Historia


Juan Domingo Perón


Juan Domingo Perón se adentró en la política en la década del 40. Fue subiendo puestos, pasando de Ministro de Guerra a Vicepresidente de la Nación en pocos meses. Siempre trató de buscar respaldo en todos los sectores políticos, aunque su política en un principio fue conservadora, por lo que le interesó principalmente a las elites industrial y financiera para su proyecto. Buscaba una política de alianza de clases, e intentaba convencer al pueblo de que la mejor manera de controlar el estallido social que (decía) vendría después de la Segunda Guerra Mundial, era mediante la implementación de una política socia donde el gobierno debía tener el rol de Estado benefactor. Aunque con el tiempo fue cambiando su discurso, esta política benefactora influyó mucho durante sus gobiernos, especialmente de los que hablaremos ahora, es decir, entre 1945 y 1955. Esta idea de la alianza de clases rondaba en la cabeza de Perón desde un viaje que hizo a Italia, y su proyecto se trataba de promover el crecimiento nacional a través de la industria, e integrando la clase obrera a la sociedad política. Sus gobiernos se caracterizaron por introducir un modelo nacional populista, que se reflejó entre los diez años que trataremos a través de sus modelos políticos, económicos y sociales.

Pero para esto, creemos necesario hablar primero de a qué nos referimos cuando hablamos de populismo.

La idea del mismo es en un principio fomentar el desarrollo desde abajo, y hacia adentro. La meta de dicho desarrollo no es aumentar la capacidad de inversión, sino el nivel de participación e integración de una sociedad nacional dividida por los efectos de una modernización heterónoma. Los movimientos populistas luchan, sobre todo, por la defensa de los intereses de las masas populares.

Las corrientes y los regímenes populistas buscan, por sobre todas las cosas, un desarrollo continuo sin rupturas, aunque muchas veces corren el riesgo de caer en un desarrollo limitado y desequilibrado, y, muchas veces, en crisis profundas.

Frente a la importación de capitales, técnicas e ideas, el populismo se caracteriza por defender una continuidad socio-cultural. Se caracteriza también por tener un importante papel en la educación, a fin de crear una fuerte identificación del pueblo con el líder, de la realidad social con el poder político. Representa al pueblo como una comunidad, no como una clase. Sin embargo, el discurso nacional-popular es un instrumento de participación política, no un agente de representación, y en consecuencia, no es democrático. La política populista no es una política representativa, no hay en ella actores sociales que sean independientes de su participación en fuerzas políticas y sus vinculaciones con el Estado.

El populismo es antielitista, incluso en general antiintelectual, pero al mismo tiempo quiere reactivar un pueblo definido más por su esencia que por sus iniciativas. En América Latina, es ante todo una política nacional popular, expresa al pueblo como esencia, a la nación como colectividad amenazada por la dominación externa y sus consecuencias internas y al Estado como agente de cambio, pero también de expresión y defensa de la unidad nacional. (1)

El sistema político es una fusión entre los actores sociales y el Estado, y uno no puede separarse del otro. Esta política combina, por sobre todo, la independencia nacional, la modernización política y la iniciativa popular. Además, tiene otros tres elementos indispensables: el Estado, los mecanismos de integración política representados a nivel de los actores sociales por una “clase media” y los actores sociales y en particular el pueblo. (2)

Los partidos populistas aparecen en sociedades movilizadas, pudiéndose identificar con una unidad en formación. Tienen un discurso personalista, se apoyan principalmente en la imagen personal y permanente de un líder, una imagen unificadora. El líder se identifica con una totalidad completa, el pueblo, la nación, la gran mayoría o las multitudes anónimas. El enemigo es definido como la antipatria, el antipueblo. Cuando este discurso populista se rompe, se espera no sólo una reacción de tipo económica sino también violencia, en forma de dictaduras antipopulares o de sublevaciones nacionalistas o revolucionarias.

Por momentos, el escenario político puede verse dominado por el conflicto populista-antipopulista. Esto puede llevar muchas veces a una extrema desorganización del sistema político y del Estado, ya que para ambas corrientes es difícil ocuparse de su unidad interna sin atacar al enemigo, de tal manera que el conflicto puede llegar a desembocar, en el peor de los casos, en una guerra civil.

El Estado aparece con dos imágenes diferentes, y bien contradictorias. Por un lado, aparece como agente de ampliación del sistema político y, por otro, como poder absoluto movilizado a favor del imperialismo, o contra él.

Los populismos tienden a transformarse en populismos revolucionarios, no en revoluciones populares, que no hacen más que conducir a una afirmación cada vez más central del poder del Estado. Los movimientos revolucionarios se definían como progresistas, es decir, que luchaban contra el pasado, y al mismo tiempo, contra los dueños de la tierra, las empresas, y el Estado. Unificaban la lucha de clases, respetaban las libertades individuales y colectivas. A diferencia de estas revoluciones, los populismos revolucionarios latinoamericanos son orientados a la vez hacia el porvenir y hacia el pasado.

En Argentina, el núcleo organizado del nacionalismo populista surgió en un pequeño grupo de la juventud radical, cuando intentó eliminar la influencia de Marcelo T. de Alvear en la conducción del partido. En 1935, se fundó a Fuerza de la Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA), desde donde atacaron a las oligarquías y a los imperialismos, exigieron al restauración de la soberanía del pueblo y declararon que solamente FORJA representaba el verdadero radicalismo y, simultáneamente, el auténtico nacionalismo argentino. (3). FORJA apoyó con entusiasmo la política nacionalista que estaba llevando a cabo Cárdenas en México. Se relacionaban también con el APRA peruano, y con el nacionalista boliviano V.P. Estensoro. Principalmente, todos ellos criticaban las estructuras oligárquicas de la política latinoamericana, así como el imperialismo. “La tarea de FORJA es dirigir el pensamiento nacional hacia los hechos concretos y sus implicancias económicas, sociales y culturales propias”. (4) Para los populistas nacionalistas la escena debía centrarse en el concepto de “pueblo” (a diferencia del nacionalismo restaurador que prefería centrarse en las elites). El nacionalismo no debía limitarse a la lucha contra el comunismo y la anarquía, sino que debía atacar a todo aquel que monopolizara las fuentes de riqueza y buscara dominar a los pueblos. “La democracia es el único régimen político que asegura la paz, la dignidad humana y el progreso de los pueblos, repudia todos los imperialismos y no acepta la intromisión en nuestras instituciones nacionales de los extremismos de derecha o izquierda.” (5).

Por último, antes de ocuparnos del peronismo en su totalidad, veremos qué pasaba en el resto del mundo en los años peronistas (al menos hasta 1955).

En 1943 el mundo todavía estaba absorto en la Segunda Guerra Mundial. Francia, Inglaterra, Estados Unidos y Rusia, principalmente, se enfrentaban a la Alemania nazi de Hitler. En abril de 1945 fue capturado y asesinado Mussolini, y en mayo de ese mismo año se suicidó Hitler. Sin embargo, Japón no se había rendido aún, y Rusia seguía avanzando sobre sus territorios. Para impedir este avance, y finalizar de una vez por todas la guerra, Estados Unidos arrojaron bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, en lo que se podría considerar el primer episodio de la Guerra Fría, enfrentamiento sobre todo de ideologías entre Estados Unidos (capitalismo) y Rusia (comunismo) que dominaría la escena mundial hasta 1989.

En 1945, por otro lado, se formó la Organización de las Naciones Unidas, cuya finalidad era asegurar la paz mundial. Ese mismo año se iniciaron los juicios de Nuremberg. Además, poco después de terminada la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos lanzó el plan Marshall, para brindar ayuda económica a los países europeos. También comienza un período de “descolonización” para los países del Tercer Mundo, dependientes económicamente de sus antiguos Estados colonialistas.

En 1946, J.D. Perón asumió como presidente de la República Argentina, luego de que miles de obreros hubieran pedido su liberación de la isla Martín García, donde había estado preso al tener que renunciar a todos sus cargos por diferentes presiones. Pero al llegar al poder, Perón comenzó con su política que acercaba a los trabajadores al Estado, que en realidad ya venía poniendo en práctica desde que trabajaba en la Secretaría de Trabajo y Previsión, tomando diferentes medidas tales como la creación de Tribunales de Trabajo, la ley de despidos, el establecimiento del seguro social y la jubilación, etc. Sin embargo, al mismo tiempo se encontró con varios sectores que no estaban de acuerdo con sus políticas. Por ejemplo, los sectores representados por la Sociedad Rural Argentina consideraban que el proyecto de desarrollo industrial que proponía iba en contra de sus intereses. Por otro lado, se veían afectados por las relaciones entre peones y patrones (a través del Estatuto del Peón). Así, tanto la SRA como diferentes actores militares industrialistas, entre otros, fueron formando una alianza social y política en contra de la figura de Perón. Así se formó la Unión Democrática, representando a la UCR, el Partido Demócrata Progresista, el Partido Socialista, el Partido Comunista, entre otras fuerzas conservadoras.

Al comenzar el gobierno de Perón, la mayoría de los católicos apoyaron al mismo, pero con el paso del tiempo, el peronismo fue adquiriendo un tono marcadamente cristiano, diferenciándose del catolicismo y su institución, especialmente 1950, cuando, por ejemplo, cambió de actitud oficial hacia otras religiones. Perón acusaba a los sectores de no comprender la revolución nacional que el peronismo encarnaba, y de ir en contra de los intereses del pueblo.

En torno a la figura de Perón, y sin hacer caso a las acusaciones de fascismo provenientes de los antiperonistas, la clase obrera industrial fue formando otra alianza social, el Partido Laborista. Perón era presentado como el representante de los trabajadores, de la justicia social, como el defensor de los intereses nacionales, frente al imperialismo norteamericano. El partido, sindicalizado masivamente, influía cada vez más sobre el Estado, aunque no sin conflictos, especialmente huelgas. A pesar de que la mayoría fueron contra los empresarios, significaron una fuerte presión sobre el Estado. Por eso, una vez que asumió como presidente, al ver tanto en el Partido Laborista como en la CGT una amenaza, Perón disolvió el primero (formando el Partido Peronista con los gremios que lo habían ayudado en su postulación), y destituyó al Secretario General de la segunda.

En ocasiones, el Estado intentó subordinar las organizaciones sindicales, limitando su accionar independiente, dejando al frente de los gremios, muchas veces, sólo a los más dóciles, por lo que se dice que hubo una tendencia a la burocratización de la actividad sindical. Sin embargo, en muchas ocasiones las organizaciones obreras demostraron que no estaban dispuestas a perder por completo su capacidad de decisión política autónoma.

Diferentes característica,s como las concentraciones públicas o la ya nombrada participación política directa de los sectores populares, puede definir al gobierno Perón como “democracia de masas”. La cultura de los sectores populares fue adquiriendo un carácter nacional, dejando atrás el predominio de la inmigración, que cesó también en parte por la Segunda Guerra Mundial.

Por otro lado, los sectores medios, si bien muchos se habían beneficiado por el proceso de expansión de consumo de los sectores populares urbanos, tenían una percepción negativa del peronismo. Fundamentalmente, veían amenazadas sus posiciones de privilegio debido a la participación masiva de los trabajadores que crecía cada vez más.

La integración de los sectores populares al consumo y a cierto nieles de bienestar, bajando de esta forma la conflictividad social incluye al estado peronista dentro de la corriente política mundial de posguerra denominada “Estado Benefactor”.

La política social del peronismo fue llevada a cabo a través de las instituciones del Estado, el cual trabajo en pos de los sectores sociales asalariados y menos favorecidos de la población. La accion social atendió la redistribución del ingreso por medio del salario indirecto, la extensión de la red de seguridad social y la educación ,y la atención materno infantil. Mientras tanto, María Eva Duarte llevaba a cabo una fuerte política social, con una intensa actividad pública y apoyada por los sectores sindicales. Evita creó una fundación, mediante la cual estableció un contacto personal directo con los sectores sociales más necesitados. Además, alentó la inclusión de las mujeres al voto, que finalmente se incorporaron en 1947.

En los artículos del Estatuto Orgánico del Partido Peronista queda plasmado que el Gral. Perón en su carácter de jefe supremo del peronismo, podía modificar o anular decisiones de las autoridades partidarias, como así también inspeccionarlas, intervenirlas o sustituirlas.

Un ejemplo de esto es la reforma constitucional que se lleva a cabo en 1949, mediante la cual quería legalizar una economía de tipo social, en contra del liberalismo y el abuso de la gran propiedad.

Adhirió en ella también importantes cambios para los trabajadores, como el derecho de trabajar, el derecho a una retribución justa, a condiciones dignas de trabajo, al bienestar, a la seguridad social, etc.

La reforma más difundida sin embargo fue la que le permitía la reelección, sin período intermedio, gracias a la cual pudo volver a postularse y gobernar hasta 1955.

A pesar de que en 1944 la política económica en Argentina era liberal, se empezó a ver de forma positiva un cierto proteccionismo estatal. Un sector de la burguesía industrial se alió con la clase obrera y con algunos sectores organizados de los grupos medios, definiendo un proyecto político a través del peronismo. En un discurso en noviembre de 1944, Perón expresa los objetivos de su política económica:

La República Argentina produce en estos momentos el doble de lo que consume; es decir, la mitad de lo que se produce sale al exterior. […] Cuando ya no sea posible exportar, si consumimos sólo el 50%, ¿cuál será la situación de nuestra industria, de nuestra producción? […] No habrá otro remedio que aumentar el consumo. Y el consumo, en una circunstancia tan extraordinaria como a que se nos va a presentar, solamente podrá aumentarse elevando los suedos y salarios para que cada uno pueda consumir mucho más de lo que consume cautamente y permitiendo que cada industrial, cada fabricante, cada comerciante, pueda, a su vez, producir lo mismo que hoy sin verse obligado a parar las máquinas y a despedir a sus obreros”. (6)

Aquí se ve el pasaje de una industrialización espontánea a una industrialización planificada desde el Estado, que redistribuya el ingreso, estimule la producción regional, controle las importaciones, aumente el empleo del sector público, consolide la urbanización y, en general, pueda, a través de estas y otras medidas, ampliar el mercado interno. Progresivamente, desde ser elegido como presidente en 1946 (por el 52% de los votos), el gobierno peronista se fue consolidando como un actor político con objetivos propios.

En lo económico, el período que fue entre 1946 y 1948 fue una época que se caracterizó por el proceso redistributivo a favor de los trabajadores, con el objetivo de consolidar un nuevo orden social. Para esto Perón se basó principalmente en el modelo keynesiano. Quizás debido a las urgentes demandas sociales, el proyecto careció de una estrategia de crecimiento a largo plazo durante los primeros años de gobierno.

Sus principales objetivos se vieron reflejados en el primer Plan Quinquenal, el cual fue presentado en un discurso en 1946, se puso en práctica en 1947 y duró hasta 1951. A través del plan Quinquenal y de diferentes medidas tomadas a lo largo de su gobierno, tales como el aumento del gasto socia en áreas como ecuación, salud y vivienda, Perón se ocupó de de era incentivar el desarrollo de la industria, creando al mismo tiempo bases para una redistribución de la riqueza a favor de los asalariados, aumentando el nivel de empleo, elevando el poder adquisitivo de los salarios y mejorando las condiciones de vida de los trabajadores. Según el discurso del presidente en 1946, “para aumentar nuestras conquistas sociales necesitamos aumentar la riqueza y aumentar el trabajo. Nuestro plan considera, en esta etapa, multiplicar nuestra riqueza y repartirla convenientemente; y con ello, las nuevas conquistas sociales han de salir de nuestro propio trabajo, sin perjudicar a nadie. […] Debemos producir e doble; multiplicarlo por cuatro mediante una buena industrialización, distribuir equitativamente la riqueza, y aumentar el estándar de vida de nuestras poblaciones hambrientas, […] y habremos solucionado con ello una de las cuestiones más importantes: la estabilidad social.” (7)

Principalmente, el Estado peronista se propuso profundizar el proceso de sustitución de importaciones de manufacturas industriales. Para esto, fomentó el desarrollo de la rama metalmecánica y metalúrgica liviana. Estas industrias orientaron su oferta al mercado interno. Y la expansión de dicho estado, en general, podía ser garantizada únicamente por un aumento real de los salarios, de la capacidad de compra de los asalariados, y, de esta manera, un aumento de trabajadores con condiciones de gastar su salario. Para esto, se llevaron a cabo construcciones de viviendas, hospitales y escuelas, con el fin de satisfacer las necesidades básicas de diferentes sectores de la población sin que estos invirtieran una parte de su salario en dichas obras.

Así, la población aumentó sus ingresos, y podía gastar los mismos en productos industriales, y el incremento de las ventas estimulaba a los empresarios a realizar nuevas inversiones. El sector privado y el Estado generaban empleo y las obras públicas convertían al Estado en un consumidor importante.

Por otra parte, el Estado invirtió también en obras de infraestructura, y se ocupó de nacionalizar importantes sectores de la economía (como los ferrocarriles, los teléfonos, el gas, etc.). Además, fijó precios máximos para los artículos de necesidades básicas y controló el valor de los alquileres, entre otras cosas.

Debido a la expansión de la producción y, como consecuencia, del consumo, se escondieron las debilidades del modelo, que de todas maneras fueron apareciendo progresivamente a través de los años. La política económica peronista tendía a impedir a destrucción de a industria nacional surgida durante la guerra, a través del proteccionismo y a controlar factores clave de la actividad económica. Sin embargo, a lo largo de los gobiernos, fue creciendo la dependencia de los insumos importados. Para hacer frente a estas importaciones se necesitó un fuerte volumen de divisas. Para esto, el Estado derivó partes de las exportaciones de a burguesía agraria al sostenimiento del sector industrial. Pero en esta intervención queda a la vista otra de las debilidades del gobierno, principalmente porque dicha burguesía no participaba de la alianza social que apoyaba al peronismo. Por otra parte, el proteccionismo del Estado se dirigió a algunas industrias cuyas producciones eran de baja calidad, que no tenían posibilidades de competir con industrias del exterior, debido a la obvia diferencia tecnológica.

El segundo Plan Quinquenal, en 1952, si hizo hincapié en fomentar las inversiones de Estados extranjeros. Las principales medidas fueron aumentar las inversiones externas, el crecimiento de la industria pesada, quitar la mayor parte de los subsidios y créditos industriales, entre otras. Quedaron a cargo del Estado las tareas de venta de los saldos exportables de la producción nacional y de compra de los combustibles, materias primas y bienes de capital que requiriera el desarrollo agropecuario, industrial y minero del país.

Para terminar de entender lo que estuvimos explicando en estas páginas, es una buena idea comparar el populismo de Argentina con el de Brasil, que se centró en la figura de Getulio Vargas. El movimiento en Brasil, al igual que el de Argentina, obtuvo el apoyo principalmente de los obreros industriales. El respaldo obrero fue frecuente, en general, en los países periféricos y dependientes. Tanto el “peronismo” como el “varguismo”, debieron su régimen autoritario a la rápida industrialización que tuvo lugar luego de 1930, cuando la clase trabajadora se encontraba mal organizada en diferentes sindicatos y partidos. Por eso, cuando se interesaron por participar en área política fue principalmente buscando ventajas económicas y un sentimiento de pertenencia a un grupo primario, de participación afectiva en un orden social.

Ambos modelos se caracterizan por la división entre “viejos” y “nuevos” obreros. El primer grupo estaría constituido por aquellos trabajadores, en su mayoría de origen europeo, formados a través de una larga experiencia dentro de la disciplina del trabajo industrial, y el segundo, en cambio, no sólo para el ámbito de la empresa industrial sino también para la vida urbana, pues se trataría, en su enorme mayoría, de migrantes provenientes de las zonas campesinas más atrasadas. (8)

Los “obreros viejos” tenían definido un marco normativo estable, y gracias a eso tenían definidos sus intereses específicos, mientras que los “obreros nuevos” no eran capaces de reclamar autonomía propia.

Ambos modelos, a su vez, tienen coincidencias en la relación con el trabajo industrial. Aquí también se marcan diferencias entre los “nuevos” y “viejos” obreros. Los nuevos aparecían menos calificados que los nuevos, ya que tenían menos experiencia, y, además, diferentes tipos. Los viejos obtuvieron su calificación dentro de un sistema parecido al del típico productor artesanal, mientras que los nuevos se especializaban primordialmente como “apéndice de la máquina”. Por otra parte, los obreros nuevos eran agrarios muy recientes, habituados a una tarea rutinaria, mientras que en términos de estabilidad, los viejos aparecen más fijados en un oficio y en una empresa.

La entrada al mercado de los nuevos se haría en un momento en que se encuentra más desarrollado el consumo de masas, con mayor participación en esa área de distintos estratos sociales. La experiencia de los viejos en ese aspecto habría sido la de su segregación como consumidores o, quizás, la de un ascenso gradual. (9)

Una diferencia entre los dos modelos es con respecto a un “momento inicial” en el populismo, o un momento previo entre el desarrollo económico y participación, algo que resulta decisivo para ciertos movimientos populistas, en especial en Argentina. En el caso brasileño se nota una continuidad, mientras que en el caso argentino se nota un período previo, que se puede ubicar en la década del 30 e incluso en los primeros años de la del 40 (como ya nombramos anteriormente, los inicios de la FORJA). Volviendo a referirnos a los obreros viejos y nuevos, los primeros tuvieron un importante papel en el surgimiento del peronismo. En este caso se enfatiza, además, la etapa de pobreza y de desorganización.

A partir de todos los textos que leímos creemos que es difícil para los historiadores tomar una posición neutral al hablar de Perón y sus gobiernos, por lo que también se nos hizo difícil a nosotras citar objetivamente, no porque tengamos un punto de vista necesariamente, sino porque es complicado tomar solamente la información dejando de lado las opiniones de los autores. Sin embargo, intentamos hacer el trabajo remitiéndonos a los datos, y a los hechos. Para finalizar, creemos que a Perón se le pueden criticar muchas cosas, se le pueden alabar muchas otras, se puede estar de acuerdo o no con él y con sus ideales y su manera de llevarlos a cabo, pero es indiscutible que con sus modelos políticos, económicos y sociales marcó una época, para bien o para mal (si hacemos tanto hincapié en remarcar que cada uno puede tomar la posición que quiera con respecto a sus acciones es solamente porque elegimos hacer, o intentar hacer, un trabajo objetivo), y aunque luego volvió en 1973, la década que analizamos es la más importante de sus diferentes gobiernos, sobre todo porque permitió la incorporación de los trabajadores a la escena política, algo que sigue vigente hasta hoy, así como otras medidas que tomó en estos 10 años también tuvieron gran influencia, y la siguen teniendo hasta el día de hoy.

  • María Moira Mackinnon, Mario Alberto Petrone (comp.); Populismo y neopopulismo en América Latina - El problema de la Cenicienta; Argentina; Eudeba; 1998; Las políticas nacional-populares, Alain Touraine; p. 330-331

  • Op. Cit., p. 333

  • Cristián Buchrucker; Nacionalismo y Peronismo - La Argentina en la crisis ideológica mundial (1927-1955); Buenos Aires, Argentina; Sudamericana; 1999; p. 260.

  • Op. Cit., p. 262.

  • Op. Cit., p. 269.

  • H. Recalde, T. Eggers - Brass; Historia III -Argentina dentro del contexto latinoamericano y mundial (1810 - 1995); Buenos Aires; Mapu; 1996; Cap. VIII - El proyecto Peronista (1943 - 1955); p.221

  • M. Alonso, E. Elisalde, E. Vazquez; Historia: La Argentina del siglo XX; Buenos Aires; Aique; 1998; El Proyecto de Perón: Desarrollo de la Industria Nacional y Armonía de Clases; p. 58.

  • Miguel Murmis, Juan Carlos Portantiero; Estudios sobre los orígenes del peronismo; Argentina; Siglo XXI editores; 1984; Heterogeneidad obrera y nacionalismo popular; p. 60.

  • Op. Cit., p.69

  • BIBLIOGRAFÍA

    • Cristián Buchrucker; Nacionalismo y Peronismo - La Argentina en la crisis ideológica mundial (1927-1955); Buenos Aires, Argentina; Sudamericana; 1999

    • H. Recalde, T. Eggers - Brass; Historia III -Argentina dentro del contexto latinoamericano y mundial (1810 - 1995); Buenos Aires; Mapu; 1996

    • M. Alonso, E. Elisalde, E. Vazquez; Historia: La Argentina del siglo XX; Buenos Aires; Aique; 1998

    • Miguel Murmis, Juan Carlos Portantiero; Estudios sobre los orígenes del peronismo; Argentina; Siglo XXI editores; 1984

    • Daniel James; Resistencia e Integración: el peronismo y la clase trabajadora; Buenos Aires; Siglo XXI editores; 1976

    • Félix Luna; Perón y su tiempo - la Argentina era una fiesta (1946 - 1949); Buenos Aires; Sudamericana; 1985

    • Félix Luna; Perón y su tiempo - II La comunidad organizada (1950 - 1952); Buenos Aires; Sudamericana; 1986

    • Félix Luna; Perón y su tiempo - II El régimen exhausto (1953 - 1955); Buenos Aires; Sudamericana; 1986

    • María Moira Mackinnon, Mario Alberto Petrone (comp.); Populismo y neopopulismo en América Latina - El problema de la Cenicienta; Argentina; Eudeba; 1998




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    Enviado por:KarMcFly
    Idioma: castellano
    País: Argentina

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