El objeto de estudio de la estética constituye un problema para los filósofos. Es de destacarse la diferencia que se asienta al iniciar el texto entre la filosofía del arte y la estética. Según Gilson, la filosofía del arte considera a la obra en relación con su autor y la estética lo hace en relación con el espectador. Así pues, el texto se plantea el problema no sólo desde el objeto de estudio, sino a partir de la forma en que éste debe ser abordado. La visión que tendrá el autor al momento de la creación de la obra no es la misma experiencia que aquélla que tendrá el espectador al entrar en contacto con ella. Aquí la estética ha llegado a echar mano y confundirse con ramas de la psicología experimental, la metafísica y la ontología. Al abordar al objeto de estudio desde la visión del espectador, se introduce el término de “percepción”. Al ser la percepción un fenómeno subjetivo, se le ha puesto a la estética el mote de “ciencia empírica”; dado que no puede ser una ciencia exacta estrictamente hablando.
¿Dónde reside la calidad de bello? ¿Qué distingue el talento de un artista del de un estadista o un político? ¿Cómo influye el lenguaje que el artista utiliza? ¿Es la belleza un calificativo cultural? ¿Existe una belleza basada en la naturaleza, con cánones que provienen de ella? ¿Es la belleza un ente ideal? Éstas son algunas de las preguntas que el texto formula directa o indirectamente para explicar al lector cuáles han sido los razonamientos que han atrapado a los autores durante siglos. A mi me llama la atención un texto citado de Armado Plebe, que dice lo siguiente: “1) La filosofía puede ocuparse del arte absorbiéndolo en su problema, pero no puede definirlo ni teorizarlo. 2) La ciencia del arte (por llamarlo de alguna forma) puede teorizar sobre el arte, pero no puede levantarlo sobre el plano de lo contingente y relativo”. A esto el autor responde que la belleza y el arte son valores específicos y permanentes. Coincido con el autor, sin embargo, los valores de belleza y arte son específicos y permanentes desde el punto de vista inmaterial. Son valores que nos guían o que intrínsicamente se crean al crearse la cultura, ya sea la cultura del Neolítico o la de Francia occidental en el s. XXI.
El autor también defiende a la estética, pues no ha faltado quien declare que no existe, no es útil, o es sólo un invento tentador. Al ser una ciencia (aunque inexacta), requiere de un método. Todos los mencionados en esta lectura parecen insuficientes para abordar de forma integral el problema de la estética: lingüista, deductivo, formalista, psicológico, estructuralista, empírico, sociológico, matemático, etc. Todos son métodos válidos, pero reduccionistas si se les aborda de una forma aislada. Por último, el autor sugiere que el estudio de la estética comience desde nuestra propia vivencia, desde el gusto o la percepcióndel espectador.
Bibliografía
“La Estética Como Problema” en PLAZAOLA, Juan, Introducción a la Estética, Historia, Teoría, Textos, 3ª ed., Universidad de Deusto, Bilbao, 1999, pp. 281-296
“La Estética Como Problema” en PLAZAOLA, Juan, Introducción a la Estética, p. 288