Economía y Empresa


Globalización y desarrollo local


La única forma de abordar este problema de la globalización y del desarrollo local, es diciendo que probablemente, porque estamos en un proceso de globalización creciente en el mundo contemporáneo, más que nunca es importante la afirmación de los referentes locales y regionales.

Hay quienes piensan que las actividades locales no tienen actores suficientemente fuertes como para contrarrestar los intereses de la globalización. Es decir, que no hay nadie que pueda defender los intereses locales frente a la fuerza, a la penetración, a la dinámica de los procesos globales.

También hay quienes sostienen todo lo contrario.

Dicen que la globalización es mala y que lo local es bueno. La globalización reproduce las lógicas de dominación y de poder en el mundo. Solamente acentuando las autarquías locales vamos a poder generar estructuras locales capaces de defenderse de esas lógicas que vienen de los procesos de globalización. Con esta última posición se intenta construir una sociedad ideal que tendrá todo lo que la globalización no deja tener. Habrá entonces una oposición a la globalización, como si fuera una especie de antagonismo fundamental.

Si el problema central es la articulación entre lo global y lo local, entre la lógica de la globalización y la lógica de la referencia local; podemos hablar de identidades locales, de identidades regionales. Esto quiere decir también que estamos pensando en términos alternativos, es decir, que no nos estamos contentando con reproducir el desarrollo del que venimos, estamos intentando vislumbrar en esta nueva situación cuáles son las características de una posible alternativa a los modelos de desarrollo. Es absolutamente imposible responder cuál es la alternativa, pero sí se puede visualizar signos de esta transición, lo que nos está mostrando que el camino va por la articulación entre lo global y lo local.

Como ejemplos de estos signos podemos señalar que hoy estamos hablando de la viabilidad de los grandes aparatos industriales. Fueron pertinentes en cierta fase -segunda mitad del siglo XIX y primera del XX- pero hoy no lo son, por la revolución tecnológica, ya que ésta no permite una adaptación rápida a la incorporación de nuevas tecnologías en los grandes aparatos industriales. Las grandes firmas multinacionales están desconcentrando sus aparatos industriales. El fenómeno de lo pequeño y lo mediano en términos de estructura productiva, es un fenómeno muy característico de nuestra época.

Las nuevas tecnologías de información, evidentemente no son inocuas. La globalización supone opciones pero no tiene caminos puntualmente predeterminados. En el campo de las comunicaciones los medios más modernos, inclusive los de índole cibernética, transmiten mensajes que representan intereses, tanto de quienes los emiten como, incluso, de las empresas y los gobiernos que hacen posible esa propagación. Pero sería erróneo considerar, como a menudo ha hecho la crítica más contestataria de estos recursos tecnológicos, que solamente los intereses del poder político dominante en las metrópolis, o del capital trasnacional, son los que se expresan en virtud de las nuevas capacidades informáticas. En la globalización llega a ocurrir que los signos ideológicos y políticos se entremezclan, se confunden, de la misma manera que no sólo desde el poder es factible que las organizaciones y los individuos tengan conexiones en las redes.

En el campo cultural hay una compleja simultaneidad de interrelaciones, con efectos de dos tipos. Por un lado, lo más frecuente es que la visión del mundo de quienes (empresas, gobiernos, instituciones o individuos) tienen mayor acceso a los medios de propagación de mensajes, al ser la más difundida gane mayor hegemonía. Pero al mismo tiempo existen influencias mutuas de una cultura (aunque sea tecnológicamente subordinada) sobre otra. No hay una mecánica relación de predominio-y-aculturación, igual que las culturas más débiles en su presencia en los modernos medios de difusión informativa no están, al menos sólo por esa circunstancia, condenadas a la extinción.

Una de las singularidades de estos nuevos sistemas de comunicación es la facilidad para que grupos muy diversos cuenten con acceso no sólo a la recepción de mensajes, sino también a la propagación de ellos.

El término es afortunado. La sociedad actual se enlaza gracias a los recursos tecnológicos más sofisticados (que a menudo son, precisamente, los más sencillos de utilizar), ha ganado una significativa presencia en el debate y las decisiones políticas en numerosas naciones, de la misma forma que se ha diversificado y cobrado presencia también en el plano internacional. Desde luego, las grandes corporaciones tienen mayores posibilidades para difundir sus mensajes, que un pequeño grupo local. Pero hay mucho de novedad en la presencia de posiciones de lo más diversas en las redes electrónicas. El ciberespacio, al menos hasta ahora, manifiesta una pluralidad mayor que la del mundo real.

Sin que juzguemos aquí sobre los contenidos de sus propuestas (o la ausencia de ellas) pero reconociendo que en esa sociedad civil se encuentran grupos, corrientes y asociaciones de lo más diversas, de todos los signos ideológicos y políticos, puede advertirse que la capacidad para propagar sus puntos de vista es otro de los nuevos rasgos de la globalización contemporánea. Los mismos esposos Toffler, ubicando a esa diversificación de expresiones heterogéneas y/o autónomas en el marco de su conocida concepción sobre la emergencia de varias olas en el desarrollo de la humanidad, escriben al respecto: "También aquí se opera una trisección del sistema global. Las organizaciones multinacionales son débiles o inexistentes en las sociedades de la primera ola; resultan más numerosas en las de la segunda ola, y se reproducen a una velocidad extraordinaria en las sociedades de la tercera. En suma, el sistema global construido en torno de unos cuantos chips de naciones-Estado está siendo reemplazado por un ordenador global del siglo XXI, un 'cuadro de distribución' de tres niveles, por así decirlo, al que se hallan conectados miles y miles de chips extremadamente variados".

Esa descripción es tan útil como, evidentemente, provocadora. Si nos conformásemos con entender a la globalización como un asunto de ingeniería cibernética, podría pensarse que basta con cambiar algunos microprocesadores, o ampliar la memoria-RAM, para que el sistema global diera oportunidades de acceso y desarrollo a todos. Las cosas no son tan sencillas e, incluso en el ejemplo anterior, podría pensarse que esa computadora (u ordenador) global que dicen los autores mencionados, no tiene un solo operador. Lo mismo que en la globalización económica no hay una sola fuerza que lo decida todo (ninguna corporación, ningún gobierno, parecen tener los recursos suficientes para imponer drástica y uniformemente su voluntad) en la otra cara de ese proceso, que es la tendencia a la globalización informática, tampoco hay un solo centro de control, por mucho que algunas empresas e instituciones, especialmente de Estados Unidos, sean quienes hayan impulsado a la superautopista de la información.

En el mundo de hoy observamos con sorpresa cómo se enfrentan grupos de personas que están en contra de la globalización con otras que se reúnen justamente para fomentarla. En años pasados, en Seattle, Quebec o Génova, estos enfrentamientos han dejado muertos y cientos de contusos, lo que corre el riesgo de crecer y de convertirse en un problema de gran magnitud (quizá también en nuestro país). Lo importante de esta situación es que ambos bandos están enfrentados porque cada uno defiende una posición basada fundamentalmente en su propia capacidad de enfrentarse a la nueva situación más que a una visión filosófica sobre ella.

Para los globalófilos, la globalización es la apertura de las oportunidades para que los países, chicos o grandes, superen las limitaciones de sus mercados y de sus medios de producción y recurran, cuando es necesario, a la mano de obra y los mercados de otros países. La globalización es así la ruptura del chauvinismo tradicional, que logra que todos, chicos y grandes, aumenten sus posibilidades de desarrollo.

Los globalifóbicos, por su parte, ven que la globalización es una amenaza para los países, sus empresas y sus trabajadores, pues de alguna manera ello implica repartir su poca riqueza y sus pocas opciones actuales entre varios países. Por ello se oponen, pues globalizarse conllevaría la pérdida de una cierta seguridad actual.

Quien tenga la razón depende de las características de quién está observando.

Así, los más frágiles, los menos calificados, los más pobres y en general aquellos con menos recursos, así como los que los defienden, verán en la globalización una gran amenaza. No tanto por que no encuentren que pueda ser beneficiosa en el futuro, sino básicamente por que para ellos el futuro depende de su comida de hoy. Y no pueden esperar hasta mañana para ver si las promesas de bienestar se cumplieron.

Los más calificados y fuertes, por su lado, verán en la globalización una oportunidad de crecimiento. Se sienten capaces de competir y por lo tanto el ampliar su ámbito de competencia es beneficioso. No importa si eso implica sacrificios en el corto plazo pues están dispuestos a aceptarlos y tienen capacidad de aguante para ese periodo. Finalmente, si no se cumpliera lo esperado, siempre tendrán otras oportunidades que abordar.

Es por ello que los empresarios que se quejan de la apertura de mercados son aquellos que pueden quebrar debido a la competencia. No sería raro encontrar entonces entre los globalifóbicos a muchos empresarios quebrados y a los miembros de su personal desempleado. Por otro lado, los que la saludan son aquellos que tienen calidades diferenciales y fuerza para competir, o simplemente, aquellos que creen tenerlas y todavía no han tenido oportunidad de ponerlas a prueba.

Todo lo anterior no implica que deba tomarse una posición drástica por los frágiles o por los fuertes. Ambas posiciones son válidas dependiendo de la óptica con que se mire. Lo que si creemos necesario es que, antes de tomar una posición, deberíamos pensar que, como en casi todo, en el tema de la competencia internacional hay halcones y hay palomas: decidirse por unos sin considerar a los otros sería un gran error.

Conclusión:

La globalización es un tema que hoy en día esta impactando mucho, pensamos que la globalización podría beneficiar a muchos países, pero también perjudicaría a otros que no tienen los suficientes recursos.

Según lo que investigamos lo que la globalización quiere es que todos los países tengan el mismo nivel de vida, pero creemos que un país, siendo una súper potencia, como por ejemplo Estados Unidos nunca estaría a la altura de otro como África.. porque nunca ha sufrido esas condiciones y son culturas extremadamente diferentes por lo cual, siguiendo con este ejemplo, África tampoco llegaría a tener la fuerza o la economía suficiente con la que cuenta Estados Unidos.

Aunque la globalización tenga muchos lados positivos, con respecto a la economía, a las comunicaciones, etc. Y que estaría bien para no andar peleando por cosas como “ser mejor que otro” o “tener mas que los demás” sentimos que un lado muy negativo de este movimiento seria que desaparecería la diversidad cultural, que es algo que hace que el planeta tierra sea fascinante.

Por ejemplo, en algunas culturas o religiones no es “correcto” tener mas de lo necesario porque se considera absurdo y por otro lado, la gente trabajadora que se ha ganado lo que tiene con todo su esfuerzo no querría que los que no trabajan tuvieran las mismas cosas o las mismas ventajas y facilidades que tienen ellos.

Así que en conclusión creemos que la globalización es un tema de debate como lo es el aborto, o sea, que nunca se podrá llegar a un acuerdo puesto que todos, gracias a la diversidad de culturas, valores y normas, pensamos de una manera muy diferente.




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Enviado por:Asterix
Idioma: castellano
País: México

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