Es la historia de José Fouché, genio político de la Revolución Francesa. En su vida llega a tener mucho poder gracias a que estando en el monasterio aprendió el arte de callar, la ciencia de ocultarse a sí mismo, la maestría para observar y conocer el corazón humano. Este hombre llega a dominar hasta en los momentos de mayor pasión en su vida hasta el último músculo de su cara. Es imposible percibir una agitación de ira, de amargura, de emoción en su faz inmóvil, como emparedada en silencio. Con la misma voz apacible puede pronunciar lo alegre como lo terrible. Todo esto se debe a su disciplina aprendida en el Convento.
Fouché va de pequeño y pálido hijo de mercader triste y tonsurado profesor de seminarios. Luego, la pugna hacia arriba: tribuno del pueblo y procónsul, duque de Otranto al servicio de un Emperador, y, al fin, arbitro y señor de Francia. Una generación de inmortales se derrumbó en torno suyo: Mirabeau, muerto; Marat, asesinado; Robespierre, Desmoulins, Danton, guillotinados; su compañero del consulado Collot, desterrado a los penales infectos de Guayana; Lafayette, eliminado; todos sus camaradas de la Revolución desaparecieron; mientras él decide ahora en Francia, elegido libremente por la confianza de la Cámara, huye Napoleón, el señor del mundo, en pobre disfraz, con pasaporte falso, como secretario de un pequeño general, hacia la costa. Toda la gloriosa generación de este momento único de la Historia se hunde implacablemente mientras él, sólo, asciende con su paciencia tenaz, con su actividad de zapa, en la sombra.
José Fouché fue desterrado cuatro veces. La primera se le mueren los dos primeros hijos, en el tercero su compañera a la cual amaba profundamente a pesar de su fealdad. Esto deja una herida muy grande en el corazón de Fouché.
Otro de los secretos de Fouché a parte del dominio de sí mismo, es el que simpre está con la mayoría. Así pasa de las filas de los jacibinos a los girondinos constantemente. Hasta llegó a ser presidente de los jacobinos cuando aún gobernaba Robespierre. Estos cambios audaces, este pasarse osadamente, en pleno día, al campo contrario, estas fugas en pos del vencedor, son el secreto de Fouché, en la lucha de la que sólo asía ha podido salir con vida. Según sople el viento puede sacar una prueba de inflexibilidad o de humanidad. Pero siempre estará con la mayoría. El dice: no decidirse definitivamente mientras no esté decidida la victoria.
Fouché fue espía (y para estos negocios él es el hombre ideal), primero de Barras (que levanta a Fouché en sus momentos de mayor miseria) y luego sin el menor agradecimiento Fouché se pasa con el enemigo que es Napoleón. Aunque después también traiciona a Napoleón en su afán de llegar al poder. Le brinda información de Napoleón al rey Luis XVIII para que pueda volver a ocupar su trono.
Cuando Fouché debe luchar por el poder y la vida es cuando desarrolla fuerzas asombrosas. Su método para que la gente haga lo que quiere es sembrar entre todos el terror y la desconfianza, no se puede confiar en nadie. Este es un juego peligroso debido a su fragilidad, pero Fouché lo sabe manejar muy bien.
Algo que él sabe, es que contra los hombres hay que luchar, a los charlatanes se les derriba con un gesto.
Fouché siempre está bien enterado, tiene oídos en toda Francia, y debido a esto y a que sabe dar un panorama exacto de la situación en el país, es por lo que se vuelve hombre indispensable para Napoleón y para Luis XVIII a pesar de que lo odiaban tanto.
Muere en 1820 y pide a su hijo que queme todas sus cartas, tal vez éstas contenían cosas comprometedoras acerca de enemigos, pero eso nadie lo sabrá.