Literatura
La Celestina; Fernando de Rojas
INTRODUCCIÓN
“La Celestina”, obra medieval por excelencia con la que se inicia la modernidad literaria en España y que sería la obra cumbre de las letras españolas de no existir el “Quijote”.
Debido a su complejidad presenta numerosos temas para su estudio entre los cuales el aquí tratado: “La mujer en la Celestina”. Para poder entender la obra hacen falta unas nociones previas, que son:
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Marco de actuación y propósito del autor
Situada al fin del periodo medieval. La Celestina es una obra cuyos orígenes constitutivos tienen su raíz en la Edad Media y, al mismo tiempo, la tensión connotativa que comporta en cuanto a su contenido es uno delos indicios de la situación ideológica propia del Renacimiento. En razón de las peculiares condiciones de la obra, la crítica desde el siglo XIX ha vacilado en considerarla novela, teatro o diálogo. La Celestina, según aparece en los textos, es una comedia humanística con fin trágico, dividida en partes que actúan como escenas, y con personajes muy definidos, escrita en castellano. La obra carece de un sentido del tiempo escénico que permita su “representación” completa; tampoco puede situarse en el espacio escénico sobre las tablas.
El propósito del autor, patente en las primeras declaraciones que rodean la obra, fue escribirla para que la oyese o leyese un auditorio convenientemente preparado en su formación para percibir la compleja labor de su realización literaria; el autor despliega ante el auditorio, a costa de la teatralidad de la obra, su ciencia humanística sobre el poderoso dominio de una lengua literaria, urdida sobre la expresión coloquial: conocía la literatura antigua: Virgilio, por versiones medievales, el teatro antiguo, el teatro medieval (comedia humanística y elegíaca), Petrarca (estudiado a fondo por Deyermond), Boccaccio, Rodrigo de Reinosa, etc.
El resultado de la elaboración de la obra resultó un extremo acertado en relación con lo que se propuso el autor; de esa plenitud creadora procede el variado enjuiciamiento de su intención (exemplum, alegoría moral, del amor, arte de amores, novela psicológica, etc.). Los estudios sobre la Celestina abarcan numerosos aspectos; cada aspecto particular confluye en la obra enriqueciendo su consideración textual; la percepción de la obra desde ángulos diversos, en relación con las interpretaciones de su contexto y, sobre todo, cuando se refiere a su circunstancia de encrucijada cultural, produce una abundante bibliografía.
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Las versiones de la obra. La autoría
En sus primeros años, la obra pasó por diversos estados de elaboración, ya que sufrió modificaciones y adiciones, hasta que llegó a adquirir su configuración definitiva; la primera edición que se conoce está fechada en Burgos, en 1499, que junto con otras de Toledo y Salamanca en 1500 y 1501, constituyen la fase más antigua de la Celestina. Le siguen las ediciones de Toledo, Salamanca y Sevilla de 1502, que llevan el título de “Tragicomedia de Calisto y Melibea” y conforman el texto definitivo.
En cuanto a la autoría, en los preliminares del libro leemos que el manuscrito del primer acto, llegó a manos de Fernando de Rojas, quien, entusiasmado al leerlo, decidió continuar la obra.
La crítica actual ha confirmado las declaraciones de Rojas: el primer acto sería anónimo, y los restantes, de alguien que no firmaba, pero que daba su nombre en los versos acrósticos que siguen a la carta: El bachiller Fernando de Rojas acabó la comedia de Calisto y Melibea y fue nascido en la Puebla de Montalbán.
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Medievalismo y renacentismo en la obra
El argumento de la Celestina procede de una comedia latina medieval, Panphilus, que cuenta cómo un caballero enamora a una dama gracias a las ardides de una vieja, que a su vez está tomada de las comedias de Plauto. La deuda al “Libro del Buen Amor” del Arcipreste Hita es indudable. Calisto y Melibea son prototipos del amor cortés y en la obra se tocan los tres grandes temas medievales: el amor, la fortuna y la muerte. Pero anuncia el Renacimiento por que ninguno de estos temas se trata de una manera jerarquizada sino individualizada: cada personaje es autónomo y se labra su propio fin, con independencia de cuál sea su cuna y rango social. Hay también una sensualidad más exaltada que reprimida, y en ningún momento se plantea la posibilidad de que los jóvenes enamorados tengan intención de casarse como hubiese sido el fin natural en el teatro coetáneo. A Rojas le interesa retratar una sociedad desasosegada y explorar el mundo de las pasiones humanas, lo que se aleja de los ejemplos medievales, de premios y castigos trascendentes según la vida llevada.
LA MUJER EN LA CELESTINA
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EL mundo de la mujer celestinesca
La Celestina aparece en el año 1499, dentro de ese periodo de transición del siglo XV al XVI. Será una época de grandes crisis y cambios, que vendrán dados por la penetración del Renacimiento es España. Estos últimos siglos medievales nos mostrarán una Europa capaz de romper el estatismo y la rigidez de la etapa feudal e iniciar una nueva, caracterizada por una economía más diversificada, una sociedad más compleja y más dinámica, una estructura política más eficaz, una actitud vital más hedonista...
Todas las mujeres que aparecen en la obra viven dentro de un mundo cosmopolita; no hay ni una sola referencia acerca del campo o de sus costumbres; retrata una vida medieval ciudadana, en la que la mujer todavía no participa excesivamente en el terreno laboral. Habrá que esperar un poco más para ver los primeros gremios exclusivos de mujeres, que serán de hilanderas (Alemania).
Mediante el comportamiento y el vocabulario de los personajes percibimos las dos clases sociales a las que pertenecen:
- nobleza: representada por Alisa y Melibea.
- pueblo: aquí encontramos a Celestina, Elicia, Areúsa y Lucrecia.
Por tanto hay seis mujeres en la obra; cada una de ellas representa un pensamiento, sentimientos y comportamientos distintos, utilizan un lenguaje que diferencia su linaje; aún así, todas encarnan las pasiones, defectos y vicios del ser humano, junto con la agria crítica social del autor.
Como ejemplo y para comenzar a describir a cada una de ellas cito a continuación este poema que refleja el sentimiento femenino de la época:
He estado en grave cuita
por un caballero que he tenido
y quiero que para siempre se sepa
cuán excesivamente lo he amado.
Ahora veo que soy traicionada
porque no le di mi amor ;
y por eso he estado en gran congoja
en el lecho y cuando estoy vestida.
Quisiera tener a mi caballero
una noche en mis brazos,
y que él se tuviera por dichoso
sólo con que yo le hiciese de almohada;
pues estoy más enamorada
que Florís lo estuvo de Balcaflor:
le entrego mi corazón, mi amor,
mi juicio, mis ojos y mi vida.
Hermoso amigo, amable y bueno,
¿cuándo os tendré en mi poder?
¡Ojalá durmiese con vos una noche
y os diese un beso de amor!
Sabed qué gran deseo tendría
de teneros en lugar de mi marido
con tal de que me hubieseis jurado
hacer cuanto yo quisiera.
Condesa de Día
Como puede observarse la pasión no conoce diatribas sociales; así lo demuestra el poema, que describe el sentimiento de “amor” de una mujer hacia otro hombre que no es su marido.
DESCRIPCIÓN DE PERSONAJES
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Celestina
Es, sin duda el personaje con más relieve; es el eje de la acción desde que hace acto de presencia (acto I) hasta su muerte (acto XII). Se muestra firmemente asentada en al realidad; su oficio, en el que se sabe maestra, la pone en relación con todos los estamentos de la sociedad y sus secretos.
Su conocimiento de las personas- adquirido con los años-y su dominio en el empleo del lenguaje le permiten ejercer con extraordinaria habilidad las artes de seducción.
La avaricia, como en su juventud la lujuria, todavía despierta y canalizada ahora en buena medida hacia el vino, es la pasión que va a conducirla fatalmente a la muerte, al no sopesar el estado de ánimo ni el grado de codicia de los criados. Pero esa misma obcecación, como la duda y el temor manifestados en el monólogo del acto IV, nos da una dimensión más humana de la perspicaz, segura y amoral Celestina.
Fernando de Rojas dota a la vieja de una portentosa individualidad, ahondando en sus perversidades, mostrándolas con increíble penetración.
Celestina representa la mujer más individualista y autosuficiente. No necesita ningún hombre (en particular) para sobrevivir; se vale de sus mañas para aprovecharse de todos los que le rodean. Esto representa todos los obstáculos que las mujeres tenían que superar para su subsistencia, a costa de perder su honra y llegar incluso a vender su cuerpo (única salida de la mujer que pretendía vivir sola).
Otra característica que sobresale de Celestina como mujer es su sentido hedonista de la vida; en efecto es un sentimiento que se irá afianzando durante este siglo y que Celestina da muestra de ello cuando exhorta a los jóvenes al disfrute de la vida. Esta actitud puede dar a entender un sentimiento ambiguo: ¿ es posible que Celestina añore su juventud? Parece que su personaje revela cierta melancolía hacia épocas pasadas, y que no tiene otro remedio que aceptar con resignación el tiempo de vida que le quede.
También se nos muestra una mujer astuta y engañosa; recurre a estas cualidades para obtener lo que desea, aunque su propósito sea monetario y no amoroso.
Celestina, en resumen, es una mujer que ama la vida pero que no siente amor por nadie; vive por el mero hecho disfrutar y de sentirse viva.
A continuación, esta frase que dice Celestina en el acto XII y que representa su catadura moral: “Vivo de mi oficio, como cada cual oficial del suyo, muy limpiamente. A quien no me quiere no le busco. De mi casa me vienen a sacar, en mi casa me ruegan. Si bien o mal vivo, Dios es testigo de mi corazón.”
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Melibea
La crítica es bastante unánime en la alabanza al personaje de Melibea, porque es quien mejor encarna el tema del amor sin perder la compostura, ni la figura femenina, ni su rango social ante los criados y la alcahueta.
Posee, además, una atractiva resolución que le permite pasar del primitivo rechazo a la aceptación plena y consciente. (En este punto hay opiniones críticas que vinculan el rápido rendimiento de Melibea a la acción de la magia y otras a que el tiempo que realmente transcurre es más dilatado del que aparenta o aparece en la obra.)
Su rica personalidad ha sido interpretada desde múltiples puntos de vista:
Erna Ruth dice que “Melibea encarna en la literatura española la conciencia de mujer” (Erna Ruth, Amor, muerte y fortuna en La Celestina, Madrid, Gredos, 1963). Desde el principio se queja de no poder manifestar sus sentimientos, y cuando nos cuenta con alusiones a la literatura clásica lo mucho que ama, no es literatura sino la expresión de su profundo sentimiento real (al contrario que el exagerado retoricismo de Calisto). Maravall considera que Melibea es una pieza clave del individualismo y sentimiento de libertad que se experimenta en el libro.
Como hemos visto antes, el individualismo surge en el Renacimiento y será una de las corrientes de pensamiento más importantes.. Se trata de una forma de vida nueva; los personajes ya no están ligados a una colectividad que elimine su interés personal. Melibea nos da un claro ejemplo de ello: la relación que, por ejemplo, mantiene con Pleberio, su padre, no es estamental, sino que es una relación afectiva.
Antepone su placer y felicidad, no le da tanta importancia a las trabas ajenas y resuelve sus más críticas situaciones únicamente con su criterio personal.
Esperanza Gurza dice que Melibea “es el personaje de la obra más ennoblecido por el amor, es una mujer determinada, que amará con todo su ser y que cometerá el supremo sacrificio por su amor... Amor que llega a ser la razón de su vida y de su muerte.” (Esperanza Gurza, Lectura existencialista de La Celestina, Madrid, Gredos, 1977).
Otra característica notable de Melibea es su habilidad para el disimulo, sin perder la compostura sabe como aprovecharse de la situación. Lo que destaca de Melibea frente a Calisto es su actividad y decisión: prepara los encuentros, dice cuando ha de entrar o marcharse Calisto...
Todas estas descripciones de Melibea dan a entender que es un personaje con el que el autor expresa su crítica acerca de la situación de la mujer: vive con intensa pasión, pero la sociedad machista impide que exprese sus sentimientos. Esto lleva a forjar una mujer autónoma y cada vez con más deseo de mostrar que no es inferior al hombre; diríamos, que incluso pretende exponer su supremacía moral en ciertos aspectos.
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Elicia
En esta “mochacha” lo que destaca es su fuerte sentido hedonista de la vida, con total despreocupación por lo que no sea placer y presente. Vemos a través de su diálogo en el acto XI cómo se ponen nuevamente de manifiesto dos nuevas corrientes ideológicas del Renacimiento: el individualismo, cuando muere Celestina y no tiene más remedio que valerse por sí misma, y el sentimiento hedonista. Elicia representa a una mujer a la que sólo le interesa el hombre por lo que pueda sacar de él y para satisfacer su deseo. Esto ya no es propio de la época medieval; vemos como la mujer va evolucionando y se va liberando, aunque, dicho sea de paso, con sacrificios que llegan incluso a su degradación moral y social.
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Areúsa
Es el personaje a través del cual Rojas expresa su más amarga crítica social; será en el IX acto donde Areúsa exprese lo que piensa acerca de la situación de la mujer y de los medios que tiene para poder sobrevivir. Con este parlamento se nos muestra defensora de su individualidad y de su libertad. En contraposición a estas cualidades está su terrible preocupación por el que dirán. Así Rojas pretende demostrar que en esta época la mujer vive subordinada al hombre y que nada va a conseguir con sus protestas excepto la condena de la sociedad, que, como todavía continúa ocurriendo, se vuelve contraria a todo lo que pretende cambiar algo establecido, quizás una cosa tan básica como la dignidad del ser humano.
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Alisa
En realidad, no es un personaje muy relevante en la obra. Lo único que destaca de ella es su ingenuidad y su ciega confianza depositada en su hija. Su personaje pretende mostrar cómo Melibea, una joven enamorada, llega incluso a engañar a su madre para conseguir su propósito guiándose sólo por su criterio personal
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Lucrecia
Tampoco tiene un papel importante. Aparece en pocos momentos de la obra y sus parlamentos no son muy extensos. Es un claro ejemplo de una de las salidas laborales que tenía la mujer de la época: servir en una casa de nobles. Si quería sobrevivir debía perder su libertad. Como cualidad destacable, la resignación.
LA MISOGINIA EN CASTELLANO
Sempronio, aunque no es un personaje femenino muestra la crítica hacia la mujer más importante de la obra; en el I acto comienza una larga diatriba contra las mujeres. Con ella, en su papel de consejero (a Calisto), se hace portavoz de la postura antifeminista de larga tradición, ya que la actitud misógina es lugar común de la literatura clásica y de la Edad Media.
Las obras dedicadas a menoscabar el sexo femenino no son muchas; su número es inferior al de las defensas profemeninas, y muchas veces su rigor está templado con disculpas, excepciones y elogios de las damas virtuosas. Fernán Pérez de Guzmán dedicó tres de las 463 estrofas de sus “Coplas de vicios e virtudes” al tópico de la buena mujer y de la mala. De la mala sólo dice que es dolor perpetuo y penitencia por nuestras culpas. Casi todas las obras antimujeriles son de la segunda mitad del siglo XV y derivan de Pedro Torrellas, que fue un escritor catalán que compuso bastantes poesías cortesanas. Pero en una ocasión cometió la ligereza de escribir unas coplas “de maldezir de mugeres”. Su obra consta de quince estrofas y el tema central es el carácter difícil de las mujeres; dice que son inconstantes, crueles, engañosas, malignas, deseosas de poder, contrarias a la corrección, y sólo el temor refrena algún tanto su perversidad. Pero, finalmente, admite en la última estrofa que hay muchas buenas, destruyendo así el papel de misógino.
Hernán Mexía escribió otro de estos catálogos de las imperfecciones femeninas. Éste escritor invoca la ayuda de Torrellas y Boccaccio y la inspiración de Dios para poder expresar las maldades femeninas. Si difiere de los otros es en su insistencia en el desenfrenado apetito sexual de las mujeres y en la atención que prestan a sus artes de maquillarse.
Otro de estos autores fue Fray Iñigo de Mendoza, que escribió las doce coplas “en vituperio de las malas hembras”; es un poema admonitorio en verso contra los peligros del amor.
Aún así, apenas se puede hablar de una verdadera sátira general del bello sexo en la poesía castellana del siglo XV. Sin duda, los insultos proferidos contra una sola mujer (muy tradicional en la Península), son mucho más interesantes que el insulto generalizado hacia la mujer.
La mejor expresión castellana de sentimientos misóginos en este siglo se encuentra en la prosa del Arcipreste de Talavera en su libro “Corvacho o Reprobación del amor mundano.”
La primera parte es un verdadero tratado didáctico-moral que ataca al amor loco como causa de toda clase de crímenes, pérdida de reputación, salud física y condenación eterna. La segunda parte parece una continuación lógica del la primera, “Los vicios e tachas e malas condiciones del las perversas mujeres”. Es esta segunda parte la que ha dado a Martínez de Toledo su fama de satírico del sexo femenino. La tercera parte trata el temperamento de los hombres según su complexión (sanguíneo, colérico, flemático y melancólico). La cuarta parte habla de hados, fortuna y creencias astrológicas.
Las mujeres, según nos las presenta Martínez de Toledo, encarnan todos los pecados capitales; las mujeres del Arcipreste nunca son perezosas en correr tras la maldad, son capaces de cometer todo crimen, usan toda clase de engaño y tienen todos los defectos imaginables, tanto física como moralmente.
Pero el hecho es que a él no le repugnan, sino que acaban fascinándolo.
Entonces, Martínez de Toledo escribe, exagerando, con un propósito irónico-burlón evidente; así, mediante la técnica de amontonar tantos elementos lo que produce es una caricatura.
Por último, y a modo de conclusión, me gustaría destacar el sentimiento que parecen representar todas las mujeres de la obra: la soledad. Si se pone un poco de interés por conocer las costumbres y la situación de la época en que viven las mujeres de La Celestina, enseguida aflora un sentimiento de compadecencia por todas aquellas que han tenido que soportar la tremenda carga de vivir y poder sostener a una familia sin contar con ningún tipo de apoyo, ni siquiera afectivo. Todos los personajes demuestran, a su manera, que se hallan solas en el mundo tan sólo por el mero hecho de ser mujer.
El poder expresar sentimientos o pensamientos propios era un tema tabú. Con esta afirmación es como si se dijera que ser uno mismo era pecado e iba contra las normas morales.
Quizá, si hubiera habido más hombres como Fernando de Rojas, capaces de retratar y criticar la situación de la mujer en el siglo XV, esa sociedad machista se habría suavizado.
Lo que más choca a mi pensamiento del siglo XXI es que a veces me siento como si mi vecina del 4º fuera Celestina y la señora de la panadería fuese Areúsa, es decir, soy una mujer del siglo XV que tiene que defenderse de críticas sin sentido, y por parte de quien cree que tiene la supremacía moral, SÓLO POR SER MUJER. AFORTUNADAMENTE, TODO CAMBIA.
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Enviado por: | Carmen Arroyo |
Idioma: | castellano |
País: | España |