Mitología


La Iliada; Homero




HOMERO

CANTO I: PESTE. CÓLERA

La peste fue provocada por Zeus, debido una pelea entre Agamenón y Aquileo, a causa del Atrida, promovida esta por Apolo, que enfadado con el rey de los hombre produjo la enfermedad en el ejército.

Crises quería rescatar a su hija, por lo que se lo pidió a los Aqueos por medio de una recompensa. Así todos estuvieron de acuerdo en ello, menos Atrida Agamenón, que además de rechazarla amenazó a Crises, por lo que este último pidió a Apolo que con sus flechas pagase sus ofrendas, y así éste descendió del Olimpo y dio con sus saetas a todo lo que allí había (perros, soldados, caballos…) durante nueve días. Al décimo, Aquileo convocó una reunión en el ágora y mostró su arrepentimiento y deseos de consultar a un sacerdote para saber los motivos que llevaron a Apolo a su ataque y si ofrendándolo, los salvarían de la peste tanto a él como a sus hombres. Así, se levantó Calcante Testórida y le pidió defensa al anterior ante las declaraciones que iba a hacer, y aceptando el anterior, dijo que todos sus males venían porque Apolo estaba enojado por no devolver al sacerdote e su hija Criseida a causa del rechazo de Agamenón, y si querían salvarse de la peste, habían de llevar de vuelta con su padre a Criseida. Tras esto, el Atrida contesto que si por su culpa era, devolvería a Criseida, pero tendría que ser recompensado. Entonces Aquileo le suplicó la devolviera y Zeus les permitiese atacar Troya, ya que eran aqueos, le pagarían. Pese a ello Agamenón no aceptó dicha recompensa, ya que lo que él deseaba era una fémina, pero a pesar de su inconformidad con el trato, decidió devolver a Criseida y dirigir a Aquileo y a sus hombres. Éste último, no estando de acuerdo con el Atrida, decidió volver a Ptía; al oír esto Agamenón, le amenazó con arrebatarle a Briseida, recompensa cedida por este a su entonces soldado. Mientras Aquileo pensaba si reprimirse o sacar su espada, descendió la diosa Atenea, enviada por Hera, apareciéndosele a él sólo. Ésta le rogó que no matase y recibiría presentes, y así fue. De igual modo, lo insultó y amenazó. Por ello, se levantó un gran orador, Néstor, e intentó poner paz con sus consejos, sin resultado alguno, y tras terminar la discusión, se disolvió el ágora y cada uno embarco en sus naves y el Atrida mandó a dos de sus hombres a por Briseida, la recompensa del Pelida. Así, lo hicieron, y éste se la cedió. Aquileo se alejó de sus amigos y lloró la pérdida reprochándoselo al gran dios Zeus y a su vez suplicándole ayuda a su madre, quien se le apareció y pidió explicaciones. De este modo lo hizo su hijo y tras ello pidió la ayuda de Zeus.

Entre tanto, Odiseo trajo a Crises su hija, y éste último rogó a Apolo apartarse la peste de lo dánaos. Así, hicieron sus ofrendas y éste les complació.

Ya pasados doce días, para que los Dioses volvieran al Olimpo de su viaje, Tetis, madre de Aquileo, fue a hablar con Zeus para pedir la victoria de los troyanos hasta que los aqueos diesen satisfacción a Aquileo. Zeus guardó silencio durante un rato, y tras otra súplica, le concedió su deseo. Así, éste volvió a su trono, donde Hera le reprochó su conversación con Tetis. De este modo, los dos Dioses enzarzaron una disputa que fue calmada por su hijo, Hefesto.

CANTO II: SUEÑO. BEOCIA O CATÁLOGO DE LAS NAVES:

Zeus pensó durante toda la noche la derrota, y decidió enviarle un sueño en forma de Néstor a Agamenón, diciéndole que atacase a los troyanos ya que estaban desprotegidos debido a los infortunios que le había enviado Zeus. Así, Agamenón convocó a los aqueos en el ágora, celebrándose antes un consejo de magnánimos próceres, en el que se aprobó el ataque a Troya. Ya en el ágora, Agamenón dijo al pueblo lo que Zeus le había contado, y contradiciéndolo sugirió volver a la patria y desobedecer al Dios; pero Hera no lo permitió, y envió a Atenea a detener a los aqueos, quien a su ver se lo encomendó a Odiseo, quien lo hizo con sonoras palabras, haciendo volver a todos al ágora, ya que se disponían a marcharse, excepto Tersites, cuya bravura continuaba con reproches hacia Agamenón, hasta que Odiseo consiguió callarle con amenazas y un golpe. Tras ello dio un discurso a los aqueos, intentando persuadirles, para conquistar Troya; también habló Néstor, diciéndolo a su rey que hiciese la guerra a Troya, a lo que Agamenón respondió positivamente. Todos fueron a prepararse y ofrendar sacrificios a los Dioses. Posteriormente, Agamenón mando a los heraldos llamar a los aqueos al combate. De este modo, todos los quereros salieron al combate, dirigidos por los caudillos, acudiendo un número inmenso de estos a Ilión, junto a sus caballos y yeguas.

Iris, mensajera de Zeus, fue enviada por éste a los troyanos para avisarles de lo que les acontecía, presenciándose ante Héctor. Así, éste obedeció a Iris y mandó a todos tomar sus armas y marcharon a la colina Batiea a ponerse en orden de batalla, juntándose allí un gran número de soldados.

CANTO III: JURAMENTOS. ATALAYANDO DESDE LA MURALLA. COMBATE SINGULAR DE ALEJANDRO Y MENELAO.

Ya los troyanos habían formando filas y chillaban gritos de guerra, mientras que los aqueos se desplazaban sigilosamente. Ya un ejército frente al otro, se veía a Alejandro, miembro de los teucros, desafiando a sus contrincantes, encontrando como rival a Menelao, lo que le hizo retroceder en su firmeza, introduciéndose entre sus compañeros debido al miedo. Así, por su cobardía, Héctor le reprochó su acto de cobardía, respondiéndole éste que no maldijese los dones que los dioses le habían proporcionado; lucharía contra Menelao, en acto de valentía, y aquel que venciese, se llevaría a casa tesoros y a Helena. Tras ello, jurarían paz y amistad y cada cual volvería a su tierra con su ejército. Héctor, de acuerdo con el pacto, detuvo a su ejército, y se posicionó entre los dos combatientes, arrojando así los aqueos flechas y otros objetos sobre éste. Entonces Agamenón ordenó detener el linchamiento sobre éste, para permitirle hablar, comunicando este así el mensaje que Alejandro le había transmitido anteriormente. De este modo, se acepto el pacto, y los mayores gobernantes enviaron a sus hombres a por las ofrendas para los dioses por el pacto que se iba a suceder. Por otra parte, Iris marchó a por Helena, para comunicarle que se iban a batir por su mano Alejandro y Menelao, marchando así ambas al lugar de combate, por el camino, se detuvieron ante sus familiares y antiguo esposo, preguntándole su suegro por quienes eran aquellos que se batían por su adorada “hija”.

Ya los soldados volvían con las ofrendas, y llamaron a Lameodontíada. Así, se ofrendó a los Dioses, aunque Príamo, padre de Héctor, decidió marcharse junto a Antenor con la escusa de no querer ver combatir a su hijo. Posteriormente, se sorteó quién tiraría su lanza en primer lugar, mientras que los contrincantes, se preparaban para el combate. Una vez empezó éste, Alejandro venció fácilmente, pero Menelao se abalanzó sobre él, por lo que Afrodita, le salvó, y así, ésta fue en busca de Helena para volver a su hogar, junto a Alejandro, hijo de Afrodita, quien había sido herido durante el combate. Así, ambos se tranquilizaron y yacieron en su lecho, mientras que en el lugar del combate, sin encontrar a Alejandro, se dio por vencedor a Menelao, por lo que se le atribuía como esposa a Helena y la posesión de todas sus riquezas.

CANTO IV: VIOLACIÓN DE LOS JURAMENTOS. AGAMENÓN REVISTA LAS TROPAS:

Debido a la victoria de Menelao, los dioses se sentaron a deliberar alrededor de Zeus, para discutir sobre las consecuencias que aquel hecho conllevaría. Hera, deseaba destruir la ciudad de Ilión, y aunque Zeus se intentó oponerse debido al cariño que le tenía a aquella ciudad y a sus habitantes, incluso amenazándola con derribar alguna polis a la que ella amase, la diosa no cedió y pidió el envío de Atenea para que enfrentase a los ejércitos, ofendiendo los teucros a los aqueos. De este modo, Zeus le ordenó a la mensajera lo que su esposa le había pedido. Así, este descendió y se apareció entre medias de los dos ejércitos, y tomando la forma de Laódoco, buscó a Pándaro, y cuando lo halló, le pidió que lanzase una flecha a Menelao y posteriormente ofrendara a Apolo; de este modo, en primer lugar mató a un animal, y posteriormente, defendido por los escudos de sus compañeros, lanzó su saeta hacia Menelao, siendo este salvado de la muerte, ya que la flecha la flecha fue desviada a su pierna. Cuando vio esto Agamenón, pidió a los dioses que hiciesen pagar por ello los teucros, y lamentándose por la posible muerte de Menelao, aunque este le tranquilizó, ya que no había sido tocado en sitio mortal; de este modo, el rey de los hombres, mandó llamar Macaón, hijo de un médico, para que lo examinase. Éste, le sacó la flecha y le drogó para calmarle el dolor. Mientras tanto, Agamenón se preparaba para el combate, y animaba a los que no estaban en posición y agradecía a aquellos que mandaban y preparaban la guerra. De ese modo, los ejércitos marchaban al combate, protegidos unos por Atenea y otros por Ares y entre medias rondaban la Discordia, el Terror y la Fuga. Así, la guerra dio comienzo, dando lugar a la muerte de muchos aqueos y teucros, que eran amontonados por sus compañeros.

CANTO V: PRINCIPALIA DE DIOMEDES:

Durante el combate, Palas Atenea, llenó a Diomedes de valor y audacia y le dotó con una llama para que brillase entre los argivos y hallase gloria y lo transportó al centro, donde se hallaban gran número de guerreros. Allí, Fegeo y Ideo, hijos de Dares, un sacerdote de Hefesto, intentaron herirle, sin conseguirlo; sin embargo, éste mató al primero, y el segundo consiguió huir gracias a una nube que creó Hefesto. Entonces Atenea aconsejó a Ares no entrometerse en la batalla y dejar que sentenciase Zeus. Mientras tanto, en la guerra, los soldados caían rápidamente, con muerte dura y rápida. En referencia al Tidida (Diomedes) no se sabía su posición en el combate, si era teucro o aqueo, por lo que todos lo consideraban enemigo. Debido a esto, fue herido en un hombro, por una saeta proveniente de Pándaro, quien se jactaba de sus hechos. Por ello, Diomedes pidió a Atenea le ayudase a matarlo, y al oír ésta su plegaria, le dijo que se posicionase en el bando de los teucros y que siempre estuviese alerta ante los dioses y hombres y que si era tentado por Afrodita la matase. Tras ello, Diomedes se dispuso a luchar, matando a todo contrincante que encontraba. Eneas, al darse cuenta de esto, fue en busca de Pándaro, para encargarle que le matara, aunque este antes lo había intentado ya anteriormente sin encontrar resultado, causa por la que se culpaba Pándaro, aunque Eneas supo consolarlo y motivarlo para continuar con la batalla e intentar hallar la victoria. Entonces ambos se dirigieron en carro hacia Diomedes para intentar matarlo, pero Esténelo los advirtió y le avisó rápidamente, proponiéndole huir; éste se negó a su retirada, argumentando que estaba protegido por Atenea y avisando a su compañero, que si esta le hacía fuerte, se apoderase de los corceles, ya que eran la mejor raza de caballos. Así, Pándaro, envió su lanza hacia el Tidida, resultando este ileso, y con la ayuda de Atenea, le devolvió su lanza de un golpe y lo mató. Entonces su compañero Eneas, bajó del carro, y defendió el cadáver de su compañero, lo que dio lugar a que Diomedes le hiriese con una roca en la pierna, dejándolo inválido. Entonces, descendió su madre Afrodita, y lo salvó, no fuese que algún dánao lo matase. Entonces, el aqueo aprovechó para coger los caballos, y los mandó llevar a sus naves de manos de Deípilo. Acto seguido, Diomedes envió su lanza a la mano de la diosa para robarle a su hijo, aunque no lo consiguió, ya que Apolo lo envolvió en una nube para protegerlo, y el Tidida, encaró a Afrodita reprochándole su participación en la lucha. Entonces Afrodita se marchó junto a Iris al Olimpo, en los cordeles de su hermano Ares. Allí, yació junto a su madre, quien le pregunto por lo sucedido, respondiéndole esta que la lucha no era entre teucros y aqueos, sino que ya los dánaos luchaban con los inmortales ya. Más tarde, Zeus la llamó y le dijo que no se entrometiese en los asuntos bélicos y los dejase en manos de Atenea y Ares. Mientras tanto, Diomedes intentaba matar de nuevo a Eneas, aun siendo consciente de que éste estaba protegido por Apolo, y cuando intentó atacarlo de nuevo, Apolo le reprochó su actuación y le advirtió se retirase ya. Entonces el Tidida retrocedió y el dios llevó a Eneas al templo de Pérgamo, donde Leto y Ártemis le curaron. Entonces el dios aviso a Ares, retirase a Diomedes, protegiendo a este con una densa nube a los teucros y motivando a los caudillos para que animasen a sus hombres. De este modo regresaron a Eneas al combate. Así, emprendió la lucha de nuevo, con más fuerza que nunca, y tras matar a muchos, Menelao, llevado por la rabia, se dirigió hacia él, aunque éste se detuvo y recogió los cadáveres de sus compañeros. Así, siguió el combate y con él las muerte, y gracias a ello, los aqueos recuperaron los cordeles, por parte de Antíloco.

Entonces Diomedes divisó a Ares protegiendo a Héctor, y retrocediendo ordenó la retirada mirando a los teucros para no combatir contra los dioses. Así, teucros y aqueos se acercaban; encontrándose así Tlepómeno y Sarpedón, el primero le reprochó su debilidad, y ambos se amenazaron de muerte. El segundo fue herido, pero su padre (Zeus) lo salvó de la muerte. Entonces Tlepómeno, promovido por Atenea, arremetió contra los licios, ayudado por Odiseo. Entonces Héctor se dio cuenta de esto y salió a la defensa, y por el camino, Sarpedón le pidió que lo salvase, aunque este le ignoró, debido a las ganas de enfrentarse a los argivos y matar guerreros, pero sus compañeros le socorrieron, siendo Pelagonte quien le arrancara la lanza que le hirió. Posteriormente, los argivos se batieron en retirada, al saber que Héctor y Ares luchaban contra ellos. Éstos mataron a muchos de los argivos, y al informarse de ello Hera, expuso a Atenea que habían prometido a Menelao la victoria en Ilión, y si Ares combatía allí, no lo conseguiría; por ello, Atenea se vistió para la guerra, y subida en lo cordeles, despegó, y cuando se encontró con su padre Zeus, y le preguntó si se enfadaría al herir a Ares, a lo que Zeus respondió que no, entonces esta se dirigió al combate, y convertida en Esténtor, reprochó su actuación a los argivos. Posteriormente, se dirigió en busca de Diomedes, a quien negó ser hijo de Tideo, debido a sus actos. Entonces el Tidida la reconoció y no le ocultó nada; exponiéndole que sabía que Ares estaba inmerso en la batalla. Entonces Atenea le dijo que le protegería y ambos se dirigieron a por Ares, quien al verlos dejo a un soldado con el que se encaraba, y tiró su lanza hacia Diomedes, quien resulto ileso gracias a Atenea, y también debido a esto, cuando éste se la lanzó a Ares, le dio en su faz, lo que hizo que ascendiese al cielo; y estando allí, replicó a su padre el comportamiento de su hija, contestándole este que él era quien tenía que callar. Así, mandó que le curaran y vistieran bien, y tras ello, yació junto a su padre. Del mismo modo, Atenea y Hera volvieron al Olimpo, ya que consiguieron que Ares no matase a más hombres.

CANTO VI: CANTO DE HÉCTOR Y ANDRÓMACA:

Entonces quedaron solos en la batalla teucros y aqueos, continuando así todas las muertes. Uno de los guerreros, Adrasto, suplicó a Menelao no lo matase y lo cogiese preso, y así hizo, pero Agamenón al verlo, se lo replicó y termino quitándole la vida. Néstor, entre tanto, animaba a los argivos, tomando estos así una gran fuerza y acobardando a troyanos e licios. Por ello, Heleno Priámida, dijo a Héctor y Eneas motivasen a sus hombres para continuar en el combate y al primero que fuese al templo y ofreciese sacrificios a Atenea para que les ayudase en la batalla y retirase al hijo de Tideo, y así hizo este. Mientras tanto, en la batalla, se encontraron Glauco y Diomedes, quien le reto a morir si era mortal y si no se retirase, cuestionando su linaje. Cuando éste le contó su procedencia, se mostraron amistad, ya que ambos padres habían sido huéspedes uno de él otro. Entre tanto, Héctor llegó al paladio de Príamo, y le recibió su madre, diciéndole que orara a Zeus y bebiese vino para recuperar las fuerzas perdidas, pensando que los aqueos iban a vencer. Así, Héctor comunicó a su madre lo que su superior le había encomendado y dijo que él iría a buscar a Paris, a quien odiaba. Su madre, Hécabe, marchó a cumplir con lo que su hijo le había encomendado su hijo, negando Atenea su ayuda, mientras que Héctor, fue al Palacio de Alejandro, donde le reprochó el abandono de la lucha. Entonces éste le respondió dándole la razón y dijo que iría a la lucha. De igual modo, Helena, se disculpó ante su cuñado por su culpa en la lucha y se avergonzó por la actuación de su esposo. Este ignoró estas palabras y le comunicó que las gastase en apresurar a su esposo para ir a la guerra. Mientras tanto, Héctor, se dirigió a su palacio, en busca de Andrómaca, su esposa, y su hijo, a quienes no encontró porque estaban en la torre de Ilión lamentándose, junto a la matrona del niño. Por ello, Héctor preguntó a las doncellas donde se encontraban, y tras encontrar la respuesta fue en busca de ellos, ya que no sabía si volvería de la guerra. Cuando su esposa lo vio, le suplico abandonase la guerra y se quedase en la torre con ellos. Su esposo le respondió que no abandonaría a sus hombres, y tras tomar a su hijo, rogó lo cuidasen y lo hiciesen más fuerte y mejor que él a los dioses; mandó también a su esposa que volviese al palacio y continuase con sus quehaceres y el entonces marchó a la batalla.

Entonces, por el camino se encontraron los dos hermanos y ambos se pidieron perdón por sus actuaciones, mostrando el amor que se tenían; tras ello, marcharon a la batalla para luchar contra los aqueos.

CANTO VII: COMBATE SINGULAR DE HÉCTOR Y AYANTE. LEVANTAMIENTO DE LOS CADÁVERES.

Llegaron Alejandro y Héctor ante los aqueos, matando a muchos de los argivos, hicieron que Atenea descendiese del Olimpo, dirigiéndose a Ilión, pero Apolo, que se percató de ello, fue a pararla desde Pérgamo, ya que deseaba la victoria de los teucros. Así, este propuso a la diosa suspender la batalla durante un día, y posteriormente, derrotar Ilión, de manera que Héctor provocase a los dánaos a pelear contra él, y cuando los aqueos estuviesen indignados, hiciesen que alguien luchase con Héctor. Y de ese modo, Heleno, hijo de Príamo, que escuchó a los dioses, se dirigió a su hermano Héctor, y le comunicó lo que los dioses deseaban, diciéndole que Apolo le protegería de la muerte. Así, Héctor, paró a los ejércitos, y propuso el combate entre el y otro guerrero del ejército contrario, diciendo que quien ganase quedaría como un gran héroe al que se honraría. Entonces Menelao, al ver que nadie se ofrecía para el reto, se dispuso a ponerse las armas para combatir, pero Agamenón, al saber que sus posibilidades eran nulas, lo detuvo, levantándose posteriormente Néstor, increpando a los aqueos por no querer combatir ante este. Dicho esto, se levantaron nueve hombres, diciendo entonces Néstor, que lo echasen a suerte; y haciéndolo así, le tocó a Ayante, hijo de Tideo; se preparó para el combate, mientras que pedía sus compañeros que rezasen a Zeus, y tras ello, se dirigió al combate. Cuando se encontró frente a Héctor le amenazó con la muerte, y el otro, hizo igual. Entonces tiró su lanza, aunque el escudo de Ayante lo paró, y tras ello, lanzó la suya, atravesando el escudo, pero Héctor esquivó la esquivó. Continuó de este modo el combate, hasta que Ayante consiguió herir al Priámida en el cuello, aunque este continuó luchando, lanzándole una piedra, que dio en su escudo. Tras ello, su adversario le lanzó otra, que vino a darle en las rodillas y lo tiró al suelo, levantándolo Apolo. Y cuando iban a luchar con espadas, vinieron dos mensajeros de Zeus, Taltibio e Ideo, este último que daba buenos consejos, dijo que dejasen la batalla, ya que la ya era de noche.de este modo, Ayante dijo que desistiese en primer lugar su rival, y así hizo Héctor, dejando la lucha para otro día. Cada uno se dirigió con sus hombres a sus casas y campamentos. Agamenón, junto a Ayante, en su tienda, sacrificó un buey a Cronidas. Y tras el banquete habló Néstor, quien haciendo conscientes a todos de las muchas muertes de los aqueos, aconsejó retirar los muertos del campo de batalla, incinerarles y llevarles a sus familias. También propuso crear un gran muro con puertas y una fosa, para presentar mayor oposición ante los enemigos, siendo esto aplaudido por todos. También se reunieron los teucros en Ibón, siendo la reunión muy agitada. Entonces les arengó Antenor, aconsejando devolver a Helena con todas sus riquezas, como única salida para no ser vencidos. Entonces Alejandro, esposo de Helena, se opuso a ello, argumentando que estaba loco. No pensaba devolver a su esposa, pero si los tesoros y además algunos de los suyos. Entonces Príamo arengó, que fuese Ideo, y comunicase a Agamenón y Menelao la proposición de Alejandro, quemasen los cadáveres, y posteriormente luchasen, y así hizo Ideo, contestándole Diomedes que no aceptaban porque ya la victoria pesaba sobre ellos, pero si permitían la quema de los cadáveres, y así, Ideo, se lo comunicó a los teucros. Entonces los dos ejércitos recogieron a sus muertos y leña para la incineración. Y terminando esto, los aqueos construyeron la muralla que ya habían pensado con anterioridad, y los dioses viéndolo, entre ellos Posidón, quien dijo a Zeus, que no estaban ofrendando nada a los dioses, y que tendría mayor fama que él, y Zeus le dijo que cuando terminase la guerra podría derribarlo. Así, cuando llegó la noche los aqueos ya habían terminado la muralla, y celebrándolo hicieron un gran festín, al igual que los teucros. Al mismo tiempo, Zeus, tramaba como dañarles, creando así inseguridad entre los guerreros y las ganas de festejar, así se acostaron y tomaron el sueño.

CANTO VIII: BATALLA INTERRUMPIDA.

Ya al amanecer, Zeus reunió a los dioses en el ágora, y les advirtió que ninguno de ellos tomase parte en la lucha entre teucros y aqueos, o sería golpeado o enviado a Tártaro por el mismo; los dioses quedaron enmudecidos por el miedo, pero Atenea, dijo a su padre que eran conscientes de su gran fuerza, pero que les darían consejos a los argivos para que no muriesen todos, a lo que su padre dijo que la complacería, yéndose éste entonces a Ida, donde observó a los guerreros de ambos bandos, viendo como ambos se preparaban. Una vez se cruzaron, comenzó la lucha, y con ella las muertes. A la mitad del día, Zeus puso en su balanza de oro a los dos ejércitos para ver quién sería el victorioso, siendo así los teucros, enviando de este modo un gran rayo a los aqueos, quedando estos perplejos por el miedo, lo que hizo abandonar la lucha a Agamenón, Idomeneo y los Ayantes, quedando sólo Néstor, porque su corcel había sido herido por Alejandro. Allí, estuvo a punto de morir, entonces Diomedes, al contemplarlo, aviso a Odiseo, aunque este no le hizo caso, así que el mismo le salvó; los dos en el carro, se dirigieron a combatir contra Héctor, quien les lanzó una saeta, que fue a parar a uno de sus hombre, lo que le apenó mucho, pero buscó otro conductor para su carro, Arqueptólemo. Así, los teucros habrían sido vencidos, a no ser que Zeus no hubiese enviado un gran rayo al carro de Diomedes, Néstor al darse cuenta de esto, le comunico al Tidida que Zeus no estaba de su lado y le daría la victoria a Héctor, contestándole así Diomedes que no dejaría que él se jactase de su abandono, convenciéndole el arengador de que eso no sería así, hizo que este dejase de un lado al troyano, y éste, al ser consciente de ello, se rió de la cobardía de su contrincante, incitándole a volver a luchar contra él, mientras que Zeus le dama muestras a los troyanos de que vencerían; por ello, Héctor animaba a sus hombres, y a sus corceles, a los que les pedía ayuda para poder llegar a las naves de los aqueos y robar el escudo de Néstor y la coraza de Diomedes, causa que creía sería suficiente para que estos se rindiesen. Hera, observando lo que ocurría, se enfureció y propuso a Posidón, luchar contra Zeus, para no dar la victoria a los teucros, contestando éste negativamente, ya que Zeus era más fuerte que ellos.

Mientras tanto, Héctor y sus hombres acorralaron el campamento de los aqueos, lo que hizo que Hera descendiese para hablar con Agamenón, quien intentaba animar a sus hombres, y rezaba a Zeus para que los dejase escapar de los troyanos. Éste se compadeció del rey de los aqueos, y le envió un águila como señal; al ver esto, todos salieron a luchar, incluso los que antes habían huido. Así, los aqueos empezaron a matar, siendo Teucro el que más y mejor lo hacía, y así, Agamenón le animaba diciéndole que le recompensaría. Éste, intentaba matar a Héctor, pero erraba al lanzarlas, por desviar las saetas Apolo, pero si terminó con otros muchos, entre ellos, Arqueptólemo, quien llevaba las riendas de su caballo, por lo que llamó a su hermano Cebriones para que ocupase el puesto de el anterior. Entonces Héctor se bajo del carro y lanzó una piedra a Teucro, acertando en su tiro, ya que le dio en el hombro, lo que le hizo caer al suelo rápidamente, y sus compañeros le llevaron a la nave rápidamente. De ese modo, Zeus volvió a excitar a los teucros, matando así a todo aqueo que se les pusiese por delante, el primero Héctor, de quien huían todos los aqueos. Viendo esta situación Hera, le dijo a Atenea que se compadecía de los aqueos, que padecían por culpa del Priámida, diciéndole ésta que todo sucedía porque su padre, Zeus, le ayudaba a Héctor, debido a que Tetis le pidió que prestase ayuda a Aquileo, sin tener en cuenta todos los favores que ella le había hecho. Así, le pidió a Hera que preparase los corceles mientras ella se preparaba para luchar contra Héctor. Las diosas salieron al combate, pero Zeus las diviso y envió a Iris, la mensajera, para que les dijese que retrocediesen, porque sino lucharían contra él, y les dejaría muchos daños. Entonces Hera dijo a Atenea que dejase que Zeus fuese quien decidiese en la batalla y no socorriesen a nadie, y así hicieron, yendo entonces a sentarse con los demás dioses, y tras ellas el Cronida, quien les reprochó sus intenciones, lo que hizo que Hera le dijese que no harían nada en contra de su voluntad, pero sí que aconsejarían a los dánaos, diciéndole Zeus que no le importaba que se irritase, pero la guerra continuaría así hasta que Héctor pelease con el Pelida, por la muerte de Patroclo.

Entonces anocheció, dejando descansar a los aqueos, mientras que Héctor reunió a los aqueos a las orillas del Janto, diciéndoles que trajesen comida, informasen al pueblo, y vigilasen a los aqueos; también les dijo que aguardasen a la lucha contra éstos al día siguiente. Entonces ofrecieron hecatombes a los dioses, aunque estos no los aceptaron, por odiar ya a Ilión y Príamo. Así, todos esperaban la llegada de la aurora.

CANTO IX: EMBAJADA A AQUILEO. SÚPLICAS:

Los teucros guardaban el campo, y los aqueos, algunos se habían fugado, y los que no, estaban atemorizados. El Atrida, hablaba con los capitanes, y Agamenón, se lamentaba, porque Zeus le había engañado con respecto a la victoria sobre Ilión, proponiendo embarcar en las naves y regresar a la patria, dejando atrás la idea de atacar Troya. Esto hizo quedar a todos asombrados, hasta que Diomedes le increpó su cobardía, diciéndole que huyese él y todo aqueo que lo desease, pero que él y Estenelo se quedarían a destruir Troya, a lo que aplaudieron todos los melenudos, aunque Néstor, tras alabar las palabras del Tidida, habló él, que por ser más viejo, le harían caso. Así, aconsejo que diese de cenar a los altos cargos, donde los sabios aconsejarían sobre lo que debían hacer y defender la muralla con guerreros, diciendo a Agamenón que lo mandara, lo que así hizo. Entonces se sentaron en la tienda del Atrida, se saciaron, y sus hombres mientras tanto, se posicionaban alrededor de la muralla. Fue durante dicha cena, cuando Néstor le volvió a reprochar a Agamenón que le robase a Briseida a Aquiles, por lo que aún podrían aplacarle con regalos y alagos. Así, el rey de los hombres asumió su culpa, diciendo que le daría muchísimos presentes si los dioses le daban la victoria sobre Príamo, hasta ser su yerno, con los honores que ello conllevaba. El arengador alabó la grandeza de su rey, y dijo que enviaría a algunos hombres a la tienda del Pelida, para informarle sobre ello, entre los que estaba Odiseo, a quien le rogaba que persuadiese a Aquileo. De este modo, se dirigieron a la tienda de éste, quien al verlos, se alegró, pese a estar enfadado, ofreciéndoles vino y comida. Cuando terminaron el banquete, Odiseo le habló al Pelida de lo que Agamenón le ofrecía si los salvaba de la muerte, y que si no lo hacía por los regalos, lo hiciese por la vida de los aqueos, quienes le venerarán, aconsejándole que matase a Héctor, a lo que éste se negó rotundamente, porque ya no se dejaría invadir por las palabras de Agamenón, diciendo que el volvería a su patria, pero los troyanos seguirían con la lucha, ofreciendo a su amigo Fénix, quien venía en representación de los aqueos, si quería volver con él a casa. Entonces este, que le consideraba como un hijo, ya que fue acogido por su padre cuando el huyó del suyo propio, y se ocupó de cuidarle; por ello, le aconsejó aceptar el trato de Agamenón, ejemplificándolo con un caso parecido ocurrido ya años atrás, pero Aquileo siguió negándose a rendirse ante el Atrida, y ofreció de nuevo a Fénix, quedarse junto a él, para por la mañana decidir si volverían a la patria o seguirían en la lucha. Al ver esto, Ayante Telamoníada dijo a sus compañeros que se marchaban junto a su ejército, los aqueos, y le reprochó al Tidida su rencor, quien dijo que sus palabras eran sabias, pero no perdonaría a Agamenón. Así, tras ello, los aqueos volvieron a su campamento, menos Fénix, que se quedó junto a su amigo.

Llegaron entonces los enviados a la tienda del Atrida, donde el rey de los hombres les preguntó por lo sucedido, a lo que Odiseo le contó la respuesta negativa del Tidida, y su consejo de huir, ya que Zeus protegía Ilión y no la podrían atacar, así como que Fénix se había quedado allí con él. Todos quedaron en silencio, hasta que Diomedes expuso que no debían haber le ofrecido nada a Aquileo, que descansasen durante la noche, y por la mañana luchasen en primera fila todos, a lo que todos asintieron y marcharon a dormir durante toda la noche.

CANTO X: DOLONÍA:

Los príncipes aqueos durmieron toda la noche, todo lo contrario a Agamenón, que no podía dormir porque cada vez que miraba al campo teucro se asustaba, lo que le llevó a hablar con Néstor, acompañado de sus armas. En el mismo estado, se encontraba Menelao, quien se vistió, y fue en busca de su hermano, a quién encontró preparado ya para la guerra, por lo que le preguntó si es que iba a mandar a alguno de los hombres a espiar a Héctor, respondiéndole al Atrida afirmativamente, por lo que le mandó llamar a Ayante e Idomeneo, mientras él iba en busca de Néstor, ya que a sus palabras nadie se resistía, para ir a la muralla, donde quedó con su hermano para decidir si huirían o lucharían. De este modo, el arengador se preparó con sus enseres, y fueron llamando a más hombres, a Odiseo, quien se vistió rápidamente, a Diomedes, quien dormía con la armadura puesta, a quien envió a llamar a Ayante y al hijo de Fileo, por compadecerse de Nestor, y su edad. Así, todos se dirigieron a donde los guardias estaban reunidos, y todos ellos estaban alerta vigilando, de lo que se alegraron mucho. Entonces pasaron el foso, y se sentaron a deliberar. Habló Néstor, quien aconsejó espiar a Héctor, a lo que Diomedes se ofreció, pero con un acompañante, a lo que muchos de sus compañeros se ofrecieron, a lo que Agamenón dio la opción de elegir al Tidida, a lo que sin pensar eligió rápidamente a Odiseo; y preparáronlos así todos con grandes armaduras y armas y partieron al campamento de los teucros. Atenea les envió una garza, que al oírla estos, le rezaron a la diosa y le prometieron ofrendas si les protegía.

En el campamento de los troyanos tampoco descansaban, y Héctor, reuniendo a los más altos cargos, ofrecía ir a espiar a los aqueos, a cambio de una recompensa, para saber si huirían o lucharían, ofreciéndose a ello un tal Dolón, el cual tras prepararse marchó al campamento de los aqueos, cuando durante por el camino, Odiseo se percató de que alguien se acercaba, y dijo a Diomedes que no sabía sus intenciones, pero que le esperasen y se abalanzasen sobre él, y si se les escapaba, le tirase la lanza, alejándole siempre de las naves, por si se disponía a espiar a su ejército. Cuando este estuvo cerca, se abalanzaron sobre él, pero no le alcanzaron, por lo que corrieron tras él, y gracias a Atenea consiguieron cogerle. Entonces éste les suplicó que no le matasen, y Odiseo tranquilizándole, le preguntó la causa de su marcha, contándole éste la encomendación de Héctor. Tras esto, entonces le preguntaron sobre los planes de su jefe, su distribución, donde guardaba sus armas, cómo dormían… a lo que el presó contestó sinceramente a todo, y al terminar, les pidió que le llevasen a sus nades o le dejasen atado y fuesen a comprobar la veracidad de sus palabras, a lo que contestaron negativamente, y Diomedes le mató decapitándolo con su espada. Éstos se hicieron con todo lo que el teucro portaba, y Odiseo se lo ofreció a Atenea pidiéndole que les guiase hacia los tesoros del ejército troyano; una vez estando éstos ya en el campamento, vieron a los tracios, y Odiseo dijo a Diomedes que se encargase de coger a los caballos mientras el mataba hombres o al revés, comenzando el Tidida a matar hombres, hasta llegar a trece, mientras su compañero desataba los corceles, y cuando terminó hizo una señal a su compañero para informarle que ya estaba listo, y Diomedes no sabía si marcharse con las armas o seguir matando, a lo que Atenea se le presentó para decirle que huyese ya no fuese que algún Dios despertase a los teucros, a lo que Diomedes, al reconocer a la Diosa, hizo caso, y marcharon hacia las naves aqueas. Apolo, al ver que Atenea había ayudado al hijo de Tideo, despertó a Hipocoonte, que al ver la situación en que habían dejado el campamento los aqueos, despertó a los demás compañeros y se formó un gran escándalo.

Así, los espías volvieron a su campamento, advirtiéndolos el primero Néstor, quien dudaba si serían ellos, o los adversarios que los habrían matado, pero rápidamente los divisó. Lo primero que les preguntó fue si esos caballos se los había regalado un Dios o los habían conseguido ellos, a lo que los valientes aqueos contestaron contándoles la historia que le había sucedido en la noche, lo que todos celebraron. Así, tras informarles, fueron a la tienda del Tidida, ataron los corceles, guardaron los enseres del espía teucro para ofrecérselo a Atenea, y tras bañarse y ungirse con aceite, hicieron una gran ofrenda a la Diosa.

CANTO XI: PRINCIPALÍA DE AGAMENÓN:

Ya por la mañana, Zeus envió a Discordia al campamento aqueo para que diese comienzo el combate. El Atrida mandó a todos prepararse, siendo el él el primero en hacerlo. Entonces Atenea y Hera, tronaron en honor del rey de Micenas.

De este modo se posicionaron todos para el combate delante del foso. Debido a su odio, el Cronida dejo caer un tumulto de rocío sanguinoso para que muchos de ellos murieran.

Los teucros, a su vez, también ocuparon sus puestos, en una eminencia de la llanura, siendo Héctor uno de los primeros y más valientes.

De este modo dio comienzo la batalla, y con ella las muerte. Discordia, disfrutaba de ello encontrándose en terreno belicoso, mientras que los demás dioses, en el Olimpo, reprochaban al Cronida su ansia de victoria para los teucros. A la hora del almuerzo, los dánaos rompieron las falanges teucras. Agamenón, comenzó a dar muerte a muchos de los troyanos, entre ellos los hijos de Priamo, los de Antímaco…

Héctor era salvado por Zeus de la muerte, y muchos de los teucros corrían a la ciudad a salvaguardarse, quienes eran perseguidos por Agamenón y sus hombres. Ya casi había llegado el rey al muro de la ciudad, descendió Zeus a una de las cumbre de Ida con un relámpago en la mano, y mandó a Iris a Príamo, a decir a Héctor que animase a sus hombres luchar porque le daría fuerzas para derribar a los aqueos, y haciéndolo Héctor de esta manera, dio comienzo de nuevo el combate, volviendo Agamenón a adelantarse en la batalla, en primer lugar contra Ifidamante, quien murió rápidamente. Entonces le vio Coón, hijo de Antenor, quien le clavo una pica en el codo como venganza por la muerte de su hermano, a quien recogía cuando el Atrida le dio muerte.

Pero la herida, y el gran dolor que le producía ésta, hizo que Agamenón se tuviese que retirar del combate, animando a sus hombres. Héctor, al notar la ausencia de éste, dio ánimos a sus hombres, mostrando como Zeus, le había dado la victoria. Así, el Priámida se abalanzó sobre los aqueos, dando muerte a muchos, lo que hizo que los aqueos se retirasen, y Odiseo, al advertirlo, dijo a Diomedes que se enfrentasen a ellos, para no dejarles coger sus naves, a lo que el Tidida le asintió, pero advirtiéndole que Zeus les iba a dar la victoria a los teucros. Así, estos volvieron al combate, y dieron muerte a los hijos de Mérope y a otros muchos, y cuando los advirtió Héctor, fue hacia ellos. Éstos, arremetieron contra él, lo que le llevó a retroceder y huir, a lo que Diomedes le reprocho su esquivez a la muerte, continuando su camino para matar a más troyanos. Alejandro, el marido de Helena, que estaba escondido, lanzó un flecha al Tidida, a quién hirió en el empeine, y de ello se regocijó, mientras Diomedes disimulaba su dolor, Odiseo vino a protegerlo, mientras su compañero se retiraba a las naves, quedándose el primero solo en el combate. Entonces un grupo de teucros le rodearon, y el grandioso Odiseo, consiguió escapar de ellos, dándole muerte a todos quienes le habían acosado, hiriéndole uno de éstos, pero no mortalmente, gracias a Atenea. Por ello, los teucros se abalanzaron sobre él, y éste pidió ayuda a sus hombres, acudiendo así Ayante y Menelao, defendiendo el primero a éste con su escudo y haciendo huir a quienes le rodeaban. Ayante, continuó matando a más hombre, sin que le divisase Héctor, ya que se encontraba alejado de éste. Allí, se encontraba n Néstor e Idomeneo, quienes tuvieron que marcharse a las naves, puesto que el primero estaba herido. Entonces Cebriones, quien acompañaba a Héctor, divisó a Ayante, y le dijo que fuesen hacia allí, donde mataba a muchos aqueos, pero huía de Ayante Telamonio, a quién Zeus asustó, y le hizo retroceder para proteger sus naves, lo que hizo que los troyanos lanzasen sus lanzas sobre él, rebotando en su escudo, pero Eurípilo lo divisó, y clavó su lanza en el hígado, dirigiéndose entonces a quitarle la armadura, pero el deforme Alejandro, le disparó a éste hiriéndole la pierna, haciéndole retroceder, pero animó a sus compañeros a matarlo.

Al mismo tiempo, Néstor y Macaón regresaban a las naves, cuando fueron divisados por Aquileo, quien llamó a Patroclo, para mandarle a ver quién era el que iba herido con Néstor. Los dos hombres, al llegar a sus naves, Hecamede les preparó un potaje, que ambos bebían, cuando Patroclo entró en la tienda, invitándole Néstor a sentarse con ellos, pero lo rechazó por miedo a Aquileo. Así, el anciano le reprochó como su amigo no se apiadaba de ellos y le contó algunas de las batallas que el ya había padecido, y le recordó como su padre le dijo que diera buenos consejos a Aquileo, diciéndole así, que le convenciese de cesar la batalla, o al menos se pusiese su armadura, y así los teucros abandonasen la guerra, dejando descansar a los aqueos poco tiempo, lo que hizo que su corazón se ablandase y volviese corriendo junto a Aquileo, cruzándose por el camino con los heridos aqueos, y le preguntó a Eurípilo si los aqueos aguantarían la batalla, contestándole negativamente y pidiéndole que le sanase la herida, ya que los médicos no estaban en condiciones, y así hizo éste, dejando a un lado el trabajo que le había encomendado Aquileo.

CANTO XII: COMBATE EN LA MURALLA:

Entre tanto, el combate tenía lugar ante la muralla, que sería destruida más tarde, por Apolo y Zeus, con ríos, olas y lluvia, cuando los argivos volvieron a su patria. Los argivos se encerraban en las naves para protegerse del temido Héctor, quien animaba a sus hombres a cruzar el foso de los aqueos, pero los corceles estaban asustados, y los peones no encontraban la forma. Entonces, Polidamante, dijo a Héctor que si cruzaban, morirían todos, pero si Zeus les quería dar la victoria, lo hiciese pronto. Así, aconsejó que los escuderos pusiesen a los caballos en fila, y todos los demás, siguiesen a Héctor a combatir contra los aqueos. Así hicieron todos, agrupándose en cinco grupos, marcharon a luchar contra los aqueos, quienes esperaban que huyesen. Todos hicieron caso al sabio, menos Asio Hirtácida, quien fue con el carro, y terminó muriendo. Se dirigieron a las puertas donde entraban los hombres que venían de la batalla; esperaban que huyesen, por lo que entraron gritando, pero allí les esperaban dos valientes guerreros, Polipetes y Leonteo, quienes llamaban a los aqueos para luchar. Así, las flechas volaban. Lo que hizo que Asio Hirtácida, quien le reprochaba a Zeus la resistencia que estaban encontrando en los aqueos. Los dos guerreros que se encontraban en las puertas, mataron a muchos de los teucros. Y mientras que estos luchaban, Héctor y Polidamante avanzaban con sus hombres, cuando calló un dragón del cielo en medio de ellos, lo que llevo al segundo a pensar que era un mal presagio, y un aviso para que no atacasen a los aqueos, a lo que Héctor, le replicó su cobardía, y diciéndole que creía en las promesas de Zeus, le mandó callar si no quería morir.

Así, se dispusieron a combatir, dándole Zeus gran ventaja, pero los aqueos no se rindieron, y los Ayantes. Entonces los troyanos intentaban destruir la muralla, que no hubiesen conseguido, sin la ayuda de Zeus, que envió a Sarpedón, no habría conseguido, quien junto a Glauco, se dirigió hacia la torre de Menesteo, quien intentaba avisar a sus compañeros, pero al no poder hacerlo por el ruido de los escudos, envió a Tootes, para que llamase a los Ayantes, o a Telamonio y Teucro, y así hizo, asistiendo, éstos dos últimos, además de su hermano y Pandión. Estos mataron a muchos licios, pero Sarpedón, pidió ayuda a sus hombres, para acabar con los aqueos, no consiguiéndolo. Así, el combate se encontraba igualado para los dos bandos, hasta que Zeus quiso dar la ventaja a Héctor, que rompió el muró con una piedra y animó a sus hombres a pasarlo, haciendo así temer a los aqueos y adentrarse en las naves.

CANTO XIII: BATALLA JUNTO A LAS NAVES:

Así, tras ayudar Zeus a Héctor, dejó que la lucha siguiese su cauce sin entrometerse, ya que no temía que ningún dios lo hiciese ya, entonces Posidón marchó a Egas, donde se preparó y volvió de nuevo a las naves aqueas, donde dijo a los Ayantes que salvarían a los aqueos si recordaban su valor y no la fuga, teniendo solo que temer a Héctor; y dándoles fuerzas, se marchó de nuevo, a animar ahora a las últimas filas de los aqueos, haciéndose así éstos más fuertes.

Los troyanos seguían a Héctor, quien deseaba acabar con sus contrincantes, pero éstos hicieron todo lo posible por impedírselo. El Priámida animaba a sus hombres, mientras la lucha continuaba, matando Teucro a Imbrio, a quien fue a quitarle su armadura, pero Héctor, le tiró una lanza, errando éste e hiriendo mortalmente a Anfímaco, a quien intento quitarle la armadura, pero dándose cuenta Ayante, tiró su lanza a Héctor, parando el golpe su armadura.

Posidón, al ver que su nieto había muerto, fue a las naves aqueas de nuevo a darle ventaja a éstos ante los teucros, y allí se encontró con Idomeneo, a quien le preguntó por todos los males que habían jurado contra los troyanos con voz de Toante. Y éste le dijo que todos luchaban lo que podían, pero el Cronida deseaba la victoria de los teucros. Entonces, Posidón, le sugirió que unieran sus fuerzas y combatiesen, y así hicieron. Se encontraron entonces con Meriones, a quien Diomedes le preguntó el por qué de su llegada, con ansias de ir a luchar, contestándole éste, que venía a por una lanza , diciéndole Idomeneo, que él tenía en su tienda pertenecientes a los teucros. Así, ambos expusieron su valentía, y tras un periodo de charla, marcharon juntos a la batalla, decidiendo adentrarse por la izquierda, donde durante la batalla se dieron muchas muertes.

Mientras tanto, los dioses pensaban como actuar, ya que Zeus deseaba la victoria para Aquileo, pero Posidón intentaba ayudar a escondidas a los aqueos.

Así, Idomeneo continuaba animando a sus hombres, cuando hirió a Otrioneo, yerno de Príamo, quien le concedió a su hija porque le prometió alejar a los aqueos de Troya, y se jactó del herido. Entonces Asio, fue a vengar a su compañero, quien fue pinchado con la lanza por éste también, matado por Antíloco, quien le robó el carro. Irritado Deífobo, compañero de Asio, intentó herir a Idomeneo, pero éste consiguío esquivar la lanza con su escudo, rebotando hacia otro compañero, Hipsenor, quien fue recogido por Mecisteo y Alástor para llevarle a las naves. Al mismo tiempo, Idomeneo continuaba matando hombres, como Alcátoo, de lo que se Jactó ante Deífobo, y este, provocado por la ira, fue en busca de Eneas, cuñado del ya muerto Alcátoo, quien le acompañó para combatir, junto a otros compañeros, e Idomeneo, a su vez, llamaba a sus hombres, siendo consciente de lo que su oponente preparaba. Entonces comenzó el combate entre estos, lanzando el primero Eneas, pero Idomeneo se percató, y evitó la lanza y mató a Enomao, a quien intentó quitar la lanza, pero como no pudo por su debilidad, únicamente tenía cuidado de no ser matado. Deífobo, al percatarse, intentó herirle, pero el errar el golpe, mató a Ascáfalo, a quien intentó quitarle el casco, siendo herido entonces por Meriones en el brazo, lo que hizo que Polites lo tuviese que llevar a la ciudad. Eneas mató a Afareo, Antíloco a Toón, quien fue a quitarle las pertenencias, y pese a la insistencia de los teucros por matarle, no lo consiguieron, ya que Posidón le protegía. Adamante lo volvió a intentar, pero Posidón no se lo permitió. Éste, fue a adentrarse de nuevo en su ejército, pero Meriones no se lo permitió matándolo. Héleno mató a Deípiro, lo que pesó a Menelao, por lo que persiguió a Héleno, hiriéndole la mano, la cual curó su compañero Agenor. Pisandró envistió a Menelao, y tras una lucha cuerpo a cuerpo, el Atrida terminó con su contrincante, jactándose de ello, y replicando a Zeus, el porqué de su deseo de la victoria de los troyanos, y continuó batallando, ahora contra Harpalión, quién intento herirle, pero al equivocarse, retrocedió, pero Meriones le mató. París, irritado por dicha muerte, lanzó una saeta, matando a Euquenor.

Mientras tanto, Héctor ignoraba que sus hombres estuviesen cayendo por el lado izquierdo, continuaba por donde adentró, donde los aqueos defendían sus naves, estando los Ayantes juntos. Los teucros, ante ésta situación se hubiesen retirado, a no ser por Polidamante, quien le dijo a Héctor, que se retirase junto a los generales para deliberar si debían atacar juntos las naves con la ayuda de los dioses o retirarse, así, el primero fue en busca de los caudillos más valietes, y Héctor, fue a instruir a sus hombres, sin encontrar a muchos de los que buscaba, porque estaban muertos o heridos, y al encontrarse a Alejandro, le preguntó por ellos, contándole asó su hermano lo que había sucedido. Continuó así su marcha, y se encontró con Ayante, quien le amenazó, diciéndole que destruiría Troya antes que ellos terminasen con sus naves; contestándole Héctor que terminaría con su vida, siguiendo con su marcha.

Mientras tanto, la guerra continuaba, con un griterío inmenso que llegaba hasta la morada de Zeus.

CANTO XIV: ENGAÑO DE ZEUS:

Néstor, hablaba en la nave con Macaón, a quien le dijo que se quedase allí, mientras Hecamede le curaba y el divisaba lo que ocurría en el combate, y tras armarse, vio como los teucros vencían a los aqueos, y la muralla estaba destruida, por lo que fue a buscar al Atrida, encontrándolo, junto a otros reyes, viniendo de sus naves; éste, al ver a Néstor, le dijo que los aqueos estaban ya contra él, al igual que Aquileo. Entonces el sabio le propuso pensar algo para detener la victoria de los troyanos, y que no fuese ir a la batalla, ya que estaban heridos, proponiendo así, la retirada del combate cuando cayese la noche, por lo que debían echar las naves al mar. Odiseo, al oírlo, le hizo callar, puesto que eso era de cobardes. Entre medias, Diomedes propuso ir a donde se daba la guerra, alejados de los tiros, y animar a todos, en especial a los que no peleaban, y así hicieron, presentándoseles entonces Posidón, en forma de un viejo, quien les aseguró a todos los aqueos, que los troyanos abandonarían el su campamento,lo que hizo que los guerreros tomasen más fuerza, de lo que Hera, quien observaba a su hermano y cuñado, se regocijó, pero a la vez preocupó, al ver a Zeus, sentado en la cumbre del Ida, por lo que buscó un engaño para despistarle, ocurriéndose yacer junto a él, para pacer en dulce sueño. De este modo, marchó a arreglarse, y una vez hecho esto, pidió a Afrodita que la dotase de amor, con el fin de crear la paz entre el Océano y Tetis, a lo que su hija cedió. Ya hecho esto, fue en busca de Sueño, a quien le rogó que durmiese a Zeus cuando yaciese junto a ella, ofreciéndole a cambio una recompensa, a lo que tras una larga conversación accedió a cambio de Pasitea. Dicho esto, marcharon donde se encontraba Zeus, y mientras Sueño se escondió, Hera, pasó por delante de Zeus, a quien le dijo que iba a poner paz entre Oceano y Tetis, rogándole Zeus que se acostase junto a él, ya que la deseaba más que nunca, a lo que Hera le contestó que marchase a la habitación de su hijo Hefesto, ya que allí la podían ver todos los dioses, diciéndole Zeus entonces, que no se preocupase, ya que la cubriría con una nube de oro, y así hicieron. Una vez ya dormidos, Sueño se dirigió hacia Posidón, a quien le comunicó la noticia, para que salvase a los danaos. Éste, se dirigió a las primeras filas, y ordenó a todos los hombres tomar las armas para la victoria, combatiendo incluso los heridos. Así, la batalla, continuaba. Héctor, animaba a sus hombres, al igual que Posidón hacía con los aqueos. Comenzó al jefe de los troyanos a tirar su lanza, lo hizo hacia el Ayante, errando en el golpe, lo que el aqueo aprovechó para lanzarle una piedra y herirle en el pecho, cayendo en el suelo, lo que hizo que los aqueos enloqueciesen para intentar matarle, pero los teucros le protegieron insistentemente, y sus compañeros, más tarde, lo llevaron a la ciudad. Más tarde, lo llevaron a la ciudad. Cuando los aqueos fueron conscientes de que Héctor no se encontraba en el campo de batalla, lucharon aún con más fuerza; Ayante, mató a Satnio, yendo a vengarle, Polidamante, hiriendo a Protoenor, que murió junto a Ayante, quién vengó su muerte, errando el golpe, pero matando a Arquéloco, muriendo ante a su hermano Acamante, haciendo que Penéleo diese muerte a Ilioneo.

Así, el combate dio un vuelco, cogiendo ahora la victoria los aqueos, de manos de Posidón, dando muerte a los troyanos todos los hombres que seguían sus órdenes.

CANTO XV: NUEVA OFENSIVA DESDE LAS NAVES:

Los teucros huían del campamento de los danaos, cuando Zeus despertó, y al ver la situación del combate, le reprochó a Hera lo que había hecho, amenazándola con castigarla, a lo que Hera le respondió que ella no había incitado esa situación; al oír esto, Zeus le dijo a su esposa que si lo que decía era verdad, llamase a Tetis, para que bajase al combate a decir a Apolo que volviese a su palacio, y a Apolo, para animar a Héctor, a continuar con el combate, y así hizo Hera. Cuando llegó al Olimpo, encontró a todos los Dioses reunidos, donde procedió a criticar a Zeus, para conseguir que se levantaran ante él. El primero fue Ares, que al enterarse que su hijo había muerto en el combate, fue a enfrentar a los troyanos, pero Atenea le contuvo de su ira y consiguió alejarle del combate. Entonces Hera, llamó a Iris y Apolo, quienes rápidamente fueron donde se encontraba Zeus, quien envió a Iris junto a Posidón para decirle que se retirase al Olimpo o al mar, porque si no lo hacía, tendría que luchar contra Zeus; a lo que éste le contestó que ambos eran hijos de Cronos y Rea, por lo que no le tenía miedo. Entonces Iris le hizo recapacitar, con lo que Posidón cedió a abandonar la lucha, pero antes amenazó a Zeus con no permitir que los aqueos obtuviesen la victoria, porque la ira de los Dioses sería enorme, y con estas palabras abandonó el combate.

Zeus, al ver esto, mandó a Apolo a espantar a los aqueos, para que huyesen a sus naves y al Helesponto, y animar a Héctor, mientras él pensaba que hacer con los aqueos. Así hizo su hijo; descendió, y encontró a Héctor , ya recuperada, y le pregunto Apolo porqué se encontraba sentado en el suelo, a lo que Héctor le respondió que Ayante le había herido. Así, Apolo se identificó, y le dijo que se preparase, tanto él como sus hombres para atacar las naves de los aqueos, porque él les limpiaría el camino hasta ellas. Apolo, al oír estas palabras, se preparó, y todos se echaron al combate. Los aqueos, al ver de nuevo en las filas a Héctor, quedaron perplejos, Toante propuso ir a las naves, y los más valientes permanecer allí para luchar contra Héctor, y así hicieron. Y estando frente a frente los combatientes, el combate era igualitario para ambos ejércitos, hasta que Apolo asustó a los aqueos, haciendo huir a muchos. De este modo, los troyanos dieron muerte a un gran número de aqueos. Mientras éstos quitaban los enseres a los muertos, los aqueos huían, y Héctor animaba a sus hombres, a dirigirse a las naves de sus contrincantes. Así, Néstor imploraba la ayuda de los dioses, rogando a Zeus, quien envió un gran trueno, haciendo que los troyanos tomasen aún más fuerza. Mientras tanto, Patroclo continuaba curado a Eurípilo, pero al oír lo que estaba sucediendo, decidió ir a animar a Aquileo a pelear. Por otro lado, luchaban Héctor y Ayante, de igual fuerza, pero al ver el último como Calétor quería quemar una de sus naves, le mató, creando una gran ira en Héctor, ya que era su primo. Animó así a sus hombres a pelear, y lanzó la pica sobre Ayante, errando en el golpe e hiriendo a su escudero. Entonces llamó a Teucro, para que vengase la muerte de éste, y así hizo, porque con sus saetas hirió a muchos, pero Zeus no permitió que lo hiciese con Héctor, rompiéndole el arco, haciendo que tomase entonces la lanza. Al ver esto Héctor, animó a sus hombres, al igual que Ayante. De este modo, la batalla continuó con numerosas muertes. Y los dos anteriores continuaban exhortando a todos. Menelao, animó a Antíloco sobresalir en la lucha, debido a sus dotes, y así hizo, mientras los demás aqueos protegían duramente sus naves. Lanzó Antíloco su lanza, haciendo huir a los teucros, e hirió a Melanipo, lo que hizo que Héctor arremetiese contra él, y así le provocó miedo, y huyó junto a sus compañeros.

Zeus, aguardaba mientras tanto que algún teucro quemase una de las naves de los aqueos, para posicionarse entonces del lado de éstos, por ello, incitaba a Héctor a que lo hiciese, intentando éste penetrar en las naves, pero los dánaos no desistían, y se lo impedían. Entonces Héctor mató a Perifetes, consiguiendo penetrar entonces en las naves. Néstor, al ver esto, animó a sus hombres, y Atenea, les favoreció dándoles más luz, haciendo que Ayante recorriese todas las naves exhortando a los aqueos para que protegiesen las naves, así como hacía Héctor con sus guerreros. Ambos bandos luchaban, los teucros pensando en la victoria, y los aqueos, en la muerte.

Héctor consiguió coger una nave, pero no prenderle fuego, porque Ayante las protegía, con lo que dio muerte a doce troyanos.

CANTO XVI: PATROCLEA:

Mientras la guerra continuaba, Patroclo fue en busca de Aquileo llorando, y éste le preguntó el porqué de sus lágrimas. Entonces le propuso que fuese a la batalla, y si no lo hacía porque Zeus le había vaticinado algún mal, le dejase sus enseres para que los teucros lo confundiesen con él y cesasen en el combate, para permitir descansar a los danaos. En un principio a Aquileo esto le pareció una locura, pero finalmente cedió. Mandó que se pusiese su casco y armadura, y le pidió alejar a los troyanos de las naves, ya que cuando le viesen temerían y retrocederían, y entonces se retirase; todo ello para que le devolviese a la joven y le diesen regalos. Al mismo tiempo, en la batalla, Ayante no resistía más, cuando lanzó la espada a Héctor, pero de nuevo resultó sano, dándose cuenta el primero del favor de los dioses; entre tanto, la primera llamarada de fuego calló sobre una nave, incendiándose ésta, y Aquileo al ver esto, mandó apresurarse a Patroclo, mientras él reunía a gente. Patroclo se preparaba, cuando mandó a Automendonte para que le preparase los corceles. Mientras tanto, Aquileo llamaba a todos los mirmidones para que tomasen las armas y acompañasen a su escudero. Cuando terminó de hacer esto, pidió a Zeus que protegiese a sus hombres y les permitiese hacer huir a los teucros de las naves. De ello, Zeus solo le concedió alejar a los troyanos de las naves, pero no que volviese incólume. Habiéndole rogado ya a Zeus, se dispuso a ver la batalla. Todos los mirmidones se disponían tras Patroclo al combate, y éste les animaba. Cuando los troyanos vieron a quien ellos pensaron que era Aquileo, buscaban por donde huir. Patroclo, tiró la lanza, matando a Pirecmes, y haciendo huir a todos sus hombres por el miedo. Al dejar la nave de Protesilao aislada, se dispuso a apagar el fuego. Aunque éste asustó a muchos, los teucros no desistían, y el combate continuaba. Cada uno de los caudillos dánaos mató a un troyano. Finalmente los éstos decidieron huir, incluso Héctor. Mientras tanto, Patroclo mataba a muchos hombres, y Sarpedón, al ver que sus compañeros huían por ello, decició enfrentarse a éste. Zeus, quien amaba a Sarpedón, debatía con Hera si permitir el destino de éste, ya que debía morir, y finalmente así ocurrió; éste murió de manos de Patroclo. El moribundo, rogó a Glauco que le salvase, y éste, al no poder porque Patroclo le estaba quitando los enseres, le rogó a Apolo que le curase las heridas y le diese fuerzas, y así hizo el Dios. Y al darse cuenta de esto, Glauco se dispuso a animar a todos sus compañeros y pedir a Héctor que vengasen la muerte de Sarpedón, y así hicieron. En el combate, luchaban licios y troyanos contra aqueos y mirmidones, alrededor de el troyano muerto. Zeus, que observaba el combate, debatía que debía hacer, y decidió posicionarse con los aqueos, lo que hizo que troyanos y licios abandonasen el combate. A la vez, envió a Apolo a recoger a Sarpedón, así hizo éste, lo arregló y se lo entregó a Sueño y Muerte, quienes le llevaron a Licia, junto a sus compañeros y amigos.

Por otro lado, los aqueos hubiesen tomado Troya, al mando de Patroclo, desobedeciendo las órdenes de Aquileo, si no hubiese sido porque Febo Apolo le rechazó. Mientras tanto, Héctor pensaba a las puertas de la ciudad si protegerse en el muro, u ordenar a sus hombres que volviesen a la batalla; por ello, Apolo se le presentó en forma de Asio, su tío, y le dijo que volviese al combate, matando a Patroclo, porque Apolo le protegía. Así se dirigió Héctor hacia su contrincante, quien hirió al conductor de su carro, y comenzó el combate entre ellos, quienes ambos querían el cadáver de éste.

El combate, cuando ya terminaba el día, favorecía a los aqueos, pero Apolo descendió ya a dar muerte a Patroclo, por todas las muertes que ya había provocado. Así, le quitó todos sus enseres, y Euforbo Pantoida le hirió, y Héctor, al verlo, le mató, y se jactó de ello. Patroclo, al oír esto, le vaticinó su muerte, y diciendo esto, murió.

CANTO XVII: PRINCIPALÍA DE MENELAO:

Al ver Menelao que Patroclo había muerto, se dispuso a defenderlo. Y por ello, Euforbo, le dijo que dejase el cadáver, para que le admirasen los teucros, porque si no tendría que matarle a él también, a lo que Menelao le respondió con la misma amenaza. Se lanzó el primero a dar muerte al aqueo, en venganza por la de su hermano, pero lo que único que hizo fue conseguir la suya propia. Entonces Menelao se dispuso a quitarle su escudo al cadáver, pero Apolo se lo impidió, ya que se presentó ante Héctor para comunicarle la muerte de su caudillo, y este fue a vengarle. Por ello, Menelao retrocedió, y entre sus compañeros encontró a Ayante, a quien le pidió que recuperase el cuerpo de Patroclo para llevárselo a Aquileo, y así hizo éste, ya que al verlo Héctor, por el miedo le devolvió al cadáver y la armadura de Patroclo, por lo que Glauco le reprochó su cobardía ante los aqueos, y éste para demostrarle que eso era falso, animó a sus hombres a continuar con el combate, y se dispuso a vestir la armadura de Aquileo. Zeus, al ver esto, se jactó de la inocencia de éste. Ya que era inconsciente de que moriría pronto. Éste, animaba a sus hombres a la lucha, y coger el cadáver de Patroclo, así como el del Ayante. Por ello, temieron tanto éste último como Menelao, quien pidió ayuda a los demás caudillos. Los teucros, se dirigían a dar muerte a los aqueos, pero Zeus los protegió con niebla, ya que nunca había odiado a Patroclo, y no quería que fuese comida para los perros. Los troyanos adelantaban ya a los aqueos en el combate, lo que hizo que éstos últimos huyeran, pero Ayante les hizo volver. Éste arremetió contra Hipótoo, quien transportaba a Patroclo, y le mató. Entonces los los aqueos aventajaron en la guerra a los troyanos, y esto no habrían huido, si no hubiese intervenido Apolo, quien convertido en Perifante, animó a Eneas a continuar con el combate, haciendo que este se fortaleciese e hiciese volver a todos sus compañeros al combate, ya que Zeus estaba de su parte, por lo que estos continuaron con el combate.

Mientras tanto, Ayante animaba a sus hombre a continuar protegiendo el cadáver del escudero de Aquileo. Entre tanto el combate continuaba en torno a éste, y Aquileo esperaba la vuelta de su gran amigo, ignorando lo que había sucedido. En la batalla, Automedonte, intentaba hacerse con los corceles de Patroclo, pero no lo consiguió, y Zeus, observándolo, le ayudó para que lo llevasen al combate. Allí, le pidió a su compañero Alcimedonte que tomase las riendas para poder combatir, y Héctor, al advertir que el carro era guiado por hombres débiles, se dispuso a arrebatárselo, pero no en vano, ya que tanto él como sus hombres, sufrieron inmensos infortunios; Automedonte, mató a Areto, y Héctor se dirigió a herirle a él, pero no lo consiguió.

Atenea, decidió descender para animar a los aqueos, en primer lugar a Menelao, en forma de Fénix, para animarle a defender a Patroclo, y así hizo éste, gracias a la ayuda de la diosa. Así, éste se dirigió a matar a muchos de los teucros. Y al igual que Atenea, Apolo daba fuerzas a los troyanos, en concreto a Héctor. Dicho esto, el Cronida tomó parte en la batalla y dio la victoria a los teucros, dándose entonces muchas muertes. Ayante y Menelao eran conscientes de la victoria de sus contrincantes, por lo que el primero le rogó a Zeus que les dejase ver apartando la niebla, y así lo hizo, al verlo llorar. Y al ocurrir esto, mandó Ayante a Menelao en busca de Antíloco, para enviarle a decirle a Aquileo que su amigo había muerto, y así hizo, pero primero encomendó a sus compañero que cuidasen del cadáver de Patroclo. Cuando encontró a Antíloco, le comunicó lo que Ayante le había mandado y así hizo. Pero Menelao sabía que Aquileo no vendría pronto, ya que no tenía armas, por lo que decidió ir él junto a Meríones, y los dos Ayantes los protegiesen, combatiendo contra todos los teucros, en especial Héctor y Eneas.

CANTO XVIII: FABRICACIÓN DE LAS ARMAS:

El combate continuaba, cuando Antíloco llegó a la nave de Aquileo, quien ya presentía lo sucedido. Al contarle la muerte de Patroclo, éste comenzó a lamentarse, tan fuerte que incluso su madre lo oyó, y tanto ella como muchas nereidas, se reunieron y se lamentaron. Y haciendo esto, decidieron ir a visitar a Aquileo. Al llegar a Troya, Tetis le preguntó a su hijo el porqué de sus lamentos, y éste explicándoselo, le dijo que iría a la batalla a enfrentarse a Héctor, para vengar la muerte de su amigo. Pero su madre se oponía a ello por ver cercana su muerte. Esa situación le dio igual a Aquileo, ya que no permitiría que la muerte de su amigo fuese en vano, por lo iría a la guerra, dejando atrás los rencores con Agamenón. Finalmente, su madre lo acepto, pero le dijo que esperase a la mañana siguiente, ya que le traería una armadura nueva, fabricada por Hefesto, y así ésta se dirigió al Olimpo, y sus hermanas de vuelta al mar.

Mientras tanto, en la batalla, los aqueos huían de Héctor, excepto los Ayantes, quienes no permitían que Héctor cogiese el cadáver de Patroclo. Pero éste hubiese conseguido hacerse con el cuerpo del aqueo, si Iris, no hubiese descendido en nombre de Hera, para decirle a Aquileo que tomase las armas. Éste, entonces, le explicó a la mensajera que no era posible, porque no tenía armadura y su madre se lo prohibió, y ésta, le dijo que solamente se presentase allí, para que los troyanos se asustasen y huyesen y los aqueos se reanimasen, dando un poco de tregua en la pelea. Y así hizo éste, protegido por Atenea, salió a la orilla del foso y vociferó, creando miedo entre los teucros y alegría entre los aqueos. Este descanso hizo que pudiesen retirar el cadáver de Patroclo del terreno de combate. Hera, entonces decidió hacer llegar la noche, y detener el combate. Los troyanos se reunieron en el ágora, donde Polidamante, propuso abandonar el combate por miedo a Aquileo, a lo que Héctor contestó negativamente, queriendo continuar en el combate, como todos los troyanos, sucumbidos porque Atenea le había quitado el juicio. Mientras tanto, los aqueos lamentaban la muerte de Patroclo; le lavaron y arreglaron, y habiendo hecho esto, pasaron toda la noche velándole.

Tetis, entre tanto, llegó al palacio de Hefesto, donde la recibió Caris, la esposa del cojo Dios, quien la acogió y llevó junto a Hefesto. Éste, que fue acogido por ella y Eurínome, cuando su madre lo echó del Olimpo, le ofreció todo lo que estuvo en sus manos en muestra de agradecimiento. Así ésta le contó todo lo sucedido, y el Dios cedió a hacerle la armadura para su hijo gustosamente. Así, realizó buenos y preciosos enseres de guerra, que cuando los hubo terminado, se los entregó a su madre, quien descendió rápidamente del Olimpo, para entregárselos a su hijo.

CANTO XIX: RENUNCIAMIENTO DE LA CÓLERA:

Ya amaneciendo, Tetis se presentó ante su hijo ,quien junto a sus compañeros se hallaban velando el cuerpo de Patroclo. Así, la Diosa dio la armadura a su hijo, y éste deseoso de vengar la muerte de su amigo, pero temiendo que las moscas pudriesen en cadáver, le pidió a su madre que lo cuidase, y ésta, así hizo, mandando a su hijo que reuniese a sus compañeros en el ágora, y dejando atrás los rencores contra Agamenón, fuesen a combatir. Ya todos reunidos en la plaza, Aquileo propuso a Agamenón olvidar su disputa y pelear por su tierra juntos, a lo que el Atrida contestó positivamente, ofreciéndole de nuevo los regalos. Pero Aquileo sólo pensó en combatir. Así, Odiseo propuso que antes de ir a combatir desayunasen, para poder combatir más fuertemente, y que Agamenón, enseñase los regalos para que todos los viesen, y pidiese perdón siendo más justo con todos. Así, el rey de los hombres aceptó, y mandó a Odiseo junto a los mejores hombres a por los tesoros, y a Taltibio por un jabalí para Zeus y el Sol. Y aunque Aquileo se opuso, accedió a las razones de Odiseo y así se hizo. Terminada la ceremonia, todos volvieron a sus naves, y los mirmidones llevaron todos los regalos que le hicieron a Aquileo a sus naves, junto a las mujeres. La joven Briseida, cuando vio Patroclo fallecido, se lamentó inmensamente, al igual que hacía Aquileo, quien era intentado ser distraídos por sus compañeros, quienes le ofrecían comer y a lo que él se negaba. Así, todos se compadecían de las muertes, y lloraban por quienes habían dejado en sus palacios. Zeus, al ver esto, envió a Atenea a saciar el hambre de Aquileo.

Sucedido esto, los aqueos se prepararon para el combate, y marchaban a él. Aquileo se compuso, y mandó a sus compañeros a preparar a los corceles, y cuando estuvieron listos, Aquileo pidió a los caballos que no le dejasen solo si moría, y uno de ellos, Janto, quien había sido dotado de voz por Atenea, le vaticinó su muerte, y si Zeus lo tenía dictaminado, no lo podrían evitar. Y Aquileo, al oír esto, se acongojó y pidió al caballo que no le dijese tal cosa. Y dicho esto, continuaron de camino al combate.

CANTO XX: COMBATE DE LOS DIOSES:

Al igual que los aqueos, los troyanos también se preparaban para el combate.

Mientras tanto, Zeus reúne en asamblea a todos los dioses para decidir sobre qué ejército se posicionaría cada uno de ellos, ya que todos temían la bravura en el combate de Aquileo. De este modo, y tras un gran tiempo de debate, Atenea, Posidón, Hefesto, Hera y Hermes, deciden apoyar a los aqueos, mientras que, por el contrario, Afrodita, Artemisa, Latona, Ares, Janto y Febo Apolo prefirieron la victoria de los troyanos sobre los hombres de Agamenón y el temido Héctor. Así, los terrenos estaban afligidos por el conocimiento de que los dioses llegaban a ellos.

Al mismo tiempo, los dos ejércitos, tanto el aqueo como el teucro, se dirigen al terreno del combate, y estando ya frente a frente, Aquileo, al ver a Héctor, asesino de su querido amigo Patroclo, le amenazaba de muerte por lo que hizo; situación de la que se aprovecha Apolo, ya que incita a Eneas en contra de Aquileo. Pese a ello, los dioses se encontraban alejados del terreno bélico, siguiendo las pautas de Posidón. De la misma forma, el enfrentamiento entre Aquileo y Eneas continuaba, y estando éste a punto de morir, es salvado de manos del dios Posidón, mediante una nube, ya que era amado por éste. Y a su vez, por que el oráculo había predicho que éste debía ser en un futuro rey entre los troyanos.

Así, tras ello, se enfrentar Héctor y Aquileo, cuando aventajado en el combate el primero, Febo Apolo vuelve a intervenir en el combate, salvando a Aquileo del ataque de Héctor. De este modo, el combate continua, y Aquileo, mata, entre otros mucho troyanos a Polidoro, el hijo de Príamo. Y cercano ya a vengar la muerte de su querido hermano, Héctor se dirige hacia Aquileo para sentencierle, pero de nuevo, Apolo vuelve a rodearle con una nube.

Del mismo modo, Aquileo continua con la batalla, quien movido por la ira y la rabia, deja numerosos cadáveres en el terreno de combate, así como las armaduras y armas de éstos.

CANTO XXI: BATALLA JUNTO AL RÍO:

Así, Aquileo, creando miedo entre sus contrincantes teucros, les hace huir, tanto hacia Troya, como el Janto, donde da muerte a muchos de ellos, conservando a doce jóvenes de ellos, como exequias a su querido compañero Patroclo. Allí mismo, junto al río, mata a Licacaón, Asteropeo, y así a un inmenso número de troyanos, pero Janto, cansado de ello, decide aumentar su cauce y desbordarse, arrastrando a todos aquellos que se encontraban cercanos a él. Aquileo se encontraba ya exento de fuerzas, por lo que no podía salir del río, pero Atenea y Posidón se las proporcionaban. Esto provocó la irritación aun mayor de Janto, quien se dispuso entonces a llamar a Simóis para que le ayudase; y Atenea, observando esto, decidió pedir ayuda a Hefesto, quien quemó el campo, pero ni esto era suficiente para detener al río, si la diosa no hubiese contribuido a ello.

Tras ello, surgieron las disputas entre los dioses, siendo ahora personales; Apolo, Ares, Atenea, Afrodita, Posidón; Artemisa, Hera; Hermes, Latona. Esto hizo que los dioses decidiesen volver al Olimpo, excepto Apolo, quien se dirigió a Troya, ya que Aquileo avanzaba por el campo arrasando con todo teucro que se le cruzase. Y con ello, animaba a sus hombres en la batalla, sugiriéndoles tomar la ciudad, por lo que Príamo había mandado cerrar las puestas de ésta. Al mismo tiempo, Febo Apolo, con la intención de que aquellos no fueran diezmados en la fuga, detuvo a Aquiles en el combate, y penetró a Agenor, y posteriormente, el mismo, presentándose como Agenor, lo engañó simulando su huida, y haciendo alejando a éstos de la ciudad de los teucros.

CANTO XXII: MUERTE DE HÉCTOR:

Así, ambos ejércitos se encontraban salvaguardados en el campo, cuando Héctor, permaneciendo alejados de sus hombres, estaba frente a Aquileo, el cual volvía de perseguir a Apolo, por lo que ambos se dispusieron a combatir. Los amigos, compañeros y familiares de Héctor, intentaron impedirle dicho enfrentamiento, pero éste no cedió por pudor, mientras que Aquileo permaneció en la en el combate con éste debido al odio que le movía contra el por la muerte de Patroclo. Pese a ello, no se sucedió el combate, ya que un Dios, transfigurado en humano, hizo huir a Héctor, a causa del temor que le creó. Por ello, Aquileo enfureció aún más, al ver que su valiente contrincante se disponía a huir presa del miedo; de este modo, lo persiguió alrededor de muralla por tres veces. Zeus, quien observaba la situación que se estaba dando en el campo de batalla, y apesadumbrado por la situación que estaba viendo, pesó el destino del troyano en su balanza, dictaminando ésta que había de morir. Debido a esto, Febo Apolo lo abandonó rápidamente, mientras que Atenea, representándose como su hermano Deífobo, le animó a continuar con el combate. Así, burlándose la Diosa del teucro, tuvo lugar la singular guerra entre ambos. Finalmente, y como dictaminó el Cronión, llega el final de la vida del Héroe troyano de manos de la lanza de Aquileo, quien tras quitarle la vida, le despoja también de su armadura, y se jacta de ello e insulta a sus parientes, quienes desde la muralla observaban esto, y se lamentaban por la muerte de Héctor, quien era llevado por el carro de Aquileo hacia las naves aqueas. Al mismo tiempo, Andrómaca es llevada a su casa.

CANTO XXIII: JUEGOS EN HONOR DE PATROCLO:

Ya llegado Aquileo a las naves, y caída la noche, prepara el banquete fúnebre para su querido amigo Patroclo, mientras los mirmidones, ponen sus arman rodeando el féretro del cadáver. Y allí, cenando todos los aqueos juntos, Aquileo anuncia las exequias que había conseguido durante la jornada, para el día siguiente.

La noche posterior, mientras Aquileo descansaba, Patroclo se presenta frente a él en sueños, pidiendo a su amado amigo fustos funerales. Y así, por orden del rey Agamenón, a la mañana siguiente se prenden grandes troncos, se presenta el cadáver del aqueo, y se acuerda dispersar las caballerías de Aquiles y todos los demás. Y hechos los sacrificios de los doce troyanos y muchísimas de las víctimas, se prende la hoguera, la cual prende gracias al Bóreas y al Céfiro. Al mismo tiempo, el cuerpo de Héctor, es preparado por Febo Apolo y Afrodita.

Al día siguiente, los huesos de Patroclo son recolectados e introducidas en una urna, ya que algún día se encontrarían junto a los huesos de Aquileo, debido a la promesa que se realizó; y a su vez, se elevó un túmulo improvisado. Del mismo modo, Aquiles organiza ciertos juegos en su honor, por los cuales los mayores cargos de los aqueos obtienen presentes; como por ejemplo Diomedes, Antíloco, Menelao, Merión, Eumelo y Néstor en equitación; Epeo y Eurialo en pugilato; en lucha Telamonio y Odise; éste último,Antíloco y Áyax en carreras, Diomedes y Telamonio en armas; Polípetes en disco, Meriones y Teucro; y en los dardos Agamenón y Meriones.

CANTO XXIV:RESCATE DE HÉCTROR:

Una vez finalizados los certámenes, los aqueos se dispusieron a cenar y tras ello a dormir. Durante toda la noche, Aquileo no consigue conciliar el sueño, y tras una larga noche, decide arrebatar el cadáver de Héctor que se encontraba aun atado al carro, muy cercano al túmulo de Patroclo. Y sucediendo éste durante un repetido número de días, los dioses observando esto, algunos de ellos se regocijaban de ello, otros se sentían ofendidos por lo mismo, mayormente Apolo, quien se había esforzado por mantener el cuerpo completo, se queja ante todos los Dioses, lo que causa que Zeus, por medio de Iris, llama a Tetis, para que pida a su hijo que deje a un lado la crueldad con la que trataba el cuerpo del troyano, y no rehusase en devolver el cadáver a todas aquellas personas que deseaban rendirle homenaje. Al mismo tiempo, Iris llama a Príamo para que pagase el rescate que se pedía por su hijo y lo velase honradamente. Esto sucedió doce días después de la muerte de Héctor, así, esa misma noche, Príamo, junto a Hécuba y todos los troyanos, reúnen preciosos regalos, con los que llenan un carro, y se dispusieron a cargar otro. Una vez realizado todo el proceso, deciden comenzar el camino.

Entonces, Zeus, envía a Hermes ante el desolado padre, para servirle como vigía durante el tiempo del sueño. Y así, con todo ello, el gran Aquileo decide acceder al cambio del cuerpo de Héctor por todos los dones que los troyanos le ofrecían, concediendo además once días de teucra para velar el cuerpo del apreciado teucro. Incluso éste, invitó a cenar al rey, y posteriormente le envió a descansar. Al día posterior, Hermes guió a Príamo, un padre desolado, hacia la ciudad, donde todos los habitantes salieron a su recibimiento lamentando la muerte de su compatriota. Una vez recorrido el camino, llegaron al palacio, donde Andrómaca, Helena y Hécuba lloraban al muerto. Y tras la pira, tuvo lugar el funeral, y posteriormente el banquete, en honor al héroe troyano.

COMENTARIO CRÍTICO:

La obra a comentar, La Ilíada, de Homero, una obra que narra el décimo año de la guerra de Troya, en la que combaten troyanos y aqueos, como ya hemos citado anteriormente en el resumen, por la ira de Aquileo contra Agamenón. Recibe su nombre del término por el que se conocía por entonces Troya, Ilión. Así, se trata de una gran obra didáctica, con la que podemos obtener conocimientos de aquella época de forma amena y divertida.

Así, en la epopeya, Homero plasma tanto la valentía en algunos casos, junto a la grandeza, como la cobardía en otros, de los combatientes en la batalla, por lo que podemos observar, como en toda lucha, una serie de héroes, que aún hoy día son admirados por todos nosotros. Del mismo modo, se plasma la explicación que los griegos daban en aquella época a todo, lo que se conoce como mitología, por la cual, las deidades intervienen en todo hecho al que no encontrasen sentido alguno.

A la hora de tratar a la mujer, la obra se limita a citarla en actos concretos, como puede ser el momento en que Briseida es retirada por Agamenón de la mano de Aquileo, o como sirvientas de los guerreros, así como sucedería en la muerte de Patroclo, donde lloran al héroe muerto.

Por último diremos que se trata de una obra que por su intensidad, como por el interés que provoca su lectura, a inspirado muchas películas hoy en día muy famosas, como puede ser Troya, en la cual disfrutamos de una gran representación de ésta gran obra, considerada por muchos la mejor composición de la literatura de la Antigua Grecia.




Descargar
Enviado por:Ana
Idioma: castellano
País: España

Te va a interesar