Filosofía y Ciencia
Jean Paul Sartre
JEAN PAUL SARTRE
SIGNIFICADO DE LOS SIGUIENTES TÉRMINOS, EXPRESIONES Y ENUNCIADOS.
TÉRMINOS.
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Angustia:
Este término lo enuncia Sartre al decir que el hombre es angustia, esto lo dice porque para él es como definir al hombre por el compromiso de su acción. El hombre no “sufre” la angustia, ni siquiera la “padece”, sino que “es angustia”.
La angustia para Sartre no es algo que venga al hombre desde el exterior, este es el sentido del “sufrir” y del “padecer”, sino que surge desde su interioridad, de la posibilidad de su acción. En este sentido la angustia se diferencia claramente del “miedo”. Se “sufre” y “padece” el miedo y “se es” angustia.
El miedo es siempre algo exterior, la angustia, en cambio, es inmanente y es la consecuencia de tener que elegir, es la consecuencia de mi íntima responsabilidad porque no puedo dejar de obrar.
La angustia, podemos decir, es el precio de la libertad, es su amargura, la tremenda amargura de la libertad: la de encontrarse sólo, ante sí, y tener que decidir sin recurrir a ninguna norma, a nadie ni a nada ajeno a mí, pues yo soy el único legislador.
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Existencialismo:
Sartre define el “existencialismo” como “esa doctrina que hace la vida humana posible y que declara que toda verdad y toda acción implican un medio y una subjetividad humana”. Con ello quiere decirnos que “no hay naturaleza humana” y ni tan siquiera una condición humana, y que en el hombre, la existencia precede y determina a la esencia.
El hombre no es definible a priori. No hay una realidad “hombre” sino que “sólo hay hombres y relaciones reales entre los hombres”.
El hombre no es aquello concreto hacia lo que se va, el hombre es “lo concreto” de lo que se parte.
De su indefinición se deduce la negatividad de la realidad humana. El hombre no es, sino que proyecta ser. El hombre, en Sartre, se defina más como proyecto que como ser y, ello, constituye el “primer principio del existencialismo”. El ser propio del hombre radica en el no- ser.
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Cosificar:
Para Sartre cosificar es objetivar y esto último es una de las formas de coacción de la acción del otro, de su elección, del ejercicio de su libertad de forma que lo instalamos en el orden del “ser- en- sí”. Pues, para Sartre, ser- mirado, que es la más completa expresión de esa dialéctica de la cosificación, es no ser para- mí sino como pura remisión al otro. Ante la mirada del otro reconozco mi “esclavitud” en tanto que me despeja de mi transcendencia, de mis posibilidades.
Mi libertad queda estrangulada y mi ser se aliena al ser un ser que “es visto por otro”. Sentirse mirado, sentir la mirada del otro, es experimentar que dejo de ser dueño de la situación, porque hay otra libertad que la mía que le hace frente haciendo de mí un instrumento entre los instrumentos.
Pero es justo esa posibilidad de sometimiento al otro, lo que promociona mi reacción cosificadora sobre el otro y, de esta manera el enfrentamiento, la lucha, aparece como el sentido originario del “ser- para- el- otro”. De ahí su espeluznante expresión: “el infierno son los demás”.
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Ser en sí y ser para sí:
Con la consideración del hombre como “no ser”, en tanto que “proyecto”, nos encontramos con la primera gran distinción de Sartre, base de su ontología: la distinción entre “ser en sí” y “ser para sí”.
Si el “ser en sí” es simplemente “lo que es”, sin relación alguna y que por otro lado, “está de más para toda la eternidad”, el “ser para sí” es lo relacionable, lo histórico. Es lo que “puede ser más” porque está permanentemente dejando de ser, porque está, permanentemente, haciéndose, viviéndose al tiempo que vive.
Si el “ser para sí” es dinamismo, acción, proyecto, el “ser en sí”, en tanto que “ya no puede ser más”. Simplemente “es”, sin un marco de referencia. Por eso, puede decir Sartre que está de más para toda la eternidad.
No obstante, este “ser en sí”, en tanto que realidad positiva y cerrada, constituye el horizonte del “ser para sí”.
Sartre dice que el “ser en sí” es “para la conciencia” como lo lleno es, siempre, el punto de referencia de lo vacío. De ahí que el ser sea el horizonte de la nada. Esto es el fiel reflejo de la dialéctica entre el “ser y la nada”.
Sartre afirma que el “ser en sí” “está lleno de sí mismo” confirma la idea de que éste es, la referencia, por su plenitud, de aquello cuya característica fundamental es la de “no ser”, de lo vacío, o, de la nada, la conciencia, cuyo objetivo no es otro que “ser aquello que no es”.
Por esta razón, no hay nada con anterioridad al proyecto y la existencia, es decir, el proyecto de ser, es lo que precede y determina la esencia, el ser del hombre. El hombre será lo que haya proyectado ser y, de ahí, la responsabilidad humana.
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Intersubjetividad:
La subjetividad sólo se reconoce en el marco de la intersubjetividad. La subjetividad que nosotros alcanzamos a titulo de verdad, nos ha dicho, no es una subjetividad rigurosamente individual, pues el cogito no sólo se descubre a sí mismo, sino también a los otros. El “yo” no es posible sin el “tú”.
De esta manera, para obtener una verdad cualquiera sobre mi es necesario pasar por el otro. El otro, de esta forma, hace su aparición como realidad indispensable para mi propia existencia.
El descubrimiento de mi intimidad me descubre, al mismo tiempo, al otro como una libertad puesta frente a mí y que no piensa y no quiere más que para mí o contra mí. Con esto, descubrimos la intersubjetividad, y será, precisamente en el mundo intersubjetivo, donde el hombre decida lo que él es y lo que son los demás.
El hombre podrá nacer esclavo o libre, pero lo que no podrá obviar nunca es el “ser en el mundo”. Y, “ser en el mundo” es entre otras maneras, “ser entre” o “con otros” o “ante otros”.
Pero de entre esas formas de “ser en el mundo”. Sartre sólo contempla una, la de “ser ante el otro” en el sentido de “enfrentado al otro” en la doble cara de dominio o sumisión. De ahí el conflicto de libertades.
EXPRESIONES.
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El existencialismo es un humanismo.
El hombre es el marco de una lucha permanente que, en el ejercicio de su libertad, experimenta el precio de la misma: la soledad.
Pues bien, es esa lucha permanente la cifra del humanismo existencialista. Humanismo que se distingue, según Sartre, de ese humanismo absurdo que toma al hombre como fin y como valor superior.
El humanismo existencial propugnado por Sartre es aquel que no tomando como fin al hombre lo considera como aquello que está constantemente fuera de sí mismo, trascendiéndose en el marco del único universo posible: el universo de la subjetividad humana puesto que, muerto Dios, sólo el hombre es el legislador y creador de valores. Ese humanismo existencialista no es otra cosa que un esfuerzo por sacar todas las consecuencias de una posición atea coherente que no busca hundir al hombre en la desesperación.
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La existencia precede a la esencia.
Sartre define el “existencialismo” como “esa doctrina que hace la vida humana posible y que declara que toda verdad y toda acción implican un medio y una subjetividad humana”. Con ello quiere decirnos que “no hay naturaleza humana” y ni tan siquiera una condición humana, y que en el hombre, la existencia precede y determina a la esencia.
El hombre no es definible a priori. No hay una realidad “hombre” sino que “sólo hay hombres y relaciones reales entre los hombres”.
El hombre no es aquello concreto hacia lo que se va, el hombre es “lo concreto” de lo que se parte.
De su indefinición se deduce la negatividad de la realidad humana. El hombre no es, sino que proyecta ser.
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No hay naturaleza humana:
El hombre no es aquello concreto hacia lo que se va, el hombre es lo concreto, de lo que se parte y lo concreto en lo que se permanece. Por la indefinición de la naturaleza humana se proclama su negación y por lo tanto su inexistencia.
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Debo comprometerme:
La filosofía de Sartre es una filosofía de lo concreto y eso concreto no es otra cosa que el hombre haciéndose en su situación. A eso es a lo que Sartre denomina, propiamente, subjetividad.
Lo subjetivo no es, propia y exclusivamente lo pensado, sino también lo actuado. El “yo pienso” amplía con el “yo actúo”, con el “yo puedo” en el marco de una situación. Hay en Sartre un compromiso real entre el pensar y la realización de lo pensado. Y a ese compromiso de la acción es a lo que Sartre llama “humanismo y praxis existencialista”.
ENUNCIADOS.
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“El hombre no es otra cosa que lo que se hace”.
El hombre no es aquello concreto hacia lo que se va, el hombre es “lo concreto” de lo que se parte.
De su indefinición se deduce la negatividad de la realidad humana. El hombre no es, sino que proyecta ser. El hombre, en Sartre, se defina más como proyecto que como ser y, ello, constituye el “primer principio del existencialismo”. El ser propio del hombre radica en el no- ser.
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“El hombre está condenado a ser libre”.
El hombre es libre durante su vida ya que él puede decidir lo que hacer sin más aunque tenga unas opresiones socioculturales muy grandes. Esa libertad le lleva a tener una responsabilidad que le lleva a la angustia.
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“Vivir es elegir”.
Según Sartre el hombre está condenado a ser libre y en esa libertad nos vemos sometidos a diversos compromisos en los que debemos enfrentarnos solos y decidir lo que vamos a hacer.
Enfrentarse ante sí mismo, ante nuestra propia responsabilidad, hace aflorar toda una serie de consecuencias morales a raíz de la posibilidad de adopción de un doble comportamiento: el de la “mala fe” o el de la autenticidad existencial. Con otras palabras la configuración de una existencia in- auténtica o auténtica.
La angustia constituye el modo de ser propio de la conciencia, del hombre. Pero es evidente que, ante la angustia, puedo adoptar conductas de huida. Estas las llama “conductas de mala fe” y son la expresión de una existencia inauténtica, expresión de una existencia comprometida.
La “mala fe”, es una mentira, pero no es una mentira a secas. La mentira, a secas, es una conducta de trascendencia, es decir, miento a alguien cuando le oculto la verdad que yo sé.
Al ser una conducta de trascendencia, la mentira puede entrar en el marco de una estrategia ante el otro, y podrá ser utilizada en beneficio propio en el ámbito de mis relaciones con el otro como afirmación de mi subjetividad. Hay, pues, una validez estratégica de la mentira, a secas.
La “mala fe” es, una mentira a sí mismo, una ocultación consciente de mi propio ser en libertad y que se expresa en la presentación de “excusas” como determinaciones de mi acción de forma que la justifiquen y tratar, con ello, de eludir la propia responsabilidad.
Para Sartre, los recursos a una norma moral ajena a mi imposición, a una fuerte pasión impulsora de mi acción, el recurso a esas “fuerzas mayores” que determinan mi acción, son y constituyen una conducta de huida a la responsabilidad de que soy yo quien elijo ser y cómo ser. Tal conducta de huida no es otra, que un acto de cobardía. Todo hombre que se refugia tras la excusa de sus pasiones, es un hombre de mal fe.
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“El hombre está continuamente fuera de sí”.
El humanismo existencial propugnado por Sartre es aquel que no tomando como fin al hombre lo considera como aquello que está constantemente fuera de sí mismo, trascendiéndose en el marco del único universo posible: el universo de la subjetividad humana puesto que, muerto Dios, sólo el hombre es el legislador y creador de valores. Ese humanismo existencialista no es otra cosa que un esfuerzo por sacar todas las consecuencias de una posición atea coherente que no busca hundir al hombre en la desesperación.
TEMA DE COMPOSICIÓN: “EL EXISTENCIALISMO EN SARTRE”.
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Sentido del hombre en el existencialismo de Sartre.
El hombre como no- ser.
Sartre define el “existencialismo” como “esa doctrina que hace la vida humana posible y que declara que toda verdad y toda acción implican un medio y una subjetividad humana”. Con ello quiere decirnos que “no hay naturaleza humana” y ni tan siquiera una condición humana, y que en el hombre, la existencia precede y determina a la esencia.
El hombre no es definible a priori. No hay una realidad “hombre” sino que “sólo hay hombres y relaciones reales entre los hombres”.
El hombre no es aquello concreto hacia lo que se va, el hombre es “lo concreto” de lo que se parte.
De su indefinición se deduce la negatividad de la realidad humana. El hombre no es, sino que proyecta ser. El hombre, en Sartre, se defina más como proyecto que como ser y, ello, constituye el “primer principio del existencialismo”. El ser propio del hombre radica en el no- ser.
Distinción entre ser en sí y ser para sí.
Con la consideración del hombre como “no ser”, en tanto que “proyecto”, nos encontramos con la primera gran distinción de Sartre, base de su ontología: la distinción entre “ser en sí” y “ser para sí”.
Si el “ser en sí” es simplemente “lo que es”, sin relación alguna y que por otro lado, “está de más para toda la eternidad”, el “ser para sí” es lo relacionable, lo histórico. Es lo que “puede ser más” porque está permanentemente dejando de ser, porque está, permanentemente, haciéndose, viviéndose al tiempo que vive.
Si el “ser para sí” es dinamismo, acción, proyecto, el “ser en sí”, en tanto que “ya no puede ser más”. Simplemente “es”, sin un marco de referencia. Por eso, puede decir Sartre que está de más para toda la eternidad.
No obstante, este “ser en sí”, en tanto que realidad positiva y cerrada, constituye el horizonte del “ser para sí”.
Sartre dice que el “ser en sí” es “para la conciencia” como lo lleno es, siempre, el punto de referencia de lo vacío. De ahí que el ser sea el horizonte de la nada. Esto es el fiel reflejo de la dialéctica entre el “ser y la nada”.
Sartre afirma que el “ser en sí” “está lleno de sí mismo” confirma la idea de que éste es, la referencia, por su plenitud, de aquello cuya característica fundamental es la de “no ser”, de lo vacío, o, de la nada, la conciencia, cuyo objetivo no es otro que “ser aquello que no es”.
Por esta razón, no hay nada con anterioridad al proyecto y la existencia, es decir, el proyecto de ser, es lo que precede y determina la esencia, el ser del hombre. El hombre será lo que haya proyectado ser y, de ahí, la responsabilidad humana.
La responsabilidad humana y el sentido de la libertad.
Al poner el acento en la responsabilidad, pone en primer plano la imposibilidad, para el hombre de superar su propia subjetividad humana. La responsabilidad lo es del hombre para sí mismo y, de ahí, su condición de responsabilidad histórica.
Pero, hace aflorar el tema de la “definición” de la acción humana como el ejercicio de la libertad. El ejercicio pleno de la libertad que es la condena humana y lo que produce su angustia. Es la configuración del hombre, del “ser para sí” como angustia, libertad y nada, como permanente proyecto.
El hombre como angustia.
El hombre no “sufre” la angustia, ni siquiera la “padece”, sino que “es angustia”.
La angustia para Sartre no es algo que venga al hombre desde el exterior, este es el sentido del “sufrir” y del “padecer”, sino que surge desde su interioridad, de la posibilidad de su acción. En este sentido la angustia se diferencia claramente del “miedo”. Se “sufre” y “padece” el miedo y “se es” angustia.
El miedo es siempre algo exterior, la angustia, en cambio, es inmanente y es la consecuencia de tener que elegir, es la consecuencia de mi íntima responsabilidad porque no puedo dejar de obrar.
La angustia, podemos decir, es el precio de la libertad, es su amargura, la tremenda amargura de la libertad: la de encontrarse sólo, ante sí, y tener que decidir sin recurrir a ninguna norma, a nadie ni a nada ajeno a mí, pues yo soy el único legislador.
Las conductas de huida: la “mala fe”.
Enfrentarse ante sí mismo, ante nuestra propia responsabilidad, hace aflorar toda una serie de consecuencias morales a raíz de la posibilidad de adopción de un doble comportamiento: el de la “mala fe” o el de la autenticidad existencial. Con otras palabras la configuración de una existencia in- auténtica o auténtica.
La angustia constituye el modo de ser propio de la conciencia, del hombre. Pero es evidente que, ante la angustia, puedo adoptar conductas de huida. Estas las llama “conductas de mala fe” y son la expresión de una existencia inauténtica, expresión de una existencia comprometida.
La “mala fe”, es una mentira, pero no es una mentira a secas. La mentira, a secas, es una conducta de trascendencia, es decir, miento a alguien cuando le oculto la verdad que yo sé.
Al ser una conducta de trascendencia, la mentira puede entrar en el marco de una estrategia ante el otro, y podrá ser utilizada en beneficio propio en el ámbito de mis relaciones con el otro como afirmación de mi subjetividad. Hay, pues, una validez estratégica de la mentira, a secas.
La “mala fe” es, una mentira a sí mismo, una ocultación consciente de mi propio ser en libertad y que se expresa en la presentación de “excusas” como determinaciones de mi acción de forma que la justifiquen y tratar, con ello, de eludir la propia responsabilidad.
Para Sartre, los recursos a una norma moral ajena a mi imposición, a una fuerte pasión impulsora de mi acción, el recurso a esas “fuerzas mayores” que determinan mi acción, son y constituyen una conducta de huida a la responsabilidad de que soy yo quien elijo ser y cómo ser. Tal conducta de huida no es otra, que un acto de cobardía. Todo hombre que se refugia tras la excusa de sus pasiones, es un hombre de mal fe.
La autenticidad. La libertad.
Frente a la conducta de huida de sí mismo, de vida inauténtica, se alza la “buena fe” expresión de lo que considera la autenticidad existencialista.
Esta actitud no consiste en la conciencia de la libertad como único fundamento de todos los valores, porque sólo el hombre es el auténtico creador de valores. Ello es una consecuencia más de que la existencia precede a la esencia. La vida no tiene un sentido a priori, que antes de vivir la vida esta no tiene ningún sentido.
El sentido de la vida es algo que se da al vivirla y que le damos en el ámbito de nuestra elección en una situación concreta. Para Sartre la única ética posible sea la de una ética de la situación, una moral concreta, precisamente en nombre de una libertad a la que el hombre está condenado.
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El existencialismo como filosofía del sujeto.
La filosofía de Sartre es una filosofía de la subjetividad, pero no hay que confundirla con una teoría más o menos formalista de la subjetividad moviéndose en el ámbito de lo abstracto, del hombre abstracto, pues supondría romper en mil pedazos el principio fundamental del existencialismo, ya que supondría la afirmación de la naturaleza humana y por lo tanto la esencia precedería a la existencia.
La filosofía de Sartre es una filosofía de lo concreto y eso concreto no es otra cosa que el hombre haciéndose en su situación. A eso es a lo que Sartre denomina, propiamente, subjetividad.
Lo subjetivo no es, propia y exclusivamente lo pensado, sino también lo actuado. El “yo pienso” amplía con el “yo actúo”, con el “yo puedo” en el marco de una situación. Hay en Sartre un compromiso real entre el pensar y la realización de lo pensado. Y a ese compromiso de la acción es a lo que Sartre llama “humanismo y praxis existencialista”.
La subjetividad sólo se reconoce en el marco de la intersubjetividad. La subjetividad que nosotros alcanzamos a titulo de verdad, nos ha dicho, no es una subjetividad rigurosamente individual, pues él cogito no sólo se descubre a sí mismo, sino también a los otros. El “yo” no es posible sin el “tú”.
De esta manera, para obtener una verdad cualquiera sobre mi es necesario pasar por el otro. El otro, de esta forma, hace suu aparición como realidad indispensable para mi propia existencia.
El descubrimiento de mi intimidad me descubre, al mismo tiempo, al otro como una libertad puesta frente a mí y que no piensa y no quiere más que para mí o contra mí. Con esto, descubrimos la intersubjetividad, y será, precisamente en el mundo intersubjetivo, donde el hombre decida lo que él es y lo que son los demás.
El hombre podrá nacer esclavo o libre, pero lo que no podrá obviar nunca es el “ser en el mundo”. Y, “ser en el mundo” es entre otras maneras, “ser entre” o “con otros” o “ante otros”.
Pero de entre esas formas de “ser en el mundo”. Sartre sólo contempla una, la de “ser ante el otro” en el sentido de “enfrentado al otro” en la doble cara de dominio o sumisión. De ahí el conflicto de libertades.
El conflicto de libertades consiste en que para Sartre no hay así como una libertad en general, de la misma forma que no hay una naturaleza humana, sino que existe mi libertad ante la libertad de los otros. La relación entre estas libertades se concretiza en lo que llamamos dialéctica de cosificación.
Para Sartre cosificar es objetivar y esto último es una de las formas de coacción de la acción del otro, de su elección, del ejercicio de su libertad de forma que lo instalamos en el orden del “ser- en- sí”. Pues, para Sartre, ser- mirado, que es la más completa expresión de esa dialéctica de la cosificación, es no ser para- mí sino como pura remisión al otro. Ante la mirada del otro reconozco mi “esclavitud” en tanto que me despeja de mi transcendencia, de mis posibilidades.
Mi libertad queda estrangulada y mi ser se aliena al ser un ser que “es visto por otro”. Sentirse mirado, sentir la mirada del otro, es experimentar que dejo de ser dueño de la situación, porque hay otra libertad que la mía que le hace frente haciendo de mí un instrumento entre los instrumentos.
Pero es justo esa posibilidad de sometimiento al otro, lo que promociona mi reacción cosificadora sobre el otro y, de esta manera el enfrentamiento, la lucha, aparece como el sentido originario del “ser- para- el- otro”. De ahí su espeluznante expresión: “el infierno son los demás”.
Sartre se entretiene en analizar las relaciones conflictivas con el otro. Estas son de dos tipos, por un lado se encuentran aquellas a través de las cuales el hombre intenta asimilarse la libertad del otro. Proceso de atracción realizado a través de la conducta amorosa, el lenguaje y el masoquismo.
Pero estas conductas fracasan y ante este fracaso vuelvo mi mirada hacia el otro intentando, desde mi propia libertad, afrontar la libertad del otro. Con ello se hace aflorar el conflicto entre dos libertades. Conflicto que se tipifica en las conductas de indiferencia, de deseo, odio y sadismo. Por eso puede decir que la esencia de las relaciones entre las conciencias no es la del ser- con, sino la del conflicto, la de ser ante o frente al otro.
El hombre es el marco de una lucha permanente que, en el ejercicio de su libertad, experimenta el precio de la misma: la soledad.
Pues bien, es esa lucha permanente la cifra del humanismo existencialista. Humanismo que se distingue, según Sartre, de ese humanismo absurdo que toma al hombre como fin y como valor superior.
El humanismo existencial propugnado por Sartre es aquel que no tomando como fin al hombre lo considera como aquello que está constantemente fuera de sí mismo, trascendiéndose en el marco del único universo posible: el universo de la subjetividad humana puesto que, muerto Dios, sólo el hombre es el legislador y creador de valores. Ese humanismo existencialista no es otra cosa que un esfuerzo por sacar todas las consecuencias de una posición atea coherente que no busca hundir al hombre en la desesperación.
COMPARA LA NOCIÓN DE LIBERTAD EN KANT Y EN SARTRE.
Sartre expone sobre la libertad en la Crítica de la Razón Práctica diciendo:
Una vez que Kant ha despojado a la Metafísica de su falsa pretensión de ser considerada ciencia, se da cuenta que al mismo tiempo ha separado el fenómeno y el noúmeno. Y de la misma manera que existe un principio que relaciona los fenómenos en orden al conocimiento, deberá existir otro principio de al menos el mismo rango que el de la Causalidad para el ámbito nouménico.
El ámbito nouménico es el de lo incondicionado. Por tanto, dicho principio será el de la Libertad. Dicho principio se encuentra en el conocimiento práctico, es decir, aquel que regula mi comportamiento en base a los imperativos de mi voluntad.
El ámbito de la moralidad es aquel en el cual yo construyo de modo autónomo y libre las máximas y principio que rijan mis actos en base a mi voluntad y en orden al bien y al mal.
Por tanto, la libertad fundamentará la moralidad. Tal principio se concretiza en el imperativo categórico, que se formula así:
“Obra de tal manera que la máxima de tu
conducta sea válida para todos los
hombres de todos los tiempos”.
Es decir, la humanidad en general habrá de ser un fin por sí mismo y no un medio.
De esta manera, rompe con los imperativos hipotéticos, es decir, con aquellos que te indican la manera de actuar en momentos dados.
La moral de Kant es una moral formal autónoma, es decir, no te indica lo que tienes que hacer, sino cómo lo tienes que hacer.
Y dado que no siempre seremos felices cumpliendo dicho imperativo categórico, por lo que entonces es forzoso deducir tres postulados:
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La libertad, como base de la moralidad.
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La inmortalidad del alma. Es necesaria la vida tras la muerte para que el alma reciba su premio o castigo por los actos cometidos en vida.
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La existencia de Dios, como responsable de que el alma reciba su premio o castigo.
De esta manera, Kant se ve obligado a desplazar la razón para dejar sitio a la Fe.
Para Sartre en cambio:
El hombre es libre durante su vida ya que él puede decidir lo que hacer sin más aunque tenga unas opresiones socioculturales muy grandes. Esa libertad le lleva a tener una responsabilidad que le lleva a la angustia.
EXPLICA EL SENTIDO QUE TIENE EN SARTRE LA EXPRESIÓN “ EL HOMBRE ES UNA PASIÓN INÚTIL; LOS DEMÁS SON EL INFIERNO”.
En cuanto a lo primero, lo explica en el apartado del hombre es no- ser.
Sartre define el “existencialismo” como “esa doctrina que hace la vida humana posible y que declara que toda verdad y toda acción implican un medio y una subjetividad humana”. Con ello quiere decirnos que “no hay naturaleza humana” y ni tan siquiera una condición humana, y que en el hombre, la existencia precede y determina a la esencia.
El hombre no es definible a priori. No hay una realidad “hombre” sino que “sólo hay hombres y relaciones reales entre los hombres”.
El hombre no es aquello concreto hacia lo que se va, el hombre es “lo concreto” de lo que se parte.
De su indefinición se deduce la negatividad de la realidad humana. El hombre no es, sino que proyecta ser. El hombre, en Sartre, se defina más como proyecto que como ser y, ello, constituye el “primer principio del existencialismo”. El ser propio del hombre radica en el no- ser.
Lo segundo lo explica cuando habla del la dialéctica de la cosificación al decir:
Mi libertad queda estrangulada y mi ser se aliena al ser un ser que “es visto por otro”. Sentirse mirado, sentir la mirada del otro, es experimentar que dejo de ser dueño de la situación, porque hay otra libertad que la mía que le hace frente haciendo de mí un instrumento entre los instrumentos.
Pero es justo esa posibilidad de sometimiento al otro, lo que promociona mi reacción cosificadora sobre el otro y, de esta manera el enfrentamiento, la lucha, aparece como el sentido originario del “ser- para- el- otro”. De ahí su espeluznante expresión: “el infierno son los demás”.
LA POSTURA DE SARTRE ANTE EL TEMA DE DIOS Y LA POSTURA DE SANTO TOMÁS.
Esta pregunta podríamos también enunciarla como diferencias de libertad para Santo Tomás y Sartre pues todo tiene su punto de partida en esto.
Para Santo Tomás el hombre es un ser libre. Puede elegir siempre entre el bien y el mal. Dios sabe cual es la elección que toma el hombre, y se ocupa de premiar al que escoge el bien, y castiga al que elige el mal. El hombre tiene libre albedrío, tiene la posibilidad de elegir.
Sartre afirma que el hombre es absolutamente libre. El hombre va haciéndose con la toma de decisiones. Nunca puede optar por no elegir. En lo único que no es libre es en dejar de ser libre. Esta condenado a ser libre.
Según Santo Tomás, el hombre puede optar por seguir a Dios. De esta forma Dios dice al hombre lo que tiene que hacer, elige por él. Sartre niega que las decisiones las pueda tomar otro. El hombre toma necesariamente sus decisiones. Decir que las decisiones se toman en función de otros, o de los sentimientos, es una conducta de mala fe. Tomar decisiones en función de las creencias religiosas es una conducta de mala fe.
EXPLICA LAS DIFERENCIAS QUE HAY ENTRE EL EXISTENCIALISMO DE SARTRE Y EL MARXISMO.
Sartre define el “existencialismo” como “esa doctrina que hace la vida humana posible y que declara que toda verdad y toda acción implican un medio y una subjetividad humana”. Con ello quiere decirnos que “no hay naturaleza humana” y ni tan siquiera una condición humana, y que en el hombre, la existencia precede y determina a la esencia.
El hombre no es definible a priori. No hay una realidad “hombre” sino que “sólo hay hombres y relaciones reales entre los hombres”.
El hombre no es aquello concreto hacia lo que se va, el hombre es “lo concreto” de lo que se parte.
De su indefinición se deduce la negatividad de la realidad humana. El hombre no es, sino que proyecta ser. El hombre, en Sartre, se defina más como proyecto que como ser y, ello, constituye el “primer principio del existencialismo”. El ser propio del hombre radica en el no- ser.
El marxismo no quiere ser una teoría filosófica solamente, sino que quiere unir teoría y práctica para transformar la sociedad.
Doctrina:
El marxismo es materialismo, para Marx el principio de todas las cosas es la materia y no existe nada más que materia en evolución constante. Dicho materialismo es dialéctico pues todo ser posee una tensión por la que no puede permanecer estable sino que genera oposición con el contrario. Introduce los tres términos de la dialéctica: tésis, antítesis y síntesis. Las leyes de la dialéctica son cuatro:
Ley de la evolución en espiral. La evolución va de lo más simple a lo más complejo.
Ley de la unidad y oposición de contrarios. Ley de la unidad en cuanto que la tesis genera la antítesis y ley de oposición en cuanto que una vez generada la antítesis se opone a la tesis.
Ley del salto cualitativo. Aparece el tercer término de la dialéctica que es la síntesis. Por la tensión entre tesis y antítesis expresada en la ley anterior se producen cambios cualitativos, modificativos, cuantitativos, pero llega un momento en que se da el salto o cambio esencial por el que aparece la síntesis.
Ley de la negación de la negación. Por la cual el proceso continua, es decir, no termina el proceso con la primera síntesis, sino que al afirmarse así misma se convierte en tesis que genera una nueva antítesis y que dará como resultado otra síntesis.
Marx desde el método dialéctico hace una interpretación de la historia para explicar el pasado y predecir el futuro de la humanidad que para él va irreversiblemente hacia el socialismo desde la dialéctica y sus leyes.
El marxismo puede considerarse un humanismo porque: lucha contra la alienación, aboga por la libertad, niega la existencia de un ser supremo y considera al hombre el principio de la sociedad y el sujeto de la historia.
RESUMEN DE “EL EXISTENCIALISMO ES UN HUMANISMO”.
En este texto podemos ver claramente las principales ideas del pensamiento de Jean Paul Sartre.
No hay una naturaleza humana, sino sólo el hombre concreto. El hombre concreto es un ser libre que “es” angustia, precisamente, por la responsabilidad de su elección permanente. Ante esta angustia el hombre puede adoptar conductas de huida (conductas de “mala fe”).
Pero ante las conductas de huida se halla la conducta de “buena fe” que propugna una filosofía de la subjetividad autentica. Esa filosofía de la subjetividad se muestra como intersubjetividad.
Esta intersubjetividad se nos expresa en el conflicto. Conflicto que aparece como cifra del humanismo existencialista y que se expresa como consecuencia de una posición atea coherente.
Con todo, el humanismo existencialista se confiesa como la representación más clara de una filosofía optimista en tanto que basada en la acción.
Se enfrenta al pesimismo de un existencialismo con vocación trascendente cuyo fundamento no es otro que el de la sumisión. Es como la distinción que hace Nietzsche entre la moral de esclavos y la moral de nobles, combinada con el rechazo de toda esencia previa, de lo abstracto, para quedarse en lo concreto. Todo ello añadiendo que con esa consideración, se lleva a cabo una recuperación de la dignidad del hombre, dignidad que se expresa claramente en el ejercicio de su libertad absoluta.
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Enviado por: | Alberto |
Idioma: | castellano |
País: | España |