Historia


Juana la Loca


PERIÓDICO INDEPENDIENTE

(Edición peninsular)

Fecha: 12 de Abril de 1556 Precio: 150 marabedís

¿JUANA LA LOCA O JUANA DE CASTILLA?

EDITORIAL

La censura obliga a diversos testimonios de hechos importantes a callar. Gente que vio con sus propios ojos los hechos se lo calla ahora o bien por la censura o bien por propios prejuicios. Ni nobles, cleros, burgueses ni campesinos se atreven a hablar sobre algo tan importante como nuestra monarquía. Tanto Don Fernando como el Emperador Carlos I, nuestros monarcas, son, han sido y serán admirados e idolatrados por nosotros sus súbditos, por tener el cargo por gracia de Dios. Pero ¿era Juana I de Castilla, conocida incluso como Juana la Loca, una persona demente?

Siempre fieles a España y a su rey, estas sencillas personas anónimas pero que no por eso no sienten admiración por Carlos I nuestro Emperador, vuelven a escribir pero esta vez con un motivo especial: intentando exponer los hechos de la vida y muerte de nuestra reina Doña Juana ahora, cuando hace un año la muerte de la misma. Hemos intentado recoger testimonios sobre los hechos y a través de incluso fuentes secundarias, vamos a tratar de dar tal información al que quiera escucharnos que hasta tendrá conocimientos como para juzgar sobre el confuso caso, aunque bien sabe Dios que sólo nuestro monarca puede tomar semejantes decisiones.

No con intención de fallar a nuestro Emperador Carlos I hemos decidido sacar a luz trapos sucios que no queremos que queden enterrados. Leales, fieles y sinceros:

LOS AUTORES

SUMARIO

EDITORIAL…………………………………………PÁG.1

SUMARIO..………………………………………….PÁG.2

ANTECEDENTES……………………………………PÁG.3

UNA EXTRAÑA RELACIÓN……………..…………PÁG.5

TESTIMONIOS Y DIVERSAS OPINIONES………....PÁG.11

¿CONCLUSIONES…………………………….……PÁG.15 ANTECEDENTES

Hijos predilectos de Dios como son los clérigos castellanos, nos han sido de gran ayuda en cuanto a la recopilación mediante fuentes escritas de sucesos relacionados con la demencia de Doña Juana pero anteriores al reinado de ésta. Éste es el caso de Isabel de Portugal, viuda de Juan II y madre de nuestra Sra. Doña Isabel la Católica. Su caso puede ser de gran importancia para aclarar algunos puntos negros de este caso.

Isabel de Portugal padeció una demencia que dicen tuvo las mismas raíces que por la que sucesivamente se reconoció que Juana I de Castilla había sido atacada. Muerto Juan II, Isabel pasó los últimos 42 años de su vida encerrada en el castillo de Arévalo, dando muestras de locura al no cesar de gritar el nombre de Álvaro de Luna, valido de Juan II al que éste mismo había acabado decapitando. No resultó poco extraño que se dedicase a llamar a este hombre en vez de a su marido.

Todos sabemos también de la pasión con que nuestra reina Isabel la Católica amó a Don Fernando de Aragón. Como bien escribió un buen amigo nuestro, cronista de los Reyes Católicos: “amaba mucho al rey e celábalo fuera de toda medida”… Frecuentemente se contempló a nuestra reina aún joven llorando y quejándose a lágrima viva cada vez que Don Fernando se fijaba en otra mujer. El número no ocurrió sólo una vez: las lágrimas de amor de Isabel eran frecuentes.

Tal vez estos apuntes nos den a entender que en la familia de que Doña Juana era parte las pasiones desenfrenadas y las locuras por amor eran y habían venido siendo notables. Esto nos viene a deducir que los ataques de ira que dominaban a Juana podían no venir a ser más que pasiones que se le entregaron por herencia. Pero, ¿fue pasión juvenil o trastorno mental?

UNA EXTRAÑA RELACIÓN

De niña, Juana acompañó alguna que otra vez a su madre Isabel a ver a su abuela, la ya demente Isabel de Portugal. Juana no tenía idea por entonces de su futuro. En su infancia fue esmeradamente educada, de modo que bailaba muy bien, escribía perfectamente, hablaba las lenguas clásicas y era una gran aficionada a la música. Esta aplicación demostró que Juana era una niña inteligente. Pero la inteligencia nada tiene que ver con lo emotivo. A los 16 años, siendo Juana una adolescente guapa y muy sentimental, la casaron con Felipe de Borgoña, al igual que a su hermano Juan lo casaron con la hermana de Felipe, Margarita de Austria. Pero el enlace entre Felipe y Juana no fue igual.

Estaba previsto casarlos cuatro días después de su encuentro, pero al ver Felipe delante suyo a una princesa de tal belleza e inteligencia, mandó venir a un capellán para que los casase de inmediato. Juana no se enamoró de Felipe por su belleza exterior, sino por sus ganas de vivir y aventurarse, por su amor al deporte, torneos, bailes y juegos de pelota. Pero eso sí: se enamoró a más no poder.

Pronto le llegaron noticias de sus padres, los RRCC, que la apremiaban a que atrajese a Felipe a las posiciones españolas, ya que Felipe deseaba aliarse con Francia (en guerra con España por el control de Nápoles). Pero Juana, joven y con ganas de vivir y ser feliz, no se preocupaba por los asuntos políticos. Tan sólo le interesaba su relación con Felipe, tal y como ha tenido la bondad de contarnos uno de los comuneros que de la Junta que se trasladó a Tordesillas, el cual estuvo en contacto con Doña Juana en su retiro a Tordesillas:

¿PODRÍA HABLARNOS DE LO QUE JUANA PUDO DECIRLE SOBRE LOS COMIENZOS DE SU RELACIÓN CON FELIPE?

Desde que se conocieron vivieron minuto a minuto su relación. Juana no se molestó en contar subjetivamente esto, pero en sus primeros años hubo momentos de lucidez en los que narraba los hechos con una claridad impresionante, si es que estaba loca, lo cual no defiendo. Explicó que en sus primeros días de matrimonio acudía con Felipe a fiestas y bailes en los que la pareja demostraba llevar un matrimonio lleno de amor y felicidad. A veces no se inmutaba Juana al narrar lo que ocurrió desde el momento en que sus padres la nombraron heredera del trono de España. Sólo en esas ocasiones llegaba yo a dudar de que su estado mental fuese el correcto.

¿EN QUÉ CAMBIÓ DESPUÉS DE AQUELLO EL MATRIMONIO?

—Felipe dejó de lado sus intereses emocionales y los de su esposa, interesándose desde entonces únicamente a luchar por el poder. Felipe quería España, pero Fernando también. Los RRCC le infundieron miedo cuando fue a verlos por primera vez, y Juana nos contó amargamente cómo Felipe se fue de allí dejándola atrás. Como si fuese una obra de teatro, Juana se ponía a interpretar con un gran griterío su enfado con Felipe por dejarla.

¿CÓMO INTERPRETABA JUANA LO QUÉ SINTIÓ DURANTE EL TIEMPO EN QUE ESTUVO SEPARADA DE SU MARIDO?

—Jamás lo interpretó ni yo quería que lo hiciese. ¿Para qué? Todos sabemos que durante ese tiempo ni comió ni durmió. Yo creo que la tenían prisionera. Pero hubo algo que sí se atrevió a decir. Ya enferma, en uno de sus delirios dijo que lo que pensó entonces fue que su marido había ayudado a sus padres a encerrarla y él (Felipe) estaba en Bruselas con otras mujeres.

¿CREES ENTONCES QUE SE HIZO BIEN AL ENCERRAR A JUANA POR LOCA?

No. Estuve con ella y puedo asegurar que cuando la encerraron en 1509 la reina estaba tan sana como cualquier otra persona, pero ninguna otra persona tan dolida y amargada como ella. Acepto que ya en 1530 Juana estuviese trastornada, lo cual es normal, ¿quién resistiría tantos años encerrada con ese tan gran dolor?

Su felicidad, pues, se vio hecha añicos cuando se le vino encima toda la responsabilidad que conlleva ser la heredera del trono de Castilla, viéndose suplida por dolor al verse separada de su marido durante un año y medio. Después, ya nada volvió a ser lo mismo. Un amigo de Flandes se ha aventurado a ayudarnos con un hecho que sucedió allí a la vuelta de Juana tras la separación:

“Estando yo en la corte vi pasar a Juana detrás de una dama. Le pidió una nota que llevaba y como la dama se lo tragase arremetió Juana contra ella, arrancándole las trenzas y rajándole la cara. Luego me enteré de que esa nota estaba escrita por Felipe y le declaraba su amor. Al día siguiente, Juana apareció magullada por los golpes que aquella noche había recibido de Felipe”

Este mismo testigo nos dijo que de noche oyó los gritos de Juana a su marido y los golpes a los muebles y trastos que se le ponían por medio que ésta daba para que él dejase de engañarla. El Almirante de Castilla narra lo sucesivo:

“Al enterarse los Reyes Católicos de las infidelidades de Felipe le pidieron una excusa, y fue entonces cuando entregó el diario en el que Felipe narraba una serie de quejas en contra de Juana que más tarde utilizó don Fernando para hacerse con el trono a la muerte de su esposa. Un buen ejemplo de los celos que Juana sentía está en que, en su segundo viaje a España, se negó a embarcar en el barco si había una sola mujer a bordo”

En 1504 murió nuestra reina Doña Isabel la Católica. Según se especulaba, una de las causas de su muerte fue la tristeza que infundió en la reina el que su hija se hubiese vuelto loca. Por eso, en su testamento dejaba a Juana como heredera pero expresaba bien claro que, de no poder por indisposición o enfermedad, sería Don Fernando quien quedase como regente.

A partir de entonces hubo una lucha entre Felipe y Fernando por la regencia. Felipe consiguió al fin el poder, pero ese mismo año cayó gravemente enfermo. El señor de Veyre nos ha hecho algunas declaraciones al respecto:

“Felipe y Fernando estaban a punto de entrar en guerra por el poder cuando el primero cayó enfermo. Juana lo cuidaba como una madre, pero Felipe se negaba a aceptarla con el cariño merecido alegando que ella quería envenenarle con todos esos medicamentos, así que se los hacía tomar a ella primero en grandes cantidades sin importarle su embarazo”

Finalmente Felipe murió, y el comportamiento de Juana desde entonces fue el que dicen motivó a Fernando para acusarla de loca y encerrarla. Mirada perdida, gesto indiferente y arrebatos de cólera. Juana se había “vuelto loca” a los veintisiete años de edad.

TESTIMONIOS Y DIVERSAS OPINIONES

Pero ¿estaba ella loca? ¿Creía en realidad Fernando en la locura de su hija? El Marqués de Denia, guardador de Juana en su retiro a Tordesillas, quiso decirnos algo:

“El pueblo quería a Juana. Fernando parecía asustado porque eso podía ser peligroso, por eso me comunicó que quería que la mantuviese alejada del mundo exterior. Así hice, pues comprendí que una reina con la razón tan perturbada podía hacer daño al que se le pusiese por medio. Ordené a mis criados que la encerrasen en una de las alcobas interiores. Al ver que no comía ni dormía les di permiso para que la castigasen, ¿me comprende? Porque si no veía yo que se nos moría”

Uno de los servidores del Marqués, que ha preferido quedar en el anonimato, nos dice:

“Se nos dio permiso para azotarla y utilizar la violencia, porque decían que si no podía pensar no podía sentir dolor. El Marqués tan sólo parecía interesarse por los bienes que le proporcionaba Fernando por callar a su hija. En pocas ocasiones bajó a verla, a lo mejor una vez al año”

Hemos recopilado las opiniones de importantes testimonios con nombre y apellidos. Defendiendo la locura de Juana. Lope de Conchillos no tuvo reparo en decirnos:

“Cuando se me mandó a Flandes a hablar con Juana y conseguir el trono para Fernando, me la encontré tirándose de los pelos y gritando como loca. Felipe, al verme, me encerró en una mazmorra, no sé si por miedo a que se diese a conocer la obvia locura de Juana antes de lo que a él le interesaba o para castigarme por intentar cumplir con mi trabajo, como él dijo”

Personas como el Marqués de Denia y Lorenzo Padilla no se han cansado de repetir lo que vieron tras la muerte de Don Felipe. Estas son las palabras del último:

“Llevaba escaso tiempo el cuerpo de Don Felipe sepultado en Miraflores cuando Juana lo mandó desenterrar. A diario abría la caja, desnudaba el sudario y besábale los pies al hedoroso cuerpo. Al venir la peste Juana no dudó el llevarse consigo el cadáver, paseándolo por media Península marchando de noche y durmiendo de día”

Toda Castilla y demás reinos hispánicos saben de estos hechos. No obstante, yo mismo, director de este periódico, voy a dar a conocer mi teoría, elaborada a base de estudios sobre este caso. Juana no acudió a diario a desenterrar el cuerpo y besarle los pies; nada hay que así lo indique. No niego que fuese de vez en cuando, pero tan sólo temerosa de que hubiesen robado el cuerpo. Después, Juana se llevó consigo el cuerpo de Felipe a Granada puesto que era allí donde moraban sus nobles más leales. Y finalmente, me apoyo en documentos escritos por un cronista del viaje para deducir que lo que estaba intentando Juana era escapar del cardenal Cisneros y de su padre Don Fernando que bien sabía ella que iban a encerrarla, pero se puso de parto en el camino y fue atrapada. Fue la actitud tosca que hacia éstos demostró la que utilizaron para declararla demente. Anduvo dos años más acosada por sus enemigos y acompañada sin más remedio por el cadáver de Felipe.

Ésta fue la opinión de nuestro rey Don Fernando:

“En su viaje a Granada, mi hija Doña Juana ordenaba en cada parada que un gran número de hombres armados custodiasen el cuerpo de su difunto marido e impedía a cualquier mujer acercarse al cuerpo de Don Felipe. Sin embargo demostró una gran inteligencia al recibirme con gran aprecio en Tórtoles (1507), delegándome su poder. Juntos marchamos a Santa María del Campo. Cada vez la veía yo con gran pena más y más loca, por lo que la dejé a cargo del Marqués de Denia y, para que no sufriese demasiado, coloqué el cuerpo de su difunto esposo en el monasterio de Santa Clara, de forma que mi hija pudiese verlo desde la ventana de su palacio”

Maquiavelo, con su obra “El príncipe” escrita hace unos veinticinco años, nos confiesa que lo que le motivó lo suficiente como para escribir un libro como éste fue, en palabras textuales, “Fernando el Católico de España. Fue un rey malvado y tramposo, sin ningún tipo de moralidad, que vivió para hacer el mal. Lo único que consiguió el rey no fue cumplir con el cargo que Dios le ordenó, sino desarrollar su instintiva habilidad para dañar, arruinar y hundir a los que deberían ser sus seres queridos”. Esto nos demuestra que a partir de ahora el caso de Juana de Castilla estará abierto a las más diversas opiniones, sin servir ninguna de ellas más que para encontrar la verdad. Porque Juana I ya está muerta. Sólo una persona nos puede acercar a sus últimos momentos de vida: Francisco de Borja.

“Yo asistí a Doña Juana en su agonía. Aquella mujer tenía ya 77 años y había pasado los últimos 47 encerrada en Tordesillas, completamente sola, tal era su extraordinaria salud. En su agonía gritaba de los dolores de la gangrena sin poder moverse, ya que era paralítica de cintura para abajo. Entonces ya sí estaba loca, completamente loca. Después sólo sé que por orden de su hijo Carlos I la enterraron junto a su esposo y sus padres en la Capilla Real de Granada. Si puedo dar mi opinión, Juana no fue propiamente loca, sino que creyó en extravagancias. Leí unas cartas suyas, escritas en su encierro, con gran sentido, preciosas”

¿CONCLUSIONES?

No hay más conclusiones que las que ustedes hayan creado en sus mentes después de leer este trabajo, no hecho sino con el propósito de hacer un servicio a nuestra Corona. Nos gustaría agradecer a cada uno de los testimonios su gran ayuda, y sobre todo a esos amables clérigos gracias a los cuales la recopilación de documentos ha sido posible. Ahora sólo hace falta una pequeña reflexión de nosotros todos sus ciudadanos sobre la que fue nuestra reina Doña Juana de Castilla, ahora ya muerta, en su honor.

Nuestra conclusión, por si pudiese ser de alguna manera útil, es, después de todo lo estudiado, que tuvimos una reina inteligente y muy bondadosa, pero demasiado sentimental. Doña Juana amó a su marido de una manera que ni siquiera él pudo asimilar. Él la quiso en un principio, pero todos los seres humanos tenemos debilidades, y al ver Don Felipe más y más tierras en su poder mediante su mujer, siguió queriéndola, pero no amándola. Él la quería por sus intereses: acatar poder. Juana era joven y nada codiciosa, esto dio lugar a que cuando la pobre Juana se vio heredera de Castilla no comprendiese por qué las cosas cambiaron tanto. Por qué su marido dejó de quererla. Por qué sus padres ya no se interesaban por ella como persona. Por qué tenía que haberle tocado a ella.

Felipe se convirtió en un obseso por el poder, y Juana en una obsesa por el amor. Difícil relación. Juana se vio en medio de un tumulto de peleas por poder que no comprendía (ni le interesaban lo más mínimo). Tanto Felipe como los Reyes Católicos se vieron acosados por una persona que les pedía tanto cariño que les estorbaba para sus negociaciones. A ellos les fue fácil deshacerse de ella, pero a Juana de la idea de TRAICIÓN no. Y seguiría sin entender nada hasta su muerte.

Ésta es, pues, la muestra de comprensión que ofrecemos a Doña Juana, tal vez demasiado tarde. Pero con la seguridad de que allí donde está, en el cielo, Dios jamás la traicionará al no estar expuesto a cometer tales pecados como los que creemos las personas a las que Juana quería cometieron con ella.

SIEMPRE FIELES A LA CAUSA REAL…




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Enviado por:Geno Santiago
Idioma: castellano
País: España

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