Historia


La crisis de posguerra


La crisis de posguerra (1920-1924)

Concluida la guerra los antiguos contendientes emprendieron la reconstrucción de sus respectivas economías. 1919 fue un año de relativo crecimiento debido a la demanda de bienes de consumo doméstico y al positivo efecto ejercido por los créditos norteamericanos.

Pero las secuelas de la guerra (inflación, desmovilización de tropas, falta de puestos de trabajo, endeudamiento, dislocamiento financiero, etc) condujeron a una recesión que se inició en 1920 y no se superó hasta 1924. Este retroceso obedeció a causas relacionadas con las dificultades en la reconversión de una economía bélica a otra de paz y a desajustes entre la oferta y la demanda. Ésta última se estancó tras el momentáneo tirón que supuso la adquisición de efectos domésticos, aplazada hasta la consecución de la paz.

Alimentaron la crisis dos problemas fundamentales: el de las deudas contraídas durante la contienda, y el de las reparaciones de guerra que Alemania estaba obligada a pagar a los vencedores (Versalles). La relación entre ambos fue estrecha, y el papel que jugaron los créditos americanos en su solución, fundamental.

Estados Unidos, acreedor de los aliados, aplicó, con el fin de controlar la inflación, una política restrictiva de préstamos tendente a reducir la masa monetaria circulante o, lo que es lo mismo, puso en práctica una estrategia deflacionista, al tiempo que implantaba medidas proteccionistas. El efecto consiguiente fue la disminución de la actividad económica europea y una escalada del paro.

Gran Bretañaacreedora de los aliados por un valor de 1300 millones de libras, era a su vez deudora de los Estados Unidos por un monto de 850 millones. No es de extrañar que reclamase los pagos a sus deudores para poder atender sus propias responsabilidades.

Francia por su parte cifraba sus esperanzas de solventar sus deudas con los Estados Unidos en el cobro de las altas indemnizaciones de guerra que confiaba recibir de Alemania. A lo largo de la década ejerció una constante presión sobre ésta para obligarla a satisfacer cantidades que algunos economistas (Keynes) consideraban excesivas. 

Alemania, la peor parada, debía desembolsar la cantidad de 6.000 millones de libras con un pago inicial de 1.000 millones. Su economía no estaba preparada para semejante esfuerzo y no pudo hacer frente a las entregas. Como medida de presión para hacer pagar a Alemania el ejército francés ocupó la zona industrial del Ruhr en enero de 1923. El marco, -unidad monetaria alemana- perdió gran parte de su valor, se devaluó y provocó una desbocada hiperinflación que disparó los precios, desencadenando altos niveles de desempleo. 

La difícil solución del problema obligó a abordar la cuestión de las reparaciones de guerra desde una perspectiva diferente. Es lo que hizo el llamado Plan Dawes seguido del Plan Young: rebajar las cantidades que estaba obligada a liquidar Alemania (finalmente condonadas en la Conferencia de Lausana de 1932). Cuando por fin se puso término al tema de las indemnizaciones, Alemania había satisfecho el equivalente a una cuarta parte de las cantidades que inicialmente habían sido fijadas en el Tratado de Versalles.

Período de crecimiento (1924-1929)

A partir de 1924 y hasta 1929, la economía mantuvo el rumbo hacia superación de la crisis de posguerra. Los Estados Unidos se erigieron en la mayor potencia del orbe. Este período de bonanza económica fue acompañado de comportamientos determinados por el optimismo y el consumismo, asociados al fenómeno denominado "felices años veinte"

  

En gran medida la recuperación se debió a la ejecución en 1924 delPlan Dawes (del financiero y político norteaamericano Charles Dawes), que redujo significativamente las cantidades que Alemania había de abonar a los vencedores, flexibilizaba el pago de las mismas y, sobre todo, arbitraba la concesión de importantes créditos que permitían al Estado germano hacerles frente.

El objetivo del plan era hacer que Alemania estuviese en disposición de satisfacer a sus acreedores y que éstos, a su vez deudores de Estados Unidos, consiguiesen saldar sus obligaciones con ellos, estableciéndose una especie de circuito del dinero que, en definitiva, retornaría a su lugar de origen.

El plan contemplaba asimismo el abandono a partir de 1925 del territorio del Ruhr, ocupado por franceses y belgas en 1923

En el plano político se inauguró un período de distensión que se completó en 1925 con los acuerdos de Locarno, a través de los cuales Alemania fue admitida como miembro de pleno derecho en la Sociedad de Naciones.

Sobre esas bases de estabilización económica y optimismo político se sustentarían los "Felices años veinte".

Los "felices años veinte"

La reactivación iniciada en Estados Unidos en 1922 (tras la crisis de 1921) fue algo más tardía en Europa (1924). Abrió las puertas a una etapa expansiva de la economía mundial que propició un clima de euforia y ciega confianza en el sistema capitalista. 

Se pusieron en marcha las transformaciones heredadas de la Segunda Revolución Industrial:

Desarrollo de nuevos sectores de la producción (químico, siderúrgico, alimentario, automoción).

  • Empleo de nuevas fuentes de energía: electricidad y petróleo.

  • Introducción de nuevas formas de organización del trabajo: taylorismo, estandarización, fordismo.

Concentración de capitales en torno a grandes corporaciones (trust, cartel, holding), especialmente en USA y Alemania.

Los Estados Unidos se convirtieron en la locomotora de la economía mundial. El modelo de vida americano fue exportado por todo el mundo.

Se trataba del "american way of life" que rápidamente sedujo a los europeos, cimentado en el consumo individual de bienes(automóviles, teléfonos, electrodomésticos), impulsado por la publicidad y sostenido por un crédito fácil y las ventas a plazos.

Los espectáculos de masas (cine, deportes, cabarets, teatro), el interés por la alta costura, las nuevas corrientes musicales (jazz, charleston, blues) se convirtieron en objetos de consumo y alimentaron a toda una industria que hasta entonces no había sido significativa (Hollywood, discográficas, moda, etc.). 

La prensa conoció un gran esplendor, proliferaron las revistas especializadas, las deportivas, las dedicadas a la mujer. Fenómeno destacado fue el de la radio, cuyas ondas se difundieron por campos y ciudades y comenzó a utilizarse como excelente instrumento de publicidad. Al final de la década existían casi 14 millones de receptores en Estados Unidos.

La América opulenta se reveló a los ojos de todo el mundo como el paradigma de las libertades, de las posibilidades de enriquecimiento y el bienestar. Los valores que la impulsaban eran los del éxito, la iniciativa y el esfuerzo individual.

Por contra la pobreza y el fracaso fueron considerados signos de pereza, falta de inteligencia, debilidad e incompetencia. 

El país se exhibió como en un escaparate donde toda iniciativa conducía al éxito, se proyectó a través de los medios los medios de comunicación de masas (cine, publicidad, etc) como la Meca soñada para los que iban en busca de la fortuna.

Una fuerte inmigración comenzó a afluir desde todos los rincones del mundo (Alemania, Polonia, Italia, China) en busca de oportunidades, agolpándose en las ciudades en barrios abarrotados de extranjeros donde reinaban la pobreza y la exclusión.

Pero esos inmigrantes eran portadores de lenguas, religiones, costumbres y diferentes ideales políticos, de modo que en no pocas ocasiones chocaron con los valores de los ya establecidos, que reaccionaron aferrándose a los conservadores ideales del modelo "WASP"(blanco, anglosajón, nativo y protestante).

La percepción de la "otra América", la de los que llegaban, se convirtió en un grave problema social, político y moral.

La Administración conservadora republicana optó por una política de control de la emigración (Leyes de 1921) y desde postulados racistas prohibió la entrada de individuos de origen asiático restringiendo asimismo la entrada de europeos -especialmente de eslavos y latinos- mediante leyes como la Immigration Act de 1924(también conocida como "Johnson-Reed Act").

Desde una mentalidad puritana, se difundió la opinión de que el país estaba siendo corrompido por ideas y modos de vida extraños y se identificó a los inmigrantes con la ingesta de alcohol. El gobierno prohibió su consumo, fabricación y venta ("Ley Seca"), fomentando con ello la creación de bandas organizadas que ejercieron el control de un floreciente contrabando y mercado negro, favoreciendo indirectamente el fenómeno de las mafias y el gansterismo (Al Capone y otros).

Este optimismo que en Estados Unidos impregnó a las clases altas y medias fue menos intenso en el resto del mundo, reduciéndose a los sectores más acomodados, aquellos con suficientes recursos para imitar el modo de vida americano.

El ciclo expansivo fue interrumpido bruscamente a raíz de la crisis desencadenada por el hundimiento de la Bolsa de Nueva York en octubre de 1929. En su lugar se instalaron en el ambiente el pesimismo y la desesperanza que caracterizaron el período de los "Treinta".

LA CRISIS DE 1929 y LA DEPRESIÓN DE LOS AÑOS 30

El Crack de la Bolsa de Nueva York de octubre de 1929 inauguró una etapa marcada por una profunda recesión que se extendió a lo largo de la de la década de los Treinta y que tuvo serias repercusiones no sólo en el ámbito económico, sino también en el social y político. Supuso un importante bache en la producción, desajustes en el mercado laboral y contribuyó a la exaltación del ultranacionalismo y autoritarismo fascistas.

Causas de la crisis de 1929

El desplome de Wall Street fue provocado por una serie de causas gestadas tiempo antes y que perturbaron fuertemente la economía norteamericana:

Sobreproducción

Carlos Marx ya había reflexionado a mediados del siglo XIX sobre las crisis del capitalismo: los ciclos expansivos eran seguidos de períodos recesivos. Hasta comienzos del siglo XX la economía capitalista había padecido desequilibrios que el propio mercado había resuelto en forma de crisis. Pero la que acaeció en 1929 conmovió los fundamentos de la economía liberal. Una de las causas que la gestaron fue la sobreproducción.

La entrada en guerra de los Estados Unidos en 1917 inauguró una etapa de fuerte crecimiento. Su economía continuó a pleno rendimiento durante los años de posguerra alcanzado su cenit en 1924.

El mercado se inundó de mercancías, pero la demanda no creció a igual ritmo, lo que condujo a un desequilibrio que indujo a la saturación del negocio y la acumulación de stocks invendibles.

El corolario fue la caída de las tasas de ganancia empresarial. El descenso de ventas se intentó corregir mediante el recurso a créditos fáciles y la venta a plazos.

Los estadounidenses se endeudaron recurriendo a los bancos en busca de financiación para la adquisición de electrodomésticos, automóviles y otros bienes de consumo. Esta situación se prolongó durante algún tiempo, hasta que finalmente entró en conflicto con la economía real.

Por otra parte, la prosperidad no afectó a todos los ámbitos económicos por igual, quedó restringida a la industria de bienes de consumo. En el campo y en el sector de las materias primas el escenario fue bien distinto.

El mercado americano se vio desbordado, tras una sucesión de excelentes cosechas, de productos agrícolas. Los stocks se fueron acumulando por cuanto la demanda europea, muy elevada durante los años de guerra, se contrajo tras el conflicto.

La reacción de los productores al intentar mantener sus ganancias fue intensificar la producción, pero el efecto que se consiguió fue negativo: el desplome de los precios. Los costes de producción comenzaron a superar a los beneficios. Entonces las autoridades federales pusieron en práctica una política de signo proteccionista basada en el incentivo de la destrucción de cosechas y la adquisición de excedentes con la pretensión de estabilizar los precios

A partir de 1926 los agricultores experimentaron serias dificultades en la devolución de sus préstamos bancarios. Éstos habían sido suscritos para modernizar sus explotaciones. Durante la guerra mundial los precios de los cereales y otras mercancías habían sufrido una importante alza y los beneficios estaban asegurados

La demanda y consiguiente exportación de grandes cantidades de trigo, carne y otros bienes había generado buenas expectativas de ganancia y animado a los agricultores a endeudarse en la adquisición de maquinaria, aperos y nuevas tierras. 

Al concluir la contienda, la retracción de las importaciones de los países beligerantes se tradujo en el incremento de los excedentes y desplome de los precios.
Los campesinos, incapaces de saldar las deudas contraídas con los bancos, perdieron sus propiedades, casas y máquinas, viéndose obligados a emigrar a las ciudades.

En 1924 la extensión de las tierras dedicadas al cultivo había descendido por debajo de la alcanzada en 1919.

Especulación

La economía norteamericana de los años veinte se sustentaba sobre frágiles pilares pues, en buena parte, estaba orientada a la especulación. Una sustanciosa parte de las ganancias empresariales no era destinada la mejora de la productividad sino a negocios fáciles y rápidos

Los excedentes monetarios iban a parar a las bolsas donde se adquirían acciones a bajo precio y se vendían en cuanto su cotización era elevada. 

A partir de 1926 ese modelo económico entró en declive. La saturación del mercado y el descenso de la demanda provocaron una disminución de la inversión industrial. El campo se vio afectado por una crisis de sobreproducción y los agricultores sufrieron una sustancial reducción de sus beneficios.

Paradójicamente este panorama no se correspondía con la euforia que vivía el mercado bursátil, donde la escalada en la cotización de los valores era ininterrumpida y alentada por la presión de la demanda.

La razón esencial de este crecimiento hay que buscarla en la crisis industrial, ya que la merma de los beneficios empresariales alentaba al capital a buscar otros ámbitos donde hacer cristalizar los negocios.

Parte del problema radicaba en que la fuerte demanda de acciones se sustenta en capitales obtenidos mediante créditos: los bancos prestaban dinero con la sola garantía de las acciones adquiridas.

En el origen del crecimiento bursátil se apreciaban rasgos claramente especulativos (oferta y demanda de acciones) que originaron un desequilibrio entre el mercado de valores y la economía productiva.

La interrupción del circuito (compra de acciones con dinero procedente de anticipos crediticios--obtención de fáciles ganancias) fue uno de los factores que determinaron el desplome de la bolsa, una vez que, perdida laconfianza en un crecimiento ilimitado de la misma, hubo inversores que optaron por retirar sus capitales.

La especulación no sólo afectó al mundo bursátil, también se extendió a ámbitos tales como el de la segunda residencia: hubo zonas, como Florida, que fueron presa de un boom inmobiliario sin precedentes. Las viviendas se compraban y enajenaban con el solo ánimo de obtener rápidas ganancias y sus precios se duplicaban o triplicaban en tan solo unos meses.

En resumen: puede decirse que gran parte de la actividad económica de los años veinte se sustentaba en inversiones fáciles y a corto plazo, eludiendo las actividades efectivamente productivas, aquejadas por el fenómeno de la sobreproducción.

Inflación crediticia

En una economía recalentada y con un elevado nivel de saturación del mercado, se generalizó el recurso al crédito bancario como fórmula para contrarrestar el descenso de demanda e incentivar el consumo de bienes procedentes de la industria (automóviles, teléfonos, refrigeradores, etc).

Un ejemplo de la generosidad con que se recurrió al dinero anticipado fue la concesión de préstamos destinados a la adquisición de acciones de bolsa. Los bancos, en muchos casos de pequeñas dimensiones y muy dispersos por todo el territorio nacional, con frecuencia fomentaron tales operaciones por considerarlas rentables.

Prestaban dinero a los brokers, que a su vez facilitaban a sus clientes anticipos para la compra de acciones, usando como garantía esos mismos valores; la sostenida demanda de títulos elevó su valor y contribuyó al alza ininterrumpida del mercado bursátil.

La masiva utilización de créditos estuvo estrechamente ligada a la crisis de sobreproducción y se realizó en perjuicio del ahorro familiar, favoreciendo de ese modo una falsa percepción de bienestar y progreso.

Dependencia

La economía americana se convirtió a lo largo de los años veinte en el eje en torno al cual giraban las del resto del mundo. Cuando comenzó a presentar problemas sus efectos pronto se dejaron sentir en todos los rincones del planeta.

La dependencia se gestó durante el conflicto mundial de 1914, a lo largo del cual los aliados fueron recibiendo cuantiosos créditos que les permitieron la adquisición de material bélico, materias primas y alimentos.

El final de la guerra no alteró sustancialmente la situación; por contra los préstamos se extendieron incluso a los antiguos enemigos, especialmente a Alemania que los empleó para satisfacer los pagos de las indemnizaciones de guerra.

Las economías americana y europea estaban pues estrechamente vinculadas.

Cuando, a raíz de la crisis de 1929, el presidente Hoover, siguiendo una política proteccionista, elevó los aranceles sobre los bienes extranjeros, los europeos encontraron serias dificultades para resolver sus deudas con Estados Unidos.

Gran parte de los ingresos obtenidos mediante las ventas al mercado norteamericano quedaron paralizadas. El obstáculo en las relaciones comerciales con Europa perjudicó también a los productores estadounidenses ya que el problema de sus excedentes se agravó.

La dependencia económica respecto a Norteamérica se extendió por el resto del mundo. Asia, América y África, suministradoras de materias primas, con economías orientadas a la exportación, fueron especialmente vulnerables a los vaivenes del mercado internacional. 

El hundimiento de la economía estadounidense arrastró a las europeas, muy ligadas al dólar, a los créditos y al sistema bancario norteamericano. Al contraerse la demanda industrial, el tráfico de materias primas se redujo y las economías coloniales entraron también en recesión. América latina, India y las posesiones africanas de Europa fueron gravemente perjudicadas por una crisis de alcance internacional.

El crack de la Bolsa de Nueva York

El crack de la Bolsa de Nueva York (Octubre de 1929) fue el origen de una recesión económica sin precedentes, la mayor que haya sufrido el sistema capitalista a lo largo de su historia. Además de su trascendencia estrictamente económica acarreó importantes repercusiones sociales, políticas, morales e ideológicas que pusieron en entredicho el modelo liberal hasta entonces vigente. 

El 24 de octubre de 1929 ha recibido el nombre de "Jueves negro". Las razones de tal apelativo residen en que ese día la Bolsa de Nueva York, el mayor mercado de valores del mundo, se hundió y arrastró consigo a la ruina a miles de inversores desatando una crisis que condujo a la depresión de los años 30.

Durante los meses precedentes se percibieron inquietantes signos de estancamiento en el mercado de valores. Una semana antes del crac se ejecutaron ventas de acciones superiores a lo normal.

El 21 de octubre esas ventas se incrementaron, pero fueron contrarrestadas por las compras que realizaron las grandes entidades bancarias (Banca Morgan).

Ese 24 de octubre se pusieron a la venta 13 millones acciones sin que en contrapartida las compras fuesen significativas. El martes 29 fueron 33 millones las que se enajenaron. La oferta masiva de títulos devaluó su cotización e impulsó a los inversores a desprenderse de sus activos. 

El camino hacia el crac comenzó cuando ciertos inversores, inquietos por los indicios de debilidad del mercado, decidieron vender. Especialmente sensibles a estos signos fueron los pequeños especuladores, muchos de los cuales no estaban en condiciones de hacer frente a una bajada que les impidiese la devolución de los créditos contraídos, precisamente para la adquisición de acciones

El temor y la preocupación precedieron al pánico y a mediodía de dicho jueves la policía se vio obligada a desalojar la Bolsa ante los tumultos que se produjeron en sus inmediaciones. Se rumoreaba que varios acaudalados millonarios, arruinados, se habían suicidado

El 29 de octubre el descenso continuó imparable a pesar del esfuerzo de los bancos por evitar el desplome de las cotizaciones mediante la adquisición de valores.

El intento fracasó y la Bolsa se hundió arrastrando consigo a todos los inversores entre los que hubo que contar importantes corporaciones financieras y bancarias.

Más de un millón de familias quedó en la más absoluta ruina pues habían invertido sus ahorros, contraído créditos e hipotecado sus casas con la finalidad de adquirir unas acciones que inopinadamente habían perdido la mayor parte de su valor.

El paso siguiente en el proceso fue la actuación de los bancos, que temerosos de la retirada de ahorros por parte de sus clientes, vendieron sus propias acciones con el fin de obtener liquidez, acentuado de ese modo la caída del mercado.

Arruinados los inversores en bolsa, los ahorradores retiraron sus depósitos bancarios y con ello anularon la capacidad crediticia de éstos. Muchas entidades no pudieron afrontar la masiva retirada de capitales y quebraron.

Las empresas fueron privadas de ese modo de una fuente esencial de financiación y se vieron empujadas a reestructurar la producción y sus plantillas laborales. Unas 32.000 firmas desaparecieron entre 1929 y 1932.

La interrupción de los créditos al consumo constriñó la demanda y la actividad productiva industrial. La combinación de restricción de créditos, quiebras bancarias y cierre de empresas originó un paro sin precedentes (más de 15 millones de desempleados) y una importante reducción de los salarios.

Extensión de la crisis

La crisis iniciada con el hundimiento de la Bolsa neoyorquina se extendiócon rapidez por el resto del mundo.

La exportación del desastre se originó cuando los bancos americanos, necesitados de liquidez, cancelaron sus aportaciones crediticias en el exterior, repatriando sus capitales y provocando la quiebra en cadena de los bancos europeos.

Europa (especialmente Alemania y Austria), con una economía estrechamente vinculada a los préstamos norteamericanos (unos 14.000 millones de dólares), dejó de adquirir productos americanos, retrayendo la demanda de alimentos y materias primas a terceros países. El comercio mundial se redujo entre 1929 y 1932 en dos tercios respecto al período precedente.

Los gobiernos, en un intento por salvaguardar sus respectivas economías, recurrieron al proteccionismo y cargaron de aranceles las importaciones. Las relaciones comerciales se contrajeron y se limitaron a acuerdos bilaterales interestatales.

Una excepción a la crisis fue la URSS. La revolución socialista de 1917 había triunfado, destruyendo el sistema capitalista .

Con una economía, totalmente estatalizada y planificada alejada de los circuitos comerciales y crediticios internacionales, la Unión Soviética se mantuvo al margen de las dificultades del mundo capitalista. Cuando estalló el problema el joven estado comunista estaba inmerso en la realización de su Primer Plan Quinquenal(1928-1933).

Durante el desarrollo del Segundo (1933-1938), se introdujeron elementos organizativos que mejoraron la productividad y estimularon la competitividad (stajanovismo), convirtiendo al país en la tercera potencia mundial, por detrás de Estados Unidos y Alemania.

El crecimiento económico y la ausencia de paro hicieron volver las miradas de muchos intelectuales y trabajadores hacia el socialismo, en un momento en el que el capitalismo liberal estaba sumido en un profundo caos.

Consecuencias económicas

El influjo ejercido a nivel mundial por la economía estadounidense tras la Primera Guerra Mundial, facilitó la rápida internacionalización de la crisis.

Las principales manifestaciones de este hecho fueron:

Crisis financiera

La ruina de quienes habían suscrito créditos bancarios y la imposibilidad de hacer frente a su devolución ocasionó la quiebra de numerosos bancos(sólo en Estados Unidos más de 5.000). El consumo descendió como consecuencia de la reducción de liquidez en el mercado y los empresarios no pudieron hacer frente a sus necesidades de inversión. Muchas empresas cerraron sus puertas.

Deflación

La ausencia de créditos, la bajada de los precios y la escasa circulación monetaria condujeron al descenso generalizado de la actividad económica.

En Estados Unidos, el gobierno del presidente Hoover, en vez de intervenir activamente para corregir la situación, disminuyó el gasto público ante el temor de un repunte del déficit estatal. Con ello perdió la oportunidad de frenar la caídade los salarios y la demanda.

Paralización del comercio mundial

La adopción de medidas proteccionistas (cada país intentó solucionar sus problemas de sobreproducción de manera independiente) provocó el estancamiento del comercio. Los estados que fundamentaban sus economías en la exportación, caso de Japón, cuyo principal cliente era Estados Unidos, se vieron singularmente afectados. Las relaciones internacionales que trabajosamente se habían logrado recomponer a partir de 1924 se quebraron. 
A ello se añadió el abandono del patrón oro por parte de Gran Bretaña. En 1931 la libra británica, muy afectada por el déficit externo y las quiebras bancarias, sufrió una depreciación (en torno al 35% respecto a su valor de 1913)que la llevó al abandono del patrón oro, arrastrando en su devaluación a las monedas vinculadas a ella.

Disminución de la renta nacional

Todos los países sufrieron un descenso del P.I.B. Los niveles de renta disminuyeron aceleradamente y no volvieron a recuperase en muchos casos hasta pasada la Segunda Guerra Mundial, ya en los años cincuenta.

Incremento del desempleo

El hundimiento de la industria y la ruina financiera llevaron implícita la destrucción del empleo. En 1932 se contabilizaban más de 30 millones de parados, de los cuales 12 millones eran americanos y 6 alemanes.

La bajada de los salarios se tradujo en una disminución de la capacidad de compra que, a su vez, repercutió en el descenso del consumo. Los stocks invendibles se acrecentaron y el aparato o productivo se paralizó.

Crisis del modelo económico liberal

El sentimiento de fracaso de la política del liberalismo clásico (laissez-faire)fundamentada en la “no intervención” del Estado en la economía abrió paso a otra doctrina, basada en la idea de que el Estado tenía la obligación de actuar en determinados ámbitos, a fin de proteger a los ciudadanos del caos provocado por las crisis del capitalismo.

En ello se basaron las propuestas del economista británico J. M. Keynes, partidario del intervencionismo estatal, del fomento del consumo y la de la inversión auspiciados por los poderes públicos. Keynes, acusado por determinados sectores reaccionarios de socialista, en realidad buscaba crear los fundamentos de un capitalismo estable.

Sus ideas fueron aplicadas con éxito en Estados Unidos a través del programa de recuperación económica puesto en marcha por el presidente Roosevelt, el New Deal. 

Consecuencias sociales

El efecto social más evidente de la crisis de 1929 fue el crecimiento del paro a nivel mundial. El número de desempleados se evaluó en al menos 40 millones. Los que conservaron sus empleos sufrieron un importante recorte en sus salarios.

Los niveles de bienestar alcanzados en Estados Unidos a lo largo de la década de los veinte se redujeron significativamente y la penuria se extendió por el campo y las ciudades. Europa, especialmente Alemania, en plena recuperación de posguerra, volvió a alcanzar altas tasas de desempleo como consecuencia del cierre de empresas.

El comportamiento demográfico sufrió significativas alteraciones: aumentó la mortalidad y el crecimiento vegetativo se detuvo. En Inglaterra el incremento demográfico de fines del siglo XIX, estimado en un 13%, descendió en la década de los Treinta al 4,5%. Sin embargo los países con regímenes fascistas incentivaron la natalidad desde postulados político-ideológicos, ya que el Estado la consideró útil para incrementar el potencial militar.

Algunas zonas se erigieron en focos de emigración, un ejemplo fue el agro americano, afectado ya desde antes de la crisis por el fenómeno del paro.

La población inició el traslado a las ciudades, pero éstas aquejadas por la crisis fueron incapaces de absorber el flujo y se poblaron de guetos marginales donde reinaba la más absoluta pobreza.

En Estados Unidos fueron denominados irónicamente "Hoovervilles" (del presidente Hoover) y en ellas se abarrotaron más de un millón de personas, hacinadas en viviendas de hojalata y cartón, sin las más elementales condiciones de higiene. 

La estructura social se modificó: junto al empobrecimiento de las capas sociales más bajas, especialmente obreros, también se vieron muy afectadas las clases medias, cuyas bases se estrecharon. Buena parte sus miembros (funcionarios, profesionales liberales, pequeños empresarios, etc.) fueron arrastrados a la proletarización. En Alemania e Italia la clase media alimentó en gran medida a los totalitarismos de carácter fascista.

Las desigualdades sociales se acentuaron, dando lugar a una masa de desposeídos sin posibilidad de afrontar su situación económica y vital. Aquellos que conservaron el empleo (algunos funcionarios, los que habían salvado sus ahorros, pensionistas, etc), se beneficiaron en cierta manera de la bajada de los precios, pero la inmensa mayoría de la población activa se empobreció.

Quedó en entredicho la capacidad del sistema para garantizar la supervivencia de amplios sectores que no tenían acceso ni tan siquiera a los alimentos básicos, en tanto que en el campo se destruían cosechas enteras en un intento por mantener los precios agrícolas.

Las organizaciones caritativas se multiplicaron por doquier tratando de paliar el desastre. En Europa y USA se sucedieron las marchas contra el hambre

Fenómenos como el alcoholismo, la delincuencia o el racismo se agudizaron. Allí donde había minorías étnicas se las persiguió de manera más o menos encarnizada, como sucedió con los negros de Estados Unidos o los judíos en Alemania.




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Enviado por:María
Idioma: castellano
País: España

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