Historia


Guerras hispanoamericanas del siglo XIX


La guerra del Pacífico otorgó al país el territorio de Tarapacá, en el que se explotan grandes y ricos yacimientos de salitre. Ésta riqueza transformó a Chile y provocó profundos cambios en la sociedad nacional.

Pero, al mismo tiempo los acuerdos que pusieron fin al conflicto implicaron el surgimiento de nuevos problemas con los países limítrofes

Su causa inmediata fue el problema de límites con Bolivia. Pero, más al fondo, tanto ésta como Perú nos hicieron la guerra porque creyeron que aspirábamos a una hegemonía oposición rectora en el Pacífico y Sudamérica, rompiendo el “equilibrio americano”.

Bolivia no era una potencia militar, Perú sí… o creía hacerlo. Su armada se calificaba, sin duda, como la primera del Pacífico. Por lo demás, la superioridad del Perú, antigua sede del virreinato, sobre el modesto Chile, era una tradición colonial: siempre Perú había sido más importante más rico, más culto y más refinado de Chile.

Perú y Bolivia suscribieron el año 1877 un pacto secreto: una “ Alianza defensiva”, que los obligaba a respaldarse recíprocamente ante “ toda agresión exterior”. Chile no era mencionado por su nombre, pero constituíamos el verdadero objeto del tratado. Sin embargo, fracasaron los esfuerzos Perú-Bolivianos para que Argentina también lo firmase. Nosotros nada supimos, hasta el mismo 1879.

En las cifras, los flamantes aliados nos abrumaban. Tenían mayor población ( en conjunto, 5 millones de habitantes, contra 2 millones 200 mil chilenos), y por tanto podía levantar más tropas. Tenían mayores recursos económicos (salitre y guano). La armada peruana era poderosa. Nuestras ventajas, en cambio permanecían ocultas: gobierno estable; finanzas ordenadas y sanas; oficiales y tropa con experiencia de combate en Araucanía y un coraje de leyenda… y los “ blindados”.

Estos dos modernos barcos de guerra, el Cochrane y el Blanco, llegados desde 1875 adelante y superires individualmente a los peruanos, no anulaban la ventaja naval del futuro enemigo, pero la hacían menos clara. Los debíamos a la visión del presidente Errázuriz Zañartu, y de su ministro Abdón Cifuentes, quienes se jugaron enteros por que los encargásemos. El resto del país lo hallaba entonces, comenzando los años 70, un gasto innecesario, pues aparecía absurdo el evento de la guerra.

Combate de Iquique. Heroísmo de Prat.

(21 de Mayo de 1879)

El triunfo debía ser del que dominara en el mar. Mientras la escuadra peruana terminaba sus aprestos en el Callao, la chilena fue a bloquear el puerto de Iquique a las órdenes del contraalmirante don Juan Williams Rebolledo, y en el mes siguiente, zarpó para el Callao.

Allí supo que poco antes habían salido con rumbo al sur la Independencia y el Huáscar conduciendo al presidente Prado y un destacamento de tropas. Por medio del cable eléctrico submarino, supo en Arica el presidente Prado que en Iquique habían quedado solas la corbeta Esmeralda y la goleta Covadonga, y contra ellas despachó los dos poderosos acorazados.

Se efectuó en Iquique uno de los más memorables hechos de armas que recuerden los navales del mar. El joven comandante de la Esmeralda, se apercibió para el desigual combate con la serena resolución de morir antes que arriar la bandera de la patria.

La Esmeralda, con sus calderos rotos, pegada a la costa en el fondo de la bahía, burló durante mas de dos horas los más poderosos cañones del Huáscar y la fusilería de tierra, sin que sus débiles cañones alcanzaran a dañar la acerada coraza del monitor. Por fin, el peruano don Miguel Grau cargó el espolón. Al primer choque, el heroico Prat grita ¡al abordaje! Y salta, espada en mano, sobre la cubierta enemiga, seguido del sargento Aldea. Ambos cayeron allí acribillados de balas, legando a la historia un sublime ejemplo de abnegación por la patria.

Al segundo choque, saltaron el teniente Ignacio Serrano y doce compañeros: como Prat y Aldea, cayeron inmolados. El capitán Uribe continuó la resistencia. Un tercer espolonazo del monitor y una descarga de sus cañones cargados a metralla, destrozaron la gloria corbeta chilena, la cual se hundió al fin majestuosamente en el mar mientras el guardiamarina Riquelme disparaba el último cañón. De los 180 hombres que la tripulaban, sólo 60quedaron vivos flotando sobre las olas.

Más al sur, el comandante de la Covadonga, don Carlos A. Condell, dirigía hábilmente su pequeña y averiada goleta cerca de la costa, perseguida por la poderosa y ligera Independencia. Al acercarse para espolonear a la goleta, la fragata peruana encalló sobre una roca en Punta Grueso. El comandante Condell volvió entonces y acabó de perderla disparando sobre ella sus cañones, casi a la vista del Huáscar que avanzaba desde Iquique. Cuatro días después, la Covadonga entraba gloriosamente a Antofagasta.

Excursiones del Huáscar.

Su captura en Angamos

(8 de octubre)

Durante cuatro meses, el Huáscar incursionó por las costas del sur a las órdenes del comandante Grau. Bombardeó, aunque estérilmente, a Antofagasta; penetró una noche en Iquique, donde la cañonera Magallanes lo combatió, evitando diestramente el espolón, hasta que el monitor huyó al acercarse al Cochrane (julio 10); sorprendió y apresó al transporte chileno Rimac (julio 23); avanzó hasta cerca de Coquimbo destruyendo lanchas en diversos puertos y burló siempre con su rápido andar las persecuciones del blindado chileno Blanco.

Aquellas correrías excitaron en Chile la opinión. A un cambio de ministerio se siguió un cambio de jefes en la escuadra: el capitán del navío don Galvarino Riveros reemplazó en el Blanco al contraalmirante Williams Rebolledo, como el jefe de la escuadra chilena, y el joven y experto comandante de la Magallanes don Juan José Latorre recibió el mando del Cochrane. Después de limpiarse sus fondos en Valparaíso y de arreglarse su máquina entorpecida, el Cochrane regresó al norte y la escuadra chilena fue a atacar al Huáscar bajo las baterías de Arica.

El monitor y la corbeta peruana Unión habían salido de allí para el sur. Entonces se concertó un plan para atacarlos a su regreso. Los buques peruanos se acercaron una mañana a Antofagasta y luego huyeron hacia el norte, seguidos de lejos por el pesado Blanco. Cerca de Mejillones, en frente de la punta de Angamos, les cortó el paso una división de la escuadra chilena que por allí cruzaba esperándolos. La veloz Unión escapó hacia Arica perseguida por la O'Higgins y el crucero Loa; pero el Huáscar no pudo rehuir el combate con el Cochrane.

El comandante Grau fue desde los primeros tiros destrozado por una bala. Sus reemplazantes tuvieron igual suerte. El Cochrane había ya puesto casi fuera de combate al buque enemigo cuando llegó Blanco a tomar parte en la victoria. Rendido al fin, el Huáscar fue conducido a Valparaíso; y, reparadas aquí sus averías, ingresó a la escuadra chilena.

Preparativos militares terrestres.

Entre tanto, Chile había ido organizando en Antofagasta un ejército que llegó a cerca de 12.000 hombres, formado en su mayor parte de guardias nacionales movilizados y provisto de armas y municiones traídas de Europa por la vía de Magallanes. Para subvenir a los gastos extraordinarios de la guerra, se redujeron los ordinarios de la administración; y antes de recurrir a nuevos empréstitos, el congreso autorizó la emisión de papel moneda del Estado y facultó al gobierno para gastar todo lo necesario.

Por su parte, el dictador Daza confiscaba las valiosas propiedades minerales de chilenos en Bolivia, imponía contribuciones y empréstitos forzosos y conseguía al fin reunir en La Paz 4.500 soldados más armados, con los cuales llegó a Talca.

El Perú, en bancarrota, obtuvo algunos recursos con nuevas emisiones de su ya depreciado papel moneda, y por la vía de Panamá, adquirió armamento de los Estados Unidos. Desde los primeros momentos del conflicto, había enviado a Tarapacá sus mejores tropas, y enseguida, organizado un segundo ejército que llegó a unirse al boliviano en Tacna.

Campaña de Tarapacá.

Batalla de San Francisco

(19 de Noviembre de 1879).

Dueño del mar con la captura del Huáscar, Chile invadió el departamento peruano de Tarapacá. Diecinueve buques transportes y de guerra condujeron 10.000 soldados de Antofagasta a Pisagua, donde 1.200 aliados opusieron al desembarco inútil resistencia (2 de noviembre).

Las tropas chilenas fueron internándose en aquel territorio sin agua ni vegetación. Una división de 6.000 hombres, a las órdenes del coronel don Emiliano Sotomayor, llegó a acampar en el sitio de Dolores.

Entre tanto, el ejército aliado de Tarapacá mandado por el general peruano Buendía y formado por 12.000 hombres, avanzaba por el sur a marchas forzadas desde Iquique y la Noria, para atacar a los chilenos en combinación con una división boliviana salida de Arica, por el norte, a las órdenes del dictador Daza.

Los 6.000 chilenos de la división Sotomayor tomaron posiciones en el cerro de San Francisco. Ala caída de la tarde, se empeñó el combate con gran desconcierto de los cuerpos bolivianos y peruanos, los cuales retrocedieron luego y abandonaron el campo. La noche y el temor de la persecución convirtieron la retirada en dispersión.

El día anterior, el acorazado Blanco había capturado la corbeta peruana Picolmayo, que ingresó a la escuadra chilena.

Los dispersos des ejército peruano, perseguidos tardíamente, se concentraron en el pueblo de Tarapacá; y después de sostener allí un encarnizado combate contra una reducida y fatigada avanzada chilena (27 de noviembre), continuaron llegando a Arica poco más de 2.000, restos miserables de aquel soberbio ejército de Tarapacá.

Por su parte, el dictador Daza había llegado difícilmente hasta la quebrada de Camarones, límite septentrional de Tarapacá; pero, desde allí el presuntuoso general había regresado sin emprender cosa alguna.

La victoria de San Francisco dio a Chile todo el departamento de Tarapacá con sus guanos y salitre. Iquique se entregó sin resistencia.

Cambio de los presidentes aliados.

A la primera noticia de la derrota de San Francisco, el presidente Prado se dirigió a Lima, dejando el mando del ejército de Tacna al contraalmirante don Lizardo Montera, incomunicado con la capital por el bloqueo de Arica.

Temeroso de la irritación popular en Lima, Prado se embarcó inopinadamente dejando dicho que iba a buscar en los Estados Unidos y en Europa buques y elementos militares, estalló en Lima un sangriento motín que elevó a la dictadura a don Nicolás de Piérola, atrevido caudillo del populacho (23 de diciembre).

Cuatro días después, otro motín militar, promovido por el coronel boliviano don Eliodoro Camacho, de acuerdo con Montero, quitaba en Tacna en mando del ejército de La Paz declaraba a éste depuesto de la presidencia y nombraba en su lugar al general don Narciso Campero (28 de diciembre).

Campaña de Tacna y Arica (1880).

Alistado de nuevo su ejército, Chile despachó desde Pisagua e Iquique 13.000 hombres, los cuales llegaron a desembarcar el Ilo y Pacocha, al norte de Arica (26 de febrero9; y mientras una división ocupaba a Moquegua y escalaba las alturas casi inexpugnables de Los Angeles, la escuadra chilena extendida hasta el Callao el bloqueo de los puertos peruanos (10 de abril).

Por fin, el grueso del ejército chileno avanzó penosamente hacia Tacna, a través de un territorio desierto y arenoso, sin agua ni vegetación, y llegó a reunirse a una corta distancia de aquella ciudad, a las órdenes del general don Manuel Baquedano, asistido por el ministro de la guerra en campaña don Rafael Sotomayor, que murió allí inopinadamente.

Desde La Paz acababa de llegar a Tacna el general Campero con un refuerzo de tropas bolivianas, haciendo subir el ejército aliado a cerca de 11.000 soldados, con los cuales ocupó las alturas vecinas de la ciudad, el Campo de la Alianza. Dejando a retaguardia una reserva de 4.000 chilenos, el general Baquedano atacó con poco más de 7.000 restantes; y después de una reñida batalla, tomaron éstos las atrincheradas posiciones enemigas y pusieron a los aliados en completa derrota. Perdió allí el ejército chileno más de 2.000 hombres; pero los aliados perdieron más de 2.800 entre muertos y heridos, y 2.500 prisioneros (26 de mayo).

Mientras Campero y Montero con los restos del ejército huían, el primero hacía Bolivia y el otro hacía Arequipa, una división chilena avanzó hacia el puerto de Arica, guarnecido como por 2.000 peruanos y defendido por las formidables fortificaciones del morro. Atacada la plaza energéticamente por el coronel don Pedro Lagos, fue tomada a viva fuerza entre el fuego de los cañones y las explosiones de minas de dinamita. En aquel sangriento combare, que costo 376 bajas a la división chilena, dejaron los peruanos 1.200 hombres entre muertos y heridos, y un gran material de guerra. El monitor Manco Capac fue echado a pique por sus mismos tripulantes (7 de junio).

Conferencias de Arica.

Operaciones militares (1880).

Las conferencias de plenipotenciarios celebradas en Arica en presencia de los representantes diplomáticos de los Estados Unidos, no dieron el resultado de paz que se buscaba, pues los aliados rechazaron la base de cesión del territorio de Tarapacá, que Chile exigía como indemnización de guerra y seguridad para el porvenir (octubre de 1880).

Entre tanto una división chilena, comandada por el capitán de navío don Patricio Linch, recorría toda la costa septentrional del Perú hasta Paita, haciendo desembarcos en diversos puntos e imponiendo requisiciones militares, sin encontrar resistencia.

Por otra parte, la escuadra chilena había estrechado el bloqueo del Callao y puertos vecinos, produciendo la escasez en Lima; y en repetidas ocasiones, había bombardeado la plaza y sosteniendo combates en la bahía.

La escuadra bloqueadora era obligada a una activa vigilancia. El crucero Loa y la goleta Covadonga fueron echados a pique por dos torpedos enemigos.

Campaña de Lima.

Batallas de Chorrillos y de Miraflores

(13 y 15 de enero de 1881).

En Chile, la opinión del pueblo y del Congreso impulsó la acción del gobierno, y decidida la campaña contra la capital del Perú, se activaron en Arica los aprestos de la expedición. En ello trabajó empeñosamente el nuevo ministro de la guerra en campaña, don José Francisco Vergara.

Una primera división ocupó sin dificultades a Pisco y poco después fueron a reunirse en Lurín, seis leguas al sur de Lima, 23.600 hombres de las tres armas, a las órdenes del general Baquedano.

El dictador Piérola, por su parte, había activamente preparado la defensa de su capital, construyendo fortalezas y reuniendo como 30.000 soldados tras de formidables fortificaciones, en las alturas que dominan a San Juan y Chorrillos, y un poco más al norte, en Miraflores.

El ejército chileno atacó de frente, trepó valerosamente las alturas fortificadas y las tomó a viva fuerza. El día subsiguiente, la sangrienta batalla se renovó en Miraflores. El ejército peruano fue allí completamente deshecho, y sus restos dispersos huyeron, dejando abierto el camino de la capital.

Aquellas dos batallas costaron al ejército chileno como 5.500 bajas, entre muertos y heridos. Por su parte, los peruanos tuvieron como 5.000 muertos, otros tantos heridos, más de 2.000 prisioneros y perdieron casi todo su material de guerra.

Lima y el Callao fueron en seguida ocupados sin resistencia. El monitor Atahualpa, la corbeta Unión y otros buques menores, últimos restos de la escuadra peruana, fueron sumergidos en las aguas de aquel puerto para evitar que cayeran en poder de Chile. Las fortificaciones de la plaza cayeron poco después demolidas.

Ocupación del litoral peruano.

Anarquía interior (1881).

La destrucción del ejército peruano y la ocupación de Lima, permitieron a Chile extender la ocupación a casi todo el litoral enemigo y establecer el orden en su administración.

Más de 6.000 soldados regresaron a Chile con el general Baquedano para ser licenciados (marzo); y el departamento de la Libertad y despachaba desde allí expediciones de persecución de montoneras enemigas por el norte, otras ocuparon el departamento de Ica y el valle de Cañete, por el sur, libertando esos territorios de las fechorías de los montoneros.

El dictador Piérola había huido hacia la sierra trasmontando la cordillera. Llegó hasta Jauja y Ayacucho, esforzándose en que se reconocieran su autoridad los ignorantes pobladores, indios y cholos, de aquellos vastos territorios. El contra almirante Montero fue despachado con igual objeto a los departamentos del norte y se fijó por algún tiempo en Cajamarca, mientras el prefecto Solar imperaba en Arequipa. Por todas partes aparecieron montoneras de peruanos, azote de sus propios compatriotas. El Perú pasó de la derrota a la anarquía y disolución. Bolivia, su aliada, se mantenía desde la batalla de Tacna, expectante y encerrada en su territorio.

El gobierno de la Magdalena. Intervención de la diplomacia norteamericana (1881).

Con el fin de construir un gobierno autorizado que celebraba la paz de Chile, una asamblea de notables peruanos del partido civilista, que había promovido la guerra, eligió presidente provisional al doctor don Francisco García Calderón, quien instaló su gobierno en el vecino pueblo de la Magdalena con la tolerancia de las autoridades chilenas (12 de marzo).

Una división del ejército chileno salida de Lima, se internó en la sierra, dispersó diversas montoneras que invocaban a Piérola contra García Calderón, y llegó hasta Cerro de Pasco y Junín. Otra, salida posteriormente de Trujillo, ocupó accidentalmente a Cajamarca (8 de agosto).

El representante de los Estados Unidos en Lima hizo concebir a los peruanos la esperanza de que el gobierno de aquel país intervendría para impedir la anexión de Tarapacá a Chile.

Halagado con esta funesta idea, García Calderón llegó a declarar que no celebraría la paz sobre la base de cesión territorio, burlando así las legítimas expectativas del vencedor. La conducta insidiosa del gobierno de la Magdalena hizo que el de Chile procediera al desarme de las fuerzas peruanas organizadas en aquel pueblo (5 de septiembre).

Al inagurarse días después en Chile una nueva administración, el Perú, vencido en tres campañas, quedaba desorganizado y abatido; pero no se divisaba el término del estado de guerra.

Las campañas de la Sierra

(26 y 17 de junio de 1881).

Después de la ocupación de Lima, Cáceres y otros jefes peruanos se retiraron a las sierras, donde organizaron montoneras formadas en gran parte por indios crueles y salvajes, o por mestizos sin diciplina militar.

Combate de Sangra: Fue uno de los más gloriosos encuntros de estas campañas, pues 35 soldados del regimiento Buin, al mado del capitán José Luis Araneda, hubieron de batirse con fuerzas 80 veces superiores, formadas principalmente por indios y montoneros. La contienda duró 13 horas, quedando los chilenos dueños del cacerío, peor reducido a 10 combatientes, pues todos los demas fueron muertos o heridos

Nuevas expediciones a la sierra: Santa María deseaba activar las operaciones militares a fi de acelerar la firma de la paz, destruyendo un ejército de más de 3.000 hombres que había logrado organizar el coronel Cáceres cuyo cuarte l general se hallaba en Ayacucho.

El ejército atravesó la mole andina, encontrandose luego en una complicada situación: lejos de sus bases, obligado a vivir de los recursos de un país hostil y diezmados por la rudeza del clima y la fiebre tifoidea, que en un momento llegó a matar o a postrar al 25% de sus efectivos. Para mantener la posesión del terreno conquistado y asegurar la alimentación, fue preciso seguir el peligroso procedimiento y acantonar pequeños destacamentos en los pueblecitos de la sierra, sumidos en hondonadas rodeadas de elevadísimas montañas entre las que se deslizan terribles desfiladeros. Los que caían en una emboscada eran pasados a cuchillo y sus cabezas y sus miembros mutilados servían de enseñas de victorias a los guerrileros y a los indios.

Combate de La Concepción (9 y 10 de julio de 1882):

Fue entonces cuando el coronel don Gastó, al frente de varios miles de indios y guerrileros, calló sobre la aldea de La Concepción, donde cubría guarnición 78 hombres. Mandaba la compañía el capital Ignacio Carrera Pinto y los jóvenes oficiales Julio Montt Salamanca, Arturo Pérez Canto y Luis Cruz Martínes.

Todos perecieron al pie de la bandera que habían jurado defender.

Administración interior del presidente Pinto.

El gobierno de don Aníbal Pinto había dirigido felizmente la gloriosa guerra contra el Perú y Bolivia, en medio del más perfecto orden interior, sin alteración en el régimen legal y constitucional de la República, mediante el concurso general de pobres y de ricos, de militares y de hombres civiles.

El congreso, por su parte, de acuerdo con la opinión, había impulsado la acción del gobierno y autorizado a éste para gastar cuanto fuera necesario en la guerra, regularizando las emisiones de papel moneda.

En el orden interior, aprobó leyes de trascendencia, como la de abolición del estanco de tabaco y la que declaró incompatibles los puestos judiciales con los administrativos y parlamentarios, apartando a los jueces de las contiendas políticas.

La deuda pública interior se había aumentado en más de 30.000.000 pesos; pero el producto de los guanos, salitre y aduanas del Perú costearon en parte los ingente gastos de la guerra; y, facilitadas con el papel moneda, las transacciones comerciales incrementaron las rentas ordinarias del país. La hacienda pública se levantó de su postración, y un período de abundancia siguió a la gran crisis económica de 1878.

El presidente de Bolivia, Andrés de Santa Cruz, inspirado en el ideal bolivariano de la unidad continental, había logrado ser reconocido como protector del Perú. Unió así el núcleo fundamental del antigua imperio incásico, con el nombre de Confederación Perú-Boliviana. Portales, por su parte, pensaba que Chile debía realizar su desarrollo histórico como una unidad distinta y separada del resto; vio en la Confederación una amenaza para la futura grandeza de país y decidió enfrentarse a ella.

Pretextos para la guerra.

Se ventilaron tres cuestiones efectivas, pero de importancia menor:

- Cuestión de empréstito: Perú adeudaba un millón y medio de pesos prestados por Chile al declararse la independencia de ese país. Ese dinero era parte de empréstito obtenido por Chile de Inglaterra.

- Cuestión de las tarifas: Perú, donde Chile colocaba desde la colonia sus productos agrícolas, impuso, con el fin de estimular su propia producción, tributos especiales a las importaciones provenientes de Chile.

- Cuestión de los almacenes francos: Con el propósito de derivar hacia el Callao el comercio que prosperaba en los almacenes francos de Valparaíso, Santa Cruz gravó con impuestos especiales a las mercancías reembarcadas en Valparaíso.

La declaración de guerra.

Portales envió una expedición naval a cargo de Victorino Garrido, quien se apoderó de los barcos de la Confederación a título de garantías del préstamo insoluto. Santa Cruz accedió a dejarlos en poder de Chile. Portales envió una nueva expedición, al mano del Blanco Encalada, llevando al ministro plenipotenciario Mariano Egaña quien exigió, entre otras cosas, la disolución de la Confederación y un tratado de reciprocidad aduanera. Al negarse Santa Cruz, Egaña hizo formal declaración de guerra.

Muerte de Portales.

En Chile se declaró el estado de sitio y se establecieron Consejos de Guerra permanentes que juzgaban de acuerdo con la Ordenanza Militar. La guerra era absolutamente impopular, pues lesionaba arraigados principios americanistas, y se le veía como un acto arbitrario y aventurado de Portales. Un grupo de militares acantonados en Quillota bajo el mando del coronel Vidaurre, aprovechando una visita inspectiva de Portales, lo hicieron prisionero. Lo levaron a Valparaíso suponiendo que la guarnición del puerto se plegaría al motín. Tal cosa no ocurrió y Blanco Enclada derrotó a los amotinados. Sin embargo, al comenzar el combate en el Cerro Barón, el teniente Florín hizo fusilar al ministro (Junio de 1837). Esa guerra impopular se transformó en una empresa nacional a partir del asesinato de Portales.

Campañas.

  • Expedición de Blanco Encalada (1837): Con escasos elementos se organizó una expedición por mar que terminó con el tratado de Paucarpata. El gobierno chile desconoció posteriormente este tratado.

  • Expedición de Bulnes (1838-1839): Acompañado de exiliados peruanos contrarios a Santa Cruz, Bulnes desembarcó en Ancón, librando combate en la Portada de Guías que le abrió las puertas de Lima. Allí se proclamó un gobierno peruano (General Gamarra) independiente de la Confederación. Se siguen algunos combates terrestres (Matucana y Buin), y uno naval contra corsarios franceses (Casma). Santa Cruz se atrincheró en las sierras. Bulnes emprendió el ataque final en Yungay donde se dio la más sangrienta batalla hasta entonces librada en América (4.500 bajas entre ambos ejércitos). El triunfo de Yungay, que le valió a Bulnes el título peruano de Mariscal de Ancach, puso fina a la Confederación Perú-Boliviana. Ambos países entraron, posteriormente, en guerra entre sí.

Consecuencias.

  • La disolución de la Confederación hizo que el desarrollo histórico de Perú, el de Bolivia y el de Chile transcurrieran separadamente.

  • Se formó el espíritu nacional en Chile que, hasta entonces, se confundía con el sentimiento americanista. La Canción de Yungay, compuesta por Zapiola, se transformó en la más popular de las marchas.

Orígenes.

Para establecer los orígenes de este conflicto armado, debe necesariamente recurrirse al análisis de un conjunto de factores, cuya ocurrencia en un determinado momento histórico, lleva a los países a tomar decisiones realmente insólitas.

Primeramente y como trasfondo ambiental, debe tenerse en cuenta que en la época posterior a la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana, emergió un apasionado sentimiento americanista en la población chilena, que, orquestado en forma irresponsable por un órgano de prensa, fue exaltado a niveles más allá de toda racionalidad.

Complementariamente, las autoridades hispanas inicialmente involucradas en el manejo de un simple incidente, evidenciaron una arrogancia temperamental que determinó el escalamiento del caso hasta una imposición humillante y por ende, inaceptable para un pueblo como el chileno.

Finalmente, por imprevisión de sus gobernantes, Chile se vio de nuevo enfrentado a manejar una situación de conflicto esencialmente marítimo, desde una posición de extrema debilidad, por carencia de potencialidad estratégica en el mar, debido a la inexistencia de una Escuadra.

Sucintamente, los hechos que concurrieron a la iniciación de la guerra son:

  • En 1865, España había reconocido formalmente la independencia chilena, pero no la del Perú, que aún estaba gestionándose ante la Corte por los canales diplomáticos.

  • Una fuerza naval hispana presente en el Pacífico Sur, es recibida con manifestaciones de hostilidad en los puertos peruanos, lo que hace sentirse agraviado al Almirante español, quien como represalía toma las islas Chincha.

  • Perú y España manejan el conflicto suscitado en forma bilateral, con un desenlace favorable al primero, por devolución del territorio insular usurpado.

  • Durante las negociaciones anteriores, la opinión pública chilena es exaltada a niveles poco racionales, se asumen actos hostiles con los españoles residentes, se ridiculiza a sus soberanos y se niega todo apoyo logístico a las unidades navales castellanas en nuestros puertos.

  • El 18 de septiembre de 1865, en pleno aniversario de nuestro independencia, el Almirante José Manuel Pareja recala en Valparaíso y exige al Gobierno chileno un desagravio humillante, so pena de bloquear nuestros puertos y destruir con su artillería los dos terminales marítimos principales.

  • Chile rechaza las condiciones y la fuerza hispana inicia las hostilidades declarando el bloqueo de nuestros puertos. El Gobierno chileno declara la guerra a España.

Potencia navales comparadas.

Para enfrentar este conflicto esencialmente naval, la Marina contaba con sólo dos buques: la corbeta "Esmeralda" de 18 cañones y el vapor "Maipú", de 4 cañones.

La escuadra española presente, estaba integrada por dos fragatas de 36 cañones cada una, la "Blanca" y la "Berenguela", la fragata "Resolución" de 40 cañones, la fragata "Villa de Madrid" de 46 cañones y las goletas "Vencedora" y "Virgen de Covadonga", de 4 cañones cada una.

En aguas peruanas, operaba la fragata blindada "Numancia" con 40 cañones, y la fragata "Almansa", también de 40 cañones.

Como podrá apreciarse, la situación naval chilena era suicida.

Con sólo 22 cañones en dos plataformas debía enfrentar 238 cañones, en un total de 8 unidades enemigas.

Primeras operaciones.

Como no había potencialidad ni siquiera para disputar el dominio del mar, la primera medida adoptada fue despachar las únicas dos unidades disponibles a Chiloé, la corbeta "Esmeralda" y el vapor "Maipú", al mando del Capitán de Fragata Juan Williams Rebolledo.

Simultáneamente, el frente diplomático accionaba eficazmente en el Perú, a fin de conseguir una alianza que permitiera formar una Escuadra combinada con unidades chileno-peruanas para alcanzar un relativo equilibrio y poder iniciar la campaña marítima.

Pero la nación del norte estaba en medio de una revolución y su escuadra se había dividido en leales y contrarios al gobierno.

Nuestro Ministro Plenipotenciario enviado al Perú, Domingo Santa María, logró después de enormes esfuerzos, que el coronel Mariano Ignacio Prado, líder de los revolucionarios, se comprometiera a enviar a Chiloé los buques que le eran afectos, siempre que la corbeta "Esmeralda" y el vapor "Maipú" concurrieran hasta el Perú, para desarrollar la peligrosa travesía al sur en conjunto.

Las naves de la Escuadra española controlaban nuestras aguas con el bloqueo de los principales puertos.

El Capitán de Fragata Juan Williams Rebolledo recibió orden de zarpar desde Chiloé hasta las islas Chincha, burlando al enemigo para establecer un "rendez-vous" con la Escuadra vecina e iniciar al regreso a partir del 21 de octubre de 1865.

Pero, al recalar a las islas no encontró a la escuadra peruana y decidió dirigirse con la "Esmeralda" a Chilca, mientras despachaba al "Maipú" a Pisco para tratar de encontrarla.

En Chilca estaban la fragata "Amazonas" con las corbetas "Unión" y "América". Nuevamente enfrentó dificultades: los Comandantes peruanos habían decidido esperar el desenlace de la revolución en desarrollo antes de iniciar operaciones combinadas contra España.

Después de agotar todas las posibilidades para un posible acuerdo favorable a la desesperada situación que Chile vivía en el mar, el Capitán de Fragata Juan Williams Rebolledo emprendió el regreso de una aventurada travesía, que había resultado totalmente inútil.

No pasó inadvertida a la escuadra española la posibilidad de unión de las unidades peruano-chilenas para atacar los navíos castellanos, bloqueando Caldera y Coquimbo. En consecuencia, la goleta "Virgen de Covadonga" zarpó desde El Callao el 10 de octubre y el Almirante José Manuel Pareja la destacó al bloqueo de Coquimbo.

El Capitán de Fragata Juan Williams Rebolledo recaló a carbonear en Lota y fue informado de estos últimos acontecimientos. Con celeridad decidió atacar a la "Virgen de Covadonga" con la "Esmeralda" y zarpó al norte el 21 de noviembre.

Trabajo de investigación

Bibliogarfía:

  • Alonso de la Peña: Manual Historia de Chile, Ediciones Occidente S.A. 3º edición: 1995.

  • Francisco Frías V: manual de la historia de Chile.Editorial:nacimiento.Impreso en Santiago de Chile en 1960.

  • Fredes Aliaga Carlos: Guía para el estudio de la: Historia y Geografía de Chile.Profesor de la universidad Central, ex profesor de las universidades de Chile y Técnica del estado con la colonización de Nelson Becker Barria. 1º edición: 1983.

  • Geografía de Chile: Preuniversitario CEPECH .Específica Historia y Geografía de Chile.

  • Raúl Chei, Jorge Gutiérrez: Conociendo mi tierra y mi gente ll, Historia y Geografía de Chile. Editorial Salesiana.1º edición:1990, 6º edición

  • Tareas escolares Zig-Zag.

  • www.armada.cl/site/tradición _historia/historia/acciones_nav/guerraespaña/index.html.

  • La Paz: El Tratado de Ancon (20 de octubre de 1883):

    La destrucción del ejército de la sierra afirmó al gobierno de Iglesias, permitiendo entablar las negociaciones finales.

    Se firmó el tratado de Ancón, cuyas disposiciones principales estatuyeron lo siguiente:

    1º El Perú cedía a Chile, “perpetua e incodicionalmente”, la provincia de Tarapacá, entre el río y quebrada de camarones y el río y quebrada del Loa.

    2° Las provincias de Tacna y Arica, entre el río Sama y la quebrada y río de Camarones, continuarían poseídas por Chile, “durante el término de diez años”, y, expirando ese plazo un plebiscito decidiría su nacionalidad definitiva.

    3° El país a cuyo favor quedarán anexadas Tacna y Arica pagaría al otro 10 millones de pesos.

    4° Un protocolo, que se consideraría como parte integrante del tratado, determinaría “la forma el que el plebiscito deba tener lugar y los términos y plazos en que hayan de pagarse los 10 millones por el país que quede dueño de las provincias de Tacna y Arica”.

    Tratado de la tregua con Bolivia (4 de Abril de 1884):

    Después de enojosas y complicadas alternativas, pudo llegarse a un entendimiento con Bolivia bajo la forma de un simple pacto de tregua.

    Este fue firmado en Valparaíso y en él se estipuló lo siguiente:

    1° La tregua sería indefinida.

    2° El territorio entre el río Loa y el paralelo 23 continuaría sometido a las leyes chilenas.

    3° Se restablecían las relaciones comerciales entre Chile y Bolivia, y se otorgaban a esta última franquicias especiales para su comercio por Arica y Antofagasta.

    4° Bolivia devolvería las propiedades confiscadas a chilenos y los productos percibidos por el secuestro.

    5° Se proseguirían las gestiones para conseguir una paz justa y definitiva.

    La paz sólo se acordaría en 1904, esto es, veinte años más tarde.

    Tratado de paz con Bolivia: cesión definitiva de Antofagasta (1904):

    Durante el gobierno de Riesco se llevó a arreglo también con Bolivia.

    Diversos factores habían postergado la celebración de un tratado de la paz definitivo, que viniese a poner término al simple estado de tregua acordado en 1884.

    Mas, una vez resueltas las dificultades con la argentina y acordada la no intervención de este país en los asuntos del Pacífico se pudo firmar el tratado de la paz de 1004, siendo ministro de relaciones Emilio Bello Codesido. En él se acordó lo siguiente:

    1° Bolivia traspasaba al dominio absoluto y perpetuo de Chile el territorio de la provincia de Antofagasta.

    2° Chile se comprometía a construir a su costa un ferrocarril entre el puerto de Arica y el Alto de La Paz, cuya selección boliviana se traspasaría a Bolivia quince años después de su terminación.

    3° Chile entregaba al gobierno de Bolivia 300.000 libras esterlinas y 6.500.000 pesos oro de 18 peniques, para la cancelación de diversos créditos deducidos contra aquel gobierno.

    4° Chile reconocía a favor de Bolivia, y a perpetuidad, el más amplio y libre derecho de tránsito comercial por su territorio y puertos del pacífico, y el derecho a establecer agencias aduaneras en Antofagasta y arica.

    Terminaba así una cuestión de límites que se venían agitando desde 1847.

    La construcción del ferrocarril de Arica a La Paz estuvo a cargo de la Sociedad de sir John Jackson, por la suma alzada de 2.750.000 libras esterlinas, no incluyéndose los ramales ni el material rodante. Iniciados los trabajos en 1906, la inauguración del ferrocarril pudo efectuarse en mayo de 1913.

    Fuera de esta vía férrea, Bolivia tiene salida al mar por el ferrocarril de Antofagasta a Bolivia, construido anteriormente.




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    Idioma: castellano
    País: Chile

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