Mitología
Ícaro; Publio Ovidio Nasón
Ícaro (Presuntos Implicados)
Ícaro
como un pequeño dios
desafiando al sol
Y ahora yo
que soy pequeño gorrión
y quiero el nido abandonar
Y aunque a veces me asuste volar
lejos del cobijo de un hogar
Sé que habrá un viento cálido más
para dejarme llevar
Ícaro
como un pequeño dios
desafiando a todo un sol
Y se marchó
tan alto como un vendaval
tan lejos como una canción
Mas envidioso el sol le abrazó
derritiendo en cera su valor
Y aunque le fue advertida la lección
Ícaro se derrumbó
Se derrumbó
Ícaro se derrumbó
se derrumbó
Y volaré bajito a ras de suelo (como pluma el viento me llevará)
Y sin perder de vista el horizonte (como pluma el viento me llevará)
Yo volaré bajito a ras de suelo (como pluma el viento me llevará)
Sin perder de vista el horizonte (como pluma el viento me llevará)
Y ahora yo
que soy pequeño gorrión
y quiero el nido abandonar
Y sé que ya
no puedo estar ya más aquí
Llegó la hora de partir
Mas aunque al este no nazca el sol
y las aves de invierno no emigren al sur
Sé que habrá un viento cálido más
para dejarme llevar
oh sí sí
dejarme llevar
dejarme llevar
dejarme llevar
Volaré bajito a ras de suelo (como pluma el viento me llevará)
Y sin perder de vista el horizonte (como pluma el viento me llevará)
Yo volaré bajito a ras de suelo (como pluma el viento me llevará)
Sin perder de vista el horizonte (como pluma el viento me llevará)
La canción que he elegido se titula “Ícaro” y es del grupo valenciano Presuntos Implicados (compuesto por Nacho Mañó y Soledad y Juan Luis Giménez), incluida en “Ser de agua”, álbum publicado en 1991.
En algunos fragmentos de la letra se narra el mito de Ícaro (desafiando al sol; se marchó; mas envidioso el sol le abrazó, derritiendo en cera su valor, y aunque le fue advertida la lección, Ícaro se derrumbó). Quien había advertido a Ícaro que no se acercase al sol fue su padre, el ingenioso Dédalo. En cambio, el “yo” de la canción (que habla en primera persona) se compara con este personaje y dice que “aunque a veces me asuste volar; sé que habrá un viento cálido más para dejarme llevar”. Éste tomará más precauciones y por ello volará “bajito, a ras de suelo”.
MITO DE ÍCARO:
Ícaro es hijo de Dédalo y de una esclava de Minos llamada Náucrate. Su padre fue un artesano ateniense, considerado el inventor por antonomasia en la mitología griega; destacó también como arquitecto y escultor, y entre otros inventos creó el laberinto del Minotauro, el autómata de bronce de Talos, y unas alas para poder volar. El nombre de Dédalo significa “el ingenioso”, y es hijo de Eupálamo (“de manos hábiles” o Mécion (“entendido”) de quien se decía que descendía del rey Erecteo.
El filósofo Sócrates se hacía pasar por descendiente de Dédalo.
Dédalo fue el mejor pintor y escultor de Atenas; sus obras eran tan naturales que parecían reales. Fue juzgado por el tribunal del Areópago por haber matado a su sobrino y discípulo en un ataque de celos ya que el chico demostraba ser mejor inventor que el propio Dédalo. Se exilió en Creta y allí fue acogido por el rey Minos, quien le encargó muchas obras de ingeniería. Pero el invento más extraño fue el de la va artificial en que la reina Pasifae, hija de Helios, se escondía para satisfacer su pasión por un toro. El ingenio consiguió engañar al toro y Pasifae concibió al Minotauro, ser mitad hombre mitad toro. Minos, avergonzado por la existencia de aquella monstruosidad decidió esconderlo y encargar a Dédalo que construyese el laberinto, una trama de túneles y pasadizos con una entrada, diseñado de tal forma que quien entrase no fuese capaz de encontrar el camino de salida. El Minotauro fue colocado en el centro y se alimentaba de carne humana. Los atenienses, al haber sido vencidos por Minos en la guerra, estaban obligados a enviar anualmente siete muchachos y siete muchachas, quienes entraban uno a uno en el laberinto para proporcionar alimento al Minotauro. Entre los 14 jóvenes de unos de estos envíos a Creta se encontraba el héroe Teseo, del que Ariadna, hija del Minos y Pasifae, se enamoró nada más verlo llegar. Se ofreció a ayudarle a escapar de entrar en el laberinto si le prometía volver a Atenas y casarse con ella. Teseo aceptó por lo que ella le entregó un ovillo de hilo fabricado por Dédalo. Sujetando un extremo en la puerta y devanando el ovillo a medida que entraba en el laberinto, Teseo encontró al Minotauro y lo mató. Así, rebobinando el hilo, fue capaz de escapar de ese intrincado lugar.
Llevando a Ariadna con ellos, Teseo y sus compañeros se internaron en el mar hacia Atenas. En el camino se detuvieron en la isla de Naxos. De acuerdo con una leyenda, Teseo abandonó a Ariadna, zarpando mientras ella estaba durmiendo en la isla; el dios Dioniso la encontró y la consoló. De acuerdo con otra leyenda, Teseo dejó a Ariadna en tierra para que se recuperara del mareo mientras él volvía al barco donde necesitaba hacer algunos trabajos. Un fuerte viento lo arrastró a altamar. Cuando finalmente pudo volver, descubrió que Ariadna había muerto.
Cuando Minos descubrió la traición de Dédalo lo encerró junto a su hijo pequeño Ícaro en el laberinto (a quien tuvo con una de las esclavas de Minos). Como sabía que todos los intentos por encontrar una salida serían inútiles, Dédalo decidió salir volando del lugar con unas alas como las de los pájaros. Con cera y plumas construyó un par de alas para Ícaro y para él y a continuación advirtió al chico que nunca volase ni muy alto ni muy bajo porque el calor del sol podría derretir la cera o la espuma del mar podría sobrecargar las plumas. Después se dejó caer al vacío con su hijo siguiéndolo bien de cerca. Volaron en dirección noroeste y pasaron por Paros, Delos y Samos; pero cuando estaban en el sector de mar que separa las islas Espóradas de la costa jónica del Asia Menor, Ícaro se dejó llevar por una ráfaga que le hizo volar demasiado alto. Al acercarse al sol la cera de sus alas se fundió y cayó al mar que lleva su nombre. Dédalo aterrizó en la isla que ahora se llama Icaria y sacó el cuerpo de su hijo del mar para después enterrarlo.
Según otra versión, fue Pasifae quien liberó a Dédalo del laberinto y éste, después de construir un barco y de haber inventado la primera vela para propulsar embarcaciones, se embarcó junto con Ícaro y escaparon de la isla.
Se refugiaron en Sicília, en la corte de Cócalo. Pero Minos, que estaba decidido a vengarse, encontró finalmente su paradero. Para conseguirlo había hablado con todos los gobernantes de occidente y les había planteado el mismo problema: cómo podría pasar un hilo a través de una caracola de mar. Cuando Cócalo le devolvió la caracola debidamente enhebrada, Minos estaba seguro de que tenía a Dédalo en su poder, ya que sabía perfectamente que nadie más podría realizar aquella proeza. Se decía que Dédalo había hecho un agujero en la parte posterior del caparazón de la caracola y había enganchado el hilo a una hormiga, la cual había ido avanzando entre las espirales laberínticas de la caracola hasta que llegó al otro lado.
Minos exigió entonces la liberación de Dédalo, pero Cócalo se negó, ya que el artesano le había construido una ciudad inexpugnable. Minos asedió el lugar, y Cócalo, fingiendo querer una reconciliación con el rey de Creta, le invitó a un banquete y le dijo que le entregaría al hombre que buscaba. Pero antes, ofreció a Minos un baño, en el cual las tres hijas del rey le tenían que bañar a la manera tradicional. Dédalo, que era un experto en fontanería, había equipado el baño con cañerías por donde haría pasar agua hirviendo en la que Minos perdió la vida. Según una versión alternativa, Cócalo murió luchando contra las tropas de Minos.
Se atribuyeron al ingenio de Dédalo otras construcciones e inventos. Se decía que había construido el templo de Apolo en Cumas y que lo había decorado con pinturas que explicaban las historias de su vida. En Sicília se decía que había construido un pantano en el río Alabón, unos baños de vapor en Selinunte, una fortaleza en Agrigento y la terraza del templo de Afrodita en Érix. Se creía que había inventado los palos y las velas de las embarcaciones, y que dio a la humanidad la mayoría de herramientas utilizadas en carpintería. También se creía que era obra de Dédalo una silla plegable expuesta en el templo de Atenea Poliás en Atenas. Y se le consideraba autor de muchas imágenes en madera, algunas de las cuales movían las manos y los ojos y sabían hablar; se podían encontrar en diversos lugares repartidos por Italia y Grecia. En Cerdeña se le atribuyen ciertas torres llamadas Dédalas. Además, hay tradiciones griegas que atribuyen a Dédalo el diseño de las pirámides y los templos de Egipto (por ejemplo, el santuario de Ptah en Menfis).
"”Hombres volando”
Son muchas las representaciones artísticas de personajes alados: ángeles, pequeños cupidos rubios, querubines, etc... Pero esta serie de pinturas nos relata una historia de hombres que vuelan. No dioses, ni ángeles, sino comunes mortales.
En cuanto a si es una historia real, quizá los hechos que la historia nos cuenta no ocurrieron en realidad pero la transmisión de la historia de generación en generación sí es real. La escribió Ovidio en su obra "Las Metamorfosis", y desde entonces sus ecos se han repetido a través de los siglos en mensajes de muchos artistas.
Ecos de Ícaro
La muerte de Ícaro ha conmovido a muchos humanos a lo largo de los siglos. El atractivo estético de su trágica historia ha inspirado a muchos artistas. El destino de Ícaro se ha recordado en el arte antiguo, moderno y contemporáneo. Estos son algunos ejemplos:
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Relieve helenístico con la visita de Dioniso a casa de Ícaro, y detalle.
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Fresco pompeyano con la misma temática.
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Carlo Saraceni, artista veneciano (1585-1620) serie de pinturas sobre el mito de Ícaro (Museo e Gallerie Nazionali di Capodimonte, Nápoles).
El vuelo de Ícaro La caída de Ícaro El entierro de Ícaro
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El pintor francés Henri Matisse (1869- 1954), líder del fauvismo, también representó a este personaje.
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El pintor flamenco cuyo estilo se convirtió en la definición internacional de los aspectos animados, exuberantemente sensuales, de la pintura barroca, Pieter Paul Rubens también plasmó en una de sus obras el mito de Ícaro. Se llama La caída de Ícaro y es de 1636. Actualmente se encuentra en Bruselas, en el Musées Royaux des Beaux-Arts de Bélgica.
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También aparece Ícaro en una de las obras del pintor flamenco Pieter Brueghel el Viejo llamada “La caída de Ícaro” de 1558, en la actualidad en Bruselas, Musées Royaux des Beaux-Arts de Bélgica. (Ícaro aparece junto al barco, y del agua sólo sobresalen sus piernas)
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Tomo Vran, pintor nacido en 1946 en Ljubljana (Eslovenia) tituló una de sus obras con el nombre de “Ícaro”.
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El escultor italiano Antonio Canova, quien junto a Thorvaldsen fue uno de los máximos exponentes de la escultura neoclásica, creó una escultura en mármol llamada “Ícaro y Dédalo”.
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El tema de la caída de Ícaro fue también plasmado en este cuadro de 1975 de Mark Chagall, expuesto en el Centro Georges Pompidou de París.
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En este óleo sobre tela de Galileo Chini de 1907 se recoge la misma temática. Esta obra pertenece a una colección privada de Roma.
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Otra de las pinturas en las que padre e hijo aparecen representados es “Dédalo e Ícaro” del pintor y dibujante italiano Andrea Sacchi (Nettuno 1599, Roma 1661) que trabajó durante el barroco italiano.
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Y por último, el pintor Matthias Stom muestra cómo “Dédalo coloca las alas a Ícaro” en este óleo sobre lienzo de una colección privada de la ciudad italiana de Bérgamo.
Y por supuesto se han escrito libros sobre el tema. Incluso ensayos sobre el tema concreto de los posibles peligros "icarianos" del uso de la ciencia y la tecnología (véase por ejemplo "Icarus or the Future of Science" de Bertrand Russell. (Kegan Paul, Londres, 1924).
Ícaro representa la tragedia, encarna la lección que debemos aprender y es el que ocupa más espacio en nuestra "memoria colectiva".
La leyenda de Ícaro se puede tomar como una fábula, una historia con moraleja, una advertencia sobre los peligros de cuestionar nuestro sitio en el mundo bajo la supervisión de D(d)ios(es). La caída de Ícaro es comparable a la caída en el pecado de Adán y Eva y su expulsión del paraíso.
En contra de lo que pueda parecer, el mensaje que transmite no es sólo cosa del pasado. A menudo se nos recuerdan los peligros que subyacen en nuestras tecnologías y se extrapola al peligro de una excesiva ambición de conocimiento científico. Es evidente que hay peligros, y nunca deberíamos olvidarnos de Chernobyl por ejemplo.
Pero los mensajes aquí mencionados no son advertencias concretas que pudieran dar pie a actuaciones preventivas. Nos estamos refiriendo en este caso a una clase muy característica de advertencia subliminal que se cuela de vez en cuando en la corriente de opinión de nuestra cultura popular. Podemos considerar por ejemplo películas como "El cortador de césped", "La Mosca" o las películas de masas de la factoría Spielberg como "Parque Jurásico" donde las caídas de Ícaro se repiten en términos modernos de Ciencia-Ficción.
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Enviado por: | Cieloazul |
Idioma: | castellano |
País: | España |