Historia
La ciudad de Dios; San Agustín
Santo Tomas de Aquino
Bibliografía:
Agustín de Hipona, San (354-430), el más grande de los padres de la Iglesia y uno de los más eminentes doctores de la Iglesia occidental. Agustín nació el 13 de noviembre del año 354 en Tagaste, Numidia (hoy Souk-Ahras, Argelia). Su padre, Patricio (fallecido hacia el año 371), era un pagano (más tarde convertido al cristianismo), pero su madre, Mónica, era una devota cristiana que dedicó toda su vida a la conversión de su hijo, siendo canonizada por la Iglesia católica romana. Agustín se educó como retórico en las ciudades norteafricanas de Tagaste, Madaura y Cartago. Entre los 15 y los 30 años vivió con una mujer cartaginesa cuyo nombre se desconoce, con la que tuvo un hijo en el año 372 al que llamaron Adeodatus, que en latín significa regalo de Dios.
Doctores de la Iglesia, eminentes maestros cristianos proclamados por la Iglesia como merecedores de ese título, que viene del latín Doctor Ecclesiae. De acuerdo con este rango, la Iglesia reconoce la contribución de los citados teólogos a la doctrina y a la comprensión de la fe. La persona así llamada tiene que haber sido canonizada previamente y haberse distinguido por su erudición. La proclamación tiene que ser realizada por el Papa o por un concilio ecuménico. Los primeros Doctores de la Iglesia fueron los teólogos occidentales san Ambrosio, san Agustín de Hipona, san Jerónimo y el Papa san Gregorio I, que fueron nombrados en 1298. Los correspondientes Doctores de la Iglesia de Oriente son san Atanasio, san Basilio, san Juan Crisóstomo y san Gregorio Nacianceno. Fueron nombrados en 1568, un año después de que se designara con la misma condición a santo Tomás de Aquino. Mujeres que han alcanzado esta distinción fueron santa Catalina de Siena y santa Teresa de Jesús (en 1970) y santa Teresa del Niño Jesús (en 1997).
La ciudad de Dios (cuyo título latino original es De Civitate Dei contra paganos, es decir La ciudad de Dios contra los paganos) es una obra en 22 libros de Agustín de Hipona que fue escrita durante su vejez y a lo largo de quince años, entre el 412 y el 426. Es una apología del cristianismo, en la que se confronta la Ciudad Celestial a la Ciudad Pagana. Las numerosas digresiones permiten al autor tratar temas de muy diversa índole, como la naturaleza de Dios, el martirio o el judaísmo, el origen y la sustancialidad del bien y del mal, el pecado y la culpa, la muerte, el derecho y la ley, la contingencia y la necesidad, el tiempo y el espacio, la Providencia, el destino y la historia, entre otros muchos temas.
Importancia y valor de la obra:
A pesar de la designación del cristianismo como religión oficial del Imperio, Agustín expuso que su mensaje es más espiritual que político. El cristianismo, según él, se debe referir a la ciudad mística y no tanto a la ciudad terrenal. Su teología sirvió para definir la separación entre Iglesia y Estado, algo que caracterizaría a las relaciones políticas de Europa occidental, frente al Este bizantino, en donde lo espiritual y lo político no mostraba una separación tan evidente.
Desde el punto de vista de la construcción y la argumentación, la Ciudad de Dios ha sido severamente criticada (en especial los libros sexto al décimo). Se acusa a la obra de tener secciones confusas, digresiones y argumentaciones sofística, y se le critica también por los contrasentidos que atribuye a sus adversarios
En esta parte del texto:
San Agustín piensa que en toda sociedad existen dos ciudades, la de aquellos que se aman a sí mismos hasta el desprecio de Dios (gente terrenal, materialista) y la de aquellos que aman a Dios hasta el desprecio de sí mismos (personas creyentes); pero estas dos ciudades no se pueden identificar con el Estado y la Iglesia
Todos los Estados de esta tierra son “Estados terrenales”, incluso cuando los rigen emperadores cristianos. En cuanto tales, tienen que preocuparse exclusivamente de organizar la convivencia entre los ciudadanos de forma pacífica y tratando de que todos tengan acceso a los bienes temporales.
La división de alma y cuerpo se hace para que entendamos que los humanos tenemos dos partes, (al igual que las ciudades una terrenal y otra celestial) una material (el cuerpo) la cual nos lleva a nuestro lado “malo”, el lado corruptible el cual Dios nunca va a intentar ponernos más carga siempre y cuando nos guiemos por nuestra alma o dicho de otra manera por nuestro lado espiritual o fe, que sería el “bueno”.
La segunda parte del texto sobre todo, habla de la ciudad celestial la cual esta como diríamos en el texto, de alguna manera exiliada o marginada, esto puede ser por que es más fácil dejarse llevar por lo corrupto o vía fácil, que por la fe o vía más difícil.
No obstante vemos que si seguimos la fe y llegamos a la ciudad celestial conseguiremos todo lo que nos puede ofrecer la ciudad, más cosas que esta no nos puede ofrecer y además todas estas cosas, por toda la eternidad y no solo de manera temporal como se nos ofrece en la ciudad terrenal.
Si la ciudad terrenal, nos ofrece la paz ya que lo tiene como fin, la ciudad celestial nos lo da por toda la eternidad, ya que el alma para los cristianos es eterna.
La ciudad celestial reúne a gente de todas partes, da igual que cultura, creencias, leyes para conquistar la paz terrenal. “Nada les suprime nada les destruye. Más aún, conserva y favorece todo aquello diverso en los diferentes países, se ordena al único y común fin de la paz en la tierra”.
Lo que quiere decir es lo que recalcaba antes, que da igual el sitio de donde vinieses o como actuabas, ya que en esta ciudad no se te va a discriminar. Lo que hará esta ciudad es respetar y dar la opción de que conserves tu estilo de vida, siempre y cuando no se le ponga obstáculos a la religión, ya que tiene ser honrado el único y supremo Dios verdadero.
Y además cabe destacar que la ciudad celestial, (que se podría decir que esta por encima de la terrenal) se sirve también de la paz terrena y protege, e incluso desea, el entendimiento de las voluntades humanas en el campo de las realidades transitorias de esta vida, lo que se podría deducir es que la ciudad celestial intenta que nuestro paso por la vida terrenal, sea un poco más fácil intentando dar entendimiento a las voluntades humanas.
Valoración Crítica:
En cuanto al fragmento que he leído, me parece básicamente que el texto hace referencia a parte de lo que se basa la fe cristiana si eres bueno, obtendrás una vida (posterior a la terrenal) buena y en paz, pero si te dejas llevar por la vía rápida de la corrupción, aunque consigas paz y una buena vida terrenal, más tarde no gozaras de esta recompensa.
Así que podemos sintetizar mucho pero mucho diciendo si eres bueno se te recompensará, si eres malo se te castigará.
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Enviado por: | Ignacio Chausa |
Idioma: | castellano |
País: | España |