Mr. Lewisham

1901 Los primeros hombres en la luna.

1902 La dama del mar.

1903 Doce historias y un sueño.

1910 El nuevo Maquiavelo.

1922 Los rincones secretos del corazón.

1930 La dictadura de Mr. Parham.

1940 Pasajeros a bordo hacia el Ararat.

1969 La riqueza del señor Waddy.

grácil

(lat. -ile)

adj. Sutil, delicado.

arrellanar

(de rellanar)

tr. Igualar un terreno.

2 prnl. Extenderse en el asiento con toda comodidad.

3 fig. Vivir uno en su empleo con gusto.

polemista

com. Persona que sostiene polémicas.

espasmódico, -ca

adj. Relativo al espasmo.

2 Acompañado de espasmos.

jovialidad

  • Alegría y apacibilidad de genio.

  • inferir

    (lat. inferre)

    tr. Sacar una consecuencia de una cosa: ~ una cosa de o por otra; esp. en lógica, razonar sacando de una o más proposiciones dadas una proposición nueva.

    2 Llevar consigo, conducir a un resultado: estos fríos han inferido las heladas.

    3 Tratándose de ofensas, heridas, etc., hacerlas o causarlas.

    CONJUG. como hervir.

    exordio

    (lat. -iu)

    m. Introducción, preámbulo de una obra y esp. de un discurso.

    superchería

    (it. dial. soperchieria)

    f. Engaño, dolo, fraude.

    anacronismo

    (gr. anachronismós; v. ana- + -cronismo)

    m. Error consistente en atribuir a sucesos, costumbres, vestidos, etc., una fecha o época que no les corresponde.

    2 Antigualla.

    3 fís. Falta de sincronismo entre dos o más movimientos.

    ensimismar (se)

    (paras. de en y sí mismo)

    prnl. Abstraerse, reconcentrarse.

    2 Colomb., Chile, Perú. Gozarse en sí mismo, envanecerse, engreírse.

    epígrafe

    (gr. epigraphé)

    m. Resumen o cita que suele encabezar una obra científica o literaria, o cada uno de sus capítulos o divisiones para indicar su contenido.

    2 Inscripción (escrito).

    3 Título, rótulo.

    peptona

    (gr. peptós, cocido)

    f. Sustancia compleja que resulta del desdoblamiento de los albuminoides por los fermentos digestivos.

    fluctuar

    (lat. -are)

    intr. Vacilar un cuerpo sobre las aguas por el movimiento de ellas, ser llevado por las olas, ondear.

    2 fig. Estar a riesgo de perderse o arruinarse una cosa.

    3 Vacilar, dudar.

    4 fig. Oscilar los cambios y precios: ~ los valores en Bolsa.

    5 Cambiar de velocidad un aparato de sonido.

    CONJUG. como actuar.

    intersticio

    (lat. -itiu)

    m. Espacio pequeño que media entre dos cuerpos o entre dos partes de un mismo cuerpo.

    2 Intervalo (espacio distancia).

    3 der. Espacio de tiempo que, según las leyes eclesi sticas, debe mediar entre la recepción de dos órdenes sagradas.

    parapeto

    (it. parapetto ð petto, pecho)

    m. arq. Pared o baranda puesta para evitar caídas en los puentes, escaleras, etc.

    2 fort. Terraplén corto formado sobre el principal, hacia la parte de la campaña, el cual defiende de los golpes enemigos el pecho de los soldados.

    jirón

    (fr. ant. giron, pedazo de vestido, der. del fráncico gairo)

    m. Faja que se echa en el ruedo del sayo o saya.

    2 Pedazo desgarrado de una ropa.

    3 fig. Parte pequeña de un todo.

    4 Figura triangular del blasón.

    5 Perú. Vía urbana compuesta de varias calles o tramos entre esquinas.

    coturno

    (lat. cothurnu ð gr. kóthornos)

    m. Calzado griego y romano que llegaba hasta la pantorrilla, sujetándose por el frente con un cordón pasado por ojetes.

    2 Calzado de suela de corcho sumamente gruesa, que, con objeto de aparecer más altos, usaban los antiguos actores en las tragedias. FR. Calzar el coturno, fig. usar de estilo alto y sublime, esp. en poesía; vb. Componer tragedias.

    tísico, -ca

    (gr. phthisikós)

    adj.-s. Que padece de tisis.

    2 adj. Relativo a la tisis.

    tisis

    (gr. phthisis, consunción)

    f. pat. Enfermedad en que hay consunción gradual y lenta de un tejido, fiebre héctica y ulceración en algún órgano.

    2 pat. Tuberculosis pulmonar.

    Pl. tisis.

    rododendro

    (gr. rhodódendron ð rodo- + -dendro)

    m. Arbolillo ericáceo de hojas coriáceas persistentes y flores sonrosadas o purpúreas en corimbos terminales (gén. Rhododendron).

    suntuosidad

    f. Calidad de suntuoso.

    suntuoso, -sa

    (lat. sumptuosu)

    adj. Magnífico, grande y costoso.

    2 [pers.] Magnífico en su gesto y porte.

    erigir

    (lat. erigere; doble etim. erguir)

    tr. Fundar, instituir o levantar: ~ un templo. -

    2 tr.-prnl. Elevar [a una pers. o cosa] a cierta condición.

    CONJUG. como dirigir.

    fútil

    (lat. -ile)

    adj. De poco aprecio o importancia.

    chanza

    (it. ciancia)

    f. Dicho festivo y gracioso.

    2 Hecho burlesco.

    estratificación

    f. Acción de estratificar o estratificarse.

    2 Efecto de estratificar o estratificarse.

    3 Disposición de los estratos de un terreno.

    4 Estratificación social, disposición de los miembros y grupos de una sociedad en estratos, capas o clases superpuestas.

    cenit

    (ár. cemt erraç, acimut de la cabeza)

    m. astron. Punto del hemisferio celeste superior al horizonte que corresponde a un lugar de la Tierra.

    2 Momento cumbre en la vida de una persona o el de mayor importancia de un asunto.

    También zenit.

    No se usa en plural.

    INCOR.: cénit.

    atisbar

    tr. Mirar, observar recatadamente.

    2 Vislumbrar (ver confusamente).

    panoplia

    (gr. panoplia ð pan- + opla, armas)

    f. Armadura completa o con todas las piezas.

    2 Colección de armas ordenadamente colocadas.

    3 Tabla, gralte. en forma de escudo, donde se colocan armas diversas.

    4 arqueol. Estudio de las armas de mano y de las armaduras antiguas.

    5 p. ext. Conjunto de cosas similares.

    altozano

    (*anteustianu ð ante + ostiu, puerta + suf. -anu > ant. antuzano, en Vizcaya y otras prov. del Norte, plazuela delante de una casa)

    m. Monte de poca altura en terreno llano.

    2 Lugar más alto y ventilado de ciertas poblaciones.

    3 Amér. Atrio de una iglesia.

    exultación

  • Demostración de gran alegría.

  • gineceo

    (lat. gynaeceum, del gr. gynaikêion)

    m. Entre los griegos antiguos, departamento de la casa destinado a las mujeres.

    2 bot. Verticilo floral formado por los pistilos.

    Analisis de la obra.

    Aunque el argumento sea un viaje al futuro remoto y la descripción de la sociedad en el año 802.701, el tema central de la obra es la responsabilidad de los hombres con respecto al porvenir. La forma de vida, las costumbres, las crueldades, y la decadencia que el viajero del tiempo encuentra en su viaje es el resultado de lo que cada generación humana realice en su presente. Esa es la lección que el autor pretende darnos.

    En el desarrollo de la novela pueden distinguirse dos partes diferentes: el antes y el después del viaje (escrito en 3ª persona y predominio del diálogo), y otro, el relato del viaje en sí, (escrito en primera persona y conteniendo la parte central de la novela)

    En el primer bloque se intenta atraer al lector y sumir su mente en la trama del argumento, pues materialmente introduce deseos por saber que había y como era el futuro.

    El relato sobre el viaje avanza tanto a base de descripciones fantásticas, como por razón de las explicaciones que el viajero va dando: las causas acerca de aquel estado de cosas. En esta parte destaca el suspense que la terminación de las cerillas provoca, esto es un toque de majestuosidad por parte del autor.

    Este libro nos muestra que la prosa de Wells no estaca brillantemente por su calidad literaria, sino por la funcionalidad de la palabra o la armonía de la frase.

    Para Wells la literatura no es belleza ni la perfeción: “cuanto más se piensa menos se logra”.

    La calidad de su escritura reside más en su fuerza natural y en su intencionalidad crítica que en valores del lenguaje o técnica literaria. Sin embargo en algunos momentos consigue párrafos de gran calidad poética (las escenas con Weena son prueba de ello).

    Estudio de los personajes:

    La máquina

    Debido al papel fundamental que desempeña podemos considerar a la máquina del tiempo como un “personaje”. Esta es la que ha de permitir realizar tan fantástico viaje. Aunque su mecanismo no se describe muy bien, su aspecto externo se menciona minuciosamente.

    El autor pone en ella la puerta hacia el otro mundo y la única esperanza de regreso; es por ello por lo que este artefacto desempeñará un papel fundamental en el desarrollo de la historia.

    El viajero

    El viajero del tiempo es el personaje clave de la novela, a traves de sus ideas y pensamientos veremmos el mundo desde un punto de viista subjetivo. A pesar de que al principio de la novela aparece como un sabio lleno de teorías y palabras abstractas, cuando se va desarrollando la novela, descubrimos en el una ternura, miedo, valentía y multitud de emociones que lo llenan de una calidad humana que sobrecoge al más insensible de los lectores.

    Los eloi y los Morlocks.

    Las dos clases de habitantes del futuro se pintan como seres de psicología muy primaria. Nos es imposible averiguar nada sobre su pensamiento ya que no se abren al lector como cualquiera de los otros personajes. Una pequeña escepción es Weena, en la que Wells pone una cierta ternura y fragilidad enternecedora.

    Weena

    Esta descrita como un ser primario, asustadizo y débil, pero que esa capacidad de sentir amor, ternura etc. representa, aunque suene raro, el único toque humano de tan avanzada humanidad.

    Los amigos del viajero

    Los amigos, aunque parezcan los simples testigos de las palabras del viajero, representan a la sociedad contemporánea: multitud de ideas, escepticismo y su “fe de carbonero”. Es un recurso de Wells, necesario para crear la atmósfera necesaria al contenido de esta aventura.

    Resumen del argumento:

    En este apasionante libro de ciencia ficción, se narran las increíbles e intrépidas aventuras de un joven viajero del tiempo que narrará sus asombrosas aventuras a unos amigos bastante escépticos.

    Tras inventar una revolucionaria máquina de viajar por el tiempo, el viajero visitará el año 802.701 y conocerá seres extrañísimos: desde una raza casi subdesarrollada (morlocks) hasta un desarrollo tan pleno que es casi una psicología primaria (eloi).

    En aquel lejano futuro le ocurrirá un hecho que marcará el hilo de la historia: la pérdida de la maquina del tiempo. Para poder regresar deberá encontrarla deberá realizar multitud de peripecias: desde aprender a hablar el lenguaje de los “eloi” y en gañarlos para sonsacarle conocimientos, hasta adentrarse en la cueva de los morlocks e intentar averiguar donde se esconde la máquina.

    Al final conseguirá encontrar la máquina y volver, no antes sin avanzar más en el tiempo y ver casi el fin de la vida en nuestro planeta. Una vez en nuestro tiempo, contará su increíble historia ante la mirada escéptica de sus amigos más cercanos.

    Opinión Personal:

    Es un buen libro, no tanto como “El mundo perdido”, pero quizás le falte un poco más de acción: sobresaltos, luchas desenfrenadas etc. A pesar de todo es un libro con una técnica, que sin ser muy desarrollada y enrevesada, consigue ambientar perfectamente la historia y transmitir los sentimientos de los personajes con gran éxito.

    Ya para empezar el tema es prometedor: el futuro y todo lo que este misterio encierra. También debemos captar la crítica que el autor hace a la sociedad y su manera de hacerlo ya que, ahí, es donde reside el verdadero sentido del libro y la finalidad que en cierra.

    Me ha encantado toda la historia y no he perdido detalle de la descripción del viajero sobre aquel mundo estático, sereno, quizás demasiado, que consigue asombrar a cualquier mente despierta.

    Es un libro que merece ser recomendado a cualquier lector, tanto si le gusta la ciencia ficción como si no.




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    Enviado por:Francisco Segura
    Idioma: castellano
    País: España

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