Literatura
La familia de Pascual Duarte; Camilo José Cela
Índice
1.- Introducción........................................................ pág. 2
1.1.- Autor................................................................ pág. 2
1.2.- Género de la obra............................................ pág. 3
2.- Personajes............................................................ pág. 3
3.- El mundo de Pascual........................................... pág. 5
4.- Sentido del libro.................................................. pág. 5
5.- Estilo................................................................. pág. 12
6.- Bibliografía y fuentes....................................... pág. 13
7.- Cuestiones......................................................... pág. 13
1.- Introducción
1.1.- Autor
- Camilo José Cela Trulock es una de las figuras más versátiles de la literatura española ya que ha sido novelista, periodista, poeta, cuentista, escritor de libros de viajes, ha prologado libros, adaptado obras de Brecht, Fernando de Rojas e incluso ha sido pintor y torero.
Nació en Iria Flavia, La Coruña, en 1916, en el seno de una familia de ascendencia inglesa. Vivió en Madrid desde su niñez, estudiando derecho y asistiendo a algunas clases en la Facultad de Filosofía y Letras. Es miembro de la Real Academia Española desde 1957, su discurso de ingreso se centró en la obra literaria de Solana. En 1964 recibió un doctorado honoris causa de Syracuse University y dio varias conferencias por los Estados Unidos. La mayor parte de su vida, ha residido en Palma de Mallorca.
- Su obra se caracteriza por su estilo trabajado y elaborado, una capacidad expresiva indiscutible, adaptada a las situaciones más truculentas, los relatos son un tanto arbitrarios y caprichosos, centrados en lo humano con un toque de ironía mezclado con lo repelente y grosero, de propensión morbosa. Su primera novela fue La familia de Pascual Duarte (1942), escrita en la posguerra, considerada como una obra tremendista debido a la violencia y crudeza de los personajes que se acentúa por la narrativa contada por el mismo protagonista. Es una obra concisa caracterizada por su sobriedad y dramatismo, que gozó de gran popularidad dentro y fuera de España. Seguirán obras como Pabellón de reposo, y Nuevas andanzas y desventuras del Lazarillo de Tormes, ambas de 1944, La Colmena (1951), considerada una de las obras más importantes del autor, en la que se presenta de forma dura y tierna a la vez la imagen del Madrid de 1942, en plena posguerra de escasez económica y desequilibrio político. Los numerosos personajes aparecen de forma viva y expresiva, inmersos en una realidad claramente plasmada. En Mrs. Caldwell habla con su hijo (1953) se presenta la historia de una mujer senil que llora a su hijo muerto. Le seguirá La catira (1955), ambientada en Venezuela y por la que consiguió el premio de la Crítica en 1956; Tobogán de hambrientos (1962), y Vísperas de festividad y octava de San Camilo del año 1936 en Madrid (1969). Esta última obra citada, es otra de las consideradas más importantes y originales, ambientada en el Madrid de comienzos de la Guerra Civil, vista desde la perspectiva de los burdeles madrileños por lo que la crudeza del lenguaje es extrema. La narración ininterrumpida, y con constantes cambios de personajes y temas, da una sensación similar al cine, se ve todo por separado pero se une en la mente del lector como si estuviese observándolo desde un ojo múltiple.
- En 1972 aparecen sus Obras completas y en 1982 escribe Mazurca para dos muertos, por la cual le fue concedido el premio Nacional de Literatura en 1984. Entre sus cuentos cabe destacar Esa nubes que pasan (1945), El bonito crimen del carabinero y otras invenciones (1947), El gallego y su cuadrilla (1951), El molino de viento y otras novelas cortas (1956), Nuevas escenas matritenses (1965-66), Viaje a USA (1967), etc. De sus libros de viajes, Viaje a la Alcarria (1948), Del Miño al Bidasoa (1952), Primer viaje andaluz (1959), Viaje al Pirineo de Lérida (1965), Madrid (1966), y Barcelona (1970).En 1987 le fue concedido el premio Príncipe de Asturias de las Letras, en 1989 el premio Nobel de Literatura, y en 1995, el premio Cervantes, de las letras españolas.
1.2.- Género de la obra
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La familia de Pascual Duarte está considerada como la novela que da lugar a un nuevo estilo narrativo denominado tremendismo. El tremendismo se define como una corriente estética desarrollada en España durante el siglo XX entre escritores y artistas plásticos, caracterizada por un realismo exagerado.
2.- Personajes
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Pascual Duarte: es el protagonista de la obra. Pascual es un hombre de campo, joven y bien parecido, ya que era bien aceptado por las mujeres de complexión fuerte y muy buen amigo de los suyos. Es bastante impulsivo, ya que cuando algo le molesta, no se lo piensa y lo remedia rápidamente. Aparentemente es un hombre sensible, pero la sociedad típicamente machista y sobre todo su mujer, Lola, le hacen reprimir esta parte de su personalidad y sacar su vena brusca que desde luego, posee. Es un apasionado de la caza, porque es la única forma en la que él se puede sentir libre.
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Esteban Duarte: es el padre de Pascual, es portugués, cuarentón cuando Pascual era niño, alto y gordo como una montaña. Era de tez tostada y poseía un gran bigote negro peinado hacia abajo. Es un ex-presidiario. Era áspero y brusco y no permitía que se le contradijera en nada. Cuando enfurecía pegaba palizas a Pascual y a su madre. Fue detenido por contrabandista. Muere de rabia encerrado por el mordisco de un perro.
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La madre de Pascual: era una mujer alta, larga y chupada. Tenía aspecto enfermizo. Era de tez cetrina i poseía unas mejillas hondas. Era desabrida y violenta. Siempre estaba de mal humor y hablaba de un modo bastante maleducado. Vestía siempre de luto y era poco amiga del agua. Le gustaba en demasía el vino. Llevaba el pelo recogido en un moño y en la boca destacaban pequeñas cicatrice de una enfermedad que tuvo de pequeña. Parecía que Pascual era un hijo no deseado y trataba de humillarle cada dos por tres. No le dirigía la palabra excepto para meterse con él. De joven debió ser guapa ya que no tenía dificultad en encontrar pretendientes. Muere asesinada por Pascual aunque opone una gran resistencia.
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Rosario: es la hermana menor de Pascual, es una chica lista y avispada y despierta fascinación en su familia. Es la única que no da de lado a Pascual además de su segunda mujer, excepto cuando se va con el Estirao. Se vuelve prostituta porque ve que no tiene futuro, para salir de la miseria y de la opresión. Rosario puede: o casarse con un “Pascual”, o acabar como su madre, siendo la amante de alguien importante (el conde), por eso quiere ser libre aunque pague ese alto precio.
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Lola: Cuando murió Mario ya era medio novia de Pascual era diez años menor que Pascual, era alta, morena de piel y pelo y tenía unos ojos negros y profundos. A Lola le gustaba que la dominasen, cosa que se demuestra cuando mantiene relaciones con Pascual. Siempre le echaba en cara que era demasiado blando. Cuando Pascual estuvo en la cárcel se lió con el Estirao y llegó a estar embarazada de él. Murió presuntamente a manos de Pascual cuando le confesó quien era el que la había violado. Sufrió un aborto en la noche de bodas al caerse de la yegua que la llevaba casa y más tarde tuvo que afrontar la pérdida de su hijo Pascualillo.
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El Estirao: es un hombre apuesto y atractivo para las mujeres. La chulería le desborda y desafía a todo el que se pone en su camino. En términos actuales se le podría llamar proxeneta. Muere a manos de Pascual después de haber estado con su hermana y su mujer. Después de que este le diese una paliza seguía chuleándole y eso le costó la vida. Es un parásito que vive gracias al sufrimiento de los demás.
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Esperanza: es la segunda mujer de Pascual y la sobrina de Doña Engracia. Era hermosa se parecía a Rosario y quería a Pascual desde siempre. A pesar de los treinta años que tenía se conservaba joven y era muy religiosa. Le dio hijos a Pascual.
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D. Jesús: era el hombre más rico del pueblo, no obstante era el Conde de Torremejía. Tenía la casa más grande del pueblo y era el presunto padre biológico de Pascual. Por eso del asesinato suyo a manos de Pascual.
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La Chispa: era la perra de Pascual le acompañaba a todos sitios y parecían ser almas gemelas. Tuvo una camada de cachorros que murieron, parece ser que a manos de Pascual. Ella murió por los propios remordimientos de Pascual, ya que según él, le miraba mal. La mató de dos escopetazos.
3.- El mundo de Pascual Duarte
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La vida de Pascual Duarte se desarrolla en un pueblo cercano a Almendralejo, en Badajoz. Éste era bastante rico en olivos y guarros, las casas eran todas blancas. La plaza estaba enlosada y contaba con una estupenda fuente de tres caños que no manaba agua desde hace bastante tiempo, pero que a Pascual le parecía bastante airosa. En la plaza estaba el ayuntamiento que era grande y cuadrado con una torre en medio que soportaba un reloj siempre parado.
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La novela comienza a desarrollarse en fechas anteriores a la Guerra Civil Española, aunque cuando Pascual está en la cárcel ésta ya ha comenzado. En esta época España no era un país sobrado de recursos y de economía, por lo que la vida no era fácil.
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La vida de Pascual se desarrolla en un ambiente totalmente machista. La sociedad le impulsa a serlo aunque no sea su estilo. Su mujer le exige que sea duro como el Estirao y no sea como su hermano Mario.
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En esos tiempos, si nacías pobre, serías pobre el resto de tu vida; si eras rico podías hacer lo que te diese la gana y tus hijos, por el simple hecho de serlo también gozarían de ese privilegio. La autoridad no era la ley, sino el dinero. Si alguien quería sentirse libre, como Rosario debía pagar un alto precio, en este caso la prostitución.
4.- Sentido del libro
- La Nota del transcriptor informa sobre el hallazgo del manuscrito de Pascual Duarte a mediados de 1939, puntualizando la función casi meramente traslativa del autor y justificando la publicación del relato para presentar en Pascual un modelo de lo que no se debe hacer. A continuación viene la Carta anunciando el envío del original: El 15 de febrero de 1937, desde su celda de condenado a muerte y como "pública confesión" de su vida, Pascual Duarte envía el manuscrito a un Sr. Barrera, por ser éste el único amigo de don Jesús González de la Riva cuyas señas conocía Pascual, asesino convicto y confeso de don Jesús. Figura en tercer término la Cláusula del testamento del Sr. Barrera (11 de mayo de 1937: por cierto la fecha exacta en que C.J.C. cumplía 21 años, su mayoría en el dolor sin fin), alusiva al manuscrito y según la cual éste debía ser quemado sin leerlo salvado de las llamas y usado a voluntad de quien lo encontrase si, al cabo de dieciocho meses, se había librado de la destrucción. Pascual Duarte dedica sus páginas a la memoria del "insigne patricio" don Jesús González de la Riva, Conde de Torremejía, quien, al irlo a rematar aquél, le llamó Pascualillo y sonreía. Y viene, en fin, el relato mismo, dispuesto en diecinueve capítulos. Los cinco primeros se refieren a la familia de Pascual Duarte no creada por él: su pueblo y casa (cap. 1), sus padres (2), su hermana Rosario (2-3), su hermano Mario (4-5). Al final del capítulo 5, al lado de la sepultura de su hermano, Pascual desflora a su novia, Lola, y en tal momento se interrumpe la narración. Ha pasado el prisionero quince días sin escribir y, en la celda, medita sobre la muerte y contempla por la ventana, a lo lejos, una posible familia feliz (cap. 6). Tras esta pausa reflexiva el relato prosigue, extendiéndose por seis capítulos nuevos, a lo largo de los cuales Pascual, sin dejar su condición de hijo y hermano, aparece como novio, esposo y padre: decide casarse con Lola (7); su luna de miel tiene un final sangriento (8); el primer hijo es un aborto (9); el segundo hijo muere a los once meses de un mal aire (10); madre, mujer y hermana lamentan el vacío (11); la mujer y la madre abruman a Pascual con insoportables reproches (12). Nueva pausa reflexiva: El condenado a muerte ha pasado treinta días sin escribir. Medita. Ha confesado con el capellán de la cárcel y desea seguir escribiendo esta otra confesión que tanto alivio le trae (cap. 13). La narración continúa. Pascual huye de su familia hacia el ancho mundo (14); regresa al cabo de dos años para ver morir a su esposa tras haberle ella descubierto su entrega a "El Estirao", rufián de su hermana Rosario (15); mata a su enemigo cuando éste viene a llevarse a Rosario (16) y, pasados tres años en el penal de Chinchilla es puesto en libertad por su buena conducta y retorna a la sombría soledad de su casa (17). Rosario ha buscado a Pascual una novia, Esperanza (18). Con Esperanza se casa, pero la madre le hace imposible la vida y Pascual, incapaz de dominar el odio que hacia ella ha venido sintiendo desde antiguo, la asesina (19). Inclúyese al final otra Nota del transcriptor, donde éste supone que el parricida permaneció en Chinchilla hasta 1935 ó 1936, saliendo de presidio antes de empezar la guerra, y dice no haber podido averiguar nada acerca de su actuación durante los quince días de revolución que pasaron sobre su pueblo, salvo que asesinó a don Jesús por motivos ignorados. Una carta del capellán de la cárcel de Badajoz y otra de un guardia civil dan sendas versiones de la ejecución de Pascual y de su conducta ante de ella y en el momento de sufrirla: conducta ejemplarmente cristiana según el sacerdote y cobarde en extremo según el gendarme. Gracias al papel puramente transmisivo que el autor adopta para dejar solo al protagonista en la directa relación de su vida, La familia de Pascual Duarte ofrécese al lector, en lo esencial, como la confesión de un condenado a muerte. El condenado confiesa sus culpas para explicar públicamente su conducta. Los males que ha cometido no hallarán perdón de Dios ni justificación ante ningún tribunal, pero explicando cómo vino a cometerlos, a partir de qué circunstancias, podrá él mismo iluminar la trayectoria de su vida y serenar con esa luz de la palabra escrita su turbada conciencia. Confesión de un condenado a muerte. Como tal, narración de los hechos que han conducido a la condena y reflexión sobre aquellos hechos a la sombra de la muerte. Importante es comprender que la textura de la obra -esa matización e interrupción del relato por la reflexión- se debe a un propósito íntimamente confesional. No menos importante, reconocer a quién la confesión va destinada. Puesto que el mismo Pascual declara que quiere hacer confesión "pública", su destinatario último es todo el mundo; pero de hecho Pascual envía sus papeles, y ello con ansiedad y preocupación visibles, a un amigo del Conde de Torremejía, señor de su pueblo natal, dueño de la única casa no pintada de blanco pero adornada por un viejo escudo. Cabezas de guerreros antiguos, en ese escudo, miraban a poniente y levante como si quisiera representar que estaban vigilando lo que de un lado o de otro podríales venir. De nada sirvió esa simbólica vigilancia: el Conde murió a manos de Pascual. Y Pascual dirige el envío a un amigo de su víctima, a ese Sr. Barrera que fallece sin descendencia y tiene que legar sus bienes a las monjas del servicio doméstico. Por qué, en vez de a ese desconocido señor de tan desierta agonía, no enderezó Pascual su confesión a otra persona (el director del penal, el capellán, su hermana Rosario si aún vivía, un amigo, un representante de la Justicia, un escritor) es una particularidad que debe de tener su sentido. Los crímenes de Pascual Duarte, y sus desgracias, no sólo han de verse como acumulación truculenta de violencias, ni como abundante ejemplario de la condición trágica de toda existencia, ni en fin como serie de pruebas de un temperamento patológico: deben ser examinados a la luz que sobre ellos arroja la índole de la persona a quien van confesados. Y esa persona no es sino un "alter ego" del insigne patricio local. Es como si en la persona del Sr. Barrera resucitase Pascual Duarte al Conde de Torremejía para explicarle, y explicarse a sí mismo, por qué todas sus violencias remataron en rematarle. En rigor el crimen culminante de Pascual no es el que tiene por víctima a su madre, aunque así lo parezca, sino el que tiene por víctima al Conde, crimen solamente aludido en la obra pero que es el que lleva al protagonista, sin remisión, al patíbulo; y no es éste el crimen culminante porque le arrastre al castigo inapelable, sino porque es el único ajeno a las inmediatas urgencias de la sangre. Es el único crimen social. Para percatarse de lo indicado convendrá examinar una por una las violencias de que Pascual Duarte se va declarando autor. Por el orden en que se suceden en la historia, no por el orden en que aparecen dentro de la confesión, son éstas; Pascual hiere a Zacarías en una disputa (cap. 8), mata a navajazos a la yegua que descabalgó a su mujer (9), mata con la escopeta a la perra Chispa porque le molesta su mirada (1), mata a "EL Estirao" a golpes en lucha provocada (16), mata a navajazos a su madre (19) y remata al Conde de Torremejía. De todas estas violencias Pascual sólo es auténtico responsable de dos, acaso de una sólo. Los navajazos a Zacarías, por ciegos y numerosos que sean, obedecen a provocación: Zacarías, a altas horas de la noche y después de trasegar mucho vino, ha insinuado alguna suspicacia respecto a la boda de Pascual y Lola, y el que se cree aludido reacciona como hubiera reaccionado Zacarías en caso contrario. Se trata de una vulgar riña en la taberna, en la atmósfera de una aldea extremeña, de hombre a hombre o, mejor, entre machos. La furia de Pascual se manifiesta de un modo semejante cuando, enterado de que su mujer ha abortado a consecuencia de un movimiento de la yegua, entra en la cuadra y clava la navaja repetidamente en el animal. Otra vez una reacción inmediata, por excitación mecánica. Cuando un niño golpea rabioso una puerta porque no se abre, está cometiendo el mismo acto violentamente inocente que Pascual con la yegua. La violencia que sigue consiste en los disparos contra la perrilla. Un crítico ha llegado a decir que, por paradójico que parezca, la matanza de la perra es el "crimen" más injustificado de todos(2) Pero hay que situar esa acción en el tiempo en que ocurre, que es aquel en que la madre y la mujer de Pascual tienen a éste asediado a reproches por la muerte del hijo. Pascual, evitando atentar contra las enlutadas plañideras, traslada su resentimiento a la perra, madre malograda también, símbolo femenino de ellas. Si las mujeres le tienen acorralado, cargando sobre él la culpa de malogro del niño, y si la perra, mirando a Pascual con mirada fría y escrutadora, penetra en su aliviada soledad como añadiendo más reproches, no es de extrañar, dado el temperamento del sujeto, que vuelque su afán de represalia en el ser más accesible e insignificante. En cuanto a "El Estirao", es el rufián de su hermana y el seductor y asesino indirecto de su mujer. Si Pascual no le mata antes es porque había prometido a Lola no hacerlo. "El Estirao", que ya le había excitado tiempo atrás, vuelve a provocarle ahora, viene a llevarse a Rosario, alardea, gallea, y Pascual, aun entablada la lucha, va a perdonarle la vida; pero es entonces cuando el rival alude al amor que Lola debía de profesarle, y Pascual se ciega, sólo ve su deshonra y tiene que acabar con él. Queda el matricidio. La madre de Pascual reúne, desde el principio, todos los defectos y no posee una sola cualidad buena: es mala esposa, adúltera, madre cruel o indiferente, alcahueta, discutidora, sucia y descuidada, borracha, entrometida, y no manifiesta nunca a Pascual el más mínimo amor, ni siquiera atención. Éste ha ido acallando en su conciencia las voces del odio. Ha asesinado ya a la madre imaginariamente y, para no hacerlo en la realidad, ha huido. Viendo amenazado su segundo matrimonio por culpa de ella, decide matarla, pero todavía vacila e incluso va a desistir de su propósito y sólo el hecho de que la madre despierte precipita la consumación del crimen. Pascual ve todas las calamidades de su vida cifradas en su madre, origen de su vivir, culpable de su venida al mundo. ¡Hijo desnaturalizado, sí, pero madre igualmente desnaturalizada! Hasta aquí los crímenes de Pascual Duarte proceden desde el automático impulso de desquite contra el agente de una molestia o herida (animales), pasando por la emocional venganza de honor contra el burlador, hasta llegar a una especie de venganza metafísica contra el origen de su vida desastrada. Sólo al asesinar al Conde de Torremejía, Pascual ha encontrado por fin a un culpable distante. Lo ha encontrado, no en la familia particular, sino en la familia general, en la sociedad. Mató a la yegua porque malogró su primer hijo, mató a la perra porque en su mirada resumía los reproches por la pérdida del segundo, mató a "EI Estirao" porque sedujo a su mujer y explotó a su hermana, mató a su madre para vengar en ella las desgracias todas de esta su familia de sangre. Pero aunque los motivos por los cuales Duarte asesinó al Conde de Torremejía no se den a conocer, la actitud del criminal respecto a esta futura víctima trasparece en significativas alusiones. Ya al comienzo del relato se refiere Pascual a la casa del Conde, situada en la plaza del pueblo, cerca de la iglesia. Casa de dos pisos, con recibidor de azulejos y macetas, pero que, cosa rara para el capital del dueño que no reparaba en gastar, se diferenciaba de las demás en no estar enjalbegada su fachada, como hasta la del más pobre estaba: tenía en cambio aquel escudo vigilante que hemos dicho. Mi casa -anota luego Pascual- estaba fuera del pueblo, era estrecha y de un solo piso, como correspondía a mi posición, etc. Las clases sociales aparecen así distinguidas breve pero netamente: el pueblo pobre al margen y pegado a la tierra; la nobleza y la iglesia en el centro, realzadas. También recuerda Pascual en esas páginas iniciales que su mujer decía que las anguilas del regato estaban rollizas porque comían lo mismo que don Jesús, sólo que un día más tarde, y la siguiente observación posee algún matiz de germinal amenaza: ¡Los habitantes de las ciudades viven vueltos de espaldas a la verdad y muchas veces ni se dan cuenta siquiera de que a dos leguas, en medio de la llanura, un hombre del campo se distrae pensando en ellos mientras dobla la caña de pescar, mientras recoge del suelo el cestillo de mimbre con seis o siete anguilas dentro!. Poco es lo que, más adelante, alude al insigne patricio. Pascual andaba a la caza de la perdiz -- -bordeando la finca Los Jarales de don Jesús- cuando tuvo el primer encuentro con "El Estirao". (Nuevamente la impresión de un vivir al margen, excluido de ciertos límites.) Y luego, cuando Pascual va a ver al cura y lo halla a punto de celebrar la misa, esa misa que decía para don Jesús, para el ama y para dos o tres viejas más, el cura le manda esperar. Siéntate allí. Cuando veas que don Jesús se arrodilla, te arrodillas tú; cuando veas que don Jesús se levanta, te levantas tú; cuando veas que don Jesús se sienta, te sientas tú también... Pascual no sabe, pues, atender a una misa y el cura, que sabe que no lo sabe, le aconseja reproducir mecánicamente unos movimientos, los movimientos rituales de don Jesús, único varón del pueblo que acude al templo. Lamentando Pascual, más tarde, que su buen comportamiento en la cárcel de Chinchilla le trajese, con la libertad, un nuevo enfrentamiento con el mundo, piensa en lo beneficioso que para él hubiese sido cumplir entera la larga condena: yo -este pobre yo, este desgraciado derrotado que tan poca compasión en usted y en la sociedad es capaz de provocar- hubiera salido manso como una oveja, suave como una manta, y alejado probablemente del peligro de una nueva caída. El Sr. Barrera, como queda apuntado, no puede ser sino el mismo don Jesús, su vivo representante, y que es así lo da a entender Pascual en la carta que a aquél dirige: Reciba, señor don Joaquín, con este paquete de papel escrito, mi disculpa por haberme dirigido a usted, y acoja este ruego de perdón que le envía, como si fuera al mismo don Jesús, su humilde servidor. --- Recordemos, además, cuál es el comienzo de aquel paquete de papel escrito, pues en ese comienzo la relación, que a primera vista podría parecer desprovista de toda referencia intencionada a las determinantes sociales de la conducta del condenado, revela un sentimiento de diferencia social no por envuelto en la superstición fatalista del hombre rústico menos evidente: Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variamos como si fuésemos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte. Hay hombres a quienes se les ordena marchar por el camino de las flores, y hombres a quienes se les manda tirar por el camino de los cardos y de las chumberas. Aquéllos gozan de un mirar sereno y al aroma de su felicidad sonríen con la cara del inocente; estos otros sufren del sol violento de la llanura y arrugan el ceño como las alimañas por defenderse. Hay mucha diferencia entre adornarse las carnes con arrébol y colonia, y hacerlo con tatuajes que después nadie ha de borrar ya. Si estas expresiones denotaran un fatalismo general e informe, las flores, la felicidad, el arrébol y la colonia tendrían sólo un sentido alegórico y serían meras imágenes de la virtud adscrita, desde la eternidad, a tal o cual hombre por el azar o por la providencia. Pero no parece que aquéllas sean puras imágenes alegóricas, sino alusiones concretas a una diferenciación más social que moral. Entre el camino de las flores y las floridas macetas del recibidor de don Jesús, y entre el sonreír con la cara del inocente y la última actitud de ese sujeto (le llamó Pascualillo y sonreía) existe una relación, notada o no por el autor, pero notable para el que lee. Y la felicidad, el arrébol y la colonia son referencias concretas antes que emblemas de la virtud, como entrañan materia de experiencia y por pura simbología moral el sol violento de la llanura, el ademán defensivo de la alimaña y los tatuajes, o sea, las huellas imborrables de un vivir menesteroso y duro. Lo señalado no tiene por objeto atribuir a La familia de Pascual Duarte una densa intención social de testimonio y protesta. El autor de La colmena y de tantos libros de andar y ver las tierras españolas no ha menester que nadie venga a hacer de su primera obra un documento de preocupación nacional, con el intento de añadirle trascendencia mayor a posteriori. Las interpretaciones que podríamos llamar "patológica", "moral", "existencialista" y aun "tremendista", de la novela tienen, cada una, pretextos razonables. Sin embargo, aunque Pascual Duarte obra a menudo como un demente, aunque su confesión contiene elementos de vieja moral y de moralidad general, aunque parece dar una visión de la angustia consustancial a la condición humana y aunque amontona violencias y fealdades a un furioso ritmo que evoca los romances de la calle y las crónicas de sucesos espeluznantes, creo que, no tanto en la conciencia de Pascual Duarte cuanto en la de su hacedor, está presente, por vía de alusión y reticencia, la validez del destino de Pascual como el destino de una gran parte del pueblo español, falto de educación y de medios, al borde mismo de la guerra civil y dentro de esta colisión nefasta. La familia de Pascual Duarte no es sólo la familia carnal, sino la familia social, la sociedad española en cuyo seno -bien poco materno- se formó, se deformó, aquella oveja sacrificial, aquel cordero pascual. Porque Pascual Duarte, que tantas víctimas hace, resulta ser, no ya una víctima más de la Ley, sino la víctima de su familia carnal y de su familia social. Y confirma esto el hecho en que la crítica menos ha insistido: el hecho de que la confesión del condenado a muerte sea una confesión pública dirigida al representante de la clase social agredida en la persona del Conde de Torremejía. La familia de Pascual Duarte, así vista, es una narración en forma autobiográfica que expone la perdición de un hombre en las determinadas circunstancias familiares y sociales que el relato mismo describe o indica. Y esa perdición, que encierra una validez típica no en los detalles de la fábula sino en su total sentido, tiene por causa el abandono y por resultado la soledad. El reloj de la plaza del pueblo está parado. La choza de Pascual, fuera del pueblo. En la choza hay una cuadra vacía y desamparada. Olor a bestia muerta. Carroña en el vecino despeñadero. Un pozo cegado. Un regato medio seco, sucio y maloliente. Padre y madre, abandonados en su conducta, se abandonan a las vanas disputas, al alcohol, a la animalidad. Para no salir en la vida de pobre no valía la pena aprender nada, pensaba la madre de Pascual, y éste, talmente estimulado, abandona la escuela. Rosario abandona la casa para prostituirse. El abandono en que vegeta el pequeño Mario llega al extremo de que un cerdo pueda comerle las orejas y la criatura maltratada permanece horas y horas tirado por el suelo, la boca en la tierra. A la iglesia no van más que don Jesús y dos o tres viejas. Muerto Pascualillo, deshecha la posibilidad de calor en el hogar, Pascual Duarte necesitará huir, huir lejos del pueblo, pensando en huir también de la patria y saltar a las Américas. A su vuelta, la mujer abandonada por él morirá confesando su error. Y el matador de "EI Estirao", al regresar del presidio, busca en su imaginación un andén poblado de amigos y en la casa una madre y una hermana ocupadas con su recuerdo; pero en el andén no había nadie y en la casa la madre le recibe como si hubiera preferido no verme. Una última esperanza: su novia Esperanza. Pero ya es tarde para escapar del pueblo, de la madre, de la propia sombra, y el fin será matar, matar y salir huyendo, corriendo por el campo. En el vacío de la casa, del pueblo y de la patria Pascual Duarte existe en soledad, con su sombra por única compañera. El niño que contempla las discordias y el envilecimiento de sus padres está solo. Más solo le dejan la muerte del padre y del hermano, la huida de la hermana. En soledad observa la ciudad o la finca del Conde. El hijo abortado y el malogrado le ponen solo ante las mujeres enlutadas. Temía la puesta del sol como al fuego o como a la rabia; el encender el candil de la cocina, a eso de las siete de la tarde, era lo que más me dolía hacer en toda la jornada. Todas las sombras me recordaban el hijo muerto, todas las subidas y bajadas de la llama, todos los ruidos de la noche, esos ruidos de la noche que casi no se oyen, pero que suenan en nuestros oídos como los golpes del hierro contra el yunque. Pascual dispara contra la perra porque la mirada de ésta incide en su soledad sobrecogida, como una acusación. Soledad del emigrante. Soledad del viudo. Soledad del prisionero. Soledad en la estación de partida y en la de llegada. El cementerio con su tapia de adobes negruzcos, su alto ciprés y su lechuza silbadora: EI cementerio donde descansaba mi padre de su furia; Mario, de su inocencia; mi mujer, su abandono, y El Estirao, su mucha chulería. El cementerio donde se pudrían los restos de mis dos hijos, del abortado y de Pascualillo, que en los once meses de vida que alcanzó fuera talmente un sol... A solas con la sombra de su cuerpo, intentando en vano desprenderse de ella. Miré para el firmamento; no había una sola nube en todo su redor. Soledad al llegar a la casa. Aislamiento en la nueva familia, por culpa de la madre con su ademán siempre huraño y como despegado. Soledad, por último, ante la muerte, entre las paredes de la celda. Es, por tanto, Pascual Duarte un individuo abandonado y solitario. Abandonado, no de Dios, como él cree en su ingenuo fatalismo, sino de su familia, la inmediata y la general. Solitario, no tanto porque toda vida humana sea en último término soledad, sino porque la sociedad de que debía formar parte congruente y útil no le ha incorporado: le ha abandonado desde siempre. De ahí que, no obstante su reiterado papel de vengador y asesino, él sea la víctima principal: el manso cordero acorralado y asustado por la vida, la oveja descarriada, la oveja que apuñalan en el matadero -esa oveja en cuya sangre caliente mojan las alpargatas los niños crueles. Esta visión del significado de La familia de Pascual Duarte, a la que cabe llegar -sin pretensión de originalidad, pero con propósito de veracidad- gracias a una lectura detenida del texto, puede corroborarse poniendo éste en relación con el contexto general de la novela española de los treinta años últimos.
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Este libro nos demuestra la influencia de la sociedad en la persona. Pascual es un desgraciado desde que nace: es el hijo bastardo del más rico del pueblo que reniega de él abandonándole a su suerte y condenándole así a una peor vida. Siendo hijo de una prostituta que se casa con un contrabandista para tapar su relación con el conde, se ve en el seno de una familia donde no hay amor y si hay palizas y malos tratos. Cuando parece que sale de esto, se casa con una mujer que le exige que sea violento. Su hermana, prostituta se va con un parásito que vive del dolor a los demás.
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Pascual se ve obligado a utilizar el asesinato como vía de escape para sentirse libre. Ya intenta la huida cuando va a La Coruña pero la conciencia no le deja en paz.
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Estas son las grandes diferencias que se dan cuando eres hijo de quien eres y no de quien podrías haber sido.
5.- Estilo
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Una de las mayores virtudes de La familia de Pascual Duarte es la facilidad con la que Cela nos hace creernos que esta novela es una autobiografía escrita por el propio Pascual.
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Esto nos lo creemos por la peculiar forma de escribir del autor: contrasta la tosca escritura de un hombre de baja cultura que apenas sabe escribir, como se demuestra en la falta de un orden cronológico de los acontecimientos, con una serie de grandes detalles literarios como son excelentes descripciones.
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Cela nos hace creer que Pascual es un hombre que existió en un pueblecito de Badajoz a dos leguas de Almendralejo pocos antes de la Guerra Civil. Hay personajes de la novela que son típicos de nuestra propia sociedad, es decir, existen de verdad.
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En la obra se utilizan rasgos y palabras utilizadas por la gente.
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Una peculiaridad de la obra es que tiene cuatro narradores claramente definidos: el propio Pascual, D. Joaquín Barrera López, Cesáreo Martín y S. Ureña.
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Antes de llegar a nosotros, lo que escribe Pascual pasa por las manos de un transcriptor que quieras que no, habrá “mutilado” partes del documento original.
6.- Bibliografía y fuentes
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Enciclopedia Universal Multimedia MICRONET
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Enciclopedia Universal Danae (tomo 2)
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Master Enciclopedia Temática Logse (tomo 6)
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La familia de Pascual Duarte -Camilo J. Cela- Destinolibro
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Apuntes y comentarios de clase de Lengua y Literatura.
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Enciclopedia Multimedia Microsoft Encarta 99 ®
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Varias páginas web referentes a La familia de Pascual Duarte.
7.- Cuestiones
1. - Contar el número de narradores de la obra. Explicarlos con detalle.
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La obra está escrita por Camilo José Cela. Esto le convierte en autor de la obra. Cela, como autor, crea un narrador que es Pascual Duarte. Éste se encarga de redactar su propia vida en un documento que más tarde llegará a manos de un transcriptor que lo modificará. Al ser Pascual el narrador de su biografía, no puede relatarnos su misma muerte. Ésta llega a nosotros gracias al testimonio que S. Ureña y C. Martín aportan al transcriptor con sendas cartas.
2.- Explicar el asunto de la dedicatoria a D. Jesús González de la Riva.
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Existen varias hipótesis acerca del significado de la dedicatoria. Una de las más convincentes es que el Conde de Torremejía sería el verdadero padre biológico de Pascual. Éste se habría enterado de la identidad de su padre gracias a los rumores típicos de los pueblos.
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Esta hipótesis se ve reforzada por:
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El Portugués pegaba palizas a Pascual y a su madre, pero nunca a su hija Rosario. Además de esto, él sólo se alegó del nacimiento de su hija pero nunca se sentía orgulloso de Pascual.
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Cuando el padre de Pascual estuvo en la cárcel y más tarde, cuando murió, su mujer no tuvo grandes dificultades en encontrar pareja con la que aplacar su soledad, por lo que no se descarta una aventura con D. Jesús cuyo fruto sería Pascual.
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La facilidad con la que Pascual accedía en su infancia a la casa del conde, aún siendo hijo de pobres.
3.- Las madres en la obra. Narra la relación sexual entre de Pascual y Lola.
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Las madres en la obra son: la madre de Pascual; Lola, su mujer; Rosario, su hermana; la yegua, la perra Chispa y Esperanza, su segunda mujer.
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La relación se da en una situación brusca, casi de violación. Ésta se ve motivada cuando Lola le dice a Pascual que no es un hombre, que es como su hermano Mario. Lola parece que desea a alguien que la domine y Pascual se ve obligado a ello.
4.- Relación de la muerte de la perra con esto.
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Desde que a la perra se le muere la camada, presuntamente por la acción de Pascual, éste siente que la perra le mira de forma distinta e incluso acusadora. Además Pascual identifica inconscientemente a Chispa con Lola, de modo que también se sentiría culpable por el aborto de su mujer. Para acallar esos remordimientos Pascual se ensaña con la perra.
5.- Descripción física de los padres.
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El padre de Pascual es un hombre alto y grande como un montaña, era portugués, bebía mucho y era violento. Era un hombre bastante ambiguo, tan pronto estaba de buenas, como de malas, pero nunca apreció realmente a Pascual.
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El padre de Mario, huía de su hijo, lo consideraba un error de la naturaleza y actuaba como si renegara de él.
6.- La manera de expresarse de Pascual, ¿corresponde a su cultura?
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De Pascual sabemos que dejó la escuela cuando ya sabía leer y escribir, por lo que deducimos que tuvo cierta cultura, pero no la suficiente como para ordenar cronológicamente su relato. Lo iba redactando según se acordaba, y tan pronto contaba situaciones futuras y volvía al pasado como viceversa.
7.- Hacer una valoración moral de Pascual. ¿Es una víctima o un verdugo?
- Yo creo que Pascual es una víctima de su infancia. Es el hijo bastardo de un conde, el más rico del pueblo. Por esta condición, su padre le maltrataba y su madre no le atendía. Tuvo que soportar los rumores del pueblo acerca de su familia y tuvo que cargar con la muerte de su hermano Mario, que además era disminuido. Tuvo que aguantar además el acoso y la chulería del Estirao a su hermana y más tarde a su mujer. También tuvo que soportar el aborto de Lola y la posterior muerte de Pascualillo.
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Enviado por: | Lola Torres Duro |
Idioma: | castellano |
País: | España |