Literatura


Ilustración en España


El s. XVIII

El siglo de las luces o ilustración, esta frase fue empleada con mucha frecuencia por los propios escritores de este periodo, convencidos de que emergen de siglos de oscuridad e ignorancia a una nueva edad iluminada por la razón, la ciencia y el respeto a la humanidad.

Este termino fue utilizado para describir las tendencias en el pensamiento y la literatura en Europa y en toda América durante es siglo XVIII.

Otra base que la confianza engendrada por los nuevos descubrimientos en ciencia, y asimismo el espíritu de relativismo cultural fomentado por la exploración del mundo no conocido.

La época sufrió el impacto intelectual causado por la teoría de la gravitación universal de Isaac Newton.

Los autores del siglo XVIII creían que el conocimiento no es innato, sino que procede sólo de la experiencia y la observación guiadas por la razón. A través de una educación apropiada, la humanidad podía ser modificada, cambiada su naturaleza para mejorar.

Nada se atacó con más intensidad y energía que la doctrina de la Iglesia, con toda su historia, riqueza, poder político y supresión del libre ejercicio de la razón.

Francia conoció, más que ningún otro país, un desarrollo sobresaliente de estas ideas y el mayor número de propagandistas de las mismas. Fue allí donde el filósofo, político y jurista barón de Montesquieu, empezó a publicar varias obras satíricas, así como su monumental estudio de las instituciones políticas. Fue en París donde Denis Diderot emprendió la edición de la Enciclopedia. Sin duda, el más influyente y representativo de los escritores franceses fue Voltaire. Inició su carrera como dramaturgo y poeta, pero es más conocido por sus prolíficos panfletos, ensayos, sátiras y novelas cortas, en los que popularizó la ciencia y la filosofía de su época, y por su voluminosa correspondencia con escritores y monarcas de toda Europa.

Durante la primera mitad del siglo XVIII, los líderes de la Ilustración libraron una ardua lucha contra fuerzas considerables, muchos fueron encarcelados por sus escritos, y la mayoría sufrió persecución y penas por parte de la censura gubernamental, así como descalificaciones y condenas de la Iglesia. En muchos aspectos, sin embargo, las últimas décadas del siglo marcaron un triunfo del movimiento en Europa y en toda América. Hacia 1770, la segunda generación de ilustrados recibió pensiones del gobierno h asumió la dirección de academias intelectuales establecidas. El enorme incremento en la publicación de periódicos y libros aseguró una amplia difusión de dus ideas. Los experimentos científicos y los escritos filosóficos llegaron a estar de moda en amplios círculos de la sociedad, incluidos los miembros de la nobleza y del clero. Algunos monarcas europeos adoptaron también ideas o al menos el vocabulario de la Ilustración. Voltaire y otros ilustrados quienes gustaban del concepto de rey-filósofo, difundiendo sus creencias gracias a sus relaciones con la aristocracia, acogieron complacientes la aparición del llamado despotismo ilustrado, del que Federico II de Prusia, Catalina la Grande de Rusia, José II de Austria y Carlos III de España fueron los ejemplos más célebres. Desde una visión retrospectiva, sin embargo, la mayoría de estos monarcas aparece manipulando el movimiento, en gran parte con propósitos propagandísticos y fueron, con mucho, más despóticos que ilustrados.

Afínales del siglo XVIII surgieron algunos cambios en el pensamiento de la Ilustración, el sentimiento y la emoción llegaron a ser tan respetables como la razón. En la década de 1770 los escritores ensancharon su campo de crítica para englobar materias políticas y económicas.

De lo que no cabe duda es de que la Ilustración dejó una herencia perdurable en los siglos XIX y XX. Marcó un paso clave en el declinar de la Iglesia y en el crecimiento del secularismo actual. Sirvió como modelo para el liberalismo político y económico y para la reforma humanitaria a través del mundo occidental del siglo XIX. Fue el momento decisivo para la creencia en la posibilidad y la necesidad de progreso que pervivió, de una forma moderada, en el siglo XX.

Siglo XVIII en España

En España, las luces penetraron a comienzos del siglo XVIII gracias a la obra, prácticamente aislada y solitaria, del fraile benedictino Benito Jerónimo Feijoo, el pensador más conocido durante los reinados de los primeros reyes Borbones.

Durante el reinado de CarlosIII, el rey ilustrado por excelencia, las obras de los escritores franceses se leían es español, generalmente en traducciones más o menos retocadas, pero también directamente en francés. Fueron muchos los españoles e hispanoamericanos que viajaban a Francia por motivos de estudio e instrucción, en las artes y las ciencias y los dirigentes políticos de la época, promovieron y frecuentaron el trato con los pensadores y filósofos de las muevas ideas. Las vías de expresión fueron los periódicos, las universidades y las florecientes Sociedades de Amigos del País.

El siglo de las Luces concluyó con la Revolución Francesa de 1789. El enorme impacto que la Revolución Francesa causó en España, tras la muerte de Luis XVI, así como en los dominios españoles de Américo, provoco una violenta persecución de las personas más representativas de las nuevas ideas. Se estableció una censura total y se cerraron las fronteras, prohibiéndose el paso de toso tipo de libros y folletos, o su embarque hacia América.

Literaturas hispánicas del neoclasicismo

Esa fue una corriente literaria y artística que se manifestó en el s.XVIII como oposición a los restos del último barroco, su aspiración era restaurar el gusto y las normas del clasicismo. Tras una generación de escritores con actitud crítica ante todo lo que se vivía en España, surgen escritores jóvenes que van a intentar innovar. Con la mezcla de las tendencias francesas e italianas, con las ideas expuestas por Luzán los neoclásicos elaboran su doctrina.

En poesía, los rasgos no alcanzaron los que se dieron en teatro, ya que la mayoría bebieron de otras fuentes. Temas pastoriles temas filosóficos y anacreónticos. Los sentimientos del poeta no se reflejaron en sus obras y su estilo es prosaico y poco colorista.Dos fueron las escuelas alrededor de las cuales de desarrolló el neoclasicismo: la escuela salmantina, Jovellanos, Meléndez valdés y Cadalso. La escuela madrileña Nicolás Fernández de Moratín, Samaniego y Ramón de la Cruz.

Prosa

Es la forma natural del lenguaje para expresar ideas y que no está sometida a las leyes de la versificación ni a cadencia alguna. La única manera de caracterizar a la prosa es por oposición a lo que no es y por lo que no exige, aunque tenga. Así pues, la prosa no es poesía, y aunque pueda haber un texto en prosa con muchas figuras de dicción, su estructura no las exige. Sin embargo, hay textos en los que el ritmo es tan cadencioso, los finales de los periodos lingüísticos tan rotundos, sonoros o expresivos que en estos casos se habla de prosa rítmica o poética.

La prosa es el lenguaje en el que se habla, se escriben textos pedagógicos, informativos y científicos, y con valor literario es propia del teatro, de la novela y el ensayo.

Ensayo

Origen del ensayo

Si bien algunas obras de escritores latinos como Cicerón, Séneca y Plutarco pueden considerarse prototipos del género, el ensayo es fundamentalmente invención del escritor francés Michel Eyquem de Montaigne. El desarrollo de esta forma literaria es resultado de la preocupación por el ser humano demostrada durante el renacimiento, que estimuló la exploración del yo interior en relación con el mundo exterior. Los Ensayos de Montaigne (como el propio autor quiso llamar a las breves y personales meditaciones en prosa que comenzó a publicar en 1580) surgieron en una época de grandes cambios intelectuales y sociales; un periodo en el que los europeos revisaron sus opiniones y valores sobre temas de muy diversa naturaleza: la muerte y la posibilidad de una vida futura, el viaje y la exploración o las relaciones sociales. Temas que todavía hoy son los principales asuntos del ensayo contemporáneo.

Anonimato y seudónimos

El declive del individualismo renacentista animó a los ensayistas a escribir bajo seudónimo o permanecer en el anonimato. No obstante, los temas que abordaban seguían estando condicionados por sus puntos de vista personales. El uso del seudónimo a menudo persuadía a los lectores de tener algo en común con el autor. Así por ejemplo, no sólo con el fin de protegerse sino también con la voluntad de establecer una relación con sus lectores, el escritor satírico irlandés Jonathan Swift firmó Las cartas del pañero (1724-1725) con el nombre de Un pañero, y fingió ser un economista en Modesta proposición para impedir que los hijos de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o para el país (1729). En ambas obras ofrece comentarios sumamente provocadores sobre las condiciones de vida en Irlanda. Otros autores contemporáneos de Swift, como Joseph Addison y Richard Steele se proponían reflejar las observaciones de un ciudadano del mundo sobre cuestiones políticas y sociales. Charles Lamb, uno de los grandes maestros ingleses del género, utilizó el seudónimo de El amable Elia, nombre que tomó prestado de un clérigo. El novelista William Makepeace Thackeray firmó Los papeles de Yellowplush (1837-1838) que pretenden ser las observaciones de un ciudadano corriente sobre cuestiones sociales y literarias con el seudónimo de Michael Angelo Titmarsh.

Diversos estilos de ensayo

Comoquiera el ensayo se presta a la expresión de un amplio espectro de preocupaciones personales y su estilo no es ni mucho menos fijo. Ni siquiera se inscribe en los límites de la prosa, como ponen de manifiesto los poemas de Alexander Pope, Ensayo sobre la crítica (1711) y Ensayo sobre el hombre (1733). El ensayo es un género flexible que el autor desarrolla y cultiva a su antojo. Puede ser de carácter formal, como los Ensayos o consejos civiles y morales (1527-1625) del filósofo y estadista inglés Francis Bacon; o distendido y coloquial, como Sobre el placer de la caza, del crítico inglés William Hazlitt. También puede ser lírico, como Los bosques de Maine, de Henry Thoreau. En ocasiones puede adoptar la forma epistolar, como se pone de manifiesto en las obras del escritor británico Oliver Goldsmith (Ciudadano del mundo, 1762). Entre los más atrevidos experimentadores del siglo XX destaca el escritor estadounidense Norman Mailer, creador de un estilo que combina la biografía, el documental, la historia, el periodismo y la ficción en obras como Ejércitos de la noche (1968), donde reflexiona sobre las protestas que levantó la Guerra del Vietnam.

El ensayo en la literatura española

Al margen de la figura de fray Antonio de Guevara, considerado un importante precedente del ensayismo español, los autores más destacados aparecen en el siglo XVIII, impulsados por la fuerte corriente europea. Feijoo (Cartas eruditas y curiosas, 1742-1760) realizó una importante labor divulgadora del pensamiento europeo que contribuyó a elevar el nivel cultural de la época. Las dos grandes figuras del ensayismo dieciochesco son Cadalso y Jovellanos. Cadalso analiza en sus Cartas marruecas (1789) las causas de la decadencia española, mientras que Jovellanos dedicó su vida y su obra a ofrecer soluciones prácticas para los problemas del momento. Algunas de sus obras más notables son Informe en el expediente de la ley agraria (1795) y Elogio de las Bellas Artes (1782).

En América Latina, la influencia de la ilustración y las revoluciones del siglo XVIII, propiciaron la aparición de numerosos trabajos. La Carta a los españoles americanos, del jesuita peruano exiliado Juan Pablo Viscardo, es uno de los primeros de una larga lista de autores: Francisco de Miranda, Andrés Bello, fray Servando Teresa de Mier, Manuel Palacio Fajardo y Vicente Rocafuerte, que escribieron a principios del siglo XIX. Posteriormente se pueden citar muchos ensayistas más. Los argentinos Esteban Echevarría, Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento; los chilenos Francisco Bilbao, Benjamín Vicuña y Manuel Recabarren; el uruguayo José Enrique Rodó; el cubano José Martí, y más recientemente, en México, Justo Sierra, Alfonso Reyes, José Vasconcelos, Samuel Ramos, Octavio Paz y Edmundo O'Gosman, entre otros muchos.

Jose cadalso

Jose Cadalso (1741-1782), escritor ilustrado español, también considerado introductor del romanticismo en España.

Nació en Gibraltar y estudió en los jesuitas de Cádiz y después en París. Viajó por toda Europa contagiándose del espíritu de la Ilustración del momento. Fue cadete en el regimiento de caballería de Borbón y llegó al grado de coronel. Vivió en varias ciudades españolas, entre ellas Madrid, donde tuvo amores apasionados con la actriz María Ignacia Ibáñez, que parece ser murió en sus brazos. Amigo de Nicolás Fernández de Moratín y de Tomás de Iriarte, era uno de los asistentes a la tertulia literaria de la fonda de San Sebastián.

Dejó muchos textos autobiográficos y un epistolario extenso con escritores de la época. Publicó Ocios de juventud (1773), un poemario con regusto entre rococó y romántico. También compuso sátiras, muchas de ellas firmadas con seudónimo, como Kalendario manual y Guía de forasteros en Chipre para el Carnaval del año 1768 y otros, este texto circuló manuscrito, o la serie sobre Los eruditos a la violeta, textos mordaces en los que ridiculizaba el falso barniz cultural que tenían muchos de los petimetres que poblaban los salones del Madrid de la época.

Pero sus dos mejores obras son Cartas marruecas y Noches lúgubres. Cartas marruecas (1788-1789) es un libro en el que Cadalso finge una correspondencia entre dos amigos marroquíes, uno se encuentra en España y el otro en Marruecos, y el supuesto viajero, al que el autor le ha dotado de un gran sentido común, cuenta a su amigo lo que ve en España, por supuesto desde el relativismo de la diferencia de culturas. Cadalso aprovecha para dar su visión crítica sobre el carácter español, la política del momento y la historia de España.

Noches lúgubres apareció primero por entregas en el diario El Correo de Madrid desde 1789 hasta 1790, y después recopiladas en 1792 y 1798. El tema central es la noche y todo lo que sugiere en su aspecto lúgubre: féretros, cementerios, desesperanza y melancolía. No cabe duda de que fue un gran antecedente para el romanticismo español; por otro lado, dado lo novedoso del tema en su momento, se llegó a especular que el propio Cadalso era un profanador de tumbas que incluso había desenterrado el cadáver de su amada Ignacia.

También compuso algunas obras dramáticas, como La Numantina (perdida) y Don Sancho García (estrenada en 1781), pero la crítica literaria no les concede gran valor ni argumental ni estilístico.

Gaspar Melchor de Jovellanos

Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811), literato, economista y político español, máximo representante del pensamiento de la Ilustración española.

Nació el 5 de enero de 1744 en Gijón (Asturias). Estudió filosofía en la Universidad de Oviedo y derecho civil y canónico en las de Ávila y Alcalá, donde entró en contacto con el espíritu de la Ilustración. Destinado para la ordenación sacerdotal (a los 13 años de edad recibió la tonsura) cambió su vocación por la de jurista: en 1767 fue nombrado por Carlos III alcalde del crimen de la Audiencia de Sevilla, y en 1774 ascendió a la plaza de oidor. El contacto con el espíritu enciclopedista del intendente Pablo de Olavide le adscribió definitivamente al reformismo ilustrado, como ya se observaba en sus primeros informes.

En 1778 se trasladó a Madrid con el nombramiento de alcalde de casa y corte, y dos años después fue designado miembro del Consejo de Órdenes Militares. Protegido por Pedro Rodríguez de Campomanes, fiscal del Consejo de Castilla, ingresó en la Junta de Comercio y Moneda y en la Sociedad Económica Matritense, para las que realizó sus trabajos más conocidos: el Informe sobre el fomento de la marina mercante (1784), el Informe sobre el libre ejercicio de las artes (1785), y el más celebrado, Informe en el expediente de la Ley Agraria (1795).

La muerte de Carlos III y el temor a la extensión de las ideas de la Revolución Francesa crearon en España un ambiente hostil, y en 1790 Jovellanos fue enviado a Asturias en un destierro encubierto. Rehabilitado en 1797 por Manuel Godoy para el cargo de ministro de Gracia y Justicia, volvió a ser desterrado en 1801 al castillo de Bellver (Mallorca). Liberado en vísperas del alzamiento contra las tropas napoleónicas del 2 de mayo de 1808, ocupó un cargo destacado en la Junta Central. Huyendo de la ocupación francesa, murió el 27 de noviembre de 1811 en el puerto de Vega (Asturias).

Fábula

Es una breve composición literaria en verso o prosa, cuyos personajes son en general animales u objetos inanimados. En su forma tradicional, apunta a demostrar una verdad moral que, a modo de advertencia o consejo, se sintetiza al final de la narración en una moraleja.

No es fácil determinar sus diferencias con el apólogo, que practicó Sem Tob, y los exempla (ejemplos) medievales, como los que se insertan en el Libro de Buen Amor de Juan Ruiz. Parábola y fábula se estudian como formas de la alegoría pero, mientras la primera se ocupa de hechos posibles que remiten a un significado religioso, moral o filosófico (la “parábola del hijo pródigo”, por ejemplo), la segunda, al dar voz a los animales o animar lo inanimado, se asienta en impossibilia (cosas imposibles). En la edad media, un rico material complementario de las fábulas se encuentra en los bestiarios, catálogos descriptivos que explicitan el significado alegórico de los diferentes animales.

En España, en el siglo XVIII, sobresalen Tomás de Iriarte y Félix María Samaniego, quien, en su colección de 175 fábulas, incluye textos propios y adaptaciones de Esopo, Fedro, La Fontaine y el inglés John Gay.

El teatro

El siglo XVIII estuvo marcado en España, por primera vez, por la intervención del Estado en la orientación teatral del país. Bajo el influjo de las ideas de la Ilustración, se creó un movimiento de reforma de los teatros de Madrid, encabezado por Leandro Fernández de Moratín. El cometido principal de este movimiento era recomendar una serie de obras y prohibir otras, bajo la premisa de fomentar exclusivamente ideas que amparasen la verdad y la virtud, apoyando las representaciones que supusieran enseñanza moral o adoctrinamiento cultural. Entre las obras prohibidas figuraban algunas del siglo de oro, pero sobre todo se censuraba a aquellos autores contemporáneos que insistían en la fórmula del siglo anterior. Es preciso señalar que, pese a la censura ejercida, los objetivos de la reforma tenían tintes que hoy llamaríamos progresistas. El estado de la comedia española era francamente deplorable, cumplida cuenta de ello dio Moratín en La comedia nueva o el café (1792), contundente ataque contra los excesos del posbarroquismo. Entre las propuestas de la reforma estaba la obligación de hacer repartos de papeles fundados en las aptitudes de los intérpretes, la dignificación del poeta y la valoración de la figura del director. Sin embargo, y pese a los bienintencionados programas ilustrados, las que triunfaron en el siglo XVIII fueron las llamadas comedias de teatro y las comedias de magia. En ambas, los recursos tramoyísticos tenían un protagonismo casi absoluto. Había encantos, duendes, diablos, enanos que se convertían en gigantes. Los lugares de la acción competían en exotismo. Por más que el género fue objeto de la ironía y el desprecio de los neoclásicos, que veían en él todas las exageraciones de un posbarroquismo mal asimilado, el público respaldaba con entusiasmo este tipo de comedias.

Leandro Fernández de Moratín

Leandro Fernandez de Moratin (1760-1828), dramaturgo español creador de la comedia neoclásica.

Nació en Madrid en 1760. Hijo de Nicolás Fernández de Moratín, estuvo en contacto con el grupo de intelectuales y literatos del Madrid de la época de Carlos III. Fue amigo de Jovellanos y, como él, liberal y defensor de las ideas de la Ilustración, lo que le costó algún destierro. Viajó por Francia, Inglaterra e Italia, países en los que se interesó por los últimos movimientos teatrales y sobre los que escribió interesantes libros de viajes.

Además de su sátira en prosa, La derrota de los pedantes (1789), sus obras teatrales más importantes son La comedia nueva o el café (1792), en la que somete a crítica al teatro dominante en su época, y El sí de las niñas (1806), obra que ataca sin paliativos la educación severa y poco formativa que recibían las mujeres en la época y preconiza la libertad de las jóvenes para elegir marido, tema ya visible en El viejo y la niña, de 1790. El barón es de 1803 y La mojigata de 1804. En 1825 se editaron en París sus Obras dramáticas y líricas. Importante para estudiar la evolución del teatro en España es su ensayo sobre los Orígenes del teatro español, que se publicó póstumamente, en 1883. Tradujo Hamlet de Shakespeare en 1798 y adaptó a la escena española dos obras de Molière: La escuela de los maridos y El médico a palos. Murió en 1828 en París, y está enterrado en el cementerio de Père Lachaise, entre Voltaire y La Fontaine.

Sainete

Es una pieza breve, generalmente en un acto, de tema humorístico y ambiente popular, que antiguamente se representaba a continuación de una obra seria o como final de una función. Deriva del paso y del entremés, y se afianza en el siglo XVIII de la mano de don Ramón de la Cruz, quien imprimió al género un rasgo marcadamente costumbrista. Variedad argentina de este género es el sainete criollo, cultivado en el primer tercio del siglo XX.

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Enviado por:Bárzano
Idioma: castellano
País: España

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