Sociología y Trabajo Social


Historia económica y social de América Latina Post Segunda Guerra Mundial


“Historia Económica y Social de América Latina Post-II Guerra Mundial”

  • Cuáles son los rasgos y caracteres más significativos a ser tomados en cuenta en el análisis del crecimiento poblacional de A. Latina desde 1930 en adelante? Considere las variables de:

  • Magnitud del Crecimiento (cuánto crece?)

  • Causas y factores del crecimiento (¿Por qué crece?)

  • Diferencias del crecimiento según países (regímenes demográficos)

  • Problemas o desafíos que plantea desde un punto de vista económico y social del crecimiento poblacional de la región (consecuencias del crecimiento)

Historia económica y social de América Latina Post Segunda Guerra Mundial

INTRODUCCIÓN

Las estimaciones de la población mundial antes de 1900 se basaban en datos parciales, pero los investigadores coinciden en que, en general, el crecimiento medio de la población se acercó al 0,02‰ anual. El crecimiento no era constante y variaba en función del clima, producción de alimentos, enfermedades y guerras.

A partir del siglo XVII, los grandes avances del conocimiento científico, la agricultura, la industria, la medicina y la organización social hicieron posible que la población creciera de forma considerable. Las máquinas fueron sustituyendo poco a poco la mano de obra humana y animal, aumentando lentamente el conocimiento y los medios para controlar las enfermedades. La población mundial se quintuplicó en 300 años (pasando de 500 millones en 1650 a 2.500 millones en 1950) y el crecimiento fue más espectacular en las regiones donde se inventaron y aplicaron nuevas tecnologías.

Hacia 1950 se inicia una nueva fase en el crecimiento de población. Se logra controlar el hambre y las enfermedades incluso en zonas que no habían alcanzado todavía un alto nivel de escolarización o que no estaban tecnológicamente desarrolladas. Las causas de este cambio fueron el bajo coste de importación de vacunas, antibióticos, insecticidas y variedades de semillas de alto rendimiento. Al mejorar la red de abastecimiento de agua, las instalaciones de alcantarillado y las redes de transporte, aumentaron las cosechas y disminuyó de forma notable el número de fallecimientos por enfermedades infecciosas y parasitarias. En la mayor parte de los países más desarrollados, la esperanza de vida al nacimiento pasó de 35-40 años en 1950 a 61 años en 1990. La rápida disminución de fallecimientos en una población con altos índices de fertilidad hizo que muchos países en vías de desarrollo alcanzaran un índice de crecimiento anual superior al 3,1%, índice que duplicaría la población en veintitrés años.

  • Las variables de análisis del crecimiento de la población en América Latina son las tasas de natalidad, mortalidad, fecundidad y es importante analizarlas ya que se rompe el equilibrio de estas tasas, provocando este explosivo crecimiento demográfico.

Desde su independencia, los países hispanoamericanos se plantearon los problemas de población derivados del mestizaje y la existencia de amplias zonas de escasa presencia humana.

El vertiginoso crecimiento de los índices de natalidad, las tradiciones y prejuicios religiosos y familiares, las costumbres de fuerte arraigo, contrarias al uso de métodos anticonceptivos, han obligado a todos los gobiernos a desarrollar campañas de información y educación, a promover el control de la natalidad y los programas de planificación familiar. En los 60 años, entre 1930-1990 la población de América Latina aumentó más de 4 veces de 107 Millones hasta 448 Millones.

En América Latina, en la década de 1930, iniciando un periodo dominado por el aumento natural de la población, el cual se aceleró después de la segunda guerra mundial. De 107 millones en 1930, la población de América Latina (incluido el Caribe) pasó a 166 millones en 1950, para llegar a 448 millones en 1990. El promedio de la tasa de crecimiento demográfico que había sido del 2.17% durante las décadas de 1930 y 1940, aumentó bruscamente al 2.72% entre 1950 y1970 para descender moderadamente al 2.25& por año entre 1970 y 1990.

El ritmo de crecimiento después de 1930 en la mayoría de países de la región se aceleró como resultado de una tasa más alta de crecimiento natural, ya la mortalidad antes de la segunda guerra mundial, estaba decayendo gracias a la mejora de los niveles de vida y a las campañas de salud pública. De modo que a finales de la década de 1950 la tasa de mortalidad estaba por debajo de la mitad de lo que había sido antes de 1930, sin embargo, la tasa de natalidad siguió siendo alta, salvo en los países receptores de inmigración, en Argentina, Sur de Brasil, Chile, Cuba y Uruguay la natalidad iba en declive hacia 1950, en los demás países, la fecundidad decayó sólo a mediados de los años sesenta, aunque la tasa de natalidad se mantuvo alta en algunos países centroamericanos y en el Caribe aún a inicios de la década de 1980. Gracias a las campañas de Salud Pública lograron acelerar el descenso de la mortalidad en una etapa relativamente temprana de la transformación económica y social. Cómo consecuencia plantearon, con el fin de reestablecer el equilibrio, llevar a cabo dichas campañas públicas reduciendo las tasas de natalidad, para que se equilibrara con las tasas de mortalidad controlando el impacto negativo que un rápido crecimiento demográfico ejerce sobre la consecución de los niveles de desarrollo económico y social, que a sus vez propician el descenso de la fecundidad.

En general, la tasa de natalidad se mantuvo muy elevada hasta la década de 1960. En la mayoría de los países, dicha tasa se situó por encima de 45 por 1.000. Hay indicios que muestran que la tasa de natalidad creció en varios países entre las décadas de 1930 y 1950, y esta tendencia se vió acentuada por una tasa de nupcialidad cada vez mayor una mortalidad decreciente. Otro importante efecto de la alta tasa de natalidad de América Latina fue la juventud de su estructura de edades, la cuál lleva la marca de las fuerzas demográficas que impulsan su crecimiento. En 1960, la población menor de 15 años era el 40% o más en todos los países de América Latina, exceptuando Argentina, Cuba y Uruguay.

Cómo en 1930 la tasa de mortalidad era generalmente alta, la población de América Latina tenía una baja esperanza de vida en comparación con Europa y América del Norte. En la mayoría de los países la esperanza de vida al nacer, era de 35 años Después de 1930, las mejoras de la esperanza de vida se aceleraron ya las diferencias interregionales se aminoraron. Ambas tendencias se basaban en el debilitamiento de la relación entre las condiciones de vida y la mortalidad producido por la difusión de medidas de salud pública y nuevos medios de prevención y tratamiento de enfermedades infecciosas. La consecuencia demográfica más importante de estos cambios fue la aceleración de la tasa de crecimiento demográfico, porque la tasa de mortalidad disminuía y la tasa de natalidad se mantendría alta, como resultado del descenso de la mortalidad que permitió que un número mayor de futuras madres sobreviviera al nacer y llegaran a las edades fértiles.

Las diferencias en las condiciones de vida son responsables de la mayor parte del cambio en la esperanza de vida en América Latina antes de 1930. Los países que habían experimentado una elevación del nivel de vida durante el período de crecimiento basado en las exportaciones y que invirtieron las ganancias resultantes en mejorar las condiciones de vida experimentaron un temprano descenso de la mortalidad. En su mayoría, estas mejoras, se limitaron a los principales puertos en muchos de los cuáles, habían sufrido epidemias de cólera y fiebre amarilla a mediados del siglo XIX, las demandas de las elites criollas y europeos residentes contribuyeron a la construcción de sistemas de desagüe y salubridad pública. La vacuna contra la viruela se introdujo en este período.. Todas estas medidas dependían en gran parte de la prosperidad que el auge de la exportación generó para las elites urbanas.

La mortalidad era generalmente mas baja en los países latinoamericanos donde la inmigración contribuyó al crecimiento demográfico durante este período. Después de 1930, inmediato a la conclusión de la segunda guerra mundial, los organismos de asistencia internacionales públicos y privados introdujeron nuevos métodos para el tratamiento de enfermedades infecciosas y contribuyeron a la propagación de medidas de salud pública destinadas a controlar los vectores epidémicos. La introducción de las sulfamidas y la penicilina para tratar otras enfermedades infecciosas redujo la tasa de mortalidad por neumonía, tuberculosis, y gripe. El resultado fue un espectacular ascenso de la esperanza de vida entre 1950 y 1980, junto a la disminución de algunos factores diferenciales que se habían asociado a la diversidad de condiciones de vida. En los inicios de los ochenta, la mayoría de los países latinoamericanos tenía una esperanza de vida al nacer de 64 años o más. Si se compara con la cifra para 1950, un incremento de diez a quince años en la esperanza de vida ocurrió en la mayoría de países.

La fecundidad jugó un rol importante en el crecimiento, ya que existen dos alternativas la fecundidad natural y la controlada.

La tasa se mantuvo elevada por lo menos hasta mediados de la década de 1960. De los 60 en adelante con la introducción de la píldora anticonceptiva en los países de América Latina, en regímenes arcaicos la tasa de natalidad empieza a decrecer. Según la teoría de la transición demográfica, los mismos cambios sociales y económicos que habían provocado una mortalidad mas baja inducirían a subsiguientes reducciones en la fecundidad. A comienzos de los 70 examinaron las relaciones entre el nivel de fecundidad y una variedad de indicadores económicos y sociales. Descubrieron estrechas relaciones entre el nivel de fecundidad y las variables socioeconómicas, así como indicios de que el descenso de la fecundidad no tardaría en aparecer.

Aunque los cambios sociales y económicos han tenido un papel importante en el descenso de la fecundidad, es necesario reconocer que el comportamiento reproductivo de las parejas concretas es lo que determina las tasas agregadas, y que los factores biológicos y demográficos así como amplias fuerzas socioeconómicas influyen en este comportamiento. Las pautas de matrimonio y las prácticas de control de la natalidad son ejemplos de los primeros. Otras importantes variables que explican la mayor parte de estas diferencias biológicas en los niveles de fecundidad: edad al contraer matrimonio y proporción de mujeres que lo contraen, duración de la lactancia, aborto y anticoncepción.

El nivel educativo incide en la edad de contraer matrimonio y el uso de anticonceptivos, a la vez, que estas dos variables afectan el número de hijos que una mujer procrea efectivamente. La fecundidad es mas baja entre las mujeres con educación secundaria y superior. Por tanto, los factores diferenciales educativos respecto ala fecundidad están vinculados y son paralelos, a los factores diferenciales del nivel de ingresos y de residencia urbana-rural.

Las combinación de crecientes aspiraciones asociadas con un nivel educativo más alto y el acceso a los servicios urbanos acrecentaron las presiones concomitantes a la inflación y a la desigualdad del ingreso y que la mayor disponibilidad de anticonceptivos fue la causa de la rapidez del descenso de la tasa de fecundidad en los grupos de menores ingresos, sin cuya participación el rápido declive de la fecundidad no habría ocurrido.

Las diferencias del crecimiento según los países, se deben a los distintos regímenes demográficos, ya que la población de América latina no crece al mismo ritmo, hay países que crecen más rápido y otros más lentos como Cuba, Chile etc., esto se debe a la modernización en los países porque tenderán a ser más modernos debido a la incorporación de la tecnología, avance en la medicina teniendo el régimen moderno una baja tasa de natalidad y baja mortalidad. La esperanza de vida promedio en 1950-1955 es de 52 años en Latinoamérica; sin embargo, en 1980-1985, en regímenes modernos es de 66.7 años.

En los regímenes en Transición 1960-1965 observamos una planificación familiar con altas tasas de natalidad y bajas tasas de mortalidad, lo cual explica el explosivo crecimiento de la población demográfica y una tasa alta de natalidad explica el mejoramiento socioeconómico (periodo post-guerra 1965)

La transición demográfica ha sido descrita como un proceso de larga duración, que transcurre entre dos situaciones o regímenes extremos: uno, inicial, de bajo crecimiento demográfico con altas tasas de mortalidad y fecundidad, y otro, final, de bajo crecimiento pero con niveles también bajos en las respectivas tasas. Entre ambas situaciones de equilibrio se pueden identificar dos momentos principales. El primero, en el que la tasa de crecimiento de la población aumenta como consecuencia del descenso de la mortalidad, y el segundo, en el que dicho crecimiento disminuye, debido al descenso posterior de la fecundidad. En qué magnitud y a qué velocidad cambia la tasa de crecimiento, dependerá de la velocidad y del momento en que comienzan a descender la mortalidad y la fecundidad. En el marco de este esquema, América Latina se encuentra, "transitando la fase de disminución de la fecundidad, que se ha producido en forma rápida, después de haber experimentado cambios importantes en la mortalidad desde antes de la segunda mitad del siglo aunque todavía con un amplio margen de posible reducción, con el resultado de una tasa de crecimiento en descenso".

La transición demográfica es, sin embargo, un proceso complejo, y los países difieren en cuanto al momento de inicio y al ritmo de los cambios en la fecundidad y la mortalidad, así como respecto a los cambios en otras variables estrechamente relacionadas, tales como el lugar de residencia, el estado nutricional y de salud de la población, las conductas asociadas a la formación de las uniones y a la planificación familiar. No obstante las diferencias hay un cierto consenso en que la transición demográfica se ha dado en el seno de las transformaciones sociales y económicas que han ocurrido en la región, aunque la relación entre esa transición y esos cambios sea compleja y difícil de precisar. Para dar alguna referencia al respecto, es interesante destacar que, de acuerdo con un concepto de "modernización" que se refiere a los cambios sociales que ocurrieron en los decenios de 1960 y 1970 y en base a los criterios de terciarización de la economía, urbanización y educación, se ha encontrado que todos los países de transición demográfica avanzada presentan también un nivel de modernización avanzado; dos tercios de los países que se encuentran en plena transición demográfica se ubican en un nivel intermedio de modernización (parcial y acelerado), y cuatro de los cinco países de transición demográfica aún moderada y los dos países de transición incipiente se corresponden con un nivel de modernización también incipiente Dentro de cada país, el comportamiento de la fecundidad, la mortalidad y las migraciones internacionales afectan el crecimiento y la distribución por edades de la población, dando lugar a la disminución, estancamiento o expansión de diferentes grupos que, a su vez, articulan demandas diferenciadas. De estos tres factores, la fecundidad es la variable que mayor influencia ha tenido en este proceso de cambios, por su fuerte impacto en el tamaño de las nuevas generaciones, efecto que se traslada con los años a los diferentes grupos de edades. Ya se ha observado, en países europeos, que el descenso de la fecundidad por debajo del nivel de reemplazo de sus miembros puede dar lugar, no sólo a una disminución del crecimiento, sino incluso a una disminución absoluta de sus efectivos y a una inversión de la pirámide de edades. En América Latina, con la excepción de Cuba, la situación está todavía lejos de ser tan extrema en la mayoría de los países, aunque puede decirse que todos ellos se encuentran actualmente en alguna etapa del proceso.

Grupo I. Transición incipiente. Son países con alta natalidad y mortalidad, con un crecimiento natural moderado, del orden de 2.5%. Los países de este grupo son

Bolivia y Haití que, por su elevada fecundidad, tienen una estructura por edades muy joven y una alta relación de dependencia.

Grupo II. Transición moderada. Son países de alta natalidad, pero cuya mortalidad ya puede calificarse de moderada. Por este motivo su crecimiento natural es todavía elevado, cercano al 3%. Los países de este grupo son El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Paraguay. El descenso de la mortalidad, sobre todo durante el primer año de vida, se ha traducido en un rejuvenecimiento de la estructura por edades, lo que también lleva a una elevada relación de dependencia.

Grupo III. En plena transición. Son países con natalidad moderada y mortalidad moderada o baja, lo que determina un crecimiento natural moderado cercano al 2%. Los países de este grupo son: Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, México, Panamá, Perú, República Dominicana y Venezuela, y en el Caribe, Guyana, Suriname y Trinidad y Tabago. Como el descenso de la fecundidad es reciente la estructura por edades se mantiene todavía relativamente joven, aun cuando ya ha disminuido la relación de dependencia.

Grupo IV. Transición avanzada. Estos son países con natalidad y mortalidad moderada o baja, lo que se traduce en un crecimiento natural bajo, del orden del 1%. Los países de este grupo son: Argentina, Chile, Cuba y Uruguay, y en el Caribe, Bahamas, Barbados, Guadalupe, Jamaica, Martinica y Puerto Rico. Entre éstos se pueden distinguir dos subgrupos: los que han tenido fecundidad y mortalidad bajas por un largo período (Argentina, Uruguay y, en menor medida, Cuba) y que, por lo tanto, tienen un crecimiento y una estructura de edades similares a los de países desarrollados, y los que, si bien recientemente han alcanzado tasas muy bajas de fecundidad y mortalidad, tienen aún tasas de crecimiento más elevadas debido a su población relativamente joven.

A cada uno de estos grupos le corresponde también un patrón diferente de estructura por edades. Los países de los grupos I y II tienen una estructura por edades "joven", con una proporción superior al 50% por debajo de los 15 años; los países del grupo III, tienen una estructura que podría denominarse "en transición", con proporciones que van del 32 al 36% de la población por debajo de los 15 años. Finalmente, los países del grupo IV, se caracterizan ya por una estructura por edades "madura", con menos del 30% de su población en el grupo de edades menores. Cabe mencionar que no se encuentran en la región países con poblaciones que se podrían llamar "envejecidas", como las de Alemania, Italia, Japón, Reino Unido, Suecia, con menos del 20% de su población por debajo de los 15 años.

Los problemas del crecimiento demográfico acelerado, los que veremos detalladamente más adelante, son la metropolización los cuáles no se localizan en las zonas rurales, sino en las zonas urbanas generando problemas en la población urbana; mayor demanda de empleo la cual no es satisfecha, debido a las altas tasas de desempleo provocadas por la crisis mundial.

2.¿Analice los fenómenos de migración interna y migración internacional en la historia de América Latina Post II Guerra Mundial y la importancia de los mismos en el desarrollo económico social del subcontinente.

Al iniciar el siglo XX, el principal fenómeno demográfico era constituido por los movimientos migratorios de la vieja Europa hacía el Nuevo Mundo. En aquel momento, las políticas explícitas de población eran relativamente sencillas: favorecían la entrada de ciertas nacionalidades y rechazaban otras nacionalidades y etnias. Posteriormente, debido al éxito notable de los esfuerzos para el control de la mortalidad, surgió el crecimiento demográfico acelerado en los países subdesarrollados. Este fenómeno dominó la atención mundial durante los últimos 40 años del siglo, generando una verdadera cruzada mundial para reducir la fecundidad de los países pobres a través de programas de planificación familiar.

  • Migración Interna

La migración interna fue el aspecto más notorio del desarrollo, “hacia adentro” de la economía de la región, a la que correspondió un aumento del peso de las manufacturas y los servicios urbanos, y una reducción de la agricultura dentro de la producción y el empleo global.

Después de 1930 el ritmo de crecimiento en la mayoría de los países de la región se aceleró como resultado de una tasa más alta de crecimiento natural. Desde antes de la segunda Guerra Mundial, la mortalidad estaba decayendo gracias a las mejoras de los niveles de vida y campañas de salud pública. Este descenso, de la mortalidad se dio primero en los países que habían recibido grandes flujos de inmigración antes de 1930 y después de la segunda Guerra Mundial se extendió.

Esta migración se mueve en búsqueda de mejores condiciones de vida y éste desplazamiento definirá un “ Estilo del Hombre Latinoamericano ”

La migración tuvo un importante papel en el esfuerzo de la población rural para tratar de mantener su nivel de vida mediante la sujeción temporal o permanente de uno o más miembros de la familia al régimen salarial. Otra causa fue el llamado “Sesgo Urbano” de las estrategias de la industrialización de la Post Guerra, adoptada en varios países Latinoamericanos. La inversión en infraestructura productiva y social quedaron concentradas en los centros urbanos, en la capital y grandes metrópolis.

El crecimiento atractivo de la ciudad que no sólo ofrecía, la promesa de empleo, sino que también brindaba un mejor acceso a los servicios públicos, tales como salud y educación. El transporte más barato y sistemas de comunicación mas eficientes hacen que los migrantes deseen ver aumentado sus posibilidades de mejorar su nivel de vida, al irse a la ciudad, comparadas las que tenían al permanecer en el campo.

Otro impulso adicional para el abandono de la tierra, eran los frecuentes “Desastres ocasionados por el hombre y la naturaleza”:

  • La lucha violenta por el control de la tierra

  • La Guerra Civil en América Central

  • Las deterioradas condiciones Ecológicas, especialmente la Erosión del Suelo y el Clima adverso

  • Sequías que han devastado por ej., el Noreste de Brasil y el Sur de Perú

  • Inundaciones, Heladas, etc.

Cuadro 1 - Tasas anuales de crecimiento (en por ciento) de la población en edad laboral (15-64 años) para los países de América Latina y el Caribe, 1950-2050

País

1950-55

1995-00

2020-25

2040-50

Argentina

1.74

1.56

0.42

0.16

Bolivia

1.95

2.65

0.98

0.74

Brasil

2.84

2.13

0.31

-0.04

Chile

1.62

1.47

0.25

0.33

Colombia

2.14

2.38

0.52

0.33

Costa Rica

2.81

3.08

0.54

0.35

Cuba

2.00

0.60

-0.12

-0.35

Ecuador

1.98

2.77

0.58

0.19

El Salvador

1.40

2.54

0.75

0.37

Guatemala

2.47

3.23

1.27

1.01

Guyana

1.46

1.45

0.25

0.06

Haití

0.98

2.63

0.97

0.65

Honduras

3.01

3.51

1.01

0.65

Jamaica

1.50

1.71

0.39

0.11

México

2.07

2.28

0.41

-0.06

Nicaragua

2.44

3.63

1.13

0.76

Panamá

1.91

2.28

0.37

0.06

Paraguay

1.07

3.36

1.03

0.98

Perú

2.36

2.45

0.52

0.16

Puerto Rico

0.10

1.03

0.20

-0.19

Rep. Dominicana

2.75

2.16

0.34

-0.05

Trinidad & Tobago

1.83

2.09

0.05

-0.80

Uruguay

1.32

0.60

0.28

0.18

Venezuela

3.49

2.65

0.60

0.36

Tasa promedio

2.28

2.17

0.45

0.14

Coef. de variación

22.25

21.41

55.07

213.07

Cuadro 1 muestra las tasas de crecimiento de las poblaciones en edad laboral en los diferentes países de la región. Como se observa, las diferencias relativas entre estas tasas están creciendo, aun cuando parte de este crecimiento viene por cuenta de la disminución del promedio en el denominador. Las implicaciones de estas diferencias pueden ser particularmente importantes en el caso de países de alto crecimiento que hacen frontera con países de crecimiento bajo o negativo, por ejemplo Bolivia con Argentina y Brasil, o Guatemala con México. Dependiendo de la forma concreta como se dará seguimiento al proceso de integración económica en la región, las fuerzas de atracción y expulsión podrán ser más o menos fuertes y estas fronteras podrán ser más o menos permeables a la migración. A pesar de la disminución de la migración intra-regional en años recientes, el Cuadro 1 sugiere que la migración internacional dentro de la región puede agudizarse nuevamente durante las próximas décadas, debido a la mayor diferenciación entre los ritmos de crecimiento demográfico y sus implicaciones para el crecimiento de la fuerza de trabajo.

Los estudios de migración a grandes urbes en A. Latina, muestran que la mayoría de los movimientos rurales, se dirigen en primer lugar, a pueblos y ciudades más pequeñas, de modo que la migración a las ciudades más grandes, provienen de las ciudades y pueblos más pequeños, antes que de las áreas rurales, pero no siempre es así. Aunque casi el 70% de migrantes a las áreas metropolitanas de Brasil, provienen de otros centros urbanos, los estudios sobre México y Monterrey, muestran que los migrantes rurales, componen la mayor proporción del total.

Los movimientos a destinos rurales también son un rasgo de los patrones de migración en la región después de la segunda guerra mundial. La mayoría de éstos movimientos se originan en otra área rural, pero algunos provienen de pequeños pueblos y ciudades en zonas muy pobladas y económicamente deprimidas. Estos flujos se combinan con planes de colonización y/o con el establecimiento de una frontera agrícola; los más recientes, son los asentamientos en la frontera de la cuenca amazónica de Brasil, Perú, Colombia y Venezuela.

Los planes de colonización rural han estado ligados a proyectos de regadío y construcción de caminos, tales como la autopista trans-amazónica en Brasil y al crecimiento de áreas rurales alrededor de nuevas ciudades, tales como Brasilia y ciudad Guyana.

Una de las más difundidas y aceptadas generalizaciones sobre la migración, es que es muy selectiva en relación a la edad, sexo y otras características demográficas. Jóvenes adultos (entre 15-35 años) constituyen el porcentaje más grande de migrantes urbanos, de los cuáles, la mayoría son solteros, siendo las mujeres el mayor número, mientras que la migración de unidades familiares era común en flujos a las áreas rurales.

La proporción más alta de mujeres jóvenes, sobre los varones, son atraídas por el sector servicios en expansión, en las ciudades más grandes: El servicio doméstico, así como empleos en oficinas, en comercio, escuelas, etc.

Los migrantes Latinoamericanos, se caracterizan por un nivel educacional más alto y mayor capacitación laboral que los de la población general en su lugar de origen. Los migrantes más educados y mejor preparados tienden a ser Los Pioneros, y los siguen individuos con una educación y formación menores.

La importancia de la migración es que puede retardar el crecimiento de la productividad y actuar como un estimulo para aumentar el éxodo de individuos que tratan de progresar, dejando sin trabajadores más jóvenes, más educados y mejores preparados.

También incrementa el nivel de dependencia de éstas áreas, porque la selección por edad, reduce la proporción de personas en edad productiva, con respecto a los niños y a los ancianos. Se especula que la migración reduce las posibilidades de reforma política ya que los individuos con aspiraciones frustradas, prefieren abandonar el lugar, antes que permanecer en él, para trabajar en el campo.

Aunque los migrantes parecieran estar en desventaja con respecto a los originarios del lugar de destino, la investigación sobre la adaptación de los migrantes en A. Latina, ha desmentido la idea inicial de que éste proceso migratorio, generaría masas urbanas marginadas, alienadas y políticamente explosivas. Los estudios según la pista de movilidad económica y social de éstos, sugiere que ha llegado por lo menos al nivel de los originarios del lugar, en cuánto al éxito económico y social.

Cornelius, en un estudio sobre la asimilación de los migrantes de A. Latina concluye, que la migración urbana “no necesariamente produjo la drástica frustración de las expectativas de las mejoras económicas o una desorganización social y personal global”

La migración aumenta la demanda de viviendas e infraestructuras urbanas tales como agua, limpieza pública, calles y sistemas de transportes.

El aumento de la educación en hombres y mujeres es una de las fuerzas más importantes, tras los cambios en los patrones demográficos que A. Latina sufrió en la Post-Guerra.

  • Migración Internacional

La relación entre la migración internacional y otros aspectos demográficos, como el tamaño y crecimiento poblacional, la estructura y densidad demográfica y la distribución espacial, no es sencilla ni determinística. Se suele pensar que tasas elevadas de crecimiento demográfico son asociadas con la emigración, mientras tasas reducidas atraen la inmigración. Esto sería porque las tasas elevadas de fecundidad son asociadas con la pobreza y la saturación del mercado de trabajo. Paralelamente, la fecundidad reducida induciría preocupaciones con la falta de mano de obra. En sociedades predominantemente rurales habría una inquietud con la disponibilidad de tierras explotables en regiones de baja densidad demográfica. Este último tema ganó notoriedad con el conflicto bélico entre Honduras y El Salvador en fines de la década de los sesenta, que fue el punto de culminación de un proceso gradual de ocupación de tierras hondureñas por migrantes de El Salvador, con su densidad demográfica sensiblemente mayor

Las mujeres constituyeron durante las décadas de 70 y 80 los flujos migratorios internacionales predominantes, situación que estaría cambiando, por una tendencia más reciente hacia la masculinización de los flujos migratorios. Esta tendencia global, influenciada principalmente por la emigración a los Estados Unidos, se contrarresta por la creciente feminización de la migración al interior de la región Latinoamérica.

Una revisión de las tendencias de la migración internacional registradas en América Latina y el Caribe a lo largo de la segunda mitad del siglo XX permite identificar tres grandes patrones: la inmigración de ultramar, la migración intrarregional y la emigración hacia el exterior. No obstante su coexistencia, la importancia relativa y las características de estos patrones han variado con el curso del tiempo.

La inmigración de ultramar. En el período comprendido entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX la inmigración de ultramar fue bastante intensa, aunque fluctuante, y ejerció una decisiva incidencia, cuantitativa y cualitativa, en la configuración de varias sociedades nacionales de la región, especialmente en los países de la vertiente atlántica, que poseían condiciones favorables para la inserción social y económica de personas migrantes que, en su mayoría, venían del sur de Europa. La inmigración europea se relacionó estrechamente con las zonas más integradas a los circuitos económicos internacionales que, amén de disponer de “espacios vacíos”, experimentaron un rápido proceso de modernización productiva ; la expansión económica de estas zonas posibilitó la generación de puestos de trabajo y salarios superiores a los imperantes en los países de Europa meridional, hecho que contribuyó a una rápida movilidad social ascendente.

Durante los años posteriores a la segunda guerra mundial, Europa fue escenario de una vigorosa transformación económica, que comenzó en las naciones del norte y occidente y que más tarde se extendió _al amparo de los mecanismos de integración_ a los países del sur de ese continente. Tales cambios contribuyeron a afianzar la retención de población en su origen. De modo concomitante se fue ensanchando la distancia entre el grado de desarrollo socioeconómico de las naciones europeas y el de los países de América Latina y el Caribe. Todo ello redundó en una disminución sustancial de las corrientes migratorias destinadas a esta región a la vez que sirvió de estímulo a la migración de retorno al viejo continente.

A contar de los años sesenta y en virtud de la escasa renovación de los flujos, los inmigrantes de fuera de la región sufrieron un sostenido envejecimiento; en este contexto, la mortalidad y la migración de retorno resultaron en una gradual merma del stock de aquellos inmigrantes, que disminuyó de unos cuatro millones de personas en 1970 a menos de dos y medio millones en 1990 (cuadro 1). Si bien la inmigración originada en el exterior de la región no cesó totalmente _pues todavía se registran flujos menores, procedentes principalmente de Asia_ es manifiesta la declinación de su intensidad en los últimos decenios, cuando las tasas de cambio del stock se hicieron negativas. Como resultado, declinó la proporción de personas de origen extrarregional entre los inmigrantes registrados por los censos de los países latinoamericanos: en 1970 representaban más de las tres cuartas partes del total de los inmigrantes y en 1990 eran apenas poco más de la mitad. Esta evolución descendente permite sugerir que el tradicional carácter atractivo de América Latina para la población de otras regiones mostró claros signos de agotamiento en la segunda mitad del siglo XX.

El patrón migratorio intrarregional. Los países latinoamericanos y caribeños se distinguen por la frecuencia de los desplazamientos humanos a través de las fronteras nacionales, fenómeno fuertemente enraizado en la histórica heterogeneidad económica y social de los territorios de la región. Facilitadas por la vecindad geográfica y la proximidad cultural, las corrientes migratorias intrarregionales encuentran su destino preferente en aquellos países cuyas estructuras productivas son más favorables para la generación de empleos y que, por lo común, detentan mayores grados de equidad social. Además de los factores de tipo estructural, la evolución de este patrón migratorio han influido tanto las coyunturas de expansión o retracción económica como las contingencias sociopolíticas (Pellegrino, 2000, 1995 y 1993). Así, por ejemplo, las instancias de ruptura y restablecimiento de las formas democráticas de gobierno han repercutido en la formación de virtuales oleadas de exiliados y “retornantes” entre naciones con fronteras comunes.

La motivación para estudiar la migración que tiene orígenes y destinos dentro de la región se ha visto acrecentada en años recientes y la merma de los flujos provenientes desde fuera de la región, el incremento de la denominada migración fronteriza y los esfuerzos de integración económica han contribuido a este creciente interés. Ello ha permitido advertir que la sostenida persistencia de algunas corrientes intrarregionales se asocia con mecanismos de articulación de los mercados de trabajo entre países vecinos, por lo que se asemejan a la migración a escala intranacional. Otras corrientes, afectadas por fluctuaciones temporales, se vinculan con cambios de orden más bien coyuntural.

Durante los años setenta se advirtió un notable aumento de la migración intralatinoamericana; junto a la persistencia de los factores estructurales, las alteraciones sociopolíticas acaecidas en ese decenio llevaron a que el número de migrantes se duplicara, para llegar en 1980 a casi dos millones de personas (cuadro 1). En cambio, a lo largo de los años ochenta y a raíz del impacto tanto de la crisis económica y de los subsecuentes programas de reforma estructural _que se hicieron sentir con especial fuerza en las principales naciones de destino_ como del restablecimiento de las normas de convivencia civil en varios países, el crecimiento del stock de migrantes dentro de América Latina fue más modesto: el total acumulado sólo aumentó a 2.2 millones de personas

Cuadro 1

AMÉRICA LATINA: POBLACIÓN INMIGRANTE SEGÚN PROCEDENCIA.

CENSOS NACIONALES DE POBLACIÓN DE 1970, 1980 Y 1990 a/

Procedencia

Fechas censales b/

Tasas anuales de crecimiento

1970

1980

1990

1970-1980

1980-1990

Resto del mundo (Inmigración de ultramar)

3873420

3411426

2350441

-1.27

-3.68

Porcentaje

76.1

63.1

51.2

América Latina y el Caribe (mig. intrarregional)

1218990

1995149

2242268

4.83

1.17

Porcentaje

23.9

36.9

48.8

Total

5092410

5406575

4592709

0.60

-1.63

Porcentaje

100.0

100.0

00.0

Fuente: Estimaciones elaboradas a partir del banco de datos IMILA de CELADE.

a/: El número de países considerados es de 16 en 1970; 14 en 1980 y 13 en 1990.

b/: Las fechas corresponden al año de las rondas de censos nacionales.

Cuadro 2

ESTADOS UNIDOS: POBLACIÓN INMIGRANTE DE ORIGEN LATINOAMERICANO Y CARIBEÑO.

CENSOS DE POBLACIÓN DE 1970, 1980 Y 1990

Procedencia

Fechas censales

Tasas anuales de crecimiento

1970

1980

1990

1970-1980

1980-1990

América del Sur

234233

493950

871678

7.13

5.53

Porcentaje

13.6

11.3

10.4

Mesoamérica

873624

2530440

5391943

9.73

7.22

Porcentaje

50.6

57.7

64.4

Caribe y otros

617551

1358610

2107181

7.50

4.32

Porcentaje

35.8

31.0

25.2

Total

1725408

4383000

8370802

8.70

6.25

Porcentaje

100.0

100.0

100.0

Fuente: Estimaciones elaboradas a partir del banco de datos IMILA de CELADE.

Historia económica y social de América Latina Post Segunda Guerra Mundial

Fuente: Schmidley y Gibson (1999).

Historia económica y social de América Latina Post Segunda Guerra Mundial

Fuente: Schmidley y Gibson (1999).

3. Aluda al proceso de urbanización y metropolización en la historia latinoamericana Post II Guerra Mundial e identifique las consecuencias más importantes de los mismos en los ámbitos político, económico y social.

El proceso de urbanización ha entrado en la Región en una fase más madura y pausada. 350 millones de Latinoamericanos y Caribeños, que representan el 74% del total, han optado progresivamente por asentarse en áreas urbanas; en una década más, la población urbana llegará a unos 600 millones, representando a 85% del total. América Latina y el Caribe integra el grupo de regiones altamente urbanizadas, junto con las regiones más desarrolladas del planeta, mientras en los demás continentes en desarrollo aún predomina la población rural.

2. Por otra parte, el crecimiento demográfico se desacelera sobre todo debido a la menor fecundidad asociada a las pautas de urbanización. Por el aumento más moderado de la población urbana regional y la evolución explosiva que han tenido las ciudades en otros continentes, la presencia de las principales ciudades latinoamericanas en el conjunto de las grandes ciudades del mundo es creciente. La desaceleración del crecimiento demográfico se observa tanto a nivel nacional como urbano, y especialmente notoria en las grandes ciudades. En consecuencia, los patrones de asentamiento tienden a ser equilibrados a medida que disminuye la primacía urbana en la mayoría de los países.

3. La desaceleración del crecimiento demográfico y la reducción del aumento absoluto anual de la población de la Región no implica, por otra parte, una menor presión de demanda de vivienda para los próximos años. Pautas de vida cada vez más urbanas ocasionan la reducción del tamaño de los hogares, lo que se acusa en un sostenido incremento de los hogares. Este se sitúa en un promedio de un 3%, muy por sobre el crecimiento poblacional. A su vez, aparecen estructuras familiares más diversificadas que a su vez exigen ser acogidas en tipologías, estándares y localizaciones acordes con la dinámica urbana.

La pobreza urbana


La distribución del ingreso es hoy más concentrada e inequitativa que a fines de los años 70, por lo que la región no ha podido lograr progresos importantes en materia de reducción de la pobreza. En muchos países se observa un aumento de la pobreza urbana y de las desigualdades de acceso a niveles adecuados de calidad de vida y oportunidades de progreso. En términos generales, el 20% más rico acumula cerca del 50% de los ingresos, mientras el 20% más pobre sólo percibe alrededor del 5%. El crecimiento económico no ha ido acompañado de un aumento de los puestos de trabajo productivo para absorber el crecimiento de la fuerza laboral, y un desempleo persistente o en aumento sigue afectando preferentemente a los más pobres de la región, con tasas de un 15 o 20%.

Si hasta los años 80 la mayoría de los pobres de la región habitaban en áreas rurales, hoy existe una pobreza predominantemente urbana. La ciudad es hoy el escenario principal de la inequidad y la exclusión. Ello no significa que exista una asociación causal entre urbanización y pobreza, ya que ésta es aún más grave y generalizada entre los habitantes de las áreas rurales. Sin embargo el predominio cuantitativo de pobreza urbana en el continente pone como desafío central de la lucha por la equidad, la superación en ciudades, barrios y viviendas, de situaciones de exclusión social y funcional que disminuye el potencial de progreso de los pobres urbanos y favorecen la reproducción intergeneracional de la pobreza.

El precario cuadro habitacional de la región exige encarar deficiencias cuantitativas y cualitativas de la vivienda, si se quiere lograr una mayor equidad a nivel de los hogares. Un tercio del parque habitacional necesita ser repuesto o reparado. De cada 100 hogares, sólo 60 cuenta con viviendas adecuadas, mientras que 22 requieren mejorar sus viviendas y 18 necesitan que se les dote de una nueva habitación o se les reconstruya la que hoy ocupan. Las políticas habitacionales demuestran en general una incapacidad de generar volúmenes suficientes de viviendas nuevas para proveer, al menos, alojamientos par los nuevos hogares que se constituyen, y así evitar que aumente el déficit ya acumulado. Más débil, casi inexistente es la acción habitacional en el campo del mejoramiento del parque existente, por lo que las tasas de deterioro y obsolescencia son altas en la región. La tarea de hacer frente al problema de vivienda actual y futuro debe situarse en el marco de una gestión de macroeconomía cautelosa que exige una alta eficiencia del gasto público y la integración de esfuerzos significativos del sector privado y los propios hogares afectados para resolver las carencias.

El rol económico de las ciudades se reconoce más y más a medida que se evidencia su potencial sinérgico indispensable para el progreso. Ya no se considera tan válida la asociación aceptada en los años 70, entre urbanización y pobreza, entre ciudad y pérdida de identidad cultural. En la medida que las funciones económicas, políticas, culturales y sociales de las ciudades y los puebles pueden ser la base de la innovación tecnológica y la formación de recursos humanos cualitativa y cuantitativamente adecuados para el desarrollo, la alta urbanización que caracteriza a América Latina ya no sería un obstáculo sino un factor potenciador de ese desarrollo. Para que eso suceda, cobre renovada importancia una gestión urbana eficiente que garantice un ordenamiento urbano de modo que las actividades productivas, de servicio y habitacionales se puedan desarrollar desde la perspectiva de la productividad y competitividad.

10. Las ciudades latinoamericanas no sólo tienen necesidad de una gestión terrritorial más eficiente para desempeñar un buen papel en el cuadro económico actual. Las insuficiencias de infraestructura social y productiva también limitan seriamente la capacidad de las ciudades para ser competitivas. Si hasta los 70, los gobiernos fueron los principales responsables de la inversión, operación y mantenimiento de la infraestructura, con las políticas de ajuste en los 80 ellos dejaron de lado esta responsabilidad, sin que ésta fuera asumida adecuadamente por el sector privado. A medida que hoy el esperado incremento de la actividad exportadora e importadora demanda mejores servicios de energía, telecomunicaciones, vialidad, transporte, etc., se hace imprescindible acelerar y facilitar la incorporación del sector privado en el área de infraestructura para efectuar las importantes inversiones requeridas e instrumentar nuevos modos de gestión en la materia.

Particularmente relevante resulta hoy el tema del transporte urbano. Sobre todo en las grandes ciudades, pero también en aquellas de tipo intermedio, la congestión vial generada sobre todo por el aumento sostenido del parque vehicular privado, afecta tanto a la productividad como a la calidad de vida de sus habitantes. La promoción de sistemas eficientes de transporte público implica no

sólo un importante rediseño de la viabilidad y los sistemas de transporte en y entre las ciudades, sino, además, generar consensos amplios acerca de la necesidad de ajustar patrones de vida y convivencia para lograr ciudades más eficientes.

La localización de la vivienda en la ciudad es motivo de creciente preocupación en los programas habitacionales. La experiencia latinoamericana sugiere que una mejor relación de las zonas habitacionales con las fuentes de empleo podría favorecer la productividad de la mano de obra al acortar los tiempos de viaje y liberar tiempo y esfuerzo para el desempeño laboral o el perfeccionamiento. Asimismo, la accesibilidad a los servicios urbanos, educacionales y de salud sería fundamental para ampliar la calidad de vida y las posibilidades de progreso de las familias, y favorecer su integración a la vida ciudadana.


Bibliografía:

  • Joan Mac Donald. Arquitecta, especialista en políticas habitacionales y urbanas, investigadora de la Corporación de Promoción Universitaria (CPU), Santiago de Chile. Consultora de organismos nacionales e internacionales. Es profesora de la Universidad de Chile y de la Universidad Central; Ex-subsecretaria de Vivienda y Urbanismo de la República de Chile. Ex-oficial de Asentamientos Humanos de la CEPAL. Ha publicado unos veinte trabajos en diversos aspectos de diagnóstico y propuestas en materia de vivienda social.

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Página 17

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Enviado por:Balgarf
Idioma: castellano
País: Chile

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