Ciencias Políticas y de la Administración


Historia política y social contemporánea


TEMA 15º:

LA I GUERRA MUNDIAL Y LA REVOLUCION RUSA

La I Guerra Mundial (1914-1918) representó un corte radical en la historia. La confianza en el progreso y en los valores liberales a comienzos del siglo sufrió un rudo golpe con la experiencia de lo inmensamente destructiva que llegó a ser la guerra. Se calcula que murieron unos 10 millones de hombres y fueron heridos 20.

- Consecuencias fundamentales de la Guerra: En primer lugar, causó la caída de las monarquías europeas de tendencia menos liberal (Rusia, Austria-Hungría, Alemania); impulsó a corto plazo una corriente democratizadora en toda Europa; pero por otro lado reforzó las tendencias antiliberales de quienes creían que la fuerza era el único argumento básico en las relaciones internacionales y que sólo un Estado autoritario podría dar esa fuerza, lo que dio lugar al desarrollo del fascismo y la corriente opuesta comunismo.

1.- LOS ORÍGENES DEL CONFLICTO:

  • El estallido:

Los Balcanes eran a comienzos del S. XX, la región mas conflictiva de Europa (2 guerras 1911 y 1913) y allí surgió el incidente que dio lugar a la Guerra. Se trató del asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero a la Corona austro-húngara, que fue perpetrado en Sarajevo por un joven Bosnio. Ante ello, el gobierno austro-húngaro, respaldado por Alemania, lanzó un ultimátum a Servia, en el que exigía la participación de agentes austríacos en la investigación del asesinato. El gobierno serbio, respaldado el ruso, rechazó el ultimátum en nombre de la soberanía nacional.

A partir de entonces, fueron las iniciativas rusa y alemana las que condujeron a la Guerra. Rusia comenzó la movilización de sus tropas para estar en disposición de enfrentarse a alemanes y austríacos. Alemania le exigió que la suspendiera y, ante la negativa, declaró la guerra no solo a Rusia, sino a su aliada Francia. Para penetrar en Francia, los Alemanes optaron por invadir la neutral Belgica, lo que dio al gobierno Británico el argumento necesario para arrastrar a su país a la guerra.

Posteriormente se incorporarían a la guerra: Turquía y Bulgaria al lado de los imperios centrales, Italia, Rumanía, Japón, EEUU y otros al lado de las potencias occidentales.

  • Las Causas profundas:

Las causas más probables que parece que llevaron a la Guerra fueron las siguientes:

1º.- El clima general de nacionalismo agresivo: que con mas o menos fuerza se daba en todos los países, y que compartían tanto los gobernantes como los sectores más importantes de la opinión pública. Debe tenerse en cuenta, que el nacionalismo no solo es una cuestión de intereses, sino de sentimientos.

2º.- La aspiración de Alemania de convertirse en una potencia mundial: ello llevó al emperador Guillermo II y a los altos jefes militares, que no dependían del gobierno, sino directamente del emperador, a seguir una política arriesgada y apoyar a Austria-Hungría frente a Rusia, al tiempo que esta se aproximaba a Francia.

3º.- Gran Bretaña valoraba sobre todo su enorme impero colonial: creyendo que para defenderlo necesitaba mantener la hegemonía naval. Así es que respondió a Alemania con un incremento de su propia flota, que llevo a una carrera de armamentos.

4º.- El Imperio Ruso aspiraba a incrementar su poder internacional y sus aspiraciones se centraban en la Península Balcánica: deseaba convertirse en el gran protector de los pueblos eslavos, tratando de arrebatar a Turquía Estambul, tanto por motivos histórico-religiosos como estratégicos.

5º.- Los franceses no habían olvidado la pérdida de las regiones de Alsacia y Lorena anexionadas por Alemania en 1871: además les resultaba inquietante el fuerte crecimiento económico y militar de Alemania; lo que provoco que el imperio más autoritario de Europa (Rusia) y la República francesa llegaran a un entendimiento.

En definitiva, todas las naciones creían que la demostración de la fuerza bélica era decisiva para que una gran nación fuera considerada como tal.

Además hay que añadir otros dos factores: el sistema de alianzas y la carrera de armamentos. El primero surgió del temor a quedar aislados frente a las potencias enemigas, el segundo era una respuesta que cada potencia daba a los preparativos bélicos de sus rivales.

2.- EL DESARROLLO DEL CONFLICTO:

  • Entusiasmo patriótico y “unión sagrada”:

En Agosto de 1914, cuando comenzó la guerra, se produjo la sorpresa de que los gobiernos tuvieran el apoyo de la gran mayoría de la población. Incluso los socialistas, se vieron arrastrados por el sentimiento patriótico de todos los sectores de la opinión pública.

Hubo incluso gentes que saludaron con entusiasmo el inicio de la guerra en la que esperaban que su país triunfara. Con lo que nadie contó es que la guerra fuera a durar 4 años y que llegaran a morir 10 millones de soldados. No había precedentes.

  • Una Guerra larga:

El plan del ejercito alemán preveía contener inicialmente a los rusos, que tardarían más en movilizarse, mientras ellos lanzaban, a través de Bélgica, una rápida ofensiva contra Francia. Pero este plan fracasó en septiembre de 1914, cuando un contraataque francés frenó a los alemanes en el rio Marne. A partir de entonces el frente occidental se estabilizó y en los 4 años siguientes no hubo avances importantes. Ambos contendientes se parapetaron en poderosas líneas de trincheras protegidos con ametralladoras, que la infantería enemiga no podría atravesar.

No ocurrió lo mismo en el frente oriental, en el que Rusia se batió con Alemania y Austria-Hungría. Allí los rusos fueron capaces de resistir 3 años, pero al final el imperio de los zares sucumbió, víctima de su debilidad (económica y política). Por un lado, Rusia carecía del inmenso poderío industrial y de una red de comunicaciones que permitió a otras potencias aguantar; y por otro, el régimen autoritario de los zares no logró generar la misma solidaridad patriótica que si lograron otras potencias. A finales de 1917, una segunda revolución llevó al poder a los comunistas rusos, que en marzo de 1918 firmaron con Alemania y Austria-Hungría la Paz de Brest-Litovsk, en la que admitieron la pérdida de inmensos territorios en el borde occidental del imperio zarista.

  • La intervención Norteamericana:

La retirada Rusa, fue más que compensada con la entrada de EEUU. Los ideales liberales de EEUU, sus simpatías hacia Francia y Gran Bretaña y sus lazos económicos con estas , empujaron a EEUU hacia el bando aliado. Finalmente, la guerra submarina alemana la que hizo que el presidente demócrata Wilson pidiera al Congreso que declarara la guerra a Alemania en abril de 1917.

La cuestión submarina requiere una explicación: el dcho. Internacional de preguerra preveía que el tráfico de suministros no bélicos en buques neutrales no debía ser impedido por los beligerantes, pero cuando la guerra comenzó, Gran Bretaña optó por aprovechar su hegemonía naval para imponer un bloqueo total a los puertos enemigos. La flota alemana de superficie era inferior a la británica, así que para obtener superioridad, recurrieron a los submarinos para ocasionar tremendos daños a los buques que suministraban a Gran Bretaña. Esto implicó el hundimiento de barcos neutrales que llevaron a EEUU a entrar en la guerra.

  • El colapso de los imperios centrales:

La última ofensiva alemana fracasó en el verano de 1918 y en septiembre franceses, británicos y americanos lanzaron la ofensiva final. El alto mando militar alemán, concluyó que no había posibilidad alguna de victoria y prefirió que se pidiera un armisticio antes de que se produjera una derrota en el campo de batalla. Al iniciarse las negociaciones del armisticio, la sensación de derrota representó un golpe para la población alemana y el descontento se tradujo en la formación de consejos de obreros y soldados y en la huelga general, promovida por la izquierda socialista. Ante este deterioro, el emperador Guillermo II abdicó en noviembre, 2 días antes de que se firmara el armisticio.

La abdicación desembocó en la desintegración del imperio. Los diversos movimientos nacionalistas, con el apoyo de las potencias occidentales, optaron por declarar la independencia de diferentes pueblos (Hungría se separó de Austria; Checoslovaquia; Eslovenia y Croacia se unieron a Servia para formar Yugoslavia, etc.

3.- LA PAZ DE PARIS:

En 1919 los vencedores de la guerra firmaron en París un tratado con cada uno de los vencidos: el de Versalles con Alemanes y otros 4 con Austria, Hungría, Bulgaria y Turquía. Las decisiones fundamentales acerca del contenido de estos tratados fueron tomadas por los dirigentes de las 4 potencias vencedoras (EEUU-Wilson, Gran Bretaña-Lloyd George, Francia-Clemenceau e Italia-Orlando). El objetivo de Wilson era sentar las bases de un nuevo orden internacional que asegurara la paz del mundo, mientras que las pretensiones de sus colegas europeos estaban ligadas a intereses nacionales más específicos.

A lo largo de la guerra, las potencias europeas había esbozado las ventajas que iban a conseguir con la victoria. Alemania buscaba el engrandecimiento territorial. A su vez, británicos, franceses, rusos, italianos y japoneses habían negociado en secreto el engrandecimiento territorial a costa de sus enemigos. Sin embargo, Wilson, en cambio, hizo público a comienzos de 1918 un plan de 14 puntos, cuyo objetivo era asegurar una paz duradera tras el conflicto (libertad de navegación marítima, libre comercio internacional, reducción de armamentos, etc.).

En las negociaciones de paz de París la opinión de los vencedores no contó. Lo fundamental fueron las discusiones entre Wilson y sus aliados. A cambio de que estos aceptaran la fundación de una organización internacional para el mantenimiento de la paz, la Sociedad de Naciones, EEUU cedió en otros puntos de menor importancia. Así la libertad de navegación marítima en tiempo de guerra fue abandonada y se aceptó la petición de Francia para que Alemania tuviera que pagar una indemnización por los daños causados.

El problema del Tratado de Versalles fue que creó un gran resentimiento den Alemania, favoreciendo así a los agitadores ultranacionalistas y dificultando la consolidación de la democracia. La nueva democracia alemana, la llamada República de Weimar, tuvo que pagar las culpas de Guillermo II y en adelante, sería acusada por los ultranacionalistas como Hitler, de haberse sometido a los dictados occidentales. Además hubo de ceder a Francia Alsacia y Lorena y a la nueva Polonia sus territorios de población polaca o mixta.

Los tratados que se firmaron con Austria y Hungría dieron reconocimiento internacional a la situación que había surgido como consecuencia del hundimiento del imperio austro-hungaro. A consecuencia de lo cual surgieron nuevos estados: Austria, Hungría, Yugoslavia, Polonia, etc.

Otra consecuencia de la guerra fue la desintegración del Imperio Turco. Por la Paz de París perdió sus territorios árabes, que se convirtieron en protectorados de Francia (Siria) y Gran Bretaña (Irak y Palestina).

4.- LA REVOLUCIÓN RUSA:

  • Sus orígenes:

La Revolución rusa de 1917 representó el comienzo de una de las experiencias sociales más interesantes que ha realizado la humanidad. En Rusia surgió, un sistema social basado en la propiedad colectiva de los medios de producción (Marx). Pero no todos los socialistas del mundo aprobaron el rumbo que pronto tomó la revolución. Muchos de ellos rechazaron la dictadura de partido que era el rasgo esencial del nuevo régimen, y se mantuvieron fieles a la Internacional Socialista. Otros, en cambio, vieron en el ejemplo ruso el modelo a seguir.

Factores que contribuyeron al triunfo de la primera revolución socialista del mundo en Rusia: la existencia de importantes grupos sociales descontentos; la incapacidad del régimen autoritario de los zares para integrar a esos grupos; el impacto que tuvo en Rusia la I Guerra Mundial; y el papel dirigente de un partido político de nuevo tipo: el Partido Comunista.

Rusia había experimentado un importante desarrollo industrial desde finales del S. XIX, lo que había dado lugar a la aparición de una clase obrera industrial del tipo de la que en toda Europa constituía la base de las organizaciones socialistas. La inexistencia de derechos de sindicación y huelga hacia que en Rusia, a diferencia de otros países, hubiera cualquier tipo de protesta laboral, pues era reprimida con contundencia.

Más importante era la actitud de los campesinos, que constituían el sector mayoritario en la población. En este caso, había un fuerte abismo social entre la gran masa de campesinos y las élites de la nobleza (los campesinos habían sido siervos hasta 1861). Además el nuevo partido Socialista Revolucionario sostenía que en Rusia los campesinos iban a ser los grandes protagonistas de la revolución. El Partido Socialdemócrata, confiaba en cambio en la clase obrera industria.

Los militantes que fundaron estos partidos no eran en su mayoría obreros ni campesinos, sino jóvenes intelectuales procedentes de la clase media alta, descontentos con la situación del país, que se caracterizaba por la desigualdad y la miseria de las clases menos favorecidas.

Tanto el partido Socialista Revolucionario como el Partido Socialdemócrata funcionaban en la clandestinidad. Y es que el Imperio Ruso seguía siendo en pleno S. XX un estado plenamente absolutista. En esta situación de clandestinidad, era mas fácil que triunfaran las tesis de que no había otro camino que la revolución armada.

Por otro lado, no hay nada que más desacredite a un régimen que la derrota militar. La primera revolución rusa surgió en 1905 y el zar Nicolás II logró dominarla con facilidad. Pero a pesar de algunas concesiones el sistema no cambio. Esto unido a las derrotas en el frente, la crisis económica y el descontento de soldados y oposición, trajo como consecuencia que el zar fuera incapaz de conducir a Rusia a la victoria.

De estos factores surgió la revolución, pero el rumbo que finalmente tomó resultaría incomprensible: el partido bolchevique de Lenin tomó el poder y en contra de lo que se pensaba (un partido de masas para la dirección del poder), se optó por un partido de élites formado por intelectuales y un grupo reducido de obreros entregados de lleno a la causa revolucionaria con una estricta disciplina.

El probable que los bolcheviques adoptaran un modelo autoritario porque se enfrentaban a un régimen autoritario. Y después del triunfo revolucionario, ese modelo de partido sirvió para implantar una dictadura implacable.

  • La Revolución de Febrero:

La revolución rusa de 1917 se desarrollo en 2 fases: la revolución de febrero y la revolución de octubre. La primera fase fue una revolución democrática, del tipo de las llevadas a cabo en Europa en el S. XIX, pero no logró consolidarse.

La revolución de febrero comenzó por una huelga en la capital. San Petersburgo, en protesta por la escasez de pan, que rápidamente se convirtió en una protesta generalizada contra el zar. Dos poderes revolucionarios surgieron: por un lado un comité de parlamentarios de la Duma y por otro, un consejo (soviet) de delegados obreros. Lo decisivo fue que los soldados de San Petersburgo se sumaron a la revolución. Tras ello, el Zar abdicó y el comité parlamentario formo un gobierno provisional.

Durante los meses siguientes hubo en Rusia un doble poder: por un lado el del gobierno provisional y por otro, el de los soviets de obreros y soldados. Paralelamente el estallido de la protesta popular fue privando de autoridad a todos los que la habían tenido tradicionalmente (jueces y policias, oficiales del ejercito, terratenientes, etc). Pero la gran dificultad era que Rusia seguía en guerra con Alemania. Los intentos de Kerenski por restablecer la disciplina del ejército y lanzar una ofensiva fracasaron.

En tales circunstancias Lenin lanzó un programa radical, que respondía a los deseos del pueblo: paz inmediata, reparto de las grandes fincas entre los campesinos, control obrero de las fábricas y entrega de todo el poder a los soviets. Esto provocó que los bolcheviques aumentaran su poder de influencia, especialmente en el ejército.

  • La Revolución de Octubre:

El intento de mantener a Rusia en guerra fue lo que más contribuyó a la creciente impopularidad de Kerenski, mientras que la popularidad de los boscheviques crecía. Lenin podía haber tratado de alcanzar el poder por la vía electoral, pero optó por la insurrección armada, que fue acordada por el soviet de San Petersburgo en el que los bolcheviques tenían mayoría. Gracias al apoyo de buena parte de los soldados la insurrección bolquevique derrotó con facilidad a las fuerzas fieles a Kerenski. Tras ello, un congreso de los soviets de toda Rusia, del que se retiraron los delegados de otros partidos, aprobó la formación de un gobierno exclusivamente bolchevique encabezado por Lenin. En eso consistió la revolución de octubre.

Inmediatamente, el nuevo gobierno tomó 2 medidas: la abolición de la propiedad privada de la tierra y su entrega a los comités de campesinos; y por otro lado anunció un armisticio inmediato.

En las elecciones a la Asamblea Constituyente venció el Partido Socialista Revolucionario. Los bolcheviques solo obtuvieron el 25% de los votos, aunque triunfaron en San Petersburgo y otras ciudades. Puesto que no tenían mayoría en la Asamblea, la disolvieron sin encontrar oposición.

El problema más grave para consolidar el triunfo de la revolución era la negociación de la paz con los Alemanes

  • La Guerra Civil:

Los bolcheviques no encontraron demasiada resistencia en su asalto al poder, ya que Rusia se encontraba en un estado de completo desorden, pero hubieron de hacer frente a una dura guerra civil. Las principales fuerzas que se le opusieron fueron los llamados Ejércitos Blancos, fundados por antiguos oficiales del ejército ruso. Pero el Ejército Rojo, fundado por los bolcheviques y dirigido por Leon Trotski, se enfrentó también a los nacionalistas polacos y ucranianos y a bandas de campesinos rebeldes. Entre 1918 y 1921 una guerra feroz asolo el antiguo imperio ruso.

Las potencias occidentales, vencedoras de la I Guerra Mundial, eran contrarias a la revolución bolchevique, pero debido a la distancia y a que acababan de salir de la guerra se abstuvieron de intervenir.

Las condiciones de la guerra civil condujeron a la radicalización de la dictadura y a una rápida eliminación de la economía de mercado. Los comunistas defendían la dictadura del proletariado (de la clase obrera). Así es que en la práctica lo que se impuso fue una dictadura de partido. Todas las organizaciones rivales fueron prohibidas y la nueva policía política, la Cheka, implantó el terror.

La economía de mercado desapareció. En las ciudades se impuso el control obrero y la colectivización de todo tipo de empresas. En cambio, en el campo se impuso la propiedad privada de los campesinos que se repartieron las tierras. Para alimentar a las ciudades y al ejército rojo, los comunistas se vieron obligados a enviar destacamentos armados a los pueblos, lo que dio lugar a rebeliones campesinas.

Al terminar la guerra civil la situación era crítica. Los niveles de producción se habían hundido y la escasez generó descontento incluso en la clase obrera. Una hambruna causó millones de víctimas de 1921 y 1922.

Lenin ante esto, optó por dar marcha atrás en la colectivización. La Nueva Política Económica, iniciada en 1921, condujo a una economía mixta, en la que coexistían un sector estatal y un sector privado. Esto permitió una notable recuperación. Por el contrario, en 1921 se prohibió que los miembros del Partido Comunista pudieran reunirse y debatir al margen de los órganos oficiales del partido.

  • La Internacional Comunista:

Los dirigentes comunistas no creían que su triunfo se pudiera consolidar aisladamente en Rusia, sino que pensaban que podía copiarse el modelo al resto del mundo. Para coordinar los esfuerzos revolucionarios, en 1919 fundaron en Moscú la III Internacional, o Internacional Comunista. El resultado fue que el socialismo se dividió en todos los países, al fundarse partidos comunistas afiliados a la nueva internacional. La diferencia entre los socialistas que continuaron la tradición de la II Internacional, convencidos de que no podía haber socialismo sin democracia y los comunistas, partidarios de la dictadura del proletariado, se mantendría hasta el hundimiento del comunismo 70 años después.

5.- LA UNIÓN SOVIÉTICA EN LA ERA DE STALIN:

  • El sistema político Soviético:

Tras la victoria comunista en la guerra civil, el antiguo imperio ruso se convirtió en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, fundada en 1922 e integrada inicialmente por 4 repúblicas (Rusia, Bielorusia, Ucrania y Transcaucasia). La estructura federal del nuevo estado respondía al concepto de respetar la identidad nacional de los pueblos que lo integraban.

El contrapeso a las autonomías locales venía de los importantes poderes del gobierno federal, y sobre todo, del carácter centralizado del Partido Comunista de la Unión Soviética. La característica principal del sistema era la existencia de una doble estructura de poder: por un lado la del Estado y por otro la del Partido, que controlaba al anterior.

El Partido Comunista, que tenía 24.000 miembros al inicio de la revolución, superaba los 2 millones en 1933. Estaba organizado en células de una docena de miembros que se integraban en la práctica totalidad de los sectores de la sociedad. Periódicamente elegían un Comité Central. Pero poco a poco el debate político fue reduciéndose y ya en los años 30 los congresos se limitaban a aprobar lo que se les proponía. La dictadura del partido acabó convirtiéndose en la dictadura de un solo hombre (José Stalin).

Stalin fue elegido en 1922 secretario general del partido, lo que pronto le llevo a controlar toda la organización. En 1924 murió Lenin y en los años siguientes Stalin eliminó a todos sus rivales (Troski). A su vez que se convertía en el intérprete máximo del marxismo-leninismo. A partir de los años 30 y hasta su muerte en 1953, nadie pudo disentir de Stalin en la URRS.

  • Colectivización y planes quinquenales:

Un principio fundamental del marxismo-leninismo era que la sociedad comunista habría de basarse en la propiedad colectiva de los medios de producción, lo cual evitaría la explotación de los trabajadores. Pero la revolución rusa, había sido en parte una revolución campesina, y los campesinos había optado por el reparto de las grandes fincas y la propiedad individual de la tierra. Además la Nueva Política Económica había supuesto un retorno parcial a la economía de mercado.

A finales de los años 20 todo cambió. Se optó por la colectivización plena y la planificación central de toda la actividad económica. Esto supondría el acercamiento al ideal comunista y además, el poder concentrar los recursos disponibles en la industria pesada (que sería la base del poder militar) y por otro lado eliminaría la propiedad privada campesina.

La planificación se concretó en unos planes quinquenales, mediante los cuales el Estado imponía unos objetivos precisos a cada sector económico. El primer plan comenzó en 1928 y aunque no hay cifras exactas el PNB se duplico entre 1928 y 1940. Pero el crecimiento varió mucho de unos sectores a otros.

La colectivización fue impuesta a los campesinos mediante medidas coercitivas que implicaron la deportación en masa de aquellos que no estuvieron de acuerdo. La colectivización forzosa destruyó las estructuras tradicionales de la vida campesina rusa. Y la consecuencia más trágica fue la terrible hambruna de 1932 y 1933.

  • El terror estalinista:

Se suele denominar terrorismo al empleo de métodos violentos, en tiempos de paz, por parte de una minoría para tratar de atemorizar a una población. Cuando tales métodos los utiliza el estado el término utilizado es el de terror. Un rasgo único del terror estalinista fue que muchas de sus víctimas fueron destacados miembros del propio partido que lo promovió.

El terror impulsado por Stalin tuvo 3 elementos principales: las deportaciones masivas, el gran terror de los años 1936 a 1938 y el terror contra ciertas minorías nacionales de los años de la II Guerra Mundial.

Bajo Stalin se desarrollo un sistema de campos de trabajos forzados dirigidos por un órgano administrativo (Gulag), por lo que llegaron a pasar 5 millones de personas.

El gran terror que comenzó a finales d e1936 hasta 1938 se caracterizó por las continuas condenas a muerte por motivos políticos.

TEMA 16º:

EL AVANCE DE LA DEMOCRACIA EN OCCIDENTE

Durante el periodo entre las 2 guerras mundiales se establecieron sistemas autoritarios en gran parte de Europa: comunistas en la URSS, fascistas en Italia y Alemania. Pero se produjo en cambio un avance de la democracia en Europa occidental y América del Norte. Este avance implicó que, en algunos países la población femenina obtuviera por primera vez plenos derechos políticos, lo que representó un paso fundamental en la emancipación de la mujer. Otro factor que trajo la democratización fue el aumento de gasto social y el inicio del denominado Estado del Bienestar.

1.- LA DEMOCRATIZACIÓN:

  • Orígenes de la democracia:

Democracia es un término griego que significa “gobierno del pueblo” y que procede de la civilización clásica griega. Pero las democracias griegas se desarrollaron en el ámbito limitado de la ciudad-estado. No existen ejemplos antiguos de estados territorialmente amplios que se gobernaran por procedimientos democráticos.

Su origen actual lo encontramos en las revoluciones liberales del S. XVIII. La definición mínima de democracia exige: que la mayor parte de quienes gobiernan sean seleccionados mediante elecciones periódicas, o sean responsables ante un parlamento así elegido; que tengan derecho a voto todos los ciudadanos adultos, salvo excepciones mínimas y justificadas; que existan libertades civiles y políticas (expresión, asociación, reunión, etc); y que las elecciones se celebren en condiciones de plena libertad y limpieza.

No hay democracia si algún sector de la población es excluido de la plenitud de sus derechos políticos por motivos raciales, étnicos, religiosos o de otro género. Los EEUU no pudieron, por ejemplo, considerarse una democracia hasta que la población afroamericana no pudo ejercer sus derechos políticos.

Suiza y EEUU son, si embargo, dos de los países del mundo en los que más pronto se inició el proceso democratizador, que ya estaba muy avanzado en ambos a mediados del S. XIX.

Más importante que el momento en que se alcanza la democracia plena es aquel en que se empiezan a cumplir las 2 condiciones siguientes: que los gobernantes sean designados directamente en elecciones libres o sean responsables ante el parlamento; y que una parte significativa de la población total goce del derecho al sufragio.

Los EEUU tienen un régimen republicano desde su independencia, pero en Europa solo había en 1914 dos repúblicas: Suiza y Francia. En los demás estados europeos el sistema era el monárquico. Y el paso fundamental fue el momento en que el Rey, para elegir jefe de gobierno, tuviera que contar con el apoyo del parlamento.

  • La primera democratización:

Samuel Huntington ha escrito que el avance mundial hacia la democracia se ha producido en 3 oleadas sucesivas, interrumpidas por 2 periodos de guerra. La primera oleada democratizadora comenzó en la primera mitad del S. XIX y culminó tras la I Guerra Mundial, mientras que el primer periodo de retroceso se produjo en el periodo de entreguerras. La segunda oleada democratizadora, se produjo tras la II Guerra Mundial, pero fue seguida por otro periodo de retroceso; y finalmente, la tercera oleada comenzó hacia 1974 y nos encontramos todavía en ella.

La primera ola tuvo su origen en la revolución americana de 1776 y la francesa de 1789, pero no fue hasta varias décadas después cuando empezaron a establecerse sistemas en los que el gobierno había de someterse al control de elecciones periódicas. En EEUU la elección presidencial de 1828 fue la primera en que tuvieron dcho, al voto más de la mitad de los varones blancos adultos. En Francia, la II República estableció en 1848 el sufragio universal masculino pero el avance democrático se vio pronto frenado por el II Imperio, y fue sólo con la III República cuando se afirmó, a partir de 1871, un sistema parlamentario basado en el sufragio universal. En España el sufragio universal masculino se adoptó por primera vez con la Const. De 1869.

En vísperas de la I Guerra Mundial puede decirse que el proceso democratizador estaba bastante avanzado en EEUU, Argentina, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, Gran Bretaña, Francia e Italia. No lo estaba tanto en el Imperio alemán y austro-húngaro. Por ello el triunfo en la guerra mundial de Francia, Gran Bretaña y EEUU pudo considerarse el triunfo de la democracia.

En Rusia, la orientación democrática de la revolución de febrero, dio paso pronto a la dictadura del partido comunista, pero en la mayor parte de los nuevos estados que surgieron de la ruina de los imperios Ruso, Alemán y Austro-Húngaro se establecieron sistemas más o menos democráticos. En particular la Constitución de Weimar que la República Alemana adoptó en 1919 era plenamente democrática.

Se produjeron también avances democráticos en los países de Occidente, en los que la participación solidaria de toda la población en el esfuerzo bélico había reforzado la convicción de que nadie pudiera ser privado de su derecho al voto a causa de la diferencia de sexo, aunque la segregación racial retrasó aún el proceso.

Hay que destacar también que la escisión comunista contribuyó a que los partidos socialistas adoptaran una posición favorable a los principios democráticos.

  • La reacción autoritaria:

El primer período de reflujo de la democracia en el mundo se inició en 1922, con el establecimiento del régimen fascista en Italia. En los 20 años siguientes fueron muchos los sistemas democráticos, o al menos liberales, que dieron paso a la dictadura. Así Asia el sistema Japonés se vio influenciado por la dictadura militar. América Latina se establecieron también dictaduras militares.

Entre los factores que impidieron la consolidación de la democracia, podemos citar: las dificultades económicas, las tensiones sociales, los enfrentamientos entre grupos nacionales en el seno de un mismo Estado, la falta de una cultura liberal arraigada, los deseos de revancha de los vencidos en la I Guerra Mundial, el auge de nuevas ideologías antiliberales (fascismo y comunismo)

2.- LA EMANCIPACIÓN FEMENINA:

  • Orígenes del feminismo:

La obtención del derecho al sufragio supuso un paso muy importante en la emancipación femenina por un doble motivo: representaba el reconocimiento de la igualdad de derechos políticos y porque proporcionó a las mujeres un instrumento fundamental, el voto, con el que en adelante podrían favorecer una legislación emancipadora.

El Feminismo, se propuso poner fin a la situación en la que la vida de la mujer se veía reducida al ámbito familiar, su participación en los asuntos públicos era muy restringida y su libertad se veía condicionada por la tutela del padre o el marido. La defensa del derecho de la mujer a la igualdad con el varón arrancó en el ambiente de cambio social de la Revolución Francesa.

Los EEUU fueron el primer país del mundo en el que el movimiento feminista cobró fuerza. Su punto de arranque estuvo en la convención celebrada en 1848 en Seneca Falls, en Nueva York, de la que surgió un movimiento feminista cuya principal líder intelectual fue Elisabeth Stanton. En 1869 Wyoming, reconoció por primera vez el derecho al voto y lentamente fueron adoptando la misma medida otros Estados.

Otros 2 territorios anglosajones, Nueva Zelanda y Australia, concedieron muy temprano el voto a la mujer: la primera en 1893 y la segunda en 1902.

  • La obtención del sufragio femenino:

La fuerza del movimiento feminista y la coherencia de sus argumentos habrían llevado antes o después a su triunfo, pero lo aceleraron los cambios sociales generados por la guerra mundial, como la incorporación masiva de la mujer al trabajo extradoméstico que acompañó la partida de los hombres al frente.

El sufragio femenino fue adoptado en Alemania en 1919, En EEUU en 1920 y en Gran Bretaña parcialmente en 1917 y plenamente en 1928. En Italia estaba a punto de aprobarse cuando en 1922 se estableció el régimen fascista. En España fue con la Segunda República cuando se admitió (1931). Lo más sorprendente fue que en Francia, donde las primeras peticiones de sufragio femenino se plantearon a fines del S. XVIII, no se adoptaron hasta después de la II Guerra Mundial.

3.- LA CRISIS ECONÓMICA Y EL ESTADO DEL BIENESTAR:

  • El Estado del Bienestar:

La expresión Estado del Bienestar se empezó a emplear en los años de la II Guerra Mundial para designar un tipo de Estado en el que el acceso a unos niveles mínimos de ingreso, atención sanitaria, vivienda y educación constituye un derecho de todo ciudadano, que en caso necesario ha de ser satisfecho por las autoridades mediante el gasto público. Esto supone un cambio respecto a la concepción del estado liberal, cuya misión se limitaba a garantizar la defensa exterior y el orden interior y a realizar aquellas obras públicas que por su naturaleza no se presten a ser satisfechas por la iniciativa privada.

La aparición del Estado del Bienestar está ligada a la democratización y responde a las necesidades de los sectores más desfavorecidos de la sociedad, a los que el sufragio universal otorgó una influencia de la que carecían. También está ligada al desarrollo económico, porque una sociedad sin recursos económicos difícilmente puede garantizar un bienestar mínimo.

Los orígenes del Estado del Bienestar se hallan en la legislación social que algunos países europeos comenzaron a adoptar a fines del S. XIX, mientras que su pleno desarrollo se produjo después de la II Guerra Mundial.

El período de las guerras mundiales representó una etapa importante de la historia del Estado del Bienestar, por 3 motivos: por el fuerte aumento del gasto público y del intervencionismo estatal que exigió el enorme esfuerzo bélico; por el impulso a la legislación social dado como consecuencia del sufragio universal; y por el impacto que la crisis de 1929 tuvo en la pérdida de confianza en el equilibrio automático de los mercados.

  • Los orígenes de la Seguridad Social:

La protección de aquellos miembros de la sociedad que, por uno u otro motivo, necesitan de ayuda para subsistir no se concibió como una función del Estado hasta finales del S. XIX. Hasta entonces, esa función era cubierta por entidades privadas (de carácter religioso la mayoría) o por los municipios, y quienes recibían ayuda de ese tipo quedaban descalificados socialmente.

La concepción actual de la seguridad social, que inicialmente solo cubrió a los trabajadores industriales, recibió su primer gran impulso con la legislación que el canciller Bismarck impulsó en Alemania en los años 80 del S. XIX. El Imperio Alemán fue el primer país del mundo que adoptó el sistema estatal de seguridad social, que incluía seguros obligatorios de enfermedad, accidente y jubilación. Pronto, otros países seguirían la estela de la Alemania de Bismarck.

Los seguros de accidente y jubilación se difundieron también con rapidez, mientras que el desarrollo del seguro de desempleo fue posterior. El primer país donde se adoptó con carácter obligatorio fue Gran Bretaña en 1911, a la que siguieron en el período de entreguerras Austria, Italia, Polonia, Bulgaria, Alemania y Yugoslavia. La generalización solo se produciría tras la II Guerra.

Puesto que inicialmente estos seguros solo cubrían a los trabajadores industriales, el porcentaje de población laboral asegurada era escaso, además como estas prestaciones estaban diseñadas para cubrir tan solo un mínimo vital, el gasto total en seguros sociales era muy modesto.

En el período de entreguerras el desarrollo de la seguridad social recibió un gran impulso. Esto se debió a varios motivos: a las promesas hechas durante la guerra por los gobiernos para mantener la solidaridad de la población, al avance de la democratización, a los problemas sociales generados por la guerra (inválidos, viudas y huérfanos). Todo ello condujo a un incremento de la legislación social. Sin embargo, ninguno de estos nuevos sistemas logró hacer frente adecuadamente al enorme problema que supuso el incremento del paro en los años treinta. Eso fue uno de los motivos por los que tras la II Guerra se produjo un impulso aún mayor a la Seguridad Social, que condujo a la situación actual.

  • La crisis de 1929:

La crisis económica que se inició en 1929 en EEUU, pronto se extendió por el resto del mundo, siendo la más grave producida hasta la fecha. Por un lado creó un gran malestar social que incrementó en muchos países la tensión política y en particular, contribuyó al triunfo del nazismo en Alemania. Y por otro lado, puso en cuestión los principios tradicionales del liberalismo económico, lo que llevó a un mayor intervencionismo estatal.

La crisis se inició en la potencia dominante del mundo del momento, EEUU; y concretamente en la Bolsa de Nueva York, en la que las cotizaciones se hundieron en los últimos días de octubre de 1929. Este pánico bursátil, puso fin a un período de especulación al alza en el que los inversores contraían créditos para adquirir acciones, confiados en el alza de las mismas. Ello condujo a una sobrevaloración de las acciones y cuando la confianza bursátil quebró las acciones empezaron a bajar, los inversores no pudieron hacer frente a sus créditos y la crisis se trasladó al sistema bancario americano. A su vez, la crisis bancaria, tuvo efectos negativos en toda la economía (descenso del consumo, bajada de precios, cierre de empresas, despidos, etc).

El gran papel que los EEUU jugaban en la economía mundial hizo que en pocos meses la crisis se difundiera por otros países. Después de la I Guerra Mundial, EEUU se habían convertido en grandes consumidores de capital a otros países y el mercado norteamericano era importante para las exportaciones de bastantes países.

A nivel mundial la crisis terminó siendo mucho más grave por la incapacidad de los gobiernos para adoptar medidas concertadas. El fracaso de la conferencia de Londres de 1933 puso fin a los esfuerzos para lograr una concertación internacional. Cada país tomó sus propias medidas proteccionistas y el resultado fue el hundimiento del comercio internacional, con resultados negativos para todo el mundo que llevaron, tras la II Guerra Mundial a crear mecanismos de cooperación económica internacional (Bando Mundial).

  • El intervencionismo estatal:

Una manera de evaluar el papel que el Estado juega en la economía consiste en calcular el porcentaje que los ingresos fiscales representan al producto nacional. Teniendo en cuenta solo los ingresos del Estado central, este porcentaje se situaba en torno al 5% en la mayor parte de los Estados europeos durante las décadas anteriores a la I Guerra. Los gastos bélicos generados por ésta exigieron un gran aumento de los ingresos fiscales, que posteriormente se redujeron, pero nunca volvieron a un nivel tan bajo como el de preguerra. El incremento de los ingresos públicos permitió financiar la política social que antes se ha mencionado y convirtió el gasto público en un componente muy importante de la demanda total.

Esto supuso que el Estado adquiriera una responsabilidad en la marcha de la economía. Del Estado liberal del S. XIX, que consideraba la economía como ámbito exclusivo de la iniciativa privada, se pasó al Estado intervencionista del S. XX.

El máximo exponente de las nuevas ideas económicas fue el británico John M. Keynes, quien en 1936 publicó su obra fundamental, Teoría general del empleo, el interés y el dinero. La tesis de Keynes es que el mercado no genera por si mismo una situación de utilización plena de los recursos productivos, como suponían los economistas liberales clásicos. Keynes estimaba que el libre juego del mercado podía conducir a que el ajuste de la oferta y la demanda se efectuara a un nivel inferior al de pleno empleo. Por tanto el desempleo, y en general la infrautilización de los recursos productivos, podían darse no solo en momentos de crisis, sino a largo plazo. En una situación como esta, la solución era aumentar la demanda para estimular la inversión y el empleo. El papel del Estado sería el de impulsar la demanda a través del gasto público.

Las ideas de Keynes tuvieron su máxima influencia en los 30 años siguientes a la II Guerra Mundial, en los que los países de Occidente experimentaron un fuerte crecimiento económico, con aumento del gasto público y la creación del Estado del Bienestar.

TEMA 17º:

ESPAÑA EN EL REINADO DE ALFONSO XIII

1.- DESARROLLO ECONÓMICO Y CAMBIO SOCIAL:
- La aceleración del crecimiento económico:

Durante el S. XIX el ritmo de crecimiento económico en España fue sensiblemente más lento que en el resto de Europa, lo que significaba que su atraso respecto a países como Francia en 1900 era mayor que en 1800. Durante el primer tercio del S. XX el ritmo de crecimiento fue más satisfactorio, aunque siempre dentro de límites modestos.

La tasa de crecimiento anual del producto por habitante fue mínima en la primera mitas del S. XIX, se situó por encima del 1% entre 1860 y 1910 y alcanzó el 1,5% entre 1910 y 1930. Durante el reinado de Alfonso XIII la economía española comenzó a despegar, aunque lo hizo a un ritmo moderado, que no logró eliminar el atraso. Los ingresos por habitante en España en 1930 representaban el 63% de los de Gran Bretaña, Francia y Alemania.

Este despegue económico fue uno de los principales factores de cambio de la sociedad española. Para mostrar este cambio nos centraremos en 3 aspectos: el descenso de la mortalidad y la natalidad, el crecimiento urbano y el proceso de alfabetización.

  • La modernización demográfica:

1º.- El descenso de la mortalidad, o lo que es lo mismo, el aumento de la esperanza de vida, constituye uno de los aspectos más importantes del desarrollo humano. En España comenzó a producirse un descenso de la mortalidad a finales del S. XIX. La tasa de mortalidad, que se mantuvo en torno al 30 por mil en los últimos años del S. XIX, era del 15 por mil en vísperas de la guerra civil. Debe destacarse el descenso continuo que se produjo entre 1920 y 1935.

Por otro lado, 4 de cada 10 niños nacidos en 1880 murieron antes de 1900; mientras que sólo 2 de cada 10 niños nacidos en 1920 murieron antes de 1940.

Este descenso de la mortalidad se debió en primer lugar a la reducción de las enfermedades infecciosas. Durante el primer tercio del S. XX España sólo se vio atacada por una epidemia catastrófica (1918).

Otras enfermedades infecciosas que no daban lugar a epidemias catastróficas tenían también un gran impacto en la mortalidad española del S. XIX

La lenta reducción d estas enfermedades en el primer tercio del S. XX se debió sobre todo a una gradual mejora de las condiciones de vida: mejor alimentación, más ropa para mudarse, mayor higiene personal, agua potable; la mejora de las comunicaciones permitía que ante una mala cosecha se pudieran suministrar mas fácilmente alimentos (la última crisis de subsistencia en España se produjo en 1887).

2º.- El retroceso de la natalidad resulta más complejo de explicar: En ocasiones la natalidad disminuye debido a dificultades coyunturales como ocurrió en la guerra civil. Pero a largo plazo, el descenso de la natalidad acompaña al progreso económico, debido al cambio de mentalidad. La mortalidad infantil retrocede, con lo que no son necesarios tantos nacimientos.

Por otro lado, puesto que la mortalidad descendió antes que la natalidad, el ritmo de crecimiento natural de la población española fue mayor en las primeras décadas del S. XX que en las últimas del S. XIX. Pero la falta de oportunidades laborales en España, se tradujo en que parte del aumento de la población se canalizara hacia la emigración. La gran mayoría se dirigió a Argentina y Brasil. A pesar de todo, España pasó de 18 millones de habitantes en 1900 a 23 en 1930.

  • Urbanización y alfabetización:

Hubo también una emigración interna, que se tradujo en el crecimiento de las ciudades. Pero el proceso de urbanización fue limitado, de manera que la España de la II República seguía siendo predominantemente rural. No obstante, hay que destacar la importancia que tuvo el crecimiento de las mayores ciudades, debido a su papel como centros de innovación social, cultural y política. Entre 1900 y 1930 Madrid y Barcelona ganaron algo más de 400.000 hab., cada una.

Otro aspecto importante del cambio social fue el progreso educativo, que podemos comprobar mediante el avance de la alfabetización. En 1900 sólo el 45% de los españoles mayores de 10 años sabía leer y escribir, porcentaje que se había elevado en 1930 al 73%.

En resumen, España consiguió aumentar significativamente, durante el primer tercio del S. XIX, sus niveles de desarrollo económico, de salud pública, de formación educativa e incluso de emancipación femenina, aunque se mantuviera el atraso respecto a los niveles de Europa.

2.- EL SISTEMA POLÍTICO:

  • Las dificultades de la democratización:

El sistema político de la Restauración, liberal pero no democrático, no resultaba excepcional en Europa a fines del S. XIX. Casi todos los países europeos tenían por entonces un sistema liberal (salvo Rusia), pero eran muy pocos los que, como Francia y Suiza, gozaban de una democracia plena (aunque solo masculina). En los demás países existían limites a la democracia, bien de tipo formal, como las atribuciones del monarca o la limitación del sufragio; bien de tipo informal, como las manipulaciones del sufragio. En España el sufragio universal masculino se había establecido en 1891, pero ello no contribuyó a una democratización real, debido a la pervivencia del caciquismo.

A lo largo del S. XX el sistema liberal oligárquico, que excluía de los derechos políticos a sectores más o menos amplios de población dio paso en casi toda Europa a la democracia liberal. La diferencia es que, en la Europa occidental se pasó directamente de uno a otro sistema, a través de reformas sucesivas, mientras que en resto de países hubo intervalos de dictaduras. Así es que, desde la perspectiva actual, podemos decir que el gran dilema político que se planteaba en la España de comienzos del S. XX era el de si se iba a producir una transición directa del sistema liberal oligárquico a la democracia o se producirían intervalos dictatoriales.

Este dilema, no podía percibirlo con claridad el español de la época, pero lo que sí se percibía era que el sistema político fundado por Cánovas no podría mantenerse sin cambios. La derrota frente a EEUU en 1898 había convencido a la opinión pública de que España no estaba a la altura de los países más avanzados. De ahí surgió la idea de que era necesaria la regeneración de España.

Durante el primer tercio del S. XX, España cambió bastante: aumentaron la renta por habitante, la esperanza de vida, el nivel de alfabetización y el grado de urbanización. Pero esos cambios contribuyeron a que el sistema político de la Restauración, basado en la desmovilización política, resultara cada vez menos viable. A lo largo del S. XIX buena parte de la población española permanecía al margen de luchas políticas. En el sexenio 1868-1874 se produjo una importante movilización de los sectores populares. Pero el caos posterior (1873) desmovilizó a la población. Desde comienzos del S. XX la situación fue cambiando: el crecimiento de las ciudades, la facilidad de las comunicaciones, el avance de la alfabetización, la prensa, etc; contribuyeron a la movilización política de los sectores populares, como ocurrió en toda Europa. El paso a la democracia implicó en todas partes el acceso a la vida política de las clases trabajadoras.

El cambio podía producirse a través de la democratización de los partidos dl sistema, o a través del desarrollo de partidos ajenos al mismo, o de una combinación de ambos procesos. En el caso de España, hubo intentos, tanto por conservadores como por liberales, de dar a sus respectivos partidos una bases social más amplia, pero tales intentos fracasaron y lo que se produjo fue un debilitamiento de ambos partidos.

  • Las tendencias contrarias al sistema:

Respecto a las fuerzas políticas ajenas al turno de liberales y conservadores, existían diversas tendencias con un importante potencial de crecimiento. Por la derecha hubo diversos intentos a nivel local, de organizar los sectores católicos más vinculados a la vida institucional de la Iglesia, que veían con reticencia los principios liberales; esta tendencia termino por dar origen en la II República a una gran fuerza política, la CEDA, pero en la monarquía constitucional no llegó a consolidarse. Una parte de los católicos intransigentes seguían además vinculados a la causa carlista.

Por la izquierda, existían 2 importantes tendencias: el republicanismo y el socialismo y una tercera que rechazaba toda participación en las instituciones políticas, el anarquismo.

Por último hay que destacar que a comienzos del S. XX comenzaron a adquirir vigor en Cataluña y País Vasco los partidos de carácter nacionalista.

  • La Corona y las fuerzas armadas:

Junto a las tendencias citadas, la historia política del reinado de Alfonso XIII tuvo 2 protagonistas más, cuya orientación fue decisiva para que en 1923 terminara imponiéndose una solución autoritaria a la crisis del sistema: el propio rey y el ejército. La Constitución de 1876 otorgaba al rey importantes facultades, mientras que la manipulación del sistema del sufragio le convertía en único árbitro del sistema. El rey no podía limitarse a nombrar jefe de gobierno al político que hubiera ganado las elecciones. Puesto que quien estaba al frente del gobierno siempre ganaba, lo decisivo era obtener del rey el decreto de disolución de las Cortes para proceder a una nueva elección. Así es que el rey decidía no solamente el ritmo del turno, sino también el liderazgo de los partidos si es que varios políticos se lo disputaban.

Ello otorgaba una enorme responsabilidad al rey y Alfonso XIII se mostró deseoso de ejercerla a fondo desde el inicio de su reinado. Lejos de limitarse al papel simbólico, al que terminaron por quedar relegados los monarcas constitucionales, Alfonso XIII ejerció un papel político destacado. El también deseaba la regeneración de España, y terminó por dudar de que el sistema parlamentario fuera el instrumento adecuado para conseguirlo. Ello le condujo finalmente a apoyar la dictadura del General Primo de Rivera, un apoyo que terminó por costarle la corona.

En el sistema de la Restauración, las fuerzas armadas, constituían un poder casi autónomo, que en la práctica se gestionaba a si mismo, al margen de su teórica sumisión al gobierno. Las guerras coloniales crearon además un foso de incomprensión entre los militares y la sociedad. Las bajas y penalidades sufridas con el servicio militar que obligaba a la población a intervenir en los conflictos de Cuba, Marruecos, etc; la escasez de medios y la sobreabundancia de los que disponían los oficiales les terminó enfrentando al pueblo.

3.- TRES CRISIS: 1909, 1917 Y 1921:
Durante los primeros 20 años del reinado de Alfonso XIII se produjo en definitiva un creciente deterioro del sistema político y de los partidos que lo dominaban, que terminaron siendo incapaces de sostener gobiernos estables y cayeron en el descrédito ante la opinión pública. Fueron 20 años en que se sucedieron los conflictos, relacionados con 5 grandes problemas: la cuestión religiosa, la cuestión social, la amenaza revolucionaria, la guerra de Marruecos y la cuestión militar.

  • Maura, la Semana Trágica y la crisis del turno:

Antonio Maura, fue el más destacado político conservador del reinado de Alfonso XIII. Abordó en su etapa de gobierno iniciada en 1907 un amplio programa regeneracionista que, en su opinión equivaldría a una “revolución desde arriba”. Se proponía la eliminación de las prácticas fraudulentas, lo que exigía incorporar al juego político el amplio sector de ciudadanos que vivían al margen del mismo. En el caso del Partido Conservador, ello suponía lograr el apoyo explícito de los intereses económicos y de los elementos conservadores de la sociedad, lo que a su vez implicaba que el catolicismo superara sus reticencias hacia los principios liberales. Pretendió también reforzar el imperio de la ley y el orden frente a la agitación revolucionaria de los sectores de la izquierda.

Esta política de Maura le ganó las simpatías de sectores eclesiásticos e incluso carlistas, pero en cambio provocó el rechazo de los liberales y las izquierdas. Su política de atracción de los católicos contribuyo a la agudización del anticlericalismo. Su proyecto de reforma municipal, que incluía la introducción del sufragio corporativo para implicar a los elementos más destacados de la vida locas, representaba una amenaza para los sectores populares que quedaban infrarrepresentados. Todo ello condujo al Partido Liberal a pactar con los republicanos moderados un bloque de izquierdas de oposición a Maura.

Lo que complicó la situación fue la política marroquí. En un periodo donde las potencias europeas contaban con imperios coloniales, importantes sectores de la opinión pública española consideraban obligada la expansión en Marruecos. España poseía desde hacia siglos las plazas de Ceuta y Melilla y en 1906 un acuerdo con Gran Bretaña y Francia le otorgó la región del norte, que se convirtió en protectorado en 1912. Pero la resistencia de la población local al dominio español dio lugar a casi 20 años de operaciones bélicas.

El primer episodio del conflicto marroquí tuvo lugar en 1909, cuando insurrectos atacaron un ferrocarril minero. Para reforzar las tropas de Melilla, Maura recurrió a llamar de nuevo a filas a soldados que ya estaban en al reserva, lo que dio lugar a una oleada de protestas. Estas fueron importantes sobre todo en Barcelona, donde en julio se produjo una insurrección de los barrios populares que se mantuvo durante una semana (la Semana Trágica). La furia popular tomó una orientación anticlerical y 42 iglesias y conventos fueron incendiados.

A raíz de ello los tribunales militares condenaron a muerte a varias personas (Francisco Ferrer, intelectual anarquista).

En tales circunstancias el dirigente del Partido Liberal, Segismundo Moret, llevo la protesta al parlamento, y Alfonso XIII optó por forzar la dimisión de Maura. El cual, consideró que al ponerse del lado de los revolucionarios, el Partido Liberal había faltado a sus deberes de lealtad y resultaba por tanto imposible continuar con la práctica del turno. Con ello, Maura estaba poniendo en cuestión el papel arbitral del rey y el sistema de turnos.

  • La crisis de 1917 y el declive del sistema:

Desde la muerte de Sagasta, el Partido Liberal no volvió a tener un liderazgo unificado. Su última figura fue José Canalejas, que asumió la jefatura del gobierno en 1910 e intentó desarrollar una política de control de las órdenes religiosas católicas y de reforma social. Fue asesinado por un anarquista en 1912 y un año después los conservadores volvieron al poder, pero a costa de la división del partido: Maura se negaba a participar en el turno, y fue otro dirigente conservador, Eduardo Dato, quien formó gobierno.

Las tensiones sociales y políticas se acentuaron en España como consecuencia de la I Guerra Mundial. La opinión pública se dividió: los conservadores, carlistas y militares simpatizaron con Alemania; mientras que las simpatías liberales y de las izquierdas iban hacia el bando aliado. Pero una entrada en la guerra a favor de Alemania era inviable, debido a la debilidad de las fuerzas armadas. Por tanto España se mantuvo neutral.

La demanda de los países beligerantes condujo a un fuerte aumento de las exportaciones que enriqueció a muchos patronos y a la vez condujo a un importante alza de los precios internos. En algunos sectores los salarios crecieron también, pero en otros no (funcionarios, militares). Estas circunstancias favorecieron la agitación social y a ello se sumó la extendida percepción de que la guerra iba a provocar importantes cambios en el mundo de los que España quedaría al margen.

La primera manifestación de esos cambios fue la Revolución Rusa. En el verano de 1917 España vivió una breve crisis política, fruto de las protestas de los militares, partidos ajenos al sistema y los sindicatos obreros.

La protesta militar fue obra de las Juntas de Defensa, una organización que logró el apoyo de casi todos los oficiales, e iba dirigida contra los políticos y generales, contra la escasez de sueldos, contra los ascensos arbitrarios, etc. Las Juntas estaban al margen de la ley y el gobierno intentó eliminarlas, pero no lo consiguió hasta 5 años después, pues contaban con la simpatía de la opinión pública.

Ello ocurría sobre todo en Cataluña, donde los partidos del turno habían perdido la hegemonía frente a los catalanistas de la Lliga y los republicanos. El dirigente de la Lliga Catalana, Francisco Cambó, fue el principal promotor de un movimiento parlamentario de protesta, que exigió la inmediata apertura de las cortes (Dato las había cerrado) para que dieran inicio a una reforma constitucional. Ante la negativa de Dato, los parlamentarios opuestos al sistema se reunieron en Barcelona en una Asamblea, que fue inmediatamente disuelta.

Algunos parlamentarios republicanos que acudieron a la Asamblea, estaban dispuestos a ir más lejos que Cambó e iniciaron preparativos revolucionarios. La central sindical socialista UGT, tenía además un pacto con la anarcosindicalista CNT, y en agosto de 1917, ambas se lanzaron a la huelga general revolucionaria. La huelga, que dio lugar a enfrentamientos muy violentos, fue un fracaso. Y ante la amenaza de revolución proletaria Cambó modero su estrategia. Los oficiales de las Juntas de Defensa, por su parte no apoyaron la protesta de los parlamentarios y participaron en la represión

  • El desastre de Annual:

En 1921, el problema marroquí volvió a complicar la situación e incrementar las tensiones. La zona de protectorado presentaba escaso interés económico y grandes dificultades para la ocupación. Se trataba de una franja del norte de Marruecos, dominada por las montañas del Rif, que carecía de vías de comunicación y estaba poblada por tribus independientes y guerreras (los kabilas). Un líder rifeño, Abd el Krim, supo unificar estas tribus en la lucha por la independencia. Los militares españoles argumentaron que sólo una ocupación efectiva permitiría la pacificación. Los gobiernos les dejaron hacer, a condición de que el gasto no fuera excesivo y no se produjeran demasiadas víctimas.

Pero en 1921 se produjo la catástrofe. Una columna al mando del general Silvestre, fue atacada en Annual por fuerzas de Abd el Krim y la retirada hacia Melilla se convirtió en una catástrofe. El envío de refuerzos permitió restablecer pronto la situación militar, pero la magnitud de la tragedia desencadenó una oleada de críticas y exigencia de responsabilidades. El escándalo de Marruecos podía convertirse en un argumento para forzar la democratización e incluso la caída de la monarquía. Por su parte, muchos militares se sentían traicionados por los políticos. En 1923, el gobierno liberal de Manuel García Prieto, en el que participaban los reformistas, se proponía plantear a las Cortes la discusión de un informe sobre Annual elaborado por el general Picasso. Poco antes de que ello ocurriera, el general Primo de Rivera se pronunció en Barcelona.

4.- LA OPOSICIÓN DE IZQUIERDAS:

  • La cuestión religiosa y la cuestión social:

El sistema de la Restauración se caracterizó por la indiferencia y la apatía políticas de un gran sector de la sociedad. Existían además diversos sectores que se interesaban por las cuestiones públicas pero que rechazaban el sistema. Por la derecha, estaban los carlistas y los integristas, que ya no representaban una amenaza insurreccional. Pero si quedaba un sector de los católicos militantes que seguían si n aceptar los principios liberales y aspiraban a la unidad católica de la España tradicional.

Esto, sin embargo no se tradujo en un desafío político a la hegemonía del Partido Conservador, cuya política era lo suficientemente favorable a la Iglesia como para provocar la movilización en su contra. Las energías del catolicismo se volcaron hacia las iniciativas sociales y el control de la enseñanza.

Esta creciente influencia de las instituciones católicas, hizo que a comienzos del S. XX se acentuara el anticlericalismo, que acabó convirtiéndose en una de las señas de identidad de las izquierdas españolas. Republicanos, anarquistas y socialistas, consideraban a la Iglesia Católica como una fuerza reaccionaria que representaba un obstáculo al progreso de la humanidad. A la vez, los católicos consideraban a las izquierdas como enemigas de Dios.

  • Reforma o revolución:

Este era el gran dilema de las izquierdas. La estrategia reformista implicaba pasos graduales, encaminados hacia la democratización, la secularización y una política social favorable a los trabajadores. La estrategia revolucionaria aspiraba a un cambio radical, mediante la conquista del Estado (republicanos y socialistas) o mediante su destrucción (anarquistas).

  • El Republicanismo:

Un rasgo característico del republicanismo era su tendencia a disgregarse en pequeños grupos. A principios del S. XX cobraron fuerza dentro de él dos tendencias contrapuestas: una que se basó en un discurso abiertamente revolucionario y anticlerical, lo cual le hizo popular en los medios obreros; y otra, moderada y gradualista, centrada en la democratización y la reforma social, que se mostró incluso dispuesta a aceptar la monarquía si se introducían reformas. La primera tuvo por principal protagonista a Alejandro Lerroux, fundador del Partido Radical, que en los primeros años del siglo logró importantes éxitos electorales en Barcelona. Cuando la República llegó en 1931, Lerroux era el político republicano más conocido, aunque algunos escándalos de corrupción perjudicaron su imagen.

La segunda estuvo representada por el Partido Reformista, fundado en 1912 y dirigido por Melquiades Álvarez, lo que le llevó a colaborar con los liberales en los últimos años de la monarquía.

En todo caso, ni los radicales ni los reformistas, ni los restantes grupos republicanos llegaron nunca a obtener más allá de un puñado de escaños parlamentarios. Y su esfuerzo electoral se reducía a unas cuantas ciudades.

  • El Socialismo:

Partido Socialista Obrero Español tuvo un éxito electoral mucho más reducido. Fundado en 1879, no tuvo su primer escaño hasta 1909 con Pablo Iglesias. Ello contrasta con la fuerza electoral que para entonces tenían los partidos socialistas en Europa. La central sindical socialista (UGT), tuvo también un crecimiento lento. En particular no logró arraigar en Barcelona, donde estaba la principal zona industrial; siendo los principales núcleos socialistas los de Madrid y las provincias mineras del norte (Vizcaya y Asturias).

Bajo la jefatura de Iglesias, el socialismo español adoptó una visión marxista de la historia muy sencilla: el capitalismo estaba ineluctablemente condenado a desaparecer y sería sustituido por un sistema socialista, basado en la propiedad colectiva de los medios de producción. El gran cambio se produciría a través de una revolución proletaria que expropiaría a la burguesía y la función de las organizaciones socialistas sería la de preparar a la clase obrera para esa revolución. Entre tanto, la lucha de clases podría asumir formas legales y pacíficas.

El PSOE comenzó a darse a conocer por su oposición a la guerra de Cuba y sobre todo a la guerra de Marruecos, denunciando que sólo fueran los sectores sociales más desfavorecidos los que tuvieran que ir a la guerra.

A raíz de la I Guerra Mundial, el PSOE se radicalizó. En 1917 participó por primera vez en una huelga general revolucionaria y en 1919, bajo el estímulo de la Rev. Rusa, optó por romper con los republicanos y pedir el ingreso en la Internacional Comunista. Pero finalmente no ingreso, porque los socialistas españoles terminaron por considerar que la férrea dictadura del PC en Rusia no era el camina adecuado para llegar al socialismo. Ante esto, el sector favorable a le línea seguida en Moscú optó por la escisión y formó el Partido Comunista de España en 1921, aunque este sector siguió siendo minoritario hasta 1936.

  • El Anarquismo:

El nuevo régimen soviético también suscitó inicialmente la adhesión de muchos anarquistas españoles (por el radicalismo revolucionario). En 1919 la CNT acordó también su ingreso en la Internacional Comunista. Pero los anarquistas no tardaron en comprender que sus principios libertarios eran incompatibles con la concepción totalitaria de la URSS.

El anarcosindicalismo representaba una fusión de la tradición anarquista que había arraigado en España a fines del S. XIX, con la nueva corriente sindical surgida del sindicalismo revolucionario francés. En 1911 se fundó la CNT, que experimentó un gran crecimiento en los años de la I Guerra Mundial. Los anarquistas se habían mostrado siempre muy receptivos a todo tipo de nuevas propuestas, como el vegetarianismo, la implantación de una nueva lengua universal, o el control de la natalidad; todo ello quedó sumado al sindicalismo.

Lo que unía a todos los anarquistas era la convicción de que sólo se lograría una sociedad verdaderamente humana si se eliminaba el poder del Estado, la Iglesia y el Capital.

La etapa más aguda del terrorismo anarquista, con su foco principal en Barcelona, se desarrolló en las últimas décadas del S. XIX. Las 2 regiones donde más arraigó el anarquismo fueron Andalucía y Cataluña. Los campesinos andaluces, muchos de ellos jornaleros sin tierras, con condiciones de vida extremas, se sintieron atraídos por los propagandistas anarquistas que recorrían los pueblos, e identificaron la anarquía con el reparto de los latifundios. El anarquismo andaluz se caracterizó por la sucesión de etapas de fuerte agitación frente a etapas de desesperanza. En los años de 1918 a 1920 al amparo de los ecos de la Rev. Rusa, hubo un período de fuerte agitación, “trienio bolchevique”.

En Cataluña, la ofensiva huelguista de la CNT comenzó en 1918 y desde el principio fue acompañada de atentados. Los empresarios replicaron con el cierre patronal a finales de 1919, mientras el gobierno oscilaba entre la dura represión y el diálogo. La pérdida de mercados exteriores tras el fin de la I Guerra Mundial endureció las condiciones económicas. A partir de 1920 la CNT se encontró con una organización obrera de tendencia derechista, los Sindicatos Libres, que recurrieron a su vez a atentados contra anarquistas. En ese clima, la afiliación a la CNT cayó en picado.

Cuando en 1923 Primo de Rivera dio su golpe, las amenazas revolucionarias habían desaparecido.

5.- LOS NACIONALISMOS PERIFÉRICOS:

  • Nacionalismo español y nacionalismos periféricos:

El concepto de nacionalismo abarca a todas aquellas corrientes políticas para las que la identidad nacional constituye el valor más importante. Ello significa que existen muchos tipos de nacionalismos. Este puede ser autoritario o liberal, de izquierdas o derechas, pero en todos tiende a reforzar la solidaridad entre aquellos que considera miembros de la propia nación, al tiempo que introduce cierto grado de distancia con respecto a aquellos que considera extranjeros.

El concepto de nación tiene componentes tanto objetivos como subjetivos. La identidad nacional siempre se apoya en unos hechos, como la existencia de un territorio, una lengua, cultura, etc, pero implica también una voluntad subjetiva: podemos decir que una nación es una comunidad que se considera a si misma nación.

En el caso de España, el sentimiento de identidad nacional recibió un gran impulso con la guerra contra Napoleón, que representó una lucha por la independencia contra el dominio extranjero. El concepto de “Nación Española” entro en el derecho político con la Constitución de 1812, que en su art. 1 la definía como “la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios”. Pero a lo largo del S. XIX, el sentimiento de identidad nacional no se desarrollo en España como en el resto de Europa, pudiendo ser debido al lento desarrollo de la red de comunicaciones, o a la falta de enemigos exteriores. Además el desastre del 98 produjo un clima de pesimismo generalizado que contribuyó al desarrollo de los nacionalismos periféricos.

  • El nacionalismo catalán:

Los orígenes del nacionalismo catalán se hallan en el movimiento de recuperación de la lengua y de la tradición cultural catalanas que se produjo a mediados del S. XIX: la Renaisença. Como movimiento político tuvo un doble origen: por un lado surgió del Republicanismo Federal de Valentí Almirall y por otro del tradicionalismo carlista representado por el obispo Josep Torras i Bages.

En adelante, dentro del nacionalismo catalán habría siempre una pluralidad de tendencias políticas (derecha e izquierda), pero inicialmente predominó la tendencia conservadora de la Lliga Regionalista que triunfó en el distrito de Barcelona en las elecciones de 1901.

En 1906 el asalto por oficiales del ejército de la redacción de un periódico catalanista, dio lugar a un movimiento de protesta que se tradujo en una amplia coalición electoral, Solidaritat Catalana, en la que ingresaron catalanistas, republicanos y carlistas. Solidaritat obtuvo 41 de los 44 escaños catalanes en las elecciones de 1907, pero se disolvió a raíz de la Semana Trágica.

En 1913 el gobierno conservador de Eduardo Dato dio un primer paso hacia la autonomía de Cataluña con el establecimiento de la Mancomunitat, órgano en el que se integraron las 4 Diputacines Provinciales.

La Lliga fue desde 1918 el partido más importante de Cataluña, pero nunca consiguió una mayoría absoluta de los escaños catalanes en las Cortes españolas; finalmente, su tendencia conservadora le llevó a no oponerse a la dictadura de Primo de Rivera, que sin embargo, adoptó pronto medidas anticatalanistas como la supresión de la Mancomunitat.

  • El nacionalismo vasco:

A diferencia del nacionalismo catalán, el nacionalismo vasco trató de arraigar en todos los territorios donde se hablara euskera. Tampoco hubo un movimiento anterior al vasquismo político que intentara recuperar el euskera. Las primeras asociaciones que a partir de 1876 preconizaron ya el uso de la lengua desde una dimensión política, de reivindicación de los fueros que aquellas provincias habían tenido siempre en el seno de la monarquía española, y que les permitieran su propio sistema fiscal y la exención del servicio militar.

El programa liberal implicaba la igualdad de derechos de todos los españoles y por tanto la supresión de esos privilegios, mientras que el carlismo (con especial arraigo en Navarra y Vascongadas), se erigió en defensor de los fueros. De hecho el nacionalismo vasco nacería en buena medida del tronco carlismo.

El padre del nacionalismo vasco fue Sabino Arana, quien en 1895 fundó el Partido Nacionalista Vasco. Arana, que procedía del Carlismo se definió como “antiliberal y antiespañol” y concebía a la nación vasca definida por su raza y su religión. Una y otra estaban amenazadas por la inmigración de españoles atraídos por el desarrollo industrial de Vizcaya, lo que ponía en peligro la pureza de la raza y el catolicismo.

Estos planteamientos radicales le costaron al PNV naciente medidas de represión. El propio Arana conoció la cárcel, pero antes de su temprana muerte, propuso una línea más moderada que le permitió integrarse en la legalidad. En adelante el PNV se movería en una permanente ambigüedad, entre aspiraciones independentistas y una línea moderada.

Inicialmente limitado a Vizcaya, el PNV se fue extendiendo lentamente a las otras provincias. A pesar de algunas escisiones, siguió siendo la principal organización nacionalista vasca.

Durante la Dictadura los nacionalistas vascos renunciaron a la actividad política y concentraron sus esfuerzos en el terreno cultural, al igual que catalanes y gallegos.

  • El nacionalismo gallego:

No alcanzó resultados electorales importantes hasta finales del S. XX. Por el contrario, el renacimiento de la cultura gallega, el Rexurdimento, fue muy temprano, pues comenzó a mediados del S. XIX.

Una definición nacionalista no se produjo hasta que en 1918 las Irmandades de Fala, (organización con fines linguisticos y culturales). Pero su eco social fue muy limitado. En su seno convivieron varias tendencias políticas y su teórico más destacado fue Vicente Risco, de orientación conservadora, quien definió la nación gallega como el producto natural de la interacción de la raza celta en territorio gallego.

6.- LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA:

La dictadura del general Primo de Rivera fue uno de los múltiples regímenes autoritarios y conservadores que se establecieron en Europa y América Latina durante el período de entreguerras. Su duración fue corta (1923-1930), pero fue el precedente de la dictadura de Franco.

Entre los principales factores que condujeron al establecimiento de la dictadura se hallan la crisis general de los valores liberales que se produjo en toda Europa a raíz de la I Guerra Mundial, el desprestigio del sistema político de la Restauración, el deseo de poner fin a las amenazas revolucionarias anarcosindicalistas y las tensiones generadas por el desastre de Annual.

  • La obra del régimen:

Primo de Rivera hizo suya la crítica más simplista del sistema de la Restauración: todos los males de España venían de la incompetencia y corrupción de los políticos profesionales y bastaría que unos hombres rectos y patriotas asumieran durante un tiempo la dirección del país, al margen de la constitución y sin control parlamentario, para entrar en la senda de la regeneración. La dictadura militar se planteó pues como un “breve paréntesis” para sanear el sistema.

El problema en que mas afortunada resultó la política de Primo de Rivera fue el marroquí. Ello fue el resultado tanto de sus propias decisiones como de una favorable oportunidad de colaborar con Francia.

En el terreno económico la Dictadura se benefició de una favorable coyuntura internacional, que sólo empezó a deteriorarse en 1929. Primo de Rivera impulsó una política económica intervencionista y proteccionista, criticada por algunos sectores empresariales; siendo su aspecto más importante las inversiones en obras públicas (carreteras, embalses y redes eléctricas).

La tranquilidad pública contribuyó a la prosperidad económica. La dictadura no necesitó recurrir a la represión, pues sindicatos como la CNT se encontraban en pleno declive.

Un problema que la dictadura no supo encauzar fue el de las aspiraciones catalanistas. A pesar de la simpatía inicial de los sectores afines a la Lliga, Primo de Rivera se dejó arrastrar por el nacionalismo español y trató de eliminar el nacionalismo catalán prohibiendo el uso de la lengua, lo que provocó el rechazo de la Iglesia catalana.

  • La caída de la dictadura:

Nacida con un propósito de provisionalidad, la dictadura no llegó nunca a dotarse d una institucionalización que le diera legitimidad. El apoyo al régimen se canalizó a través de la Unión Patriótica, partido oficial que nunca tuvo virtualidad propia. El intento de redactar una nueva constitución que sustituyera a la de 1876 fracasó por falta de apoyos. Y los sectores descontentos poco a poco fueron aumentando (desde la vieja clase política a los intelectuales como Unamuno).

Todo ello hizo que renaciera la política conspirativa que Cánovas había conseguido eliminar medio siglo antes. De nuevo políticos y militares descontentos empezaron a planear un pronunciamiento. Tales conspiraciones fracasaron, pero crearon un ambiente de intranquilidad. Y finalmente el propio Alfonso XIII llegó a la conclusión de que debía prescindir del dictador si no quería comprometer el futuro de la monarquía. La pérdida del apoyo del rey del alto mando militar fue la principal razón que condujo a Primo de Rivera a presentar su dimisión en enero de 1930.

TEMA 18º:

LA II REPÚBLICA Y LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA

La II República representó la primera experiencia democrática que ha vivido España. Las experiencias anteriores quedaron rotas por el caciquismo y la manipulación del sufragio. Pero la experiencia democrática no logró consolidarse, terminó con la guerra civil y la prolongada dictadura de Franco.

1.- EL HUNDIMIENTO DE LA MONARQUÍA:

  • Desarrollo, democracia y monarquía:

Como hemos vista, los sistemas liberales que se habían establecido en el S. XIX acabaron por transformarse en democracias plenas a comienzos del S. XX. Tras la I Guerra Mundial el sistema democrático se convirtió en la norma en Europa, aunque algunas nuevas democracias pronto fueron sustituidas por regímenes autoritarios.

No es por tanto sorprendente que España, que contaba con una tradición liberal más que secular, asumiera el sistema democrático. El desarrollo económico y cultural en España experimentó en las últimas décadas del S. XIX y las primeras del S.XX proporcionó además una base social relativamente sólida a la democracia. A la altura de 1930 España no se encontraba entre los países más avanzados de Europa, en términos de nivel de renta, esperanza de vida o tasas de alfabetización, pero tampoco se encontraba entre los últimos.

Un hecho importante fue que en España la transición a la democracia no se produjera de manera gradual, como ocurrió por ejemplo en el Reino Unido, donde llegó a ese resultado a través de sucesivas reformas.

El nivel de bienestar en España estaba en 1930 bastante lejos del de los británicos, holandeses y suecos, por lo que no es extraño que la transición democrática por consenso fuera difícil. Pero el factor que más influyó en la transición a la democracia fue el hundimiento de la monarquía debido al apoyo que Alfonso XIII otorgó a Primo de Rivera.

Es decir, cuando en enero de 1930, Alfonso XIII forzó la dimisión de Primo de Rivera, todo indicaba que esa dimisión implicaba el fin de la monarquía.

  • De la Monarquía a la República:

El problema de los monárquicos fue que no supieron ofrecer a la opinión pública un proyecto que resultara atractivo. Alfonso XIII encargó formar gobierno a un militar de su confianza, el general Dámaso Berenguer, que escogió a la mayoría de sus ministros de las filas del antiguo Partido Conservador. Berenguer restableció las libertades, pero parecía que lo único que ofrecía era una vuelta atrás, al sistema de la Restauración. Los partidos Conservador y Liberal se habían disuelto durante la dictadura y entre sus antiguos miembros existía un descontento con el Rey. En resumen: los monárquicos estaban divididos y carecían de un proyecto que despertara ilusión.

Los republicanos, en cambio, supieron presentar un frente unido y ofrecer una opción de cambio, al tiempo que parecían garantizar ese cambio inicialmente moderado. En agosto de 1930 los principales dirigentes republicanos llegaron a un acuerdo, el pacto de San Sebastian, al que posteriormente se sumaron los socialistas. De esta manera la opción republicana quedó englobada en un frente común, al frente del cual destacaba Niceto Alcalá Zamora, al que le fue encomendada la presidencia del gobierno provisional de la futura República; las organizaciones republicanas, en el seno de las cuales se distinguía una tendencia centrista, encabezada por Alejandro Lerroux, y otra izquierdista con Manuel Azaña; los catalanistas de izquierda y los socialistas.

Para el triunfo republicano se abrían 2 vías: la participación electoral y el alzamiento militar. La segunda era la tradicional en España y los republicanos también optaron por ella en 1930. Contactaron con militares descontentos y prepararon un pronunciamiento militar que se produjo en diciembre de 1931 y fracasó (los 2 capitanes de la guarnición de Jaca que lo inciaron fueron fusilados).

El fracaso insurreccional fue seguido de un triunfo en lar urnas. En abril de 1931 el gobierno del almirante Aznar, que había sustituido a Berenguer, convocó elecciones municipales y las candidaturas republicanas obtuvieron el triunfo. Los republicanos supieron presentarse como los garantes de la democracia y de la modernidad, mientras los monárquicos parecían encarnar el pasado.

El rey podía haberse mantenido por la fuerza, pero la mayoría de los dirigentes políticos y militares lo desaconsejaban. Deseoso de evitar enfrentamientos, Alfonso XIII se exilió. El 14 de abril de 1931 se proclamó la República, de manera pacífica y en medio del entusiasmo popular.

2.- EL BIENIO REFORMISTA, 1931-1933:

  • Las Cortes Constituyentes:

El Gobierno Provisional que asumió el poder el 14 de abril representaba un amplio abanico de tendencias. En el ala derecha se situaba su presidente, Alcalá Zamora, y también Lerroux, mientras que en el ala izquierda se encontraban varios ministros republicanos, entre los que pronto destacó el Ministro de la Guerra, Manuel Azaña, y los ministros socialistas como el de Trabajo, Francisco Largo Caballero. Pero el proyecto de República moderada que defendía Alcalá Zamora quedó muy pronto debilitado por los resultados de las elecciones a Cortes Constituyentes en junio de 1931.

En esas elecciones la coalición republicano-socialista apenas tuvo oposición, porque las derechas se hallaban en una situación de desconcierto. En una cámara única de 470 dip., los socialistas contaban con 115, el partido radical de Lerroux con 94, el radical socialista con 55, etc.

En definitiva, la orientación izquierdista de las Cortes condujo a la aprobación de una Constitución, la de 1931, que se caracterizó por su tendencia democrática avanzada (voto de la mujer), por su anticlericalismo y porque abría la posibilidad de la socialización económica.

  • La política reformista de Azaña:

Durante unos meses Alcalá Zamora mantuvo la presidencia del gobierno, pero dimitió cuando en octubre las Cortes incluyeron en la Constitución un art. De contenido anticlerical. Le sucedió Manuel Azaña, cuyo acceso a la presidencia fue el resultado de un amplio acuerdo que respondía a que se había ganado un gran prestigio como ministro y ocupaba una posición de centro respecto a los dos partidos mayoritarios del momento (socialistas y radicales) y la exiguidad de su propio partido parecía garantizar que se trataba de una solución temporal, que no suponía un obstáculo para las ambiciones de otros.

La orientación izquierdista que Azaña dio a la política republicana se vio facilitada por la salida del gobierno del Partido Radical. Por entonces Lerroux pensaba que su hora no había llegado todavía. Los gobiernos de coalición republicano-socialista que Azaña presidió desde octubre de 1931 hasta septiembre de 1933 iniciaron una política de profundas reformas. El único contrapeso conservador sería el de Alcalá Zamora, que tras haber dimitido como presidente de gobierno, fue elegido presidente de la República en diciembre. Pero los poderes que la Constitución había otorgado al presidente de la república eran muy limitados.

La obra reformista del primer bienio republicano se centro en 4 grandes cuestiones: la política militar, la anticlerical, la autonómica y la social.

Como ministro de Guerra del gobierno provisional Azaña afrontó 2 problemas: el del exceso de oficiales, cuyos sueldos absorbían gran parte del presupuesto militar, y el de la dudosa lealtad de una gran parte del ejército hacia la República. Para resolverlos ofreció a todos los militares la opción de prometer fidelidad a la Constitución o pasar a la situación de retiro, conservando íntegros sus ingresos. Más de 7.000 jefes y oficiales (1/3 del total), se acogieron al retiro, pero con cierto resentimiento hacia el nuevo régimen. Azaña adoptó otras medidas para dotar a España de unas fuerzas armadas más capacitadas y con sintonía con el espíritu democrático, pero esos objetivos sólo podrían haberse alcanzado con tiempo y no lo hubo.

Uno de los elementos básicos de la ideología republicana era que la influencia que la Iglesia Católica representaba un obstáculo para la modernización de España (el catolicismo tenía una orientación conservadora y antiliberal). Así es que el conflicto entre católicos y anticlericales se convirtió en uno de los factores que más dificultaron el consenso.

La intensidad del sentimiento anticlerical se manifestó poco después de proclamarse la República, con la quema de varios conventos en Madrid y otras ciudades en mayo de 1931. Alcalá Zamora se esforzó por intentar alcanzar la concordia, pero finalmente se impuso la posición de Azaña, anticlerical pero relativamente moderada, que supuso la disolución de la Compañía de Jesus y la prohibición de las demás órdenes de dedicarse a la enseñanza.

Otro de los grandes retos de la República fue el de dar satisfacción a las aspiraciones nacionalistas o autonomistas que se manifestaban en Cataluña, País Vasco y Galicia. El 14 de abril se estableció el gobierno autónomo de la Generalidad de Cataluña, encabezado por Françesc Macià e integrado por todos los partidos republicanos con predominio de Esquerra. Este Gobierno preparó un proyecto de estatuto, que los catalanes aprobaron en referendum en agosto de 1931. Por su parte, la Asamblea de representantes de los municipios de Álava, Guipúzcoa, Navarra y Vizcaya, reunida en junio en Estella, aprobó un proyecto de estatuto vasco que respondió a los criterios de las derechas, en especial del PNV.

La Constitución republicana abrió la posibilidad de que las regiones que lo desearan adoptaran un estatuto de autonomía y en septiembre de 1932, tras muchos debates se aprobó el estatuto de Cataluña. En noviembre de 1932 se celebraron las primeras elecciones al parlamento autonómico catalán, en las que de nuevo triunfó Esquerra, comenzando rápidamente el traspaso de competencias.

La marcha de Estatuto vasco fue más lenta. En diciembre de 1931 el gobierno español encargó a las comisiones gestoras de las diputaciones vascas la preparación de un proyecto, que a diferencia del de Estella fuera compatible con la constitución. Con el acuerdo de las izquierdas y el PNV fue aprobado, pero en cambio en el referendum posterior en Navarra no triunfó. Pero las nuevas Cortes elegidas en ese mismo mes bloquearon el proyecto, que no pudo ser aprobado hasta 1936.

Ese mismo año fue votado en referendum, en vísperas de la guerra, el Estatuto Gallego, que las Cortes no llegaron a discutir.

El más conflictivo de los problemas a los que se hubo de enfrentar la República fue el social. Para muchos trabajadores el cambio de régimen parecía anunciar una rápida transformación, lo que se tradujo en un rápido crecimiento de UGT y CNT y en una fuerte conflictividad social a la que también contribuyó la intransigencia de los empresarios. Las protestas daría lugar a frecuentes enfrentamientos sangrientos.

La mitas de la población activa trabajaba en el sector agrario, el problema se centró en las áreas latifundistas del sur, en las que se produjo un rápido crecimiento de la UGT. Como ministro de Trabajo, Largo Caballero (que además era secretario general de UGT), obligó a los empresarios agrícolas a contratar a contratar trabajadores del propio término municipal, prohibió transitoriamente los desahucios de campesinos arrendatarios, y constituyó jurados mixtos del trabajo rural. Pero la gran esperanza de los jornaleros del sur era el reparto de los latifundios. A ello respondió la ley de reforma agraria de septiembre de 1932 (aprobada con la oposición de la derecha), que establecía en determinadas provincias la expropiación previa indemnización de los grandes latifundios, lo que supuso que unos 10.000 campesinos recibieran tierras hasta finales de 1933.

El PSOE concebía su participación en el gobierno como un instrumento para propiciar la transformación de la estructura de la propiedad, al tiempo que ofrecía a los trabajadores mejoras tangibles.

Por su parte, los empresarios se quejaban de la orientación impuesta por los municipios socialistas a la política gubernamental y de la parcialidad a favor de los trabajadores en los jurados mixtos.

Por otro lado, Azaña hubo de hacer frente, en sus 2 años de gobierno a una insurrección militar conservadora, la protagonizada por el general Sanjurjo en agosto de 1932 y 2 insurrecciones anarquistas en enero de 1932 y 1933. Hubo además una tercera insurrección anarquista en diciembre de 1933, pero ya Azaña había dejado el gobierno.

Un gravísimo incidente ocurrió durante la insurrección anarquista de enero de 1933 en la aldea gaditana de Casas Viejas, en la que las fuerzas de seguridad fusilaron a varios detenidos, debilitando la posición de Azaña, al que la oposión le culpó de lo ocurrido.

3.- EL SEGUNDO BIENIO Y EL FRENTE POPULAR, 1933-1936:

  • Las elecciones de 1933:

En septiembre de 1933, la elección de los vocales del Tribunal de Garantías Constitucionales que representaban a las regiones mostró que el gobierno de Azaña no contaba con el respaldo mayoritario del pueblo y Alcalá Zamora forzó su dimisión.

La política de Azaña había engendrado una reacción de quienes se sintieron amenazados en sus intereses económicos, en sus sentimientos religiosos o en ambos. De ahí el éxito de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), fundada en marzo de 1933, bajo la presidencia de José María Gil Robles, que desentendiéndose en principio de la opción monarquía-república, se centró en la defensa del orden social tradicional y la Iglesia.

Más próxima al fascismo italiano era la ideología de otra nueva organización, Falange Española, fundada en octubre de 1933 por José Antonio Primo de Rivera (hijo del anterior). Pero Falange no logró en sus primeros años el apoyo social logrado por el fascismo italiano.

La campaña electoras de 1933 se caracterizó por un fuerte enfrentamiento dialéctico entre la CEDA y el PSOE. Fieles a la tradición marxista, los socialistas nunca habían asumido un compromiso pleno con la democracia parlamentaria. De ahí que la República no representara para ellos más que un régimen de transición. La nueva estrategia adoptada por Largo Caballero era la de alcanzar el poder en solitario para iniciar la revolución social, por medios legales si era posible.

En ausencia de una coalición con el PSOE, los republicanos de izquierdas, que probablemente habían logrado en las Cortes Constituyentes una representación superior al apoyo social que realmente gozaban, se vieron condenados al fracaso, del que sólo se salvó Esquerra Republicana de Catalunya. Los grandes vencedores serían la CEDA y el Partido Radical.

Durante el segundo bienio republicano, la política de Gil Robles consistió en preparar el gradual acceso de la CEDA al poder; la de Lerroux en atraer a la CEDA hacia el terreno de la lealtad republicana, al tiempo que se apoyaba en sus votos para gobernar; y la del presidente de la República, Alcalá Zamora, en utilizar al máximo sus atribuciones para impedir los planes de Gil Robles.

  • La insurrección de octubre de 1934:

En Cataluña, las elecciones autonómicas de enero de 1934 dieron la victoria a Esquerra. Macià había muerto pocos días antes y al frente de la Generalitat le sucedió Lluis Companys, quien se vio sometido a la presión separatista del partido. En abril el parlamento catalán aprobó una ley de contratos de cultivo muy favorable para los arrendatarios, pero la constitución atribuía esta legislación al Estado Central y el Tribunal de Garantías Constitucionales decretó la inconstitucionalidad. Tras ello el parlamento catalán volvió a aprobarla, poniendo en cuestión el ordenamiento jurídico de la República. Toda la izquierda y el PNV respaldaron a los catalanes, pero al final se iniciaron contactos para buscar una solución al conflicto.

Las posibilidades de que España se encaminara hacia una democracia estable recibieron un golpe devastador en octubre de 1934. En Europa se empezaban a establecer dictaduras de derecha. Y creyendo que el momento de la accion había llegado cuando Lerroux formó gobierno que incluía 3 ministros de la CEDA. Companys proclamó entonces el “Estado Catalán, en la República Federal Española”, situándose así al margen de la constitución y los socialistas se lanzaron a una insurrección armada con la colaboración de las fuerzas obreras.

La decisión de Companys surgió en parte por su convicción, compartida con toda la izquierda española, de que la República no consistía en un ordenamiento concretado en una constitución y unas leyes, sino en un espíritu incompatible con el gobierno de las derechas. Pero su pronunciamiento no dio lugar a una movilización popular masiva y el ejército tuvo escasas dificultades para dominar la rebelión en Barcelona en menos de 24 horas.

La insurrección obrera fue mucho más grave: su gestación se había iniciado meses atrás, con la participación no sólo de los socialistas sino de otras fuerzas. La CNT rechazó cualquier acuerdo a nivel nacional, pero la gran autonomía de que gozaban sus secciones hizo que en Asturias se llegara a un acuerdo CNT-UGT, con el objetivo de implantar un régimen igualitario basado en los principios socialistas y federales. El partido Comunista se incorporó a la alianza en septiembre. Pero cuando en octubre comenzó la insurrección, apenas había planes ni recursos que no fueran la huelga general. De hecho, la huelga fue efectiva en bastantes áreas en las que los socialistas eran fuertes. La contraofensiva gubernamental, cuya coordinación desde Madrid fue encomendada al general Francisco Franco, incluyó el recurso a unidades del Ejército de África, que fueron trasladadas a Gijón. Tras 2 semanas de combate los insurrectos se rindieron.

En conjunto la insurrección causó unas 1.500 muertes, la mayor parte en Asturias y engendró odios intensos. Los insurrectos asesinaron a varias decenas de civiles, entre ellos 34 eclesiásticos, que serían las primeras víctimas de la violencia anticlerical que se produjo en España desde 1835. A su vez, en la represión se cometieron numerosos abusos (torturas, asesinatos, etc).

  • El final del segundo bienio:

El fracaso de la insurrección brindó a Gil Robles una gran oportunidad para establecer un régimen autoritario. Si no lo hizo fue en parte porque su adhesión a los cauces legales era más sincera de lo que la izquierda sospechaba, en parte porque carecía de mayoría parlamentaria propia y en parte porque los mandos del Ejército eran mayoritariamente contrarios a una ruptura de la legalidad.

En 1935 se entró en una etapa de plena contrarreforma social. A pesar de la recuperación industrial, el nivel d desempleo aumentó y entre los parados se encontraban miles de despedidos por su participación en las huelgas. CNT y UGT se encontraban muy debilitadas y la segunda cesó de participar en los jurados mixtos. La ley de reforma agraria fue modificada hasta el extremo de anular su efectividad y muchos terratenientes aprovecharon las circunstancias para expulsar a los arrendatarios y modificar a la baja los salarios.

La gran preocupación de Alcalá Zamora era la orientación excesivamente derechista de había tomado el gobierno, que trató de remediar mediante el sistemático uso de los poderes presidenciales en contra de los dos partidos que tenían mayor representación parlamentaria. A finales de 1935 2 escándalos sucesivos de corrupción afectaron muy negativamente al crédito del Partido Radical, que entró en un rápido proceso de descomposición. Alcalá Zamora, que no estaba dispuesto a entregar a Gil Robles la presidencia del Gobierno, intentó entonces una difícil maniobra: la creación desde el poder de una gran fuerza política de centro. Recurrió para ello a Manuel Portela Valladares, quien formó en diciembre un gobierno en el que tan sólo estaban representados algunos pequeños partidos de centro.

  • El Frente Popular:

Este gobierno presidió las elecciones de febrero de 1936, que produjeron un nuevo vuelco del panorama político. Triunfó el Frente Popular, una coalición integrada por republicanos, socialistas y comunistas, que tenían una escasa cohesión interna.

Tras las elecciones, Azaña formó un gobierno cuyas primeras medidas consistieron en decretar una amnistía general para los 15.000 presos que lo eran por delitos políticos, la devolución de la autonomía a Cataluña (cuyo parlamento eligió de nuevo a Companys) y la reasunción por los empresarios de aquellos trabajadores que habían sido despedidos por motivos políticos y sociales. Estas medidas se tomaron en un clima de violencia que se manifestó en la quema de varias Iglesias y Conventos. Se inició así una espiral de represalias y contrarrepresalias entre los falangistas y los jóvenes socialistas y comunistas. En marzo fueron detenidos los dirigentes de Falange y poco después ésta fue declarada ilegal, lo que no impidió su crecimiento, propiciado por el desencanto de muchos jóvenes derechistas con la moderación de la CEDA.

La situación social era tensa. El número de desempleados era superior al 10%, principalmente en el campo. El gobierno dio un fuerte impulso a la reforma agraria, que permitió el acceso a la tierra a más de 100.000 campesinos, y autorizó ocupaciones temporales de fincas, de acuerdo con la ley de reforma agraria, pero a pesar de ello resultó difícil contener en el marco de la ley la creciente militancia de los trabajadores rurales.

En tanto en el seno del PSOE, se estaba agudizando el enfrentamiento entre los seguidores de Indalecio Prieto y los de Largo Camallero. Muchos de estos últimos se mostraron favorables a la propuesta del PCE, de preparar la fusión de ambas organizaciones en un nuevo partido leninista. En abril se dio un paso importante en la creación de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), en las que se integraron los jóvenes de ambos partidos, y en julio, en vísperas de la guerra, las secciones catalanas del PSOE y OCE se unieron con tras pequeñas organizaciones para formar el Partit Socialista Unificat de Cataluña (PSUC). Tanto las JSU como el PSUC asumirían una organización comunista.

La política del gobierno Azaña y especialmente su incapacidad para frenar la beligerancia de sus aliados socialistas resultaba inaceptable para el presidente de la República, quien de acuerdo con la Constitución podía nombrar y separar libremente al presidente del Gobierno. Así es que los partidos del Frente Popular optaron por la destitución de Alcalá Zamora, que se llevó a cabo mediante una interpretación forzada de la Constitución. Le sucedió en la Presidencia de la República Manuel Azaña, y ocupó la del Gobierno Santiago Casares Quiroga, también de Izquierda Republicana.

La violencia política provocó unas 270 muertes, según una estimación desde enero al estallido de la guerra. Todo ello contribuyó a que, ante la opinión de derechas, Gil Robles perdiera terreno frente al monárquico Joaquín Calvo Sotelo, quien planteaba un rechazo frontal a la democracia. Sotelo fue asesinado por agentes de las fuerzas de seguridad de tendencia socialista, que actuaron por iniciativa propia y en represalia por el previo asesinato de un compañero.

En tanto estaba en marcha una conspiración militar que el gobierno había tratado de frustrar mediante una activa política de ceses y traslados de mandos, encaminada a que los puestos claves fueran ocupados por hombres de confianza. El conspirador más activo era el general Emilio Mola, quien planeaba una acción militar cuyo objetivo sería el establecimiento de un régimen autoritario y conservador. Mola no confiaba demasiado en los políticos civiles y no quería comprometerse con la causa monárquica, que tenía escaso apoyo popular, pero recibió ayuda económica tanto de sectores monárquicos como de la CEDA.

4.- EL INICIO DE LA GUERRA CIVIL:

  • El alzamiento militar:

La guerra civil se inició en julio de 1936, como consecuencia de un alzamiento militar cotrarrevolucionario que sólo triunfó en la mitad del territorio nacional y tuvo la paradójica consecuencia de provocar una revolución obrera en la otra mitad.

Iniciado en Melilla, el alzamiento triunfó rápidamente en el protectorado de Marruecos y se extendió a la mayor parte del territorio español. Casi todas las guarniciones militares de alguna importancia se sumaron al mismo, en ocasiones contra la voluntad de sus superiores jerárquicos, leales al gobierno. En muchos lugares la resistencia protagonizada por las autoridades republicanas, algunos militares y militantes de izquierdas apenas armados, fue aplastada en pocos días. Galicia, la meseta septentrional, Cáceres, Alava, Navarra y gran parte de Aragón formaron muy pronto un núcleo compacto de territorio bajo el control de los insurrectos, que triunfaron también en varias ciudades andaluzas, en Mallorca y en Canarias. En estas últimas el alzamiento fue dirigido por el general Francisco Franco, que inmediatamente s dirigió a Marruecos a ponerse al mando del poderoso ejército de África. Pero el alzamiento experimentó también fracasos, especialmente en Madrid y Barcelona y en la mayor parte de las unidades navales, debido a la acción de las fuerzas de seguridad leales al gobierno y de los militantes de las organizaciones de izquierda. El gobierno mantuvo inicialmente el control de la cornisa cantábrica, la costa meditarránea y la meseta meridional.

Desde el primer momento bastantes civiles, muchos de ellos falangistas o tradicionalistas se incorporaron al alzamiento y recibieron armas, pero a pesar de ello el movimiento era estrictamente militar y su mando fue asumido exclusivamente por generales y coroneles. Para dirigirlo se formó inicialmente una Junta de Defensa Nacional, de la que fue nombrado presidente en general Miguel Cabanellas, el de más rango entre los insurrectos, pero que tenía como miembro más destacado al general Mola.

  • La revolución obrera:

En Madrid el gobierno de Casares Quiroga dimitió el mismo 18 de julio y fue sustituido por José Giral, de Izquierda Republicana, al frente de un nuevo gobierno, que fue también exclusivamente republicano, pero que tomó la decisión de proporcionar armas a los militantes de los sindicatos y partidos de izquierda, como exigían las organizaciones obreras.

Se inició en el territorio leal a la República una revolución obrera, impulsada por los militantes de base, que se encontraron de repente con la posibilidad de llevar a la práctica sus ideales. Las organizaciones obreras se hicieron con el control de la administración local, impusieron la colectivización de la tierra y de las fábricas, crearon milicias para combatir en el frente, ejercieron la represión en la retaguardia y establecieron incluso sus propias cárceles privadas. Pero no dieron el paso decisivo de establecer un gobierno revolucionario. Ello se debió al deseo de no romper con la clase media republicana cuando se hacía frente a un enemigo común y también a la rivalidad existente entre las diversas tendencias revolucionarias. El resultado fue que surgieron numerosos centros de poder locales de carácter revolucionario, mientras subsistía en Madrid un gobierno republicano que en la práctica era incapaz de hacerse obedecer.

En Cataluña, la CNT emergió tras los combates de julio como la fuerza principal, pro había de contar con la existencia de Esquerra Republicana, que se mantuvo al frente del gobierno de la Generalitat y de los marxistas. Un inicio de coordinación efectiva sólo se produjo cuando en septiembre se formó un nuevo gobierno en la Generalitat, en el que junto a los republicanos catalanistas se integraron 2 partidos marxistas: el PSUC y el POUM y la propia CNT.

Los cambios revolucionarios fueron en cambio limitados en las provincias vascas, debido a la influencia del PNV; el cual, optó por la República, debido a la tendencia centralista de los insurrectos. Debido a la hegemonía del PNV en Vizcaya y Guipúzcoa, allí solo se incautaron las empresas de los partidarios del alzamiento, y a diferencia de lo ocurrido en el resto de España, las iglesias se mantuvieron abiertas al culto y el clero no sufrió persecución. En octubre las Cortes votaron el estatuto vasco y el nacionalista José Antonio Aguirre fue elegido presidente del gobierno provisional de Euskadi, en el que junto al PNV se integraron los partidos del Frente Popular.

  • La represión:

En los primeros meses de la guerra hubo más muertes en la retaguardia que en el frente. Las ejecuciones fueron en su mayor parte irregulares, pero eso no significa que la represión fuera incontrolada ni espontánea. En el bando de los sublevados los responsables últimos eran los mandos militares, mientras que en el bando republicano, la represión fue sobre todo iniciativa lo militantes de izquierda a nivel local. Aunque los meses peores fueron los primeros, los asesinatos y las ejecuciones injustificadas se prolongaron hasta el final de la guerra, sobre todo en el caso de los vencedores, que fueron extendiendo su cruenta acción represiva a medida que conquistaban las provincias.

Por un lado, la represión fue un arma de guerra, un medio de aterrorizar a quienes pudieran pensar en la resistencia, o de eliminar a unos prisioneros que hubieran podido ser liberados por el enemigo. Pero se mataba también para crear una sociedad nueva, purgada de elementos nocivos. Para los insurrectos tales elementos eran todos aquellos que habían llevado a España por la senda del laicismo, republicanismo y revolución social (autoridades, militantes sindicales y de partidos de izquierda, intelectuales). En el bando opuesto no se asesinaba sólo a los implicados en el alzamiento (militares), sino también a patronos, militantes de derecha y eclesiásticos. Se preparaba así una sociedad sin propiedad privada ni iglesia. La persecución religiosa se tradujo en que los eclesiásticos fueran el sector social que más empeño se puso en exterminar. Al tiempo que se prohibía de hecho el culto católico (salvo en País Vasco) y eran destruidas las iglesias y conventos, fueron asesinados miles de curas y religiosos, caso todos en 1936.

Fueron también asesinadas mujeres, pero el número de víctimas femeninas fue netamente inferior al masculino. Por otra parte, fue más elevada en el territorio insurrecto que en el republicano, quizá por que la emancipación de las mujeres que militaban en partidos y sindicatos de izquierda resultaba abominable para le mentalidad de derechas. En los primeros tiempos las columnas milicianas contaron con algunas mujeres combatientes, que parecen haber sido invariablemente asesinadas en caso de captura.

  • Intervención y no intervención:

Los orígenes de la guerra civil española fueron estrictamente españoles. Ninguna potencia extranjera aconsejó alzarse en armas a los generales que lo hicieron y ninguna estaba preparando tampoco una revolución comunista en España. Sin embargo, apenas había transcurrido 10 días desde el inicio cuando los insurrectos empezaron a recibir ayuda militar de Hitler y Mussolini. En cambio, el gobierno republicano, aunque gozaba del pleno reconocimiento internacional, tropezó con graves dificultades para adquirir armas en otros países, incluso en la misma Francia, que tenía un gobierno del Frente Popular, perdidido por Léon Blum.

Lo que hizo el gobierno francés fue plantear la adopción de reglas comunes de no intervención. Su propuesta se condujo a un acuerdo internacional de no intervención, que incluía el embargo de la venta de armas a ambos bandos, algo sin precedentes hasta el momento. El acuerdo de no intervención fue suscrito tan solo por las potencias europeas, pero EEUU siguió una política similar.

A primeros de septiembre se reunió por primera vez en Londres el Comité de No Intervención. Su misión consistiría en examinar las denuncias recibidas sobre violaciones del acuerdo, que sólo podrían presentar los estados que lo habían suscrito, lo que excluía al propio gobierno de la República Española. No se previó la adopción de sanciones, ni otro tipo de medidas. Para el gobierno conservador británico, principal impulsor de la no intervención, el objetivo del comité era simplemente el de servir de instrumento para que las tensiones suscitadas por eventuales violaciones del acuerdo pudieran ser encauzadas y evitar así que diran lugar a enfrentamientos entre potencias europeas.

  • Las primeras campañas:

El desarrollo inicial de la guerra estuvo condicionado por la escasísima dotación de armas y municiones de que disponía el ejército español, por ausencia de fuerzas de choque efectivas, excepto las de Africa, y por la virtual desaparición del ejército en el territorio leal a la República, donde fue sustituido por las milicias urbanas. Estas milicias eran incapaces de operar adecuadamente en campo abierto, pero en cambio se defendían bien cuando se hallaban en una posición favorable (puertos de montaña y ciudades). El mantenimiento de los cuadros y de la disciplina tradicionales, daba pues, ventaja a los sublevados, pero su escasez de armamento limitaba sus posibilidades de acción. De ahí la importancia que tuvo la ayuda extranjera que pronto recibieron. Sólo el ejército de Africa, al mando de Franco, contaba con dotación más adecuada de armamento y munición, y sobre todo con soldados profesionales, bien entrenados y con una elevada moral de combate.

La ayuda italiana y alemana fue decisiva para que en agosto, Franco lograra quebrar el precario bloqueo del Estrecho por la flota republicana y trasladar sus tropas a la Península, donde iniciaron un rápido avance hacia el norte. A primeros de septiembre tomó Talavera, donde los republicanos habían situado su principal dispositivo de defensa, con lo que la vía hacia Madrid estaba abierta. Al tiempo las tropas de Mola tomaron Irún, con lo que la zona cantábrica, aislada del territorio republicano, quedó también separada por la frontera francesa, por la que eventualmente hubiera podido recibir ayuda.

  • El gobierno de Largo Caballero:

A los pocos meses de iniciada la guerra, la improvisación inicial dio paso en ambos bandos a una gradual consolidación de estructuras políticas y militares. En el caso de la República, esta se inició cuando en septiembre de 1936 formó gobierno Largo Caballero, mientras que en el bando sublevado resultó decisiva la designación de Franco como jefe del Estado, que se produjo en octubre.

Largo Caballero era el dirigente sindical de mayor influencia y él y sus seguidores ocuparon, como representantes de UGT, las 3 carteras principales del nuevo gobierno. Otras 3 fueron ocupadas por el PSOE (Indalecio Prieto y 2 más), y las restantes por republicanos de izquierda, cuya influencia era ya muy reducida, de forma simbólica también se otorgaría representación a PC, PNV y CNT.

Los anarcosindicalistas se hallaban en una situación que nunca habían previsto. En bastantes ciudades y áreas rurales habían conseguido poner en práctica buena parte de sus ideas (Colectivización), pero en vez de llegar a la inmediata destrucción del Estado, se veían en la obligación de colaborar con el mismo frente a la amenaza del ejército sublevado.

Largo Caballero aspiró a ejercer de hecho la dirección política y militar de la República, lo que le expuso a fuertes críticas de sus socios de gobierno cuando se vio que la situación militar no mejoraba. Su política tenía 3 elementos fundamentales: restablecer la autoridad del gobierno central frente a los poderes locales, crear un nuevo ejército en el que se integraran las dispersas milicias y lograr la ayuda exterior. Esta sólo llegó de la Unión Soviética y ello contribuyó a la creciente influencia del PCE. Los comunistas eran partidarios de centrar todos los esfuerzos en la guerra, aunque eso supusiera frenar la revolución social. Esto implicaba crear un ejército disciplinado, someter a una dirección coordinada a los comités sindicales que controlaban la producción, afianzar la alianza con las clases medias mediante garantías a los pequeños propietarios de que sus intereses serían respetados, mantener el funcionamiento de las instituciones republicanas y, en definitiva dar la imagen interior y exterior de que la República española seguía siendo una democracia. Así es que frente al debilitamiento de los republicanos y de un PSOE dividido, el PCE creció en el papel de defensor de la República. Lo cual respondía a la nueva orientación de la política exterior soviética, que por entonces se esforzaba en lograr un entendimiento con las potencias occidentales, frente a la amenaza de Hitler.

  • Franco, jefe de Estado:

A diferencia de lo ocurrido en el bando republicano, la dirección militar permitió una eficaz coordinación de esfuerzos, que se centraron en el objetivo de ganar la guerra, mientras que la definición institucional del nuevo estado quedó aplazada. Al igual que en el bando republicano y como suele ocurrir en todas las guerras civiles, la enfebrecida atmósfera de combate favoreció a las fuerzas más extremistas, en este caso a la Falange, que en un momento en el que el fascismo estaba en auge internacional parecía representar la doctrina política con más futuro. Desde el inicio de la guerra experimentó un crecimiento rapidísimo, aunque pronto quedo privada de su jefe, Jose Antonio Primo de Rivera, que fue fusilado por los republicanos en noviembre.

Los generales insurrectos llegaron pronto a la conclusión de que la buena marcha de las operaciones exigía un mando único, para el que hubo casi unanimidad en designar a Franco. Puesto que parecía conveniente que el mando político fuera unido al militar, Franco fue nombrado en octubre jefe del Estado. Franco había jugado sus bazas con prudencia, sin precipitarse en reclamar el poder, y muy pronto reveló una notable habilidad política, que le permitió permanecer en él durante 40 años. Su elevación había sido favorecida por generales de clara orientación monárquica, pero nadie creía que la restauración tuviera que ser inmediata; lo que favoreció a Franco.

La muerte de Jose Antonio Primo de Rivera, la inexistencia de ningún otro dirigente con capacidad para ocupar ese lugar y las divisiones entre los falangistas, facilitaron los planes de Franco de erigirse en jefe de la Falange. Franco unificó todas las fuerzas políticas que apoyaban el alzamiento en un partido único, la Falange Española Tradicionalista y de las JONS, en el que el elemento falangista predominó desde el principio a los tradicionalistas. Ello dio un tono fascista al régimen, pero el nuevo partido nunca tuvo independencia alguna, sino que estuvo plenamente sometido a Franco.

Por otro lado, Franco tuvo un tercer apoyo importante: la fervorosa adhesión de la mayor parte de los católicos españoles al alzamiento. La tradicional identificación de la Iglesia española con las derechas y el anticlericalismo de las izquierdas, hacían previsible esa adhesión, pero la persecución religiosa que se desencadenó en el territorio leal a la República le dio una intensidad mucho mayor. Pronto la guerra empezó a ser considerada una cruzada.

5.- LA VICTORIA DE FRANCO, 1936-1939.

  • La intervención extranjera:

Franco contó desde muy pronto con una importante ayuda de Italia y Alemania, mientras que la República sólo la logró de la Unión Soviética, que al igual que aquellas optó por intervenir activamente en el conflicto sin renunciar a la ficción de la no intervención. El envío clandestino de armamento soviético comenzó en septiembre y fue crucial por su contribución a la defensa de Madrid. Durante el transcurso de la guerra acudieron a España algo más de 2.000 miembros del Ejército Rojo, la mayoría especialistas (aviadores, tanquistas o consejeros e instructores). Y a la ayuda que la Unión Soviética se sumó la del comunismo internacional, a través de las Brigadas Internacionales. Integraron éstas un conjunto de voluntarios de distinta nacionalidad, cuyo reclutamiento fue organizado por al Internacional Comunista. El momento culminante de la historia de las Brigadas llegó en los primeros meses de 1937. Durante las sucesivas batallas en torno a Madrid sus integrantes fueron empleados en los puntos más críticos del frente y aguantaron a costa de numerosas bajas. Pero el número de voluntarios extranjeros se redujo rápidamente y su importancia declinó.

A su vez Alemania e Italia incrementaron a partir de octubre su ayuda a Franco. Los alemanes enviaron sobre todo a la Legión Cóndor, una unidad aérea de combate, integrada inicialmente por casi 4.000 hombres y un centenar de aviones; mientras los italianos enviaron importantes efectivos de tropa, casi 50.000 hasta febrero de 1937.

  • Las operaciones militares: Madrid y el Norte.

Cuando el ejército de Africa se acercaba a Madrid, el propio gobierno republicano se trasladó en noviembre a Valencia. De hecho, es probable que si la capital hubiera caído, la moral de combate de los republicanos hubiera recibido un golpe decisivo. De ahí que Franco concentrara durante varios meses sus esfuerzos en sucesivos ataques a Madrid; pero todos ellos fracasaron. En aquellas batallas, los republicanos lograron por primera vez resultados satisfactorios en campo abierto. Superada la indisciplina de los primeros momentos, el nuevo ejército republicano, dirigido por militares profesionales, bien dotados de armamento ruso, y con apoyo de las Brigadas Internacionales logró frenar los ataques.

Tras ello Franco optó por una estrategia prudente, encaminada a una metódica destrucción de las fuerzas enemigas y una gradual ocupación del territorio. Una guerra de desgaste, lenta en su desarrollo y acompañada de una implacable represión cada vez que se conquistaba una nueva provincia. Por ello Madrid, dejó de ser el centro de las operaciones, que se trasladaron al norte, donde el territorio republicano se reducía a una estrecha franja costera por donde pese al bloqueo, llegaban los importantes suministros soviéticos. La conquista de Vizcaya, Santander y Asturias, que se produjo en abril y octubre de 1937, proporcionó a Franco importantes recursos industriales y mineros y una población numerosa y le permitió trasladar la flota al Mediterráneo, sometiendo al territorio republicano a un riguroso bloqueo.

  • El gobierno de Negrín:

En mayo de 1937 se produjo la dimisión de Largo Caballero, provocada por los sucesos de Barcelona, donde estalló con violencia el conflicto entre los defensores de la revolución obrera inicial con quienes consideraban necesario restablecer la autoridad del Estado. Esta segunda era la posición de los republicanos, socialistas moderados, PSUC, comunistas y nacionalistas catalanes de Esquerra. En el otro extremo estaban los anarquistas de la CNT y la FAI y el POUM.

Los sucesos de Barcelona se iniciaron cuando el Gobierno de la Generalidad envió fuerzas para imponer su control en la sede de la Telefónica, que hasta entonces había estado en poder de la CNT. Dicho intento originó un tiroteo y pronto la ciudad se lleno de barricadas y hombres armados. Los combates en las calles, entre anarquistas y militantes del POUM por un lado y fuerzas leales a la Generalidad por otro, se prolongaron 5 días, hasta que los dirigentes nacionales de la CNT hicieron un llamamiento de alto el fuego. Ante estos sucesos, la posición de Largo Caballero quedó muy debilitada.

Su sucesor al frente del Gobierno fue el socialista Juan Negrín, quien estimaba que era necesario restablecer la plena autoridad del Estado , que había de sacrificar los objetivos del socialismo al logro de una imagen moderada ante la opinión internacional, y que era indispensable el entendimiento con la Unión Soviética. Sus principales aliados fueron los comunistas. Y aunque parece que Negrín realizó algún sondeo discreto acerca de la posibilidad de una negociación con Franco, terminó por encarnar, junto a los comunistas, la política de resistencia a ultranza. Pero otros sectores, que daban por perdida la guerra (Indalecio Prieto), opinaban que no tenía sentido que siguiera y defendían una mediación internacional que le pusiera fin. La negativa de Franco a aceptar otra solución del conflicto que no fuera la rendición incondicional hizo sin embargo inútiles todos los esfuerzos es este sentido.

  • El final de la guerra:

La resistencia de la República dependía de los suministros bélicos soviéticos. Estos se interrumpieron en agosto de 1937, debido al bloqueo en el Mediterráneo; pero se reanudaron en diciembre a través de una nueva ruta, la de los puertos atlánticos franceses, desde donde eran reexpedidos a España. Pero esta vía se cerró también casi por completo en junio de 1938, cuando el gobierno francés cedió a los deseos británicos, deseoso de llegar a un acuerdo con Alemania e Italia que evitara el peligro de una guerra europea.

A pesar de que su capacidad militar era limitada, el gobierno de la República no quiso reducirse a una estrategia puramente defensiva, sino que montó nuevas ofensivas. Franco obtuvo sus grandes triunfos en su respuesta a tales ofensivas. Esto ocurrió primero con la batalla de Teruel y luego con la del Ebro. Los republicanos tomaron Teruel en diciembre de 1937, pero la contraofensiva de Franco, le permitió alcanzar el Mediterráneo en abril, contando en 2 el territorio republicano. En tales circunstancias, la legada de suministros soviéticos a través de Francia permitió sin embargo al ejército republicano rehacerse y lanzar una última ofensiva, la del Ebro.

Pero la durísima batalla del Ebro, de agosto a noviembre de 1938, decidió la guerra, pues en ella los republicanos sufrieron un desgaste del que no lograrían reponerse. Para cuando terminó, la conferencia de Munich había mostrado además que Francia y Gran Bretaña deseaban preservar la paz con Alemania. En tales condiciones la ofensiva sobre Cataluña, que Franco lanzó en diciembre, apenas tuvo resistencia. En febrero de 1939 sus tropas alcanzaron la frontera francesa, por la que poco antes habían cruzado los restos de ejército republicano y numerosos refugiados civiles.

Negrín quiso continuar la resistencia desde la zona centro-sur. La mayor parte de los militares republicanos consideraba sin embargo que las posibilidades de lucha eran nulas. En tales circunstancias, la confianza de algunos militares republicanos, como el coronel Casado que estaba al frente de Madrid, en que ellos serían capaces de obtener de Franco unas condiciones mejores que Negrín, se combinó con la general hostilidad hacia los comunistas para provocar un último enfrentamiento dentro de la República. En marzo el coronel Casado se sublevó en Madrid, negando legitimidad al gobierno de Negrín, y constituyó un Consejo de Defensa, en el que se integraron dirigentes socialistas, republicanos y anarcosindicalistas. La mayoría de los jefes militares republicanos se mostraron favorables al Consejo y Negrín salió de España. Casado inició negociaciones con Franco, pero pronto comprobó que este se mantenía inflexible. No restó a los dirigentes republicanos más salida que la rápida marcha hacia los puertos de levante, en los que algunos de ellos lograron embarcarse, mientras que Franco lanzaba su última ofensiva, que no encontró resistencia. El 1 de abril de 1939 la guerra terminó.

  • Conclusiones:

El hecho de que la primera democracia española diera paso a una dictadura respondió a una pauta común en Europa en los años 20 y 30. La guerra civil española fue el resultado del desarrollo de influyentes ideologías revolucionarias y contrarrevolucionarias, de la incapacidad del Estado republicano para encauzarlas por vía de la legalidad constitucional, del fracaso a medias del alzamiento contrarrevolucionario y de la resistencia republicana protagonizada fundamentalmente por fuerzas revolucionarias.

El triunfo de Franco en la guerra se debió fundamentalmente a 2 factores: un factor político que fue el contraste entre la rápida cohesión que los alzados alcanzaron bajo el indiscutido mando de Franco y la continua tensión en las relaciones de las fuerzas republicanas. Y un factor estrictamente militar: las guerras las ganan los ejércitos y el de Franco era mejor, puesto que mantuvo una estructura orgánica y disciplina militar, que no mantuvo el de la República.

Por otro lado, la ayuda extranjera que obtuvo Franco fue claramente suprior a la recibida por la República.

TEMA 19º:

EL FASCISMO Y LA II GUERRA MUNDIAL

Como hemos visto, la I Guerra Mundial impulsó la democratización en los países más avanzados de Occidente y facilitó el triunfo del Comunismo en Rusia. Su tercera gran consecuencia fue la aparición del fascismo.

El fascismo era una doctrina cuyo origen inmediato ha de buscarse en el clima de ultranacionalismo y de exaltación de la violencia que acompañó a la I Guerra.

1.- FASCISMO Y TOTALITARISMO:

Fascismo es uno de los términos políticos más vagos. Inicialmente fue adoptado por un movimiento político italiano, que fue fundado por Benito Mussolini en 1919 y llegó al poder 3 años después, pero dado que el régimen de Mussolini se convirtió en un modelo para muchos otros países, incluido el Partido Nacional Socialista Alemán, parece razonable denominar fascista a todos esos movimientos. La mayoría de ellos, sin embargo prefirieron adoptar denominaciones propias, en parte porque al ser todos ellos muy nacionalistas no deseaban autodesignarse con un término extranjero.

En cuanto a los regímenes auténticamente fascistas, existe bastante acuerdo en que hubo fundamentalmente 2: el régimen fascista de Italia y el régimen nacionalsocialista de Alemania. La cuestión se complica, sin embargo, porque entre uno y otro hubo diferencias importantes y porque algunas dictaduras de derechas, como la de Franco, adoptaron bastantes elementos fascistas.

Los caracteres comunes del conjunto de movimientos de la Europa de entreguerras que habitualmente se consideran fascistas son:

1ª.- El rechazo de las grandes corrientes políticas existentes en el momento de su aparición: liberalismo, comunismo y conservadurismo. Con el matiz de que sus aliados más frecuentes fueron sectores conservadores d tendencia autoritaria.

2º.- Unos objetivos políticos propios: creación de un Estado nacionalista y autoritario, regulación de la economía por el Estado, expansión imperialista, t renovación cultural en sentido nacionalista, secular y moderno.

3º.- Un estilo de acción política que se propone la movilización de las masas, mediante una simbología y una propaganda con rasgos y modelos militares.

Mussolini definió al Estado fascista como totalitario, dando así origen a otro concepto, el de totalitarismo. El cual, ha sido utilizado para englobar a los aspectos comunes de los regímenes de Mussolini, Hitler, Stalin y otros dictadores comunistas posteriors como Mao Zedong; motivo por el cual es rechazado por otros autores que creen que entre fascismo y comunismo había más diferencias que semejanzas.

La definición más común de totalitarismo, fue la dada por el profesor Carl Friedrich en 1954, que se basa en 5 rasgos que según el se daban tanto en regímenes fascistas como en los comunistas: una ideología oficial a la que todos los ciudadanos debían adherirse; un partido único de masas, organizado jerárquicamente y habitualmente dirigido por un solo hombre, que domina toda la administración del Estado; el control de toda fuerza armada por el partido; un control casi completo de todos los medios de comunicación de masas; un sistema de control policíaco de la población mediante el terror físico o psicológico.

2.- MOVIMIENTOS Y REGÍMENES FASCISTAS:

  • El fascismo Italiano:

Benito Mussolini, que había sido miembro del ala izquierda del Partido Socialista Italiano, rompió con su antiguo partido durante la I Guerra Mundial, cuando abandonó el tradicional pacifismo socialista para convertirse en un ardiente partidario de la participación de Italia en la guerra. En 1919 fundó el Fascio, una organización política de orientación inicialmente izquierdistas a la que se incorporaron muchos excombatientes, que tras los duros pero emocionantes años de guerra se encontraban en la difícil tesitura de readaptarse a la vida civil.

En las elecciones de 1919, en las que los votos populares fueron mayoritariamente hacia los liberales, los socialistas y el nuevo Partido Popular (de tendencia católica), los fascistas no consiguieron un solo escaño. Pero en los meses siguientes el movimiento de Mussolini creció rápidamente, gracias a que aprovechó la inquietud generada por una fuerte agitación izquierdista. En Italia, la inmediata posguerra se caracterizó por una fuerte oleada de protestas, o que contribuyó a aumentar el temor a una revolución. En esas circunstancias los fascistas se erigieron en defensores de la ley y el orden y lanzaron una campaña de acción violenta contra la izquierda.

En las elecciones de 1921 los fascistas tan sólo obtuvieron un 15% de los votos, pero su propaganda nacionalista y su acción anti-izquierda, les había ganado importantes apoyos, y les hacía disponer de unas milicias muy combativas, a las que los gobiernos liberales habían permitido actuar con total impunidad. La recuperación económica y la disminución de la agitación social pudieron haberles hecho perder influencia, pero Mussolini optó por asaltar el poder cuando estaba en la cresta de la ola y en octubre de 1922 ordenó a sus milicias que marcharan sobre Roma. Ante esa presión, el rey, en uso de sus facultades constitucionales, le encargó formar gobierno.

Mussolini no llegó pues al poder por la vía revolucionaria, sino mediante una combinación de violencia y recurso a mecanismos legales. Pero una vez en el poder tardó pocos años en acabar por completo con el Estado Liberal. Respetó la monarquía, pero anuló el parlamento, sometió a censura a la prensa, eliminó a los sindicatos independientes, prohibió las huelgas y abolió los partidos. Estableció un sistema de partido único, integró a las milicias fascistas en la estructura del partido, e hizo del fascismo la ideología oficial.

El régimen fascista de Mussolini fue el primer régimen autoritario europeo que no respondía ni a los principios monárquicos tradicionales ni a la ideología marxista y que logró consolidarse. Pero el enorme impacto del fascismo en la historia europea no se debió a su variante italiana, sino a su variante alemana.

  • El nacionalsocialismo alemán:

Adolf Hitler, de origen austríaco, se estableció en su juventud en Alemania y combatió en las filas alemanas en la I Guerra, tras la cual se confirtió en uno de los miles de excombatientes para los que la experiencia de la camaradería, exaltación y heroismo de los años de guerra constituía lo más grande de la vida y que se dispusieron a trasladar los métodos bélicos al plano de la política. Era intensamente nacionalista, había entendido la derrota como el resultado de una traición y cría que la democracia era un sistema impuesto a Alemania por sus enemigos para debilitarla. En 1919 se incorporó a un pequeño grupo extremista que adoptó el nombre de Partido Nacional Socialista Obrero Alemán.

La ideología del nacionalsocialismo (nacismo) combinaba el ultranacionalismo, el anticomunismo y un vago socialismo, que se traducía en la promesa de un nuevo Estado que aseguraría el bienestar de todos los miembros de la nación. En este sentido no se diferenciaba de los demás movimientos fascistas. Pero los dos elementos más específicos de su ideología eran el racismo y en antisemitismo, es decir, la creencia de la superioridad de la raza aria y que los judios eran el gran enemigo oculto de la grandeza alemana (los nazis creían que los judios estaban detrás del capitalismo internacional y del comunismo).

En esas difíciles circunstancias de la Alemania de posguerra (humillación por la derrota, crisis económica, desempleo, malestar social), los nazis y otros sectores del nacionalismo autoritario creyeron posible su triunfo mediante un golpe de Estado, más o menos similar a la marcha de Mussolini sobre Roma. Sus diversas intentonas fracasaron y a mediados de los años 20, en plena recuperación económica y consolidada la democracia, las perspectivas de triunfo se alejaron. Su gran oportunidad vino con el impacto que supuso la crisis de 1929, que elevó el desempleo e incrementó la tensión social. Estos combinaron la violencia callejera con una propaganda eficaz y con una habilidad táctica para buscar aliados.

En 1932 los nazis llegaron a obtener el 38% de los votos, el máximo obtenido en cualquier país por un movimiento fascista en unas elecciones libres. El último paso hacia el poder fue por la vía constitucional: en 1933 el presidente de la República nombró a Hitler canciller (jefe de gobierno). Tras ello los nazis emplearon sólo unos meses en establecer un estado totalitario, al que denominaron Tercer Reich. Como en Italia, e incluso en mayor medida, el nuevo Estado tendría una jefatura personal encarnada en un caudillo: Hitler.

La represión policial fue desde el principio mucho más intensa que en Italia. Se crearon campos de concentración en los que los enemigos del régimen fueron internados sin juicio. Se recurrió al asesinato para eliminar incluso a algunos nazis contrarios a Hitler. Y desde 1935 los judios perdieron sus derechos civiles.

  • Otros movimientos fascistas:

Aunque en casi todos los países europeos surgieron movimientos que pueden ser considerados fascistas, pocos de ellos llegaron a obtener un apoyo popular importante. Además de Alemania e Italia, sólo hubo 3 casos en los que partidos fascistas llegaron a obtener resultados electorales significativos: Austria, Hungría y Rumanía. Y en otros 2 hubo un cierto apoyo popular importante en plena guerra: Croacia y España. Puede observarse que la mayoría de esos países se situaban en el ámbito centroeuropeo, donde el nacionalismo había cobrado mucha fuerza en el S. XIX.

En el resto de Europa el fascismo no encontró un terreno propicio. En los países de la Europa Atlántica la tradición liberal estaba más arraigada, la democracia se consolidó.

De los regímenes fascistas establecidos por los nazis en los países ocupados en la II Guerra Mundial, el que más apoyo popular logro fue el régimen ustashi de Croacia, que también se distinguió por ser el más sanguinario. Los ustashi constituían el ala extremista del nacionalismo croata y cuando en 1941 Hitler destruyó Yugoslavia, encargó a su jefe Ante Pavelic el gobierno de Croacia.

3.- LOS ORÍGENES DE LA II GUERRA MUNDIAL:

  • El Tratado de Versalles y la Sociedad de Naciones:

La II Guerra Mundial supuso la combinación de dos conflictos: uno europeo y otro asiático. El primero resultó de la voluntad expansionista de Alemania, ala que se sumó Italia, y el segundo de la voluntad expansionista de Japón. Alemania, Italia y Japón eran potencias insatisfechas, pues creían que su poderío les permitía exigir una mayor influencia mundial, mientras que EEUU, Gran Bretaña y Francia eran potencias satisfechas, que no deseaban la modificación del orden internacional. La Unión Soviética se encontraba en una situación particular: era ciertamente una potencia insatisfecha, pues no aceptaba las pérdidas territoriales de la I Guerra, pero como única potencia comunista del mundo se sentía amenazada y era mayor su temor a un ataque extranjero que su deseo de promover la revolución mediante la guerra.

El Tratado de Versalles que se basó en la convicción de que Alemania había sido la gran responsable de la I Guerra, trató de evitar que Alemania pudiera seguir siendo una amenaza, por lo que impuso un límite muy bajo al volumen de sus fuerzas armadas y le obligó a la desmilitarización de la Renania. El otro elemento nuevo en el orden internacional creado por la paz de París fue la Sociedad de Naciones, que habría de servir para preservar la paz mundial mediante soluciones negociadas a los conflictos que pudieran plantearse.

Nada de esto funcionó, porque las grandes potencias vencedoras no tuvieron la voluntad política de utilizar una amenaza creíble de intervención militar, ni para mantener las restricciones impuestas en el Tratado de Versalles ni para respaldar los principios de la Sociedad de Naciones. En EEUU la política de Wilson, que fue derrotado por el candidato republicano en las elecciones de 1920, fue muy pronto descartada. Se impuso el aislacionismo, la tradicional concepción de que los americanos no debían implicarse en los asuntos europeos, por lo que EEUU no ratificó el Tratado de Versalles ni se incorporó a la Sociedad de Naciones.

Gran Bretaña, preocupada por la defensa de su enorme imperio colonial, trató de evitar nuevas complicaciones europeas, haciendo concesiones a Alemania sin que ello fuera preciso. Y Francia, que por obvios motivos se sentía más inquietada ante el revanchismo alemán, carecía del poderío necesario para mantener por sí solo el orden de Versalles.

Todo esto jugó a favor de Hitler, que no encontró excesivos obstáculos en las primeras fases de su plan de expansión. El recuerdo de la I Guerra operó además en direcciones contradictorias de unos países y en otros: para los fascistas constituía una demostración de que sólo el poderío bélico asegura la grandeza de las naciones. En los países democráticos representaba un argumento a favor del pacifismo. En estos llegó a estar muy extendida la creencia de que la I Guerra sólo había beneficiado a los fabricantes de armas.

  • El expansionismo japonés:

El primer fracaso de la Sociedad de Naciones se produjo cuando se mostró incapaz de proteger a China de la agresión japonesa. Desde fines de los años 20 el gobierno japonés, que nunca había llegado a asumir del todo los principios del sistema parlamentario se vio cada vez más sometido a la presión de los sectores ultranacionalistas del ejército, partidarios de la expansión imperial en Asia. En 1931 los japoneses invadieron la provincia china de Manchuria y China apeló a la Sociedad de Naciones. Gran Bretaña y Francia no deseaban enfrentarse a Japón y lograron que la Sociedad de Naciones adoptara una resolución de compromiso, que no evitó la ocupación japonesa. Japón se retiró entonces de la Sociedad de Naciones y pocos años después, en 1937, invadió China, dando inicio a una guerra entre ambos países que confluyó en la II Guerra Mundial.

  • El expansionismo alemán e italiano:

A partir de la llegada de Hitler al poder, inició una política de pasos graduales encaminados hacia el objetivo de anular los resultados de la I Guerra Mundial y establecer la hegemonía alemana en Europa. Esa política condujo a la guerra en 1939, pero hasta entonces Hitler fue dando pasos importantes sin que Francia y Gran Bretaña fueran capaces de frenarle. En 1933 Alemania se retiró de la Sociedad de Naciones y de la conferencia de desarme. En 1934 los nazis austríacos intentaron un golpe de estado que habría conducido a la unificación de Alemania y Austria. En 1935 Hitler repudió abiertamente el Tratado de Versalles e inició un rearme intensivo. A comienzos de 1936 remilitarizó Renania, en un movimiento muy amenazador para Francia, al que esta no respondió por la fuerza aunque por entonces su capacidad militar era todavía superior a la alemana.

Francia había optado por una estrategia defensiva, basada en una línea de fortificaciones en su frontera con Alemania (la línea Maginot) y había iniciado un acercamiento a la Unión Soviética, en una repetición de la alianza franco-rusa de la I Guerra. A su vez, la Unión Soviética, inquieta por la amenaza nazi, buscaba un acuerdo con las potencias democráticas.

Por otro lado, se había producido un fuerte enfrentamiento entre Mussolini y los gobiernos de Francia y Gran Bretaña, a raíz de que en 1935 Italia invadiera Etiopía, un país independiente Africano miembro de la Sociedad de Naciones.

En tales circunstancias, estalló la guerra civil española, en la que Italia y Alemania suministraron hombres y armas a Franco, la Unión Soviética apoyó a la República y Gran Bretaña y Francia optaron por la no intervención. Esto condujo a un acuerdo entre Italia y Alemania, el llamado Eje Roma-Berlín, al que en ese mismo año se unió Japón. El acuerdo permitió a Hitler anexionarse Austria en 1938, sin encontrar resistencia.

El siguiente objetivo de Hitler fue Checoslovaquia, en cuya frontera occidental, la región de los Sudetes, vivía una importante minoría de lengua alemana que exigía su incorporación al Reich. Checoslovaquia tenía una fuerte alianza con Francia, pero Hitler se mostró dispuesto a ir a la guerra y las potencias occidentales cedieron. En la conferencia de Munich, a fines de 1938, los primeros ministros británico y francés aceptaron, en presencia de Mussolini, las exigencias de Hitler de que le fuera inmediatamente entrgada la región de los Sudetes. Fue la culminación de la llamada política de apaciguamiento, que pretendía salvar la paz mediante la concesión a los agresores.

Tras haber perdido sus fortificaciones fronterizas, Checoslovaquia quedo indefensa y en marzo de 1939 Alemania la invadió, sin encontrar resistencia. Fue entonces cuando los gobiernos británico y francés comprendieron que el propósito de Hitler no era la unificación de las poblaciones alemanas sino la hegemonía en Europa, y renunciaron al apaciguamiento. Inmediatamente ofrecieron a Polonia la garantía de sus fronteras, frente a las pretensiones de Hitler de anexionarse el territorio polaco.

Los gobiernos de Londres y París intentaron también una alianza con la Unión Soviética. Pero tras el episodio de Munich, Stalin ya no confiaba en la firmeza de las potencias occidentales y prefirió entenderse con Hitler. En agosto de 1939 se firmó el pacto germano-soviético, cuyas cláusulas secretas preveían la partición de Polonia entre ambas potencias y la hegemonía soviética en los estados bálticos. Habiéndose garantizado así la benevolencia soviética, Alemania invadió Polonia, el 1 de septiembre de 1939. Dos días después Francia y Gran Bretaña declaraban la guerra a Alemania.

4.- EL DESARROLLO DEL CONFLICTO:

  • La mayor guerra de la historia:

La II Guerra Mundial fue la de mayor magnitud de toda la historia, con el escenario geográfico más amplio, y donde se produjeron más víctimas. Fue también una de las más decisivas, pues en ella fue definitivamente derrotada una de las 3 opciones de organización sociopolítica que rivalizaba en el mundo: el fascismo.

En la guerra participaron muchos países, pero fundamentalmente fue un enfrentamiento entro 8 potencias: EEUU, Gran Bretaña, Francia, la Unión Soviética y China por un lado (aliados); Alemania, Italia y Japón por otro (el Eje). Pero nunca estuvieron todas estas potencias simultáneamente en la guerra. Francia quedó fuera de combate en 1940 e Italia en 1943, mientras que la Unión Soviética, Japón y EEUU entraron en la guerra en 1941, por lo que sólo Gran Bretaña y Alemania combatieron durante los casi 6 años.

Si comparamos los recursos de ambos bandos, no cabe duda de la superioridad aliada. Las potencias del Eje desafiaron a naciones cuya capacidad económica era muy superior a la suya. Pero debe tenerse en cuenta que Hitler no desafió a todos sus enemigos a la vez y que cuando entró en guerra su programa de armamento estaba mucho más avanzado que el de aquellos.

Por otro lado, una vez que los EEUU entraron en la guerra y empezaron a orientar hacia fines bélicos su inmensa capacidad productiva, el desequilibrio entre ambos bandos se manifestó rápidamente.

En la guerra murieron 7 millones de soldados rusos, 3 de alemanes, 2 de chinos, 1 de japoneses, más de 300.000 británicos, otros tantos de EEUU y unos 200.000 franceses. En total unos 15 millones de soldados muertos, a los que se sumó un número similar o superior de civiles, víctimas de la política nazi de exterminio, de los bombardeos aéreos, del hambre y de las epidemias.

  • Los triunfos iniciales del eje:

En contraste con los frentes inmóviles de la I Guerra Mundial, en la II Guerra, los alemanes lograron inicialmente rápidas victorias basadas en una estrategia ofensiva que se apoyaba en la movilidad y la capacidad de fuego de la aviación y de los carros armados. Mientras que los franceses esperaban de nuevo una guerra de posiciones, para la que se habían preparado con la línea Maginot, y distribuyeron sus carros en pequeñas unidades diseminadas en el frene, los alemanes concentraron los suyos en divisiones acorazadas capaces de romper el frente y penetrar en profundidad. Fue la llamada guerra relámpago”.

Polonia apenas resistió un mes de ataque alemán. Por su parte los soviéticos procedieron a apoderarse de lo que Alemania les había otorgado en el pacto recién firmado: ocuparon las regiones orientales de Polonia y exigieron a Litunia, Letonia, Estonia y Finlandia que les autorizaran a establecer bases militares en su territorio. Las 3 primeras cedieron y acabaron integrándose en la Unión Soviética, mientras que Finlandia resistió durante una guerra de varios mess, al cabo de la cual hubieron de entregar a los soviéticos algunos territorios fronterizos.

La segunda fase de la ofensiva alemana se dirigió hacia Occidente y afecto a diversos países neutrales. En abril de 1940 los alemanes invadieron Dinamarca y Noruega y en mayo los Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo. El territorio belga les sirvió de camino para rodear la línea Maginot y Francia fue derrotada con sorprendente rapidez. A primeros de junio el ejército expedicionario británico, copado junto al mar de Dunquerque, pudo ser evacuado por su flota, y a finales de ese mes Francia pidió el armisticio. Algunos franceses se marcharon a Gran Bretaña para continuar la lucha, al mando del general Charles De Gaulle, pero la República Francesa se vino abajo. Dos terceras partes de su territorio fueron ocupadas por los alemanes, mientras que el sureste, no ocupado, surgía un régimen autoritario, con capital en Vichy y encabezado por el mariscal Philippe Pétain, que fue uno de los varios gobiernos de la Europa vencida que se prestaron a colaborar con Hitler. Mussolini, que había entrado en guerra cuando Francia estaba casi derrotada, ocupó algunos territorios fronterizos.

En aquella situación extrema se formó en Gran Bretaña un gobierno de unidad nacional, presidido por el conservador Winston Churchill, que se dispuso a resistir a toda costa. En la decisiva batalla de Inglaterra, que se combatió en el verano de 1940, la aviación alemana, que se empleó a fondo contra las ciudades, fue incapaz de debilitar a su enemigo. Por el contrario la aviación británica derribó tantos aparatos que Hitler optó por renunciar de momento a la invasión de la isla. Los británicos obtuvieron además el respaldo de EEUU, que por iniciativa de su presidente, Franklin D. Roosevelt, abandonaron la política de aislacionismo.

Hitler volvió de nuevo su atención al Este, hacia los territorios eslavos que él esperaba abrir a la colonización alemana. Logró que Bulgaria, Rumanía y Hungría se incorporaron al Eje y admitieron tropas alemanas, invadió Yugoslavia cuando ésta se negó hacer lo mismo y venció a Grecia, a la que previamente había atacado Italia. Finalmente, en junio de 1941, invadió la Unión Soviética, repitiendo el mismo error que en su día cometió Napoleón.

Inicialmente la invasión de Rusia fue un nuevo éxito. Los ejércitos alemanes llegaron a las puertas de Moscú, pero con la llegada del invierno una contraofensiva rusa logró salvar la capital. En el verano de 1942 la ofensiva alemana se concentró en el sur, dirigiéndose hacia los campos de petróleo en el Cáucaso. Para entonces los soviéticos, conscientes de que no luchaban sólo por el régimen de Stalin sino por su propia supervivencia como pueblo, se batían con una tenacidad implacable. Ello se manifestó sobre todo en una ciudad sobre el Volga, llamada entonces Stalingrado, en la que el avance alemán quedó frenado.

Simultáneamente, un ejército alemán, de mucha menor dimensión que el que actuaba en Rusia, avanzaba desde la colonia Italiana de Libia hacia Egipto. Pero en el verano de 1942 este avance se vio también frenado en la batalla de El Alemein, a las puertas del valle del Nilo.

Para entonces se había abierto un nuevo teatro de operaciones en Extremo Oriente. Japón, que dominaba las regiones costeras de China, quiso aprovechar la guerra europea para establecer su dominio en Asia. El único gran obstáculo a sus planes era EEUU y en diciembre de 1941 la aviación japonesa atacó la base naval americana en el Pacífico de Pearl Harbour en Hawai. Tras ello Alemania e Italia declararon la guerra a EEUU y el conflicto se convirtió en mundial. En los meses siguientes se sucedieron las victorias japonesas que ocuparon Singapur, Malasia, Birmania, las islas Filipinas e Indonesia. La India y Australia parecían amenazadas, pero en la primavera de 1942 EEUU venció en 2 importantes batallas aeronavales en el Pacífico, la del mar del Coral y la de Midway.

- La victoria final aliada:

EEUU y Gran Bretaña establecieron desde 1942 una estrecha coordinación de sus fuerzas. El acuerdo fue centrar los esfuerzos en la lucha contra el enemigo principal, Alemania. Paralelamente una fuerza americana secundaria avanzó hacia Japón, mediante una campaña aeronaval cuyos hitos principales fueron los desembarcos sucesivos en distintas islas del Pacífico, que servían luego de base para ulteriores avances.

En el Atlántico se desarrolló una eficaz campaña antisubmarina, que a comienzos de 1943 había logrado garantizar las rutas de suministros. Las rutas marítimas del Ártico y del Golfo Pérsico sirvieron a su vez para el envío de suministros bélicos americanos a la Unión Soviética.

El esfuerzo de guerra mayor lo realizaron los soviéticos y fue el frente ruso donde más soldados murieron. La terrible batalla de Stalingrado, que se combatió en el invierno de 1942-1943, representó la primera gran victoria soviética, que a partir de entonces fueron avanzando gradualmente hacia Alemania. Stalin reclamaba a sus aliados que abrieran un segundo frente en Europa, pero éste se materializó muy lentamente.

A finales de 1942 los angloamericanos desembarcaron en el Africa del norte francesa, que se hallaba bajo control del régimen de Petain, y unos meses después las últimas fuerzas alemanas abandonaron Africa. Esto abrió a los aliados el camino hacia Sicilia, que fue conquistada en el verano de 1943. Se produjo entonces la caída de Mussolini, y el nuevo gobierno italiano pidió la paz, pero el ejército alemán ocupó la península. En adelante el avance aliado en Italia resulto lento. Bajo protección Alemana, Mussolini estableció un nuevo régimen fascista en el norte, contra el que se enfrentó la guerrilla de los partisanos. Éste fue uno de los movimientos clandestinos armados que en la etapa final de la guerra cobraron fuerza en varios países (Francia, Yugoslavia, Polonia); y fueron combatidos por los alemanes mediante represalias que a menudo eran aplicadas indiscriminadamente contra la población civil.

Nada de todo ello, ni los masivos bombardeos angloamericanos contra ciudades y fábricas alemanas, podían decidir la guerra. La operación decisiva fue el desembarco en plena costa europea del Atlántico, que se produjo en Normandía en junio de 1944. Las poderosas defensas costeras alemanas resultaron ineficaces (en un día desembarcaron más de 100.000 hombres y en un mes 1 millón).

Fue necesario, sin embargo, casi otro año de guerra antes de que los ejércitos soviéticos y norteamericanos confluyeran en el corazón de Alemania. El acuerdo firme era que sólo se admitiría la rendición incondicional de Alemania y ésta se produjo en mayo, después de que Hitler se suicidara en su capital, Berlín, en la que ya habían penetrado los soviéticos. Mussolini había sido ejecutado meses antes por los partisanos.

En tanto el avance americano en el Pacífico había dejado a las ciudades japonesas al alcance de devastadores ataques aéreos. El gobierno japones estaba sin embargo dispuesto a vender cara su derrota. Le disuadió un arma nueva que EEUU acababa de desarrollar; después de que en agosto de 1945 las ciudades de Hiroshima y Nagasaki fueran destruidas por sendas bombas atómicas, Japón se rindió.

5.- CRÍMENES DE GUERRA Y CRÍMENES CONTRA LA HUMANIDAD

Las atrocidades cometidas en la II Guerra Mundial, especialmente por parte de la Alemania nazi, representaron el retorno a una barbarie que a fines del S. XIX se había considerado superada. Ello llevó a las potencias vencedoras a una iniciativa sin precedentes: la constitución de dos tribunales internacionales para juzgar los crímenes cometidos por los dirigentes de Alemania y Japón: los tribunales de Nuremberg y Tokio.

Esto representó una novedad, que supuso el nacimiento del Derecho Penal Internacional, pero respondió también a una larga tradición que había querido frenar las peores atrocidades de la guerra.

Los tribunales de Nuremberg y Tokio dieron un paso más, al establecer 3 categorías de delitos internacionales: el crimen de agresión o contra la paz, los crímenes de guerra y los crímenes contra la humanidad. En 1948, cuando ambos tribunales habían cumplido su cometido, la Asamblea General de las Naciones Unidas estimó que era necesario distinguir una cuarta categoría, el delito de genocidio, que define a los crímenes contra la humanidad perpetrados “con la intención de destruir total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal”.

Mientras que otros responsables de los crímenes nazis fueron juzgados por tribunales de distintos países, el Tribunal Internacional de Nuremberg juzgo a las máximas jerarquías del régimen nazi, y el de Tokio a las japonesas.

En conjunto, las atrocidades nazis representaban el crimen de mayor entidad de todo el S. XX. Unos 6 millones de judios murieron víctimas del Holocausto.

6.- LAS CONFERENCIAS DE YALTA Y POTSDAM:

La victoria de la II Guerra Mundial fue lograda por una coalición que incluía a potencias cuyos gobiernos no podían ser más opuestos: las democracias occidentales y el régimen de Stalin. Sus concepciones de cómo había de ser el mundo de la posguerra no podían coincidir, pero mientras duraron las hostilidades nadie quiso airear unas diferencias que podían incidir en la derrota de la Alemania Nazi.

En 1941, meses antes de que los EEUU entraran en guerra, Roosevelt y Churchill se habían reunido para redactar un documento común, la Carta del Atlántico, en el que anticipaban las bases en que habría de sustentarse la futura paz del mundo, en un espíritu que recordaba el de los 14 puntos de Wilson. Anunciaron que aquellos pueblos a los que la independencia les habia sido arrebatada por la fuerza la recobrarían, que en el futuro todas las naciones podrían participar libremente en el comercio mundial, que todas cooperarían en el desarrollo económico y que se pondría fin al uso de la fuerza y la agresión en las relaciones internacionales.

En la etapa final de la guerra esos principios tropezaron con complicaciones. ¿Cómo se iba a aplicar el derecho al libre gobierno en las naciones que, como Polonia, estaban siendo ocupadas por el ejército soviético?, ¿Qué se iba a hacer con la propia Alemania?. Churchill pensó en un acuerdo para delimitar en Europa Central y Oriental esferas de influencia occidental y soviética, al estilo de la diplomacia tradicional, y para ello se entrevistó con Stalin a finales de 1944. Roosevelt, en cambio, se oponía a esa solución y creyó posible que la Unión Soviética se integrara en un nuevo orden internacional basado en el consenso.

Los grandes debates entre las 3 potencias tuvieron lugar en Yalta, en febrero de 1945, y en Postdam, en julio del mismo año, cuando Alemania había sido ya vencida. Pero debe tenerse en cuenta que las negociaciones entre los dirigentes no podían modificar la realidad de los frentes y que cuando Roosvelt, Churchill y Stalin se reunieron en Yalta los ejércitos soviéticos habían ocupado ya Bulgaria, Rumanía, Hungría y gran parte de Polonia. Asi es que la aceptación por Stalin del principio de que en todos los países liberados se formaran gobiernos democráticos, no pasó de ser un compromiso verbal que no se cumplió.

En Yalta se acordó que la frontera de la Unión Soviétic y Polonia se desplazara hacia el oeste, hasta situarse en la frontera étnica aproximada entre las poblaciones bielorrusas y ucranianas y las polacas. Se previó que Alemania sería dividida en 4 zonas de ocupación, administradas por las 3 grandes potencias vencedoras y Francia. Se decidió que Alemania pagaría importantes reparaciones, sobre todo a la Unión Soviética. Y se sentaron las bases de la Organización de las Naciones Unidas, cuya función sería preservar la paz y en cuyo Consejo de Seguridad tendrían derecho al veto las grandes potencias.

Cuando las 3 grandes se reunieron de nuevo en Potsdam, en julio, sólo Stalin volvió a estar presente. Roosevelt había fallecido, siendo sustituido por Truman, y Churchill había perdido las elecciones frente al laborista Clement Attlee. En Postdam se acordó el desarme y desmilitarización de Alemania, su “desnazificación” y el castigo de sus criminales de guerra. Se acordó también una nueva frontera entre Alemania y Polonia (entre los ríos Oder y Neisse) que dio a Polonia extensos territorios que antes eran alemanes.

El tratado de paz entre Alemania y los vencedores no se llegó a firmar. Andando el tiempo las zonas de ocupación occidentales y la soviética se convirtieron respectivamente en 2 Estados: la República Federal Alemana y la República Democrática Alemana. Fue sólo medio siglo después, tras el hundimiento del comunismo, cuando se produjo la reunificación, al incorporarse la RDA a la RFA. Y ésta última ha reconocido las fronteras establecidas en Potsdam.

TEMA 20º:

RELACIONES INTERNACIONALES Y DESARROLLO ECONÓMICO

La II Guerra Mundial por la extensión del conflicto, el número de países implicados y la destrucción provocada, había sido el mayor conflicto bélico de la historia. Sus consecuencias estuvieron presentes a lo largo de décadas. Uno de los sectores más afectados fue el de las relaciones internacionales; por una parte se trató de sentar las bases para que no pudiera repetirse una contienda similar, con la creación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU); por otra, de la guerra surgió un nuevo orden internacional basado en la hegemonía de dos superpotencias, que pronto desemboco en la denominada guerra fría.

1.- CREACIÓN DE LA ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS:

Incluso antes del final de la II Guerra Mundial, entre la opinión pública y los gobernantes se evidenció la idea de que la contienda había sido la mayor catástrofe de la humanidad. Para evitar que nunca más se produjera tal cataclismo, los países vencedores instauraron un sistema de seguridad y consulta que transformaron las relaciones internacionales, cuya pieza central era la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Al mismo tiempo se ejecutaron programas de ayuda para conseguir la recuperación económica de los países arruinados por la guerra.

  • Las bases de un nuevo orden internacional:

A diferencia de las grandes contiendas anteriores, la II Guerra Mundial no acabó con la celebración de una conferencia de paz, donde vencidos y sobre todo vencedores delimitaban las nuevas fronteras y las indemnizaciones a pagar. En su lugar, se celebraron 3 cumbres de las superpotencias: EEUU, la Unión Soviética y Gran Bretaña. En Teherán (1943), Yalta y Postdam (1945).

La más importante de estas cumbres fue la Conferencia de Yalta, donde comenzaron las tensiones entre el bloque democrático y la URSS, pero también se alcanzó el acuerdo de crear un organismo internacional que, mediante la representación de todos los países soberanos y el debate pacífico de sus mutuos problemas, pudiera evitar futuros conflictos bélicos globales. La antigua Sociedad de Naciones había demostrado su inoperancia, por lo que más que restaurar la institución se pensó crear un nuevo foro.

En la Carta del Atlántico (redactada por Churchill y Roosevelt) y en la Declaración de las 26 naciones (Washington 1942), ya se señalaron los principios generales de libertad, cooperación y convivencia pacífica entre los países como principios fundamentales de las relaciones internacionales. Un paso más allá supuso la conferencia celebrada en Moscú en 1943 entre Gran Bretaña, EEUU y la URSS, donde surgió la idea de fundar una organización internacional, basada en la igualdad soberana de todos los estados. En la cumbre de Yalta, se decidió definitivamente dar el paso, convocando una asamblea de compromisarios. Representantes de más de medio centenar de países se reunieron en junio de 1945 en San Francisco; en esta asamblea se redactó la Carta de las Naciones Unidas, que rápidamente fue reconocida por 50 Estados. La ONU se constituyó el 10 de enero de 1946 en Nueva York, donde se instaló su sede permanente.

La Carta fundacional de la ONU señalaba como objetivos fundamentales de la organización los siguientes:

  • La defensa de los derechos de la persona: la Declaración de los Derechos del Hombre es la constitución básica de todos los seres humanos y garantiza el ejercicio de las libertades y la inviolabilidad de estos derechos sin diferencia de edad, sexo, raza o religión.

  • El mantenimiento de la paz: el ingreso de cada miembro de la ONU en la organización es precedido de su renuncia al empleo de la fuerza en sus relaciones internacionales.

  • La libre determinación de los pueblos: ningún pueblo debería ver coartada su soberanía por otro.

  • Fomento de la cooperación entre los pueblos: la ONU creó varios organismos especializados en el intercambio de ayuda: la FAO, OMS, UNESCO, OIT, UNICEF, etc.

La estructura diseñada para la ONU resultó piramidal, con 3 niveles: La Asamblea General está formada por representantes de todos los países miembros y se reúne anualmente; de ella dimanan unas serie de organismos con competencia específica: Comité de Dirección, Consejo Económico y Social, etc. El Consejo de Seguridad está compuesto por 5 miembros permanentes y con derecho de veto (EEUU, Rusia, Gran Bretaña, Francia y China) más otros 6 rotatorios. Finalmente se encuentra la Secretaría General órgano permanente y representativo de la organización.

  • Planes de ayuda para la reconstrucción:

La depresión económica de los años 30, ocasionada por la crisis de 1929 y en buena parte origen de la II Guerra Mundial, hizo comprender a los principales economistas que era necesario un nuevo sistema financiero mundial. Sin embargo las aisladas políticas económicas de cada uno de los países impedía llegar a acuerdos a largo alcance. La guerra, y la profunda conmoción que supuso para la economía mundial, hicieron inevitable la articulación de nuevos sistemas. Para ello se crearon el Fondo Monetario Internacional y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, llamado después Banco Mundial.

Sin embargo, los créditos disponibles por estas nuevas instituciones eran insuficientes para hacer frente a la reconstrucción europea. Una Europa arruinada suponía una gran ventaja para la expansión del comunismo en el continente. EEUU comprendió que ayudando a la reconstrucción europea ganaba mercados para sus productos, colocaba sus capitales y alejaba a las masas del comunismo. La respuesta a todo ello fue el Plan Marshall (1948), un conjunto de grandes créditos abiertos a todos los Estados Europeos para llevar a cabo la recuperación de sus medios productivos e infraestructuras. La URSS prohibió a los estados de su órbita participar en el Plan Marshall, creando el Consejo de Asistencia Mutua Económica (COMECON).

2.- LA GUERRA FRÍA:

Desde que en 1947 el analista Walter Lippmann publicara su obra “La guerra fría: un estudio de la política exterior de EEUU”, se popularizó este concepto para designar el nuevo sistema internacional salido de la guerra mundial y caracterizado por el enfrentamiento entre las 2 grandes superpotencias, EEUU y la URSS. Su característica principal fue que en ningún momento se llegó a un enfrentamiento abierto, lo que hubiera sido una catástrofe por el empleo de armamento nuclear.

  • Planteamientos de la guerra fría:

El iracundo general Patton llegó a proponer al Alto Estado aliado, encabezado con Eisenhower, en los últimos meses de la guerra mundial que las divisiones occidentales no se detuviera en Berlín y siguieran para liberar los países ocupados por el ejército soviético. El temor occidental a una expansión del comunismo soviético, se vio hasta cierto punto reavivado por las exigencias de Stalin en Yalta, y se vio materializado en los países con presencia del Ejército Rojo: Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumanía, Bulgaria.

Si esta expansión de los regímenes comunistas era una primera oleada que anunciaba posteriores ampliaciones, como temían los EEUU y los aliados, o se reducía a conformar un glacis de seguridad ante posibles tentaciones de agresión occidental, como mantenían desde Moscú, no variaba la realidad que expusiera Churchill en marzo de 1946 cuando señaló que “ha caído un telón de acero a lo largo de todo el continente”. A un lado y otro de ese telón se alinearon 2 bloques enfrentados entre sí.

Aunque la guerra fría se caracterizó por el estado de tensión permanente entre ambos bloques, las estrategias utilizadas tuvieron como efecto impedir el estallido de un conflicto generalizado. En los momentos de máxima tensión, los enfrentamientos se resolvieron en conflictos localizados. Esto no impidió que el pulso entre ellos se manifestara mediante un constante acoso al contrario, en el que se barajaba la amenaza militar con ejércitos constantemente reforzados y con el empleo de armamento nuclear.

  • La conformación de los bloques:

Los acontecimientos que se desarrollaron en la Alemania ocupada tras el fin de la guerra y la estrategia seguida por la URSS en los países librados por su ejército fueron los desencadenantes de la guerra fría. En 1947 EEUU y Gran Bretaña integraron económicamente sus zonas de ocupación alemana y un año después en la Conferencia de Londres, EEUU, Gran Bretaña, Francia y el BENELUX decidieron la creación de un Estado Alemán, la convocatoria de una Asamblea constituyente y la puesta en marcha de un sistema económico propio. La URSS se opuso a tales decisiones y respondió con el bloqueo de Berlín, salvado durante un año mediante el establecimiento de un puente aéreo sin precedentes. Esta primera crisis aceleró la formación de 2 Estados distintos en Alemania.

Mientras tanto, en los países donde el ejército soviético había derrotado a la ocupación nazi la reconstrucción se emprendió bajo la directrices del mismo. Se constituyeron gobiernos de unidad nacional, con participación de partidos liberales, campesinos y comunistas cuyo programa se centraba en la reconstrucción económica. Al amparo del ejército soviético, los partidos comunistas supieron ocupar los puestos claves en la administración y desarrollar organizaciones de todo tipo que enraizaron en el tejido social. Las elecciones celebradas entre 1945 y 1948 fueron dando mayor peso a los partidos comunistas, que pronto apartaron del escenario político por la fuerza a los partidos contrarios a las reformas, hasta implantar sistemas similares al soviético.

La crisis de Berlín, con la proclamación de los 2 Estados alemanes, y la proliferación de países comunistas en el Este, precipitaron la conformación de 2 bloques: a partir de 1948 se pusieron en práctica políticas conducentes a una integración política y económica de ambos bloques, que a su vez se veían reforzados por una serie de alianzas bilaterales y multilaterales con el respaldo último de sistemas militares antagónicos.

a.- Bloque occidenta:

Por parte de EEUU, ante el crecimiento de regímenes contrarios se desarrolló la doctrina Truman: oposición al expansionismo soviético mediante la ayuda a todos los “países libres” que resistían los intentos de asimilación comunista. eta fue la estrategia de contención, el establecimiento de unos límites a la expansión de la IRSS, pero sin tratar de hacerlos retroceder por la fuerza. En Europa esta estrategia se manifestó de 2 formar: en el ámbito económico con el Plan Marshall y e el militar con la creación del Tratado del Atlántico Norte.

El Plan Marshall fue ejecutado a lo largo de 4 años por un total de más de 13.000 millones de dólares. Si su objetivo prioritario era la ayuda para la reconstrucción, también tuvo otras consecuencias: afianzó el liderazgo económico de EEUU en Europa, a la vez que facilitó la expansión económica de EEUU.

La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) se constituyó en abril de 1949 como una alianza militar coordinadora de la defensa común de los Estados integrantes.

El sistema de seguridad estadounidense en la guerra fría pronto desbordó el escenario europeo alcanzando un nivel mundial; EEUU propició tratados que aseguraran la contención soviética en otras áreas, creando un amplio sistema de alianzas: el Pacífico, Rio de Janeiro, Australia, Asia Oriental, Oriente Medio, etc.

b.- Bloque Oriental:

La URSS tendió a una construcción de estructura similar a la occidental, si bien sus posibilidades económicas y militares eran muy inferiores. Las 2 organizaciones principales del bloque soviético fueron: el COMECON y el Pacto de Varsovia.

El COMECON fue un sistema de integración de las economías de los estados firmantes, la coordinación de la política de planificación y la asistencia económica y técnica mutua. Fue creado en 1949 por la URSS, Polonia, RDA, Checoslovaquia, Hungría, Bulgaria, Rumanía y Albania. El Pacto de Varsovia fue creado en 1955 como una alianza militar coordinadora de la defensa común, desarrollada con unas estructuras militares similares a la OTAN.

  • El inicio de la guerra fría:

Europa, el principal escenario de la guerra mundial, fue también el origen de la guerra fría. Las tensiones entre los antiguos aliados se evidenciaron con la cadena de elecciones celebradas en los países limítrofes a la URSS, donde bajo la presencia del ejército soviético se fueron imponiendo los partidos comunistas.

El máximo símbolo de esta división fue Alemania, cuando en 1948 EEUU, Gran Bretaña y Francia unieron sus respectivas zonas. La URSS se excluyó y bloqueó Berlín; durante 1 año las potencias occidentales respondieron con un masivo puente aéreo que suministró el abastecimiento necesario al pueblo de Berlín. En Grecia los intentos comunistas por hacerse con el poder fueron frenados con la ayuda occidental, pero sólo tras una guerra civil que no concluyó hasta 1949.

El segundo gran escenario de la guerra fría fue Asia: donde la ayuda de EEUU no pudo impedir el triunfo del comunismo liderado por Mao Sedong; el régimen anterior sólo se mantuvo en la isla de Formosa. Con el gigante asiático dentro del mundo comunista, las tensiones se multiplicaron, coincidiendo con el proceso de descolonización iniciado tras la guerra.

La descolonización de Oriente Medio y la creación del Estado de Israel (1948) sentaron las bases para una permanente inestabilidad de la región. La alianza de EEUU con Israel hizo que los grandes países árabes (con ayuda inicial soviética) concertaran una alianza contra Israel, base de los sucesivos conflictos hasta nuestros días.

3.- COEXISTENCIA PACÍFICA Y CONFLICTOS DE BAJA INTENSIDAD:

Tras la muerte de Stalin y el fin de la guerra de Corea se produjo una bajada del nivel de enfrentamientos. La guerra fría dio paso a la coexistencia pacífica, un compromiso tácito para no alterar el equilibrio surgido de la II Guerra. Una primera fase de distensión se produjo de 1954 a 1962, cuando la crisis de los misiles y el Muro de Berlín iniciaron un retorno a los peores tiempos de la guerra fría, culminando el proceso de tensión con el estallido de la guerra de Vietnam.

  • El inicio de la coexistencia pacífica:

Con el desarrollo por las 2 superpotencias de un gran arsenal atómico s evidenció la gran hecatombe que se precipitaría sobre la humanidad en el caso de producirse un enfrentamiento. La muerte de Stalin permitió que alcanzara el poder de la URSS un grupo de políticos más moderado.

Todo esto hizo que la guerra fría entrara en un período de distensión y que la coexistencia pacífica entre ambos sistemas se revelara como una posibilidad al alcance de la mano. La idea de la coexistencia pacífica se basaba en un mutuo respeto entre ambas superpotencias, que no presionarían de ningún modo para alterar el status quo alcanzado. Este pensamiento tuvo su ratificación en la conferencia de Ginebra (1955), donde se reunieron EEUU, la URSS, Gran Bretaña y Francia en el ambiente más pacífico y amistoso del período de posguerra. Esta distensión perduró y entró en crisis en 1960, cuando la celebración de una reunión análoga debió ser cancelada ante las pruebas presentadas por los soviéticos de vuelos espias de EEUU en territorio de la URSS.

  • La crisis de los misiles:

El equilibrio estratégico de posguerra fue seriamente alterado en el lugar más inesperado. En 1959 triunfó en Cuba el movimiento guerrillero dirigido por Fidel Castro en contra del dictador Batista; ese movimiento no era comunista pero sí algunos de sus líderes, lo que provocó la oposición de EEUU y la rápida radicalización del gobierno de Cuba hacia posiciones comunistas; esto les procuró las simpatías de la URSS y China, que rápidamente comenzaron a ayudar económicamente y militarmente al nuevo régimen cubano.

En 1961 un grupo de cubanos contrarios al régimen de Castro, apoyados tímidamente por EEUU, pretendió invadir la isla, siendo rápidamente derrotados. El temor creciente a una invasión directa por parte de EEUU hizo crecer los vínculos cubanos con la URSS; llegando a iniciarse un plan para la instalación de armamento estratégico en la isla. En 1962 el presidente Kennedy denunció que la instalación de misiles en Cuba representaba una amenaza directa a la seguridad de EEUU y decretó el bloque naval de la isla, anunciando que los barcos soviéticos que navegan hacia Cuba debían detenerse o serían atacados. Durante unos días el mundo contemplo horrorizado la posibilidad de un enfrentamiento directo; finalmente, las autoridades soviéticas cedieron y las bases fueron desmanteladas, aunque la presión de EEUU sobre Cuba se mantuvo.

  • La era de la distensión:

Los finales años 50 presenciaron una bajada de la tensión, pero desde comienzos de los 60 las relaciones regresaron a los planteamientos más radicales y belicosos. Los sucesos contrarios a la distensión se sucedieron a lo largo de la década: los antes mencionados acontecimientos cubanos (1961-2), la construcción del muro de Berlín (1961), la implicación de EEUU en la guerra de Vietnam (1962), los incidentes fronterizos de Corea (1965 y 1968), los conflictos de Israel en Oriente Próximo; y por el otro lado, la intervención soviética en Checoslovaquia (Primavera de Praga de 1968).

A partir de 1969 se produjo una segunda etapa de distensión y un relanzamiento de los contactos diplomáticos: dirigentes soviéticos y de EEUU se encontraron en sucesivas cumbres, fruto de las cuales fue la firma de los primeros acuerdos contra la proliferación de armamento nuclear. La culminación de este período se produjo en 1975 con motivo de la Conferencia de Helsinki, donde se reconocieron todas las fronteras establecidas en la guerra mundial, el compromiso de no variarlas por la fuerza y un reforzamiento de los derechos humanos en los países del Este.

Esta distensión produjo también un mayor grado de complicación en las relaciones internacionales; si hasta la fecha las superpotencias habían marcado irrebatiblemente la política mundial, a partir de finales de los años 60, no ya esta primacía pero si su exclusividad, comenzó a ser concretada. Por una parte Europa, que disfrutó de una década de fuerte crecimiento fortaleció su articulación comunitaria, cuyo fruto más visible fue la ampliación del Mercado Común. Por otra parte los bloques ideológicos comenzaron a agrietarse; las relaciones de China y la URSS no fueron buenas desde comienzos de los 60 y acabaron con la ruptura en los 70; por su parte, Francia anunciaba su salida de la OTAN.

  • La guerra de Vietnam:

El proceso de descolonización asiático abrió un período d luchas civiles entre las distintas tendencias ideológicas. Las potencias occidentales, especialmente EEUU y Francia trataban de frenar la expansión comunista, evitando que los nuevos Estados fueran cayendo bajo la influencia del comunismo. La antigua colonia francesa de Vietnam había sido dividida en 2 zonas independientes tras la Conferencia de Ginebra(1954); Vietnam del Norte tenía un gobierno comunista presidido por Ho Chi Ming y Vietnam del Sur, con capital en Saigón, sostenía un gobierno radicalmente anticomunista presidido por Ngo Dinh Dien. En el sur se desarrollo una guerrilla, el Vietcong, armada y reforzada por el ejército regular del Norte, que desde 1960 puso en jaque al gobierno pro-occidental. Este pidió ayuda a EEUU que, ante el peligro de una nueva caída de ficha del dominó asiático, comenzó a prestar apoyo financiero y una ayuda masiva en armas y asesores militares.

En noviembre de 1963 se produjo en Vietnam del Sur una revolución contra la dictadura de Ngo Ding Dien; se instauró un gobierno militar que, aun manteniendo prácticas poco aceptables como su antecesor, parecía ser el mejor remedio para frenar las incursiones de los guerrilleros del norte; en consecuencia se enviaron consejeros militares y se aprobó una ayuda de 500 millones de dolares. Era el comienzo de la peor pesadilla de EEUU durante la segunda mitad del S. XX.

Cuando Johnson asumió la presidencia ya se encontraban más de 15.000 consejeros militares en Vietnam del Sur, conformando el Comando de Asistencia Militar Americana (MACU). La disyuntiva del nuevo presidente era precaria; abandonar el gobierno de Saigón suponía la más que probable victoria del Vietcong y la reunificación comunista, lo que sería un incentivo para otros países asiáticos. En consecuencia se decidió el incremento de la ayuda y la plena actuación directa. El director del MACU y embajador de EEUU en Saigón, el general Taylor, era un austero y duro militar partidario de la declaración de guerra a Vietnam del Norte y el empleo de armamento atómico; por el contrario, se impuso la línea diplomática; y sin declaración de guerra se comenzaron a practicar bombardeos secretos sobre el Norte y a minar los ríos de aprovisionamiento de la guerrilla. La ineficacia de las medidas alimentó la escalada militar y en el verano de 1965 ya había 100.000 soldados de EEUU en Vietnam y cerca de 500.000 en 1968. La estrategia empleada trataba de impedir el control de las zonas rurales por la guerrilla y el apoyo de las aldeas a la causa del Bietcong; para ello reunieron a esta población en grandes aldeas, mientras practicaban una táctica de tierra quemada, que no hacía sino otorgar territorio al FLN y producir la afluencia masiva de refugiados a las grandes ciudades, movimiento que aprovechaba la guerrilla para crear una quinta columna en el territorio dominado por EEUU. Desde 1965 a 1968 había lanzado más toneladas de explosivos en Vietnam que en toda la II Guerra, consiguiendo nulos resultados; por lo que desde principios de 1968 la ineficacia bélica de EEUU y una opinión pública contraria al derroche de vidas humanas y de presupuesto; evidenciaban para los círculos políticos de Washington el fracaso de la intervención y la necesidad de emprender una retirada digna.

Nixon en la campaña electoral de 1968 prometió la “vietnamización” de la zona de conflicto (Laos y Camboya) y buscar un punto final. En enero de 1969 se abrió una mesa de conversaciones entre EEUU, Vietnam del Norte y el Vietcong que se prolongó durante años; los resultados de la misma fueron la retirada progresiva de EEUU y una ligera ampliación del conflicto en 1970 a los países vecinos; el 28 de enero de 1973 se decreto el alto el fuego en todo el territorio, preámbulo de la apertura de una conferencia internacional en París.

La retirada de EEUU no era total, produciéndose la retirada definitiva en 1973 cuando el Congreso de EEUU no aprobó las ayudas al gobierno de Saigón ni el envío de armas y equipamiento. La corrupción del régimen de Saigón, los reveses militares, la desmoralización generalizada y las deserciones crecientes fueron minando la resistencia del Sur; en la primavera de 1975 el avance decidido de los ejércitos de Vietnam del Norte fue ocupando todo el territorio del Sur, entrando en Saigón en abril.

En julio de 1976 se proclamó la reunificación del país como República Democrática Popular de Vietnam; como consecuencia de esta victoria comunista, siguiendo la estrategia del dominó, también se impusieron gobiernos comunistas en Camboya y Laos.

4.- LA EDAD DORADA: EL CRECIMIENTO ECONÓMICO.

Entre el final de la guerra mundial y la gran crisis de los setenta se desarrolló un período de tan extraordinario crecimiento económico que es conocido como “la edad dorada”. Tanto en el bloque soviético como, sobre todo en el occidental los grandes avances económicos incrementaron el mercado laboral, multiplicaron el comercio internacional y el consumo interno, produciendo la mejora en el nivel de vida y la conformación de grandes programas de políticas sociales.

  • Los dos modelos económicos:

De igual modo que las relaciones internacionales se alinearon en relación a 2 superpotencias; la política económica también siguieron 2 modelos antagónicos: el mercado libre occidental y la economía planificada socialista. Pero más allá de estas básicas diferencias, destacaron algunos puntos en común, el más importante fue la participación del Estado en la economía, como único agente en el modelo soviético, como gran impulsor en el occidental.

La recuperación de los países europeos arrasados por la guerra y el desarrollo de todo el mundo occidental se basaron en 2 impulsos fundamentales. El primero fue de carácter institucional, surgido de la cumbre de Bretón Woods (1944), que creó el nuevo marco económico que sentaba las bases de la internacionalización de la producción y el capital. El segundo fue el Plan Marshall.

El modelo económico de los países “del socialismo real” se basó en el ejemplo soviético de economía planificada. El estado era propietario de todos los medios de producción y único agente dirigente de la economía. Determinaba toda la vida económica, controlaba todo el proceso productivo y los canales de distribución. El IV Plan Quinquenal (1946-1950) fue el más importante de todos, apostando por la inversión en la industria pesada de equipo, en contraposición a la industria ligera (bienes de consumo) y en especial de la agricultura, el sector más sacrificado por la economía planificada soviética.

  • Sentando las bases: años cincuenta.

Tras el fin de la guerra, las tasas anuales mundiales de crecimiento de la producción industrial alcanzaron cotas sin precedentes. Durante el período 1948-1972 el crecimiento a nivel mundial fue del 5,6%, destacando los países de Europa Occidental y Japón.

Durante los años 50 este crecimiento fue producido por el programa de recuperación a la vez que se sentaban las bases para un mantenimiento de la coyuntura; las más importantes fueron la reforma del sistema financiero, el abandono de políticas proteccionistas, la internacionalización de la economía y la multiplicación de las exportaciones. Los sectores que sirvieron de motor a este crecimiento sostenido fueron el eléctrico, la construcción, la industria del automóvil, la siderurgia, la petroquímica y la química industrial, las fuentes energéticas (petróleo y electricidad).

Una de las transformaciones básicas tras la guerra fue el desarrollo de la economía mixta, en la que el Estado, los sindicatos y el sector privado interrelacionan sus demandas y posibilidades para fomentar el crecimiento.

En el mundo socialista también se produjo un fuerte crecimiento económico, en este caso aplicando el modelo de economía planificada implantado por la URSS desde 1929.

  • El boom de los sesenta:

Una de las características del proceso de la economía mundial durante el tercer cuarto de siglo, además de la aceleración del crecimiento económico, ha sido la estabilidad en ese mismo crecimiento. No se produjeron crisis ni depresiones, tan sólo disminución en las tasas de crecimiento. Durante los años 60 esta tasa alcanzó su cota más elevada, en gran parte debido al incremento del consumo interior y del comercio internacional.

El consumo interno aumentó gracias a 4 factores:

  • El aumento de los salarios

  • El desarrollo de una fuerte competencia en el mercado, que implico fuertes inversiones en investigación.

  • La multiplicación de mecanismos de pago que facilitaron la compra de productos.

  • La extraordinaria mejora de los medios de transporte y comunicación.

El comercio internacional multiplicó sus cifras y en buena parte el beneficio de las empresas se alcanzaba suministrando mercados exteriores.

  • El Estado del Bienestar:

Uno de los factores fundamentales para la estabilidad del sistema occidental y el triunfo definitivo de la democracia fue la capacidad de los Estados para hacer frente a las demandas sociales que, con anterioridad a la guerra, no habían podido o no estaban interesados en atender. Aunque en el período de entreguerras (Bismarck) ya habían aparecido algunos elementos de políticas sociales, las 2 características distintivas de este período fue la extensión de las mismas a todos los países democráticos y el carácter de irreversibilidad que tomaron. La base de este cambio se encuentra en la aceptación de los principios keynesianos del Estado intervencionista dentro de la economía de mercado. El paso definitivo se produjo cuando el Estado suma a sus obligaciones la labor de redistribuir los recursos y el deber de procurar los medios para garantizar la seguridad y bienestar de sus ciudadanos.

Se han utilizado 3 teorías definitorias del Estado del Bienestar. La visión liberal-demócrata asegura que las instituciones del Estado del bienestar son el resultado de la modernización de la sociedad y el descenso funcional de las formas de seguridad tradicional, cuyo objetivo es la redistribución de la renta para integrar los sectores más desfavorecidos y consolidar una sociedad de libre mercado estable, igualitaria, eficiente y humana. La concepción socialdemócrata contempla el Estado del bienestar como un doble pacto entre el capital y el trabajo y entre las distintas clases sociales, desempeñando una función instrumental para la transformación gradual de la sociedad. La visión marxista señala la doble función del Estado del bienestar como garantía del desarrollo tranquilo del capitalismo y como integración social no conflictiva, contemplándose como un instrumento de legitimación del Estado capitalista.

  • El precio del desarrollo:

El crecimiento de la producción, el consumo, el comercio internacional y los beneficios acarrearon u alto precio, en unas ocasiones cuantificable y en otras poco medible. La primera repercusión negativa fue el daño que el desarrollo industrial ocasionó en los recursos naturales y en el equilibrio ecológico.

La segunda consecuencia del desarrollo en la edad dorada fue la profunda transformación de la economía, tanto en el proceso productivo como en la comercialización y el consumo. El paso a la internacionalización de la economía hizo que los industriales individuales perdieran casi toda su influencia a favor de las corporaciones multinacionales. Al mismo tiempo la tecnificación en los controles productivos y comerciales hizo que se desarrollaran mecanismos de optimización del trabajo. Junto a los tecnócratas gerenciales y los ingenieros industriales aparecieron los ingenieros humanos, encargados de elevar la productividad mediante cualquier técnica (hilo musical, incentivos, etc).

Una tercera consecuencia fue la profunda transformación causada en la propia entraña de la sociedad, a la vez productora y consumidora. La publicidad se transformó mediante la utilización de todo tipo de efectos psicológicos para incrementar el consumo.

  • La crisis económica de los años setenta:

La expansión económica de los años 50 y 60 acabó a comienzos de los 70 con la crisis del petróleo, que desembocó en una profunda transformación del sistema económico y el mercado mundial, al tiempo que las estructuras económicas nacionales iniciaron un proceso de sustitución en todo Occidente.

A pesar de que el súbito aumento de los costes energéticos fue el detonante de la crisis, en realidad fue una causa coyuntural, existieron además otras causas.

En primer lugar, el aumento de las tensiones económicas en todo el mundo desarrollado, como consecuencia del crecimiento de la competencia de las economías europeas y japonesa frente a la anterior hegemonía de EEUU; de ser receptores de capital y productos, estos países habían pasado a ser una dura alternativa.

La segunda causa, la quiebra del sistema monetario internacional.

La crisis de los 70 pasó por 3 fases bien definidas: dos recesiones (1973-1975 y 1979-1982) y un período intermedio de reajuste y tímida recuperación.

  • Recuperación económica y nuevo sistema económico:

La crisis descrita desembocó en el replanteamiento del sistema económico mundial e implicó una lenta imposición de los viejos modelos con el denominado neoliberalismo, el cual, a pesar de los enormes costes sociales, consiguieron efectos económicos que fueron irrefutables para la opinión pública. Los objetivos principales de las nuevas políticas neoliberales eran la competitividad productiva, la lucha contra la inflación y el aumento del libre comercio tanto para mercancías como para capitales. Estos 3 pilares a su vez descansaban sobre otras premisas ideológicas: la libre flotación de las monedas en el sistema cambiario, la disminución de los aranceles aduaneros y de modo especial, la reducción de la intervención del Estado en la economía. Todo ello lleva aparejado directa o indirectamente la reducción del Estado del bienestar, pero también la disminución o pérdida por parte del Estado de su condición de empleador, consumidor, productor o proveedor de bienes y servicios sociales.

TEMA 21º:

EL MUNDO OCCIDENTAL

1.- ESTADOS UNIDOS: LA CONFORMACIÓN DE UNA SUPERPOTENCIA.

El fin de la I Guerra Mundial convirtió a EEUU en acreedor de Europa y el final de la Segunda en su imprescindible protector. Tras la primera contienda Washington decidió abstenerse de practicar una política internacional expansiva e incluso no integró la Sociedad de Naciones que el Presidente Wilson había apadrinado; tras la Segunda Guerra EEUU alcanzó su máxima extensión territorial, militar y económica. En 1945 EEUU era la primera superpotencia, con tres cuartas partes del capital mundial invertido y los dos tercios de la capacidad industrial de todo el mundo.

  • El final de la guerra y la presidencia de Truman (1945-1952):

La muerte de Roosevelt el 12/4/1945 (días antes de la rendición alemana el 7/5/1945), hizo que alcanzara la presidencia Harry Truman, un político oscuro que había alcanzado la nominación gracias al enfrentamiento de los grandes del Partido Demócrata y a que se consideraba que poco o nada debería hacer con un presidente como Roosevelt. En otro capítulo se estudia la trascendencia que la doctrina Truman tuvo en la articulación de la política internacional estadounidense a lo largo de todo el enfrentamiento con la URSS. Menos fortuna tuvo el presidente en lo concerniente a la política interior, donde la felicidad de la victoria se disolvió ante un cúmulo de problemas cuya resolución, sirvió para abrir nuevas y más graves dificultades.

La guerra había motivado una ola de solidaridad que reforzó el nacionalismo estadounidense; ese sentimiento se completó con otro mucho más palpable de igualitarismo, medido en la reforma fiscal, el descenso del desempleo y la subida de los salarios ante la demanda de mano de obra. Para cubrir vacantes fue necesario ampliar el mercado laboral y se produjeron 2 fenómenos: la incorporación masiva de la mujer al trabajo y la entrada de la población negra al mercado de trabajo no agrícola. Este incremento del mercado laboral se potenció con el ascenso de la burocracia federal que trajo consigo el New Deal. Todos ellos tenían como ámbito de ejecución el ámbito urbano y la llegada de nuevos contingentes de población rural a las ciudades, lo que unido a otros fenómenos, transformó la socieda.

Las necesidades de movilización sentaron las bases del Estado del Bienestar posbélico; la incorporación masiva de soldados negros al frente posibilitó la apreciación de su apoyo en la política nacional y, el respeto de sus derechos civiles. Ya antes de la guerra había programas específicos.

Con las fábricas funcionando a pleno rendimiento y los campos produciendo grandes cosechas, el estallido de la paz fue interpretado como el inicio de una etapa de retroceso, a la que se le añadían 12 millones de soldados que a partir de 1946 se fueron incorporando al mercado de trabajo. La subida de precios de los productos básicos disparó la inflación, aparecieron tensiones sociales y los sindicatos recuperaron su capacidad de iniciativa. Sin embargo, los augurios de depresión fueron olvidados ante el mantenimiento de la producción económica e incluso el incremento de la actividad industrial y la renta nacional. Este inicio de prosperidad y el apoyo de las minorías posibilitó que en las elecciones, contra todo pronóstico, Harry Truman fuera reelegido y recuperara la mayoría en ambas cámaras. Pero éste no era ya el mismo partido que había sostenido a Roosvelt; las presiones republicanas y la idea de la felicidad por la abundancia hacía de EEUU un país con creciente vocación conservadora. A ello vino a contribuir el definitivo estallido de la guerra fría y la guerra de Corea, entendida ésta como la materialización del enfrentamiento entre el capitalismo de EEUU y el colectivismo de la URSS. El balance de la política internacional de Truman prueba ese giro hacia la derecha.

Partiendo de lo dicho se llegó a la situación en que el ultranacionalismo reaccionó denunciando al enemigo interno y buscando a los agentes comunistas infiltrados en círculos sindicales, intelectuales y en la misma Administración; el senador MacCarthy destacó en esta caza de brujas anticomunista llevada a cabo por el Comité de Actividades Antiamericanas, en el que cualquier actitud liberal podía ser denunciada como evidencia de colaboración con el enemigo. La quiebra del partido Demócrata se hizo inevitable.

  • Eisenhower y los dorados cincuenta (1953-1960):

En las elecciones de 1952 se impulsó el candidato del Partido Demócrata, el general Eisenhower, quien nombró un gabinete cuya composición era ya una manifestación de principios, dado que en él tenían asiento el presidente de la General Motors (Charles E. Wilson), el de varias de las más grandes compañías de acero y carbón (George M. Humphrey) y el presidente del gran sindicato (Martin Durkin).

La gran idea del “conservadurismo dinámico” de Eisenhower fue la puesta en práctica de un laissez-faire atemperado que, una vez superada la crisis de postguerra y olvidados los mecanismos intervencionistas de los demócratas, pedía la máxima libertad del mercado y la mínima intervención del Estado.

La figura de Eisenhower pronto se situó muy por encima de la mera labor de gobierno y significó un símbolo de la prosperidad de los tiempos y del predominio mundial que había alcanzado EEUU. La figura más destacada del momento era el Vicepresidente Richard Nixon y en el campo exterior Foster Dulles. Este no era el mejor agente para la negociación con la URSS. Su maniqueo punto de vista sobre las relaciones internacionales le llevó a anunciar en plena campaña electoral que se practicaría una política “absolutamente intransigente” frente a la URSS, dejando de lado la práctica de contención en Europa y Asia. En la práctica y ante los problemas de presupuesto que esta política hubiera implicado, la estrategia de contención fue prolongada, si bien bajo variantes más agresivas, sistemas conocidos como de respuesta inmediata y brink-manship; éstos fueron la base de la doctrina Eusenhower que dejaba las manos libres al presidente para iniciar una intervención cuando lo considerara necesario.

  • Kennedy y la Nueva Frontera (1961-1963):

La presidencia de John F. Kennedy ha sido una de las más trascendentes de la segunda mitad del siglo, a pesar de su escasa duración. El mayor triunfo de Kennedy fue crear enormes esperanzas en el futuro, que quedaban sintetizadas en el lema de su programa político: New Frontier. Se impuso en las elecciones de 1960 al entonces vicepresidente Nixon por un margen mínimo de votos. Lo que permitió una amplia oposición a la labor presidencial.

En contraste con la anterior administración, anciana, paternalista y distante, la entrada de Kennedy en la Casa Blanca resultó una revolución en usos, costumbres, imágenes y modos de comunicación. Durante la campaña electoral y su gobierno efectivo, Kennedy puso en práctica una comunicación directa con la sociedad. Ya en su discurso de investidura formuló una de las ideas principales de su mandato, un llamamiento al retorno a la solidaridad para vencer los desafíos sociales.

La política internacional de la administración Kennedy pretendió caracterizarse por un cambio en las relaciones con la URSS, pero sobre todo por contemplar el escenario internacional como un conjunto que debía ser armónico o corría peligro de desaparecer como consecuencia de la amenaza nuclear. Los acontecimientos internacionales jugaron en contra de las ideas del presidente: el intento de invasión a Cuba por los exiliados apoyados por la CIA (Bahía de Cochinos, 1961) y sobre todo la crisis de los misiles (octubre de 1962), fueron el preámbulo de un nuevo enfrentamiento con la URSS. Pero la política exterior aún comenzaría a complicarse más cuando se aprobó el envío de consejeros militares y una ayuda de 500 millones de $ al gobierno de Vietnam del Sur.

Su política interna se caracterizó por el esfuerzo de recuperación del ideal solidario y la defensa de los derechos civiles. La administración Kennedy gobernó con una coyuntura favorable que permitió la creación de más de 2 millones y medio de puestos de trabajo y produjo un alza considerable de los salarios. Pero las apreciaciones macroeconómicas no hacían olvidar a las autoridades que casi la mitad de la población vivía por debajo de los oficiales niveles de subsistencia.

La defensa de los derechos civiles fue el punto más problemático de toda la gestión, en respuesta por un lado a las demandas crecientes de las cada vez más organizadas minorías étnicas y por otro a la reacción inmovilista de buena parte de la sociedad blanca. Durante los años posteriores a la guerra, la movilidad demográfica, había favorecido la concentración de la población negra en las ciudades. La ubicación en barrios específicos que fueron paulatinamente dejados atrás por la clase media blanca hizo que se constituyeran ghettos marginales. Al mismo tiempo cundió el movimiento asociativo; la población negra tenía a su favor las leyes federales, que condenaban la segregación y contaba con grandes asociaciones y la figura de un líder, Martin Luther King, y su idea de defensa de los derechos civiles por métodos no violentos. Kennedy sostenía que ninguna discriminación era moralmente defendible ni socialmente aceptable y desde la Casa Blanca dictó órdenes para defender los derechos de las minorías.

El 22/11/1963, mientras Kennedy realizaba una visita a Dallas fue acribillado, muriendo a los pocos minutos. Sobre su asesinato se cernieron oscuras sombras; fue acusado Lee H. Oswald, asesinado días después. Las contradicciones, la problemática reconstrucción de los hechos y la pobre pero fácil conclusión a que llegó la Comisión Warren, señalando a Oswall como único culpable han hecho que el magnicidio permanezca en la conciencia estadounidense como un caso abierto.

  • Johnson y la guerra de Vietnam (1963-1968):

Lyndon Baines Johnson como vicepresidente sustituyó automáticamente a Kennedy. En las elecciones del año siguiente consiguió una holgada victoria, lo que le perpetuó en la Casa Blanca hasta enero de 1969. En los 5 años de su presidencia se acometieron importantes reformas en la línea del New Deal de Roosevelt y la Nueva Frontera kennediana. Pero más que por todo eso, la presidencia de Johnson es recordada por la guerra de Vietnam y el impacto que supuso la misma para la sociedad americana.

A pesar de la aparente buena salud de la economía se evidenciaban serios desequilibrios y el progresivo aumento de la población desfavorecida. Tanto en las zonas rurales como en las grandes ciudades aparecían importantes bolsas de marginación. Para atajar el problema Johnson aplicó los programas de ayuda social y recapacitación laboral y consiguió la aprobación de la Civil Rights Act, prohibiendo todo tipo de sebregación.

La política exterior de Johnson estuvo focalizada en la guerra de Vietnam y fue el curso de los acontecimientos bélicos los que determinaron la suerte de su continuidad. Ante la negativa a volver a presentarse a las elecciones de 1968 el Partido Demócrata eligió a Robert Kennedy, el hermano del asesinado presidente y exsecretario de justicia, pero de nuevo fue asesinado en Los Angeles el 8 de junio. La Nueva Frontera parecía ser abatida por el fuego de las armas; unos meses antes, el 4 de abril fue acribillado en Memphis el líder del pacifismo Martin Luther King, a quien le había sido concedido el Premio Nobel de la Paz.

  • La administración Nixon (1969-1974):

Richar Nixon ha sido uno de los presidentes de EEUU con mayor experiencia gubernativa anterior a su elección, desempeñando distintos cometidos desde los años 40. Se impuso en las elecciones de 1968 y 1972, aunque los turbios medios para conseguir esta última le costaron la continuidad (caso Watergate), siendo el único presidente que se ha visto obligado a dimitir.

Durante los años de vicepresidencia, Nixon mantuvo unas duras posturas en política internacional y un amplio margen de iniciativa para el mundo económico. Durante los años de su presidencia su actuación respondió a planteamientos mucho más posibilistas y pragmáticos.

En política exterior, fue partidario del mayor nivel de pacificación y concertación posible, en buena parte como consecuencia de la necesidad e disminuir el aparato militar estadounidense en el exterior y aligerar el déficit federal. Las grandes líneas de su política se centraron en la continuación de la presencia en Europa occidental, el acercamiento a China y a la URSS, respaldado por las negociaciones previas de Kinssinger, en junio de 1971 Nixon sorprendió a la comunicad internacional cuando anunció su viaje a China para firmar acuerdos con Mao y Chu En-Lai; para completar su estrategia viajó a Moscú en mayo de 1972, sentando las bases de una distensión que culminaría en 1975 en Helsinki.

Tras su reelección en 1972 la política exterior de Nixon siguió las pautas de lo que posteriormente se llamó doctrina Kissinger o de los espacios vitales; sus líneas básicas eran el empuje hacia la distensión frente a la URRS, pero reforzando la presencia de EEUU en Europa; intervención indirecta en la Europa meridional ante el desarrollo del eurocomunismo y la inestabilidad interna de Portugal, España, Italia y Grecia; apoyo a los regímenes conservadores de Oriente Medio, aún sin descuidar el sostenimiento de Israel; repliegue en Africa, apoyando los procesos de constitución nacional tras las independencias; fortalecimiento del eje Japón-Indonesia-Australia con el fin de aislar la consolidación comunista de Indochina y apoyo directo a la remilitarización en Iberoamérica. Con todo, el punto básico de la política exterior era la guerra de Vietnam; Nixon abrió las conversaciones para una paulatina retirada de las tropas, a pesar de que en la campaña electoral había prometido “vietnamización” de la zona de conflicto.

En política interior también varió su originario liberalismo para practicar un intervencionismo creciente. Cuando Nixon accedió a la presidencia, los dorados años cincuenta parecían tan lejanos como los felices años veinte; los índices de paro se habían disparado, la inflación no conseguía ser dominada y la competitividad en el mercado internacional disminuía día a día. El problema principal era el creciente déficit de la balanza de pagos, iniciado hacia finales de los cincuenta pero que a partir de 1966 alcanza niveles colosales, debido a la guerra de Vietnam.

La repercusión de la crisis económica se hizo notar especialmente entre los colectivos desfavorecidos, que no dejaron de expresar su malestar. Para atajar la inestabilidad social y la causa principal de su eclosión, la crisis económica, la administración Nixon aplicó 2 grupos de medidas: 1º.- la aplicación de prácticas represivas, aumentando los radios de operatividad a distintas agencias federales, de modo destacado la CIA y el FBI. 2º.- dictando leyes de congelación de salarios y precios contra la inflación, fuertemente contestada por sindicatos y empresarios.

En agosto de 1974, Nixon amenazado por le Congreso de llevar a cabo su procesamiento (Impeachment), acabó dimitiendo. Automáticamente fue sustituido por el vicepresidente Gerald Ford, el único presidente de EEUU que nunca fue elegido; su gestión fue una continuidad en programas y en buena parte en equipo humano con la de Nixon.

  • La ilusión derrotada: la presidencia de Carter (1977-1980):

Las elecciones de 1976 se presentaron como una purga para la conciencia estadounidense. James E. Carter, tomando como bandera la honradez y la sinceridad, puso rápidamente en marcha unos cambios en política exterior y nacional que reconciliaron a la sociedad consigo misma y alcanzaran los máximos niveles de distensión y cooperación.

La política del Departamento de Estado dirigido por Cyrus Vance tuvo 3 líneas principales de actuación: el entendimiento con la URSS, la consecución de la paz en el cercano Oriente y el nuevo papel en Latinoamérica. La carrera de armamentos era contemplada como un inmenso despropósito, tanto humano como económico; por ello centro su actuación en alcanzar con la URSS una serie de acuerdos que limitaran la proliferación de armamento atómico, estratégico y convencional. Desde 1972 se habían iniciado conversaciones; en septiembre de 1977 se anunció el desbloqueo de las mismas y el inicio de una nueva ronda que alcanzó la ratificación del Tratado SALT II por los 2 líderes en la Cumbre de Viena (1979). El clima de distensión fue sólo una ilusión; Carter convertido en adalid de la democracia y la libertad individual en apoyo del Acta de Helsinki, mantenía una crítica radical en pro de los derechos humanos incluso en la URSS, lo que envenenaba cualquier intento de cooperación conjunta. La culminación del desencuentro en estas relaciones se produjo con la ocupación soviética de Afganistán en diciembre de 1979, lo que conllevó un enfrentamiento directo en la ONU y el boicot de los Juegos Olímpicos que se celebraron en Moscú en el verano siguiente.

La política de pacificación en el Cercano Oriente tampoco alcanzó los frutos esperados. Las conversaciones con los presidentes de Israel, Menahen Beguin, y el de Egipto, Sadat, condujeron a la cumbre de Camp David (5-14 sept. 1978); los acuerdos preveían el mutuo reconocimiento, el comienzo de relaciones diplomáticas y la retirada israelí de la Península del Sinaí. El problema de fondo de la cuestión palestina apenas encontraba una salida con al concesión de un ambiguo autogobierno para las zonas de Gaza y Cisjordania, pero salvaba las formas de Egipto ante la comunidad árabe y no comprometían en casi nada a Israel.

El nuevo impulso a las relaciones de EEUU con Iberoamérica tuvieron los derechos humanos y la defensa de la democracia como bandera y la cuestión del Canal de Panamá como hito más importante. En sept. De 1977 en Washington el Tratado Torrijos-Carter por el que se reconocía la soberanía de Panamá sobre la franja del Canal, se acordaba la retirada de EEUU en el año 2000.

En los asuntos de política interior, Carter pasó de proponer cambios tan espectaculares como los llevados a cabo en política internacional a mantener una actuación propia de los republicanos, o al menos del republicanismo de Nixon. Ello llevo a una prolongación de los problemas estructurales, al incremento del déficit federal. En definitiva, su presidencia se caracterizó por centrar la atención en el problema energético, concentrando la intervención en la reducción de los productos importados, la optimización del consumo, la lucha contra el despilfarro y la obtención de energía mediante fuentes alternativas.

El final de la presidencia de Carter estuvo marcado por la revolución chiíta en Irán y la toma de rehenes en la embajada estadounidense. La prolongación del secuestro más de un año y la fallida misión de rescate, hábilmente utilizadas por los republicanos, condujeron a una aplastante victoria de su candidato, un exactor de Hollywood y exgobernador de California, Ronald Reagan.

  • La década del nuevo conservadurismo: Ronald Reagan (1981-1989):

Ridiculizado hasta la saciedad, alabado como mesías o héroe, la radical oposición entre las opiniones de sus conciudadanos es la evidencia de la importancia que la presidencia de Reagan tuvo para el desarrollo operado en los años ochenta. No era un intelectual, un ideólogo ni un técnico, pero Reagan estuvo muy lejos de la imagen vacía que lo convertía en símbolo del poder máximo en manos incompetentes debido a la senilidad.

La política interior de Reagan, aunque sin alcanzar los niveles de su homóloga M. Thatcher, supuso la introducción de programas neoliberales en la gestión gubernamental. Los primeros efectos incidieron en la disminución de las políticas sociales, el aumento de la marginación y el incremento de las diferencias de rentas. Tan trascendente como esto fue la estrategia seguida para controlar el Tribunal Supremo y las más altas magistraturas de los estados; su objetivo era marcar un giro conservador a la vida judicial.

La presidencia de Reagan estuvo caracterizada por el endurecimiento de la posición estadounidense en las relaciones internacionales; tal actitud fue casi exclusivamente negociadora y estratégica, sin necesitar llegar nunca a las últimas consecuencias, salvo en la sorprendente invasión de la isla de Granada o el raid aéreo de castigo sobre Libia. Desde el fin de la II Guerra Mundial la política exterior de EEUU ha tenido 2 grandes áreas de trabajo: las relaciones con la URSS y las relaciones con el resto del mundo. Las primeras, con la invasión de Afganistán y la firma del Tratado SALT II, mostraron un cierto agotamiento de las posibilidades de competencia armamentista soviética; aunque existía superioridad numérica estadounidense, la tecnología soviética y su despliegue dominaban áreas de interés estratégico, especialmente en Europa. Por ello la administración Carter apostó por el rearme de la zona, ejecutado por Reagan mediante el despliegue de los misiles Pershing-II y el Cruise que debían dar respuesta a los SS-20 soviéticos. Esta fue la etapa conocida como la segunda guerra fría, cuya característica era la apuesta de Washington por el incremento del gasto militar, hasta llevar a la URSS a la quiebra. Los frutos más emblemáticos de esta nueva carrera de armamentos fueron la bomba de neutrones y la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI), más conocida como Guerra de las Galaxias. La URSS no podía dar respuesta ni técnica ni presupuestaria, por lo que se impuso la necesidad de negociar un desarme efectivo: en marzo de 1987 Gorbachov propuso la retirada de Europa de todo el armamento nuclear y en mayo de 1988 se ratificaba por las 2 superpotencias un nuevo tratado de armas intermedias, comenzando a negociar el desmantelamiento de las armas estratégicas; negociación a la baja que la desmenbración de la URSS paralizó ya en el periodo de Bush.

La política exterior hacia el resto del mundo, contempló este endurecimiento, pretendiendo convertir EEUU en garante del proceso de cambio o sostenimiento. En Latinoamérica, los asuntos internacionales de mayor importancia fueron la invasión argentina de las Islas Malvinas (abril de 1982), donde EEUU apoyó la postura de Gran Bretaña; y la oposición a la consolidación de un nuevo régimen en Nicaragua tras el triunfo de la revolución sandinista contra la dictadura de Somoza. Las líneas de actuación sobre el área de basaron en 3 actuaciones: sustitución de la demanda sobre derechos humanos mantenida por Carter en favor de una exigencia sobre la pacificación, el control del gasto y la lucha contra los sectores filocomunistas; sostenimiento de dictaduras de corte militar y actuación directa para impedir la consolidación de regímenes revolucionarios contrarios a EEUU.

Otra área de interés exterior fue el Mediterráneo y Oriente Medio, donde una serie de conflictos desestabilizaron la situación y obligaba a una intervención para mantener la influencia regional. El despliegue de soldados en el sur del Líbano no fue efectivo, retirándose y apoyando a Israel en su política de “contención expansiva” en el sur del Líbano. Más trascendencia tuvo la presión contra el líder libio Gaddafi, verdadera bestia negra de Reagan.

La política interior de Reagan se vio marcada por la grave situación que había alcanzado la economía nacional. La receta aplicada fue un liberalismo radical cuyas máximas manifestaciones eran la reducción de impuestos, la disminución del gasto público, la desaparición de toda la burocracia considerada innecesaria. El resultado de tales medidas, fue el resurgimiento de la economía estadounidense y el inicio de una nueva etapa de prosperidad. La inflación se redujo a la mitad en 3 años, el índice de desempleo bajo hasta menos del 7%, se crearon 7 millones de puestos de trabajo.

Sin embargo, la deuda exterior y el déficit en la balanza de pagos crecía a un ritmo análogo como consecuencia de un dólar muy caro, que permitía comprar muy barato en exterior y hacía difícil las exportaciones. Estas razones fueron el fondo del hundimiento de la Bolsa de Nueva York en octubre de 1987.

2.- EVOLUCION POLÍTICA DE LA EUROPA OCCIDENTAL:

El día del armisticio, punto final de la guerra, el futuro de Europa no parecía muy alentador. Diezmada su capacidad industrial, desmanteladas sus infraestructuras, endeudada con EEUU, en trance de perder sus grandes imperios coloniales, Europa salió de la guerra, de la que había sido principal y más sangrante escenario.

Lenta, constante y duramente los distintos Estados afrontaron los desafíos de la posguerra, exigiendo enormes esfuerzos a sus sociedades, sentido común a sus gobernantes y solidaridad a los empresarios, ampliando muy considerablemente el Estado del Bienestar e iniciando el camino hacia la constitución de una unión económica y política del continente. El resultado de ese esfuerzo fue la construcción de una sociedad más abierta, dinámica, próspera y protegida que nunca.

Existe una clara diferencia política entre la Europa Atlántica democrática y la Mediterránea, en la que imperan gobierno fuertes, dictaduras militares. En la Europa Atlántica, la guerra fría y la política de bloques generaron regímenes políticos relativamente homogéneos que basaron su desarrollo en la reconstrucción de instituciones democráticas, la conformación el Estado del Bienestar y el reforzamiento de los lazos que desembocó en el surgimiento de la Unión Europea.

  • Gran Bretaña:

Salió de la guerra conservando aparentemente todo su poder, incluso con una ilusoria gloria de sentarse al lado de las superpotencias. En realidad la época dorada del Imperio Británico había pasado hacía tiempo.

En las elecciones celebradas tras el triunfo aliado, W. Churchill salió derrotado. El electorado decidió que quien tenía que llevar a su pais a la victoria no era el indicado para la tarea de la reconstrucción. Le sucedió un gobierno laborista encabezado por Attlee, que puso en práctica una acusada política socialdemócrata, cuya manifestación más trascendental fue el programa basado en el Informe Beveridge que pretendía una protección integral del ciudadano.

En 1951 volvió al poder el Partido Coservador con Churchill, quien gobernó de una forma impersonal hasta su retirada en 19578 y su sustitución por Eden y posteriormente por MacMillan, primer ministro hasta 1964. La política conservadora mantuvo en gran parte la línea marcada por los laboristas, lo que posibilitó un claro nivel de crecimiento, aunque inferior al de otros partidos. Esto condujo al nuevo triunfo laborista, dirigidos por H. Wilson y más tarde con J. Callaghan, que ampliaron las coberturas sociales del sistema público, lo que a la vez que ampliaba el Estado del Bienestar provocaba la pérdida en capacidad competitiva, que con la llegada de la crisis del petróleo en los setenta, llegó a colapsar el sistema.

Desde comienzos de los años 80 la revolución conservadora con Margaret Thatcher, desmanteló gran parte de los logros sociales anteriores, redujo el intervencionismo estatal aplicando políticas neoliberales y consiguió el inicio de un nuevo ciclo desarrollista.

  • Francia:

La historia de la Francia posbélica se divide en 2 partes, antes y despúes de 1958. La nueva Constitución de 1945 dio origen a la IV República. El hombre que había representado la resistencia ante la ocupación, Charles de Gaulle, se apartó significativamente de un régimen en el que no creía, dejando sin representación a una buena parte del electorado, para posteriormente agruparlo a su alrededor mediante la creación del movimiento Unión del Pueblo Francés (RPF), contrario a la Constitución. Se produjo un importante crecimiento económico como consecuencia de la reconstrucción y la política socialdemócrata puesta en práctica. Pero estos resultados no pudieron superar el descrédito al que se arrastraba la IV República debido a la inestabilidad institucional y la fallida política colonial, con cuentas guerras durante toda la década de los 50 (Indochina y Argelia).

Esto fue el desencadenante del camuflado golpe de Estado con el que De Gaulle alcanzó el poder en 1958, al frente de un gobierno de unidad nacional. Inmediatamente fue reformada la Constitución y con ella nació la V República. El objetivo de la profunda reforma fue evitar la inestabilidad anterior, por lo que se creo un fuerte poder ejecutivo, el presidente de la República era elegido por sufragio universal directo por un mandato de 7 años, con poder de disolver la Asamblea, nombrar al Presidente del Gobierno y los ministros, controlar la política exterior y convocar plebiscitos populares. Este carácter presidencialista se completaba con la reducción del papel de control de la Asamblea sobre el gobierno y la disminución de la influencia de los partidos políticos. De Gaulle dominó la década de los sesenta, pero con el crecimiento de la economía y el nivel de vida de los franceses, la sociedad comenzó a criticar el conservadurismo del sistema. Los acontecimientos de mayo de 1968, acabaron obligándole a dimitir un año después. Su sucesor Pompidou fue un mero continuador de la línea conservadora, hasta que la crisis del petróleo puso a Francia ante una coyuntura que dio paso al gobierno centro-derecha de V. Giscard d´Estaing.

En 1981 se produjo la gran alternativa política, con el triunfo del socialista F. Mitterrand, quien ocupó la presidencia durante 2 septenios, en ocasiones con gobiernos no socialistas.

  • Alemania:

El caso más excepcional de superación de las consecuencias de la guerra fue el de la República Federal Alemana. Con su territorio ocupado militarmente y dividido en 2 Estados separados, sus infraestructuras destruidas, sus industrias desmanteladas y rodeada de la más alta tensión internacional, Alemania era la materialización de la decadencia. Sin embargo de tales restricciones se pudo extraer la parte positiva; la ocupación aliada liberó a Alemania de los anteriores colosales gastos militares; la destrucción de la industria permitió que se efectuara su reinstalación utilizando la más moderna tecnología. Todo ello, fue posible por la gran ayuda prestada mediante el Plan Marshall y el establecimiento de la “economía social de mercado” bajo el gobierno de Adenauer.

La reconstrucción de las instituciones fue mucho más compleja, a partir de 1945 el territorio alemán era zona de guerra ocupada por las 4 potencias aliadas. Para 1948 la política de bloques era un hecho y las 3 potencias occidentales, dando por perdido el territorio ocupado por la URSS, decidiendo unir sus zonas en un mismo Estado. En sept. De 1948 se reunió en Bonn una representación de los 10 lander, con carácter de Asamblea constituyente, que redactaron la Ley Fundamental de la República Federal Alemana (RFA), cuya entrada en vigor el 23 de mayo de 1949, consagraba la separación jurídica de las 2 alemanias. El Estado federal descansaba en un régimen de gobierno parlamentario de 2 cámaras: el Bundestag, con elección popular directa cada 4 años, y el Bundesrat, con representación de los lander. El gobierno federal detenta poderes exclusivos y armoniza las relaciones entre los lander; su presidente, el Canciller, asume la máxima autoridad, mientras el Presidente de la República tiene funciones meramente representativas.

El sistema de partidos ha tenido una gran estabilidad. La Unión Cristianodemócrata (CDU), liderada por Konrad Adenauer, fue el partido hegemónico hasta los años 60. El Partido Socialdemócrata (SPD), heredó la tradición del socialismo alemán de entreguerras, transformándose en el Congreso de Bad Godesberg (1959), con el abandono del marxismo. Entre ambos partidos se sitúa el Partido Liberal (FDP), con escasa presencia parlamentaria, pero que ha desempeñado el papel de bisagra entre los otros dos.

Junto a los partidos políticos, destaca por su influencia , el moderno sistema sindical, que siguiendo el modelo inglés se articula por ramas y actividades; la política de altos salarios referidos a la productividad y la reforma ampliadora de la seguridad social hicieron que el movimiento obrero se despolitizara, reduciendo su actividad reivindicatoria a casos puntuales.

Desde su creación en 1966 gobernaron los democratacristianos (Adenauer y Ludwig Erhard); su gestión se fundamentó en 3 campos: la reconstrucción económica basada en la libertad de mercado, bajas tarifas aduaneras, importaciones baratas y gran volumen de exportaciones; una decidida integración en el bloque occidental, participando del europeismo anticomunista; y una política exterior conducente al fin del Estatuto de ocupación y la integración de la RFA en el bloque occidental reconocida como país soberano.

La crisis económica de mediados de los sesenta hizo necesaria la Gran Coalición entre CDU y SPD (1966-1969). Este año se produjo la alternancia con la creación de gobierno por el partido socialista, dirigido por Billy Brandt, quien potenció las líneas de la “economía social de mercado” y varió considerablemente la política exterior, pasando Alemania a ser el principal escenario de la guerra fría. Tras superar la primera crisis coyuntural de 1965 a 1968, Alemania sufrió la gran crisis de 1973 de forma dramática, si bien fue uno de los primeros paises en salir de ella. Su puesta en práctica, a partir de 1974, la llevó a cabo el nuevo Canciller, el socialista moderado Helmut Schmidt, sucesor de Billy Brandt.

A comienzos de los ochenta una nueva generación de políticos liderados por Helmut Kohl, accedió al poder y puso en práctica en la RFA unas políticas neolibrales matizadas por el estilo socialcristiano alemán: el retroceso de los gastos del Estado no redujeron su función de garante social, lo que hizo que incluso los sindicatos apoyaran la nueva política económica. Los resultados hicieron de Alemania la locomotora de la economía de Europa. La apertura húngara permitió a lo largo de 1989 un creciente trasbase de población de la RDA a la RFA, poniendo al gobierno de Honecher al borde del colapso. El gobierno de Kohl puso en práctica una ambiciosa política exterior que tuvo su punto de máximo simbolismo en la caída del Muro (9/11/1989) y su culminación con el Tratado de Unificación por el que los 5 lander orientales (RDA) se integraban en la RFA (agosto de 1991).

  • Italia:

Ya antes del fin de la guerra había comenzado la reconstrucción de una Italia dividida en dos: un gobierno continuista presidido por Bonomi en el Sur; mientras en el norte se hacía con el poder un Comité de Liberación Nacional, que en 1945 consiguió extender su autoridad a toda la Península. La monarquía no pudo sobrevivir, un referéndum en 1946 dio paso a una República, cuya Constitución de 1948 se caracterizaba por el gran peso del poder legislativo y la descentralización mediante la creación de las regiones. Sin embargo, la principal característica de la vida política italiana ha sido el nuevo sistema de partidos, muy fragmentados en múltiples corrientes ideológicas. El panorama político siempre estuvo dominado por la Democracia Cristiana, que supo coaligarse con distintos partidos para, aún a pesar de los rápidos cambios del ejecutivo, mantener equipos gobernantes durante largos ciclos; salvo en los primeros años de la república; el Partido Comunista nunca entró a formar parte del gobierno.

La recuperación económica, la fuerte vinculación al bloque occidental y la activa participación en la construcción europea permitieron a Italia, a pesar de la gran inestabilidad gubernamental, mantener una línea de continuo desarrollo hasta finales de los 60. Durante los años 70 aparecieron grupos extremistas neofascistas y comunistas que desestabilizaron aún más el panorama político, alcanzando la culminación con el asesinato del líder demócrata-cristiano Aldo Moro en 1978. El desgaste sufrido hizo que en los años 80 accediera al poder el republicano Spadolini y a partir de 1983 el socialista Bettino Craxi.

  • La constitución de la Comunidad Europea:

Al mismo tiempo que se producía un sostenido crecimiento económico y se desarrollaban las bases sociales de los sistemas democráticos en la vieja Europa, se llevó a cabo una de las más espectaculares prácticas políticas de la posguerra: la reunificación de los mercados europeos y la puesta en marcha de un movimiento de confluencia legislativa, económica y finalmente institucional y política.

Aún con claros antecedentes en el período de entreguerras, no fue hasta los años 50 cuando se sentaron las bases de la Unión Europea; en 1952 se fundó la Comunidad Europea del Carbón y del Acero. Con esta base en marzo de 1957 se firmó el Tratado de Roma, que jurídicamente creaba la Comunidad Económica Europea o Mercado Común, integrada por Francia, Alemania, Holanda, Bélgica, Luxemburgo e Italia. Antes de la manifestación de la crisis de 1973 se produjo la ampliación a Gran Bretaña, Irlanda y Dinamarca. Y con la crisis de los 70 la Comunidad estuvo en un período de transición.

Hasta que en los años 80 entraron 3 nuevos miembros Grecia en 1981, y España y Portugal en 1986. Pero sobre todo, el Parlamento Europeo empezó a desempeñar amplias funciones legislativas. La más ambiciosa de las cuales fue la generación de un proceso refundacional. Fruto del cual fue el Acta Única Europea (1985), que reformaba los tratados anteriores y marcaba la dirección para una ampliación unificadora.

Las instituciones europeas han ido ampliándose conforme lo hacía el número de miembros y se modificaban los tratados fundacionales: el órgano ejecutivo es la Comisión Europea, con sede en Bruselas, formada por un presidente y un número variable de Comisarios. El Consejo de Ministros está formado por los jefes de gobierno de los Estados miembros y es presidido cada 6 meses por uno de ellos de forma sucesiva. El Parlamento Europeo, con sede en Estrasburgo, está integrado por representantes de cada uno de los Estados en número proporcional a sus habitantes, pero agrupados por corrientes ideológicas; por último, el Tribunal de Justicia está formado por 13 jueces que dirimen cuestiones referentes al Derecho Comunitario.

3.- JAPÓN:

La II Guerra acababa definitivamente con la completa derrota y devastación del país, lo que quedaba dramáticamente simbolizado en las planicies calcinadas de Hiroshima y Nagasaki. Japón pasó de ser un Estado feudal y teocrático a mantener una firme y peculiar democracia; la transformación se circunscribió a un cambio político; su acción exterior pasó de estar regida por el imperialismo militar a estar vinculada a su expansión comercial; el sistema productivo se mantuvo estructurado alrededor de grandes empresas, pero en lugar de ser dirigidas por el trust militar fueron incentivadas por los planes gubernamentales hasta convertirse en multinacionales con plantas de producción en prácticamente los 5 continentes.

  • Japón, año cero:

Sobre Japón había caído más de un cuarto de millón de toneladas de bombas hasta el momento de la tragedia de Hiroshima y Nagasaki. La devastación del país era evidente. La ruina psicológica no le iba a la zaga: Japón nunca había sido vencido y jamás invadido. Pero a finales de agosto de 1945 las tropas de EEUU ocuparon los puertos, los centros de poder y las principales ciudades. Del mismo modo que la sociedad había ido sin una duda a la guerra, aceptó la derrota con resignación y no hubo resistencia alguna a la ocupación.

De 1945 a 1952 se extendió el período en el que el alto mando de EEUU dictó la vida política, económica y hasta social de Japón. El tratado de paz entre EEUU y Japón no se firmó hasta 1951; para entonces, la transformación había sido profunda, aún permaneciendo los rasgos culturales. Los agentes de este cambio fueron por un lado los propios japoneses, pero también las fuerzas de ocupación, especialmente el general Douglas MacArthur.

La democratización japonesa se consiguió mediante 3 actuaciones: la destrucción del poder del ejército, la constitución de un nuevo régimen político y la implantación en él de las libertades públicas al modo occidental. Dado el inmenso poder que había acumulado el estamento militar, el primer punto era imprescindible. Al igual que en Nuremberg, se creó un tribunal para enjuiciar a los principales responsables de guerra; más de 700 militares fueron ejecutados, 2.000 condenados a prisión y unas 190.000 personas apartadas de los cargos que ocupaban. Los truts económicos que habían apoyado la política de guerra fueron desmantelados. Se limitó la soberanía japonesa a las 4 grandes islas, se disolvieron los ministerios del ejército y la marina y se destruyó todo el armamento terrestre, naval y aéreo japonés.

Descabezada la cúpula dirigente, las autoridades de EEUU insuflaron en la sociedad japonesa nuevos aires de libertad. Se abolieron las leyes que restringían las libertades individuales, se potenció la aparición de partidos políticos y se reestructuró la enseñanza. En donde más rápida y contundente se hizo notar la aparición de las nuevas libertades fue en el campo sindical, debiendo reconducir el SCAP el movimiento asociativo ante el creciente liderazgo comunista y orientarlo hacia los modelos estadounidenses. De mayor alcance sociológico, las libertades implantadas alcanzaron el fuero doméstico, igualando en derechos y dignidad a la mujer y el hombre y arrebatando al cabeza de familia la omnipotencia sobre los hijos..

El nuevo sistema político se asentó en la promulgación de la Constitución de 1948, prácticamente redactada por el SCAP tras desestimar por conservadora la que había elaborado el gobierno nipón. Las 3 facetas más determinantes del nuevo régimen comenzaban con la reducción absoluta del poder del Emperador hasta quedar simplemente como símbolo del Estado; se adoptaban las formas parlamentarias, inspiradas en el modelo británico, la tercera idea fundamental era la explícita renuncia a la guerra y por tanto al mantenimiento de cualquier tipo de ejército.

  • De país ocupado a país aliado:

Hacia 1948 Japón distaba de haber alcanzado alguno de los niveles que las autoridades de EEUU pretendieron conseguir con la ocupación. Las contradicciones entre la propuesta liberal-democrática y las imposiciones del estado de ocupación y las leyes dictadas bajo su mandato habían llevado la situación nacional a unos niveles de conflictividad, inestabilidad y total falta de recuperación. La reforma agraria emprendida en 1946 pretendía hacer de Japón un país eminentemente agrícola, pero el minucioso reparto de tierras realizado iba en contra de la liberalización del mercado. De igual modo, la potenciación del asociacionismo laboral, en un país sin tradición sindical, propició la aparición de líderes comunistas. El proceso político no encontraba tampoco un medio para asegurar la estabilidad: hubo 5 elecciones parlamentarias; ninguno de los gobierno llegó a gobernar un año.

En esta coyuntura la evolución de la política internacional incidió en la reestructuración que las autoridades de ocupación pretendían llevar a cabo. Tres acontecimientos cambiaron los planes de EEUU: el estallido de la guerra fría a partir de 1947, la victoria comunista en China en 1949 y definitivamente, la invasión norcoreana traspasando el paralelo 38 (1950). MacArthur al frente del SCAP había pretendido hacer de Japón un país agrario y pacífico, sin posibilidades ulteriores de poner en peligro la paz, pero el avance del comunismo en Asia hizo que se fueran modificando tales proyectos hasta convertir a Japon en la cabeza de puente estadounidense en el continente, muro de contención y a la vez punta de lanza contra el crecimiento comunista. esta función no la podía llevar a cabo un país desmilitarizado y pobre. En consecuencia, se abordaron medidas tendentes a la reactivación económica y a la formación de una fuerza militar que, sin violar la letra de la constitución, pudiera hacer frente a eventuales alzamientos revolucionarios. En ambos campos, las autoridades del SCAP debieron dar marcha atrás en los procesos de depuración e incluso incorporaron dirigentes experimentados comprometidos con la anterior política militarista.

El gobierno japonés presidido por Shigeru Yoshida vio pronto las ventajas que podían extraerse de la nueva coyuntura internacional y del replanteamiento del papel que el SCAP otorgaba a Japón. Negoció el definitivo tratado de paz, uniéndolo a la formación de un sistema de seguridad combinado (EEUU-Japón) y el restablecimiento de relaciones políticas y comerciales con la comunidad internacional. Previa aprobación de 49 delegaciones nacionales, los representantes japoneses firmaron el tratado de paz en San Francisco el 8 sept., de 1951; renunciaban a sus derechos sobre Formosas, Corea y las islas Pescadores, Kuriles y Sajalin; por el contrario, Japón recobraba su plena soberanía, el derecho a asegurar su defensa y la retirada de las tropas de ocupación. Pero horas más tarde se firmó el acuerdo de defensa de Japón y EEUU, que permitía permanecer a las tropas de EEUU en Japón. La soberanía tutelada de Japón, lejos de ser una amenaza o rémora, habría de permitir en las dos décadas siguientes el mayor despegue económico de la historia.

  • El milagro Japonés:

Japón ha sabido como ningún otro país paliar sus grandes carencias de materias primas con una rentabilización máxima de sus inversiones y una estricta y excepcional gestión de las grandes empresas. Cualquier explicación puede resulta simplista.

El despegue japonés comenzó con el cambio de política de las autoridades de ocupación como consecuencia de la guerra fría y el conflicto de Corea; los panes para la reconstrucción encontraron en la elaboración de una economía planificada el medio de aumentar la producción de sectores prioritarios de crecimiento que arrastrarían a los demás. Esta planificación no era una disposición gubernamental rígida, sino la potenciación de sectores básicos en los que se centra la concesión crediticia y la disponibilidad preferente de materias primas. El modelo de planificación perduró hasta los años 70, sentando las bases de una industria pesada y las principales líneas de desarrollo.

A partir de los 70, la industria pesada fue dejando paso a una industria de bienes de consumo que aumentó aún más la capacidad industrial. Sin embargo, el mayor problema para el crecimiento japonés fue siempre su dependencia energética del exterior, lo que se puso de manifiesto en la crisis de 1973.

Sin embargo, Japón fu el primer país que articuló políticas estructurales de transformación, lo que le permitió salir antes y mejor que nadie de la crisis alcanzando en los 80 el nivel de segunda potencia económica mundial, primer fabricante de manufacturas tecnológicas y primer acreedor mundial.

  • La evolución política japonesa:

La principal característica de la vida de Japón desde el fin de la guerra ha sido la gran estabilidad sociopolítica, basada en la Constitución de 1947, en buena medida gracias a la persistencia del sistema de partidos y la alta participación ciudadana en los procesos electorales. La estabilidad se ha manifestado en la perpetuación en el gobierno del Partido Conservados, el ejercicio de una oposición moderada del resto de partidos y una actividad sindical escasamente conflictiva. Bajo distintas denominaciones desde 1951 hasta 1993 gobernó el mismo partido conservador. Estando como gran partido de la oposición el Partido Socialista.

TEMA 22º:

LA URSS Y LOS PAÍSES SOCIALISTAS

Como consecuencia de su participación en la II Guerra Mundial, de los acuerdos de Yalta y Potsdam y de la dinámica de la guerra fría, durante más de 4 décadas la URSS lideró el bloque de países con regímenes de “socialismo real”. El Este de Europa y numerosos Estados africanos y asiáticos salidos de procesos de descolonización o refundados tras procesos revolucionarios, aceptaron la ayuda e imitaron las estructuras sociopolíticas de la URSS.

Las características comunes de los países de “socialismo real” fueron en el orden político, la hegemonía de un partido único, en el económico la propiedad estatal de los medios de producción, la planificación centralizada de toda la producción, el control de la distribución y la regulación del consumo; en el social, la aplicación de rígidas normas de control a todos los niveles y ámbito.

La evolución de la mayor parte de estos países estuvo directamente influenciada por la de la URSS y las vicisitudes de la guerra fría.

1.- CREACIÓN Y CONSOLIDACIÓN DE LOS PAÍSES SOCIALISTAS EUROPEOS (1945-1953):

Después de enfriarse las mieles del triunfo sobre el enemigo invasor con la ocupación del ejército Rojo de Berlín, la URSS se encontró con un panorama desalentador: había perdido unos 20 millones de hombres en la guerra, el 25% de su capacidad industrial, las infraestructuras de transporte. Su ejército ocupaba media Europa, pero los recursos para mantenerlo y reconstruir el país eran escasos. La férrea dirección de Stalin consiguió extraer los mejores réditos de esa situación y, en los siguientes 8 años, convirtió a la URSS en una potencia ideológica, militar y económica.

Desde su creación, la URSS sufrió un doble proceso de reducción de fronteras y boicot internacional; como consecuencia, la anunciada revolución internacional fue superada por la política de Stalin de “socialismo en un solo país”. Aunque en los años 30 Stalin intentó romper el cerco , fue la II Guerra y la derrota nazi las que posibilitaron la ruptura del aislamiento y el comienzo de la expansión de la URSS.

El primer factor que contribuyó a esta expansión fue la presencia en toda la Europa del Este del Ejército Rojo soviético, que con escasa ayuda de las resistencias locales y nulo apoyo occidental fue el protagonista de la retirada alemana y la liberación de esos países. Por otra parte, la realidad socioeconómica que se evidenció tras el fin de la guerra era aún más desoladora que en Occidente, al estar las estructuras económicas de estos países basadas principalmente en el sector agrícola, al haber sido superior la tasa de destrucción y al estar produciéndose en esos años amplias migraciones ocasionadas por la movilidad fronteriza y las deportaciones. Esta destrucción de los medios de producción, la falta de recursos propios y las escasas posibilidades de ayuda exterior sumieron a estos países en una parálisis económica, favoreciendo que la presencia militar soviética se convirtiera en influencia real.

El tercer factor fue esencialmente político; para encontrar soluciones a los graves problemas en toda Europa oriental se formaron gobiernos de unidad nacional, integrados por liberales, agrarios, socialdemócratas y comunistas. Su programa se centraba en la reconstrucción de las economías y la vertebración de un sistema político que (salvo en Checoslovaquia) no contaba con referencias anteriores democráticas. En estos gobiernos de unidad nacional, los minoritarios partidos comunistas ocuparon puestos claves de la Administración y, al amparo de la presencia del Ejército Rojo, crearon fuertes estructuras organizativas con profundas ramificaciones sociales. Su primera gran actuación se produjo en la cuestión agraria, donde llevaron a cabo profundas reformas basadas en la nacionalización de tierras sin indemnización y su reparto entre el campesinado.

Si en la Conferencia de Yalta quedó establecida la idea del ámbito de influencia soviético, no se determinó que países lo integraban. Hacia 1948, Stalin hizo valer la presencia del Ejército Rojo y la articulación de potentes partidos comunistas en la Europa del Este para consolidar su hegemonía. La estrategia de conquista del poder se inició con el aislamiento de los partidos y grupos contrarios a las reformas; para en una segunda fase integrar a los reformistas en los frentes patrióticos o populares controlados por los comunistas; finalmente fueron absorbidos por los partidos comunistas, acallando toda opinión contraria con el ostracismo político, la represión y el exilio. A la altura de 1948, las antiguas clases dirigentes habían sido eliminadas y el control comunista era absoluto.

El único país que siguió su propio modelo de reconstrucción socialista fue Yugoslavia. Siendo un país o fronterizo con la URSS, con una presencia sólo testimonial del Ejército Rojo y habiendo llevado a cabo su propia liberación mediante el ejército de partisados dirigidos por Tito. Yugoslavia nose vio sometida a la presión soviética. En las elecciones de 1945 el Frente Popular dominado por los partisanos consiguió un aplastante triunfo y en febrero de 1946 se proclamó la República Popular y Federativa, que explícitamente manifestó su independencia respecto a la URSS.

A la conquista del poder siguió la constitución formal de regímenes de “socialismo real”, siguiendo el modelo soviético, proclamando oficialmente la dictadura del proletariado y, salvo en Polonia, haciendo explícita la hegemonía del partido comunista. las características principales de los sistemas políticos de los países europeos orientales fueron la declaración del principio de soberanía proletaria, ausencia de un sistema de partidos políticos a favor de un partido único estatal, permanencia de una constitución de carácter formal y rechazo del principio de la separación de poderes.

Como en todo sistema político de partido único, es la organización interna de este partido y sus relaciones con la sociedad las que determinan la “constitución real” del Estado. Los principios fundamentales de la organización de estos partidos comunistas fueron: el centralismo, la unidad monolítica, el liderazgo colectivo, la defensa de la pureza ideológica, la férrea disciplina y la organización productiva y territorial. Los partidos comunistas monopolizaron las actividades del Estado en 5 aspectos capitales: la ejecución política (administración y gobierno), la redacción legislativa, la administración de Justicia, la planificación económica y las funciones de control, protección y educación social. A la vez controlaban las organizaciones sociales.

En el campo económico, las 2 características fundamentales del sistema socialista son: la socialización de la propiedad de los medios de producción y la planificación centralizada; de ambas, sólo la primera es distintiva frente al sistema capitalista, pues la existencia de planes centrales fue utilizada por ambos sistemas. La combinación de ambas características produjo el modelo socialista de economía centralizada, en la que el Estado es propietario de los medios de producción y distribución y regula todo el proceso económico a través de las redes administrativas y el consumo por las empresas y la población.

La conformación de este sistema económico socialista se vio favorecida por las circunstancias de posguerra y el estado ruinoso de las economías nacionales.

2.- LA DESESTALINACIÓN Y SUS LÍMITES (1953-1968):

En marzo de 1953 se produjo la muerte de Stalin y comenzó una nueva etapa de la historia de la Europa del Este. En el último lustro había conseguido erigir un nuevo sistema internacional, primero en base a la seguridad fronteriza de la URSS y posteriormente como medio de expansión del sistema comunista; a su muerte, no existía duda alguna de que el conjunto de países de “socialismo real” estaba sometido a las directrices del gobierno soviético.

Estas transformaciones comenzaron por el mismo seno del Partido Comunista de la Unión Soviética. Ya en 1952, en la celebración del XIX Congreso del PCUS se habían deslizado propuestas de reformas políticas y económicas; pero no fue hasta la desaparición física de Stalin cuando hubo posibilidades de llevarlas a cabo. En la lucha por su sucesión se enfrentaron 3 corrientes: la perduración del estalinismo, bien en línea continuista (Molotov), corrigiendo sus excesos (Kruschov, Bulganin) o liberalizando el sistema (Malenkov). La inicial dirección colegiada, que heredó la acumulación de poderes que Stalin tuvo en sus manos, acabó siendo liderada por el nuevo secretario general del Comité Central, Nikita Kruschov. En el XX Congreso del PCUS (1956) Kruschov sorprendió a la vieja guardia del Partido con un ”informe secreto” que denunciaba el culto a la personalidad que había erigido Stalin en su beneficio, la dura represión que había ejercido en las últimas 2 décadas, al tiempo que dejaba abierta la puerta al mundo capitalista. Comenzaba así la “desestalinización”, caracterizada por una suavización de la política exterior, la desaparición de los aspectos más duros de la política interior del régimen y la reforma de la política económica a favor de la industria de bienes de consumo.

En los países del bloque soviético la desaparición de Stalin y la posterior revisión política y económica permitieron vislumbra una mayor autonomía y la ampliación de la adaptación a las peculiaridades nacionales de las prácticas políticas y los programas económicos; el resultado fue una pérdida del anterior control del PCUS sobre los “partidos hermanos” y el comienzo de una etapa de inestabilidad y crisis de identidad en toda la Europa del Este.

En la República Democrática Alemana pronto se evidenció el alto precio pagado por la política socializadora a través del constante de alemanes orientales hacia el oeste. Desde su creación en 1949 hasta la muerte de Stalin casi 1 millón de personas habían partido al exilio. Ya en 1953 se produjo una revuelta en Berlín; pero el comienzo de las sucesivas crisis se inició el 13 de agosto de 1961, cuando las autoridades cortaron toda posible comunicación terrestre con el Oeste y levantaron el Muro de Berlín. Para entonces eran ya 3 millones de exiliados, cuya ausencia debilitaba la actividad económica; para reactivarla el gobierno puso en marcha un “nuevo sistema económico” en 1963 que, sin alterar el control estatal y la posesión de los medios de producción, dejaban una mayor autonomía a los centros de producción y extendía los incentivos laborales para incrementar los índices de producción; el resultado fue una mejora de la actividad económica y la subida del nivel de vida.

En Polonia la insurrección de Ponzar (1956) de carácter obrero fue duramente reprimida por tropas soviéticas, pero sus consecuencias facilitaron la renovación del Partido Comunista Polaco (POUP), al frente del cual se situó Gomulka, quien reconoció la “profunda insatisfacción de la clase trabajadora” con el sistema. La liberalización comenzó por una mayor tolerancia de las actividades de la Iglesia, se llevó a cabo una descolectivización de la propiedad agraria, y comenzó una primera reforma de la industria. El sector más reformista del partido hizo pública en 1964 una Carta abierta al POUP en la que proponía una “revolución política antiburocracia”, siendo rechazada por el Politburó. En 1968 se intentó por última vez una transformación del sistema desde arriba, pero al ser detenida de nuevo el nucleo más duro de la dirección del partido estallaron protestas de intelectuales y universitarios; las represiones dentro del partido y la universidad fue dura y miles de polacos judíos debieron abandonar el país.

En Hungría el proceso de desestalinización motivó el enfrentamiento entre corrientes contrarias dentro del Partido Socialista Obrero Húngaro. El mantenimiento del núcleo duro motivó protestas y manifestaciones que debieron ser reprimidas por el ejército soviético; pero el mantenimiento de la oposición aconsejó un cambio al más alto nivel, apadrinado por la URSS, que colocó a Kadar al frente del Partido y a Nagi como jefe del gobierno. La actuación de Nagí en principio fue cautelosa, pacificó la vida pública con promesas de reformas, y negoció la retirada de la capital del Ejército Rojo. Refrendada en el interior y desde Moscú su actuación, radicalizó sus reformas. Abolió el monopolio político del PSOH, y ante la oposición de la URSS, el 1 de noviembre de 1956 decretó la salida de Hungría del Pacto de Varsovia. Tres días después el Ejército Rojo tomó militarmente Budapest, depuso al gobierno de Nagy, y reconoció el “gobierno revolucioanrio obrero y campesino” dirigido por Kadar; se decretó la ley marcial y se llevó a cabo una dura represión que terminó con la ejecución de Nagy. La sublevación tuvo un balance de miles de muertos y una oleada de exiliados, dejando claro que la URSS no toleraría en su zona de influencia ni el debilitamiento del control del partido comunista ni la ruptura de los lazos de dependencia de la URSS. Esto hizo que los procesos de liberalización en marcha en otros países socialistas tomaran caminos de reforzamiento de las élites dirigentes, como en Rumanía con Ceauschescu a partir de 1965 y en Bulgaria con Jivkov a partir de 1962.

El XII Congreso del PCUS (1961) pretendió llevar a cabo una “segunda desestalización”, con un programa que atendía a las demandas de democratización política y antidirigismo económico; en el campo político se pretendía una mayor participación de las bases del PCUS; en el económico, se buscaba disminuir la burocratización de la economía planificada, atemperar la focalización en la industria pesada a favor de la producción de bienes de consumo, incrementar la producción agraria y mejorar los sistemas de distribución. Ni en un campo ni en otro se hicieron realidad las reformas propuestas, por el contrario, las contradicciones internas del sistema , el surgimiento de tensiones territoriales y las malas cosechas fueron debilitando la posición de Kruschov. En octubre de 1964 Kruschov fue destituido de sus cargos, y tras un período de presidencia colegiada, alcanzó los máximos cargos del Estado y del partido Leónidas Breznev. Una Knomenklatura que con el paso de los años acabó siendo una gerontocracia dirigió las dos décadas siguientes la URSS con el objetivo prioritario de preservar el poder de las estructuras del partido.

Estos cambios fueron ratificados en el XXIII Congreso del PCUS (1966), donde nominalmente se reiteraron los propósitos de colaboración con los demás países socialistas europeos. La aparente relajación del lazo por el que la URSS aferraba a estos países hizo que se emprendieran políticas económicas más adaptadas a las necesidades de su país y no impidieran la aparición de corrientes sociales no dirigidas por el régimen. En todos los países comunistas del Este se desarrolló un clima de mayor libertad y fue en Checoslovaquia donde más lejos se llegó en la transición hacia un Estado Democrático. Alexander Dubcek fue elegido primer mandatario del PC checoslovaco en enero de 1968 y rápidamente puso en marcha unas medidas democratizadoras del régimen. La reacción social ante la nueva línea del gobierno fue de entusiasmo; rápidamente se apoyó una mayor democratización y aumentaron las críticas contra la dictadura burocrática, el control del régimen soviético del país y contra la intervención soviética en los países del Este. El gobierno de Dubcek no pretendía la desaparición del comunismo, sino evitar sus extremos más radicales. Este clima de libertad fue conocido en Europa occidental como la Primavera de Praga.

La inquietud se apoderó de los gobiernos comunistas y de modo especial de Moscú, desde donde su presidente hizo una declaración comocida como doctrina Brezne o de soberanía limitada: la URSS se reservaba el derecho a la intervención en asuntos internos de cualquier país de su comunidad si consideraba amenazado la pervivencia del comunismo; por consiguiente sus países aliados disfrutarían de una soberanía limitada al mantenimiento de la ortodoxia comunista dictada desde Moscú. Lejos de inquietar a los dirigentes de la Europa del Este, la burocracia de los partidos comunistas apoyó esta doctrina al suponer la propia persistencia de s hegemonía dentro de sus respectivos estados.

Al considerar que la persistencia del nuevo régimen era una amenaza al comunismo internacional y un ataque al Pacto de Varsovia, en agosto de 1968 invadió Checoslovaquia un contingente de medio millón de soldados. La invasión provocó una masiva movilización popular, pero sin hacer uso de la violencia. A pesar de la oposición social durante meses, la dirección soviética apremió para que se produjeran una profunda depuración del partido, el ejército y la administración que impidiera el programa democratizador. En abril de 1969 Dubcek fue depuesto de sus cargos, lo que aceleró la vuelta a la ortodoxia.

La intervención soviética en Checoslovaquia agrietó definitivamente el monolítico bloque comunista internacional dirigido por la URSS. En Yugoslavia Tito y en China Mao habían mostrado sus desacuerdos con la intervención en Hungría, y el aplastamiento del régimen de Dubcek significó una tirantez creciente que desembocó en la ruptura.

3.- ANQUILOSAMIENTO Y DEGRADACIÓN DEL SISTEMA SOVIÉTICO (1968-1989):

  • La crisis por inmovilismo: la era Breznev.

Frente a las perturbaciones de la etapa anterior, la estabilidad política fue la característica principal de la era Breznev. Pero este logro, encubría profundas complicaciones de los objetivos gubernamentales y un alejamiento de las direcciones políticas respecto a la realidad socioeconómica hasta extremos que hicieron inviable el sistema. Una de las causas fundamentales del anquilosamiento de la política soviética fue la perpetuación en la dirección del partido de un grupo monolítico que, preocupados por mantener sus privilegios y sosteniendo invariablemente el mismo discurso, cada vez se encontraban más apartados de la realidad de la URSS. Otro factor decisivo fue la lectura realizada de las experiencias de Kruschov, que al haber producido inestabilidad aconsejaban rehuir cualquier tipo de reformas; de hecho, la nueva Constitución aprobada en 1977 mantenía al PCUS como dirigente de todo el sistema, señalando que todo derecho o libertad individual estaban supeditados a los intereses del Estado.

Esta parálisis en el campo político tuvo su ratificación en el económico, tercera causa de la crisis, el atraso de la industria de bienes de consumo respecto a la industria pesada tenía consecuencias negativas en el nivel de vida. El cuarto factor a tener en cuenta era el aumento de las diferencias interterritoriales, tanto a nivel económico como a nivel de participación política.

Estos problemas eran bien conocidos por la dirección del PCUS, como se puso de manifiesto tras la muerte de Breznev en noviembre de 1982, quien fue sucedido por 2 ancianos secretarios generales: Yuri Andropov ­(nov. 1982-feb. 1984) y Konstantin Chernienko (feb. 1984- marz. 1985).

  • La inestable “normalización” del bloque del Este:

La intervención en Checoslovaquia y la proclamación de la doctrina de la soberanía limitada hizo que las posibles evoluciones políticas de los países de Europa Oriental quedaran paralizadas, sometidas al férreo control de las burocracias de los partidos comunistas. Sin embargo, a partir de los años 70 comenzaron a aparecer serias grietas en el bloque del Este: Rumanía hacía gala de una independencia en su política exterior que no inquietaba a la URSS.

Sin embargo las mayores dificultades no se encontraban en su coherencia como bloque, sino en los crecientes problemas de las sociedades y en el paulatino alejamiento de las burocracias dirigentes de las sociedades. La crisis energética de los años 70 tuvo amplias repercusiones. El incremento del déficit energético llevó aparejada una disminución del crecimiento económico, a la vez que crecía incontroladamente la inflación, y aumentaban los déficit en los presupuestos públicos y en la balanza exterior; la contradicción con los planteamientos de los planificadores era palmaria, pues según la ortodoxia del socialismo real los déficits exteriores no podían existir, lo que aún se agravaba más ante la evidencia de que los más altos niveles de endeudamiento se producían con los países occidentales, una vez que los intercambios dentro del COMECON fueron profundamente alterados.

Ante esta realidad, cada uno de los países socialistas respondió con una evolución propia. En Polonia, donde la inestabilidad comenzó antes de la crisis energética, en diciembre de 1970 se produjeron graves incidentes en Gdansk y Gdynia como consecuencia de la subida de precios y la ruinosa situación económica nacional, estos ingredientes y la represión desencadenada para acabar con las protestas significaron el fin político de Gomulka. El nuevo gobierno dirigido por Gierek pacificó la situación con promesas de mejoras de las condiciones laborales y del nivel de vida; pero sus reformas se redujeron a favorecer una economía expansiva con base en el consumo, que al no contar con respaldo estructural sólido, produjo una creciente inflación y el sustancial incremento de las importaciones; cuando a este endeudamiento se sumó la crisis energética, Polonia pasó directamente a una fase de recesión con crecimiento del desempleo y un gran coste social. Consecuencia de esta situación, en 1976 fue creado el Comité de Defensa de los Trabajadores (KOR), que impulsó el movimiento sindical y defendió a los obreros represaliados y encarcelados. En este contexto, un acontecimiento externo tuvo una enorme importancia para la evolución polaca: en octubre de 1978 el cardenal de Cracovia era elegido Papa con el nombre de Juan Pablo II.

En el verano de 1980 se produjo una nueva oleada de huelgas y movilizaciones, que a diferencia de las anteriores fue articulada y dirigida por el Comité Interempresarial de Huelga que presidía Lech Walesa, y contó con el apoyo de la élite intelectual y la Iglesia. Las exigencias de los huelguistas debieron ser atendidas. En sept. de 1980 se fundó el Sindicato Solidaridad, que en el momento de su creación ya contaba con 3 millones de afiliados y en menos de un año eran 10 millones, convirtiéndose en la fuerza social más fuerte del país. En los meses siguientes, los acontecimientos se precipitaron: en octubre de 1981 Jaruzelski pasó a ocupar la máxima autoridad del Partido, el gobierno y el Ministerio de Defensa; este retorno al poder unipersonal fue contestado por Solidaridad; lo que provocó que el 13 de diciembre, Jaruzelski decretó el estado de guerra y la ley marcial, el gobierno fue sustituido por un Consejo Militar, detuvo a la dirección de Solidaridad, suspendiendo e ilegalizando el sindicato. El golpe de Estado consiguió evitar la intervención exterior y frenar en seco el crecimiento de Solidaridad, pero evidencia la irrealidad del sistema. La suspensión de una amplia amnistía, la disolución del Consejo militar y la concepción de una amplia amnistía no consiguieron hacer que el sistema fuera respaldado por la sociedad, que el resto de los años 80 apoyó la recuperación de la Iglesia como principal interlocutora y al partido Solidaridad (con Walesa como Premio Nobel de la Paz en 1983), como alternativa al POUP.

En el resto de los países de régimen comunista, la evolución fue menos traumática. La República Democrática Alemana fue gobernada en sus dos últimas décadas por Eric Honecker quien fue nombrado en 1971 secretario del Partido y en 1976 Presidente del Gobierno. Su programa se centró en 2 objetivos, el reconocimiento internacional y la normalización de las relaciones con la RFA. Ambos objetivos fueron logrados en los años 70. Más difícil fue convertir la economía en el escaparate de la eficacia de la planificación, para ello se tendió a la formación de grandes complejos industriales, al tiempo que la política de precios oficiales trataba de ser armonizada respecto al mercado internacional. Mientras los beneficios del crecimiento extensivo fueron apreciables o hubo problemas, pero cuando dio muestras de su agotamiento desde finales de los 70 el déficit comenzó a crecer, lo que alcanzó niveles insostenibles en la segunda mitad de los ochenta.

En Hungría las reformas se centraron en las estructuras sociales y económicas, en lo que acabó denominándose “socialismo a la húngara” dirigido por Kadar. Las reformas económicas se llevaron a cabo a través del Nuevo Mecanismo Económico (1968), cuyo objetivo era simplificar la burocracia y descentralizar la toma de decisiones: las reformas ejecutaron especialmente en el sector agrario y en servicios, significativamente en un sector turístico que fue ampliamente privatizado; la mezcla de planificación económica y seguimiento de las pautas del mercado produjo un creciente desorden económico que se vio agravado cuando la crisis energética sumió a la economía internacional en crisis; de ese modo, la segunda mitad de los 70 se caracterizó por la parálisis del desarrollo económico, el incremento del déficit presupuestario, el descenso de las exportaciones y el aumento de la deuda exterior. El recorte de las partidas presupuestarios de política social y el descenso del nivel de vida. La crisis económica, la tolerancia crítica y la inamovilidad de la sociedad motivaron el surgimiento de una oposición organizada en los años 80, que acabaría articulándose en el moderado Foro Democrático Húngaro y la más radicas Alianza de Demócratas Libres, los principales agentes políticos (junto al PSOH) a finales de la década.

Tras una dura represión en la primavera de Praga, la evolución de Checoslovaquia se caracterizó por el afianzamiento del Partido contra todo “rebrote liberal”, las políticas de estabilización económica y la persistencia de una intelligentsia que no sólo mantuvo fresco el recuerdo de la represión de 1968, sino que aprovechando los acuerdos adoptados en el Acta de Helsinki se organizó a través de Carta 77, solicitando el respeto a los derechos humanos, la libertad de expresión y la mejora de las condiciones de los trabajadores. A pesar de la actividad de esta oposición no se produjo ningún riesgo para la hegemonía del PCCG, fuertemente intervenido desde Moscú. Una de las medidas en principio menos significativas de las tomadas en esa época, fue la reestructuración de la Federación que quedó formada por 2 estados: la Rep. Socialista Checa y Eslovaca.

En Rumanía se produjo el caso más grave de degeneración del sistema comunista; la identificación del Estado con el Partido fue superada por la patrimonialización del Estado por parte de Ceaucescu y su familia. El Conducator Ceaucescu, en el poder desde 1965, desarrollo en los años setenta un poder totalitario personalista mediante la promoción de una “revolución cultural” de corte chino, la transformación del sistema educativo y el control completo de la información y la cultura. Basado en un nacionalismo combativo, Caucescu hizo gala de una política internacional autónoma, cuyos antecedentes se remontan a 1958 con la negación del establecimiento del Ejército Rojo en Rumanía. Esta autonomía le valió ser reconocido por Occidente, lo que produjo un fácil acceso a los créditos internacionales. Con estas ayudas pretendió realizar el programa “Salto adelante” cuyo objetivo era la modernización del país a través de la superación del antagonismo campo-ciudad, la construcción de eficaces medios de comunicación y concentración campesina en grandes centros agroindustriales. La mayor parte del programa quedó sobre el papel; los créditos fueron utilizados en gastos militares y policiales, dilapidados en campañas personalistas o simplemente apropiándoselos la familia Ceaucescu. La crisis energética agravó la situación, pues hizo aumentar la deuda externa y obligó a racionar la energía. El obligado pago de la deuda externa llevó aparejados el descenso de la producción, la paralización de las inversiones y la caída de la renta. Esto llevó a que en la segunda mitad de los años 80 se produjeran reiteradas protestas y movilizaciones; la revuelta obrera más importante se desarrolló en 1987, siendo reprimida con extrema dureza. Este acontecimiento, corolario del proceso de degeneración señaló el inicio del aislamiento internacional del régimen y el fin de las ayudas económicas exteriores.

En Bulgaria, las “décadas tranquilas” fueron tales sólo en el campo político; esta tranquilidad ocultaba en el económico el paulatino declinar de la productividad, este deterioro condujo, aprovechando la Asamblea de Helsinki, a la vertebración de una minoritaria oposición. La regeneración del sistema emprendida en la segunda mitad de los años 80, tuvo como efecto el crecimiento opositor y crecientes manifestaciones que impidieron la apertura controlada del régimen, precipitando su final.

  • La etapa Gorbachov: la Perestroika.

Ante la rápida desaparición de los ancianos mandatarios Andropov y Chernienko, el PCUS decidió nombrar un hombre joven: Mijail Gorbachov, que tomó posesión de la Secretaría General del PCUS el 11/3/1985; a partir de ese momento su programa de reforma y transformación del sistema (perestroika) revolucionó no solo la URSS, sino todo el bloque.

Los objetivos básicos de la perestroika incidían en el campo económico, buscando una recuperación acelerada que permitiera salvar el déficit productivo, tecnológico y la calidad de vida, para lo cual era necesario mejorar los medios empleados con el reparto más adecuado de los recursos. Para la consecución de estos fines, se pusieron en marcha 2 programas económicos (1985-87 y 1988-89), cuyo fin era no la transformación sino la mayor efectividad de la maquinaria planificadora estatal: se persiguió la autonomía financiera de las empresas, se legalizaron las actividades económicas individuales, se incentivaron la fundación de cooperativas, se reestructuraron los ministerios económicos, se incentivó la reforma agraria y se actualizaron precios y salarios. Sin embargo, las enormes tensiones introducidas condujeron al fracaso de tales reformas. Cuando a finales de 1990 se aprobó el plan Chatalin se reconocía que la introducción de una economía de mercado sólo era viable permitiendo la autorregulación de la oferta y la demanda dentro de un marco institucional que garantizara el correcto funcionamiento; pero la ruptura con la ya histórica práctica de la economía planificada era tan drástica que la oposición al plan lo sepultó antes de nacer. La salida de la crisis no podía llevarse a cabo por tanto con prácticas reformadoras, sino con la transformación completa del sistema.

La perestroika económica llevaba aparejada una obligada reforma política. Sin embargo, Gorbachov nunca explcitó los medios por los que se debían alcanzar estos objetivos, lo que le generó crecientes tensiones entre los dirigentes del PCUS y los sectores más aperturistas. La primera fase de esta reforma del sistema se produjo con la modificación constitucional y la nueva ley electoral de 1988, que aun manteniendo al PCUS como partido único iniciaba un cierto aperturismo al permitir la presentación de candidatos no oficialistas e independientes. El resultado fue muy significativo, en especial en las grandes ciudades, con la pérdida de escaños de importantes dirigentes del PCUS.

La segunda fase de la reforma se desarrolló en febrero y marzo de 1990, cuando el Comité Central del PCUS renunció a mantener el principio de la “dictadura del Proletariado” y renunció al monopolio del PCUS en la vida política. Esto permitió la rápida aparición de partidos y agrupaciones políticas, incluso antes de la aprobación de la Ley de Asociaciones Públicas (agosto), al calor de la convocatoria de elecciones a soviets locales y parlamentos republicanos. Los resultados de las elecciones evidenció el imposible mantenimiento de la hegemonía del PCUS; pero aún más trascendental, las diferencias dentro del Partido se hicieron insalvables entre comunistas y aperturistas, debilitando la posición de Gorbachov. Con todo, la situación más grave surgió con la victoria de candidatos independentistas en los parlamentos republicanos de Estonia, Letonia, Lituania, Georgia, Armenia y Moldavia. La fractura del PCUS, la debilidad de Gorbachov y el surgimiento del problema nacionalista desestabilizaron definitivamente la URSS.

  • La caída del Muro y la desintegración del Bloque del Este:

Entre 1989 y 1991 se produjo la crisis terminal y el derrumbamiento de los regímenes comunistas. La desintegración del sistema socialista de tipo soviético fue causada por un amplio conjunto de factores, dentro de un contexto de deterioro económico, degradación de las condiciones de vida y corrupción de la actividad administrativa y productiva. Entre los factores internos que llevaron a la crisis, destaca la creciente debilidad de los partidos comunistas, el incremento de la disidencia política, el despertar de la sociedad civil y las Iglesias nacionales. Entre los factores externos, el más importante fue la actitud de la URSS y su formulación de la política exterior con sus aliados; cuando Gorbachov dio por finalizada la doctrina de la soberanía limitada y auspició en los paíss del bloque el establecimiento de reformas semejantes a las emprendidas por él, la evolución de los acontecimientos condujo a la ruptura del sistema. Al mismo tiempo, la actitud de los países occidentales también varió, pasando de la creencia en la solidez de las estructuras políticas y económicas del bloque del Este a apoyar los procesos de transformación.

Aunque las peculiaridades nacionales hicieron variar los ritmos, en todos los países (salvo Rumanía) el proceso fue muy similar: la crisis económica y los fracasos reiterados de reforma del sector obligaron a los distintos partidos comunistas a compartir la carga dirigente con otros agentes políticos y grupos sociales.

En Polonia el gobierno de Messner vio derrotado en referéndum su proyecto de reforma (nov. 1987), lo que Obligó al establecimiento de una negociación permanente con dirigentes de Solidaridad. Los acuerdos alcanzados señalaban el final del monopolio del POUP, libertad religiosa y de expresión, reforma en los sectores económico, educativo y cultural y la apertura al multipartidismo. En las elecciones de junio de 1989, Solidaridad obtuvo todos los escaños reservados a la oposición y el 99% del Senado; su inmediato efecto fue la llamada del Presidente Jaruzelski al sindicalista Mazowiecki para formar gobierno, dando comienzo a la transición. Con un hombre de Solidaridad al frene del gobierno se aprobó un plan de choche que, a pesar de su dureza y los efectos negativos en el coste de la vida y el mercado laboral, consiguió la reducción espectacular de la inflación (del 950 % se pasó al 26%). En diciembre de 1990 fue elegido Presidente de Polonia Lech Walesa y en octubre de 1991 se celebraron las primeras elecciones libres.

En Checoslovaquia, la grave situación económica mermó la capacidad del PCCH para mantener el control social; al contrario, en noviembre de 1989 se formaba en Praga el Foro Cívico, a cuyo frente se situó V. Havel, que rápidamente consiguió unificar a los grupos opositores. Un gobierno a la defensiva se vio obligado a iniciar conversaciones con el Foro y esto sirvió de base para precipitar los acontecimientos; el PCCH renunció al monopolio de la actividad política y el Politburó dimitió. El 11 de diciembre de 1989 se formó un gobierno de unidad nacional con mayoría comunista presidido por Calfa y el día 29 la Asamblea Nacional nombró a Havel Presidente interino de la República. Las elecciones de junio de 1990 otorgaron al Foro Cívico y a Público Contra la Violencia la mayoría Absoluta. Culminaba de ese modo la Revolución de Terciopelo, caracterizada por la rápida descomposición del PCCH, el ordenado relevo generacional de la clase política y la pacífica transición hacia el estado de derecho.

En la República Democrática Alemana la crisis económica, la debilidad del Partido y la decidida actuación del Canciller de la RFA H Kohl produjeron una rápida y peculiar transición. En 1989 el gobierno de Honecker pretendió recuperar la iniciativa ante la crisis económica con una política d “rearme social” pero, lejos de conseguirlo, los movimientos de protesta fueron articulándose como grupos de oposición al sistema. En el verano y otoño de ese año se produjeron manifestaciones en las principales ciudades y empezó a multiplicarse el éxodo de la población a la RFA a través de Hungría y Austria. Como en otros países, los acontecimientos se precipitaron: el 17 de octubre Honecker dimitió de todos sus cargos, el 7 de noviembre dimitió el gobierno y el 9 se anunciaba la apertura del Muro. En diciembre el congreso extraordinario del PC renunciaba al papel dirigente. Estos cambios favorecieron la creación de un gobierno de unidad nacional que convocó elecciones para marzo de 1990. El gobierno salido de las urnas, presidido por el cristiano-demócrata De Maizière, inició rápidamente las conversaciones para la reunificación; de mayo a septiembre una serie de tratados bilaterales prepararon los cambios constitucionales, económicos y sociales para la incorporación de la extinta RDA a la RFA el 3 de octubre de 1990.

En Hungría la transición estuvo caracterizada por la fragmentación del partido comunista, desde que en el otoño de 1988 los reformistas se hicieron con el poder del Politburó. Se iniciaron profundas reformas económicas, se abrieron fronteras, etc. Estas medidas produjeron la fractura del Partido en dos, el gobernante socialdemócrata y el comunista. Sin embargo, en las primeras elecciones libres en marzo y abril de 1990 salieron vencedores los partidos de la oposición (Foro Democrático y Alianza Democrática). El gobierno de coalición que formaron llevó a cabo la reforma constitucional e inició la transformación de las estructuras socioeconómicas con el propósito de preparar al país para su incorporación a la Unión Europea.

La transición en Bulgaria siguió unos derroteros análogos. El gobierno de Jivkov trató de poner en práctica una perestroika bulgara, pero su fracaso propició un amplio cambio de dirigentes, con el reformista Mladenov al frente. Bien por convicción o por la presión de la sociedad, las transformaciones alcanzaron todos los niveles, llegando a la convocatoria de elecciones libre en junio de 1990. En ellas triunfo por un amplio margen el PSB, seguido de la Unión de Fuerzas Democráticas, pero Mladenov fue obligado a renunciar a sus cargos y la Asamblea nombre al disidente comunista y lider de la UDF J. Jeliev como presidente de la República. El tecnócrata gobierno de coalición formado, puso en marcha una amplia reforma económica, mientras el parlamento creaba una nueva Constitución (julio de 1991) que definía a Bulgaria como un Estado de Derecho. Las elecciones celebradas a continuación supusieron el triunfo de la UFD, que creó un nuevo gobierno de coalición presidido por Dimitrov.

El caso más complejo y virulento de transición fue el de Rumanía. La primera fase estuvo marcada por la intransigencia del clan Ceaucescu y el movimiento orquestado para su sustitución; el propio aislamiento del régimen de Ceaucescu propició la formación de una corriente contraria a su dictadura dentro del PC, auspiciada desde Moscú. Las protestas contra los abusos de poder y las actividades represoras de la policía secreta (Securitate) motivaron movilizaciones en Timisoara y Bucarest, ante las que se decretó el estado de excepción el 22/12/1989. La tensa situación fue instrumentalizada para llevar a cabo un golpe de Estado con motivo de una concentración que acabó con la sublevación de la capital. El vacío de poder (aumentado por el intento de huida, captura y ejecución del dictador) fue rápidamente llenado por el Frente de Salvación Nacional, controlado por los comunistas contrarios al dictador, al frente de los cuales estaba U. Iliescu. La caída del dictador permitió al FSN alcanzar la mayoría absoluta en las elecciones de 1990, con Iliescu como Presidente de la República y P. Roman al frente del gobierno. Sin embargo, pronto se evidenciaron las actitudes intransigentes de las nuevas autoridades, lo que llevó a la formación de una gran coalición de oposición en noviembre de 1990, la Alianza Cívica. Su actuación hizo que los programas reformistas fueran realmente transformadores y que la nueva Constitución (dic. 1991) tuviera un inequívoco sentido democrático, fundando un sistema presidencialista pero con un fuerte poder legislativo.

  • Fragmentación y desintegración de la URSS:

De todos los problemas que en 1990 cercaban al régimen soviético el más importante era el conflicto nacional. Las causas radicaban en los teóricos principios federalistas e igualitarios que sostenían la compleja conformación territorial soviética. Las tensiones territoriales habían estado reprimidas por la férrea disciplina y control del ejército y el PCUS. A finales de los 80 la debilidad del PCUS tuvo como efecto el resurgimiento de conflictos interterritoriales, especialmente en 3 regiones: las repúblicas bálticas, Asia Central y Transcaucasia.

Estonia, Letonia y Lituania eran repúblicas industrializadas, con el más alto nivel de vida de la URSS, desde 1986 el proceso de recuperación de las identidades culturales que acompañó a la perestroika generó movimientos ciudadanos que culminaron en la creación de Frentes Populares, cuyo programa incluía la recuperación de la soberanía nacional. Por el contrario, las repúblicas del Asia Central (Kazajstán, Uzbekistán, Turkmenia, Tajikistán y Kurguizia) eran las más pobres de la URSS, a pesar de sus grandes recursos naturales. Esta pobreza hizo que el Islam se convirtiera en el más fuerte lazo de identificación, multiplicándose la construcción de mezquitas e introduciendo los principios islámicos en la reforma de la enseñanza. El problema en las repúblicas transcaucásicas (Armenia, Azerbaiyán y Georgia) radicó en la disputa por el control del enclave de Nagoro-Karabaj entre armenios (cristianos) y azaríes (musulmanes), que desembocó en abierta guerra e hizo necesaria la intervención del Ejército en Bakú.

El tratamiento dado a estos problemas nacionalistas por las autoridades tan sólo consiguió aumentar el respaldo de las sociedades civiles a los programas independentistas. De ese modo, las elecciones de 1990 ratificaron la hegemonía de sus tesis en éstas y otras repúblicas; el punto de inflexión definitivo se produjo con el respaldo de los Presidentes de Georgia, Moldavia y Bielorrusia a los derechos soberanos de las repúblicas bálticas. El país de los soviets se fragmentaba. Gorbachov reaccionó proponiendo una Confederación de Estados Soberanos e junio de 1990, pero las repúblicas bálticas ni siquiera acudieron a la negociación y Armenia, Moldavia y Georgia se descolgaron de las mismas. Las 9 restantes repúblicas presionaron a Gorbachov para alcanzar un nuevo Tratado de la Unión que eludiendo cualquier llamada al socialismo, concedía amplios poderes a las repúblicas. El nuevo Tratado de la Unión debía firmase el 20/8/1991.

Desde el invierno anterior integrantes de la nomenclatura, que nunca habían apoyado el proceso democratizador y se habían opuesto a la pérdida del poder del PCUS, comenzaron a barajar la posibilidad de un golpe de fuerza contra Gorbachov. Aprovechando la estancia vacacional de éste en Crimea, el 16 de agosto se formó un “Comité de emergencia” que secuestró a Gorbachov en su residencia aislándolo del mundo y decretando su incapacidad por enfermedad. El día 19 se informó a la población y se decretó el estado de excepción, pero la población civil se movilizó en contra de lo que se evidenciaba como un golpe militar; los titubeos de los golpistas, la presión internacional y la reacción de las autoridades de la República Rusa, con Yeltsin a la cabeza supusieron el fracaso del golpe. La liberación de Gorbachov permitió su retorno a Moscú.

Las repercusiones del golpe trajeron el fin de las instituciones comunistas y la desintegración de la URSS en los días finales de 1991. El 20 de agosto el presidente de Rusia Boris Yeltsin, aprovechando el vacío de poder y el amplio apoyo popular, transfirió todas las instituciones centrales soviéticas a la jurisdicción Rusa, asumiendo la jefatura del Ejército. El 24 de agosto Gorbachov renunciaba a la Secretaría General del PCUS y exigía la disolución del Comité Central, mientras el Soviet supremo anulaba las actividades del partido. El día 27 las repúblicas bálticas eran reconocidas como Estados independientes por la Comunidad Europea y el 29 Rusia y Ucrania firmaban un tratado bilateral. Finalmente, el 2 de septiembre de disolvía el Congreso de Diputados Populares, el Soviet Supremo y el Gobierno de la URSS, dimitiendo Gorbachov de la presidencia de una ya inexistente URSS el 25 de diciembre.

TEMA 23º:

DESCOLONIZACIÓN Y TERCER MUNDO

La bipolaridad entre las dos superpotencias no fue absoluta ni general; la mayor parte de la población mundial vivió en países no pertenecientes a ninguno de los grandes bloques, aunque su existencia se viera influenciada por la guerra fría. Los procesos de desconolonización abiertos a partir del fin de la guerra mundial conformaron una nueva realidad internacional con la creación de un centenar de nuevos países.

1.- LOS PROCESOS DE DESCOLONIZACIÓN:

En un proceso de larga duración iniciado a finales del S. XV y culminado en las últimas décadas del S. XIX, distintos países europeos llevaron a cabo de forma sistemática la conformación de grandes imperios coloniales. Las dos guerras europeas, en especial la segunda, precipitaron la descomposición de estos imperios y el movimiento de emancipación. La constitución de estos nuevos Estados, dada su extensión y el volumen de población implicados, fue una de las consecuencias más trascendental de la segunda posguerra. Aun presentando una gran variedad entre ellos, las dos principales características que los identifican fueron su teórica no alineación respecto a los bloques y los problemas de subdesarrollo que debieron superar. Todos estos países se aglutinarán bajo la denominación de Tercer Mundo.

  • Causas de la descolonización:

De un modo mucho más rápido a como se crearon los grandes imperios europeos, se fragmentaron e independizaron. Salvo casos residuales, en las 3 décadas posteriores a la II Guerra, de las antiguas colonias surgieron casi un centenar de nuevos Estados. En pocos años, millones de personas cambiaron su condición de súbditos de segunda clase en una colonia de un imperio, a ciudadanos de un Estado Independiente. Las razones por las que se desató esa oleada independentista fueron múltiples, pudiéndose diferencias las provenientes de la metrópolis y las que se fraguaron en las propias colonias.

La principal causa de la colonización fue económica: las metrópolis europeas buscaron mercados para colocar sus excedentes, a la vez que obtenían materias primas más baratas. Durante el período de entreguerras, en especial tras la crisis de 1929, los beneficios de esa política dejaron de ser tan evidentes; el mantenimiento de monocultivos y prácticas extractivas fue empobreciendo las economías coloniales, lo que produjo una crisis en las relaciones colonia-metrópolis. Esto llevó aparejado un necesario recorte en los gastos de mantenimiento de las administraciones coloniales, en especial en el período bélico, produciéndose en muchos casos transferencias de funciones. A este coste económico, se le sumó un “coste político” , progresivamente creciente ante la necesidad de levantar modernas administraciones y aparatos represivos en las colonias y ante la mayor participación de las sociedades europeas en el control de las decisiones de sus gobiernos sobre materia colonial. Perdidos en su mayor parte el interés político y los beneficios económicos, las metrópolis se encontraban en condiciones favorables para emprender los procesos de descolonización.

Por su parte en las colonias, la situación no sólo era complementaria, sino potenciadora de estos procesos. Ya antes de la guerra habían aparecido movimientos nacionalistas que lucharon por la independencia. La guerra mundial, había mostrado a las colonias la debilidad de sus metrópolis, a la vez que posibilitó una identificación entre una elite indígena (educada en Europa) y las masas, alejadas con anterioridad de un movimiento nacionalista que no comprendían o del que desconfiaban.

Con una combinación de modernidad y tradición, los líderes independentistas desarrollaron ideologías y movimientos anticolonialistas de rasgos peculiares en cada país, pero todos con ciertas similitudes. La más común de todas ellas es la recuperación y defensa de los valores propios de la cultura autóctona. Al mismo tiempo, las ideas anticolonialistas de la II Internacional, posteriormente ampliadas en la III Internacional, fueron aclimatadas en la mayor parte de las colonias, tuvieran o no como instrumento operativo la fundación de un partido comunista local. De ese modo, muchos de los movimientos de liberación presentaron componentes comunistas y, en muchos casos, antioccidentales. Sin embargo, junto a éstos tuvieron una influencia superior otras ideologías occidentales, desde el liberalismo al socialismo, en buena medida por el origen de la formación de los líderes.

Entre las causas externas, habría que hablar fundamentalmente de la guerra mundial. Cuando la guerra estalló las metrópolis se vieron aisladas de sus colonias, en especial las asiáticas, lo que explica que la primera oleada descolonizadora tuviera lugar en Asia. Estos territorios fueron ocupados por Japón, que desarrolló una intensa campaña antioccidental en el resto de las colonias no ocupadas, convocando en Tokio una “Asamblea de grandes pueblos de Asia Oriental” en 1943. Hasta ese momento, la principal lectura de la guerra que se hacía en las colonias era que las potencias metropolitanas podían ser vencidas; lo cual se unió a la formación de guerrillas y formó líderes que posteriormente dirigieron las luchas independentistas.

Aunque sin duda fue la nueva estructura de las relaciones internacionales surgidas al fin de la guerra lo que más favoreció los procesos de descolonización a 3 niveles distintos. Las 2 superpotencias no tenían colonias en el sentido tradicional, pero necesitaban apoyos importantes para su hegemonía mundial; EEUU por razones históricas e intereses comerciales y la URSS por razones ideológicas defendieron posturas anticolonialistas, favoreciendo el surgimiento de movimientos anticolonialistas. El tercer nivel lo constituyó la capacidad de los propios países independizados para conformar un movimiento político con identidad propia, voluntariamente caracterizado por no alineación, posicionándose ante los dos bloques y propiciando la expansión del movimiento anticolonial. Su primera manifestación se produjo en abril de 1955 con la reunión de la Conferencia de Bandung, donde surgió el concepto de Tercer Mundo. A esa conferencia asistieron representantes de Africa y Asia (Indonesia, Camboya, Egipto, India, China, etc), aunque la heterogeneidad de regímenes e intereses impidió hacer grandes acciones.

  • Características de los procesos de descolonización:

La descolonización fue un fenómeno tan amplio que alcanzó a millones de kilómetros cuadrados, casi un centenar de países y a la cuarta parte de la humanidad. En cada colonia las circunstancias fueron peculiares, si bien el fenómeno presentó elementos comunes:

En cuanto a la periodización, el punto inicial del proceso suele situarse en 1946 y puede darse por concluido a mediados de los años setenta (salida de Africa de España y Portugal), si bien la mayor parte de las independencias se produjeron en los períodos de 1947-48 a 1957-65.

Atendiendo a la movilización independentista, hay una gran variedad entre los agentes que trabajan en la emancipación; una buena parte pertenece a la élite culta y adinerada educada en la metrópoli, aunque en ocasiones es un líder carismático que atrae las simpatías de las masas. En ambos casos, suele haber un partido político que respalda la actuación del líder y sirve de elemento movilizador y negociador.

Todo proceso, pasó por un período más o menos intenso de radicalización y enfrentamiento contra el poder colonial. En unas ocasiones alcanzó el extremo revolucionario y la guerra de liberación; en otras tomó la forma de negación de la herencia cultural de la colonia. En ambas, esta reacción fue acompañada por una exaltación de la identidad propia; la ideoligía nacionalista de orígen occidental fue reinterpretada y utilizada para confomar identidades unitarias en territorios y sobre poblaciones que en muchos casos sólo tenían en común el haberse encontrado bajo la misma administración colonial, pero que sirvieron para cohesionar entidades distintas cuyo objetivo prioritario era la emancipación.

La actitud de la metrópolis ante los movimientos independentistas fue variada entre los distintos países y períodos. Gran Bretaña pactó los procesos de emancipación y creo la Commonwealth; Francia sostuvo largas y sangrientas guerras, Bélgica se retiró rápidamente del Congo; mientras la independencia de las colonias Portuguesas se produjo tras la revolución de los claveles.

Los mecanismos de independencia dependieron mucho de esta actitud de la potencia colonial, pero también de la radicalización del movimiento independentista. Los medios para alcanzar la independencia variaron desde la insumisión pacífica de la India a la larga guerra de Indochina.

Por último, la característica común de todos los procesos fue la constitución de un Estado moderno. Gran parte de los nuevos Estados tuvieron muy serias dificultades para conformar y sostener instituciones de gobierno modernas y funcionales dentro de un Estado de derecho, dificultades que aún hoy no han desaparecido.

  • La descolonización de Asia y Oceanía:

Los extensos y densamente poblados territorios de Asia (salvo China y Japón) y Oceanía estaban gobernados con distintos estatutos por administraciones de 3 imperios europeos: Reino Unido, Holanda y Francia. En la actualidad, salvo algunos pequeños archipiélagos polinesios, todas estas grandes regiones poseen un gobierno independiente. El gran cambio se produjo hacia 1950, siguiendo diferentes modelos y dando paso a Estados muy heterogéneos.

a.- La fragmentación de la Península Indostánica:

La colonia más grande y populosa de una potencia occidental, el imperio de la India, había tenido su origen a lo largo del S. XVII y concluyó el 1/7/1947. El proceso descolonizador fue rápido y contó con el acuerdo de la metrópoli; la dominación británica cedió pacíficamente la soberanía del territorio, que para entonces ya contaba con una constitución, un parlamento, un servicio público propio, etc. Pero el antiguo imperio no pudo permanecer unido; dos grandes partidos se disputaban la hegemonía política: el Partido del Congreso estaba dirigido por élites educadas en Europa, hindúes y partidarias del Estado unido; el otro partido era la Liga Musulmana, representante de esta importante minoría y partidario de la constitución de un estado propio musulmán.

Los intereses coloniales británicos predominaron antes y después de la concesión de la independencia. Los dirigentes del Partido del Congreso habían tenido altercados con las autoridades desde los años 20 y durante la guerra exigieron la promesa de descolonización para participar en la contienda al lado británico. En respuesta, las autoridades favorecieron la reivindicación musulmana, lo que fortaleció la Liga Musulmana. El último virrey de la India, lord Mountbatten firmó los acuerdos de transmisión de poderes con los dos líderes de ambos partidos, Gandhi-Nehry y Jinnah. Ante la imposibilidad de mantener la unión, las autoridades británicas concedieron la independencia de lo que serían 2 repúblicas: La Unión India y Pakistán.

A los altos costos de la partición hubo de sumarse los numerosos conflictos religiosos y, en consecuencia territoriales. Las zonas de convivencia de comunidades multirreligiosas fueron las más afectados, produciéndose graves enfrentamientos civiles tras la independencia en Bengala y Punjab, llegando hasta nuestros días el conflicto de la zona fronteriza de Cachemira.

La India gozó de una gran estabilidad política bajo un régimen democrático de la mano del “paditHehru, quien gobernó hasta su muerte en 1964 apoyado por el Partido del Congreso; a pesar de problemas estructurales ocasionados por su alta demografía y costumbres sociales, la India experimentó un gran desarrollo económico. Por el contrario, en Pakistán se impuso un régimen militar paternalista que, a pesar de mantener formas parlamentarias no podía disimular su carácter dictatorial.

La concesión de la independencia a la India y Pakistán tuvieron su reflejo en otras colonias británicas en Asia. El efecto más directo se produjo en Ceilán, que ya tenía una constitución propia desde 1946, 2 años después el gobierno de Londres le concedía la independencia integrándose en la Commonwealth. En Birmania el proceso no fue tan pacífica, durante la guerra mundial había sido invadida por Japón y de la lucha por la ocupación salió fortalecida la Liga Antifascista, liderada por Aung San; al final de la guerra éste aceptó la concesión de un estatuto de autonomía dentro de la Commonwealth, pero fue asesinado y cuando a comienzos de 1948 se proclamó la independencia de la Unión Birmana el nuevo Estado se estableció al margen de aquella. Más problemática fue la independencia de Malaysia como consecuencia de la dispersión geográfica y la heterogeneidad religiosa y étnica; los enfrentamientos entres estas comunidades fueron numerosos, pero su propia dispersión impidió la formación de territorios diferenciados; en 1957 Gran Bretaña concedió la independenica a la Unión Malaya. De ella se escindió la ciudad-Estado de Singapur. La salida definitiva de Gran Bretaña de Asia se produjo en 1997, con la devolución a China de la ciudad de Hong Kong.

b.- Indonesia:

El imperio colonial holandés fue invadido por Japón durante la guerra, siendo abandonado por las autoridades holandesas en 1942 sin apenas resistencia, desencadenándose a continuación movimientos de tinte nacionalista y comunista, cuyo principal líder fue el doctor Sukarno, dirigente del Partido Nacionalista Indonesio. Tras la evacuación Japonesa, Sukarno instauró en Java un Gobierno provisional y 2 días después de la rendición de Japón proclamó la independencia. Esta medida fue ignorada por la metrópoli y con ayuda militar británica, Holanda pretendió retrotraer la situación colonial. Sukarno transformó el partido en guerrilla y lo refundó como Partido Comunista Indonesio, impidiendo la reconquista de todo el territorio y concitando una gran oleada de solidaridad internacional.

En la metrópoli se abrió paso la opinión abandonista, que triunfó en las conferencias de La Haya (1949), lo que dio origen a la proclamación de la república de Indonesia.

Desde 1949, el gobierno de Sukarno se caracterizó por la imposición paulatina de una dictadura personal de connotaciones nacionalistas, militares y socialistas, mientras a nivel internacional se convertía en uno de los líderes del movimiento tercermundista. En 1966 un golpe de estado derrocó su gobierno, imponiendo un régimen militar con cierta apariencia parlamentaria por el general Suharto, que desencadenó una sangrienta represión contra el Partido Comunista, el apoyo occidental y el desarrollo económico permitió la permanencia en el poder de Suharto durante 35 años.

c.- La desmenbración de Indochina:

A diferencia de Gran Bretaña, Francia puso en marcha con la constitución de 1946 la formación de la Unión Francesa, la integración bajo soberanía francesa de todos los territorios coloniales. El intento de mantenimiento del imperio con escasos cambios tuvo escaso éxito, y por el contrario, deparó uno de los procesos descolonizadores más sangriento. El primer fracaso se produjo en Indochina.

Como en las zonas anteriores, el imperio francés en Asia también fue ocupado por Japón, contra el que lucharon distintos movimientos nacionalistas. El más importante fue la Liga para la independencia de Vietnam, dirigido por el comunista Ho Chi Minh, su lucha contra el colonialismo francés y la resistencia contra la ocupación japonesa no sólo fortalecieron su mandato y la organización interna del partido, sino que le legitimaron para proclamar la independencia tras la retirada japonesa. Tras la guerra Francia recuperó la mayor parte de Indochina, pero no el norte vietnamita; al mismo tiempo, la metrópoli se debatía entre las tesis negociadoras del general Keclercq, la voluntad abandonista de políticos destacados de la IV República o la reconstrucción del orden colonial promovida por el alto comisario Dárgenlieu, quien al final logró imponer su tesis: concesión de altos grados de autonomía a los distintos pueblos indochinos, pero no la independencia. La resistencia del Vietming y la oposición de los colonos franceses a abandonar la Conchinchina (Vietnam del Sur) hicieron que definitivamente estallara la guerra (1946).

Como el movimiento independentista de Ho Chi Minh estaba impregnado de ideología comunista y contaba con la ayuda de la recién creada República Popular China, Francia presentó ante la comunidad internacional la guerra como un esfuerzo por contener la expansión comunista en Asia, lo que provocó el apoyo financiero de EEUU, aunque no su intervención. Durante más de 7 años los ejércitos francés y las fuerzas nacionalistas dirimieron una encarnizada y sangrienta guerra; hasta que en 1954, tras la derrota francesa en la batalla de Dien Bien Phu, se negoció una tregua y una conferencia internacional celebrada en Ginebra reconoció la independencia de Indochina, dividida en los estados de Laos, Camboya y Vietnam, que a su vez se subdividía temporalmente en 2 zonas: el norte con gobierno comunista y el sur pro-occidental.

d.- Oceanía:

Oceanía está formada por más de 3.000 islas diseminadas en el Pacífico; tras la II Guerra era la zona del planeta con mayor número de territorios no soberanos. El proceso descolonizador llegó mucho más tarde que en Asia y Africa, a finales de los 70 sólo habían conseguido la independencia Australia, Nueva Zelanda y Samoa-Sísifo; a finales de siglo el número de países soberanos se ha multiplicado y posiblemente seguirá aumentando. La característica principal de esta independencia fue el orden pactado de traspaso de soberanía, lo que permitió el surgimiento de estos nuevos Estados en un clima de colaboración y continuidad institucional.

  • La descolonización de Africa: panarabismo y negritud.

El cenit de la expansión colonial europea se había producido con el rápido reparto de Africa tras el Congreso de Berlín de 1890; su disgregación se produjo con igual rapidez, en apenas un lustro se desarrolló la emancipación de la mayor parte de las colonias. La disolución de los imperios europeos en Africa dio paso a la creación de múltiples Estados con problemáticas y características muy diferentes. A pesar de su heterogeneidad, se pueden hacer 3 grandes bloques: los Estados arabizados de religión musulmana, el Afrina negra subsahariana y los países del sur con importantes minorías blancas.

a.- La independencia del Norte de Africa y el panarabismo.

Fue tras la Guerra cuando la conciencia nacional d los países de cultura musulmana se intensificó y generalizó. En todos estos países existía un partido independentista que, mediante negociaciones (excepto Argelia) arrancó de la metrópolis crecientes cotas de autogobierno hasta la independencia. A diferencia de lo ocurrido en Asia, la política descolonizadora francesa propició el entendimiento y la trasferencia de soberanía de un modo pactado; ya en 1956 la ley Deferre autorizó al gobierno a conceder amplios regímenes de autonomía a sus territorios coloniales. El paso definitivo lo dio el general De Gaulle cuando convocó un referéndum en todas las colonias durante septiembre de 1958 para la integración de las mismas en la Comunidad Francesa, previa concesión de independencia. Dos años después todo el Africa sahariana, del Senegal al Chad eran independientes.

Este proceso fue facilitado por la experiencia de los territorios norsaharianos. Colonia Italiana desde 1912, Libia proclamó su independencia con el triunfo aliado como monarquía tripartida (1951) y luego como Estado unitario (1963); un golpe de Estado depuso al rey y proclamó la República Arabe Socialista, dictadura militar dirigida por el coronel Ghadafi, que persiste inalterable. Túnez había sido invadido durante la guerra, por lo que su término supuso el retorno de la administración francesa; el terrorismo del partido Neo-Destur, dirigido por Habid Burguiba, forzó a Francia a conceder la autonomía en 1955 y la independencia en 1956. Ese mismo año consiguió su independencia definitiva Marruecos, que como Túnez no había sido una colonia sino un protectorado.

La emancipación más dramática fue de Argelia, donde una importante presencia de colonos franceses se oponían a la concesión de la independencia. Durante más de 7 años la política francesa se centró en la represión militar contra las fuerzas independentistas del Frente de Liberación Nacional dirigido por Ben Bella; esta formación integraba corrientes ideológicas diversas (demócratas, islamistas y comunistas) con un objetivo común, la independencia. La guerra, nunca declarada oficialmente, costó la vida de centenares de miles de personas, víctimas tanto de las acciones de guerra como del terrorismo y la tortura. La situación fue tan grave que supuso el fin de la IV República y la subida al poder del general Charles de Gaulle, quien promovió los Acuerdos de Evian, que contenían la celebración de referendum para la independencia, aprobada y proclamada en julio de 1962.

Estas independencias se vieron apoyadas y a su vez promovidas por un extenso movimiento religioso-cultural: el panislamismo o panarabismo. Desde Marruecos a Pakistan, desde las fronteras de la URSS al sur del Sahara, el panislamismo reforzó los movimientos nacionalistas, oponiéndose al europeismo colonialista y fomentó vínculos comunes. Las causas que motivaron el desarrollo del panarabismo fueron la formación de élites dirigentes en la Europa de los años 30, donde el nacionalismo era la principal virtud política; la creación en 1945 de la Liga Árabe; la constitución en Palestina del Estado de Israel, el conflicto por la nacionalización del canal de Suez por Egipto (1956), etc.

b.- El Africa subsahariana y la negritud:

En menos de 2 décadas desaparecieron los imperios coloniales europeos del Africa negra; la primera colonia en desaparecer fue Ghana en 1957 y cerraron tardíamente el movimiento emancipador las excolonias portuguesas de Mozambique y Angola en 1974. Entre ambas fechas casi medio centenar de nuevos Estados fueron constituidos instaurándose en ellos gobiernos negros. A diferencia de Asia y el Africa musulmana, las potencias concedieron las independencias a los nuevos Estados subsaharianos de un modo pactado y generalmente pacífico. Pero la conformación de estos Estados no fue sencilla, aflorando inmediatamente después de la emancipación las contradicciones internas: poblaciones desestructuradas, élites dirigentes europeizadas incapaces de comunicar con la mayor parte del país, instituciones ajenas a la tradición local, falta de infraestructuras, etc. Las autoridades trataron de solucionar estos problemas de muy diferentes modos, pero en gran parte de los nuevos Estados se acabó imponiendo un gobierno fuerte, generalmente de carácter militar.

La rápida y pacífica concesión de independencia hizo que muchos de estos países mantuvieran una asociación voluntaria con su exmetrópolis, además de prevalecer las culturas europeas como ejemplo a mantener y el idioma como vehículo prioritario de comunicación en la zona. Esta continuidad política y sobre todo cultural y económica motivo la aparición de un movimiento contrario, la negritud, una toma de conciencia y una recuperación del orgullo africano; la plasmación de este movimiento encontró en el cambio de nombre de países y capitales su manifestación más sencilla y en la persecución de inmigrantes blancos y asiáticos la más dramática.

c.- Desarrollo de los nuevos países y neocolonialismo:

En apenas 3 décadas fueron constituidos en todo el mundo casi un centenar de nuevos Estados, surgidos de la descomposición de los imperios coloniales. El fin del colonialismo trajo consigo la independencia política, pero no un auténtico autogobierno; las instituciones al estilo europeo, pero no unos sistemas democráticos; la soberanía estatal, pero no la libertad de los pueblos.

A diferencia de los países islámicos y Asia, los pueblos del Africa subsahariana no habían desarrollado movimientos nacionalistas, las fronteras surgidas de las declaraciones de independencia respondían al reparto que las potencias coloniales europeas habían hecho durante el S. XIX, incluyendo a poblaciones de una notoria diversidad étnica y cultural, en ocasiones abiertamente enfrentadas; por el contrario, existían pueblos cuyos territorios se encontraban divididos en dos o más Estados. Por ello, los procesos de independencia fueron iniciados por élites de las clases europeizadas, permaneciendo la gran masa poblacional ajena al cambio.

La conformación de los nuevos Estados independientes creó numerosas tensiones, siendo comunes a toda esta zona los conflictos armados y los enfrentamientos raciales. Los modelos institucionales importados de Occidente no tardaron en ser sepultados por las respectivas realidades nacionales, donde la organización tribal ha sido el modelo tradicional, esto hizo que la deseada democracia fuera sustituida por regímenes militares, los cuales impusieron un verdadero neocolonialismo.

  • Oriente medio y la creación del Estado de Israel:

Un caso particular de descolonización se produjo en Palestina, don de por decisión de la ONU se realizó una partición territorial con la creación de 2 Estados, Israel y Palestina. El conflicto estalló incluso antes de la concesión de independencia, desestabilizando toda la región de Oriente Medio desde entonces, y produciendo 4 guerras desde la proclamación del Estado de Israel.

a.- Los orígenes del conflicto:

Desde que en 1896 se celebrara el Primer Congreso Mundial del Sionismo, el movimiento político para la creación de un Estado propio del pueblo judío fue articulándose. En 1917 se produjo la Declaración Balfour, que reclamaba para ese futuro Estado el territorio bíblico Israel y alentaba una emigración hacia él. El final de la II Guerra y la concesión del protectorado de Palestina a Gran Bretaña favoreció esa emigración, que se incrementó tanto que a mediados de los años 30 debió regularse mediante cupos anuales para impedir que la comunidad árabe quedase en minoría y frenar el crecimiento de altercados.

El final de la Guerra transformó el escenario, el conocimiento de la magnitud del holocausto llevado a cabo por los nazis, las nuevas líneas de la política exterior de EEUU y el repliegue colonial británico posibilitaron el incremento de la emigración hacia Palestina y la organización allí de grupos sionistas que culminaron con la creación del Consejo Nacional Judio (CNJ). Este llevó a cabo una doble estrategia: reclamación de un Estado Independiente, contando con EEUU como principal valedor internacional, y presión sobre las autoridades británicas mediante agitaciones y atentados terroristas para que pusieran fin a su control colonial.

b.- De la proclamación de Israel a la crisis de Suez:

En 1947 la ONU aprobó la partición del territorio del protectorado palestino en 2 Estados (Resolución 181), correspondiendo a la comunidad árabe el 45% del territorio dividido en 3 zonas y a la judía el 55% de un territorio continuo; Jerusalén se declaraba espacio internacional; este reparto no fue aceptado por los representantes paletinos y los países árabes de la zona, pero si por el CNJ. Siguiendo el mandato de la ONU, el 15 de mayo de 1948, las autoridades y el ejército británicos se retiraban de Palestina; el mismo día se proclamaba el Estado de Israel y se constituía un Gobierno provisional presidido por Ben Gurion.

Esta proclamación desencadenó la primera guerra árabe-israelí (mayo de 1948 - enero de 1949), entre el recién nacido Estado israelí y una coalición árabe (Transjordania, Irak, Siria, Líbano, Egipto y Arabia y Yemen). La anterior introducción clandestina de armas y la formación de un ejército propio sirvió a Israel no sólo para parar la ofensiva árabe, sino para ocupar aún más territorio del inicialmente reclamado. La firma del armisticio permitió a Israel consolidar su control sobre el 78% del territorio, mientras el bando árabe se dividía y del proyectado Estado de Palestina sólo quedaba Gaza (administrada por Egipto) y Cisjordania (anexionada a Transjordania), lo que impidió su proclamación como Estado soberano y motivó el éxodo de más de 700.000 personas.

La victoria permitió la consolidación de Israel, un nuevo Estado con una orientación política económica distinta a las de los países de la zona. Su régimen parlamentario estuvo dominado desde el principio por los partidos laborista y conservador; con la presencia minoritaria de partidos religiosos. La política de inmigración permitió el desarrollo de un innovador sistema de cooperativas agrarias al tiempo que en las ciudades se establecía un importante tejido industrial.

En los países árabes la derrota, sentida como una humillación, motivó una castada de cambios. Transjordania se transformó en Jordania, cuyo rey Abdullah fue asesinado, sucediéndolo Hussein (1952), que supo alinearse con las posturas prooccidentales. En Egipto, el rey Faruk fue depuesto por un golpe militar por Gamal A. Nasser (1952). En Irán, el Sha Reza Pahlevi, debió solicitar ayuda británica para frenar un movimiento contrario liderdo por Mossadegh.

La inestabilidad de la zona hizo que el enfrentamiento de las superpotencias se extendiera a Oriente Próximo, donde las potencias europeas aún tenían grandes intereses. Las tensiones alcanzaron su punto más crítico cuando Egipto decretó la nacionalización del Canal de Suez (1956), en manos de empresas franco-británicas, en respuesta a la negación de créditos internacionales. La crisis de Suez estalló cuando Francia y Gran Bretaña, con apoyo de Israel, decidieron atacar Egipto desencadenando la segunda guerra árabe-israelí. Mientras las potencias europeas bombardeaban El Cairo, Israel ocupó la península de Sinaí; EEUU u la URSS amenazaron con intervenir, lo que obligó a la retirada de los europeos, al repliegue israelí y la mediación de la ONU.

c.- La expansión de Israel:

El no reconocimiento del Estado de Israel por los países árabes de la zona obligó a la creación de un fuerte ejército, a la vez profesional y popular; y a una constante vigilia armada. Ante los movimientos diplomáticos de los países árabes, Israel lanzó un ataque preventivo que asegurara su control sobre enclaves estratégicos. Fue la conocida como guerra de los seis días (junio de 1967), en la que la aviación israelí inhabilitó la de sus enemigos en sus propios aeródromos, ocupando a continuación los altos del Golam, Cisjordania, Gala y la península del Sinaí. Israel quedaba constituido como gran potencia militar de Oriente Próximo y los países árabes firmaban la política del “triple no”: ni reconocimiento, ni negociación ni firma de paz.

El intento de revancha se produjo con al cuarta guerra árabe-israelí o del Yom Kippur (6 oct. 1973). La coalición árabe trató de recuperar los territorios ocupados en las guerras anteriores, pero la rápida reacción del ejército israelí logró mantenerlos, e incluso EEUU debió presionar para finalizar el conflicto y parar los planes expansionistas y de castigo de Israel.

d.- Paz por territorios:

La reiteración de las derrotas ante el común enemigo israelí fueron resquebrajando los esfuerzos por la unidad en el mundo árabe, al mismo tiempo que el gran número de exiliados palestinos creaba problemas en los países de acogida (Jordania y Libano). La diplomacia israelí consiguió romper la unanimidad surgida desde la Cumbre de Jartum, al establecer acuerdos bilaterales con algunos países musulmanes, el más importante fue con Egipto. El presidente Sadat se mostró dispuesto a la firma de la paz con Israel, lo que ratificó con los acuerdos de Camp David (sept. 1978), con la mediación de EEUU. Esto significaba la superación del “triple no” a cambio de la devolución de la península del Sinaí a Egipto. Era la primera aplicación de la fórmula “paz por territorios”, que a partir de entonces Israel manejó en sus negociaciones con el resto de países árabes.

Los grandes ausentes en Camp David eran los palestinos, como de hecho lo habían sido en los 3 últimas guerras árabe-israelíes, quedando el origen del conflicto superado por la dinámica de la política internacional. Si inicialmente los palestinos confiaron su causa a la acción de países árabes, con el tiempo decidieron estructurar su causa en un movimiento autonomo, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP 1964), liderada desde 1969 por Yasser Arafat. El aumento de influencia de la OLP, asentada en Jordania con el grueso de los refugiados, llevó a un enfrentamiento con el ejército de Hussein, que deparó su expulsión (1970) y trasladó al Líbano. Su aceptación internacional alcanzó su culminación en 1974 al ser reconocida por la ONU, pero el incremento de las actividades terroristas y la división árabe permitió a Israel lanzar un ataque sobre Líbano (1982), lo que obligó al traslado de las milicias palestinas a Túnez y sentó las bases de una guerra civil e internacional en Líbano. A pesar de graves enfrentamientos en 1988, el Consejo Nacional proclamó la creación del Estado Palestino sobre la base de la resolución 181 de la ONU, lo que de hecho significaba el reconocimiento de Israel. Sobre ésta base operaron las negociaciones de los años 90.

  • El Tercer Mundo:

La aparición en el panorama político y económico de un creciente número de países como consecuencia de los procesos de descolonización evidenció el surgimiento de una nueva realidad geopolítica. Para identificarlo, a partir de los años 50 surgió la denominación de Tercer Mundo, un bloque heterogéneo de países que no pertenecían al mundo occidental ni se habían vinculado a la URSS. El apelativo fue universalmente aceptado, pues permitía identificar una realidad de gran diversidad; pero además, en un período caracterizado por la bipolaridad de la guerra fría, reunía a todos aquellos países que no estaban explícitamente implicados en alguno de los dos bloques.

Cultural, étnica, geográfica, económica, y políticamente los países del Tercer Mundo eran muy diferentes entre sí y la evolución posterior hizo que tal agrupamiento fuera cada vez más difícil de sostener. Tanto es así que surgieron denominaciones alternativas, centradas en aspectos económicos: Norte-Sur es un concepto geopolítico aún menos preciso, pero evidencia la fractura del mundo actual entre los países ricos y pobres.

a.- Organización Política:

La heterogeneidad política de los países del Tercer Mundo es la característica fundamental. No sólo conviven algunas monarquías y mayoritariamente repúblicas, sino que se combinan regímenes democráticos de estilo occidental con otros de corte socialista o revolucionario, gobiernos civiles, militares, etc.

Junto a esta debilidad de los regímenes políticos de carácter parlamentario, la característica fundamental es el gran número de regímenes autoritarios, en la mayor parte de los casos ligados al acceso de los militares al poder. El peso del ejército en estos países fue consecuencia del propio proceso de independencia y sobre todo de la dinámica de la guerra fría, al convertirse muchos en escenario interno o internacional del enfrentamiento entre las superpotencias. El militarismo se revistió a menudo de un fuerte sentimiento nacionalista y en ocasiones suplió la falta de una administración y una clase política estable.

Las grandes dificultades que se encontraban en la transformación de sociedades desarticuladas y subdesarrolladas, unidas a un fuerte sentimiento antioccidental consecuencia del proceso de independencia o del mantenimiento de la influencia económica de la exmetrópoli, hicieron que muchos países del Tercer Mundo vieran en la revolución un atajo para solucionar sus problemas. Este potencial revolucionario de transformación social se hizo real en contadas ocasiones (Cuba, Nicaragua, Vietnam); los regímenes que se autodefinían como revolucionarios en realidad respondían a movimientos anticolonialistas surgidos en el período de la independencia. Frente a estos modelos de movimientos revolucionarios clásicos, en el Tercer Mundo se han producido otro tipo de revoluciones de tipo integrista. Las más importantes han sido las de inspiración fundamentalista islámica, entre las que destaca la revolución chiíta que derrocó al Sha de Irán o la de Afganistán.

b.- Los desafíos sociales:

Una de las transformaciones fundamentales de la segunda mitad del S. XX fue el crecimiento exponencial de la población en los países del Tercer Mundo. La transición demográfica que los países occidentales llevaron a cabo desde mediados del S. XIX aún no se ha producido en los países subdesarrollados. La bajada de la mortalidad y el mantenimiento de la natalidad han producido unas tasas de crecimiento vegetativo entre el 2 y el 3 por mil anual, dando lugar a una población muy joven. La introducción de prácticas higiénicas y sanitarias desde los países industrializados ha contribuido a hacer descender la mortalidad y alargar la esperanza de vida, pero hasta la fecha las políticas de control de la natalidad han fracasado.

Consecuencia directa de este crecimiento y del déficit de desarrollo económico ha sido la mala calidad de vida, tanto en medios materiales de subsistencia como en infraestructuras sociales. La segunda gran consecuencia ha sido el proceso de urbanización seguido en estos países, similar al producido en los países del Norte pero considerablemente más acentuado y rápido. Si en 1975 una cuarta parte de al población vivía en zonas urbanas, en 2000 ya lo hacían el 40% (megaciudades). Consecuencia de este éxodo es la multiplicación de problemas típicos de las grandes concentraciones humanas.

c.- La economía del subdesarrollo:

Aunque existe una gran diversidad entre la economía nacional de unos países y otros, las características comunes son la pobreza media de sus habitantes, una estructura económica y social dualista (minorías enriquecidas y mayorías en la miseria) y una incapacidad crónica para general recursos propios para alcanzar el desarrollo económico.

Las causas de esta situación residen en una estructura económica determinada por una escasa diversificación económica, unas relaciones de intercambio desfavorables con las economías desarrolladas y una estructura de gasto con el predominio de las partidas militares sobre las dirigidas a prestaciones sociales.

2.- AMÉRICA LATINA ACTUAL:

Los Países situados al sur del río Grande presentan una gran heterogeneidad entre sí, pero también en su propia conformación interna; núcleos industriales junto a zonas agrarias atrasadas, minorías cultas al lado de grandes masas analfabetas, áreas de desarrollo económico equiparable al occidental rodeadas de regiones donde la subsistencia es la norma. A pesar de esta heterogeneidad, de la compleja evolución política y la profusión de contrastes que obligan a un puntual análisis de cada caso, también se encuentran rasgos comunes que permiten definir la especificidad y la unidad global de América Latina.

  • Crecimiento demográfico y conflictividad social:

Uno de los rasgos más sobresalientes de América Latina ha sido el gran crecimiento demográfico de la zona. Si a comienzos del S. XX tenía apenas 60 millones, a mediados alcanzaba 159 y en 1990 440. Este aumento ha sido motivado por el descenso de la mortalidad, gracias a la mejora en las condiciones de vida y la elevación del nivel de sanidad y el mantenimiento de la natalidad. A su vez la población se encuentra muy desigualmente repartida, con altas densidades en el centro de México, el este brasileño y estuario del río de la Planta, frente a la práctica despoblación de la amazonía o norte de Chile. Sin embargo, el rasgo más significativo ha sido el abandono de las zonas rurales, motivado por la pobreza. En casos puntuales, esta concentración urbana se ha producido de un modo extraordinario, hasta conformar algunas de las megalópolis más grandes del mundo (México, Buenos Aires, Rio, etc). Lo que ha tenido consecuencias negativas, ante la imposibilidad de atender las necesidades de infraestructuras y viviendas, incrementar el mercado laboral e integrar a la población; el resultado ha sido la ampliación constante de barrios marginales, con una población desempleada o subempleada, con pésimas condiciones de vida.

Sin embargo la conflictividad social no sólo responde a la degeneración del crecimiento urbano, ahondando sus raíces en los altos niveles de analfabetismo, en la oposición campo-ciudad, en la diversidad étnica y cultural, y de un modo especial en el muy desigual reparto de la riqueza.

  • Economía: del modelo de sustitución de importaciones a la “década perdida”.

La economía de los países más desarrollados de América Latina durante el primer tercio del S. XX se basó en la exportación de productos agro-ganaderos y minerales. Pero la crisis de 1929 provocó el hundimiento de las economías exportadoras. Dependiendo de la fortaleza de cada país, desde comienzos de siglo había comenzado a desarrollarse los tejidos industriales propios, que desde los años 30 absorbieron recursos del sector exportador, alcanzando sus mejores resultados inmediatamente después de la II Guerra Mundial.

La reconstrucción industrial de los países desarrollados contrajo de nuevo los mercados importadores para los productos latinoamericanos, troncando el modelo de desarrollo industrial implantado. A partir de ese momento se comenzó a barajar la teoría de la dependencia, según la cual las causas del atraso económico latinoamericano estaban determinadas por la subordinación y la dependencia respecto de los mercados y los centros de poder occidentales que determinaban la cuantía y los precios del mercado internacional, motivando un desigual intercambio entre productos industriales y los agrarios y materias primas.

La conclusión a la que se llegaba era que todo país que basara su economía en estos productos se iría progresivamente empobreciendo, condenándose al subdesarrollo. En consecuencia, se desarrolló el modelo de sustitución de importaciones: políticas industrializadoras encaminadas a abastecer y potenciar el mercado interno y reformas agrarias, no en el sentido social del término, sino consistentes en una mayor capitalización y mejor explotación de la tierra. Tanto los regímenes populistas nacionalistas como sus alternativas socialistas defendieron este modelo de industrialización nacional con tintes autárquicos, promovido prioritariamente por el Estado y defendido por fuertes aranceles proteccionistas.

Aunque este modelo de desarrollo industrial a la larga no consiguió crear el tejido industrial sólido y estable en la mayor parte de los países (salvo México y Brasil), la economía de América Latina creció en las 3 décadas siguientes a la II Guerra, gracias sobre todo a las exportaciones de materias primas. La expansión económica mundial favoreció este crecimiento multiplicando las corrientes de comercio exterior y las cifras de ingreso, urbanizando la sociedad y posibilitando una modernización general, sobre todo en las ciudades. Gran parte de los recursos generados se invirtieron en la industria, lo que posibilitó que la tasa de crecimiento anual de la producción industrial creciera. Este crecimiento aumentó los desequilibrios al generar fuertes tensiones inflacionistas, absorber buena parte de los recursos exportadores, incrementar el déficit de la balanza de pagos y favorecer el endeudamiento exterior.

Al producirse estos desequilibrios al mismo tiempo que el “milagro” japonés y el boom europeo se buscaron alternativas para acortar el creciente déficit de desarrollo con los países occidentales. La primera opción fue confiar en la ayuda económica exterior, pero no obtuvo ni el monto ni los resultados esperados. La segunda opción, con gran predicamento en los círculos intelectuales latinoamericanos, profundizaba en la teoría de la dependencia, señalando que las soluciones capitalistas al subdesarrollo estaban condenadas al fracaso; en consecuencia se apostaban por la construcción del socialismo, bien mediante procesos revolucionarios y planificación económica (Cuba), a través de sucesivas reformas y nacionalización empresarial (Chile de Salvador Allende) o una conjunción de ambos (modelo sandinista de Nicaragua).

Desde finales de los 70 Latinoamérica entró en la peor crisis de su historia; pero sería en los 80 cuando la crisis generó un estancamiento generalizado, disparó las tasas de inflación e hizo caer la renta per capita; razones suficientes para que esta gran depresión haya sido denominada la década perdida.

  • Evolución política de los países latinoamericanos:

El sistema político basado en el Estado de derecho ha sido una excepción en los países latinoamericanos durante la mayor parte del S. XX; desde el final de la Guerra Mundial las características principales de la vida política de la región (salvo Mexico) ha sido la inestabilidad.

Los regímenes oligárquicos del S. XIX se fueron reformando en liberales al final de la centuria y, con grandes dificultades, se transformaron en democráticos en las primeras décadas del S. XX, pero la mayoría fueron destruidos por dictaduras a partir de los años 30. Las dificultades y resistencias hacia la democratización, ya evidentes con antelación, a partir de 1929 encontraron argumentos. Dictaduras militares y regímenes personalistas, en ocasiones con dimensiones fascistas, si bien con una nueva caracterización: el populismo. Fusionando la figura del caudillo salvador con un discurso interclasista y nacionalista, el populismo mantuvo unos programas de reformas sociales que legitimaban el acceso al poder y otorgaban el apoyo de las clases más desfavorecidas, mientras se ejecutaban políticas de reforzamiento del poder de las élites socioeconómicas. Ej.: Perón en Argentina.

Desde la década de los 70, a este conjunto de regímenes dictatoriales, caudillismos populistas y democracias limitadas se unió un nuevo modelo: el socialismo revolucionario triunfante en Cuba. Desde su comienzo, el régimen castrista mostró su determinación en llevar su experiencia a otros países latinoamericanos, autoidentificándose como la alternativa popular contra el subdesarrollo, la hegemonía oligárquica y el imperialismo estadounidens. El prestigio del modelo persistió hasta los 80, cuando la evidencia del fracaso económico del modelo castrista antecedió a la descomposición del bloque soviético esta influencia decayó.

Sin embargo, aún más importante fueron las consecuencias reactivas que ocasionó la revolución cubana. El alineamiento cubano con la URSS en plena guerra fría no sólo ocasionó el bloqueo del régimen castrista, sino que fortaleció las alternativas de fuerza en el resto del continente, auspiciadas por EEUU. Las doctrinas de seguridad estadounidense coincidieron con las posturas más reaccionarias de los distintos países americanos, conduciendo a la proliferación de dictaduras militares. Si la intervención militar en política no era en absoluto una novedad, si lo fue el sistema tomado y el resultado político. Mientras que antes de la intervención se producía en apoyo a un caudillo militar, a partir de entonces era el ejército como institución quien asumía el poder en nombre de la seguridad nacional. La característica fundamental de estas dictaduras militares fue la violación sistemática del Estado de Derecho, y los derechos humanos, llegando sus máximas manifestaciones a Chile, Argentina y Uruguay.

Dentro de la heterogeneidad política latinoamericana, el caso más excepcional es el de México. El triunfo y la posterior “domesticación” de la revolución, institucionalizada a través del largo gobierno del PRI, marcaron una evolución política caracterizada por la estabilidad y por el mantenimiento de un régimen democrático de partido único. Surgido a iniciativa del presidente Calles a finales de los años 20 y reformado por Cárdenas diez años después, no fue hasta 1946 cuando el partido gubernamental tomó el definitivo nombre de Partido Revolucionario Institucional. La II Guerra permitió a México dar el salto de una economía agraria a una industrial, basada en las exportaciones de materias primas y alimentos. Tras la posguerra se produjo un fuerte crecimiento industrial, apoyado por inversiones extranjeras. Durante los años 70, el populismo de Echevarría y el programa nacionalizador de López Portillo no supieron aprovechar la coyuntura favorable del ascenso del precio del petróleo ni reducir las desigualdades sociales, a pesar de multiplicar el presupuesto del Estado. La caída de precios de 1981 significó la primera bancarrota nacional y para solucionar el problema de la deuda externa, fueron elegidos presidentes tecnócratas (de la Madrid, Salinas de Gortaria), que reflotaron la economía, introdujeron programas privatizadores, frenaron el crecimiento de la burocracia y multiplicaron el comercio exterior; pero durante sus presidencias se evidenció el agotamiento del modelo priista, saltando a la luz pública la fuerte corrupción.

La vida política de Cuba durante el S. XX ha estado monopolizado por gobierno tutelados por EEUU y regímenes totalitarios. Las estructuras políticas se degradaron con las dictaduras de Machado en los años 20 y Batista en los 50, pero la economía ofrecía perspectivas optimistas, saliendo de la dependencia del azucar, con el turismo y las inversiones extranjeras. A pesar de contar con fuertes contrastes, Cuba era uno de los países ricos del continente; sin embargo la profunda corrupción política y la degradación social sentaron las bases del más importante movimiento revolucionario de Latinoamérica. A pesar de un primer fracaso en 1953, tras un desembarco desde México se consolidó un núcleo guerrillero en Sierra Maestra cuyo dirigente principal era Fidel Castro. El apoyo campesino y del proletariado urbano, unidos a la descomposición del régimen de Batista, permitió la victoria de la guerrilla y su entrada en La Habana el 1 de enero de 1959. Aunque los planteamientos revolucionarios eran nacionalistas y antiimperialistas, la guerra fría y la creciente influencia soviética introdujeron el componente marxista.

En Colombia se ha mantenido una continuidad democrática durante la segunda mitad del siglo, a pesar de que comenzó con la dictadura populista del general Rojas Pinilla (1953-87) a cuyo fin se reinstauró el sistema constitucional, si bien con un modelo oligárquico bipartidista. El final de la prosperidad cafetera y el triunfo de la revolución cubana fueron los gérmenes del gran cáncer político de Colombia: la guerrilla (FARC, EPL, ELN, M-19 y los paramilitares). El amplio apoyo popular de las clases más desfavorecidas, la migración rural hacia las grandes ciudades y el desarrollo del tráfico de drogas sirvieron para sostener las más antiguas y fuertes guerrillas de toda latinoamérica. Desde los años 80 a la violencia generada por la guerrilla se sumó la aparición de poderosos cárteles de la droga, que vertebraron fuertes grupos financieros con una capacidad de corrupción a todos los niveles del Estado.

De igual modo, Venezuela comenzó la segunda mitad de siglo bajo la dictadura de Pérez Jiménez. Su final en 1958 inauguró un nuevo sistema de partidos, dominado por Acción Democrática y COPEI, partidos que se han alternado en el poder hasta finales de los 90, con la llegada de Chavez. La gran riqueza nacional, el petróleo, ha sido también la causa de un desarrollo muy reducido del resto de la producción industrial y aún más de la agricultura; el sistema de subvenciones estatales y la facilidad de importar productos manufacturados y agrarios contribuyeron a crear una enorme deuda exterior cuando los precios del petróleo bajaron, lo que a su vez produjo una espiral inflacionista que incidió en las clases medias y bajas, desestabilizando el país.

Getulio Vargas fue uno de los más señeros caudillos populistas. Ocupó la presidencia de Brasil en 1930 y en 1937 un autogolpe de Estado le sirvió para instaurar el Estado Novo, basado en una constitución que lo definía como “democracia autoritaria o de suprema auroridad” . a pesar de contar con el apoyo de las élites, el paternalismo de Vargas fue derrotado por una reacción conservadora en 1945, pero volvió a la presidencia en las elecciones de 1951. La nacionalización del petróleo , el apoyo a la creación de una gran industria, sin menoscabar la producción agraria, se complementaron con un fuerte intervencionismo estatal, una economía dirigida y una centralización creciente. lA oposición política conservadora, la presión de la izquierda y el abandono de EEUU llevaron a Vargas al suicidio en 1954. Le sucedió J. Kubitschek que mantuvo la misma línea económica. El desarrollo económico tuvo su paralelismo en el político, pro la recuperación democrática fue cortada en seco en 1964 con un golpe de estado que fundamentó un régimen totalitario militar que duró 20 años; los recursos naturales, la ductilidad del gobierno ante presiones externas y las demandas de Occidente permitieron un período de desarrollo económico hasta finales de los 70. Las necesidades de reactivación obligaron a iniciar una transición que culminó en 1985 con la celebración de las primeras elecciones libres.

Aunque sin duda el más paradigmático ejemplo de populismo fue el de Juan Domingo Perón en Argentina. El crecimiento exportador argentino desde finales del S. XIX había creado un país rico, con una amplia clase media y una pujanza cultural considerable, lo que permitió el avance de la democracia. El viraje hacia el autoritarismo se produjo en 193; aunque la guerra mundial propició el retorno al sistema democrático, lo impidió de nuevo un golpe de estado (1943), ocupando Perón la Secretaría de Trabajo, el Ministerio de Guerra y la Vicepresidencia. En las elecciones de 1946 se impuso por estrecho margen al frente de un conglomerado de sindicalistas, sectores de clase media y el apoyo del ejército y la Iglesia. Su gestión pretendió alcanzar el carácter de doctrina política: con base en un nacionalismo exacerbado, pretendió llevar a cabo un gran desarrollo industrial y exportador, con una política social avanzada. El alejamiento de los poderes fácticos que le habían apoyado y la anarquía política y económica fueron los que propiciaron el intento de golpe de estado que el propio Perón llevó a cabo en 1955, pero terminó en el exilio. Sin embargo, el peronismo, institucionalizado en el Partido Justicialista, se convirtió en el movimiento social de mayor ascendencia en Argentina; los gobiernos civiles y militares de los 20 años siguientes trataron de erradicarlo sin éxito. Los gobiernos militares (Videla, Viola y Galtieri) sextuplicaron la deuda externa, alcanzando una inflación del 250% y la industria se derrumbó; sin embargo, lo más grave fue la guerra sucia llevada a cabo contra la ciudadanía, siento torturados y asesinados miles de ciudadanos. En un último intento de movilizar a la opinión pública a su favor, el ejército invadió las islas Malvinas, pero el fracaso de la guerra produjo la apertura y la transición. La presidencia de R. Alfonsín estuvo caracterizada por el esfuerzo de limpieza del sistema; el peronismo retornó al poder de la mano de C. Menem, si bien sus postulados neoliberales y las prácticas de gobierno entraban en contradicción con los fundamentos del movimiento peronista.

Chile era el país de más larga tradición democrática de América Latina hasta los años 70, asentada en un sistema de partidos oligárquicos que lentamente fueron profundizando en el sistema democrático. En 1970 alcanzó el poder al frente de una coalición de izquierdas (Unidad Popular) el socialista Salvador Allende que pretendió aplicar la “vía chilena hacia el socialismo” una transformación de las estructuras sociales y económicas desde el marco constitucional mediante prácticas parlamentarias. Su estrecho margen en la victoria no le posibilitaron llevar adelante su programa. En el interior, una cerrada oposición parlamentaria y la pérdida de confianza de las clases medias y en el exterior EEUU que veía la victoria de Allende como un peligro en el marco de la guerra fría; provocaron movimientos en el ejército, el cual con el apoyo de EEUU, los grandes empresarios y la radicalización social, llevaron a que el 11 de septiembre de 1973 se asaltara el Palacio de la Moneda dando paso a una larga y dura dictadura militar cuyo hombre fuerte sería Augusto Pinochet. La gestión económica de la dictadura, en especial en los años 80, sería de corte neoliberal, con la privatización de las empresas públicas, la reforma agraria y la reestructuración de la industria. Sin embargo, las prácticas dictatoriales, con la correspondiente represión social hicieron que en el año 1989 Pinochet debido a la presión interior y exterior llamara a un plebiscito para la continuidad del régimen; la victoria del no abríó las puertas a un retorno al sistema democrático, si bien tutelado por un ejército en el que el propio Pinochet mantenía todo su poder.

TEMA 24º:

EL PRIMER FRANQUISMO, 1939-1953

El Régimen de Franco fue una dictadura personal con burocracias militar, clerical y de partido único del Estado. Hubo unas fases de predominio de la burocracia militar, del falangismo de estado durante la guerra mundial y de los nacional-católicos entre 1945 y 1957.

Se puede definir una primera fase del régimen de Franco hasta 1953, en vez de 1945 o 1957-59 pues los rasgos que dominaron el primer franquismo fueron, más que el predominio del partido único FET de las JONS, siempre débil y enseguida burocratizado, o la presencia significativa de la Iglesia en el poder político a través de Acción Católica y Nacional de Propagandistas, el aislamiento internacional, la represión de los vencidos, y la miseria de posguerra. Una posguerra que trajo consigo la regresión económica a niveles inferiores a los prebélicos, manteniéndose el racionamiento hasta 1952. La inserción en el orden occidental de la guerra fría se vio retrasada hasta la firma del pacto con EEUU y el concordato con el Vaticano de 1953. Los presos de la guerra en su mayor parte habían salido de la cárcel en 1950 y la resistencia del antifranquismo había sido desarticulada al comienzo de los 50. No deja de resultar significativo el hecho de que la tentativa de reorganizar a los principales adversarios de las fuerzas contrarrevolucionarias, es decir, de reconstruir las direcciones clandestinas de UGT y CNT, fueran cortados por la represión de 1953. Del mismo modo la acción guerrillera había sido definitivamente liquidada hacia 1952.

Tras el fin de la guerra, en el primer franquismo hubo una etapa de hegemonía nacional-sindicalista hasta 1945 y una segunda etapa en la que la visibilidad de los nacional-católicos se hizo mayor y que podría prolongarse hasta 1957. Hay también autores que prefieren destacar la fecha de 1959 por lo que el Plan de liberalización y estabilización económicas supuso para la transformación de la sociedad española. Sin embargo, la preparación de este Plan había comenzado en 1957 y, en buena medida, era resultado de la ayuda técnica y económica del pacto con EEUU de 1953.

1.- LA REPRESIÓN:

La dictadura de Franco se asentó sobre la destrucción del orden republicano, sobre al prohibición de todas las libertades democráticas. La liquidación de ese orden democrático se realizó mediante lo que Paul Preston ha caracterizado como una consciente inversión de terror. Terror que después del final de la guerra todavía quitó la vida a unas 40.000 personas de la demonizada anti-España. Ministros, diputados, dirigentes de partidos y sindicatos, maestros, funcionarios, intelectuales, pero sobre todo, campesinos sin tierra y jornaleros fueron víctimas de una espiral de terror sin precedentes. Según el balance de Santos Juliá se unían a los 90.000 fusilados partidarios del Frente Popular durante la guerra y los 60.000 del bando franquista. Esta represión fue especialmente dura en provincias como Sevilla, Cordoba, Badajoz y Zaragoza.

Las pérdidas de vidas durante la posguerra a causa de la represión directa se vieron incrementadas por las muertes por enfermedades asociadas al hambre como la tuberculosis.

A los consejos de guerra sumarísimos por rebelión militar que, al menos, eliminaban la violencia arbitraria del período bélico, se sumaron otros instrumentos represivos como la Ley de Responsabilidades Políticas de febrero de 1939, con efectos retroactivos hasta octubre de 1934, la Ley de Represión de la Masonería y el Comunismo de marzo de 1940, la Ley de Seguridad del Estado de marzo de 1941 y la Ley de represión del Bandidaje y el Terrorismo de abril de 1947. Estas dos últimas leyes fueron los instrumentos principales para la desarticulación de toda resistencia de los supervivientes durante la posguerra. Por ejemplo, la Ley de Seguridad del Estado condenaba a muerte a todo aquel que se resistiera por las armas y a penas entre 8 y 30 años al que “ejecutare actos directamente encaminados a sustituir por otro el Gobierno de la Nación”.

El nuevo Estado del 18 de julio, la España nacional-sindicalista querida por los falangistas, prohibió los partidos políticos y sindicatos, derogó los estatutos de autonomía de Cataluña y País Vasco, declaró ilegales las huelgas y estableció una férrea censura. El matrimonio civil y el divorcio fueron suprimidos, se limitó la libertad religiosa, la mujer fue relegada a una minoría de edad legal y la homosexualidad fue perseguida mediante la Ley de vagos y maleantes (1954).

Además de los encarcelados en España, hay que tener en cuenta que cerca de un cuarto de millón de españoles había tomado el camino del exilio aunque, tras los retornos forzados por el comienzo de la II Guerra, las cifras de los refugiados se estabilizarían en torno a los 150.000. una vez finalizada la contienda mundial, un nuevo ciclo migratorio a medio camino entre las motivaciones políticas y económicas aumentarían el balance del exilio.

Aparte de los represaliados a causa de la guerra, las cárceles empezaron a ser depositarias de las víctimas del franquismo de posguerra. Por ejemplo, según la estadística de la Guardia Civil, entre 1943 y 1949 la guerrilla trajo consigo la muerte de 3.000 personas y cerca de 22.000 encarcelados. Entre 1946 y 1949 fueron detenidos por la brigada político-social acusados de actividades antifranquistas unas 8.000 personas. Las sentencias de Tribunales Militares en los años centrales de la década de los 50 fueron de un millar al año.

A la privación de libertad o la incautación de bienes habría que añadir las miles de depuraciones de funcionarios del Estado, cuyas víctimas principales fueron maestros, y los innumerables despidos y desahucios de arrendatarios de tierras. La libertad de movimiento de las personas también resultó restringida. Cerca de la cuarta parte de los antiguos presos en libertad condicional fueron desterrados de su lugar habitual de residencia.

Una vez consolidada la dictadura y liquidada la resistencia, las cifras de la represión fueron más moderadas. Por ejemplo, Manuel Ballbé ha establecido 5.040 condenas de Tribunales Militares entre 1954 y 1959, existiendo unos 6.000 presos políticos al finalizar la década de los 50. El resurgimiento de una nueva oposición y la protesta social tarjo consigo la detención de 1.698 personas en 1956 y unos 1.000 con motivo del estado de excepción de 1969. El secretario general de UGT en el exilio contabilizó unos 5.000 encarcelados entre 1958 y 1971. Por otro lado, el Tribunal de Orden Público, establecido en 1963 para sustituir a la jurisdicción militar en delitos de propaganda y asociación ilegal emitió unas 300 sentencias por año entre 1969 y 1972, alcanzándose las 500 en los últimos 3 años de la dictadura. En 1974 el TOP abrió unos 1.400 sumarios que inculpaban a unas 6.000 personas, obreros en su mayor parte. Unos obreros que fueron objeto también de despidos y desposeídos de cargos sindicales electivos.

En suma, la dictadura de Franco tuvo en la represión la principal clave de su supervivencia, alentando el recuerdo de la guerra e impidiendo la reconciliación entre los españoles.

2.- LA HORA DEL NACIONAL-SINDICALISMO:

El nuevo sistema político se articuló en torno al caudillaje del general Franco, nombrado jefe de Estado el 1 de octubre de 1936 por la junta de militares sublevados contra el Frente Popular. Un jefe de Estado con plena capacidad ejecutiva y legislativa que reunió, además, la jefatura del gobierno hasta 1973, el mando de las fuerzas armadas y del partido único FET y de las JONS. Aunque en 1942 el régimen se dotó de unas Cortes orgánicas, es decir, en las que estaban representadas por elección indirecta la familia, el municipio y los sindicatos del Movimiento, la cámara o fiscalizó nunca la acción del gobierno de Franco. En realidad, las Cortes eran una representación del Estado más que de los españoles. Solamente desde 1947 se organizaron elecciones municipales mientras que la representación familiar, elegida mediante sufragio universal masculino se vio postergada hasta 1967, y las primeras elecciones sindicales para los escalones más bajos de los sindicatos se celebraron en 1944.

La unificación forzada de las fuerzas políticas de la coalición reaccionaria del bando de Franco en abril de 1937 en el seno de Falange Española Tradicionalista y de las JONS no supuso, sin embargo, que el partido único fuera la vía exclusiva para hacer política durante la dictadura. Como ha destacado Javier Tusell, en su seno pervivieron las familias políticas originarias, esto es, los falangistas, los católicos, los monárquicos y los carlistas. Los gobiernos de Franco, renovados cada 5 años en términos generales, reunían a representantes de las diversas familias de FET y de las otras burocracias (militares, Iglesia) de la coalición contrarrevolucionaria bajo el arbitraje del jefe de Estado. Aunque el régimen de Franco no fue una dictadura militar en sentido estricto, el ejército ocupó un 40% de los principales cargos de la Administración.

El partido único fue una creación desde el nuevo Estado, es decir, que los fetistas no controlaban al Estado como el partido fascista italiano o el comunista soviético, sino que ocurría lo contrario. El partido se fue convirtiendo en una burocracia del Estado. Los gobernadores civiles se hicieron con las jefaturas provinciales de FET después de 1941, Auxilio Social, pasó a depender de los gobernadores civiles, las milicias del partido fueron militarizadas y el sindicato del Movimiento tuvo un ministerio propio entre 1938-3939 y 1969-1977, dependiendo del Ministerio-Secretaría General del Movimiento entre 1939-1969.

El falangismo de estado tuvo la pretensión de encuadrar a toda la población mediante secciones como el Frente de Juventudes, la Sección Femenina, el Sindicato Estudiantil Universitario, los Sindicatos y Hermandades de Agricultores y Ganaderos. El Fuero del Trabajo de marzo de 1938, adoptado a semejanza de la Carta di Lavoro del fascismo italiano, pretendía que todos los factores de la economía quedaran encuadrados en Sindicatos Verticales.

Un elemento esencial de la fascistización intentada durante 1940 era el encuadramiento masivo de la población en los sindicatos de FET. La Ley de Unidad Sindical de enero de 1940 y la Ley de Bases de la Organización Sindical de diciembre de 1940 sentaron las bases del monopolio sindical de FET y la configuración del Sindicato Vertical. Las leyes de unidad sindical agraria de sept. De 1941 y de cooperación de enero de 1942 obligaron a que las entidades adictas al régimen en el mundo rural, como los sindicatos agrarios católicos, la asociación de ganaderos y las cámaras agrarias, se incorporaran al sindicato de FET. De este modo, la Iglesia se vio privada de sus sindicatos y cooperativas teniendo que conformarse con la constitución de asociaciones obreras de Acción Católica después de la II Guerra Mundial.

Sin embargo, la pretensión de encuadramiento masivo de FET no se tradujo en una movilización de masas. El primer delegado nacional de sindicatos Gerardo S. Merino fue destituido en 1941 tras un desfile de los productores en Madrid. aunque se decretó la cuota sindical obligatoria, en 1949 el número de afiliados no suponía más de la mitad de la población activa. Las Hermandades de Labradores de FET se convirtieron en una entidad paraestatal, controlada por las oligarquías agrarias, más que en un verdadero sindicato agrario.

Las primeras elecciones sindicales de 1944, 47 y 50 estuvieron controladas por las delegaciones provinciales de sindicatos, dependientes de Gobernación y del Movimiento, permitiendo la implantación de la red territorial del sindicato vertical. Algunos antiguos militantes de las organizaciones obreras fueron elegidos enlaces sindicales, o en otros casos, forzados al colaboracionismo pero las jerarquías quedaron reservadas a militantes del FET. La delegación nacional de sindicatos quedó encomendada al católico Fermín Sanz Orrio y desde 1951 al populista José Solís, que habría de desempeñar también la Secretaría General del Movimiento desde 1957.

La Junta Política del partido único fue dirigida, con peeminencia sobre el secretario general, por Ramón Serrano Suñer, cuñado de Franco, quien además acumuló los Ministerios de Gobernación y Exteriores hasta las sucesivas crisis del gobierno de 1941 y 1942. Serrano fue el responsable del acercamiento a las potencias fascistas durante la Guerra Mundial y de una tentativa de “fascistización” del régimen especialmente intensa en 1940. Quiso elaborar una Ley Orgánica del Estado que atribuía a la Junta Política de la FET la función de enlace entre el Estado el partido y reducía el papel del Gobierno y las Cortes. Sin embargo, la oposición de católicos y militares al monopolio fetista del poder terminó provocando su caída. Con el nombramiento de José Luis Arrese como ministro-secretario general de FET ras la crisis de gobierno de 1941, Serrano perdió el control del partido además de la cartera de Gobernación que pasó al coronel Galarza. La caída de Serrano concluyó tras un incidente en el santuario de Begoña en el que unos falangistas arrojaron unas bombas en la concentración de carlistas presidida por el general Varela, ministro del ejército. En septiembre de 1942, Franco, aconsejado por Carrro Blanco, responsable de la presidencia del gobierno, prescindió de Serrano Suñer, del general Varela y de Valentín Galarza, ministro de Gobernación desde mayo de 1941. Franco mostró capacidad de arbitraje y de ejercer el poder como una dictadura personal sin tener que responder ante el partido o el ejército.

La caída de Serrano permitió un progresivo viraje del régimen hacia posiciones más neutrales durante la Guerra Mundial y el enmascaramiento de la cercanía ideológica con las potencias fascistas.

3.- EL ANTIFRANQUISMO:

  • Diáspora y fragmentación:

La derrota de la guerra civil no hizo sino agravar las líneas de fractura dentro de los partidos y sindicatos de la zona frentepopulista. La división del PSOE entre los partidarios del gobierno de Negrín y los de la Junta de Defensa de Casado, fue la ruptura principal. En esta, subyacía la cuestión de las relaciones con el PCE. Aunque los seguidores de Negrín no querían ya la unidad orgánica de los dos partidos, eran partidarios de mantener la unidad de acción contra Franco. En cambio, la mayoría de los cuadros y de las bases socialistas defendían una rectificación de posiciones que permitiera recuperar la autonomía del partido respecto a otras fuerzas recomponiendo, en cambio, la subordinación de UGT frente a la concepción del sindicato como plataforma unitaria de los partidos obreros. Esta rectificación de la posición suponía, también, a corto plazo eliminar la dependencia, respecto de los partidos republicanos.

Los primeros pasos de esta ruptura se dieron en París en 1939. La Diputación Permanente de las Cortes en el exilio quitó la confianza al gobierno de Negrín creando la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE) en sustitución del Servicio de Evacuación de los Refugiados Españoles (SERE) que controlaban los partidarios del expresidente. La convergencia de los partidarios de Indalecio Prieto y de los republicanos, encabezados por el presidente de las Cortes y presidente en funciones de la República, Diego Martinez Barrio, trajo consigo eta primera fractura.

Sin embargo, la coexistencia de dos servicios de ayuda a los más de 150.000 refugiados que habían quedado en Francia y su imperio tras los primeros meses de la derrota trajo consigo una relativa pérdida de eficacia de los auxilios.

A pesar de la retórica antifascista del presidente Cárdenas, México no tenía medios para organizar el transtierro a Iberoamérica de los exiliados y sólo Santo Domingo y Chile habían aceptado pequeñas expediciones de refugiados aunque otros países como Cuba, Colombia, Venezuela y Argentina recibieran reducidos contingentes. Al final México relanzó la política de acogiada tras la derrota de Francia ante Hitler en el verano de 1940, organizando nuevas expediciones hasta 1942. De esta manera, en México se asentaron un total de 25.000 refugiados que se terminarían mezclando con los 50.000 de la vieja colonia de emigrantes económicos.

Los refugiados crearon toda una serie de centros políticos y regionales en México, insertándose en la cultura y la vida profesional del país. La política del exilio en México durante el período de la II Guerra fue una ampliación del fraccionamiento durante la guerra civil. Los socialistas se escindieron en 2 instituciones principales: el Centro Pablo Iglesias y el minoritario Centro Jaime Vera con seguidores de Negrín, constituyéndose nuevas comisiones ejecutivas del PSOE y UGT y las Juventudes Socialistas. El PCE también sufrió algunas disidencias causadas, sobre todo, por el rechazo de algunos cuadros a la política estalinista tras la firma del pacto germano-soviético de agosto de 1939. Las formaciones republicanas trataron de consolidar plataformas unitarias del republicanismo pero la pretensión de autonomía socialista y la línea de fractura entre los seguidores del antiguo presidente Negrín y los aglutinados por Martinez Barrio condenaron a un relativo eclipse a esta vieja familia política.

  • El relanzamiento de la política del exilio en México: la reconstitución del gobierno republicano.

A pesar de la fragmentación, el giro de la II Guerra a favor de los aliados en 1942 supuso que los exiliados trataran de recuperar el tiempo perdido en las disputas internas. Tras la invasión nazi de la URSS en 1941, el PCE abandonó la política sectaria de considerar la guerra mundial como un conflicto entre potencias capitalistas. De este modo, en 1941los socialistas negrinistas, encabezados por Ramón González Peña, y el PCE formaron una Unión Democrática antifascista. Sin embargo, los comunistas españoles abandonaron a su suerte a Negrín, tras el desembarco aliado en el norte de Africa y la total ocupación Nazi de Francia, emprendiendo el giro táctico conocido como la política de Unión Nacional. Por ella, todos los españoles antifranquistas al margen de su antigua pertenencia a la España del Frente Popular debían reunirse para derribar al tirano. En la Unión antifranquista podrían encontrar cabida los monárquicos, los sindicatos católicos y hasta el carlismo disidente. Aunque casi nadie hizo el menor caso a la llamada del PCE y menos los emergentes monárquicos y los sindicatos católicos, absorbidos por Falange.

Por su lado, Prieto y Martinez Barrio crearon una Junta Española de Liberación que podía ser el núcleo para la futura constitución de un gobierno en el exilio en 1943. Era una reedición de la conjunción republicano-socialista exclusivamente de partidos y sin presencia de los sindicatos UGT y CNT.

Aunque Juan Negrín siguió considerándose presidente legítimo del Gobierno en el exilio, la verdad fue que no pudo desarrollar una verdadera actividad cerca de las potencias aliadas. Además el giro de los comunistas hacia la política de la Unión Nacional en 1942 trajo consigo el estrechamiento de los apoyos de Negrín reducidos a una orla de antiguos colaboradores y una minoría socialista.

De este modo, la convocatoria de las Cortes en México en 1945 a las que el presidente mexicano Avila Camacho concedió extraterritorialidad, supuso el nombramiento de Diego Martinez Barrio como presidente en funciones de la República, pero este, decidió encargar la formación de un gobierno en el exilio a José Giral, destacado dirigente del Partido Izquierda Republicana. El gobierno de Giral dejó fuera a negrinistas y comunistas, incorporando con dificultades a los anarcosindicalistas. En 1946 el PCE entró, por fín, en el gobierno pero ese aumento de representatividad no significó una mayor capacidad política. Únicamente, países de la orla soviética, pero no la URSS, e iberoamericanos (México, Guatemala, Venezuela y Panamá) reconocieron al gobierno de la España Republicana en el exilio. La tardía reconstitución del gobierno exiliado supuso que su capacidad de acción política fuera muy restringida debido al comienzo de la guerra fría y a que los británicos alentaban la restauración de la monarquía en la persona de D. Juan.

El triunfo de la política plebiscitaria de Indalecio Prieto en el seno del PSOE en el verano de 1947 trajo consigo la caída del último gobierno unitario y representativo, encabezado por Llopis, también secretario general de los socialistas.

  • La oposición clandestina. De la ANFD a las relaciones con los monárquicos en torno al plebiscito:

Los primeros intentos de reorganización de los partidos y sindicatos que habían formado el frente antifascista tuvieron lugar, prácticamente, desde el mismo momento en que su puso fin a la guerra. En una primera fase, que se extendió hasta los momentos en que la victoria aliada en la II Guerra se empezó a considerar segura, la actuación principal de estas organizaciones estuvo marcada por la fuerte represión que el bando vencedor impuso sobre el enemigo, por lo que su actividad principal fue intentar rescatar de los campos de concentración o de las prisiones, a través de avales e informes falsos, a aquellos compañeros que más se habían significado durante la República o la guerra civil.

Según se aproximaba el fin de la guerra mundial, la opinión general de las diferentes organizaciones antifascistas españolas era que este supondría, como resultado lógico, la caída del régimen de franco con la ayuda de las potencias aliadas. Pero mientras en el exilio, imbuidos en cierto ambiente de euforia, se constituían alianzas que exigían la restauración inmediata de la legalidad republicana, las organizaciones del interior, para quienes acabar con el régimen de terror que estaban soportando era una cuestión de supervivencia, interpretaron que las condiciones bajo las cuales las potencias occidentales pretendían llevar a cabo el cambio de régimen en España, se basaba en el entendimiento de todas las fuerzas políticas enfrentadas al franquismo, lo que incluía que tras la contienda pretendían el fin de la dictadura, entre ellas, ls fuerzas monárquicas de D. Juan.

Esta concepción de la realidad hizo que en octubre de 1944se constituyera en España, la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas integrada por socialistas, libertarios y republicanos, siendo su presidente Régulo Martínez. La nueva Alianza llevó a cabo una serie de planteamientos que rompían abiertamente con las tesis manejadas en el exilio y si, por una parte, deba entrada en su seno a los comunistas en 1946, por otro, y mucho más importante, dejaba de apostar, como única posibilidad la de la vuelta al republicanismo.

En este contexto, Inglaterra, Francia y EEUU, publicaron una nota, el 4 de marzo de 1946, en la que se abogaba por el cambio hacia la democracia en España, aunque al mismo tiempo comunicaban su intención de no intervenir. Para estas potencias, la solución al problema español la tenían que encontrar el pueblo consiguiendo la retirada pacífica del franquismo, el establecimiento de un gobierno provisional y la posterior elección democrática. La publicación de esta nota provocó la intensificación de los contactos entre los representantes de la Alianza y los monárquicos , ya que un estancamiento de la situación podía suponer, como así sucedió, el afianzamiento de Franco en el poder.

El principal problema con el que toparon los negociadores fue la falta de confianza existente entre ambas partes. Los monárquicos tenían muy reciente la salida de España de Alfonso XIII y desconfiaban de que los resultados de un plebiscito les fuera positivo. Las organizaciones pertenecientes a la Alianza comprendían la imperiosa necesidad, si querían contar con el apoyo occidental, de llegar a un acuerdo con los monárquicos, pero no estaban dispuestos a aceptar la restauración de la monarquía sin el previo refrendo de las urnas; con lo que la situación se estancó en la aceptación o no del plebiscito por parte de la monarquía.

Otras diferencias internas de la Alianza dificultaron las negociaciones, como fue la posición del PC que se mostró contrario a dichos contactos, y en concordancia con el exilio, pretendía la restitución directa de al República; o la desunión entre socialistas y libertarios, que entablaron negociaciones, por separado, con los representantes de D. Juan, buscando el prestigio para su organización. Todos estos problemas supusieron el fin de la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas prácticamente a principios de 1948. Más tarde, en agosto de ese mismo año, fueron los socialistas, de la mano de Indalecio Prieto, quienes firmaron un acuerdo en San Juan de Luz, sin saber que días antes había tenido lugar un encuentro entre Franco y D. Juan en el que se acordó la educación de D. Juan Carlos en España.

En definitiva, la falta de confianza y auténtica voluntad de llegar a un acuerdo por parte de los monárquicos, las disensiones entre las diferentes fuerzas antifacistas y los cambios que estaban teniendo lugar en la situación internacional, entre otros el comienzo de la guerra fría, combinados con diferentes intereses económicos, políticos y estratégicos de las potencias occidentales malograron la mejor oportunidad que tuvo España para salir de la dictadura.

  • La Guerrilla:

La acción armada de posguerra a cargo de sectores de los supervivientes del Frente Popular se prolongó durante 20 años (1937-1957). Cabe distinguir entre la resistencia de los huídos para evitar la represión como, por ejemplo, la protagonizada por varios miles de soldados frentepolistas tras la caída del frente del norte de España, de las invasiones de guerrilleros, los llamados maquis, en su mayor parte encuadrados por el PCE, al ser liberados por los aliados el norte de Africa y Francia.

En realidad, la política de Unión Nacional defendida por los comunistas desde 1942, tras la invasión de la URSS por los alemanes, significaba que le partido encabezara un amplia insurrección en la que podrían colaborar todos los españoles menos los falangistas. El antiguo gobernador frentepopulista, el navarro Jesús Monzón, basó en esta concepción las infiltraciones de los Pirineos, y sobre todo, la ocupación de la guerrilla del Valle de Arán durante unos días del otoño de 1944.

Debido al sectarismo estalinista y el aislamiento político respecto al resto de las fuerzas frentepopulistas, la guerrilla se convirtió en el único horizonte político del PCE hasta 1954 e, incluso, se podría decir que un componente de las señas de identidad de los militantes comunistas de la dura posguerra. Aunque Stalin recomendó en 1948 a los dirigentes comunistas españoles la combinación de la resistencia armada con la infiltración en las instituciones del régimen, de forma especial en los sindicatos de FET, la guerrilla se mantuvo hasta su liquidación en 1952.

Sin embargo, la guerrilla, cuyo balance de víctimas ya vimos anteriormente, desde su retirada del Valle de Arán a cargo de Santiago Carrillo, careció de cualquier perspectiva más amplia que la de golpear esporádicamente a los representantes rurales de las burocracias militar y fetista. Su fin respondió a una consunción interna, a la liquidación de los guerrilleros, desde 1947 y hasta los primeros años cincuenta.

4.- DEL APOYO A LA EUROPA DE HITLER AL AISLAMIENTO INTERNACIOANAL:

Cabe distinguir 2 etapas fundamentales en la posición española ante la guerra mundial. La primera coincide con el predominio de la tentación fascista y el predominio político de Serrano Suñer entre las crisis de gobierno de agosto de 1939 y septiembre de 1942. Es el momento de la declaración de la “no beligerancia” española que en realidad significaba una prebeligerancia, un anticipo de la entrada en la guerra a favor del Eje. Hay que tener en cuenta que es momento de las victorias alemanas, de la fase conocida como la guerra relámpago. Esta prebeligerancia era más una voluntad de intervención a cambio de ventajas territoriales en Africa que una manifestación de solidaridad ideológica.

La segunda se abre con la llegada al Ministerio de Exteriores de Jordana, traduciéndose en una progresiva vuelta hacia la neutralidad, aunque no deja de haber contradicciones hasta el final de la guerra.

La entrevista entre Hitler y Franco en Hendaya en octubre de 1940 ha dado lugar a uno de los mitos de la propaganda franquista. Un mito que ha calado en la opinión pública y la memoria histórica de los españoles. Hoy en día, la historiografía ha demostrado que esa presunta resistencia de Franco es una entelequia.

En ese encuentro la cuestión de las ganancias territoriales a expensas de Francia jugó un papel fundamental. Las exigencias de Franco recibieron un jarro de agua fría pues Hitler manifestó que deseaba mantener la colaboración con la Francia de Vichy. En realidad, Hitler temía no sólo la irritación de Petain sino el hecho de que una redistribución provocara la ocupación británica del imperio francés o una decantación de las autoridades francesas coloniales hacia De Gaulle.

Aunque a Franco le parecía indignante una entrada en la contienda a cambio de casi nada, la realidad fue que firmó un protocolo por el que se comprometía a entrar en la guerra sin fijar una fecha precisa.

Se puede decir, en resumen, que Franco deseaba entrar en la guerra pero no estaba dispuesto a hacerlo por mera solidaridad ideológica con las potencias que le habían ayudado en la guerra civil sino de una manera que España participara en el reparto del botín. En cambio, España para Hitler era un país secundario que debía limitarse a una posición de suministro de materias primas. Esta actitud de Hitler, secundada por Mussolini, hizo que Franco y Serrano Suñer perdieran interés por la participación abierta en la guerra.

Además, hay que tener en cuenta que las dificultades alimentarias de posguerra que dieron lugar a una presión de Gran Bretaña y EEUU, y el cambio de rumbo de la guerra desde 1942 enfriaron los sueños imperiales franquistas.

Por otro lado, además de las dificultades económicas de posguerra, había un factor que hacía poco aconsejable la participación como era la escasa unidad interna de las familias políticas del franquismo (había fuertes tensiones entre militares y falangistas).

Hubo 2 momentos en los que la suerte de España estuvo a punto de unirse a las potencias del Eje: No cabe duda que en el momento de las victorias alemanas durante la guerra relámpago Franco no sólo no tuvo inconveniente en intervenir en la guerra sino que se ofreció a hacerlo. La capacidad de resistencia británica y las reservas nazis hacia las pretensiones territoriales españolas lo impidieron. Hitler temía que una política de concesiones a Franco en el área de Marruecos y Orán no sólo enajenase la Francia de Vichy sino las colonias cayeran en manos de los británicos. Estas concesiones imperiales a la España de Franco era la condición fundamental para la entrada en la guerra.

Por otro lado, los británicos contemplaron la posibilidad de tomar las Islas Canarias ante la posible cesión de una de las islas a los alemanes o la intervención alemana y española en Gibraltar.

La segunda se produjo tras el desembarco de los aliados en el norte de Africa en 1942. Franco eludió un compromiso efectivo dando facilidades a los aliados. Más grave fue la situación para Franco en el momento del desembarco aliado en Sicilia en 1943. A pesar de las estrechas relaciones establecidas con Mussolini desde la guerra Civil, Franco inmerso en un giro hacia una política de neutralidad y de cambio cosmético abandonó a su antiguo mentor. En realidad. Se puede decir que los servicios de información franquistas contribuyeron a la caída del régimen fascista de Mussolini al convencer a éste de que el desembarco de los aliados se produciría en Córcega y Grecia.

En cuanto a la contribución española a la causa de las potencias del Eje se puede resumir de la siguiente manera:

  • Por la División Azul pasaron unos 40.000 soldados españoles, siendo más de la mitad baja.

  • Las autoridades españolas contribuyeron al reclutamiento de batallones de trabajadores a Alemania.

  • Una cuarta parte del comercio exterior español iba a Alemania.

  • El suministro de materias primas. El wolframio constituía un elemento mineral decisivo para la construcción de material bélico.

  • La información y espionaje. La embajada alemana en Madrid tenía cerca de 500 empleados.

  • Los buques de guerra y los submarinos germanos fueron abastecidos en los puertos españoles.

Por el contrario, la contribución de los españoles a la causa de los aliados se puede resumir en: nada más comenzar la guerra, cerca de 93.000 exiliados fueron enrolados en unidades militares francesas o reclutados para trabajar en las fábricas de armamento. De éstos unos 8.000 ingresaron en las unidades de la legión extranjera, 50.000 en las compañías de trabajadores militarizadas, 10.000 en los regimientos de marcha y 25.000 fueron destinados a las fábricas de material militar.

Del conjunto de movilizados, unos 20.000 fueron hechos prisioneros al caer Francia. La mayor parte fueron destinados a las compañías de fortificaciones de la costa atlántica.

Más adelante, sin contar con los españoles que fueron reclutados voluntariamente para trabajar en Alemania, cerca de 30.000 refugiados fueron deportados, y de éstos unos 15.000 confinados en campos de concentración y exterminio nazis. La mayoría procedían de las unidades francesas de trabajadores extranjeros. Unos 8.000 terminaron en los campos de concentración y exterminio. De estos, unos 5.000 fallecieron, en su mayoría en el campo de Mathausen.

Por último, el balance de la participación de exiliados españoles en la resistencia armada, con el maquis francés, iniciado antes de la ocupación germana de la zona de Vichy en noviembre de 1942, alcanzó la cifra de 10.000 guerrilleros y resistentes, en buena medida encuadrados por el Partido Comunista. A esta cifra habría que añadir unos cuantos millares de soldados incorporados en las unidades militares de la Francia libre de De Gaulle.

  • Ostracismo internacional:

La derrota de Hitler trajo consigo una coyuntura internacional especialmente complicada para Franco. Además de la exclusión de las Naciones Unidas, países como México y Polonia trataron de demostrar no sólo el orígen y la colaboración con las potencias del Eje del franquismo sino que la pervivencia de la dictadura suponía un peligro para el orden internacional.

Las grandes potencias occidentales descartaron la intervención directa, pese a los deseos de Stalin. Las Naciones Unidas recomendaron la retirada de embajadores y la exclusión de la ayuda internacional para la reconstrucción. De este modo, España y Finlandia fueron los únicos países europeos excluidos por razones políticas del Plan Marshall. La opinión pública y los partidos y sindicatos democráticos jugaron un papel muy activo en la denuncia de la dictadura en foros como la Organización Europea de Cooperación Económica, la Organización Internacional del Trabajo o la UNESCO. Del mismo modo, debido al déficit democrático del régimen de Franco, la dictadura fue repudiada por el Movimiento Europeo y dada de lado de la organización defensiva del Occidente Democrático (OTAN).

Es cierto que el comienzo de la guerra fría trajo consigo una parcial rehabilitación del franquismo pero el reconocimiento nunca sería completo. El gobierno del presidente Truman fue admitiendo a Franco como posible aliado frente al expansionismo soviético, aunque las relaciones bilaterales no fueron entre iguales. No obstante, la exclusión del Plan Marshall fue parcialmente compensada por créditos. Las Naciones Unidas revocaron en 1950 la resolución que pedía la retirada de embajadores mientras que la administración de EEUU negociaba unos pactos militares (bases militares) con contrapartidas económicas que permitirían a Franco, junto con la firma de un concordato con el Vaticano la incorporación limitada al orden occidental de posguerrra en 1953.

5.- EL PREDOMINIO NACIONAL-CATÓLICO:

La victoria de los aliados trajo consigo un maquillaje de las características más fascistas del régimen. Una de las familias políticas del conglomerado contrarrevolucionario, la nacional-católica adquiriría a partir de 1945 especial viabilidad. De este modo, historiadores como Javier Tussel han definido una etapa nacional-católica entre 1945 y 1957. El nacional-catolicismo ha sido visto, por Alfonso Botti no sólo como un período del franquismo sino como una tradición de pensamiento católico y de relaciones entre el Estado y la Iglesia que hunde sus raíces en el S. XIX. La familia política nacional-católica tuvo su mayor expresión política durante la II República con el partido de Acción Popular de Gil Robles. Sin embargo, lo más característico de esta familia era la elitista Asociación Nacional Católica de Propagandistas y la masiva diversificada Acción Católica. Todo este movimiento católico fue partidario de la sublevación de Franco. Una minoría democristiana no obstante, colaboró con el Frente Popular sufriendo tras la guerra, la represión y el exilio.

El nombramiento de Alberto Martín Artajo como ministro de Asuntos Exteriores, conllevó un plan nacional-católico para la reforma de la dictadura, de manera que las instituciones mediatizaran la voluntad de Franco. Este programa, inspirado en el corporativismo católico no suponía una democratización del régimen ni una reconciliación con la AntiEspaña: pero sí una cierta promesa de liberalización política y supresión de los símbolos fascistas. Además de la cartera de exteriores, los nacional-católicos conservaban la cartera de Educación y, en general, obtenían el predominio en el ámbito de la cultura oficial. Las asociaciones del movimiento católico, aunque formalmente estaban incorporadas a FET conservaron un notable grado de autonomía.

De todas formas, esta mayor presencia y visibilidad de lo católico en la esfera política, de la sociedad y de la cultura no era nuevo ni supuso un giro en el régimen. La sociedad española siguió sufriendo represión, el racionamiento, el hambre y el aislamiento.

En todo caso, Angel Herrera Oria desde la ACN de P había concebido un plan de unidad católica en el que fue secundado por Martín Artajo y quien sería ministro de Educación entre 1951 y 1956, Joaquín Ruíz-Gimenez. Se trataba de salvar y consolidar en el mundo de la posguerra mundial al régimen de Franco. Para ello había que reformar al régimen como un estado confesional católico configurando de forma corporativa a partir de instituciones básicas como la familia, el ayuntamiento y el sindicato. Estos cauces de representación corporativa configuraría la llamada democracia orgánica. Mientras que las primeras elecciones sindicales fueron en 1944, las elecciones de concejales se demoró hasta 1948 y la representación familiar en las Cortes hasta 1967.

De todas formas, la iniciativa política más importante de la segunda mitad de los años 40 fue la Ley de Sucesión, seguida de un referendum en 1947. Por ella España se definía como un “Estado católico, social y representativo” y se declaraba constituido como un reino tradicional. El momento de la designación de un rey o de un regente como sucesor de Franco se dejaba abierto a la voluntad futura de Franco. El pretendiente a la casa de Borbón, D. Juan rechazó la Ley de Sucesión en el manifiesto de Estoril, en el que atento a la victoria de los aliados, hacía algunas promesas de democratización aunque su pensamiento y el de los monárquicos fuera el de un corporativismo católico.

Desde el cambio de gobierno de 1951, la política aperturista de Ruiz Gimenez en educación que trataba de incorporar a la España de Franco una parte de la tradición liberal, representada de manera peculiar por los falangistas Tovar y Laín, encontró, no obstante, resistencias no sólo del resto de la clase política sino en le seno del mismo nacional-catolicismo. Había además, en el pensamiento de Herrera una destacada preocupación por las desigualdades sociales que traería consigo con el paso del tiempo, una concienciación democrática de sectores del movimiento católico.

Los sucesos universitarios de febrero de 1956 y las huelgas obreras de esa primavera supusieron una crisis de la ACN de P al revelarse que una parte de la juventud comenzaba a distanciarse del franquismo.

Los conflictos entre burocracia falangista y el movimiento católico no hicieron sino crecer a lo largo de los años 50. No sólo las cooperativas agrarias, precedentes del catolicismo social, mantenían su independencia respecto a las Hermandades de Labradores de FET sino que las Hermandades Obreras (HOAC) criticaban la injusticia social y la ineficacia del sindicato vertical. Las protestas contra la subida del precio de los tranvías en Cataluña, País Vasco y Navarra fueron alentadas por estas entidades de Apostolado Obrero, junto a enlaces sindicales independientes, y los escasos supervivientes de la oposición obrera.

Estas protestas sociales, politizadas por la represión dictatorial, supusieron un punto de inflexión en la historia de los movimientos sociales durante el régimen pues salían a la escena nuevos actores y generaciones que no habían vivido la guerra cuando la oposición obrera histórica había sido prácticamente liquidada y tardaría años en ser reeestructurada.

A partir de entonces, sectores minoritarios del movimiento católico alentarían la creación de entidades políticas y sindicales de carácter democristiano.

TEMA 25º:

EL SEGUNDO FRANQUISMO, 1953-1975

La segunda pare del régimen se caracterizó por la transformación de la sociedad española, la inserción limitada en el orden occidental de la guerra fría, la creciente autonomía de la administración respecto al gobierno que permitiría la aparición de un grupo reformista y la división de la clase política franquista, y el resurgimiento de los movimientos sociales de oposición.

1.- LA POLÍTICA EXTERIOR:

La política exterior española después de los pactos con EEUU, en la era de la guerra fría, constituye un capítulo decisivo de los orígenes de nuestros días, cuyas características y principales objetivos fueron definidos durante la acción de gobierno del ministro Fernando Castiella. Los principales ámbitos de la política exterior española durante el segundo franquisto son los siguientes:

Durante la segunda mitad de los 50 el régimen completó el ingreso en los organismos internacionales. Al ingreso en la ONU en diciembre de 1955 y el retorno a la Organización Internacional del Trabajo en 1956 se sumó el ingreso en la Organización Europea de Cooperación Económica y el Fondo Monetario Internacional. Sin embargo, el déficit democrático impediría la entrada en la OTAN, el Mercado Común y el Consejo de Europa. Incluso la pertenencia a organizaciones internacionales como la Organización Internacional del Trabajo y la Organización Europea de Cooperación Económica no sería del todo cómoda dado el carácter tripartito (gobierno, empleadores y trabajadores) de la primera tribuna y la existencia de comités constitutivos sindicales en la segunda.

Pese a todo, a esas alturas, la dictadura había definido a través de los pactos bilaterales de 1953 con EEUU un “modus vivendi” peculiar con Occidente, manteniendo un nivel mínimo de intercambios bilaterales con los países europeos, iberoamericanos y árabes. Esto no quiere decir que no existieran limitaciones como pondrían de manifiesto, enseguida, el conflicto con Marruecos, la persistencia de una situación colonial en Africa y la política de liberalización y estabilización económica.

La etapa ministerial de Castiella se extendió durante casi 13 años. Una etapa en la que diseñó un programa de política exterior mediante el cual se pretendía incorporar a España a la corriente de unificación europea, sin descuidar las tradicionales relaciones con iberoamérica y los países árabes. España debía alcanzar el status de una potencia media europea, ser un igual entre las potencias occidentales, mediante una diplomacia pragmática y desideologizada que acallara los recelos hacia la dictadura. Para ello la política exterior del régimen pretendía una relación más paritaria con EEUU y un acercamiento a la Europa comunitaria. De manera secundaria, la estrategia de Castiella contemplaba un realce de las tradicionales relaciones con algunos países iberoamericanos y árabes. Unos vínculos históricos que permitieran una política de prestigio cuya contrapartida descansaría en el apoyo en las tribunas internacionales. Sin embargo, este programa global de política exterior no tuvo suficientemente en cuenta las limitaciones que conllevaba el carácter dictatorial del régimen. Obsesionado con la recuperación de Gibraltar, llegó a la conclusión de la inevitabilidad de la descolonización de Guinea, Ifni o el Sahara si se quería obtener el apoyo a las tesis españolas en los organismos internacionales.

Para mejorar la imagen del régimen, Castiella emprendió numerosos viajes por países occidentales. Esta diplomacia directa, junto a la mejora de las relaciones bilaterales con la V República francesa o la RFA, ayudaron al ingreso en los organismos económicos internacionales. De esta manera, se conseguía un respaldo financiero al Plan de Estabilización de 1959. Especialmente significativa fue la mejora de las relaciones con la Francia de De Gaulle. Además de la cooperación militar en Ifni y el Sahara, Francia vendió armamento a España y dificultó la actividad antifranquista de los exiliados. El gobierno de Franco apoyó a Francia como contrapartida en el problema argelino. El general De Gaulle respaldó la intención de Franco de ingresar en la OTAN al mismo tiempo que buscaba un dócil aliado en sus pretensiones de liderazgo europeo.

Tras la concesión, a remolque de Francia, de la independencia de la zona del protectorado de Marruecos en abril de 1956, las relaciones con el vecino del sur lejos de mejorar no hicieron sino enturbiarse. Los acuerdos de independencia ni siquiera habían definido los límites fronterizos del nuevo estado. El conflicto puso de manifiesto la debilidad internacional española y la vulnerabilidad del ejército.

Mientras que unas milicias armadas hostigaban a las unidades militares españolas en Ifni, Tarfaya y el Sahara, el movimiento nacionalista marroquí Istiqlal reivindicaba las imposibles fronteras de un “Gran Marruecos” que se extendiese a costa de Argelia y Mauritania. Estas reivindicaciones fueron impregnando al resto de partidos políticos marroquíes y el propio monarca Mohamed V las terminó asumiendo como objetivos nacionales. En agosto de 1957 el gobierno del sultán marroquí hizo suyas las reivindicaciones de los movimientos nacionalistas re clamando las zonas de Ifni y Tarfaya. Castiella se mostró dispuesto a negociar y a llevar, incluso, el pleito ante el Tribunal Internacional de La Haya. Sin embargo, en noviembre cerca de 2.000 hombres armados de un ejército de liberación atacaron a las guarniciones españolas, que tuvieron que replegarse hacia los nucleos urbanos de la costa. Las dificultades de suministro y la prohibición norteamericana para utilizar el armamento más moderno situaron al ejército español en una grave tesitura que traía el recuerdo de los desastres de las primeras décadas del siglo. Hubo que esperar a la colaboración francesa que mediante una convergencia de operaciones permitió la expulsión de las unidades irregulares marroquíes en febrero de 1958. Estas operaciones de limpieza coincidieron en el tiempo con una rebelión de la población bereber de la antigua zona de protectorado español en el Rif. Unos meses después, en junio, se alcanzó el alto el fuego de una pequeña guerra que, sin embargo, había costado la vida a más de 200 españoles.

Al devolver la zona sur del Protectorado (abril de 1958), España pretendía dar por concluido el proceso de descolonización en Marruecos. Sin embargo, la voluntad de resistencia en Ifni y el Sahara pronto habría de enfrentarse a un nacionalismo marroquí que extendió sus reivindicaciones a las plazas de Ceuta y Melilla. Las últimas tropas españolas abandonaron las zonas de protectorado en Marruecos en 1961 mientras que la mayoría de la población española residente tuvo que emigrar y desmantelar sus intereses.

Diez años después, en enero de 1969, España cedió el territorio de Ifni a Marruecos. Un territorio que si bien no había figurado nunca en el texto que estableció el Protectorado en 1912, había sido concedido a España mediante un tratado colonialista tras la guerra con Marruecos en 1860. Con esta concesión el gobierno de Franco esperaba que Marruecos congelara su presión sobre las plazas de soberanía y el territorio sahariano, sobre el que se hicieron grandes inversiones.

  • La ofensiva europea:

El 9 de febrero de 1962 el gobierno de Franco a través de Castiella, solicitó del Mercado Común una apertura de negociaciones para la asociación con vistas a una adhesión futura. Esta fórmula tenía implicaciones políticas pues pocos meses antes la Asamblea Parlamentaria de la Comunidad había aprobado el informe Birkelbalch que establecía que tanto la asociación como la adhesión plena exigía la existencia o la tendencia hacia un cierto nivel de desarrollo económico, de compromiso con el bloque occidental y de sistema democrático.

La reacción de los gobierno ante la petición española fue positiva en los casos de Alemania y Francia mientras que otras potencias europeas evitaron un pronunciamiento prematuro. Por el contrario, la petición de asociación desató campañas de opinión antifranquista. El Consejo de Ministros de la CEE realizó un acuse de recibo de la petición y, en mayo, el Consejo de Europa recomendó algún tipo de asociación económica siempre que se aprobaran cambios políticos. La coincidencia de la petición de asociación con las huelgas generalizadas de País Vasco y Asturias, y sobre todo, con la represión de los participantes en el Coloquio europeísta de Munich originó una nueva campaña internacional de condena del régimen.

El cambio del gobierno de Franco en julio de 1962 permitió contrapesar algo la mala imagen internacional que había traído consigo tanto la represión como las concentraciones y los discursos de contenido antiliberal. En enero de 1963 el Consejo de Ministros de la CEE trató la cuestión española. El gobierno de Bélgica fue el más beligerante contra la petición española, alegando al falta de libertad religiosa de los no católicos. Lo más decisivo, no obstante, fue el veto de De Gaulle hacia la solicitud británica de adhesión. Dos años después de la primera solicitud, el gobierno franquista volvió a insistir. En julio de 1964, la respuesta de Bruselas se limitaba a aceptar discutir los problemas que el desarrollo del Mercado Común planteaba a España sin considerar la perspectiva de la asociación. Hacia 1965 quedó claro que no se podía esperar ninguna concesión del Mercado Común. Mientras que los “aperturistas del régimen” habían esperado algún tipo de reconocimiento europeo que impulsara los cambios internos, las instituciones comunitarias exigían reformas democratizadoras antes de la asociación. Por fín, en 1967, la CEE ofreció un Acuerdo Preferencial. Esta oferta mucho mejor que un mero acuerdo comercial y tras 3 años de negociaciones en julio de 1970 terminó firmándose el Acuerdo Preferencial.

La otra gran apuesta de la gestión de Castiella para la normalización de España con Occidente fue la obtención de una relación más equilibrada con EEUU que cubriese las necesidades defensivas españolas. A pesar de los pactos el ejército español, seguía teniendo un armamento anticuado y el material más moderno no podía utilizarlo ante la creciente amenaza marroquí. Por otro lado, otros países europeos con bases americanas habían recibido mucha más ayuda.

Las bases de EEUU tenían armamento atómico por lo que la amenaza de una conflagración nuclear afectaba claramente a España. Además la independencia de los países norteafricanos era percibida por Franco y Carrero como el peligro añadido de una probable expansión del bloque comunista. Washington había respaldado a través de los organismos económicos internacionales la nueva política de liberalización económica del gobierno de Franco. Sin embargo, EEUU no estaba dispuesto a aumentar la ayuda económica directa y la cesión de material militar ni a prescindir de bases como la de Torrejón.

En este contexto la visita de Eisenhower a Madrid en diciembre de 1959 fue, además de propaganda e imagen para el régimen, el colofón de la firma de pactos bilaterales pero no trajo consigo una mejora del nivel de ayuda. La llegada al poder de Kennedy no ayudó a mejorar las expectativas franquistas. Además de la falta de apoyo en Marruecos, el gobierno norteamericano pareció en un primer momento dar alas a la oposición franquista, presionando para que España se desmarcara de posiciones colonialistas como la que mantenía Portugal. Para colmo Kennedy recibió con gran indignación la posición independiente de Franco respecto al régimen revolucionario cubano.

Finalmente, el 26 de septiembr de 1963 los pactos recibían una prórroga por 5 años sin apenas cambios. Desde una perspectiva simbólica el texto reconocía la importancia de España en Occidente, obligándose los americanos a negociar cualquier ampliación de la utilización de las bases y a apoyar a España en los organismos internacionales. Los 1.000 millones de dólares que habían esperado inicialmente los militares españoles se quedaron reducidos a 150.

  • La descolonización:

Tras el fracaso del proyecto de homologación europeo y de equilibrio con EEUU, el ministro Castiella regresó a sus obsesiones nacionalistas. La política de prestigio con Iberoamerica y los países árabes cobró mayor importancia sobre todo una vez que el ministro decidió plantear la cuestión gibraltareña en las Naciones Unidas. La internacionalización del problema de Gibraltar exigía resolver los restos de colonialismo español en Africa. Mientras que Carrero Blanco consideraba prematura la independencia de la nominalmente, desde 1959, provincia española de Guinea, Castiella era consciente de las implicaciones que la persistencia del colonialismo tenía para las aspiraciones hacia la CEE y Gibraltar.

Una vez que la diplomacia española se sumó al criterio descolonizador de las Naciones Unidas en septiembre de 1963, la cuestión de Gibraltar pasó a un primer plano. Un año después las resoluciones de la ONU pasaron a ser favorables a las tesis españolas de descolonización por lo que Castiella intentó compensar los avances en el objetivo de la recuperación del Peñón con sus fracasos ante Europa y EEUU.

Además Castiella inició una política de bloqueo y sanciones hacia Gibraltar que entorpecía las actividades económicas de la colonia. Esta política de enfrentamiento con Londres limitó las posibilidades españolas ante la OTAN y enturbió las negociaciones con EEUU.

El empecinamiento de Castiella llevó las relaciones con Gran Bretaña a un verdadero callejón sin salida. Además los EEUU no tomaron en cuenta las aspiraciones españolas respecto a la Roca prefiriendo mantener las líneas de su estrecha relación con los británicos. La huida hacia delante de Castiella, por ejemplo, en octubre de 1969 cerraba las fronteras y cortaba las comunicaciones telefónicas con Gibraltar, terminó siendo contraproducente para los intereses españoles. Además del fuerte enfrentamiento al Reino Unido, la obcecación de Castiella hizo que peligrara la renovación de los acuerdos con EEUU.

Tras la caída de Castiella, el nuevo ministro de Exteriors, el ingeniero y miembro del Opus Gregorio López Bravo, intentó quitar hierro a la cuestión de Gibraltar. Aunque la frontera siguió cerrada, el régimen abandonó las campañas de prensa y no volvió a plantear la cuestión ante la ONU. Las conversaciones bilaterales no permitieron la resolución del contencioso sino que, al contrario, favorecieron las maniobras dilatorias Gran Bretaña. Además las tentativas de estrangular la vida económica del Peñón terminaron reforzando los sentimientos de identidad nacional probritánicos de la colonia.

Gregorio López Bravo, presente en los gobiernos de Franco con la cartera de Industria desde 1962, mantenía un perfil de dinamismo y brillantez. Aunque estaba vinculado al sector tecnócrata, terminó enfrentándose a Carrero, debido al intervencionismo de éste en las relaciones con EEUU y el problema del Sahara. Su independencia y pragmatismo permitieron, además del enfriamiento del contencioso gibraltareño, concluir las negociaciones con la Comunidad y los EEUU en junio de 1970. En nuevo ministro fue mucho más consciente que su antecesor de las limitaciones exteriores que conllevaba la existencia de un régimen dictatorial y el peso real de España en la comunidad internacional.

Una vez resuelta la renovación de los acuerdos con EEUU, López Bravo pudo explotar las líneas de diplomacia multilateral diseñadas por Castiella, estableciendo relaciones con los países del bloque Comunista. Esta peculiar apertura al Este, permitió el establecimiento de relaciones consulares y acuerdos comerciales con la mayoría de estados comunistas. Incluso se llegó a establecer relaciones con China que tenía problemas de reconocimiento internacional. Al final de la dictadura únicamente países como México o Yugoslavia continuaban reconociendo oficialmente al gobierno de la república en el exilio.

A pesar de su pragmatismo, López Bravo no pudo evitar que los contenciosos con el Vaticano y las relaciones con Marruecos erosionaran su posición en el gobierno de Franco. Tras la clausura de la Conferencia de Seguridad Europea de Helsinki, en la que España desempeñó cierto protagonismo con un discurso de “tercera vía” que permitiera el establecimiento de una zona de seguridad colectiva en el Mediterráneo se produjo su cese.

En junio de 1973 era nombrado ministro Laureano López Rodo, estrecho colaborador de Carrero, su gestión en Exteriores fue paralela al breve período de presidencia del gobierno del almirante. Sus objetivos principales pasaban por la preparación de la renegociación de los pactos con EEUU, la obtención de mayores concesiones de la CEE y, sobre todo, la mejora de relaciones con el Vaticano. Otra política innovadora, abortada por cambios políticos como el asesinato de Carrero o la revolución portuguesa, fue un proyecto de unión arancelaria hispano-portuguesa.

Entre diciembre de 1973 y la muerte de Franco, Pedro Cortina Mauri desempeñó la cartera de exteriores. Al igual que Castiella, el nuevo ministro era especialista en Dcho. Internacional y partidario de la descolonización y autodeterminación del Sahara. La situación de agonía del régimen no fue, desde luego, la más propicia para una gestión diplomática brillante. Además la coyuntura exterior no fue nada favorable con nuestros vecinos más cercanos. Al temor al contagio de la revolución portuguesa, se unió la amenaza de guerra con Marruecos. De nuevo, la continuidad de las relaciones con EEUU cobraron absoluta prioridad.

El gobierno de Arias Navarro, ante la inminencia de la muerte de Franco, decidió eludir sus compromisos internacionales para la autodeterminación del Sahara, tratando de enfriar el conflicto con Marruecos que parecía derivar hacia el estallido de una guerra tras el inicio de la Marcha Verde. La debilidad final del régimen de Franco permitió la rápida firma de un Tratado en Madrid con Marruecos y Mauritania en noviembre de 1975. Al mismo tiempo que el Príncipe D. Juan Carlos visitaba las tropas españolas en el Sahara, el ministro del Movimiento José Solis había sido enviado a Marruecos para desactivar el conflicto. Mediante el Tratado de Madrid, España cedía la administración del Sahara a Marruecos y Mauritania con un vago compromiso de que las nuevas potencias administradoras procediesen más tarde a la descolonización. Al comienzo de 1976, según las tropas españolas abandonaban el Sahara, se iniciaba una guerra de resistencia del Frente Polisario, apoyado por Argelia que impedía una dominación estable marroquí y provocaría la retirada mauritana en 1979.

La dictadura de Franco iba a terminar su vida resolviendo in extremis su amarre con EEUU, y por tanto, su vinculación con Occidente, así como completando la descolonización de sus posesiones africanas, pero el endurecimiento de la represión durante 1975 y el ajusticiamiento de 5 terroristas el mes de septiembre, iba a desencadenar una última oleada de protestas de la opinión pública internacional.

2.- EL MOVIMIENTO Y LA ACCIÓN DE GOBIERNO:

La inesperada crisis de gobierno de febrero de 1957, considerada como una verdadera crisis de estado por los derrotados falangistas que habían seguido al ministro del Movimiento Arrese en un proyecto de darles más peso en las instituciones franquistas, trajo consigo una profunda remodelación de la clase política del régimen. No sólo cambiaron 12 de los 18 ministros, sino que las salidas de Giron o Martín Artajo y la marginación de Arrese pusieron fin a toda una época. Aparentemente, el tradicional juego de contrapesos entre las familias políticas siguió funcionando pero, en realidad, la mayoría de los nuevos ministros tenían un perfil ajeno a éstas. Nuevos ministros tan significativos como José Solis, Fernando Castiella o Mariano Navarro Rubio tenían unas experiencias políticas complejas que hacían difícil su encasillamiento en una única familia política.

Además con el transcurso de los años 70, se produjo la marginación o el pase a la oposición de fracciones de las familias franquistas tradicionales. Esto ocurrió sobre todo en el caso de los monárquicos y los carlistas pero incluso entre los falangistas y los católicos hubo una división respecto a su posición en el seno del régimen. Mientras que algunos monárquicos constituían la opositora y “juanista” Unión Española, parte de los nacional-católicos se sumaban a las nuevas formaciones democristianas y una fracción de los tradicionalistas constituían un renovado partido carlista, e incluso los falangistas radicales creaban grupos anti-régimen como Falange “auténtica” o un Frente Sindicalista.

La división de las familias franquistas y los nuevos alineamientos tuvieron que ver con la existencia de diversas tentativas de “institucionalización del régimen”. Se trataba de organizar una especie de pluralismo limitado en el seno del Movimiento Nacional. Esta prospectiva política, unida a las perspectivas de la sucesión en la Jefatura del Estado, llevó a un juego “aperturista” de intentar definir una izquierda y una derecha del Movimiento. Por un lado, un sector de los falangistas, vinculado sobre todo a Sindicatos, se autodefinía como la izquierda “nacional” con evidentes modulaciones populistas, mientras que el sector tecnócrata (sus miembros en mayoría eran del Opus Dei), tenían un proyecto de desarrollo económico y de configuración de un estado “social” de derecho sin democracia. Antes de la crisis de gobierno de 1965, por ejemplo, Navarro Rubio pensó presidir una asociación del Movimiento de derecha católica frente a otra dirigida en la “izquierda” por el falangista José Girón. En definitiva, los diversos “aperturismos” de los años 60 pretendían organizar un juego político de pluralismo limitado en el seno del régimen. Estos aperturismos estaban lejanos de un planteamiento democrático, ni siquiera de democracia limitada. No obstante, políticos del régimen como Manuel Fraga o Jose María de Areilza, todavía en su etapa ministerial en Información y Turismo o en el servicio diplomático, iban a ir perfilando una peculiar teoría del centrismo que permitiría la conversión de sectores del enemigo, de la oposición democrática como los socialistas, en meros adversarios. Además de éstos aperturismos se fue definiendo un sector “ultra” o “inmovilista” reacio a cualquier cambio. Un representante cualificado de estos sectores ultras fue el grupo Fuerza Nueva dirigido por le notario Blas Piñar.

En todo caso los deseos de apertura del Movimiento respondían a una realidad de anquilosamiento de su base y de incertidumbre ante la sucesión. Hacia 1965 el 50% de sus miembros pertenecían al mismo desde la inmediata posguerra, acercándose a una media de edad de 50 años. La pertenencia a organizaciones del Movimiento más activas como Sindicatos o el Frente de Juventudes no se traducía necesariamente en una militancia en el partido único. La gestión del nuevo ministro-secretario general del Movimiento, José Solís Ruiz, no ayudó a la politización del mismo sino a una mayor burocratización.

Las la derrota de la tentativa de “falangistización” de Arrese, el eje de la iniciativa política pasó al almirante Carrero y a su colaborador Laureano López Rodó. Catedrático de Dcho. Administrativo y miembro del Opus, había sido también falangista. Aunque había entrado en la política de la mano del tradicionalista Iturmendi, su promoción se debió a Carrero. Desde Presidencia ascendió en 1962 a la Comisaría de los Planes de Desarrollo, integrándose en el gobierno tras la crisis de 1965. Según Tusell su proyecto venía a representar una evolución hacia una “dictadura burocrática de contenido clerical”.

La nueva Ley de Principios del Movimiento de mayo de 1958 tenía un contenido político bajo pues, aunque ratificaba la condición de reino de España, se limitaba a enunciar una docena de bases que permitía el acuerdo entre las familias arbitradas por Franco. Otros proyectos de ley orgánica terminaron arrinconados aprobándose, en cambio, unas medidas de reforma de la Administración. Esta reforma permitió además de la racionalización burocrática, una progresiva separación entre Estado y Gobierno que, a medio plazo, habría de jugar un papel clave en la configuración del Estado de Derecho.

La Ley de Régimen Jurídico de la Administración de julio de 1957 regulaba los procedimientos y la organización del Estado, estableciendo una jerarquía normativa y la responsabilidad de los funcionarios.

Además de la reforma de la Administración la medida de más alcance del gobierno de Franco de 1957 fue el giro de la política económica. La Ley de Liberalización y Estabilización Económica de julio de 1959supuso un verdadero punto de inflexión no sólo del régimen sino de la historia reciente de España al facilitar la transformación de la sociedad española.

En mayo de 1959 la OECE había presentado un informe sobre la economía española que formaba parte de un programa internacional para la reorganización del sistema económico español en el que también participaba el FMI y EE. A cambio de las ayudas económicas, el gobierno devaluó la peseta, aumentó los impuestos, restringió el gasto público, elevó la tasa de interés y, sobre todo, completo la liberación del comercio exterior poniendo fin a la autarquía económica.

En el cambio de gobierno de julio de 1962 confluyeron un conjunto de factores. En primer lugar, el cambio se produjo después de los habituales 5 años de gestión ministerial que solía considerar Franco. Sin embargo, hay que tener en cuenta también el extraño accidente de caza que sufrió Franco en diciembre de 1961. El accidente ponía en cuestión el tema de la continuidad del régimen por lo que el nuevo gabinete incorporó la figura del vicepresidente del gobierno, a cargo del general falangista Muñoz Grandes. Otros acontecimientos imprevisibles como el estallido de las huelgas generalizadas de mayo de 1962 o el Coloquio europeista de Munich, un mes más tarde, ayudaron a que se realizase un amplio reajuste del gobierno. Del mismo desaparecieron los veteranos Arrese, Sanz Orrio o Arias Salgado, mientras que la incorporación más importante fue la de Manuel Fraga.

Los proyectos de institucionalización del régimen, dada la creciente incertidumbre por el futuro de Franco, no fueron obra de un solo ministro o grupo de ellos. Además de Fraga, otros ministros como Solís o el tándem Carrero-López Rodó prepararon diversos proyectos constitucionales. Sin embargo, la resistencia de Franco a cualquier limitación de su poder hicieron prematuras las tentativas. Planes de reforma del régimen como las asociaciones del Movimiento, una tercera cámara sindical, la sucesión o la separación de las figuras de la jefatura del Estado de la presidencia del gobierno fueron demorados durante años.

En el seno del gobierno de 1962, pero sobre todo en el formado tras el reajuste ministerial de 1965, se produjo un claro alineamiento de dos bloques y una lucha de tendencias. Por un lado, había un sector de ministros de orígen falangista pero con cierta propensión a las reformas políticas. Entre ellos, se encontraban sobre todo Fraga, Castiella y Solís, con el apoyo del almirante Nieto Antúnez y del vicepresidente Muñoz Grandes. Desde 1965, entre este bloque “aperturista” y el sector “tecnócrata” liderado por Carrero y López Rodó, hacía de puente arbitral el nuevo ministro de Obras Públicas, Silva Muñoz. Procedente de Acción Católica Nacional de Propagandistas, Silva simbolizaba la transformación y la división de la familia nacional-católica en el seno del régimen. La mayor parte de los nuevos ministros tendían a alinearse, sin embargo, con Carrero, quien en septiembre de 1967 pasó a desempeñar la vicepresidencia del gobierno en sustitución del agotado y regencialista Muñoz Grandes.

  • La ofensiva de los falangistas:

Tras el Plan de Liberalización y Estabilización Económica de 1959, José Solís intentó intervenir en el control de las consecuencias sociales de la nueva política económica. De este modo, se entrevistó en varias ocasiones con el ministro Navarro Rubio trasladándole las inquietudes del sindicalismo del Movimiento. En todo caso, Solís deseaba no quedar marginado de la nueva era del desarrollo.

En 1960 se ordenaba la creación del Congreso Sindical mixto de trabajadores, empresarios y técnicos, frente a la práctica anterior de 3 Congresos de Trabajadores, y se constituía un comité de relaciones con la Organización Internacional del Trabajo y nuevas agregadurías laborales dentro del Servicio de Relaciones Exteriores.

La modificación del reglamento de elecciones sindicales de julio de 1960 produjo un incidente con las asociaciones de apostolado obrero de Acción Católica y un interesante intercambio epistolar entre el arzobispo primado Pla y Deniel y José Solís. Las Hermandades Obreras de Acción Católica (HOAC) y la Juventud Obrera Católica (JOC) criticaron las limitaciones que para la verdadera representatividad tenía el nuevo reglamento. El primado salió en defensa de las asociaciones obreras de Acción Católica, en momentos de claro crecimiento de su influencia, aunque reconociendo que ni la obligatoriedad ni el carácter mixto de la OSE contradecía la doctrina social de la Iglesia.

La reforma sindical trataba de separar los Sindicatos respecto al Movimiento y el Estado, así como procedía a un incremento de la representatividad hasta la presidencia de los sindicatos nacionales y a una cierta “horizontalización” dentro de una especie de Confederación que preservara el principio del sindicato único y obligatorio. Las huelgas del bienio 1962-1963 y la consiguiente campaña internacional antifranquista, supusieron que Solís encargar al nuevo secretario general de la OSE, Pedro Lamata Mejías, el relanzamiento de la reforma sindical.

A partir de la constitución de los Consejos Nacionales de Trabajadores y de Empresarios en 1965, la Organización Sindical alcanzó plena autonomía presupuestaria y de personal respecto a la Secretaría General del Movimiento, si bien Solís continuó desempeñando la cabecera de ambas instituciones.

La Ley Orgánica del Estado había definido al Movimiento como “comunión” más que como organización política. Sin embargo, en la primavera de 1967 Solís impuso una Ley Orgánica del Movimiento que suponía un retorno a esquemas anteriores. Tras el ascenso de Carrero a la vicepresidencia, un contrariado Solís manifestó a Lopez Rodó su proyecto para que se creara una nueva vicepresidencia que englobara a los ministerios de Interior y del Movimiento y de la que dependiera un nuevo Ministerio de Asuntos Sindicales.

Durante el verano de 1966, al calor de la preparación de las elecciones sindicales, José Solís anunció la necesidad de una nueva Ley Sindical. Por un lado, los verticalistas pretendían revisar la vieja ley de 1940; pero la significación de esta reforma, que polarizaría las tensiones internas de la clase política franquista y los debates en los medios de comunicación durante los siguientes 5 años, estaban en el deseo de Solís de asegurarse una esfera de poder, independiente, no sólo del Movimiento sino del Gobierno, con vista a la previsiblemente próxima sucesión de Franco.

El siguiente paso importante fue la modificación del Fuero del Trabajo por la Ley Orgánica del Estado de 1 de enero de 1967. Aunque los cambios de la declaración XIII del Fuero no implicaban necesariamente la necesidad de una nueva Ley sindical, ésta fue reivindicada por la línea política de la OSE. En efecto, del Fuero del Trabajo desaparecían nociones como “Organización Nacional-Sindicalista del Estado” o “sindicato vertical”, para ser sustituidas por las de asociaciones representativas de trabajadores y de empresarios en el seno de la organización sindical.

El Congreso de la Organización Sindical de 1968 optó por la alternativa de elección de una terna que habría de presentarse a Franco. De esta manera se pretendía conjugar la representatividad con la dependencia respecto al gobierno y la pertenencia al Estado. Sin embargo esta fórmula fue lo que habría de provocar mayores rechazos entre el resto de la clase política franquista. Solís podría convertirse en una especie de ministro inamovible, con un poderosisimo grupo de presión incardinado dentro de la Administración con el que el gobierno necesariamente tendría que contar.

La ley sindical no fue aprobada hasta febrero de 1971 consagrando el carácter burocrático de los sindicatos oficiales, se había creado un Ministerio de Relaciones Sindicales, más que la representatividad.

  • La “institucionalización”:

Además de la reforma sindical, el gobierno de 1965 emprendió 3 medidas “institucionalizadoras” fundamentales como la Ley de prensa, la Ley Orgánica del Estado y la proclamación de un sucesor en la jefatura del Estado. La reforma normativa de prensa habría de tener unas consecuencias decisivas en la transformación de la cultura política del país. Con la nueva ley se ponía fin a una etapa de prensa orientada, rígida y bajo unas normas excesivas de censura. Aunque Fraga anunció desde el comienzo de su gestión la reforma, la realidad fue que tuberon que ser elaborados un rosario de borradores. Como resultado de los cuales la Ley de Prensa de 1966 contemplaba innumerables cautelas. Se consideraba como delito todo lo que atentase no sólo contra el jefe del Estado sino contra los vagos principios del Movimiento o la moralidad social. El Estado controlaba la difusión de las noticias del extranjero a través de la Agencia EFE, podía secuestrar preventivamente una publicación o recurrir a las sanciones administrativas. La libertad de expresión quedaba encorsetada bajo la invocación de la verdad, la moralidad o el respeto a las personas e instituciones. Por si fueran pocas estas limitaciones, la posterior modificación del Código Penal y la Ley de Secretos Oficiales de 1968 habrían de restringir todavía más la posición de la libre expresión. La realidad fue que la propia normativa de la Ley condujo a una multiplicación de expedientes seguidos de multas entre 1968 y 1969. Los incidentes más sonados fueron el cambio de titularidad de diarios nacionales como El Alcazar y el cierre, seguido de la voladura, del diario Madrid.

La proliferación de choques entre la prensa y el gobierno condujo a una espiral sancionadora con la que Fraga pretendía acallar las críticas de sus adversarios en el seno del régimen. El mero hecho de que la acción de gobierno fuera discutida en la prensa era objeto de reacción adversa entre la mayoría del equipo ministerial. Para el tecnócrata Laureano López Rodó no se podía admitir que el gobiernos e sentara continuamente en el banquillo de los acusados. A pesar de estas limitaciones y de la reacción adversa de la mayoría de la clase política franquista, la reforma de prensa permitió la multiplicación del número de publicaciones.

La otra medida, la Ley Orgánica del Estado, aprobada mediante referendum en diciembre de 1966, respondía a un proyecto de Carrero de 1958 alternartivo a los planes de Arrese. Sin embargo, el proyecto no volvió a ponerse sobre el tapete hasta finales de 1964. Otros ministros como Fraga, Silva Muñoz o Garrigues elaboraron proyectos constitucionales propios, pero finalmente el que prevaleció fue le de Carrero. Las habituales largas dilatorias de Franco se encontraron con una unánime presión del Consejo de Ministros en abril de 1965. En realidad, Franco estaba de acuerdo con la confirmación de la condición monárquica del régimen pero no acababa de decidirse por el papel que tenía que jugar en el futuro el partido único. Al final, el Gobierno terminó descartando los proyectos que regulaban de manera precisa la organización del Movimiento o la tentativa de los mismos de asegurarse una parcela de autonomía. En este sentido, el ministro-secretario general del Movimiento sería designado directamente por el Jefe de Estado y del Gobierno y no mediante una terna elegida por el Consejo Nacional del Movimiento. El criterio del segundo en la sombra del régimen, Carrero, terminó imponiéndose.

La Ley Orgánica del Estado (LOE) definía una especie de monarquía limitada por las doctrinas e instituciones de un Movimiento Nacional que pasaba a considerarse más “comunicón” de todos los españoles que una organización de partido único.

Por otro lado, la LOE mantenía la representación corporativa mediante las familias, el municipio y los sindicatos frente al sufragio universal con pervivencia del Movimiento defendido por Fraga. No obstante, la introducción de elecciones directas para procuradores de familia conllevaba cierta atención a la opinión pública. Se elegían dos procuradores por provincia sin tener en cuenta el tamaño de estas. Además de la posibilidad de que existiera un grupo crítico de procuradores familiares en las Cortes fue enseguida cortocircuitada por el Ministerio de la Gobernación. A partir de 1967, el desarrollo de os enunciados de la LOE habrían de enconar aún más los ánimos en el seno del Consejo de Ministros. Para un sector de la clase política del régimen y de la oposición moderada, las nuevas leyes que desarrollaban la LOE fueron un verdadero jarro de agua fría. En enero de 1967, Carrero presentó borradores. La aprobación en mayo de 1967 de la Ley Orgánica del Movimiento y del Consejo Nacional parecía un retorno a los esquemas de organización del partido único frente a la denominación de comunión política de todos los españoles. Esta Ley fue considerada un retroceso por todos.

A partir de entonces, las discrepancias en el seno del Consejo de Ministros no hicieron sino acentuarse. De poco sirvió la sustitución de Muñoz Grandes en la Vicepresidencia del Gobierno, pues Solís intentó a través de la reforma sindical y de las asociaciones lo que no había conseguido con la reforma del Movimiento: el mantenimiento de un reducto falangista. A la altura del verano de 1968, Carrero planteaba a Franco la necesidad de un reajuste del gobierno que sustituyera a sus principales adversarios.

Durante los años 60 la causa de la monarquía sufrió unos avances decisivos. En 1960 se produjo un nuevo encuentro entre Franco y D. Juan. Para ese momento las expectativas en un inmediato cambio de régimen habían desaparecido. En la primavera de 1962 D. Juan Carlos se casó con Sofía en Grecia, estableciéndose a partir de entonces en el palacio de La Zarzuela en Madrid. tras el Coloquio de Munich, Gil Robles se vio obligado a abandonar el consejo privado de D. Juan. Unos años después, en 1966, el dimisionario embajador en París, José María de Areilza, sustituía al Historiador Pabón al frente de la causa del Pretendiente. El conde de Motrico constituyó un secretariado político que permitió un gran activismo y una definitiva orientación liberal a la causa monárquica. La verdad era que a esas alturas el giro hacia la oposición democrática de D. Juan venía a configurar una especie de alternativa liberal de reserva para la monarquía debido a las ya escasas posibilidades de suceder a Franco.

La indecisión de Franco tuvo su fin a principios de 1968. Acontecimientos como que D. Juan Carlos cumpliera 30 años o que se produjera el nacimiento de D. Felipe, ocasión que reunió a la viuda de Alfonso XIII y a D. Juan en Madrid, tuvieron su importancia en el ánimo de Franco. No obstante, todavía durante la primavera de 1969 Carrero y el ministro de Gobernación, Camilo Alonso Vega, presionaron sobre Franco para que resolviera a cuestión. Hasta fecha muy tardía no se comunicó la decisión de Franco a D. Juan Carlos mientras que D. Juan únicamente recibió una notificación por escrito. D. Juan decidió disolver su secretariado político aunque se mantuvo en una posición de reserva, sin renunciar a sus legítimos derechos dinásticos.

El 22 de julio de 1969, Franco pronunció un discurso ante el Pleno de las Cortes, preparado por Silva Muñoz, que insistía en que la decisión sucesoria suponía la ”instauración de una nueva monarquía del Movimiento y no la restauración de la monarquía liberal”. D. Juan Carlos era nombrado sucesor bajo el título de Príncipe de España. Al día siguiente D. Juan Carlos aceptaba oficialmente el ofrecimiento, jurando ante las Cortes fidelidad a Franco y a los principios del Movimiento. El discurso posterior del Príncipe no aludió expresamente a su padre y a la legitimidad dinástica sino que aceptaba la legitimidad proveniente del régimen franquista.

La resolución de la cuestión sucesoria fue una victoria de Carrero, dado su personal empeño, para quien, de este modo, se llegaba a la culminación de la obra iniciada con el referendum de 1947. A juicio de Carrero, España se convertía en un Estado de Derecho con un régimen que había añadido a la legitimidad de la victoria la de la paz y la prosperidad. A la tensión en el seno del Movimiento, se unió el escándalo de la empresa MATESA que habría de resultar el detonador final de la crisis de 1969.

  • Los gobiernos del tardofranquismo y la transformación de la sociedad española:

La primera mitad de los 70 puso en evidencia la decadencia física de Franco, lo que deterioró su capacidad de arbitraje. Además los problemas de desarrollo económico, el terrorismo, las protestas democráticas y el alejamiento de buena parte de la sociedad respecto a la dictadura trajeron consigo un creciente inmovilismo político.

La formación de un nuevo gobierno “homogéneo” el último día de octubre de 1969 ponía fin a una etapa de la historia del régimen. A partir de entonces comenzaba la era de apogeo del poder de Carrero que más que de unidad iba a ser de división de la clase política franquista y de endurecimiento de la represión.

Carrero había sido el principal consejero de Franco desde los años 40. Era clerical y tradicionalista, estaba obsesionado con la masonería y el peligro comunista, y poco partidario de cambios políticos y del predominio del FET. En 1973 se convirtió en el primer presidente del gobierno en vida de Franco, mostrándose contrario al asociacionismo político dentro del Movimiento. La clase política franquista se dividió en aperturistas e inmovilistas. Los aperturistas querían el desarrollo del régimen dando lugar a una especie de democracia limitada.

Tras el asesinato de Carrero por ETA, en diciembre de 1973, fue nombrado presidente Carlos Arias Navarro. Fiscal militar durante la guerra en Málaga, había desempeñado los puestos de director general de Seguridad, alcalde de Madrid y Ministro de Gobernación. Se pude decir que sus gobiernos fueron vacios, por la escasa entidad de la acción gubernamental. Además en 1974 y 1975 varios ministros y altos cargos públicos dimitieron debido al creciente inmovilismo político.

En el momento de la muerte de Franco se había producido una fuerte transformación de la sociedad. España era un país cada vez menos agrario no sólo por el descenso de activos sino por el porcentaje de población que vivía en núcleos de población rurales. La emigración de jornaleros meridionales, primero, y de pequeños campesinos con tierra, más tarde, había puesto fin a la cuestión agraria.

España se había convertido en un país industrial y de servicios, apareciendo nuevas clases medias que suponían casi la mitad de la población. El analfabetismo se había reducido y la educación secundaria tendía a generalizarse gracias a la Ley General de Educación de 1970. Hubo también avances en la vivienda y la Seguridad social. En definitiva hubo una mejora en las condiciones de vida de los españoles. La generalización de la sociedad de consumo, con accesos a símbolos (vacaciones, coche, etc) no supuso el fin de las desigualdades de renta pero puso fin a la abierta segmentación social de la época de posguerra.

3.- OPOSICIÓN Y PROTESTA SOCIAL:

Al comenzar los años 50 la oposición al régimen, protagonizada por los supervivientes del exilio y de la represión de la posguerra, vio como se agotaban sus estrategias de lucha. Y esto ocurría tanto con la resistencia guerrillera como con la creación de plataformas unitarias que atendieran a la evolución de la coyuntura internacional. Mientras todavía en 1949 observadores extranjeros como Gerald Brenan encontraban al viajar por España un ambiente de hosquedad y de antifranquismo colectivo, hacia 1962, Rossana Rossanda, creía observar una sociedad anómica, silenciada y alejada de la esfera politica. Y sin embargo, poco después, intelectuales exiliados como Francisco Ayala, Juan Goytisolo o Max Aub constataban la emergencia de una nueva sociedad que cada vez tenía que ver menos con las consecuencias de la guerra.

Estos testimonios literarios del ambiente de España de los años 50 y primeros 70 resumen la realidad social con que tuvo que enfrentarse la oposición democrática. Durante este período de apogeo del poder de Franco, la repercusión de las actividades antifranquistas sobre la estabilidad de la dictadura fueron mucho más reducidas que durante la década de los 40 o lo que pasaría a partir de los 70. No obstante, la oposición mantuvo el papel de ejemplo moral y, además, desde 1956, se inició la “prehistoria” de lo que habría de ser el sistema de partidos actual. Por otro lado, la transformación de la sociedad permitió la aparición de la protesta de movimientos sociales que, con el tiempo, alimentarían de nuevo las maltrechas filas de la oposición.

Los primeros síntomas de estos cambios sociales se produjeron desde 1956 con unas protestas universitarias y unas huelgas obreras todavía circunscritas, no obstante, a ciudades como Madrid o las áreas industriales del norte y noreste. Pero de estas luchas surgieron nuevos cuadros para la izquierda, la creación de nuevas formaciones antifranquistas y, sobre todo, el replanteamiento general de las políticas opositoras.

A partir de los sucesos estudiantiles de febrero de 1956 aparecieron nuevos grupos políticos que nutrían sus filas entre universitarios. El primero de ellos fue la Agrupación Socialista Universitaria (ASU), formación surgida sin ningún vínculo con el partido histórico e integrada por estudiantes y licenciados de buena familia pertenecientes a las clases medias ilustradas e hijos en su mayoría, de los vencedores. Pero la afirmación principal de estos niños de la guerra y la posguerra era que ésta había acabado. Veían a los partidos de izquierda anquilosados en el pasado y aquejados de reformismo o, en otras palabras, poco revolucionarios. La ASU, en origen, pretendía refundar la izquierda en España con una ideología que mezclaba europeísmo y democracia con anticapitalismo. La ASU tuvo un relativo predominio en el movimiento estudiantil, impulsando todas las plataformas universitarias de oposición.

Otra formación de parecidas características era el Frente de Liberación Popular, con un origen vinculado a intelectuales católicos progresistas como Julio Cerón.

El surgimiento de nuevos grupos opositores no se limitó al ámbito de lo que hemos denominado nueva izquierda sino que sectores democristianos y monárquico-liberales se aprestaron a constituir nuevas plataformas organizativas. Los monárquicos liberales, encabezados por Joaquín Satrústegui, fundaron en 1959 la Unión Española. Cercanos a ellos en el posibilismo monárquico se encontraban otras 2 personalidades: Dionisio Ridruejo y Enrique Tierno Galván (que acabaría formando el Partido Social de Acción Democrática).

Parecidos orígenes sociogeneracionales tenían los miembros de la Asociación Funcionalista para la unidad Europea del profesor Tierno Galván. Sin embargo, Tierno pese a su relativa juventud, no había pertenecido a los círculos falangistas, sino que había sido un joven republicano con ciertas simpatías hacia los libertarios. Por aquel entonces se definía vagamente socialdemócrata, europeísta, partidario de la monarquía como salida a la dictadura. Después de su accidentado paso por el PSOE, Tierno terminaría denominando en 1968 al grupo de discípulos “Partido Socialista en el Interior”.

Por lo que se refiere a los demócrata-cristianos, en su mayoría “accidentalistas”, aunque partidarios de D. Juan como salida a la dictadura, y europeistas, sus cuadros se aglutinaron en torno a Jose María Gil Robles y Manuel Gimenez Fernández. Los primeros constituyeron una Unión Demócrata Cristiana, que algún tiempo después pasó a denominarse Democracia Social Cristiana. Los segundos negociaron un pacto denominado Unión de Fuerzas Democráticas con socialistas, republicanos liberales y nacionalistas vascos.

La familia democristiana tuvo una gran potencialidad hasta los años 60, aunque siempre estuvo recorrida por diversos personalismos, contradicciones y divisiones internas.

Mientras tanto, la “vieja oposición” democrática aglutinada por el PSOE en el exilio, recibió la emergencia de las protestas sociales como un símbolo del resquebrajamiento de los apoyos sociales aun régimen denominado por ellos “fraco-falangista”. Era la señal para el final de “la cura de aislamiento” en la que se encontraban desde el fracaso del acuerdo con los monárquicos denominado pacto de San Juan de Luz (1948). Aislamiento que estuvo acompañado por la desaparición física de buena parte de las principales figuras de la politica de la república en el exilio. Por ejemplo, mientras Negrín fallecía en 1956 y el nacionalista vasco Aguirre en 1960, dos años después la muerte de Martinez Barrio y de Indalecio Prieto constituyó en sí misma todo un símbolo de agotamiento del exilio.

La posición política de los socialistas se resumía en una fórmula pacífica para una futura transición a la democracia, un gobierno provisional sin signo institucional definido que restaurar las libertades y convocara al pueblo para que decidiera la alternativa república-monarquía. En esa consulta, el PSOE defendería el voto republicano pero acataría la voluntad popular.

En torno a esta solución, el PSOE consiguió aglutinar en febrero de 1957 al conjunto de la oposición exiliada con la exclusión del PC y la renuencia de los anarquistas más radicales. En una declaración conocida como los Acuerdos de París, la oposición democrática exiliada respondía a una propuesta de negociaciones de la nueva oposición moderada del interior de España favorable a la bandera de la monarquía.

Tras el coloquio del Movimiento europeo en Munich, al que asistió la oposición moderada tanto del exilio como en España, al menos el ámbito de las vanguardias de la oposición quedó establecido un camino de reconciliación, de un futuro de convivencia gracias a la existencia de una común cultura política democrática.

El Partido Comunista inició, también, algunas transformaciones durante los años 50. Era, en primer término, el final de la edad de hierro militar que el PCE había iniciado con la guerra civil. El estalinismo fue progresivamente arrinconado. El acceso a la dirección de la generación de jóvenes de la guerra, encabezados por Santiago Carrillo estuvo acompañado de la formulación de la política de reconciliación nacional. El dilema político era dictadura o democracia, más que monarquía o república, y sobre esa alternativa habia que aglutinar a la oposición en el frente antifranquista. Continuaron siendo los “apestados” del exilio y los movimientos sociales de masas no pasaban al comenzar los años 60 de unas menguadas vanguardias. Pese a ello, en medios universitarios e intelectuales el PCE logró los primeros pasos de una política que, con el paso de los años 60, le permitió salir del agujero del aislamiento de la posguerra.

Durante el decenio de los 70 los movimientos sociales tuvieron en el campo de la oposición un inesperado protagonismo. En realidad la consolidación de Comisiones Obreras, la protesta nacionalista y el sindicalismo estudiantil fueron los hechos esenciales de al actividad opositora. La emergencia de la protesta social alimentó las filas de las formaciones antifranquistas y fue el principal argumento de sus alternativas estratégicas. Acontecimientos como las huelgas mineras asturianas de 1962-3, los incidentes estudiantiles de Madrid de febrero de 1965 y de Barcelona en la primavera de 1967, las concentraciones en la calle de CCII en Madrid de 1967 y las huelgas generalizadas vizcaínas de 1967-69, habrían de resumir lo esencial no sólo de la protesta social sino de la oposición durante los años sesenta.

Entre el otoño de 1964 y las elecciones sindicales de 1966, el movimiento de CCOO adquirió una nueva dimensión. La “inversión del terror” de la posguerra había cortado la continuidad de los viejos sindicatos no sólo y principalmente en las grandes ciudades, sino en las áreas rurales. Al comenzar los años 70 la CNT se reducía en Barcelona a un centenar de veteranos militantes, agotados por la represión. En el caso de UGT, su presencia se limitaba al área de las zonas mineras y las concentraciones industriales de la ría bilbaína y de Guipuzcoa.

El movimiento de las comisiones obreras en la medida en que era protagonizado por cargos sindicales y alentado por la conflictividad ligada a la negociación de convenios, es decir, que utilizaba instrumentos legales par la representación y la acción colectiva, fue en principio bien recibido por las jerarquías nacional-sindicalistas. El período de semitolerancia del movimiento de las comisiones obreras duró hasta las elecciones sindicales y el referéndum de la Ley Orgánica del Estado de 1966. Sin embargo, la represión posterior, unida en algunos casos a las luchas entre el PCE y formaciones de la “nueva izquierda”, iba a debilitar temporalmente al movimiento de Comisiones Obreras, alejando a las vanguardias de las experiencias del común de los trabajadores. Habría que esperar a 1973 para que, tras el proceso 1001 que encausaba en el TOP a la coordinadora estatal, Comisiones Obreras alcanzara su expansión definitiva. La extensión de la conflictividad laboral al conjunto de los núcleos industriales y las elecciones sindicales de 1975, iba a alimentar el auge del movimiento obrero organizado.

El movimiento estudiantil alcanzó entre 1965 y 1968 su mayor expansión gracias a la consolidación de sindicatos democráticos. En esos momentos la protesta logró la desaparición del oficial Sindicato Estudiantil Universitario (SEU). En los sindicatos democráticos estudiantiles existió inicialmente un claro predominio del PC.

Pero en realidad en el movimiento estudiantil habría que distinguir 3 niveles: el primero reunía a los representantes legales elegidos por los universitarios dentro del SEU. El segundo suponía diversas plataformas de coordinación de las vanguardias de oposición. Por último, y al final de proceso, se produjo la constitución de sindicatos democráticos de masas. Entre 1957 y 1965, el protagonismo respondió más a las plataformas unitarias de la oposición estudiantil. La coordinadora unitaria de la oposición estudiantil se extendió desde Madrid por el resto de distritos universitarios, impulsando la construcción de sindicatos democráticos.

Sin duda la oposición en las nacionalidades históricas tiene un peso específico en la trayectoria del antifranquismo.

Reducida la Generalitat en el exilio desde 1954 a un órgano unipersonal en la persona de Tarradellas, convertidos en partidos agrupaciones como el Movimiento Socialista de Cataluña o el Frente Nacional de Cataluña, hubo que esperar al final de los años 50 para que se produjeran nuevas tentativas unitarias y a la aparición de un nuevo movimiento catalanista. Al margen de la oposición catalanista en el exilio, surgieron nuevas plataformas como Comunidad Catalana (1954), Asocición Democrática Popular de Cataluña (1959) y Omnium Cultura (1961). El mismo Jordi Pujol decidió “hacer país” desde empresas culturales como la Enciclopedia Catalana o un Centro de Información, descartando la promoción de partidos clandestinos. A la creación de este tejido cultural democrático y catalanista se sumó el auge de movimientos sociales

La historia del nacionalismo vasco durante la segunda mitad de la dictadura, está marcada por el surgimiento de la organización ETA. Nacida desde dentro del grupo EKIN surgio en el bienio 1952-1953. Este grupo inicialmente limitado a la reflexión política y la formación, acusaba al PNV de pasividad y españolismo. En 1956 EKIN se unificó con las juventudes del PNV pero la continua invocación al activismo causó un conflicto disciplinario con los dirigentes del partido. Finalmente, el 31 de julio de 1959 se consumaba la ruptura con la constitución de ETA.

En definitiva, aunque la oposición política y los movimientos sociales no pudieron derribar al régimen, su creciente implantación avivó la división de la clase política del mismo, restando posibilidades a los proyectos de reforma que no tuvieran como horizonte la restauración de la democracia. Por todo ello, el papel de la oposición en el final del régimen radicaba sobre todo en la conformación de una cultura democrática en la sociedad, en la preparación de la representación de ésta, y en el legado que la histórica conservaba en el plano de la legitimidad.

TEMA 26º:

TRANSICION Y DEMOCRACIA, 1975-1986

El tiempo posterior a la muerte de Franco el 20/11/1975 ha sido definido como la transición política y, desde las elecciones de 15/6/1977, como la monarquía parlamentaria. En todo caso el reinado de Juan Carlos I comienza en noviembre de 1975.

Aunque España hubiese sido definida como reino en 1947 y fuera designado D. Juan Carlos como sucesor de Franco en 1969, esto no significa que nuestra actual monarquía parlamentaria sea una mera continuación del régimen de Franco. Hubo una ruptura política tras las elecciones generales de junio de 1977.

Pero los orígenes de la España democrática hay que buscarlos en el largo tiempo de la dictadura en la medida que hubo una radical transformación de la sociedad a partir de los años 50. Unos cambios estructurales que permitieron la formación de una cultura política democrática mayoritaria en la sociedad. Las luchas reivindicativas del movimiento obrero y las protestas universitarias llevadas a cabo a partir de los años 70, hicieron inviables los planes que pretendían un franquismo sin Franco.

La transición fue posible también debido a la racionalización de la administración frente al “Estado campamental” de la inmediata posguerra. La progresiva separación entre el Estado y el gobierno dictatorial explica el carácter modélico y relativamente pacífico de la transición.

La oposición democrática, a pesar de su debilidad organizativa, no fue sólo ejemplo moral sino que hizo inviables, gracias a su capacidad de movilización social, los planes de reforma limitada del franquismo.

1.- DE LA REFORMA POLÍTICA A LA RUPTURA DEMOCRÁTICA:

Tras la muerte de Franco se produjo la sucesión en la jefatura del Estado en la figura de D. Juan Carlos. Se había establecido una democracia limitada por una serie de leyes fundamentales del régimen de Franco. Sin embargo, Juan Carlos tenía como objetivo fundamental consolidar la monarquía siendo rey de todos los españoles. Para ello era fundamental contar con la España derrotada en la guerra y, en general con toda la oposición antifranquista. Es decir, necesitaba añadir legitimidad democrática y legitimidad dinástica a la legalidad de la monarquía. En primer lugar, necesitaba de la renuncia de su padre, D. Juan, hijo de Alfonso XIII, lo que se produjo en la primavera de 1977. Pero en segundo lugar, lo que era más importante, necesitaba el consentimiento de la oposición histórica que se definía como republicana federal.

Los proyectos de reforma limitada del franquismo que dieran lugar a una monarquía con unas instituciones semidemocráticas, es decir, con el mantenimiento de algún tipo de representación corporativa y exclusión de familias políticas como los comunistas, podrían poner en cuestión a medio plazo la propia supervivencia de la corona. En este sentido, los planes de democracia limitada del gobierno de Arias Navarro, recibían el rechazo de la oposición rupturista y de los grupos políticos más reaccionarios provenientes del franquismo.

El rey se vio obligado a mantener a Arias Navarro en la presidencia del gobierno debido no sólo a las presiones del “bunker” inmovilista sino a causa de la opinión del Consejo del Reino y del Presidente de las Cortes. La designación de Torcuato Fernandez Miranda, profesor de derecho y antiguo ministro-secretario general del Movimiento, como presidente de las Cortes y también del Consejo del Reino, habría de tener una importancia decisiva.

El proyecto de reforma de Fernández Miranda, tenía mucho en común con los planteamientos del vicepresidente del gobierno y ministro de Gobiernación, el reformista Manuel Fraga. Se trataba de encontrar un camino intermedio entre el inmovilismo del bunker y la ruptura de la oposición mediante la reforma de leyes fundamentales del régimen como las de Sucesión, de Cortes y del Estado, así como regular los derechos de asociación política y de reunión y reformar los sindicatos oficiales.

  • La protesta de los movimientos sociales y la unidad de la oposición:

Desde 1962 el régimen coexistió con una fuerte protesta social. La reconstrucción del movimiento obrero, con la fundación de nuevos grupos sindicales ilegales y de movimientos socio-políticos como UGT y ELA-STV, se vio alimentada por una creciente conflictividad huelguista asociada a la generalización de la negociación de convenios colectivos según la ley de 1958. La conflictividad fue saliendo de los núcleos tradicionales del movimiento obrero (País Vasco, Cataluña, Asturias y Madrid) para extenderse por todo el país. Durante los años 70 fueron frecuentes las huelgas generales, respondidas con extrema violencia.

Lo importante fue, además, que la conflictividad de 1976 tuvo un neto contenido político. Las reivindicaciones de libertad sindical y amnistía se superponían a las demandas de mejor salario y condiciones de trabajo. Durante los primeros meses de 1976 se asistió a huelgas generalizadas en Madrid, Barcelona y País Vasco.

Un conflicto de varios meses en la empresa “Forjas Alavesas” fue generalizándose a otras empresas de Vitoria, dada la agitación de una Coordinadora obrera con presencia de la izquierda radical y UGT. La intervención de la policía se cobró 5 víctimas lo que a su vez dio lugar a un motín urbano. La mediación de Adolfo Suarez permitió enfriar la situación.

A partir de estos sucesos, tanto sectores gubernamentales como de la mayoría de la oposición democrática tuvieron conciencia de que no era posible la continuidad reformada del franquismo ni la revolución democrática.

La antigua oposición antifranquista aceleró la coordinación, unificándose la Junta Democrática y la Plataforma de Convergencia Democrática. La Junta había surgido a iniciativa del PCE, liderado por Santiago Carrillo, con ocasión de la primera incapacidad de Franco para desempeñar la jefatura del Estado en el verano de 1974. Al lado del PCE se habían aglutinado una serie de personalidades como Tierno Galván, Calvo Serer, García Trevijano, Vidal Beneyto y Rojas Marcos, y partidos como el carlista y el del trabajo. Sin embargo los socialistas del PSOE, los nacionalistas vascos y catalanes, los democristianos, los socialdemócratas de Dionisio Ridruejo y partidos de izquierda radical, habían rechazado seguir la operación de Carrillo. En cambio, todas estas formaciones negociaron la constitución de una nueva coordinadora antifranquista.

La Plataforma de Convergencia Democrática apareció en junio de 1975, con un programa de ruptura democrática en el que no se hacía referencia explícita a la fórmula tradicional del antifranquismo, que reclamaba para el momento de la transición un gobierno provisional que consultara al pueblo sobre las opciones de monarquía o república; reclamando la disolución de las instituciones de la dictadura.

Las dificultades de unidad de acción estaban basada en la competencia entre el PSOE y el PCE no sólo para lograr la hegemonía de la izquierda sino para liderar al antifranquismo. Mientras que los socialistas habían emprendido una renovación interna, culminada en 1974 con la elevación de Felipe González al liderazgo, y contaban con un plus de credibilidad histórica democrática y de apoyo en el mundo occidental, el PCE tenía un predominio en la actividad clandestina a través de movimientos como Comisiones Obreras y los universitarios.

El fracaso de las tentativas de huelga revolucionaria y de la generalización de huelgas obreras entre enero y marzo de 1976 con el epílogo movilizador de la huelga general de la Coordinadora de Organizaciones Sindicales de finales de 1976, trajo consigo una deriva hacia la tesis de ruptura negociada con los herederos de la legitimidad del franquismo y, por tanto, fue el orígen de la transición.

El nuevo régimen, la monarquía parlamentaria, que suponía una ruptura con la monarquía del Movimiento establecida en 1969, se vería implantado desde junio de 1977. Poco después las Cortes, convertidas en Constituyentes, aprobarán la ley de amnistía que ponía punto final a la tradición de violencia política de la España Contemporánea. Esto no quiere decir que el recurso a la violencia desapareciera, debido a la acción terrorista de grupos de extrema izquierda y extrema derecha.

En suma, a partir de marzo de 1976 la oposición abandonó la idea de una huelga generalizada, apoyada por otros sectores sociales y con la inhibición de las fuerzas armadas, que diera lugar a una revolución y la toma del poder por un gobierno provisional por la idea de “ruptura pactada” , es decir, negociada con el gobierno. Una negociación que diera lugar a unas elecciones democráticas.

Por su lado, la iniciativa de una reforma del franquismo que conservara la continuidad de buena parte de sus instituciones fue encontrando crecientes dificultades. El gobierno había elaborado un proyecto de ley que establecía un sistema político de monarquía parlamentaria democrática; un Congreso elegido por sufragio universal. Además las Cortes, aprobaron leyes como la de reunión y asociación. La resistencia de los procuradores inmovilistas se expresó, no obstante, en junio de 1977 con el rechazo de la reforma del Código Penal que suprimía el artículo que definía como delictiva la pertenencia a un partido.

  • El primer gobierno Suárez:

Ante el bloqueo de la reforma, D. Juan Carlos aprovechó un viaje a EEUU, con ocasión del bicentenario de la independencia, para anunciar en el Congreso de EEUU el compromiso de la corona con la democracia y para hacer unas declaraciones a la revista Newsweek en las que calificaba a Arias Navarro como un “desastre”. De este modo el desacuerdo entre el rey y el presidente del gobierno se hizo público y la salida fue la dimisión de Arias. Aunque los círculos políticos y los medios especulaban con el acceso de los reformistas Areilza o Fraga a la presidencia, el rey influyó para que el Consejo del Reino incluyera en la terna de candidatos a Adolfo Suarez.

Suarez, gobernador civil de Segovia, director general de RTVE y ministro-secretario del Movimiento; pertenecía a la generación del rey, es decir, era un niño cuando la guerra civil. Además había ganado prestigio político con ocasión de los sucesos de Vitoria y la defensa de la ley de Asociaciones ante las Cortes.

Formó un gobierno con predominio de figuras más jóvenes y, por tanto, sin demasiado lastre del pasado, en el que el peso del catolicismo político era mayoritario. Esta presencia del catolicismo político en el gobierno anunciaba las dificultades de las formaciones democristianas para unificarse en una sola opción de cara a las elecciones.

A pesar de las reticencias de la oposición y el desconcierto de los medios de comunicación, el primer gobierno Suárez anunció su compromiso con una democracia plena, la libertad sindical y la amnistía. Había, además, una expresa voluntad de negociar el cambio democrático con las fuerzas de la oposición. La transición se impulsaría mediante una ley de reforma política que, una vez aprobada por las Cortes y sometida a referéndum, abriera el camino para la liquidación de las instituciones franquistas.

A pesar de las negociaciones con la oposición, la presión de la movilización social siguió creciendo. Las manifestaciones proamnistía, por las libertades y por el restablecimiento de instituciones autonómicas reunieron, por ejemplo, com motivo de la celebración de la Diada de Cataluña el 11 de septiembre a 1 millón de personas.

El gobierno Suarez tuvo que hacer frente, además, a la resistencia de los inmovilistas. La negociación con las centrales sindicales para la liquidación de la Organización Sindical y la cuestión de la legalización del PCE provocaron dimisiones en la cúpula militar en septiembre de 1976 y abril de 1977.

A pesar de las lógicas resistencias de los procuradores de las Cortes a votar su propia desaparición, la ley para la Reforma Política fue aprobada por una abrumadora mayoría de 425 votos sobre 531. De esta manera, el gobierno Suárez pudo consultar al pueblo sobre la ley de reforma política y convocar elecciones democráticas. Ya no habría gobierno provisional y el referéndum de 15/12/1976, no sería desde luego para optar entre monarquía o república.

Ante el referéndum la oposición se dividió, aunque la mayoría optó por recomendar la abstención. Pero el triunfo abrumador del sí con el 94% de los votos y la limitada abstención del 22% supuso un fuerte triunfo para el gobierno Suárez.

El triunfo aceleró los planes de desmantelamiento de las instituciones franquistas. De este modo, fueron suprimidos el Tribunal de Orden Público, el Movimiento y la Organización Sindical. Los sindicatos oficiales franquistas ya habían sido transformados en septiembre en la denominada Administración Institucional de Servicios Sociales. Esto suponía que las decenas de miles de funcionarios sindicales pasaban a pertenecer a la administración del Estado, como ocurriría con el Movimiento. En abril fueron legalizados los sindicatos de clase, CCOO, UGT, USO y STV, y ratificados los convenios de libertad sindical de la OIT. Todo ello culminó en junio con la abolición de la cuota sindical obligatoria establecida en 1941.

Sin embargo, la consecución de una plena libertad sindical se vio dificultada por la cuestión de la representación sindical en la empresa y el patrimonio sindical histórico, es decir, expropiado tras la guerra. En este sentido, las primeras elecciones sindicales se celebraron en 1978 con el triunfo de CCOO y a bastante distancia UGT. Hasta las elecciones de 1982 las relaciones de fuerzas entre ambas confederaciones no se verían equilibradas.

Uno de los momentos más difíciles de la transición ocurrió tras el asesinato de 5 abogados laboralistas del todavía ilegal PCE en enero de 1977. Además poco antes había sido encarcelado Carrillo. Por otro lado, el asesinato coincidió con secuestros de altos militares a cargo de ETA y GRAPO, la muerte de 2 estudiantes en manifestaciones y nuevos asesinatos del grupúsculo terrorista de extrema izquierda GRAPO.

La sentida, ordenada y multitudinaria manifestación de duelo en solidaridad con los 5 abogados tuvo como consecuencia la aceleración de la entrada en la legalidad del PCE. Esta respuesta supuso que el PCE creció en credibilidad democrática mientras que los terroristas no conseguían movilizar a los militares golpistas.

En este contexto, Adolfo Suarez, tomó la decisión de legalizar al PCE antes de las elecciones. La medida provocó la dimisión del ministro de Marina, Pita de Veiga, y el Consejo Superior del Ejército expresó su desacuerdo.

Mientras tanto, se iba definiendo el nuevo sistema de partidos. En marzo de 1977 se aprobaban las normas electorales que establecían un sistema proporcional corregido con circunscripciones provinciales y listas cerradas. Además para deshacer las críticas de partidismo el gobierno declaraba incompatible la condición de ministro y candidato electoral. En pocos meses habían solicitado la legalización ante el Ministerio de Gobernación un centenar de partidos aunque habían sido excluidos la extrema izquierda y los republicanos.

El PCE había protagonizado la oposición al franquismo más que cualquier otro partido, pero en su contra jugaban factores como el peso de dirigentes históricos como Pasionaria y Carrillo, un déficit de credibilidad democrática a pesar de la estrategia eurocomunista y la misma forma como se estaba desarrollando la transición.

En cambio, el PSOE competía por un espacio electoral semejante en mejores condiciones. Además de reestructurar su organización desde los primeros años 70, elevando a Felpe González al liderazgo. A pesar de las divisiones internas de la familia socialista y la aparición de nuevas formaciones políticas, desde 1976 el PSOE conseguía aglutinar, con un discurso radical marxista, a buena parte del nuevo antifranquismo.

En la competencia con el PCE por el predominio por el espacio de la izquierda, los socialistas se beneficiaron de un plus de credibilidad democrática y de la memoria histórica de los españoles, ya que sólo una minoría de ellos había sido movilizada y encuadrada en la etapa de lucha contra la dictadura. Los apoyos internacionales en la Europa comunitaria y una relativa tolerancia de los gobiernos franquistas de los años 70 hacia los socialistas hicieron el resto.

En todo caso, el PSOE había seguido una adecuada estrategia de presentación en sociedad desde 1974 mediante la celebración de Congresos, concentraciones en lugares públicos y relaciones con los medios de comunicación que se vio culminada con la campaña electoral.

La derecha democrática tuvo 2 iniciativas principales. La primera fue la protagonizada por Manuel Fraga con la fundación de la federación de partidos de Alianza Popular en otoño de 1976. Fraga había defendido la idea de un centrismo político que, sin romper con el pasado franquista, diera paso a una reforma democrática con ciertas limitaciones. Sin embargo, su desplazamiento del gobierno tras el nombramiento de Suarez trajo consigo una reducción y reposicionamiento de su espacio político. Dentro de Alianza Popular encontraron refugio buena parte de los procuradores franquistas. Este escoramiento hacia posturas conservadoras fue reduciendo las expectativas electorales de una coalición que recordaba demasiado al pasado.

El Partido Popular se apropió del proyecto político centrista aglutinando a personalidades liberales, socialdemócratas y democristianos. Ya para enero de 1977 este partido patrocinaba la operación conocida como Centro Democrático. La cuestión más problemática era definir las relaciones de esta plataforma con el gobierno Suarez, en el que, habían encontrado acomodo algunos miembros de las mismas familias políticas. En abril, Areilza se vio forzado a dimitir, dejando el liderazgo del Centro a Suarez. De este modo, en torno a esta operación que finalmente se presentó a las elecciones como una coalición de partidos conocida como Unión de Centro Democrático (UCD), se vieron reunidos antiguos franquistas y miembros de la oposición moderada, aunque quedara fuera de la misma el Equipo Español de la Democracia Cristiana.

Poco antes de las elecciones, Suarez terminó comprometiéndose con el carácter constituyente del futuro Parlamento, según había exigido el conjunto de la oposición. De este modo, las elecciones supondrían una ruptura con el régimen de Franco.

2.- LA CONSTITUCIÓN Y LOS GOBIERNOS DE UCD:

Los resultados de las elecciones generales de 15 de junio de 1977 trajeron consigo el triunfo de UCD y del PSOE. Los centristas carecían de mayoría absoluta y el PSOE había conseguido un fuerte triunfo moral al convertirse en alternativa frente al PCE.

Estas elecciones trajeron consigo la creación de un sistema multipartidista con tendencia bipolar. Los resultados electorales de 1977 fueron positivos para la consolidación de la democracia pues permitieron gobernar a UCE, enseguida convertida en partido, teniendo que contar con la oposición ya que no tenía una mayoría suficiente.

El primer gobierno de UCD reflejaba la pluralidad de los componentes de origen de la coalición electoral. Suarez mantuvo a la mitad de los ministros anteriores en el gobierno, entre ellos, al general Gutierrez Mellado, elevado a la condición de vicepresidente primero y ministro de Defensa, a Abril Martorell, Martín Villa y Lavilla. A este grupo se sumó el economista Enrique Fuentes Quintana¸ vicepresidente para asuntos económicos. Por otro lado, Suarez tuvo que contar con los cabezas de fila, llamados “barones” de los partidos de UCD: Pío Cabanillas, Iñigo Cavero, Ignacio Camunas, Joaquín Garrigues Walker y Francisco Fernandez Ordóñez.

A pesar de la forzada y temprana unificación UCD no fue un verdadero partido. El primer Congreso de UCD no se celebró hasta octubre de 1978, definiéndose como democrático, interclasista y progresista. En realidad, el consejo de ministros era quien controlaba la marcha de este artificial partido. Además los democristianos siempre fueron reticentes a disolver sus señas de identidad en el nuevo partido. Las relaciones entre el gobierno y el grupo parlamentaria no fueron, además, precisamente fáciles. Ante esta situación, Suarez tendió a reforzar el carácter presidencialista de su acción de gobierno lo que condujo a la posterior crisis interna de UCD.

  • Los pactos de la Moncloa:

La situación de crisis económica, con una fuerte inflación que trajo consigo la devaluación de la peseta y la creciente conflictividad obrera, hicieron que el gobierno tuviera como prioridad los temas de política económica. Ante las dificultades de la firma de un pacto social, debido a la oposición de socialistas, Suarez buscó la colaboración del PCE. El PSOE, contrario a corresponsabilizarse con la política económica, tuvo que ceder por lo que las negociaciones entre los partidos comenzaron en octubre de 1977. A cambio de las medidas de ajuste económico la oposición consiguió que se aprobaran una serie de contrapartidas que suponían el desmantelamiento de instituciones que procedían del franquismo. Se trataba de adecuar al nuevo régimen democrático el sistema económico y social heredado del franquismo. La izquierda trató de conseguir contrapartidas a la contención de las subidas salariales en medidas de urbanismo y educación, así como un Estatuto de los Trabajadores, la reforma de las fuerzas de seguridad y la despenalización del adulterio y de las parejas de hecho.

Sin embargo, el gobierno mostró poco interés en las reformas estructurales contempladas en los Pactos de la Moncloa, lo que provocó la dimisión del vicepresidente Fuentes Quintana en febrero de 1978. La segunda crisis del petróleo durante 1979 trajo consigo el fracaso de las medidas de ajuste económico.

  • El consenso constitucional:

Las Cortes constituyentes salidas de las elecciones tuvieron que realizar un aprendizaje político de las exigencias del régimen de monarquía parlamentaria. La elaboración de la Constitución fue larga y complicada. Las discusiones las realizaron una comisión de parlamentarios compuestas de 3 Dip. De UCE (Miguel Herrero, José Pedro Pérez Llorca, Gabriel Cisneros) y 4 de la oposición: Gregorio Peces Barba (PSOE), Manuel Fraga (AP), Miguel Roca (CiU) y Jordi Solé Tura (PCE). La presencia de Roca se debía a la cesión de un puesto por el PSOE pero, lo más importante fue la marginación del PNV.

En noviembre de 1977, el socialista Pablo Castellano divulgó en los medios de comunicación un primer borrados que descubría las diferencias entre centristas y socialistas en cuestiones como la educación y derechos económicos y sociales.

El PSOE, que había logrado la unidad socialista, presentó un voto particular republicano que fue rechazado y terminó abandonando en marzo la ponencia constitucional. Las negociaciones entre el vicepresidente Fernando Abril Martorell y Alfonso Guerra permitieron el retorno del PSOE a la ponencia y una rápida aprobación de los artículos de la Constitución.

Los temas más controvertidos fueron la inclusión del término “nacionalidades” en la reorganización territorial del Estado, el papel de la Iglesia en la educación, el estatuto de las Fuerzas Armadas, la huelga, la ley electoral y la pena de muerte.

Los principales principios de la Constitución son; un Estado social y democrático de Derecho, la monarquía parlamentaria y el estado autonómico.

Una novedad de la Const. 1978 es la atención a los derechos económicos y sociales. Establece un modelo de economía mixta, economía de mercado con intervención estatal. Reconoce la propiedad privada pero también la planificación central y la expropiación con indemnización. La riqueza debe estar subordinada al interés general y el gobierno debe promover la igualdad territorial y la redistribución de la renta.

  • La reorganización territorial del Estado: el Estado de las Autonomías.

Se ha dicho que la cuestión separatista fue una clave principal de la guerra civil. Si bien es cierto que los estatutos de autonomía para Cataluña, País Vasco y Galicia de la segunda República supusieron una ruptura con el centralismo del Estado liberal, resulta exagerado este diagnóstico.

Los movimientos ciudadanos en pro de la autonomía fueron un componente esencial de la conflictividad durante el régimen de Franco. El conjunto de la oposición terminó adoptando posturas favorables a la reorganización territorial del Estado en un sentido federal.

Sin embargo, la generalización de este programa mínimo trajo consigo una radicalización de las demandas nacionalistas. En todo caso, durante el tardofranquismo y la transición, las reivindicaciones en defensa de las peculiaridades regionales se fueron extendiendo a buena parte del territorio español. Los resultados de las elecciones de 1977 supusieron un triunfo del antiguo antifranquismo en regiones como País Vasco, Cataluña, Andalucía y País Valenciano.

En un principio, tanto gobierno como oposición creyeron mejor organizar algún sistema de autogobierno para las llamadas nacionalidades históricas, es decir, las de lengua autóctona. Este proyecto contradecía el modelo federal pues no se trataría de que las diversas nacionalidades firmaran un pacto constitucional entre iguales, sino de una concesión del derecho de autogobierno.

El triunfo de socialistas y comunistas catalanes hizo que Suarez tomara la iniciativa de restablecer la Generalitat de Cataluña, Josep Tarradellas, dirigente de Esquerra Republicana en el exilio, mantenía de manera simbólica la continuidad de la institución. Sin embargo, la negociación de Suarez y Tarradellas marginaba a la Asamblea de parlamentarios partidaria del restablecimiento del Estatuto de 1932. El 2 de julio de 1977 ambos llegaban a un acuerdo para restablecer la Generalitat que se vio plasmado en un decreto-ley en septiembre. Esta medida suponía una ruptura con el pasado pues restablecía un aspecto de la legalidad de la segunda república.

Más complicado resultó la situación del País Vasco donde habían triunfado el PNV y el PSOE. La pervivencia del gobierno Vasco en el exilio y el fenómeno terrorista de ETA hacían muy difícil cualquier iniciativa política para restablecer el autogobierno.

El presidente del gobierno vasco en el exilio, el peneuvista Leizaola defendió que la negociación la debía protagonizar la Asamblea de parlamentarios electos. De este modo, el 30 de diciembre de 1977 fue creado el Consejo General Vasco, presidido por Ramón Rubial gracias al apoyo de UCD.

Durante 1978, en pleno proceso constituyente, y a iniciativa de Manuel Clarero, ministro para las Regiones, se optó por la generalización del proceso preautonómico al conjunto del territorio nacional. Esta decisión, contraria a la demanda de un trato preferente hacia las llamadas nacionalidades históricas, radicalizó las posiciones de los nacionalismos periféricos.

En 1979, después de las elecciones generales, el gobierno inició la negociación de los estatutos de Cataluña y País Vasco. El texto de autonomía para País Vasco fue aprobado por las Cortes en julio con el apoyo del PNV y los partidos de ámbito nacional excepto la Coalición Democrática de Fraga. El estatuto de Guernica fue aprobado en referéndum en octubre de 1979 con el voto favorable del 90% de los sufragios, aunque con un índice de participación del 60%.

En el caso de Cataluña, la aprobación se vio demorada por la actitud de Suarez y Tarradellas, contraria al predominio de socialistas y comunistas, pero finalmente el referéndum del 25 de oct., de 1979 supuso su aprobación por el 88% de la población con una participación del 59% del censo.

Las primeras elecciones autonómicas celebradas en ambos casos en marzo de 1980 otorgaron la victoria a las formaciones nacionalistas moderadas, el PNV de Carlos Garaicoetxea y CIU de Jordi Pujol.

A partir de entonces el gobierno de Suarez dio una cierta marcha atrás al proceso autonómico. Martín Villa propuso la reconducción del conjunto de las nuevas autonomías por el art. 143 C.E. con un período inicial de menores competencias autonómicas.

En Galicia, la tercera comunidad beneficiada del art. 151, el referéndum de diciembre de 1980 se saldó con una abstención del 71% del censo, debido a la errática política gubernamental. Más complicada resultó la situación en Andalucía. Los ayuntamientos andaluces, con predominio de la izquierda, reivindicaron la vía del art. 151. El gobierno terminó propugnando la abstención en el referéndum lo que provocó la dimisión del ministro Clavero Arévalo. La movilización de la sociedad andaluza hizo que la abstención sólo fuera del 36% lo que trajo consigo la crisis de los centristas.

La definición del Estado de las autonomías fue objeto de un pacto entre UCD y PSOE en julio de 1981, y la aprobación de los estatutos no culminó hasta 1983 ya con el PSOE en el poder.

  • Los militares: entre la disciplina y el golpismo.

El régimen de Franco no fue una dictadura militar en sentido estricto pues, aunque algunos militares ocuparan puestos en la Administración Civil y en el gobierno, no estaban como tal corporación en el poder. El hecho de que la transición se hiciera desde el Estado y su legalidad explica, en buena medida, el acatamiento mayoritario de las fuerzas armadas hacia la monarquía constitucional.

La debilidad de la extrema derecha, apenas un 2% del electorado, y su carencia de un líder y un proyecto político, hizo que la mayor parte de los militares se conformaran con limitar su papel político a la política de defensa. Las únicas excepciones fueron su oposición a la legalización del PCE y a la reincorporación a las fuerzas armadas de los miembros de la Unión de Militares Demócratas.

La llegada de Gutierrez Mellado al nuevo Ministerio de Defensa, y a la vicepresidencia del gobierno trajo consigo una progresiva modernización del ejército. El ministerio tenía una estructura dual con una sección operativa, la Junta de Jefes de Estado Mayor, y otra político administrativa.

Con la aprobación de la C.E. también se adoptaron unas nuevas ordenanzas militares que excluían la obediencia debida a la superioridad en los casos de actividades contrarias al orden constitucional. En noviembre de 1980, tras bastantes dificultades y demoras, fue aprobada la reforma del Codg. De Justicia Militar que reducía la jurisdicción militar a los asuntos castrenses.

No obstante, hubo sectores reaccionarios del Ejército que no se conformaron con el mero papel profesional. Los incidentes fueron muy frecuentes y enseguida fueron descubiertas tramas golpistas. Gutierrez Mellado tuvo que realizar una política de nombramientos de responsables militares al margen muchas veces del escalafón.

Antes del golpe del 23 de febrero de 1981 la trama conspirativa más importante fue la Operación Galaxia descubierta en noviembre de 1978 y que estaba encabezada por Tejero y Saez de Ynestrillas.

El ruido de sables tras la sustitución de Gutierrez Mellado por el civil Rodriguez Sahagún no hizo sino crecer. A ello contribuyó la construcción del Estado de las autonomías pero, sobre todo, la ofensiva terrorista.

El vacío de poder creado por la dimisión de Suarez fue aprovechado por los golpistas para acelerar sus planes. Además, en febrero de 1981. El incidente creado por el nacionalismo radical, afín a ETA, durante la visita del rey a la Cala de Juntas de Guernica fue visto por los militares reaccionarios como una afrente a la Corona.

El 23 de febrero, la sesión de investidura como presidente del gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo fue interrumpida por el asalto de Tejero al Congreso al frente de unos centenares de guardias civiles. Aparte de la acción de Tejero había otras tramas golpistas. El general Armada, pretendía una especie de “golpe blando”, mediante el cual encabezaría un gobierno de salvación nacional con representantes de los partidos políticos. Por su parte, el capitán general de Valencia, Milans del Bosch, sublevó la guarción y otros generales estuvieron a la expectativa de los acontecimientos.

El fracaso del golpe en Madrid y la actitud del Rey, contraria a la subversión del orden constitucional, fue lo que decidió la situación pues muchos jefes militares se mostraron en contra de la intentona por obediencia al rey más que a la constitución.

El nuevo gobierno de Calvo Sotelo trató de reafirmar la supremacía del poder civil, aprobando la Ley de Defensa de la Democracia en marzo de 1981 y recurriendo la sentencia del Consejo Supremo de Justicia Militar de junio de 1982.

  • La evolución del sistema de partidos:

Tras la aprobación de la Constitución, las elecciones de marzo de 1979 no modificaron el mapa político. UCD no consiguió mayoría absoluta de nuevo y el PSOE no logró mejorar sus resultados. El PCE consiguió mejorar algo, manteniéndose la relación de tres a uno con los socialistas. La nueva Coalición Democrática promovida por Fraga tuvo peores resultados que Alianza Popular en solitario. Los únicos que mejoraron fueron los nacionalistas.

Lo que si modificó la vida política fueron las primeras elecciones municipales en las que la izquierda parlamentaria consiguió el control de las principales ciudades. De este modo, el PSOE conseguía una importante parcela de poder que le fue preparando como alternativa al gobierno.

El PSOE había salido de la dictadura con una fuerte acumulación ideológica, un reformismo revolucionario que defendía la transición al socialismo, que le permitió neutralizar la competencia del PCE y de las nuevas formaciones socialistas.

Conseguida la hegemonía de la izquierda, los socialistas procedieron a realizar un ajuste de su organización, ideología y estrategia política. El debate de su definición como partido marxista fue lo que terminó polarizando el debate interno. Felipe González dimitió de la secretaría general tras la aprobación de unas resoluciones radicales por el Congreso del PSOE de 1979. La celebración del congreso extraordinario permitió la consolidación del liderazgo de González al carecer los críticos de una verdadera alternativa. El nuevo congreso aprobó un modelo de partido más centralizado, con una organización controlada por el vicepresidente Guerra, y una definición ideológica que autores como Maravall o García Santesmases han definido como un reformismo radical. Sin embargo, el ajuste ideológico interno no culminaría hasta el Congreso de finales de 1981.

Una expectativa de los socialistas que se vio beneficiada por la crisis del PCE y la descomposición de UCE. Los comunistas tuvieron que hacer frente a unas difíciles relaciones entre el partido surgido de la clandestinidad y los líderes del exilio, procedentes de la guerra civil. Buena parte de los cabezas de lista en las candidaturas de las elecciones de 1977 procedían de la guerra civil y del primer franquismo.

La definición ideológica eurocomunista trataba de hacer compatible el comunismo y pluralismo democrático, culminando el distanciamiento del PCE respecto a la URSS. Sin embargo, esta posición eurocomunista convivía con una fracción prosoviética importante. Los prosoviéticos, además, estaban marcados por la defensa de la memoria histórica de la guerra, unos hechos que la dirección encabezada por Carrillo trataba de enmascarar.

La entrada del PCE en la legalidad trajo consigo no sólo la renuncia a la república sino un precipitado abandono del leninismo por un “marxismo revolucionario”.

Las escisiones prosoviéticas y el malestar de los que defendían el marxismo-leninismo o de los denominados renovadores que defendían la culminación de la estrategia eurocomunista, hicieron que el PCE entrar en la crisis histórica más importante de su historia.

El partido fundado por Suarez, no llegó a formar un verdadero partido, pues pervivieron las familias políticas de origen liberal, democristiano y socialdemócrata. Además fueron muy conflictivas las relaciones entre el partido, gobierno y grupo parlamentario. Tras la dimisión de Suarez en 1981, se desató la crisis interna de UCD. El nuevo presidente, Leopoldo Calvo Sotelo, tenía una orientación más liberal-conservadora que Suarez y era ajeno a las familias políticas aunque mantuvo el pluralismo interno.

De este modo, los socialdemócratas García Díez y Fernandez Ordóñez desempeñaron las carters de Economía-Hacienda y Justicia. Sin embargo, la oposición de Ordóñez ante la cuestión del divorcio provocó la conforntación interna. El ministro terminó dimitiendo y fundando el Partido de Acción Democrática con un grupo de 16 parlamentarios de UCD. El nuevo partido, terminaría integrándose en las filas del PSE para las elecciones de 1982.

A su vez la iniciativa progresista de Ordoñez ante la Ley del Divorcio que admitía la separación de mutuo acuerdo, provocó la creación de una “plataforma moderada” en julio de 1981, encabezada por Miguel Herrero y Oscar Alzaga, con 39 dip. Y 31 sen. De UCD. Ante la derrola en Galicia y el fraccioanmiento, Calvo Sotelo desplazó a los suaristas de los órganos dirigenes del partido situando como secretario general al democristiano Iñigo Cavero. En 1982, Herrero se pasó con otros 2 diputados a Alianza Popular, y tras la debacle del centro en las elecciones andaluzas, Alzaga fundó el Partido Demócrata Popular (PDP) con otros 12 diputados de UCD. La culminación de las escisiones de UCD fue el abandono de Adolfo Suarez en julio de 1982 y la fundación del Centro Democrático y Social (CDS).

Ante el colapso interno y electoral de UCD, Calvo Sotelo decidió adelantar las elecciones para el 28 de octubre de 1982. La participación fue alta, un 80% del censo, obteniendo el PSOE un 48% de los sufragios y 202 escaños. La abrumadora mayoría socialista se realizó a expensas del PCE y de la Coalición Popular de Fraga. En definitiva, las elecciones de 1982 ayudaron a la consolidación de la democracia pues la obtención del PSOE, un antiguo partido antifranquista, de una mayoría tan abrumadora prometían cambio y estabilidad política.

3.- EL CAMBIO SOCIALISTA:

Las elecciones provocaron una radical modificación del sistema de los partidos hasta el punto que se ha dicho que inauguró un período de partido hegemónico. La etapa socialista se prolongó hasta 1996 con 3 legislaturas de mayoría absoluta.

La primera etapa del gobierno de Felipe González se caracterizó por la consolidación democrática. Un reformismo que trataba de que “España funcionase” y culminase la integración en el orden occidental a través del ingreso en la CEE y la OTAN. la década posterior a 1986 fue la propiamente de reformas socialdemócratas, con un notable incremento del gasto público, aunque su valoración global haya quedado ensombrecida por la corrupción y el contraterrorismo del GAL.

  • El primer gobierno en solitario del PSOE:

En diciembre de 1984, Felipe Gonzalez formaba el primer gobierno en solitario. Nacido en 1942, participando en la protesta estudiantil, el obrerismo católico y el asesoramiento laboral a los trabajadores. En 1969 entró en la dirección del PSEO y de la UGT, accediendo a la primera secretaría del PSOE en 1974, desde un discurso ideológico radical que, enseguida, atemperó con un regeneracionismo nacionalista español inspirado en figuras de la república como Azaña.

El equipo de gobierno de Gonzalez estaba compuesto por hombres, en su mayor parte universitarios, de la generación antifranquista de 1956-1968. Alfonso Guerra accedió a la vicepresidencia del Gobierno, ocupándose además de la vida del partido. La presencia de Guerra permitía la apelación a la memoria histórica del socialismo, aunque, a menudo, fuese acusado de populista. La UGT descartó participar directamente en el gobierno, ocupando el ministerio de Trabajo, aunque colaboró en la elaboración del programa de gobierno con quien ocupó esa cartera, Joaquín Almunia.

Fue aprobada la jornada de 40 horas y la LOLS de 1985 profundizó en el papel de los sindicatos. Además, la LOLS resolvía la cuestión del patrimonio sindical. Sin embargo, la reforma de las pensiones en mayo de 1985 provocó el alejamiento de UGT respecto del gobierno que culminó con la huelga general de 1988. Esta reforma aunque ampliaba la cobertura a más colectivos, establecía un mayor período de cotización y una proporcionalidad de la pensión con respecto a lo cotizado.

A la cartera de Exteriores accedió Fernando Morán, que procedía de las filas de Tierno Galván. Morán no terminó de encajar en el gobierno, representando una oposición ideológica cercana a la corriente de Izquierda Socialista. Su gestión, muy atacada por los medios de comunicación y por el seno del partido, permitió un acercamiento a Francia y, como veremos, la homologación de España en el mundo occidental a través de la entrada en la CEE.

Para educación fue designado José María Maravall, que había inspirado el retorno del PSOE a una actitud socialdemócrata. Además del crecimiento del gasto público de educación, su gestión tuvo como principales iniciativas la regulación de la enseñanza privada concertada y la ley de Reforma Universitaria.

Para el área económica fueron designados los socialdemócratas Miguel Boyer y Carlos Solchaga. En 1982 la economía española se encontraba en su momento más bajo desde los años 70. La tasa de paro era del 16,5%, la inflación había descendido pero todavía era del 14%. Además era necesaria la conversión de la industria, aplazada por el clima social.

Para la cartera de Defensa, fue nombrado Narcís Serra. Procedente del radical Frente Obrero de Cataluña y del Partido Socialista de Cataluña. Entre 1979 y 1982 había sido un excelente gestor en el del Ayto. de Barcelona. En 1984 impulsó una reforma de la ley orgánica de 1980 logrando poner fin a la autonomía del ejército. La nueva ley reformaba la Junta de Jefes del Estado Mayor y precisaba el papel del rey como jefe de las fuerzas armadas. En todo caso, el nuevo papel del ejército en el marco de la OTAN le alejaba de la amenaza golpista.

Par el Ministerio de Interior fue nombrado José Barrionuevo, que había sido concejal en Madrid y procedía de medios carlistas y neosocialistas. Barrionuevo no procedió a una purga de los cuerpos de seguridad del franquismo. La política de seguridad fue, por tanto, una continuación de la de UCD. Este continuismo estuvo provocado por la ofensiva terrorista de ETA. Para los gobiernos civiles Barrionuevo improvisó unos nombramientos como los de Luis Roldán, Julen Elgorriaga y José Sancristobal, condenados posteriormente en el caso GAL.

Barrionuevo, además, continuó la política de reinserción de etarras e hizo aprobar una discutible ley orgánica Antiterrorista en diciembre de 1984. Las negociaciones políticas para el fin del terrorismo terminaron fracasando pero el gobierno consiguió la colaboración de Mitterrand en la desarticulación del llamado santuario francés”.

  • La homologación internacional de España:

La transición a la democracia en el ámbito de la política exterior no culminó hasta bien avanzada la década de los 80 pues, si bien las negociaciones con la CEE habían comenzado en la época de Suarez y el gobierno de Calvo Sotelo había decidido la integración en la OTAN, la solución de ambos aspectos no culminó hasta 1986. Además en 1988 fueron revisados los acuerdos de España con EEUU establecidos en 1953 y actualizados por el Tratado de 1976.

La cuestión del ingreso de España en la OTAN había planeado sobre la vida política durante la transición, pues ya se incluyó en la declaración programática del primer gobierno de UCD. El acceso de Calvo Sotelo a la presidencia del gobierno en febrero de 1981, dio prioridad a la política de seguridad y defensa. El ministro de Exteriores, Marcelino Oreja, había declarado el propósito de entrar en la OTAN y los congresos de UCD de 1978 y 1980 asumieron ese compromiso.

El PSOE, europeísta y atlantista durante la etapa del exilio y clandestinidad, había asumido posiciones neutralistas desde los primeros años 70. A juicio de los socialistas la entrada en la OTAN en un período de guerra fría desestabilizaría el equilibrio entre los bloques. En un momento de crisis de UCD, los socialistas decidieron impulsar el movimiento pacifista con el lema “OTAN, de entrada no”. La exigencia del PSOE de un referendum previo fue derrotada en el Congreso por 172 votos contra 144. A partir de ese momento González se comprometió a organizar el referéndum.

Una vez recibida la invitación de la Alianza y completada la ratificacion del ingreso, el acta de adhesión fue depositada en Washington el 30/5/1982.

La primera medida del PSOE fue la no integración en la OTAN, ratificándose en la necesidad de un referendum. Gonzalez pronto decidió apoyar el despliegue de los euromisiles en Alemania al encontrarse que la mayor parte de las potencias europeas asociaban el ingreso en la CEE con la plena vinculación al mundo occidental a traves de la pertenencia a la OTAN. Esta nueva percepción condujo a que Gonzalez terminara identificando ambas opciones internacionales a finales de 1984.

Al mismo tiempo se produjo un sustancial avance de la integración en la CEE. Las conversaciones bilaterales para el ingreso más difíciles se dieron con Francia. Finalmente, en junio de 1985 se alcanzaba el acuerdo que se hizo efectivo en 1986.

El 12 de marzo de 1986 se celebró el referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN. con una participación del 60% del censo, el voto favorable obtuvo el 52% mientras en el 40% votaba en contra. La campaña del referéndum resultó muy confusa, pues el PSOE tuvo que convencer a sus militantes y votantes sobre el cambio de posición mientras que la conservadora Alianza Popular propugnaba la abstención. Sin embargo, la nueva coalición Izquierda Unida, impulsada por el PCE, no lograría capitalizar el movimiento pacifista en resultados electorales apreciables.

TEMA 27º:

LA ESPAÑA ACTUAL: 1986-2000

1.- ESPLENDOR Y DECLIVE SOCIALISTA (1986-1996):

  • Las elecciones de 1986:

Los diferentes procesos electorales que habían tenido lugar durante al primera legislatura socialista (municipales, autonómicas), no habían supuesto cambios importantes en la correlación de fuerzas que apuntaran a una nueva reestructuración del sistema de partidos. Tampoco en las elecciones legislativas del 22 de junio de 1986, celebradas pocos meses después del triunfo del gobierno en el referéndum de la OTAN, la distribución del voto sufrió modificaciones. El PSOE, aunque perdió 1,2 millones de votos y 18 diputados, siguió manteniendo la mayoría absoluta en el Congreso y Senado, mientras que las fuerzas de centro y derecha sufrieron una mayor fragmentación.

Era natural que el PSOE revalidara su victoria, pues el balance de gobierno en ese momento era muy favorable. El proceso democratizador había culminado, la amenaza golpista había desaparecido, las relaciones con la Iglesia eran inmejorables. España se había incorporado plenamente a Europa y no había especiales problemas en la cuestión autonómica. Además, lo peor de la conversión industrial ya había pasado y se comenzaba a superar la crisis económica. Por si esto fuera poco, el gobierno había salido airoso del referéndum y el liderazgo de González se vio reafirmado en las elecciones de 1986. Sólo se produjo un cambio de cierta importancia, que fue la sustitución de Jose María Calviño al frente de RTVE por Pilar Miró.

Por el contrario, cuando se celebraron las elecciones de 1986, Coalición Popular (AP, PDP y PL) no se encontraban en su mejor momento, y con Fraga de líder seguía sin superar el techo electoral del 25%. Desde 1982, la derecha española había tenido grandes dificultades para definir una política alternativa al PSOE. Se mostró incapaz de recoger el voto del centro, presentándose a las elecciones con un programa, mezcla de neoliberalismo económico y conservadurismo político y social. A esto se sumó la confusa y contradictoria posición ante el referéndum de la OTAN, que demostró la falta de orientación política de la derecha española.

Las organizaciones situadas a la izquierda del PSOE apenas recogieron el fruto de su activa campaña contra la OTAN. en las elecciones legislativas de 1986, IU, coalición electoral creada poco después del referéndum, que reunía a los comunistas, excepto a Santiago Carrillo, junto a diversos grupos progresistas y socialistas disidentes, sólo obtuvo 7 diputados.

  • El enfrentamiento con los sindicatos:

Además de las movilizaciones contra la OTAN, hubo una fuerte oposición sindical contra la política de reformas liberalizadoras en el terreno de la economía que habían ya comenzado durante los años de UCD y que el PSOE tuvo inevitablemente que culminar. El imprescindible saneamiento de la economía, el comienzo en serio de la reconversión industrial, con la consiguiente pérdida de puestos de trabajo, el adelgazamiento y reforma del sector público, la contención de los salarios y el control del gasto social, comprendían medidas de ajuste tan duro, que sólo podían ser aplicadas por un partido como el PSOE, que en aquellos momentos gozaba de una gran autoridad moral sobre las capas sociales menos favorecidas. Sin embargo, la escasa predisposición del gobierno al diálogo con los sindicatos y las actitudes excesivamente desafiantes de los ministros de Economía e Industria condujeron al enfrentamiento con las centrales sindicales y provocaron un rosario de luchas obreras, que condujeron a la huelga general de 14 de diciembre de 1988.

Durante 1982 y 1983, al gobierno socialista no le resultó difícil desarrollar su política económica, entre otras cosas porque aprovechó el clima de confianza, incluso de entusiasmo, que se había producido tras las llamadas elecciones “del cambio”, y porque contó con el incuestionable apoyo de UGT y la incapacidad del PCE. Sólo CCOO se atrevió a cuestionar algunos aspectos de la política económica.

A partir de 1985, comenzó a apreciarse un cambio de actitud mucho más profundo en la UGT, que por primera vez decidió enfrentarse con el gobierno y sumarse a CCOO en las movilizaciones. La Ley de Pensiones fue posiblemente la actuación más impopular y mas contestada de los primeros años de gobierno. La oposición al proyecto revistió una especial virulencia, que se tradujo no sólo en las movilizaciones convocadas por los sindicatos, sino también en el enfrentamiento en el seno de la familia socialista.

En la formación de la cada vez más sólida oposición sindical, la progresiva independencia de UGT respecto al gobierno socialista fue un factor decisivo. Para entender mejor cómo se fue produciendo la disgregación de la familia socialista y los cambios estratégicos de la UGT no sólo hay que tener en cuenta las diferencias ideológicas que poco a poco iban separando al sindicato del partido, sino también otras cuestiones relacionadas con el desarrollo del sindicalismo y con la competencia entre las 2 centrales sindicales mayoritarias. A finales de 1986 los dirigentes de UGT habían comprendido que era imposible seguir creyendo en el gobierno, lo cual unido a la crisis del comunismo, iban a convertir a UGT en el sindicato hegemónico. Sin embargo, CCOO habrá conseguido sobreponerse a los ataques gubernamentales y resistir a los embates de la reconversión industrial, mientras que UCT, aunque seguía siendo la primera fuerza sindical tras las elecciones sindicales de 1986, había perdido notablemente influencia. No es extraño, por lo tanto, que UGT, a medida que abandonaba su supeditación al partido y su estrategia de pactos, iba recuperando su voluntad combativa, y la colaboración con CCOO se hizo inevitable. En febrero de 1988, las 2 centrales llegaron a un acuerdo general sobre la necesidad de cambiar la política económica del gobierno y elaborar una plataforma unitaria.

En una situación de claro crecimiento económico, los sindicatos decidieron pasar a la ofensiva y reclamar del gobierno un giro social, consistente en incrementar el empleo, en una justa distribución de las rentas y en mayores prestaciones sociales. Este giro en la política económica no es una demanda sindical sino que es una demanda generalizada y completamente sentida por la izquierda sociológica y por el conjunto del país. En los meses siguientes las relaciones gobierno-sindicatos se fueron deteriorando. Mientras los sindicatos acusaban al gobierno de servir a los intereses de la derecha y la patronal, la plana mayor del PSOE hizo causa común con el gobierno y optaron por una actitud de provocación y claro enfrentamiento, con descalificaciones mutuas.

La gota que colmó el vaso fue la presentación por parte del gobierno de un proyecto de ley de fomento del empleo juvenil que fue considerado por los sindicatos como una agresión a los trabajadores. El 12 de noviembre de 1988, las comisiones ejecutivas de UGT y CCOO, acordaron la convocatoria de un paro general de 24 horas para el día 14 de diciembre. El llamamiento al paro exigía junto a la inmediata retirada del plan de empleo juvenil un giro social en la política del gobierno que supusiera un incremento del subsidio de desempleo, la mejora del poder adquisitivo de los trabajadores y el aumento de la cobertura social. Además los sindicatos no quisieron utilizar el término de huelga general, evitando que el paro convocado pudiera ser interpretado como una movilización de tipo político cuyo objetivo era la caída del gobierno. Sin embargo, para la ejecutiva del PSOE la huelga era claramente política y, cerrando filas con el ejecutivo, decidió pasar a la ofensiva contra los sindicatos, acusándoles de pretender desestabilizar la democracia y deslegitimar al gobierno socialista. Desde los medios de comunicación, numerosos dirigentes del PSOE intentaron invalidar la acción de los sindicatos, recurriendo una vez más al caos que supondría una huelga general, que no era otra cosa que el tradicional instrumento revolucionario tantas veces preconizado por el PC.

Aunque en el éxito de la huelga general pesaron más las cuestiones sociales, los efectos políticos fueron indudables. Los sindicatos no pretendieron modificar la relación de fuerzas en el terreno político y mucho menos pedir la dimisión del gobierno, poniendo en cuestión su legitimidad. Sin embargo, el 14D fue un duro golpe para el gobierno, el más importante de sus 6 años de mandato y por el contrario fue un factor de estabilización y consolidación de los sindicatos. Las relaciones CCOO y UGT mejoraron extraordinariamente. UGT dejó de ser el sindicato del gobierno y CCOO se convirtió en un sindicato reformista, abandonó sus inclinaciones revolucionarias y fue admitido en la Confederación Europea de Sindicatos (CES).

  • Las elecciones de 1989:

El impacto del 14D fue tan importante que González, por primera vez desde 1982, quiso dimitir como presidente de gobierno. Convencido por la mayoría de los miembros de la ejecutiva del PSOE, decidió continuar al frente del gabinete, tratando de recomponer las relaciones con los sindicatos y renunciando a convocar de forma inmediata las elecciones generales, por lo menos hasta que terminara la presidencia de la Comisión Europea en el primer semestre de 1989. Durante estos 6 meses, la peseta entró en el Sistema Monetario Europeo y González consiguió importantes éxitos al frente de la institución europea. Esto le permitió respetar el calendario electoral y no hacer coincidir las elecciones generales con las europeas, con el objeto de afrontar la renovación del Parlamento en mejores condiciones.

Las elecciones al Parlamento Europeo, celebradas en junio de 1989, tuvieron unos resultados sorprendentemente buenos para el PSOE, lo que influyó en González para que decidiera adelantar las legislativas. El resultado de estas elecciones, celebradas el 19 de octubre de 1989, respondió a las expectativas que habían señalado los comicios anteriores y con pocas variaciones vinieron a repetir prácticamente los mismos resultados. El PSOE no sólo fue el partido más votado sino que alcanzó por tercera vez la mayoría absoluta, aunque esta vez por muy pocos escaños. El PP, dirigido por José María Aznar, con el 25,8% de los votos y 106 escaños, no lograba remontar con claridad el famoso techo de Fraga, a pesar de la refundación del partido, del cambio de presidente y de que había conseguido integrar en sus filas lo poco que quedaba de los democristianos.

El resultado de las elecciones de 1989 sirvió también para despejar la incógnita sobre las repercusiones del 14D; que en realidad no supuso un cambio en el mapa electoral, manteniendo la situación de dominio del PSOE. Sin embargo, comenzaba a perder pos su izquierda una parte de su base social tradicional que en el futuro le sería muy difícil recuperar.

Desde que el 2 de agosto de 1990 Irak ocupó Kuwait hasta el final de la guerra del Golfo a principios de marzo de 1991, España se vio involucrada, tras una larga época de neutralismo y aislamiento, en un conflicto internacional lejos de sus fronteras. La contribución del ejército español a la fuerza multilateral anti-iraquí, así como la utilización de las bases militares conjuntas con EEUU, iba a desencadenar la oposición de las organizaciones pacifistas y de algunos partidos, sobre todo IU, e iban a producir también la división social.

Además de la guerra del Golfo, durante 1990 y principios de 1991 hubo otras cuestiones que tensionaron la vida política española. A comienzos de 1990, la prensa desveló que Juan Guerra, había ocupado un despacho oficial en la Junta de Andalucía desde donde había ejercido sus influencias para enriquecerse. A las pocas semanas de que Aznar fuera elegido presidente del PP, el juez de Valencia, Luis Manglano, comenzó la investigación de supuestas irregularidades en la financiación del partido que afectaban directamente a Rosendo Naseiro, tesorero de la formación. A pesar de ser 2 casos claros de corrupción, incluso más importante el que afectaba al PP, las consecuencias que tuvo el caso Guerra para el PSOE fueron de mucha mayor importancia, entre otras cosas porque tanto González como la dirección del partido no supieron reaccionar a tiempo. Rápidamente Aznar se desvinculó del acusado, mientras que la dirección del PP abrió un doble frente de actuación: por una parte, exculpando a Naseiro, y por otra, poniendo en tela de juicio las actuaciones del juez Manglano que investigaba el caso. Por el contrario González cerró filas en torno a Guerra, ligando incluso su futuro al del vicepresidente y negándose a que el parlamento creara una comisión que investigara las actuaciones de Juan Guerra.

Las poco claras explicaciones que Alfonso Guerra dio en el parlamento, así como la férrea defensa que de él hizo González, hicieron que el caso Juan Guerra ocupara sistemáticamente las páginas de la prensa, deteriorando gravemente la imagen del gobierno. El 12 de enero de 1991, dimitió Alfonso Guerra como vicepresidente del gobierno, abriendo una crisis gubernamental que no se cerraría hasta marzo de 1991, cuando González formó un nuevo gobierno en el que entraron Tomás de la Cuadra Salcedo en Justicia, José Borrell en Transporte y Obras Públicas, Pedro Solves en Agricultura, Juan Manuel Eguiagaray en AAPP. Jordi Solé Tura en Cultura y Julián García Valverde en Sanidad. Completaba el gabinete Narcís Serra, que ocupaba el cargo de Vicepresidente. Con ello se terminaba el tandem González-Guerra y comenzaba una nueva etapa.

La dimisión de Guerra agudizó además el enfrentamiento entre guerristas y renovadores que ya se había puesto de manifiesto en el XXII Congreso del PSOE en noviembre de 1990. Este Congreso supuso una clara victoria del sector guerrista, que había obtenido todas las secretarías de la Ejecutiva Federal. El gran perdedor fue el ministro de Economía, Carlos Solchaga, a quien Guerra acusaba de ejercer una política económica demasiado liberal. La realidad es que el enfrentamiento no respondía a un conflicto entre distintas posiciones políticas, sólo se debatían espacios de poder, de influencia, lealtades personales.

  • El giro social:

Tras el éxito del 14D, González, en vez de mantener un pulso con los sindicatos, decidió plegarse a las demandas que clamaban por un giro social de la política económica. Anunció rápidamente la retirada del polémico plan de empleo juvenil y a continuación llevó al Parlamento, con el acuerdo del PP una serie de decretos cuya aplicación supondría un aumento del gasto social. Al mismo tiempo, inició una serie de negociaciones con sindicatos en las que se discutió fundamentalmente el incremento del gasto social y la ampliación de las prestaciones sociales a las clases menos favorecidas. Esto significaba de hecho, la aplicación de una política de reparto, reconociendo que era el momento de que el esfuerzo que los trabajadores habían realizado en los años de duro ajuste sirviera para ampliar y consolidar el estado de bienestar.

Como resultado de las negociaciones y acuerdos parlamentarios que tuvieron lugar desde comienzos de 1989, el gobierno dispuso una serie de decretos y leyes, entre los que se encontraban los relativos a pensiones, el aumento de la cobertura del seguro de desempleo y la ampliación de la protección a los parados de larga duración y mayores de 45 años, y la ley de pensiones no contributivas. La puesta en práctica de estas medidas provocó un extraordinario aumento del gasto público de carácter social. Las prestaciones por desempleo se incrementaron en un 96% entre 1989 y 1992, y los gastos sanitarios y de pensiones de la S.S. sufrieron también un crecimiento desorbitado.

Otro de los grandes apartados del gasto social fue el referido a la Educación. La puesta en marcha, primero de la LRU (1983), después de la LODE (1985) y finalmente de la LOGSE (1990) trajo consigo un importante incremento de las inversiones en materia educativa, sobre todo desde 1988 a 1992.

A la política de gasto practicada desde 1989 por el gobierno socialista, se sumó la no menos importante política de inversiones públicas y gasto social de los Ayuntamientos y CCAA. El desarrollo del Estado de las CCAA y la masiva transferencia de competencias y servicios, provocaron que el gasto autonómico tuviera una presencia cada vez más importante en el conjunto del gasto público y que aumentara incluso en mayor porcentaje que el del Estado. Este proceso de descentralización dio lugar a una estructura cuasi federal, cuyo nivel de autonomía política y económica era incluso superior al de otros países de modelo federal.

Este giro social, desarrollado entre 1989 y 1992, que trataba de reforzar la solidaridad a través, principalmente, del gasto público, significaba también de hecho la aplicación de una política típicamente socialdemócrata que se fundamentaba no sólo en la necesidad de redistribuir la renta y garantizar a todos los ciudadanos un determinado nivel de bienestar social, sino también en la confianza en la acción pública y en la intervención del Estado para conseguir estas metas. A comienzos de 1992, esta política de gasto público ensayada por el PSOE condujo a un extraordinario incremento del déficit, precisamente en un momento donde se iniciaba un ciclo económico recesivo como consecuencia de la Guerra del Golfo. La primera medida de contención del gasto social, la tomó el gobierno en abril de 1992 con un R.D. que recortaba las prestaciones del paro, tanto en su cuantía como en duración, al tiempo que endurecía las condiciones para acceder al mismo. Esta disposición, conocida como el decretazo y rechazada unánimemente por los sindicatos, que convocaron una huelga general en mayo de 1992, fue el primer paso del fin de la política socialdemócrata puesta en marcha en 1989.

  • El declive socialista:

En el año 1992 España estuvo de moda en el mundo. Fue realmente un hecho sin precedentes que en un país coincidieran en el mismo año celebraciones como los Juegos Olímpicos, la Expo, el capitalidad cultural europea de Madrid y la celebración del Quinto Centenario. Pero, este año 92 no fue solo el año de las celebraciones y la construcción del AVE. Para la economía española, que entraba en una fase de profunda recesión y de tremendo déficit, fue un año terrible desde el punto de vista económico y político, pues el descubrimiento de continuos casos de corrupción ocasionaron una creciente pérdida de credibilidad en el gobierno y en su presidente, reconocida incluso por González.

Esta situación se complicó con la agudización de los problemas internos del PSOE, que terminaron estallando en abril de 1993, cuando Jose María Benegas dimitió de su cargo de secretario de organización, en señal de protesta contra los “renovadores de la nada” que propugnaban un rápido y radical relevo en la dirección del partido, todavía en manos de Guerra. La reacción de González fue el inmediato anuncio de elecciones generales para el mes de junio, poniendo como condición para volver a presentarse que la Ejecutiva Socialista le diera amplios poderes para elaborar las listas electorales y dirigir la campaña electoral. El objetivo fundamental del González era transmitir a los electores el mensaje de que estaba dispuesto a cambiar sus formas de gobierno e iba a encabezar la lucha contra la corrupción. Como garantía de este cambio, incluyó en los primeros puestos de las listas a conocidos jueces vinculados a Justicia Democrática (Garzón, Belloch y Pérez Mariño).

La campaña electoral fue extremadamente competitiva, pues por primera vez desde 1982 las encuestas pronosticaban una derrota del PSOE. Sin embargo, en los últimos momentos González logró modificar la tendencia, consiguiendo superar al PP por casi 1 millón de votos.

González reconoció que, pese a la victoria, el PSOE había sido castigado por los electores. Sin embargo, él “había entendido el mensaje de los ciudadanos: quieren el cambio del cambio”. Lo que sí cambió tras las elecciones de 1993 fue la correlación de fuerzas entre las distintas corrientes del PSOE, que se inclinó a favor de los renovadores o felipistas.

El gobierno formado por González en julio de 1993, en el que incluyó a un importante grupo de independientes (Solbes, Carmen Alborch, Angeles Amador, Cristina Alberdi y Javier Gómez Navarro), fue un gabinete de buenos gestores. Quizás uno de los mejores de todo el período socialista, a pesar de que tuvo que gobernar en una situación terriblemente desfavorable, pues le tocó cargar con la responsabilidad de los numerosos casos de corrupción que salieron a la opinión pública (Roldan, Gabriel Urralburu, Mariano Rubio, Vicente Alvero, Carmen Salanueva...).

Pero no fueron sólo político so altos cargos socialistas los que estaban implicados en tramas ilegales, la corrupción alcanzaba a conocidos líderes empresariales como Mario Conde o Javier de la Rosa. Tampoco se vio libre de escándalos la UGT con el caso de las viviendas de PSV-IGS.

En definitiva, esta última legislatura socialista fue un auténtico calvario para el gobierno y especialmente para González. Desde prácticamente el comienzo de la misma se produjo una profunda crispación de la vida política, alimentada por los casos de corrupción, que fueron utilizados por PP e IU para llegar una política de acoso permanente al gobierno. Por otra parte, todos los procesos electorales que tuvieron lugar desde 1993, supusieron un importante retroceso del PSOE y un avance del PP. Asi es que cuando Pujol, a finales de 1995, decidió retirar su apoyo parlamentario al gobierno socialisa, González no tuvo más remedio que anunciar la convocatoria de elecciones anticipadas para marzo de 1996.

El resultado de las elecciones confirmó la victoria del PP, aunque el margen de votos fue más estrecho al previsto, pues el 38,8% y los 156 diputados se quedaban lejos de la mayoría absoluta. La gran sorpresa fue que a pesar del fuerte desgaste del PSOE se que quedó a menos de 300.000 votos del PP.

En realidad, en estas elecciones no se había modificado sustancialmente la tendencia ideológica del voto, lo que sí se había variado, a causa del sistema electoral, era la composición del parlamento. La izquierda seguía siendo mayoritaria en número de votos y en porcentaje electoral, a pesar de lo cual, el centro-derecha conseguía la mayoría parlamentaria. El gran cambio fue que por primera vez desde 1982, el PSOE perdía las elecciones, y el PP superaba al PSOE, consiguiendo formar gobierno con el apoyo de CiU, el PNV y CC.

2.- EL PRIMER GOBIERNO DEL PARTIDO POPULAR (1996-2000):

  • Un gobierno para durar:

De acuerdo con los resultados electorales de marzo de 1996, el PP debía pactar si quería tener mayoría parlamentaria y poder formar gobierno. Descartada la posibilidad de un acuerdo general entre los grupos nacionalistas, el PSOE e IU, que condujera a un gobierno de concentración contra la derecha, el PP dirigió sus esfuerzos en negociar con los nacionalistas moderados y en especial con CiU. Pero la negociación no iba a resultar fácil, pues las relaciones no eran buenas. Tras casi 2 meses de negociación, el 26 de abril el PP y CiU suscribieron un acuerdo de legislatura, al que luego se sumaron PNV y Coalición Canaria.

Con el apoyo de todo el centro-derecha, el 4 de mayo de 1996 Aznar fue investido presidente del Gobierno tras un discurso caracterizado por la moderación, el centrismo y la cerrada defensa del Estado de las autonomías. La voluntad europeísta, el mantenimiento del estado del bienestar, la oferta de diálogo y consenso con las fuerzas de oposición y el tema autonómico fueron los ejes de su intervención en el Congreso. Este talante centrista no se vio del todo correspondido en la composición del gabinete, mayoritariamente formado por políticos oriundos de la derecha.

A pesar de la precaria victoria electoral, que obligaba al pacto con los nacionalistas, el objetivo fundamental de Aznar era que su gobierno durara lo más posible, y en efecto, fue un gabinete estable.

A la hora de hacer un balance general de la labor del gobierno popular se podría afirmar que en líneas generales fue un gobierno centrista, con claros signos de continuidad, y en el que existieron importantes claroscuros en el desarrollo de las distintas políticas y en la política de gestión de sus ministros. Junto a la excelente labor de Ministerios como Economía, Trabajo e Interior, habría que situar las polémicas surgidas en Transportes y Comunicaciones, Educación, Justicia, Sanidad y Medio Ambiente.

La política de defensa diseñada por el ministro Eduardo Serra tuvo elementos claramente continuistas, poniendo el acento en la profesionalización de las Fuerzas Armadas y la integración total en la OTAN. también hubo una cierta continuidad en las grandes líneas de la política exterior, sólo modificada por las relaciones con Cuba, que atravesaron momentos difíciles. La política económica se inscribió en un ciclo de claro crecimiento económico, que partía de la recuperación de 1994, bajo el ministro Solbes y se prolongó hasta el 2000. Las medias económicas puestas en vigor por Rodrigo rato, se dirigieron a poner las bases de un marco de estabilidad económica con el objetivo inmediato de poder cumplir los criterios de convergencia. En esta dirección, las primeras medidas de actuación fueron la rebaja de los tipos de interés, la reducción del déficit público y la disminución de la deuda pública. Con este paquete, se favoreció la estabilidad y el equilibrio macroeconómico, así como el crecimiento sólido de la economía y un importante aumento de la renta percápita.

Uno de los aspectos más importantes de la política económica fue el programa de privatizaciones de las grandes empresas públicas, presentado por Rodrigo Rato a comienzos de la legislatura. Con el argumento de liberalizar la economía, buscar la eficiencia de las grandes empresas públicas, luchar contra los monopolios e incluso propiciar el capitalismo popular, el PP llevó a cabo en muy pocos meses una ingente operación privatizadora que supuso la enajenación de prácticamente la totalidad de las empresas rentables, dejando en el sector público aquellas con grandes pérdidas. No se trató, por tanto, de reconvertir el sector público para hacerlo más eficiente y rentable, sino de obtener lo más rápido posible ingresos extraordinarios. Tampoco se consiguió el objetivo de conseguir una mayor liberalización económica, pues las privatizaciones, en muchos casos, no hicieron más que transferir posiciones de dominio del mercado del ámbito público al privado, como ha sucedido en los sectores energéticos o de telecomunicaciones.

Aunque es muy discutible desde el punto de vista de la política económica este amplísimo programa privatizador, las críticas se centraron más en cómo se desarrolló y cuales eran los objetivos políticos que se perseguían. Tanto los grupos de oposición como los medios de comunicación no afectos al PP enseguida denunciaron que el gobierno había situado al frente de las grandes compañías privatizadas a personas vinculadas a Aznar o estrechamente ligadas al PP, entregando el control y la toma de decisiones de estas empresas a grupos de intereses privados afines al PP.

Uno de los mayores éxitos del gobierno fue la política de creación de empleo, a partir de una profundización en la legislación laboral y en un clima de acuerdos con los agentes sociales que no había conseguido el PSOE en 14 años de gobierno. El PP necesitaba desembarazarse de la imagen tradicional de derecha enemiga de los sindicatos, y desde el primer momento quiso disipar temores y buscar la legitimación social poniendo en marcha una estrategia de acercamiento y acuerdo con los sindicatos.

Jaime Mayor Oreja, responsable de Interior, fue el ministro mejor valorado por los españoles, sobre todo en el desarrollo de la política antiterrorista, basada en una fuerte presión hacia ETA, el reforzamiento de la colaboración con Francia y el aumento del rechazo social fundamentalmente a raíz del secuestro y asesinato de Miguel Angel Blanco (julio de 1997).

A medida que se iba cerrando el cerco contra ETA y su entorno crecía la reacción social contra las acciones terroristas y aparecían movimientos de contestación al nacionalismo radical. Esta nueva situación fue interpretada por el PNV y EA como una ofensiva del PP y PSOE contra el nacionalismo vasco. En agosto de 1998 tuvo lugar una negociación secreta entre PNV, EA y ETA, con el objeto de obtener un alto el fuego indefinido; y optar por una vía claramente soberanista que superara el Estatuto de Guernica y reclamara el derecho de autodeterminación. El siguiente paso fue la firma del Pacto de Estella el 12 de septiembre de 1998 entre PNV, EA, Euskal Herritarrok e Izquierda Unida. Por primera vez se constituía un frente político de todo el nacionalismo vasco. El 16 de septiembre, 4 días después del anuncio del Pacto de Estella, ETA anunció una tregua indefinida, que fue calificada por Mayor Oreja como de “tregua trampa”, pues no respondía a una verdadera voluntad de paz sino a un intento de reorganizar las maltrechas filas de ETA. Ante esta situación el gobierno respondió en una doble vía: por un lado no abandonó la presión policial hacia ETA, y por otro, decidió el acercamiento de algunos presos al País Vasco y propuso el diálogo, que se plasmó en un único encuentro en mayo de 1999 en Suiza, del que no se obtuvo ningún resultado. La ruptura de la tregua en diciembre de 1999dejó al descubierto que el Pacto d Estella no había sido un camino para conseguir la paz, sino simplemente un instrumento en manos de los radicales para avanzar en el proceso de independencia.

  • La oposición socialista:

Los socialistas tardaron bastante tiempo en darse cuenta de que realmente habían perdido las elecciones. Las primeras declaraciones tras la derrota fueron las de “la dulce derrota”, y González mostraba su convencimiento de que Aznar no conseguiría la investidura, y cuando ya era presidente del gobierno aseguraba que no duraría más de 1 año. Esta euforia se vio reforzada por los resultados de las distintas encuestas durante 1996 y 1997 que reflejaban prácticamente un empate técnico PP-SOE.

Esta situación tan aparentemente favorable para el PSOE hizo perder un tiempo precioso en la necesaria recomposición de las filas socialistas. Durante 1996 numerosos dirigentes del PSOE seguían pensando que habían obtenido una victoria moral y su mensaje se dirigía hacia el previsible fracaso de Aznar. González que seguía siendo el líder más valorado en las encuestas, apenas fue capaz de articular una oposición rigurosa. Sus apariciones en el Parlamento fueron escasas. Fue en la inauguración del XXXIV Congreso del PSOE en junio de 1997 cuando renunció a la reelección como secretario general, arrastrando en su decisión a Guerra y Txiqui Benegas, los otros 2 supervivientes del Congreso de Suresnes, que se vieron forzados a abandonar la dirección del PSOE. Sin embargo, este congreso no iba a traer consigo la renovación, pues la Comisión Ejecutiva Federal seguía en manos de Joaquín Almunia.

Almunia, consciente de que el XXXIV Congreso se había cerrado en falso, quiso legitimar su cargo de secretario general con el novedoso sistema de las primarias. Pero contra todo pronóstico salió derrotado de las MISMAS A MANOS DE Josep Borrell, que se proclamaba líder de la oposición socialista, imprimiendo un giro a la izquierda en el partido y suscitando un clima de esperanza y entusiasmo en el electorado que pronto se calificó como el “efecto Borrell” y que tuvo su reflejo en el incremento de la expectativa de voto socialista.

El PSOE, ahora debía asumir un liderazgo compartido entre Almunia y Borrell, el cual cada vez más tocado por las presiones internas, terminó dimitiendo como candidato a la presidencia del gobierno, retomando Almunia la dirección del partido y tratando de dirigir la campaña electoral que se avecinaban.

  • Las elecciones de 2000:

Los procesos electorales que tuvieron lugar en 1999 (municipales, autonómicas y europeas), lejos de acrecentar la hegemonía del PP, indicaron un estancamiento en el voto popular, acompañado de cierta recuperación socialista. A pesar de que destacados dirigentes del PP se pronunciaban por el adelanto de las elecciones tras la dimisión de Borrell y el mantenimiento de la tregua de ETA, Aznar prefirió agotar la legislatura y esperó hasta el 17 de enero de 2000 para anunciar la convocatoria de elecciones para el 12 de marzo.

En el PSOE, desaparecido Borrell, Almunia, lastrado por la derrota de las primarias, era consciente de las dificultades que tenía para presentarse como un lider consistente capaz de competir con Aznar y enfrentar a la labor de gobierno popular un programa electoral lo suficientemente atractivo como para cambiar el signo de las encuestas. Estas razones fueron las que le llevaron a buscar el impacto electoral con la alianza con IU tratando de repetir la experiencia francesa. Sin embargo, ni el sistema electoral español permitía el tipo de acuerdo que se fraguó en Francia, ni la propuesta consiguió la formación de candidaturas unitarias.

No fue extraño por lo tanto que el PP se alzara con el triunfo, lo que resultó una sorpresa fue la espectacular mayoría absoluta que consiguió. A la vez que fue importante la aplastante derrota del PSOE.

La contundente victoria del PP y el rotundo fracaso de PSOE e IU fueron consecuencia de la falta de atractivo del proyecto izquierdista y sobre todo del buen balance presentado por la legislatura anterior del PP.

TEMA 28º:

GLOBALIZACIÓN Y NUEVO ORDEN INTERNACIONAL

1.- EL NUEVO ORDEN INTERNACIONAL:

En septiembre de 1990 George Bush pronunció un discurso ante el Congreso en el que anunció la redefinición del sistema internacional, describiéndolo como un Nuevo Orden Internacional. A lo largo de la historia se ha anunciado en repetidas ocasiones la construcción de un nuevo orden, siempre tras un acontecimiento significativo (Westfalia, Viena, París, Yalta, etc).

Entre 1989 y 1991 se produjo la transición entre el sistema de relaciones internacionales surgido de la posguerra mundial y un nuevo orden. Una serie de acontecimientos transformaron con extraordinaria rapidez y profundidad la política internacional surgida de Yalta y Potsdam. En 1989 se produjeron cambios revolucionarios en el interior de los países del bloque del Este, lo que culminó con la caída del Muro de Berlín en noviembre y la reunificación de Alemania en octubre de 1990. Meses antes, Sadam Husein había iniciado la invasión de Kuwait, desencadenando la guerra del Golfo (agosto 1990-febrero 1991); la cual, llegó a ser el primer conflicto de posguerra fría. En agosto de 1991 se produjo un intento de golpe de Estado en Moscú, cuyas consecuencias culminaron con la desaparición de la URSS, la segunda superpotencia mundial.

Todos estos acontecimientos, más otros de incidencia local, pero altamente significativos, evidenciaron el final del orden bipolar. Dado que el anterior era un sistema de seguridad internacional, su desaparición produjo una gran inestabilidad. Las características principales del nuevo orden internacional pueden agruparse en 3 grandes bloques:

  • Ninguna potencia por sí sola puede garantizar la estabilidad y el equilibrio internacional. La nueva jerarquización del sistema ha quedado formada del siguiente modo: una única superpotencia, EEUU, con una gran fortaleza económica, una amplia capacidad militar y una importante influencia político-ideológica. Una potencia intercontinental, Rusia, heredera de la URSS pero congraves problemas internos que la hace dependiente de la ayuda económica exterior. Cinco grandes potencias: China, Francia, Gran Bretaña, Japón y Alemania, con amplios recursos económicos y cierta capacidad de influencia internacional. Un conjunto de potencias medianas (España, Mexico, Argentina, Brasil, etc) con ciertos recursos y capacidad de influir en la política internacional. El resto de los Estados del mundo tiene poca capacidad o voluntad de movilización de recursos o nula influencia internacional.

  • Incremento de la importancia de las organizaciones internacionales en la toma de decisión ante los cambios, conflictos y retos de la sociedad internacional. Estas organizaciones son de muy diverso ámbito, dimensión y configuración. Desde la ONU, la UE o la OTAN, a la aparición de un nuevo fenómeno que ha sido la aparición de organizaciones internacionales no gubernamentales (ONG).

  • Transformación de las amenazas a la seguridad internacional y desafios al desarrollo de la sociedad mundial. La nueva distribución del poder mundial, la relajación de los altos niveles de integración de los antiguos bloques, el desarrollo científico-bélico, la explosión demográfica y la inestabilidad han contribuido a configurar nuevos problemas en la política internacional. El hambre, el integrismo religioso, el neofascismo, el terrorismo, etc; son las nuevas amenazas.

2.- EVOLUCION POLÍTICA INTERNACIONAL:

  • EEUU, la superpotencia en solitario:

Cuando George Bush (1990-1992) en su discurso sobre el Estado de la Unión de 1991 señalaba que “somos la única nación con la fuerza moral y material para acaudillar el mundo” trataba de evidenciar el hecho de que la larga guerra contra el “imperio del mar” había concluido con una victoria, ratificada el día de Navidad de ese año cuando la bandera roja dejó de ondear en el Kremlin. También señalaba la gran responsabilidad que EUU estaba dispuesto a asumir en la política internacional. Sin embargo, EEUU no se encontraba en la mejor posición para ejercer ese caudillaje, con el mayor déficit federal de todos los tiempos, bajo los efectos de la crisis bursátil de 1989, con la pérdida de competitividad de sus productos frente a Europa y Japón. Su reacción más decidida fue ante la invasión iraquí de Kuwait, propiciando la mayor alianza militar tras el fin de la guerra mundial, y que tal operación se produjera bajo el mandato de la ONU era toda una evidencia de la necesidad de cobertura para conseguir tan unánime respuesta.

El resultado sin embargo, a pesar de la fuerte inyección de moral, no fue apreciado por la sociedad de EEUU, razón por la que en las elecciones de 1992 fuera derrotado por William J. Clinton, que había basado su campaña en la necesidad de que “America volviera a pensar en sí misma”; la delicada situación interna unida al fin de la guerra, hacían que EEUU volviera al tradicional aislacionismo. La presidencia de Clinton apostó por un “liderazgo selectivo” en política internacional y una etapa de crecimiento sostenido que hiciera salir de la crisis. Los beneficios de la nueva coyuntura internacional, permitieron a Clinton superar ante la opinión pública los escándalos que salpicaron su mandato.

Con la bandera de la moralidad y la promesa de bajada de los impuestos motivaron el reñido triunfo en el 2000 de George W. Bush (hijo) y el retorno de los republicanos con el correspondiente reforzamiento del militarismo y el recorte de los programas sociales.

  • La nueva Europa:

La larga marcha de la construcción europea, que fue relanzada a finales de los 80 con el Acta Única Europea (1987), alcanzó un hito con la firma del Tratado de la Unión Europea (Maastricht, febrero de 1992), que reformaba y profundizaba los tratados fundacionales, dotando a Europa de un conjunto de instituciones y sentaba las bases de un nuevo orden Europeo. Los objetivos fundamentales del Tratado de Maastrich fueron los siguientes:

  • Socioeconómicos: Promoción de un progreso económico y social equilibrado y sostenible, con el objetivo de crear un mercado interior unificado y garante de la libre circulación de personas, mercancías y capitales. Creación de la unión monetaria y del Banco Central Europeo.

  • Políticos: reafirmación de la identidad común de la Unión, con la convergencia de las políticas exteriores y de seguridad, incluyendo una futura política de defensa común. Desarrollo de la cooperación en los ámbitos de la justicia, y seguridad interior. Creación gradual de una ciudadanía europea.

En 1995 se integraron nuevos miembros de pleno derecho, Suecia, Finlandia y Austria, al tiempo que se sucedían las peticiones de entrada de países pertenecientes al antiguo bloque del Este.

Económica, demográfica y geográficamente la Alemania recién unificada pasó a ser el corazón de la nueva Europa. Utilizando como base su sólida economía, la hábil y eficaz diplomacia alemana consiguió reaccionar muy rápidamente a los tambaleos del Este, tomar la iniciativa ante las potencias vencedoras de la guerra y llevar a cabo una unificación que no levantó los temores que durante medio siglo habían estado manteniendo. La URSS estaba ocupada en sus propios asuntos.

En Gran Bretaña, tras 3 mandatos consecutivos de Margaret Thatcher fue relevada por su propio partido de la mano de John Major, que siguiendo la línea continuista se revalidó con el triunfo en el 92. Con una economía expansiva y sin grandes problemas, los 2 asuntos más importantes de su gobierno fueron la apertura de conversaciones con el IRA para la pacificación de Irlanda del Norte y la superación en el seno del partido Conservador entre los europeistas y los euroescepticos. La división entre los conservadores hizo que el Partido Laborista se impusiera en las elecciones de 1997 de la mano de Tony Blair, que consiguió llegar a importantes acuerdos en el tema irlandés, pero que no se integró en el Sistema Monetario Europeo.

La estabilidad también operó en Francia, aunque los cambios fueron aún más profundos. En marzo de 1993 los socialistas perdieron el gobierno tras 13 años de ejercicio, lo que se ratificó en las presidenciales de 1995 con el triunfo del gaullista y alcalde de París Jacques Chirac, poniendo punto final a 14 años de mitterrandismo. Las políticas neoliberales, se pusieron en marcha sin timideces por el gobierno Balladur, recortando gastos sociales, privatizando las grandes empresas estatales, etc. Aunque la economía francesa resultó muy beneficiada por estas políticas, el crecimiento del desempleo, el ascenso de la ultraderecha y la pérdida de peso internacional hicieron que los partidos de centro-derecha perdieran el apoyo social a favor de una izquierda renovadora entorno al socialista Lionel Jospen, que encabezó la coalición vencedora en las elecciones de 1999. Jospen puso en marcha innovadoras políticas sociales y laborales, a pesar de lo cual, en las recientes elecciones sufrió una contundente derrota siendo sobrepasado por la derecha de Chirac e incluso por la ultraderecha.

Italia fue sin duda el país donde más afectó la desaparición del bloque del Este. Con un sistema político que desde 1947 se había basado en la exclusión del gobierno del Partido Comunista, su desaparición dinamitó el entramado político de la república. Tras la caída del Muro, el PCI inició su transformación que en 1991 concluyó con la formación del Partido Democrático de Izquierda (PDS), solicitando de inmediato el ingreso en la Internacional Socialista. A partir de 1993, se produce una fragmentación de las diversas familias políticas italianas, desde los democristianos, a la izquierda; los continuos casos de corrupción y los escándalos políticos provocaron la aparición de nuevos agentes políticos. Finalmente, Silvio Berlusconi, en las elecciones de mayo de 2001, utilizando un populismo mediático, la mayor fortuna personal del país y con graves problemas judiciales recibía el encargo de transformar un sistema que había demostrado sus debilidades durante la última década.

  • La Rusia de Yeltsin:

Cuando el día de Navidad de 1991 la bandera roja fue arriada de las almenas del Kremlin no sólo desaparecía un régimen político nacional; con él se hundía la que durante el S. XX había sido la alternativa al modelo político de la democracia liberal y al modelo económico capitalista.

Aquellos sectores intransigentes que habían organizado el golpe de Estado de agosto para impedir la renovación del sistema fueron quienes precipitaron su ruina; Gorbachov, que no pudo hacer nada para evitarlo, se convirtió de pronto en presidente de un Estado que como tal ya no existía. La descomposición y definitiva desaparición de la URSS produjo un terremoto en la geopolítica europea; la caída del imperio soviético liberó y transfirió el protagonismo a los nacionalismos, con el surgimiento de nuevos Estados.

Quien de hecho había conseguido hacer fracasar el golpe de agosto fue el pueblo moscovita con el presidente ruso Boris Yeltsin al frente, quien se convirtió en el hombre fuerte del nuevo estado. Formalmente la URSS se convirtió en la Confederación de Estados Independientes en septiembre de 1991; pero para entonces las repúblicas bálticas ya habían conseguido el reconocimiento internacional de su independencia e inmediatamente le siguieron Bielorrusia, Ucrania, Moldavia y las repúblicas caucásicas y asiáticas. Rusia heredó el protagonismo internacional de la URSS, pero su pretensión de mantener una política de superpotencia se vio superada por los enormes problemas internos a los que debió hacer frente.

Rusia debió hacer frente a 3 grandes desafíos: la creación de un nuevo Estado, la vertebración de una economía de mercado y la transformación de una sociedad acostumbrada al dirigismo y paternalismo del Estado. Sin embargo, la herencia estructural de la URSS y los graves errores políticos hicieron que al final de su segundo mandato en 2000, los objetivos de Yeltsin estuvieran muy lejos de cumplirse.

El segundo mandato de Yeltsin estuvo caracterizado por sus esfuerzos para mantenerse en el poder, lo que consiguió con el apoyo de la nueva alta clase económica, enriquecida por la política privatizadora y los créditos internacionales. En agosto de 1999 nombró a Vladimir Putin, que en marzo de 2000 venció en las elecciones presidenciales; su gestión ha estado caracterizada por enérgicas medidas que han reforzado el centralismo, reduciendo el poder de las mafias y saneando el funcionamiento administrativo, pero también han recortado la libertad de expresión, dando un amplio protagonismo al Servicio Federal de Seguridad y endureciendo las relaciones con Occidente.

3.- LA CRISIS DEL ESTADO NACIONAL:

La moderna contemporaneidad ha tenido en el Estado nacional su modelo de ordenación político por excelencia. Con independencia de los regímenes políticos y de la ideología de gobierno, el Estado nacional fue el marco institucional de las revoluciones atlánticas de finales del S. XVII. Las transformaciones económicas y culturales de las últimas décadas, la creación de estructuras políticas y económicas transnacionales, la internacionalización de los medios de comunicación y las plataformas informáticas han afectado directamente a la pervivencia del modelo de Estado nacional, al que afectan en sus rasgos más característicos: soberanía, identidad y legitimación. Aunque a comienzos del S. XXI el Estado nacional sigue manteniendo toda su virtualidad, resulta evidente la emergencia de unos elementos de crisis que afectan directamente a su continuidad y desafían su capacidad de adaptación. Los más importantes elementos son los siguientes:

  • Pérdida de soberanía económica: los 3 pilares de la clásica soberanía nacional eran la moneda, el ejército y la diplomacia; todos los países, en especial aquellos embarcados en procesos de unificación regional, han visto disminuir sustancialmente su capacidad de decisión sobre dichos campos.

  • Defensa y política exterior: la tradicional percepción que soberanía nacional tenía en la defensa de la integridad del territorio ha ido perdiéndose. De igual modo, la política exterior se establecía de Estado a Estado, únicos detentadores de la legitimidad para la regulación del orden internacional. En ambos campos, los Estados nacionales tenían todo el poder, pero tras el fin de la guerra fría y la desaparición del sistema de superpotencias, la política exterior muestra una creciente dependencia multilateral (ONU, OTAN, etc).

  • La transnacionalización de la economía: los índices de calidad, los niveles de productividad y sobre todo, los costes de producción hacen que la movilidad empresarial crezca exponencialmente, ayudada por las posibilidades de intercomunicación electrónica. Las empresas atienden a sus propios intereses y no a los intereses nacionales.

  • La crisis del estado del bienestar: un elemento clave de las políticas nacionales de la segunda mitad del S. XX, que con el tiempo se ha convertido en un componente básico de la legitimidad de los países industrializados ha sido el Estado de Bienestar. La globalización de la producción y la inversión lo están poniendo en peligro. La disparidad en los costes sociales entre los distintos países y los diferentes grados de regulación laboral están en contradicción con la práctica global empresarial.

  • Comunicación, audiencia y espectáculo: el control de la información se ha convertido en el elemento básico de control de las masas.

  • Mafias y blanqueo de dinero: las mafias estan consiguiendo la desestabilización y el control de gobiernos, pues llegan a acaparar tal poder que muchos estados se ven incapaces de luchar contra ellas (Colombia).

  • Amenazas globales del medio ambiente: la capacidad científica para el estudio del medio ambiente, utilizando nuevas tecnologías, ha mostrado a la opinión pública la grave situación en que se encuentra la supervivencia humana, esto está llevando a al adopción de múltiples controversias sobre el futuro de la humanidad.

  • Las ONG´s y la acción ciudadana: la incapacidad de los estados ha llevado a la iniciativa privada a buscar soluciones a los problemas globales que sufre la humanidad.

4.- LA GLOBALIZACIÓN ECONÓMICA:

Las nuevas formas de producción y comercialización, la integración transfronteriza de los mercados financieros, el crecimiento de las corporaciones multinacionales y las pérdidas de los Estados nacionales de su antigua hegemonía en el control económico son las principales características del fenómeno de la globalización: la mundialización de la economía.

  • Factores desencadenantes y manifestaciones de la globalización económica:

El comercio a lo largo de la historia ha evolucionado al compás de la mejora de los medios de transporte y comunicación y del perfeccionamiento de los sistemas financieros. Hasta el S. XIX el ámbito productivo y comercial era regional o a lo sumo nacional. La implantación del Estado liberal propició el cambio de esta tendencia. A partir de mediados del S. XIX y durante la primera mitad del S. XX, el crecimiento de la marina mercante, la extensión del colonialismo y el patrón oro fueron los vehículos para multiplicar constantemente el comercio, ya a una escala internacional. El fin de la II Guerra Mundial y el gran desarrollo económico de los años 50 y 60 produjeron un salto cualitativo en la conformación de la economía internacional.

Tras la crisis económica de los años 70 se produjeron profundos cambios que potenciaron las tendencias anteriores. Los nuevos factores que produjeron estos cambios pueden sintetizarse en 2 grandes grupos:

  • La revolución de las comunicaciones: el transporte de mercancías y la comunicación de datos ha experimentado un espectacular incremento cualitativo y cuantitativo. Los costes de transporte han descendido .

  • La transnacionalización de los centros productivos y financieros: la identificación de empresas y mercados ya no se realiza a nivel estatal; la existencia de multinacionales, junto a la facilidad de traslado de mercancías han provocado la eclosión de paraísos fiscales.

Las 2 últimas décadas del S. XX se caracterizaron por un constante crecimiento del intercambio comercial y financiero internacional. Han sido varios los factores que contribuyeron a ese incremento y caracterizan la globalización económica:

  • La liberalización del comercio: La Organización Mundial del Comercio, y los acuerdos regionales han producido una paulatina liberalización de los intercambios comerciales, abriendo mercados.

  • Las transformaciones productivas: los países subdesarrollados han dejado de ser meros exportadores de materias primas y los desarrollados de manufacturas.

  • El incremento del mercado financiero: el aumento del comercio ha requerido el crecimiento paralelo de capitales que respalden las transformaciones comerciales y las inversiones; la mejora de los sistemas de comunicación ha posibilitado la existencia de un mercado continuo mundial. Ambos factores han tenido como fenómeno colateral la aparición de transacciones financieras sin ningún respaldo material, salvo el movimiento del dinero.

  • La nueva economía: con esta expresión se sintetiza la aplicación por parte de las empresas de las nuevas tecnologías de la información a sus procesos de producción y comercialización. Estas aplicaciones permiten aumentos considerables de la productividad.

  • El aumento de la renta per cápita y del nivel de vida: hasta la década de los 90 en términos generales todos los hijos han vivido mejor que sus padres. Ante la globalización, este fenómeno sólo podrá sobrevivir si se encuentran soluciones a los problemas estructurales que conllevan las transformaciones productivas y la crisis del Estado del bienestar.

La globalización de la economía ha aportado beneficios bien palpables en prácticamente todo el mundo: un incremento generalizado del PIB. Sin embargo, la globalización también ha tenido costes igualmente mensurables:

  • En la década de los 90 el reparto de la riqueza global correspondiente a la quinta parte más pobre del planeta ha descendido de un 2,3% a un 1,4%; incrementándose la riqueza de la quinta parte más rica.

  • La aparición de crisis financieras se ha producido a lo largo de toda la década con efectos inicialmente locales, alcanzando inmediatamente a toda la economía mundial.

  • La política del mercado laboral ha visto descender los niveles de protección, amparándose en las políticas liberalizadoras en los países desarrollados y alcanzando en los pobres situaciones de neoesclavismo.

  • La situación de defensa medioambiental ha seguido un curso disímil, multiplicándose la legislación al tiempo que aumentaban las amenazas y las agresiones al medio.

  • Se han denunciado las prácticas de algunas multinacionales en el comercio de bienes y productos que se encuentras bajo restricción o prohibidos en países desarrollados: fármacos pasados, pesticidas, producción contaminante, cigarrillos con alto nivel de nicotina, etc.

  • Los grandes bloques económicos regionales:

Uno de los efectos más importantes de la globalización económica ha sido el empuje dado a los procesos de integración de los mercados de amplias regiones, lo que a medio plazo favorece la creación de grandes bloques económicos. La tesis de quienes defienden que las relaciones internacionales han dejado de orientarse por decisiones políticas e identidades ideológicas a favor de los intereses económicos tienen en la articulación de estos bloques la principal argumentación.

La entrada en vigor del Acta Única (1987) y el Tratado de la Unión Europea (1992) evidenciaron la proyección política y social de la nueva Europa. Pero antes de eso, los propios nombres de la entidad (Mercado Común y Comunidad Económica Europea) señalaban que la pretensión de la unidad europea descansaba principalmente en su dimensión económico-comercial.

Por primera vez puede hablarse con propiedad de un verdadero mercado norteamericano, conformado por Canadá, EEUU y México. A partir del 1/1/1994 entró en vigor la primera fase del Tratado de Libre Comercio que en realidad constituye una paulatina liberalización del comercio interno con la desaparición de los aranceles aduaneros y de las cuotas de producción en los siguientes 15 años. Tambien en Sudamérica se ha creado el denominado MERCOSUR con las mismas finalidades.

  • La persistente desigualdad Norte-Sur:

Por encima de otras denominaciones la denominación Norte-Sur es la más comunmente empleada para diferenciar a los países más ricos de los más pobres. Las principales características del selecto club de países desarrollados son: la elevada renta per cápita, amplia industrialización tecnológicamente avanzada, depurados sistemas comerciales y financieros, alto nivel de consumo, y solidez del Estado del Bienestar con servicios generalizados de enseñanza, sanidad, infraestructuras y ocio.

Frente a ellos se encuentra el Sur, las grandes potencias de la pobreza. La mayor parte de estos países tienen una vida independiente inferior a 70 años, salvo China y algunos países sudamericanos.

Las causas y modalidades de la pobreza son múltiples y permiten realizar una clasificación de los grados de desarrollo:

  • Países de pobreza extrema: su acceso a las materias primas es muy limitado, sus recursos propios han sido sobreexplotados, el medio ambiente está alterado, su demografía es alta y su economía preindustrial. Ej.: Haití, Somalia, Bangla Desh, etc.

  • Paíss subdesarrollados: caracterizados por una economía de mercado fuertemente mediatizada por las carencias de ese mercado: bajo consumo, escasa producción de materias primas, mínima industrialización y dependencia exterior; sus tasas de natalidad son altas, el nivel de escolaridad y sanidad baja.

  • Países en vías de desarrollo: en el interior de estos existen grandes diferencias entre clases sociales, regiones e incluso generaciones. Coexisten en un mismo ámbito, pero sin apenas relacionarse entre sí, los dos mundos: pobreza y riqueza. Ej.: México, Brasil, Sudáfrica o India.

  • Países desarrollados sólo económicamente: la riqueza de un país no solo ha de medirse por su producción, comercio o renta per cápita. Existen países muy ricos con sistemas sociopolíticos medievales y economía preindustrial. En otras ocasiones el Estado es rico pero sus ciudadanos viven miserablemente. Ej.: Rusia, China, India o Irán.

  • La pobreza en los países desarrollados: entre un 5 y un 15% de la población de los países desarrollados vive en la pobreza. Las razones son variadas: el desempleo crónico, déficit educativo, problemas familiares, drogadicción, etc.

  • Los efectos de la globalización:

El nuevo sistema económico mundial ha producido una serie de consecuencias que han transformado los elementos sociales, culturales y ecológicos de la sociedad. En todo Occidente se ha abierto un fuerte debate sobre la necesidad de controlar dichas consecuencias.

Uno de los efectos más notorios de la globalización económica se ha producido en el campo político. Los gobiernos actuales han perdido de hecho una parte muy considerable de las competencias económicas de tiempos anteriores a favor de instituciones de carácter internacional (UE).

El segundo grupo de efectos, incide directamente en los procesos productivos y el mercado laboral. El crecimiento espectacular de economías basadas en industrias manufactureras de escasa inversión y con la utilización de mano de obra barata ha producido en las últimas décadas unos efectos transformadores a largo alcance. En un mercado libre sin aranceles proteccionistas y transportes baratos, el coste de la mano de obra es un atractivo para la ubicación de industrias. Millones de puestos de trabajo se han perdido en los países desarrollados, que han ido a parar a países con mano de obra barata y gastos sociales bajos.

Esto desemboca en fuertes reconversiones en el mercado laboral, con pérdida de empleo y nuevas situaciones marginales en los países ricos: mujeres, jóvenes, etc.

5.- LAS TRANSFORMACIONES SOCIALES:

Los grandes cambios políticos y económicos de las últimas décadas han conllevado, en unas ocasiones siendo causa y en otras su consecuencia, unas transformaciones sociales de unas proporciones mayores a cualquier otro cambio de la edad contemporánea. La modificación de hábitos y costumbres, la desmovilización política y la crisis de los sistemas de valores tradicionales, la revolución de los medios de comunicación y entretenimiento o el acceso a la educación y la cultura son algunas de las manifestaciones de esta transformación.

  • Características del cambio social:

Los rasgos fundamentales de las transformaciones sociales afectan a todos los ámbitos:

  • La crisis de lo político: la pérdida de soberanía real de los Estados Nacionales presenta al mismo tiempo una superación de la importancia de las cuestiones sociales sobre las eminentemente políticas.

  • Modificación de la trascendencia de los agentes sociales: la transformación de la identidad de la familia, la masiva incorporación de la mujer al trabajo, la prolongación de la esperanza de vida, etc; han introducido profundos cambios en actitudes y comportamientos.

  • Crisis del sistema de valores: religiosos, iglesias y sectas han respondido de 2 modos contrarios a los cambios sociales, adaptándose e incluso propiciándolos u oponiéndose radicalmente. Al mismo tiempo se produce un doble fenómeno: el crecimiento del abandono de los sistemas de valores regulados por las creencias religiosas y la multiplicación de manifestaciones religiosas activas e integristas.

  • Decadencia de las comunicaciones culturales homogéneas: la influencia de las 4 características anteriores, unida a la búsqueda de nuevas respuestas a los retos socioculturales de un mundo globalizado ha posibilitado la eclosión del doble fenómeno de homogeneización y fragmentación.

  • Comunicación y masas: más que un cuarto poder, los medios de comunicación se han consolidado como la base misma de legitimación, conquista y lucha del poder.

  • Revolución tecnológica: constante avance científico y tecnológico que afecta a todos los órdenes de las relaciones sociales.

  • Homogeneización y fragmentación:

Una de las características más importantes de la sociedad actual radica en la aparente paradoja que se manifiesta en el doble fenómeno de la expansión de una cierta cultura universal y el fortalecimiento de movimientos identificatorios mayoritarios (nacionalismos) y minoritarios (tribalismos, neoclanes). El crecimiento de las comunicaciones globales ha ayudado a extender hasta los últimos rincones del planeta claves de conducta, sistemas de valores, conjuntos de relaciones personales homogéneos entre sí; la defensa de los derechos humanos, la aspiración a sistemas democráticos, la protección del medio ambiente, etc, son sólo unos casos de este fenómeno globalizador.

Al mismo tiempo, en el interior de las sociedades de una misma tradición cultural han eclosionado una multitud de grupos con planteamientos contrapuestos o enfrentados.

Las transformaciones sociales de la postmodernidad son demasiado grandes y complejas para que un único sistema, ideología o creencia pueda suministrar una explicación global y mucho menos un medio para solucionar los problemas. La respuesta más innovadora y radicalmente alternativa es el surgimiento de los nuevos movimientos sociales (NMS), cuyo fin es encontrar una solución concreta a alguna de las grandes cuestiones abiertas por las deficiencias o contradicciones de la sociedad actual. En la mayor parte de las ocasiones estos movimientos son ajenos en principio a las iniciativas gubernamentales; de ahí su necesidad de agrupación, génesis de las organizaciones no gubernamentales. Dada la dimensión internacional de los problemas en otras ocasiones han sido creados organismos ad hoc en el seno de las Naciones Unidas.

  • La sociedad del ocio:

La reducción de las jornadas laborales, las facilidades de comunicación y el incremento del sector servicios han hecho que las tradicionales horas en las que se descansaba del trabase se transformen en ocio. En la actualidad, el ocio mueve industrias y actividades de muy variado signo: desde el cine o la tv, a los juegos, deporte, cultura, etc.

Las características de la sociedad del ocio son:

  • Del productor al consumidor: la identificación del individuo como productor de bienes ha cambiado hasta asimilar los derechos del consumidor de esos bienes. No sólo se han extendido y ganado influencia a todos los niveles los movimientos reclamando esos derechos, sino que las mismas empresas tienen prioritariamente en cuenta la opinión de los consumidores.

  • Ocio y bienestar: las actividades lúdicas miden el nivel de vida de una sociedad; cuanto más alto es aquel mayores recursos humanos y económicos se dedican al ocio.

  • De las élites a las minorías: han acabado desapareciendo las diferencias clasistas, generacionales y geográficas en el disfrute del ocio.

  • Mitificación e identificación: la práctica masiva de una actividad lúdica ha propiciado el fenómeno identificatorio entre los que la practican; al mismo tiempo, se han elevado a los altares de la fama a personajes que encarnan esa actividad (actores, deportistas, etc).

En un mundo en profunda transformación, resulta en extremo difícil explicar la estructura y tendencias del cambio de las sociedades actuales sin atender a las consecuencias propiciadas por esta cultura del ocio.

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