Filosofía y Ciencia


La gnosis taoista de Lao Tsé


EL

TAO

TE

CHING

DE

LAO TSE

“Comentario e interpretación a partir del libro de CARMELO ELORDUY

LA GNOSIS TAOISTA DE LAO TSE

y de los textos de HERÁCLITO

reunidos en el libro RAZÓN COMÚN de

AGUSTÍN GARCÍA CALVO”

TRABAJO REALIZADO POR

DE 4º DE FILOSOFÍA

INTRODUCCIÓN

Este trabajo lo construiré a partir de una lectura conjunta de la interpretación que del Tao Te Ching hace Carmelo Elorduy y la que Agustín García Calvo hace del libro perdido de Heráclito. Se trata de hacer una interpretación desde presupuestos más cercanos a García Calvo, así desde sus fuentes más evidentes : Heidegger y sobre todo Nietzsche. Partiendo de Heidegger, no se comprende la alteridad sino traduciéndola, interpretándola, apropiándose de ella desde nuestras propias categorías (no se trata de reducir lo extraño a planteamientos estrechos, sino de desarrollar las propias concepciones hasta donde potencialmente podían, dentro de la esencia del propio lenguaje, concebido ontológicamente : ésta es la perspectiva). Así mismo trataremos de ver cómo concuerdan los planteamientos de Lao Tse y Heráclito defendiendo la intuición previa de su paralelismo (no de su concordancia en las conclusiones pero sí en lo cercano de los caminos) y de su paradigmática concordancia con los planteamientos a los que está obligando la evidente crisis de la modernidad, entendiendo así como un Nietzsche que intuyó la muerte del sentido encontrase en Heráclito un planteamiento primerizo, previo al desarrollo de la metafísica en que la tradición occidental debería quedar embarrada hasta ahora.

El planteamiento general sería el siguiente. Lao Tse, como sabemos, parte de la unidad al fondo de la diversidad, como sustento de esta. Elorduy lo traduce como “Logos” buscando paralelismos con la filosofía griega, paralelismo quizás un tanto forzado (pues desde luego no es el logos lógico-lingüístico o racional, en el estrecho sentido con el que lo concibió la tradición metafísica), sin embargo la identidad con el Logos establecida por Elorduy no nos vendrá nada mal para relacionarlo y diferenciarlo del logos-fuego heracliteano, como A. G. Calvo dice, su “Razón Común”. El taoista negará credibilidad a los sentidos discriminantes, y a nuestro propio lenguaje que sólo es capaz de analizar y por tanto de discernir y separar la unidad básica a la que debemos llegar para ser fieles a la realidad y salvarnos...es la renuncia a la palabra de donde emergen las diferencias irreductibles (si se dice bueno se dice a la vez malo...) “...el que habla no sabe, y el que sabe calla...” Desde esta renuncia el acceso al Tao vendrá vía intuitiva, por la experiencia mística que “en teoría” nos saca del lenguaje (ya hablaremos durante el trabajo de la cuestión del silencio lingüístico) y como en el salto de Kierkegaard el sinsentido se vuelve sentido y la soberbia se torna humildad.

En lo anterior quedaría resumida la tesis del trabajo, que inserta el pensamiento de Lao Tse al lado de todos aquellos que destacan la vertiente destinada frente a la voluntaria y libre del hombre, que tratan de devolverlo a su copertenencia a la ley cósmica en harmonía con la naturaleza, así la fusión del sujeto y el objeto como criaturas ambas de un principio anterior y superior. Estas ideas son muy típicas de las sociedades agrícolas que se sienten a merced de los cambios de la naturaleza, por tanto (o a la vez, no quiero reducir principios trascendentales a mecanismos de defensa psicológico, sino mostrar su sincronía y coincidencia, no decido por ahora si fue antes el huevo o la gallina, la infraestructura económica o la superestructura ideológica), se activa un sentimiento de criatureidad así como un sentimiento de pecado, de mancha nunca mejor simbolizado que en el mito del árbol de la vida y el árbol de la ciencia, el hombre que se siente en su consciencia y libertad despegado de la naturaleza por propia decisión rebelde (el pecado de comer del árbol prohibido), ve a la vez su incapacidad para alcanzar una libertad absoluta que le haga como Dios, el inevitable fracaso del hombre dada su finitud lleva a la desesperación de la que sólo se sale, como dijo Kierkegaard, crucificándose a sí mismo : la cruz se hace luz y la luz cruz, es la vía de la redención, la que ajusta el propio ritmo al del destino, o en el caso de Lao Tse al de la naturaleza, que sigue fiel la virtud del Tao (el Te) dado su inconsciencia e ingenuidad, que es la bondad originaria.

A la vez de todas estas ideas que por ahora sólo presento sin explicarlas con detalle y en su alcance y coherencia, me gustaría repescar a Heidegger en una de sus intuiciones primeras y básicas que es la de la localidad del conocimiento, ese apego a la tierra fundante (que el concepto de tierra se llame tierra no creo que sea mera arbitrariedad, sino que esconde cierta concepción del hombre paralela (hasta cierto punto) al vegetal enraizado, es el hombre con sus limitaciones, aun con los estigmas de aquello a lo que sus antepasados de especie estaban condenados : a la dependencia del medio, así en el hombre insertado en la historia, la dependencia del paisaje que configura sus modos de pensar y se apegan al lado sentimental de su cerebro), es el apego a la tierra fundante que es condición de posibilidad del nacimiento de un mundo, que sólo es actualización de aquella primera intuición poiética. Quiero remarcar con esta noción lo mismo que parecía echar en falta Scheler en la ontología moderna, y es esa materia que nos conforma al igual que lo hace la formalidad o logos, ese apriori sentimental en el que insistía, sólo que desde nuestra perspectiva no será para instaurar un platónico mundo de valores sino unas categorías culturales profundamente arraigadas y que constituyen una parte esencial de nuestra psique emocional, sobre la que se monta y que dirige todo el aparato lógico-técnico del que disponemos.

ANÁLISIS DEL TAO TE CHING

El primer capítulo del Tao es titulado por Elorduy “El Tao en su trascendencia y en sus seres”. Se parte de la unidad innombrable del cosmos, de la realidad. Esta es la premisa de que parte en su libro Lao Tse, sin embargo nosotros la pensaremos como consecuencia del segundo capítulo, tal como he previsto en la introducción partiendo de la caída y la el absurdo del mundo en sí mismo, se da el salto hacia el sentido sólo inculcable heterónomamente.

1. La escisión de la unidad primigenia

El segundo capítulo se resume en “Los contrarios se suceden”. Elorduy dice “lo bello es feo”, no se si ésta traducción es la exacta y aunque lo fuera, a la luz del resto del libro, prefiero interpretar “lo bello engendra lo feo” (más parecido a como traduce Preciado, el traductor de la otra edición del Tao Te Ching manejada en clase). De aquí leo que el “análisis”, la “partición”, el “nombramiento” de la realidad (el intento de dominación a través del logos-lenguaje) engendra el dolor y el lado oscuro (la maldad, la negatividad, pues el lenguaje cobija en su entraña la dualización no mediable desde el lenguaje mismo según Lao Tse), es una llamada de atención respecto a la acción diferenciadora y artificial del hombre que al tratar de imponer a la naturaleza una jerarquía para comprenderla y dominarla se le filtra su finitud, la revelación de su impotencia al intento de ser como Dios. Este es el final del mito prometeico, su inevitable frustración : la naturaleza siempre se acaba imponiendo así leído desde el Heráclito de Agustín García Calvo, la mayoría de los hombres que no tienen en cuenta que están en el logos, que todo e incluso ellos mismos obedecen a la ley de la razón común, creen conocer la realidad y creen tener ideas propias y originales sobre ella, creen tener la razón en las contiendas con otros que actuando del mismo estúpido modo creen ser dueños de ella y así entran como cosas entre cosas en el proceso lógico de la naturaleza, que es el de la guerra, el de la mutua definición desde la oposición (el juego de alteridad e identidad, la identidad sólo es definible desde la demarcación del límite con el otro, el bárbaro), esta es la ley principal del logos, la de la contradicción ; el hombre que sabe sin embargo que obedece a razón se dará cuenta de que todo lo que puede saber es nada, pues quien lo sabe es razón (pensemos esto, como hace A. G. Calvo desde las claves interpretativas de la hermeneútica surgida a partir de De camino al Habla de Heidegger, así el lenguaje nos Habla, Habla con sigo mismo a través de nosotros), de este modo se entra también en la ley de razón, pero ahora conscientemente, sin engañarnos por mitos que nos prometen la dominación y comprensión del cosmos, de este modo es de nuevo, como en Lao Tse, crucificar al “hombre” (al hombre creador-dominador que se cree con la razón) para llegar al Tao o a la Razón Común. Cabría tener en cuenta hasta que punto son equiparables Tao y Razón común pues el Tao, como hemos visto, se trata de instalar en un lugar antepredicativo, el logos heracliteano por su partes lingüístico, trataremos sobre la marcha del trabajo de arrojar más luz sobre este problema.

La cuestión general tratada en el segundo capítulo se repite en el dedicado a los 10.000 seres, en el apartado del mundo hecho de números se encuentra clara esta cuestión : primero fue el 1, es decir la unidad del Tao indisoluble, el hombre en el paraíso animal, en la inconsciencia, a partir de aquí comienza la alienación de la identidad originaria de todo con todo en el Tao, así primero el 2 “cielo y tierra”, el 3 que es la suma de estos más la oquedad entre ellos, y así hasta llegar a los 10.000 seres que completan el universo. (pág. 48).

2.La cuestión del tiempo

El capítulo seis de su estudio sobre lo que Elorduy llama la gnosis taoista lo titula (incorrectamente como trataré de demostrar) AIÓN, y se centra en otra de las cuestiones básicas de esta unidad primordial que es la que busca el hombre arrojado a su propia consciencia, tratando de superar la pluralidad y trata de superar el tiempo (recordemos el horror del tiempo insistentemente relatado por Mircea Eliade en el Mito del Eterno Retorno ). Este es el tema del Cháng de Lao Tse que Elorduy traduce como equivalente al Aión griego, término que designa al tiempo como totalidad (eternidad), contrapunto del Cronos como “momento”. Ambos términos se instalan en una metafísica no pensada aún, pero ya potencialmente en las propias estructuras inconscientes de la cultura helena que parte de un absurdo no pensado (Heráclito dice en su libro que el tiempo todo es un niño jugando al tres en raya, desde la interpretación y la deconstrucción del concepto de tiempo en su doble vertiente Aión y cronos que hace A. G. Calvo con motivo de este aforismo de Heráclito, criticaremos a Elorduy en su reducción a categorías metafísicas del pensamiento de Lao Tse y seguiremos tejiendo nuestra propia interpretación). Dice Lao Tse “Conocer la perpetuidad (Cháng) es iluminación ; no conocerla es obrar insensatamente su mal. Conocer su perpetuidad es cabida Jung (amplitud), y la cabida es comunidad Kung y comunidad es grandeza (principado) Wang y la grandeza es cielo, y el cielo es Tao, y el Tao dura. Aun sumergido en el agua no muere”(Cap. 16), Elorduy comenta esto diciendo que “Lao Tse identifica la eternidad Cháng con la capacidad o espacio Jung”(Pág. 33), así interpretamos, frente a la helenización de los términos de Lao Tse por Elorduy, su concepción del tiempo primigenio como espacio-tiempo en unidad vivencial previa a la abstracción metafísica tanto del Aión como del Cronos que piensa el tiempo como accidente del espacio (tematizado por Aristóteles, pero haciendo caso a la doctrina de Heidegger, si esta tematización fue posible es por que en la esencia misma del lenguaje de fondo que soporta el idioma clásico griego (como la idéntica intuición que descansa sobre todo occidente, en maduración y decadencia permanente hasta hoy) se daba esta posibilidad). Esta accidentalización es condición de posibilidad de la elaboración de un lenguaje científico-técnico-metafísico dominador que está montado igualmente sobre la alienación del sujeto y el objeto (olvidando su copertenencia). No se puede forzar el paralelismo que trata de hacer Elorduy entre el tiempo del Tao y el Aión, nosotros interpretamos el tiempo del Tao como un tiempo de la no diferenciación, preconsciente, prelingüístico, el tiempo del paraíso perdido, de la inmanencia vivencial, un tipo de tiempo que no es accesible desde un lenguaje cargado de categorías abstractas, discriminante, por ello sólo accesible desde el silencio.

3. El silencio

Este tema del silencio está advertido ya en la diferenciación entre el Tao que puede ser dicho y el que no puede ser nombrado, siendo el verdadero Tao padre de todas las cosas el innombrable pues como anuncia Elorduy “Dios no tiene nombre alguno, pues quien tiene un nombre es criatura de otro”(Pág. 21) ; en el lenguaje más primitivo lo nombrado y la palabra que lo nombra tienen una unión primordial, casi no se distinguen (esta función primitiva de todo el lenguaje queda reservado a parcelas especiales con el desarrollo de éste, como el la del lenguaje mágico), todo aquel que nombra algo lo está concreando, sin embargo nosotros no podemos crear al Tao pues estamos en él, seguimos su ley, somos sus criaturas. Dice Elorduy : “tiene todos los nombres porque sólo él es el padre y por eso no tiene ningún nombre, porque es padre de todos”(Pág. 21), es anónimo y pantónimo pues todo es él y el nombre de todo es nombre suyo, pero no lo agota sino que es todo y más, incluso más que el lenguaje. Nuestra vía de acceso tiene que ser pues la total fusión con él sólo posible a través del silencio, de la minimalización de nuestras percepciones, evadiendo cualquier impulso analítico o dominador para quedarnos a un nivel vivencial prelógico, que elimine la alienación sujeto-objeto que nuestro lenguaje nos impone y nos haga sentirnos “uno” con el todo que se vuelve a la vez : ”esencialmente diferente”, no captamos más que diferencias pues es el lenguaje quien organiza en géneros y especies y por ello raíz de igualaciones abstractas, sólo posible

matematizando y disolviendo las diferencias cualitativas en diferentes cantidades, pero a la vez, de esta diferencia total nace la “indiferenciación radical” de todas las cosas en la unidad vivenciada, pues es el lenguaje el que al jerarquizar lo dado establece al igual que las correspondencias, y las reducciones de los particulares a la “idea”, los diferentes grados de perfección, de racionalidad, de este modo la negatividad accidental, el mal a superar, es un pensamiento tendente a la reducción de la realidad en categorías racionales, a dominar y transformar la realidad en aras de la “idea”. Nos cabe sin embargo la duda de si en silencio del taoista es en verdad un silencio total o no será más bien como todo lo humano simbólico y por tanto lingüístico, creo que la respuesta es más bien sencilla pues en tanto en cuanto el taoista no olvida definitivamente el lenguaje y regresa a un estadio animal, sino que estos ejercicios místicos son meros ejercicios de los que se vuelve para seguir viviendo como hombres, es decir, simbólicamente, el silencio se incorpora al mundo del sentido, que es el mundo del lenguaje. El lenguaje tiene incluso la capacidad de mostrar, de señalar hacia afuera de sí mismo otorgándose el sentido heterónomamente, pero siempre mediado por sí mismo.

4. Vía oppositionis

El modo que tiene el lenguaje para señalar fuera de sí es el doble juego de ocultar y enseñar que se realiza en el símbolo (entendido como religioso o poético). Así se define el Tao como “cuadrado inmenso sin ángulos”(Cap. 41) como “forma sin forma”(Cap. 14), “figura sin figura”(Cap. 21) y dice Elorduy “para abarcarlo hay que afirmar y negar de él lo mismo”(Pág. 23), es la vía oppositionis que rompe el lenguaje o lo muestra en su límite. Esto sin duda nos recuerda a los famosos opuestos de Heráclito, de este modo podemos rememorar el fragmento básico en el que dice “El Dios, Día/Noche, Invierno/Verano, Guerra/Paz, Hartura/Hambre : todos los contrarios juntos, ése es el pensamiento”(Frag. 48), sin embargo la diferencia es total, mientras que Lao Tse señala hacia afuera del lenguaje, reventando éste para que de la imposibilidad de concebir las contradicciones brote lo que está más allá de lo expresable, Heráclito por el contrario señala en éste y en otros muchos fragmentos hacia la contradicción misma, no para dar el salto y salir de ella sino para instalarse en ella, ella misma como el Dios, como la ley universal, esta cuestión es el verdadero móvil de mi planteamiento, pero antes traigo alguna otra cuestión que pueda traer más luz o al menos mostrar la inevitable complejidad de tratar de elevar puentes entre estos dos pensadores, Heráclito y Lao Tse, sólo unidos por la distancia que les separa de nosotros. Nunca mejor momento para traer a colación la doctrina del “Te”, “El Tao, pues, los engendra ; el Te los cría, los hace crecer, los nutre, los perfecciona, los madura, los sustenta, los cubre. Los engendra y no se adueña de ellos, los hace y no se apoya en ellos, los hace crecer y no los domina. Es la virtud encarnada”(Cap. 38), es el “demiurgo actuando con el cielo y la tierra”(Pág. 29) como dice Elorduy, esta es una virtud tanto para los hombres como para las cosas, es la misma para lo biológico que para lo moral lo mismo que la lógica del logos heracliteano, y no es por casualidad por lo que hacemos esta comparación, y es que aunque no es del todo identificable la razón común de Heráclito con el Te de Lao Tse (al igual que no lo es, como hemos señalado, con el Tao) sí que es interesante mostrar la necesidad de nombrar un órgano ejecutivo mandado por el Tao pero al margen de éste para salvaguardar su trascendencia, mientras que el logos heracliteano es él mismo legislador y ejecutor de su ley. No nos atrevemos a decir más de este punto, pues nuestros conocimientos son ya bastante insuficientes para arriesgar las hipótesis que hasta ahora hemos dejado caer (siempre apoyándome en otros autores y depositando mi confianza más en su conocimiento del tema que en mi capacidad intuitiva) y más si tomamos en cuenta otros elementos más complejos que hasta ahora no hemos tenido en cuenta como es la doble vertiente del Tao en Yin y Yang.

5. Guerra y harmonía

A este último respecto nos centraremos únicamente en el capítulo que Elorduy dedica a comparar los autores que nosotros trabajamos ahora. Lo que en Heráclito era ley de la contradicción y principio de la guerra como padre de todas las cosas que se identificaba con el propio logos (así en su inmanencia y trascendencia concordando, no identificándose como es la relación de habla y lengua en Saussure), en Lao Tse es ley de la harmonía que rige el cosmos desde su remarcada trascendencia con la mediación de su órgano ejecutivo o demiurgo, el Te. “Heráclito y Démocles atribuyen a la discordia y a la guerra el origen de los seres. Lao Tse por el contrario, con los pitagóricos, lo atribuye a la paz y unión armónica de los dos principios antagónicos del cosmos”(Pág. 43), Carmelo Elorduy establece primeramente esta absoluta diferenciación entre los dos autores, así frente al dios belicoso de Heráclito, Lao Tse propone una ley universal de la harmonía definida por el propio Elorduy como “...el resultado de la adecuada combinación de los contrarios”(Pág. 44), sin embargo acaba concluyendo que la diferencia más que de fondo, en la configuración bipolar de la realidad, vendría dada en la sensibilidad con que se describe, pues ni la harmonía de Lao implica una quietud, ni la confrontación de Heráclito es equivalente al caos, pues es indicado por la ley que es la de la contradicción : “La armonía oculta, dice el mismo Heráclito, es superior a la patente. Dios oculta en ella las diferencias y diversidades mezclándolas entre sí”(Pág. 49). Sin embargo la conclusión a la que llega Elorduy después es contraria a nuestra tesis y por ello trataremos de criticarla “Lo que el Tao es para Lao Tse, es el fuego para Heráclito -todo se convierte en fuego y el fuego se convierte en todas las cosas-“(Pág. 50), Lao Tse dice paralelamente (paralelamente según Elorduy) en el capítulo 16 “Hay que llegar al vacío extremo para lograr una quietud sólida”, así del Tao como unidad y Vacuidad ha engendrado todas las cosas y de estas se debe volver a la perfecta vacuidad originaria. En el Tao se puede hablar hasta cierto punto de creación, cuando se piensa en el Tao sin nombre que es “madre” de todas las cosas, sin embargo en la doctrina de Heráclito no hay creación por ninguna parte, no se parte del logos y luego aparecen las cosas sino que la ley y los que la obedecen son simultáneos y correlativos, impensable una al margen de los otros. La metáfora del fuego sin ser forzada (por una mentalidad que busca la preconfiguración del dios cristiano por todas partes) y leída con el resto del libro ilustra muy bien esta relación, que como compara Agustín García Calvo puede se iluminada desde la correlatividad “sistema de la lengua”, abstracto, intemporal....”el habla de los usuarios”, temporal, concreto..., de este modo el fuego hace a las cosas y las cosas vuelven al fuego como la lengua permite el habla y el habla regresa a la lengua para buscar nuevas posibilidades, pero no se trata de regresar definitivamente al fuego-logos, sino de ser consciente que nos constituye y no proyectar lo imposible (superar los contrarios, conocer la realidad en sí...), es como ya hemos dicho alguna vez, la máxima nietzscheana de darnos cuenta de que soñamos, pero no para despertarnos y morir nuestra vida en un silencio total o en la espera de éste, sino que fiel a la vida humana predicará al amor a este destino al que estamos arrojados, así darnos cuenta de que soñamos y “seguir soñando” (creo que es el mismo amor a la vida que predicaba Unamuno con su cristianismo limpio de platonismo, la religión que promete “la resurrección de los muertos”, la devolución de lo más apreciable, nuestra propia vida como verdadera y única vivencia humana del reino de Dios). Quizás llevar hasta estos extremos al propio Heráclito sea tan forzado como llamar a su logos “Dios” (como hace Elorduy), pero lo que no creo que sea forzar los términos es mostrar la diferente relación entre el Tao y sus criaturas, y el logos y las cosas que rige pero nunca se dice que cree (como en el resto de la filosofía griega, en Heráclito está ausente la idea de creación).

CONCLUSIÓN

No va a ser necesaria esta conclusión en la que pretendía verter por primera vez la tesis del paralelo planteamiento y a la vez de las distintas conclusiones a las que llegan Heráclito y Lao Tse, pues a lo largo del trabajo y sobre todo en las partes finales ya lo he hecho. De todos modos quiero rematar el trabajo con una última idea, dejando ahora de lado el tema de Heráclito, para traer a colación estas palabras iluminadas e iluminadoras que Lao en su capítulo 71 nos proporciona : “Ser sabio y no conocerlo es la perfección”, esto se completa con frases referentes a la política “La ilustración es la ruina para el pueblo, su grandeza la humildad” y “El buen soberano sin voluntad propia, la voluntad del pueblo es la suya, su regla : dejar que la cosas sigan su curso natural”(del Cap. 57). Aunque una vez más pueda parecer que fuerzo los términos, la intuición que Lao Tse trata de expresar en estas sentencias no me deja de recordar a la del primer Wittgenstein que ante la paradoja de las clases de clases y los metalenguajes (que es la paradoja misma de la conciencia reflexiva, esencia de todo el pensamiento occidental desde sus raíces helenas y razón de su hundimiento según Nietzsche : Dios muere por puritanismo, por reflexionar sobre sí desde su imperativo de verdad). Wittgenstein definió por ello el lenguaje como un todo estructurado, haciéndole perder su dinamicidad (pues era su ruina) y definiendo estrictamente los campos de que se podía hablar, y de lo que no se puede hablar mejor es callar, así : el ojo no se puede mirar a sí mismo, la metafísica sería una enfermedad que trata de encontrar la ley del propio sujeto que la busca (creo que es llevar las antinomias de Kant hasta su raíz más profunda). Lao Tse por su parte en su repudia por la artificialidad de lo humano nos invita a volver al orden natural, parece oler al igual que Wittgenstein, al igual que el mito bíblico del pecado original que el camino del hombre dejado a su propio albedrío, siguiendo su tentación de saberlo todo, sólo puede llevar a su propio fin, al nihilismo, pues las palabras del hombre no acaban sino por enfriar el misterio más profundo que sólo en el pleno silencio, en el rapto por la naturaleza que es la encarnación perfecta de la ley común (a ella y a mí) puedo descubrir mi última esencia que es razón de mi salvación, y que es darme cuenta de que no estoy en mi mano.

BIBILIOGRAFÍA

Los libros básicos utilizados para este trabajo y de los que son fuente de todas las citas son :

-LAO TSE, LA GNOSIS TAOISTA del TAO TE CHING de Carmelo Elorduy. Edita la facultad de teología del colegio máximo S. I. de Oña, año 1961. Censor : Dr. Felipe López.

-RAZÓN COMÚN : “Edición crítica, ordenación, traducción y comentario de los restos del libro de Heráclito”, de Agustín García Calvo. Editorial Lucina, Madrid 1985.




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Enviado por:Garikoitz Gamarra
Idioma: castellano
País: España

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