Ética y Moral


Hombre


QUE ES EL HOMBRE.

El hombre es un puente entre el mundo del espíritu y el de la materia (por supuesto, cuando nos referimos al «hombre» designamos a todos los componentes del género humano, varón y hembra).

El alma del hombre es espíritu, de naturaleza similar al ángel; su cuerpo es materia, similar en naturaleza a los animales. Pero el hombre no es ni ángel ni bestia; es un ser aparte por derecho propio, un ser con un pie en el tiempo y otro en la eternidad. Los filósofos definen al hombre como «animal racional»; «racional» señala su alma espiritual, y «animal» connota su cuerpo físico.

Y nuestro cuerpo es sólo la mitad del hombre, y, con mucho, la mitad menos valiosa. Pero es un don que hay que apreciar, un don que hemos de agradecer, la ,habitación idónea para el alma espiritual que es la que le da vida, poder y sentido.

Como los animales, el hombre tiene cuerpo, pero es más que un animal. Como los ángeles, el hombre tiene un espíritu inmortal, pero es menos que un ángel. En el hombre se encuentran el mundo de la materia y el del espíritu. Alma y cuerpo se funden en una sustancia completa que es el ente humano.

El cuerpo y el alma no se unen de modo circunstancial. El cuerpo no es un instrumento del alma, algo así como un coche para su conductor. El alma y el cuerpo han sido hechos la una para el otro. Se funden, se compenetran tan íntimamente que, al menos en esta vida, una parte no puede ser sin la otra.

Lo íntimo de esta unión resulta evidente por la manera en que se interactúan. Si me corto en un dedo, no es sólo mi cuerpo el que sufre: también mi alma. Todo mi yo siente el dolor. Y si es mi alma la afligida con preocupaciones, esto repercute en mi cuerpo, en el que pueden producirse úlceras y otros desarreglos. Si el miedo o la ira sacuden mi alma, el cuerpo refleja la emoción, palidece o se ruboriza y el corazón late más aprisa; de muchas maneras distintas el cuerpo participa de las emociones del alma.

No hay que menospreciar al cuerpo humano como mero accesorio del alma, pero, al mismo tiempo, debemos reconocer que la parte más importante de la persona completa es el alma. El alma es la parte inmortal, y es esa inmortalidad del alma la que liberará al cuerpo de la muerte que le es propia.

Esta maravillosa obra del poder y la sabiduría de Dios que es nuestro cuerpo, en el que millones de minúsculas células forman diversos órganos, todos juntos trabajando en armonía prodigiosa para el bien de todo el cuerpo, puede darnos una pálida idea de lo magnífica que debe ser la obra del ingenio divino que es nuestra alma. Sabemos que es un espíritu. Al hablar de la naturaleza de Dios expusimos la naturaleza de los seres espirituales.

Un espíritu, veíamos, es un ser inteligente y consciente que no sólo es invisible (como el aire), sino que es absolutamente inmaterial, es decir, que no está hecho de materia. Un espíritu no tiene moléculas, ni hay átomos en el alma.

Tampoco se puede medir; un espíritu no tiene longitud, anchura o profundidad. Tampoco peso. Por esta razón el alma entera puede estar en todas y cada una de las partes del cuerpo al mismo tiempo; no está una parte en la cabeza, otra en la mano y otra en el pie.

Si nos cortan un brazo o una pierna en un accidente u operación quirúrgica, no perdemos una parte del alma. Simplemente, nuestra alma ya no está en lo que no es más que una parte de mi cuerpo vivo. Y al fin, cuando nuestro cuerpo esté tan decaído por la enfermedad o las lesiones que no pueda continuar su función, el alma lo deja y se nos declara muertos. Pero el alma no muere. Al ser absolutamente inmaterial (lo que los filósofos llaman una «sustancia simple»), nada hay en ella que pueda ser destruido o dañado. Al no constar de partes, no tiene elementos básicos en que poder disgregarse, no tiene modo de poder descomponerse o dejar de ser lo que es.

No sin fundamento decimos que Dios nos ha hecho a su imagen y semejanza. Mientras nuestro cuerpo, como todas sus obras, refleja el poder y la sabiduría divinos, nuestra alma es un retrato del Hacedor de modo especialísimo. Es un retrato en miniatura y bastante imperfecto. Pero ese espíritu que nos da vida y entidad es imagen del Espíritu infinitamente perfecto que es Dios. El poder de nuestra inteligencia, por el que conocemos y comprendemos verdades, razonamos y deducimos nuevas verdades y hacemos juicios sobre el bien y el mal, refleja al Dios que todo lo sabe y todo lo conoce. El poder de nuestra libre voluntad por la que deliberadamente decidimos hacer una cosa o no, es una semejanza de la libertad infinita que Dios posee; y, por supuesto, nuestra inmortalidad es un destello de la inmortalidad absoluta de Dios.

Como la vida íntima de Dios consiste en conocerse a Sí mismo (Dios Hijo) y amarse a Sí mismo (Dios Espíritu Santo), tanto más nos acercamos a la divina Imagen cuanto más utilizamos nuestra inteligencia en conocer a Dios por la razón y la gracia de la fe ahora, y por la «luz de gloria» en la eternidad; y nuestra voluntad libre para amar al Dador de esa libertad.

LA ÉTICA DEL HOMBRE:

La Ética no sustituye ni a la economía ni a la medicina ni a ninguna otra cosa, pero sin la ética es imposible aspirar a hacer consistente todo esto contando con el ser humano, que es libre. El hombre es un ser ético porque es un ser libre. Por ser temporal el hombre tiende. El hombre mira a objetivos y no se conforma con lo que ya tiene va por más. La ética s el modo de reforzar al máximo las tendencias humanas. Ser ético es ser más y eso en el tiempo significa también tender a más.

Aristóteles dice que el fin de la sociedad es el vivir bien. L vivir bien no es el bienestar, sino la vida cumplida. Es claro que sin normas el fin de la vida social no se alcanza. La ética está vinculada a la perfección del hombre que ha de lograr, pues no le es dada enteramente de antemano. Por eso el hombre es libre con sentido; la libertad no es un absurdo. Algunos preferirían no ser libres, porque sienten la libertad como una carga, o les asustan las responsabilidades. Pero sin la libertad el hombre no puede mejorar. De la alternativa propia de la libertad se desprende que el hombre es un sistema abierto.

La ética es inseparable del perfeccionamiento humano y se basa en la tesis de que cualesquiera que sean los avatares ligados con la edad, el hombre siempre puede crecer. Las tendencias remiten a la naturaleza y la naturaleza es principio potencial de operaciones. Cuanto mejor sea el hombre más poderosas serán sus tendencias. El hombre se perfecciona en varios sentidos, el crecimiento humano no es unívoco y su consideración no se agota desde una sola perspectiva. La virtud consiste en el fortalecimiento de las tendencias humanas, sería equivocado considerar las virtudes cada una por su lado. La tendencia a obedecer de la que habla Tomás de Aquino queda radicada en la ética. La característica de un sistema abierto es que las relaciones entre sus elementos son cada vez más intensas e integradas. Los psiquiatras llaman a esto proceso de maduración, lo cual es inherente al perfeccionamiento humano; la vida ética es una vida normada de acuerdo con el ser más, no con e ser ya.

El hombre no es un sistema cerrado que termine en una situación de equilibrio, o aspire a ella, para reaccionar sólo cuando esta situación se altera. El desarrollo humano es armónico y sistemático.

Las virtudes sociales

Los héroes y los líderes, la tendencia a la fama; el hombre pretende el honor, la fama, ser conocido y estimado.

La tendencia al honor es virtuosa si el hombre no se conforma con ningún honor conseguido, es decir, si es irrestricta. Si no es irrestricta entonces es un vicio: puede ser hipocresía, vana gloria o vanidad. La envidia destruye la aspiración del honor. También es claro que el honor, la fama se pueden formular con palabras menos clásicas. Por ejemplo líder, hoy se habla mucho de líderes. El que realmente merece consideración como mejor, merece dirigir. Sin embargo la noción de líder debe entenderse en sentido institucional par no perder su pleno significado. Por tanto es preferible hablar de liderazgo. Así se pone de relieve la dimensión social a esa tendencia, que es uno de sus frutos. El quiere honor para mandar y nada más, suele fallar, porque se eleva sobre otros deprimiéndolos. La inconsistencia del líder muestra que es una alternativa negativa. El liderazgo, en cambio, es un sistema abierto: aquella organización en la que sus miembros actúan mejor que en cualquier otra.

La piedad. La tendencia al honor, va acompañada junto con otra que en definitiva se refiere a lo mismo aunque desde otro punto de vista. Es lo que los clásicos llaman piedad. La piedad es contrapunto del honor. Es la veneración al propio origen, al autor de uno mismo; este contrapunto elimina la confusión del honor con la soberbia (también la piedad se entiende mal cuando se confunde con la compasión). Piedad se debe a Dios, a los padres y a la patria. Esta tendencia muy fuerte en otras épocas, quizá hoy se distorsiona o se debilita. Si se pierde el hombre orbita en sí mismo sin saber quién es, y se aturde.

La persona tiende a que cuenten con ella, a ser útil, a servir para algo "yo no cuento con usted porque es un inútil: lo mejor es que no se mueva, que no haga nada, que desaparezca de mi vista" eso es la indiferencia, ya que "no hay peor desprecio que no hacer aprecio".

Opinión Personal

El tema del hombre es un hecho muy complejo precisamente por lo completo que es el hombre no sólo por lo que ya es, sino también por lo que puede llegar a ser. El hombre es tema de todas las ciencias y evidentemente es el ser dominante sobre la tierra que configura, modifica, transforma y conserva la realidad que le ha sido dada.

El estudio del hombre requiere un análisis con una visión muy amplia ya que de no ser así se pueden dejar a un lado rasgos importantes del hombre para caer en reduccionismo o en el otro lado absolutizar o dar más valor a hechos que no lo tienen, así que no sólo es difícil su estudio sino que también es delicado.

El hombre, definido por Boeccio como sustancia individual de naturaleza racional, es una descripción general y última del hombre. En este libro se trata de incluir aspectos que también son parte del hombre y de su naturaleza y que no se pueden dejar a un lado, como lo es la sociabilidad, la familia, la cultura, el lenguaje, el dinero, etc. Aunque creo que faltó hacer un poco de más énfasis en la parte emotiva del hombre ya que aunque si se menciona y se abarca. Sería importante darle un sentido como actualmente se vive en el ser y no tanto en el deber ser.

Es obvio que no se puede abarcar en un libro todo lo que es el hombre, sin embargo, este libro logra integrar elementos de suma importancia para el estudio del hombre. En algunas partes le falta algunas notas aclaratorias al autor ya que cambia con facilidad de un sentido amplio a un sentido estricto lo que complica el verdadero sentido e interpretación que da a las afirmaciones.

SEGÚN LA GENESIS.

LO QUE ES EL HOMBRE.

En el libro “Génesis” del Antiguo Testamento, hay una declaración de que Dios creó al hombre a Su imagen y semejanza. Algunas personas, que creen que el hombre es un cuerpo, concluyeron de esto que Dios el Padre tiene la apariencia del cuerpo humano. Y ellos empezaron a dibujarlo en la forma de un anciano que se sienta en una nube.

Pero el hombre no es un cuerpo, el hombre es una conciencia, una unidad de energía que se percibe, que mora temporalmente en un cuerpo o fuera de él. Dios también es una Conciencia.

Un hombre ordinario es una conciencia pequeña. Pero Dios es el Océano Infinito de Conciencia del universo entero.

Y la tarea de cada uno de nosotros es lograr semejanza Divina cualitativa y cuantitativa y afluir en ese Océano y unirse con Él.

Pero no es suficiente solamente volverse inteligente y grande en conciencia. Porque el hombre, enviado para su auto-desarrollo en el mundo de la materia, se acostumbra, incluso cuando no tiene un cuerpo, a vivir en dimensiones espaciales densas. Y estas dimensiones están tan lejos del Dios el Padre que a Él ni siquiera puede vérselo desde allí. Incluso estando en la forma incorpórea, como un espíritu, uno no puede entrar en los mundos espaciales más sutiles; y las personas-espíritus que están muy lejos de la Perfección pueden saber algo de Dios, pero nunca lo han visto o lo han experimentado.

Para conocer al Creador hay que volverse:

a) Desarrollado intelectualmente para poder saber donde y cómo ir a Dios, tomando en cuenta que el Camino a la Morada del Creador es mucho más difícil que cualquier camino en la Tierra.

b) Éticamente perfecto para que Dios le permita acercársele, de otro modo Él no lo permite.

c) Fuerte, porque uno necesita un gran poder y vitalidad para moverse de uno a otro; en este caso, no se trata del poder del cuerpo, sino del poder de la conciencia. Es más, la conciencia tiene que aprender a residir en el estado de sutileza del Creador. El desarrollo del poder grosero de la conciencia significa moverse en la dirección opuesta del Creador.

La tarea de llegar a conocer las dimensiones espaciales sutiles se facilita gracias a la estructura multidimensional del organismo humano (no del cuerpo, sino del organismo); un cuerpo material es sólo uno de los estratos del organismo. Uno puede decir que cada humano está representado potencialmente en todos los mundos sutiles. Pero esto no es lo que los ocultistas describen en sus libros; y no tiene ningún sentido prestar atención a los nombres que ellos inventaron para varios “cuerpos” no materiales que cada humano tiene según se alega.

Pero el Espíritu Santo (1 Corintios 6:19), así como Dios el Padre (1 Corintios 3:16-17), en realidad “moran en nosotros”, estando en la profundidad multidimensional directamente dentro de nuestros cuerpos; Jesús dijo: “El Reino de Dios está dentro de ustedes” (Lucas 17:21). Y parece que es necesito sólo “bucear”… Pero para hacer esto, la mayoría de las personas necesita años o incluso muchas encarnaciones.

Nosotros discutimos los métodos del refinamiento de conciencia al principio del libro. Empieza con la corrección de la esfera emocional: librarse de las emociones groseras y cultivar las sutiles. Después uno tiene que limpiar y desarrollar el corazón espiritual y otras estructuras del organismo. Y después de esto, el trabajo fuera del cuerpo material puede empezar.

La parte más importante del organismo humano es una “raíz” (Romanos 11:16, 18). Es un “eslabón de enlace” entre el chakra anahata dentro de un cuerpo humano y la Morada del Creador. Explorando gradualmente esta estructura del organismo y el espacio multidimensional alrededor de ella, nos encontramos con el hecho de que cada uno de nosotros, siendo encarnado, tiene algún tipo de “carcasa” multidimensional, la cual tenemos que llenar en el proceso de Auto-realización (Dios-realización) con la conciencia que crece del chakra anahata. Sólo después de la realización de lo antedicho, uno consigue la posibilidad no sólo de entrar en la Morada del Creador por un tiempo, sino también el lograr establecerse en ella en Unión con Él.

Ahora es posible entender lo que fue dicho sobre la imagen y semejanza del hombre a Dios en el Antiguo Testamento: el organismo humano, debido a su naturaleza multidimensional, representa un modelo pequeño del Absoluto multidimensional universal.

Con todo eso el organismo humano tiene una particularidad notable: las energías que recibe de fuera (del alimento material, en primer lugar) no sólo pueden usarse para el apoyo de las funciones vitales del cuerpo, sino que también para el crecimiento de la conciencia. Gracias a esto, la conciencia puede crecer como los músculos se desarrollan debido a los componentes materiales del alimento.

Notemos que los músculos que trabajan crecen. Y al contrario, los que no trabajan se atrofian. Es lo mismo con la conciencia: ella crece en esa dimensión espacial donde funciona (siempre y cuando no se debilite debido a emociones negativas dominantes o por prolongadas enfermedades agotadoras). El trabajo especial dirigido al refinamiento, la liberación de ataduras a lo material y al crecimiento de la conciencia se llama meditación.

Todos los procesos de transfiguración y desarrollo de una conciencia individual son posibles sólo en el estado encarnado, porque es a través de los órganos del cuerpo que conseguimos la energía necesaria para estos procesos. En otras palabras, el organismo es un tipo de fábrica que transforma la energía, contenida en la materia del alimento, en la energía de la conciencia.

Quiero enfatizar que el crecimiento de la conciencia puede ser correcto o incorrecto. Lo último pasa cuando la conciencia crece en las dimensiones espaciales groseras. Y este proceso depende de nuestra comprensión de los principios y metas de nuestras vidas, del nivel de limpieza de los vicios, de la manera de comunicación con otras personas, de la adecuación de los métodos de trabajo espiritual que usamos e incluso de lo que nosotros comemos.

Como resultado del trabajo correcto con la conciencia, uno “nace” en dimensiones espaciales sutiles y “madura” allí. Esto es lo que Jesús intentó explicar a Nicodemo (Juan 3:3,5-7): el que “nace” en la Morada del Padre, y después logra “madurar” allí durante el tiempo de encarnación, se vuelve Consustancial con el Padre. Jesús dijo lo siguiente: “De verdad, Yo les digo, a menos que el hombre nazca en el elemento del Espíritu, no podrá entrar en el Reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido en el Espíritu es Espíritu”. Pero los traductores no entendieron esta declaración, lo tradujeron según su comprensión, y se hizo casi imposible entender lo que Jesús quiso decir. Como resultado las personas decidieron que Jesús mandaba a aceptar simplemente “el bautismo del Espíritu Santo” y ningún problema. Por ejemplo, en la ortodoxia rusa un sacerdote sopla tres veces de su boca a la cara del bautizado y dice que él (ella) recibe “el bautismo del Espíritu Santo”. Y eso es todo…

2 DEFINICION:

EL HOMBRE:

El hombre es un miembro del reino animal, del filum de los cordados, del subfilum de los vertebrados, de la clase de los mamíferos, de la subclase de los euterios, del grupo de los placentarios, del orden de los primates, del suborden de los pitecoides, del infraorden de los catarrinos, de la familia de los hominoides, de la subfamilia de los homínidos, del género homo y de la especie stupidus.

"Todos los hombres decía Mussolini somos más o menos estúpidos. La cuestión es ser un estúpido ligero. ¡Dios nos libre de los estúpidos pesados!"

Nosotros y los antropoides

"Recientemente dice José María Cabo de villa, en El Libro de las Manos, tras un serio estudio comparativo entre el hombre y los antropoides, se ha demostrado que, de un total de 1065 rasgos anatómicos, sólo 312 son exclusivos del hombre, de tal suerte que las semejanzas entre nosotros y los monos antropoides son mayores que las que existen entre éstos y el resto de los monos. "Tanto ellos como nosotros somos primates, título mucho más insigne que el de simples vertebrados o simples mamíferos, pues `primates' significa los primeros, los más sobresalientes, los Animales Principales."

Si lo que Cabo de villa quiere decir es que tal primacía obedece al hecho de ser nosotros los que hacemos las mayores animaladas, entonces concuerdo plenamente con él. Nadie nos supera, en efecto, en la comisión de burradas. Somos, pues, los Animales Principales.

En los primeros ciento cincuenta años de los últimos doscientos, en el Occidente civilizado supuestamente civilizado, la principal ocupación del hombre ha sido matar. Cada minuto, un ser humano ha dado muerte a otro ser humano. En los últimos cincuenta años, la pausa entre una y otra muerte violenta se ha reducido a un tercio; es decir que actualmente cada veinte segundos un hombre mata a otro hombre.

No solamente somos la única especie que no sabe convivir y que mata cada veinte segundos a uno de sus congéneres, sino que estamos empeñados peligrosísimo empeño en una creciente destrucción ecológica.

La incapacidad convivencial y la homicidiofilia, o mejor dicho, la homicidioerastia, son ciertamente terribles, pero la destrucción de todos los ecosistemas es de una demencialidad estupefaciente.

Presunción firme de Leakey

Richard Leakey, el gran paleontólogo de Kenia, tal vez el paleontólogo más famoso del mundo y cuyos hallazgos han sido sensacionales, ha publicado, en coautoría con Roger Lewin, el libro titulado Los Orígenes del Hombre. Entresaco de esta obra la cita siguiente, que contiene una presunción lamentablemente muy bien fundada y que dice así:

"Quizá la especie humana no sea más que un espantoso error biológico que se ha desarrollado hasta traspasar un punto en que ya no puede prosperar en armonía consigo misma ni con el mundo que la rodea."

A una especie así lo único que le queda es extinguirse. Esto no es pesimismo ni siniestrosis, como diría Pauwels. Tampoco es catastrofismo. Esto es, sencillamente, la pura verdad. Aunque usted no lo crea.

3 DEFINICION:

QUIEN ES EL HOMBRE:

Esta es la pregunta primera y principal de la filosofía. ¿Cómo puede contestársela? La definición se puede hallar en el hombre mismo y en cada hombre por separado. ¿Pero es justa? En cada hombre puede hallarse lo que es "cada hombre".

Pero a nosotros no nos interesa lo que es cada hombre por separado o, lo que es lo mismo, cada hombre en cada momento. Si pensamos en esto, veremos que con la pregunta sobre qué es el hombre queremos significar: ¿Qué puede llegar a ser el hombre? ¿Puede dominar su destino? ¿"Hacerse", crearse una vida? Decimos, por lo tanto, que el hombre es un proceso y, precisamente, que es el proceso de sus actos. Pensando un poco veremos que la pregunta ¿qué es el hombre? no es una pregunta abstracta u "objetiva". Nace del hecho de haber reflexionado sobre nosotros mismos y sobre los demás, y del hecho que queremos saber, en relación con lo que hemos reflexionado y visto, qué somos y podemos llegar a ser; si realmente, y dentro de qué límites, somos los "artífices de nosotros mismos", de nuestra vida y de nuestro destino. Y esto queremos saberlo "hoy", en las condiciones dadas hoy en día, de la vida "de hoy" y no de cualquier vida y de cualquier hombre:

La pregunta ha nacido y recibido su respuesta de especiales y determinados modos de considerar la vida del hombre; el más importante de estos modos es la "religión", y una religión determinada: el catolicismo. En realidad, al preguntamos "¿qué es el hombre?", ¿qué importancia tiene su voluntad y su actividad concreta en la creación de sí mismo y en la vida que vive?, queremos decir: "¿es el catolicismo una concepción exacta del hombre y de la vida? Cuando somos católicos, es decir, cuando hacemos del catolicismo una norma de vida, ¿erramos o estamos en la verdad?" Todos tienen la vaga intuición de que hacer del catolicismo una norma de vida es equivocarse; tan cierto es esto, que nadie se atiene al catolicismo como norma de vida, aunque se declare católico. Un católico integral, que aplicase en cada acto de su vida las normas católicas, parecería un monstruo; cosa que es, indudablemente, la crítica más rigurosa del catolicismo, y la más perentoria.

Los católicos dirán que ninguna otra concepción es seguida puntualmente, y tienen razón. Pero ello demuestra solamente que de hecho no existe históricamente un modo de concebir y de actuar igual para todos los hombres, y mucho menos un modo único; que no hay ninguna razón favorable al catolicismo, aun cuando este modo de pensar y de obrar esté organizado desde hace siglos; lo cual no ha ocurrido con ninguna otra religión con los mismos medios, el mismo espíritu de sistema, la misma continuidad y centralización. Desde el punto de vista "filosófico", lo que no satisface en el catolicismo es el hecho de que éste, a pesar de todo, coloca la causa del mal en el hombre individual mismo, esto es, que concibe al hombre como individuo bien definido y limitado. Todas las filosofías existentes hasta ahora reproducen, puede decirse, esta posición del catolicismo, o sea, que conciben al hombre como individuo limitado a su individualidad y al espíritu como tal individualidad. Y en este punto es necesario reformar el concepto de hombre. Es preciso concebir al hombre como una serie de relaciones activas (un proceso) en el cual, si bien la individualidad tiene la máxima importancia, no es, sin embargo, el único elemento digno de consideración. La humanidad que se refleja en cada individualidad está compuesta de diversos elementos: 1) el individuo; 2) los otros hombres; 3) la naturaleza. Pero el segundo y tercer elemento no son tan simples como puede parecer. El hombre no entra en relación con los demás hombres por yuxtaposición, sino orgánicamente, es decir, en cuanto forma parte de organismos, desde los más simples hasta los más complejos. Así, el hombre no entra en relación con la naturaleza simplemente por el hecho de ser él mismo naturaleza, sino activamente, por medio de la técnica y el trabajo. Y aún estas relaciones no son mecánicas. Son activas y conscientes; corresponden al grado mayor o menor de conciencia que de ellas tenga el hombre. Por ello se puede decir que cada cual se cambia a sí mismo, se modifica, en la medida en que cambia y modifica todo el conjunto de las relaciones de las cuales es el centro de anudamiento. En este sentido, el filósofo real no es y no puede ser otra cosa que el político, es decir, el hombre activo que modifica el ambiente, entendido por ambiente el conjunto de las relaciones de los que el hombre forma parte. Si la individualidad misma es el conjunto de estas relaciones, crearse una personalidad significa adquirir conciencia de esas relaciones, y modificar la personalidad significa modificar el conjunto de estas relaciones.

Pero, como ya se ha dicho, estas relaciones no son simples. En tanto algunas de ellas son necesarias, otras son voluntarias. Por otra parte, tener conciencia más o menos profunda de ellas (es decir, conocer más o menos la manera de modificarlas) ya las modifica. Las mismas relaciones necesarias, en cuanto son conocidas en su necesidad, cambian de aspecto y de importancia. En este sentido, la conciencia es poder. Pero el problema es complejo también en otro aspecto: no es suficiente conocer el conjunto de relaciones en cuanto existen en un momento dado como sistema, sino que importa conocerlas genéticamente, en su movimiento de formación, puesto que cada individuo no es sólo la síntesis de las relaciones existentes, sino de la historia de estas relaciones, esto es; el resumen de todo el pasado. Se dirá que lo que cada individuo puede cambiar es bien poco, en relación con sus fuerzas. Esto, hasta cierto punto, es verdad. El individuo puede asociarse con todos aquellos que quieren el mismo cambio, y si este cambio es racional, el individuo puede multiplicarse por un número imponente de veces y lograr una modificación bastante más radical de lo que a primera vista parece posible.

Las sociedades de las que cada individuo puede participar son muy numerosas, más de lo que pueda parecer. A través de estas "sociedades" forma parte el individuo del género humano. Así, son múltiples los modos por medio de los cuales el individuo entra en relación con la naturaleza, puesto que por técnica debe entenderse no sólo el conjunto de las nociones científicas aplicadas industrialmente, sino también los instrumentos "mentales", el conocimiento filosófico.

Que no pueda concebirse al hombre sino viviendo en sociedad, es lugar común. Sin embargo, de ello no se sacan todas las consecuencias necesarias e incluso individuales: que una determinada sociedad presuponga una determinada sociedad de las cosas; y que la sociedad humana sólo es posible en cuanto existe una determinada sociedad de las cosas, también es lugar común. Es verdad que hasta ahora, a estos organismos supra-individuales se les ha dado una significación mecanicista y determinista (tanto a la socíetas hominum como a la societas reum); de ahí la reacción contra este punto de vista. Es preciso elaborar una doctrina en la cual todas estas relaciones sean activas y estén en movimiento, fijando bien claramente que la sede de esta actividad es la conciencia de cada hombre que conoce, quiere, admira, crea, en todo lo que ya conoce, quiere, admira, crea, etc.; de cada hombre concebido, no aisladamente, sino rico de posibilidades provenientes de otros hombres y de la sociedad de las cosas, de las cuales no puede sino tener cierto conocimiento. (Como cada hombre es filósofo, cada hombre es científico, etc.)

La afirmación de Feuerbach: "el hombre es lo que come", tomada en sí, puede ser interpretada diversamente. Interpretación mezquina y tonta: el hombre, en cada oportunidad, es lo que materialmente come, esto es, las comidas tienen una inmediata influencia determinante sobre el modo de pensar. Recordar la afirmación de Amadeo* de que si se supiese lo que un hombre ha comido antes de un discurso, por ejemplo, se estaría en mejores condiciones de interpretar el discurso mismo. Afirmación infantil y, de hecho, extraña a la ciencia positiva, puesto que el cerebro no se nutre de habas y de trufas [hongo subterráneo], dado que los alimentos consiguen reconstruir las moléculas del cerebro al ser transformados en sustancias homogéneas y asimilables, que tienen la "misma naturaleza" potencial de las moléculas cerebrales. Si la referida afirmación fuese verdadera, la historia tendría su matriz determinante en la cocina y las revoluciones coincidirían con los cambios radicales en la alimentación de las masas. Lo contrario es históricamente cierto: las revoluciones y el complejo desarrollo histórico han modificado la alimentación y creado los "gustos" sucesivos en la elección de los alimentos. No es la siembra regular del trigo lo que ha hecho cesar el nomadismo, sino, al contrario, las condiciones que se oponían al nomadismo han conducido a las siembras regulares, etcétera.

Amadeo Bórdiga, ex dirigente del Partido Comunista, extremista, expulsado de sus filas. (N. de la R.).

Confrontar esta afirmación de Feuerbach con la campaña de S. E. Marinetti contra la pastasciutta y la polémica de S. E. Bontempelli en defensa de ésta en 1930, en pleno desarrollo de la crisis mundial.

Pero, por otra parte, también es cierto que el "hombre es lo que come en cuanto la alimentación es una de las expresiones de las relaciones sociales en su conjunto, y cada grupo social tiene su alimentación fundamental; pero al mismo tiempo puede decirse que "el hombre es su vestimenta", "el hombre es su departamento", "el hombre es su particular modo de reproducirse, es decir, su familia"; dado que la alimentación, la vestimenta, la casa, la reproducción, son elementos de la vida social en los cuales, del modo más evidente y amplio (es decir, masivo) se manifiesta el complejo de las relaciones sociales.

El problema de lo que es el hombre es siempre el problema llamado de la "naturaleza humana", o del llamado "hombre en general", es decir, el intento de crear una ciencia del hombre (una filosofía) que parta de un concepto inicialmente "unitario", de una abstracción que pueda contener todo lo "humano". Pero ¿lo "humano" es un punto de partida o un punto, de llegada, como concepto y hecho unitario? Esta investigación, ¿no es más bien un residuo "teológico" y "metafísico" en cuanto considerada punto de partida? La filosofía no puede ser reducida a una "antropología" naturalista, puesto que la unidad del género humano no está dada por la naturaleza "biológica" del hombre; las diferencias importantes del hombre no son las biológicas (razas, conformación del cráneo, color de la piel, etc., y a ello se reduce, en resumidas cuentas, la afirmación: "el hombre es lo que come" --come grano en Europa, arroz en Asia, etc.--, que se reducirá luego a esta otra afirmación: "el hombre es el país que habita", puesto que gran parte de los alimentos están ligados a la tierra habitada); ni tampoco la "unidad biológica" ha contado gran cosa en la historia (el hombre es el animal que se ha comido a sí mismo cuando se hallaba más próximo al "estado natural", es decir, cuando no podía multiplicar "artificialmente" la producción de bienes naturales). Tampoco la "facultad de razonar", es decir: el "espíritu", ha creado la unidad, y puede ser reconocido como hecho "unitario" sólo en tanto que concepto formal, categórico. No es el "pensamiento", sino lo que realmente se piensa, lo que une o diferencia a los hombres.

Que la "naturaleza humana" sea el "conjunto de las relaciones sociales", es la respuesta más satisfactoria, porque incluye la idea de devenir: el hombre deviene, cambia continuamente con la modificación de las relaciones sociales y porque niega al "hombre en general"; en verdad, las relaciones sociales son expresadas por diversos grupos que se presuponen entre sí y cuya unidad es dialéctica, no formal. El hombre es aristocrático; en cuanto es siervo de la gleba, etc. Se puede decir también que la naturaleza del hombre es la "historia" (y en este sentido --considerando historia igual a espíritu--, que la naturaleza del hombre es el espíritu), si se da a la historia el significado de "devenir", de una concordia discorde que no parte de la unidad, pero que tiene en sí las razones de una unidad posible. Por ello la "naturaleza humana" no puede hallarse en ningún hombre por separado sino en toda la historia del género humano (y el hecho de que se adopte la palabra "género", de carácter naturalista, tiene su significado), en tanto que en cada hombre se hallan caracteres que se ponen de relieve en su contradicción con los de otros hombres. La concepción del "espíritu" en las filosofías tradicionales, como la de "naturaleza humana" tomada de la biología, deben ser consideradas "utopías científicas" que sustituyen a la máxima utopía de la "naturaleza humana" derivada de Dios (los hombres hijos de Dios) y sirven para indicar el trabajo continuo de la historia, una aspiración racional y sentimental, etc. Es verdad que tanto las religiones que afirman la igualdad de los hombres, en tanto que hijos de Dios, y las filosofías que afirman su igualdad. en tanto que partícipes de la facultad de razonar, han sido expresiones de complejos movimientos revolucionarios (la transformación del mundo clásico, la transformación del mundo medieval) que han colocado los anillos más potentes del desarrollo histórico.

Que la dialéctica hegeliana haya sido el último reflejo de estos grandes nudos históricos y que la dialéctica, de expresión de las contradicciones sociales, deba convertirse, con la desaparición de estas contradicciones, en una pura dialéctica conceptual: esta idea sería la base de las últimas filosofías de fundamento utópico, como la de Croce.

En la historia la "igualdad" real, o sea, el grado de "espiritualidad" alcanzado por el proceso histórico de la "naturaleza humana', se identifica con el sistema de asociaciones "privadas y públicas" "explícitas e implícitas" que se anudan en el Estado y el sistema político mundial: se trata de "igualdades" sentidas como tales por los miembros de una asociación y de "desigualdades" sentidas por las diversas asociaciones; igualdades y desigualdades que valen en tanto se tiene conciencia de ellas, individualmente o como grupo. Así también se llega a la igualdad o ecuación entre "filosofía y política", entre pensamiento y acción, es decir, a una filosofía de la praxis. Todo es político, incluso la filosofía o las filosofías,* y la única "filosofía" es la historia en acción, es decir, la vida misma. En este sentido se puede interpretar la tesis sobre el proletariado alemán como heredero de la filosofía clásica alemana, y se puede afirmar que la teorización y la realización de la hegemonía realizada por Ilici [Lenin] ha sido también un gran acontecimiento "metafísico".

BIBLIOGRAFÍAS.

POLO Leonardo., "¿Quién es el hombre?, un espíritu en el mundo"., Editorial Rialp., Madrid, España, 1991., pp. 254.

www.enciclopèdia encarta.com

www.definiciones de la red.com.

INTRODUCCION

Pag.

Que es el hombre……………………………………………………………………1

La ética del hombre………………………………………………………………….2

Las virtudes sociales………………………………………………………………...3

Opinión personal……………………………………………………………………..4

Sugun la genesis ¿que es el hombre?..............................................................5

El hombre……………………………………………………………………………..7

Quien es el hombre…………………………………………………………………..8

TRABAJO DE ETICA

¿QUE ES EL HOMBRE?

Presentado por:

MIGUEL ANGEL QUINTANA DONCEL.

Cod:3104095

UNIVERSIDAD DE BOYACA

DERECHO Y CIENCIAS POLITICAS

2007-03-05

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Enviado por:Miguel Angel Quintana
Idioma: castellano
País: Costa Rica

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