Economía y Empresa


Globalización


A Charles de Gaulle.

Porque fue el primero que vio los peligros de la globalización.

Fuera de la sociedad, el hombre sólo puede ser

dos cosas: una bestia o un dios

Aristóteles

INTRODUCCIÓN:

L

a palabra “globalización” está profundamente introducida en nuestra vida cotidiana. Estamos tan acostumbrados a oirla que ni siquiera nos damos cuenta de que, en la mayoría de los diccionarios y/o enciclopedias, el vocablo “globalización” brilla por su ausencia, incluso en aquellos diccionarios en los que se incorporan términos relativamente recientes, como “hardware” o “software”, entre otros.

Ello ocurre porque el uso de esta palabra es mucho más reciente que en los casos anteriores: recién se popularizó en la década de los '90, y ni siquiera lo hizo en los comienzos de ésta, sino cuando ya estaba más avanzada.

Pero, por supuesto, poca gente advierte esto. Todos sabemos lo que “globalización” quiere decir, y es suficiente. No importa que no sepamos la definición exacta y rigurosa de la palabra (que, por otra parte, no existe), porque todos entendemos su significado, que es fácilmente deductible.

En efecto, “globalización” y sus derivados (globalizar, globalizado, etc) provienen de “global”, palabra que sí figura en el diccionario y cuyo significado es “tomado en conjunto”. Global, etimológicamente, deriva de globo, haciendo referencia al Globo Terráqueo, en el sentido de que lo abarca todo.

Así pues, la globalización es una generalización, un intento de hacer un mundo que no esté fraccionado, sino generalizado, en el que la mayor parte de las cosas sean iguales o signifiquen lo mismo, en Brasil como en la China, en los Emiratos Árabes como en Japón, en los Estados Unidos como en Burkina Faso, en Bostwana como en Australia, en Alemania como en Vietnam, y un largo etcétera. Un mundo, en definitiva, sin fronteras, sino geográficas, sí socio-culturales, económicas y políticas.

Porque esos son los tres aspectos más importantes de la globalización, que en definitiva, es mucho más que una simple generalización, o lo que la mayor parte de la gente cree que es. La globalización, como veremos más adelante, es algo mucho más complejo y oscuro que lo que parece a simple vista.

En pocas palabras, podemos decir que la globalización tiene objetivos y orígenes políticos y económicos, está cimentada por los Medios Masivos de Comunicación, y su influencia es sobre los aspectos socio-culturales, políticos y económicos de los involucrados (el mundo entero, en otras palabras). Pero para entender esto es necesaria una explicación, que se llevará a cabo en las páginas siguientes.

El autor.

Capítulo I:

Los Medios Masivos de

Comunicación

L

os Medios Masivos de Comunicación son los cimientos de la globalización. Sin ellos, ésta no sería posible. Tanto porque permiten difundir ideas a cientos o miles de millones de personas como por la naturaleza de esas ideas: los Medios Masivos de Comunicación nos convencen de todas las “ventajas” de la globalización, y nos muestran que “carece” de desventajas (o que éstas son mínimas), por lo cual es lo mejor que nos puede haber pasado.

Claro está, esta información (si se la puede llamar así), tan repetida, desde la niñez hasta la vejez, convence al hombre de todo esto, particularmente a menor edad, donde el ser humano es más influenciable. No es casual, pues, que los mayores convencidos de las ventajas de la globalización sean los jóvenes, y sus mayores detractores, los ancianos.

Una vez leído esto, uno se preguntará de dónde viene tanto interés por ofrecer las ventajas de la globalización; ello lo veremos más detalladamente en el capítulo sobre sus aspectos políticos, por ahora nos baste con decir que, para funcionar convenientemente, los Medios Masivos de Comunicación necesitan tecnología, la cual, como ya sabemos, nace y crece en los países más desarrollados, justamente los que buscan imponer la globalización.

El sentido de todo esto es el siguiente: los Medios Masivos de Comunicación transmiten información (cuidadosamente seleccionada), ideas (más cuidadosamente seleccionadas aún), etc, a cientos o miles de millones de personas, ubicadas en cientos de países distintos, en forma simultánea y generalmente en “tiempo real”, es decir, en el instante en el que ocurre una noticia, por ejemplo.

Está claro que esto supera las posibilidades de los medios de comunicación empleados en tiempos pasados: tenían aquéllos posibilidad de acceder a menos gente, en menos lugares, raramente en forma simultánea y, más raramente aún, en “tiempo real”; como veremos en los aspectos políticos, el mensaje es más o menos el mismo, por lo que lo que tiene que cambiar es la forma de transmitirlo.

Queda muy en claro que los medios de comunicación usados en el pasado para transmitir noticias resultaban sumamente ineficaces: chasquis, caballos, barcos, etc; por lo tanto, se debe emplear algo nuevo, que tenga la capacidad de transmitir con rapidez a mucha gente.

De ahí surge la tecnología: los aparatos tecnológicos más usados en el hogar son aquellos que sirven para comunicarse: radio, televisión, teléfono, computadora, etc; todos estos aparatos necesitan un largo tiempo para desarrollarse, ser altamente eficientes y lo suficientemente baratos como para que el público pueda adquirirlos; evidentemente, en estos puntos los países más avanzados tienen ventaja, y, por ello, imponen los Medios Masivos de Comunicación a su gusto.

Ahora que hemos visto la interdependencia entre los Medios Masivos de Comunicación y la tecnología, pasaremos a examinar los principales Medios Masivos de Comunicación, y posteriormente expondremos algunas de sus otras características, pero antes daremos la definición de lo que consideramos un Medio Masivo de Comunicación:

Un Medio Masivo de Comunicación es un medio de comunicación que hace llegar información, ideas, propaganda y publicidad a cientos o miles de millones de personas, en forma simultánea y preferentemente en vivo, por lo general son meramente emisores y no receptores (Internet es la excepción y no la regla), llegan al público en forma continua y, además, los receptores de sus mensajes pueden estar tanto en un lujoso apartamento de Manhattan como en el desierto de Atacama, en la cima del Everest como en medio de la jungla de Borneo, y también, como regla general, el mensaje necesita un soporte técnico para ser transmitido y/o recibido (aquí, la excepción es la prensa).

A continuación expondremos a los principales Medios Masivos de Comunicación:

  • LA PRENSA: nacida con la invención de la imprenta que Johannes Guttemberg llevó a cabo allá por el siglo XV, es el más antiguo y “tradicional” de los Medios Masivos de Comunicación, y el único que no requiere de un soporte tecnológico por parte del receptor. También carece de simultaneidad y “tiempo real”, pero, de todas formas, aún conserva mucha popularidad, quizá por ser el que mayor volumen de información proporciona. De todos modos, está llamado a desaparecer en el futuro, ya que los diarios actuales, además de imprimirse en el papel, se publican en forma completa en Internet, y de más está decir que esta forma de difusión reemplazará totalmente a la actual en el futuro.

  • LA RADIO: inventada por Guillermo Marconi a principios del siglo XX, poco a poco fue ganando popularidad, y en la Segunda Guerra Mundial era el Medio Masivo de Comunicación más difundido y popular. Se diferencia de la prensa por su simultaneidad y “tiempo real”, porque sus estímulos son auditivos y no visuales, y también porque requiere de un soporte técnico, el aparato de radio, el cual, como todos los aparatos tecnológicos, ha evolucionado notablemente a través del tiempo. A causa de su pequeño costo, y de su simplicidad, es muy popular. Al igual que el periódico, está llamado a desaparcer, por la misma causa: Internet. Actualmente, muchas emisoras emiten tanto en la forma tradicional como por medio de la Red de Redes.

  • LA TELEVISIÓN: éste es, quizás, el más representativo de los Medios Masivos de Comunicación, y cumple con creces todos los requisitos anteriormente mencionados; también combina los efectos auditivos de la radio con los visuales de la prensa (con la ventaja de que en la televisión éstos son en movimiento), llegando así al espectador por medio de estímulos audiovisuales. Como consecuencia de esto, desde que aparecieron los primeros aparatos hogareños, hacia mediados del siglo XX, la televisión no ha hecho más que crecer.

Claro ejemplo de esto es que en la Argentina prácticamente en cualquier hogar, inclusive en aquellos de clase social más baja, donde en ocasiones no hay agua potable, hay, en cambio, un televisor a color, que, dicho sea de paso, está continuamente encendido: tal es la adicción que genera entre la gente la televisión, y lo que la convierte en el Medio Masivo de Comunicación más popular e influyente.

Sin embargo, al igual que sucede en los dos casos anteriores con la prensa y la radio, la televisión está también llamada a desaparecer. Hasta el momento sólo se han llevado a cabo pruebas piloto de programas de televisión transmitidos por Internet, pero, indudablemnte, la televisión también será “tragada” por la Web. Hay quienes auguran que no sucederá así, ya que se popularizará la “Web-TV” (navegar por Internet a través de un televisor equipado con un mouse y un teclado), mas, si bien es altamente probable que navegar por Internet a través de la “Web-TV” se convierta en algo más popular que hacerlo por computadora, la “Web-TV” no es nada más que un simple soporte para Internet, no algo que cambie su naturaleza.

  • INTERNET: nacida originalmente como un proyecto militar para comunicar a las computadoras de las universidades norteamericanas, Internet se ha vuelto, sin embargo, el Medio Masivo de Comunicación que más se acerca a la perfección, si es que ésta existe, y el Medio Masivo de Comunicación del futuro, que, como vimos ya, reemplazará a todos los demás.

Comos se suele decir, Internet es algo “virtual”, intangible, que no se palpa ni se ve, y por ello es difícil de definir; empero, podemos decir que Internet es un enorme espacio “virtual” en el que se puede hacer una gran cantidad de cosas “reales”: obtener información, proporcionarla, hablar con otra gente, comprar productos, recibir propaganda y publicidad, enviar cartas, participar en encuestas y foros de discusión y cientos de actividades más que, si bien aún no son realizables (como, por ejemplo, votar), sí lo serán en el futuro.

Porque Internet combina las ventajas de los Medios Masivos de Comunicación anteriormente expuestos, y, al menos en apariencia, anula o disminuye sus desventajas; los estímulos que recibimos a través de Internet son visuales (tanto en movimiento como estáticos) y auditivos, y además se están llevando a cabo experiencias con estímulos táctiles y olfativos; todos los Medios Masivos de Comunicación anteriormente descriptos pueden ser “soportados” por Internet, que, a su vez no requiere de un soporte específico para funcionar: puede hacerlo en muchos, y muy variados.

En efecto, es erróneo pensar que solo es posible conectarse a Internet por medio de las computadoras; aunque en la actualidad este medio es el más difundido, no tiene porqué serlo así en el futuro; uno puede navegar a través de la Red de Redes por medio de las computadoras, sí, pero también por medio del televisor, el teléfono celular e incluso el microondas...

Otra ventaja de Internet, al menos en apariencia, es su interactividad: uno se convierte en receptor, ciertamente, pero también en emisor: no sólo porque puede hablar con otras personas con total libertad por medio de la red, sino también porque, con no demasiados conocimientos de programación y una cantidad de dinero más o menos accesible, puede publicar su propia página, sobre el tema que más le interese o convenga, algo ciertamente muy difícil de hacer con los otros medios, porque el dinero necesario en esos casos es mucho, y no está al alcance de cualquiera.

Pero ahí surge uno de los principales inconvenientes de Internet: en vez de favorecer la globalización, la va a fraccionar, ciertamente. Porque, al permitir la interactividad, permitirá a cada uno agruparse con personas afines, y dejar de integrar un modelo; en consecuencia, cada uno irá por su lado. Por ello, creo que esa preciosa ventaja de Internet (para el usuario, claro está), desaparecerá, en ciarto modo, porque sino la red dejará de ser un negocio, al no ser apropiada para la estandarización (lo que, en definitiva, es lo realmente grave).

Una vez descriptos los proncipales Medios Masivos de Comunicación, y antes de continuar con el resto de sus características, debemos hacer una aclaración sobre dos términos que pueden dar lugar a equívocos: “propaganda” y “publicidad”.

“Publicidad” es vender un producto, anunciando sus excepcionales características, sus inigualables ventajas y su mínimo precio; “Propaganda”, en cambio, es vender una idea o una doctrina, convenciéndonos de que es la más adecuada. Publicidad sería anunciar un nuevo auto, más lindo, más cómodo, más barato, más económico y más rápido que los de la competencia; propaganda, afirmar que la democracia es la mejor alternativa para América Latina y el resto del mundo, y que por esa razón Cuba es un país marginal. Evidentemente, ni la democracia ni el auto tienen porqué ser necesariamente los mejores en sus funciones, pero, mientras convenzan, ¿qué importa?

Así pues, como ya dijimos, resulta obvio que los mejores medios para transmitir una propaganda o publicidad son los Medios Masivos de Comunicación, que sirven tanto para la propaganda abierta como encubierta; la abierta es la que se publica como propaganda, la encubierta, mucho más peligrosa, es la que parece un simple artículo de opinión o informativo, pero que, en realidad, persigue convencernos de algo sin que nos demos cuenta.

De esta forma, el impacto de los Medios Masivos de Comunicación en la sociedad es más que considerable, puesto que imponen modas, doctrinas, costumbres, etc, que, una vez arraigadas, son muy difíciles de quitar, aunque eso sea ciertamente lo deseable, pues dichas modas, hábitos, etc, no tienen porqué ser productivos, sino mas bien todo lo contrario.

En consecuencia, los Medios Masivos de Comunicación forman la Opinión Pública, que, en una democracia, es quien goza del poder. Así, se convierten en un instrumento de poder y, en el caso que nos compete, transmiten las ideas y las doctrinas de la globalización a todo el mundo, las arraigan y, por ende, dificultad su cambio. Esta es la causa por la que los Medios Masivos de Comunicación se transforman en el pilar de la globalización, en su columna vertebral.

Capítulo II:

El Aspecto Económico

M

ucha gente cree (y a primera vista, tiene razón) que la globalización se originó en la economía, y por la economía, y que es un proceso fundamentalmente económico, cuyas consecuencias socio-culturales y políticas son simplemente “efectos secundarios”. Esto se puede resumir así: la mayoría de la gente creee que la economía es un todo, es todo.

Pero este punto de vista, si bien es acertado en cierta medida, peca de un grave error: como dijo Vladímir Ílich Uliánov, mejor conocido como Lenin (y esto no es solo aplicable a la guerra, sino también a cualquier otra actividad), “la guerra... no es un fin en sí misma. La guerra forma parte de un todo, y ese todo es la política”. Así pues, el origen y el fin de todo es la política, y la globalización no escapa a esta regla. ¿Cómo? Ya se verá. Ahora nos centraremos en las características económicas que tiene la globalización.

Lo que lleva a mucha gente a creer (como ya dijimos, erróneamente) que la globalización es un proceso principalmente económico es el hecho de que éste aspecto es el más visible. Mas allá de la capacidad informativa y persuasiva de los Medios Masivos de Comunicación, podemos ver que tienen una gran capacidad de generar lucro, y esto, en un sistema capitalista, los vuelve notablemente importantes. Las fusiones entre multinacionales dedicadas a la comunicación que de tanto en tanto aparecen en los diarios (America On Line - Time Warner, por ejemplo), la búsqueda por parte de estas empresas de los sitios más populares de Internet, de los canales de televisión con más ráting, etc, indican que éstos producen ganancias considerables.

Si alguna vez ven saltar por la ventana a un banquero suizo, salten detrás. Seguro que hay algo que ganar”. Esta frase de François-Marie Arouet, más conocido por el seudónimo de Voltaire, es un ejemplo muy claro de lo expuesto anteriormente. Si un magnate de las comunicaciones gasta cientos o miles de millones de dólares en comprar un sitio de Internet, por algo será, seguramente porque el sitio los vale. Porque para poder gastar esos millones primero hay que haberlos ganado, y una persona que es capaz de ganarlos tiene, evidentemente, una inmensa capacidad para los negocios, y difícilmente cometa un error en una operación en la que está en juego una suma tan grande de dinero.

Sin embargo, a primera vista parece que sí lo hace. En efecto, los artículos más caros son los manufacturados (un auto, un televisor, una computadora, etc), y, en cambio, los servicios (una subscripción a Internet, una cuenta telefónica o el abono a un canal de televisión, entre otros) son mucho más baratos. Además, sus precios bajan constantemente, por lo que cada vez más gente tiene acceso a dichos servicios.

¿Y cuál es, entonces, el gran negocio en este caso? Sencillo: la publicidad. Las compañías productoras de bienes manufacturados invierten cientos de millones de dólares en publicidad. Pero para que este gasto resulte una inversión es preciso vender los productos a través de la publicidad; y cuanto más gente tenga acceso a la información sobre las “bondades” del producto, habrá más posibilidades de venderlo. Y para que mucha gente tenga acceso a la publicidad, es preciso, prácticamente indispensable, que ésta llegue al público a través de los Medios Masivos de Comunicación, en otro caso no resultaría algo rentable.

Ya se vio que los Medios Masivos de Comunicación y la tecnología está íntimamente ligados, pues se necesita de la tecnología para lograr acceder a los primeros en toda su plenitud. Si se proporciona al consumidor final la tecnología, éste tendrá acceso a los Medios Masivos de Comunicación, verá las publicidades, comprará el producto, y no solo permitirá a la compañía recuperar los gastos invertidos, sino que también le producirá ganancias.

De ahí que los Medios Masivos de Comunicación tengan tanta difusión: al llegar a todo el mundo (pues éste está globalizado), venden mucha publicidad, y, en términos económicos, son altamente rentables; si no lo fueran, no se hubiera mostrado interés en ellos, por considerárselos improductivos.

Ahora que se ha visto el aspecto económico de los Medios Masivos de Comunicación, pasemos a ver, también dentro de lo económico, las características de la globalización en lo que respecta a la producción de artículos manufacturados.

Puesto que los Medios Masivos de Comunicación permiten hacer conocer el producto a un público notablemente numeroso, cuya cantidad supera cientos o miles de veces el millón de individuos, resulta obvio que, si se logra producir algo que consuma toda o la mayoría de esa gente, resultará no sólo más barato de fabricar, sino también más productivo en lo que a ganancias se refiere, que si se fabrica una diversidad de productos, uno exclusivo para cada país.

Esto lleva a la estandarización de la producción, una de las características más importantes y significativas de la globalización en lo que a la economía se refiere: un mismo producto que se vende por igual en todo el mundo, con diferencias mínimas entre uno y otro país, y que cubre las necesidades de la mayor parte de la población de dichos países; si alguien desea un producto más especializado, deberá pagar más, en el caso de que tenga la suerte de conseguirlo.

Evidentemente, para el consumidor final resultaría mejor un producto a su medida, pero esto resulta antieconómico a menos que el precio del producto suba a las nubes, lo que, en términos de economía, equivale a irrealizable.

De ahí viene, pues, otra caractrerística fundamental de la globalización: los productos que más “pegada” tienen entre el público (lo que, sin embargo, no significa que sean los mejores) se convierten en modas comunes en países tan diversos como Taiwán o Francia. ¿Ejemplos? Sobran. Algunos de ellos son la Coca-Cola, las hambuerguesas McDonald's, el sistema operativo Windows, las impresoras Hewlett Packard, y un muy largo etcétera.

Como ya dijimos, estos productos no necesariamente tienen que ser los que mejor desempeñan las funciones para las que fueron diseñados, ni los que menos efectos secundarios provocan, ni los que tienen mejor precio, ni siquiera los que mejor combinan estas características. Pero, eso sí, para que un producto sea exitoso debe cumplir con dos requisitos fundamentales: estar respaldado por un enorme aparato publicitario y tener un indudable carisma, ese “algo” inexplicable que atrae a las masas.

Así pues, la globalización y los Medios Masivos de Comunicación explotan ese defecto tan común a los mortales de dejarse influenciar por lo que ve, lee, oye, gusta y palpa, y también ese principio de que una mentira, convenientemente repetida, termina transformándose en verdad para quien la escucha.

Pero ahora abandonemos el tema de cómo influye la globalización en la relación productor-cliente, y analicemos cómo lo hace en lo relativo a la manufacturación del producto propiamente dicha.

Como ya vimos, las multinacionales buscan abaratar lo más posible el costo del producto, por razones ya expuestas anteriormente. En consecuencia, buscan obtener las materias primas al menor costo posible, y con una calidad que, si bien no es la mejor, sí es aceptablemente buena.

Para ello se dirigen a los países tercermundistas, exportadores de materias primas, y las compran en gran cantidad y a un precio muy bajo. En ocasiones, la multinacional incluso produce las materias primas por cuenta propia en dicho país, práctica que, por ejemplo, lleva a cabo Benetton en la Argentina, con la ganadería ovina que practica en la Patagonia, para producir lana que luego empleará en la manufacturación de sus artículos para vestir.

De más está decir que esta práctica perjudica al país productor de materias primas, pues luego deberá comprar el producto manufacturado a mayor precio que al que vendió la materia prima necesaria para producirlo, no resultando extraño, pues, que los países productores de materias primas suelan tener su balanza comercial en negativo.

De esta manera, la globalización favorece, como se verá en detalle más adelante, a los ricos y poderosos, y perjudica a los pobres y débiles, por lo que en realidad no es un cambio con respecto al período anterior, en el que todos tendrán más posibilidades, sino más de lo mismo.

Pero sigamos con las características de la producción. Una vez conseguidas las materias primas, se deberá encontrar un lugar en el que producir el artículo final. La cadena de producción, preferentemente, debe estar ubicada en un país en donde la mano de obra sea barata, y el coste aduanero de hacer ingresar las materias primas, bajo o nulo. También se debe buscar que el país otorgue subsidios o ventajas de otro tipo, y entonces dedicarse a producir.

Fue así como surgieron los que hoy se denominan “tigres asiáticos”, también conocidos como los “grandes dragones”: Taiwán, Singapur, Hong Kong y Corea del Sur, y, en menor medida, Malasia, Tailandia, Indonesia y Filipinas, los “pequeños dragones”. Son países altamente industrializados, justamente por presentar la mayoría de las ventajas anteriormente descriptas; son los lugares elegidos por las multinacionales para montar sus cadenas de producción.

Sin embargo, el poderío de estos “dragones” es mucho más aparente que real. Las capitales de estos países son ciudades modernas, con rascacielos altísimos y tecnología de última generación. Empero, la forma de vida de los habitantes de estos países no se corresponde con estas apariencias: la mayoría vive sumida en una inmensa pobreza, y todos los artefactos de última generación que fabrican les resultan inaccesibles, a causa de su costo, que no pueden afrontar. La globalización tiene esa característica: los ricos son cada vez más ricos, los pobres son cada vez más pobres, y los que están en el medio, si tienen la suerte de unirse a los ricos, bien, y, si carecen de esa suerte, que Dios los ayude.

Una vez expuestos los aspectos económicos de la globalización en relación con las multinacionales, pasaremos a ver aquellos que tienen que ver con los países.

Así como las grandes empresas se fusionan, en cierto modo así también lo hacen los países, aunque principalmente en el ámbito económico y socio-cultural y en mucho menor medida en el político (o, por lo menos, eso es lo que viene sucediendo hasta ahora). Las razones son las mismas por las que se fusionan las multinacionales, lo hacen para poder competir con el resto.

Un claro ejemplo de esto es la Unión Europea (U.E.), antes Comunidad Económica Europea o C.E.E., formada, aproximadamente, una década después de finalizar la segunda Guerra Mundial, allá por los '50. La integración entre los países miembro ha sido cada vez mayor, y todo llegó a su punto álgido a principios de 1999, cuando comenzó a operar el Euro (€), la moneda común, y destinada a competir con el dólar norteamericano y el yen japonés, las monedas de sus principales rivales en el comercio internacional.

El de la Unión Europea es un caso modelo de globalización: no hay barreras aduaneras en las fronteras de los países miembro, éstos tienen una moneda común y adoptaron diversas estrategias con el fin de simplificar y abaratar la producción, y mejorar la calidad de los productos; por ejemplo, para producir algo complejo (como es el caso de un automóvil), los países se distribuyen la producción: así, uno fabrica las llantas de aleación, otro el motor, otro los frenos, otro los faros, otro el panel de instrumentos, etc, y luego se ensambla todo en otro país y el vehículo sale a la venta, dividiéndose las ganancias entre todos los que colaboraron en la producción del mismo.

Este sistema no sólo tiene la ventaja de abaratar el producto, sino que también aumenta su calidad, ya que produce más especialización.

Otros países han intentado seguir el ejemplo de la Unión Europea. El más parecido a éste (al menos en objetivos, ya que no en resultados), es el MerCoSur (Mercado Común del Sur), inicialmente formado por la Argentina, Brasil, Paraguay y Uiruguay, y al que luego se le sumaron Chile y Bolivia. Sin embargo, el Mercado Común del Sur aún está muy lejos del ejemplo europeo, en parte a causa de su juventud, pues recién se formó en la década de los '90, y, en mayor parte aún, debido a los problemas entre sus miembros, que no coinciden en cuestiones cruciales.

Otras agrupaciones económicas (N.A.F.T.A., G-8, O.P.E.P., entre otras), se diferencian de la Unión Europea y el Mercado Común del Sur por ser antes que nada alianzas económicas que no buscan la integración y que, en consecuencia, no son exclusivos de la globalización.

Capítulo III:

El Aspecto Socio-Cultural

E

s evidente que la globalización, si bien se gestó como una maniobra política y se disfrazó de económica, debe, más allá de sus orígenes, influenciar a la sociedad. Sería estúpido que no lo hiciera.

Ya hemos visto a los Medios Masivos de Comunicación, y su poder de llegar a la gente común. También el aspecto económico influye en la gente, pues hay ciertos productos que se convierten en modas, algunos más que otros, pero todos ellos tienen importancia.

Pero para llegar a la gente, se necesita primero la publicidad. En realidad, ésta, más que necesaria, es indispensable. Porque la publicidad no sólo nos describe todas las ventajas del producto, sino que también, y esto es más importante aún, crea “necesidades”: muchas veces uno no compra algo porque realmente le guste o lo necesite, sino porque comprándolo se pone “a la moda”.

En esto radica, pues, la gran “virtud” de la publicidad: en hacer comprar a la gente lo que sea, sea por el motivo que fuere, para así crear una sociedad de consumo, que mantenga a las multinacionales en la cúspide de su poderío económico.

Pero esto, en sí mismo, no sería nada, si se lo compara con los efectos producidos por la propaganda, especialmente la encubierta. En efecto, la publicidad, mientras no sea subliminal, es abierta, como ocurre en la mayor parte de los casos.

Sin embargo, con la propaganda ocurre algo distinto. No suele ser abierta, directa, sino encubierta, y, por lo tanto, mucho más peligrosa. Mucha gente que nunca (o casi nunca) cree los milagros que aparecen en las publicidades, sucumbe, sin embargo, ante la propaganda.

Esta tiene, como fin último, la globalización, política y cultural, de la sociedad (de la económica se encarga la publicidad): política, porque nos impone un sistema de gobierno, la democracia, y cultural, porque nos lleva a imitar al american way of life.

Algunos sostienen que esta sociedad es buena, otros que es regular, y otros, que es mala. Personalmente, dejo la respuesta a criterio del lector, pero, para que pueda elegir con libertad, le describiré las principales características de dicha sociedad, ya que para elegir libremente hay que estar bien informado.

Características de la sociedad actual:

  • Es una sociedad que se llena tanto la boca hablando de su libertad que no tiene tiempo de preguntarse si es realmente libre.

  • Es una sociedad que afirma que la democracia es el mejor de los sistemas políticos, pero que nunca se ha preguntado qué es la democracia.

  • Es una sociedad que se lleva mal con Sócrates: cree saberlo todo, pero en realidad a duras penas sabe que dos y dos son cuatro.

  • Es una sociedad que critica a la guerra y a la violencia, pero que precisamente con sus mismas actitudes incita a la violencia.

  • Es una sociedad que se preocupa por el desempleo, pero que nunca se preocupó por estudiar lo suficiente como para conseguir un título que dé empleo.

  • Es una sociedad que critica a la injusticia si es practicada por terceros, pero justifica la propia.

  • Es una sociedad que en vez de estudiar prefiere no hacer nada, y en vez de leer algo, ver televisión.

  • Es una sociedad capaz de ver programas televisovos como “Verano del `98”.

  • Es una sociedad que compra diarios como “Crónica” y revistas como “Gente” u “Hola”.

  • Es una sociedad a la que le preocupa más la pelea entre Susana y Huberto que el hecho que se patente el mapa del Genoma Humano.

  • Es una sociedad que en muchos casos conoce de memoria canciones de moda, pero no el Himno Nacional.

  • Es una sociedad para la que absolutamente todo lo que aparece en televisión es más verdadero que el Evangelio.

  • Es una sociedad capaz de sólo comprar libros y/o revistas para leer horóscopos.

  • Es una sociedad capaz de hacer triunfar a personas tales como Iván de Pineda o Moria Casán.

  • Es una sociedad que se llena la boca de virulencias hacia la Guerra de las Malvinas por las muertes que provocó y que nunca objeta el hecho de que las islas estén en manos de los ingleses, cuando son legítimamente argentinas.

  • Es una sociedad que mira como un bicho raro a aquél que tiene sentimientos genuinos y los expresa.

  • Es una sociedad que cree que el número es la razón.

  • Es una sociedad cuyos actos muchas veces tienen una moralidad más que dudosa, pero que en cambio está harta de hablar de la moral.

  • Es una sociedad para la que sólo lo fácil es aceptable.

  • Es una sociedad que confunde “herramienta” (algo que ayuda) con “sustituto” (algo que reemplaza).

  • Es una sociedad que habla de Derechos Humanos y no discriminar, pero que piensa que sería mejor que no existieran ni los negros, ni los bolivianos, ni los paraguayos, etc.

  • Es una sociedad que no conoce la verdad, por la sencilla razón de que nunca la dijo y/o escuchó.

  • Es una sociedad que tiene miedo a hacer algo que los demás desaprobarían.

  • Es una sociedad que carece de voluntad para rebelarse por sí sola.

  • Es una sociedad que se conforma con lo primero que ve.

Estas son, en definitiva, las principales características de nuestra sociedad, gracias al sumamente beneficioso american way of life. Evidentemente, se podrá mejorar un poco, pero, es más fácil que todo siga como está, ¿o no?

Capítulo IV:

El Aspecto Político:

Conclusiones

E

n el próximo siglo, el concepto de nación tal y como lo conocemos quedará obsoleto. Todos los Estados reconocerán una autoridad única y global. La soberanía nacional no fue una gran idea, después de todo”. Esta frase de Strobe Talbot, un político estadounidense, quizás represente para muchos el futuro de la globalización, el punto al que ésta arribará indefectible y afortunadamente.

Esto nos dice dos cosas. Primero, que la globalización tiende a la integración total entre los Estados, y es, en consecuencia, una idea fundamentalmente política, antes que económica; y segundo, que, válgame la expresión, Talbot está totalmente chiflado.

En efecto, pensemos una cosa. Desde la más remota antigüedad, han habido pueblos que sobresalieron por encima de los otros y los dominaron. Pongamos, por ejemplo, al Imperio Romano. Desde una pequeña ciudad, los romanos edificaron un imperio gigantesco, no solamente en tamaño, también en duración. Y hubo dos aspectos que los romanos utilizaron para sojuzgar a tantos y tan poderosos pueblos: su lengua, el latín, y una extensa red de carreteras empleadas tanto con fines civiles como militares. Recordemos la famosa frase de “Todos los caminos conducen a Roma”.

Ahora bien, muchos dirán que es absurdo comparar a los romanos con los estadounidenses, que son épocas distintas, personas distintas, y un etcétera por el estilo. Pero, en realidad, no es así.

Porque, así como los romanos impusieron el latín, hoy se impone el inglés; los romanos conquistaron el mundo con la fuerza de sus legiones, los norteamericanos lo hacen con la de sus multinacionales; y las comunicaciones de los romanos, muy avanzadas para la época pero que serían deficientes en la actualidad, han sido reemplazadas por las telecomunicaciones, que son, como ya se ha visto, mucho más eficaces; pero (y este no es precisamente un detalle de los menores) ambas conducen a un mismo punto: unas, a la Ciudad Eterna; las otras, al american way of life.

De ahí el origen de la globalización, que podemos situar al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Como es bien sabido, entonces el mundo quedó dividido en dos grandes bloques: el socialista, dirigido por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, la U.R.S.S., y el capitalista, bajo la tutela de los Estados Unidos de América, los E.U.A.

Recordemos que, en cierta ocasión, romanos y cartagineses se repartieron el dominio del mundo. En esa oportunidad los de Cartago estuvieron cerca de triunfar pero, al ser derrotados, ya nada se pudo interponer entre los romanos y el dominio del Mediterráneo.

En nuestro caso, aconteció algo parecido. Durante un tiempo se pensó que la U.R.S.S. y los Estados Unidos marchaban directo hacia una guerra nuclear, pero no sucedió así, Gorbachov destruyó a la U.R.S.S. desde adentro y el antaño mundo bipolar se hizo monopolar en 1989.

Como indica una monografía que pude bajar de Internet, pero el nombre de cuyo autor desgraciadamente no figuraba, la caída del Muro de Berlín “... se constituyó en el origen de un nuevo orden mundial. Con pocas excepciones, el mundo se unificó bajo una lengua, el inglés; una tendencia económica, la globalización; un multimedio de comunicación, Internet; una fe, la democracia y el capitalismo; y un emperador, los Estados Unidos de América”.

Pero antes de la caída del muro, mucho antes, cuando el mundo todavía era bipolar y la Guerra Fría estaba en su apogeo, hubo un hombre que comprendió que summa sedes non capit duos (al poder supremo no pueden llegar dos), y que, tarde o temprano, la U.R.S.S. o los Estados Unidos caerían, y entonces, supuso, el vencedor se quedaría con la mitad del mundo de que entonces carecía, y, sin oposición, gobernaría la Tierra en soledad.

Ese hombre era francés. Se llamaba Charles de Gaulle, e hizo lo posible por darle a Francia la oportuniadad de no tener que ceder ante los Estados Unidos. Por ello se apartó de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (O.T.A.N.), buscó la autosuficiencia económica para Francia y se diferenció de los Estados Unidos en cuanto pudo.

De Gaulle tuvo cierto éxito. Pero en 1969, en una ocasión en que convocó a un referéndum y perdió, cuando podría no haberlo hecho, se vio obligado a renunciar. Moriría al año siguiente, 1970, cuando rondaba los ochenta años de edad. Pero antes, como nos relata su biógrafo Oscar A. Troncoso, “... llegó a decir que con el voto negativo del referéndum los franceses habían elegido momentáneamente la facilidad en detrimento de la grandeza”.

De Gaulle era, además, un convencido partidario de que el Estado debía ser fuerte y tener poder, más allá de que fuera democrático o no; rechazaba todas las ideas supranacionales, considerando a la soberanía como algo esencial de cada nación; y, de más está decirlo, rechazaba hasta la más mínima idea de integración.

Lamentablemente para De Gaulle y para el mundo, pocos hombres han tenido su personalidad, su inteligencia y su clarividencia para oponerse a los Estados Unidos, apenas Fidel Castro, el Che Guevara y nadie más, todos los otros se han refugiado en los facilismos.

Porque la globalización, tras su fachada de defender a los Derechos Humanos, a la paz y a la seguridad internacional, a las libertades individuales, a la democracia y a todas las cosas por el estilo, como si se tratara de algo desinteresado, en realidad no tiene ni el más mínimo propósito de hacerlo, sino que persigue un fin mucho más egoísta: el dominio del mundo por parte de los Estados Unidos.

Hagamos una pequeña reflexión. Los romanos obtuvieron sus territorios gracias a sus generales, como Mario, Pompeyo, Sila, Escipión y César, que, junto con sus legiones, llevaron la grandeza de Roma a todo el Mediterráneo, en incluso más allá. Así, Bill Gates y los demás empresarios norteamericanos llevan, junto con sus empresas, al imperialisto norteamericano alrededor de todo el mundo.

Una vez expuesto esto, resulta claro, pues, que la razón de ser de la globalización es meramente política, y que parte de los Estados Unidos. Las organizaciones internacionales, como la O.N.U. u Organización de las Naciones Unidas, por ejemplo, no son más que una herramienta para llevar a cabo este proceso.

En el caso de que, como dijo Strobe Talbot, en el futuro todos los países se integren en uno solo, que duda cabe que los que gobernarán serán los Estados Unidos, y que seguirán habiendo ricos y pobres, con los ricos cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres, justamente al contrario de lo que promete la globalización. Y la idea de que la soberanía nacional “no fue una gran idea, después de todo”, después de todo es tan absurda como la idea de que dos más dos son cinco.

Porque, si la competencia es el vehículo del progreso (y, ciertamente, lo es: los hombres tienden al estatismo, a menos que se vean acuciados por la necesidad), ¿a dónde irá a parar la competencia en un mundo en el que no existen las naciones, o existen para funciones meramente simbólicas? ¿A las empresas? No nos engañemos.

Recordemos lo que sucedió en el período en el que desaparecieron los Estados nacionales, o en el que perdieron la soberanía, que viene a ser más o menos lo mismo; recordemos la Edad Media: desapareció casi exclusivamente la competencia, y con ella el progreso, en un mundo “globalizado”, por iniciativa de la Iglesia Católica, artífice de esa primera “globalización”. La Humanidad perdió mil años, del 476 al 1453 d.C. Y eso es lo que, sin lugar para la menor duda, sucederá ahora, a menos que se haga algo para frenarlo.

Porque, como ya se ha dicho, las empresas no van a continuar con la competencia. Luego de un corto tiempo surgirán los monopolios, y con los monopolios la competencia quedará knock-out. Y si la Edad Media, que afortunadamente sólo abarcó Europa, duró mil años, esta nueva Edad, que comprende todo el mundo, ¿cuánto puede llegar a durar? ¿Dos mil? ¿Acaso más aún?

Es por eso que hay que ir en contra de la globalización. Combatirla, frenarla, erradicarla. La globalización es negocio para los Estados Unidos de América, y para nadie más. Y ni siquiera para todos los Estados Unidos, tan sólo para los ricos, los señores feudales. Los demás quedarán como campesinos y vasallos. Si no la combatimos, podremso volver a perder otros mil irremplazables años.

Índice:

Introducción 4

Capítulo I: Los Medios Masivos de Comunicación 6

Capítulo II: El aspecto económico 12

Capítulo III: El aspecto socio-cultural 18

Capítulo IV: El aspecto político: Conclusiones 22

Bibliografía 28

Bibliografía:

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Troncoso, Oscar A: De Gaulle”. Colección “Los Hombres de la Historia”, Centro Editor de América Latina S.A., Buenos Aires, República Argentina, 1975, pág. 364 (cuadernillo Nº 13).




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Enviado por:Adrián Lucardi
Idioma: castellano
País: Argentina

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